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Bolilla 4: Subjetividad internacional.

Cuestiones generales sobre la subjetividad internacional.

No hay que confundir las situaciones de sujeto de las relaciones internacionales y sujeto de D.I. aquélla conlleva la
calidad de actor o protagonista de esas relaciones en el plano sociológico en tanto que ésta significa ser titular de
derechos y obligaciones según las reglas del orden jurídico internacional. Esta distinción muestra que algunas
entidades que actúan en la escena internacional, como las empresas trasnacionales o las organizaciones
internacionales no gubernamentales, carecen de subjetividad internacional al no depender en cuanto a su estatuto
jurídico del D.I, sino del derecho de uno o varios Estados.

Desde una concepción dinámica del D.I es preciso admitir que éste no conoce limites en cuanto a sus sujetos, pues
las propias necesidades de la comunidad jurídica internacional en un momento dado pueden aconsejar o incluso
exigir el investir de personalidad internacional a determinadas entidades.

Hoy en día se puede hablar de una pluralidad de sujetos del D.I, incluso en el derecho internacional clásico se
reconocían, junto a los Estados, otras entidades como la Santa Sede, los grupos rebeldes con estatuto de
beligerancia, como poseedoras de un cierto grado de subjetividad internacional. Se ha producido debido al propio
acontecer social internacional una diversificación de los sujetos del D.I, conservando los Estados su carácter de
sujetos originarios de estén orden jurídico.

Condición de sujeto del derecho internacional.

Se entiende por sujeto de Derecho aquel que es destinatario de las normas jurídicas, aquel a quien estas normas
atribuyen derechos y obligaciones. Sujeto del D.I es el titular de derechos y obligaciones conferidos por normas
jurídicas internacionales. No basta ser beneficiario de un derecho o estar afectado por una obligación, sino que se
requiere una aptitud para hacer valer el derecho ante instancias internacionales o para ser responsable en el plano
internacional en caso de violación de la obligación.

La extensión en la capacidad internacional no es la misma en todos los casos, lo que obliga a analizar las normas del
D.I positivo para precisar el grado de capacidad internacional de cada sujeto. Los estados, en su calidad de sujetos
originarios poseen una capacidad plena, mientras que otras entidades sólo disponen de una capacidad restringida,
que incluye aquellas posibilidades de actuación que les han sido atribuidas en virtud del acto de su creación.

La distinta naturaleza de los sujetos del D.I y los diversos grados de su capacidad internacional permiten hacer
diferenciaciones entre ellos. Así y en lo que se refiere a los Estados, el elemento de la igualdad soberana los
distingue de todos los demás sujetos de este orden jurídico, el elemento de la organización los distingue de ciertos
sujetos no organizados y el elemento territorial los distingue de las organizaciones internacionales. En cuanto sujetos
soberanos, dotados de una organización política y de una base territorial, los Estados son los sujetos necesarios y
plenos del D.I, pero junto a ellos coexisten otros sujetos, que cabe calificar de secundarios o derivados, poseedores
de alguno o algunos de los rasgos que integran la capacidad internacional.

Se entiende por capacidad internacional: posibilidad de celebrar acuerdos regidos por el D.I, de disponer de un
cierto grado de ius representationis, de acceder a instancias internacionales para reivindicar los propios derechos
por vía de reclamación internacional, de ejercer ciertas competencias atribuidas por normas internacionales, de
incurrir en responsabilidad internacional, etc.

En conclusión, el D.I contemporáneo se caracteriza por la pluralidad y la heterogeneidad de sus sujetos. Junto a los
Estados, sujetos soberanos de base territorial, y a las organizaciones internacionales integradas por Estados, sujetos
funcionales, parecen haber adquirido carta de naturaleza en el plano de la subjetividad internacional otras entidades
como la Santa Sede y la Ciudad del Vaticano, los beligerantes y controvertidamente los individuos.

La cuestión de la atribución de la subjetividad internacional.

Algunos autores han definido la existencia en D.I de una norma atributiva de subjetividad internacional, de una
norma que con carácter general fije los elementos de dicha subjetividad.
La doctrina mayoritaria considera que, teniendo en cuenta la peculiar estructura social internacional y su relativa
falta de organización a escala global, el orden jurídico internacional carece de criterios que puedan imponerse
uniformemente en orden a la atribución de la cualidad de sujeto del mismo. Se hace difícil la aplicación de dicha
norma a sujetos del D.I distintos de los Estados, como los beligerantes o la Santa Sede, razón por la cual los
sostenedores de la tesis de referencia se han visto forzados a admitir otros procedimientos para atribuir subjetividad
internacional a las entidades en las que no concurren los elementos exigidos por la norma (organización interna,
imperium, territorio) consistente en la investidura de personalidad internacional otorga a aciertos sujetos por
aquellos que ya la poseen.

Entonces la extensión de la personalidad jurídica internacional a las entidades no estatales es obra de los Estados.
Esa investidura se apoya en la verificación de que en las entidades concurren algunos de los requisitos
indispensables para la posesión de un cierto grado de capacidad internacional. Algunos de esos sujetos llegan a
alcanzar, por sus propias características y por su aceptación general, una personalidad internacional objetiva, es
decir, no limitada al círculo de los sujetos cualificados que lo reconocieron, como es el caso de la ONU por tratarse
una organización de ámbito universal.

El otorgamiento de la subjetividad internacional lleva aparejadas una serie de consecuencias, en la medida en que
éste en posesión del estatuto de sujeto del D.I se convierte en destinatario de sus normas y queda sujeto a las
obligaciones que éstas le impongan, a la vez que queda revestido de una amplia esfera de libertad que, no obstante,
encuentra sus limitaciones en sus propias normas.

El Estado como sujeto del derecho internacional.

El Estado en el sentido del derecho internacional.

Es el sujeto originario del D.I que reúne en su plenitud todas las características que se derivan de ser sujeto del D.I:
es un sujeto pleno en este orden jurídico. Según la soberanía, la naturaleza del poder estatal consiste en un poder
autónomo o supremo en la conducción de sus relaciones con sus propios sujetos (aspecto interno) y por otro, en un
poder de determinar libremente su conducta con respecto a los otros Estados (aspecto externo.

Sus elementos son: población, el territorio y la organización política bajo la idea global de soberanía, lo que permite
calificar al estado como una organización de poder independiente sobre una base territorial.

El art. 1 de la Convención sobre los derechos y deberes del los Estados dice: “El Estado como persona de derecho
internacional, debe reunir las siguientes condiciones: 1) población permanente, 2) territorio determinado, 3)
gobierno, 4) capacidad de entrar en relaciones con otros Estados.

Población: conjunto de personas que de modo permanente habitan en el territorio del Estado y éstan unidas por el
vínculo de la nacionalidad. Desde el punto de vista del D.I, no importa la cantidad de población ni la homogeneidad
de ésta en términos lingüísticos, culturales, étnicos, salvo en lo que respecta al principio de autodeterminación de
los pueblos.

Que la población sea permanente se refiere a la estabilidad relativa sobre el territorio del Estado. Estabilidad que se
ve amenazada por prácticas como el genocidio. Y que la población se identifique en principio con los nacionales no
implica que el Estado no ejerza algunas competencias sobre los no nacionales que residan en él de modo ocasional o
continuado. A veces las competencias personales que el Estado ejerce normalmente sobre una base territorial tienen
alcance extraterritorial.

Territorio: es el espacio físico dentro del cual la organización estatal ejercita en plenitud la propia potestad del
gobierno, excluyendo en él cualquier pretensión de ejercicio de análogos poderes por parte de otros Estados, no
importa la extensión del territorio en el D.I. El territorio abarca un conjunto de espacios como el marítimo, en los
cuales el Estado despliega con el máximo de intensidad sus poderes soberanos.

