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Introducción al concepto de interseccionalidad.

Aportes para los estudios de memoria

Marisela Montenegro
Universitat Autònoma de Barcelona
Publicación restringida. Derechos reservados

Origen del concepto: los feminismos

Para empezar me parece muy importante decir que el concepto de interseccionalidad no


viene del mundo académico, sino que su origen proviene de una serie de
cuestionamientos de mujeres feministas negras hacia la hegemonía de las mujeres
blancas (y sus intereses) en la lucha feminista. Estos cuestionamientos vinieron a señalar
que aunque la acción colectiva se define como un espacio de lucha hacia reivindicaciones
de sus miembros (como ha sido el feminismo hacia la discriminación de las mujeres),
también se pueden generar procesos de hegemonización. Es decir, que en el accionar de
los movimientos sociales emergen discursos y prácticas de inclusión y exclusión hacia
algunos colectivos, que tienen como efecto la invisibilización de ciertas sensibilidades y
necesidades en el seno de las luchas (en este caso de las mujeres negras y otras
minorías). Así, la novedad que introducen algunas activistas se relaciona con interrogar
los límites que en cierto momento (y ahora también) definen qué es el feminismo, a quién
se toma en cuenta cuando se piensa en la lucha feminista, para quién son más
beneficiosas las reivindicaciones que se hacen, entre otras cuestiones.

Así, una de las primeras referencias a la noción de interseccionalidad (aunque en ese


momento no estaba formulada con este término) es el discurso de Sojourner Truth una
mujer negra que había nacido esclava y que escapó, y que luego participó activamente en
las movilizaciones abolicionistas y en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres.
En 1851 asistió a una conferencia de mujeres en Ohio (EEUU) donde se levantó y
preguntó "¿Es que yo no soy una mujer?". (Ain't I a women?). En un momento de su
intervención ella dice: "Los señores (caballeros) dicen que las mujeres necesitan ayuda
para subir a las carretas y para pasar sobre los agujeros de la calle y que deben tener el
mejor lugar en todas partes. Pero a mí nadie nunca me ha ayudado a subir a las carretas
o a saltar charcos de barro o me ha dado el mejor lugar ¿Es que no soy una mujer?" 1

En aquella intervención, ella continúa haciendo una serie de reflexiones que nos permiten
hoy en día ver que con ese discurso se refiería irónicamente a las maneras en las que se
habla de la debilidad, la delicadeza, como algo femenino; pero ¿a qué mujeres se refieren

1 En este link pueden ver una teatralización del discurso entero de Sojourner Truth:
https://www.youtube.com/watch?v=fu9vjEmGFjU
cuando se habla de esto? ¿A qué mujeres están refiriendo cuando se dice que las
mujeres son amas de casa? ¿De qué se está hablando cuando se dice que las mujeres
han entrado en el mercado laboral (nos podríamos preguntar ahora)? Ella dice que ha
trabajado toda la vida, que ha tenido hijos, que come en cantidad ... ¿no es ella una
mujer? Este discurso tuvo un gran impacto -y se sitúa como uno de los antecedentes del
concepto de interseccionalidad- porque mostraba que la caracterización de "la mujer"
respondía sólo a la vida de ciertas mujeres y, claramente, no tomaba en cuenta a las
mujeres esclavas.

Otro documento que se considera clave a la hora de conocer los orígenes de la noción de
interseccionalidad es El Manifiesto del colectivo "Combahee River" (1977). Un manifiesto
escrito por mujeres negras en Estados Unidos donde expresaron su punto de vista sobre
el movimiento feminista y la falta de atención de éste a las necesidades de las mujeres
negras. El nombre del colectivo conmemora una acción hecha en Combahee River. Esta
acción fue planeada y liderada por Harriet Tubman 2 (también nacida esclava y que logró
escapar) en 1863 y durante la misma se liberaron a más de 750 esclavos (con la
organización del Ferrocarril Clandestino, iniciativa de movilización que liberó al menos
100.000 personas a través de rutas clandestinas desde el sur hasta el norte de EEUU).
En este manifiesto se dice, entre otras cosas:

