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Escribir como (emo) una mujer: Victoria y Silvina Ocampo 1. La intencién inicial de este trabajo era escribir sobre Vieto- ta Ocampo a partir de su desencuentro con Virginia Woolf y Teer la clave de ese desencuentro en Ia formulacién de Victoria Ocampo en la carta prélogo a la primera recoleccién de sus Ta timonios, donde declara: Mi tnica ambicién es llegar a escribir lun dfa, més o menos bien, mas 0 menos mal, pero como UAB mnujer” (...) Pues entiendo que una mujer no puede aliviarse de ius sentimientos y pensamientos en un estilo masculino, dal tnigmo modo que no puede hablar con voz de hombre”. Mostrar ‘camo la obra de Vietoria Ocampo cumple con este proyecto y entonces construye paso a paso, en la escritura de la “vida” del personaje Victoria Ocampo, un modelo de mujer que sea a la vez la portadora de esa voz de mujer que deberian imitar las tecrituras de las mujeres por venir. Mostrar eémo es justamen- te por el éxito de este proyecto que la obra de Victoria Ocampo ce vuelve contra aquello que resiste, que insiste, en “una”, en cualquier, en alguna mujer,en alguna literatura. Que al desen- tenderse del matiz. de ambigdedad que le ofrecia su propio de soo: escribir como una mujer, pero también escribir eémo una mujer, experimentar en el paréntesis que se abre al tratar de ‘sit con palabras un devenir mujer, abandonando los proyee+ 168 Stephen isa de las proximo y mucl Jeampo, la duefia la menor, distante de Victoria Ocampo: ria Ocampo: Silvina 0. dos los devenires. De todas las Ocampo, 2. “Siempre es indiscreto h: 8 indisi acer referencia embargo, hasta qué punto prevalecen, hast, nan todas nuestras relaciones [inelusol e, ecturas ... En cada libro hay algo ramento- que, al igual que en la vi naseite repulsicn Ji asimismo como en la vida, nos empuja ha, on a rida iia alld, nos forma prejuicios, y esto, también sono 4 vids. la razén dificilmente pueda analizarlo.” As{ za Virginia Woolf “Indiscreciones”! Somers “Yo no hubiera podido ren escribir. Yo no trataba de ma neciera, no podia hacer una declara Silvina Ocampo’, Victoria Ocampo, en cambio, i 0, en cambio, ‘prefiere” mi vida s6lo he sabido ‘preferir' con vielen ‘ue no son ‘preferidas’ se obliteran™. ta Cult ironia y 1a impersonalidad marcan el ia experiencia de Virginia Woolf con la de una primera persona plural, las frases di a los afectos. Sin 'a qué punto impreg- n lo referente a las >sexo, personalidad, tempe- ‘ida, suscita nuestro afecto o nunciar a mi espontaneidad para inejar un idioma que no me perte- especie de comedia con ol estilo... un tono rotundo: “En cia. Para mi, las cosas | texto y confunden “todo el mundo” en le Victoria y Silvina 154 Ocampo exponen una primera persona singular precisa y combativa: “yo prefiero”, “yo no hubiera podido”. Leidos répida- ‘mente esos sintagmas nos llevarian a pensar que de las herma- nas Ocampo la mayor, Victoria, elige, mientras la menor, Silvina, acepta la espontaneidad como imposibilidad “de representar la comedia del estilo”. $6lo leyendo répidamente, veremos, podria sostenerse esa afirmacién. Preferir y amar: mas adelante, Vietoria Ocampo escribe:“He declarado a menudo que mi tinica pretensién es la de amar las cosas de que escribo y escribir sobre las cosas que amo". Prefe- rir, amar y compartir:“Un apetito irrazonado de compartir mis, preferencias, y no de atrincherarme tras ellas, me obliga a me- nudo a expresarme, es decir, 2 exponerme y combatir”. ¥ si para Virginia Woolf los afectos son aquello que precede y subyace a toda lectura, aquello que sefiala la distancia existente entre quien lee y quien escribe o entre el lector y lo escrito distancia que unas veces dice la adhesion y otras el rechazo- pero que mas atin sefiala la intima distancia de quien lee consigo mismo, en Victoria Ocampo los afectos aparecen como condicion de la lectura que los sucede de manera inmediata, como si la distan- cia entre vida y literatura, o entre lector y lectura quedara obliterada unas veces por el rechazo, y devorada otras por el apetito irrazonado de la preferencia; como si no hubiera distan- cia posible entre la intencién y la accién.* En cuanto a Silvina, cuando en una de las entrevistas que concedié le preguntan si mientras escribe siento quo la verdadera vida pasa por lo que escribe, contesta: “La verdad que sf. Y cuando no escribo siento que la vida se escapa, que no tiene realidad”. Su vida sin litera- tura hubiera sido, dice, un suicidio. Sin embargo, para Silvina Ocampo, vida y literatura no son equivalentes. Si la verdadera vida es la que surge del espacio de Ia escritura, literatura y vida son dos contrarios, diferentes, que, como todos los contra. rios en Silvina Ocampo, se suceden:*—Escribir da mAs felicidad que haber vivido. Claro que puedo pensar lo contrario en cual- quier momento.”* En el contrapunto de estas voces ya esta implicita una lectu ra de Victoria y de Silvina Ocampo. Y digo de Victoria y Silvina 155 Ocampo y no de los textos de Victoria y Silvina Ocampo porque en sus casos una personalidad, un sexo, un temperamento, se dicen. ¥ si Victoria Ocampo, la escritura de y sobre Vietoria Ocampo, entonces, se acepta aqui como una escritura indisere- ta, como aquella escritura que al recortarse (proyeetarse) sobre la “personalidad” de un autor, sobre las connotaciones de un nombre, opuesta a la ecuanimidad de la critica y en la suspen- sién de la distancia entre la voluntad y la eseritura dice los afectos (simpatias, antipatias, prejuicios...) de un lector, la de Silvina Ocampo quedaré siempre “del lado del secreto”, 0 mejor, paraddjicamente, a la vez secreta y evidente. Silvina dice pre ferir el anonimato a la fama, a pesar de que “esta de moda la curiosidad. Por eso la gente inventa. A veces inventa la ver- dad”. La paradoja de Silvina Ocampo es esa: es secreta y miste- riosa en medio de una fama tan dudosa como su declarado ano- nimato: esposa de Bioy Casares, amiga intima de Borges, her- mana de Victoria Ocampo, presentada en prélogos a ediciones franeesas por Borges y por Italo Calvino, esta mujer dice de si misma que es anénima, desconocida. Vietoria Ocampo se nos presenta en la escritura como la her- mana mayor, la osada y combativa; Silvina Ocampo, apenas “un vago eteétera” en los avatares de la tradicién familiar, segin sus palabras, es siempre menor: “La infaneia esta siempre pre- sente en ella a través de los recuerdos y, sobre todo, de su vision del mundo, tefida de la misma ingenua malicia de la que hace gala un nifio”, dice Hugo Beceacece en la introduccidn a su en- trevista. Podria decirse que en las respuestas de Silvina Ocampo ¥ su ficcién vuelve la crueldad inocente de la infancia. Como el ‘menor, ella sabe horadar la superficie, desde el secroto. Pero en uun estilo que, como la figura tn el tapiz de Henry James, cifra su enigma al ras de la superficie y hace que lo inquietante de los cuentos de esta eseritora esté siempre “enrollado” en el lu- gar comtin oen la mirada sobre la vida eotidiana®.“Lo infantil y lo fantastico son en estos cuentos comentario excesivo aunque no superfluo de lo obvio, del desajuste que parece decir 1a auditora hasta el hartazgo en el nivel de la pretendida reali- dad”. Un mundo a la vez inquietante y trivial cifrado en la 156 mirada porpleja y apacible de la infancia, Un mundo inquie- Tanne quebrots del malentendido oda letra itera. Bl infancta-#sientendida la que impregna cl estiloen I eseritura, tunes anifada, de Silvina Ocampo, Cuando decimos que lai fancia impregna su estilo nos rferimos tanto ala imagen do st aiue Ocampo eonstruye como a su eseritura. A mitad de eamning Cntre la exrituray la teatralidad, entre la vox y el geste, por el estilo Silvina Ocampo anima wna voz que eruza ala vex vida y literatura. Una vor que le pertenece y no @ un mismo tiempo. Bea voz, como en pocos grandes eseritores, hace aparece! relentes de infancia ——Tarconsecuencia es obvia para nosotros, lectores de las obras ya acabadas de las dos hermanas Se sabe, final siempre im- ne un destino, Lo que no quiere decir que cl destino hay Pera en el comicnzo, Vietora etcribe memorias ytestimonios Silvina eseribe teatro, poemas y eventos tan erueles com ino- eentes cn cl material qu, gars nei en sas recuerdos Silgane'on Tos mismor una continuidad causal, en To posible truir asi una memoria o un testimonio verosimil, orxanico y teraz, Silvina Ocampo parece perderse siempre en el silencio tn que lo desconoeido y lo perdido desde siempre y para siem- pre abisman al recuerdo, Los recuerdos de infancia aparecen ‘como islas rodeadas.de.un_vacio que ni sus pal head nil s pala bras de sus euentos intentan explicar: Podria decirse que sus thentos son el desarrollo del vacio que rodea esos recuerdos, ho fuera porque al enunciarlo de esa manera se pierde el tono de los euentos de Silvina Ocampo, donde el misterio es siempre de entre casa, cursi, precioso y banal. ” Un misterio quo mi fascina tanto como esas cajitas de miisica inverosimiles fasci- a “los afectos” en Victoria hora bien, a la pregunta por “los On “ o, lectora, le sucede, a modo de respuesta, una imagen scurronte en mu eseritura la imagen del hambre: “Todos Tos cluidos), escalonados a lo largo de varios afios, tienen un com 157 {Knominador: fueron