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PAIDGS ESTADO Y SOCIEDAD kiimos titulos publicados: 51. R Castel, Le metamorfss del cueston soc 58. U, Beck, ¢Oué es la globalizacion? 59. R Heilbroner y W. Milberg, La ersis de vision em el pensamniento cconimico moderne G0. B Rodery oon El merits dels noone G1 K jaune oon El venpetuewotgsy cl repartee abso 82. A. Gore, Miserias del presente ragucza de lo potble: &: 2 cin El pevttloe anda GA. Mi Water Thtado sobre le olernce & Nate Tororo’ ansnerorimo SA bison Levene refs deora & Ni Nib tos ticked priciomo Pb Republicans & CRioate Bierce deo poltico 50, Bi zal Cosmipels Th Rowse, mo sl de liberal? 2 § Senge, Bier lo Bi RGus ols de lus después de Rass Tk. [Gin Fal amaneer 13, H Rear B Waldsnn (comps), Sovedade en gure ce Te, NeGara Canc Ls lobulated Be eee Rea Ta. © Lato, Ef Saline egienda 79. U. Beck, Un nuevo mundo feliz 30. A Cascnipis Caco: defeat Bt A Bee coat des epdbic 82, JM Gudhesno, El orci de libertad &. Ritts owe cos Bt, A Gann, Eaten demoartia BS. Sunes, oberante ipo ogc | ReawenEldeco de entry spe none a idea de ain pian BN. Garcla Canin, Cafuras Brier 8%. Patan Eiyuieme polite gob 89, J. Gray, Las das caras del liberalismo 90. Beak Sore qari emo esque eres tan ic? Bt. RGarprclay © Over Cop, Rene are tcalomo 32, Ni Stee Cdoaytes eine 3. Nichonshy vedo oct 34: [8 Thompson, Ef esbndat poco 33 Midndey Nog inp Be Nitec Khor, Ale isqueda dest mismo Br, [wks Ls ai como gua 38. H Orel La lbead bp 35. McCain Efron flare 100, U: Becks Libertad o captains {OL ER Sunstein, Repabls om 102, JR Ls econo de reno Gh, Arnspergery Ph, Van Pati Evia econdmicey social PL Berkey & Hluningion (Compe), Clbltacones miller . N. Gara Canlini, Larinoamericonorbuscendo ueer en ese sto David Held y Anthony McGrew Globalizacién/ Antiglobalizacién Sobre la reconstruccién del orden mundial wD PAIDOS. ‘Ticao origina: Globaltation/Amti Globalization Originalmente publicado en inglés, en 2002, por Polity Press en atociacién con Blackwell Publishers Ltd. a Blackwell Publishing Company, Oxford, RU Ecdicién publicada con permiso de Polity Press en azociacién con Blackwell Publishing Led., Oxford ‘Traducciéa de Andrés de Francisco CCabierta de Mario Eskenazi ‘Queda rgurosament proibida, snl autoriancinerrta de los tiulares del copriht, bab las eqnconesesablecidas en las eyes, la eproducién total o parcial de esa obra por cualquier ‘madio oprocedimiento, comprendidos la reprograflay el tratamiento informatics ‘Gotribucin de ejemplaves de ella mediante elqulero préstamo pablicos, (© 2002 David Held and Anthony McGrew (© 2003 de la tradueci6n, Andrés de Francisco (© 2003 de todas ls ediciones en castellano, Ediciones Paidés Ibérica, S.A, ‘Mariano Cubf, 92 - 08021 Barcelona x Editorial Paidés, SAIC, Defensa, 399 - Buenos Aires hup://aww.paidos.com ISBN: 84-493-1415-1 Depésito Legal: B. 16.092/2003 Impreso en Grifiques 92, S.A., ‘Avda. Can Sucarrats, 91 08191 Rubi (Barcelona) Agradecimientos Introduccién . Para comprender la globalizacién ¢Una recomposicién del poder politico? El destino de la cultura nacional Una economia global? ‘Mundo dividido, naciones divididas Ordenes mundiales, fundamentos éricos . La nueva politica de la globalizacién: un mapa de los ideales y las teorias . La reconstruccién del orden mundial: hacia una socialdemocracia cosmopolita SUM AWAYDE ~ Bibliografia beens Lista de figuras y tablas . . . : Indice analitico y de nombres bees . Un mundo (mal) gestionsdo? | 1B 21 37 31 3 93 105 15 B7 157 175 17 damentos éticos de la comunidad politica y el orden global. En el capitulo 8 exponemos el abanico de respuestas politicas a la glo- balizacién y explicumos lo que estii en juego y por qué es impor- tante. El capitulo final, el capitulo 9, ofrece una valoracién tenta. tiva de todes estos temas. En él evaluamos el debate entre globalizadores y escépticos y las cuestiones suscitadas por la po- litica de la globalizacién. Esbozamos un camino por el que avan- zay tanto en el plano tedrico como en el politico. Huelga decir que seria pretencioso por nuestra parte esperar que todas las par- tes de estas discusiones enormemente importantes vayan a estar de acuerdo con nosotros. Pero, cuanto menos, confiamos en mostrar que hay un modo convincente de ir mas alla de la cues: tidn: gglobalizacién o antiglobalizacién? Este libro tiene a sus espaldas mas de diez afios en los que he- mos venido pensando y escsibiendo sobre la globalizacién, pero s¢ trata de un ejercicio original para nosotros: un intento de ex- poner breve y sucintamente las cuestiones principales en este campo y el modo en que podrfan abordarse. (Nuestros intentos previos