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Ronald Dworkin Etica privada e igualitarismo politico Introduccion de Fernando Vallespin Paidés 1.C.E.|U.A.B Pensamiento Contemporaneo 29 Ronald Dworkin Etica privada e igualitarismo politico En el presente libro, Ronald Dworkin se separa de su ya tradicional ocupacién con la filosofia del derecho, para abordar més especificamente una propuesta de “moralidad politica”: la defensa de lo que el autor califica como liberalismo igualitario, que nos presenta como alternativa al liberalismo politico de John Rawls. Para ello construye una compleja teoria filos6fica, que tendria la virtud de unir los valores de la libertad, igualdad y comunidad dentro de una visién unitaria El principio regulativo de que se vale gira en torno a una concepcién del bien, el “modelo del desafio”, que por su formalismo y generalidad serviria para afianzar tanto un principio de neutralidad capaz de integrar la disidencia en cuestiones de moralidad publica, como un firme compromiso con un esquema igualitarista de justicia distributiva. La introduccién a este libro corre a cargo de Fernando Vallespin, catedratico de Ciencia Politica en la Universidad Auténoma de Madrid, autor de Nuevas teorias del contrato social y editor de Historia de la teorta politica, en 6 volimenes, asi como de numerosos trabajos de ciencia y teoria politica. y- ISBN 84-?509-923-8 | | | i | 9 "788475099231 enna Exonan & Asooadon PENSAMIENTO CONTEMPORANEO Coleccién dirigida por Manuel Cruz 1. L. Wittgenstein, Conferencia sobre ética 2. J. Derrida, La desconstruccién en las fronteras de la filosofia 3. P.K. Feyerabend, Limites de la ciencia 4. J.F. Lyotard, ¢Por qué filosofar? 5. A.C. Danto, Historia y narracién 6. T.S. Kuhn, ¢Qué son las revoluciones cientificas? 7. M. Foucault, Tecnologtas del yo 8. N. Luhmann, Sociedad y sistema: la ambicién de la teorta 9. J. Rawls, Sobre las libertades 10. G. Vattimo, La sociedad transparente 11. R. Rorty, El giro lingiiistico 12. G. Colli, El libro de nuestra crisis 13. K.-O. Apel, Teorfa de la verdad y ética del discurso 14. J. Elster, Domar la suerte 15. H.G. Gadamer, La actualidad de lo bello 16. G.E.M. Anscombe, Intencién 17. J. Habermas, Escritos sobre moralidad y eticidad 18. T.W. Adorno, Actualidad de la filosofia 19. T. Negri, Fin de siglo 20. D. Davidson, Mente, mundo y accién 21. E. Husserl, Invitacién a la fenomenologta 22. L. Wittgenstein, Lecciones y conversaciones sobre estética, psicologta y creencia religiosa 23. R. Carnap, Autobiografia intelectual 24. N. Bobbio, [gualdad y libertad 25. G.E. Moore, Ensayos éticos 26. E. Levinas, El Tiempo y el Otro 27. W. Benjamin, La metafisica de la juventud 28. E. Jiinger y M. Heidegger, Nihilismo 29. R. Dworkin, Etica privada e igualitarismo politico Ronald Dworkin Etica privada e igualitarismo politico Introduccién de Fernando Vallespin Ediciones Paidés LC.E. de la Universidad Auténoma de Barcelona Barcelona - Buenos Aires - México Titulo original: Foundations of Liberal Equality Publicado en inglés por University of Utah Press, Salt Lake City Traduccién de Antoni Doménech Cubierta de Eskenazi & Asociados 1.° edicién, 1993 Quedan rigurasamente prohibidas, sin la autorizacién excrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en Ins leyes, Ia ceproduccién total, © parcial de ests obra por cualquler métods o procedimlento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informatico, y la distribucién de ejemplares de ella mediante alquiler 0 préstamo piblicos. © 1990 by University of Utah Press © 1990 by Ronald Dworkin © de la presente edicién, Ediciones Paidés Ibérica, S.A., Mariano Cubj, 92 - 08021 Barcelona, e Instituto de Ciencias de la Educacién de la Universidad Auténoma de Barcelona, 08193 Bellaterra ISBN: 84-7509-923-8 Depésito legal: B-32.959/1995 Impreso en Novagrafik, S.L., Puigcerda, 127 - 08019 Barcelona Impreso en Espajia - Printed in Spain SUMARIO 1. En la érbitade Rawls 2... 2... 2. Principio de neutralidad y liberalismo igualitario 2... ........00. 3. Individuo y comunidad .. 2... 2. 4. El modelo de la «ética del desafio» y sus implicaciones igualitarias ...... . Etica privada e igualitarismo politico I. Introduccién y sinopsis ... 2.2... . Por qué necesita fundamentos el liberalis- MO... ee ee Dosejes 6 we Dos perspectivas ..........04 Dos estrategias 2... 1... 1... wee Ill. Contrato y controversial ........ Contractualismo moral .........- a promesa del consenso y la fuerza categori- la posibilidad interpretativa ....... Resumen... .. 2... 2-2-2 Iv. V. Etica filoséfica .. 2... ........ Intereses volitivos e intereses criticos Inquietudes y enigmas en torno de los intere- sescriticos 2... ee ee ee ee Modelos de valor critico ......... 13 19 28 8 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO El modelo delimpacto. . ..... . . 113 El modelo del desaffo. . . . 2... . . 116 Etica y significado. . 2... 1... 18 ¢Trascendentes 0 indexados?. . . . . . . 123 Limitaciones y parametros. . . . . . . . 128 La justicia como parametro . . . . . . . 134 cAditiva o constructiva?. . ...... . 140 Etica y comunidad. . . 2... 2... 155 VI. De la éticaala politica 2 2 2 2 2. 2. 159 Liberales éticos . . 2. 2... 2 2. 159 La justiciacomo recurso . ...... . 164 (pualdad «naa ticay parcialidad. . . . 2... . . 180 Personalidad y circunstancia. . . . . . . 182 La neutralidad del atractivo . . . . . . . 189 Latolerancia liberal . . 2... 2 ©. . 193 Epflogo . 2... 