El territorio estatal está delimitado por las fronteras, pero no es imprescindible que éstas aparezcan fijadas con
absoluta precisión, en algunos casos la delimitación de fronteras se realizó con posterioridad al nacimiento del
Estado. La jurisprudencia ha dicho que es suficiente con que el territorio del Estado tenga una consistencia
apropiada, aunque sus fronteras no hayan sido aún precisamente delimitadas.
Hay territorios que sin pertenecer a la soberanía de un Estado están administrados por éste, son territorios bajo
dominación colonial que de acuerdo con la Declaración de principios incorporada en la Resolución 2625 de la A.G de
la ONU, tiene una condición jurídica distinta y separada de la del territorio del Estado que los administra,
conservando dicha condición hasta que el pueblo del territorio en cuestión haya ejercido su derecho a la libre
determinación.

Gobierno: es la expresión de la organización política del Estado. Esta organización manifiesta a través de los órganos
encargados de llevar a cabo la actividad social del Estado, en el interior y en el exterior, a través de la creación de
normas jurídicas que se impongan a la población y a la propia organización gubernamental en general dentro del
territorio del Estado y a través de la existencia de un poder político autónomo respecto de los toros poderes que
ejercen su actividad en la sociedad.

El T.I.J en el caso del Sahara Occidental descartó que los territorios habitados por tribus y grupos nómades en la
región del Sahara pudieran ser tenidos por Estados a falta del elemento gobierno.

Los órganos del Estado deben poder desarrollar sus funciones estatales en la esfera intima y debe poder hacer frente
a los compromisos del Estado con otros sujetos en la esfera externa. El art. 4 de la Carta de las Naciones Unidas exige
a todo Estado candidato a miembro de la O.N.U el estar capacitado para cumplir las obligaciones derivadas de la
Carta.

No importa el régimen político del Estado. El TIJ dijo en el caso de las actividades y paramilitares en y contra
Nicaragua ha dejado bien en claro que las orientaciones políticas internas de un Estado pertenecen a la competencia
exclusiva del mismo, siempre no violen una obligación del derecho internacional.

El Estado soberano ante el derecho internacional: la independencia.

El Estado soberano se caracteriza por no depender de ningún otro orden jurídico estatal ni de ningún otro sujeto del
D.I, dependiendo solo del Derecho Internacional. La independencia entendida como la no sujeción del Estado a la
autoridad de ningún otro Estado o grupo de Estados es la condición normal de los Estados según el D.I y puede ser
calificada como soberanía exterior e interior. Desde este punto de vista, la independencia puede ser considerada
como un aspecto básico de la proyección exterior de la soberanía.

La soberanía es un principio constitucional del derecho internacional, porque éste opera sobre la base de
coordinación entre los Estados y no de subordinación entre los mismos, y su esencia consiste en el derecho a ejercer
las funciones del Estado en un plano de independencia e igualdad respecto de otros Estados. La soberanía tiene una
dimensión jurídica como un conjunto de derechos y deberes del Estado, en lo que se refiere a la proyección de la
soberanía de las personas, hay que señalar que el ejercicio de las competencias del Estado respecto de todas
aquellas que se encuentren bajo su jurisdicción debe respetar las reglas del D.I, relativas a los DDHH.

La igualdad soberana de los Estados es uno de los principios rectores de la organización mundial y según la
resolución 2625 de la A.G en virtud de este principio todos los Estados tienen iguales derechos e iguales deberes y
son por igual miembros de la comunidad internacional, pese a las diferencias de orden económico, social, político
o de otra índole. Esta igualdad garantiza el respeto de la integridad territorial y la independencia política de cada
Estado y de su derecho a elegir y llevar adelante en plena libertad su sistema político, socioeconómico. Sin embargo,
las realidades socioeconómicas ponen en evidencia las grandes diferencias de nivel de desarrollo existente entre los
diversos Estados, por ejemplo los países desfavorecidos piden tener un estatuto jurídico especial en el ámbito de las
relaciones internacionales como por ejemplo concesión de ventajas especiales a las exportaciones de productos
originarios de estos países.

La vigencia del principio formal de la igualdad soberana de los Estados, en el sentido de una igualdad de todos los
Estados ante el D.I, no excluye que éste de traducción jurídica a ciertas desigualdades de hecho que puedan lugar a
diferencias en cuanto al contenido de los derechos y obligaciones de los distintos Estados en función de sus
respectivas situaciones y a que se haga eco de esas desigualdades para intentar superarlas en el plano de una justicia
distributiva.

Otro principio derivado de la noción de soberanía es el principio de no intervención en los asuntos internos de otros
Estados que pertenece al D.I consuetudinario y aparece recogido en la resolución 2625 de la A.G y dice que: “ ningún
otro Estado o grupo de Estados tiene derecho a intervenir directa o indirectamente, y sea cual fuere el motivo, en los
asuntos internos o externos de cualquier otro”, por lo cual no solamente la intervención armada, sino cualquier
forma de injerencia o de amenaza atentatoria de la personalidad del Estado, o de los elementos económicos,
políticos y culturales que lo constituyen. El fundamento de este principio es el derecho inalienable de todo Estado a
elegir su sistema político, económico, social y cultural sin injerencias de ninguna clase por parte de ningún otro
Estado. Es la encarnación del principio de libre determinación.

La prohibición de no intervenir no opera sólo frente a los Estados sino también frente a las organizaciones
internacionales. El art. 2 apartado de 7 de la Carta de las N.U dice: “ninguna disposición de esta Carta autorizará a
las naciones unidas a intervenir en los asuntos que son esencialmente de las jurisdicciones interna de los Estados, ni
obligará a los miembros a someter dichos asuntos a procedimientos de arreglo conforme a la presente Carta”.

Reconocimiento del Estado.

La aparición de un Estado en la escena internacional puede producirse ex novo, sin que otros Estados se vean
afectados (caso de la creación de un Estado sobre un territorio no ocupado) o bien a partir de Estados preexistentes,
ya sea a resultas de su modificación (caso de la secesión de una parte del conjunto estatal o de la integración de
varios Estados en uno solo) o de su extinción (caso de la desintegración del Estado originario y la consiguiente
creación a su expensa de varios Estados nuevos).

Una vez que un Estado creado por cualquiera de estas vías reúne de hecho los elementos que lo caracterizan como
tal puede decirse que existe como sujeto pleno del D.I y los otros Estados están en condiciones de verificar su
existencia real, prestándole su reconocimiento.

El reconocimiento es un acto declarativo más que un acto constitutivo o atributivo de la subjetividad. Es el acto libre
por el cual uno o varios Estados constatan la existencia sobre un territorio determinado de una sociedad humana
políticamente organizada, independiente de cualquier otro Estado existente, capaz de observar las prescripciones
del D.I.

Es posible distinguir en la práctica un cierto aspecto constitutivo, en la medida en que, si bien el nuevo Estado es
sujeto de D.I desde que nace, no puede ejercitar plenamente ciertos derechos hasta que haya sido reconocido, por
lo cual se ha dicho que el acuerdo de iniciar relaciones oficiales con el nuevo Estado tiene ya un carácter constitutivo.
La capacidad de acción del nuevo Estado en el plano internacional es muy restringida antes de su reconocimiento
formal, siendo éste indispensable para el pleno ejercicio de sus competencias exteriores.

Solo el autor del reconocimiento queda vinculado por él. Los Estados suelen tener en cuenta, a la hora de reconocer,
la evolución de la situación en los procesos de creación de nuevos Estados, adaptando su conducta a esa evolución e
incluso estableciendo condiciones para el reconocimiento de la nueva entidad, como por ejemplo la garantía de los
derechos de los grupos étnicos y nacionales así como de las minorías, el respeto de la inviolabilidad de los límites
territoriales, la asunción de obligaciones en materia de desarme y seguridad, etc.