suman muchos cientos de paginas: véanse Global Trans- Sormations, The Global Transformations Reader y Governing Glo- alization.) El libro comenz6 como un ensayo, «The great globa- lization debate, publicado en el Global Transformations Reader. Lo hemos actualizado, ampliado y profundizado radicalmente para sentar las bases de esta obra. Quisiéramos dat las gracias a John Thompson por animarnos a desarrollar el presente texto; a Sue Pope y Avril Symonds por su gran apoyo en la preparacién de la publicacién, y a Gill Motley, Sandra Byatt, Ann Bone, Ali Wyke y Jenny Liddiard por su extraordinaria ayuda profesional en todas las fases de produccién y comercializacién Capitulo 1 PARA COMPRENDER LA GLOBALIZACION La globalizacién, dicho llanamente, designa In escala da, la magnitud creciente, la aceleracidn y la profundizacién del impacto de rones. trans ales z cidn soci Pero no de- bemos pensar que la globalizacién prefigura el surgimiento de una sociedad mundial armoniosa o que es un proceso universal de integracién global en el que se da una creciente convergencia de culturas y civilizaciones. Pues ocurre no sélo que la concien- cia de una interconexién creciente crea nuevas animosidades y conflictos, sino que puede también alimentar politicas reaccio- arias ia de rafces profundas. Dado que una |, ésta resulta ser un ecuencia, vigorosa- mente disputado. La i ‘Aunque el término «globalizacién» ha adquirido la condicién de cliché popular, el concepto en si mismo no es nuevo. Sus ori zenes se remontan al trabajo de muchos intelectuales del siglo x1x y principios del xx, desde Karl Marx y sociSlogos como Saint- ‘mon hasta especialistas en geopolitica como MacKinder, los cua- les reconocieron que la modernidad estaba integrando al mundo. Pero no fue hasta la década dé 1960 y principios de los setenta cuando el término «globalizacién» alcanz6 una difusién no s6lo académica sino mis amplia, Esta «edad de oro» de la interde- pendencia politica y econdmniea en ripido crecimiento entre los Estados de Occidente ponia de manifiesto las deficiencias del pensamiento ortodoxo sobre politica, economia y cultura que presumia una estricta separacién entre asuntos internos y exter- nos, entre las esferas doméstica ¢ internacional, y entre el ambito local y el global. En un mundo més interdependiente, los sucesos én el extranjero tenian impacto inmediato en casa, al tien Ios desarrollos domésticos repercutfan en cl exterior. A partie del! Coincidiend con la revolucién de la informacién, esta sucesién de aconteci- mmientos parecia confirmar la creencia de que el mundo se conver- tia a gran velocidad en un espacio social y econémico compartido, al m bitantes mas opulentos. Sin embargo, la idea del no séloen la calle sino también en los circulos académic ic brevemente, se ha abierto el gean leburesobrelaigisbaltalceal No ha existido ninguna interpretacién concreta de la globa- lizacién que haya alcanzado la condicién de ortodoxia en los circulos académicos. Al contrario, hay teorfus contcapuestas que pugnan por la supremacia. Tampoco las tradiciones poltticas existentes del conservadurismo, el liberalismo y el socialismo ofrecen interpretaciones coherentes de la era de la globalizacidn, ni adecuadas respuestas a ella. Si bien algunos conservadores y socialistas hacen causa comdn en desestimar la trascendencia de la globalizaci6n, Ei verdad, Ia misma idea de : A través de toda esta complejidad, es sin embargo factible identificar una amalgama de arguinentos en torno a la emergente fisura que se abre entre los que consideran que la globalizacién contemporinea es un proceso real y profundamente transforma- dor —los globalistas— y los que consideran que este diagnéstico €s enormemente exagerado y nos impide hacer frente alas verda- deras fuerzas que estiin modelando las sociedades y configuran do las opciones politicas de hoy —los escépticos—. Por supues- to, éste es un duulismo bastance burdo pues pretende extraer dos interpretaciones contrapuestas de entre los diversos argumentos y opiniones. Pero, tal como se utilizan aqui, las etiquetas —glo- buliseas y escépticos— son construcciones de tipos ideales. Los tipos ideales son hercamientas heuristicas que ordenan un campo de investigacién ¢ identifican las principales dreas de consenso ast como de disputa. Ayudan a poner en claro las lineas maestras de argumentacién y, de este modo, « establecer los puntos funda mentales de desacuesdo. Los tipos ideales abren una via de acce- so en la melé de voces, voces que prenden en la bibliografia sobre globalizacién pero que por definicién no corresponden a ning: na obra, autor o posicién ideol6gica en