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PARÁBOLAS

DE JESÚS
PARA ESTUDIO PERSONAL O EN GRUPOS

F É L I X O R T I Z
PARÁBOLAS

EL SEMBRADOR

Aquel día salió Jesús de casa y fue a sentarse a la orilla del


lago. 2 Se reunió tanta gente en torno a él que decidió subir a
una barca y sentarse en ella, mientras la gente se quedaba en
la orilla. 3 Entonces Jesús comenzó a exponerles muchas cosas
por medio de parábolas. Les decía:
— Una vez, un sembrador salió a sembrar. 4 Al lanzar la
semilla, una parte cayó al borde del camino, y llegaron los
pájaros y se la comieron. 5 Otra parte cayó en terreno
pedregoso, donde había poca tierra; y como la tierra no era
profunda, la semilla brotó muy pronto; 6 pero, apenas salió el
sol, se agostó y, al no tener raíz, se secó. 7 Otra parte de la
semilla cayó entre cardos, y los cardos crecieron y la
ahogaron. 8 Otra parte, en fin, cayó en tierra fértil, y dio fruto:
unas espigas dieron grano al ciento; otras al sesenta, y otras,
al treinta por uno. 9 Quien pueda entender esto, que lo
entienda. (Mateo 13:1-9)

Los estudiosos de la Biblia concuerdan que esta fue la primera


parábola que usó Jesús. El Maestro estaba enseñando desde una
barca y es muy posible que estuviera en aquellos precisos momentos
viendo a un campesino sembrar sus campos y aquello le inspirara sus
palabras. Tradicionalmente ha habido un amplio consenso que afirma
que la parábola trata acerca de la actitud del corazón que recibe la
Palabra de Dios. En este sentido, cada tipo de terreno representaría
un arquetipo de ser humano y su posicionamiento frente al Señor y
su mensaje. Refuerza esta idea el hecho de que el mismo Jesús
interpretara la parábola para sus discípulos y lo hiciera siguiendo esas
líneas.
El borde del camino. Los campos de cultivo en Palestina estaban
rodeados de caminos que servían para acceder a las diferentes
parcelas. Cualquier persona, fuera o no propietaria, tenía derecho a
circular por los mismos. Consecuentemente, cualquier semilla que
cayera sería pisoteada por los transeúntes. En ese tipo de terreno es

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imposible que la semilla pueda germinar, Satanás, como afirma
Jesús, rápidamente la hace desaparecer.
El terreno pedregoso. Literalmente la idea no es que el campo
estuviera lleno de piedras, más bien se trata de terreno rocoso
recubierto de una delgada capa de tierra que hace imposible que
nada pueda arraigar pues carece de la suficiente profundidad. Jesús
indica que al carecer de anclajes, cuando vienen las primeras
dificultades propias de la vida la semilla muere.
Los cardos. Las plantas espinosas son increíblemente fuertes y
resistentes y donde ellas están, si no son removidas, ahogan todo
tipo de buena semilla que desee fructificar. Jesús nos dice que un
corazón lleno de otros intereses, prioridades y preocupaciones no es
el terreno donde su Palabra dará fruto. Todo lo anterior la ahogará
sin remedio.
La tierra fértil. Esta tierra da fruto y multiplicado. Cuando tomamos el
texto de la parábola en los diferentes evangelios vemos que nos
ayuda a entender mejor las tres características de un corazón
dispuesto y fértil para el mensaje. Mateo 13:23 nos señala la
primera: "Presta atención". No simplemente lo escucha, se esfuerza
por entender el significado y las implicaciones. Marcos 4:20 menciona
la segunda característica: "Lo recibe", es decir, lo hace propio, acepta
sus directrices. Finalmente, en Lucas 8:15 encontramos la tercera
característica: "La guardan", que tiene un significado de obediencia y
aplicación en la vida; por esa razón produce fruto.

La aplicación para nuestra vida es simple, llana y directa ¿Qué


tipo de suelo es nuestro corazón cuando nos acercamos a la
Palabra o la recibimos por medio de otros?

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LA SEMILLA QUE CRECE POR SÍ SOLA

También dijo:
— Con el reino de Dios sucede lo mismo que con la semilla que
un hombre siembra en la tierra: 27 tanto si duerme como si
está despierto, así de noche como de día, la semilla germina y
crece, aunque él no sepa cómo. 28 La tierra, por sí misma, la
lleva a dar fruto: primero brota la hierba, luego se forma la
espiga y, por último, el grano que llena la espiga. 29 Y cuando
el grano ya está en sazón, en seguida se mete la hoz, porque
ha llegado el tiempo de la cosecha. (Marcos 4:26-29)

Una semilla crece porque tiene el potencial en sí misma para hacerlo.


En aquella época el campesino que sembraba no tenía ni la más
remota idea de los mecanismos que hacían que aquella semilla
depositada en el suelo pudiera producir el fruto que después
recogería. Ahora los conocemos perfectamente, sin embargo, en los
tiempos de Jesús aquello era un auténtico misterio, entendiendo por
tal algo que va más allá de lo que la razón puede procesar. Todavía
existen muchos misterios en nuestro mundo científico y tecnológico.
Todavía hay muchos fenómenos que la ciencia no ha tenido la
capacidad de desvelar y entender los mecanismos implícitos que
permiten que éstos se den.

Jesús usa la semilla para hacer un paralelismo con el Reino de Dios.


Podemos tener la certeza de que se establecerá, que tal y como nos
enseña la petición del Padrenuestro su voluntad se hará de forma
perfecta en la tierra del mismo modo que se hace ya en los cielos.
Desconocemos los mecanismos que el Señor utilizará para llevar a
cabo esta realidad; para nosotros son un total misterio. Sin embargo,
sabemos que el mensaje del evangelio tiene poder en sí mismos para
producir resultados al margen de nuestra capacidad o no para
entenderlo. Como dice Pablo en Romanos: "El evangelio es poder de
Dios". Esto nos ha de llevar a una actitud de total confianza en el
Señor y su poder. La cuestión no reside en que yo entienda o no, sino
en que Él está detrás de su Palabra y producirá el fruto en su debido
tiempo.

Pero la parábola también nos habla de nuestro propio papel en el


proceso de la construcción del Reino. Sin duda es la semilla la que
tiene todo el potencial, pero, al mismo tiempo, precisa del campesino
para la preparación de la tierra y la plantación de la misma. El
trabajador del campo ha de hacer su función, su parte del trato, en la
confianza que la semilla con su propio mecanismo hará el resto.
Obrar y confiar. Pablo, escribiendo a los Corintios lo ilustra

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perfectamente cuando indica que: "Pablo sembró, Apolos regó, pero
el crecimiento lo da Dios".

En resumen, esta es una parábola que nos invita a esforzarnos en


construir el Reino sabiendo que, en definitiva, es el Señor quien lo
hará. Agustín de Hipona lo resumió perfectamente cuando dijo: "El
hombre sin Dios no puede; Dios sin el hombre no quiere".

Trabajo y confianza ¿Cuán presentes están en tu vida ambas


realidades relacionadas con el Reino?

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TRIGO Y CIZAÑA

Jesús les contó después esta otra parábola:


— El reino de los cielos puede compararse a un hombre que
había sembrado buena semilla en su campo. 25 Pero mientras
todos dormían, llegó su enemigo, sembró cizaña entre el trigo
y se marchó. 26 Cuando el trigo germinó y se formó la espiga,
apareció también la cizaña. 27 Los criados se dirigieron
entonces al amo del campo y le dijeron: “Señor, ¿cómo es que
hay cizaña en el campo, si la semilla que sembraste era
buena?”. 28 El amo les contestó: “Alguien que no me quiere
bien ha hecho esto”. Los criados le propusieron: “Si te parece,
iremos a arrancar la cizaña”. 29 Pero él les dijo: “No lo hagáis
ahora, no sea que, por arrancar la cizaña, arranquéis también
el trigo. 30 Dejadlos crecer juntos hasta el tiempo de la siega.
Entonces encargaré a los segadores que corten primero la
cizaña y la aten en manojos para quemarla, y que luego
guarden el trigo en mi granero”. (Mateo 13:24-30)

Sembrar un campo de trigo con cizaña era una acción deleznable y


una manera de hacer mucho daño a otra persona. Este tipo de acción
-que fácilmente podría hacerse de forma impune- debía de ser tan
frecuente que incluso en el imperio romano existían leyes que
castigaban ese tipo de conductas. Cuando Jesús está usando esta
parábola tiene una relevancia total para sus oyentes. Ambas semillas
son muy parecidas y en sus primeros estadios de crecimiento es
imposible diferenciarlas. No importa cuán competente fuera
el campesino, no había manera humana de diferenciarlas y una vez
que podían serlo el problema persistía; las raíces de ambas plantas
se habían mezclado de tal modo que era imposible arrancar la cizaña
sin dañar el trigo. No había más remedio que dejar crecer ambas. Sin
embargo, incluso hasta el final el problema persistía. Los granos de la
cizaña son semi venenosos y, por tanto, la separación de ambos era
precisa para evitar problemas serios de salud.

Jesús usa esta parábola para hablarnos del Reino de Dios y la


primera aplicación que podemos entresacar es que en el mismo
crecerán, de forma inevitable, juntos tanto el trigo como la cizaña;
ambos mezclados y ambos presentes. Una segunda aplicación es la
dificultad de distinguir entre ambas cosas, es mucho más complejo
de lo que a simple vista parece, es fácil cometer errores que, en
definitiva, lo que hacen es dañar la cosecha. Creo que por esta razón

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Jesús afirmó: "No juzguéis para que no seáis juzgados".
¡Ciertamente! Es fácil cometer errores de juicio. Es fácil hacernos
ideas de las personas desconociendo toda la información y todo el
trasfondo. Es fácil olvidarnos de que no todo es lo que parece.
Aplicado a nuestra propia vida tal vez nos hemos sentido juzgados
por personas que desconocían nuestra realidad única y singular,
nuestras circunstancias particulares y, por tanto, nos hemos sentido
injustamente tratados.

Esta parábola nos invita a dejar el juicio al Señor quien es el único


que conoce el corazón del ser humano. Ante el riesgo de dañar la
cosecha es mejor dejarlo en manos del experto. Porque esta parábola
también nos enseña que al final habrá juicio, al final el amo del
campo separará el trigo de la cizaña pero mientras esto sucede nos
pide a nosotros paciencia.