"La mayor fuente de dificultad para nuestro trabajo político es que nosotros no sólo
intentamos combatir la opresión en un frente o dos, sino que intentamos abordar
todo un conjunto de opresiones. No tenemos una serie de privilegios raciales,
sexuales, heterosexuales, o de clase con los que contar, tampoco tenemos siquiera
el acceso mínimo a los recursos y el poder de aquellos grupos que tienen algunos
de estos privilegios." (2012, 81).

Y aquí hay otro elemento clave para reflexionar en la actualidad: ¿desde donde se puede
reivindicar la visibilidad en torno a necesidades o intereses concretos de diferentes
colectivos? Es decir ¿qué se necesita para que se escuche la voz de posiciones
concretas de opresión? Las autoras aquí están señalando la necesidad de contar con un
mínimo de recursos para poder articular y hacer llegar la voz de las personas que no son
representados en las luchas más amplias.

Si extrapolamos esta reflexión a los estudios de memoria, vemos que la visibilización de


algunas experiencias y la invisibilización de otras tiene que ver con una serie de
dinámicas en las que juegan un rol relevante las relaciones de poder. De manera que las
voces más escuchadas en la conformación de los relatos de memoria colectiva son
aquellas que tienen cierta capacidad para hacerse oír como, por ejemplo, movimientos
organizados de Derechos Humanos. Las perspectivas de género que hemos venido
estudiando, cuestionan estas dinámicas de poder, con el fin de ir introduciendo nuevas
voces e interpretaciones sobre el pasado en la configuración de la memoria colectiva.

2 Uno de los textos propuestos para este tema analiza precisamente una política de memoria asociada
con Harriet Tubman: su inclusión en los billetes de 20 dólares en Estados Unidos.
Emergencia del concepto de Interseccionalidad

El concepto de interseccionalidad nos llega a través del mundo académico, de la mano de


Kimberlé Crenshaw que en 1989 escribió "Demarginalizing the Intersection of Race and
Sex: A Black Feminist Critique of Antidiscrimination Doctrine. Feminist Theory and
Antiracist Politics". En este texto la autora reflexiona, desde el Derecho, sobre una serie
de demandas de discriminación fallidas realizadas por mujeres negras en el contexto
laboral. En el análisis de los casos, advierte que la legislación anti-discriminación
funcionaba a partir de una lógica unidimensional. Es decir, que se aplicaba o bien a partir
de la discriminación de género (discriminación sistemática de las mujeres por parte de la
empresa) o de la de raza (discriminación de personas negras u otras minorías). Por lo que
las experiencias específicas de esas mujeres no podían ser recogidas, pues estaban
afectadas por ambas dimensiones a la vez. Para la autora, la consecuencia de trabajar en
el marco de un solo eje de discriminación es que se borra a las mujeres negras de la
conceptualización, identificación y solución de la discriminación por raza y sexo. Esta
dinámica, a su vez, implica que se limita la indagación a las experiencias de los miembros
privilegiados de cada grupo (en los casos de discriminación por raza, a los grupos
privilegiados por sexo o por clase; en los casos de discriminación por sexo, el foco está
puesto en las mujeres privilegiadas en los ejes de raza y clase). Esto le lleva a plantear
análisis capaces de tomar en cuenta los ámbitos múltiples y simultáneos de las diferentes
desigualdades. El artículo de Falcón (2018) para esta sesión provee de un ejemplo de
análisis interseccional. Al estudiar iniciativas de memoria a través del arte, la autora
señala las formas en las que género, etnia y clase están presentes de manera
interconectada en las representaciones de memorias alternativas a las dominantes. La
simbología remite al legado colonial y al racismo patriarcal, estableciendo cierta
continuidad histórica en el ejercicio de la violencia hacia las posiciones subalternas.

