(Li
CAPTULO.
También hubiera sido deseable que el Cédigo hubiese superado la
funcion de control negativo del juez y regulado mis precisamente la
instruccién pata interponer la acusacién,
IV, CONCLUSION
Hasta aqui he pretendido exponer los problemas ms importantes
que presenta el Cédigo Procesal de 1991 respecto del procedimiento
intermedio.
Quedan pendientes quizis, la critica a la opcién elevacién a juicio/so-
breseimiento, dejando una importante cantidad de casos sin resolver.
Por otra parte, la posibilidad del querellante de recurrir auténoma-
mente Ia sentencia de sobreseimiento, es sumamente discutible te-
nienclo en cuenta el principio enunciado en el art. 71 del Cédigo Pe-
nal. Bn cambio sf parece un acierto‘el hecho de provocar el control ju-
risdiccional cuando el querellante objeta el pedido de sobreseimiento
del fiscal y solicta la elevacién a juicio (art. 348).
Por la complejidad de ambos temas, que hubieran requerido algunas
paginas mas, me limilo s6lo a enunciarlos, dejando su desarrollo para
‘otra oportunidad.
Finalmente, la consagracién de un procedimiento intermedio que po-
sibilite el control de legalidad de los requerimientos acusatorios 0
conelusivos cel ministerfo paiblio con intervencién juriscliccional o-
bligatoria, realizada por un tribunal distinto del competente para las
otras dos etapas procesales, y donde el imputado pueda resist la im-
ppulacién incorporando prucbas, seguramente lnubiera sido Jo desea-
ble.
‘Sin embargo, el nico cambio operado, al cual ya se le formularon ob-
jeciones, os dar intervencién a la Cémara de Apselaciones para los ca-
sos de discrepancia del juez con el padido de sobreseimiento del fis-
cal
Por lo demas, no se hia innovado respecto al cédigo de Cérdoba de
1989, a pesar de los elementos que brindan otras legisaciones que, de
haber sido incorporados, al menos para el tema en estuclio, nos hubie~
an permitido saludara la Gran Reforma Procesal
EL PROCEDIMIENTO COMUN
EL DEBATE
Alberto Bovino
|. ELJUICIO Y LA CONSTITUCION NACIONAL
EI nuevo CPP Nacion dedica su Libro Ifa los juicios, incluyendo en
el Titulo I el juicio comin, y en el Titulo II los juicios especiales:
correccional, de menores y por delitos de accién privada. Aqui nos
cuparemos slo de! juicio comiin y, mas precisamente, de sus dos pri-
‘metas etapas, esto es, de la preparacién del debate y de su desarrollo.
Antes de entrar al andlisis de las diversas reglas aplicables a esta par-
ticular etapa del procedimiento penal resulta necesario determinar
cadles son los requisites constitucionales que debe cumplir todo jui-
cio. Nuestra CN, como la inmensa mayoria de los textos fundamenta-
les, dicta pautas genéricas sobre la diversidad de derechos, garantias,
Instituciones y relaciones que establece y organiza. Peto, probable-
mente debido a su definica ideologia liberal, no sucede lo mismo
cuando se trata de regular las facultades punitivas del estado, es decir,
el ejercicio de poster més violento al que pueden ser sometido los
hhabitantes. En este sentido, puede afirmarse que los constituyentes
plasmaron un programa politico-criminal acabado en el propio texto
constitucional referido al modo en el que el estado debe llevar a cabo
la persecucién de los delitos. El objetivo de este programa es la pro-
teccién del individuo frente a las arbitrariedades estatales, repetidas a
lo largo de la historia del derecho penal moderno. Nuestra
Constitucién es vja,en estos términos, del programa politico-criminal
del ideario iluminista
Por esta razén, no puede dejarse de lado la estrecha relaclén existente
entre el derecho constitucional y el derecho procesal penal ya que,
167CAPTULO
segxin se sostiene actualmente, este tltimo no es més que derecho
constitucional reformulado 0 derecho constitucional reglamentado,
cen el sentido del art. 28 de la CN!
Pero este andlisis del marco constituctonal al que debe adecuarse el
derecho procesal penal no puede terminar, como sucede en la mayo-
ria de los textos de la doctrina tradicional, en un producto fragmenta-
do que, por un lado, describe las exigencias constitucionales y, por el
otro, describe la ley procesal, sin derivar ce aquellas exigencias conse-
‘cuencias coneretas que descalifiquen y desechen las reglas procesales
‘que no se adecuen al programa constitucional. Los derechos y garan-
tias funndamentales reclamados pore! iluminismo surgieron como fre-
no al arbitrio punitivo del antiguo régimen. La necesiad del ands,
aqui propuesto surge frente a la arbitrariedad punitiva del derecho
penal actual, ya que el programa iluminista atin no se ha realizado,
‘entre otras cosas, por la indiferencia reiterada ante las garantias por
parte de Ins précticas punitivas esiatales®. Si este enfoque se hubiera
impuesto en nuestra doctrina y en nuestra jurisprudencia, por ejem-
plo, no podita haber susbsistido el viejo Cédigo que, en todos sus
aspectos, ena contrario a lay exigencias constitucionales. Afortunada-
‘mente, algunos jueces y autores creen, atin, en la supremacia constitu-
cional tan declamada y, paradéjicamente, escasamente practicada’
Volviendo a nuestro marco constitucional, las disposiciones relativas a
las garantias y derechos del individuo y a las reglas de organizacién
del poder judicial nos levan a un conclusién ineludible respecto al
modelo de procedimiento adoptado. Ello implica que el legislador no
tiene libertad para oplar discrecionalmente por algiin sistema de
CE Maier, B,J, Bene Paces Penal argentine (DPPH), Hams
rabj Buenos Air, 1989, 1a, p 195
* Por un anslisis del incumplimiento reiterado det pringipia de
legpidad material, of Bovint, A, Canto Ta Iga, om NO HAY
DERECHO, Buenos Aires, NPS, pp. 1924.
