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600 LA TRANSFORMACION DEL MUNDO Si uno se pregunta qué estados nacionales de'los que atin existen hoy surgieron en la escena:internacional entre aproximadamente 1800 y 1914, el balance es el siguiente. En una primera oleada, entre 1804 y 1832;.se formaron Haitt, el-imperio de Brasil; las republicas de Ibe- roamérica, Grecia y Bélgica. En una segunda oleada; en el tercer cuarto de siglo; aparecieron, por unificacion hegeménica, el imperio aleman y el reino de Italia: En 1878, en el Congreso de‘Berlin; las grandes poten- cias crearon nuevos estados en los Balcanes antafio otomanos. La Union Sudafricana, creada-en'1910, era de facto-unestado independiente, cu- yas‘relaciones con Gran Bretafia eran- mucho més laxas que las de los otros dominios. Es dificil determinar la auténtica condicién de esos otros dominios, entré la realidad y las ficciones del derecho internacional. Hacia 1870 gobernaban sus propios asuntos internos mediante:los orga- noside una democracia representativa, pero atin no eran soberanos, se- giin-el derecho internacional. La independencia de comin acuerdo fue un proceso, de varias décadas de duracién, que en su mayoria concluyé en la primera guerra mundial. La:inmensa contribucién ‘que Canada, Australia y Nueva Zelanda —mis voluntaria que:forzada—; tanto.en hombres como en ayuda econdmica, prestaron a la victoria de los alia- dos imposibilité que, a partir de 1918, se las siguiera considerando algo similar a colonias.'Los nuevos estados nacionales que en visperas de la primera guerra mundial habian surgido en el planeta no eran todos hijos de «la sangre y el hierro». Alemania; Italia-y Estados Unidos lo eran, pero otros no: Japon,'Canada, Australia. 3. {QUE MANTIENE UNIDOS LOS IMPERIOS? Un siglo de imperios Solo unos pocos nuevos estados nacionales lograron abrirse paso en la Europa del siglo xrx, en un mundo dominado por los imperios: Si-vol- vemos la mirada hacia Asia y Africa,-el panorama se radicaliza. Aqui los:imperios triunfaron. Entre’1757-1764 —batallas de Plassey y Bak- sar, cuando la Compaiiia de las Indias.Orientales hizo su primera apari- cién en la India‘como gran potencia militar— y 1910-1912 —cuando los imperios coloniales se adueiiaron simultaneamente de dos importan- tes estados de tamafio medio, Corea y Marruecos— el ntimero de enti- dades politicas independientes se redujo en los dos continentes, con una intensidad sin precedentes histéricos, Resulta practicamente imposible IMPERIOS Y ESTADOS NACIONALES 601 detallar con exactitud cudntas entidades de esa indole (reinos, principa- dos, sultanatos, federaciones tribales, ciudades-estado, etc.) habia hacia mediados del siglo xvii enAfrica y en algunas regiones de Asia muy fragmentadas (como la India posterior a la descomposici6n del imperio mogol, o Java y la peninsula de Malaca). El moderno concepto occiden- tal de «estado» es demasiado rigido y preciso para hacer justicia a mun- dos politicos tan policéntricos y jerarquizados. Pero si cabe afirmar que, en Africa, los varios miles de entidades politicas que probablemente aun existian en 1800 dieron paso, un siglo més tarde, a unas cuarenta regiones coloniales administradas por separado por franceses, britani- cos, portugueses, alemanes y belgas. Lo que se conoce como el «reparto de Africa» entre las grandes potencias coloniales fue exactamente lo contrario, desde el punto de vista africano: una fusién y amalgama sin miramientos de los ambitos de poder; una gigantesca concentracién po- litica. Si en 1879 los africanos gobernaban atin el 90 % de la extension del continente, en 1912 este porcentaje se habia reducido a un resto mi- nusculo.78 En esas fechas, no habia en todo el continente africano ni una sola estructura politica que cumpliera con los criterios de definicién de un estado nacional. Solo Etiopia —pese a la heterogeneidad étnica y la debilidad de su integracion administrativa, y aunque en Ultima instancia solo se mantenia unida por la abrumadora personalidad del emperador Menelik II (hasta que enfermé de gravedad en 1909)— seguia siendo un actor auténomo en materia de politica exterior, que suscribia acuerdos con varias grandes potencias europeas y, con la tolerancia de estas, po- nia en practica su «propio imperialismo africano».79 En Asia, la concentracién de poder fue menos radical; a fin de cuen- tas, este era el continente donde se forjaron los antiguos imperios. Pero aqui también triunfaron los grandes sobre los pequefios. La India, en el siglo x1x, qued6 sometida por primera vez en su historia a un poder cen- tral que abarcaba todo el subcontinente. Ni siquiera el imperio mogol en la época de su mayor extension, hacia 1700, habia sojuzgado el extremo sur, que en cambio no escapé6 al control britanico. En las islas indone- sias, los holandeses —desde el gran levantamiento de Java en 1825- 1830, dirigido por algunos aristécratas— fueron pasando progresiva- mente del «gobierno indirecto», que atn habria dejado cierto margen de conspiracion a los principes locales, al directo, es decir, un-poder cen- tralizado y homogeneizador.® El imperio zarista se apoderd, desde 1855, de extensas zonas al este del mar Caspio (el «Turquestan»), y al norte y este del rio Amur, y puso fin a la independencia de los emiratos islamicos de Bujar y Jiva. Los franceses lograron agregar al fin Viet- 602 LA TRANSFORMACION DEL MUNDO nam, en 1897 (que a su vez estaba formado por los paisajes histéricos de la Cochinchina, Annam y Tonkin) a Camboya y Laos, para formar «L’Indochine», una estructura sin base en la historia de la region. En 1900, Asia estaba sometida con firmeza a los imperios. China era, y siguié siendo por si sola, uno de estos imperios. El nue- vo estado nacional de Japén, al anexionarse la isla de Taiwan a expen- sas de China, en 1895, se convirtié a su vez en un poder colonial que adoptaba los métodos del modelo occidental y pronto se abismé en su propia gran visién geopolitica de liderazgo panasiatico. Solo Siam y Afganistan conservaron una independencia mas bien precaria. No obs- tante, Afganistan era exactamente lo contrario de un estado nacional: era (como atin lo es hoy) una federacién tribal laxa. Siam, gracias a las reformas emprendidas por monarcas previsores desde mediados del si- glo XIX, habia adoptado muchos rasgos de estado nacional, tanto en el interior como hacia el exterior; pero todavia era una naci6n sin naciona- lismo. En la interpretacién publica y oficial, la nacién se componia de quienes guardaban lealtad al rey absolutista. Solo en la segunda década del siglo xx empezaron a difundirse ideas de una identidad especifica- mente tailandesa o de la nacién como una comunidad de ciudadanos.