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CAPITULO I LAS EDADES DE LA VIDA . Un hombre de los-siglos xvi o xvii se asombraria de las exigencias que requiere de nosotros el estado civil y a las cuales os sometemos de modo natural. Desde que nuestros hijos co- mienzan a hablar, les ensefiamos su nombre, el de sus padres, igualmente su edad. Nos enorgullece el que Pablito responda debidamente, cuando le preguntan su edad, que tiene dos afios y medio. En efecto, sentimos la importancia que tiene el que ito no se equivoque: Zqué seria de él si ya no supiera su edad? Enda selva africana, la edad es todavia una nocién bas tante confusa, algo que noes tan importante como para que ne s¢-pueda olvidar. Mas, en nuestras civilizaciones técnicas, {cémo olvidar Ja fecha de nacimiento, cuando en cada viaje debemos anotarla en la ficha de policia del hotel; cuando en cada can- didatura, en cada trémite, en cada formulario que hay qué seMlenar (todos sabemos que son numerosos y que habré cada vez més) es preciso recordarla. Pablito diré su edad en la escue- Ja, luego ser4 Pablo N. de la quinta X, y cuando empiece a tra- bajar, recibiré con su cartilla de Seguridad Social un ntimero 4e inscripci6n que duplicaré su propio apellido. Al mismo tiem- po, y antes que Pablo N., seré un niimero que comenzaré por © de su sexo, su afio de nacimiento y el mes del aio. Llegaré un dfs en que todos los ciudadanos tendrén su numero de ma- tricula; ése es el objeto de los servicios de identidad. Nuestra sonslidad civil se expresa ahora con més precisién por nues- tra fecha de nacimiento que por nuestro patronimico, que He 33 Escaneado con CamScanner podria muy bien, si no desaparecer, al menos reservarse para Ia Vida privada, mientras que el niimero de identidad lo reempla- zaria para el uso civil, cuya fecha de nacimiento seria uno de sus elementos constitutivos. En 1a Edad Media, el nombre propio fue considerado como uma designacién demasiado imprecise, y fue mecesario con un apellido, a menudo un none bre de jugar. Y resulta que ahora es conveniente agregar unn nueva precision de carécter numérico, Ia edad: Pero el nombre -imctuse eI epeltido pertenecen a un mundo imaginarlo —el nombre— o tradicional —el apellido—. La edad, cantidad men- surabie legatmente con una aproximacién de horas, compet a otro -mundo:-el deta exactitud -y el de las cifras. Actualmente, nnuestras précticas de registro civil proceden, a la vez, de uno y otro mundo. Con todo, nosotros redactamos documentos que nos com- Prometen seriamente y cuyo texto no exige la anotacién de la fecha de nacimiento. Se trata de efectos mercantiles, letras de « cambio, cheques, o bien de testamentos, es decir, documentos muy diferentes unos de otros. Pero todos fueron inventados en tun pasado ya lejano, antes de que el rigor de la identidad mo- derna se introdujera en las costumbres. La-inscripcién deja fecharsie-wacimiemto en los registros parroquiales fue impuest® adow'S2cerdotes"por Francisco ny para que esta medida, que habia sido ya prescrita por la autoridad conciliar, fuera respe- tada, fue preciso que la aceptaran las costumbres, reacias du- rante mucho tiempo al rigor de una contabilidad abstracta. Todos admiten que fue sélo a partir del siglo. xviii cuando-les ‘curas. $e preocuparon por mantener sus registroscon-la-exacti- ud, 0 conciencia de exactitud, que un Estado moderno @xige 7sus funcionarios.del_ registro -civile La importancia personal de la nocién de edad ha debido afirmarse en la vida a medida que los reformadores religiosos y civiles lo imponfan en sus do- ‘cumentos, comenzando por los estratos més instruidos de la so- ciedad, es decir, en el siglo xv, los que frecuentaban los cole- {gios de ensefianza. En los legajos de los siglos xv1 y xvii que yo hhe consultado para reconstituir algunos ejemplos de escolar dad! suele estar anotado, al comienzo del relato, el lugar y la fecha de nacimiento del narrador. Incluso a veces la edad es objeto de atenci6n particular. Se anota la edad en los retratos Ver la II parte, cap. IV. como un signo suplementario de individuaciGn, exactitud y auten ticidad. Podémos leer, en numerosos retratos del siglo xv1, in cripciones de este tipo: Aetatis suze 29: de 29 afios, con fecha de la pintura ANDNI 1551° (el de Jean Fernaguut, pin- tado por Pourbus, Brujas)?, En los retratos de personajes ilus- tres, como los de la corte en general, no aparece esta referencia, la cual subsiste, sea en el lienzo o también en el marco an- tiguo, en los retratos de familia, vinculados a un simbolismo familiar. Entre los més antiguos quiz4 hay que sefialar el mag- nifico retrato de Margarita Van Eyck, que lleva la inscripcién iguiente: arriba, co(njiux m(eu)s Joh(annJes me c(om)plevit fan(n)o 1439", 17 Junii (jqué preocupacién por la precision! ‘ami esposo me pinté el 17 de junio de 1459»); y abajo: Actas ‘mea triginta trium an(nJorum, 33 afios. Con mucha frecuencia, esos retratos del siglo xvi se encuentran en pareja: uno de la esposa, el otro del esposo. Ambos llevan la misma fecha inscrita y la edad de cada uno de los cOnyuges: asi, por ejemplo, los dos lienzos de Pourbus, Juan Fernaguut, y su esposa, Adriana de Bue?, llevan la misma inscripcién: Anno domini 1551, ademas, para el hombre: Aetatis suae 29, y para la mujer: Aetatis suae 19, También, a veces, los retratos del marido y de la mujer stn reunidos en un mismo lienz0, como los de Van Gindertae- len atribuidos a Pourbus, pintados con sus dos hijos pequefios. El _esposo-tiene-una-mano-en-la.cadera-y-apoya. la. oira-en-el, hombro:de~st' mujer. ‘Los dos-niiios juegan a sus. pies..Lg fecha, 1559» Al lado del marido estén sus armas y la fecha: aetas an, 27; mientras que al lado de la mujer aparecen las armas de su familia y la fecha: #tatis, mec. 20%. Estos datos de filiacién toman, a veces, el aspecto de una verdadera formu- la epigréfica, como sucede con el cuadro de Martin de Vos, fechado en 1572, en el que figura Antoine Anselme, regidor de Amberes, su mujer y sus dos hijos®. Los cényuges estén senta- dos a cada extremo de una mesita, el esposo sujeta en su re- g220 al nifio, y la esposa a la nifia. En alto, sobre sus cabezas y en medio del lienzo, se ve una hermosa placa, cuidadosamente decorada, con Ia siguiente inscripcién: concordi ae antonii an- ? Exposicién en la Orar 1952, no 67, ns 18, ¥Op. cit, n. “Op. cit, $ Op. cit. n* 93. Reproducido en este libro. ingerie, Le portrait dans l'art flamand, Paris, 35 Escaneado con CamScanner selmi et johannae Hooftmans feliciq: propagini, Martino de Vos pictore, DD natus est ille ann MDXXXVI die IX febr uxor ann MDLV D XVI decembr liberi Aegidius ann MDLXXV XXI Augusti Johanna ann MDLXVI XXVI septembr. Esta ins- ctipeién nos sugiere el motivo que inspira esta epigrafia: pa- rece tener alguna relacién con el sentimiento de la familia y su desarrollo en esa época. __ Esos-retratos de familia-fechados son documentos de -histo- tia_familiar, como lo seran tres 0 cuatro siglos més tarde ies Albumes de fotos, Responden a ia misma mentalidad los libros de _razGn, en los que se anotaban, ademés de las cuentas, los. acontecimientos domésticos, Jos nacimientos y las muertes. Se produce asi una convergencia del interés por la precisidn crone- degica y del sentimiento familiar. No se trata tanto de las refe- rencias del individuo como de las de los miembros de su fa- milia. Se siente la necesidad de dar a Ja vida familiar, gracias ‘a la cronologia, una historia propia. Este ourioso~interés-en -consignar-1a-fecha-no aparece solamente en_los retratos,-sing igualmente-en-los.objetos y en el mobiliario. En el siglo xvit se generaliza la costumbre de grabar o pintar una fecha en las camas, cofres, batiles, armarios, cucharas, copas de ceremoriia, etcétera. Lafecha es la de una ocasién importante de la histo-. ‘ia-familiar, generalmente la boda. En ciertas regiones de Alsa- cia, Suiza, Austria, Europa Central, los muebles y particular- mente los muebles pintados estén fechados, e indican también el nombre y apellido de sus propietarios, y esto desde el siglo xvit hasta el siglo xix. En el museo de Thoune pude observar, en- tre otras, la siguiente inscripcién en un bail: Hans Bischof 1709— Elizabeth Misler. A veces, la-gente-se=contentaba-con inseribir-s6lo-las-imiciales de ambos conyuges:a:cada-ladoxderia fecha, que-esla de Ja boda. Esta costumbre se difundiré..am- pliamente-en-Francia-y no-desapareceré hasta finales-del-si- (glo.24% Por ejemplo, la inscripcién grabada en un mueble des- cubierta por un investigador del Museo de Artes Populares * en Ja Haute-Loire: 1873 LT JV. La consignacién de las edades © de una fecha en un retrato o en un objeto corresponde al mismo sentimiento que tiertde a dar mayor consistencia histérica a la famil Musée des Arts et Traditions Populaires, Paris, Exposici6n de 1953, ns 718. 36 ms , aunque subsistiC Este interés por la inscripcién cronol hasta mediados del siglo xix, por Io menos en los estratos medios, desaparecié répidamente en la ciudad y en la corte, en donde enseguida se considers como una costumbre- ingenua. provinciana, Desde mediados del siglo xvitt, las inscripciones pero entre tienden a desaparecer de los cuadros (existen ati los pintores de provin moso mobiliario de época esté firmado y, si esté fechado, lo est discretamente, A pesar de la importancia que durante el siglo xvt habia tomado la edad en la epigrafia familiar, subsistian en las cos- tumbres curiosas supervivencias de la época en que era raro y dificil para la gente el recordar su edad. En paginas anterio- tes decfa yo que nuestro Pablito conocia su edad desde que empezaba ‘a hablar. Sancho Panza no sabia con exactitud la edad de su pesar de lo que la queria: «Quince afios, dos ‘més 0 menos, pero es tan grande como una lanza, y tan fresca como una mafiana de abril...»