° Un fallo sobre la inconstitucionaliad del juico sin jorados ba
sido pronuncido sxientenwente por Cevasco, publicado en NO
HAY DERECHO, Buenos Aires, 1292, N85 p. 14. Buenoscjemples
el alisis de la exigencas eostiticionales para Hear a conse-
‘uenas conereias en cuanto ala Fey procesal san, en fn doce
nis reionl, los trabajos do Pastor, D. R, Hl enerreclanaeuo prow
fico, en este mismo libro, y Rusconi, M.A, Dvisin de pers en el,
proceso pale estgacio eonrgo de instr pce en ALYY,
ELmintro pili y el proces pena Ado, Buenos Ais,
1
EL PROCEDIMIENTO COMUN
cenjuiciamiento penal. Nuestra CN sienta bases ideol6gicas claras en
cuanto a la organizacién de la persecucién penal. El contenido de sus
clgusulas no deja lugar a dudas. El modelo de enjuiciamiento pro-
puesto debe ser un modelo que respete los principios del sistema acu-
satorio.
EI modelo inquisitivo consolidado en el siglo XU, pero cuyo germen
ya puede encontrarse en el derecho romano imperial‘, se opone al
programa constitucional, En este se adopta el modelo acusatorio, que
regula un sistema de enjuiciamiento en el que la sentencia se cbtiene
Juego de un juicio ora, piblico, contradictorio y continuo, y debe fun-
darse en los elementos introducicos validamente a ese juicio. A ello se
agrega una serie de garantias que actian como limites para la activi-
dad estatal de persecuicién y que, entre otras cosas, relativizan la nece-
sidad de la biisqueda de la verdad por razontes derivadas del respeto
ala dignidad humana
La exigencia del “juicio previo” al que hace mencién el art. 18 de la
CN ha sido interprotada dle diversas maneras, En primer lugar, se
interpreta el témino como sinénimo de la sentencia judicial de con-
ena como fundamento de la actuacién del poder penal material del
estatlo; ast, juicio se entiende como conclusion légica de un razona~
‘miento fundado en premisas’. Una segunda interpretacin, entiende
el “juicio previo” como proceso, mientras que una tercera sostiene
que hace referencia a la etapa del procedtimiento que estudiamos, esto
s,al debate’. En lo que aqut nos interesa, cualquiera de las interpreta
ciones’ deja en claro que tata el procedimiento penal debe someterse a
Ja regulaci6n juridica que haga posible la concrecin de las garantias
‘Ci. Ver Marconde, A, Derecho Praca! Pou, Leroes, Buenos
Aires, 199,01 9.93.
CE. Maier J. ], DEP ci 1, p.210241, Sern esa interpre
tein, ol proceso -queaperce como sls sob deta foe
lalate ctr de ui qu pment oe
* CE. Torres Baas RE, El pratninto pease, Maro Ler
nor tors, Cdoba 186,01, p.25,
"Blo porgue paral primer nerpencn se goratiza el pros
algal ial procs su cvannatiyelaeapca
jnico La segunda inkerpretacn no preenta problemas pong
‘err l proce alfquedan Incldas ods usetpae Yh er
Germ porque esi uss cat y, como la primera iene
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ratiaa deol prec
EL DEBATE
ONIAOS OlBETY
169CAPITULO
170
del individuo: “se debe tratar de un procedimiento juridico, esto es,
reglado por la ley, que defina los actos que lo componen y eorden en
cel que se los debe llevar a cabo"
La tercera de las interpretaciones es, segiin creemos, la que mejor
refleja el significado hist6rico-politico de la necesidad de un juicio
oral, puiblico y contradictorio como requisito a la imposicién del casti-
0 esiatal. Una interpretacién coherent con el resto de las césulas de
Ta CN que influyen sobre los diversos aspectos del métoco de perse-
cucién penal también conducen a sostener nuestra afirmacién. En el
contexto procesal penal acusatorio de la Constitucién, el fandamento
de la sentencia solo puede surgir del juicio. Esta es a etapa principal y
necesara frente ala pretensi6n de imponer una pena. No es una exi-
gencia constitucional y, aun mas, se pone al modelo acusatorio, uma
instruccin burocratica y formalizada que termina por destefir y des-
naturalizar Ia etapa del verdadero juicio -la etapa instructoria de
nuestra cultura juridica no es légicamente necesaria para la realiza-
‘cin del debate en el cual se decir’ sobre la imputacién de responsa~
bilidad penal-. Esta afirmacién no elude, por otra parte la necesidad
del control de la acusacién antes de la realizaci6n del juicio, como
tampoco la posibitidad de impusynacién cle las decisiones tomadias en
ese juicio, que forman parte del “proceso”. Toda imposicién de una
pena, de este modo, debe ser precedida por el juicio oral, pablico y
contradicorio que exige la CN y, por ello, nuestro texto fundamental
no admite pricticas tales como las del ples bargaining estadounidense,
cen la que se admite la imposicién de una condena obviando la etapa