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MORELIA, MICH —1966— GARAPAN 7 ee ¢ Qué se propone la Estacién? ERIA falso pretender que el plan fué objeto de largos y mi- S nuciosos estudios. Les tengo desconfianza a esos proyectos farragosos y cobardes a fuerza de pura documentacién. En México padecemos de empiricismo, es verdad; somos victimas de un practicismo que disimula con ajetreo perezas intelectuales. Pe- ro atti quériéido réctificar tales pecados en nuestro caso, no quise incurrir en el otro defecto. Porque también en México en otros tiempos sufrimos ya de fa ciencia del papeleo. El plan de salirnos al campo, de trabajar sobre el terreno, de establecernos en los pueblos mismos era una aspiracién positivista que repudiaba la especulacién. De todos modos, estudiamos cuanto pudimos en los pocos dias de preparacién y escribimos, al fin y al cabo, muchas cuartillas. El programa fué tomando cuerpo. Yo, en mi calidad de director, bosquejé el proyecto general: rumbos, propésito, método. Carlos Basauri de etndlogo, list6 las observaciones que habrian de hacerse sobre la cultura de la Cafiada y sobre todos los fenédmenos del dominio de la etmologia. Miguel O. de Mendizdbal hizo la némina de los estudios econémicos: censo agricola, andlisis del régimen de propiedad, comercio y pequefia industria, observaciones del medio fisico-agricola. Se estudiarfan las modalidades del cultivo y dela explotacién rural; se impulsarian las mejoras aconsejables y se organizaria el pequefio crédito. Pablo GonzAlez Casanova delineé los estudios de lingiiistica relativos al tarasco y enfocé cl problema concreto de la castellanizacién de la poblacién. Salubridad no habia todavia nombrado el médico que adscribirfa a la Estacién pero el problema relativo merecié desde el principio la més cui- dadosa consideracién. Era de sobra conocido, especialmente por 18 MOISES SAENZ ja experiencia de las Misiones Culiurales, Se desdobla en tres partes: estudio de las condiciones morbolégicas; el auxilio médica y la obra de extensién, y Ja educacién higiénica del vecindario. En los aspectos culturales de instruccién y de recreacién queriamos qesarrollar las actividades que las misiones rurales habjian sefialado, completandolas quizd con una accién mas organizada en la comu- nidad adulta y con las expresiones no materiales de la recreacién. En cuanto a la instruccién de los nifios se pidié que todas las escuelas de la Cafiada quedaran bajo la direccién de la Estacién, considerando a los maestros como miembros de ella. La educacién de los adultos no habia merecido hasta la fecha, la atencién debida y nos proponiamos darle preferencia. Hariamos un cepso demografico y econémico, el mas exacto y detallado que jamés se hubiera levantado. Los datos etnolégicos recibirian especial cuidado. Pretendiamos hacer un catdlogo de la cultura material, e iniciar las investigaciones que a su tiempo arro- jaran luz sobre los aspectos mentales y espirituales. Se hacia hincapié en la apreciacién objetiva, cuantificada, de los resultados. La Comisién mediria su trabajo de mejoramiento comunal por conquistas positivas: mimero de personas que hubie- sen aprendido el castellano, nfimero de nuevas ventanas en las habitaciones, cte. Tal programa no quedaba enmarcado en las atribuciones y posibilidades exclusivas de la Secretaria de Educacién Piblica. Quedaba postulada la colaboracién de todas las ramas del Gobier- no y muy particularmente la de aquellas que, como cl Ministerio de Agricultura y el Departamento de Salubridad, ejercen activi- dades en la poblacién rural. Pero saber que la cooperacién y la coordinacién s¢ imponen cs una cosa; hacerla realidad es materia muy diferente. Ya en otra ocasion, cuando se organizaban las mi- siones culturales permanentes, se habia intentado integrarlas con aportaciones concretas y con participacién en el control de las di- versas oficinas federales. La cosa, evidente de suyo, se acepté en principio mas cuando se trat6é de cumplir comenzaron las dificul- fades, La Estacién se creaba con un acuerdo del Ejecutivo que ordenaba la cooperacién entre las Secretarias de Educacién Pibli- ca-y de Agricultura y el Departamento de Salubridad, sin