escritos bajo ese signo, Son una serie de amnenguits de mi hambre,iDe mi hambre, ten tutor amente todo To ane hey otonamente Victoria Ocampo quien probar wae jp due hay en la mesa de su sigo y cl hoot determina cong ugetos frento a cea cultura, Es casi natrcen entonces, que selector eStéM marcados por el gesto de deme enla scteccion del manjar més exquisito sino p avidez, un poder de asimilacién y un eve, parcenttt le permiten ineorporat todo lo ques mone vista le nientes Peherle, Victoria Ocampo, hija de patricins yee hambre y sasada en dos lenguas extranjeras a le vor tiene hambre y no se cansa de repetitio. Hamten Porque se siente acpvalida como americana o como argenting «or mujer frente ae te 80 Te aparece como lo otro, que pars cile siempre lo Como ai facia meiOh ¥ se elaciona eon ello en esee tae Gomo si fuera posible alimentarse de loomaac agregarlo a ella tina lobes ea oreaicamente hasta igualarlo, Seen Gane cia M1 gt? 8 Propio a través de la ingestion jie asimila- Maat, hambre y la voracidad quo lo suceds. entonces, anualan Iadis cultura, la literatura, la lectura, la ceorifae Htcratunitts 08 tanto ol nexo de comparacisn sexe “en la Heratura como on la vida" de que we sirre an oc) ironia, Virgi- route gj dviene verbo conjugadoen primera perce iy pre- da tensinttive cuando Victoria Ocampo en rine Persona wa ttimonio de imo, a lugar de experimenter devora lectu ‘omer, entonces, equivale a 08 por oa easndio de Dante, 0 los colos de Proust aot ae gt se WRG tn episodio dela vida de Victoria Ocamoe eee amores de Victoria Ocampo. El hambre es un comiin denominador en Ja escritura de las dos hermanas. S6lo que, lo que en una simboliza carencia pro- pia y cultural con la consiguiente voluntad de apropiacién, en ta otra es carencia ajena y literal con la impropiedad como con- denencia. Hambre, para Silvina, tienen “Ine Pobres*, Ios men. digos,e: ia. A la casa de San Isidro iban muchos mendigos, A mi me en- canbe seriencon toscana Ama en leche con nata. A mi la nata me parecia asquorosa. Pero me daba curiosidad ver cémo los otros se tragaban la nata tan repugnan. te". Asi, el hambre y la comida, que abundan on los relatos de Silvina Ocampo, siempre dicen el fluir del deseo: en la sensual dad, en el amor, en la muerte, en la venganza o en el ansia, ¥ lo dicen de manera literal. El hambre no Simboliza en Silvina campo una earencia, entonces, sino que dico una potencia quit dis yo ong ee Wh poten sentido comin. En “Malva”, una mujer, con una habilidad para contorsionarse digna del mejor de los circos, devora por ansic. dad partes de su cuerpo hasta desapareeer: a Malva, litoralmen. te, “la devora la ansiedad”; en “Los amantes”, los personajes com. Eran, na vez por afo, al encontrarse, ocho porciones de tortas diferentes que comen con gestos especulares, para después “es. boast algun timido didlogo relacionado con pienies; gente que muri al beber vino, después de comer sandia; una arafia pollito dentro de una canasta, que sirvié para matar a una muchacha odiada por los suegros, un domingo; conservas en mal estado, fparentemente deliciosas, que causaron la muerte de dos fami. lias, en Trenquelauquen; una tormenta que ahogé la lana de i de dos parejas, brindando con sidra y comiendo salehichas con pan, en a orilla del arroyo, en Tapalqué.” En “Mimoso ana ma- jer se venga de la malediconcia del mundo, que no admite aus pueda ser feliz on su perro embalsamado sin estar loca, en la Persona del “tenedor de libros de la casa Merluchi :dindole a cenar a su perro, Mimoso, embalsamado, disfrazado en una salsa envenenada. Durante esa misma cena, el crimen no deja de anun, ciarse en las idas y vueltas del lugar comin: x Chita dijo Mercedes me han dicho que ta gente ome porta, ser Yo to Poe onto sto, se par nad dl mondo ls comer, —A hg ae de“ a prwno mney man me "pert agua an beer -crrigis maida La comida on Silvina esta siempre ligada a una clandestini- dad sin secreto: es uno de los pasajes entre lo clandestino y lo literal 8, Frente a Virginia Woolf, entoncos, Victoria Ocampo, siente: siente hambre y se reconoce orgullosa en ese hambre, y ademas siente culpa porque roba a la otra el tiempo de la escritura, Pero se excusa de ese robo en su carencia, y siente no a ventaja de su distancia, sino su distancia como una urgencia:“Vengo de demasiado lejos y tengo demasiado poco tiempo para permitir- le a usted que me distraiga. Flush, por favor, no ronque usted tan fuerte mientras ella habla’, Ie dice, en el colmo del ridiculo, al perro de los Woolf. ¥ en ese encuentro Vietoria Ocampo cons: truye sus minorias en tanto se reconoce americana, o argenti- na 0 escritora o mujer-, nunca menor, sino representando, lu- chando, ella que es, se sabe, la hermana mayor, una de las “distinguidas mujeres de las tradiciones letradas de la élite, cereanas a las esferas de influencia pablica en la formacién de la cultura nacional”, para que también se incluya al menor. Bl ge, entonees, a Ia clandestinidad del uso, la seguridad de la militancia y el combate por una reivindicacién."*“A Victoria le gustaba pelearse”, dico Silvina Ocampo. “Yo, en cambio, hive desde chica todas las cosas que me prohibian. Las mas prohib das y hasta las que no me habian prohibido porque no se les ocurria que alguien de mi edad pudiera hacerlas. (...) Hice de todo a escondidas. A mi me gustaba esconderme. La escondida’ es un juego precioso...". 5 ‘er subalterno, ser definido por una carencia y ser culpable es uno yun mismo movimiento”, dice Josefina Ludmer. Bsa cul pabilidad del subalterno, latinoamericana y mujer, es la que determina la carrera de Victoria Ocampo para superarse. Silvina Ocampo, en cambio, tiene una velocidad de otro género, una velocidad que no avanza y a la vez opera en el acto. No la que determina la culpa sino la que determinan la clandestinidad y la traicién. Como el clandestino y el traidor Silvina Ocampo se 160 metamorfosea, se esconde y huye, pero no por carencia o culpa- bilidad. No hay culpa en el traidor porque el traidor responde siempre y cada vez a una ley de otro orden. Traidora, clandesti- na o nina, Silvina Ocampo no reacciona como subalterna sino que actaa como menor. Escapa, por tanto, a los estereotipos de Ja mujer como nitia 0 bruja o juguete, fabuldndose justamente nina, ventrilocuo o vidente, como veremos mas adelante, por: que €s el otro, aquello “que no es posible decir”, y en relacién con el lenguaje ese “no todo puede decirse”, un devenir siempre nto, como dice Reina Roffé.™ Traidora, clandes 0 “vago etcétera”, entonces, Silvina Ocampo se vuelve “suple- mento” y no “eomplemento” del mayor. Esa eleccidn de si mismas como marginal una 0 como clan- destina la otra determina las velocidades que expresan la si tuacidn de Victoria y Silvina Ocampo frente al mayor. Una ve- locidad altisima que sin embargo nunca en Victoria Ocampo es suficiente. Entonces, alli donde Victoria Ocampo intenta una y otra vez alcanzar la meta que otros, siempre més veloces, sefia- lan con sus records", o alli donde Vietoria Ocampo se rebela contra ese tiempo del otro, provocativamente, al esgrimir la pereza como valor, ~pereza que no obstante justifica sobre el horizonte de la tarea postergada; pereza que no excede, por lo tanto, el ambito y los tiempos, las velocidades, del trabajo, del mayor-, alli mismo, en el lugar donde se clige qué hacer frente al tiempo del otro, del mayor, Vietoria Ocampo, crece, satisface su hambre, alcanza la meta y paradéjicamente, fracasa una y otra ver, Silvina Ocampo, en cambio, parece haber aprendido a tiem- po, y no sin esfuerzo, una tinica leccidn. Si bien una de tajas de los ricos, dice, es no tener que trabajar, ella trabajé muchisimo, dice, durante su juventud, para legar a ser una gran pintora. Pacientemente Silvina Ocampo siguio los cami nos de ese proyecto: en Europa, De Chirico fue uno de sus maes- tros. Sin embargo por es 0 a Ia eseritura Comienza alli una etapa signada a la vez por el trabajo y por la distraceién, la pérdida y el derroche. Silvina Ocampo, que deja pasar mas de diez afios entre la publicacion de sus dos prime camino no lego si 161 10s libros, dice eseribir todo el tiempo en hojitas sueltas que pierde en infinitos cajones. Asi comienza una entrevista que le hace Maria Esther Giglio. Al llegar a casa de la escritora, euen- ta Giglio, Silvina Ocampo, que no la esperaba, no porque hubi ra olvidado que tenia la entrevista sino porque habia olvidado “que hoy era miércoles”, se encuentra buscando un cuento en- tero, perdido. “Era uno 0 varios. En realidad me buscaba por todos los eajones. Estoy como en un maremagnum. Perros, hom- bres, mares me esperan en los cajones. Y de tanto en tanto una anotacién del carnicero o de la farmacia”™. Quiz esa respues- ta, que no es sino una digresion previa ala entrevista, dicha al parecer “al azar de la conversacién” sea la mejor definicién de Ia literatura de Silvina Ocampo. Una vor de mujer que aparece en medio de un maremagnum donde lo humano y lo animal, la aventura y Io cotidiano, la crueldad y la inoceneia, el vértigo y Ja pausa, la busqueda y el olvido, se suceden sin interrupeién. 