$! Para Asia y Africa, el siglo x1x no fue —atin menos que para Euro- pa— un siglo de estados nacionales. Entidades antafio independientes y no sometidas a ninguna autoridad superior quedaron absorbidas por los imperios. Ni un solo pais africano 0 asidtico pudo liberarse de la prisién imperialista antes de la primera guerra mundial. Egipto, que desde 1882 fue gobernada por los briténicos, logré en 1922 un gobierno propio, bastante amplio (aunque mas limitado que el de Irlanda en las mismas fechas) y basado en un constitucionalismo de tipo europeo. Fue un caso Unico durante décadas. El proceso de descolonizacién africana no em- pez hasta 1951, en Libia, y 1956, en el Sudan. En el Oriente Medio, tras la disolucién del imperio otomano, se formaron «mandatos» situa- dos bajo la supervisién de la Sociedad de Naciones, que sin embargo Gran Bretafia y Francia gobernaron de facto como si fueran protectora- dos. De aqui surgieron mas adelante los primeros nuevos estados de Asia, empezando con Irak, en 1932; sin embargo, todos eran estructuras muy débiles, necesitadas de una constante «proteccién» exterior. El primer nuevo estado nacional de Asia —que, por su historia, ya aportaba un nivel alto de integraci6n— habria podido ser Corea, que, con el hundimiento de Japon en 1945, perdié de golpe a su sefior colo- nial. Pero como en el inicio de la Guerra Fria el pais qued6 repartido, no se dio una evolucién «normal». En Asia, el verdadero retroceso de los IMPERIOS Y ESTADOS NACIONALES 603 imperios europeos no empezé hasta 1947 (un afio después de que las Filipinas se independizaran de Estados Unidos) con la proclamacién de la Republica India. Para Asia y Africa, la auténtica era de la indepen- dencia de los estados nacionales fueron los veinte afios posteriores al fin de la segunda guerra mundial. Esta independencia se habia preparado de formas completamente distintas durante la Ultima etapa colonial: inten- samente en las Filipinas y la India, pero nada en Birmania, Vietnam 0 el Congo belga. Solo en la India —donde en 1885 ya se habia formado un Congreso Nacional capaz de reunir en su seno a los nacionalistas moderados— se constata que las raices de la emancipacién como estado nacional se extienden hasta el siglo xix. Todo esto nos leva a una con- clusién sencilla: la gran época del estado nacional fue el siglo xx. En el siglo x1x, la forma de organizaci6n territorial dominante en todo el mun- do no fue el estado nacional, sino el imperio.** Esta conclusién arroja dudas sobre el difundido topico de «imperios inestables frente a estados nacionales estables». Es un tépico que se re- monta a una idea basica de la retorica nacionalista, segan la cual la nacién es algo natural y original, mientras que el imperio del cual se emancipa es una relacién impuesta y artificial. Tanto en la antigiiedad china como en la occidental se desarrollé el concepto de que los impe- rios estaban sujetos a un destino ciclico, pero se trata de una ilusién 6p- tica. Como en un momento u otro, todos los imperios sucumben, se ha creido poder descubrir pronto el germen de su decadencia.®3 Como en el caso de los imperios, a diferencia de en la aparicién relativamente recien- te del estado nacional, disponemos de tres milenios con mucho material informativo sobre sus declives, se le ha prestado especial atencion. Los europeos del siglo xIx previeron en tono despectivo, triunfalista 0 ele- giaco la caida de los imperios terrestres asiatico, que, a su juicio, no po- drian sobrevivir en la dura competencia internacional de la época mo- derna. Ninguna de las profecias acert6. El imperio otomano no se disolvié hasta acabada la primera guerra mundial. Cuando el tiltimo zar hallé un mal fin y su primo Hohenzollern cortaba lefia en el exilio, ain habia un sultan. Todos los especialistas en los estudios otomanos estan de acuerdo en borrar de su vocabulario una palabra tan cargada de valor como «decadencia». En China, la monarquia cayé en 1911; pero tras cuatro décadas de revueltas, el partido comunista chino logré, desde 1949, devolver el imperio practicamente a la extension maxima que habia al- canzado, hacia 1760, con el emperador Qianlong de la dinastia Qing. Al igual que el imperio de los Habsburgo, que sobrevivié tanto a la revolucién de 1848-1849 (que puso en peligro su pervivencia, sobre 604 LA TRANSFORMACION DEL MUNDO todo, en Hungria) como a la derrota frente a Prusia en 1866, los otros imperios también superaron fases de riesgo durante el siglo xx: China, la rebelién Taiping (1850-1864) y los levantamientos musulmanes (1855-1873), que fueron todavia mds peligrosos para la cohesién impe- rial; el imperio zarista superé la derrota en la guerra de Crimea (1856). El imperio otomano sufrié su golpe mas duro en la devastadora guerra interimperial con Rusia, de 1877-1878, en la que perdié la mayor parte de los Balcanes. Como los Balcanes habian sido un bastién geopolitico del imperio —mis incluso que el nucleo original de los turcos, la Ana- tolia—, cabe decir que el golpe fue el mds grave que tuvo que resistir cualquier imperio en el siglo x1x desde la independencia de Latinoamé- rica. Aun asi, el imperio troncal todavia pervivid durante varias décadas y, en su interior, vivid procesos que prepararon la estructura para un es- tado nacional relativamente estable y exento de crisis: la Republica de Turquia, fundada en 1923. Si se afiade que los imperios coloniales euro- peos lograron superar las dos guerras mundiales, llama més la atencion el caracter de persistencia y regeneracién de los imperios que su vulne- rabilidad. Si partimos de los periodos decisivos en su formacién, se adentraron en la Edad Contempordnea como «eliquias» de los siglos xv (imperio otomano), xvi (Portugal y Rusia) o xvii (Inglaterra, Francia, Paises Bajos y la China Qing como conclusién de una historia imperial que se habia iniciado en el siglo ma. C.). Desde la perspectiva de princi- pios del siglo xx, estos imperios, junto a la Iglesia catélica y la monar- quia japonesa, figuraban entre las instituciones politicas mas antiguas del mundo. Los imperios no habrian podido perdurar de no haber dispuesto, por un lado, de una considerable fuerza de cohesién, y por otro, de la capa- cidad de adaptarse a nuevos contextos. Los mas exitosos —en el si- glo x1x, el imperio britanico— fueron capaces incluso de dar una forma decisiva a esas circunstancias en su propio espacio; es decir, impusieron condiciones ante las que otros se vieron obligados a ajustarse. Tipos: imperio frente a estado nacional Desde el punto de vista de la tipologia, qué diferencia un imperio de un estado nacional? Un posible criterio de diferenciacién es la forma en que ven el mundo las élites que los sostienen o defienden como idea; en otras palabras: las estructuras de justificacién que se plantean en defen- sa de esas dos formas de ordenacién politica.8+ IMPERIOS Y ESTADOS NACIONALES 605 Uno. El estado nacional se considera rodeado de otros estados nacio- nales de estructura similar y fronteras fijadas con claridad. El imperio, en cambio, halla sus fronteras exteriores (menos claramente delimitadas) donde topa con la «naturaleza salvaje», los «barbaros» u otro imperio. Entre si mismo y el imperio vecino, un imperio suele optar por disponer de una franja de seguridad. Cuando las fronteras interimperiales carecen de esa zona de amortiguaci6n, la seguridad militar suele ser extraordina- ria (es el caso de la frontera habsburguesa-otomana en los Balcanes, o las fronteras entre los imperios soviético y estadounidense en Alemania y Corea).85 