excluir, antes por el contrario, la ayuda de otras dependencias que, como la Sceretaria de la Economia Nacional, pudieran més tarde ofre- cARAPAN 19 cerla. De conveniencia obvia fue también broyecto al Gobernader del Estado de Michoacdn, he an a icitaria apoyo moral y la ibuci i i en oye mor y la contribucién material que estuviese _, EI Departamento de Escuelas Rurales Educacién disponia de un modesto pest pee ‘i Est ion Comprendia los puestos de director, de un etndlogo, un lingiiista, un cconomista y un pedagogo. Habia también plaza para dos empleados de oficina. El personal era insuficiente ain para la parte correspondiente a aquel ministerio pero més reducido pare ci6 al quedar en claro que las otras dependencias del Gobiemo iban después de todo a dar bien poco: Agricultura, un a r6n0- mo; Salubridad, un Médico y un ayudante; Economia, al forma lizarse el levantamiento del censo, prestaria algtin empleado téenico. En consecuencia, en esta ocasién, como cuando las Misiones Cul- turales, el ministro de educacién tuvo que suplir las deficiencias practicamente, hacerse cargo de todo el proyecto. De los element u de las Misiones Culturales se destinaron a Ja Estacién, una traba, jadora social, un profesor de educacién fisica, un agrénomo un maestro de miisica. El Departamento de Fscuelas Rurales cedlié una de sus plazas de inspector que fue utilizada para un experto en psicometria pues me intercsaba vivamente en desarrollar I investigaciones relativas a la estimacién de los fenémenos mentales de los indios y de las capacidades de ja poblacién infantil. * Ia némina de Ja Estacién fue la siguiente: Director: Moisés Sdenz. Director escolar: José Guadalupe Najera. Etnélogo: Carlos Basauri. Psicometrista: Ana Maria Reyna. Economista: Miguel O. de Mendiz4bal (comisionado tempo- r ralmente) . rabajadora social: Vesta Sturges (de Misiones Culturales Médico: Felipe Malo Juvera (por Salubridad). i Agente sanitario: Ignacio Hernandez (por Salubridad). ‘Asronomo: Augusto Pérez Toro (por la Sria de Agricultura). grénomo: Ramén Camarena (de Misiones Culturales. Director de recreacién: Humberto Herrera (de Misiones Culturales). 20 MOISES SAENZ Maestro de mtsica: Juan B. Melena. Secretaria: Isabel Arellano (comisionada temporalmente). Ayudante de oficina: Salvador Ortiz Vidales. Pablo Gonzélez Casanova, que nos ayudé al principio no pudo, al fin y al cabo, ir a Carapan. Miguel Mendiz4bal no fue miem- bro permanente de ia Estacién pues sus compromisos en la ciudad de México se lo impidieron. Nos acompafié sin embargo como un mes y volvié después por breves temporadas para participar en lo relativo a los estudios econémicos, Salvador Ortiz Vidales duré poco; Chabela Arellano fue comisionada en agosto y estuvo hasta diciembre. Es de justicia hacer notar Ja calidad del grupo con que se constituia la Estacién. El jefe habia ocupado los puestos mas altos en el ramo educative, Najera estuvo al frente del Departamento de Misiones Culturales y Escuelas Normales Rurales durante va- rios afios, Carlos Basauri y Mendizdbal son prominentes en sus respectivas especialidades, Ana Maria Reyna es uno de fos talen- tos mas brillantes de la presente generacion femenina de México, Vesta Sturges, una de Jas mas distinguidas trabajadoras sociales que han cuajado en las Misiones Culturales. Estas personas y Jos otros compaiicros del grupo abandonaban situaciones ventajosas para entregarse a un trabajo de campo que 81 bien tenia enorme atractivo, —estimable especialmente para espiritus amantes de Ja aventura—, de situarse en un terreno de ex] loracién, requeria sa~ crificios de orden espiritual y material, alejamiento de familia y de amigos, y privaciones materiales, El Dr. Simpson, que ms visité en Carapan a fines de agosto, dijo que el caso de la Estacién no solamente era tinico en México sino que podia reputarse como una empresa notable en cualquier parte pues, es verdaderamente insOlito, decia, el que un grupo de gentes de primera fila se entre- gue de manera tan rendida en aras de un af4n cientifico. El jiticio de Simpson, demasiado generoso por cierto, no to- maba en consideracién tal vez el mas importante de los méviles que nos animaban, Teniamos ambicién