4, Victoria Ocampo no cumple dos anhelos: el de ser actriz, el de escribir una novela”, Las causas de la primera imposibili dad son expuestas una y otra vez como enteramente ajenas a ella ¢ irrevocables: la inamovible voluntad de sus padres que por otra parte respondia a la inamovible voluntad de su época recortada sobre la inamovible voluntad de su clase. En el tomo Ide la Autobiografia la traduccién de una carta suya a Delfina Bunge del 29 de enero de 1908 donde habla de sus ambiciones literarias y de su incapacidad para la novela, para crear un p sonaje, justifiea la segunda imposibilidad: “todos mis persona- jes serian yo disfrazada, zedmo demonios puede uno deshacer- se de su yo?", Estos dos motivos, que se exponen como el origen de un drama, son sin embargo el motor de su escritura. Si el primero es justamente el motivo que elige para darle un origen ala misma el segundo parece determinar su fin: no la eseritura como el lugar donde, olvidada de su yo, “perderse en los cajo nes”, sino como el lugar donde volear todo su yo hasta agotarlo; donde reflejar su yo con, como Vietoria dice on su Autobiogra 162 fia, “la fidelidad de un electrocardiograma”. La eseritura coma ‘un Documento “en la tercera acepeién del vocablo: ‘Cualquier cosa que sirve para ilustrar 0 comprobar algo”®. Como si su obra construyera la casa para todas sus huellas, hasta las més nimias, aquellas de las que tanto le cuesta desprenderse justa- mente porque en su absoluta inutilidad, distintas de los biom- bos 0 de las medialunas de brillantes, no son pasibles de nin- gin intercambio y dicen, simplemente, la propiedad. “Victoria busca un lugar en el mundo, comprende que no existe tal lugar, que todo el mundo es, para el hombre, una impertinencia, una no-pertenencia. La manera de paliar este exilio es construirse una casa, hacer una miniatura de mundo con las propias ma: nos”. La escritura le sirve a Ocampo, Victoria, entonces, para autorizarse, poseer y poseerse, de Ia manera més perdurable, Un episodio ilustra hasta lo irrisorio esta aficién: mientras en Ia pagina 60 del primer tomo de su Aufobiografia la autora es- cribe, muy suelta de cuerpo y muy moderna, “me siento por mo- mentos tan lejos de cierta mi misma como lo puedo estar del pelo que me han cortado y barren en la peluquerfa, o de la uiia que me limo y vuela al aire hecha polvo. Yo no soy ‘aquello’, lo perecedero que formé parte de mi y ya nada tiene que ver con- ‘migo. Soy lo otro. Pero ,qué?”—Vietoria Ocampo siempre se equi- voca con la pregunta. Si afirma que es lo otro, inmediatamente se pregunta por el qué, como si la pregunta misma no anulara la afirmacién anterior al desconocer que lo otro no es un qué sino un puro volverse, justamente, lo otro cada vez-, en la pégi- na 120 del mismo tomo se revela enteramente cuando escribe: “yo no me dejaba cortar las ufias asi només... Las ufias me per- tenecfan y no veia con qué derecho iban a imponerme un largo de ufias dinamarqués”. Victoria Ocampo decia los dos motivos que le impiden des. hacerse de su yo, Pero se vale de ellos para crear, elemental ¥ vigoroso, su propio personaje. Elementales y vigorosos encon: traba Virginia Woolf a los personajes de Charlotte Bronté. Jane Eyre, escribe, nunca dojaba de ser una institutriz y de estar enamorada. Por eso, porque en ellos no se dice la intensidad del amor sino la pasin sin yo, le parecian superiores los persona- 163 jes de Emily Bronté.' Asi como a Jane Eyre, al personaje creado por Victoria Ocampo también se le puede reprochar estar siem- pre sujeto a las variaciones de un mismo guién: el de la genero- sa, honesta y aguerrida hermana mayor. Porque si Victoria Ocampo, el personaje que nos lega Victoria Ocampo, no puede abandonarse # lo otro si puede, y abraza en ello su causa, repre- sentar a los otros, hablar en nombre de los otros (de Angélica, su hermana menor, de sus hermanos americanos, de sus herm: Jas mujeres) porque tiene una voz que se autoriza en su cultura y en su esfuerzo; familiar a estos otros, pero mayor. La otredad en Ia que Victoria Ocampo se reconoce, entonces, no es la de lo extrafo en lo familiar, al modo en que vuelve presente lo otro la literatura de su hermana, sino la representacisn (en el sentido orgdinico, gromial) reivindieativa,en el seno de una marginalidad compartida en distintos grados, del hermano menor por el her- ‘mano mayor. Los juegos se reparten. Entonces, si con Silvina se trata siempre de “jugar a las eseondidas” o “jugar a las visitas", en el caso de Vietoria se tratara siempre de“jugar a la maestra”, donde la maestra, dirfa Victoria, porque soy més grande y por. que ya sé escribir, soy yo."*Porque siempre se piensa dentro de la logica de ese juego es que Victoria no sélo se asombra ante la disparidad de sus recuerdos de infancia, sino que “corrige” el es- tilo de los de su hermana. Es sabido que Victoria Ocampo escri- bid en Sur una resena a Viaje ofvidado, el primer libro publicado por Silvina Ocampo. En esa reseiia Victoria, que era la directora de la revista, recuerda el dia en que Silvina, en sus brazos de madrina, era bautizada, Sus manos de madrina, recuerda, esta- ban manchadas de tinta y esa tinta manché la cabeza de su her: mana comunicéndole una ambicién inexistente en la tradicién familiar hasta la aparieién de Vietoria: la ambieién de eseribir ‘Si Silvina Ocampo tuviera necesidad de disculpas, yo vendria a acusarme pblicamente de haber puesto en contacio con su ea: beza la tinta de mis manos en ese momento”. Si ella es la respon- sable de la ambici6n literaria de su hermana menor, también, fiel a su papel magistral, lo os de los errores que esta admita en su escritura. Sefiala, entonces, lo que al estilo de las frases de Silvina le falta, La resefia es ejemplar: 164 Se tiene Ia impresidn de que los personajes gon cosas y las cosas porsona- jes eomo en Ia infancia. ¥ todo eso estd escrito en wn lenguaje hablade, leno de hallazgos que encantan y de desaciertos que molestan, leno de in frlices -que pareeen entonces naturales~ y leno de imagenes no lo {que parecen entonces atacadas de tortieolis,@No seran posibles las gracias a las otras? {Es necesarin etn desigualdad? Corrigiéndose las unae, {se corregiris Silvina Ocampo de las otras? Es éxe un riesgo que @ mi juicio tlebe affontar. Antes de renunciar a Ia destreza, ea preciso que se haya toma- do el trabajo de investigar qué poreentaje de negligencia entra en la composi cidn de sus defeetos y qué pereza la leva a no set mas exigente consigo mis mma cuando todo nos demuestra que puede serio" Esté bien que Silvina Ocampo quiera escribir, entonces. Pero debe trabajar para dominar una lengua, para superar la negli- geneia y la pereza y poder “mirar ala cara ala gramatica” para llegar, asi, a ser escritor, Cuando cuarenta y cinco aftos después Ie preguntan a Silvina sobre esa reseria ella dice: “La acepté, pero sin estar de acuer- do, porque decfa que era como si las frases hubieran tenido tor- ticolis, como posiciones falsas. No acepté eso porque me parecia que nuestro idioma era un idioma en formacién, y era natural que tuviera esas incompetencias, que careciera de la perfeccién que tenian otros idiomas, porque la relacién que hay entre el, lenguaje oral y el escrito, va formando el idioma con el que uno se maneja, (...) Yo no hubiera podido renunciar a mi esponta: neidad para escribir. Yo no trataba de manejar un idioma que no me perteneciera, no podia hacer una especie de comedia con, el estilo...” La resena de Victoria muestra ademés la sorpresa que ese libro significé para ella. Dice que la publieacién del libro vino a “descubrir” un secreto y una pequefia traicién: “Hace anos ha- bia yo empezado a escribir unos recuerdos de infancia dos que duermen en un eajén y que quiza publique. Se me ocurrié preguntarle a Silvina si le gustaria ilustrarlos. Contes- +t6 que sf; pero todo qued6 en proyectos. Descubri mas tarde que Silvina tenia, en efecto, algo mejor que hacer que ilustrar mis, recuerdos. Tenfa que contar los suyos propios, a su manera. Y es lo que un dia me trajo”. No es raro que Victoria Ocampo no supiera que su hermana habia decidido escribir sus recuerdos, contarlos, que es una forma de hablar, de hacerlos variar en la oralidad y no ilustrar, fijar en la imagen, los ajenos. A propésito de hablar y callar, se habla mucho de la falta de elocuencia de Vietoria Ocampo. José Bianco, por ejemplo, eomo todos saben, amigo personal y a partir de 1938 y por més de veinte afios secretario de redaceisn de Sur, en el ensayo “Victo- ria”, cuenta que “Victoria quedaba muy bien rodeada de hom. bres ilustres. Estos no sélo la admiraban: le tenian afeeto. Ella hablaba poco, salvo en féte ¢ féte”. Sogtin Arciniegas le decia en una carta a ella misma, corrigiendo la contratapa que, sin fir~ ma, habia publicado Bianco para la Quinta Serie de los Test#- ‘monios, donde Bianco decfa que leer a Vietoria Ocampo era ha- blar con Vietoria Ocampo: “Leer a Victoria Ocampo es zo hablar con Victoria Ocampo; porque se habla mucho més con Victoria Ocampo leyéndola que conversando de viva voz”. Bianco con- cluye:*... creo que Victoria era tan confidencial escribiendo por- que lo era tan poco en Ia vida real. (...) No quiero decir que en la vida real Victoria fuera menos persuasiva que cuando escribia, pero entonces su persuasion no proventa de las palabras. Pro- venia de su innata aristocracia, de su porte, de su presencia.” Como Vietoria, pero por timidez y no por falta de elocuencia, Silvina no habia mucho. Distinta de Vietoria, paraddjieamente en lugar expresarse en la escritura, Silvina se esconde hablan- do. “A mi me daba miedo hablar y que todos hicieran silencio para escucharme. Entonces hablaba cuando todos hablaban, asi Jo que deeia se perdia en la confusién. ¥ cuando los demas se callaban, yo también me callaba y si me decian ‘{Por qué no hablas?, yo les respondia ‘Pero si ya hable’. Y después seguia un largo silencio, y de nuevo empezaban a hablar, y yo tam- bién.”