¿Cómo te puede ayudar esta parábola a evitar


juicios precipitados que dañen a otros?

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LA RED

Sucede también con el reino de los cielos como con la red que
se echa al mar y recoge toda clase de pescado. Cuando la red
se llena, los pescadores la sacan a la playa, donde se sientan a
escoger el pescado; guardan el bueno en canastas y tiran el
malo. (Mateo 13:47-48)

Dios no hace acepción de personas; eso nos enseña claramente la


Escritura. Los seres humanos lo hacemos constantemente. Los judíos
despreciaban a los que no lo eran. Entre ellos mismos despreciaban a
aquellos que eran considerados impuros. Los cristianos de origen
judío discriminaban a los de origen gentil y trataban de que vivieran y
pensaran como ellos. Entre las iglesias había distinciones entre ricos
y pobres que Pablo y Santiago condenan abiertamente. Todo lo
contrario a como Jesús, Dios hecho ser humano, actuó. Alabó la fe de
personas gentiles, incluso de los odiados invasores romanos. Se juntó
y admitió en su círculo de discípulos a mujeres. Sus relaciones con
personas pecadoras y de mal vivir era notoria e incluso reconoció el
ministerio hecho por personas que no formaban parte de propio
ministerio.

Esta parábola nos enseña que el llamado al Reino de Dios es


universal para todo tipo de personas sin tener en cuenta su condición
previa. No existe ningún grupo humano que, por razón de su
condición sexual, económica, política, racial, cultural o de otro tipo
deba ser excluido. El Reino da la bienvenida a todos sin excepción.
Nadie debe cambiar para entrar en el mismo, de hecho, nos
acercamos a él para ser cambiados tal y como afirmó el Maestro: "No
son los sanos los que tienen necesidad de médico sino aquellos que
están enfermos". Cuando los que ya estamos dentro olvidamos que la
aceptación en el Reino ha sido en base a la gracia y no por
meritocracia, es entonces cuando comenzamos a despreciar a otros,
a limitar la universalidad de la invitación de Jesús y a clasificar a las
personas en aptas o no aptas según nuestro limitado y cargado de
prejuicios criterio. De hecho, cuanto más aberrante pueda ser a
nuestros ojos el estilo de vida de una persona, más necesitado se
encuentra del encuentro restaurador con Cristo.

Es cierto que hay una posterior selección de los pescados; pero como
ya nos enseñó la parábola de la cizaña, es más bien responsabilidad
del Señor y no nuestra.

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¿Hacía que grupos o colectivos muestras acepción y rechazo?
¿Cómo la enseñanza de la parábola puede ayudarte a tener
esa visión universal del Reino?

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LA MOSTAZA

También les contó Jesús esta otra parábola:


— El reino de los cielos puede compararse al grano de mostaza
que el labrador siembra en el campo. Se trata, por cierto, de
la más pequeña de todas las semillas, pero luego crece más
que las otras plantas y llega a hacerse como un árbol, hasta el
punto de que en sus ramas anidan los pájaros. (Mateo 13:31-
32)

Mateo, Marcos y Lucas hacen referencia a esta parábola en sus


evangelios. Los dos primeros enfatizan lo pequeño de la semilla.
Lucas no hace ninguna referencia a este detalle y da más énfasis al
refugio que supone el árbol crecido para los pájaros. Desde el punto
de vista de la naturaleza la semilla de la mostaza no es la más
pequeña de todas las existentes; esto, sin embargo, no es el punto
que debe centrar nuestra atención, sino cómo el humilde comienzo
del Reino con un predicador itinerante y un puñado de discípulos sin
excesiva formación teológica y fuerte oposición desde los estamentos
religiosos de su época ha llegado a convertirse en una fuerza
universal que ha tenido y sigue teniendo la capacidad para generar
transformación en las personas y la cultura.

Una vez más vemos que lo realmente importante no son los


comienzos, sino más bien los finales. De nuevo podemos apreciar lo
que parece ser un principio universal, las cosas que impactan y
tienen trascendencia, las que tienen la capacidad de convertirse en
algo grande, acostumbran a tener comienzos humildes y, con cierta
frecuencia, despreciados. Hay un principio orgánico muy claro en esta
enseñanza de Jesús, similar al que ya vimos en la parábola de la
semilla que crece sin que el labrador llegue a comprender, la semilla
tiene en sí misma todo el potencial genético para producir un gran
árbol.

Personalmente veo dos claras enseñanzas que se desprenden de esta


parábola. La primera tiene que ver con el potencial oculto del Reino.
A lo largo de la historia nos ha demostrado una y otra vez su
capacidad de crecer, desarrollarse y extenderse en los ambientes
más hostiles y áridos espiritualmente hablando. Eso me enseña a no
perder nunca la perspectiva y no dejarme desanimar por lo aparente.
La segunda tiene que ver con mi propia vida espiritual. Si lo permito,
si no me opongo, si soy buena tierra, esa pequeña semilla plantada
en mi corazón el día de mi conversión irá creciendo y haciendo que
Jesús sea cada vez más evidente en mi vida.

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¿Por qué el Reino crece a pesar de tanta hostilidad interna y
externa? ¿Qué aplicación tiene para tu experiencia personal el
poder de la semilla plantada en ti? ¿Que acción te mueve a
llevar a cabo la reflexión anterior?

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LA LEVADURA

También les dijo: El reino de los cielos puede compararse a la


levadura que toma una mujer y la mezcla con tres medidas de
harina para que fermente toda la masa. (Mateo 13:33)

Una pequeña porción de levadura tiene la capacidad de hacer


fermentar toda la masa. Jesús utiliza esta parábola que era
perfectamente comprensible para todos sus oyentes. En todas las
casas de Palestina este proceso se repetía una y otra vez y, por
tanto, las palabras del Maestro tenían la capacidad de generar
poderosas imágenes mentales en los oyentes. Las personas podían
reproducir en sus mentes el proceso de una ínfima cantidad de
levadura produciendo una imperceptible pero continuada influencia
sobre la masa de harina hasta hacerla fermentar.

Jesús afirma que así trabaja el Reino de Dios, de una forma callada y
a menudo imperceptible ejerciendo una influencia sobre su entorno.
Miremos las sociedades desarrollados en las que nos ha tocado vivir.
Tenemos sistemas de educación y sanidad pública, leyes, derechos
humanos, protección a los más desvalidos y necesitados,
instituciones para cuidar de huérfanos, moribundos y discapacitados.
Hay un continuo y creciente acceso en todo el mundo a la educación,
la sanidad y la alimentación. Tenemos instituciones que vigilan a los
gobiernos y los denuncian si estos pisan los derechos humanos.
Todavía queda ¡Sin ninguna duda! muchísimo por hacer. Sin
embargo, si comparamos la situación actual con la del mundo en el
que nació Jesús no podemos sino afirmar que ha habido una mejora
real. Pero estoy convencido que todos estos, aunque insuficientes,
progresos vienen de la mano del cristianismo, de sus principios y
valores y de aquellos cristianos que con su vida y trabajo han sido
levadura en su sociedad.

Pero también hay una aplicación personal de esta parábola. La masa


no puede cambiar si no es debido a la acción de un agente externo, la
levadura. Nosotros, como seres humanos, no podemos, por más que
lo intentemos, cambiar si no hay una influencia externa; la presencia
de Jesús, el Hijo de Dios, viviendo en nuestras vidas por medio de su
Espíritu Santo. Él es la única levadura que puede transformar nuestra
vida; es el único que puede cambiar nuestro corazón. No olvidemos
que como Él mismo afirma, es el corazón donde radica nuestro
problema y, del mismo modo que la levadura actúa desde el interior,
así Jesús debe actuar desde nuestro interior, desde la raíz de los
problemas.

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Sólo hay una pequeña pero brutal diferencia. La harina no puede
resistirse a la influencia de la levadura, pero nosotros si podemos
resistirnos a la influencia de la levadura espiritual en nuestras vidas.

¿Qué evidencias hay que la levadura de Jesús está


transformando tu vida? ¿Qué tipo de resistencia le estás
ofreciendo? ¿Qué piensas hacer al respecto?

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TESOROS ESCONDIDOS

El reino de los cielos puede compararse a un tesoro escondido


en un campo. El que lo encuentra, lo primero que hace es
esconderlo de nuevo; luego, lleno de alegría, va a vender todo
lo que tiene y compra aquel campo. (Mateo 13:44)

El poder de las parábolas reside en su capacidad de generar


poderosas imágenes mentales en los oyentes; apelan a realidades
que las personas vivían y con facilidad podían hacer una conexión
espiritual. Encontrar un tesoro en las tierras que habitó Jesús no era
tan descabellado como a nosotros, que tenemos entidades bancarias,
nos puede parecer. La tierra de Israel fue lugar de paso y conflicto de
los principales imperios mundiales. Egipcios, asirios, babilonios,
persas, griegos y romanos se disputaron una y otra vez esas tierras.
Los saqueos de la población local eran constantes y, a menudo,
enterrar los bienes era la única manera de protegerlos de la rapiña de
los diferentes ejércitos. Existían incluso usos y costumbres acerca de
la propiedad de los tesoros encontrados al excavar. Por tanto, los
oyentes de Jesús podían entender lo que el Maestro decía. ¿Qué
estarías dispuesto a hacer si encontrarás un tesoro?

La parábola nos dice que aquel hombre que halló el tesoro estaba
dispuesto a todo para conseguirlo. Para él era tan importante que
lleno de alegría invirtió todo lo que tenía para comprar el terreno y
hacerse con la propiedad del hallazgo. Para mí no es difícil encontrar
eco de otras palabras de Jesús en esta historia: "Donde esté tu
tesoro allá estará tu corazón". O del apóstol Pablo: "Todo lo considero
basura por el privilegio de conocer a Cristo".