Volviendo al recorrido realizado por Crenshaw, la autora propone el concepto de


interseccionalidad como herramienta para entender las formas en las que la ubicación de
las mujeres de color en la intersección de raza y género hace que sus experiencias sean
cualitativamente diferentes a las de las mujeres blancas. Una reflexión que también
realiza respecto de los movimientos sociales, afirmando que el problema de las políticas
de la identidad recae en que con frecuencia se confunden o ignoran las diferencias dentro
de los grupos. Este debate muestra la tensión inherente a la noción de identidad. Si bien
ésta ha sido muy útil para ciertos movimientos sociales, como el feminismo o el
movimiento LGTB, para conseguir importantes reivindicaciones, ha comportado también
problemas serios para dar cuenta de la gran variabilidad interna que puede haber en
estas mismas categorías identitarias.

Además, dado que la noción de identidad remite a la idea de un grupo que comparte entre
sí ciertas características o circunstancias que une a sus miembros, paradójicamente sirve
también como mecanismo que conforma los límites de quien se puede considerar que
forma parte de esa identidad y quién no. De manera que la misma idea de identidad
desde la que se articulan ciertas luchas políticas, genera los mecanismos de exclusión de
las diferentes posiciones que no concuerdan con la uniformidad requerida. De ahí que
diferentes voces en este ámbito cuestionen las pretendidas solidaridades de la política de
la identidad, así como los mecanismos universalizadores y las dinámicas de exclusión y
vulnerabilidades que genera la acción política basada en la identidad (Crenshaw, 1991;
Spade, 2015).

El trabajo de Crenshaw se enmarca en la tradición teórica y activista que diferentes


feministas negras, chicanas y latinas estaban desarrollando en Estados Unidos desde los
años setenta. Tradición que puso de relieve los efectos de invisibilización y exclusión de
los movimientos articulados en torno a la identidad (Davis, 1981; Lorde, 1982; Smith,
1983; Hill Collins,1986; entre otras). Y que dialoga con aportaciones de los estudios
culturales británicos que formularon críticas a los efectos de esencialización de las
políticas identitarias. En este marco se abogó por el reconocimiento de la variabilidad,
dinamismo y complejidad inherente a la constitución de las posiciones de sujeto y se
contribuyó a comprender los procesos de subjetivación en el marco de diferentes
estructuras de poder (racismo, sexismo, clasismo...), que se constituyen mutuamente
(Anthias y Yuval Davis, 1983; Brah, 1992; Hall, 1996).

De manera que probablemente la popularidad alcanzada por la noción de


interseccionalidad se deba a que condensa una serie de inquietudes referentes a las
limitaciones teóricas y políticas de la identidad unidimensional como núcleo articulador de
movimientos sociales y las políticas públicas. En el diálogo que se establece con los
estudios de memoria, dicho concepto resulta útil para analizar las posiciones de sujeto y
los relatos del pasado que emergen como resultado de procesos y políticas de memoria.

Reflexionando sobre los posibles peligros de la "interseccioalidad"

Aun reconociendo el enorme valor heurístico que tiene el concepto de interseccionalidad,


cabe estar atenta a las acepciones y usos del mismo tanto teórica como políticamente.
Por ejemplo, las perspectivas de la interseccionalidad que McCall (2005) agrupa bajo el
término de "complejidad intracategorial", parten de una categoría principal (por ejemplo,
mujer, gay...) y, a partir de allí, definen subcategorías en función de las demás
características de los miembros. Estas aproximaciones, al asumir la misma lógica
categorial de las perspectivas basadas en la identidad, podrían acarrear los efectos de
homogeneización y exclusión propios de las políticas unidimensionales (Romero Bachiller
y Montenegro, 2018). De manera que podríamos decir que una comprensión "identitaria"
de la interseccionalidad taería consigo diferentes consecuencias:

Ejes de opresión estáticos y universales: cada eje, como por ejemplo el género,
actuaría de la misma manera para todos los sujetos a lo largo del tiempo y en
diferentes espacios, como modelo universal. A este funcionamiento se le añadiría, en
el caso que este camino “cruce” con otro camino, otro eje de opresión, como por
ejemplo la raza, que a su vez funcionaría igual que el anterior, es decir, de la misma
forma en diferentes contextos. Cada nuevo eje de discriminación iría sumándose a los
elementos preexistentes y en su convergencia se multiplicarían sus efectos a partir de
una lógica aditiva o multiplicativa.
Esencialización y homogeneización. "Sujetos interseccionales": la confluencia de
diferentes situaciones de opresión crearía nuevas categorías identitarias. Sólo que en
este caso estas categorías estarían compuestas por varios ejes de subordinación. Los
“sujetos interseccionales” serían aquellas posiciones marcadas por dos o más ejes de
opresión como, por ejemplo “mujer negra” o "mujer migrante lesbiana”. Esto, al igual
que las posiciones identitarias, supondría una naturaleza interior e invariable del sujeto
(escencialismo) que es identificado como parte de determinada categoría (Richardson,
2000). Y, también asumiría las existencia de características comunes
(homogeneización) entre los miembros de la categoría. De manera que seguiría intacto
lo que Crenshaw (1991) precisamente quería atajar a través del concepto de
interseccionalidad: la tendencia a ignorar o confundir las diferencias dentro de los
grupos, así como los procesos de vulneración de los que son objeto las personas que
no "encajan" en la categoría.

Binarismo identitario entre "privilegiadas" y "vulnerables": siguiendo la lógica del


punto anterior, al homogeneizar diferentes experiencias bajo una “nueva” categoría; se
contribuye a construir dicha posición en términos de cuerpos marcados vulnerables que
necesitan paliar sus carencias ─como si la opresión o discriminación emergiera de su
propia existencia─ creando como exterior constitutivo de éstos, aquellas posiciones “no
marcadas” que se entenderían como “no interseccionales”. Se crearían así, posiciones
inherentemente “vulnerables” frente aquellas “privilegiadas”, posiciones que estarían
esencializadas en cada uno de estos polos. Además esta operación contribuiría a
invisibilizar las estructuras de poder que ordenan las diferentes jerarquías. Como afirma
Platero (2012, 22): "nuestro interés radica en cómo las vidas de todas las personas, y
no sólo de aquellas que forman parte de las minorías, están construidas sobre la base
de organizadores sociales y estructurales que jerarquizan nuestras experiencias." El
uso de la interseccionalidad como una cualidad del sujeto resulta peligroso pues
genera efectos de estigmatización de ciertos colectivos y, además, inutiliza el concepto
para reflexionar de forma relacional sobre el funcionamiento de las estructuras de
poder.

Jerarquía de luchas sociales: si se asume la noción de interseccionalidad como una


cualidad del sujeto que, estaria conformada por su pertenencia a diferentes categorías
subordinadas, la legitimidad de las luchas políticas se establecería en función de los
grados de opresión de cada posición. Por tanto, habría determinadas luchas que
estarían legitimadas por ser las que representan las posiciones -ya esencializadas-
consideradas más vulnerables. Esta lógica, presente en trabajos académicos y
movimientos sociales, es definida por autoras como Handock (2007) como las
"Olimpiadas de la opresión": un escenario de competición entre grupos oprimidos para
la obtención de reconocimiento, incidencia y/o recursos, usando como baremo la
acumulación de diferentes categorías de subalternidad.
Interseccionalidad: diferenciaciones, jerarquías y contextos

Situar el concepto de interseccionalidad en el contexto más amplio de discusión de las


perspectivas teóricas y acciones políticas de los feminismos negros, los estudios
culturales y las posturas postcoloniales permite estar atentas a los riesgos reduccionistas
de su uso. Aquí haremos un breve recorrido de estos planteamientos con el objetivo de
perfilar cómo entendemos la noción de interseccionalidad.