® Esconde, como en sus escritos, tras la voz hablada de los otros, su propia vor. ¥ es confundiéndose de esa manera que encuentra ese estilo impropio, tan inocente y siniestro como el de un ventrilocuo que viene en sus cuentos. No un estilo en que la mujer dice, como un muneco operado por un hombre, lo que a cultura de los mayores considera apropiado, sino un estilo que, como el del ventrilocuo mismo, inquieta al dejar ofr la voz. De dénde viene, a quién pertenece esa voz? Un estilo que evo- 16 ca el miedo de un nifio sensible ante una broma pesada, reple- gado en el adulto que sin embargo, como la infancia, no deja de pasar: Bs algo que no deja de pasar. {No le sucede asi con las cosas de Ia infan- cia? {Con las cosas del amor? Hay hechos que siguen doliendo durante toda la vida, Una tarde en San Isidro habfan levado a un ventrilocue ~cuenta Silvina, Yo no sabfa que era un ventrilocuo. Estabames sentades a la mesa tomando el téy, de pronto, escucho una vor extrafa que me Ilamaba: Silvina, Silvina... Bra invierno, soplaba viento y, de tanto en tanto, lovirnaba. Miré ‘todos los que me ro er winguno de ellos habia abierto la boca. Cuan- do pregunté quién me habia llamado, todos dijeron que no haban oide nada, Pero la vor me sagusa llamando, Yo estaba aterrada porque me imaginaba los pastizales del Bajo, con lo troncos derrumbados,y el trecho que iba de a casa hhasta las barraneas, que era un buen trecho, solitario. Bl hombre que tenia esa vor debia estar alli oeulto, Por sltima me revelaron el secreto, (.) Lo del ven. tellocuo no me lo olvidé nunca y terminé eecribiendo wn evento con eae tema.” No sélo escribié un euento sino que “Io del ventrilocuo” le sirvié para dar vuelta el lugar comtin de que la mujer “habla por otro”, “repite” como se dice que repiten el loro, o él mutieco, © Jos chicos, o la mujer. Al poner a variar todas las voces de los, otros, Silvina Ocampo encuentra una voz inquietante porque, como la broma del ventrilocuo, es una suma de inocencia y per- versién. Porque no se sabe “de dénde viene” es la vor que no tiene origen ni asidero. Incorregible, entonces, su estilo no sélo insiste en la torticolis sino que su vocabulario “alcanza extre- mos que son ajenos a otros escritores de la oligarquia. Los per- sonajes de Silvina Ocampo hacen el amor y van al baito; dicen malas palabras (hijo de puta), pronuncian vulgarismos (amue- blada, linyera), tienen desalifios de lenguaje (voltié, apret6, abra- zada por abrasada)” dice Blas Matamoro". Por la asuncién del mal como forma de vida, dice, esbozada en la presencia de ni- ios terribles en sus cuentos, Silvina Ocampo excede a su clase social, sin que eso implique que cuestiona el orden establecido.< El nino terrible no es un revolucionario, sino un traidor. Silvina \ ‘Ocampo como nena terrible, como traidora, rompe un sistema en el instante en que lo pone en evidencia, sin crear uno nuevo. Y la escritura de Silvina Ocampo pone la traicién en todos los mundos, rompiendo toda complicidad. No es una clandestini- 167 dad de grupo. Ni de género ni de edad. En sus cuentos tanto los nifios traicionan su complicidad con los adultos, como en “Labuelo”, como los adultos fingen desconocer su complicidad con los nifios, como en “La boda”. No hay, para decirlo con la lengua de todos los dias, inocencia que valga, en estos cuentos, Por eso los nifios, si bien “usados” o excluidos 0 despreciados en sus cuontos, no son nunea vietimas ni culpables sino nifios, lite ralmente, seres atin fuera.de la moral. Traidores de todas la causas que introducen la fisura en la lengua por la oralidad. 5. Volamos a Victoria Ocampo. Sumado a la imposibilidad de abandonar el yo, 0 mejor a la eleccién de sumar al yo los otros yo en un “nosotros, los que yo represento”, hay otro motivo, u otra, cara del mismo, que aleja a Victoria Ocampo de las tablas y dela escritura de novelas: mientras Silvina rechaza “la comedia del estilo” para defender una lengua en formacidn, lo que Vietoria, cultora de un buen estilo literario rechaza, es lisa y llanamente la ficeién, Como el actor 0 como el novelista, Vietoria Ocampo quiere que la miren, que Ia lean, que la eseuchen. Quiere que le crean. Pero si ellos aspiran a la espontinea suspensién de la duda que constituye, segtin Borges, para Coleridge, la fe postiea, Vie- toria Ocampo reclama en cambio un crédito absoluto: no la fe sino la certeza, la anulacién (imposible) de la distancia entre la verdad y su escritura. Por lo tanto agota los recursos para provo- car un efecto de verdad, Y, asf como en su autobiografia cuenta que aprendié a hablar francés e inglés sin saber e6mo (“Aprendo el alfabeto sin saber cémo. Aprendo francés sin saber cémo”, “Aprendi répidamente el inglés pero no podria decir cémo”), es eribi6 ese personaje de manera tal que el lector lo pereibicra como escrito “sin saber c6mo”, sin oficio, sin mediacién, sin artificio, sin escritura, Como nacido espontdneamente de la realidad, “tra- ducido” de la realidad, No s6lo veraz, sincero o espontaneo: real. Doble rechazo, entonces, de la paradoja con que Borges dice la literatura: “abandonarse al sueno voluntario que es la literatu- ra’, En una variacién que domestica esa paradoja la escritura de 168 ‘Ocampo convierte el abandono en deber postergado y el oficio en espontaneidad para exponer el personaje de una mujer, eserito “desde” ella misma sin proponérselo ~*No me he propuesto ha- blar de mi, aunque el “yo” no me parezea aborrecible. Pues ni tengo la pretensién de creer que se pueda realmente hablar de otra cosa, ni la hipocresia de aparentar tontamente ereerlo par bienséance”-, mas alla de su voluntad ~“Desde el momento en que escribimos, estamos condenados a no poder hablar mas que de nosotros. De lo que hemos visto con nuestros ojos, sentido con nuestra sensibilidad, comprendido con nuestra inteligencia. Im- posible escapar a esta ley’— y sobre todo sin el oficio y el artifi- cio- del eseritor: “He dicho antes que yo no me tengo por escrito- ra, que ignoro totalmente el oficio. Que soy un simple ser huma- no en busca de expresién”. Un personaje, se diré, natural, fatal: real y actual Hay quien dice que es propio de eseritores jovenes cuidar mucho a sus personajes, mimarlos, y, sobre todo, alimentarlos con solicita puntualidad. Como uno de estos autores Victoria Ocampo cuidé a su propio personaje. Pero, a pesar de que no sélo lo alimenté hasta que el hambre diera paso a la glotonerfa sino que le dio casas, jardines, y ciudades para que los habitara. A pesar de que lo dot6 de tres lenguas para que en constantes, traducciones tratara de agotar sus experiencias. A posar de que definié un espacio geografico: América y en ella el Sur y en él Buenos Aires, prolijamente diagramada en barrios mundanos y en otros reservados para el amor. A pesar de que lo vistié con toda la olegancia y toda la sobriedad y de que le dio a América xy Buropa como lugares alternativos del exilio. A pesar de que le dio un rostro para cada edad: innumerables Vietoria Ocampo niflas, j6venes, maduras, sentadas, arrodilladas, de frente, en la vejez, que miran serias y atentas el objetivo. A pesar de que lo hizo testigo infatigable, veraz y sensible de todo lo que en el siglo le parecid digno de ver y dle “compartir” con el lector, desde el juicio de Naremberg hasta la musica de Stravinsky, la escri- tura de Dante o la arquitectura de Le Corbusier, y en el colmo de “realizacién”, logré que los otros, los escritores, hablaran de 169 su personaje, que rubricaran sus gestos, sus iras, su voz." A pesar de que le dio el gusto de los libros y una vida larga en la que las cosas se apilaron de manera pavorosa. A pesar de que su personaje, si bien no igualé pudo comparar su experiencia y su ritmo con el récord vertiginoso de la vida de Malraux". A pesar de todo eso Victoria Ocampo, por no querer, aun habién- dose adelantado en reconocer el valor de Proust’, deshacerse de su yo, llegé demasiado tarde para escribir una novela. En- tonces, consciente, justamente por haber lefdo a Proust, de que después de la Reciterche, lo que en la novela no podia ya ser escrito es el nombre propio o la persona “en tanto libertad mo- ral dotada de méviles y de un exceso de sentidos”, pero a pe- sar de eso, decidida a nombrar a una Victoria Ocampo real, ejem- plar y moral, se atrinchera tercamente en los espacios de la escritura que todavia la dejan alimentar esta ilusion y ocupa con esta persona casi todo el espacio de los tomos de sus testi- monios, ensayos, autobiografia. Elige la ilusién de verdad a la literatura. Dicho otra vez, elige, con el gesto engafoso de quien acepta lo fatal, el efecto de verdad al efecto de literatura para escribir una literatura que autorice y a la vez se