Dos. El estado nacional, que en un caso ideal se corresponde con una nacion, se proclama homogéneo e indivisible. El imperio, en cambio, hace hincapié en la heterogeneidad y en diferencias de toda clase, y solo busca la integracion cultural en el plano mas elevado de la élite impe- rial. En los imperios terrestres, el centro y la periferia también son neta- mente distinguibles entre si. A su vez, las periferias difieren entre si por algunos criterios, como el nivel de desarrollo econémico-social y la in- tensidad del dominio que ejerce el centro (gobierno directo 0 indirecto, o relacién de suzerania). En los tiempos de crisis, el centro no pierde su importancia nuclear porque, en el peor de los casos, se da por supuesto que podra sobrevivir sin las periferias; esta idea se ha confirmado a me- nudo desde la Edad Moderna. Tres. Con independencia de su forma constitucional (ya sea demo- cratica o aclamatoria-autoritaria), el estado nacional cultiva la idea de que su poder politico esta legitimado «desde abajo». El poder se ejerce con justicia, se dice, cuando sirve a los intereses de la nacién o el pue- blo. El imperio, incluso en el siglo Xx, se tiene que conformar con la le- gitimacion «desde arriba», por ejemplo con simbolos que aseguren la lealtad, el establecimiento de la paz interior (pax), servicios de la admi- nistracién o la distribucién de beneficios especiales entre los grupos de clientes. Es fruto de la integracién forzosa, no de la consensuada: «es intrinsecamente antidemocratico»,86 «una union soberana sin base en la comunidad».87 Casi siempre, cuando las potencias coloniales abrieron un espacio para la eleccién y la competencia politica entre los siibditos, se inicid en el segmento afectado una dindmica de emancipacién irre- versible. Cuatro. Al estado nacional se pertenece directamente como ciudada- no; la citizenship es una condicién general de igualdad de derechos e inmediacién estatal. La nacion no se concibe como una unién de stibdi- tos, sino como una sociedad de ciudadanos.** En el imperio, en lugar de 606 LA TRANSFORMACION DEL MUNDO. una ciudadania comin, existe una jerarquia progresiva de derechos. Si existe como tal, la ciudadania imperial, que permite acceso directo a la comunidad metropolitana, esta limitada, en la periferia, a sectores redu- cidos de la poblacién, En el estado nacional, si ansian conseguir dere- chos especiales, las minorias tienen que batallar por ello; en cambio el imperio se basa desde el principio en la atribucién de derechos y debe- res especiales. : Cinco. En el estado nacional, los rasgos culturales comunes —len- gua, religion, practicas de la vida cotidiana— tienden a ser compartidos por toda la poblacion. En un imperio, se limitan a la élite del centro im- perial y a sus sucursales en las colonias. En los imperios, las diferencias entre «grandes tradiciones» universales y «pequefias tradiciones» loca- les suelen mantenerse; en el estado nacional tienden a difuminarse, so- bre todo por la influencia homogeneizadora de los medios de masas. Ademis, los imperios muestran mas propensién al pluralismo religioso y lingiiistico (0 sea, acostumbran a tolerar mds la pluralidad, de forma consciente) que los estados nacionales. Seis. Sin embargo, la élite central del imperio, cuya civilizacién se supone que es superior, se siente llamada a alguna clase de mission civi- lisatrice que pretende crear en la periferia un estrato social culto, pero por aculturaci6n. Es raro que se produzcan extremos como la plena asi- milacién de las capas cultas indigenas (Francia, al menos en la teoria) 0 su exterminio (el imperio nazi en la Europa oriental). La misién civili- zadora se entiende como una gracia generosa. Los procesos similares de los estados nacionales —por ejemplo, universalizar la escolarizacién, lograr que funcione el orden policial, ofrecer servicios publicos elemen- tales— se consideran més bien un deber del conjunto de la nacion, yala postre también el cumplimiento de derechos de la ciudadania. Siete. Para describir su propia génesis, el estado nacional recurre a los origenes primitivos de la nacién correspondiente o incluso a un an- cestro biolégico comtin (que posiblemente es inventado, pero al final se le concede crédito). En su formulacién més clara, construye una «na- cién tribu» (tribe nation).° El imperio, en cambio, se refiere a los actos de fundacién de los legisladores y reyes conquistadores, y a menudo se sirve también de la idea de una trans/atio o continuacién imperial (la Compaiiia de las Indias Orientales y, mas adelante, la reina Victoria se- rian sucesoras de la dinastia mogol de la India). A los imperios, por lo tanto, les resulta dificil (re)construir su propia historia; sobre todo, des- de el auge de la historiografia nacionalista, que, como norma general, se organiza dando por supuestas las continuidades. IMPERIOS Y ESTADOS NACIONALES, 607 Ocho. El estado nacional afirma poseer una relacién especial con un territorio determinado, visible en lugares del recuerdo expresamente se- fialados y, en ocasiones, sacralizados. La «inviolabilidad» del geocuer- po nacional es una «creencia basica del nacionalismo moderno».” El imperio, en cambio, se relaciona con el territorio de una forma mas ex- tensiva que intensiva; primordialmente, la tierra, para el imperio, es una superficie en la que puede ejercer su poder. El colonialismo de asenta- mientos, que a menudo muestra rasgos protonacionalistas, tiende por el contrario a una relacién intensiva con el terreno; esta es una de las cau- sas de tensiones con los gobiernos imperiales, ademas de una raiz im- portante del nacionalismo colonial. Interludio teérico: dimensiones de la integracién imperial Es ventajoso comprender los estados nacionales e imperios, para em- pezar, ségun las distintas «logicas» en las que se fundamentan y los sig- nificados que se les adscriben. Como punto de partida complementario, cabe preguntarse por los respectivos modos de integracién: {qué man- tiene unido a un estado nacional tipico?, zy a un imperio? Los imperios son estructuras de formacién de poder a gran escala. Se los podria definir como las entidades politicas mas grandes que pue- den darse en unas condiciones tecnolégicas y geograficas dadas. Los imperios son poliétnicos, multiculturales y politicamente centrifugos. Son estructuras compuestas. La integracién imperial tiene una dimen- sién horizontal y una vertical. Horizontalmente, los diversos segmentos territoriales del imperio deben vincularse con el centro; verticalmente, hay que asegurar el poder y la influencia en las sociedades colonizadas. La integracién horizontal requiere antes que nada instrumentos de coer- cién y potencial militar. Todos los imperios se basan en la amenaza la- tente y constante del recurso a la violencia, ademas de imponer un orden legal y reglamentario. Aunque los imperios no se caracterizaran por el uso constante del terror, aunque al menos el imperio britanico de los si- glos xIx y xx se atuviera a las reglas basicas del estado de derecho (cuando no se dedicaba a sofocar levantamientos), sin embargo el impe- rio se halla siempre bajo la sombra