?. Se trata de un hombre de pue- blo. En el siglo xvt, ¢ incluso en esos estratos escolarizados en donde los habitos de precisién moderna se observan mas tem- prano, los nifios conocen indudablemente su edad; pero una extrafia norma de urbanidad los obliga a no confesarla explici- tamente y a responder con ciertas reservas. Cuando el huma- nista y pedagogo suizo Thomas Platter relata su vida’ indica con mucha precisién cuando y dénde ha nacido, pero se cree en la obligacién de envolver el hecho en una prudente paré- frasis: «Y en primer lugar, no hay nada que yo pueda garan- tizar menos que la fecha exacta de mi nacimiento. Cuando tuve la idea de averiguarla, se me respondié que yo habia venido al mundo en 1499, el domingo de la Quincuagésima, exactamente cuando tocaban a misa». Extrafia combinacién de incertidumbre y de rigor. En realidad, no hay que tomar esta reserva al pie de la letra, ya que se trata de una discrecién habitual, vestigio de una época en la que era imposible conocer una fecha exacta; lo sorprendente es que esta reserva se haya vuelto una tegla de cortesia, pues asi es como habfa que dar su edad a un interlo- ‘cutor. En los dilogos de Cordier, dos alumnos estén hablando } Don Quilote de lg Manch, Madrid, Taurus, 1960, 11 pat, cap, XII pai " Vie de Thomas Platter {el Viejo], ed. E. Fick, Lausana, 1895, * Mathurin Conprer, Les Colloques, Paris, 1586. 37 Escaneado con CamScanner durante el recreo y se expresan asf: «{Cuéntos afios tienes? —Trece, segiin he oido decir a mi madre.» Incluso cuando se generalice el uso de la cronologia personal, ésta no lograré im- ponerse como un conocimiento positivo, y no disipard inmediat mente la antigua oscuridad de la edad, que subsistiré durante algiin tiempo en las costumbres del mundo civilizado. 4Las-+Bdades-de~}a-vidas~ocupan -un-espacio-considerabley ‘en-los.-tratados seudosientificos: de la Edad Medi. Sus autores emplean una terminologia que nos parece puramente verbal: infancia y puerilidad, juventud y adolescencia, .vejez:y decrepis tad, cada uno de estos términos significa un periodo diferente? de-da vida Después hemos tomado algunos de ellos para dev. ? signar nociones abstractas como la puerilidad o la decrepitud, Pero estos significados no estaban englobados en las primeras acepciones. En efecto, al principio se trataba de una terminolo- gia culta que se volveré mas tarde familiar. Para la mentalidad ‘de ‘nuestros antepasados, las a6 trata de una compilacién del siglo x11 que recogia todos los temas de los escritores del Bajo Imperio. Se juzgé oportuna su traduceién al francés, asi como el darle, gracias a la imprenta, mayor difusién. Esta ciencia clésicomedieval era ain a me_ diados del siglo xv1 objeto de vulgarizacién. Le Grand Proprié- faire de toutes choses es una enciclopedia de todos los cono- cimientos profanos y sagrados, un Grand-Larousse (pero cuya concepeién no es analitica), que refleja la unidad esencial de la naturaleza y de Dios. Era una fisica, una metafisica, una historia natural, una fisiologfa y una anatomia humanas, un tratado de medicina e higiene, una astronomia, al mismo tiem- PO que una teologia. Sus veinte libros tratan de Dios, de los Angeles, de los elementos, del hombre y de su cuerpo, de las enfermedades, del cielo, del tiempo, de la materia, del aire, del agua, del fuego, de las aves, etc, El diltimo libro esté de. dicado a los ntimeros y a las medidas. También se podian ha. Mar en ese libro algunas recetas précticas, Se extraia del con- junto de libros una idea general, docta, convertida luego en idea muy corriente, la idea de la unidad fundamental de la naturaleza, de la insolidaridad que existe entre todos los fe- némenos de Ia naturaleza, inseparables de las manifestaciones sobrenaturales. La idea de que no habia oposicin entre lo na- tural y lo sobrenatural pertenecia a la vez. a las creencias po- pulares heredadas del paganismo y a una ciencia tan fisica como teolégica. Yo me inclinaria a creer que esta rigurosa concep- cién dé la unidad de la naturaleza debe ser tenida por res- ponsable del retraso en el desarrollo cientifico, mucho més que la autoridad de a tradicién, de los clésicos de la antigiedad © de la Escritura. Solo actuamos sobre un elemento de la na turaleza si admitimos que esté suficientemente aislado. A par- tir de un cierto grado de solidaridad entre los fendmenos ya no es posible intervenir sin desencadenar reacciones en cadena, sin trastocar el orden del mundo. Ninguna de las categorias del cosmos dispone de autonomia suficiente, no se puede hacer nada contra el determinismo universal. El conocimiento de la naturaleza se limita, por lo tanto, al estudio de las relaciones que reguian Tos fenémenos por una misma causalidad: un co- nocimiento que puede prevenir pero no modificar. No le que- da otra salida a esta causalidad que la magia o el milagro. Una misma ley rigurosa regula al mismo tiempo el movimiento de los planetas, el ciclo vegetativo de las estaciones, las relaciones 39 Escaneado con CamScanner centre los elementos, el cuerpo del hombre y sus humores y el destino del hombre. Asi, In astrologin permite conocer tas in eidencias personales de este determinismo universal: todavia 1 mediados del siplo wn. In préctica de In astrologin est Jo suficientemente difundida como para que Molitre, el libre- pPensador. Ia tomars como blanco de sus ironias en Les amants magnifique La correspondencie de los niimeros aparecia entonces como suns de Ins claves de este solidsridad profunda; el simbolismo de los miimeros ere algo familiar, se hallaba al mismo tiempo cen las especulaciones religiosas. en las descripciones de fisica de historia natural. en las précticas magicas. Por cjemplo, la correspondencia entre el mimero de los elementos, el de los temperamentos de} hombre. cl de Tas estaciones: el mimero 4 Dificilmente podemos imaginarnos esta formidables imagen de tun mundo masivo, del que solamente podriamos percibir algu- nas correspondencias. La ciencia permitia 1a formulacién de ‘correspondencias ¥ I definicién de categorias que cllas enla- aban Pero en cl transcurso de los siglos estas corresponden- ims x deslizaron del terreno de la ciencia al del mito popu- lar Estee comoeperomes; aecsdes en ia Jonia del siglo vi. fue~ ‘on afapladen-con eb uempo por ia menialidad comin. y todos = sepecsentaron-ch-swundo de este-forma: Las categories de Is ciencis clésicomedieval se tornaron familiares: Jos elemen- tos, los temperamentos, los planetas y su sentido astrologico, el simbolismo de los nameros. Las edades de Is vida eran igualmente una de las maneras de concebir Is biologia humana, en relacién con las correspan- dencias secretes internaturales. Esta nocién, que se volvié tan popular. probablemente no remonte a las pocas florecientes de le ciencis clésice’ pertenece a las especulaciones draméti- cas de! doaye Amuperio,-6» decir, al sigio vi". Fulgencio Ia descu- brig ccults cn le Eneida Este autor vio en el naufragio de Eneas e! simbolo del nucimiento del hombre en medio de las tempestades de ls ciencia € interpreté los cantos II y III como Je imagen de le infancis évids de relatos fantésticos, etc. Un fresco de Arabis del siglo visi representabs ya las edades de le vide ® TCoaranern, Virgilio nel medioevo, vomo 1, pp. 146-185 © Kuweir Ames, ver Vaw Manis, Iconopraphie de Iart profane, 1932, tome IN, pp 146 se 0 long Los textos de la Edad Media sobre este tema abundan, Le grand Propridtaire de toutes choses trata de las edades, a-63 ‘Vi ibro, donde las edades corresponden a. los planetas: ay siete: ‘La primera edad es [a infaneia, que fija los dientessy esta ‘edad va desde el nacimiento del nifio hasta los siete-afos; en ella, al recién nacido se le lama nifio finfans). que 2s lo mis mo que decir no hablante, porque en esta edad no puede ham blar bien ni formar sus palabras perfectamente. ya que n0 tie ne todavia sus dientes bien dispuestos y consolidados, como dicen Isidoro y Constantino. Después de a infancia viene la > segunda edad...; se la llama pueritidh y es asi denominada por que en esta edad el nifio es todavia como la pupila en el ‘ojo, como dice Isidoro, y esta edad dura hasta [os catorce afios.» » —aSigue luego Ia tercera edad, llamada adolescancim que ‘er mina, segiin Constantino en su tiitico, a los veintiun anos. L. pero, segin Isidoro, dura hasta los veintiocho afios... y se tema-uno-de-los-més-frecuentes:de-la-iconografia profana.,.Se las puede ver en los capiteles historiados del siglo x11, en el baptisterio de Parma”. El imaginero ha querido representar a la vez la pardbola del amo de la vida, la de los obreros de Ia undécima hora y el simbolo de las edades de la vida. En la primera escena se ve al amo de Ia vila que pone la mano en Ta cabeza de un nifio, y debajo, un texto especifica la. alegoria del nifio: prima aetas saeculi: primum humane: infancia. Més adelante: hora tertia: puericia secunda aetas, el amo de la vitia yne su mano en el hombro de un joven que sujeta a un ani- fia y tiene una podadera pn In meno, El Obrero de ide edad descansa al lado de su almocafre: senectus sexta aetas, 7 Faginen sora, schol mere, of yor Aratu 36 Viens 7 Ge w. Lanctois, Le Vie en Prance cu Moyen Age, 1908, p. 18 © Dumnow, aa Vi bumaiae, Annaler arelclaglpes, XV, p43. 44 edadeo de La bioleenco + Sccal vida No obstante, es principalmente en el siglo a1v cuando esta iconografia precisa sus rasgos esenciales, que continéan casi ‘iguales hasta el siglo xvisty se les reconoce tanto en los capi- teles del palacio del Dux® como en un fresco de los ermi- tafios de Padua. En primer lugar, da=edad-de~los.juguetes:> Jos.nifios juegan al caballito:de madera, las mutiecas o.al mg- inillo con pajaros atados. Luego, la edad de ia escuelg: los muchachos aprenden a leer o llevan el libro y el plumier; las ‘muchachas aprenden a hil Después, las edades dei-amowo de Jos deportes cortesanos caballerescos: noviazgos, paseos de mu-~ chachos y muchachas, el cortejo, las bodas o la caza en el mes de mayo de los calendarios. Después, las edades de la guerra y. de la caballerfa: un hombre armado. Finalmente, las edades sedentarias, las de los hombres de leyes, de ciencia o de estudio; el viejo sabio barbudo, vestido a la antigua usanza, ante su Pupitre, al amor de la lumbre. Las edades de ta-vida corres: Ponden no solamente-a-etapas-bioldgicas, sino también a. fun- Ciones sociales; habia, como ya sabemos, hombres de leyes jé- venes, pero el estudio es en la imagineria un-oficio-de-ancianp. Estos atributos del arte del siglo xtv los volveremos a en contrar, casi idénticos, en los grabados de carécter més popular, més familiar, y que duran, con muy pocos cambios, desde el siglo xvt hasta principios del siglo xx. Se lamaban las “Esewe las-de-las edades, porque en ellos figuraban personas que re- presentaban las edades yuxtapuestas desde el nacimiento hasta la muerte, por Io general subiendo por peldafios ascendentes a Ia izquierda y descendentes a la derecha. Bajo el centro de esa escala (como si fuera ojo de puente) se hallaba la muerte fen forma de esqueleto armado con su guadafia. El tema de las edades se conjugaba aqui con el de la muerte, y sin duda no es casual que esos dos temas fueran de los més populares. Las laminas que representaban las escalas de las edades y las dan- zas de la muerte repiten hasta comienzos del xix una icono- jada en los siglos xiv y xv. Pero, contrariamente a las danzas de Ia muerte, donde los trajes no cambian y siguen siendo los de los siglos xv y xv1, las escalas de las edades vis ten a sus personajes a la moda de la época. En los ultimos grabados del siglo x1x se observa la aparicién de trajes de pri- "= DiokoN, Annales archéologiques, XVI, pp. 69 y 195. 