You are on page 1of 46
EL LUGAR DEL PSICOANALISTA EN LA INSTITUCION PSICOANALITICA Carmen Pardo Cada vez que una institucién experimenta una crisis [...] cada vez que supO que podia morir y se prepar6 para esa eventualidad, en realidad se dio los medios para continuar viviendo [porque] cuando pudieron hacer de sus dificultades el emblema de su renacimiento, cuando pudieron bordear el abismo y mirarlo de frente, sintieron que los azotaba el viento de altamar y pudieron seguir abriéndose con mas humor e ironia, por consiguiente con ms lucidez, la ruta que se habian trazado 0 encontrar nuevos caminos. Entonces, muerte [...] ,donde esta tu victoria? Eugene Enriquez Pensar al Circulo Psicoanalitico Mexicano formando parte de la institucién psi- coanalitica, en relacién con la sociedad que nos ha tocado vivir, es una de las herencias, de los mitos e imaginarios institucionales que nos constituyen en tanto asociacién psicoanalitica. Entiendo el concepto institucién psicoanalitica en sentido amplio: todas aque- llas asociaciones y grupos de psicoanalistas que conforman hoy dia el panorama del psicoanilisis, desde que Sigmund Freud lo instituyera como método de inves- tigacién privilegiado para acceder a los procesos inconscientes, teorfa conforma- da por dicha investigacién y por este método clinico. Pero Freud mismo se dio a la tarea de difundir y transmitir sus aportaciones, primero a un pequefio grupo de adeptos y después a través de la Asociacion Psiconalitica Internacional, instituyendo también la institucién psicoanalitica como instancia social a través de la cual se contintia investigando y se difunde y trans- mite el psicoanalisis, mas allé de las modalidades de transmisién o formacion de 34 EL LUGAR DEL PSICOANALISTA EN LA INSTITUCION PSICOANALITICA nuevos psicoanalistas que cada grupo o asociacién implemente, lo cual ha permit. do su insercién en toda la cultura de nuestra época. _ . De hecho, estos mismos afanes son, por estatuto instituyente, los Objetivos del Circulo Psicoanalitico Mexicano, tarea, como todos sabemos, nada facil, dada I especificidad misma del quehacer en torno al psicoandlisis, que constituye algo por esencia opuesto a la institucionalizacién; espacio, entonces, en permanente movi- miento, en permanente paradoja y conflicto, pero que ha permitido la vigencia y consolidacién del psicoandlisis durante todo el siglo Xx, a pesar —o tal vez por ello— de las diferentes rupturas que han protagonizado los psicoanalistas y que no Pocas veces han dado como resultado nuevos paradigmas y nuevas lecturas de Freud, El Circulo Psicoanalitico Mexicano no ha sido ajeno a esta historia compartida, Desde sus inicios como grupo alrededor de sus fundadores, su disolucién y refundaci6n, hasta su institucionalizacién como asociacion y alo largo de sus dife- Tentes escisiones, se han vivido los conflicts, pero también se han consolidado los objetivos y las tareas, y por tanto su devenir. Sin embargo, considero que a pesar de esta historia, no tan ajena —como de- cia— a la institucién psicoanalitica misma, al Circulo lo ha caracterizado siempre el afan de pensarse como una institucién vinculada a la sociedad y con apertura a las otras disciplinas que también intentan dar cuenta de “lo humano”, Por sus paredes, que varias veces han cambiado al igual que los miembros de la asociacién, circulan los fantasmas que nos recuerdan que el psicoandlisis no es la “teoria” que explica “todo lo que nos acontece” a los seres humanos, y mucho me- nos una sola de las miltiples corrientes que conforman el panorama del psicoandli- sis actual. Armando Suarez en tanto ser humano, Pero también en tanto mito fundante, nos dejé como marca la sospecha permanente. Muchos tecordamos su capacidad critica y su lucidez, abriendo siempre nuevas interrogantes, muy lejos de verdades absolu- tas que lo erigieran en el lugar de “duefio del saber”, Pero no sélo Armando: otros con él n del saber, la circulacion de los saberes, de como manifestacién de los deseos. (0s dejaron como herencia la interrogacion aquellos que en las instituciones transitan 0 racional, las razones de la verdad del de- Pasion, mediante la racionalidad de la filosofia, la moral y la ciencia, y desde ahi, las razones s6lo pueden ser nombradas como sinrazon. CARMEN PARDO 55 Pero Freud, como sabemos, dio cuenta de las razones de la sinraz6n, de aquello que pulsa, que insiste, que se manifiesta en lo irracional: los sintomas, los suefios, de aquello que escapa al saber, pero puede producir un nuevo saber si no se queda en mera racionalizacion. {Sera que los saberes y las teorias en la institucién psicoanalitica, como apa- rente reino de racionalidad y rigor teérico, cumplen la misma funcién? {Cudntas veces los hemos visto erigirse como verdades, en la historia de la institucién psicoandlitica, para ocultar los deseos, para explicar con las teorias otra cosa, sobre todo cuando empiezan a conformarse los espacios de “nosotros” y los “otros”, ma- nifestacién de que algo insiste en la institucién? Arrojados al mundo, como diria Heidegger, sélo la palabra habita al ser, hace al ser. Y cuando la palabra que sirve para intentar Ilenar esa falta en el ser, para calmar ansiedades y por tanto construir saberes, se pone al servicio de la realizacién de los deseos y no se coagula en intentos de verdades absolutas, y no circula, entonces la construccién de los saberes tampoco. Tal vez por eso hemos sido testigos de que los temas-problemas en el Circulo —como supongo que ocurre en todas las instituciones y los grupos conformados por psicoanalistas— no estan nunca agotados, los saberes y los quehaceres estén siem- pre en vias de construccién. Estamos permanentemente en la busqueda de significa- ciones a nuestro quehacer, en la biisqueda inacabada de nuestro lugar como analistas en la institucién analitica en tanto instancia social. Nos movemos, como dice Ana Maria Rocabert, en la permanente paradoja como institucién social. Formamos analistas, pero no los formamos. Deseamos que en su transito por el CPM otros devengan analistas, pero tampoco los acreditamos. Somos una instituci6n psicoanalitica, pero no queremos institucionalizarnos. Somos exoga- micos y abiertos, pero no tanto. Incluimos a todas las corrientes, pero a unas mas que a otras. Queremos sostener un espacio donde la palabra de Freud no muera, pero la interrogamos permanentemente. Pero las reflexiones en torno a estos temas no se dan sdlo ahora, entre los miem- bros activos actuales. Los imaginarios institucionales se han sostenido y se sostie- nen mediante los fantasmas que circulan y en los vinculos entre todos; en los discursos de los que han permanecido, en los de quienes se han ido; en las acusa- ciones de aquellos que de tanto en tanto advierten que el Circulo ya no es lo que era, y que se pervierten sus objetivos originales. También en las reflexiones o fran- cas reclamaciones en los diferentes espacios de la institucién. Si revisamos, a lo largo de los afios que conforman la historia del CPM, las ac- tas de las asambleas y algunos otros documentos —en ocasiones testimonio escrito de la palabra de algunos miembros— como documentos significativos de esa historia, 56 EL LUGAR DEL PSICOANALISTA EN LA INSTITUCION PSICOANALITICA, observamos claramente como hay tematicas-problemiticas que insisten, que no se agotan, que se han trabajado permanentemente sin nunca llegar a Conclusiones definitivas. Tal vez eso precisamente haya permitido al Circulo su permanencia, pesar de todas sus vicisitudes. {Cual es nuestra responsabilidad social, cuando ofrecemos una Propuesta de for. macién psicoanalitica? ,Cémo organizar los contenidos tedricos y clinicos de tal Propuesta? {Existe o no ensefianza o transmisi6n del psicoandlisis? (El CPM reco. noce o valida analistas, 0 no? {Cudles son los criterios de admisién al programa de formacién? Cuales son los criterios de admisién de nuevos miembros? Estas preguntas marcan las preocupaciones al interior de la institucién, y las actas consignan las significaciones que los diferentes miembros activos del CPM fueron dando a su quehacer. Tematicas-problematicas que no implican sdlo el saber que otorga la “formacién como psicoanalista”. Casi todos los miembros activos del cpm han sido psicoanalistas, pero a menudo el saber esta al servicio de ocultar el deseo, y, disfrazado de saber, se pone a jugar también en una institucién todo aquello de nosotros que como actores institucionales no sabemos, 0 no decimos, las proyeccio- nes que cada uno deposita en Ia institucién: nuestras ansiedades y nuestros deseos, que definen nuestra personal novela institucional. De ahi ese complejo juego de determinaciones institucionales que organizan el lazo social jugindose permanentemente entre lo no sabido y lo no dicho, o in- cluso lo no pensado, porque evoca a los fantasmas y amenaza los vinculos, y de ello los actores institucionales no tenemos advertencia sino a posteriori. Asi, las actas no sélo consignan los acuerdos, también nos muestran los des- acuerdos. Son también la historia de