del estado de excepcion. El estado nacional, en el peor de los casos (que es infrecuente), debe contar con la revolucion y la secesién; el imperio no puede descartar nunca la rebe- lién de los clientes y sibditos descontentos. No puede haber presencia imperial sin la capacidad de reprimir los levantamientos. El estado colo- 608 LA TRANSFORMACION DEL MUNDO nial preservé esta capacidad, por lo tanto, hasta fechas muy tardias. Los britanicos aun lo podian hacer en la India durante la segunda guerra mundial y en Malasia, hasta la década de 1950. Los franceses se empe- fiaron seriamente’en recuperar este poder en Vietnam, acabada la segun- da guerra mundial, pero no lo lograron; y en Argelia lo perdieron en 1954. Los imperios no se apoyan tan solo en los recursos del poder lo- cal; se reservan la posibilidad de intervenir desde el centro, cuyo simbo- lo principal es la tropa expedicionaria de castigo. Uno de sus principios es desplegar unidades especiales formadas por extranjeros: cosacos, sijs, gurjas, tirailleurs sénégalais 0 las tropas polacas en las guerras de los Habsburgo contra los italianos, en lo que suponia una forma de glo- balizar la violencia. Esto engendraba a veces frutos curiosos. En la fuer- za de intervencién francesa en México combatieron, por el bando fran- cés, 450 hombres de las tropas de élite egipcias que Said Pacha, el soberano de Egipto, habia «prestado» a determinado precio a su protec- tor en materia de politica exterior, Napole6n III. Los egipcios se queda- ron hasta el final, cubrieron la retirada francesa y estuvieron entre las tropas imperiales mds condecoradas.9! El transporte y la transmision de informaciones a través de largas distancias fueron necesidades constantes de los imperios.”2 Antes de que se introdujera la telegrafia, a partir de 1870 aproximadamente, las noticias no viajaban mas rapido que los portadores y mensajeros. Todo esto ya indica que, antes de la Edad Contemporanea, en los imperios, incluso cuando la correspondencia estaba muy bien organizada (como en el imperio espafiol del siglo xvi o la Compaiiia de las Indias Orienta- les), la cohesi6n interna era extremamente laxa para los criterios actua- les. Pero no esta del todo claro que las modernas técnicas de comunica- ci6n estabilizaran los imperios. Los poderes coloniales no siempre lograron monopolizar la transmisién de las noticias. Sus oponentes usa- ron métodos similares y levantaron contrasistemas de comunicacién, desde el tam-tam hasta internet, El hecho de si se logré instaurar una burocracia compleja como ins- trumento de integracién de un imperio depende tanto del estilo y el sis- tema politico del centro imperial como de las exigencias funcionales in situ. El imperio chino de la dinastia Han dispuso de una administracién mucho ms intensiva que el imperio romano coetaneo, de la primera €poca imperial; no por ello el resultado de la integracién fue claramente distinto en ambos casos. Los imperios modernos también varian ex- traordinariamente en su grado de burocratizacién, e igualmente en la forma y la medida de la vinculacién personal e institucional del aparato IMPERIOS Y ESTADOS NACIONALES 609 estatal metropolitano y periférico. Solo raramente, 0 quiza nunca (con la salvedad de China) se ha dispuesto de una administracion unitaria en toda la extensién de un imperio. El imperio britanico, que pudo defen- der su cohesion durante varios siglos, estaba regido por una confusa. variedad de instancias que, en el mejor de los casos, se unian bajo la tedrica competencia general del gabinete gubernamental de Londres. En el imperio francés de ultramar la situacién no era muy distinta: la diversidad institucional contradecia cualquier concepto de un estado claro y «cartesiano». A diferencia de un estado nacional, que se corresponde con algo si- milar a una sociedad nacional, un imperio representa una union politica, pero no social. Los imperios carecen de una «sociedad conjunta». Por ello, el modo de integracién de los imperios se puede caracterizar como una integracién politica sin integracién social. Los lazos sociales eran ms estrechos entre los funcionarios enviados para un periodo de servi- cio limitado (es decir, los cuadros superiores, por debajo del plano de los virreyes y gobernadores). Hasta que los cargos del servicio colonial quedaron supeditados a pruebas de capacitacién competitivas, las rela- ciones familiares y el patrocinio fueron la clave para conseguir esos pues- tos, en cualquier lugar. Segtin los casos, una persona podia ser enviada a un cargo imperial exterior como promocién 0 como castigo. Los lazos existentes entre el medio autéctono y los colonos inmigra- dos, en cambio, eran mucho mas débiles. Aqui se constatan, de forma repetida y muy variada, procesos de criollizacién social, con el naci- miento de identidades especificas de los colonos. Esta voluntad de auto- nomia fue especialmente fuerte cuando se dirigia (como en la América espafiola) contra los descendientes de buena condicién en el pais de ori- gen; también cuando la distancia social entre los emigrantes y la metré- poli era particularmente grande, como en la (antigua) colonia penal de Australia. Por lo general, las sociedades de colonos no Ilegaban a poder reproducirse a si mismas por falta de la suficiente masa demografica. Quedaban como comunidades locales de extranjeros, de cardcter insular y fragmentado, como las que caracterizan las ciudades que eran bases del comercio o sedes de la administraci6n; pero también cuando la po- blacién de los colonos era escasa y estaba muy diseminada (como en la Kenia de hacia 1890). Cuando hablamos de las barreras étnicas y racia- les, los lazos de unién todavia eran mucho mis flojos. Algunos imperios (de forma variable a lo largo del tiempo) permitieron o facilitaron el as- censo de los stibditos coloniales en las jerarquias administrativas, mili- tares y eclesiales; otros fueron siempre exclusivos en materia de etnia y 610 LA TRANSFORMACION DEL MUNDO raza. En los imperios europeos esta exclusividad tendié a crecer durante el siglo xix. En algunos casos (por ejemplo, las colonias alemana y bel- gaen Africa) fue de caracter absoluto. En la Edad Moderna, un caso Unico fue el reclutamiento sistematico de extranjeros en la élite militar del imperio otomano y el Egipto mameluco; en el siglo xix dejé de exis- tir. Por lo general, no es correcto equiparar la «colaboracién politica», estructuralmente imprescindible para el funcionamiento del aparato del estado en las colonias, con la integracién social que se constata, por ejemplo, en la conducta matrimonial. Las relaciones sociales horizonta- les no formaban parte de la masilla de union de los imperios. Si que tuvo importancia, en cambio, recurrir a los simbolos para la integracion. Los estados nacionales se caracterizan por generar una identidad mediante simbolos de toda clase. En los imperios, este recur- so es al menos igual de relevante, porque debe servir como equivalente funcional de otras fuerzas de union mds débiles. El monarca y la monar- quia, como lugares de condensacién simbélica, tenian la doble ventaja tanto de atraer a los europeos de