2... ee ee ee 199 INTRODUCCION 1. En la orbita de Rawls Robert Nozick, quien por lo demas ha sido un autor con una cierta propension a mirar al pasado, supo acer- tar, sin embargo, cuando —todavia en 1974- osara ele- var la categorica afirmacién de que «hoy los filésofos de la politica, o deben trabajar dentro de la teoria de Rawls, o bien explicar por qué no lo hacen».' Desde luego, nadie ha sentido la necesidad de justificarse por no entrar en la obra de Rawls, pero lo que si parece fuera de toda duda es que sus categorias y el orden con- ceptual que ha ido marcando desde su magistral Teoria de la Justicia? han sido decisivos para articular una ex- tensa y excitante reflexion sobre los temas centrales de la filosofia moral y politica. Ya se cite o no de un modo explicito, su influencia ha sido auténticamente decisiva a la hora de enhebrar la discusi6n contemporanea so- bre estos temas, en particular en el mundo anglosajon. Lo curioso es que la contribucién del mismo Rawls al acerbo de estas disciplinas no ha consistido en realidad mas que en una recomposicioén o reorganizacién —todo lo original que se quiera— de su complejo entramado conceptual. Eso si, mediante el cambio de énfasis desde un utilitarismo mas crudo a favor de una concepcién 1, Robert Nozick, Anarchy, State and Utopia, Nueva York, Basic Books, 1974. 2. A Theory of Justice, Cambridge, Harvard University Press, 1971; hay twaduccién espaiiola en México, Fondo de Cultura Econémica, 1978. 10 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO deontolégica de la personalidad moral a lo Kant. Sin por ello olvidar otras estrategias de justificacién que se apoyan a la vez tanto en la teoria de la decision racional como en el acervo de las instituciones morales de «nuestra cultura». La gran virtud de la obra rawlsiana reside, en suma, en haber sabido rehacer el complejo puzzle de la filoso- fia moral en torno a una limitada serie de conceptos basicos. A ello habria que unir también el marcado ca- racter interdisciplinar de su propuesta. Consiguio ofre- cer un mapa en el que se pueden reconocer las inquie- tudes tedricas de fildsofos morales, juristas, politologos y economistas, que gracias a él encuentran ya un foro de discusion comun. Todo el debate posterior sobre los te- mas que se abordan en su obra puede interpretarse, en consecuencia, como un intento de levantar algunas de las piezas del puzzle y reubicarlas en otro lugar, pero no de cuestionar los contornos basicos del mismo. La disci- plina y economia conceptual de Rawls, lo que cabria definir como su «gramatica moral», constituye ya el trasfondo de cualquier argumentacién sobre cuestiones tales como el problema de la legitimidad del Estado, los criterios de la justicia distributiva, la personalidad mo- ral, la fundamentacion de los derechos humanos, la difi- cil relacion y delimitacién entre individualidad y comu- nidad, etc. R. Dworkin no es una excepcion a esta regla, y me- nos atin en este trabajo que aqui presentamos. No en vano su tema central se solapa en gran medida con el nucleo basico y mas general de la obra de Rawls: la fundamentacién filosdfico-moral del liberalismo. Su propio titulo va a coincidir practicamente con el del ultimo y esperado libro del profesor de Harvard: Libera- lismo politico.’ En ambos casos se trata, ademas, de un 3. John Rawls, Political Liberalism, Nueva York, Columbia University INTRODUCCION 1 liberalismo progresista, en la mejor tradicién que parte de J. Stuart Mill y encuentra en un igualitarismo asenta- do sobre el impulso ético su mejor sefia de identidad. Aunque, como ya veremos, la estrategia de la funda- mentacion varia considerablemente. Si Rawls lleg6 a su propuesta particular a partir de un cuidadoso estudio de la tradicion clasica de la filosofia moral, tanto del utili- tarismo como del contractualismo, Dworkin lo hace desde la filosofia del derecho en un sentido estricto, ac- tividad que hasta hace poco ha venido combinando con la practica forense, bien es cierto que desde una con- cepcion de la teoria juridica donde el derecho aparece indesligablemente unido a la moral y la politica. Y es de esta unidad de donde extrae la fuerza y originali- dad de su teoria, que destaca ante todo por su inteli- gente ataque al positivismo juridico y, como corolario logico de lo anterior, por su revitalizacion de la inter- pretacion juridica desde novedosos criterios hermenéu- ticos dirigidos a ilustrar la funcién judicial. Ya desde su influyente Taking Rights Seriously“ quedo clara la de- pendencia que Dworkin otorgaba al razonamiento juri- dico respecto de principios morales, asi como la vincu- lacién de éstos a una determinada concepcion de teoria politica. Su comprensién normativa del papel que la moral juega en la interpretacién juridica le condujo asi a fijar su interés de un modo creciente en problemas de Press, 193. Este libro, donde en términos generales se recogen dentro de un hilo unitario practicamente todos los trabajos de Rawls posteriores a su Teo- ria de la Justicia, bien puede interpretarse como una «reacciGns selectiva de este autor a los innumerables comentarios y criticas que su teoria ha genera- do. En cierto sentido se puede afirmar, entonces, que su espectacular recep- cién ha tenido un efecto de feedback sobre la misma obra rawlsiana. 4. Londres, Gerald Duckworth, 1977. Hay traduccién espafiola de Marta Guastavino, Los derechos en serio, en Barcelona, Ariel, 1984, precedida de una excelente introduccién a su teoria iusfiloséfica de A. Casamiglia. 12 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO filosofia moral y politica, de los que el texto que aqui introducimos constituye un magnifico ejemplo. Comparado con otros académicos, Dworkin es un autor inquieto, permanentemente dispuesto a entrar en disputas dialécticas desde foros como el New York Re- view of Books, que ha sido testigo de sus innumerables tomas de posicion sobre temas tales como el aborto, la desobediencia civil, el patrocinio del arte, la interpreta- cién de la Primera Enmienda de la Constitucién de los EE.UU., la igualdad o los limites del liberalismo. Con razon se ha visto en él al «principal fildsofo publico» americano,’ quien, por las opciones que defiende y los medios de comunicacién a los que se asoma, encajaria perfectamente en la radical chic (Tom Wolfe).