las pasiones, de los momentos de vinculos especulares, como lo consignan Juan Diego Castillo y Fernando Gonzilez en un documento que elaboraron a raiz de la tltima escisién,! en que nos muestran la apariciOn de las relaciones en espejo que protagonizaban los miembros activos, cuando se jugaba precisamente la admisién de nuevos miembros. Al leer su traba- jo, me parece que, efectivamente, desde esa modalidad de vinculo especular, en al CPM, como en otras instituciones, cada uno proyecta en el otro sus propias ansie- dades y fantasias, cuando la pasion desborda la razon. Ataco y me confirmo &? aquello que se juega en relacién con lo que puedo o no puedo frente al queliace? institucional, acusando al otro de aquello que también habita en mi, pero aparece sdlo como reflejo en el otro, o en los “otros” desde el “nosotros”. ' Documento web. CARMEN PARDO 57 Alguien se admiraba y se enojaba por que pudieran pasar tales cosas entre psi- coanalistas, Pero es que So, como nos aporta la mirada institucional, no pasa por la ética individual o por la que cada uno sostenga en su quehacer como psicoanalista. Es un fendmeno institucional, en el que podemos participar sin darnos cuenta de como entre todos Jo vamos propiciando. No depende ni del mayor o menor tiempo 0 calidad del anilisis de los sujetos singulares de la institucién, ni de sus conoci- mientos, ni de la ética individual de cada uno de los que conformamos la institu- cion, miembros activos, honorarios o adherentes. Es parte de la locura institucional, que se manifiesta cuando las razones de la pasién no pueden ser contenidas por lo racional de la institucion. Los calificativos son mas bien el efecto de esa particular modalidad de vinculo en un momento de conflicto institucional. Vinculo especular de proyecciones mu- tuas, donde lo no asumido y elaborado colectivamente se proyecta en los otros cuan- do aparece el “nosotros” y los “otros” frente a las tareas grupales: forma mortifera de resolver los conflictos, dados los lugares de poder o no poder institucional. Huevo de serpiente incubandose siempre en cualquier grupalidad. Resto no domefiado de la pulsion de muerte que amenaza destruir los vinculos que Eros cons- truye, porque paraddjicamente —siguiendo a Ana Maria, que no deja de recordar- nos esa particular caracteristica de la institucién psicoanalitica—, tal vez por la historia que ella encarna, son también estas mismas tematicas-problematicas las que, al insistir y no agotarse, nos agrupan en otros momentos en torno a los objetivos, las tareas y los proyectos de trabajo y nos siguen brindando “la ilusién de la ilu- sién” de compartirlos, como dice Fernando Gonzalez; ilusién de creer que compar- timos los objetivos a pesar de las diferencias, al realizar proyectos en el CPM, pero “dlusién real” que tiene efectos, que se expresa en ideales y proyectos compartidos, que agrupa, liga y vincula, y que ha permitido a muchos trabajar y llevar a cabo miltiples actividades en relaci6n con los objetivos del Circulo en sus momentos fe- cundos y creativos en tanto institucion psicoanalitica. Y acd estamos trabajando en los mismos temas, abriendo y compartiendo nues- tras reflexiones con ustedes en torno a los diferentes espacios en que el psicoanalis- ta habita. , Acto de transmisién social del psicoandlisis y también quehacer del analista, como nos dejé dicho José Perrés cuando reflexionaba sobre el complejo lugar del analista en la institucién psicoanalitica, en varios de sus trabajos. . Dimensién social del psicoandlisis y de la institucion psicoanalitica, que apunta a diferentes escalas y a distintos planos de andlisis del lugar y el queha- cer del analista, andlisis y explicaciones que el psicoandlisis, en tanto teorla y metodologia especifica, no agota, aunque puede aportar elementos importantes 58 EL LUGAR DEL PSICOANALISTA EN LA INSTITUCION PSICOANALITICA a los fenémenos grupales ¢ institucionales desde lo que Ilamamos la linea social de Freud. René Kaés nos dice que toda institucién “vincula, retine y administra for. maciones y procesos heterogéneos, sociales, politicos, culturales, econémicos y psiquicos. Légicas diferentes funcionan ahi en espacios que se comunican e interfieren. Esa es la razon de que puedan inmiscuirse y prevalecer en la l6gi- ca social de la institucién.”? Nos dice también que los grupos, en tanto formacién intermedia entre lo indi- vidual y lo social, son los que en el seno de las instituciones crean vinculos a partir de la realizacion de deseos intrapsiquicos, mediante las identificaciones y proyec- ciones de los sujetos de la institucion, de manera que pueden cargar en ella sus deseos reprimidos y encontrar los medios deformados, desviados o disfrazados de realizarlos o defenderse contra ellos. De esta forma se ligan también a las institu- ciones y a sus funciones sociales. Por eso, si bien la aportacién del psicoandlisis a los fendmenos instituciona- les ha permitido incluir el andlisis de lo que Foustier denomina la infraestructura imaginaria de las instituciones, es decir, los organizadores psiquicos de las mis- mas, sus determinaciones en tanto institucién social escapan al campo propiamente psicoanalitico, a sus nociones clinicas y tedricas y, desde luego, al dispositivo clasi- co de intervencién. Extraer de este campo nociones para dar cuenta de la institucién es lo que atinadamente algunos autores han denominado “psicoanalismo”, esto es, una reduccién epistemolégica que, mas que clarificar, obtura la comprensién de los fenémenos institucionales, asi sea la sacrosanta institucién psicoanalitica. De ahi que la propuesta es que el lugar del analista dentro de la institucién analitica es diferente de su lugar en el dispositivo clinico. En el dispositivo clini- co, el analista queda borrado como sujeto para el otro. En la institucién se juega como sujeto entre otros. Esto obliga a pensar de otra manera, también, las catego- rias de andlisis y las nociones tedricas que den cuenta de su quehacer. Lo tnico en comtn seria el reconocimiento de que somos movidos por procesos que desco- nocemos, pero hay muchos procesos y fenémenos en los grupos y las institucio- nes que no podemos conceptualizar como inconscientes en el sentido del inconscientre intrapsiquico que Freud nos revelé, y el uso y abuso del discurs° clinico al interior de la instituci6n es el efecto, y no la explicacién de lo que suce- de en la misma, cuando existen desacuerdos y conflictos. También las comparaciones de la institucién psicoanalitica con ta institucion familiar, que han permeado los intentos explicativos frente a los desacuerdos ins- 2 René Kaés et al., La institucion y las instituciones, Paidés, 1989, p. 30. CARMEN PARDO 59 titucionales —como lo consigna José Perrés en su libro La institucionalizacién del psicoandlisis, cuando analiza los momentos fundantes del psicoandlisis en tanto institucion social— constituyen el efecto y no la causa de los problemas. Reco- miendo también el articulo de Fernando Gonzalez en el mimero 1 de la revista Cartapsi, donde exorciza los fantasmas que han circulado en la institucién psi- coanalitica en torno a la figura del padre y el fundador, fantasmas originados des- de la misma fundacién del psicoanilisis. Desde luego que no estoy proponiendo que podamos saber, en tanto actores institucionales, aquello que no sabemos y que nos trasciende al intentar un trabajo en comun. Nuestra propia implicacién en la institucién lo impide. Si hago una invitacion a que no dejemos fuera esta dimensién social ¢ institucional del psi- coanalisis cuando pretendemos explicar los fendmenos que ahi ocurren y nuestro lugar en la institucién psicoanalitica; asumir que estamos determinados no sdlo Por procesos intrapsiquicos, sino también por procesos institucionales que esca- pan a nuestro saber. Por eso, al intentar buscar lineas de reflexién y accién sobre estas tematicas- problematicas, que insisten en la institucién y que nos implican como miembros del Circulo desde cualquiera de las membresias, en la construccién y el sosteni- miento de la institucién y de la transmisién social del psicoanalisis, tenemos que asumir que no podemos hablar desde un “saber” ni definir sdlo desde ahi las li- neas a nuestro quehacer, asi sea nuestro supuesto “saber psicoanalitico”. Diria que la historia institucional nos muestra que ha sido al revés: que los conflictos en la institucién, cuando no han producido los vinculos mortiferos que provocan las esci- siones, han producido nuevas reflexiones teéricas, tanto en el campo propiamente psicoanalitico como en la comprensién de las determinaciones que nos constituyen en tanto sujetos institucionales y sociales, brindando nuevas lineas a nuestro queha- cer como psicoanalistas. Creo que el Circulo, como muchas otras asociaciones psi- coanaliticas, es muestra de eso, tanto como los procesos de nuevas grupalizaciones posteriores a las escisiones de las asociaciones. _ : Por ejemplo, la tematica-problematica sobre la responsabilidad social del Circulo como institucién en la formacién de nuevos