La aplicación es fácil de ver ¿Cuán valioso en la práctica es el Reino


de Dios para mí? Ahora no estoy hablando de la iglesia local; me
estoy refiriendo al propósito universal del Señor de restaurar todas
las cosas, incluida la humanidad, al estado previo a la gran catástrofe
universal que supuso el pecado, la rebelión del ser humano contra
Dios y su autoridad, evento que ha causado el tipo de mundo en que
vivimos y el tipo de personas que somos. ¿Cuál es el tesoro de mi
vida? Es fácil detectarlo mirando hacia dónde va mi tiempo, mis
energías, mis esfuerzos, mis anhelos, mis ansiedades, mis desvelos.
La realidad no engaña; a pesar de su crudeza siempre es nuestra
amiga porque nos enfrenta con lo que somos y aceptarla es el primer
y necesario paso para cualquier cambio.

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¿Dónde está tu auténtico tesoro? ¿Qué te enseña sobre ti
mismo la respuesta que has dado?

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LA PERLA

También puede compararse el reino de los cielos a un


comerciante que busca perlas finas. Cuando encuentra una de
mucho valor. Va a vender todo lo que tiene y la compra.
(Mateo 13:45 y 46)

Las perlas eran muy codiciadas en la época de Jesús, por tanto, la


parábola tenía sentido y significado para sus oyentes. Al leerla lo que
me ha llamado la atención es la palabra buscar. El comerciante del
que se habla en la historia era muy activo e intencional en la
búsqueda de perlas. La intencionalidad es un acto de voluntad que va
orientado a la consecución de algo que se ha identificado como
importante, necesario, significativo. Encontró porque buscó, y eso
trae a la mente las palabras dichas por el propio Jesús: "buscad,
llamad y pedid". Estas tres acciones responden a una determinación e
intencionalidad. Es la invitación de Jesús con respecto al Reino. El
comerciante halló aquello que buscaba y, consecuentemente, vendió
todo lo que tenía a fin de poder adquirir aquello que era tan valioso y
significativo para él. La venta de todo, el precio pagado, son la
evidencia de la importancia que aquella perla tenía para él.

¿Cuál es la aplicación de la parábola para nosotros? Sin duda la


necesidad de hacer del Reino una prioridad en nuestras vidas, de ser
intencionales en buscarlo. Jesús mismo lo volvió a expresar con otras
palabras: "Buscad en primer lugar el Reino de Dios y lo que es justo".
El Reino es la esfera en la que la voluntad del Señor se reconoce,
acepta y cumple. El Reino no es una entelequia teológica o doctrinal;
es una realidad que se vive en la vida cotidiana, en cada una de sus
esferas. Somos pues intencionales en vivir buscando y aplicando la
voluntad de Dios en todas y cada una de las áreas de nuestras vidas.

Pero aún es posible ver otra aplicación. Es una quimera pensar que
podremos obtener el Reino sin pagar un precio. Palabras como dejar,
renunciar, seguir, negar, tomar la cruz y otras muchas van vinculadas
a la realidad de convertirse en ciudadanos del Reino. El precio puede
variar para cada uno de nosotros, pero ese precio existe, es real y la
mayoría de nosotros sabemos con total perfección cuál es.
En numerosas ocasiones ese precio significa dejar de lado lo bueno
para perseguir lo mejor.

Intencionalidad y disponibilidad a pagar precios ¿Cuán


desarrolladas están en tu vida ambas cualidades?

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SAMARITANOS

Pero el maestro de la ley, para justificar su pregunta, insistió:


— ¿Y quién es mi prójimo? Jesús le dijo:
— Un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó fue asaltado
por unos ladrones, que le robaron cuanto llevaba, lo hirieron
gravemente y se fueron, dejándolo medio
muerto. Casualmente bajaba por aquel mismo camino un
sacerdote que vio al herido, pero pasó de largo. Y del mismo
modo, un levita, al llegar a aquel lugar, vio al herido, pero
también pasó de largo. Finalmente, un samaritano que iba de
camino llegó junto al herido y, al verlo, se sintió
conmovido. Se acercó a él, le vendó las heridas poniendo
aceite y vino sobre ellas, lo montó en su propia cabalgadura,
lo condujo a una posada próxima y cuidó de él. Al día
siguiente, antes de reanudar el viaje, el samaritano dio dos
denarios al posadero y le dijo: “Cuida bien a este hombre. Si
gastas más, te lo pagaré a mi vuelta”. Pues bien, ¿cuál de
estos tres hombres te parece que fue el prójimo del que cayó
en manos de ladrones?
El maestro de la ley contestó:
— El que tuvo compasión de él.
Y Jesús le replicó:
— Pues vete y haz tú lo mismo.

Jesús fue un genio construyendo y explicando historias. Narraciones


que podían generar imágenes mentales de un gran
poder, tremendamente potentes. Todos los diferentes personajes que
aparecen en esta historia y sus respectivas respuestas ante la
situación planteada están cargadas de significado.
La ruta entre Jerusalén y Jericó era muy peligrosa y propicia para que
se produjeran asaltos y robos. Era una temeridad el viajar solo en
semejante trayecto. Como todavía pasa hoy en muchos lugares del
mundo, los viajeros acostumbraban a moverse en grupos lo
suficientemente numerosos para tener un efecto de disuasión sobre
los potenciales delincuentes. Nuestro viajero estaba tentando a la
suerte y se encontró con un grupo de forajidos que, como indica la

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historia, lo dejaron malherido después de haberle robado todo lo que
tenía.
Toda esta historia se genera alrededor de la pregunta de un maestro
de la ley acerca de quién es nuestro prójimo. La historia del Maestro
que pretende articular una respuesta sigue siendo válida para
ayudarnos a nosotros, sus seguidores, a saber cómo actuar en un
mundo tan lleno de necesidades. Varias enseñanzas prácticas se
desprenden:
Primera, nuestro prójimo es todo aquel que está en una situación de
necesidad, tanto si se la ha buscado -caso del viajero solitario- como
si ha sido totalmente ajeno a las causas. Si está necesitado es mi
prójimo y, por tanto, estoy en deuda de amor con él.
Segunda, nuestro prójimo y sus necesidades están por delante de
nuestros "deberes religiosos". El Señor en el Antiguo Testamento ya
mencionó que prefería la misericordia -algo que siempre va dirigido
hacia el otro- que los sacrificios. Jesús, nuestro Maestro, ratificó con
sus palabras y vida este mismo principio.
Tercera, la compasión auténtica nunca es un sentimiento. Puede
originarse en él pero siempre lleva a la acción. No es compasivo el
ser humano que siente lástima, pena, conmiseración por el
necesitado; ni siquiera aquel que llora intensamente por el mismo. Lo
es el que traslada esos sentimientos a la acción y,
consecuentemente, actúa y hace algo al respecto.
Cuarta, en numerosas ocasiones se encuentra más manifestación de
la fe cristiana en personas que no identifican como seguidoras de
Jesús que en aquellos que lo hacen. Hay centenares de miles de
personas que no conocen a Dios pero viven su enseñanza de la
compasión hacia el prójimo y están involucrados en todo tipo de
acciones encaminadas a suplir su estado de necesidad. Mientras
tanto, muchos cristianos, los critican desde su total pasividad y
aparente superioridad moral.

¿Quién es tu prójimo? ¿Cuál es tu grado de compasión?

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DEUDORES

Pedro, acercándose entonces a Jesús, le preguntó:


— Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano si me
ofende? ¿Hasta siete veces?
Jesús le contestó:
— No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Y es que el reino de los cielos puede compararse a un rey que
quiso hacer cuentas con la gente que tenía a su servicio. Para
empezar, se le presentó uno que le debía diez mil talentos. Y
como no tenía posibilidades de saldar su deuda, el amo mandó
que los vendieran como esclavos a él, a su esposa y a sus
hijos junto con todas sus propiedades, para que así saldara la
deuda. El siervo cayó entonces de rodillas delante de su amo,
suplicándole: “Ten paciencia conmigo, que yo te lo pagaré
todo”. El amo tuvo compasión de su siervo; le perdonó la
deuda y lo dejó ir libremente. Pero, al salir, aquel siervo se
encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien
denarios. Lo sujetó violentamente por el cuello y le dijo:
“¡Págame lo que me debes!”. Su compañero se arrodilló
delante de él, suplicándole: “Ten paciencia conmigo, que yo te
lo pagaré”. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo
hizo meter en la cárcel hasta que liquidara la deuda. Los
demás siervos, al ver todo esto, se sintieron consternados y
fueron a contarle al amo lo que había sucedido. Entonces el
amo hizo llamar a aquel siervo y le dijo: “Siervo malvado, yo
te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste; en
cambio tú no has querido compadecerte de tu compañero
como yo me compadecí de ti”. Y, encolerizado, el amo ordenó
que fuera torturado hasta que toda la deuda quedara
saldada. Esto mismo hará mi Padre celestial con aquel de
vosotros que no perdone de corazón a su hermano.

Una de las enseñanzas de los rabinos era que un hombre debía de


perdonar hasta tres veces a su ofensor ¡Pero no más! Por tanto,
Pedro, de forma astuta multiplicó por dos la exigencia rabínica y,
además, de propina le añadió una más dando así con el número siete.
Pedro debió de estar muy satisfecho de su astucia y espiritualidad

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al haber doblado la exigencia religiosa. Sin embargo, como en tantas
otras ocasiones, su candidez y/u osadía le sirvió de bien poco cuando
Jesús le respondió como lo hizo.
La parábola contrapone dos deudores con dos cantidades
ridículamente opuestas. Para los oyentes de Jesús la cifra que debía
el primero de ellos era astronómica, totalmente imposible de procesar
para un campesino de Palestina. Era mucho más que todos los
impuestos que se recaudaban en Judea y Galilea por parte de las
autoridades romanas. Contrariamente, la cantidad del segundo
personaje de la parábola era totalmente insignificante en
comparación, tan sólo uno pocos miles de euros.
No hace falta ser un experto en teología para identificarse con los
protagonistas de esta parábola que tanto no enseña acerca de la
realidad del ser humano. Para nosotros es fácil condenar de forma
inmisericorde en otros aquello que con toda facilidad perdonamos y
justificamos en nosotros mismos. Podemos encontrar todo tipo de
argumentos y razones por las cuales en nosotros está bien y en otros
es algo absolutamente condenable. Tenemos una doble vara de medir
cuando se trata de aplicarla a otros o a nosotros mismos. Pero
también es cierto que hay ocasiones en las que el perdón es difícil
debido al daño que nos ha sido causado; daño que aveces se ve
agravado por la falta de arrepentimiento y voluntad de cambio
del ofensor y su persistencia en continuar dañándonos.
No hay otra manera de perdonar que meditar en el alcance del
perdón que Dios nos ha otorgado a nosotros por medio del sacrificio
de Jesús. Sólo una visión realista y en perspectiva de nosotros
mismos y la gravedad de nuestro pecado puede llevarnos a una
valoración real del perdón que Dios nos ha dado y así, generar las
fuerzas emocionales y espirituales suficientes para poder perdonar a
otros el daño que nos causaron o están causando. Además, está la
clara advertencia de Jesús que el perdón del Padre está condicionado
a nuestro propio perdón otros.
Cuando perdonamos no hacemos sino extender a otros la misma
gracia y misericordia inmerecida que nosotros hemos recibido y a la
vez, reflejar el carácter de nuestro Dios.

