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LAS SERIES DE MACLAURIN Y UN ASUNTO DE VIDA O MUERTE.

Saber matemáticas puede convertirse en un asunto de vida o muerte. Lo que


leerán a continuación es una peculiar historia sobre Igor Tamm, un físico soviético
galardonado con el premio Nobel de física en 1958 por el descubrimiento y la
interpretación del efecto Cherenkov, contada por el físico ruso George Gamow.

Durante el período de la Revolución Rusa de 1917, Igor Tamm (premio Nobel de


Física en 1958) fue un joven profesor de física en la Universidad de Odessa,
Ucrania.

En la ciudad escaseaba la comida y una forma de conseguir algo comestible era ir


a un pueblo cercano, no muy lejos de la ciudad, llevar pañuelos de seda, algunas
piezas de la platería familiar o un reloj de oro, y canjearlas por un poco de pan y
mantequilla, y tal vez incluso un pollo (si tiene suerte).

Precisamente lo que Tamm decidió hacer un día.

Impulsado por el hambre, el físico abandonó la relativa seguridad de la ciudad de


Odessa y se dirigió a un pueblo vecino, que estaba bajo el control de los
comunistas, para intentar cambiar media docena de cucharas de plata por pollos.

Inesperadamente, una vez que llegó, el pueblo fue conquistado por una banda de
bandidos anticomunistas, armados con rifles y explosivos.

Al ver su ropa de hombre de la ciudad y confundirlo con un agitador comunista


encubierto, los bandidos sospecharon de Tamm y lo llevaron con su líder, quien le
preguntó quién era y qué hacía.

Tamm trató de explicar que solo era un profesor universitario que buscaba comida.

“¡Todas mentiras!” replicó el jefe. “¿Profesor de qué?”.

“Yo enseño matemáticas”, respondió Tamm.

“¿Matemáticas?” dijo el bandido. “¡Muy bien! Entonces dame una estimación del
error cometido al truncar la serie de Maclaurin de una función f (x) en el enésimo
término. Si respondes, serás libre, de lo contrario, ¡te dispararán!”.
Tamm no podía creer lo que oía.

La pregunta no era muy difícil, pero se refería a una rama bastante específica de
las matemáticas superiores y, por lo tanto, era bastante inusual en los labios de un
bandido.

Tamm, posiblemente con más miedo que vergüenza, con mano temblorosa y bajo
la amenaza de un rifle, se puso a escribir en el suelo, en la arena con el dedo, la
fórmula pedida por el bandido líder que sabía sobre el tema.

Cuando terminó, el jefe miró la respuesta, la comprobó y exclamó:

“¡Correcto! ¡Eso es correcto! Ahora sé que realmente eres un profesor. ¡Vete!”.

Años después, siendo ya premio Nobel, Tamm contó en persona esta anécdota.
Nunca llegó a averiguar quién era aquel guerrillero con conocimientos
matemáticos. Lo que sí hizo fue usar esta historia para mostrar a los alumnos un
ejemplo bastante claro de la importancia que puede llegar a tener saber
matemáticas.

El análisis matemático puede alargar la vida.

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