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bre este hallazgo, decide nombrar ta] | nombre del infortunado héroe de Edipo rey. A lo que podemos agregar que el concepto de comple de Edipo no solo fue designado con el nombre de este personaj tragico, sino que ademas su primera formulacién (lo que Fi denomind complejo de Edipo simple) fue aislada a partir de acciones mayores de esta obra. De la misma manera, en «La inte t pretacién de los suenos» el lector puede advertir el tratamiento or da alas referencias cientificas y a las litera Buena parte de la revision cientifica que Freud se ve precisado presentar, por consejo de su amigo Fliess, le resulta de una arid repelente. Otro muy distinto es el talante de sus apreciaciot cuando se refiere a la obra de escritores con cuyo auxilio logra pr sentar el concepto de inconsciente, gracias al cual funda lo qi En todo caso, es notable que antes. esbozos tedricos iniciales so! encrucijada subjetiva con © ferente que su aut conoce como psicoanilisis. «La interpretacién de los suefios» solo se encuentren en Ja obra d Freud muy escasas referencias a la literatura y que a partir de tonces, verdadero momento fundacional, estas no hayan dejado frecuentar sus producciones. Es necesario, sin embargo, anotar que tales referencias utilizadas por Freud en dos sentidos muy distintos. Para sitt tal diferencia conviene citar un corto articulo de Freud sobre u novela de W. Jensen, La Gradiva, de la que se dice, quiza no tan justamente, que pasé a la posteridad no en raz6n de sus mérit gracias al texto freudiano, Pues bien, en el articulo «El delirio suefios en La Gradiva de W. Jensen», puede decirse que estan sentes las dos formas de operar con el texto literario. Quiza notoria, y la que menos aporta, es servirse de la obra para — Sigmund Freud, «El delitio y los suefios en La Gradiva de W. Jen Obras completas, tomo 11 (Madrid: Biblioteca Nueva, 1982): los Ruse En una carta que escribea Jung el 26 de mayo de 1907, el propio Freud reconoce que ese tipo de trabajo no aporta nada nuevo, solo le permite regocijarse con lo que ya es posesién tedrica del psi- coanilisis: «Por fin sé que este trabajo merece alabanzas. Surgié en dias soleados y disfruté mucho haciéndolo. A nosotros no nos aporta nada nuevo, pero creo que nos permite alegrarnos con lo que ya po- seemos» *. Sin embargo, en ese mismo articulo, Freud anota que en general los artistas siempre han precedido a los psicoanalistas en a revelacién del alma humana. Hace entonces una memorable pa- rafrasis del Horacio de Hamlet, que anuncia la posibilidad de pro- ceder de otra manera con las revelaciones que aporta el poeta: «Y los poetas son valiosisimos aliados cuyo testimonio debe estimarse en alto grado pues suelen conocer muchas cosas entre el cielo y la tierra y que ni siquiera sospecha nuestra filosoffa»**. A lo que Freud agrega, también en el citado articulo, que «los artistas siempre nos han anticipado». Al tomar en serio esta indicacién surge entonces otra forma de acercarse a la literatura; no para ilustrar lo ya sabido, sino para acceder a un saber que puede permitirle al psicoanalista hacer mis finas sus observaciones. Asi se trataria de ampliar, inte- rrogar, matizar, reformular y afinar los planteamientos tedricos y cli- nicos del psicoanilisis gracias al saber sobre la subjetividad presente en la obra del poeta. Tal recurso a la literatura en la construccién del saber analitico puede parecer sorprendente; sin embargo, no pocas formulaciones tedricas sobre asuntos clinicos encuentran alli sus ateriales. 3De dénde surge entonces ese saber que la obra trasmite? as primeras indicaciones sobre este asunto también aparecen en el to sobre La Gradiva: «el poeta dirige su atencién a lo inconsciente su propio psiquismo, espia las posibilidades de desarrollo de tales lementos y les permite llegar a la expresién estética, en en re- rimirlos mediante la critica consciente»*. Atisbar las posibilidades desarrollo de lo que llega como ocurrencia inesperada es lo que, su ensayo sobre la fama péstuma, el poeta portugués, Fernando 33, Sigmund Freud y Carl Gustav Jung, Correspondencia (Madrid: Taurus, 1978), 88. 34 Ibid., 1286. 435 Freud, «El delirio y los suefios en La Gradiva», 1335. Pessoa denomina realizar una extensa labor de consecuencias conclusiones®®. Esa labor culmina entonces en la produccién de y saber cuyas coordenadas han sido muy bien situadas por Barthe, corpus literario hace «descripciones, reproducciones, simulacrog, t ..]