¿De qué modo puedes aplicar esta parábola a tu propia


realidad?

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HOMBRE RICO, HOMBRE POBRE

Jesús prosiguió:
— Había una vez un hombre rico que vestía de púrpura y
finísimo lino, y que todos los días celebraba grandes fiestas. Y
había también un pobre, llamado Lázaro que, cubierto de
llagas, estaba tendido a la puerta del rico. Deseaba llenar su
estómago con lo que caía de la mesa del rico y hasta los
perros se acercaban a lamerle las llagas. Cuando el pobre
murió, los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Tiempo
después murió también el rico, y fue enterrado. Y sucedió
que, estando el rico en el abismo, levantó los ojos en medio de
los tormentos y vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su
compañía. Entonces exclamó: “¡Padre Abrahán, ten
compasión de mí! ¡Envíame a Lázaro, que moje en agua la
punta de su dedo y me refresque la lengua, porque sufro lo
indecible en medio de estas llamas!”. Abrahán le contestó:
“Amigo, recuerda que durante tu vida terrena recibiste
muchos bienes, y que Lázaro, en cambio, solamente recibió
males. Pues bien, ahora él goza aquí de consuelo y a ti te toca
sufrir. Además, entre nosotros y vosotros se abre una sima
infranqueable, de modo que nadie puede ir a vosotros desde
aquí, ni desde ahí puede venir nadie hasta nosotros”. El rico
dijo: “Entonces, padre, te suplico que envíes a Lázaro a mi
casa paterna para que hable a mis cinco hermanos, a fin de
que no vengan también ellos a este lugar de tormento”. Pero
Abrahán le respondió: “Ellos ya tienen lo que han escrito
Moisés y los profetas. Que los escuchen”. El rico replicó: “No,
padre Abrahán, sólo si alguno de los que han muerto va a
hablarles, se convertirán”. Abrahán le contestó: “Si no quieren
escuchar a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán
aunque resucite uno de los que han muerto”. (Lucas 16:19-
31)

La mayoría de las parábolas son relatos que evocan un significado


que va más allá del evidente en el texto. Son analogías, es decir, una
relación de parecido entre dos cosas que son diferentes. Sin
embargo, siempre hay el peligro de dejar correr la imaginación y

21
querer ver en ese parecido cosas que no necesariamente estaban en
la intención del autor. Tampoco podemos ni debemos hacer doctrina
de una parábola y podría ser fácil hacerlo de cómo será la vida más
allá de la muerte basándonos únicamente en el relato de Jesús. Por
todo ello, simplemente quiero compartir aquellos pensamientos que
han venido a mi mente como consecuencia de la lectura del texto
bíblico.
Primero, nuestra vida presente implica responsabilidades futuras. A lo
largo de las páginas de la Escritura, tanto en el Antiguo como en el
Nuevo Testamento, se nos habla de que cada ser humano es
responsable de su vida, actos y omisiones ante el Señor. La idea de
que habrá un día en que tendremos que rendir cuentas es un
principio bíblico de primera magnitud. Incluso los seguidores de
Jesús, todo y ser salvados por la gracia, tendremos que presentar
cuentas acerca de nuestra mayordomía, a saber, el uso que hemos
dado a nuestra vida y recursos. No debemos caer en un falso sentido
de impunidad debido al hecho de que nuestras acciones y omisiones,
sean buenas o malas, no son retribuida de forma instantánea.
Segundo, el peligro de vivir centrados en nosotros mismos y ajenos al
dolor, sufrimiento y necesidades de otros. Eso le sucedió al rico del
relato. Día tras día vio a Lázaro y su situación. Sin embargo, su
egocentrismo le cerró el corazón hacia su prójimo y sus necesidades
generando en él un corazón cada vez más duro e insensible a Dios y
a la gente.
Tercero, un corazón insensible al prójimo no puede ser sensible a
Dios. Abrahán le indicó con claridad al rico que ningún acto
sobrenatural -como que alguien volviera de la muerte- iba a cambiar
la realidad de un corazón endurecido. Todos corremos el riesgo de
cerrarnos a las demandas de nuestra conciencia y de Dios por medio
de su Espíritu Santo. El resultado, como tantas veces pasó con Israel
en el pasado, es una frialdad espiritual creciente y una incapacidad de
percibir al Señor en nuestras vidas.
Esta parábola es una llamada de atención para vivir vidas
responsables, sensibles a la voz de Dios y a las necesidades de
nuestro prójimo.

Responsabilidad y sensibilidad ¿Cuán evidentes son ambas


cosas en tu vida?

22
AGRADECIDO DE NO SER COMO ESOS

A unos que alardeaban de su propia rectitud y despreciaban a


todos los demás, Jesús les contó esta parábola: En cierta
ocasión, dos hombres fueron al Templo a orar. Uno de ellos
era un fariseo, y el otro un recaudador de impuestos. El
fariseo, plantado en primera fila, oraba en su interior de esta
manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque yo no soy como los
demás: ladrones, malvados y adúlteros. Tampoco soy como
ese recaudador de impuestos. Ayuno dos veces por semana y
pago al Templo la décima parte de todas mis ganancias”. En
cambio, el recaudador de impuestos, que se mantenía a
distancia, ni siquiera se atrevía a levantar la vista del suelo,
sino que se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios! Ten
compasión de mí, que soy pecador”. Os digo que este
recaudador de impuestos volvió a casa con sus pecados
perdonados; el fariseo, en cambio, no. Porque Dios humillará a
quien se ensalce a sí mismo; pero ensalzará a quien se humille
a sí mismo. (Lucas 18:9-14)

Jesús explicó esta parábola para confrontar a aquellos que se sienten


superiores en su propia rectitud y, consecuentemente, eso les lleva a
un desprecio hacia todos los demás, a los que considera claramente
inferiores. Al leer este relato pensaba, inevitablemente, en mi propia
vida y mi tendencia natural -que no saludable ni correcta- de
compararme con otros; casi siempre aquellos que la comparación
resulta altamente positiva para mí. Eso me ha llevado a reflexionar.
Me doy cuenta que básicamente hay dos grandes actitudes con
relación a nuestra realidad como seres humanos y que están
representadas por los personajes de esta parábola. La actitud del
recaudador de impuestos. Se trata del reconocimiento de nuestra
miseria moral y espiritual como seres humanos. Cuando uno tiene
una percepción correcta de sí mismo no puede sino aceptar el hecho
de nuestra indignidad. Cuanto más me conozco más reconozco el mal
en mí y esa increíble brecha moral que el pecado ha generado en mi
experiencia como ser humano. En ocasiones me horrorizo de las
cosas que soy capaz de pensar, sentir y desear y al enfrentarme con
mi propia humanidad no puedo sino exclamar, como lo hizo el

23
recaudador, "ten compasión de mí que soy pecador". Entiendo
que única y exclusivamente la gracia me permite ser aceptado por
Dios y partiendo de esa aceptación del Padre comenzar a trabajar en
mi propia aceptación. El reconocimiento y aceptación es el primer y
necesario paso para cambiarla.
La actitud del fariseo. Este no puede aceptar su propia realidad caída,
su propia miseria moral y, por tanto, para poder suavizar la enorme
tensión que eso le produce recurre a la comparación con otros. Pero
esos otros deben ser moralmente inferiores a él, deben ser más
miserables, peores, porque únicamente de este modo podrá sentirse
mejor y podrá vivir con sus propias contradicciones. La comparación
con el otro le genera una falsa superioridad moral que le permite vivir
consigo mismo a fuerza de despreciar a otros como indica su
expresión, "te doy gracias porque no soy como los otros".Jesús es
muy claro al explicar que el primero fue aceptado por Dios mientras
que el segundo fue rechazado.

¿Cuál de las dos actitudes te reflejan mejor?

24
YA QUE
Cuando el Hijo del hombre venga con todo su esplendor y
acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono
glorioso. Todos los habitantes del mundo serán reunidos en
su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor
separa las ovejas de los machos cabríos, 3 poniendo las ovejas
a un lado y los machos cabríos al otro. Luego el rey dirá a los
unos: “Venid, benditos de mi Padre; recibid en propiedad el
reino que se os ha preparado desde el principio del
mundo. Porque estuve hambriento, y vosotros me disteis de
comer; estuve sediento, y me disteis de beber; llegué como un
extraño, y me recibisteis en vuestra casa; no tenía ropa y me
la disteis; estuve enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y
fuisteis a verme”. Entonces los justos le contestarán: “Señor,
¿cuándo te vimos hambriento o sediento y te dimos de comer
y beber? ¿Cuándo llegaste como un extraño y te recibimos en
nuestras casas? ¿Cuándo te vimos sin ropa y te la
dimos? ¿Cuándo estuviste enfermo o en la cárcel y fuimos a
verte?”. Y el rey les dirá: “Os aseguro que todo lo que hayáis
hecho en favor del más pequeño de mis hermanos, a mí me lo
habéis hecho”. A los otros, en cambio, dirá: “¡Apartaos de mí,
malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus
ángeles! Porque estuve hambriento, y no me disteis de
comer; estuve sediento, y no me disteis de beber; llegué como
un extraño, y no me recibisteis en vuestra casa; me visteis sin
ropa y no me la disteis; estuve enfermo y en la cárcel, y no me
visitasteis”. Entonces ellos contestarán: “Señor, ¿cuándo te
vimos hambriento, o sediento, o como un extraño, o sin ropa,
o enfermo, o en la cárcel y no te ofrecimos ayuda?”. Y él les
dirá: “Os aseguro que cuanto no hicisteis en favor de estos
más pequeños, tampoco conmigo lo hicisteis”. De manera que
estos irán al castigo eterno; en cambio, los justos irán a la
vida eterna. (Mateo 25:31-46)

Realmente esta parábola es compleja, no en su interpretación, que es


bien fácil, clara y directa, sino más bien en la asignación a este
pasaje el rango de parábola precisamente por lo dicho anteriormente,
es tan claro el concepto que se transmite que deja poco lugar a la
analogía o comparación. Jesús en este relato está ilustrando de forma
parabólica una doctrina bíblica de primer orden, habrá un juicio final,
todos, sin excepción, pasaremos por el mismo y habrá un criterio
claro y objetivo por el cual seremos juzgados.