autorice en los afectos de un personaje “real y ejemplar”. Mientras para la hermana mayor la ejemplaridad estd en ese personaje representado, para la menor verdad y esponta- neidad quedan ligados a la falta de ejemplaridad. Para Silvina Ocampo, no representar “la comedia del estilo” no significa el deserédito de la literatura, sino la defensa de aquello que de mas verdadero tiene la literatura: el lugar en que el estilo, por impropio, por excesivo, por incorrecto, lleva a la literatura, en Ja lengua de todos los dias, fuera de si misma. No es que Silvina Ocampo no represente una comedia. De hecho ella también cons- truye un personaje de sf misma, tan seductor como banal, en sus respuestas, Repite todos los lugares comunes imaginables respecto de la mujer: seductora, anifiada, frivola, atraida s6lo por lo intimo, lo doméstico, timida.... Los repite tan puntual- mente que los sefiala como comedia. Una comedia en que Silvina Ocampo se repite a s{ misma para devenir, en el pasaje por cada lugar comin, otra cosa. No representar la comedia del estilo, 170 entonces, implica decir con impropiedad siempre una verdad. Con-impropiedad porque se dice a la vez en un estilo menor, descuidado, que la mayor sanciona, pero también porque la ver- dad que se dice es una verdad ajena, robada del centro del este- reotipo y del sentido comin. Una verdad que es a la vez eviden- tee inaudita y que Silvina Ocampo dice cada vez al desenrollar lo oculto en Jo literal. Una verdad no ejemplar sino familiar, doméstica, de entrecasa. Poro que, enrollada en el lugar comin, que, como se sabe, es el reino otorgado a la mujery esté no en la palabra eserita sino en la oralidad, extrafia ese lugar. “No re- presentar la comedia del estilo” entonces, es también no escri- bir con lo que la cultura ya escribié sino escribir escuchando las, voces para ponerlas a variar con lo oral. Por eso la escritura de Silvina Ocampo no representa la forma en que se habla, sino qie dice la oralidad cifrada en lo que se dice, al poner a variar los dichos de esa oralidad. Al cambiar, en la literatura, el sonti do dado en to oral: *No hay que decir ‘de este perro no comeré” (..)""De esta agua no beberé, corrigié el marido” 6. Como es sabido, Victoria Ocampo no comienza a escribir su autobiografia hasta 1952 y ésta no se publica sino después de su muerte, por su propia decision. Su personaje, sin embargo, aparece tempranamente, disperso en sus ensayos y en la co- rrespondencia™. Alli Victoria Ocampo habla con otros y de otros y de ese modo habla de sf misma, dol personaje de af misma que cuenta su escritura. Sin el propésito explicito de escribir una autobiografia, busca la manera de escribir sobro si. Ahora bien, To que Victoria Ocampo se propone no es encontrar el modo de decirse sino decidir qué imagen quiere construir. Y no porque quiera que algo de ella quede oculto o algo salga a la luz (al parecer todas sus imagenes la complacon); lo que quiere es cons truir en sf misma una imagen emblematica de mujer que sea de su siglo pero que se proyecte al porvenir. A Victoria Ocampo le interesa el porvenir de la mujer. Su imagen, su cuerpo, su nombre, su vida, sus afectos, son entonces el lugar donde edu- qm L car a sus hermanas, las otras mujeres, las que, por anénimas 0 por futuras, no tienen voz. Como no apuesta al valor intransitivo de la literatura necesita justificar su vida y también justificar su escritura, La obliga la necesidad de ser util, de defender, de militar, No se detiene a pensar qué de si misma aburrird 0 eémo volverse en el relato tan interesante para otro como para si misma, preguntas que, en principio, no la sefalarian como mu. Jer sino como escritora, preguntas ante las que se detiene Vir- ginia Woolf, por ejemplo, cuando se propone escribir notas autobiograficas.* Despreocupada del atractivo del interés (qui- 24 por mera vanidad, pero también porque no os el atractivo sino la utilidad lo que busca con sus escritos) son otras dos las preguntas que la animan: jqué es debe ser- una mujer? y ge6mo escribe ~debe escribir— una mujer? Entonces, si dice polemizar con él cuando eseribe que Ortega y Gasset “cree que la mujer es un género y no un individuo” o que “la mujer es para el pintor, como para el amante, una promesa de individualidad que nun- ca se cumple™, coincide sin embargo con su agonista al quedar atrapada en los tiempos del otro: al aceptar el tiempo de la pro- mesa no sélo como la afirmacién de una carencia en el presente sino como la aceptaciGn de un compromiso a cumplir. Esa mu- Jer que ella quiere un individuo, entonces, y que hasta ahora sélo existe en otro tiempo, el tiempo futuro del compromiso, o cl otro tiempo futuro de sus suefios o de sus viajes al extranjero (asi, en su viaje a Inglaterra conoce a Virginia Woolf que es, dice, todo lo que ella habia sofiado para la mujer), esa mujer se recortaré sobre un modelo, a construir con su escritura. ¥ una vex. mds esa escritura se propone devorar al lector; ser el espejo donde futuras lectoras se miren y encuentren, alli, en el mismo sentido en que lo encuentran en las revistas “femeninas” pero en una direccién menos frivola, la imagen de lo que deben He- gar a ser. Y si una diferencia “cruel y natural", para usar sus palabras, separa a Victoria Ocampo de su primo varén, como “a los pobres de los ricos”®, la misma diferencia “cruel y natural” hace que sea ella, Victoria Ocampo, la hermana mayor, la que estd autorizada para sofiar, pero también para legar, esta ima- gen de mujer a su lectora. En este sentido, entonces, no es raro 172 que no publique su autobiografia sino hasta después de su muer- te, a modo de testamento, de tiltimo desprendimiento de quien, asi como estuvo dispuesta a convertir sus biombos, sus collares y sus quintas en oportunidades para la cultura argentina, esta dispuesta a convertirse a si misma en una imagen util y emblematica para otras mujeres, con Io que esto conlleva de pérdida en su propia intimidad, pero también de ganancia en la propia ejemplaridad. Y entonces, péstumamente publicada, la autobiografia se expresa en Ocampo como tiltima voluntad. O mejor, Ia autobiografia como testamento, como una tiltima obs tinacién que convierte, con toda la autoridad de la vida levada asu fin, a Victoria en madre y a nosotros, lectores, en heredoros de esa voluntad ejemplar. La autobiografia es la herencia a partir de la cual, parece decir Ia voluntad de la autora, debemos em- pezar a pensar. El porvenir de la mujer y de la cultura argenti- na se vuelven en ese gesto, otra vez entonces, para Victoria Ocampo, un asunto familiar en el que una troupe de nas y cercanas en el tiempo sirven a Vietoria Ocampo lectores-herederos como remotos términos de comparacién‘, En los ensayos otras mujeres, escritoras, dardn la medida de su imagen en sucosién abarcadora: Emily Bronté seré 1a mujer tormenta, Ana de Noailles la mujer vertiginosa y toda fuegos artificiales, y Susan Sontag sera la piedra bien tallada’®. A tra- vyés de estas otras mujeres Victoria Ocampo dibuja el futuro, el prosente y el pasado de la mujer sobre el telén de fondo de su propia vida extendida en los tiempos y en los espacios distintos de las otras tres. Asf, si en un pasado cereano Vietoria Ocampo se inclina sobre un mapa de Inglaterra para ubicar el sitio de Emily Bronté ~“Inclinada sobre un mapa de Inglaterra, he bus- cado a veces, en cl condado de Yorkshire, los nombres de dos pequenias aldeas: Ia de Thornton, donde Emily Bronté nacis en 1818, bajo la regencia de Jorge IV; 1a de Haworth, donde vivi6, y murié en 1848, bajo el reinado de Vietoria”-, en él pasado de 1a vida de la Bronte que nos cuenta, Vietoria Ocampo imagina a una posible Emily Bronté que especularmente se inelina sobre un mapa de América del Sur para encontrar alli el futuro de su novela: “Inclinada sobre un mapa de América, has debido a ve- 173, ces mirarlas, estas tierras, y han debido parecerte tan distan- tes y misteriosas en la vieja geografia de tu padre. (...) Tu libro esté aqui, Emily, en esta tierra que tan distante y misteriosa te parecia cuando la mirabas en la vieja geografia de tu padre, alld en Haworth”. La lectura de Victoria Ocampo, otra vez, suprime las distancias, las diferencias. El espacio y el tiempo en que vivi6 Emily Bronté entonees, son otros en lo que hace a Ja cronologia y a la geografia, pero no lo son en la realidad que Postula el ensayo. Victoria Ocampo, en su eseritura, hace coin- cidir ese otro lugar con la presente memoria de su infancia. Asi, el Buenos Aires en que se crié Victoria Ocampo es una especie de Inglaterra de mediados de siglo XIX.y el viento que sopla en Ja pampa hace de este paisaje familiar el estricto paralelo del paramo recorrido por un mismo viento: “El viento de Cumbres Sorrascosas no llega sino a quienes conocen ya una queja seme- Jante: la que sube desde su propia tierra y desde su propio inaje- nable desierto”, y también “es necesario haber pertonecido a una familia numerosa para comprender bien el encanto de una infancia compartida entre varios y la ineurable nostalgia que deja. Los pequerios Bront® conocieron ese encanto ...”, Son es- tas “experiencias comunes” las que autorizan a Victoria Ocampo a presentar a los lectores Ia primera edicién castellana de la obra, pero sobre