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GLOBALIZANDO AL PERÚ

Estado de la economía mundial y cómo influye, a nivel macroeconómico, al estado de la política


económica en el país.

Primero se hablará de la economía mundial y como en tal contexto se resaltan la presencia del
neoliberalismo y la globalización, luego se tocará el tema de la globalización, más específicamente
en el Perú, y si esta fue positiva o negativa.

Donde se usan datos en gráficas para evaluar el cambio entre índices de precios, tasas de
crecimiento, disparidades de ingresos, saldos, índices de pobreza y desempleo; tomando como
fuentes de información la CEPAL, el MEF, el INEI, el BCRP, y el FMI.

LAS MEGATENDENCIAS DE LA ECONOMÍA MUNDIAL

La globalización aparece como proceso que no solo afecta en la dimensión económica y militar, sino
distintos ámbitos, de un estado sobre otro.

Existe un paradigma a causa del neoliberalismo, ya que se concluye que la acción egoísta de los
individuos genera bienestar económico (Teoría de la mano invisible de Adam Smith) donde se
prefiere el éxito de la producción nacional antes que él de la extranjera. Ahora, los humanos poseen
la tendencia de intercambiar el producto de sus trabajos, lo que genera la existencia de un mercado
de bienes y servicios, que delimita una división del trabajo. Esto conlleva a un crecimiento de
producción y se formen un nuevo nivel de riqueza, así los productores buscan especializarse en sus
labores lo que trae consigo la mecanización del proceso de trabajo.

El mercado aparece como asignador de recursos y se concluye que el estado no debe de intervenir
ya que afectaría el funcionamiento del mercado, dándole así al estado otras funciones.

Sin embargo, se demuestra que los individuos actúan para garantizar su situación social, derechos y
ventajas sociales y no por el deseo de solo obtener más dinero. También la historia muestra el
importante papel del estado en la constitución de una economía de mercado, sobre todo hablando
del mercado de trabajo, lo que contradice el principio del laissez-faire y la existencia del mercado
autorregulador.

La teoría de las ventajas comparativas de David Ricardo muestra que, si el principio de la división del
trabajo se extiende al plano internacional, implica un proceso de especialización productiva basada
en las ventajas comparativas de los países, lo cual traería consigo una mejora del nivel de vida.

Los términos de intercambio de los países subdesarrollados tenderían a deteriorarse debido a varias
razones, como el progreso tecnológico y la oferta de materias primas.

La globalización económica puede ser definida como el proceso mediante el cual las economías
nacionales se hacen más interdependientes. Un buen indicador de esta mayor integración de las
economías nacionales a un mercado mundial lo constituye la relación entre el comercio exterior y
producto nacional. Además, la globalización se encuentra estrechamente asociada a una revolución
tecnológica en los transportes y/o las comunicaciones, lo cual causa su mayor recurrencia,
expresándose también en un crecimiento de los flujos de capitales extranjeros que buscan una
mayor rentabilidad.

Por ejemplo, la inversión extranjera directa (IED) en el año 2000 fue del orden de los 1.27 billones de
dólares superando en más de 36 veces el promedio anual de los años 70. En el año 2001, a
consecuencia de la caída de las valorizaciones de las empresas de telecomunicaciones y a la recesión
mundial, las IED cayeron a 760 mil millones de dólares. En el periodo 1982-99 las IED pasaron del 2%
al 14% de la formación bruta de capital fijo en el mundo. El vector por excelencia de la inversión
extranjera lo constituyen las firmas multinacionales, las cuales explicaban el 5% del producto
mundial en 1982 y duplicaron su participación en 1999, año en que representaron el 10% del mismo.
Las multinacionales también explican los dos tercios del comercio mundial de bienes y servicios no
factoriales, la mitad del comercio internacional de las multinacionales corresponden a operaciones
intra-firma. Por último, se puede constatar que la IED está mayoritariamente concentrada en los
países desarrollados cuya participación en el año 2000 fue del 80% del total mundial. Otra forma de
movimiento del capital está constituida por la emisión internacional de bonos que en el año 1991
era equivalente a 1.8 billones de dólares y que en 1999 alcanzó un monto de 5.1 billones de dólares
y que, como en el caso de las IED, se encontró prácticamente concentrada en los países
desarrollados.

La modalidad adoptada por la globalización de las economías nacionales que resulta de las políticas
económicas aplicadas en el último decenio principalmente, se encuentra al origen de una creciente
financiarización de las economías nacionales. Esta financiarización de la economía mundial se
traduce igualmente en el crecimiento de las transacciones concerniendo a los derivados financieros
las que llegaron a cerca de 400 billones de dólares en 1998.

La desreglamentación y la liberalización financiera que acompañaron al proceso de globalización


desde los comienzos de los 80 con los cambios en la política monetaria norteamericana, han
originado un proceso de desintermediación financiera cuyo rasgo principal es la pérdida por parte de
los bancos de su lugar preeminente como entidades financieras.