La discusión sobre los procesos de construcción identitaria desde una posición anti
escencialista presta atención a las maneras en las que categorías sociales e identidades
emergen. En este sentido, Avtar Brah (1992) afirma que las marcas de diferencia (como
por ejemplo, hombre/mujer, urbano/rural, heterosexual/homosexual, etc.) responden a
procesos socio históricos de diferenciación y no a ningún atributo natural que tengan las
personas. La construcción de diferencia, entonces, se fragua relacionalmente y se
organiza a partir de relaciones sistemáticas mediante prácticas institucionales y de
discursos económicos, culturales y políticos (Brah, 1992). Un ejemplo clásico es cuando
preguntamos a una mujer embarazada "¿es niño o niña?". Aquí estamos realizando una
práctica sistemática de diferenciación ampliamente arraigada en nuestra sociedad, la que
reafirma la diferencia sexual como algo fijo e inmutable, incluso antes del nacimiento de la
nueva criatura. Siguiendo con esta autora, ella propone que cierta característica (como la
diferencia sexual, racial o de clase) pese a su naturaleza contingente, es puesta en el
lugar de la diferencia de manera sistemática y queda naturalizada, como hemos visto en
el ejemplo anterior.

Pero en dichas perspectivas no sólo se pone de relieve esto, sino también como estas
diferencias funcionan como "marcadores" sociales que configuran procesos de
inclusión/exclusión, trayectorias, pasajes, etc. (Romero, 2003). Esto es, que los procesos
de diferenciación no sólo generan diferencia, sino también asimetrías. Las posiciones
diferenciadas que emergen están configuradas por las formas de estructuración social
que "ordenan" las relaciones sociales en cada contexto sociohistórico. A partir de estas
aportaciones, podemos decir que los procesos de diferenciación responden a ciertas
formas de relaciones de poder que generan asimetrías a través de sistemas como el
patriarcado, la homofobia o la transfobia, el clasismo, el racismo, el capacitismo, entre
otros. .

Las perspectivas que hemos venido trabajando en el campo de los estudios de memoria
convergen con estos trabajos al asumir, por una parte, que la construcción de memoria
colectiva es un proceso continuo de generación de significados y, por otro, que aquello
que se fija en un momento dado como la memoria legitima es producto de una serie de
mecanismos configurados por relaciones de poder, en los que se visibilizan ciertas
versiones del pasado y otras no.

Así mismo, que en estos procesos se producen determinadas posiciones de sujeto (por
ejemplo, héroes, víctimas, victimarios, etc.) y que dichas posiciones sirven como
"marcadores" de trayectorias diferenciales (por ejemplo, ser reconocido/a como
protagonista, recibir soporte estatal, ser juzgado, etc.).
El concepto de "interseccionalidad", que bebe también de la discusión sobre los efectos
de poder de los ordenamientos de género o raza, se centra en señalar cómo diferentes
fuentes estructurales de desigualdad, mantienen relaciones recíprocas. Según Platero
(2012, 26) "la interseccionalidad es un enfoque teórico que subraya que el género, la
etnia, la clase o la orientación sexual, como otras categorías sociales, lejos de ser
naturales o biológicas son construidas y están interrelacionadas." De manera que el
análisis concurrente de múltiples fuentes interseccionadas de subordinación u opresión
está basado en la premisa de que el impacto de una fuente de subordinación específica
puede variar dependiendo de su combinación con otras fuentes potenciales de
subordinación (Denis, 2008).