° En su enfrentamiento con esos escabrosos temas, y a pesar de su indudable impronta juridica, elude caer en los tecni- cismos del derecho, prefiriendo adoptar un enfoque mas amplio y polémico. Como bien dice Scanlon, para él «las cuestiones constitucionales fundamentales rara- mente son técnicas, y generalmente plantean cuestio- nes de moralidad politica.” En lo que sigue vamos a presentar su trabajo sobre el igualitarismo liberal precisamente desde esta perspecti- va de moralidad politica, para lo cual, y por obvias razo- nes de espacio, habremos de obviar su teoria del dere- cho, mucho mas especifica y técnica.* Y lo haremos 5. T.M. Scanlon, «Partisan for Lifes, en New’ York Review of Books, 15 de julio 1993, pag. 45. 6. Véase en R. Scruton, Thinkers of the New Left, Burnt Hill, Longman, 1985, pags. 20 y sigs. 7. Op. cit. 8. Noesuna lagunaa lamentar si consideramos el inteligente tratamien- to que hace de ella Albert Casamiglia en la introduccién ya citada a sus Derechos en serio («Ensayo sobre Dworkins), el estudio, de caracter ya mas general ~pero no por ello menos relevante-, de Francisco Laporta, «Etica y derecho en el pensamiento contemporaneo», en Victoria Camps (comp.), Historia de ta Etica, vol. WH, Barcelona, Critica, 1989. INTRODUCCION 13 dentro del contexto del debate actual de la filosofia poli- tica, que -como acabamos de decir- gira en la orbita de Rawls. Dos advertencias deben hacerse ya desde el co- mienzo: primero, que se trata de una obra que es el producto o la destilacion de otras anteriores (véase la nota 4 del texto de Dworkin); y, en segundo lugar, que constituye a su vez el borrador de otra mas extensa. No estamos, pues, ante un tratado cerrado en el que se ofrezca un detenido recorrido por cada uno de los te- mas abordados, sino ante una aproximacién mas ligera a cuestiones que requeririan quiza un desarrollo mas analitico y extenso. 2. Principio de neutralidad y liberalismo igualitario Lo queramos 0 no, el fin de la guerra fria y el correla- tivo enfriamiento del debate ideologico han acabado por enfrentarnos con algo que al otro lado del Atlantico era ya un hecho: la sorprendente variedad de concep- ciones del liberalismo. Se trata, desde luego, de un libe- ralismo estrictamente «tedrico» o «académico», que no tiene su contraprestacién en movimientos o programas politicos concretos. Como es sabido, en los EE.UU. el término «liberal» alude vagamente a una posicion de izquierdas; equivale a lo que entre nosotros seria una actitud «progresista». Cuando se utiliza en el ambito académico, sin embargo, y a medida que vamos profun- dizando en su uso en las discusiones de teoria politica, nos encontramos con que va asumiendo cada vez un caracter mas plural y cargado de matices, hasta el punto de que muchas veces no es facil comprender cuales son los criterios de distincién real ni si existe realmente —por parafrasear a Habermas- un liberalismo en la plu- ralidad de sus voces. Lo unico que parece claro es que, 14 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO en el sentido estricto con que se utiliza en la Academia americana, se diferencia, por un lado, de teorias como las de R. Nozick o A. de Jasay —«neo o paleoliberales», segun se mire—, que reciben el nombre de liberalismo; y, de otro, de aquellas que se integran en el liberalismo «conservador», mas proclives a vincular la santidad de los derechos individuales a una concepcion ética tradi- cionalista. Dentro del liberalismo asi acotado, la clave para dis- tinguir entre unas y otras teorias liberales, asi como para diferenciar el liberalismo del comunitarismo, pare- ce residir mas en la estrategia de la justificacion moral de los distintos principios basicos que los informan, que en el contenido mismo de tales principios 0 en las con- secuencias de politica practica que puedan comportar.” El «corte» dentro de las teorias liberales que supuso la obra de Rawls sirvié para sacar claramente a la luz estas estrategias bien diferenciadas, que son fundamental- mente dos, aunque pueden presentarse de diferentes formas y desde tradiciones distintas de la filosofia mo- ral. Una, que es la que Rawls favorece y tiene su antece- dente en Kant, aspira a una justificacién formal de estos principios a partir de una distincién nitida entre princi- pios de la justicia y concepciones del bien, subordinan- do éstas a aquéllos; y otra, que venia siendo la clasica del utilitarismo, que extrae los principios de la justicia a partir de un criterio teleolégico de maximizacién de las distintas concepciones del bien, o —en la linea aristotéli- ca— busca imponer una determinada concepcion de la 9. Respecto de las diferencias entre liberalismo y comunitarismo, el mismo Dworkin nos dice en el texto: «Es un hecho impresionante que las politicas comunitaristas reales parecen diferenciarse muy poco de las libera- les», pag. 16, n. 6, Esto mismo viene a sostener un autor comunitarista como M. Walzer en «The Communitarian Critique of Liberalism», en Political Theory, vol. 18, 1, 1990, pags. 6 y sigs. INTRODUCCION 15 vida buena o la virtud. Para esta ultima, de lo que se trata, en definitiva, es de buscar una justificacion del Estado, no a partir de su neutralidad respecto de distin- tas concepciones del bien, sino, por el contrario, desde la afirmacion de una concepcion particular de la vida buena como la unica digna de ser protegida e impulsada por los poderes publicos. Permanezcamos en esta dis- tincién, ya que uno de los objetivos fundamentales de la obra de Dworkin que aqui estamos analizando estriba precisamente en impugnar esta diferenciacion. La for- ma en que lo hace difiere, sin