31 A. Venturi, «La Fonte di una composizione del guariento», Arte, 1914, XVI, p. 43. 45 Escaneado con CamScanner mera comunién. La persistencia de los atributos es mucho més notable; siempre se ve al nifio a horcajadas sobre su caballi- to, el colegial con el libro y el plumier, la hermosa pareja (a ve- es ocurre que el galiin tiene en la mano un arbusto de mayo, evocacién de las fiestas de la adolescencia y de la primavera); ‘el hombre de armas se ha convertido en un oficial con su fa. jin de mando cefido 0 Uevando una bandera; en la escala des- ccendente, los trajes dejan de estar a la moda o siguen a la an- tigua usanza; aparecen de nuevo los juristas con sus carteras de documentos; los eruditos, con sus libros 0 sus astrolabios; los devotos —los més peculiares—, con sus rosarios”. La repeticién de estas léminas clavadas en fas paredes, al lado de los almanaques, entre los objetos familiares, mantenia la idea de una vida segmentada en etapas bien marcadas, que correspondian a formas de actividad, tipos fisicos, funciones, formas de vestirse. La periodizacién de la vida tenia la misma estabilidad que el ciclo de la naturaleza o la organizacién de la sociedad. A pesar de la evocacién repetida de! envejecimien- to y de la muerte, las edades de la vida siguen siendo bosque- jos pintorescos y bonachones, siluetas de cardcter un poco hu- moristico. Subsistia, de 1a especulacién clésicomedieval, una abundan- te terminologia de las edades. En el siglo xvt, cuando se decidié traducir esta terminologia al francés, se vio que nuestra len- gua y, por consiguiente, nuestro uso, no contenfa tantos voca- bblos como el latin, 0 por lo menos como el latin culto. El tra ductor de 1556 de Le Grand Propriétaire de toutes choses. reco- nocia sin rodeos esta dificultad: «Hay més dificultades en el francés que en el latin, ya que en latin hay siete edades nom- bradas con diversos nombres [tantos como planetas], mientras que en francés no hay mAs que tres, a saber: infancia, juven- tud y vejez.» . 2 Este tema no sélo era popular. Lo hallamos de nuevo, bajo otras formas, en la pintura y en la escultura: en Ticiano, Van Dyck y sobre el frontén del Versalles de Louis XIV. Hemos reprodu: libro , me itud de 1s Se observa que como juventd signiicaba plenitud oe t Vide, «mediana edad», no habia eabida para la adolescrcr por lo que ésta se confundi6, hasta el siglo xvItI, fatal fancia, En el latin de colegio se empleaba indiferentemente término puer 0 el de adolescens. Se conservan en la Biblio Nacional® los catalogos del colegio de los jesuitas de Caen, con las listas de alumnos y sus respectivas evaluaciones. Asi, un muchacho de quince afios tiene la calificacién de bonus puer, mientras que su camarada, de trece afios, ha sido con- sidetado como optimus adolescens. Baillet™, en un libro de- dicado a los nifios prodigio, reconoce también que no existe en francés términos para distinguir pueri y adolescentes. S6lo se conoce Ia palabra nif ‘A finales de la Edad Media ya se habja generalizado su sen- tido, Designaba tanto el putto (en el siglo xv se decia «el cuar- to de los nifios» para designar la habitacién de los putti, la habitacién decorada con frescos que representaban nifios des- rnudos), como el adolescente, el muchacho mayor a veces inquie- tante: el chico malo. El vocablo nifio, en los Miracles de Notre- Dame® se emplea en los siglos xiv y xv como sinénimo de ‘mozo, mocito, muchacho, hijo, nuero. Por ejemplo: «era un ‘mocito» se traducirfa hoy exactamente por «era buen moz0»; pero podia también significar «muchacho»: «Un moult beau valeton», 0 «nifio»: «Il était valeton, si Vaimérent fort... li va- lez devint granz!» («Un guapisimo muchacho», y «Era un nifio, le quisieron mucho... jel mocito se hizo mayor!»). Una sola palabra se ha conservado hasta nuestros dias con esta antiqui- sima ambigtiedad: gars (muchacho), que ha pasado del fran- ceés antiguo a le lengua popular moderna, donde se ha con- servado. Extrafio muchacho este malvado mozo: «si felon et si pervers qu'il ne vault oncques aprendre mestier ne se duire a nulle bonne enfance... volontiers s'accompagnait de gloutons et de gens oiseulx qui souvent faisaient leurs rixes aux taver- nes et aux bordeaulx, et jamais ne trouvait femme seule qu’il nienforceast» (tan rebelde y tan perverso que no quiere apren- Biblioteca Nacional, Paris, Manuscritos, Fondo latino, n* 1090 y 1091. ™ Barueer, Les Enfants devenus eélebres par leurs études, 1688. ® Miracles de Notre-Dame, ed. G. F. Warner, Westminster, 1885 Tuuinat, Nouveau recueil de contes, tomo I, pp. 31-33 y 42 a 72; tomo Ul, P. 244 y pp. 356357. 