DOMINGO 321.

ordinario C ,
La vida definitiva se expresa en nuestra fe en la
resurrección. Los primeros cristianos esperaban con
gran intensidad ¡a venida del Señor. Confesamos
nuestra fe en el domingo, día en que Cristo ha
vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de
su vida inmortal
La celebración eucarística nos confirma la certeza de
que Cristo nos acompaña en la vida hasta que
venga en su gloría. Si caminamos a su lado El
no se va a apartar. Seamos con nuestra vida
testiaos de la resurrección.
ORACIÓN: Dios de poder y misericordia
aparta, propicio, de nosotros toda
adversidad, para que, bien dispuestos
cuerpo y espíritu, podamos aspirar
libremente a lo que te pertenece. Por nuestro DIOS NO ES DIOS DE
Señor Jesucristo. MUERTOS,
Primera lectura. Los famosos hermanos Macabeos SINO DE VIVOS
afrontaron la muerte llenos de esperanza en la resu- veamos libres de la gente perversa y malvada; porque
rrección. Es el primer momento en que el AT hace pro-
la fe no es de todos. El Señor, que es fiel, os dará
fesión de fe en esta verdad revelada
fuerzas y os librará del Maligno. En cuanto a vosotros,
2 Macabeos 7,1-2.9-14: En aquellos días, sucedió que
estamos seguros en el Señor de que ya cumplís y
arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los
hizo azotar con látigos y nervios para forzarles a comer seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos mandado.
carne de cerdo, prohibida por la ley. Uno de ellos habló Que el Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de
en nombre de los demás: «¿Qué pretendes sacar de Dios y la paciencia en Cristo.
nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que Evangelio. Jesús huye de las cuestiones teóricas,
quebrantar la ley de nuestros padres». El segundo, sobre todo cuando se plantean únicamente desde
una visión y una medida humanas, sin más
estando para morir, dijo: «Tú, malvado, nos arrancas la
trascendencia. Jesús proclama y resalta que Dios lo
vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su es de vivos y que está de parte de la vida.
ley, el Rey del universo nos resucitará para una vida ® LUCAS 20, 27-38: Se acercaron unos saduceos, los que
eterna». Después se burlaron del tercero. Cuando le dicen que no hay resurrección, y le preguntaron a Jesús:
pidieron sacar la lengua, lo hizo enseguida y alargó las «Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su
manos con gran valor. Y habló dignamente: «Del Cielo hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer
las recibí y por sus leyes las desprecio; espero como esposa y dé descendencia a su hermano”. Pues bien,
recobrarlas del mismo Dios». El rey y su corte se había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y
asombraron del valor con que el joven despreciaba los el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y
tormentos. Cuando murió este, torturaron de modo murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la
semejante al cuarto. Y, cuando estaba a punto de morir, mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la
dijo: «Vale la pena morir a manos de los hombres mujer? Porque los siete ia tuvieron como mujer. Jesús les
cuando se tiene la esperanza de que Dios mismo nos contestó: «En este mundo los hombres se casan y las
resucitará Tú, en cambio, no resucitarás para la vida». mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de
• Salmo 16,1.5-6.8.15: Al despertar me saciaré de tu tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre
semblante, Señor. los muertos, no se casarán ni ellas serán dadas en
Segunda lectura. Pablo exhorta a los tesalonicenses matrimonio Pues ya no pueden morir, ya que son como
a perseverar, ya que la fuerza de Dios esta siempre ángeles; son hijos de Dios, porque son hijos de la
con nosotros para darnos aliento. resurrección. Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo
• 2 Tesalonicenses 2,16-3,5: Que el mismo Señor Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor:
nuestro, Jesucristo, y Dios, nuestro Padre, que nos ha “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios
amado tanto y nos ha regalado un consuelo eterno y de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».
una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y
os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras
buenas. Por lo demás, hermanos, rezad por nosotros,
“Ni conocéis las Escrituras ni
para que la palabra del Señor siga avanzando y sea el poder de Dios
glorificada, como lo fue entre vosotros, y para que nos
IGLESIA DIOCESANA
Yo soy la Iglesia, tú eres la Iglesia

¡somos la Iglesia de Jesús!