La globalización también se relaciona con la devaluación de la moneda nacional, ya que bajo ciertas
restricciones la devaluación reduces el precio de los productos nacionales en el mercado externo y
sube el precio de los productos externos en el mercado interno. La globalización implica el abandono
o la impracticabilidad de la política de la devaluación competitiva, la cual constituye un mecanismo
artificial para ganar competitividad, en favor de la política de desinflación competitiva. Así las
empresas aplican tecnologías más avanzadas, lo cual genera mayor competitividad, pero trae
consigo otros problemas como el desempleo y una mayor desigualdad en la división de ingresos,
tanto en países desarrollados como los subdesarrollados.

LA GLOBALIZACIÓN EN EL PERÚ

La precipitación del gobierno por privatizar parece explicarse por la urgencia de financiar el déficit
fiscal que la baja en la recaudación fiscal ha exacerbado y que, de no encontrar como financiarse,
podría paralizar el funcionamiento del Estado. El gobierno se ha visto en la obligación de presentar
una serie de propuestas tributarias que tienen como meta una mayor recaudación fiscal del orden
del 0.2% del PBI que permitiría llegar a una presión fiscal equivalente al 12% del producto, para ese
año. Los programas de creación de empleo no mejoraron la situación del mercado laborar, puesto
que generan empleos de mala calidad.

En su programa económico, el gobierno indica que su principal meta es luchar contra el desempleo y
la pobreza, que solo se alcanzará con una reactivación y con un crecimiento alto y sostenido en el
mediano y el largo plazo. En esas condiciones se hace necesario bajar el nivel del déficit fiscal.
Para reducir la brecha fiscal el gobierno indica en su programa económico que se hace necesaria una
política tributaria que disminuya tanto los sobrecostos que le restan competitividad al aparato
productivo nacional como algunas tasas tributarias demasiado elevadas.

Pareciera que la relación entre el crecimiento económico y la recaudación de la SUNAT tuviera un


desfase de un año (la disminución del 2000 se debería a que en el año 1999 la economía apenas
creció en 0.9%). Lo contrario sucede con el IGV y el nivel de actividad del momento.

Los defensores de las privatizaciones señalan que éstas presentan muchas ventajas para la economía
nacional. Aducen que de esta manera se estaría eliminando una fuente generadora de déficit fiscal,
lo cual podría ser cierto si las empresas estatales estuvieran trabajando a pérdida, pero se da el caso
de que en el 2002 sólo una empresa pública arroja un saldo negativo. Otro argumento esgrimido es
que la privatización reduce las tarifas de los servicios públicos al mismo tiempo que mejora la calidad
y la cobertura de los mismos, pero el ministro de economía en ese entonces, el Dr. Kuscynski ha
aclarado que las tarifas no son fijadas por las empresas sean éstas públicas o privadas, sino por los
entes reguladores, además los adelantos tecnológicos permiten una reducción de costos y una
mejora en la prestación de los servicios. La mayor cobertura depende de la capacidad de inversión
de las empresas y no de su calidad de públicas o privadas. La principal preocupación de los
ciudadanos es el empleo, su principal temor es la pérdida del trabajo y las privatizaciones son vistas
como destructoras de empleos.

Para que la lucha contra la pobreza sea efectiva se necesita que se ataquen dos problemas el del
crecimiento y el de la equidad en la distribución de los ingresos. Para el neoliberalismo crecimiento y
equidad son incompatibles. Sigue sosteniéndose la U invertida de Kuznetz, que resulta de la
hipótesis de que la desigualdad entre el sector de poca productividad y el sector de mayor
productividad es mayor que la existente a interior de cada uno de dichos sectores. Pero la evidencia
empírica acopiada hasta el momento desmiente la teoría de Kuznetz (el trabajo de Deininger-Squire
basado en 682 observaciones para 108 países muestra que en el 90% de los casos no se confirma la
existencia de la curva de Kuznetz).Por el contrario, pareciera que una mayor equidad contribuye a
una mayor tasa de crecimiento. En una sociedad demasiado desigual los riesgos de inestabilidad
política son bastante grandes lo cual significa el desvió de recursos hacia la contención social, en
lugar de ser utilizados para el desarrollo, además de una mayor volatilidad económica y una
propensión a la adopción de políticas populistas, además de mostrar un bajo nivel de educación, una
mano de obra poco calificada y una mala cobertura de salud.

No todos los crecimientos tienen los mismos efectos sobre la pobreza o sobre el bienestar de las
mayorías en general. Se pueden distinguir dos tipos de crecimiento, uno que favorezca el empleo y
el otro que no. El crecimiento pro-pobre introduce una mayor equidad tendrá efectos positivos que
el crecimiento no pro-pobre.

El Perú, como todo país subdesarrollado, sufre de un peso excesivo de necesidades insatisfechas a
causa de la falta de recursos. En otros términos, el monto de inversiones necesarias rebasa la
capacidad de financiamiento, por lo que muchas veces se hace necesario el recurrir al ahorro
externo, el cual toma la forma de endeudamiento y de inversión extranjera, que implican
transferencias negativas posteriormente y en general de un monto mayor.