las colonias como de impresionar a los nativos. Asi-parecia ser, como minimo. No se sabe hasta qué punto la proclamacién de la reina Victoria como emperatriz de la India en 1876 entusiasmé de corazén a muchos indios. En cualquier caso, su abuelo Jorge III fue de utilidad para los rebeldes norteamericanos como simbo- lo negativo. En todas partes donde existia, la monarquia se desplegaba como foco de integracién: en el estado Habsburgo —donde, en ocasién del aniversario del emperador en 1898, se esperaba que un patriotismo imperial (Reichspatriotismus) centrado en el anciano Francisco José contrarrestara el nacionalismo emergente—, en el guillerminismo, en el imperio zarista; con gran habilidad en el imperio Qing, con las minorias budistas y musulmanas; con torpeza en el imperio japonés, donde se obligé a los siibditos chinos (taiwaneses) y coreanos a profesar el culto al tend, que culturalmente les resultaba extraiio y repulsivo. Otro sim- bolo popular fueron las fuerzas armadas; en el caso briténico, antes que nada, la omnipresente Royal Navy. La capacidad cohesionadora de los simbolos, como quizd de otras formas de solidaridad afectiva, pero no regida primordialmente por los intereses, se puso de manifiesto durante las dos guerras mundiales, cuando los dominios de Canada, Australia y Nueva Zelanda (y a su manera, Sudafrica) apoyaron a Gran Bretafia en una medida que no-se puede explicar tan solo por la constitucién formal del imperio y las relaciones de poder vigentes, Por ultimo, quedan por mencionar atin otros cuatro elementos de in- tegracién horizontal: (a) los lazos religiosos o confesionales, (b) la im- IMPERIOS Y ESTADOS NACIONALES 611 portancia del derecho para la unificacién de los imperios mas extensos, como el romano 0 el britanico, (c) mercados relacionados a gran distan- cia, y (d) la forma dada a las relaciones exteriores del imperio. Este ulti- mo punto no es el menos importante. Los imperios siempre han asegu- rado y defendido militarmente sus fronteras: contra los imperios vecinos, contra los piratas y bandidos de otra indole, y contra los «bar- baros» y sus omnipresentes disturbios. Pero contra las actividades co- merciales de los extrafios se protegieron con medidas muy diversas. El comercio libre —que Gran Bretafia permitié en su imperio desde me- diados del siglo xix, y ademas exigi6 a los otros— era un caso novedoso y extremo. En su mayoria, los imperios, siempre que disponian de la fuerza organizadora precisa, practicaban alguna clase de control «mer- cantilista» de la economia exterior. Algunos —como el imperio chino desde la primera época Ming hasta la guerra del Opio, 0, durante perio- dos prolongados, el espafiol— limitaron el campo de accién de los ter- ceros a las actividades realizadas en enclaves estrechamente vigilados. Otros, como por ejemplo el imperio otomano, toleraron o incluso fo- mentaron la didspora comercial imponible (de griegos, armenios, par- sis, etc.), Francia concedia monopolios de comercio colonial, que con- taban también con su proteccién. En el siglo x1x, la politica britanica del libre comercio contribuyé a socavar los imperios que atin permanecian cerrados, aunque no pudo impedir el retorno del neomercantilismo en el siglo xx. La politica generalizada de las preferencias arancelarias, los bloqueos comerciales y las zonas monetarias fomentaron, en las déca- das de 1930 y 1940, la reintegracién de los imperios britanico y francés, asi como un aumento de la agresividad por parte de los nuevos imperia- lismos militaristas y fascistas. Diferenciar la integracion horizontal y vertical es necesario, entre otras cosas, porque los imperios se ordenan radialmente, a diferencia de las federaciones 0 las configuraciones hegemonicas.% Las distintas pe- tiferias mantienen escasos contactos entre si; la metrdpoli se esfuerza por lograr que todas las corrientes de informacién y decision pasen por el ojo de la aguja imperial; los movimientos de liberacién quedan aisla- dos unos de otros. Esta tendencia centralizadora, estructuralmente nece- saria, obstaculiza la formacién de una clase alta de ambito panimperial y, con ello, de una integraci6n horizontal de base amplia. La lealtad de los subditos imperiales, por lo tanto, también hay que buscarla local- mente; es el objetivo basico de la integracion vertical. En su mayoria, los mecanismos de integracién horizontal son duales y poseen también una faceta vertical: el «reciclaje» de la violencia al reclutar localmente a 612 LA TRANSFORMACION DEL MUNDO los policias y soldados cipayos, la conexidn simbélica con las concep- ciones autéctonas de la legitimidad del poder, la observacién y espiona- je de la sociedad sometida a través del gobierno colonial. Es insoslaya- ble delegar el poder, de forma controlada, colaborando con los notables de posicién mas arraigada o con nuevas «élites colaboracionistas» de muy diversa indole, a las que se privilegiaba. Cuanto mayores son las diferencias raciales y culturales, ya sean per- cibidas o «construidas», mds claramente se constata una dialéctica entre la necesidad de inclusi6n politica y la tendencia a la exclusi6n sociocul- tural. El club de los blancos queda cerrado al potentado local, que posee utilidad politica, y este se lo toma a mal. A 1a inversa, los colonos siguen siendo socios comerciales utiles aun después de la emancipacion politi- ca. Esta fue la base del modelo del «dominio», que funcioné bien para las dos partes. Se refleja asimismo en el hecho de que Gran Bretafia y Estados Unidos, desde la guerra que les enfrenté en 1812 (y a pesar de esta), mantuvieron estrechas relaciones econdmicas; y, aunque después de algunas turbulencias, en el ultimo tercio del siglo x1x fueron constru- yendo, paso a paso, una «relacién especial» muy completa. En el otro extremo del espectro tipolégico estan los ordenes coloniales sin ningu- na integraciOn vertical; sobre todo, las sociedades esclavistas del Caribe britanico y francés en el siglo Xvi. Las fuentes de desintegracion se pueden derivar, hipotéticamente, de la reevaluacién de los contextos integradores. Pero los imperios no sue- Jen perecer (como se sabe ya desde la antigiiedad) por efecto tan solo de Ja disoluci6n interna, sino por una combinacién de erosién interior y agresiOn exterior. Por decirlo mas claro: los enemigos mas temibles de un imperio han sido siempre ofros imperios. Es llamativo que los impe- rios se disuelvan en su mayoria en unidades menores, como regna 0 es- tados nacionales, y solo raramente se produzca un paso directo hacia estructuras federales o hegemonicas. Los planes de naciones transocea- nicas —como los concebidos en las reformas borbénicas de la América espafiola desde 1760, 0 hacia 1900 por el ministro de las Colonias brita- nico Joseph Chamberlain— fracasaron invariablemente. Solo tuvieron éxito algunos intentos (no todos) de federacién dentro de un marco im- perial mayor, como fueron los de Canada (1867) y Australia (1901); durante la descolonizacién hubo planes de federacién para la peninsula de Malaca y el Africa central britanica, pero se fueron al traste. Por resumir lo dicho hasta aqui al respecto del «tipo ideal»: un impe- rio es una agregacién de poder extensa y multiétnica, con una estructura asimétrica de centro y periferia que se realiza mediante una praxis auto- IMPERIOS Y ESTADOS NACIONALES 613 ritaria; se mantiene unido por el aparato de coercién, la politica de sim- bolos, y la ideologia universalista del estado imperial y la élite imperial que lo sostiene. Entre la élite imperial no se produce una integracion social y cultural; no hay una sociedad imperial homogénea ni una cultu- ra imperial comin. En el plano internacional, el centro no concede a las periferias que desarrollen relaciones exteriores autonomas.