"Sil

Ven hermano y ayúdame, Ven

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hermano y ayúdame a construir la

Iglesia del Señor!
Qué hermoso es la comunión que queremos en
la casa de la Fraternidad!
En comunión con los que no creen igual, con los que no celebran
igual, con los que no piensan igual. Entre los que buscamos un
mismo sentir fundamental.
Una comunión que no se rompa por las tensiones, sino que las
asuma.
Una comunión que no se quiebre por las divergencias, sino que
las haga converger.
Una comunión que no encubra las discordias, sino que las afronte
y supere.
¡Qué hermosura de Comunión!
[Qué hermosa es la Unidad que queremos: una
Iglesia plural en una Casa Común!
Donde cada creyente tenga su palabra, su carisma y su
compromiso; el teólogo, su aclaración; el profeta, su denuncia, y
cada comunidad, su estilo, su expresión de la fe.
Casa universal; cada uno con su creencia y sus dudas, con sus
ideas y sus vivencias, con su pecado y sus esperanzas y con su
buena voluntad.
¡Qué hermosura de Unidad!
¡Qué hermosa es la Iglesia que queremos: casa siempre abierta
de puertas y ventanales transparentes, soleados, aireados!
Hogar de los que buscan, familia de familias, comunidad de
comunidades, Iglesia de iglesias.
¡Qué hermosura de Iglesia!
¡Qué hermosa es la Comunidad que queremos: residencia de
Dios en la tierra, presencia de Dios en el barrio, lugar de
comunión eclesial, espacio de encuentro comunitario! Casa
siempre en construcción, siempre reformándose, según
los planos del Maestro de obras.
¡Qué hermosura de Comunidad/ Joaquín Suárez
LA ESPERANZA ES LA FUERZA DE LA
GLESIA.
La Iglesia se compara con una barca. Pero la barca
no sólo necesita un mástil maestro que la mantenga en
equilibrio, ni sólo de un timón para guiarla en la ruta.
Necesita también una vela que recoja el viento y la haga
avanzar hacia su destino. Esta vela es precisamente la
esperanza que recoge el soplo del Espíritu y hace que la
barca camine ligera sobre las aguas. Nada puede
sustituirla, ni la prudencia de los ancianos, ni el vigor de
los jóvenes.
La esperanza es la fuerza de la Iglesia. Cuando
aparece todo es distinto, aunque nada haya cambiado
externamente. Yo he hecho esta observación: en marzo o
abril, es decir, en primavera, hace a veces el mismo frío
intenso que en noviembre o diciembre, es decir, en
otoño; pero el frío de abril me da menos miedo, incluso
lo siento menos, que el de noviembre, porque sé que el
verano está al llegar. Es un frío vivido con esperanza,
mientras que en noviembre sé que me espera el
invierno.
El misterio de la esperanza consiste en que ella
hace ser aquello que espera. No es como las esperanzas
humanas que son espera de algo que se desea que
suceda, pero que puede, fácilmente, no suceder. No.
La esperanza teologal nunca es vana. «No decepciona»
(Rm 5,5); no puede defraudar porque la garantiza Dios,
para quien nada es imposible. Por tanto, si la cosa
esperada —en nuestro caso, la renovación—no se
realiza, la conclusión que se debe sacar no es: «Se ve
que era exaltación y sentimentalismo; no estaba en los
planes de Dios». No, la conclusión justa que debemos
sacar es: «La renovación no se ha producido porque
nosotros no la hemos esperado». Dios la quería, pero
como respuesta a nuestra esperanza y a nuestra
colaboración.
Cuando existe esta esperanza, se tiene el valor de
gritarle a Dios que se despierte sin que suene
irreverente. De hecho, en la Biblia no es sólo Dios el que
grita al hombre: «¡Despiértate, despiértate!», es también

ORA Y COLABORA el hombre quien, en oración, se lo grita a Dios.

«Despiértate, Señor, ¿por qué duermes?» decimos en los
salmos. «Vuelve a despertar tu fuerza y ven en nuestro
leer, releer, orar y difundir
auxilio»