embargo, en algunos pun- tos fundamentales de aquella que prefieren seguir los comunitaristas, aunque entre éstos no haya tampoco una estrategia unitaria. Como se recordara, el objetivo fundamental de Rawls residia en intentar elaborar una concepci6n pu- blica de la justicia que pudiera ser reconocida como mutuamente aceptable por todos los miembros y gru- pos de la sociedad, cualesquiera que fueren sus posicio- nes sociales o intereses particulares. Para ello pone en marcha un método que en sus tltimos trabajos gusta de calificar como constructivismo kantiano. En sintesis, consiste en especificar una determinada concepcion de la persona e intentar derivar de ella los principios de la justicia a través de un «proceso de construccién» en el que se contempla a las personas como libres e iguales a la vez; como capaces de actuar tanto racional como ra- zonablemente, y de tomar parte en un esquema de coo- peracion social. Esta capacidad para actuar tanto racio- nal como razonablemente es manifestacion del caracter moral de las personas como seres libres e iguales y se corresponde con sus dos «poderes» basicos: el poseer un efectivo sentido de la justicia («la capacidad para comprender, aplicar y actuar a partir de principios de la 16 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO justicia»'*), y la capacidad para formar, revisar y ejercer racionalmente una concepcion del bien. Para realizar y ejercitar estos poderes, aparecen movidas por dos co- rrespondientes «intereses de orden supremo», que si bien son igualmente necesarios a la personalidad, de alguna manera lo «razonable» requiere y presupone, pero subordina a la vez a lo racional. El primero equi- valdria al espacio legislativo de la personalidad, mien- tras que el segundo seria su poder ejecutivo. Sin con- cepciones del bien para mover o motivar a los ciudada- nos no solo no habria lugar para hablar de cooperacién social, sino ni siquiera de concepciones de lo justo. Pero estas distintas metas finales deben estar subordinadas a lo razonable, deben someterse a determinados limites: «A aquellos términos de la cooperacién social suscepti- bles de ser aceptados por todos». Bajo esta prioridad de lo justo sobre lo bueno y adecuadamente combinados, estos dos poderes van a «construir» los principios de la justicia: lo razonable operando como el marco de res- tricciones o limites formales que configuran la posicion original (como el discutido «velo de la ignorancia», por ejemplo), y lo racional, la busqueda instrumental del propio interés, como la principal motivacién presente a la hora de elegir los principios de la justicia, ya dentro de tal situacién heuristica. El resultado es, para sinteti- zar, que los derechos individuales no pueden ser sacrifi- cados en nombre del bienestar general, al igual que los principios de la justicia no se pueden extraer de una determinada concepcién de la vida buena. Constitui- rian mas bien el producto de un «consenso superpues- to» (overlapping consensus), en el sentido de que serian elegidos por cualquier persona razonable como el fun- 10. «Dewey Lectures: Kantian Constructivism in Moral Theory», The Journal of Philosophy, vol. 77, 1980; pag. 525. INTRODUCCION 17 damento de cualquier pretension normativa. En suma, una teoria de la justicia que se presenta a si misma como de la «imparcialidad» (fairness) no puede sino promo- ver un firme principio de neutralidad frente a las distin- tas concepciones del bien y es, por tanto, independiente de toda doctrina politica o religiosa controvertida. La concepcion del liberalismo que hasta ahora habia venido defendiendo R. Dworkin hace también del prin- cipio de neutralidad su rasgo mas caracteristico. En este sentido, el Estado liberal «debe ser, tanto como sea posi- ble, independiente respecto de cualquier concepcion del bien particular o respecto de lo que dote de valor a la vida».'' Bien es cierto que, tanto en este trabajo como. en otros posteriores,'? Dworkin afronta el desarrollo de este principio como respuesta a la pretension conserva- dora de imponer desde el Estado determinados criterios morales. Pero también con el animo de diferenciar dos sentidos del principio de neutralidad: uno, apoyado en el escepticismo moral, y que por tanto es incapaz de ofrecer criterios éticos especificos respecto a cémo or- ganizar la convivencia social -lo que, en palabras de Rawls, equivaldria a un mero modus vivendi-, y su pro- pio modelo, que se asienta sobre la necesidad de articu- lar un sistema de imparcialidad respecto de la morali- dad privada desde una concepcién normativa del principio de «igual valor» moral de toda persona, su igual derecho a ser respetado en sus convicciones, y su derecho a valerse de los recursos necesarios para poder llevar a cabo una vida digna en igualdad de condiciones 11, «Liberalism», en R. Dworkin, A Matter of Principle, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1985; pag. 191. La version original es de 1978. 