47 Escaneado con CamScanner s«_khARAREAR ERE ER ER RE La costumbre de antafio preferia «muchacho» [jeune enfant], apelacién que no ha sido completamente abandonada. La Fontaine la utiliza, y aun en 1714, en una traduccién de Erasmo, se hace referen. cia a una muchacha [jeune fille] que tiene menos de cinco afios: «Tengo una muchacha que apenas comienza a hablar» ™. EI vocablo «pequefio» cobré un sentido especial a finales del siglo xvt: designaba todos los alumnos de las «escuelas ele- mentales, incluso los que ya no eran nifios. En Inglaterra, el término petty significa lo ‘mismo que en francés, y un texto de 1627 se refiere a la escuela de los lyttle petties, los alumnos mas pequefios *. Principalmente, con Port-Royal, y con toda la literatura mo- ral y pedagégica que en esa abadia se inspira (0 que expresa en general una necesidad de orden moral, difundida por todas Partes y de la que también es testigo Port-Royal), los términés y grandegp. «A los nifios peque- fios, més aiin que a los otros —escribe Jacqueline Pascal—, es menester acostumbrarlos y alimentarlos si es posible como a las palomitas.» El reglamento de las escuelas elementales de Port- Royal prescribe: «Unicamente los nifios no irn a misa todos los dias», Se habla, con nuevas inflexiones, de «almitas», de «angelitos»®, expresiones que anuncian el sentimiento del si- glo xvimt y del romanticisino, La sefiorita Lhéritier ™ pretende dedicar sus cuentos a las «mentes jOvenes», a los «j6venes» (jeunes personnes): «Estas imAgenes incitan probablemente a los j6venes a reflexiones que perfeccionan su razén.» Nos da- mos cuenta de que ese siglo que parece haber desdefiado la infancia, ha introducido, por el contrario, en las costumbres, ciertas expresiones y locuciones que subsisten atin en nuestra lengua. Ea la palabra enfant («nifio») de su diccionario, Furetidre ® Enasme, Le Mariage chrétien, traduccién francesa de 1714, % J, Brinstey, Laudus litterarius (ed. de 1917). 3 Jacqueline Pascat, Réglement pour les enfants (apéndice de las Constitutions de Port Royal, 1721). 3 Reglamento del colegio de Chesnay, en WALLON De BEAuruis, Suite des amis de Port-Royal, 1751, tomo I, p. 175. 2 Jacqueline Pascat, ver la nota 31. MM. E. Stoner, La Mode des contes de fées, 1928. 50 «Es un nifio mi- i ; is iliares: cita proverbios que ain nos:son famil ata mado, a quien se ha dejado vivir de una manera corregirl. Por decirlo asi, ya no quedan nifios, pues se co" mienza temprano a tener razén y malicia», «Inocente mmo nifio recién nacido». No es verdad que se creeria que estas expresiones remontaban al siglo xix? | No obstante, el lenguaje del siglo xvit encuentra dificulta- des en sus esfuerzos por hablar de los nifios pequefios, debido a la falta de palabras que los distingan de los mayores. Por lo demés, lo mismo sucede en inglés, donde el término baby se aplicaba también a los nifios mayores. La gramética latina (en inglés) de Lily® (que se utilizd desde principios del si- glo xvi hasta 1866) esté destinada a all lyttell babes, all lyttell children. Existian ya en francés expresiones que parecen designar més bien a los chiquitines, y una de ellas es la palabra «rorro» (poupart): uno de los Miracles Notre-Dame representa a un Nifio Jestis, El misericordioso Jestis, viendo la insistencia y la buena voluntad del nifio, le habla y le dice: «Rorro, deja de lorar porque dentro de tres dias comerés conmigo.» Pero este Torro no es en realidad un «bebé», como diriamos hoy en diz se le llama también clergeon («monaguillo») *, viste un sobre- pelliz y ayuda a misa: «ceans avait des anfans de petit eage qui savayent pou de lettres, ains plus volontiers eussent alaittié leur mére que faire le service divin!» (En ese lugar habia nifios de corta edad que sabian poco de letras y que de buen gra- do hubieran mamado el seno de su madre antes que ayudar al servicio divino»). La palabra rorro, en lengua de los si- glos xvii y xvi, ya no designa a un nifio, sino, bajo la forma de rorro (poupon), lo que nosotros denominamos en francés con el mismo término, pero en femenino: una poupée, una mutica El francés se verd, pues, obligado a tomar de otras lenguas, de otros idiomas extranjeros, o de las jergas escolares, 0 de oficios, los términos que designen a ese nifio pequefio, quien se vuelve objeto de interés general. Tal es el caso del italiano-bazy- ‘Girtoque daré-el-franctsbambig, chiquillo; madame de Se- vigné emplea con el mismo significado el provenzal pitchoun, “ST pray you, all lytell babes, all Iytell chyldren, ler & Miracles de Notre-Dame, op. cil 51 Escaneado con CamScanner que ella quizé aprendié durante su estancia en casa de los Grignan ®. Su primo, De Coulanges, a quien no le gustan los nifios, pero habla mucho de ellos, desconfia de los «moni- gotes de tres afioss, vocablo antiguo que se transformaré en Ia Iengua popular en los marmots, arrapiezos, «mocosos, regor- detes de barbilla, que meten el dedo en todos los platos». Igual- ‘mente se emplean términos de 1a jerga del colegio de latin o de 1a academia deportiva y militar: «ce petit frater», «ce cadet» {ese hermano menor, ese segund6n»), y