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La sexualidad: distintas miradas psicoanaliticas Judith Goldschmidt limitarse al tema del titulo? :Puede uno ignorar que hablar de sex: dad es tocar un punto neurilgico de n que de otros tantos gue p supervivencia misma del psi- is? Por otra parte, como el témino es extremadamente ico, cada enfoque tendré que asumir sus propias limitaciones. caso de esta comunicacién, me detendré en dos cuestiones: ue ataiie fondamentalmente al ambito intrapsicoa nos aspectos de las brechas abiertas en el edi do por Freud. 2) que excede el bi ta: la problem enfocar la identidad Lo pulsional cuestionado so stn Gotti En sintesis, la pulsion, en su manifestacién sexual, aparece como et agran factor motorizador del acontecer humano. Ya en los albores del psi- coanilisis hubo quienes realizaron fuertes criticas al modelo. No obstan- te, tales contflictos no parecieron afectar al movimiento en su micleo. Los disidentes de la primera hora eran alejados o se alejaban en forma espon- tinea sin afectar demasiado a los que permanecian fieles a los modelos originariamente plaateados. Hoy en dia, la situacion es otra. Es imposi- ble ignorar que una gran divisoria de aguas se produce alrededor de lo pulsional. Tenemos, por un lado, en Francia, a los que se mantienen fic- lesa la idea de una pulsionalidad procedente del cuerpo abre paso hacia el representacional, trabajo psiquico por excelencia. El corazén de esta teo- rizacién radica en la fuerza de la sexualidad. Green, como el mis cons- picuo de sus representantes, defiende esta postura y teme por su d a manos de as lamas “torias de a elaciones de objeto” que rizar lo procedente del otro, de lo exterior, pone en entredich ‘como sujeto de la pulsién. Alarmado, Green (1997, pig 39) del psicoanilisis ‘una excepeién a esta figider, ctx) en lo que puote verse la influen anglosajén, toda vez que Francia parece co 1a samualtad:dstintas mitadas picosnalicas a demas y no las pusiones pla i bgp it “EI desco siempre se experimenta en el contexto dela relaién y este contexto define su significado, La mente esti compuesia de configi- raciones relacionales. La persona s6lo es ineligible dentro de la rama de sus relaciones pasadssy presente, La busqueda analitica implia ol descubrimiento, la partcipcién, la observacibn y la tansformacién de estas reaciones y de sus representacionesintenas jportancia de lo pulsional, ;dénde queda lo sexnal izaciones? Si bien este tema no desaparece como perder su relacién con el empuie pulsion iencia planteada desde estas posiciones encontradas prodi- tipos de reaceiones en los psicoanalistas contemporaneos, cuales destacaria dos: por un lado, gran parte de escuelas, por ejemplo en los Estados Unidos, no registran la existencia de posturas ue no se originan en su émbito cultural idiomitico, tales como las del pensamiento francés 0, por qué no, las del Rio de que se pierde la oportunidad de una genuina con! or otro lado, ciertos grupos cuyos miembros sienten que la Jjaque de la sexualidad pulsional es equivalente a la pérdida de la espe~ cificidad del psicoaniilisis, idea que despierta panico, y cuyo n es el de decretar la inutilidad de la discusién con aquellos que no parten sus axiomas de partida. Como se verd, en los interca nentes al tema parece haberse Hlegado a un callején sin salida, ¢Habré algin tipo de solucién frente al estancamiento pres como referente de numerosos adeptos al campo Yeamos cul eel pensamieno de J. Laplanch endo él un corocedor como pocos de est ctr bisicos, introduciendo en ellos los cambios ast originados. Es éste el destino que dentro de su teorizacién sufie la pulsién, No duda de su fuer- za impulsora pero cuestiona el origen biolégico que le adjudica Freud. Segiin este autor, la sexualidad es implantada en el nifo por los adultos que cuidan de él, Este seria el verdadero punto de partida de la sexuali- dad infantil, Rescatando la primitiva teoria freudiana de la seduccién sexual, Laplanche le otorga otra dimensién: sostiene que una seduccién originaria tiene lugar a partir de los contactos entre el adulto y entregado a su custodia. A través de los cuidados pare cambios sensoriales producidos por medio de la voz, el olfato, los adultos transmiten al nifio una serie de mensajes de indo- le sexual, no s6lo desconocidos para é! sino también para el adulto que los emite, Parte de estos mensajes serin simbolizados, pero siempre quedara un resto no “metabolizable”, indescifrable, que va constituyen- do el inconsciente. Es este resto desconocide el que pulsionari desde las representaciones reprimidas del inconsciente originario. Comparemos ahora esta postura con la de aquel que hemos elegido ‘como paradigma de la teoria pulsional: A. Green, La discusién entre ambos alrededor del origen de las pulsiones, apasionada por momen- co. mnes