12. Véase, por ejemplo, su clarificador articulo «Why Liberals Should Believe in Equality?», en New York Review of Books, 3 de febrero de 1983, 18 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO respecto a todos los demas. Este ultimo rasgo es el que Dworkin subraya con especial fruicién y se encuentra detras de su vision del liberalismo como necesariamen- te «igualitario». El trabajo que aqui nos ocupa constituye su ultima y mas sistematica elaboracién de esta propuesta, que se caracteriza por los siguientes rasgos: en primer lugar, por intentar dotar al liberalismo de una justificacién moral sustantiva. Dworkin entiende que es necesario recuperar una fundamentacion ética del liberalismo, vincularlo al trasfondo de «nuestras ideas sobre lo que sea la vida buena» (pag. 3). Se trata de afianzar, por tan- to, ese conjunto de presupuestos éticos que subyacen al liberalismo y que hacen innecesaria esa excesiva y cos- tosa tarea de tener que elaborar distinciones artificiales, como aquellas que imponen la escisién entre lo justo y el bien, o entre individuo y comunidad. La mejor forma de comprender la esencia del liberalismo radica —y aqui se aparta de su concepcién anterior— no en postu- lar de un modo aprioristico el principio de neutralidad, sino en contemplar las virtudes de la libertad, igualdad y comunidad como tres «aspectos complementarios de una unica vision politica, de modo que no podemos ase- gurar, ni siquiera comprender, ninguna de ellas inde- pendientemente de las demas» (pag. 7). En esta idea se sustenta su pretension de oponerse a una estrategia de fundamentacién del liberalismo, que califica como de «discontinuidad» entre ética y politica, y que es una de las acusaciones que dirige a la teoria rawlsiana. En segundo lugar, desarrolla su propia vision de lo que considera como la concepcion mas correcta del va- lor ético de la vida buena, que concentra en torno al modelo del desafio. Este modelo responderia mas a nuestras intuiciones morales basicas que otros alterna- tivos, como el «modelo del impacto». Y una vez desarro- INTRODUCCION 19 lado nos permitiria tener acceso a una teoria moral comprehensiva capaz de establecer los principios clasi- cos del liberalismo progresista. Al principio de neutrali- dad, por ejemplo, llegariamos después de la argumenta- cién, tras ponderar las implicaciones de nuestros valores éticos. Sin necesidad, por lo tanto, de presupo- nerlo como un axioma. Por ultimo, y para hacer honor a su impulso igualita- rista, Dworkin nos ofrece una detenida exposicion de los presupuestos de justicia distributiva que se deducen de sus presupuestos tedricos. Este es quiza el aspecto que tenia ya mas desarrollado en obras anteriores y que hace que su teoria sea, junto con la de Rawls, una de las mas atentas a vincular la preocupacion por la digni- dad y libertad del individuo con criterios de justicia so- cial. 3. Individuo y comunidad Una de las consecuencias mas inmediatas que tuvo la teoria de Rawls fue, sin duda, haber dado entradaa un fogoso debate sobre los limites del liberalismo y el papel que en él habria de corresponder a los valores indivi- duales y los comunitarios, a la conexién existente entre el problema de la identidad individual y su dimension social. Dado que en esta obra de Dworkin se entra de lleno en muchas de las cuestiones que se suscitan en este debate, conviene que nos aproximemos a algunas de sus claves. El grueso de la critica comunitarista a Rawls va diri- gido a resaltar la imposibilidad de definir lo justo como algo «anterior» al bien, ya que solo a través de nuestra inmersién en una determinada comunidad o sociedad 20 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO politica que genera una concepcién del bien especifica seria posibe adquirir un sentido de lo justo. Como ha subrayado M. Sandel, que fue el iniciador de este tipo de criticas a la obra rawlsiana," imaginar un yo moral que pueda cobrar una identidad y sea capaz de constituirse independientemente de sus fines y valores carece de sentido. El sujeto no puede ser «anterior a sus fines», ya que aparece constituido de una determinada manera por sus papeles y relaciones sociales. Por ponerlo en términos hegelianos, sin «eticidad» o contenidos nor- mativos concretos que se despliegan a lo largo de la historia y se van asentando en el acervo cultural, no hay «moralidad». En esta aritmética entre lo justo y el bien, o, si se quiere, entre la moralidad -entendida como el conjunto de reglas universales y abstractas— y la etici- dad -como los principios éticos particulares generados por una determinada comunidad- es donde se centra la mayor disputa dentro de la teoria moral contempora- nea. En cierto modo puede decirse que aqui nos encon- tramos de nuevo ante una revitalizacion de la critica hegeliana a Kant, aunque instada sobre todo por el ana- lisis de la obra de Rawls y otros «individualistas». Para simplificar, diriamos que la acusacién funda- mental incide, en primer lugar, sobre el status del indi- vidualismo, la constitucion del se/f o yo moral. Esta cri- tica, que encuentra quiza su mayor poder de conviccién en la obra de Sandel ya citada y en los trabajos de Char- 13, Liberalism and the Limits of Justice, Cambridge, Cambridge Univer- sity Press, 1982. Para una vision general del debate en torno al comunitari mo, vase S, Avinieri y A. de-Shalit (comps.), Communitarianism and Indiv dualism, Oxford, Nueva York, Oxford University Press, 1992, donde se recoge buena parte de los articulos mas interesantes de este debate. Entre nosotros habria que destacar el reciente libro de Carlos Thiebaut, Los limites de la comunidad, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1992. INTRODUCCION 21 les Taylor '* o A. MacIntyre,'> incide preferentemente sobre la constitucién social del yo, acusando al libera- lismo de presentar una concepcién de la individualidad totalmente solipsista, presocial, «desencarnada» del grupo social, cuando en realidad toda persona extrae los presupuestos de su autocomprensi6n de un nucleo cultural de valores compartidos intersubjetivamente. Segun Ch. Taylor, solo a través de sucesivos procesos historicos pudo afianzarse el tipo de instituciones y practicas que han permitido conceptualizar esa vision de la persona a la que se imputan determinados dere- chos o capacidades morales de modo aprioristico, lo que él denomina la «cultura de la libertad». Derivar de estos ultimos lo que deban ser los bienes sociales pare- ce, pues, un contrasentido. La segunda acusaci6n tiene ya un componente mas conflictivo, dado que tras ella se esconde un importante presupuesto normativo: la necesariedad de dotar de prioridad a los valores comunitarios y, correlativamen- te, el deber de imponerlos mediante determinadas poli- ticas publicas; que el Estado esté legitimado para impo- ner una determinada concepcién del bien dominante en una sociedad dada. Como dice A. MacIntyre, si en toda sociedad politica existe un conjunto de reglas mo- rales concretas publicamente reconocidas, toda socie- dad politica deberia entonces «estar comprometida con una concepcién del bien humano adecuadamente de- 14. Véanse sobre todo sus articulos «Alomisms y «The Idea of Negative Liberty», en ibid., Philosophy of the Human Sciences, Cambridge, Cambridge University Press, 1985; asi como también «Cross-Purposes: The Liberal- Communitarian Debate», en N. L. Rosenblum (comp.), Liberalism and the Moral Life, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1989. 