. La literatura posee las ventajas de la ciencia € crupulo de la observacién, inteligibilidad del fendmeno), pero no sy Esa inteligencia tedrica presente en la obra no concierne, obvia: a la técnica del autor, sino a la formulacién misma que ella alo en cuanto produccién ex nihilo. Ese valor tedrico esta presente manera privilegiada en la literatura, pero no por ello deja de tener manifestaciones en otras producciones artisticas ;No es acaso lo Freud ve en «La tentacién de San Antonio», la obra de Félicien Roy mencionada en su articulo sobre La Gradiva? Freud lee en ese cuad una teoria sobre el terreno en que acontece el retorno de lo repri El] artista ha escogido para su obra el caso tipico de repres en la vida de los santos y penitentes. Un ascético monje se ha refu giado —huyendo seguramente de las tentaciones del mundo— a‘ pies del Redentor, crucificado; pero la cruz va hundiéndose sombras, y en su lugar aparece radiante una bella mujer d también en actitud crucificada [...]. Unicamente Rops le ha he ocupar en la cruz el puesto mismo del redentor, pareciendo que lo reprimido surge en su retorno del elemento represor is aplicado : xpresion peslepanslisis ee, fue Soa po Pessoa, Erostratus (Valencia: Pre-textos, 1998). s, «Présentation», en Communications, 30 (Paris: luccién de Pio Eduardo del psicoanalista a fendmenos culturales que no fueron su primera materia. En efecto, el psicoanilisis se constituyé, ante todo, como método terapéutico para las perturbaciones de la vida an{mica. Fue Jung, después de Freud, el primer analista en aventurarse en los terrenos del naciente «psicoanilisis aplicado», al sefialar las asombrosas correspondencias existentes entre las fantasfas de los enfermos de dementia praecox y los mitos de los entonces deno- minados «pueblos primitivos». El mismo Freud lamé la atencién sobre el hecho de que los dos impulsos que constituyen el complejo de Edipo (incestuoso y parricida) estan presentes, bajo la moda- lidad de la prohibicién, en las dos leyes fundamentales del tote- mismo. E] lugar central que en la teoria freudiana habria de ocupar el complejo de Edipo condujo a que, muy pronto, buena parte de la primera generacion de analistas encontraran las manifestaciones del también llamado «complejo nuclear de la neurosis» en los mas diversos campos de las relaciones sociales y de la produccién cul- tural: la politica, la religién, la eticidad, el derecho, la historia, la pedagogia, la literatura... Diez aitos después de la aparicién de la expresién «psicoana- lisis aplicado» en la Leccién xxx1v de «Nuevas lecciones intro- ductorias al psicoanilisis», Freud ya no solo subrayard la intima conexion existente entre los procesos patolégicos y los Ilamados normales (lo cual autoriza «las aplicaciones del psicoandlisis a numerosos sectores cientificos, sobre todo a las ciencias del spiritu [...]»*°), sino que ademas sefialara algunos impasses de las rimeras aproximaciones. En efecto, estos trabajos chocaron con \bstaculos entonces inevitables, pero no insalvables: o bien el ana- ista no posefa los conocimientos especializados en la materia sobre cual pretendia arrojar nueva luz, o bien el especialista ademas de rar, preferia desconocer el saber analitico. De modo que los imeros textos asi producidos no podian tener otro destino que la sautorizacion, pues se trataba de incursiones harto apresuradas 4o Sigmund Freud, «Nuevas lecciones introductorias al psicoanilisis», «Leccién 24", Aclaraciones, aplicaciones y observaciones», en Obras completas, tomo 11 (Madrid: Biblioteca Nueva, 1982), 3183. La cursiva es mia, en campos hasta entonces ajenos. Para la época en que Frey redacta «Nuevas lecciones introductorias al psicoanAlisis» regis { ya una notable mejoria respecto de los resultados de los Primerog entusiasmos y, de manera correlativa, abriga firmes esperanzas reg pecto de futuras producciones. Me Hay sin embargo un aspecto que, aunque Freud sefals ge o, vale la pena comentar dado que constituye un asunto sobre : insistiré de modos diversos. Dice en la citada leccién que iones del psicoanilisis son, ademas, siempre, confirmaciones doctrinas»*. E] asunto puede pasar inadvertido si se lo tom mente a cuenta de las vias a través de las cuales el psicoa cuentra garantia para