™ Es incuestionable que las relaciones imperiales exigen siempre «re- gateos» y acuerdos. Un imperio no es un cuartel gigantesco; en todas partes se hallan nichos para la resistencia y campo para un despliegue de testarudez. En todos los planos sociales de un imperio, si las condi- ciones son favorables, se puede vivir bien y con seguridad. No por eso hay que olvidar que todo imperio posee un cardcter coercitivo funda- mental. Un imperio al que muchos (0 todos) se adhieren de forma vo- luntaria no es tal imperio, sino —como la OTAN— una asociacién he- gemonica con miembros principalmente autonomos y un primus inter pares en el centro. 4. IMPERIOS: TIPOS Y COMPARACIONES . Los imperios se diferencian por su extensin en el mapa mundial, su total demografico, el nimero de periferias y el rendimiento econdmico de estas. Los Paises Bajos, con Indonesia, poseyeron durante todo el si- glo la que (por detrds de la India), fue la colonia econémicamente mas exitosa de su época. Como no posefan ninguna otra colonia, salvo Suri- nam, su «imperio» fue de un calibre muy distinto al de, por ejemplo, el imperio britanico, que era de ambito mundial. Lo mismo cabe decir, en un sentido muy distinto, del joven imperio colonial aleman, que nacié en 1884: se trataba de una colecci6n de territorios escasamente pobla- dos de Africa, China y los mares del Sur, superfluos para la metrépoli. Los Paises Bajos eran un pais pequefio con una colonia grande y rica; con Alemania pasaba lo contrario. En ninguno de los casos podemos aplicar ideas de una expansién verdaderamente global. En el siglo xix solo tuvieron «imperios mundiales» los briténicos y, en otra medida, los franceses. El imperio zarista era tan extenso y étnicamente tan diverso que también representaba un «mundo» por si solo; en la Edad Media, el «imperio mundial» de los mongoles no habia sido mucho mayor. 614 LA TRANSFORMACION DEL MUNDO Leviatan y Behemot No es posible traducir limpiamente la definicién tipica e ideal pro- puesta mds arriba en una tipologia completa. Los fenémenos imperia- les, incluso en un tnico siglo, son demasiado diversos tanto espacial como temporalmente. Pero si nos fijamos en algunos puntos, podemos extraer diferencias entre las variantes. A menudo, la diferencia entre imperios continentales y maritimos se contempla como la mds importante de todas; no solo como una distin- cién académica, sino como un antagonismo profundo en el mundo poli- tico. Especialistas en la geografia politica y filos6fica, de sir Halford Mackinder a Carl Schmitt, incluso han querido ver en este conflicto (su- puestamente inevitable) entre las potencias terrestres y las maritimas un rasgo fundamental de la moderna historia universal. Ahora bien, ya hace tiempo que se da por sentado, en gran medida sin pruebas, que ambos tipos de imperios resultan incomparables. Las concepciones cor- tas de miras, mas bien hanseaticas de la «historia de ultramarm han im- pedido aprovechar la experiencia histérica de Rusia y China, de los im- perios otomano y Habsburgo —no digamos ya los casos de Napoleén y Hitler— para un analisis comparativo de los imperios. Diferenciar entre los imperios de tierra y mar no siempre es univoco ni util. En los casos de Inglaterra y Jap6n, todo estaba, de un modo u otro, en «ultraman». El mismo imperio romano ya fue las dos cosas a un tiempo: el sefior del Mediterraneo, pero también de territorios de interior hasta llegar a la Bretajia y el desierto arabigo. Un imperio maritimo, en forma pura, debe entenderse como una red de puertos fortificados enlazada trascon- tinentalmente. En la Edad Moderna, solo lo lograron los portugueses, holandeses e ingleses, que, hasta finales del siglo xviu, se contentaron con controlar cabezas de puente y el entorno inmediato. El imperio mundial espafiol del siglo xv1 ya contd con un componente continental, pues para consolidar el dominio de las regiones americanas tuvo que emplear técnicas de administracién territorial. La Compafiia de las In- dias Orientales tuvo que desarrollar técnicas similares después de refor- zar, en la década de 1760, el control sobre Bengala. Cuando las colonias de bases se ampliaron para formar colonias te- tritoriales, o se completaron con estas, surgieron en todas partes proble- mas de control para cuya solucion la distancia geografica de los subcen- tros con el centro general europeo fue meramente secundaria. La descentralizacién —uno de los puntos fuertes del imperio britanico— fue un fruto obligado de la dificultad de transmitir las noticias antes de IMPERIOS Y ESTADOS NACIONALES 615 la telegrafia. El imperio britanico, desde la conquista de la India, fue una estructura anfibia, Leviatan y Behemot en uno. La India y Canada eran imperios terrestres subordinados de un cardcter propio, paises gi- gantescos que —de un modo similar a lo que ocurrié con el imperio zarista— en el transcurso del siglo xIx crecieron gracias a lo que los geopoliticos han considerado la energia moderna del poder terrestre imperial: el ferrocarril.95 En la era de las maquinas de vapor, la logistica no favorecié de forma especial a ninguno de los dos tipos basicos de transporte, ni el terrestre ni el maritimo. Cambiaron de naturaleza los viajes tanto por tierra como por mar, con un claro aumento de la celeri- dad y el volumen del transporte. En la era preindustrial, era mas facil y rApido recorrer las grandes distancias por mar que por tierra. Al termi- nar el siglo xix estallé una guerra mundial en la que se enfrentaron los recursos de dos enormes masas continentales. Los aliados no se impu- sieron por ninguna superioridad natural de las potencias maritimas, sino porque la capacidad maritima civil les permitié acceder a la indus- tria y la produccién agraria, de base terrestre, de América, Australia y la India.