Doctrina del no reconocimiento.

Se trata de establecer una doctrina que imponga el deber jurídico internacional de no reconocer en casos como el de
manchukúo, en que la situación se establece con contradicción con una regla jurídica como: a) la que prohíbe el uso
ilícito de la fuerza, b) la que expresa el principio de no intervención sazonado con la prohibición de poner en peligro
la integridad territorial y la independencia política de un Estado o c) la que proclama el derecho de
autodeterminación de los pueblos.

Lo cierto es que por diversos factores políticos dificultan la viabilidad de tal pretensión, por lo cual se ha podido decir
que, aparte de los casos de violación de la regla ius cogens que prohíbe el recurso de la fuerza, es muy pronto para
afirmar que el derecho positivo consagra en lo sucesivo una obligación general de no reconocimiento por ilegalidad.

En todo caso, el deber de no reconocer situaciones creadas mediante el uso ilícito de la fuerza aparece sancionado
en importantes convenios y resoluciones internacionales como la Carta de la O.E.A y la resolución 2625 que contiene
la declaración sobre los principios del derecho internacional referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación
entre Estados: según la cual: “no se reconocerá como legal ninguna adquisición territorial derivada de la amenaza o
el uso de la fuerza”
Formas y el proceso de reconocimiento.

Tenemos un reconocimiento individual o colectivo y por otro lado, expreso o tácito (se deduce de hechos
concluyentes como el intercambio de agentes diplomáticos, la celebración de un tratado con el nuevo Estado o la
adhesión de éste a un tratado en vigor). La forma más frecuente es la del reconocimiento individual expreso, que
habitualmente se hace en un acto unilateral, aunque a veces puede efectuarse a través de un tratado bilateral con el
Estado al que se pretende reconocer o de un comunicado ad hoc.

La cuestión de si la admisión de un nuevo Estado en una organización internacional implica el reconocimiento por
los distintos Estados miembros de la organización, es una cuestión controvertida que se resuelve en un sentido
negativo a partir de la consideración del reconocimiento como un acto libre y discrecional, no obligatorio. Se han
dado varios supuestos de no reconocimiento entre Estados miembros de la N.U como el no reconocimiento de Israel
por parte de los Estados Árabes.

Modificaciones políticas de los Estados: el reconocimiento de los gobiernos.

Las modificaciones políticas internas y el principio de la continuidad del Estado.

Las alteraciones que puedan producirse en la organización política interna de un Estado no afectan en principio a la
condición internacional de éste, salvo en el caso de la desaparición de todo gobierno, que conllevaría la extinción del
Estado a falta de uno de sus elementos básicos.

El D.I es en principio neutro frente a los eventos políticos internos, lo que se expresa en el principio según el cual
cada Estado tiene el derecho a elegir y a llevar adelante libremente su sistema político, social, económico y cultural.
El T.I.J ha dicho que las orientaciones políticas internas de un Estado pertenecen a la competencia exclusiva del
mismo, siempre no violen una obligación de D.I, en el caso de actividades militares y paramilitares en y contra
Nicaragua.

Rasgos conceptuales del reconocimiento de gobiernos.

Mediante el reconocimiento de gobiernos se declara la voluntad de mantener relaciones con un gobierno que ha
venido a sustituir a otro de forma irregular, contrariando la legalidad constitucional vigente (gobierno de facto).

Es cierto que sin el reconocimiento de un gobierno así surgido podrán darse cierto tipos de relaciones entre dos
Estados, pero en ningún caso plenas, de modo que el reconocimiento aparece como una actividad estatal que decide
la existencia y la amplitud de las relaciones internacionales.

El instituto de Bruselas en su resolución de 1936 dijo que el reconocimiento del nuevo gobierno de un Estado ya
reconocido es el acto libre por el que uno o varios Estados verifican que una persona o un grupo de personas están
en condiciones de obligar al Estado que pretenden representar y expresar su voluntad de mantener relaciones con
ellas.

Se procederá a reconocer o no en función del tipo de relaciones que se desee mantener con el equipo que pretende
representar al Estado, tratándose en este sentido de un acto de elección política y discrecional. Ningún sujeto del D.I
puede obligar a otro a entablar relaciones con él y menos aquellas que exijan reconocimiento y no existe ninguna
norma que así lo establezca. El reconocimiento de gobiernos está influido por factores políticos

Es posible sostener que todo gobierno efectivo y estable, es decir, capaz de ejercer con carácter continuo las
funciones políticas del Estado, es un gobierno en el sentido del D.I siendo irrelevante desde este punto de vista su
origen irregular en la perspectiva de derecho interno.

Doctrinas sobre el reconocimiento de gobiernos y su aplicación en la práctica.

Doctrina de la efectividad: establece un deber de reconocer a todo gobierno que ejerza un poder efectivo en el
territorio estatal.

Doctrina Tobar: elaborada en 1907 por el ministro de Asuntos Exteriores ecuatoriano Carlos Tobar, según la cual la
manera más eficaz de poner término a los cambios violentos de gobierno inspirados en la ambición consiste en que
los Estados se nieguen a reconocer los gobiernos transitorios, nacidos de las revoluciones, hasta que demuestren
que gozan del apoyo de sus países, apoyo que debería reflejarse en el asentimiento de una Asamblea representativa,
por ello se la llama doctrina de la legitimidad constitucional.

Doctrina Estrada: contenida en una declaración del año 1930 por el entonces Secretario de Relaciones Exteriores de
México Genaro Estrada. Esta doctrina rechaza la aplicación arbitraria que había venido haciéndose del criterio de
legalidad, lo que daría lugar a situaciones en que la capacidad legal o el ascenso nacional del gobierno o autoridades
parece supeditarse a la opinión de los extraños.

Sustituye el reconocimiento expreso por el tácito al referirse a la posibilidad de mantener los agentes diplomáticos
acreditados, lo que no deja de ser un signo externo de la intención de reconocer. *tener en cuenta lo de clase*

En resumen.

1.-Teniendo en cuenta el carácter discrecional del reconocimiento y su vinculación a los factores políticos, no puede
decirse que exista en el D.I una regla que, con base al principio de efectividad, obligue a reconocer a los gobiernos de
facto cuando efectivamente ejerzan un control sobre el territorio y la población; aunque sí se puede sostener que un
reconocimiento prematuro, otorgado cuando la situación de cambio político interno aún no se ha consolidado,
puede constituir un acto internacionalmente ilícito en tanto contrario al principio de no intervención en los asuntos
internos de otros Estados.

2.-Podria llegar a establecerse por vía convencional una obligación de romper las relaciones diplomáticas o no
reconocer como legítimo a un gobierno que viole obligaciones internacionales básicas, sobre la base de la decisión
de un órgano competente de una organización internacional.

Hay que tener en cuenta la distinción entre un reconocimiento de iure o pleno y un reconocimiento de facto o
parcial, la cual se ajusta a una cierta gradualidad en la actitud de terceros hacia el nuevo equipo de poder que surge
en un Estado. Se ha hablado de la conveniencia de adaptar el procedimiento del reconocimiento a la realidad,
reconociendo a un gobierno nuevo primero como gobierno de hecho y luego, cuando su situación se ha estabilizado,
como gobierno de derecho, este criterio fue seguido por varios Estados en sus relaciones con el gobierno soviético.

Formas de reconocimientos de gobiernos.

Reconocimiento expreso: suele realizarse a través de un acto unilateral, una declaración conjunta o un tratado ad
hoc.