particular. En esencia, son puntos de partida, més que puntos de Iegada, para com- prender el gran debate sobre la globalizacién. EL MITO DE LA GLOBALIZACION Para los escépticos, el cuncepto mismo de globaliaacién es bastante insatisfactorio, Qué bay de «global» —se preguntan— en la globalizacién (Hirst, 1997)? Si lo global no puede interpre- tarse literalmente, como un fendmeno universal, entonces el con- cepto de globalizacién parece no ser apenas mas que un sindni- mo de occidentalizacién 0 americanizacién, Alanalizar el concepto de globalizacién, los escépticos pre- tenden por lo general establecer una prueba empirica concluyente dela tesis de la globalizacién, Esto supone evaluat las tendencias contemporineas en comparacién con lo que dive roriado. res econémicos han considerado que fue la Je la in terdependencia internacional, a saber, el perfodo que va de 1890 2 1914 (Gordon, 1988; Jones, 1995; Hirst, 1997). Estos anilisis revelan que, mas que globalizacién, las tendencias presentes re~ Alejan un proceso de «internacionalizacién» —es decir, crecientes vinculos-entre economias 0 sociedades nacionales esencialmence distintas— y de «regionalizacién» 0 «triadizacién», esto es, agru- pamiento geogrifico de intercambios econémicos y sociales trans- fronterizos (Ruigrok y Tulder, 1995; G. Thompson, 1998a; Weiss, 1998; Hirst y Thompson, 1999; Rugman, 2001). Algunos estudios dan un paso mas velr, 2001). Es éste un argumento en favor de la primacia conti- nuada del cerritorio, de las fronteras, del lugar y de los gobiernos, nacionales de cara a la distribucién y localizaciéa del poder, In produccién y Ia riqueza en el orden mundial contempo: Hay una clara dislocaci6n entre el discurso generalizado sobre la globalizacién y un mundo en el que, en su mayor parte, las ruti- nas de la vida cotidiana estin dominadas por las circunstancias nacionales y locales. En lugar de facilitar nuestea comprensién ue las fuerzas que modelan el orden mundial contemporinco, fa idea de Ia global 2ucién —sostienen muchos escépticos— cumple une funcién har- to diferente. En esencia, ate sobre la globalizacién se haya extendido al tiempo que el proyecto neoliberal —el consenso de Washington sobre desregu- lacién, privatizacién, programas de ajuste estructural (PAE) y go- bierno limitado— ha ido consolidando su hegemonta en las prin- cipales capitales occidentales y en instituciones globales como el Fondo Monerario Internacional (FMD). Adornando este argumento escéptico, el aniilisis marxista or- todoxo afirma que el capitalismo, en cuanto que orden social, tie~ ne una légica expansionista patolégica, ya que para mantener los beneficios el capital tiene que explorar constantemente nuevos mereados. Para sobrevivir, el capitalismo nacional debe expandir continuamente el aleance geogrifico de las relaciones sociales ca~ pitalistas. La historia del mundo moderne es la historia de cémo las porencias capitalistas occidentales han dividido y vuelto a di- vidir el mundo en zonus econémieas exclusivas. Hoy, se arguye, el imperialismo ha adquirido una nueva forma en la medida en gue los imperios formales han sido sustituidos por nuevos meca- nismos de control y vigilancia multilaterales, como el grupo G7 de las yeandes porencias industriales (Canad, Francia, Alema- nia, Italia, Japon, Reino Unido, Estados Unidos) y el Banco Mun- lial. Como ta, do (Petras y Veltmeyer, 2001) ;pticos, también In geopolitica es im- portante. Ello es debido a que el orden internacional exiseente est constituido por y a través de las acciones de los geandes Es- tados econdmica y militarmente poderosos (y de sus agentes). De ahi que digan que la internacionalizacién de las relaciones ¢co- némicas o politicas depende de las actuaciones y las preferencias de lus geandes potencias del momento, pues sdlo ellas tienen La suficiente musculacura militar y econdmica para crear y mantener Ins condiciones necesarias de un orden internacional (liberal) abierto (Waltz, 1979). Sin el ejercicio de la hegemonia norteame- ricana, segdin sugiere esta argumentacién, el presente orden mun- dial liberal, sostén de la reciente intensificacisn de la interdepe den cional, no podria mangene Para muchos de los es intern La RESPUESTA GLORALISTA nie nde pein ceadee tal, Aunque no niegan que el discurso de la globalizaci6n bien pue- de servir a los intereses de poderosas fuerzas econémicas y sociales en Occidente, la interpretacién globalista hace hincapié en el he- cho de que la globalizacion es expresién de cambios estructurales més profundos en la escala de la organizacién social moderna. Esos cambios se ponen de manifiesto, entre otras cosas, en el