ACERCA DE LA TEOLOGIA DE LA LIBERACION
En cl Ultimo tiempo, distinguidos comunistas del pais sc han lanzado
a la tarea de reinterpretar el pensamiento de Marx sobre la religion.
Este sitbito interés teolégico tiene un fin preciso: el didlogo catélico-
marxista. De creer a tales discipulos de Marx, su maestro, aunque
ateo, respetaba la religién y, mas atin, le econcedia un valor positiv
la manoseada cita de la religién como “opio del pucblo” seria la
pica maniobra capitalista de las frases truncas, aisladas de su contex-
to y distorsionadas. Uno de estos intérpretes ensaya la via fisiolgica
y nos hace saber que, en tiempos de Marx, el opio se consideraba un
benévolo analgésico y no una maligna droga estupefaciente. Otro de
ellos se lanza a la reinterpretacién del contexto integro de la frase:
la religién, siendo “el suspiro de ta criatura abrumada, el corazon de
un mundo sin corazén”, se beneficiaria det evidente valor de los sus
piros, ast como de la nobleza de todo corazén, incluso del corazon ‘sin
corazon.
En su tardio entusiasmo religioso, y de cara al didlogo con los cre-
yentes —chilenes, pOr cierto, no rusos ni ucranianos— sdlo les fala
descubrit que en tiempos de Marx el opio era una excelente sustan-
cia curativa y alimenticia.
Leyendo sin prejuicios ése y otros pirrafos paralelos de Marx, es
imposible eludir la fobia, el furor contenido o incontenido, ef recha-
zo incondicional que dedica 4 Dios, a los dioses y a cualquier forma
posible del sentimiento religioso, La religion es para 4 la alienacién
suprema de Ia historia, la més irreal, negativa ¢ ilusoria de todas, “la
realizacién fant4stica de Ja naturaleza humana”, la nica aliena-
cién que no contiene nada real ni rescatable en la futura sociedad
comunista: la pérdida radical de si mismo. Y comg tal, Hama a la
religién “pura miseria” y “abyeccién”: “la critica de la religion es
la condicién de toda critica” (y ya se sabe lo que significaba para
Marx la “critica”: “su objeto es el enemigo, al que no quiete re-
futar sino aniquilar”). De alli que “la desaparicién de Ja religion en
tanto que felicidad ilvsoria del pueblo es una exigencia de su feli-
cidad teal”.
He estudiado por aiios ¢l pensamiento de Marx, y to he hecho con
una relativa frialdad; hace poco el profesor Konrad Léw me repro-
195chaba* una casi simpatia por Marx y en todo caso el no ser tan anti;
comunista como él. Pues bien, estoy cada vez mds convencido de la
radicalidad del atefsmo marxista, y de Ja funcién central que éste jue-
ga como principio estructurante de la totalidad de su pensamiento.
En cuanto a Lenin (y los mencionados intérpretes criollos son cierta-
mente leninistas) no hacen falta muchas sutilezas. Nadie pensard que
estas Citas suyas son “truncas” dentro de un contexto devoto: “Cual-
quier fe religiosa, cualquier idea de Dios, e incluso cualquier inclina-
cién a la idea de Dios, constituyen una inexplicable bajeza”; “la re-
ligién es el vodka espiritual donde los esclavos del capitalismo ahogan
toda forma humana”.
Lo que tales “reinterpretaciones” locales se traen es, pues, un can-
to de sirena ditigido al catolicismo chileno (y latinoamericano) y_so-
bre todo al clero, considerado como el campo de proselitismo més
promisorio para Ja tcoria y la praxis marxistaleninista. Dentro del
campo eclesidstico, a su vez, la colaboracién con el comunismo se in-
teta justificar con proezas verbales y ceolégicas comparables a las ‘de
sus interlocutores. No me detendré en ellas, por inconsistentes. Pre-
fiero enfatizar el resultado casi indefectible de su puesta en practica,
a saber: Ia facilidad del marxismoleninismo para engullir y fagoci-
tarse, casi sin residuos, a la parte cristiana de esa colaboracién y atin
de ese didlogo. Conclusién que nada tiene de extraiio, si se examina
el programa confeso de los catélicos mds radicales al respecto, Iéase
Cristianos por el socialismo y movimientos andlogos.
Ellos no pretenden, en efecto, influir en la revolucién marxista le-
ninista o apartarla de su doctrina original, y menos ain “cristiani-
zarla” o siquiera aiiadirle alguna diferencia especifica cristiana, in-
tencién que les parece irrespetuosa de Ia pureza “cientifica” del mar-
xismo. Pretenden, al contrario, asumir la teorla y plegarse a la praxis
de tal revolucién considerada en si misma como un deber cristiano,
con algunas reservas mentales tan sutiles que Ilegan a ser impercep-
tibles,
En cuanto a Ja parte cristiana menos radical al respecto, sus fines
pueden ser muy distintos —conseguir objetivos comunes, “juntos pero
no revueltos"—, sin embargo, tanto su buena voluntad como la larga
EL prof. Léw cs autor de La fascinacién del comunismo. Edit. Juridica
de Chile. Santiago. 1988,
196y sabia praxis marxista leninista suelen conducit al mismo resultado:
fagocitarse éstos y aquellos.