todo, y a pesar de consignar que “Emily se sus- trae a la avidez de sus admiradores” y que “Emily fue, durante su vida, de una arisca reserva’, a contar la vida de Emily Bronte: “He creido util agregar este profacio a la primera edicin ar- gentina de Wuthering Heights para hacer conocer mejor a su autora y su inveros{mil historia”. La inverosimil historia que cuenta Victoria Ocampo se recorta sobre el paramo que ~dice— expresa el alma de Emily Bronté, la familia que ~dice- ojerce sobre una mujer “gran influjo, hasta cuando la contradice” y por tltimo la eseritura, o mejor, el acceso a la escritura de las hermanas Bronté. Este prélogo no sélo es la ocasién de poner sus conocimien. tos al aleance de los lectores del sur. En él Victoria Ocampo también esboza, a través de Charlotte, la hermana mayor de Emily Bronté, y en consonancia con la que de si misma da en la 174 autobiografia y en otros ensayos, la figura de Ia hermana ma- yor. Victoria se considera realmente la mayor de todas. Y euan: do habla de su hermana se trata de Angélica, la secundogénita, como ya se senalé. Esa hermana, para Victoria, no es un indivi- duo sino un espejo hasta tal punto que, como un espejo, tuna voz angelical, que es una manera de decir que no tiene voz En el Tomo I de su Autobiografta Victoria Ocampo cuenta e6mo inieié su “carrera literaria” con una carta en la que responde indignada, siendo nifia, a una injusticia cometida por su profe- sora de inglés, que la acusaba de “tiranizar” a Angélica, su her- mana menor: “..finalmente descubria que escribir era un ali- vio”. Y en la pagina 177 dice: *..eseribir era un desquite. La palabra escrita ayudaba a escapar de las injusticias, de la sole- dad, de la pena, del aburrimiento”. Alivio, evasién y reparacién son, entonces, los motores que elige para su escritura. Pero su eseritura, en esta ficcion de comienzo, surge para justificar su derecho a la tirania sobre la menor“. Angélica, entonces, es 1a hermana elegida, porque, a diferencia de Silvina, que debe ser corregida, y que habita en el secreto, Angélica es transparente: “No habia secretos entre nosotras (ZY e6mo podria haberlos si ella era yo?). Nos entendiamos con medias palabras, Nos ponia: mos los mismos vestidos, los mismos sombreros, los mismos za- patos. Los mios eran mas grandes, pero eso era todo. Lefamos Jos mismos libros a las mismas horas. Estudiébamos en la mis- ma geografia, la misma gramética, a las mismas horas. {bamos a todas partes juntas, yo adelante y ella atras. Entrabamos en Jas mismas tiendas, yo adelante y ella atras. Subiamos a los mismos coches, yo adelante y ella atras. Trepabamos las mis- mas escaleras, yo adelante y ella atras” No sabemos qué pensé Angélica de eso. St, en cambio, qué hizo Silvina Ocampo respecto de su hermana mayor. As{ como Victoria, que es la mayor de todas las Ocampo, cuando habla de su hermana, se refiere siempre a la que le sigue, Silvina, que es la menor de todas, cuando habla de su hermana, se refiere ala anterior. La mayor, entonces, para Silvina, no es Vietoria sino Clara. Sélo que un pequetio detallle lo complica todo. Clara es la hermana dos aos mayor que Silvina, muerta en la infancia. Ast, 175 ssi Angélica, la menor, es para Victoria un angel mudo, para Silvina, Clara es la insistencia de un fantasma que determina todos sus uerdos de infancia. La muerte de Clara ronda los tiempos y deja una Silvina paraddjicamente siempre nifia y demasiado adulta a la vez. Blla lo dice asi:“Yo ora muy adulta cuando chica. Es como si mi infancia no se hubiera realizado, Me obsesionaba mucho la muerte, Murié una hermana dos afios mayor que yo, ¥ a partir de ese momento pasaba angustiada esperando la muer- te de las porsonas que queria." Sin embargo en otra entrevista Silvina Ocampo cuenta esa muerte de otra manera, Clara, dice, era mayor y queria abrazarla. Y ella se resistia porque la hacia sentir menor. “Pero nunca dejé que me diera un beso, porque te- nia dos anos mas que yo y me pareefa... Ella me besaba con mu- cho carifio, me doy cuenta ahora, y yo pensaba que era porque me queria proteger, hacerme sentir chica, como que no me daba un lugar de persona mas bien grande y seria. Ella me iba a dar un beso y yo me retiraba.(...) Pero al mismo tiempo me sentia un poco culpable con esa actitud, porque ella venia como si fuera una persona grande. Cuando me di cuenta que se habia muerto sin que yo la dejara darme un beso me parecié que yo era una persona horriblemente mala”. La relacién de Silvina con la mayor, con Clara, tiene a la muerte como condicién. Sin que Cla- ra estuviera enferma, su cara un dia de fiesta se vio “celeste”, dice Silvina, y ella misteriosamente supo que moriria. Con la muerte de esa hermana Silvina fecha el comienzo desu “odio ala sociabilidad”, pero también de su “clarividencia’, que es, para Borges, la virtud de su eseritura: “Il y a chez Silvina une vertu qu’on attribute communément aux anciens ou aux peuples Orient, et non & nos contemporains. C’est la clairvoyance; plus d'une fois, et non sans un début d’appréhension, je l'ai sentie en elle. Elle nous voit comme si nous étions en eristal, elle nous voit et nous pardonne. Essayer de la tromper est inutile." En otro Juego con lo literal Silvina construye, entonees, otro de los visajes del escritor: Ia vidente. Y la manera en que lo cuenta vuelve & unir lo inguietante con el lugar comun en la oralidad: Muchas veces he adivinado cosas, he visto eacenas que todavia ne habian En una época me habia dado por tirar Ins cnrtas, Habia aprendide tode lo (que dicen los libros: yo estaba convencida de que tenia dotes. Y las tenia. (..) Bn los viajes en barco a Buropa me la padaba tiraade las cartas y leyencl lax manos. (..) Cuando entrabamos al comedor del barco, se me abalanzaba un montén de mujeres que me deciaa: “Senora, digame qué es esta raya, me dije ron que me anuncia algo terrible”. ¥ a veces era cierto, Cuando me iba del salén dejaba de un lado un tondal de vietimas; del otzo los elegidos de la felicidad. Parecia la nave de los condenados, Mi etapa de adivina fue atra decepeidn, Me torminé aburriend lo mismo: amantes que dejaban a sus amantes; fortuaae que se desrambs otras que se heredaban; muertos, nacimientos, traciones. Al final, ya tenia tanta prictica que me apartaba do lo que decian los libros y deein io que se ime ccurris, Confiaba en mia poderes,! Si por la lectura de lo que est en las Iineas de una mano Silvina Ocampo puede convertir un transatldntico en “la nave de los condenados” con su literatura puede poner a variar la vida. Asi, sus cuentos no dejan de rondar sobre esos temas “de- cepeionantes": amantes que dejaban a sus amantes; fortunas que se derrumbaban; otras que se heredaban; muertes, naci- mientos, traiciones..., s6lo que Silvina Ocampo logra situarlos del otro lado de la decepcidn. “Las desilusiones me gustaban, y ‘me gustan ~dice-, porque cuando algo resulta distinto, aun cuan- dose trate de una decepeién, siento que me sumerjo en un mun- do desconocido, La desilusin tiene eso de excitante: lo impre- visto.” La decepeién de lo previsible, entonces, como puorta ha- cia lo imprevisto, lo desconocido, es la apuesta de Silvina Ocampo que hace que sus cuentos sean tan poco clasificables. Decepeio- nantes de lo fantastico y de lo costumbrista. Decepcionantes de lo culto y de lo kitsch. Decepcionantes de lo autobiografico y de lo femenino, estos relatos, como sus respuestas, se abren hacia lo imprevisto, siempre fuera de lugar. No por lejano sino por estar més acd. Una fisura en Io cotidiano que no es una aventu- ra en el relato sino la ventura en lo real. Si la escritora es una vidente es porque fabula una realidad en la realidad. “La fabu- lacién creadora, dice Deleuze, nada tiene que ver con el recuer- do incluso amplificado, ni con la obsesién, De hecho, el artista (...) es un vidente, alguien que deviene” en una vision detenida 17 npo y en el espacio. “De lo que se trata es de liberar la vida alli donde esta cautiva™". Por eso Ocampo dice que la in- fancia no se consumé en ella y a la vez no la abandoné nunca, La infancia en Silvina Ocampo no es el espacio de la memoria sino estilo: visiones detenidas en el tiempo y en el espacio. Un estilo que no es infantil, como el de Victoria Ocampo, sino que repit,e de la infancia, lo infantil. La infancia en Silvina Ocampo es el gran malentendido que lo impregna todo: desde el modo de entender y enunciar el lenguaje hasta el punto de vista des- de el cual se cuenta el cuento. Como Virginia Woolf, Silvina Ocampo sabe que la infancia no es cuestién de verosimil sino de estatura. Desde abajo: “una noche de invierno anunciaba las nueve en un reloj muy alto de madera, que erecia como un ér- bol a la hora de acostarso”, y desde afuera, entonces, enten- diendo todo a medias, como viendo vivir a través de vidrios cua- driculados y verdes a una familia, pero a la vez.con una acepta- cidn reposada e instantnea que suspende el juicio, es como se enuncian estos euentos. Asi, en “Cielo de elaraboyas”, que es un relato de Vigie Olvidado, una nena va a casa de una tia y ve emo otra nena es maltratada por “la sombra de una falda dis: frazada de tia, como un diablo negro con los pies embotinados de institutriz perversa”, arriba. Lo ve a través del vidrio