psicoanalistas, que ha apare- cido de tanto en tanto en la historia del CPM, recorrido que podria ser objeto de otro texto, nos Ievé a los miembros activos actuales a realizar un encuentro de trabajo hacia el verano del afio 2000, lo que nos permitid aprender unos de otros y clarificar un poco mas nuestro trabajo comin: la tarea qued6 consignada en el documento de Conclusiones: “intercambiar ideas y conceptos que nos permitan 60 ELLUG, ‘AR DEL PSICOANALISTA EN LA INSTITUCION PSICOANALITICA peo Nuestras intervenciones como institucién, en el camino que conduce a un ‘Weto a convertirse en analista”3 7 Te entonces, en ese espacio, lo que ain lamdbamos el Cola ee ci6n”, incluso se pens6 en su disolucién. Pero la idea era reflexionar 0! “a’ma, y comenz6 a aparecer la necesidad de precisar nuestras diferencias y Simi- litudes Tespecto de las nociones de ensefianza, formacién y transmision del psi- Coanilisis, y con ello también el tema de la acreeditacién de analistas, para poder Precisar y delimitar nuestra responsabilidad social, tema que habia sido pensado varias veces, tal vez porque en el Circulo el tema de lo histrico-social ha sido Permanente para pensar la practica psicoanalitica. ce Como apuntaba Martha Lilia Mancilla, también protagonista de la historia por muchos ajios, citando a Conraz: Pensar una practica no consiste en calcular sus efectos, sino en reconocer en qué historia se encuentra enredada [y continuaba ella]: En ese sentido, el mito fundador del Circulo era (ges?) un mito social, un mito de la izquierda, del psicoanalisis militante, en que la vision histérico-social (Althusser, Caruso, etc.) fue en ese origen punto de partida fundante en la concepcién que de ser psicoanalista se tenta [...] Parte de ese mito también es leer todo Freud. [...] Reconocer ese mito que nos ha constituido es un pasaje necesario para después de reconocerlo poder, como ahora, cuestionarlo, reinventarlo, soltarlo.* Habra que ver hoy dia —y seguir trabajando en ello— c6mo pensar y diferen- ciar la practica psicoanalitica de la practica politica, pero, como vemos, insiste to- davia la necesidad de ampliar el campo de analisis y pensarnos no sdlo como psicoanalistas, ni pensar la formacién como “mero acto analitico”, sino también inmersos como institucién psicoanalitica en el campo de lo social, aludiendo a los diferentes planos en juego. Algunos Ilevamos a la mesa de discusién, en torno al tema que nos ocupaba en ese momento, la propuesta de José Perrés, quien sugeria distinguir el término transmision del psicoanalisis como fendmeno social, del término formacién como ese movimiento interno por medio del cual advenimos psicoanalistas. Se decidié conservar el término de formacién de psicoanalistas como uno de los objetivos de nuestro trabajo institucional, en relacion con el advenimiento de nue- vos psicoanalistas. > Documento de conclusiones del encuentro de trabajo “La Transmisién del Psicoandlisis y el CP™”> mayo de 2000, inédito. ‘Idem CARMEN PARDO 61 Después de varias vueltas al asunto, acordamos conservar también una pro- puesta tedrico-clinica estructurada, pero no en términos de un programa a la ma- nera académica clasica, sino en tanto intencién o propuesta que ofrece el Circulo, como espacio para quien quiera transitar Por su camino de formacién. . Entonces, hasta donde he podido pensar, y eso entiendo hasta ahora, el térmi- no transmision alude a la transmisién social del psicoanilisis, via la institucion psicoanalitica en sentido amplio, es decir, el conjunto de instancias sociales cuyo objetivo es justamente ése, la transmisién y difusién del psicoanilisis, y el Circu- lo no es la excepcidn, antes bien, constituye una instancia social mas en el pano- rama del psicoandlisis en México, que continta proponiéndose articular una propuesta de formacién mds o menos organizada, seria y rigurosa en torno a la obra de Freud como eje central, dando cabida también a las diferentes corrientes del psicoandlisis contemporaneo. La ensefianza, como decia Maria Elena Barrié y reiteré Alberto Montoya, iria en relacién con lo que un coordinador de un seminario ensefia 0 muestra de sus propias inquietudes y reflexiones en torno a una temitica especifica del campo del psicoandlisis, y no como acciones voluntarias y conscientes tendientes a ense- fiar al otro lo que no sabe. Inoculacién, como el “mosquito andfeles que al buscar alimento para su cria inocula ciertos pardsitos, sin la intencion de inocular. Si [nos decia Maria Elena], asi es la transmision, se busca conscientemente hacer llegar un saber, pero se inocula otro saber, del cual el transmisor nada sabe.” O como también sefialaba Lidia Agazzi, la funcién de transmisién no puede encarnarse sino desde la pasién. La pasi6n por el texto © por el autor —monumento de sus transferencias— es para el maestro y el alumno el motor y el obstaculo, el camino y el callején sin salida por donde van a extraviarse. .] Se habla de un “deseo de saber” que no es un saber sobre el deseo, que posibilitard el acceso a otra cosa: en los blancos, en la suspensién, en la vacilacién del discurso del docente, algo nue- vo comenzaré a filtrarse. La caida de la fascinacién como condicién de transmisibilidad.6 Por su parte, Carlos Fernandez, en un articulo de 1993 titulado “Ser analista”, citado por Maria Elena, comentaba: El psicoandlisis es mas que la reflexin sobre el ser desde un saber, y aunque este desdobla- miento est incluido, no abarca su plena dimensi6n. No esta por demas insistir en que la pric- * Maria Elena Barrié, idem ; © Lidia Agazzi, trabajo interno del CPM para las Jornadas de Reflexin. 62 EL LUGAR DEL PSICOANALISTA EN LA INSTITUCION PSICOANALITICA tica psicoanalitica compromete al sujeto en su totalidad y no solo asu saber LL la formacién de psicoanalistas trasciende a la sola suma de un saber te6rico sobre el inconsciente més un saber del inconsciente, puesto que este ultimo resignifica el primero [..], involucra totalmente al sujeto, por esta peculiaridad, debe ser depositada en la responsabilidad del propio sujeto,7 Como vemos, entonces la formacién del psicoanalista no tendria que ver nada con una formacién de unos a los otros, ni de parte de los docentes, ni por la institu- cién. Todos proyectamos y depositamos nuestros deseos y pasiones en y Para la institucion. La pregunta es, decia Carolina Lozoya, “como. Jugarse en esa contradic- cin permanente que define el espacio institucional, la transmisi6n y aquello que se ensefia [...]; parece que mas que un callején sin salida se trata de tener que caminar por el borde [...] y eso es lo que ha definido al Circulo en su devenir.”8 Pero también, cada uno que quiera formarse como analista tendra que bor- dear un triple camino: el propio anilisis, la escucha de otra escucha —lo que se ha dado en llamar supervision— y el acceso a la teoria, en espacios donde se jue- gan también los deseos y las pasiones. Este proceso implica todo un movimiento interno, en el proceso de formacién para advenir psicoanalista. Y Alejandra de la Garza comentaba: En el camino de “ser-estar-siendo” analista es imprescindible el puente permanente por donde circule esa verdad del divan y pueda articularse con Conceptos, abstracciones ted- ricas que sdlo pueden acceder a su verdadero significado en el discurrir de la verdad analitica. Yo considero que el espacio de la transmisién es un lugar sui generis donde de otra forma, pero en sustancia, se sigue jugando el lugar “ser analista’” [...] Qué se en- sefia? Ante esta pregunta, René Char escribe: “Un poeta debe dejar trazas de su paso, no pruebas. Sélo las trazas hacen sofiar”.? Creo que queda claro que el Circulo como institucién no forma a nadie. Soiia- Mos, sostenemos entre todos el deseo de s que en él otros se formen, y abrimos los espacios para aquellos que quieran formarse, Pero el deseo y el tiempo de advenir psicoanalista pasa por el propio anilisis, no Por requisitos institucionales de ningin tipo. Como la mayoria de la gente que esta aqui sabe, en el Circulo, el andlisis del analista y la escucha de la escucha (supervision) no se tienen que llevar como re- quisito con miembros activos de la asociacién, y de hecho casi nadie lo hace. 7 ‘i “ ” Gi Carlos Fernandez Gaos, “Ser analista’ » citado por Maria Elena Barrié en Documento de con- clusiones.. 5 Documento de conclusiones... 