Reconocimiento tácito: se deduce de ciertos hechos como el intercambio de agentes diplomáticos o el


mantenimiento de los que estaban en sus puestos.

La participación de un gobierno en conferencias internacionales o su admisión en organizaciones internacionales no


implica necesariamente su reconocimiento por parte de los Estados participantes en la conferencia o integrantes de
la organización. Sin embargo, la ONU se considera un foro apropiado no solo para promover y coordinar el no
reconocimiento de gobiernos cuya conducta es contraria a ciertas reglas internacionales básicas, sino para discernir
entre dos gobiernos que se disputan la autoridad sobre un mismo Estado.

Subjetividad internacional: personalidad de los otros sujetos.

Los pueblos.

En el D.I los pueblos no eran objeto de atención especial. En el siglo XIX y a principios del siglo XX cobra pujanza el
principio de las nacionalidades, como un principio de aplicación europea se constituyeron Estados y diversas
minorías nacionales europeas recibieron protección en virtud de los tratados que pusieron fin a la primera guerra
mundial. El presidente Wilson de EEUU lo concibió como un principio destinado a dar satisfacción dentro de los
posible a ciertas aspiraciones nacionales bien definidas a condición de que con ello no se introdujeran factores de
discordia susceptibles de quebrantar en el futuro la paz en Europa.

Los pueblos de los territorios coloniales quedaban al margen de la aplicación de este principio. Sus consagración en
algunos tratados internacionales no bastaba para que pudiera ser considerado como una de las reglas positivas del
derecho de gentes. La carta de las Naciones Unidas vino a incorporar entre los propósitos de la nueva Organización
el de fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de la libre determinación
de los pueblos. Sin embargo, el propósito no fue desarrollado en la propia Carta, debido a razones políticas, entre
ellas la resistencia con el Reino Unido y Francia a la cabeza con muchas posesiones coloniales en cuya consideración
estaban interesadas. Se establecieron dos regímenes diferenciados respecto de los territorios dependientes uno
para las colonias de las potencias vencedoras o de los Estados no enemigos (territorios no autónomos) y otro,
llamado de administración fiduciaria, para los territorios entonces bajo mandato, los segregados de los países
vencidos a resultas de la Segunda Guerra Mundial y los que voluntariamente quisieran poner bajo tal régimen las
potencias coloniales (territorios fideicomitidos).

Se desarrolló una regulación con una orientación favorable a las aspiraciones de los pueblos dependientes, con la
consiguiente liquidación progresiva de las situaciones coloniales del mundo.

El derecho de los pueblos a su libre determinación.

El derecho de los pueblos coloniales.

El principio de autodeterminación supone para un pueblo colonial su derecho a ser consultado, a expresar
libremente su opinión sobre cómo desea conformar su condición política y económica y el derecho a convertirse en
un Estado soberano e independiente. Su consagración como principio positivo perteneciente al D.I vino de la mano
de resoluciones como la Resolución 1514, calificada como la Carta Magna de la Descolonización, que dice:

1.-La sujeción de los pueblos a una subyugación, dominación y explotación extranjeras constituye una denegación de
los derechos humanos fundamentales, es contraria a la Carta de las Naciones Unidas y compromete la causa de la
paz y de la cooperación mundiales.

2.-Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación; en virtud de este derecho, determinan libremente su
condición política y persiguen libremente su desarrollo, económico, social y cultural.

3.-La falta de preparación en el orden político, económico, social o educativo no deberá servir nunca de pretexto
para retrasar la independencia.

4.-A fin de que los pueblos dependientes puedan ejercer pacífica y libremente su derecho a la independencia
completa, deberá cesar toda acción armada o toda medida represiva de cualquier índole dirigida contra ellos y
deberá respetarse la integridad de su territorio nacional.

5.-En los territorios en fideicomiso y no autónomos y en todos los demás territorios que no han logrado aún su
independencia deberán tomarse inmediatamente medidas para traspasar todos los poderes a los pueblos de esos
territorios, sin condiciones, ni reservas, en conformidad con su voluntad y sus deseos libremente expresados, y sin
distinción de raza, credo, color, para permitirles gozar de una libertad y de una independencia absoluta.

6.-Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un
país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.

7.-Todos los Estados deberán observar fiel y estrictamente las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas, de la
Declaración Universal de los DDHH y de la presente Declaración sobre la base de la igualdad, de la no intervención
en los asuntos internos de los demás Estados y del respeto de los derechos soberanos de todos los pueblos y su
integridad territorial.

Los pueblos a los que la Declaración alude tienen el derecho de decidir en plena libertad y sin trabas de ninguna
clase su destino político y de perseguir en igualdad de condiciones su desarrollo en los distintos órdenes, sin que su
falta de preparación pueda servir de excusa para retrasar el ejercicio de tal derecho, ligado en la propia Declaración
al desenlace de la independencia.

En la resolución 1514 se define al pueblo colonial: como aquel que no ha alcanzado aun la plenitud de gobierno
propio pero se encuentra en progreso hacia este objetivo, y habita en un territorio que está separado
geográficamente del país que lo administra y es distinto de éste en sus aspectos técnicos o culturales, sin perjuicio
de poder tener en cuenta otros elementos, de carácter administrativo, político, económico, o histórico, susceptibles
de influir en las relaciones entre la Metrópolis y el territorio y reflejar que éste se encuentra colocado
arbitrariamente en una situación de subordinación.

Lo decisivo es que el resultado alcanzado sea furto de la libre y voluntaria elección del pueblo a través de unos
procedimientos democráticos que las propias Naciones Unidas podrán vigilar cuando lo juzguen necesario.

Los perfiles de este derecho de los pueblos fueron precisados por la A.G en su resolución 2625 y lo concibe en su
doble faceta de derecho de los pueblos y de deber de los Estados. Los Estados deben respetar el derecho en cuestión
y de ello se desprende el deber de prestar asistencia a las N.U en orden a poner fin al colonialismo, teniendo
debidamente en cuenta la voluntad libremente expresada de los pueblos de que se trate y por otra parte, el deber
de abstenerse a recurrir a cualquier medida de fuerza que prive a los pueblos de su derecho a la libre determinación.

Esta resolución precisa que el territorio de una colonia u otro territorio no autónomo tiene una condición jurídica
distinta y separada de la del territorio del Estado que lo administra, conservando dicha condición hasta que el pueblo
colonial haya ejercido su derecho a la libre determinación. Elimina la estrategia de ciertas potencias coloniales de no
interiorizar la relación de dependencia calificando de provincias o circunscripciones internas a dichos territorios para
excluir el control internacional de su gestión y por otro lado, subraya el carácter internacional de las luchas de
liberación que podrán ser llevadas a cabo no sólo por los pueblos sujetos a dominación colonial, sino también por
aquellos que luchan contra la ocupación extranjera o contra los regímenes racistas.

El derecho de autodeterminación posee en nuestros días una evidente naturaleza jurídico consuetudinaria
reconocida en el plano jurisprudencial por el T.I.J sobre el asunto de Namibia, Sahara Occidental, etc.

Es un derecho oponible erga omnes que tiene apoyo en un principio jurídico, el de autodeterminación de los
pueblos, que ha pasado a pertenecer al ius cogens internacional, lo que ha llevado a la C.D.I dentro de su labor de
codificación de la responsabilidad internacional de los Estados, a incluir la obligación de respetar el derecho a la libre
determinación dentro de las obligaciones contraídas en virtud de normas imperativas de derecho internacional
general cuya violación hace incurrir a los Estados en un tipo de responsabilidad agravada.

El derecho en su aplicación a situaciones no coloniales.