verde de la claraboya y lo relata a partir del movimiento de los pies, de los colores de las ropas y de los tonos de las voces que llegan, “desde arriba”. Finalmente la nena de arriba muere, cuando la amenaza de la tia-institutriz, “jvoy a matarte!”, que es un lugar comiin, fatalmente se vuelve literal. La sangre de la cabeza de la nena de arriba cruza la barrera de vidrio y pasa abajo. Por el flujo de esa sangre las sombras y las voces de arriba se mate- rializan abajo, otra vez filtradas por la mirada de la nena: “De una rotura del vidrio empezaron a caer anchas y espesas gotas petrificadas como soldaditos de Huvia sobre las baldosas del patio". Es esa mirada la que impregna el estilo de Silvina Ocampo: desde abajo y a través de un vidrio que sélo deja ver sombras y colores y contar la crueldad y la violencia del piso de arriba a través de indicios pueriles, que traduce la violencia a tun juego de guerra particularmente cruel, “soldaditos petrifi- 178 cados” de sangre de una nifia. Un estilo en que la infuncin,“ela- rividente”, convive con la muerte. En el ensayo sobre las Bronte Victoria Ocampo hablu del rogreso de Charlotte al presbiterio donde vive su familin, luexo de un afio en un colegio y dice en la pagina 18:"Ese fue lompre su papel en Ia familia. Como un pajaro que busca continuamen te briznas para construir su nido, Charlotte trae al proxbiterio, ‘a sus hermanas, todo lo que ha podido recoger en los libros, on el colegio, en el mundo. Siente que sus hermanas estan hochax para una instruccién esmerada que ni por asomo recibon, y élla le toca suplirla”. Sin embargo los recuerdos de lax horma has Ocampo parecen mostrar cuanto se aleja esa relacidn fuml- liar del “nido” y de 1a desinteresada generosidad a lox que we refiere Vietoria en su ensayo. Pero retomemos, mejor, 1a “inverosimil historia” de Emily Bronté. Un episodio de la vida de infancia de los pequofion Bronté retorna en el prélogo en los avatares del acceso a In un- critura. Si siendo nifios los hermanos encontraban en el uxo dw mndscaras la libertad necesaria para responder las pregunta de su padre, adultas y escritoras, Ins hermanas Bronté recu- rren a otras mascaras para ser atendidas por los editores. Axf, después de recurrir a la firma con “iniciales sin sexo” se enman- caran directamente detras de nombres masculinos. Pasan en- tonces de ser las hermanas Bronté a ser los hermanos Bell y con estos nombres consiguen la atencidn para sus tres prime- tas novelas y Emily publica Cuméres borrascosas. Los prime- os lectores de la novela, los contempordneos a su primera edi- cién, no sabian, entonces, que Cuméres Borrascosas habia sido eserita por una mujer. Cuenta Victoria Ocampo que la novela de Emily no fue comprendida por esos lectores, que tanto consi- deraban que su “estilo era demasiado ferozmente masculino para {que pudiese pertenecer a una mujer” como sospechaban en su autor aun “ser hurano, grosero y brutal” o la reducfan a mero borrador perteneciente a la misma pluma que luego escribiria Ia exitosa Jane Eyre. La critica falseaba la identidad del autor, dice Vietoria Ocampo. No es eso lo que aqui importa. Lo que si 179 importa es que Emily Bronté, hurana, reservada en la vida, habia dejado, en la eseritura, de ser una mujer autora de una novela para volverse otra cosa que no cra ya una mujer, ni un hombre ni un autor, sino algo ferozmente maseulino, ferozmen- te hurafio, ferozmente otro. Acertados en su error (a diferencia de Vietoria Ocampo) sus contempordneos supieron ver lo com- plicado de la autoridad de Cuméres Borrascosas. Y no justa- mente por la mascara que oculta el nombre del autor sino por Jo inaudito, to nunca odo del estilo de la escritora, Porque es cribe en un estilo desautorizado, entonces, y no por los hombres sino por la lengua, por la tradicién, y porque exe estilo, extrano a su cardcter, dice los afectos de un autor, es que Cumbres Bo- rrascosas es algo ajeno ala propia Emily Bronté.®' Algo que excede y cruza la vida y Ia literatura alli donde vida no signifi- ca expresién personal del autor, alli donde lo femenino y lo masculino son arrastrados hacia otra cosa, y la literatura se aleja de todo Io conocido, de todo lo dado como el viento que sopla en las Iineas de Cumbres Borrascosas. Indiferente al valor de este acontecimiento, indiferente a su propia intuicién de lector, el prélogo de Vietoria Ocampo trata de explicar, de encontrar, en el cardcter de Emily Bronté, en el paramo, en su entorno, las eausas que vuelvan necesarias y fa- miliares la extratieza y la violencia del estilo de Cumbres Bo rrascosas. Asi, para explicarlas y explicarse, Victoria Ocampo 80 reconoce en las dos Bronté. Iguala la generosidad de la her- mana mayor y comparte las experiencias de la hermana menor. Si ellas son ol pasado remoto de la imagen de la mujer que Vie- toria Ocampo construye y si Emily y Charlotte le sirven para valorar en otras historias los rasgos que subraya en la propia {da voluntad de una y la generosidad de la otra), Susan Sontag, para una Vietoria ya entrada en la vejez, es otra vez un invo- luntario espejo, 1a ocasién de un “repentino reconocimiento”, esta vez en una hija sofiada y ahora enearnada, més fiel a sus deveos “que lo que suelen ser los hijos carnales” y de una inteli- gencia que tiene “el resplandor de las piedras bien talladas y Jimpias". Una hija que le hace recordar lo que, con peores ar- mas, ya que la época no se lo permitia, Victoria balbuceaba en 180 cartas de su juventud dirigidas a y conservadas y encuaderna- das por una amiga. Lo que su época sélo le permitié a Victoria expresar en privado es lo que ahora Susan Sontag dice en pti- blico®. Esta “hija silenciosa e inmediatamente reconocida como tal” es, como Vietoria, una hermana aventajada que “no tolera a las mujeres que, por ser excepcionales, no sienten solidaridad por sus hermanas”. Susan Sontag le parece entonces valiosa, no por lo que ha eserito (que Victoria Ocampo atin no ley6) sino porque comparte con ella una misn a delimitacién de y lucha por una minoria: Ia de la mujer que “en el campo del adversario (quiera) entrar con todo su ejército”. La mujer privi- legiada vuelve sobre su propia minoria y se convierte, para esa misma minoria, en mayor. Por fidelidad hacia “sus propias her- manas menos favorecidas por la naturaleza (cuestién de cromosomas)” dice Victoria Ocampo-construye su propio apa rato de Estado, su propia minoria para luchar “en pie de igual: dad con el varén”, con el mayor. A esa mujer que milita por subir un esealén en una posicién siempre subalterna, Victoria Ocampo, el 20 de julio de 1975, le cede el paso en las paginas de La Nacion Silvina Ocampo en cambio no tiene sucesién. Bs, en la histo- ria de la literatura argentina, todavia, una excéntrica:*Me siento una escritora extranjera, y me gusta...", dice. Alguien que esta siempre un poco fuera de lugar, un vago eteétera, que constru- ye una voz sin semblante en la traicidn: de todas las Ocampo, la menor. {Por qué no cerrar este comentario con sus palabras?: “Hay voces que no se distinguen de los instrumentos musicales, adquieren esa impersonalidad de los instrumentos, Eso me con- mueve mucho, cuando una vor deja de ser personal, cuando una persona deja de querer imponer su personalidad y pierde su poder, Lo que hace importante una expresi6n artistica es Ia entrega de si misma sin querer perdurar. Querer perdurar es algo que nos hace desaparecer”. O si no {por qué no eerrar como amos, con palabras de Virginia Woolf? Diario de une es: “20/06/1929 ...esto sera la infancia; pero no deberd ser eritore: mi infancia”; botes sobre el estanque; el sentir de los nin lidad; /as cosas en proporciones desusadas. isl “Woot, Viegnia 1982) 86 + Noon Ulla 1882) 38 “Oran Vcore isi 08 \bidem: 176, Para in asta de la elacién asimétrin que entabla Vie tera Ocampo con Virginia Woolf en gue Buropansume ell elt el 189.197, Matanoro didaenci la manera'en que ae stan paliteoneste og tanto Vitoria clive tdoc tempo la mage inlvi eeapeonal pelea debe sr soltariay no eafundian conan peleta de lan dense majens Sue, en eb aoe (Aecadas del 209 tel 90) ae ngtaban on teats ls Paris polities de nuierd, os noviminton feminists & ade eet oee "a arlinmeat trap. metas gis Wl fread os paciones fementoan Para on nilisis de os mnletentitor so re el {er Sia Nolo 96“ teste dea etr serps wen ion Jeampo"; 78-106; y Beatriz Sarlo (1998), “Victoria Oc it ramet 7 "Victoria Octmpo eet anor de lt "serbia ms felicidad que haber vivo" entovinta de Maria Eat Giglio Sina Geampe en Linrururey hbvon, Ea Broce Soatinga te Che Ano IIL, N° 111, 27/5/90; 4.5. ‘ speci: discutir la ueomodacién 0 no de lox eventos de Ocampo alo fantéatce cone fener sine in insitentn eee de io Sngetetane oer i i ante ontentide queda Freud a Tosco" aguello ue slender anv In fanins exes av la eta es de Syivia Molloy: “Silvina Ocampo, la exageracisn come uni en Sur N° 020, eat de 1968 28 Ver tambien de ely “Simplicided inquietante en los relatos de Silvina Ocampo”, en Lexis Vol D Sine ron dente Wl Th cn “Para wn estudio de Ia mimesis el lenguaieifontt emo inten estilo de Victoria Ocampo, eft. Cristina Iglesia (1996), “L ariel dle spied f ta rotarica dei nes Daniel Bulersonsonione qu a creda yf noone oo ar brinipal de los cents de Sivinn