25
William Barclay, el gran comentarista bíblico escocés, dice que esta
historia debió de impactar de forma tremenda a sus oyentes. Los
judíos creían en el juicio final y descansaban en la creencia de que
serían juzgados bajo dos criterios: Primero, su observancia de la ley
y, especialmente, los diez mandamientos. Segundo, el hecho de ser
judíos que les garantizaba un trato preferencial sobre el resto de la
humanidad. Había la clara creencia que, de alguna manera, Dios sería
más condescendiente con ellos dada su condición racial. No sería
sorprendente afirmar que si un judío se podía considerar más o
menos a salvo del juicio.

Sin embargo, en esta historia Jesús les está cambiando las reglas del
juego. Les indica que el criterio por el cual serán juzgados es su
respuesta a las necesidades de su prójimo. Agua, comida,
hospitalidad, vestido, acompañamiento... Es el bien que está al
alcance de todos y cada uno de nosotros, el que puede ser hecho en
el contexto de la vida cotidiana, para el que ninguno de nosotros
puede objetar la excusa de que no tiene los medios o los recursos
para llevarlo a cabo. Con excesiva frecuencia aquello que no podemos
hacer -cambiar el mundo- se convierte en la coartada perfecta para
no llevar a cabo aquello que si podemos hacer -dar un vaso de agua-
.

No me cuesta ver un paralelismo entra la situación del judío que


escuchó la historia contada por el Maestro y la del evangélico
promedio en nuestras iglesias. El primero se sentía seguro porque
cumplía el ritual y, además, era judío. El segundo puede creerse
seguro porque va a la iglesia y es evangélico, salvo por fe, conocedor
de la Escritura y ortodoxo en sus creencias. Ambos desconocen que la
medida del juicio es nuestra respuesta al prójimo necesitado.

¿Cuál es tu respuesta a las necesidades de tu prójimo?

26
YA QUE II

Teresa de Calcuta afirmaba que en cada necesitado nos encontramos


con Jesús disfrazado. No está desencaminada. En el pasaje de Mateo
25 Jesús afirma que todo aquello que le hacemos a un necesitado se
lo hacemos a Él. Del mismo modo, todo aquello negado a alguien en
necesidad le es privado a Él mismo. Carece totalmente de valor moral
hacer algo por el beneficio que nos puede otorgar; o dejar de hacer
algo por el perjuicio que nos puede generar. Hasta las personas
carentes de principios de conducta son lo suficientemente inteligentes
para buscar el beneficio o evitar las consecuencias. El valor moral
radica en hacer o dejar de hacer no debido a, sino a pesar de los
beneficios o perjuicios derivados de nuestra acción.

Si nos encontráramos cara a cara con Jesús no dudo que todos


nosotros actuaríamos respondiendo a sus necesidades físicas,
materiales o emocionales ¡Quién osaría pasarlas por alto!. El reto
consiste en hacer lo mismo con el necesitado anónimo, y para
motivarnos a ello el Maestro nos indica que en esa persona nos
encontramos, interactuamos con Él mismo. Jesús en persona es
ministrado o es rechazado en la persona del necesitado. Esto explica
la sorpresa tanto de los que son reconocidos como los que son
rechazados. Tanto unos como otros carecen de conciencia de haber
hecho o dejado de hacer en favor de Jesús. Si lo hubieran sabido
aquellos que omitieron la ayuda sin duda lo hubieran hecho. Sin
embargo, aquellos que se volcaron en el necesitado no hubieran
cambiado su manera de proceder.

Este relato de Jesús es inquietante y un aviso para navegantes. Nos


indica que mucho de nosotros puede ser que nos sorprendamos de
nuestra evaluación en el día del juicio final y, precisamente, para
evitar ese tipo de sorpresas, nos indica cuál será el criterio del
mismo, ni más ni menos que nuestra respuesta al prójimo
necesitado.

¿Cómo puede ayudarte entender que en el necesitado te


encuentras con Jesús?

27
DIOS ES DIFERENTE

Luego les dijo:


— Suponed que uno de vosotros va a medianoche a casa de un
amigo y le dice: “Amigo, préstame tres panes, porque otro
amigo mío que está de viaje acaba de llegar a mi casa, y no
tengo nada que ofrecerle”. Suponed también que el otro,
desde dentro, contesta: “Por favor, no me molestes ahora. Ya
tengo la puerta cerrada y mis hijos y yo estamos acostados.
¡Cómo me voy a levantar para dártelos!”. Pues bien, os digo
que, aunque no se levante a darle los panes por razón de su
amistad, al menos para evitar que lo siga molestando, se
levantará y le dará todo lo que necesite. (Lucas 11:5-8)
Jesús les contó una parábola para enseñarles que debían orar
en cualquier circunstancia, sin jamás desanimarse. Les dijo:
— Había una vez en cierta ciudad un juez que no temía a Dios
ni respetaba a persona alguna. Vivía también en la misma
ciudad una viuda, que acudió al juez, rogándole: “Hazme
justicia frente a mi adversario”. Durante mucho tiempo, el
juez no quiso hacerle caso, pero al fin pensó: “Aunque no
temo a Dios ni tengo respeto a nadie, voy a hacer justicia a
esta viuda para evitar que me siga importunando. Así me
dejará en paz de una vez”.
El Señor añadió:
— Ya habéis oído lo que dijo aquel mal juez. Pues bien, ¿no
hará Dios justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche?
¿Creéis que los hará esperar? Os digo que les hará justicia en
seguida. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿aún
encontrará fe en este mundo? (Lucas 18:1-8)

Hay comentaristas bíblicos que estudian e interpretan las dos


parábolas de forma conjunta ya que ambas tienen el mismo énfasis.
La primera de ellas nos habla de la insistencia en solicitar ayuda a un
vecino debido a la aparición inesperada de un visitante. Dado el
carácter sagrado de la hospitalidad la persona se ve en la obligación
de buscar algo de comer para darle y su vecino se presenta como la
mejor opción. Tiene todo el sentido la respuesta de la persona
importunada. Las viviendas de Palestina consistían en una única
habitación y toda la familia dormía en el suelo, alrededor del fuego y

28
muy juntos para darse calor. Era virtualmente imposible el atender el
ruego del vecino sin molestar a toda la familia.
La segunda de ellas hace referencia a la persistencia de una viuda en
pedir justicia. En un sistema judicial donde los sobornos movían la
voluntad de los jueces, no sólo para atender unos casos en
detrimento de otros, sino también para inclinar la balanza en una
dirección u otra, la persistencia de la viuda se convierte en su única
arma. Insistir e insistir hasta llevar al juez al agotamiento.
Hay dos grandes lecciones que se desprenden de estas parábolas. La
primera, más obvia y tradicional es la importancia de la insistencia en
la oración. Tiene todo el sentido. Cuando algo es importante para
nosotros tenemos la capacidad de insistir una y otra y otra vez. La
persistencia es un buen indicador del nivel de prioridad que algo tiene
en nuestras vidas. Por tanto, la necesidad de persistir, en mi humilde
opinión, es algo que yo preciso, no que el Señor precise. Cuando
insisto yo mismo me doy cuenta que eso es algo realmente serio e
importante. Cuando no lo hago se evidencia que tal vez no merecía
tanto la pena.
Pero la segunda lección no es tan obvia y tiene que ver con el
carácter de Dios. Los dos personajes de las parábolas, el vecino y el
juez, responden a la insistencia no por convicción, sino más bien por
cansancio y hastío. Jesús quiere señalar es que nuestro Padre no es
así. No es un Dios caprichoso que nos hace sufrir antes de
respondernos, ni que puede ser coaccionado por nuestra
perseverancia. Precisamente lo que nos quiere transmitir Jesús nace
de la comparación entre nuestro Padre, que siempre quiere y busca
nuestro bien, y los dos personajes que se movieron única y
exclusivamente por su propio interés. Él no es así.

¿Cómo es el Dios a quien oras? ¿Qué te enseña sobre ti mismo


tu nivel de persistencia en la oración?

29
VAS A MORIR ESTA MISMA NOCHE

Uno que estaba entre la gente dijo a Jesús: — Maestro, dile a


mi hermano que reparta la herencia conmigo.
Jesús le contestó: — Amigo, ¿quién me ha puesto por juez o
repartidor de herencias entre vosotros?
Y, dirigiéndose a los demás, añadió: — Procurad evitar toda
clase de avaricia, porque la vida de uno no depende de la
abundancia de sus riquezas.
Y les contó esta parábola: — Una vez, un hombre rico obtuvo
una gran cosecha de sus campos. Así que pensó: “¿Qué haré
ahora? ¡No tengo lugar bastante grande donde guardar la
cosecha! ¡Ya sé qué haré! Derribaré los graneros y haré otros
más grandes donde pueda meter todo el trigo junto con todos
mis bienes. Luego podré decirme: tienes riquezas acumuladas
para muchos años; descansa, pues, come, bebe y
diviértete”. Pero Dios le dijo: “¡Estúpido! Vas a morir esta
misma noche. ¿A quién le aprovechará todo eso que has
almacenado?”. Esto le sucederá al que acumula riquezas
pensando sólo en sí mismo, pero no se hace rico a los ojos de
Dios. (Lucas 12:13-21)

Me ha costado mucho entender qué quería enseñar Jesús por medio


de esta parábola. He comenzado a escribir y en tres ocasiones he
borrado aquello que había redactado al no tener la certeza de haber
captado la esencia del relato. Sigo dándole vueltas y hay tres ideas
que han venido de forma continuada a mi mente: el sentido de la
vida, la transitoriedad de la misma y el vivir para Dios y los otros. A
pesar del riesgo que supone quiero desarrollar estas tres ideas.