% Entre tanto, no se materializ6 el gran duelo de los buques de guerra para el que Alemania y Gran Bretafia se habian estado preparan- do durante afios. Pese a todo, no hay que pasar por alto algunas diferencias entre las formas «puras» de los imperios terrestre y maritimo. La «xenocracia» 0 gobierno extranjero adquiere un sentido distinto cuando determina la relacin entre viejos vecinos que cuando se instala de un modo inespe- rado tras una invasién. En la inmediatez geografica, puede formar parte de un tira y afloja prolongado, por ejemplo como el que ha caracteriza- do la relacién entre Polonia y Rusia a lo largo de los siglos. En los impe- rios terrestres, hay que hacer un esfuerzo mayor para justificar e impo- ner una pretensi6n de soberania global: fusiones dindsticas frutos de la unién personal (con lo que el emperador austriaco pasaba a ser rey de Hungria, el zar ruso, rey de Polonia, o el emperador chino, gran kan de los mongoles) o también la integracién administrativa mediante una administracién provincial unitaria (como en el imperio otomano) o por una organizaci6n universalizadora (como el partido comunista en la Unidn Soviética imperial). La secesién de partes de un imperio conti- nuo tiende a ser mas peligrosa para el centro que una tendencia criolla a la autonomia al otro lado del mar: reduce la extensién del imperio en cuanto gran potencia y puede permitir que surja o un nuevo vecino hos- til o un estado satélite de un imperio rival. La geopolitica de los impe- rios terrestres es, por lo tanto, ligeramente distinta a la de los maritimos. 616 ‘LA TRANSFORMACION DEL MUNDO Pese a todo, no hay que olvidar que tanto Gran Bretafia como Espaifia, durante la «época de collado» revolucionaria, aplicaron una inmensa fuerza militar en el intento de no perder América. Colonialismo e imperialismo En este capitulo manejamos a menudo el concepto artificial de «pe- riferiay, que posee un sentido algo mds amplio que el término mas ha- bitual de «colonia». En el siglo xrx, las élites dominantes de los impe- rios continentales (ruso, Habsburgo, chino, otomano) habrian rechazado con indignacién la idea de que regian sobre «colonias», mientras otros (por ejemplo, los alemanes) estaban ciertamente orgu- llosos de «poseer» colonias. En Gran Bretafia se habria insistido en que la India no era una colonia normal, sino un caso sui géneris; en Francia se habria trazado una divisoria entre Argelia, como parte de la Republi- ca Francesa, y las colonias como tales. Por otro lado, una definicién estructural de la «colonia» debe ser tan precisa que excluya las perife- rias de otra clase.97 En el concepto de «colonia», a finales del siglo xIx, resuena la idea de atraso en el desarrollo socioeconémico en comparaci6n con la me- trépoli. Pero las regiones polacas del imperio zarista, Bohemia, en la monarquia Habsburgo, o Macedonia, en el imperio otomano, no eran en ningiin caso zonas subdesarrolladas; y sin embargo, no cabe duda de que eran periferias dependientes cuyo destino politico se decidia en San Petersburgo, Viena y Estambul. En el imperio britdnico, hacia 1900, habia pocas semejanzas entre, por ejemplo, Canada y Jamaica; las dos eran periféricas, en relacién con Gran Bretajia, pero la primera era un protoestado nacional, que se regia a si mismo democraticamente, y la segunda una colonia de la corona, en Ia cual el gobernador (como re- presentante del ministro de las Colonias, en Londres) ejercia plenos po- deres casi ilimitados. En muchos sentidos, el dominio de Canada se ase- mejaba antes a un estado nacional €uropeo que a una colonia caribefia o africana del mismo imperio. Lo mismo cabe afirmar de periferias del imperio zarista. Dificilmente cabe atribuir el mismo tipo de dependen- cia a Finlandia (que durante la mayor parte del siglo xix fue un gran ducado semiauténomo, ocupado por tropas rusas, en el que una minoria de grandes comerciantes y terratenientes suecos —en un principio, de lengua alemana— dictaban el tono social) y el Turquestan (que fue con- quistado en la década de 1850 y, tras caer Taskent en 1865, fue tratado IMPERIOS Y ESTADOS NACIONALES 617 como lo mas semejante a una colonia asidtica de Gran Bretafia o Fran- cia, mds que otras regiones del imperio zarista).°8 No todas las periferias de los imperios eran colonias, y no en todos los imperios habia «fronte- ras» (frontiers) coloniales igual de dinamicas. El colonialismo es solo un aspecto de la historia imperial del siglo xix. La répida conquista y reparto del continente africano, un nuevo len- guaje mas jactancioso en la politica internacional, y el acelerado au- mento de los negocios (con apoyo politico) de los bancos europeos y las sociedades de capital que aprovechaban los recursos de ultramar hicie- ron que, hacia finales de siglo, algunos observadores tuvieran la impre- sion de que el mundo entraba en una nueva fase de su desarrollo: la fase del «imperialismo». Se escribieron muchos anilisis inteligentes sobre este fendmeno. Sobre todo el libro Imperialism: A Study (1902), del economista y publicista britanico John A. Hobson, todavia se puede leer hoy como un diagnéstico profundo y en parte profético de su época.%? Esta bibliografia, que también recibié aportaciones destacadas de mar- xistas como Rosa Luxemburg, Rudolf Hilferding y Nikolai Bujarin, queria descubrir antes que nada las causas de la nueva dinamica expan- siva global de Europa (0 al menos, de «Occidente»).100 Aunque hubiera diferencias en los detalles del analisis, se estaba de acuerdo en que el imperialismo expresaba las mas modernas tendencias de la época. Solo el versatil cientifico social austriaco Joseph A. Schumpeter objeto, en 1919, que a su entender el imperialismo era una estrategia politica de las élites preburgucsas y antiliberales, o de fuerzas capitalistas que huian del mercado mundial.!°! La posicion tiene elementos acertados. No hay que elegir entre extremos. Frente a la conmocion ante lo nuevo que im- presioné a los contemporaneos, hoy cabe reconocer con mas claridad continuidades a largo plazo de procesos de expansion europeos y no europeos.!°2 Detras de estos procesos expansivos habia motivos y fuer- zas motrices muy diversas. Por ello, es conveniente manejar un concep- to descriptivo del imperialismo que no nos ate a una explicacién deter- minada (politica, econdmica o cultural). Por «imperialismo» cabe entender entonces la suma de acciones que apuntan a la conquista y pre- servacién de un imperio. Esto permite hablar de un imperialismo roma- no, mongol o napolednico. El imperialismo se caracteriza por un tipo especial de politica que atraviesa fronteras, hace caso omiso del statu quo, es intervencionista, despliega rapidamente las fuerzas armadas, se arriesga a la guerra, dicta la paz. La politica imperialista se basa en una jerarquia de los pueblos, divididos siempre entre fuertes y débiles, y en la mayoria de casos con una graduaci6n cultural o racial. Los imperia- 618 LA TRANSFORMACION DEL MUNDO listas consideran que su civilizacién es superior y, por lo tanto, tienen derecho a gobernar sobre otros. Las teorias «clasicas» sobre el imperialismo, hacia 1900, planteaban la afinidad entre el imperialismo y la fase contemporanea del capitalis- mo; se trataba de un caso particular de la época, pero de un peso particu- lar. En el transcurso de la larga sucesion de imperios e imperialismos, hacia 1760 se inicid, con la guerra de los Siete Afios, una «primera era del imperialismo global».!