cre cimiento de las corporaciones multinacionales (CMN), de los mer cados financieros mundiales, de la difusi6n de la cultura popular y de la importancia de la degeadacién medioumbiental global. Para la concepcién globalista es crucial poner el acento en los atributos espaciales de la globalizacién. Al intentar diferenciar las redes y los sistemas globales de aquellos que operan en otras, escalas espaciales, como la local o la nacional, el analisis globalis: ta identifica la globalizacién basicamente con las actividades y re- laciones que cristalizan a escala interregional o intercontinental, (Geyer y Bright, 1995; Castells, 1996; Dicken, 1998). Esto per- mite establecer distinciones analiticas mas precisas entre proce- sos de globalizaci6n y procesos de regionalizacién o localizaci6n, esto es, la trama de relaciones entre Estados geogrificamente contiguos y el agrupamiento de relaciones sociales dentro de los Estados, respectivamente (Dicken, 1998). En este sentido, lar: laci6a entre globalizaci6n y esas otras escalas de organizaci6n so- cial no suele concebirse en términos jerérquicos o mutuamente excluyentes. Por el conteario, las interrelaciones entre estas dife- rentes escalas se consideran a la vez fluidas y dindmicas. El intento de definir de un modo mis sistemético el concepto de globalizacién se encuentra ademas complementado por la im- portancia atribuida a la historia, Ello supone ubicar la globaliza- cién contempordnea en lo que el historiador francés, Braudel, considera la perspectiva de la longue durée, es decis, los patrones de muy largo aleance de cambio histérico secular (Helleiner, 1997). Segtin confirma la existencia de religiones mundiales pre. modernas, la globalizacién no es sélo un fenémeno de la era mo. derna, Para comprender la globalizacién contemporanea es pre- ciso ubicarla en el contexto de las cendencias seculares del desarrollo histérico mundial (Modelski, 1972; Hodgson, 1993; Mazlish y Buultjens, 1993; Bentley, 1996; Frank y Gills, 1996; R P. Clark, 1997; Frank, 1998). Ese desasolloytalmo reconoce también la interpretacién globalista, esta marcado por distintas fases —desde la época del descubrimiento del nuevo mundo has- tala belle épogue o el periodo de entreguerras— en las que la ve- locidad de la globalizacién parece intensificarse 0, por el contra rio, a veces reducirsg o:invertirse (Fernindez-Asmesto, 19 ever 1n contempos ‘apoyars¢ en el conocimiento de lo que diferencia a esas fuses, lo que incluye el modo en que esos sistemas y patrones de interconexién global se organizan y reproducen, sus diferen- tes geogratias y la cambiante ce: , consulta en mayo de 2002). El punto algido del mocerno sistema dle Bstados-naci6n se alcanz6 a finales del siglo xx, v fue reforzado y apoyado por la expansién de nuevas formas multilaterales de co- ordinacisn y cooperaci6n internacionales, expansi6n que se con- cretaba en organizaciones internacionales como las Naciones Unicls (NU) y en nuevos mecanismos reguladores internacionales. tale como el régimen universal de derechos humanos. No sélo se ha convertido el moderno Estado-nackin en el prin cipal tipo de poder politico en todo el planeta, sino que también ha asumido crecientemente, desde la descolonizacién y el colapso del imperio soviético, una forma politica particular; esto ¢s, ha cristi- lizado como democracia representativa o liberal (Potter y otros, 1997). Diversas olas distintivas de democratizacién han arrastrado a paises de Europa, tales como Portugal y Espaia, al bando demo- cratico, y acercado a otros muchos a la democracia en América la tina, Asia, Africa y Europa del este. Ni que decir tiene que no hay una senda evolucionista necesaria hacia la democracia liberal con- solidada; la senda es fragil y esta salpicada de obstéculos: el ancla- je de la democracia liberal en diversas comunidades politicas es to- davia inseguro y esti abierto a serios desafios. Si examinamos la escena politica a comienzos del siglo x01, hay buenas razones, sostienen los escépticos, para pensar que este pe~ riodo es la era del Estado moderno, Ocurre, en efecto, que en mu- chos lugares los Estados han venido reclamando de forma crecie te el monopolio de! uso lepitimo de la fuerza y de la regulacién judicial, han establecido fuerzas militares permanentes como siin- bolo de estatalidad a la vez que como medios para garantizar la se- guridad nacional, han consolidado mecanismos de tributacién y redistribucién, han establecido infraestructuras de comunica de émbito nacional, han querido sistematizar una lengua nacional u oficial, han elevado los niveles de alfabetizacién y han creado un Una recomnparsvidn del posler politica? 