Si no pareciera irénica toda alusién celestial en esta materia, diria
yo que el marxismo Jeninismo no podia sofiar um regalo dei cielo com-
parable a la teologia de la liberacién en América Latina, o por lo
menos a la corriente central de esta teologia. Recibir del que saben
su obstaculo més sélido —el catolicismo— la entrega de una porcién
significativa de sus huestes, sobre todo de ‘sus mandos medios —clé
tigos— y esto sin mayores condiciones, mds bien al contrario, en nom-
bre de su propia teologia, es como para que el marxismo inclaya al
cielo entre sus creencias. La elaboracién teolégica de la libera-
cién, en nombre de 1a cual reciben este don, me recuerda a Humpty
Dumpty, aquel personaje de Alicia en ef pais de las matavillas, para
quien las palabras significaban lo que él decidfa que significaran.
Fue a Humpty Dumpty a quien invoqué yo, en una ya lejana polé-
mica con Ernesto Cardenal, cuando le ola enunciar las palabras Gris-
to, Redencién, Juicio, Reino, aplicandoias con el mayor desenfado
al... paredén de Fidel en Cuba. Hoy, Ja praxis seméntica mis ha-
bitual de cierta teologta de Ia liberacién parece ser la misma: hacer
decir al Evangelio —en su telectura marxista— justo lo contrario de
lo que dice.
Para dar una idea de este malabarismo y de su incongruencia, em-
plearé eb recurso del contraste simétrico, a la manera de Alicia a tra
uds del espejo: imaginaré el revés de esa teologia de Ja liberacién, un
marxismo que s¢ arrodilla ante la Iglesia, Supongamos que una por-
cién importante det marxismo leninismo en América Latina empren-
de una revision tan profunda de sus principios, que da en lamarse
“sociologia de la salvacién” o “marxismo cristiano”, y que sus voce-
ros oficiales hablan as{: hemos ensayado una relectura cristiana de
Marx y una desmitologizacién de su presunta ciencia; ella nos ha
convencido de que su itreligién o “ateismo cientifico" fue un mero
producto de la circunstancia bistorica y del componente cristiano de
los capitalistas de su época. Este mismo equivoco nos eva a dudar
de la praxis revolucionaria como fuente de toda verdad teérica, y al
contrario, ahora profesamos como nuestro punto de partida epistemo-
Jogico la innegable existencia de Dios y su revelacién en Jesucristo.
Dentro de esta nueva exégesis, nuestro “materialismo histérico” de-
signa simplemente el énfasis en el misterio central de la Encarnacién
197—el Verbo se hizo carne—, en la materia sacramental de la salvacin,
y en el condicionante histérico del trabajo fisico y de la economla,
seguin la sentencia biblica: “comerds el pan con el sudor de tu fren-
te”. Por su parte, la “dialéctica”, una vez desmitologizada, designa
sélo la necesaria tensién 0 antagonismo que mueve la historia, sien:
do sus polos contrarios, eso sf, el bien y el mal, siendo {a historia
misma una lucha continua entre estos dos principios morales su-
premos.
Supongamos, atin, que esta historieta fantastica —reverso de Ia otra,
dolorosamente real~ contintia ast: los “sociélogos de la salvacién” nos
dicen entender por “lucha dé clases” el necesario ¢nfasis en el ele-
mento activo de la no-violencia, inspirada a su vez en el amor fra-
temo; y que “dictadura del proletariado” es para ellos tan sdlo el
término que expresa su oposicién a las dictaduras burguesas y al fas-
cismo, y que el “comunismo” significa la necesidad de un area de
propiedad social, asi como su condenacién de los excesos de la propie-
dad privada. Acuciados tal vez por la misma sospecha sobre Humpty
Dumpty que nos suscita el movimiento simétricamente inverso —la
teologia de la liberacién—, preguntariamos a estos voceros del marxis
mo cristiano por qué siguen laméndose atin marxistas y no cristianos
a secas. ¥ si nos respondicran qu ese trata de un recuerdo de fami-
lia, de un término de valor afectivo que designa su itingrario hacia
Ja fe cristiana, ciertamente no hariamos ya cuestién alguna sobre el
didlogo y la colaboracién —cosas ms bien superfluas cuando todos
pensamos lo mismo—, y olvidados ya de minucias semnticas, unos y
otros agradeceriamos al ciclo por este stibito regalo, y terminariamos
rezando juntos a los pies de la Virgen del Carmen, con la sola y no-
table ausencia de ciertos tedlogos de la liberacién. Ellos, escandaliza-
dos por este contubernio que retrata en imagen invertida su propio
itinerario —su relectura marxista de los evangelios— se apresurarian
a ocupar las vacantes filas de Ja revolucién marxista leninista.
Me he permitide esta improbable fantasia para contrastar mejor
un fenémeno tristemente real, la peregrinacién de ciertos cristianos
hacia tos altares de Marx y Lenin. Quién sabe si estos meros ejem-
plos ilustratives —metdforas de teologia-ficcién— no contengan un
198cierto atisbo de verdad futura. La Iglesia Catélica reza con esperan-
za por Ja conversién de Rusia al cristianismo. Tal vez deba hacerlo
zambién por la ortodoxia de los tedlogos de Ja liberacién y su per-
manencia dentro del Cuerpo de Cristo.
je M. IpARez
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