El sentido de la vida. Sin ninguna duda el ser humano es la única


criatura que precisa darle significado a su existencia. No nos basta
con simplemente vivir desde el punto de vista fisiológico. Tenemos
una dimensión trascedente que clama por propósito y sentido y que
requiere ser atendida. Perseguimos, de forma consciente o
inconsciente, cualquier cosa que intuyamos o pensemos que puede
llenar ese vació llamado significado y, como advierte Jesús, podemos
hacerlo de forma avariciosa, es decir, con un afán desmedido de
poseer y adquirir aquello que tal vez pueda darnos significado. El
Maestro, sin embargo, afirma que las riquezas no van a ser las que
den sentido a nuestra vida. Esta consiste en mucho más que la
acumulación de bienestar.

30
La transitoriedad de la vida. Hoy somos y mañana ya no estamos.
Pretendemos vivir como si fuéramos inmortales y pensando más en el
futuro que en el presente. Jesús afirma que no debemos tener afán ni
ansiedad por el día de mañana y que vivamos de forma plena y
presente el día de hoy. La Escritura nos enseña que el día es el
periodo de tiempo en que debemos centrarnos. El que mejor
podemos manejar. Este es el día que el Señor ha hecho, afirma el
salmista, vamos, por tanto, a gozarnos y alegrarnos en el mismo.

Vivir para Dios y para otros. Jesús termina su parábola afirmando que
es erróneo vivir pensando únicamente en nosotros y en nuestras
necesidades. La Biblia nos enseña una y otra vez que nuestra
búsqueda de sentido y significado pasar por centrarnos más en Dios y
en nuestro prójimo y no tanto en nosotros mismos. Vivir hacia fuera
y no hacia dentro. Vivir pensando en los demás y no tan sólo en
nosotros mismos. Todo parece indicar que es en el otro donde me
encuentro a mí mismo.

¿Dónde buscas tu sentido y significado? ¿Qué te enseña para


tu vida personal la parábola?

31
ESTERIL

Jesús les contó entonces esta parábola:


— Un hombre había plantado una higuera en su viña; pero
cuando fue a buscar higos en ella, no encontró
ninguno. Entonces dijo al que cuidaba la viña: “Ya hace tres
años que vengo en busca de higos a esta higuera, y nunca los
encuentro. Así que córtala, para que no ocupe terreno
inútilmente”. Pero el viñador le contestó: “Señor, déjala un
año más. Cavaré la tierra alrededor de ella y le echaré
abono. Puede ser que después dé fruto; y si no lo da,
entonces la cortas”. (Lucas 13: 6-9)

La higuera es uno de los árboles frutales más fértiles que existe y da


varias cosechas a lo largo del año, aunque una vez plantada hacen
falta tres años para poder recoger la primera cosecha. Del relato de
Jesús se desprenden tres ideas claras que sería bueno que todos los
seguidores del Maestro pudiéramos considerar:
Estamos llamados a dar fruto. Jesús afirmó que seríamos conocidos
por nuestros frutos y que nuestro Padre recibe gloria precisamente
cuando los damos. El fruto es la razón de ser de nuestra vida y la
prueba evidente de que existe una relación vital con el Maestro. Así lo
enseñó en Juan 15 cuando habló de la vid y los sarmientos y el
destino de aquellos pámpanos que no sean fructíferos. Cuando el
Nuevo Testamento habla de fruto se refiere a mostrar en nosotros el
carácter de Jesús (eso es, al fin y al cabo el fruto del Espíritu) y a
nuestras obras de amor, justicia y misericordia hacia el prójimo.
Aquel que no da fruto se vuelve un parásito. Una higuera que
produce higos igualmente sigue ocupando un espacio y usando unos
recursos y nutrientes. Se aprovecha de la tierra pero no devuelve
nada a cambio. Recibe pero no da. Haciendo esto se convierte, no
sólo en algo inútil, sino nocivo, ya que usa recursos que podrían ser
usados por otras plantas o árboles que si podrían cumplir su función y
dar fruto. Un principio clave de la fe cristiana es dar. Más
bienaventurado -afirma Jesús- es dar que recibir. Dios nos amó y dio
y, en imitación del Maestro nosotros deberíamos darnos a nosotros
mismos en favor de nuestros hermanos y un mundo roto. Pero hay
muchos seguidores de Jesús que viven bajo el principio del mundo,

32
recibir. Reciben y reciben centrados en ellos mismos sin devolver
nada ni a la comunidad ni al mundo.
Hay un tiempo límite para la esterilidad. La esterilidad no siempre
será soportada. No puede ser que alguien improductivo esté
constante y continuamente utilizando recursos que no le
corresponden y no merece y, al mismo tiempo, privándoselos a otras
partes del cuerpo que son auténticamente productivas. Nuevamente
Juan 15 es ilustrativo en este sentido: quien da fruto será podado
para que pueda dar más. Quien es estéril será cortado para no dañar
al resto.

Al leer tu vida con la clave que aporta esta parábola ¿Qué


observas en ti? ¿Qué deberías hacer al respecto?

33
ESTAD, PUES, MUY ATENTOS

El reino de los cielos puede compararse a diez muchachas que


en una boda tomaron sendas lámparas de aceite y salieron a
recibir al novio. Cinco de aquellas muchachas eran
descuidadas, y las otras cinco previsoras. Y sucedió que las
descuidadas llevaron sus lámparas, pero olvidaron tomar el
aceite necesario. En cambio, las previsoras, junto con las
lámparas, llevaron también alcuzas de aceite. Como el novio
tardaba en llegar, les entró sueño a todas y se
durmieron. Cuando a eso de la medianoche se oyó gritar: “¡Ya
viene el novio! ¡Salid a recibirlo!”, las diez muchachas se
despertaron y comenzaron a preparar sus lámparas. Las
descuidadas, dirigiéndose a las previsoras, les dijeron:
“Nuestras lámparas se están apagando. Dadnos un poco de
vuestro aceite”. Las previsoras les contestaron: “No podemos,
porque entonces tampoco nosotras tendríamos bastante.
Mejor es que acudáis a quienes lo venden y lo compréis”. Pero
mientras estaban comprándolo, llegó el novio, y las que lo
tenían todo a punto entraron con él a la fiesta nupcial, y luego
la puerta se cerró. Más tarde llegaron las otras muchachas y
se pusieron a llamar: “¡Señor, señor, ábrenos!”. Pero él les
contestó: “Os aseguro que no sé quiénes sois”. Estad, pues,
muy atentos porque no sabéis ni el día ni la hora [de la venida
del Hijo del hombre]. (Mateo 25:1-13)

Hasta hace bien poco en muchos lugares del medio oriente las bodas
seguían el mismo exacto ritual descrito en la parábola de las
muchachas descuidadas y las previsoras. Por tanto, la historia podía
vívidamente ser seguida por los oyentes del Maestro. El novio era el
personaje central de la celebración y su llegada era esperada con
ansia porque marcaba el comienzo de la fiesta y la celebración. Sin
embargo, en una época donde no existían teléfonos móviles ni fijos
era totalmente imposible predecir cuándo el protagonista llegaría,
especialmente si éste venía desde otra población. Ciertamente que la
costumbre marcaba que un vocero precediera y anunciara la llegada
del novio, pero de nuevo, si éste residía fuera de la aldea la llegada
del precursor y el novio se sucedían con mucha rapidez.

Por tanto, era preciso estar preparado para una llegada que nadie
sabía ni podía predecir. No era extraño que las personas tuvieran que

34
esperar horas y horas e incluso que el novio no hiciera su aparición
hasta el día siguiente. Había dos razones para esa actitud vigilante.
La primera porque no estar para recibir al novio era una actitud de
deshonra y poco respeto hacia él. La segunda, porque
inmediatamente la puerta se cerraba, comenzaba la celebración y
quien no estaba ya no era admitido por más que insistiera e
insistiera.

La parábola tuvo una primera y directa interpretación para los


oyentes judíos. Tanto tiempo esperando la llegada del Mesías
anhelado y esperado y cuando llega, como dice el evangelio de Juan
en su prólogo, estos no le recibieron. Consecuentemente la puerta se
cerró y ellos quedaron fuera mientras los gentiles fueron invitados a
la fiesta. La segunda interpretación es para nosotros, los seguidores
de Jesús. Es una invitación a vivir de una forma atenta, alerta y
vigilante. Martín Lutero, el conocido reformador protestante, afirmaba
que debemos planificar como si el Señor fuera a tardar siglos en
volver y vivir como si fuera a regresar mañana. ¿Cómo viviríamos el
día de hoy si supiéramos que Jesús regresa mañana? ¿Qué cosas se
volverían prioritarias y qué otras perderían su importancia? ¿Qué
aspectos de nuestro carácter quisiéramos rectificar? Ciertamente
nuestra vida cambiaría notablemente si viviéramos con esta
actitud expectante.

Finalmente, esta parábola nos habla de las oportunidades pérdidas en


la vida, esas que hemos dejado pasar y no hemos sabido aprovechar
y que, lamentablemente, nunca más volverán. Nos habla de una mala
mayordomía de nuestra vida. William Barclay en su comentario a esta
parábola concluye con estas palabras: "Tenemos que estar siempre
en una actitud vigilante para prevenir la pérdida de las oportunidades
que nos permitan ganar las cosas que debiéramos tener y ser las
personas que debiéramos ser".

Como resultado de la lectura de esta parábola ¿Qué


significaría para ti estar atento?