Se desprende de la Resolución de 2625 y del art. 1 de los dos Pactos Internacionales de derechos humanos: “ todos
los pueblos tienen el derecho de libre determinación”.

El principio de autodeterminación de los pueblos se presenta como un principio de valor universal que alcanza a los
pueblos de cualquier Estado. Sin embargo, el D.I no avala la invocación de tal principio como un derecho de secesión
y los Estados se han cuidado en el plano internacional de ponerle limites a dicho principio a través de clausulas de
salvaguardia como la uqe, en la resolución 1514, declara contrario a la Carta de las N.U, todo intento dirigido a
quebrantar la unidad nacional y la integridad territorial de un país; también esta la cláusula en la resolución 2625
que establece que ninguna de las disposiciones incluidas en esta resolución bajo el principio de la igualdad de
derechos y de la libre determinación de los pueblos se entenderá en el sentido de que autorice o propicie acción
alguna encaminada a quebrantar o menoscabar, total o parcialmente, la integridad territorial de Estados soberanos
e independientes que se conduzcan de acuerdo con el principio en cuestión, y estén dotados de un gobierno que
represente la totalidad del pueblo perteneciente al territorio, sin distinción de motivos de raza, credo o color.
Según la frase en negrita una de las vías posibles para hacer efectivo ese derecho y reforzar a la vez el carácter
representativo del gobierno del estado podría ser el acceso de las colectividades en el seno de éste a un grado
aceptable de autonomía política. Estamos ante un derecho de autodeterminación de proyección interna, por el que
un pueblo persigue su desarrollo político, en el seno de un Estado existente y con respeto de la integridad territorial
de éste.

La Corte Suprema de Cánada en el asunto sobre la secesión de Quebec ha dicho que según el D.I, un derecho a la
autodeterminación externa sólo se genera en el caso de antiguas colonias o de pueblos sometidos a una ocupación
extranjera o en el supuesto de que un grupo definido vea rechazado un acceso real al gobierno para asegurar su
desarrollo político, económico, social y culturas, pues en esas situaciones al pueblo en cuestión se le rechaza para
ejercer, en el ámbito interno, su derecho a la autodeterminación. Fuera de esas circunstancias excepcionales, el
derecho internacional otorga una gran importancia a la integridad territorial de los Estados-naciones, deja en manos
del derecho interno del Estado existente del que la entidad secesionista forma parte, decidir la creación o no de un
nuevo Estado.

En lo que se refiere en concreto a los pueblos indígenas ellos tienen ciertas características del concepto de pueblo
como el mantenimiento de un particularismo cultural, la vinculación ancestral con las tierras que ocupan y la
autoidentificación y conciencia de grupo. Vienen reclamando con insistencia su derecho a la autodeterminación con
un alcance limitado a su vertiente interna. En la declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de las
poblaciones indígenas y el Proyecto de Declaración Interamericana sobre los derechos de los pueblos reconocen a
estas colectividades el derecho a la autodeterminación, si bien en una forma matizada que se concreta en modelos
abiertos de autogobierno, autogestión y participación amplia y especial en todas las decisiones del Estado que les
conciernan en una u otra medida.

Otros derechos de los pueblos.

Los pueblos coloniales y los que luchan contra la ocupación extranjera y contra los regímenes racistas, tienen
derecho a solicitar y recibir apoyo, en su acción de resistencia, de terceros Estados y de organizaciones
internacionales y a beneficiarse en su caso de la aplicación de las reglas del ius in bello en los conflictos en que estén
involucrados.

La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público y esto se traduce en el derecho de participar en
elecciones libres y periódicas, cuya realización práctica ha sido objeto en varias ocasiones de supervisión por parte
de órganos de las N.U.

El derecho a su propia supervivencia condenando los actos que se perpetren con la intención de destruir a grupos
nacionales, étnicos, raciales o religiosos.

El derecho de los pueblos a la soberanía permanente sobre sus riquezas y recursos naturales que es una
consecuencia lógica del derecho de libre disposición y se aplica a todos los pueblos, incluidos los pueblos coloniales
aun antes de su acceso a la independencia.

Movimientos de liberación nacional.

Los movimientos de liberación nacional pueden responder a distintas finalidades como: la independencia de un
territorio nacional, la resistencia frente a la ocupación extranjera, la secesión de una parte del territorio de un
Estado, el cambio de un régimen político, lo cual dificulta un tratamiento unitario del fenómeno. El libro se refiere a
aquellos movimientos de liberación empeñados en conflictos armados en que los pueblos luchan contra la
dominación colonial y la ocupación extranjera y contra los régimenes racistas, en el ejercicio del derecho de los
pueblos a la libre determinación según el art. 1, apartado 4, del Protocolo I adicional a los Convenios de Ginebra de
1949 relativo a la protección de víctimas de los conflictos armados internacionales.

A estos movimientos en su calidad de órganos de los pueblos en lucha les son aplicables las reglas convencionales
del ius in bello, en la medida en que la autoridad que representa a un pueblo empeñado contra una Alta Parte
contratante en un conflicto armado se comprometa a aplicar los Convenios de 1949 y el propio Protocolo en relación
con ese conflicto por medio de una declaración unilateral que tendrá por efecto la entrada en vigor de los Convenios
y el Protocolo respecto de esa autoridad, la cual ejercerá los mismos derechos y asumirá las mismas obligaciones
que los Estados partes en dichos instrumentos convencionales.

Diversos movimientos de liberación nacional han concluido con la potencia colonial u ocupante acuerdos poniendo
fin al conflicto y regulando, con carácter transitorio o definitivo, el nuevo status del pueblo al que aquellos
representan

Se puede decir que la personalidad jurídica internacional de estos movimientos ha obtenido carta de naturaleza, a
través del reconocimiento dispensado a los mismos en el marco de organizaciones regionales o universales. De
hecho, los órganos de la N.U han solido reconocer sólo a aquellos movimientos previamente reconocidos por dichas
organizaciones regionales. La calidad de observador en las respectivas organizaciones convierte a estos movimientos
en interlocutores privilegiados de la organización, facultándolos para participar en las deliberaciones de algunos de
sus órganos sobre temas de su interés.
Los beligerantes.

Son los grupos o facciones organizados que, en el seno de un Estado, se alzan contra el poder constituido a través de
actos de hostilidad.

Si es el gobierno en el poder el que lleva a cabo el reconocimiento de beligerancia, para él supone aceptar la
aplicación integral de normas del ius in bello en sus relaciones con los rebeldes. Si son los terceros los que lo otorgan
ello les permitirá exigir el ser considerados como neutrales por ambas partes beligerantes y el reconocimiento se
refiere a los aspectos exteriores del conflicto y no vincula al gobierno en el poder y no afecta las relaciones bélicas
entre las dos partes beligerantes, no tiene ninguna incidencia concreta en la conducción de las hostilidades o sobre
la protección de las víctimas potenciales.

El reconocimiento de beligerancia es un acto discrecional y rara vez se ha hecho uso de él en la práctica, y ello en una
fase avanzada del conflicto, por lo general una vez que los rebeldes se han asegurado el control de una parte del
territorio nacional y que las dos partes contendientes están en condiciones de ejercer los derechos de beligerancia
en alta mar.

El grupo rebelde que goza del estatuto de beligerancia es titular de unos ciertos derechos y obligaciones derivados
del orden jurídico internacional y posee un cierto grado de subjetividad internacional que si bien está destinada a
desaparecer, una vez que la sublevación es sofocada, cuando la suerte final de la contienda bélica le es favorable a
dicho grupo, que al establecer su autoridad sobre toto el territorio estatal pasaría a convertirse en gobierno general
de facto.

La Santa Sede y la Ciudad del Vaticano.