25 sistema de educacisn nacional, han promulgado una identidad na- ional y han construido una serie diversa de instituciones politicas, econémicas y culturales. Ademiis, muchos Estados, de Occidente y de Oriente, han intentado crear complicadas instituciones asis- tenciales, en parte como medio para promover y veforzar la solida- ridad nacional, instituciones que incluyen la sanidad publica y la seguridad social (Ashford, 1986). Por otro laclo, los Estados de la OCDE han disedado estritegias de gestiGn macroeconémica, que han ido desde Ia gestién keynesiana de kt demanda entre los aos sctenta hasta el extenso uso cle medidas por el hadlo de ile principios de los aiios ochenta, a fin de contribuir I oferta el al desarrollo econémico sostenido y al empleo generalizado. A me- ude el éxito en estos imbitos se ha mostrado elusivo, pero las es- trategias y politicas econémicas de los Estados-nacién occidentales han sido emuladas en muchas regiones del mundo. Ciertamente se puede decir que gran parte de esta «emula- cién» ha sido mas el resultado de la necesidad que de la eleccién, Es claro yue Ja descolonizacién no ered un mundo de Estados almente libres. La inllucncia del eomercio, fa industeia y la or unieacién politica dle Oe I gobierno disecto. Con frecuencia los poderoses intereses econdmicos nacionales se Jas han arreglado para mantener posiciones hegeménicas sobre Jos antiguos territories coloniales mediante la sustitucién de «una {visible de gobierno» por el «gobierno invisible» de las presen Corporaciones, los bancos y las organizaciones internacionales (cl FMI y el Bano Mundial, por ejemplo) (Ferro, 1997, pags. 349-350). Isis atin, entreverado con todo esto, hemos visto emo los intereses sedimentados y las maquinaciones de lis grandes potencias han pugnade por conseguir posiciones de ventaja, cuando no se han dispurado Ia hegemonia (Bull, 1977; Buzan, Little y Jones, 1993), Pueden haber cambiado los papeles xeopo- liticos ue los Estados individuales (por ejemplo, los cambios en ha posicién relativa del Reino Unido y de Francia durante el siglo xx, de imperios globales a porencias de rango medio), pero ¢s0s cambios se han acomodado a las estructuras prevalecientes del oxden mundial —el moderno sistema estatal y las relaciones eco filistas— que han gobernado las elecciones estraté- agmicus capi gicas planteadas a las comunidades politicas. La naturaleza res- tringida de esas elecciones ha quedado més clara con el colapso del comunismo soviético y la divisién bipolar del mundo estable cida durante la guerra fria. En consecuencia, los programas de desarrollo de los Estados en el Africa subsahariana, en Asia y América latina han tendido a adquirie una configueacién unifor me —liberalizaci6n de mercados, recortes asistenciales, minima regulacién de los Hlujos privacios de capisal, desregulacién de los mereadlos laborales— y a ser gobernados por la necesidad politi ea y econdmica mis que por el disefo piblico. Con todo, por limitado que sea el control real que la mayoria de los Estados poseen sobre sus testitorios, por lo general han de- fendido con uias y dientes su soberanfa —su derecho al poder— y su autonomia —su capacidad de elegir las formas apropiadas de desarrollo politico, econémico y social—. Los caracteristicos «acuerdos» que los gobiernos establecen con sus ciudadanos si guen siendo fundamentales para su legitimidad. Las decisiones efectivas de los Estados varian enormemente segiin su ubicacién en la jerarquia de Estados, pero, en la era de los Estados-nacién, la independencia que otorga la soberania, en principio, sigue siendo de gran importancia para todos los Estados. Los Estados, modernos son comunidades politicas que crean las condiciones para establecer comunidades nacionales de destino; y muy pocas, sies que hay alguna, estan dispuestas a renunciar @ ello. Aunque las decisiones politicas nacionales estan constrefiidas, siguen con- tando y siguen siendo el centro de intensos debates y delibera. ciones piblicas, Segiin los escépticos, Ias tradiciones politicas na- cionales aiin estan vivas, todavia se pueden lograr acuerdos entre los gobiernos y los electorados, y los Estados continGan, dada la voluntad politica, gobernando. El negocio de la politica nacional s tan importante o més de lo que lo fue durante el periodo en-el, que se formaron los primeros Estados modernos. La competen- cia con la que este negocio se lleva a cabo es de suma importan- cia para todos aquellos que viven en una comunidad delimicada. Construir fuertes poderes estatales en los paises desarrollados, y nutrir esos poderes alli donde son frégiles o inexistentes en mu- chos paises en vias de desarrollo, es el principal desafio estatal de Una recomposicidn del poder politico? 