35
LABRADORES CRIMINALES

Jesús se dirigió luego a la gente del pueblo y les contó esta


parábola:
— Una vez, un hombre plantó una viña, la arrendó a unos
labradores y emprendió un largo viaje. En el tiempo oportuno
envió un criado a los labradores para que le entregaran la
parte correspondiente del fruto de la viña. Pero los labradores
lo golpearon y lo mandaron de vuelta con las manos
vacías. Volvió a enviarles otro criado, y ellos, después de
golpearlo y llenarlo de injurias, lo despidieron también sin
nada. Todavía les envió un tercer criado, y también a este lo
maltrataron y lo echaron de allí. Entonces el amo de la viña se
dijo: “¿Qué más puedo hacer? Les enviaré a mi hijo, a mi hijo
querido. Seguramente a él lo respetarán”. Pero cuando los
labradores lo vieron llegar, se dijeron unos a otros: “Este es el
heredero. Matémoslo para que sea nuestra la herencia”. Y,
arrojándolo fuera de la viña, lo asesinaron. ¿Qué hará, pues,
con ellos el amo de la viña? Llegará, hará perecer a esos
labradores y dará la viña a otros.
Los que escuchaban a Jesús dijeron:
— ¡Quiera Dios que eso no suceda! Pero Jesús, mirándolos
fijamente, dijo:
— ¿Pues qué significa esto que dice la Escritura: La piedra que
desecharon los constructores se ha convertido en la piedra
principal?
Todo el que caiga sobre esa piedra, se estrellará, y a quien la
piedra le caiga encima, lo aplastará. Los maestros de la ley y
los jefes de los sacerdotes comprendieron que Jesús se había
referido a ellos con esta parábola. Por eso trataron de echarle
mano en aquel mismo momento; pero tenían miedo del
pueblo. (Lucas 20:9-19)

Esta parábola aparece narrada en los tres evangelios sinópticos y


reflejaba una situación muy real en la Palestina de aquella época que
padecía una gran inestabilidad política. Muchos propietarios de tierras
las arrendaban y se iban a vivir a lugares más estables y seguros
huyendo de los conflictos y peligros del campo. Se pactaban un
arriendo que podía ser en especie, monetario o una mezcla de ambos

36
y cuando llegaba el tiempo se enviaba a un representante para cobrar
lo adeudado.
Como tantas otras esta parábola tiene un mensaje para los primitivos
oyentes y otro universal. Por el contexto sabemos que los
destinatarios originales fueron los maestros de la ley y los
sacerdotes. Jesús usó premeditadamente la viña que representaba a
Israel como propiedad de Dios. No es difícil identificar a los
representantes del propietario como los diferentes profetas que el
Señor fue enviando a su pueblo. Finalmente, el hijo y heredero
representa a Jesús y habla con claridad de su próxima muerte. El
mensaje era claro y como nos dice el texto bíblico fue perfectamente
entendido por los destinatarios.
Pero hay un mensaje más universal que es válido para todos nosotros
los seguidores de Jesús y tiene que ver con los compromisos
adquiridos con el Señor. Dios tiene expectativas muy claras con
respecto a nosotros y haríamos muy bien en tomárnoslas de forma
muy seria. Creo que las mismas podrían agruparse en dos grandes
que abarcarían, al ser desarrolladas, al resto de las demás. La
primera expectativa es que cada día nos parezcamos más a Jesús
tanto en nuestra manera de pensar como en nuestra manera de vivir
y actuar. Hemos sido salvados para que Cristo sea formado en
nosotros. La segunda expectativa es que ayudemos a la construcción
del Reino de Dios viviendo y actuando como agentes de restauración
y reconciliación, haciendo nuestras las necesidades de este mundo
roto. Una y otra vez por medio de sus siervos y su Palabra el Señor
nos recuerda y exhorta al cumplimiento de nuestros compromisos con
Él. Podemos actuar de forma coherente o, por el contrario, podemos
ignorar sus peticiones y endurecer más y más nuestro corazón
viviendo de forma autónoma e independiente del Padre.
Sin embargo, como todos sabemos, llegará un día en que el
propietario de la viña cansado de tanta indiferencia, hostilidad y
rechazo llamará a cuentas a los labradores que han sido indignos de
la tarea delegada y los compromisos adquiridos.

¿Qué tipo de labrador eres? ¿Cómo estás respondiendo al


doble compromiso adquirido con el Señor?

37
EL ADMINISTRADOR ASTUTO Y CORRUPTO

Dijo también Jesús a los discípulos:


— Un hombre rico tenía un administrador que fue acusado
ante su amo de malversar sus bienes. El amo lo llamó y le
dijo: “¿Qué es esto que me dicen de ti? Preséntame las
cuentas de tu administración, porque desde ahora quedas
despedido de tu cargo”. El administrador se puso a pensar:
“¿Qué voy a hacer ahora? Mi amo me quita la administración,
y yo para cavar no tengo fuerzas, y pedir limosna me da
vergüenza. ¡Ya sé qué voy a hacer para que, cuando deje el
cargo, no falte quien me reciba en su casa!”. Comenzó
entonces a llamar, uno por uno, a los deudores de su amo. Al
primero le preguntó: “¿Cuánto debes a mi amo?”. Le contestó:
“Cien barriles de aceite”. El administrador le dijo: “Pues mira,
toma tus recibos y apunta sólo cincuenta”. Al siguiente le
preguntó: “¿Tú cuánto le debes?”. Le contestó: “Cien sacos de
trigo”. Le dijo el administrador: “Pues mira, toma tus recibos y
apunta sólo ochenta”. Y el amo elogió la astucia de aquel
administrador corrupto porque, en efecto, los que pertenecen
a este mundo son más sagaces en sus negocios que los que
pertenecen a la luz. Por eso, os aconsejo que os ganéis
amigos utilizando las riquezas de este mundo. Así, cuando
llegue el día de dejarlas, habrá quien os reciba en la mansión
eterna. El que es fiel en lo poco, también será fiel en lo
mucho; y el que no es fiel en lo poco, tampoco lo será en lo
mucho. De modo que si no sois fieles con las riquezas de este
mundo, ¿quién os confiará la verdadera riqueza? Y si no sois
fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo que os pertenece? (Lucas
16: 1-12)

No hay ninguna duda que hay personas que son tremendamente


sagaces en su manera de manejar los asuntos de la vida. En
ocasiones utilizan esa capacidad para el bien y en otras para el mal;
tal es el caso del administrador reflejado en esta parábola. Nadie
puede dudar de su capacidad, de su tenacidad y astucia para salir lo
más airoso posible de una situación bien complicada. Incluso, no sin
un tono claramente irónico, su propio amo elogio su sagacidad.

38
También todos conocemos -tal vez nosotros mismos podemos encajar
en esa categoría- personas que son bien intencionales y persistentes
en desarrollar una competencia o alcanzar una meta que es
importante para ellos. Su cerebro tiene la capacidad de trabajar a mil
por hora para generar nuevas ideas, opciones, posibilidades y nada ni
nadie les detiene ante sus propósitos. Hay un gran potencial en todo
ser humano, la cuestión es cómo se usa, con qué propósito, en qué
dirección.
Desde mi punto de vista hay tres grandes lecciones que se
desprenden para nosotros de este relato de Jesús. La primera es no
desarrollar un falso sentido de impunidad y pensar que nunca vamos
a tener que rendir cuentas de nuestra vida. El administrador corrupto
fue llamado a rendirlas y del mismo modo nosotros tendremos que
responder ante el Señor de la forma en que estamos usando nuestra
vida.
La segunda es tener, eso si, en un sentido positivo y constructivo, la
misma actitud sagaz que tuvo el administrador de la parábola. Si
pusiéramos tanto empeño, intencionalidad y ganas en la construcción
del Reino de Dios como la ponemos en otras cosas que son de menos
importancia, otro gallo nos cantaría y otra sería la situación de este
mundo roto y necesitado. Hay seguidores de Jesús que se desviven
por su equipo deportivo, su pasatiempo, su trabajo, sus amistades y
que simplemente le dan al Reino las sobras de su vida y energías.
La fidelidad en lo pequeño es el único camino para grandes
responsabilidades. Personalmente uso este principio bíblico como una
prueba de liderazgo. Si alguien no es capaz de hacer con dedicación y
excelencia una responsabilidad pequeña carece, a mis ojos, de la
confiabilidad para poderle delegar tareas de mayor calado. El buen
administrador hará con la misma dedicación y excelencia lo pequeño
y lo grande.

¿Cómo ves tu vida si te evalúas a la luz de estas tres


lecciones?

39
HASTA QUE MI CASA SE LLENE

Al oír esto, uno de los que estaban sentados a la mesa dijo a


Jesús:
— ¡Feliz aquel que sea invitado a comer en el reino de Dios!
Jesús le contestó:
— Una vez, un hombre dio una gran cena e invitó a
muchos. Cuando llegó el día de la cena, envió a su criado para
que dijera a los invitados: “Venid, que ya está todo
preparado”. Pero todos ellos, uno por uno, comenzaron a
excusarse. El primero dijo: “He comprado unas tierras y tengo
que ir a verlas. Discúlpame, por favor”. Otro dijo: “Acabo de
comprar cinco yuntas de bueyes y tengo que ir a probarlas.
Discúlpame, por favor”. El siguiente dijo: “No puedo ir,
porque acabo de casarme”. El criado volvió a casa y refirió a
su señor lo que había ocurrido. Entonces el dueño de la casa,
muy enojado, ordenó a su criado: “Sal en seguida por las
plazas y las calles de la ciudad y trae aquí a los pobres, los
inválidos, los ciegos y los cojos”. El criado volvió y le dijo:
“Señor, he hecho lo que me ordenaste y aún quedan lugares
vacíos”. El señor le contestó: “Pues sal por los caminos y
veredas y haz entrar a otros hasta que mi casa se
llene. Porque os digo que ninguno de los que estaban
invitados llegará a probar mi cena”. (Lucas 14:15-24)

Era una creencia del judaísmo de la época de Jesús que la era del
Mesías sería inaugurada con gran banquete y, por tanto, sería un
gran privilegio poder ser invitado al mismo. Es preciso mantener esta
idea en mente a la hora de acercarnos a la parábola. Por otra parte,
para darle más sentido a la misma, hemos de pensar en la
importancia que en aquel tiempo tenía la hospitalidad. Ofrecer
hospitalidad era prácticamente un deber sagrado. Del mismo modo,
rechazar la hospitalidad ofrecida era considerado como un grave
insulto hacia el anfitrión. Al unir ambas ideas, la hospitalidad y el
banquete, podemos hacernos una mejor idea del impacto que tuvo el
relato del Maestro sobre sus oyentes.
Como toda parábola hay una primera enseñanza dirigida
directamente a los que la oyeron de los labios de Jesús y otra de
carácter más universal para todos nosotros. Israel que esperaba con