cientifica, indudablemente, pero més que todo, nos inspiraba esa emocion social que ha infla- mado.a tantos mexicanos después de la Revolucién. Eramos apéos- toles. y misioneros. en la nueva cruzada para integrar a México. Nos dolia el predicamento del indio y desedbamos aliviarlo. Sen- CARAPAN 21 tiamos enorme admiracién por los valores espirituales que repre- senta; and4bamos encarifiados con muchas de las manifestaciones de su cultura tradicional. Querfamos, por otra parte, hacer que la idea revolucionaria, la nueva manera de componer nuestra eco- nomfa, los nuevos idcales de justicia social, todo eso que es el alma de nuestra gencracién y el mejor alicnto de México, Ilénase am- pliamente toda la faz de nuestra tierra y penetrase hasta los mas apartados rincones, alli donde alienta todavia el alma verndcula y donde muchas veces también se atrincheran la explotacién y el atropello, Yo me daba cuenta de que uno de los peligros que corriamos, eva el de subordinar la actitud cientifica, la estimacién objetiva, el rigor del juicio, a las actitudes apostélicas, sentimentales y ro- manticas. Y no porque ande yo renido con tales impondcrables, resortes indispensables de la accién humana, y particularmente de ja necesaria en nuestras circunstancias, sino porque la indole del proyecto era singularmente cientifica, Y ese era el aspecto que convenia subrayar. La Secretaria de Educacién, Agricultura, Sa- lubridad, todo el Gobierno, han desparramado en México mucha accién generosa guiada mayormente por el fervor y la intuicién. Para que la Estacién aspirase a una aportacién original tendria que apartarse del empiricismo fervoroso y adoptar métodos de trabajo més ilustrados y criterios de juicio mAs severos. Para mediados de julio estabamos redondeados. La Secreta- tia de Educacién nos dié libros para una biblioteca comunal y materiales de escritorio para la oficina. Salubridad, algunos apa- ratos y un arsenal de medicinas. Quedé listo el equipo y el personal de la animosa expedicién. En dos paginas hicimos el resumen de Ppropésitos y programas y nos dispusimos a partir. En esencia, la cosa era est: Se constituye la Estaci6n Experimental de Incorporacién del Indio bajo el control y direccién de la Sceretaria de Educacién Publica, con la cooperacién de otras oficinas del Gobierno Federal, para operar en la regién denominada Cafiada de los Once Pueblos, en el Estado de Michoacan. La Estacién tiene por objeto desarrollar estudios e investiga- ciones de antropologia social, para cerciorarse de las realidades del medio indigena y de Jos fenémenos que operan en el proceso de la asimilacién de la poblacién aborigen al medio mexicano. 22 MOISES SAENZ igualmente, indagaciones mediante las cuales puedan Paaicione proceclimientos més adecuados que el Gobierno a ba seguir a efecto de lograr la pronta incorporacién del indio a it entidad nacional, dentro del criterio de estima de fos valores cul- turales y espirituales del indio, de respeto a la personal rh ad humma- na y dé la cabal interpretacién del ideal mexicano. La stacic tiene también el encargo de hacer observaciones que permitan valorizacién y la critica de los métodos y procedimientos aise Gobierno desarrolla en las agencias que operan en las comunica- des de que se trata, tales como escuelas, organizaciones agrarias, etc. a i6n pondra en juego un programa de actividades que, selaciendraleee oon los fines ‘Gontificos que se han enunciado, tien: dan también al mejoramiento de las condiciones de vida te as comunidades afectadas, ora en el aspecto econémico y de sal is i dad, ya en el orden de Ja cultura espiritual o de Ja instrucci én. ta es actividades servirin el doble propésito de la accién social y de la erimentacién cientifica. ~ Quedan bajo la jurisdiccién de la Estacién todas las escuelas que sostiene la Seqretaria de Educacién Publica cn la Cabiada, y se pedirA que el Gobierno del Estado de MichoacAn, deje también bajo su direccién los planteles que de él dependen. Instalacién nuestros cachibaches, en un camién colmado, Como ya habian empezado las aguas, los caminos comenzaban a dafiarse y por Poco nos quedamos atorados, Eramos de gentes, Ana Maria Reyna, Najera, Ortiz Vidales, Mendiz4bal