9 Idem. CARMEN PARDO, 63 / Pero mediante la formacién de cada uno de los nuevos analistas se cumple el objetivo institucional de la transmision del psicoandlisis, El psicoanilisis es lo que se transmite, se crea y Se recrea mediante dichos fenémenos intrasubjetivos, intersubjetivos y transubjetivos al interior de la Institucién Psicoanalitica, en sen- tido amplio. Cada analista tendra que sostenerse en su practica clinica en el lugar de analista (ser analista €s un proceso permanente, es un estar siendo). Por tanto, se acreditaré en su propio andlisis y se ganar su legitimacién social como psicoanalista soste- nido por su propio nombre, su propia ética y su trabajo. No hay historias compar- tidas en el advenir psicoanalista, aunque se comparta una generacién, un grupo o una asociacién. Dado todo esto, en el CPM si deseamos incidir en la formacién de analistas mediante nuestra propuesta de formacion, pero no podemos garantizarla ni avalar analistas, porque, como vemos, esto escapa a las posibilidades de nuestra asocia- cidn, de cualquier grupo psicoanalitico 0 asociacién que comparta esta tarea. Asi, por cuanto se refiere a la certificacién como psicoanalista mediante al- gin documento, es evidente que el CPM no puede certificar lo que escapa a sus posibilidades. De ahi también que no hayamos inscrito la propuesta de formacién en ninguna de las modalidades de incorporacién del ambito académico, y hasta ahora no pensamos hacerlo. Creemos que la formacién no puede transitar por los requerimientos de las instituciones académicas. Como asociacién psicoanalitica, slo hacemos constar mediante los documen- tos pertinentes las actividades que hemos realizado en el Circulo, incluyendo la participacién de cada uno de nosotros, miembros activos y adherentes, en lo que Ilamamos seminarios de la propuesta de formacién; pero eso no avala la forma- cién, s6lo da constancia del trabajo que cada uno ha realizado en esta asociacion. Hemos estado trabajando también en los criterios de admisién para candidatos a la formacién. Pensamos de igual forma que el deseo de formarse como analista tiene que pasar por el andlisis y trabajarse en él. La demanda a la institucion y la pertenencia a ella tendra que trabajarse me- diante espacios permanentes dentro de la misma que nos permitan esclarecer esta relacién, no s6lo en el ingreso a la formacién sino permanentemente. Estamos tra- bajando en ello. La red clinica es otro espacio en que nos jugamos entre la ética individual y la responsabilidad social de derivar pacientes. Entre el servicio a la comunidad y el dificil lugar del analista que no da nada, que no accede a las demandas de asistencia de ningun tipo. Sabemos lo que se juega en la demanda y en el pago en el anlisis, También acd hay que seguir trabajando los espacios que habitamos. 64 EL LUGAR DEL PSICOANALISTA EN LA INSTITUCION PSICOANALITICA Como vemos, el lugar del analista en la institucion psicoanalitica también est en permanente construccién. Asimismo se esta teniendo y sosteniendo ese lugar, siempre y cuando se sostenga la ilusién de tener objetivos y quehaceres compar- tidos, lo que nos permite mas 0 menos funcionar como grupo al interior de la ins- titucién, a pesar de nuestras diferencias y de las diferencias de los pequefios narcisismos, como decia Freud, para cumplir colectivamente los objetivos del Circulo, a saber, la investigacién, difusién y transmisién del psicoandlisi sis. Proyectos de trabajo individuales 0 grupales, deseos y proyectos que realiza- mos en y por la institucion y para la permanencia del Circulo en el panorama del psicoanalisis en México. No sé si alguien podria precisar hoy en dia si estos proyectos, como hoy los concebimos, coinciden con el proyecto fundante. Cada psicoanalista que ha tran- sitado por los diferentes espacios del Circulo tendra su propia versién. Pero, como sabemos, lo fundante es siempre un mito, y, decia Lévi-Strauss, el mito esta al servicio de llenar un hueco de sentido a los origenes que nos constitu- yen, origenes en el sentido de los momentos instituyentes del CPM, que nos han dejado sin duda imaginarios institucionales, procupaciones y ocupaciones; pero tam- bién en el sentido de que originan, dan origen a la reflexién y a la accién. Constitu- yen lo que nos mueve e impulsa, al orientar nuestro quehacer, lo que da sentido y legitimidad social a lo que hacemos cada uno de nosotros en la institucion. José Perrés (y otra vez José Perrés, tal vez porque su obra y su lugar en la institucién psicoanalitica le permitié trascender la finitud de la vida, igual que a Armando Suarez. Les permitié trascender su estancia en el Circulo, dejandonos, en los fantasmas que nos habitan, sus reflexiones y pasiones) decia, citando a Ardoino y Loureau, que es interesante pensar que la institucién es un objeto virtual producido por el andlisis que la elabora al mismo tiempo que la in- terpreta, mucho mas alla que un objeto real, ya presente sobre el que dirigiria el analisis para descifrarlo o traducirlo. La institucion es inmaterial. Nunca es directamente aprehen- sible. Solo se puede aprehenderla a través de la materialidad de los elementos de la or- ganizacién. Resulta todavia necesario que una instrumentacién adecuada permita reconocerla, en su especificidad, y desprenderla de la organizacién con la que de otra manera se confundiria.!° 10 Jacques Ardoino y René Loureau, Les pédagogies institutionnelles, Patis, Presses Universitaires de France, 1994, cit. por José Perrés, La institucién psicoanalitica en el cruce de los saberes del psi- coandlisis y el imaginario social. Freud y la institucién psicoanalitica, Reflexiones tedrico- epistemoldgicas, tesis de doctorado en Ciencias Sociales, corregida en el primer tomo y publicada posteriormente en dos tomos por el Circulo Psicoanalitico Mexicano, 2000, CARMEN PARDO 65 Pe eeaee ‘hada que nes eat implicacién institucional, no podria- e zara reconocerla en su especificidad. S6lo apostamos a la permanencia de Eros sobre Ténatos, significando y resignificando nuestro quehacer, cuando elaboramos Proyectos de trabajo compartidos. __ Por eso creo que penséndonos y mostrindonos frente a ustedes en este simposium, desde nuestros saberes, deseos Y proyectos de trabajo mas 0 menos compartidos, asumiendo en la medida que podemos nuestras diferencias y signifi- cando al igual que los que nos antecedieron nuestro quehacer, estamos también construyéndonos y construyendo la institucion, Somos eso que decimos que somos y sabemos, pero también lo que no so- mos, no sabemos y no decimos, y algunas veces, tal vez, porque atin no lo pen- samos, y eso sdlo lo podemos escuchar de ustedes cuando en espacios como éste nos escuchamos. Nosotros, los del Circulo, al Circulo Psicoanalitico Mexicano s6lo lo podemos apreciar desde la ceguera o la ilusién que nos da nuestro lugar de implicacién. Pero habra que seguirnos escuchando y escuchar a los que nos reflejan, para poder sostener la ilusién y el deseo. Hacer habitar y circular en el Circulo las uto- pias compartidas en torno a la investigacién, la difusion y la transmision del psi- coanalisis. Continuar abriéndonos a experiencias que nos permitan reconocernos como institucién psicoanalitica. Para mi —eso es lo que quiero compartir y continuar reflexionando con uste- des— ése es nuestro lugar en la institucion psicoanalitica. LOS LUGARES NO ANALIZADOS DESDE EL LUGAR DEL ANALISTA Fernando Gonzalez Introduccion En este texto quiero reflexionar sobre algunas inquietudes personales que surgieron cuando intenté delimitar parcialmente un territorio que se mantiene mds 0 menos impensado en la reflexion psicoanalitica y que, sin embargo, no es del orden de lo impensable, de lo inconsciente, ni tampoco de lo indecible o irrepresentable. Me dedicaré, concretamente, a una cuestién mas pedestre —y no por eso menos importante— y plausible de detectar en miltiples zonas. No obstante, por razones de espacio sdlo me ocuparé de dos de ellas: J) la de los denominados analisis “originarios”, y 2) la de la institucién psicoanalitica, conformada desde el modelo de una causa, la cual serd defendida de las desviaciones o funcionara como detectora de las que supuestamente ocurrieron. La primera fue instituida por Freud y sus discipulos a partir de una variante de las sociedades secretas, y la otra, cofundada por Lacan, se relaciona mas con el modelo de las sectas —el de maestro investido de un tipo de carisma que presu- pone, simultaneamente, el entreveramiento de un “supuesto saber” con el de otro no tan supuesto, bajo los auspicios del retorno purificatorio a las fuentes—. Estas dos instituciones se asemejan en la relacién que mantienen con la centralidad —ocupada por los que se consideran fundadores y productores de teoria— y con el saber no tan supuesto. Como he sido formado para practicar el psicoandlisis, no puedo dejar de asumir mi pertenencia —en sentido amplio— a la institucién que lo reproduce. Al mismo tiempo, intento asumir una distancia critica frente a ciertas maneras de practicarlo, de fundar y de reproducir diferentes modelos institucionales, los cuales pretenden la custodia de esta disciplina. Y, finalmente, distancia frente a ciertas formas de dar cuenta —tedricamente— de aspectos de la formacion y de la clinica psicoanalitica. 