La mirada interseccional, entonces, nos da herramientas de observación y acción para


entender que las experiencias de las personas y los colectivos se construyen en los
marcos estructurales que jerarquizan nuestras vidas. Y no sólo la vida de aquellas
personas que forman parte de las minorías -que es como más comúnmente se ha
utilizado el concepto- sino el conjunto de la vida social en un contexto y momento dado.
Como decíamos antes, ninguna persona se situaría "por fuera" de esas estructuras;
tampoco las posiciones que están en consonancia con los valores dominantes. Sin
embargo, se da poca atención a cómo las posiciones de privilegio se construyen también
interseccionalmente, así como a indagar sobre los mecanismos a través de los cuáles se
generan y reproducen las jerarquías.

La atención hacia las dinámicas de reproducción y subversión de los procesos de


diferenciación y asimetría necesariamente han de atender a cómo las diferentes
estructuras de poder se materializan en espacios geo-políticos y momentos socio-
históricos que las modelan de formas concretas. Lo que se vuelve significativo para
identificar o no a alguien como un "otro" depende no sólo de una posición, sino de un
contexto relacional o situación en que ciertas diferencias emergen como relevantes para
la definición de las relaciones y la distribución de las jerarquías. Es decir, hay momentos,
contextos y situaciones en las que ciertos ejes de categorización se hacen más
relevantes. Así, una noción de la interseccional como contextual implica que cada
contexto social y cultural define unos determinados ejes de opresión (Yuval Davis, 2017).

En el conjunto de las investigaciones que se reseñan en el material de esta sesión,


podemos ver cómo en diferentes contextos emergen categorías distintas alrededor de las
cuales se construye la memoria colectiva. En el artículo de Falcón (2018) sobre sus
investigaciones en Perú, la interconexión entre género, clase y pertenencia étnica emerge
como significativa en los trabajos de arte que analiza. En el texto de Rooney (2008),
situado en Irlanda del Norte, las pertenencias religiosas cobran mucha importancia,
puesto que este eje de diferenciación jugó un papel clave en el conflicto en aquel
contexto. De hecho sus investigaciones se encaminan al análisis del cofuncionamiento de
este eje de diferenciación con otros, como el género y la clase social.
"Just as critical race feminists in the United States devised intersectionality as a tool
to elucidate how gender is hidden within discourse on ‘race’, it can be applied to
similar effect in relation to ‘sect’ and documenting women's lives in Northern Ireland"
(pp. 461).

Desde esta forma de entender la interseccionalidad el propio reconocimiento de


posiciones de sujeto previamente invisibilizadas es producto de la movilización y
subversión de la configuración anterior de las relaciones de poder. Este es claramente el
caso si pensamos cómo el movimiento feminista ha logrado hacer cada vez más visibles
las experiencias de mujeres en la conformación de la memoria colectiva. El caso que
estudia Coker (2017) referente a los debates que surgieron a propósito de la aparición de
Tubman en el billete de 20 dólares, muestra cómo en la práctica de hacer memoria ciertos
elementos son privilegiados frente a otros. Al respecto, afirma que " Rather than allow
Tubman’ s memory to focus on the intersection of race and gender in the battle against
slavery, initial framing suggests that Tubman could be understood simply as a
representation of American women." (pp. 243). Elemento que estaría sobreponiendo su
condición de mujer como el elemento más relevante para su conmemoración.

En resumen, esta manera de entender el concepto de interseccionalidad permite, no sólo


analizar las posiciones de sujeto que se construyen durante los procesos de generación
de memoria colectiva, sino también entender cuáles ejes de diferenciación aparecen con
mayor relevancia en cada contexto. Permite salir de una interpretación esencialista de las
identidades, así como una concepción aditiva de la interseccionalidad, y explorar de qué
manera el uso de la diferencia reproduce relaciones de discriminación y subalternització
en diferentes contextos (Yuval Davis y Anthias, 1992). En los estudios de memoria esta
aproximación puede ser una herramienta útil para analizar cómo en la construcción,
recopilación y visibilización de las memorias se reiteran y subvierten los marcos
normativos hegemónicos.

Referencias

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