2/ la politica contemporsnea si se quiere ser competente —en lu eje- cucién de politicas econémicas, sociales y asistenciales— y si se quiere cumplir con los objetivos nacionales (véase el capitulo 8, pags. 127-129). Dentro de la teoria de las relaciones internacionales, ha sido el «realismo» el que mis sistemiiticamente ha explorado las implica- ciones que para los asuntos internacionales tiene que concebir el Estado como el principal elemento de la politica (véase Morgent- hau, 1948; Wighe, 1986; S. Smith, 1987). En el contexto de un sis tema global de Estacos, el realismo concibe al Estado como una entidad unificada cuyo principal empefio es promover y defender su interés nacional, En su forma mas simple, la posicién cealista considera al Estado como un vehiculo para garantizar el orden na- ional e internacional mediante el ejercicio del poder nacional. A fin de sobrevivir y desarrollarse, los Estados deben perseguir sus objetivos en un entorno politico altamente incierto y competitivo. En consecuencia, el realismo plantea que el sistema de Estados so- beranos es de naturaleza inexorablemente andrquica, y que esta anarquia fuerza a todos los Estados, ante la inevitable ausencia de un drbitro supremo que obligue al comportamiento moral y a res- petat los eddigos internacionales acordados, a ejercer una politica de poder a fin de ver cumplidos sus vitales intereses, Esta concepcién de realpolitik de los Estados ha tenido una significativa influencia tanto en el anillisis como en la practica de las relaciones internacionales en tiempos recientes, pues ofre- ce una clara explicacién prima facie del caos y el desorden de Jos asuntos interestatales, particularmente en él siglo xx. Desde esta perspectiva, el modesno sistema de Estados es un «fuerza limitadora» que siempre desbaratara cualquier intento de diti- ir las relaciones internacionales de un modo que trascienda la politica del Estado soberano. En este sentido, la reafirmacién del poder del gj americano tras los atagues del 11 de sep- tiembre es el resultado inevitable canto de la provocacién que representa el ataque a Estados Unidos como de la légica de po: der de los asuntos internacionales, légica que requiere que dicho asalto sea respondido con una represalia clara y, si es posible, decisiva. Un Estado poderoso, en este caso una potencia hege- ménica, debe actuar para mantener su posicié interés nacional. El realismo cuestione la idea de que la construi tenimiento del orden internacional pueda trasceader la ISgica de Ja politica de poder. El orden internacional es el orden produci do por los Estados més poderosos. Esta concepcién refuerza la actitud escéptica hacia la posibilidad de que alguna vez exista una cooperacién global genuina y se logren acuerdos internacio- ales robustos en un sistema de Estados soberanos. Este escepti- cismo encuentra apoyo en la concepcién estatocéntrica del orden como un orden inicrestatal: los Estados son los principales acto- res en los asuntos internacionales. En la medida en que los demas actores tienen influencia en las condiciones politicas y econémi cas globales, ello ocurrira dentro del marco constituide y domi: nado por los Estados (Waltz, 1979, pig. 94; Gilpin, 1981, pag 18). Por lo dems, las instituciones internacionales se consideran, bien como inefectivas bien como en gran parte epifeaoménicas, ¢s decir, carentes de poder causal auténomo (Strange, 1983; Me arsheimer, 1994). Los Estados estiin por encima de cualesquiera otras entidades politicas y el orden mundial esté modelado de forma decisiva por los Estados mis poderosos. A fecha de hoy, la continuidad de estas estructuras es mucho mas importante que cualquier otro desarrollo politico. in o el man- Hacta UNA pOLitica GLOBAL Los globalistas por lo general pondrian en cuestién muchos aspectos del andlisis anterior. Su argumentacién discurre del mo: do siguiente. La concepcién tradicional del Estado, en la que ésce representa Ia unicad fundamental del orden mundial, presupone su homogeneidad relativa, es decir, que es un fendmeno unitario con un conjunto de propésitos singulares (Young, 1972, pig. 36), Pero el crecimiento de las organizaciones y colectivos internacio- nales y transnacionales, desde las Naciones Unidas y sus organis mos especializados hasta los geupos internacionales de presi6n y os movimientos sociales, ha alterado la forma y la dindmica tanto “Aa eegommpesicinn wet puter omens del Estado como de la sociedad civil. EI Estado se ha convertido en un campo de batalla fragmencado de