68 LOS LUGARES NO ANALIZADOS DESDE EL LUGAR DEL ANALISTA De igual modo, esta declaracién de distancia critica incluye manifestar que personalmente he contribuido, en su momento, a reproducir un tipo de instituci6n en donde se rendia admiraci6n al lider carismatico y se creia —ingenuamente— que el discurso sustituia a la practica institucional efectiva, creyendo, por ejem- plo, que bastaba sostener un discurso antiinstitucional para, m4gicamente, librar- se de ser institucién. Es decir, partiendo de la base que la teoria funcionaba como “ficcién de pure- za” (Michel de Certeau) 0 como negacién de las practicas, y sosteniéndose en Ja idea de que las instituciones son, entre otras cosas “{...], no tnicamente la epifa- nfa engajiosa de un ideal del yo que permite[n] la produccién de creyentes. No solamente un conjunto de procesos generadores de credibilidad por el hecho de retirar lo que promete[n]. No solamente una relacién entre lo sabido y lo callado, manera en la cual Freud interpreta la institucién sacerdotal: [sino que] se constituye[n] al callar el asesinato que sabe[n]”.! En sintesis —paraftaseando a De Certeau—, sin demostrar plena adhesin a una alianza instituida ni la pretensién de estar completamente desligado de ésta, sino, mas bien, asumiendo el [...] malestar genealégico [porque] la pertenencia? no se dice sino desde la distancia, alejéndose de un suelo identificatorio [pretendidamente s6lidoy”3 Con lo anterior intento descolocarme de una manera de ser discipulo, lo que no estoy seguro de lograr. Me interesa apartarme de la posicién de discipulo que parte del supuesto de que los productores de la teoria ya dijeron la tltima palabra y que, por ello, s6lo le queda al que llega después explicar y explicarse todo, a partir del pensa- miento ya clausurado y consistente de aquellos a los que considera sus maestros. Este discurso del discfpulo slo problematiza o hace como si problematizara para rendirle gloria al texto sacralizado del maestro, No avanza, sdlo hace visible lo preclaro que es aquél a quien pliega su inteligencia. Concibe lo dicho y escrito por los maestros elegidos como algo ilimitado, sin restos inmetabolizados ni exte- tioridad posible. Este discurso, en general, tiende a hablar de teoria, pero no de cualquier manera, ya que la concibe como aquella que —“representa” o— remite de un concepto a otro, o de una cita a otra, sélo para evidenciar la coherencia teleolégica que aqueja(ba) a sus amos tedricos. Sin embargo, algunas veces, se permite reconocer que este discurso no era del todo coherente, pero solo el tiem- po justo antes de volverlo a exaltar. ' Michel de Certeau, Historia y psicoandlisis, México, Universidad Iberoamericana/Instituto Tec- nolégico de Estudios Superiores de Oriente, 2003, p. 138. ? También se dice. 3 Michel de Certeau, Paris, Gallimard, 1975, p. 319. FERNANDO GONZALEZ 69 También procura evitar cualquier elemento empirico que pueda arrancarle al texto de los productores de paradigmas la pretension de clara universalidad. En sintesis, la posicion de discipulo —asi entendida— tiene una clara voca- cién claustrofilica. Esta especie de tipo ideal —en el sentido weberiano— de dis- cipulado no deja de tener ciertos efectos en la lectura de los textos 0 la palabra y en el posicionamiento transferencial de quienes los practican; asimismo, en todo eso que se condensa pomposamente con la palabra transmisi6n, sin que esto quie- ra decir que las diferentes maneras de recepcion se puedan deducir limpiamente de este tipo ideal que acabo de describir. Dicho esto, trataré de colocarme en un puesto de observacién que dé cuenta de frases efectivamente emitidas, y también de practicas que producen un efecto normativo, precisamente porque no se tematizan como discurso, € implican un tipo especifico de complicidades y acuerdos que generalmente s6lo se desagregan y vuelven visibles cuando estallan las instituciones. Con este estallido le rinden un homenaje oblicuo y tortuoso a madame Melanie Raizes* de Klein, en lo que ésta teoriza como fase esquizo-paranoide. En el momento en que se trata de pensar los lazos institucionales que los entreveran y de elegir la faccién que reclama para si el monopolio del “pecho bueno”, los analistas dejan de ser tales o quizas ponen de manifiesto que casi nunca lo fueron. Sin embargo, es necesario afiadir que cuando dichas instituciones se dividen —en la mayor parte de los casos, limpiamente—,> los implicados no son del todo fieles a madame Raizes, pues cada una de las partes pretende ser “el pecho bueno”. Y —como se comprenderé— dos “pechos buenos” sdlo se dan algunas veces en los gozos erdticos, mas no en la vida institucional. Esas situaciones las conocemos, y con creces, quienes hemos pertenecido o pertenecemos atin al Circu- lo Psicoanalitico Mexicano que nos convoca en esta ocasién. Por otra parte, es dificil desmarcarse de las consistentes categorizaciones que te- ritorializan el campo psicoanalitico internacional y mexicano. Casi no hay espacio para reflexionar sobre problematicas que intenten ir mas alla de cualquier doctrina y escuela, o que las atraviese a todas. : Estoy consciente de que lo que intentaré exponer a continuacién sera, al me- nor descuido, rapidamente calificado como un texto antifreudiano 0 antilacaniano por quienes se sienten claramente ubicados en una plaza identitaria sdlida, desde * Fl apellido de Madame Raizes significa “excitacion”, lo cual, sin duds, resulta més sugerente que aquel que tomé de su marido: Klein (“pequefio”). 5 Porque sucede que en ciertas rupturas se desmarca un tercer grupo que no quiere elegi las partes, lo cual pone en serios predicamentos la fase esquizo-paranoide en las institucio, que este tipo de sujetos conspira contra la teoria! it a una de nes. (Vaya 70 LOS LUGARES NO ANALIZADOS DESDE EL LUGAR DEL ANALISTA. la cual califican las posiciones supuestamente desviadas 0 errdneas de los otros, O, incluso, como el tipico texto del “francotirador” —otra manera de descalificar, Sé también que esto es imposible de controlar en un medio analitico que tiene una clara tendencia a estructurarse de esa manera. No obstante, no est de mis sefialar, a quienes estén dispuestos a suspender el reflejo condicionado de pertenencia —esta vez, homenaje a Pavlov—, que las interrogantes ¢ hipdtesis que sostengo no pretenden descalificar sin mas los complejos desarrollos tedri- co-clinicos realizados por Sigmund Freud y Jacques Lacan. Tampoco situarse al lado de ellos y en paralelo, sino incidir y problematizar algunos tipos de trans- misién y recepcién del psicoanilisis. Es decir, el lugar y las formas como se emiten los conocimientos no se desprenden facilmente de las diversas maneras de hacer institucién. Siguiendo, parcialmente, la via propuesta por Nicholas Rand y Maria Torok, diré que “la historia del psicoandlisis llega a ser lectora y analista de su teorizacién”’ y +—como ya expresé— de sus formas de reproduccién y transmi- sion. Procedo, entonces, a trabajar la cuestién del autoandlisis y el modelo institu- cional que lo sustenta. Freud y el autoandlisis “originario” No es la menor de las paradojas sostener{se en] una institucién en la que el inventor del andlisis decide analizarse hasta donde Ilegue su autoanilisis, o —como sostiene piadosamente Octave Manonni— que se analiza a pesar de aquel que, sin saberlo, fungi como su analista—un tal W. Fliess—. Curiosa manera, en ambos casos, de descalificar —de diferentes modos— el lugar del analista y del andlisis. Hasta donde he investigado, fue un furioso Jung el que primero se atrevid a comentar con Freud este espinoso tema en una carta. En el contexto en que la re- dact6, Jung se sentia tan ofendido por Freud que atisbé levemente el fondo del asunto del autoandlisis, dandole un giro tal a su critica, que dejé la cuestién ape- nas esbozada. Veamos. En una carta anterior a la mencionada, Freud le habia interpretado un Japsus a Jung. Este, literalmente, decia: “incluso los compinches de Adler no quieren con- tarme como uno de los suyos”, cuando presumiblemente era de éstos de quienes se trataba de deslindar Jung. Este, Ileno de rabia, le escribe a Freud: © Nicholas Rand y Maria Torok, “La psychanalyse devant son secret: Totem et Tabou d’un soupgon de Freud”, Cahiers de Confrontation, nim. 18, otoio de 1987, p.132. FERNANDO GONZALEZ 71 (Me permite decirle unas palabras en serio? Reconozco mi inseguridad frente a usted [...] pero querria llamarle a usted la atencién acerca de que su técnica de tratar a sus alumnos como a sus pacientes constituye una equivocacién. Con ello crea usted hijos esclavizados © descarados granujas (Adler, Stekel y toda la desvergonzada banda que se extiende por Viena). [...] Hace usted constar en torno suyo todos los actos sintomaticos y asi rebaja usted a cuantos le rodean a nivel del hijo y de la hija, que admiten ruborizados la existencia de tendencias erroneas. Mientras tanto, permanece usted siempre alli en lo alto como padre. [...] Mire usted, mi querido sefior profesor, mientras usted actiie de este modo me impor- tan un bledo mis actos sintomaticos, pues no suponen nada junto a la considerable viga que tiene mi hermano Freud en el ojo. No soy en absoluto neurdtico, gracias a Dios. Me he hecho analizar, Ya sabe usted hasta qué punto puede llegar un paciente con autoandlisis, es decir: no sale de la neurosis como usted.’ Cuando usted mismo se haya liberado completamente de com- lejos y no juegue ya a hacer de padre [...] entonces aceptaré extirpar mi pecaminosa falta de unidad conmigo mismo.8 No puedo dejar de comentar —sin detenerme, como se mereceria— sobre la vision “jungiana” del fundador, maestro y analista Sigmund Freud: un supuesto padre que trata a sus alumnos como supuestos hijos “rebajados”, cuando se abusa de la interpretacién salvaje. Esta vision que confunde engendrar con fundar y a los formandos con hijos, tiene consecuencias nada desdefiables para el proceso de com- prensiOn de los conflictos institucionales. La iglesia catdlica y la institucién psicoanalitica confluyen en la promocién de esta confusion familiarista de las instituciones, a ciencia y conciencia. Por el lado del psicoandlisis, gracias a los aportes de Sandor Férenczi en 1910 —retomados, de manera magnificada, por Freud en Tétem y tabi: (1912-1913}—, se conformo este tipo de modelo interpretativo que entremezcla la afiliacién con la filiacién.? Al respecto, Férenczi escribic Las asociaciones, tanto en su principio como en su estructura, conservan ciertas caracteris- ticas de la familia. Existe el presidente, el padre cuyas declaraciones son indiscutibles y cuya autonomia es intangible [...]; parece que el hombre apenas puede escapar a su carac- teristicas familiares. [...] Por mucho que se aparte con el tiempo de sus costumbres y de familia [...] acaba siempre por restablecer la situacién antigua: halla un nuevo poder en 7 Las cursivas son mias. 8 Sigmund Freud-Carl G. Jung, Correspondencia, Madrid, Taurus, 1978, p. 573, 9 Fernando M. Gonzilez, “La cuestién del padre y la del fundador. Entre lo inconsciente y lo im- pensado en las instituciones", Revista Mexicana de Sociologia, vol. 64, nim, 2, abril-junio de 2002, México, pp. 47-67. 72 LOS LUGARES NO ANALIZADOS DESDE EL LUGAR DEL ANALISTA, cualquier superior, héroe o jefe de partido respetado [...]. No se trata de una analogia for. zada, sino que es la estricta verdad [...]. Nos proporciona una prueba de ello la regularidaq con que cualquiera, incluso nosotros los analistas [...], unimos en nuestros suefios la figura paterna con la de nuestro jefe espiritual. Yo mismo, durante el suefio, he aniquilado y en. terrado a mi padre espiritual de forma més o menos disimulada, al que respetaba en gran manera, pero que en el fondo me cerraba el paso debido a su propia superioridad espiritual y que ademds presentaba siempre algunas caracteristicas de mi propio padre." Parece que, para Férenczi, esta estructura familiar era, sencillamente, insu- perable. Volvamos a Jung. Lo que quiero es remarcar la manera frontal como éste toca la cuestién del autoandlisis de Freud, desgraciadamente solo el tiempo justo para idealizar los frutos de su propio andlisis. Andlisis que, aparentemente, le otorgé el privilegio de “no ser [ya] en absoluto neurdtico” y de casi liberarlo de sus “com- plejos”, aunque no todavia de algunos enojosos /apsus que el autoanalizado Freud “atrapa al vuelo”. He aqui una exaltacién del analista y del andlisis que no deja de resultar pro- blematica. Si estar analizado implica este supuesto expurgamiento del inconscien- te y este tipo de supuesta superioridad sobre el autoanalizado —con modelo familiarista incluido—, entonces las diferencias entre los auto y heteroanalizados no estan muy claras. Por otra parte, Férenczi no s6lo ofrecié el modelo familiarista en el que creyd hasta el final de su dias, sino que ademés sufrié el “sindrome del delfin”, entre- mezclado con el de supuesto “hijo” y productor original, quedando asi preso en una oscilacion irresoluble, la cual se manifiesta en el hecho de intentar, al mismo tiempo, ser el mas fiel al pensamiento de su maestro y el més original. Y, por lo tanto, rechazando ser un simple clon de Freud.Para su desgracia, la sombra del fundador, maestro, productor de teoria, analista y supuesto padre cae sobre Férenczi como fruto maduro de este especifico modelo fundacional familiarista y carisma- tico que tiende a persistir insidiosamente en nuestros tiempos. Por lo anterior, ese especifico “malestar genealégico” (De Certeau) es irre- ductible, si se mantienen tal cual este tipo de conformaciones institucionales deu- doras del modelo de la secta que implica, entre otras cosas, el seguimiento a un lider carismatico y, ademis, la persistencia del elegido en todos los lugares insti- tucionales posibles. '° Séndor Férenczi, “Sobre la historia del movimiento psicoanalitico (1910)”, en Obras comple- tas, t. 1, 1908-1912, Madrid, Espasa-Calpe, 1981, pp. 181-182. FERNANDO GONZALEZ 8 Esta situacion deja primarizados Permanentemente a los grupos asi constitui- dos, € incapacitados de instituir una tercera instancia que iguale a todos en la nor- matividad institucional. Empezando Por el que se cree el duefio de Ia institucion, la teoria, los discipulos, las Publicaciones, etcétera. Lacan —como veremos mas adelante— honrard este tipo de modelo fundacional, y Freud no se quedaré atras. Al final de su vida, Férenczi volveria sobre la cuestion del autoandlisis de Freud, y debido a la falta de voluntad mostrada por el segundo para dejarse analizar por su delfin-discipulo, no cesaria de hacerlo in efigie. Lo que no demeritaba el aprendiza- Je que habia recibido del vienés en relacién con el derecho de pernada interpretativa y con los usos ilimitados de la maquina interpretativa psicoanalitica, cuando el con- vocado como personaje literario o hist6rico, escultura o disidente de la doctrina, etcétera, “decidia” no presentarse voluntariamente a hacerse analizar'! —eso si— sin cobrar honorarios. Este seria el nico limite a esta clase de ejercicio hermenéutico al que tantos colegas le dedican elaboradas elucubraciones. Sobre el autoandlisis de Freud, Férenczi escribié: Fr{eud], contra todas las reglas establecidas por él mismo, adopté al Dr. F[erenczi] como aun hijo. Como lo supe por él mismo, lo consideraba como el heredero mas acabado de sus ideas. Y, finalmente, se transformé en el delfin declarado!2 [...]. Es algo parecido a lo que Fr{eud] parece haber esperado de Jung, de donde se explican los dos sintomas histéricos que habia observado en él; primero, el desvanecimiento en Breme, segundo, la incontinencia en Riverside-Drive, a lo que se agrega alli el pequefio fragmento de andlisis que nos propuso: morir desde el momento que el hijo viene a tomar su lugar y regresion a la infancia [...]. La idea angustiante, quizds muy fuerte en el inconsciente, de que el padre debe morir cuando el hijo se hace grande, explica su temor de permitir a alguno de los hijos hacerse independiente. Al mismo tiempo, eso nos muestra que Freud, en tanto hijo, queria ver- daderamente matar a su padre. En lugar de reconocerlo, establecié la teoria del Edipo Parricida, pero manifiestamente s6lo para los otros y no en relacién a si mismo. Se en- cuentra alli su temor de dejarse analizar, incluso también la idea de que en los humanos Civilizados adultos los impulsos revelan pulsiones primitivas que realmente no existen [Paginas més adelante afiade...]: En su conducta Fr[eud] juega solamente el rol de dios castrador, no quiere saber nada del momento traumatico de su propia castracion en la infancia; es el Gnico que no debe ser analizado.!3 '' Dos ejemplos freudianos, entre muchos: “La contribucién a la historia del movimiento psicoa- nalitico” (1914) y “Una neurosis demoniaca en el siglo XVII (1922-1923). ? Férenczi empieza redactando, curiosamente, en tercera persona, " Sindor Férenczi, Diario clinico, Buenos Aires, Conjetural, 1988, pp. 258 y 261. 74 LOS LUGARES NO ANALIZADOS DESDE EL LUGAR DEL ANALISTA Lo que Férenczi afirma resulta sorprendente, pues se puede deducir que —para él—la carne y la sangre de la teoria del Edipo es, paraddjicamente, algo No analiza. do en Freud, quien pudo emitirla debido a que no la pudo terminar de dilucidar enél, Algo asi como “en realidad, construyo una teorfa para no tener que dilucidar en sf mismo lo que le pasaba”. O, mejor todavia, que la teoria que construyé se mantiene perfectamente disociada sin efectos analiticos —para Freud— en este punto, Lo anterior —se comprenderé— remite al estatuto epistemolégico de la construc. cion de los conceptos psicoanaliticos, y también a la conclusién de que no es necesa. rio pasar por el andlisis para ser un excelente teorizador de éste. oO —en un planteamiento aun més radical— que para emitir una hipdtesis de ese calibre, el psi- coanilisis, como tal, es prescindible. En cambio, se podria sostener que Sélo con el autoandlisis, 0 poniendo en juego el dispositivo de escucha, se puede analizar a otros, Del trayecto hasta aqui realizado, se desprenden varias interrogantes: épara qué sirve, entonces, analizarse?, ,cémo y en dénde se pueden detectar los frutos del andlisis?, ,cudles son las relaciones entre las construcciones tedricas y el and- lisis?, dado que no existe una relacién de causa-efecto o de circularidad. Induda- blemente, vale la pena reflexionar sobre estos temas. Por otra parte, desconozco el supuesto conflicto inconsciente de Freud, Me parece una groseria creer que se puede entender algo del inconsciente de otro in efigie. Aparentemente, éste creia “a pie juntillas” en el modelo del parricidio'* y, gracias a ello, estaba muy poco capacitado para casi cualquier tipo de acto que amenazara su posicién de primero entre los pares. Sin embargo, si nos colocamos al ras del texto de Férenczi, surge la siguiente pregunta: {qué podemos esperar de una institucién en la que sus miembros mas preclaros confunden —como ya adelanté— la paternidad con la fundacin, y la transmision con el parricidio o el filicidio? Visto desde esa Perspectiva, muy poco, en verdad. Con esto no quiero decir que desconozca este tipo de fantasmatica que se juega en las grupalidades institucionalizadas y en las familias, Lo que resulta mas Ilamativo es que esta fantasmatica se considera como irre- basable y, por lo tanto, como la rejilla interpretativa irreductible desde la cual habria '* Otra anéedota al respecto: En el otofio de 1912, en el Park Hotel de Munich, “Freud —segin ‘esentes el omitir su nombre en los escritos psicoa- naliticos, cae por tierra desmayado no [sin antes Pronunciar] ‘En muss siiss sein zu sterben’ (jcomo debe ser dulce morir!)”