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Literatura García Cesar 4to 3raTrabajo

Práctico N° 5: Análisis "La soledad de


América latina" Gabriel García Márquez
1) Leer el discurso de Gabriel García Márquez "La soledad
de América latina" (PDF) pronunciado por el escritor
colombiano al recibir en 1982 el Premio Nobel de
Literatura ¿Cuántos párrafos posee?
El discurso de Gabriel García Márquez "La soledad de América latina" posee 15
párrafos.

2) Resumir en pocas oraciones la idea principal de cada


párrafo
Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el
primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América
meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la
imaginación. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de
mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo.

Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras


novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonio más asombroso de nuestra
realidad de aquellos tiempos. En busca de la fuente de la Eterna Juventud, el mítico
Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una
expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros y sólo llegaron
cinco de los 600 que la emprendieron. Este delirio áureo de nuestros fundadores
nos persiguió hasta hace poco tiempo.

La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El


general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca
absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de
condecoraciones sentado en la silla presidencial. El monumento al general
Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una
estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas.

En las buenas conciencias de Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido
desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América
Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya
terquedad sin fin se confunde con la leyenda. En este lapso ha habido 5 guerras y
17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva
a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Numerosas
mujeres arrestadas encintas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora
el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina
o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas
siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el
continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países
de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala.

De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha huido un millón de personas: el 10


por ciento de su población. El Uruguay, una nación minúscula de dos y medio
millones de habitantes que se consideraba como el país más civilizado del
continente, ha perdido en el destierro a uno de cada cinco ciudadanos. La guerra
civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi un refugiado cada 20 minutos.

Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada
instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial
de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano
errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y
mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de
aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación,
porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos
convencionales para hacer creíble nuestra vida.

Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no


es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados
en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método
válido para interpretarnos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas
ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos
libres, cada vez más solitarios. Si recordara que Londres necesitó 300 años para
construir su primera muralla y otros 300 para tener un obispo, que Roma se
debatió en las tinieblas de incertidumbre durante 20 siglos antes de que un rey
etrusco la implantara en la historia, y que aún en el siglo XVI los pacíficos suizos de
hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos,
ensangrentaron a Europa con soldados de fortuna.

No pretendo encarnar las ilusiones de Tonio Kröger, cuyos sueños de unión entre
un norte casto y un sur apasionado exaltaba Thomas Mann hace 53 años en este
lugar. La solidaridad con nuestros sueños no nos haría sentir menos solos, mientras
no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión
de tener una vida propia en el reparto del mundo.

América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de
quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una
aspiración occidental

¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega
con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social?
¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de
imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con
métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor
desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y
amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra
casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el
infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud,
como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes
dueños del mundo.

Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la


vida. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de
nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para
aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. En cambio, los países
más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para
aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy,
sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios.

Un día como el de hoy, mi maestro William Faulkner dijo en este lugar: «Me niego
a admitir el fin del hombre». Ante esta realidad sobrecogedora que a través de
todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que
todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es
demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria.
Un duro honor que en ellos me pareció de simple justicia, pero que en mí entiendo
como una más de esas lecciones con las que suele sorprendernos el destino, y que
hacen más evidente nuestra condición de juguetes de un azar indescifrable, cuya
única y desoladora recompensa, suelen ser, la mayoría de las veces, la
incomprensión y el olvido. Agradezco a la Academia de Letras de Suecia el que me
haya distinguido con un premio que me coloca junto a muchos de quienes
orientaron y enriquecieron mis años de lector y de cotidiano celebrante de ese
delirio sin apelación que es el oficio de escribir.

Es por ello apenas natural que me interrogara, allá en ese trasfondo secreto en
donde solemos trasegar con las verdades más esenciales que conforman nuestra
identidad, cuál ha sido el sustento constante de mi obra, qué pudo haber llamado
la atención de una manera tan comprometedora a este tribunal de árbitros tan
severos. Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde
a la poesía. La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del
Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad Media. La poesía que con tan
milagrosa totalidad rescata a nuestra América en las Alturas de Machu Pichu de
Pablo Neruda el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria
nuestros mejores sueños sin salida.

El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la


consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano.

3) Escribir una síntesis global del texto.


Síntesis: La soledad en américa latina
Gabriel García Márquez ganó el premio Nobel de la literatura en 1982. En su
discurso de agradecimiento, él guía al público en varias facetas de América Latina.
Siendo uno de los creadores del Realismo Mágico, nos ilustra temas absurdos que
se han presentado en nuestra región desde la pre conquista hasta la actualidad. En
su narración expone como nosotros, los que vivimos en éste hemisferio del mundo,
tomamos parte de realidades que para quienes no lo comparten parecen fantasía.
En el discurso, titulado “La soledad de América Latina”, se argumenta como nuestra
singular visión nos separa del resto, dejándonos en la soledad. García Márquez,
atrae al público en sus comentarios con respecto a la posición internacional e
histórica. El concluye mencionando a la poesía como el fin, el propósito y la prueba
de un hombre, un ser que siente.
El discurso comienza con una referencia a los escritos de un navegante que
acompaño a Magallanes. En ellos se muestra lo desconocido que era el nuevo
mundo para los españoles. De esta manera el orador logra enfatizar desde el inicio
lo poco que nos conoce el resto del mundo. Los extractos que él elige son
cuidadosamente seleccionados. En los que hace referencia a “cerdos con ombligo
en el lomo” y a “alcatraces sin lengua”, se observa lo desconocido que es el
ambiente y lo mágico que parece ser desde el punto de vista de los extranjeros
este mundo tan familiar para nosotros. Con la referencia sobre “…al primer nativo
que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel
gigante enardecido perdió el control”. Parece comenzar a exponer sobre las
expectativas de aquel mundo civilizado que poco nos conocía. Además hace
referencia a aquellas historias de los españoles en búsqueda de tesoros, los cuales
probablemente tenían un valor simbólico pero que ellos no supieron interpretar.
El autor plantea que América Latina ha sido considerada fabulosa desde el tiempo
del descubrimiento; ha tenido presidentes y gobernadores alucinados; la violencia
sigue presente, los europeos no entienden la literatura latinoamericana y tampoco
se solidarizan con la innovación social latinoamericana como deberían hacerlo, el
autor entiende el premio Nobel como una recompensa para todo el continente.