sus formulaciones tedricas. Pero esta sién tiene un revés que no es posible dejar pasar sin algtin co. io: la confirmacién podria convertirse en la mascara de i6n, mas o menos lograda, del psicoanalisis sobre otro del saber. Quizd por ello el adjetivo «aplicado» adosado giin efecto de retorno sobre dicho psicoanilisis»*®, E del «psicoanilisis aplicado» se encuentra en alg nalistas de los primeros tiempos; tal es el caso del e1 ide psychanalytique de la princesa Marie Bona| 1933, y dotado de un significativo —por laco1 gmund Freud. El estudio, como lo seiala Chema ar «“totalmente” la significacién “escondida” las motivaciones “profundas” del autor pues diagnéstico colonizador»*. categoria «psicoanilisis aplicado»: «Un re Da Vinci». ;No podria acaso ap a este articulo i el mismo comentario que acabo de citar sobre el texto de Marie Bona 2s ty ndstico apresurado ee isla ita aya po Pad interpretacién de un recuerdo de a sora propésito de este trabajo era, segti 7 peat remind hs as Fe peace, de Leonardo», Hay que decir que este ensayo biografico esta dotado de no pocas complejidades y complicaci Metalce tee vee enaey nie plicaciones, entre las tacién (simbélica y ae eeu a oe, i ee A la para descifrar el recuerdo de infancia, la superposicién de diferentes planos de expositivos, el famoso error de traduccién, merced al cual Freud confunde al humilde milano (nibbio) con el mitico buitre del antiguo Egipto... Estas dificultades no deben, sin embargo, hacer olvidar que con este texto Freud logro precisar y reformular un buen numero de conceptos que ya hacian parte del saber analitico: la fantasia de la cual aqui anticipa su gramatica; la sublimacién que supone como via de tramitacién de las excitaciones pulsionales y al tiempo con- dicién para la creacién; la neurosis obsesiva y sus artilugios defen- sivos... Entonces, si se trata de un texto de «psicoanilisis aplicado», carece del habitual efecto de simple corroboracién que se espera de esta clase de trabajos. Con este ensayo «patografico», Freud no solo construye algunas hipétesis sobre el maestro Da Vinci, también y sobre todo, formula nuevas elaboraciones tedricas cuya pertinencia clinica atin constatamos. Con lo dicho hasta aqui quedan destacados dos términos, que conviene en este punto retomar, para precisarlos en ae acepcién freudiana; «psicoanilisis tedrico» y «psicoanilisis Bre En efecto, con el término «psicoanalisis», Freud no solo designaba un método para la investigacién de los procesos pane’ cilmente accesibles por otras vias; también nombraba un m 7 lo de tratamiento de las perturbaciones psiquicas, basado en tal a vestigacién, y al mismo tiempo una teoria, esto es, «una serie de 1 de Leonardo Da Vinci» (1910), rece a Biblioteca Nueva, 1982), 1616. 44 Sigmund Freud, «Un rated en Obras completas, tomo It ¢ conocimientos psicolégicos, asf adquiridos, que van constity paulatinamente una nueva disciplina cientifican™, HI termi coanilisis aplicado» designa, en cambio, «en su acepelon al psicoanilisis cuando se “aplica” su saber tedrico y mét jetos exteriores al campo de la cura (tales como obras literaria artisticas, pero también a las religions, las instituciones, a dicina, al politica, el deporte y cualquier otra disciplina)”, — Establecida esta distincién en la obra de Preud, p al aporte y desplazamiento que opera Lacan sobre uno de estos términos. En la misma via de Freud, quien reconocia un poeta, pueden leerse las frecuentes referencias a la literatu obra de Lacan. En el seminario sobre El yo en la teorla yen la psicoanalitica se refiere al estatuto del saber expresado por eb y también a su caracter anticipatorio en los siguientes «los poetas, que no saben lo que dicen, sin embargo siem como es sabido, las cosas antes que los demas», Tiempo de p en el seminario sobre El deseo y su interpretacion”, ido Li trabaja la referencia a Hamlet logra formular, gracias a la tica, una condicién que a partir de entonces sera humano, esto es, su condicidn tragica, troduce una diferencia entre psicoandlisis | 7 o. Asi, cuando se dirige a Hamlet no II placa giratoria donde se sittia e todos los rasgos del deseo [ Esta discusién es retomada en «Juventud de Gide o la letra y el deseo» donde Lacan di ribuye de manera muy clara los terrenos del «psicoandlisis aplicado» y del método psicoanalitico; 7 aplica, en sentido propio, como trata miento y, por lo tanto