. Barbo Sylwan, “Freud & Co., Marchands de Manchester, A propos de la mort de Philipp, Freud et ses effets”, Cahiers de Confrontation, p. 153. Pareciera que se trata de un caso que més bien habria que remitir a Pavlov. Es aparentemente tan ficil hacer caer —literalmente a Freud, sélo basta con insinuarle que se lo hace a un lado. {Falta de andlisis?, muy probable. Pero no sélo es0, sién institucional. sino critica del modelo parricida como clave y limite de la compren: FERNANDO GONZALEZ 15 que mirar las relaciones institucionales Esto trasciende los problemas personales y no analizados de los fundadores, pues si el modelo ferencziano se acepta como un hecho comin, la escucha analitica queda enmarcada en dicho limite, conside- rado ademas como infranqueable. Los limites de este tipo de andlisis y autoanali- sis son notorios. : Primero, habria que desprenderse del modelo familiar-parricida de la institu- cién analitica, sin dejar de reconocer la presencia, y el necesario pasaje y atravesamiento de éste. Esta renuncia a la familiarizacin trae aparejada aquella otra que Michel Tort denomina, con pertinencia, “la salvacién por el padre”. Un aspecto de la fantasmagoria tedrica de la teorfa falica es la atribucion al padre de la castracién materna, gracias a su pretendido poder separador. Decir que la atribu- cién de la separacién al padre es un fantasma originario es afirmar que es una repre- sentacién transitoria y que esta separacién imaginaria, fantasmatizada, no debe ser confundida con la separacién efectiva de la resolucién edipica, en la cual un aspecto notable consiste, al contrario, en el abandono de ese poder prestado al padre.!* Y, sin embargo, la uniformizacion que he hecho de andlisis y autoandlisis en el punto preciso de la edipizacién de la institucién analitica no elimina totalmente la siguiente interrogante: ,para qué sirve, entonces, colocarse en la posicién de analis- ta o analizante si se parte de la teorizacién del parricidio como muerte del padre, y de la “inevitable” divinizacion totémica del padre muerto y su internalizacion? Esta critica a familiarismo y parricidio no basta para explicar y precisar el tema del autoandlisis. Habria que poner en primer plano la cuestion sobre los limites del autoandlisis de quien instituye el andlisis. Hacerlo es, de alguna ma- nera, tocar parcialmente los fundamentos impensados de una teorizacin, escucha e institucién, lo que, en cierta medida, se sustenta en el autoandlisis del primer analista. Seria algo asi como pretender que quien ocupa el puesto de papa en la iglesia catélica encare el supuesto de la infalibilidad papal. Lo que si puedo afirmar, con cierta pertinencia, es que, hasta ahora, el autoana- lisis de Freud ha permanecido escasamente problematizado y analizado —tedrica, metodoldgica y técnicamente— en sus consecuencias. Es mejor no agitar los fun- damentos de una creencia porque luego el piso, que se consideraba s6lido, se pue- de disolver en el aire. Es un decir. Porque no hay certidumbre mas solida que aquella que producen las creencias, y mas, en la medida en que no duelen. '5 Michel Tort, “La solution paternelle”, en Claude Boukobza (coord.), Ou en est la psychanalyse?, psychanalyse et figures de la modernité, Ramonville, Sain Ange, Erés, 2000, p. 93. 76 LOS LUGARES NO ANALIZADOS DESDE EL LUGAR DEL ANALISTA Jacques Lacan 0 el autoandlisis después del supuesto andlisis En el otro extremo del periplo de la institucionalizacion del psicoanilisis, tene- mos a Jacques Lacan, quien cofunda una escuela con la mision apostolica y purificatoria de “reconquistar” el “campo que Freud ha[bia] abierto [para] restaurar el filo cortante de la verdad [...], que vuelva a la praxis original que élha instituido bajo el nombre de psicoanilisis [y] que por una critica asidua denuncie las desvia- ciones y los compromisos que menguan su progreso y degradan su empleo.” . Esta llamada a la “reconquista”!” del “filo cortante de la verdad freudiana”, supuestamente prostituida por los moros de la Internacional, configuré parte de la representacién identitaria institucional que Lacan les ofrecié amorosamente a los candidatos a cruzados de “su” escuela. Representacién que implica la creencia en una ensefianza sin par y una institucion del mismo tenor, la cual se sostiene, mi- nimo, en tres supuestos: I. El aporte freudiano esta tergiversado, carta robada—, y “yo lo voy a restituir en su pristina radicalidad y en su palabra plena”.!® Esta tergiversacion, a diferencia de la citada carta, no estaba a la vista de todos, o si lo estaba, slo Lacan podia verla. Ya que no fue el productor del paradigma, cuando menos era el verdadero delfin, lo que implicaba, por lo pron- to, el desplazamiento de Férenczi. Este modelo del retorno es heredero de una multitud de otros retornos, mu- chos de los cuales son de tradicién catélica. Lo interesante de este asunto es que el acceso al texto o a la palabra de Lacan —cuando menos en un primer momen- to— no puede desprenderse facilmente de esta concepcién misionera del retorno purificatorio, sostenido, sin lugar a dudas, en una considerable teorizacion. No obstante, el elemento adicional de quedar seducido por el enfrentamiento entre el personaje y su palabra, y los efectos grupales sobre los “creyentes” que asisten al seminario, vuelven esa transmision atin mas complicada de analizar. Que no se pretenda hacerlo alabando sélo la “necesaria” transferencia que permite aceptar el saber no tan supuesto. desviado y en sufrimiento —como la '6 Jacques Lacan, “Fundation de Ls i Orni a L'excomunication eneo de 1971, p. 149." ee eee TEE ler 8, a 17 Son sus palabras, '8 Acto que no deja de recordar en parte — tino en Cuernavaca, México, por esos aijos, Me car la fe” de sus monjes y el “retorno quien sus retornos y purificaciones, y solo en parte— el que se propuso un monje benedic- ; refiero a Gregorio Lemercier, quien pretendid “purifi a la verdadera fe valiéndose de la herramienta analitica. A cad FERNANDO GONZALEZ 7 Lo que adelanto como hipétesis —por lo demas, banal a estas alturas— eS que uno accede a un texto S6lo mediatizado por situaciones contextuales. Sin embargo, a este contexto descrito habria que intersectarle uno posterior: el que se configura a la muerte de Lacan. Porque, en ese caso, ya no es sdlo el supuesto retorno a Freud el que marca el acceso al texto de Lacan, sino la pugna por la auténtica lectura de este ultimo. : Se trata de proteger a la construccién lacaniana de las tergiversaciones y des- viaciones que los freudo-lacanianos 0 lacanianos de adscripcién a, b 0 c comien- zan a imponerle. Este segundo contexto no elimina al primero, ya que continta con la Orientacion sefialada por aquél, sélo que esta vez el acceso al texto, como un palimpsesto, tiene que tomar en cuenta las pugnas feroces que se dan en la metrépoli por la representacién legitima del texto de Lacan. A mediados de los ochenta, Littoral y Ornicar se constituyeron en los simbo- los més estentoreos de esta pugna que no dejaria de ser rapidamente comprada, y a veces también sumisamente, por quienes se sienten los auténticos representan- tes del pensamiento de Lacan en las tierras del Anahuac, las Pampas y anexas. {Qué efectos tiene en la transmisién del psicoandlisis dejarse reducir muchas ve- ces al papel de reproductor de lo que se plantea siempre en otras partes, incluso en las pugnas? Uno de los textos destacables en ese contexto que se abre a la muerte de Jacques Lacan lo constituye el escrito de Jean Allouch titulado “Freud déplace”, que aspira probablemente al lugar de Férenczi lacaniano. Este afirmé que, en rea- lidad, Lacan avanz6 durante la mayor parte de su vida embozado —como don Diego de la Vega, el Zorro— y que lo que realmente pretendia —segin entien- do— no era tanto la restitucion purificada del aporte de Freud, sino més bien desplazarlo introduciendo el ternario de lo simbélico, imaginario y real. Eviden- temente, dicho “desenmascaramiento” ocurrid despues de que Lacan dejé de estar presente como cuerpo parlante. [...], término que evoca el deslizamiento Cuando [Lacan] interroga a Freud con LS.R. que lo de una sustitucién metonimica [de una del objeto bajo la cadena significante, es a titul sustitucién de paradigma]. Lacan desplaza a Freud. Tal es la singulari es un epigono de Freud, ni un herético ant can constituye el objeto del psicoanalisis [... vecindad.!? idad de su posicion frente a Freud. Lacan no te el psicoandlisis. Desplazando Freud. La- |], La sustitucién metonimica implica una 19 Jean Allouch , “Freud déplacé”, Littoral, nim. 14, noviembre de 1984, Erés, p.10. 