15. Véase sobre todo After Virtue, Notre Dame, Notre Dame University Press, 1981. Hay traduccién espaiiola, Tras la virtud, en Barcelona, Critica, 1988. 22 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO terminada y racionalmente justificada».'* La realizacion de la libertad, y en esto coincidirian este autor y Ch. Taylor, debe presuponer el contexto de una comunidad social respecto de la cual el sujeto asume una serie de deberes u obligaciones que siempre ha de tener presen- tes y servirle de limites cuando organice sus planes vita- les. Reconducir los valores sociales a presupuestos de decision individual equivale a ignorar estos valores de la integracion, mutualidad y solidaridad con el grupo y, en ultimo término, acaba minando el sentimiento de responsabilidad social. Muchas de las acusaciones que se dirigian a la obra de Rawls por parte de los comunitaristas han perdido ya gran parte de su mordiente al haberse apresurado este autor a introducir algunas correcciones y matizaciones importantes en su formulacién de la teoria. La primera revision, ya presente en sus Dewey Lectures (1980), con- sistio en relativizar sus presupuestos universalistas y ra- cionalistas: los principios de la justicia no pueden en- tenderse como «verdaderos» ni «permanentes» y ser afirmados sub specie aeternitatis, sino como «validos» para nosotros a la luz de lo que constituye nuestra cons- ciencia moral y politica o las «ideas intuitivas basicas que estan arraigadas en las instituciones politicas de un régimen constitucional democratico y en las tradicio- nes publicas de su interpretacion»."” Ademas, y en la linea de Ch. Taylor, se permite ofrecer una referencia historica para explicar cémo surge el fact of pluralism propio de nuestras sociedades actuales, aunque no re- duciéndolo a una mera condicion histérica contingen- te. Es, afirma, «un rasgo permanente de las democracias 16. «The Privatization of the Good», Review: of Politics, vol. 52, 1990, 17. «Justice as Fairness: Political not Metaphysical», Philosophy ard Pu- blic Affairs, vol. 14, 1985; pag. 220. INTRODUCCION 23 modernas».'* Rawls y sus criticos comunitaristas pue- den coincidir en que un principio politico basico, como la tolerancia, por ejemplo, tiene un origen histérico es- pecifico. Pero mientras los comunitaristas consideran que su promocion y respeto no responderian, en ultima instancia, sino a una determinada vision del bien co- mun mas o menos generalizada, para Rawls habria de- venido ya la misma «condicién de posibilidad» de la vida publica. Por eso declara que «cualquier concep- cién de la justicia politica para un régimen democratico debe ser efectivamente, en un sentido apropiado, libe- ral»; esto es, independiente de las distintas concepcio- nes del bien. Como senala Amy Gutmann en su defensa de Rawls frente a sus criticos comunitaristas, el hecho de que el derrumbamiento de las visiones del mundo tradicionales fuera acompafiado por la pérdida de visio- nes unitarias y ampliamente compartidas de la vida bue- na, hace imprescindible que nos amparemos en una vi- sion de la justicia o en la idea de los derechos iguales, como la «virtud» central del orden politico. Una visién comunitarista es perfectamente compatible con la idea de una «politica de derechos, no ya porque la justicia sea anterior al bien, sino porque nuestra busqueda del bien requiere que la sociedad proteja nuestro derechoa determinadas libertades basicas y provisiones de bie- nestar».'” Por otra parte, solo en una teoria de este tipo pueden asegurarse la unidad y la estabilidad social. En una sociedad plural estas virtudes no podrian estar salvaguardadas por una concepcion del bien concreta, ni apoyarse exclusivamente —como pretenden las teo- rias inspiradas en el modelo hobbesiano- en la conver- 18. «The Idea of an Overlapping Consensus», en Oxford Journal of Legal Studies, vol. 7, 1987; pag. 4. 19, «The Communitarian Critics of Liberalism», en Philosophy & Public Affairs, vol. 14, 1985, pag. 311. 24 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO gencia del interés individual o los intereses de grupo; este fundamento de la justificacion no seria lo suficien- temente estable. Pero tampoco puede ser aceptable una teoria moral general y comprehensiva, como las de Kant o J. Stuart Mill, por su incapacidad para generar el suficiente acuerdo. El liberalismo rawlsiano se separa, pues, tanto del modus vivendi hobbesiano como de las teorias morales comprehensivas, y reclama para si una concepcion politica de la justicia que, apoyada en las convicciones morales de los ciudadanos sobre la socie- dad y el lugar que ocupan en ella, esté en condiciones de ofrecer un «consenso superpuesto»: un acuerdo a partir del cual doctrinas distintas e incluso opuestas puedan afirmar las bases publicas compartidas de los asuntos publicos. Si hemos traido a colacién estas consideraciones es porque conectan directamente con el nucleo del plan- teamiento