Desde que en el año 380 Teodosio I hace del cristianismo la religión oficial del imperio, la Iglesia Católica viene
participando activamente en las relaciones internacionales. La práctica actual avala el hecho de que, en cuanto se
refiere al tratado diplomático, la celebración de concordatos y la participación en las organizaciones internacionales,
la Iglesia Católica se rige por las normas del D.I y en tal sentido puede ser considerada como un sujeto de este orden
jurídico.

En el tratado político de Letrán de 1929 Italia reconoce la soberanía de la Santa Sede en el orden internacional y su
plena propiedad, poder exclusivo y soberana jurisdicción sobre el Vaticano. El Estado español en virtud del
Concordato del año 1953, a la vez que garantizaba a la Iglesia Católica el libre y pleno ejercicio de su poder espiritual
y de su jurisdicción, reconocía a la Santa Sede y al Estado de la Ciudad del Vaticano la personalidad jurídica
internacional.

Ciudad del Vaticano.

Fue reconocida como Estado por Italia en el tratado de Letrán bajo la soberanía del Sumo Pontífice. Ello significa que
la Ciudad del Vaticano aparece como un medio jurídico necesario para asegurar la libertad y la independencia de la
Santa Sede en todos los órdenes y el art. XXIV declarada que la Ciudad del Vaticano será siempre y en todo caso
considerada como territorio natural e inviolable.

El Vaticano dicto seis leyes orgánicas que constituyen las bases jurídicas sobre las cuales se asienta el nuevo Estado.
Y se destaca la ley fundamental que en su art. 1 dispone que el Sumo Pontífice es el soberano de la Ciudad del
Vaticano y posee la plenitud del poder legislativo, ejecutivo y judicial y en sus restantes artículos regula todos lo
relativo a los diversos órganos constitucionales del Estado y a las garantías jurídicas de los derechos e intereses de
los particulares. Las restantes leyes se refieren a las fuentes del derecho, la ciudadanía vaticana y la residencia, el
ordenamiento administrativo, el ordenamiento público, comercial y profesional y las prescripciones sobre la
seguridad pública.

Aparte de la organización política, la Ciudad del Vaticano posee un territorio propio, constituido por un espacio
geográfico bien definido en el Tratado político de Letrán, sobre el cual no podrá ejercerse ninguna autoridad que no
sea la de la Santa Sede y posee una población formada por los ciudadanos que tengan su residencia estable en la
ciudad del Vaticano, derivando la residencia de la relación de dignidad, cargo, oficio, o empleo, siempre que se trate
de dignidades eclesiásticas para las cuales esta prescripta la concesión de ciudadanía.
La ciudad del Vaticano se crea con el objeto de asegurar la libertad y la independencia de la Santa Sede. Es un ente
especial que tiene la misión de servir de base territorial a otro, la Santa Sede, y en él se dan los elementos que
caracterizan al Estado y que el D.I toma como base para la subjetividad internacional de éste.

El Estado de la Ciudad del Vaticano ha sido reconocido por una gran cantidad de Estaods, es miembro de diversas
organizaciones internacionales. No posee representaciones diplomáticas propias, de modo que las relaciones de esta
naturaleza están a cargo de la Santa Sede.

El individuo y su controvertida subjetividad internacional.

En el D.I particular de determinadas organizaciones internacionales es posible encontrar algunos asideros para
sostener la posibilidad de llegar a una subjetividad internacional del individuo en sentido amplio. Algunas
organizaciones internacionales le reconocen al individuo la titularidad de ciertos derechos y obligaciones de carácter
internacional y una cierta capacidad para hacer valer esos derechos ante órganos internacionales o para incurrir en
responsabilidad internacional por la violación de esas obligaciones.

La protección de los derechos del individuo y la capacidad para acceder a las instancias internacionales.

A.-La existencia de normas jurídicas internacionales aplicables a los individuos.

Los estados han ido estableciendo diversas normas dirigidas a la protección de intereses individuales o de grupo. Y si
bien el ser beneficiario de esas normas no convierte ipso facto al individuo en sujeto del D.I, tampoco se le pude
reducir por ello a la condición de mero objeto de este orden jurídico.

● normas que protegen al individuo en su vida: prohibición de piratería, reglas del derecho de la guerra,
prohibición de uso de gases tóxicos y asfixiantes, reglas para la prevención y sanción del genocidio.
● Normas que protegen al individuo en su libertad: abolición de la esclavitud, del trabajo forzado.
● Normas que protegen al individuo en su salud: reglamentación de la producción y el tráfico de
estupefacientes.

B.-Capacidad de actuar del individuo ante órganos internacionales.

Ante un acto ilícito internacional de un Estado en perjuicio de un individuo que no ostenta su nacionalidad, la regla
general es que el individuo perjudicado no pueda entablar una acción o presentar una petición ante órganos
internacionales contra ese Estado, quedándole la alternativa de recurrir contra el acto en el plano del derecho
interno del Estado infractor y en caso de no obtener satisfacción por esta vía acudir al Estado del que es nacional a
fin de que éste sea el que decide si interponer en su favor la protección diplomática.

Hay algunas reglas convencionales que conceden a ciertos individuos el acceso a tribunales de arbitraje o en el
contexto de la protección de los derechos humanos, a órganos específicos de garantía y control.

En lo que se refiere a órganos de carácter judicial en la doctrina suele citarse el precedente de la XII Convención de la
Haya de 18 de Octubre de 1907, en virtud de la cual se creaba un Tribunal Internacional de Presas ante el que podría
interponerse, según el art. 4 de la Convención, recurso por parte de una potencia neutral o de un particular
perteneciente a la potencia neutral o beligerante. En la actualidad, hay que hacer referencia a la posibilidad que
tienen las personas físicas y jurídicas de dirigirse al tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas a través de
varias vías procesales, entre las cuales hay que destacar el recurso dirigido a obtener la anulación de las decisiones y
de otros actos de eficacia individual que les afecten directamente y el recurso dirigido a exigir la responsabilidad
extracontractual de las Comunidades Europeas. Los particulares, en cambio, tienen vedado el acceso al T.I.J por
cualquiera de estas vías contenciosa y consultiva.

En lo que se refiere a los órganos sin carácter propiamente judicial, a la práctica internacional, es mucho más amplia
y refleja la configuración de un poder procesal de los individuos para poner en marcha la actuación de órganos
específicos de ciertas organizaciones internacionales con vistas a que valoren el comportamiento de los Estados
respecto de normas internacionales que conceden a los individuos determinados beneficios.

C.-La vertiente pasiva de la subjetividad: la capacidad del individuo para verse atribuida responsabilidad en el
plano internacional.
En principio no hay obstáculo para considerar al individuo como sujeto de una conducta que constituya en sí misma
un acto internacionalmente ilícito, esto es, una violación de una obligación derivada de una norma de D.I. Nada se
opone a la posibilidad de una incriminación internacional del individuo por la comisión de ciertos actos delictivos.

El D.I suele limitarse a establecer en estos casos, por vía de tratado internacional, los tipos penales aparejados a tales
transgresiones, resignando en los Estados la tarea de su punición. Lo habitual es que sea el derecho interno, a través
de órganos y procedimientos estatales, el que se encargue de dilucidar las consecuencias penales de la comisión por
el individuo de delitos internacionales.

Personas jurídicas.

A.- las organizaciones internacionales no gubernamentales.

Su base jurídica resulta de un acto de derecho interno, con independencia de que su actividad se despliegue en el
plano internacional y alcance en algunos casos una gran relevancia desde el punto de vista sociológico.