°3 La segunda era del imperialismo global se inicio hacia 1880 y concluyé en 1918; y una tercera (y por ahora la ulti- ma) empezé en 1931 con el asalto de Japon sobre Manchuria y duré hasta 1945. La segunda era, denominada a menudo «neoimperialista», surgié por la fusion de varios procesos en principio independientes: (a) la integracion de la economia mundial aumentaba a pasos agigantados (como aspecto de la «globalizacién»); (b) habia nuevas tecnologias para intervenir y sojuzgar; (c) en el sistema de estados europeo se habian venido abajo los mecanismos de preservacion de la paz; (d) en la politi- ca internacional ascendian las interpretaciones préximas al darwinismo social. En comparaci6n con la primera era, también fue novedoso que la politica imperialista no la emprendieran solo las grandes potencias, o dicho de otro modo: que las grandes potencias permitieran disfrutar de porciones del «pastel» imperial a paises europeos mas débiles. El rey belga Leopoldo IT pudo incluso situarse por encima de los érganos esta- tales de su propio pais y logré que la Conferencia de Berlin sobre Afri- ca, en 1884, le cediera el «Estado Libre del Congo» como una colonia personal, !04 A menudo se ha afirmado que el neoimperialismo fue una conse- cuencia directa de la industrializacién, Resulta demasiado simplista. Fuera de Africa, los procesos de expansi6n territorialmente mas com- pletos se desarrollaron antes de que sus potencias imperiales se indus- trializaran: la expansién del imperio zarista en Siberia, en el mar Negro, en las estepas y en el Caucaso; la expansién Qing en el Asia central, de 1720 a 1760; la conquista britanica de la India, hasta 1818. La India no destacé como mercado para Ja industria britdnica hasta después de ha- ber sido conquistada. De forma similar, los britanicos no fueron adqui- riendo progresivamente el control de la peninsula de Malaca para acce- der al caucho; que pronto fuera un productor importante ya es una historia distinta, Pero hubo conexiones indirectas: las ventas de la in- dustria algodonera de Lancashire en América hicieron entrar en el teso- ro britdnico plata mexicana que ayud6 a financiar las conquistas indias de lord Wellesley.!°5 La industrializacién no necesariamente empuja a IMPERIOS Y ESTADOS NACIONALES 619 una politica imperialista. Si la capacidad industrial se hubiera traducido directamente en poderio internacional, entonces en 1860 Bélgica, Sajo- nia y Suiza habrian sido grandes potencias agresivas. Buscar materias primas y mercados de venta «asegurada» por el estado —una expectati- va que se frustré una y otra vez— fue un motivo de cierta importancia, en ocasiones; en Francia, por ejemplo, tuvo cierto peso de forma tempo- ral. Pero solamente en el siglo xx los gobiernos entendieron que controlar recursos en el extranjero era una tarea nacional de suma relevancia. El petroleo fue el detonante principal de esta revaloracién estratégica de los recursos naturales, que se inicié poco antes de la primera guerra mundial. Hasta entonces, la explotacién de recursos, al igual que Ia in- version directa de capitales, habia sido un asunto de las empresas priva- das (que con ello, eso si, se garantizaban la proteccién de sus gobiernos en una medida inaudita). La politica imperialista de la segunda era del imperialismo global se dirigia, en gran parte, a exigir concesiones de canales, trenes, mineria, madera y plantaciones favorables a los intere- ses privados de las empresas europeas.!% En el ultimo tercio del si- glo XIX, se noté en todas partes la nueva estructuracién conjunta de la economia mundial. La globalizacién econdmica no fue el fruto inme- diato de la politica estatal: la relacin era reciproca. Las materias primas ya no se robaban, sino que se adquirian mediante una mezcla de siste- mas de extraccién (como las plantaciones) e incentivos comerciales: la «combinacién de los mecanismos de sumisién» se modificé, incluyen- do variaciones segun de qué tipo fuera la colonia.!7 Qué efectos inmediatos tuvo la industrializacion en los métodos de la guerra imperial? La conquista de la India hacia 1800 todavia se llev a término con la tecnologia militar preindustrial. De hecho, los princi- pales adversarios de Wellesley, los marathas, poseian una artilleria su- perior (mantenida por mercenarios alemanes), solo que no sabian sacar- le todo el provecho.!°8 La tecnologia industrial no entré en el juego de forma decisiva hasta la aparicion de las cafioneras a vapor; se utilizaron por primera vez en la primera guerra anglo-birmana de 1823-1824, y en 1841, en la guerra del Opio de los britanicos contra China.!°9 Una se- gunda fase de la conquista colonial se realizé bajo el signo de una inno- vacion relativamente simple (para lo habitual en Europa), la ametralla- dora (la primera, la Maxim Gun, inventada en 1884), que caus6 masacres en los enfrentamientos de la década de 1890 entre las tropas europeas y nativas.!!0 No tenia tanta importancia el nivel absoluto del desarrollo in- dustrial y tecnolégico de cada metrdpoli, sino su posibilidad de ejercer Ja coercion in situ. El poderio industrial debia traducirse en superioridad 620 LA TRANSFORMACION DEL MUNDO local caso por caso; de otro modo, Gran Bretafia no se habria llevado la peor parte en la segunda guerra afgana (1878-1880), ni Estados Unidos en una larga serie de intervenciones del siglo xx (Vietnam, Iran, Liba- no, Somalia, etc.). No todos los imperialismos mostraron el mismo grado de actividad en el siglo x1x, y la diferenciacién no se corresponde con la separacion entre potencias maritimas y terrestres. En el sistema de estados europeo hubo tres grandes potencias que se mostraron activas, en el ambito im- perial, durante todo el siglo x1x: el Reino Unido, Rusia y Francia. Ale- mania entré en el colonialismo en 1884, pero en el tiempo de Bismarck aun no practicé una Weltpolitik deliberada. Con el cambio de siglo, esta «politica mundial» fue el nuevo lema del guillerminismo, al cual el re- ducido imperio colonial pronto le quedé pequefio. Austria era una gran potencia, pero de segunda categoria desde la victoria de Prusia en 1866- 1871, y un imperio, pero que no practicaba una politica imperial ex- pansiva. Paises que habian dejado de ser grandes potencias, como los Paises Bajos, Portugal y Espaiia, cuidaban de sus viejas posesiones co- loniales, a las que no afiadieron nada esencial. Los imperios chino y otomano, antaiio belicosos y dindmicos, se mostraron a la defensiva contra los europeos (China, relativamente menos que el imperio otoma- no). Japon, desde 1895, fue un actor imperialista muy activo. Los impe- rios del siglo xix se diferencian por el grado de intensidad de su impe- rialismo. Lo que a primera vista, o desde una perspectiva tedrica muy abstracta, puede parecer un imperialismo unitario, se descompone, cuando nos fijamos con mas atencién, en toda una pluralidad de impe- tialismos. 5. IMPERIOS: CASOS CORRIENTES Y CASOS EXTREMOS La monarquia Habsburgo En la realidad histérica no encontramos un imperio tipico. Incluso una tipologia clara se frustra ante la diversidad de criterios posibles. Sin embargo, cabe definir los casos particulares comparando sus peculiari- dades. Un caso extremo fue el imperio de los Habsburgo.!!! Territorialmen- te estaba saturado y repleto: un imperio en el centro de Europa, el unico con problemas para acceder al mar (por el puerto militar de Trieste) y sin una flota de guerra relevante.!!2 En el Congreso de Viena, Metter-

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