y yo. De equipo, nuestros efec- tos personales, escogidos con una parquedad de gentes en campaiia, dos cajones de libros, uno de ttiles de escritorio, algunos muebles de oficina y algo de menaje de casa. Basauri, que se nos habia adclantado por dias, salié a nuestro encuentro en traje de cardcter. Andaba vestido como explorador que se embarca a las grandes cacerias africanas: bota fuerte, pan- talén de montar, chamatra de cuero y casco inglés. Antes de ba- jarnos del carro estébamos ya haciéndole burla. “No le falta m4s que el monéculo,” le dijo Mendizabal. EI nico lugar disponible para residencia era el curato, des- ocupado, porque en Carapan, no ha habido cura desde hace mu- cho, El curato es tipico: zagun a la calle, patio central enmarcado por un corredor de ancho alero que voltea por tres lados y sobre el que se abren las habitaciones. El costado sin corredor es una pared que separa el traspatio, que son caballerizas y corral. La casa estaba en buenas condiciones pero era indispensable limpiarla, resanar las paredes, blanquear y pintar. El patio era todo jardin, que en- contramos sobrecrecido y enmarafiado. Era una pequefia jungla de rosales, platanos, dos o tres cipreces y otros tantos Arboles frutales. En una semana estaba aquello transformado. Me di gusto con las pocaderas y las plantas empezaron a lucir. El comedor quedé instalado en el corredor. Era una delicia sentarnos en aquella mesa oyendo cantar las aves y viendo, casi al alcance de Ia mano los colibries vibrantes sobre la corola de las pasionarias. La pieza principal del curato, con puerta al patio y ventana a la calle, se hizo oficina, biblioteca y sala ‘de trabajo; en | LEGAMOS a Carapan un domingo en Ia tarde, nosotros y 164649 24 MOISES SAENZ las dos siguientes establecimos el dormitorio de los hombres y de- jamos la ultima, en el extremno del corredor, para Ana J aria y Vesta. Basauri y Teresita, su esposa, habfan enconer to aloje- mart miento en la casa de uno de los vecinos. Gamarena " domiciliaron en el Molino, pequena propiedad ee de Emesto Prado y antiguo molino de trigo, junto al ojo de agua, q puso galantemente a disposicién de la ustacion y donde poco despu dune damos la granja, Conseguimos también una casita con patio a dor de se cambiaron el Médico y Hernandez. 4 El problema de la alimentacién quedé resuclto con una é fos cocineras de Purépero, que ninguna mujer podia serviros e! tas de Carapan, y con la administracién directa que tome 0 eae fori ien qued6 defini : tanto Iegaba la sefiorita Sturges, quia tivamente , joven indigena de unos veinte anos, encargada. Ocupamos a José, § veinte afos, ici i todo para hacer el viaje ara el servicio doméstico y sobre ) P C q Purépero por correspondencia y provisioncs. Jost llegé 2 ser un miembro indispensable. Era necesari¢ | comprar tod e on ad i ucblo, res, fruta. Nada etréleo, sal, manteca, carne, legumbres, fruta d c venta en Carapan. Aquella era como a icsnic eatnae ee ee ‘i fi hambreados. Acordai s miamos grueso, como gananes a co: ‘i : Mow. eoope. i cio, alumbrado,—- coop astos domésticos, —manutencién, servicio, fativamente, ‘Al terminar la primera semana y hacer las puentas resulté un gasto diario de setenta centavos Por Pe amie ilo incref a licando el mend y era incresble. Mas tarde, comp! au cand comidas con golosinas y “antojitos” no Ilegé a costarnos mas del doble, y también era barato. | . ; Establecimos un régimen estricto, Eramos mas de una doce na en la familia y el orden se imponia. Adoptamos la ree a de sentarnos juntos a la mesa, tanto por conventencia Para servi ii i i i iones y a la ca Oo + dar ocasién al cambio de impresi é ets de un desayuno rapido a las ocho, nos repartiamos cad imo segdn sus ocupaciones y programas. Gomiames . la una. Ce- nabamos a las siete y media y nos levantabamos de Ja mes P ara jmos todos al Centro Social. Después ae Ja reunion we via a scriblarm la casa y convers4bamos, lefamos 0 €: dia no- i emal bre todo, la charla era regocijada, che. Las primeras semanas, so! 5 Hla er ee enial ¢ inagotable conversador q\ Fea eee aoomee} Jar buen humor, en contra de gabal, quien nos aconsejaba acumu > Ja ani que se nos vendria encima més tarde. Le asegurabamos