El tema principal del texto consiste en explicar y transmitir ese sufrimiento


atrincherado y extendido en toda América Latina desde la etapa colonialista,
Antonio Pigafetta, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica
rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Este libro, breve
y fascinante, no es ni mucho menos el testimonio más asombroso de nuestra
realidad de aquellos tiempos. Los cronistas de indias nos legar o no otros
incontables. La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la
demencia. El desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos
convencionales para hacer creíble nuestra vida. del mismo modo que el autor
resalta las dictaduras y guerras justificando así que la independencia
Iberoamericana hacia el Reino español no les quita esa salvajedad heredada de la
sangre descubridora y por ende Latinoamericana quedó perdida en un mar de
conflictos sin referencia pacifica, sin ayuda, siempre sola y que ha sido
fundamentado según el autor.

La soledad de la que nos haba García Márquez, la cual menciona cuatro veces en
su discurso. Es una forma de expresar que algo hace falta dentro de los latinos,
algo que les fue arrebatado y suplantado por ideas distintas a las suyas. Cuando los
invasores llegaron, con la intención de civilizar, solo lograron dejar un vacío,
implantaron un dios general, obligando a olvidar a sus propios dioses, a los cuales
veían y sentían, pues eran sus dioses, propios de su tierra.

4) ¿Por qué el discurso se titula "La soledad de América


latina"?
En el discurso se nombra la palabra “soledad” cuatro veces. La primera ocasión
para dar nombre al tema: “La soledad de América Latina”. Inicia el discurso
mencionando a Pigafetta un navegante que acompaña a Magallanes, cuyo
personaje escribe unas crónicas, que Gabriel García Márquez, llama “rigurosas”; a
continuación, siguiendo un hilo cronológico enumera algunos fragmentos
históricos y al final de esta parte del discurso, hace alusión a poetas, mendigos,
guerreros y ladrones y que estos muy poco tuvieron que pedir a la imaginación; y
que el mayor reto ha estado en hacer creíble la realidad por falta de hechos
convencionales y agrega: “este es, amigos, el nudo de nuestra soledad”. En la
siguiente parte del discurso inicia mencionando y justificando las dificultades que
tienen los europeos para descifrarnos y entendernos; sugiere que, para facilitar y
aclarar la comprensión hacia nosotros, deben revisar la historia europea, paralela y
afín a la nuestra. Al final de esta parte del discurso, se torna confuso, cita a William
Faulkner, lo reconoce como su maestro y alega sentirse digno de ocupar el mismo
sitio que el mencionado escritor. Habla de la realidad pasada, que ante los ojos de
los europeos debió de parecer una utopía. Finaliza el discurso con unas palabras
poco crédulas, con un final de ensueño, de cosas inalcanzables. Como si se tratase
del deseo escrito por un niño en alguna carta suelta en el ánfora de los deseos. Lo
que dice es contradictorio a lo que anteriormente expuso en su discurso: “Las
estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una
segunda oportunidad sobre la tierra”.

Pero, García Márquez no es claro en cuanto a la soledad, que es lo que se analiza


en esta parte del trabajo. Tal vez intenta englobar a Latinoamérica en la soledad
utópica de sus obras literarias, siendo así, lo único reprochable, es que no lo
exponga, de lo contrario, habrá que deshacer la libertad que se tomó García
Márquez, al hablar de los latinos como unos seres desolados y azotados por todas
las plagas bíblicas, lo cual los ha sumido en una especie de estupidez. Se acepta las
injusticias históricas, el trato denigrante a lo largo del tiempo, cuestión que entre
los individuos es como un fantasma, pero el latinoamericano es capaz de surgir,
limpiarse y continuar su camino.

Algo es seguro, la soledad nace con el individuo y muere con él. Es decir, la soledad
humana, es un tema que se ha abarcado desde el principio de la historia y es, sobre
todo, universal. La soledad es un tema recurrente en la literatura, pero ¿es válido
afirmar la soledad de una región entera? Como lo hizo García Márquez en el
discurso de recepción del premio nobel, que desde el tema “La soledad de América
Latina” enfoca a creer o convencer a un público, que toda una Latinoamérica está
hundida en el sopor de la soledad: “El grado de nuestra soledad es la historia total”.

5) Este discurso posee elementos de la cosmovisión mítica


y de la cosmovisión épica. Explicar brevemente cuáles son
“El desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de recursos convencionales
para hacer creíble nuestra vida”. Se refiere a que nuestra historia esta entrelazada
con leyendas y fantasías, no del todo verdaderas, pero tampoco del todo falsas, ya
que en América latina, hechos reales y cotidianos para nosotros, son mezclados
con la imaginación de los narradores e interlocutores que utilizan este método
para poder explicar hechos un tanto inexplicables. Cito una parte del texto: “la
construcción del ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá, era viable con la
condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso en la
región, sino que se hicieran de oro”, esta historia es un poco inverosímil para
algunos, pero mirándolo desde otro modo es un hecho verdadero, el oro es
abundante en nuestra región y en el siglo pasado era aún más de lo que es ahora;
para poder contar la historia de nuestras vidas solo hace falta usar más nuestra
imaginación.

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