cuando son numero- sos: «ce populo», ese populacho” o «ce petit peuple» [aesa gente menuda»]. Por ailtimo, se vuelve frecuente el empleo de diminutivos: fan fan, nene, aparece en las cartas de madame de Sevigné y en las de Fénelon. Tat ol Spe, wcll sae, ds sentido y de- signarin al nifio pequefio, pero ya un poco despabilado. Atin persistiré una laguna para designar al aifio en sus primeros meses; esta insuficiencia del vocabulario no se remediaré hasta el siglo x1x, cuando se adopte del inglés el término baby, que designaba durante los siglos xv1 y xvit a los nifios en edad es- colar. Es la ltima etapa de esta historia; en adelante, con el francés bebé, el nifio chiquito tiene asf su propio nombre. Aunque aparece y se difunde un vocabulario de 1a prime- ra infancia, persiste la ambigiiedad entre infancia y adolescen- cia, por una parte, y esta categoria que se llama juventud, por otra, No=se-tenia.-idea-de-lo-que- nosotros -dendtninamos-edo> lescencia,-¥-es8" idee tardard-en forjarse: Se la intuye.en-el.si- ‘elo-xvust con dos. personajes, uno literario, Querubin; el-otro social, el recluta. Con Querubin domina la ambigiiedad de la pubertad y se pone de relieve el lado afeminado de un joven que sale de la infancia. No es, en rigor, un personaje nuevo: como se comenzaba a participar en la vida social muy pronto, los rasgos rellenos y regordetes propios de la primera adoles- ras me fates tort de rite que Fie mies epee chon [Os quivocsis crea que quiero més u ln pogetia qur a ShiguidnJ Mine. be Sevens, Letter, 12 de junio de for. ver iga- tment I del 5 de octubre de 1675 B Coutances, Chansons hots, 169. >» Claudine Bovzonwer Stevia, Jeux de Penance, 1657 52 ree cencia, alrededor de la pubertad, daban a los muchachos una apariencia femenina. Eso es lo que explica la facilidad con que los hombres se disfrazaban de mujeres, o viceversa,’como Jo demuestra la abundancia de tales inversiones en la novela ba- roca a principios del siglo xvit: dos muchachos, o dos mu- chachas, se hacen amigos, mas uno de ellos es una jovencita disfrazada, etc, Cualquiera que sea la credulidad de los lectores de novelas de aventuras, el minimo de verosimilitud exige, en todas las épocas, que haya habido un parecido entre el mucha- cho todavia imberbe y la joven (y creo que mal podia apurarse el afeitado). Con todo, este parecido no se presentaba como tuna caracteristica de la adolescencia, de la edad. Esos hom- bres sin barba, de facciones imprecisas, no son adolescentes, Pues se comportan ya como hombres hechos, que mandan y combaten. Mientras que Querubin, al contratio, presenta un aspecto femenino relacionad@ con la transicién del nifio al adul- to y refleja un estado existente durante cierto tiempo, cuando nace el amor. Querubin no tendré sucesores. Por el contrario, la fuerza Viril sera la que exprese la adolescencia entre los muchachos, y el adolescente estard prefigurado, durante el siglo xv1tt, por el recluta. Leamos el texto de un edicto de reclutamiento que data de fines del siglo xvi ®. Va dirigido a la «brillante j ventudn: «... los j6venes que deseen compartir la reputacin que ha adquirido ese noble cuerpo podran dirigirse al sefior D’Ambrun... (Les reclutadores} recompensardn a aquellos que les proporcionen hombres fuertes». EL primer-tipo-del-adolescente -moderno-es-cl-Sigfride: de ‘Wagner..La misica de Sigfrido expresa por primera vez la mez~ cla..de.pureza (provisional), fuerza fisica, naturismo, esponti- neidad, alegria de vivir que har del adotescente- ef héroe de nuestro siglo 20% siglo de la adolescencia. Lo que ya despunta en Ia Alemania wagneriana penetraré sin duda en Francia mas adelante, alrededor de los afios 1900. La «juventud» que es en esa época a adolescencia se convertira en tema literario y en objeto de desvelo del moralista 0 del politico. Todos comien- zan a interrogarse seriamente acerca de lo que piensa la juven- ud, a publicar investigaciones. sobre esta juventud, como las “© Anuncio de reclutamiento para el regimiento del «Roysl Piémants de Nevers, 1789. Exposicién: el anuncio. Biblioteca Nacional, Paris, 1955, ns 25, 53 Escaneado con CamScanner Steaumiento de este tipo, pero sin una referencia precisa a la de edad, y sobre todo se limitaba a la literatura y a los Que la lefan. Por el contrario, la conciencia de la juventud se volvi un fenémeno general y banal después de le guerra de 1914, cuando los combatientes del frente se opusieron en masa a las viejas generaciones de la retaguatdia. La conciencia de la juventud ha sido primero un sentimiento de ex combatiente, ¥ este sentimiento aparece en todos los pafses beligerantes, in. cluso en la América de Dos Passos. A partir de entonces se” Prolongard la adolescencia, acortando la infancia y haciendo retroceder la madurez. En adelante, el matrimonio ( teristicos de ‘huestro tiempo, al que propone sus valores, ambiciones y cos- tumbres. Asi, se pasa de una época sin adolescencia a otra en Ia que la adolescencia es la edad favorita, Todos desean en- ‘rar en ella pronto y permanecer el mayor tiempo posible. ~ Esta evolucién lleva consigo otra evolucién paralela, pero inversa, de la vejez. Sabemos ya que Ia vejez comenzaba pron- to en la antigua