CARAPAN 25 que no harfa falta. Una vez por semana celebrabamos junta for- mal para discusién de problemas y cambio de impresiones. Yo efectuaba conferencias personales frecuentes con cada miembro de la Estacién, disefiando planes y recibiendo informes. No cra muy extenso el territorio de nuestra jurisdiccién y to- dos éramos buenos andarines pero fué preciso de todas maneras procurarnos medio de transporte, que no podia ser otro que caba- llos. Ernesto Prado me habia prestado “El Charro”, en mi primera visita y me propuse desde entonces quedarme con él. No fué di- ficil ajustarnos de precio. Michoacan es tierra de buenos caballos y la tentacién de comprar los lindos animales que nos venian a ofrecer desde otros pucblos era muy grande, Habia yo hecho la observacién en mis viajes por las escuclas rurales, de que el maestro de campo, lo primero que se compra es una pistola. A nosotros nos dié por los caballos. Basauri sé compré dos, uno tordillo gran- dote y trasquilado cuyas gracias y cualidades eran infinitas, y otro retinto al que bautiz6, a la portuguesa, “Pantera Negra”. A Ana Maria Reyna le vendicron un caballito alazan tostado, regordete, engreido y regalén a quien bautizamos “El Burgués”. Ndjera ad- quirié un bayo deslavado que no le gustaba mAs que a él. Vesta se acordaba de su juventud californiana montando su clegante “Me- diano”. A mi me hicieron comprar unos rancheros, una preciosi- dad de animal que se lamaba “El Pajarito”, con una cabeza clasica, de paso clegante y tan inteligente que a la segunda vez de haberlo encerrado en el corral del curato, habia aprendido a abrir la puerta de madera, levantando la tranca con el hocico y venia a visitarnos buscando el terrén de azticar, pues era tan dulcero como su propio amo. Fi caballo del doctor era bonito pero al po- co se le “abrié” galopando cuesta arriba y murié irremisiblemente. (Habia perdido el tiempo el médico, le hubiera atinado si estu- dia para veterinario). “El Insurgente’”, apodo con que bautizamos al intrépido Hernandez, ayudante del doctor, era el mds de a caba- Ilo de todos pero la condicién de su bolsillo no le permitié mas que un animalillo tan chiquitin que lo apodamos “Sapicho”, que en tarasco quiere decir “Pequefio”. Nuestros caballos eran muy buenos. En una hora nos transport4hamos de Carapan a Chilcho- ta; en tres cuartos podiamos Hegar a Purépero y el Insurgente y yo haciamos dos horas y media a Zacapu, cuando los rancheros gastaban tres a buen paso. Los Indios piden Credenciales A poco de llegar fuimos presentados a los principales de Cara- pan, en una asamblea convocada para el efecto. Concurricron los Prado; tomé la palabra un delegado del Gral. Cardenas. Se les dijo a los carapenses y a los representantes de las otras tenencias que estaban también alli, quiénes éramos y a qué veniamos: gente del Gobierno, amigos del Gral CArdenas, enviados del Presidente de la Repdblica; personas de bien que vienen a hacer bien a las comunidades; dignos de confianza; amigos de Ja clase indigena: Uds. deben ayudarlos. La concurrencia asiente en silencio. Tomis y los agraristas de Carapan se ponen a nuestras érde- nes. Los Prado dicen por su parte, que podemos contar con ellos y que para cuanto se nos ofrezca, “no mas les avisemos”. A los pocos dias congregamos a los vecinos de Carapan para tratar sobre el establecimiento de ua Centro Social. La entrada de mi libreta ese dia dice: “Julio 28.—El mejor lugar para el Centro Social y la Biblio- teca es la ex-capilla, o casa del antiguo Hospital de Don Vasco. Queda en la esquina suroeste frente a la plaza; tiene como atrio un solar como de media cuadra, cercado con una alta pared de adobe. La capilla, distinta de la iglesia, ha estado abandonada, co- mo todas las de su género por estos rumbos. Es una pieza de unos ocho metros de ancho por dieciocho de largo, con portén al frente; sin ventanas”. “Asisten a la junta unos cuarenta hombres. Me parece que representan bien al vecindario. Expongo nuestros propésitos; los vecinos dicen estar de acuerdo, aunque uno de los viejos pregunta si la casa seguira siendo de la comunidad, a pesar de que se ponga alli el Centro. Queda organizado un comité pro-Centro Social con 