ejecucidn de politicas, pe- netrado por redes transnacionales (gubernamentales y no guber- namentales) ast como por instituciones y fuerzas nacionales. Del mismo modo, la amplia penetracién en la sociedad civil de fuerzas transnacionales ha alterado su forma y su dindmica. Se ha producido una transformacién de la naturaleza y la For- ma de la vida politica. En el periodo contemporineo esta trans- formacién ha adoptaclo la forma caracteristica de una emergente «politica global», esto es, la extensi6n cuca vex mayor de las redes politicas, cle la interaceién y de la actividad en ef mbito politico. Las decisiones y acciones politicas en una parte del mundo pue~ den tener nipidamente ramificaciones a escala mundial. Los focos de accién y/o toma de decisiones politicas pueden quedar enlaza dos mediante rapidas comunicaciones en complejas redes de inte raccidn politica. Acompaiando a este «estiramiento» de la politi- cea esti la intensificacién 0 profundizacién de procesos globales hasta tal punto que Ja «accidn a distancia» penetra en las condi- es y los mundos cognitivos de lugares 0 comunidades, especificas (Giddens, 1990, cap. 2). Como consecuencia, los xcontecimientos del ambito global —ya scan de indole econémi- ca, social 0 medioumbiental— pueden tener casi instanténeamen- te consecuencias locales, y viceversa. La idea de la politica global supone un desafio para las dis- tinciones tradicionales como nacional/internacional, territo- tial/no territorial, dentro/fuera, tal como han sido asumidas en las concepciones convencionales de la politica interestatal y de «lo politico» (véase Held y otros, 1999, caps. 1, 2 y 9). También pone de relieve la riqueza y complejidad de las interconexiones que trascienden los Estados y las socieclacles en el orden global. Por otro lado, la politica global en Ia actualidael —sostienen los plobalistas— afecta no sélo « las cuestiones tradicionales de geo- politica sino también a una amplia gama de cuestiones econdmi- cas, sociales y ecol6gicas. La contaminacién, las drogas, los dere- chos humanos y el tervorismo engrosan las filus erecientemente umerosas de temas de politica transnacional que no saben de ju risdicciones tersitoriales ni respetan los alineamientos politicos existentes, y que requieren de la cooperacién internacional para su efectiva resolucién. Las naciones, los pueblos y las organizaciones estan enlaze dos, ademés, por muchas formas nuevas de comunicacién que trascienden las frosteras. La revolucién digital en microelectré nica, en tecnologia de la informacién y en ordenadores ha esta- blecido vinculos a escala mundial vistualmente simulténeos que, en combinacién con las tecnologias de la telefonia, la televisi6r, el cable, el satélite y el transporte aéreo, han alterado profunda. mente la naturaleza de la comunicacién politica. Se ha quebrado Ja intima conexién entre y «enemigos» se hace di fusa. Esta distincién tenia mucho sentido en el periodo de las ba- tallas concentradas, cuando el mismo campo de batalla estaba relativamente delimitado. Pero bajo las condiciones de la guerra tecnolégica moderna, el impacto de una guerra puede ser tan de- vastador para un «amigo» como lo puede ser para un «enemigo». Con el incremento de la interconexién global, tiende a decre- cer el alcance de las decisiones politicas estratégicas que los go- biernos individuales tienen a su disposicién y la efectividad de muchos instrumentos tradicionales de accién politica (véase Keo- hane y Nye, 1972, pags. 392-395; Cooper, 1986, pags. 1-22). Esta tendencia se debe, en primer lugar, a la creciente irrelevancia de muchos controles fronterizos —ya sean formales o informales— que tradicionalmente servfan para restringir las transacciones de bienes y servicios, de factores de produccién y tecnologia, de ideas y contenidos culturales (véase Morse, 1976, caps. 2-3). El resulea- do es un cambio en los costes y beneficios relativos de optar por acciones politicas diferentes. Los Estados sufren una disminuciéa adicional de poder porque la expansién de las fuerzas transnacio- ¢Ulnw eecounponiciin del poder politico? — 35 nales reduce el control que pueden ¢jercer los gobiernos indivi- duales sobre las actividades de sus ciudadanos y oteas gentes. Por cjemplo, la mayor movilidad del capital, provocada por el desa- rrollo de los mercados financieros globales, transforma el equili- brio de poder entre mercados y Estados y genera una poderosa presién sobre los Estados para que desplieguen politicas favora- bles a los mercados, lo que incluye resttingir los déficits pablicos y poner freno al yasto ptiblico, especialmente en bienes sociales; reducir los