Ocampo, Crulda«inocecla ques unen Sala distancia rnien etre nner ingenuayereldad deo ansrade, ipa des siempre alos relatos que rondan Ia nfancta, Senala, también, que Silvion ‘camp compart el ort por la erueldad con ats esrtores iva poner Gi: ViriioPiern, Rodolfo Wiscky dost Biancny que tou chon Sreeas te los relatos de estos atores nunca podrian pensnive como formads pare det “mundo fantsstico besicamente deeavoso de Bo , ‘ ; te decaroso de Borges y Bie)” ica el pe 0 de Borges ala edicion francesa de los eventos de Ocampo, donde Borges 182 dice no comprender el “extratio amor por Ia erueldad inovente u oblicua” de Silvina Ocampo. Cit. Daniel Balderston:"The Short Story”, en The Cambridge History of Latin American Literature, edited by Bnrique Pupo-Walker and Roberto Gonsiles Echevarria, sfl;y"Los eventos erueles de Silvina Ocampo y ‘Jonn Rodolfo Wiloock", on Revista SBeroamericaia, N’ 125, octubre-diciembre de 1988. ** Judith Podlubne, en el texto titalado “De los asuntos de familia al mito de 1a intimidad protegida* (inedite) se detiene en la insistoncia de lo cursi en a produccién de Silvina Ocampo que va de Za furia y otros cuentos a Los dias della noche (1959-1970) en el contexte de las politicas del buen gusto Nevada ‘2 cabo por la revista Str. ‘tGarta a Virginia Woolf, Vietoria Ocampo (1981); 8 = Boceacees, Hoge (1994) “Silvina Ocampo"; 112. Los amantes”es un cuenta de Zas iavifadas, publicado por primera vez en 1961-Al igual que en el caso de "Mimoso",citamos por la edicin de Silerna ‘Oeompa. Las regias del Seoreto (199%); 115 y 64 respectivamente ifn critica senalo ya que Vietoria Ocampo hablo escribis con palabras de hombres, para autorizarse, Victoria Ocampo rara vez cita a otras muje- tes, ¥ menos a sus contemporineas. Blas Matamoro se detiene en esto ¥ habla de una competencia entre hermanas, (contemporéneas) que hace que Vietoria Ocampo no las eite para relarzar la imagen de individuo excepeio- nal. Molloy rescata sin embargo un detalle en ese uso de la palabra del hom bre, del mayor. Segiin ella, las citas de Victoria Ocampo eatin siempre un poco “descolocadas", Por una eierta inadecuacién en su uso, ~no ciertamente Porque cite mal o desprolijamente, al contrario-, Vietoria Ocampo extrafia teas citas y las contagia de ua cardeter quo en el criginal no tienen, Esa Seria la forma de contagiar de *feminidad’ Ia palabra de la cultura masculi- na, Quizé tambien el hecho de Hevar los dislogos con esos hombres doctos (due tienen lugar en sus oscritos en Sw, del espacio pablico a In intimidad de Ih privade, sea otra finta de Vietoria Ocampo que extrana la autoridad de tuce extudiosos. All, otra vez, la ezeritura de Victoria Ocampo se le impone ala misma Vieloria Ocampo como indiserecién. Cf. Molloy, Sylvia: “El tea- fro de Ia lecture: cuerpo y libro en Vietoria Ocampo” en Juan Orbe (1994) 27, y Blas Matamoro (1986), Capitulo 1. Silvina Ocampo”, en Hugo Beccacoce (1994); 113. * Cf."Latinoamerica y Ia eseritura de otro sig(a/Do", Roman de la Campa, aid; Reina Roffe “Itinerario de na etcritura. {Desde d6nde eseribimos las tmujeree?", en Sonia Mattalia y Milagros Aloza (editoras) (1995); 16; y Gladys Mattatia (1908), "La mujer y el semblante"; 93-98, Sr a posar de que las cosas se apilan de manera pavorosa en las vidas largas y nos hacen tambalear y se amontonan en la cima de la memoria que ftuora los vailes sin pasado de la juventud; a pesar de que todo esto, ¥ maa, e8 ni pan diario, en chanto abro las Antimemorias compruebo lo poco que he Justide las eucbulencias atmoetérieas de mi tiempo, si compare mi expesien: ia y su ritmo con el vertiginoso récord de mi amigo francés". Cfr. Victoria Ocampo (1977), "Bl tiempo de Malraux"; 131, 183 Bscribir da més felicidad que haber vivido", entrevista citada; £6, ylvia Molloy trabaja, a propésito de la imposibilidad de Ocampo de ser actriz, toda au escritura como teatralidad. Analiza, asi, laimportancla de la pose en los eseritos de Ocampo. Ver: “El teatro de la lectura: cuerpo) libre en Vietoria Ocampo”, on Juan Orbe, compilador (1993), 13-30, * Vietoria Ocampo, (1982) 69-80, * Cfr. Blas Matemoro (1986); 54 ® fr. Virgina Woolf (1981); 151 2 Para el desarrollo de la figura de Ia hermania mayor Victoria Ocampo (1982); 128/190; Autobiourafia 17 (1982);19; y los ensayos sobre Susan Sontag y sobre Cumbres Borrascosas que se citan mis adelante. Eata figura es on Ie obra de Vietoria Ocampo el lugar de encuentro de criterios de legitimacion del yo que, segiin Sylvia Molloy son comunes a las autobiografias hispane lamericanas. los eriterios son: utilidad y representatividad. demas en ol aso de Ins mujeres, como remedo de la vida publica, se suma el cardcter de docencia, mediacign, ransmisién de autorida. (eft. Molloy, Sylvia: "Das pro Yeetos de vida: Norah Lange y Victoria Ocampo" en Zee se Flolagla 4X Buenos Aires UBA) "Uno no debe jugar al reportaje sino “a las visitas”, en Hugo Beccacece (1994); 108, La maestra normal, por otra parte, era el lugar que se habia asignado & Ja mujer dentro de las funciones do transmisiin en el estado, Una de las fore mas de perpetuar las consignas del patrinreado’ @ madre, monja v mecatra normal, " Victoria Ocampo, Viaje Olvidedo", publicado en *Notas: Letras argent has”, Sur N* 35, 1997. Las eitas se encuentran on las paginas 118 y 120 see "'Noomi Ulla, (1982); 35, ® fr. José Bianeo (1988); 22-236, Silvina Ocampo” en Hugo Beccacese (1994); 111 *Ibidem; 116 ® Of. “La nena terrible” en Blas Matamoro (1978); 218 ™ Of, Testimonios 1, pigs. 19, 20 y 31 respectivamente, S Asi, una ver muerta, Borges devuelve su vor imperativa para que con tun terminante “No sea idiota” Ie imponga la dirsceiéa de la Biblioteca: Nacio nal. (Victoria me dijo: "No sea idiata™, Efectivamente, eeupé el sillda do Grouseac".) Gtr: “Jorge Luis Borges" en Victorva Ocampa 880.1978, Home ‘naje. Sur. Enero-Junio de 1980. Cr. tambin, e! homenaje de Rarique Pezton: “Distraida de) mal”. Pezzoni dice que *Célera y risa eran los momentos priv legiados de sus contradicciones” Cf “Bl tiempo de Malraux" Vietoria Ocampo (1917); 198/199. Victoria Ocampo lee a Proust mucho antes de que su obra haya sido canonizada. Proust, sin embargo la ateae y la decepciona. Blas Matamaro sos. tone que esa atraccién se debe a que la clase social que aparece en lax hove. Jas de Proust es aquella a la que Vitoria eree pertenecer. Me inclino a pensar ‘que, mis alld de las identificaciones de clase, Vietoria Ocampo es ca saz de 184 70 Las eitas anteriores y laa siguientes pertenecen a “Emily Bronte (terra 185 fas y de la ficciém. Bn ta introduecion a la serie de ln erueldad dice en ta pagina 16, sigviendo a Deleuze yeainediendo con aucstre planteo, que “en le serie de la eruelad, gcurre que subalternos y mujeres se dentiienn con los alii, Todos ellos pueden oeupar el casillere inferior, pues el “mundo ba” eo el que tiene la mayor intensidad de deseo Se trata dele foerza de los devo, para agrogar otro extmoron en la bisqueda ocamplana de ua contsanio en el interior de cada entidad.” fl afect no es un sentiment personal, tampoce svn carétero a sfectuacisn de ana potenia de manada, que deseneudennyhaceraasr oye Cc Tariblefnvlacca que now conten devenesinaitans on eo sentide que el afeto que dice Cumbres Borrsvoar ou se expen seadionde a In icolgia de Bly Bronte novela el carter de Emily Brot ft Delete Gilles y Geatar, Pele (1988) cap Xi190- Devens nies, event anna even imperceptibe” 29. Ci tambien Giles Delve } Felix Gnstear (1993); 170-175 = = * Las cits y 1a gona se releren a “Susan Sontag y una enevess" on Vitoria Ocampo 1977 30-98 No evo oeceario tela que lo guy si no responde ami propa valracin dein rade Susan Sontag sina dela oaen de Soran Sontag que se desprene del sasaye de Victor Desojon Malditos nifios (Variaciones del género en “Teté, 1942”, de ..... nuel Puig) Luciano pens: Hablan de mf. Eran dos personas grandes y él era el tema do la conversacidn, como si fuera la guerra, el gobierno alemén o el sefior Poincaré: tenian aire grave y razonaban sobre su caso. Pero ni siquiera esta idea le causs placer Sus vidos estaban Ienos de las palabritas cantantes de su madre, de las palabras chupadas y pegajosas del settor abate. Tenia ganas de llorar Felizmente soné la campana y le devolvicron su libertad." La cita os de Sartre, de La infancta de wn jefe, una novela de formacién irénica narrada en una tercera persona plegada al personaje, que va desde la infancia a la juventud, al momento en que Luciano se “vuelve” jefe, mayor. La novela es “ejemplar” en muchos sentidos, sobre todo porque relaciona el encuentro de la identidad largamente buscada por Luciano con su a\ cripeién a las juventudes fascistas®. Luciano tiene finalmente la certeza de existir y ser alguien porque “lo reconocen” como joven, y como joven francés que odia a los judfos. Entonces Luciano encarna en una “saludable” tradiciOn nacional y fami: liar, Luciano encarna el estereotipo nacional, mientras el tra- bajo sobre el estereotipo era cl eje de argumentacién de la no- vela.? Pero no nos vamos a detener en La infancia de un jefe aqui. Por ahora interesa s6lo esa cita. En olla, Luciano, que en el principio del relato “parece una mufiequilla” con su trajecito*

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