Se las ha definido como organizaciones integradas por asociaciones, fundaciones, e instituciones privadas, fruto de la
iniciativa privada o mixta con exclusión de todo acuerdo intergubernamental, constituidas de manera duradera,
espontánea y libre por personas privadas o públicas, físicas o jurídicas, de diferentes nacionalidades, que expresando
una solidaridad trasnacional, persiguen sin espíritu de lucro un objetivo de interés internacional y han sido creadas
de conformidad con el derecho internacional de un Estado.

La regla general es que las organizaciones no creadas por un pacto entre estados carecen de la condición de sujetos
de derecho internacional.

B.-Las personas jurídicas de fin económico.

Son las empresas privadas de alcance internacional constituidas por actos internos, suele negárseles la personalidad
internacional, aunque no faltan autores que por el carácter con frecuencia hibrido entre lo público y lo privado de
sus fines y actividades, su eventual asociación con los gobiernos para efectuar operaciones económicas mixtas sobre
la base de estos acuerdos o contratos que designan y sobretodo la posibilidad de concurrir con los gobiernos ante
instancias arbitrales internacionales u otros órganos, han visto en ellas una personalidad restringida y ad hoc.

Subjetividad internacional de las organizaciones internacionales.

Aparecen a comienzos del siglo XIX. No han reemplazado a los estados ya que son éstos quienes las crean y deciden
su desaparición, sino que se ha producido un incremento y diversificación de los sujetos internacionales, de manera
que, aunque los Estados sigan siendo en el derecho internacional contemporáneo los sujetos fundamentales no van
a ser, los únicos destinatarios de las normas internacionales.

Se las define como unas asociaciones voluntarias de Estados establecidas por acuerdo internacional, dotadas de
órganos permanentes, propios e independientes, encargados de gestionar unos intereses colectivos y capaces de
expresar una voluntad jurídicamente distinta de la de sus miembros. Un rasgo fundamental es su autonomía
jurídica, esto es, el disfrute de una personalidad jurídica internacional distinta de la de sus Estados miembros y
necesaria para el cumplimiento de los fines para los que fueron creadas.

La personalidad jurídica va a estar afectada por el principio de la especialidad, es decir, que esta personalidad va a
estar limitada al logro de los objetivos y funciones que les fueron confiados a la O.I como aparecen enunciados en su
tratado constitutivo o pueden deducirse del mismo y han sido desarrollados en la práctica.

Se diferencian las unas de las otras tanto desde el punto de vista de sus funciones como desde las competencia que
le han sido conferidas para su realización, de manera que no es posible referirse a una personalidad jurídica de igual
alcance para todas ellas, es necesario examinar las reglas particulares de cada O.I para poder determinar el grado de
subjetividad internacional del que gozan en cada caso concreto.

Fundamento jurídico de la personalidad internacional de las O.I

Doctrina internacional: hay 3 corrientes.


1.-Asimila a las organizaciones internacionales a los Estados, reconociéndoles una personalidad internacional plena y
la competencia general para realizar todo tipo de actos internacionales, no tiene en cuenta el hecho de que sólo los
Estados gozan de soberanía y que las organizaciones son sujetos derivados y funcionales, estos, sus competencias se
hallan limitadas por el principio de especialidad.

2.-Una segunda corriente las considera meras formas de actuar colectivamente de los Estados.

3.-La tercera posición dice que las O.I poseen una personalidad jurídica internacional, solamente que esta
personalidad es diferente de la de los Estados, en tanto que está circunscripta al cumplimiento de los objetivos que
le han sido fijados por sus fundadores. Esta es la doctrina que sigue el libro agregando que el fundamento de la
subjetividad internacional de cada Organización se encuentra en sus reglas particulares, que se hallan, como dice el
art. 2.1 j) del Convenio de Viena sobre el derecho de los tratados entre Estados y O.I, básicamente contenidas en los
instrumentos constitutivos de la organización, en sus decisiones y resoluciones adoptadas de conformidad con éstos
y en su práctica establecida.

Jurisprudencia internacional.

La muerte en 1948 en un atentado terrorista de un diplomático sueco Conde Folke Bernadotte enviado como
mediador de las N.U en Palestina y de otras personas que lo acompañaban, suscitó en la Asamblea General la duda
de si la O.N.U tenía la capacidad para presentar una reclamación internacional contra el gobierno responsable de
los daños sufridos por ella, así como por los causados a las víctimas o sus causahabientes. Esta duda fue transmitida
al T.I.J y se planteó la cuestión de si las N.U poseían personalidad jurídica internacional, respondiendo
afirmativamente, después de examinar los caracteres generales de la organización, sus propósitos y principios y
estimar que: “la organización estaba destinada a ejercer funciones y a gozar de derechos que no pueden explicarse
más que si la organización posee en amplia medida personalidad internacional y la capacidad de obrar en el plano
internacional y no podría responder a las intenciones de sus fundadores si estuviese desprovista de responsabilidad
internacional, lo que no equivale a decir que la organización sea un Estado o que su personalidad jurídica, sus
derechos o deberes sean los mismos que los de un Estado”.

La subjetividad internacional de la ONU es oponible a terceros Estados no miembros de la Organización


independientemente de la existencia de un reconocimiento por éstos de aquélla, es decir, una personalidad objetiva.
En cuanto a la oponibilidad de otras organizaciones, cabe recordar que el instrumento por el que se crea una
organización suele ser un tratado y por lo tanto está sujeto al efecto relativo de éstos y no obliga más que a las
partes y no a los terceros.

Práctica internacional.

Los tratados constitutivos de las O.I anteriores a la segunda guerra mundial no contienen ninguna referencia expresa
a la personalidad jurídica internacional de las mismas. Los diversos acuerdos que en los ha participado la Sociedad de
Naciones hacen referencia expresa a sus personalidad jurídica aunque el pacto que la crea no menciona en ningún
momento su personalidad jurídica.

Con ocasión de la redacción de la Carta de las N.U se presenta una propuesta por la delegación belga de incorporar
en el futuro texto una disposición conteniendo una referencia expresa a la personalidad jurídica internacional de la
ONU, esa propuesta no prosperó. Luego del dictamen del T.I.J (el que dice que la ONU tiene personalidad jurídica)
son numerosos los tratados constitutivos de O.I donde ya se menciona expresamente esta personalidad como los
tratados del MERCOSUR, LA UNASUR, etc.

El contenido jurídico de la personalidad internacional de las organizaciones internacionales.

Solo van a poseer aquellas competencias que son necesarias para ejercer las funciones y alcanzar los objetivos que le
fueron fijados por sus creadores, tal y como aparecen enunciados o se deducen de las reglas pertinentes de cada
organización. La doctrina suele identificar unos derechos y obligaciones internacionales que conforman el contenido
mínimo de la responsabilidad internacional de las O.I.

A.-Derecho a celebrar tratados internacionales.


La celebración de tratados es una de las formas más importantes de relacionarse y cooperar con los sujetos
internacionales. Son pocos los tratados constitutivos que atribuyen a las O.I una competencia general para celebrar
tratados, son mucho más frecuentes los que les atribuyen competencias para celebrar ciertos tipos de acuerdos.

Algunos de estos acuerdos son necesarios para el propio funcionamiento de la Organización, como sucede con los
acuerdos de sede (acuerdo de 26 de Junio de 1947 entre la ONU y los Estados Unidos, sobre la sede de esta
Organización), con los convenios sobre privilegios e inmunidades, con los acuerdos de coordinación o de
cooperación con otras O.I.