niveles de tributacién directa hasta hacerlos interna. cionalmente competitivos, y también incluye privatizaciones y la dlesregulacién de los mercados laborales. Las decisiones de los in- versores privados'de mover su capital sin rener en cuenta las fron- terus puede umenazar los presupuestos asistenciales, los niveles de tributacién y otras politicas gubernamentales. En verdad, la auto- nomia de los Estados esta comprometida: los gobiernos cada vez encuentran mis dificultades para llevar a cabo sus agendas nacio- nales sin cooperar con otras instituciones, politicas 0 econémicas, que estan por encima y mas alli del Estado, En este contexto, muchos de los dominios tradicionales de actividad y responsabilidad estatal (defensa, gestidn econdmica, sanidad, ley y orden) ya no pueden ser garantizados sin institu. cionalizar formas multilaterales de colaboracién. A medida que han ido aumentando las demandas sobre el Estado en los afios de posguerra, éste se ha visto enfrentado a toda una serie de proble- ‘mas de accién politica que no pueden resolverse adecuadamente sin cooperar con otros Estados y actores no estatales (Keohane, 1984; McGrew, 1992). En consecuencia, los Estados individuales no pueden ya por si solos resolver los problemas decisivos de ac- cin politica.o realizar de forma efectiva un amplio abanico de funciones publicas. Estos argumentos sugieren que el Estado moderno est cada vez mas sumido en redes de interconexién regional y global pe- netradas por fuerzas supranacionales, intergubernamentales y transnacionales, y que es incapaz de determinar su propio futuro. Estos desatvollos —se dice también— desafian tanto ala sobera- infa como a la legitimidad de los Estados. Desafian a la soberania porque la autoridad politica de los Estados se ve desplazada y 36 Globslizacién/Antiglobalizacion 3 ew lobales de poder, ya rrometida por los sistemas regionales y globales de p Scan politicos, econémicoso culturales. Desffan ala legitimidad del Estado porque, con la mayor interdependencia regional y glo- bal, los Estados no pueden suministrar bienes y servicios funda. mentales a sus ciudadanos sin la cooperacién internacional, y aun esta tltima puede resultar bastante inadecuada frente a proble- mas globules —desde el calentamiento global hasta los volatiles movimientos de los mercados financieros— que pueden escapar a la regulaci6n politica. En la medida en que la legitimidad poli tica depende de la competencia y la capacidad para «suministrar bienes» a los ciudadanos, esta sometida a creciente presién, Lu globalizacién —concluyen los globalistas— esta erosionando la capacidad de los Estados-nacién de actuar inde endientemente ena articulacién y consecucién de objetivos politicos nacionales ¢ internacionales: el poder y el papel del Estado-nacién terzitorial esta siendo transformado. Pese a lo que afirman los escépticos, el poder politico se esta recomponiendo. Capitulo 3 ELD) INO DE LA CULTURA NACIONAL Durante largos periodos de la historia de la humanidad la ma- yoria de la gente vivia dentro de una red de culturas locales, Mien- tras la formacidn y expansién de las grandes religiones mundiales y de los imperios premodernos portaban ideas y creencias a través de las fronteras con decisivos impactos sociales, el vehiculo mas importante de este fenémeno, en ausencia de una intervencién mi litar y politica directa, era el desarrollo de redes de cultura de cla. se dominante (Mann, 1986). Hubo rhomentos en qiie estas redes arraigaron profundamente en el mosaico fragmentado de culturas locales, pero para la mayoria de la gente, la mayor parte del tiem. Po, sus vidas y sus rutinas cotidianas permanecieron précticamen- teinalteradas. Antes del surgimiento de las nacioues y los Estados. naci6n, la mayor parte de la comunicacién y la interaccién cultural fenia lugar bien entre élites o bien en ambitos muy locales y res- tringidos. Era escasa la interaccién que se producia entre la corte y la aldea. No fue hasta el siglo xvur cuando surgié entre estos dos extremos una nueva forma fusionada de identidad cultural. La HISTORIA DE LA CULTURA NACIONAL: EL RECURSO DE LOS EscieTICOS El auge del moderno Estado-nacién y de los movimientos na- cionalistas alteré el paisaje de la idéntidad politica, Las condicio- ‘nes implicadas en la creacién del Estado moderno a menudo fueron también las condiciones que generaron un sentido de nacionali- dad. Al tiempo que los hacedores del Estudo ansiaban centralizar y reordenar cl poder politico en territorios circunscritos y asegu- sar y fortalecer su base de poder, se hacian dependientes de for-

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