de Dworkin, que se encuentra a medio cami- no entre la critica comunitarista y algunos de los presu- puestos «individualistas» de Rawls. Ya sefalamos arriba como la pretension fundamental de su teoria residia en conseguir integrar «las virtudes de la libertad, igualdad y comunidad» en una unica vision ético-politica unita- ria. A pesar de sus «confusas» pretensiones sobre «la epistemologia y los misterios de la identidad personal» (pag. 15), Dworkin simpatiza con el comunitarismo en lo que tiene de critica de aquellos rasgos del liberalismo politico que lo presentan como una ideologia «austera, neutral y fria», alejada de la perspectiva ética personal, mas pasional y comprometida. El objeto de su critica es, desde luego, el liberalismo que se asienta sobre la fria distincion entre lo justo y el bien, que se alza sobre una «esquizofrenia moral» y escinde al individuo entre una ética politica publica y la persecucién de intereses y fines privados, ignorando una perspectiva ética mas an- INTRODUCCION 25 clada en la inmediatez de los sentimientos morales, asi como en la vinculacion entre esos mismos sentimientos y las convicciones morales del medio comunitario en el que encuentran su asiento. Por otra parte, Dworkin se siente participe de un «republicanismo civico-liberal»,” en el sentido de que busca conjugar el bienestar moral individual con las cualidades de la comunidad politico- social en la que se haya inmerso. El bien de uno y otrase encuentran entrelazados de tal manera, que no es posi- ble desligar el éxito de la vida personal de los logros comunitarios. «Los ciudadanos se identifican con su co- munidad politica cuando reconocen que la comunidad posee una vida comunitaria, y que el éxito o el fracaso de sus propias vidas es éticamente dependiente del éxi- to o fracaso de esa vida comunal.»” Y ello porque -como afirma en nuestro texto— «la integracion ética proporciona la motivacion necesaria para la racionali- dad colectiva» (pag. 88). Es decir, no es posible susten- tar la accion cooperativa y comunitaria a partir de me- ros criterios de decision racional agregativos de preferencias o intereses individuales ajenos a conside- raciones éticas —como en el «dilema de los prisione- ros», por ejemplo- sin una previa integracion ética co- munitaria. El hecho de que el individuo aparezca vinculado con otras personas en una variedad de comu- nidades constituye una parte importantisima de la vida buena, que nunca puede ser plena si se produce una escision entre intereses morales individuales y colecti- vos (véanse pags. 86-88). Ahora bien —y aqui entraria el rasgo «liberal» de esta forma de republicanismo-, «aceptar la primacia ética 20. «Liberal Community», en California Law Review, vol. 77, 3, 1989; pags. 479-504, 21. Ibid., pag. 499. Comparese con la misma idea recogida en el texto, pags. 51-53, 26 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO de la vida de la comunidad» no implica necesariamente «abandonar o comprometer con ello la tolerancia libe- ral y la neutralidad respecto a cual sea la vida buena».”” De alguna manera tiene que ser posible establecer los limites entre la dimension ética de nuestra integracion colectiva, de nuestra identidad comunitaria, y los dere- chos derivados de nuestra capacidad moral individual. Llegamos asi al clasico conflicto entre los valores de la autonomia y la integracién social. Dworkin sigue aqui una idea no exenta de problemas al diferenciar de un modo poco nitido los contornos de lo que sean los fines colectivos. Como no puede ser de otra forma, se separa claramente de la vision liberal tradicional, en tanto que evita reconocer en éstos el resultado o la sumatoria de preferencias individuales. El simi] de que se vale para caracterizarlos seria mas bien el de una orquesta, unida por un fin comun y por la comtn responsabilidad de que cada unidad individual contribuya al todo de modo concertado. Pero, por seguir con sus ejemplos, no hay nada colectivo en las preferencias o habitos sexuales de los individuos.?' Estos pertenecen claramente al ambito de las decisiones individuales «autonomas», y los pode- res publicos no tienen derecho alguno a imponer sobre los individuos una pauta moral convencional so- bre estos temas, aun cuando éstas respondan al sentir de la mayoria. Dworkin se enfrenta a un problema que no tiene una facil soluci6n si previamente no establece- mos una «discontinuidad» entre principios de justicia y concepciones del bien, como es el de, por una parte, reconocer legitimidad del Estado para interferir en la vida privada de sus ciudadanos (mediante una politica 22. fbid., pag. 500. 23, Véase ibid., pag. 497. En este articulo Dworkin comenta criticamen- te la sentencia del caso Bower vs. Harvick (1986), favorable al mantenimien- to de la ley penal de Georgia que tipifica el delito de sodomia INTRODUCCION 27 fiscal, por ejemplo), pero, por otra, establecer unos li- mites a estas intervenciones cuando afecten al ambito de lo que, seguin su concepcion de la vida buena, com- pete exclusivamente a cada individuo. El problema resi- de, por lo demas, en esa estilizacion y unidad entre prin- cipios morales, juridicos y politicos. Como luego veremos, la respuesta se encuentra en el disefio de su modelo de la «ética del desafio». Previa- mente podemos concluir que parece fuera de toda duda que Dworkin se opone frontalmente a una concepcién comunitarista holista de la subjetividad moral y que de- fiende, por el contrario, un elemento de autonomia en el individuo, que sigue gozando de un ejercicio de sus derechos como «triunfos» frente a la mayoria. Pero la aspiracion y la existencia de una sociedad justa constitu- yen, a su vez, la condicién de posibilidad de la vida bue- na y exigen, en consecuencia —como un imperativo mo- ral mas— un permanente