28 MOISES SAENZ tres miembros por cada cuartel, propucstos por los concurrentes. Los nombres son: “Baltazares, Pablos, Alejos”. Algunos vicjos se excusan de formar parte, “Que lo hagan los jévenes, dicen, al cabo ellos creen que tienen muchas fuerzas” {asoma la pugna entre “agraristas” y “fanaticos”). Les digo que los viejos tienen respon- sabilidades en la comunidad, que deben dirigir a los jovenes, etc. Aceptan y se integra la comisién”. Qued6 convenido que por cada cuartel, grupos de vecinos, hicieran faena por turnos para las obras de reparacién. Habia que limpiar el patio, era preciso cambiar el tejamanil del techo, con- venia enlucir, pintar. Pero los trabajadores no asomaban. Cada dia cra més dificil conseguir a uno que otro. Por otra parte era inevitable hacer algunas crogaciones: compra de tejamanil, cal, colores, Carapan se evadia con esa socarronerfa que manejan tan a la perfeccién los indios. Pero no era posible sacar el bulto inde- finidamente. Alli est4bamos nosotros dia por dia y aun cuando no exigiéramos, nuestra presencia era de por si reproche ante su in- cumplimiento. Llegé el momento de desafiar la resistencia pasiva y el disimulo y Tomas me dijo que no habia m&s remedio que convocar a una junta de vecinos y pedir que vinieran los Prado, para mayor apremio. La reunién quedé fijada para el miércoles 3 de agosto. Dice mi libreta: “Agosto 3—A médiodia nos reunimos en el corredor de la Tenencia. Estin presentes Ernesto Prado y su hermano Eliseo, To- més, algunos miembros dle la Estacién y como cincuenta hombres de Carapan. Hablo sobre la necesidad de una pequefia suscripcién para afrontar.el costo (modestisimo) de las obras; insisto en que deben de cumplir con las faenas: Excusas a media lengua: que estén muy ocupados, que estén muy pobres, que el dia que vengan a la faena no tendran qué comer. Poco a poco se desnuda la-causa de su resistencia; no quieren que se tome la capilla; rchusan el Centro; Jes disgusta nuestra presencia en Carapan. —;Quiénes son Uds.? ¢Qué “papel” traen? ;Dénde est4 la “orden*? “Tendremos primero que consultarle al Gobierno’. De nada sirve que manifestemos estar autorizados; que les recordemos que cuando vinimos un enviado del Gral. Cardenas nos presentd y les recomends de su parte que nos dieran apoyo. “Pero queremos tomar la opinién de Uds., de todos los vecinos, sobre los trabajos que han de realizarse. . .’ les dije. | GARAPAN 29 —‘No queremos, mejor por Ja mala, pero por la buena no queremos. Que vengan los soldados si Uds. dicen; por la buena no hemos de cambiar. No queremos cambiar, somos ignorantes y asi queremos quedarnos’. _ _Conforme los hombres se envalentonaban, las mujeres apare- cieron por las bocacalles, sin que nadie las hubiera Jlamado, como si supicran que algo iba a pasar. Se acercaban cautelosamente. Estén paradas a poca distancia; se aproximan timidas pero resuel- ias. Nos rodean. Estamos nosotros en los portales de la escuela; eHas en la plaza, en la calle. Aprictan Ja fila, han formado una valla que flanquea a nuestro grupo. Comienzan a hablar. Una y otra y muchas. Es un murmullo que engrucsa como zumbido de aguas airadas. Se destacan unas cuantas voces en castellano. Men- dizdbal y yo bajamos del estrado, nos acercamos a la masa de mu- Jeres. Explicamos en nuestra mejor manera, pausadamente, con voz persuasiva. Mientras mas tranquilos pareccmos nosotros, mas furiosas se ponen ellas. Se arremolinan, se nos echan encima; nos amenazan con los pufios. , , ‘ j Vayanse de aqui! ; Quiénes son Uds. para que nos den con- sejos!’ ‘; Qué acaso eres th mi padre?’ ‘Yo no me he casado para ho tener quién me mande y menos me vas a mandar tk ; Vete! Lo que quiero es que abras la Iglesia. Dame la llave y vete...’ La situacién se ha tornado seria. Estamos frente a un tumulto de mujeres. Los hombres en cl portal hablan poco, aunque algunos de los viejos corean asentimiento. Los agraristas, ‘Tomas, los Pra- do, todos, guardan silencio. Y no sé cémo salir del paso, Dicen que los generales buenos se conocen por sus retiradas. Yo no sabia cémo hacer la mia. Exa invitil insistir en lo de Ja contribucién; de ningGn modo fbamos a abandonar el proyecto de la capilla, pero no hallaba cémo clausurar aquella reunién que era casi un reotin. Y, lo peor es que nadie tiene calma para oimos y atm cuando nos oigan, entienden muy poco lo que les decimos. Pronunciamos a propésito de no sé qué, la palabra “indio”. ‘Si, indio, somos indios’, nos grité alguna mujer. “También la Virgen de Guadalupe es india.” . Prado dice lo que puede pero est4 en el mismo trance qué nosotros. Me parecié que carece de autoridad moral sobre estas gentes, Y es que nuestros opositores del momento no eran otros que los propios fanaticos, enemigos de Prado. 30 MOISES SAENZ Alguien manifiesta que las comunidades de Tanaquillo y Urén contribuiran con veinte pesos para las obras de Ia capilla. Con esto encontrames el pretexto que deseébamos para suspender Ja junta, Los conservadores creen que han triunfado. Sale por alli un grito de “; Viva Cristo Rey!” Trond un cohete. Se me figura que todo ésto venia preparandose. Al fin los hombres se retiran, hoscos. Las mujeres siguen apifiadas en un extremo de la plaza, amenazantes. Por Ja noche vino a la Estacién un grupo de agraristas a pro- testar lealtad y ayuda. Ofrecen hacer todo el trabajo; sin pedir auxilio de los otros. Yo acepto con agradecimiento pero picnso cuanto més util hubiera sido aquella declaracién por la mafiana. Las reflexiones de aquella noche en cl retiro del curato eran un poco tristes. Tal parece, deciamos, que los indios estén tan acostumbrados a que sc les maneje a culatazos que cuando se les trata por la buena, con persuasién, creen que se €s débil o se esta des- autorizado. El indio obedece, pero no colabora. Esta idea me punza~ ba como espina. Nos causaba risa la pueril insistencia en el “papel”, en la “orden”. ‘Lo que falté’, decia Mendizdbal, ‘es que hubiésemos venido provistos de unos nombramientos con sellos muy vistosos y alistonados; nos presentamos sin fanfarria y sin pregén y creen que somos unas infelices”. La resistencia pasiva del indio puede tornarse ‘agresiva, si se les toca el bolsillo o el santo. Nos desconsolaba el rechazo de Ja mafiana “No queremos cambiar”, “Vete”, y nosotros que tan engreidos andabamos con nuestro celo reformista! Lo de Huancito fue peor que lo de Garapan. Sucedié el sa- bado de la siguiente semana. Siendo Huancito el punto central, nos parecié natural escoger Ja escuela para celebrar la junta sema- “nal de maestros. El plantel ocupa el antiguo curato, adosado a uno de los flancos de Ja iglesia. La plazuela, libre por el lado sur donde pasa el:camino, queda cerrada por el norte y el oriente con el an- gulo que forma el curato ( escuela) con una tapia. El] zaguan esta justamente en el vértice de Ja rinconada. Najera, Ana Maria Rey- ha y yo desthontamos a media plaza. Se nos acercaron con aire preocupado algunos de los maestros que habfan Megado antes que nosotros, ‘La gente anda enojada’, dijeron. ‘No quieren que en- tremos.. Parece que quieren hacer bola’. ‘Avanzamos en direccién de la puerta. Najera y la Sra, Reyna iban junto a mi. Nos seguian dos o tres maestros. Habria una 2 CARAPAN 31 veintena de personas cerca de la entrada. Muchas otras asomaban por Bs desembocaduras de Ja plaza y se aproximaban poco a po- co. Se nos encara un pelotéu de gente. ‘Ni ’, dij - sents, ‘No marae a fo entran’, dijeron hosca- La plaza comenzaba a hervir. L: ji ._ ba n . Las mujeres tomaban la ini- ciativa; se atorbellinaban; nos estrechaban. Hablaban en su iengua atropelladamente, gesticulaban amenazas. Como si esperaran wma agresién de nuestra parte, habian armAdose de piedras y de Palos. Sin gue mediara incidente alguno, su ira subfa de punto. Sc alentonaban con su propio coraje. Tratabamos d ; ahogaba su airada algarabia. ¢ hablar y nos ‘ono comprendia. Hab{amos venido a Huancito vari: varias veces habiamos estado en Ja escuela en cada ocasién. Entr4bamos y se. Tiamos sin que nadie hubiese puesto el menor reparo. La reunién de aquel dia nada tenfa de extraordinario. Algo de esto les queria yo decir a aquellas pobres gentes, sin ningdn resultado. Esta casa es mia. Vete. No quiero que quites iglesia. No queremos escuela alli curato. Lleva lejos”. Y tampoco habia cémo entenderse . con aquella turba, Apenas si unos cuantos comprendian cl espafiol, pero