a un Sujeto que habla y oye [...] Fuera de este caso, solo se puede tratar de método psicoanali procede del desciframie por ninguna presupue: 1 deseo, donde podemos reencontrar Jo, El psicoanilisis solo se co, ese método que nto de los significantes sin consideraciones sta forma de existencia del significado,” Es claro a partir de esta referencia que el tinico psicoandlisis aplicado es el que transcurre en la cura de un sujeto. La aplicacién entonces, desde la perspectiva de Lacan, concierne a la praxis que se juega en cada cura analitica. Entonces, es posible notar con cla- ridad la redefinicién que Lacan realiza del término «psicoandlisis aplicado»: con Freud se trataba de la aplicacién de la teoria y del método psicoanaliticos en terrenos ajenos a la cura; con Lacan se trata de la cura misma, lo cual le da su sentido propio. Por fuera de ese campo, contamos con el método psicoanalitico, camino im- prescindible para la elaboracién tedrica. Cada vez que Lacan quiso acufar o afinar un concepto re- curri6 a la literatura y a la poesia. Asi fue con Hamlet para hablar sobre el deseo; con Antigona® para referirse a lo que Se segunda muerte; con El arrebato de Lol V. Stein® para eer! estatuto del objeto mirada; con «La carta robada»® para precisar la ldgica del funcionamiento del significante... Desde luego, esta del 18 de marzo de 1959». ; es etree «Juventud de Gide o la letra y el deseo», en Escritos 2 : Siglo xx1 Editores, 1985), 727: i ae Hs El seminario. Libro 7. La ética del psicoandlisis (Buenos eee ek a Marguerite Duras, Sn El a a ae V. Stein», fi a ie + Manantial, 1998), 65-66. jenos Aires: i ja pees ae sobre la carta robada», en Escritos 1 (México: 53 Jacques Siglo xx1, 1990). a7 perspectiva no considera la obra como Sieg de alguna pato del autor; la obra vale aqui para el analista como producto revela un saber sobre la logica que constituye al sujeto. Por ex no se trata de adivinar la intenciones «profundas y ocultasy creador, sino de atender al entramado significante de la obra, leer el saber sobre la estructura que esta transmite... Y para ello hay otro camino que tomar el texto a Ia letra. i Después de Freud y Lacan, muchos psicoanalistas re, lizado trabajos en ese espacio nuevo que se crea en la inters de los dos campos; podria decirse que siempre son trabajos de tracién del psicoanilisis; solo que, de nuevo, hay que subray tal ilustracién siempre puede leerse en dos sentidos, que a la van a constituirse en aproximaciones metodoldgicas opi por un lado, se ilustra al psicoanlisis, trayendo ejemplos d literatura; por otro, bien distinto, se ilustra al psicoandlisis sentido de que en la literatura el psicoanalista aprende algo sobre la subjetividad. El desciframiento de los significantes Asi se entiende que el asunto metodolégico tenga la mi portancia cuando se trata de acercarse a los textos literarios, que en el orden de la construccién teérica se concede un analogo a las formaciones del inconsciente y a las produ _terarias*'. En este sentido Ansermet, en un nuevo giro conce Iamado «psicoanilisis aplicado», ha planteado que entone 0 se trata [...] de psicoanilisis aplicado a la literatura, ‘io, de literatura aplicada al psicoanilisis»®. A p: aciones precedentes podemos derivar que la un’ permite al psicoanalista situarse en la condici do la literatura en sus elaboraciones clinicas, alas formaciones del inconsciente, como uno ¢ los trabajos de la psicobiografia, d nd todo culmina en un juego de espejos entre los cag biograficos q autor y su obra. Del lado del llamado método descifrador pod ubicar los ejercicios de ejemplificacién de la teoria con los textos’ rarios, donde lo que Freud denomina «clave» corresponderia con | teoria ya constituida que se pretende ilustrar. Dicho lo que no es (ni psicobiografia ni ejemplificaci6y anunciado el fundamento del método, a saber, el desciframiento ¢ los significantes, nos resta, ahora, situarlo en sus particularid Trasladado al campo de la literatura, el método no implica la i terpretacién de un sujeto (del creador), puesto que este «ni habl oye», segtin acontece en una cura o en un «psicoanalisis aplica Sobre los divertimentos inanes que asi podria procurarse un’ coanalista, Lacan habia advertido en su «Homenaje a Margi Duras». Alli plantea que recordar el estatuto de un sujeto deberia poner término a algo que al fin y al cabo hay que por su nombre: la patanerfa, digamos la pedanteria, de cierto coanilisis. Esta faceta de sus esparcimientos, por ser visible, analogias, corresponderia a I ramos, para los que se arrojan en ella, deberia servir para sefalarl que estan cayendo en algo necio: atribuir, por ejemplo, la técr confesa de un autor a alguna neurosis: pataneria, y demo: como la adopcién explicita de los mecanismos que constitu edificio inconsciente: necedad [...] pienso que un psicoana ___ tiene derecho a sacar una ventaja de su posicién, aunque ests to le sea reconocida como tal: la de recordar con Freud, q nateria, el artista siempre le lleva la delantera, que no tiene p er de psicélogo donde el artista le desbroza el camino.* uccién literaria, y en particular la creacién po tevelacién sobre la subjetividad, el primer 5 son los temas sobre los cuales una obra el saber particular que alberga y que, rmitirle al psicoanalista reformular, r y siguiendo la misma 16 sca a Sica significante, derivada de «La interpre- NOS», es preciso atender a las vilesiite ‘Ontigitidades pri- . g , le la obra. Este orden de la contigiiidad es el que ad acan rec c ‘Conocemos como metonimia, en lo que Freud nombré con cifrar el tema que retorna con i insistencia en sus producciones bajo otras denominaciones. jHay que recordar acaso la memorable profusion barroca que Lacan escucha en las intenciones del dis- curso onirico para volver a tener presente cuales son las vias de los asuntos del deseo? jSea entonces!: «Elipsis y pleonasmo, hipérbaton 0 silepsis, regresién, repeticién, aposicién, tales son los desplaza- mientos sintacticos, metafora, catacresis, antonomasia, alegoria, metonimia y sinécdoque, las condensaciones semanticas en las que Freud nos enseiia a leer las intenciones ostentatorias 0 demostra- tivas, disimuladoras o persuasivas, retorcedoras 0 seductoras, con que el sujeto modula su discurso onirico»®. Estas dos direcciones de analisis no agotan la cuestién meto- dolégica, puesto que también es preciso atender a las rupturas pre- sentes en el texto, en los muy diversos niveles en que estas pueden aparecer. La atencién alli, desde luego, estar orientada a situar los elementos significantes previos y posteriores a la ruptura. El limite Aunque en un cierto sentid: simplemente de situar la variedad mt mercio significante. No hay que olv: la palabra y del lenguaje en lo somos retéricos®, no se trata 1iltiple en que acontece el co- idar, entonces, que toda esta Jacques Lacan, ion y campo de 59 «Funcion y See as cae Eee ae Seminario 2, Momento de Jacques Lacan, «El p' ; a coneluir, clase 1 (15 de noviembre de1977) [inédito} légica significante esté orga a alrededor de un vacio, que oy ante todo vacio de saber. Es preciso tener presente, entonces, Iq formulacién lacaniana sobre el inconsciente como un saber ague jereado. Volvamos, entonces, a «La interpretacién de los SUEhiO6», para derivar de alli otras consecuencias en lo que a nuestra labor se refiere. Una vez que Freud ha descubierto las ideas latentes de} suefio, dice que con ello no cree haberlo agotado, pues «todo Suefio presenta por lo menos un fragmento inescrutable, como un cord6n umbilical por el que se halla unido a lo incognoscible»“. EI ombligo del suefio es lo que como falta de saber se halla, paraddjicamente, presidiendo todo el andamiaje del saber inconsciente. Dicho de otra manera, lo simbdlico tiene un I{mite, que produce lo real en cuanto incognoscible. De modo equivalente, la obra poética tiene un real imposible de abarcar a través del ejercicio interpretativo. Ese real esta sefialado por la funcién deictica, realizada por la misma or- ganizacién significante de la obra, De alli que para el psicoanalista no solo se trata de como derivar saber de la obra literaria, sino de c6mo situar el real que esta en juego. Punto en el cual Serge André aporta una nocién que puede resultar un tanto sorprendente, pero que cobra, en ese contexto, un enorme valor: «el saber negativo», Considera André que: la relacion entre el saber del psicoanalista y la invencién del ar-_ tista es mucho mas compleja de lo que Freud imaginaba entre 1907 y__ 1910. Por otra parte, el saber que se adquiere por la experiencia psi- ialitica no es simplemente un saber positivo en el cual se podria una cierta cantidad de cosas, pero sobre to ‘amos y que ignoraremos siempre.”

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