compromiso publico de cada individuo dirigido a sustentar los valores de la libertad, tolerancia, igualdad, solidaridad y transparencia politi- ca —los valores «republicanos» (véase pag. 58). Del mis- mo modo, creemos que esto le tiene que llevar a reco- nocer necesariamente la existencia de una «multipli- cidad de esferas» dentro de la sociedad, que hacen que pierdan fuerza, como ocurria en la teoria de Rawls, las acusaciones mas moderadas procedentes del comuni- tarismo. Si, en definitiva, nuestra «eticidad» nos impo- nc los valores del universalismo, la tolerancia y la auto- nomia, a la par que los valores de la solidaridad y la integracion social, en ultimo término «la unica comu- nidad que todos conocen en realidad es esta unién de uniones liberal, siempre precaria y siempre en peli- gro». La cuestion estriba en ver hasta qué punto una 24. M. Walzer, op. cit., pag. 22. 28 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO teoria ética comprehensiva como la que Dworkin de- fiende -por muy abstracta que esté formulada en sus principios basicos— esta o no en condiciones de generar el necesario consenso y, sobre todo, la necesaria estabi- lidad en una sociedad desgarrada en formas y planes de vida tan plurales. Ya vimos que para el ultimo Rawls éste es precisamente el problema fundamental que se presenta a la hora de formular una teoria de Ia justicia para sociedades «bajo condiciones modernas»; proble- mas que no encuentran una satisfactoria solucion en las teorias éticas comprehensivas, entre las que ubica a la de Dworkin.” Pero dejemos aqui esta cuestidén para vol- ver sobre ella al final, una vez que estemos ya mas fami- liarizados con la propuesta filoséfica de este autor. 4. EI modelo de la «ética del desafio» y sus implicaciones igualitaristas Como ya hemos hecho mencién, el objetivo de Dworkin consiste en intentar ofrecer una teoria ética filoséfica capaz de sustentar los principios de un libera- lismo igualitarista; una teoria que para alcanzar este fin no requiera escindir nuestra ética personal de nuestra dimension politica. Frente a las propuestas liberales alo Rawls, Dworkin propugna entonces una continuidad entre la «perspectiva personal» y la «perspectiva politi- ca»: que nuestras convicciones respecto a cémo hayan de vivir las personas en la vida privada «encajen» en los ideales y principios que debemos aceptar como funda- mento de nuestra.accion colectiva. La «esquizofrénica» estrategia del contractualismo, dirigida a disefiar un punto de vista moral artificial que, por imperativo me- 25. Political Liberalism, pag. 211, n. 42. INTRODUCCION 29 todoldégico, nos obliga a renunciar a nuestros senti- mientos y convicciones en la dimensién politica, se opondria ademas frontalmente a nuestras intuiciones morales mas evidentes. En vez de aspirar a una pulida edificacion de principios de la justicia con independen- cia de cualquier consideraci6n de las diferentes con- cepciones del bien, ¢no tendria mas sentido —se pregun- ta Dworkin- partir de una ética filosdfica en la que cristalicen nuestros instintos y convicciones sobre el caracter y los fines de la vida humana que puedan en- contrar un eco en la vida politica? En vez de apoyarnos en presupuestos racionalistas que nos convierten en se- res cuasinoumenales, una concepcion del valor ético hace suya la estrategia aristotélica de afirmar los con- tornos de una vida buena desde las convicciones filosé- ticas mas comprehensivas disponibles en el acervo de la comunidad. Desde esta perspectiva, ética y politica es- tan «entrelazadas de tal modo que algunas de las mas trascendentes cuestiones sobre la vida buena son tam- bién cuestiones politicas» (pag. 21). De otro lado, Dwor- kin busca también contravenir el argumento rawlsiano de que, en definitiva, el recurso a una situacién heuristi- ca para poner a prueba nuestras intuiciones morales no hace sino remitir a concepciones morales que «de he- cho» estan /atentes en nuestra cultura. Si esto fuera asi, nos dice, ello presupondria que ya disponemos de algu- na concepcién de la justicia «cuya fuerza categérica po- demos defender de alguna otra manera, como no de- pendiente ni derivada de su congruencia con las tradiciones de la comunidad» (pag. 34; véase la argu- mentacion completa, pags. 31-35). Como es légico, a Dworkin no se le escapa que su concepcion de la ética liberal debe ser abstracta: «Debe- ra tener un caracter estructural y filosofico mas que sus- tantivo» si ha de ser capaz de responder al desafio de 30 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO sostener un comprometido principio de neutralidad, apto para moderar en las controversias sociales. Esto no excluye su capacidad de evaluacion critica de distintos modos de vida. Tiene que pasar, pues, una doble prue- ba: «La prueba negativa de la abstraccién y la prueba positiva del poder de discriminacién» (pag. 21). ¢Qué rasgos debe reunir una teoria ética capaz de hacer fren- te a tan formidable tarea? La respuesta nos la ofrece a través del disefio de un modelo conceptual novedoso, que —por lo que nosotros sabemos— introduce aqui por vez primera y que muestra bien a las claras las asombro- sas dotes analiticas y la capacidad de sorprender que tiene este autor. Se trata del recurso a una concepcion del bien y el valor humano que denomina modelo del desafio, y le sirve para enfrentarse a su antagonista, el modelo del impacto. En una apresurada sintesis, el «modelo del impacto» se caracterizaria por ofrecer una vision de la vida buena a partir de la evaluacion de las «consecuencias», el im- pacto que aquélla tiene sobre el mundo. «El impacto de Ja vida de una persona es la diferencia que su vida intro- duce en el valor objetivo del mundo» (pag. 55). Una vida seria

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