sociedad. Los vejetes de Moligre, todavia j6- venes para,nosotros, son ejemplos conocidos por todos. Sucede, ademés, que la iconografia de la vejez no la representa bajo los rasgos de un hombre achacoso y decrépito: la vejez co- mienza con la caida del cabello y el uso de la barba, y el viejo embellecido @ veces aparece simplemente como un’ calvo. Tal fs el caso del anciano en el concierto de Ticiano, que es tam- bién una representacién de las edades. En general, antes del siglo xvitt, el anciano es ridfculo. Rotrou quiere imponer a su’ hija un esposo quincuagenario: «No tiene més que cincuenta afios. Y ademés, ini siquiera un diente!» Invest pas dans la nature homme qui ne le juge Du sitele de Satumne ou du temps du Déluge; Des trois pieds dont il marche, il en a deux goutteux, Qui jusque & chaque pas, trébuchent de vieilesse Et quill faut retenir ou relever sans cesse*, naturaleza quien no le tenge / 4 Rorrou, La Soeur. [No hay en le smpos del Diluvio; / de los tres ppor alguien del siglo de Saturno 0 de 54 © Cuando tenga diez afios més, se parecerd a ese sexagena- tio de Quinault: ‘Courbé sur son baton, le bon petit vieillard ‘Tousse, crache, se mouche et fait le goguenard, Des contes du vieux temps, étourdit Isabelle © La Francia de antafio apenas respeta a la vejez, que es la edad de 1a jubilacién, de los libros, de la devocién y de la chochera. Durante los siglos xvt y xvtt, la imagen del hombre ‘completo es la de un hombre joven: el oficial con bandolera que se halla en la cima de las escalas de la vida. No es un muchacho, aunque lo scria hoy dia por su edad. Corresponde 1a esa segunda categorfa de las edades, entre la infancia y la vejez, que en el siglo xvit se lamaba la juventud. Furetiére, que toma atin muy en serio estos problemas arcaicos de la petiodicidad de la vida, piensa en una nocién intermedia de madurez, pero reconoce que no era de uso frecuente y afir- ma: «Los juriconsultos hacen de la juventud y de la madurez tuna misma edad.» El siglo xvit se reconocia en esta juventud de mando, como el siglo xx se reconoce en sus adolescentes. Hoy en dia, por el contrario, Ia vejez ha desaparecido, al ‘menos en la lengua hablada, donde el antiguo vocablo viejo, «un viejo», subsiste con un sentido de jerga, despreciativo 0 pro- tector. La evolucién se realizé en dos etapas: primero existié el anciano respetable, el antepasado de cabellos plateados, el néstor de los consejos sensatos, el patriarca de valiosa expe- iencia: el anciano de Greuze, de Restif de la Bretonne y de todo el siglo xix. No era ya muy gil, pero no estaba tan de- erépito como el viejo de los siglos xvt y xvi. Subsiste atin hoy ios algo de ese respeto por el anciano. Pero ese respeto, a decir verdad, ya no tiene objeto, pues en nues- tra época, y ésta es la segunda etapa, el anciano ha desapare- cido. Ha sido reemplazado por «cl hombre de cierta edad» y por los «sefiores o sefioras muy bien conservados». Nociones también burguesas, pero que tienden a volverse populares. La es con que anda, dos estin gotosos: / a cada paso tropiezan de puro Viejos, / y hay que sujetarlos o levantatlos sin cesar.) @ Rorsou, La Mere coquette. [Encorvindote sobre su bastén, el ‘buen vijesito / tose, escupe, se suena y se guasea, / y con los cuentos de antafo aturde a Isabelle.) 55 Escaneado con CamScanner 4 4 ] | j idea tecnolégica de conservacién sustituye a la idea, a la vez biolégica y moral, de vejez. Rareoe=como= sta" Cadd epoca 1e" correspondiese™-unra~edad> } privilegiads..j..unaxporiodicidad=particular"dela Vida-humana x ‘la.gjuveniuds-es-lacedad=privilegiada: del siglo xvtt; la infancia, delssighoamyda-adolescencia, del siglo xx. Estas variaciones de un siglo a otro dependen de las coor- denadas demogréficas y reflejan la interpretacién ingenua que da la opinidn, en cada época, de su estructura demogrdfica, aun cuando no pueda siempre conocerla objetivamente. De suerte que la ausencia de adolescencia y el menosprecio de la vejez, © al contrario, la desaparicién de la vejez, por lo menos como degradacién, y la introduccién de la adolescencia, manifiestan la_xeaccién de la sociedad ante la duracién de la vida. La pro- longaciéa retiré de la inexistencia (non-étre) anterior espacios dé Vida que los eruditos del Bajo Imperio y de la Edad Media habian denominado, aunque no existieran en las costumbres, y el lenguaje moderno ha adoptado, a pesar de ello, sus anti- guos vocablos, al principio tnicamente tedricos, para designar nuevas realidades; tiltimo avatar del tema que fue durante tan- to tiempo familiar y que hoy dia se ha olvidado, el de las «edades de la vida». __ Basias-épocas-en sque-ia-vide-era~breve ‘la-noci6n-de=edad 5 nte..atin.que.-en--nuestras-épocas..de, Vidaeclasga. En las pAginas siguientes concentraremos nuestra . atencién en los signos de la infancia, sin olvidar nunca lo re- lativo de esta representacién de la infancia, con respecto a la reconocida predileccién por la «juventud», Esa época no seré ni la de los nifios, ni la de los adolescentes, ni la de los ancia- mos: seré més bien una época de hombres jévenes. Juweabad. s. xvi naa Ss. XIX adolexenua S. xx 56 Escaneado con CamScanner

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