con los otros porque “ jo que no sea investido por esa investidura introduciendo en eiia olarizaciones, podria con- siderarse que se jamental, uma mirada mas |La sorualidac dstniae miadae psiccenaiticas 3 Ja pulsién no se pondria en funcionamiento. Por otta pa Laplanche aduce que, si bien combate la idea de un inconsciente en gente exelusivamente de la organizacién bio de desconocer la biologia en el ser humano, contexto. Sostiene que lo biolégico pertenece al tual”, que debe distinguirse de lo “pulsio na, sin dejar de ser importante, no ¢s total Habri que preguntarse: zon tan decisivas sus diferencias? El ori 'gico © no de la pulsién, ¢mareari diferencias de enfoqui homogéncas en sus sostenedores respectivos en el momento de transmisor y receptor de los bles? 20 sera ‘miento, pulsién y Con respecto a las escuelas de tendencia relacion con las propuestas de Laplanche son bastant iblemente ligados: a ser un implante en el émbito corporal constituyente sexual. i Vemos asi que Laplanch offece cierto fecunda, Lo e @ tener en cuer 34 Judith Goldschmict ge ery assem Identidades puestas a prueba Otro tema de controversia en derredor de Ja sexualidad es el de la identificacion y la identidad. En este territorio se ha producido una verdadera revolucién que ya no sélo afecta a un concepto de nivel teé- rico. Ahora pasamos a cuestiones mas viscerales como: {qué es ser hombre?, ,qué es ser mujer?, ,cémo se definen?, ;quién los define?, jes cierto que la anatomia es el destino?, ,quién tiene derecho a opinar sobre estas cuestiones? . Hasta épocas bastante recientes, el psicoandlisis, representado por las sociedades psicoanaliticas vinculadas a la Asociacion Psicoanalitica Internacional, no habia cuestionado el heterocentrismo, ni que al cuer- po femenino le correspondia la feminidad, o que al cuerpo masculino i correspondia la masculinidad, situaciones que conllevaban a que el objeto sexual de cada sexo fuera el del sexo opuesto. Lo que se alejaba de este esquema era encarado muy frecuentementedesde el punto de vista de la patologia. Paradéjicamente, habia sido justamente Freud quien no consideré el deseo homosexual como una forma de enferme- dad, sino como una disposicién hallable en la constitucién sexual de todos. No obstante, los desarrollos ulteriores del psicoandlisis fueron estrechandose cada vez mas alrededor del heterocentrismo, con tenden- cia a patologizar las diferencias. Quien se ha planteado el tema como objeto de investigacién desde un punto de vista estrictamente psicoanalitico a lo largo de muchos aos ha sido R, Stoller. Sus estudios, a diferencia de las pruebas masi- vas administradas a cantidades de sujetos, se bas6 en experiencias cli- nicas con sujetos individuales. Apoysindose en las experiencias de imprinéing estudiadas por Lorenz con algunas aves, legé a la conclu- sion de que: “(.,.] lo biolbgico y lo psicolégico solo representan dos esquemas conc os mismos datos”. A partir de Ja dificultad plan ico de lo adquirido, Stoller decidié di: wrospondientes ai sexo eh al género son mascul a —— La sexualidad: distintas mirades psicoanaiticas 95 totalmente independientes del sexo biolégico. Segin este autor, la influencia de la crianza tiene tanta fuerza como Ia biologia en la deter- minacién del género, imponiéndose unas veces una y otras veces la otra. No obstante, salvo raras excepciones, las fuerzas psicoldgicas posnatales son las que mayor influencia ejercen en la creaciGn de la identidad de género, siendo las fuerzas bioldgicas controladas genéti- camente las que silenciosamente refuerzan el proceso. Es en este mismo sentido, la importancia de io adquirido, que gira la idea de que el género es construido desde el nacimiento en adelan- te, a partir de los mensajes que el entorno transmite al infans. Idea que constituye cl basameuto tedrico de los postulados de Laplanche, quien, como ya se ha sefialado, afirma que el yo del nifio se estructu- 1a a través de los mensajes enigmaticos que los ottos significativos inconscientemente le transmiten. El concepto de identificacion es visto bajo una luz algo diferente como resultado del enfoque laplan- cheano. Laplanche sugiere que a identificacién con el padre de la prehistoria no es una “identificacién con”, sino un “ser identificado como”. Siguiendo esta linea de pensamiento, E. Dio (2009) explica la temprana adquisici6n de la identidad de género no solo a través de la identificacién con el padre del mismo género, sino porque el/ella serdn identificados como nifia © varén por el entorno, La nifia seri nombrada a través de un “ella” como ta madre y en forma diferente al nombramiento del padre. El nifio seré nombrado como lo es el pad Y diferente af de la madre. Estos pronombres son parte basica de enunciados identificatorios que hacen a la autotrepresentacién self, siendo éste un pequeio ejemplo acerca