si castizos hublesen sido, qe pubicran escuchado. La ira, el miedo, el alboroto les habia tapado las orejas. No se ofan sino asi mismo. Eran : jambre de abejas rabiosas, somo mae ‘omo era aquello tan absurdo y falto de razén, i. : Bea - co explicacién resultaba imitil, cref que el Gnico camino era ana ast fuera con todo el recato necesario para no irritar mds a los in- ios. No se podia sentar el precedente de que cualquier dia, de puro antojo, estas gentes nos cancelaran un derecho de los mas elementa- es Ceder en esta ocasién serfa correr el riesgo de no poder mas tarde ni siquicra pasar por el pucblo. Hablandoles siempre, tratan- do de aquietarlos intenté abrirme paso por entre el montén. Con- servaba mi mejor manera apostélica, pero estaba dispuesto a entrar a la escuela de todos modos. Extender yo el brazo para apartar a a alguien que se habia plantado enfrente, y echarseme encima las mujeres como furias, todo fue uno. Empezaron a zumbar las pic- dras. Una me rozé la frente. Las voces eran ya alaridos. Najera ceauivaba los golpes. El y yo sentiamos congoja por Ana Maria ibitamente y a todo galope aparecieron Ernest ‘ 0 to Prado y dos © tres de sus hombres. Alguien debié haberles dado cuenta de 32 MOISES SAENZ nuestro predicamento, Antes de que yo mismo supiera lo que pa- gaba, uno de los acompafiantes de Prado blandia un garrote y pro- pinaba golpes a diestra y siniestra. Ernesto, pistola en mano, apostrofaba a la multitud. Me avalancé sobre el garrotero y Najera y yo defendimos de los golpes a quien tuvimos a nucstro alcance. Como bestia herida acobardada, doliente, aullando de miedo y de rabia, se barrié la gente, replegandose a la pared, escurriéndo- se por fos callejones. Algunas mujeres, mds valientes que: los hom- bres, se quedaron todavia cerca, Iorosas pero amenazantes. . « Habia pasado la tormenta. Quedaha el gemido de las infelices mujeres que me partia el alma y su rabia impotente e imitil que me daba lastima. Prado mandé apresar a dos o tres hombres, para quienes en seguida le pedi la libertad. Yo sentia un horrible pesar de derrota. [Al fin entramos a la escuela! La paz mistica de los rosales cuajados de flores, la claridad del sol sobre la fuente, el frescor de los corredores, era tal contrasentido! Para estar alli, para ejercer aquel derecho tan simple e jnocente que era inverosimil atin que a alguien se le hubiera ocurrido discutirlo, habiamos corrido riesgo de muerte y habia sido preciso agarrotcar a infelices cuyo tinico crimen era 1a ignorancia. Hostilidad injusta la de estas pobres gen- tes, Desquite que se cebaba en los amigos por lo que no pudo en contra de los enemigos de verdad! Hicimos a un Jado la orden del dia, para aconsejar a los pro- fesores irse en seguida de casa en casa a calmar al vecindario, ha- ciéndoles comprender ta verdad de la situacién, Habia que restafiar las lastimaduras, del espiritu mas que del cuerpo, que sin querer les habiamos producido. Pasada la trifulca, Ilegd todo azorado nuestro intrépido Tnsur- gente. Habian sabido en Carapan del motin y a la carrera se vino a prestar auxilio con dos 0 tres agraristas que encontré al paso. ‘Los otros segufan ya. En la Estacién, Mendizabal, seguro de que al “acabar” con nosotros en Hudncito marcharian sobre ellos, se ‘habia sentido otra vez coronel zapatista y organizaba la defensa del curato.. Cuando regresamos, cerca de las dos de la tarde, sabe- dor de que ya todo habia pasado, fortalecidos los nervios con unos tragos de charanda, scguia en su puesto de general en jefe de las trincheras... CARAPAN 33 h De sobre mesa, repetido muchas veces el relato y bordando ahora sobre sus aspectos chuscos, Mendizabal aconsejaba grave- mente tomar toda clase de precauci “ a auciones porque “podri: ir a atacarnos esta noche!” POE POLES Semanas mas tarde, cuando ya ibamos conociendo el terreno que pisabamos tuvimos datos para comprender que, a mas de la ignorancia y a desconfianza de tos indios, los incidentes de Huan. cito y Carapan obedecicron a (1) falsas alarmas y consejos de Jos clericales de Purépero y Zamora y a (2) ciertas intriguillas de algunos “pradistas” en contra de la Estacién.

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