8 LOS LUGARES NO ANALIZADOS DESDE EL LUGAR DEL ANALISTA. Nadie sabe para quién teoriza; por ejemplo, Lacan, interrogado en 1974 por un periodista italiano acerca de su relacién con Freud, decia casi humildemente Jo siguiente: Emilio Granzotto: —E] “retorno a Freud”. ,Qué significa eso? Jacques Lacan: —Exactamente eso que esta dicho. El psicoanilisis es Freud. Si se quie- re hacer psicoandlisis hay que retornar a Freud, a sus términos y a su definiciones, lej- das e interpretadas en sentido literal. Yo fundé en Paris una école freudienne precisamente con ese fin [...]. ;Cémo juzgarlo superado [a Freud] cuando nosotros no lo hemos com- prendido enteramente?”° {Es acaso posible leer en sentido “literal”? Para un maestro del anilisis del equivoco como lo fue Lacan, no deja de resultar extrafia esta sugerencia. Por otra parte, es digno de remarcarse que Lacan, el que supuestamente desplaza a Freud, aluda de esta manera, todavia en 1974, al vienés. Y ademas que la escuela que cofundé mantenga el nombre de aquél hasta su disolucién. 2. El segundo supuesto de la lectura lacaniana consistia en que no sdlo se tra- taba de restituir la verdad freudiana sino, en buena medida, el modelo institucio- nal del “desviado”, con la diferencia de que, en esta ocasién, no existia pacto secreto”! que intentara salvar la teoria porque “el dafio ya estaba hecho”. Lacan se coloca, pues, como el auténtico intérprete de la doctrina. Debido a la ausencia del fundador y maestro, Lacan hace un pacto con él desde el futuro. Y, a diferencia del hingaro, no se considera su hijo, solo su heredero més fiel.22 Y —como también adelanté— la marca del apellido propio, mas tem- prano que tarde, terminaria desplazando, para algunos, a Freud por Lacan. Enel caso del psicoanilisis y la institucién, referirse al apellido propio no es un ele- mento que pueda ser considerado aleatorio, sino como marca que determina las maneras de pertenencia. 3. El tercer supuesto de la citada representacién apuntaba directamente hacia el andlisis que habia realizado Lacan con uno de los denominados “psicdlogos del yo”, Rudolph Loewenstein, quien —junto con la teoria que lo sostenia—, logicamente, fue puesto en “tela de juicio”, debido a Ia suposicion de que la prostitucion y des- viacin del texto y la clinica freudianos partian, en buena medida, de esa teoria. 20 Entrevista concedida a la revista italiana Panorama en 1974, y publicada en Magazine Litteraire, nim, 428, febrero de 2004, pp. 25-26. 21 Como el que se dio con la formacién —en 1912— del famoso “comité secreto”, hecho que abordaré mas adelante. . 20+. 4. 4:faranta de la que propone el va citado Jean Allouch. FERNANDO GONZALEZ 719 Es decir, Lacan también termina —suponemos— autoanalizindose mediante la teoria que ira construyendo para intentar la subsanacién del fallido andlisis que sufrid. O —si nuevamente citamos la interpretacién de Manonni—, afiadiendo una pequefia modificacién, se analizé a pesar de quien se crefa (su) analista. En eso se equipararia a Freud. iVaya!, nunca el supuesto saber del analista estuvo mejor ejemplificado. A partir de ahi se entenderia, parcialmente, por qué Lacan habla de la destitucion del analista.?> Y —justo es decirlo—, a cambio de ello, se exaltaria el saber del autoanalizante y teorizante. Nuevamente hago la pregunta: {para qué serviria, entonces, analizarse si basta con el autoandlisis? Cuando se esta en la creencia de ser el abanderado del auténtico psicoanilisis purificado, uno no puede dejar de preguntarse si es posible dejarse destituir tan facil- mente del lugar que sea 0, complementariamente, pensar en ser destituido por quienes lo consideran investido de tan magna representacion. Me refiero no sdlo a la condi- cién de analista, sino al hecho de atreverse a encontrar los limites de los planteamien- tos formulados. Lo veo dificil, pero no imposible. Creo que éste es uno de los efectos de la representaci6n del retomo, si no se desmonta en sus presupuestos. Suponer que alguien esté investido del auténtico psicoanalisis complica al maxi- mo las cosas —si esto es todavia posible—, debido a que en la transmisién del psi- coanilisis, para el clero que lo reproduce, también cuenta este tipo de mensajes que redoblan el supuesto saber de la transferencia. Basta con suponer que quien va a fungir como analista es ademas el auténtico depositario del mensaje primigenio para que un plus transferencial, encarnado por la institucién via el personaje iniciatico, se cuele e instale. Y entonces, al final, qué es lo que se destituye? En el caso de Lacan, se podria atin convocar a una tercera alternativa —ademas de las relacionadas con la anulacién de su experiencia analitica o de un andlisis rea- lizado a pesar de su analista—: la que postula la total desconexién entre la teoria y el ejercicio del andlisis y sostiene, por lo tanto, que el representante de “la psicolo- gia del yo”, a pesar de la teoria que sustentaba, lograba, a veces, ser analista, Sin duda, mas de uno de los numerosos discipulos™* de Lacan se apresuraria a sefialar que para éste la relacion entre teoria, clinica y proceso analitico esta perfectamente interconectada en una correlacion y circularidad perfectas. Lo que Lacan decia en el seminario se corroboraba en el proceso analitico de quienes te- 23 Bs evidente que estoy tergiversando el sentido que Lacan le da efectivamente a esta cuestién, No obstante, me parece que verlo desde esta perspectiva muestra parcialmente un tipo de destitucién no trabajada suficientemente. ; * En el sentido descrito mas arriba, 80 LOS LUGARES NO ANALIZADOS DESDE EL LUGAR DEL ANALISTA nian acceso al divan de Lacan.?5 Y no dejarian de citar el parrafo del seminarig XI, que en una de sus versiones sobre la cuestiOn de la identificacién dice: “Tras. cender el plano de la identificacion es posible, todos y cada uno de aquellos que han vivido conmigo hasta el final, en el andlisis didactico, la experiencia analitj- ca, saben que eso que yo digo es verdad.” En esta cita, el tedrico Lacan sostiene que lo que en ese momento desarrolla- ba en el seminario sobre la cuestién de la identificacion era corroborado en la “experiencia analitica” con el analista Lacan. Si bien no se puede afirmar que todo lo que Lacan decia en el seminario lo suponia corroborable en el divan,*6 sj eg posible emitir la hipdtesis de que algunos de los escuchas y analizantes de Lacan lo leian de esa manera. Induccién mediante, existian los que no tenian acceso al divan escandido, a quienes s6lo les quedaba creer en la palabra del tedrico, funda- dor y maestro. En este caso, el maestro Lacan se autoriz6 como analista desde la teoria que construye, haciéndola “coincidir” con su practica y, mas aun, con la experiencia de aquel que se analizaba con él. {Es posible esto?, jexistiria una circularidad perfecta entre los diferentes planos en juego? Lo dudo, pues la teoria no baja sua- vemente a la practica ni tampoco la experiencia analitica del analista con su anali- zante ejemplifica, simplemente, lo que en otro 4mbito y con otras reglas se construye como red de conceptos. Y menos aun se puede deducir limpiamente que el “receptor” analizante va a corroborar lo que supone el tedrico y analista. En este punto preciso, la ya centena- ria tradicién de hacer hablar al analizante por intermedio de las minutas que selec- ciona el analista—mediatizacién y usurpacién de la palabra del otro— impide saber medianamente qué es lo que realmente entendid y seleccioné el analizante. En el episodio del seminario impartido por Lacan que comento, éste —fiel a la mencionada tradicién y apoyado en una denegacién— insiniia algo asi: “ustedes se van a des-identificar de mi identificdndose con la teoria que tienen que corroborar como cierta quienes tienen el privilegio de estar en andlisis conmigo. Y los que no, preguntenles a los que si”. No es extrafio, entonces, que esta intercambiabilidad del tedrico en analista y viceversa se transforme, con el tiempo, en el analista supervisor y —por qué no— en maestro del mismo individuo: tres papeles distintos y con légicas diferenciadas que se entreveran, dando como resultado la institucionalizacién del analista total. 25 Dado que practicaba, con generosidad, la famosa y polémica sesién de tiempo escandido 2 Precisién que le agradezco a Marcelo Pasternac, y que fue hecha en la presentacién leida del primer borrador de este texto.

You might also like