de cémo la identidad género se va construyendo en el dia a dia a lo largo de vés del discurso, para mencionar sélo uno de los rubro: cuales los cuidadores y los representantes de la cultura van i do Ia autorrepresentacién del género. Por tiltimo, no puede dejar de mencionarse a Jud y docente de la UCLA, Berkeley, especialista en temas representa al pensamiento més alejado de lo convencional en est campo. Butler aboga por la supresién de la categorizacién bi heterocentrada atinente al género que rige en ca: toda la culty ‘6 rds Gubdschunict “natural” en este rubro es engafioso e inexistente, que todo aquello que tomamos como tal es resultado del trabajo que la cultura real sobre aquello que pensamos como mas auténticamente bioldgico: el rpo. Segiin ella, no existe un cuerpo biolégico, No hay posibilidad de un acceso a “lo natural” como si “lo natural” fuera algo “originario” e “independiente de concepeiones culturales”. Desde esto que ama- ‘mos “naturaleza” se disciplina a los cuerpos de manera tal que se cons~ tiruyan como cuerpos deseantes de lo que no son (o del sexo que no son). Es decir, no hay nada natural en que los hombres deseen a las mujeres, y viceversa. Que la categorizacion de género esté determina- da culturalmente con exclusién de lo natural, la leva a pensar la iden- tidad de género como una categoria histérica, lo cual es equivalente a reconocer que, como manera de configurar culturalmente un cuerpo, el bierto a un continuo remodelamiento. Si ni la “anato- nia” ni el “sexo” escapan a la normativa cultural, es dable pensar que la atribucién misma de la feminidad a los cuerpos femeninos, como si fuera una propiedad natural o necesaria, ocurre dentro de un encuadre normativo donde la asignacién de la ferminidad a “la hembra humana” es en si misma uno de los mecanismos de produccién del género. Los términos como “masculino” o “femenino” estén notoriamente sujetos al cambio; existen historias sociales para cada uno de esos términos; su significado muta radicalmente segiin las fronteras geopoliticas y las obligaciones culturales que determinan lo que imagina el otro (quién imagina a quién) y con qué finalidad. Asi, los términos de la designa- cién de género jamas se fijan de una vez. para siempre, sino que estan continuamente en proceso de remodelamiento. J. Butler, no obstante provenir de otro campo, utiliza la teorfa psico- analitica como base de sus reflexiones. Para dar cuenta de la constitu- cion del género desde los origenes, encuentra grandes coincidencias con el pensamiento de Laplanche. Para pensar en las consecuencias suftidas por las personas que viven fuera de la normativa vigente con respecto al género asignado, toma las ideas de Freud en “Duelo rmativamente mufren por la jdas como 2 sexvatiaa: cstias mirades psicoanatinicas a valiosas o dignas de ser tenidas en cuenta. Las asemeja a las de aque- las primeras victimas del sida que, al morit, no eran consideradas merecedoras de ser Horadas ni objetos legitimos de duelo. Con este ejemplo, J. Butler intenta demostrar cémo las normas sociales adjudi- can o niegan lugares de reconocimiento a los miembros de la comuni- dad. Segin la autora, las personas que solicitan ser reconocidas como transgénero, al no ser ni-escuchadas ni reconocidas, pierden un lugar en la sociedad. Con el agravante que, tal como postula Freud en “Duelo y melancolia”, cuando dice que el melaneélico sufre una pérdida pero ro sabe qué ha perdido con ella, este sujeto ha perdido algo pero ese algo no es identificable porque la sociedad no fo reconoce como exis- tente. Ella seftala que la norma social, al hacer ofdos sordos a la demanda de cambio de género, origina una potencialidad melancélica. Aclara Butler que su intencién no es oponer una situacién psicolégica una legalidad social, no se trata de eso. No hay aqui patologizacién implicita. Todo lo contrario, hay una demanda hacia un cambio social, considerado, desde este punto de vista, como enfermante, Esta es una brevisima sintesis de In postura de J, Butler, escritora prolifica y militante activa en la difusién de sus ideas. Mas alla de que acordemos 0 no con sus propuestas, tal vez la pregunta en este Ambito seria: 2por qué tomar en cuenta esta postura radical que no proviene de tun psicoanalista? Tal vez sea esta pregunta la que ha llevado a las socie- dades psicoanaliticas a ignorar durante décadas los movimientos que representa, como irrelevantes. Afortunadamente, en los uiltimos tiempos se registra una salida de la endogamia institucional que nos permite per- cibir que algo en el imaginario social est cambiando respecto de sexualidad y que, por lo tanto, el psicoandlisis opera como una mienta til en manos de quienes reflexionan sobre este cam Bibliogratia ‘BUTLER, JUDITH (2007): El género en dispu

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