El Convenio de Viene sobre el derecho de los tratados entre Estados y Organizaciones Internacionales o entre O.I
reconoce el ius contrahendi internacional de las O.I., el art. 6 del Convenio de Viena de 1986 dice: “la capacidad de
una organización internacional para celebrar tratados se rige por las reglas de la organización”. Este articulo permite
apreciar la capacidad convencional de una O.I en relación: con las disposiciones que expresamente regulan tal
capacidad, con los poderes que se deducen implícitamente, con los actos adoptados por las instituciones en el marco
de aquellos tal y como se plasma en la práctica, y en los supuestos de existencia en la O.I de un tribunal de justicia,
con la interpretación que éstos hagan de las citadas disposiciones y actos.

B.-Derecho a establecer relaciones internacionales.

Es la facultad de recibir o enviar representantes diplomáticos. Es una práctica muy desarrollada, que ofrece
numerosos ejemplos de misiones permanentes de Estados acreditas ante las O.I universales o regionales, alcanzado
un máxima expresión en el caso de la Comunidad Europea puesto que hay acreditada ante ella más de 160
representaciones diplomáticas de Estados.

Cuando tratándose de legación pasiva interviene una O.I, se produce una relación triangular y no bilateral: puesto
que intervienen: la organización, el Estado huésped y el Estado que envía la representación. Las misiones
fermentantes se acreditan ante el órgano competente en la materia en la O.I, mientras que el Estado donde la
organización tiene su sede concederá a las misiones las facilidades diplomáticas usuales.

También gozan del derecho de legación activo: es frecuente que las organizaciones establezcan una representación
permanente ante la ONU y sus organismos especializados.

C.-Derecho a participar en los procedimientos de solución de las diferencias internacionales.

Las O.I pueden someterse a los procedimientos de arreglos de diferencias previstos en el derecho internacional: la
negociación, la mediación, la conciliación, los buenos oficios, el arbitraje, el arreglo judicial.

La controversia puede surgir en las relaciones entre O.I, entre O.I y terceros Estados y entre O.I y los estados
miembros.

Una diferencia entre O.I puede darse como consecuencia del reparto de actividades entre O.I que abarcan un mismo
campo de acción y están sometidas al principio de coordinación. En estos casos habrá que acudir a lo que dispongan
los tratados celebrados entre las mismas donde pueden haberse previsto la existencia y vías de solución.

La controversia también puede plantearse entre la organización y un tercer Estado, su arreglo puede confiarse a las
propias partes a través de la negociación, o puede precisar la intervención de un tercero; en este caso sus decisiones
pueden tener o no valor jurídico obligatorio, no tienen valor los buenos oficios, mediación, investigación,
conciliación, estos mecanismos de arreglo están previstos en numerosos contenidos multilaterales abiertos a la
participación de O.I. A veces la solución de la diferencia va a suponer la sumisión de las partes a un órgano de
naturaleza arbitral o jurisdiccional cuyas decisiones tendrán valor jurídico obligatorio.

La solución jurisdiccional puede ser encargada a un órgano judicial perteneciente a una de las partes o totalmente
ajeno a las mismas. La institución judicial encargada de solucionar la controversia puede ser un tribunal
internacional especifico ajeno a las partes donde la comparecencia ante los mismo éste abierta a las organizaciones
internacionales o que dicha comparecencia sea selectiva y sólo puedan acceder a los mismos determinadas
organizaciones y sólo en el marco del procedimiento consultivo y no contencioso, como sucede en el caso del T.I.J.
Por último, la diferencia puede surgir entre la organización y alguno de sus Estados miembros, en estos casos hay
que distinguir si la controversia afecta al derecho interno de la organización, en cuyo caso tendrán que examinarse
los medios de solución previstos en el mismo. O si se refiere a una situación exterior al orden jurídico interno pero
está relacionado con el funcionamiento de la organización.

D.-Derecho a participar de las relaciones de responsabilidad internacional.

Las O.I poseen aptitud general para participar activa y pasivamente de las relaciones jurídicas de responsabilidad
internacional que surgen de la inobservancia injustificada de una obligación internacional de origen consuetudinario,
convencional, u otro.

Cuando el hecho ilícito, consecuencia de la citada inobservancia, proceda del comportamiento de la organización, el
tercero podrá invocar la responsabilidad de la misma. Y la organización podrá reclamar la reparación del daño que
sufra como consecuencia de la violación de la obligación internacional por un tercero.

Como sujeto pasivo, la cuestión esencial que se plantea al atribuir el hecho ilícito a la organización será la del
deslinde de responsabilidades entre ésta y sus Estados miembros. Esto es, si la organización es la única responsable,
o si también lo son sus Estados miembros, y en este caso sí lo son a título subsidiario o solidario. Este problema se
suscita esencialmente en los supuestos de violación de obligaciones convencionales, en tales casos el tercero
contratante puede dudar contra quien dirigir su reclamación. En el supuesto de que se trate de un acuerdo
puramente de la organización, va a ser ésta la que responda directamente, tanto por los actos u omisiones de sus
agentes como por los realizados por los servicios de alguno de sus Estados miembros.

Puede ocurrir que la organización carezca de los medios que le permitan hacer frente a esta responsabilidad, en tal
caso el tercero se sentirá naturalmente tentado a dirigirse directamente contra los Estados miembros
considerándolos solidariamente responsables por los perjuicios que ha sufrido.

En el caso de los acuerdos mixtos donde los Estados miembros también son partes junto a la organización. Hay que
distinguir entre la responsabilidad exclusiva de los Estados miembros derivadas de la violación de disposiciones
convencionales que están cubiertas por sus competencias, de la responsabilidad de la organización surgida de
inobservancias de disposiciones convencionales que entran dentro de su ámbito competencial. En esta situación los
terceros contratantes se encuentran en una situación de clara incertidumbre, pues al no conocer el derecho interno
de la organización no sabrán a quien deben imputar la violación de la norma convencional. Por ello, cada vez es más
frecuente, el establecer cláusulas de deslinde de responsabilidades donde se establecen sistemas de responsabilidad
alternativa, conjunta solidaria o subsidiaria.

En las situaciones que la O.I aparece como sujeto activo hay que distinguir el caso del daño sufrido por un particular
que actúa como agente al servicio de la organización o por un particular que no actúa como tal, en el primer caso la
organización podrá aplicar la protección funcional, presentando una reclamación por el daño sufrido por su agente y
lo va a hacer invocando el incumplimiento de una obligación que existe respecto a ella. En el segundo caso, cuando
el daño pueda afectar a un particular que no actúa como agente de la O.I se plantea la cuestión de si dicha
organización puede llegar a ejercer asistencia diplomática. En principio la posibilidad de ejercer la protección
diplomática está exclusivamente reservada a los Estados.

E.-Privilegios e inmunidades.

Las O.I gozan de privilegios e inmunidades que suelen estar mencionados en los instrumentos constitutivos, en los
acuerdos de sede en los que la organización define su estatuto en el país huésped, en convenios multilaterales, etc.

Estos privilegios, inmunidades y facilidades pueden estar destinados a proteger a la organización, a sus funcionarios,
agentes y finalmente a los representantes de sus Estados miembros en los distintos órganos de la O.I. ej:
inviolabilidad de sus locales, salvo casos de extrema urgencia como un incendio; inviolabilidad de sus archivos;
posibilidad de tener fondos propios, de transferir divisas al extranjero, exenciones fiscales, etc.

Sus funcionarios gozan de privilegios fiscales como el que su salario no esté gravado por un impuesto nacional. La
organización también goza de inmunidad de jurisdicción que le permitirá no comparecer ante los tribunales
nacionales. Sus aente spodran acogerse a esta inmunidad respecto de todos los actos que realicen en el ejercicio de
sus funciones.
Los representantes de los estados miembros de la O.I a fin de poder cumplir con su misión ante la organización, van
a gozar de ciertas inmunidades donde ésta tiene su sede, que van a estar contempladas en los acuerdos de sede
generalmente.

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