Los peruanos tenemos un nivel de riqueza que es largamente inferior al promedio mundial, según
cifras del Banco Mundial. Las cifras son bastante elocuentes y nos permiten de evacuar, por lo
menos en un primer momento, las necesarias, pero a veces interminables discusiones teóricas.
El Perú tendría que multiplicar por 2.5 veces su producto per cápita para situarse en el promedio
mundial, por 3.5 veces si quisiera equiparar su nivel de vida con el de la hoy desdichada Argentina y
por 5.5 veces por lo menos, para poder ser considerado como desarrollado.

Ahora bien, en el período de la post-guerra los datos del Banco Central de Reserva del Perú
muestran que la mejor época de la economía peruana fue la de 1950 a 1975, en donde hubo un
crecimiento, pasando el producto por habitante de 2 786 a 5 225 nuevos soles a precios de 1994
entre esos años. En el último cuarto de siglo, en cambio, hubo un decrecimiento pues el PBI por
habitante fue de sólo 4 724 nuevos soles en el año 2000, ligeramente superior al del año 1970. Es
por ello que en el caso peruano se puede hablar de tres décadas perdidas.

La globalización vuelve a las economías nacionales cada vez más dependientes del capital extranjero,
al punto que en los años 90 se va a presenciar una suerte de puja entre las naciones por atraer los
capitales extranjeros. Es cierto que el repunte del crecimiento de los años 90 en América Latina se
debe entre otros factores a la llegada de capitales foráneos que permitieron un ligero crecimiento en
las tasas de inversión pero que también permitieron una expansión del crédito al consumo. Pero la
disminución de las tasas de inflación, por un lado, el riesgo del crédito por otro lado impulsó hacia
arriba a las tasas reales de interés lo cual incide de manera negativa en los proyectos de inversión. El
flujo masivo de divisas tuvo como efecto la apreciación real de la tasa de cambio, lo cual redunda
negativamente en la balanza externa. Por otro lado, la experiencia histórica muestra la extrema
dependencia de las economías latinoamericanas en general y de la peruana en particular con
respecto a los flujos netos de capital en proveniencia del exterior.

En la medida que las perspectivas de la economía mundial sean poco optimistas, lo que se puede
esperar para una economía pequeña y dependiente como la peruana es bastante pesimista, sobre
todo si toda la política económica se basa sobre la esperanza de la llegada del capital extranjero.

Por otro lado, está la crisis de gobernabilidad, ya que las encuestas muestran que la población
peruana está descontenta por el accionar del presidente. Los peruanos son pesimistas sobre el
futuro, consideran que su situación económica familiar no mejorará y el mayor temor que
manifiestan es el de perder su empleo, lo cual traduce una angustia en lo cotidiano. No llegan a
percibir diferencias importantes con la política económica de la década de los 90, y la mayor parte
de la población siente que su situación personal ha empeorado.

También a causas de la posible privatización de las empresas generadoras de electricidad EGASA y


EGESUR pese a la manifiesta oposición del pueblo de Arequipa que se expresó, entre otras formas de
protesta.

Otro elemento que se debe tomar en cuenta es el rápido crecimiento de la deuda interna que pasa
de representar el 6.5% del PBI en 1995 al 10.7% del PBI en el 2001, llegando al nivel de 5 885
millones de dólares. Por otro lado, las AFPs tienen el 15.4% de sus fondos comprometidos en la
deuda interna, lo cual da una idea de las graves consecuencias económicas y sociales que puede
tener la eventual agravación de la crisis económica que agobia al país. Una economía que no crece lo
suficiente y una distribución más desigual del ingreso constituyen los ingredientes de un cóctel de
acentuación de la pobreza y de su correlato de violencia delincuencial e incluso política. El 55.3% de
los peruanos vivía en condiciones de pobreza en 1991, inicios del régimen neoliberal, esta pobreza
disminuyó hasta el 97 a 50.7%, en el año 2001 el nivel de pobreza aumentó concerniendo al 54.8%
de la población peruana, entretanto se vendieron las empresas públicas por un monto de 9 250
millones de dólares. Es decir que se regresó a prácticamente los mismos niveles de pobreza luego de
una década de modelo neoliberal, pero con la diferencia de que el país perdió una buena porción de
su patrimonio.

Ahora con los temas y previamente investigados basándonos en los datos de las distintas
instituciones (Recordar que es en contexto hasta el año 2002 aproximadamente) se concluye que en
el Perú la globalización afectó negativamente, debido a la dependencia del estado a la influencia
internacional, generando flujos que afectarían el mercado externo, así también como las
privatizaciones que afectaron los principales objetivos a vencer que eran la pobreza y el desempleo,
además de perder patrimonio peruano y así perder diversos productos que se exportarían al
exterior, además que estos problemas se complementarían con la crisis de gobernabilidad durante
esos años.

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