40
ansia la llegada del Mesías no supo reconocerlo cuando se presentó
ante ellos; no solamente eso sino que además lo rechazó abierta y
llanamente. El resultado fue que el evangelio se hizo extensible a los
gentiles aquellos que, desde el punto de vista judío, nunca hubieran
tenido acceso al privilegio de una relación especial con Dios.
Para nosotros, los seguidores actuales de Jesús hay también una
lección que apunta en la misma dirección, rechazar el privilegio de la
comunión y la relación con el Dios que ha creado y sostiene todo el
universo. Es mi convicción personal que el pecado nos ha tarado
desde el punto de vista espiritual y emocional (entre otros). Esto se
manifiesta en nuestra incapacidad de sorprendernos y maravillarnos
ante las verdades espirituales. Tenemos una relación personal con el
Señor del universo, nos ha declarado sus hijos y herederos. Podemos
hablar con Él en cualquier momento y circunstancia y presentarle
todo aquello que nos preocupa y carga. Tenemos su compromiso de
estar con nosotros momento a momento hasta el fin del mundo.
Podría continuar con un largo etcétera y, sin embargo, nada de eso
nos impresiona demasiado, podemos permanecer fríos e insensibles
ante esas realidades que pareciese que han perdido la capacidad de
producir un impacto en nuestras vidas. El trabajo (las tierras), las
novedades en nuestras vidas (los bueyes) o la familia (casarse) han
ocupado el lugar central en nosotros y nos han llevado a desechar la
invitación del Dios creador de unirnos a una relación de amistad con
Él y a su misión de construir su Reino. No seamos tan ilusos como lo
fue Israel, el banquete no quedará vacío, nosotros seremos
desechados en favor de otros como los judíos lo fueron.

¿Cuál está siendo tu respuesta real a la invitación del Dios


creador y sustentador de universo?

41
VESTIDO PARA LA OCASIÓN

Cuando el rey entró a ver a los invitados, observó que uno de


ellos no llevaba traje de boda 12 y le preguntó: “Amigo, ¿cómo
entraste aquí sin traje de boda?”. Él se negó a
contestar. 13 Entonces el rey dijo a los criados: “Atadlo de pies
y manos y arrojadlo fuera, a la oscuridad. Allí llorará y le
rechinarán los dientes”. 14 Porque muchos son llamados, pero
pocos escogidos. (Mateo 22:11-14)

Tradicionalmente esta parábola aparece juntamente con la de las


bodas como si se tratara de un único relato. Sin embargo, atendiendo
a la estructura literaria, muchos eruditos bíblicos afirman que se trata
de dos parábolas diferentes. En caso contrario, no tendría ningún
sentido que fuera condenado por no estar vestido para la boda aquel
que fue invitado de improviso y era un simple transeúnte. No se
podía esperar de él que fuera adecuadamente vestido. Sin embargo,
todo cambia si la persona había sido llamada para acudir a un festejo
real y cuando se presentó no estaba adecuadamente vestido para la
ocasión. En aquel contexto cultural -incluso en el actual- sería
considerado una total falta de reverencia y respeto hacia el anfitrión.
En unas semanas mis dos hijos se graduarán en la universidad.
Hemos recibido la invitación para acudir a la ceremonia y también las
indicaciones acerca de la forma en que debemos ir vestidos: traje y
corbata para los caballeros y vestido de cóctel para las señoras. Esa
es la expectativa para todos los que acudan a tan magno evento.

¿Cuál es la lección para nosotros? Pienso que la correcta reverencia


y respeto hacia el Señor. Personalmente creo que ambas cosas tienen
que ver más con la actitud del corazón que con el aspecto externo.
Uno puede ir vestido impecablemente a las reuniones de su
comunidad y, sin embargo, su corazón estar en pecado y su servicio
ser zafio y carente de excelencia y de la dignidad que Dios espera y
merece. Contrariamente, uno puede ir vestido informalmente pero su
corazón y servicio están alineados con la voluntad y los propósitos del
Señor. Pensemos que durante las 24 horas del día vivimos en la
presencia del Señor puesto que somos templo del Espíritu Santo
¿Cómo hemos de comportarnos en nuestra manera de vivir? ¿Qué
actitudes han de presidir nuestra vida? ¿Qué ha
de caracterizarnos? He podido observar a lo largo de mi dilatada
carrera ministerial que muchos cristianos tratan a Dios como no
tratarían nunca a su jefe. Sirven al Señor de una forma que les
costaría el despido en cualquier empresa y, además, hemos de

42
estarles agradecidos, como si el privilegiado fuera Dios de tenerlos a
ellos y no al revés. Vivir para ver.

¿Vestido adecuadamente?

43
DIOS NO TE DEBE NADA

El reino de los cielos puede compararse al amo de una finca


que salió una mañana temprano a contratar jornaleros para su
viña. Convino con los jornaleros en pagarles el salario
correspondiente a una jornada de trabajo, y los envió a la
viña. Hacia las nueve de la mañana salió de nuevo y vio a
otros jornaleros que estaban en la plaza sin hacer nada. Les
dijo: “Id también vosotros a la viña. Os pagaré lo que sea
justo”. Y ellos fueron. Volvió a salir hacia el mediodía, y otra
vez a las tres de la tarde, e hizo lo mismo. Finalmente, sobre
las cinco de la tarde, volvió a la plaza y encontró otro grupo de
desocupados. Les preguntó: “¿Por qué estáis aquí todo el día
sin hacer nada?”. Le contestaron: “Porque nadie nos ha
contratado”. Él les dijo: “Pues id también vosotros a la viña”.
Al anochecer, el amo de la viña ordenó a su capataz: “Llama a
los jornaleros y págales su salario, empezando por los últimos
hasta los primeros”. Se presentaron, pues, los que habían
comenzado a trabajar sobre las cinco de la tarde y cada uno
recibió el salario correspondiente a una jornada
completa. Entonces los que habían estado trabajando desde la
mañana pensaron que recibirían más; pero, cuando llegó su
turno, recibieron el mismo salario. Así que, al recibirlo, se
pusieron a murmurar contra el amo diciendo: “A estos que
sólo han trabajado una hora, les pagas lo mismo que a
nosotros, que hemos trabajado toda la jornada soportando el
calor del día”. Pero el amo contestó a uno de ellos: “Amigo,
no te trato injustamente. ¿No convinimos en que trabajarías
por esa cantidad? Pues tómala y vete. Si yo quiero pagar a
este que llegó a última hora lo mismo que a ti, ¿no puedo
hacer con lo mío lo que quiera? ¿O es que mi generosidad va a
provocar tu envidia?”.
Así, los que ahora son últimos serán los primeros, y los que
ahora son primeros serán los últimos. (Mateo 20:1-16)

No debe sorprender la actitud del amo de la viña saliendo a


diferentes horas a contratar el mayor número de personas posible. La
vendimia se llevaba a cabo en una carrera contra reloj con el clima.
La lluvia o el granizo, tan común en la cuenca mediterránea a finales

44
del verano y principios del otoño, podía malograr la tan esperada
cosecha. Una situación de ese tipo podría justificar el añadir la mayor
cantidad posible de jornaleros incluso a las cinco de la tarde, cuando
ya tan sólo faltaba una hora para terminar la jornada laboral.
Después, a la hora de pagar los salarios, es cuando se produce la
sorpresa, tanto de los contratados a primera hora del día como los
que lo fueron casi al final. Todos recibieron la misma paga sin
excepción, lo correspondiente a todo un día de trabajo. ¿Cuál es la
aplicación para nosotros los seguidores de Jesús?
Pues que Dios no nos debe nada. Todos y cada uno de nosotros
hemos sido salvados única y exclusivamente por la gracia de Dios
manifestada en Jesús. Lo hemos sido a pesar de nuestra realidad, de
lo que somos, no debido a ello. Meditar en esta realidad debería de
llenar y satisfacer nuestras almas y generar en nosotros un
permanente sentido de gratitud hacia el Señor. Sin embargo, los
seres humanos somos como somos y con el paso del tiempo
empezamos a pensar que hemos generado derechos adquiridos, que
nuestro servicio hacia Dios y su Reino nos hace merecedores de vete
a saber qué. En resumen, comenzamos a generar expectativas.
Entonces es cuando comenzamos a compararnos con otros y
evaluamos el trato que reciben de Dios. Si experimentan o alcanzan
bendiciones que nosotros no obtenemos podemos ir pensando que
somos tratados de forma injusta de parte de Dios. En nuestra lógica
humana consideramos que si otros están recibiendo lo que obtienen,
nosotros, que tenemos más antigüedad, que desde nuestra
perspectiva hemos trabajado más y mejor para el Reino, deberíamos
de percibir mucho más. Nos sentimos, consecuentemente,
injustamente tratados igual que se sintieron los jornaleros de
la parábola Hemos olvidado que Dios no nos debe nada y que todo
aquello que somos y tenemos es fruto de la gracia y no de nuestros
méritos.
Es fácil olvidar esa tremenda verdad ¡Dios no nos debe nada! Cuando
lo hacemos le abrimos la puerta a la insatisfacción, a la envidia, al
disgusto con Dios. Comenzamos a centrarnos en aquello que no
tenemos y que consideramos merecer y nuestro corazón deja de ser
agradecido por todo aquello recibido.

¿Consideras que Dios está en deuda contigo?

45
EL CAPITAL Y LOS INTERESES
Igualmente [el reino de los cielos] es como un hombre que, al
irse de viaje, reunió a sus criados y les confió la
administración de sus negocios. A cada cual, de acuerdo con
su capacidad, le confió una cantidad de dinero: a uno le
entregó cinco talentos; a otro, dos; y a otro, uno. Luego
emprendió su viaje. El que había recibido cinco talentos
negoció con su capital y lo duplicó. El que había recibido dos
talentos hizo lo mismo, y también duplicó su capital. En
cambio, el que solamente había recibido un talento, tomó el
dinero del amo, hizo un hoyo en el suelo y lo enterró. Al cabo
de mucho tiempo regresó el amo y se puso a hacer cuentas
con sus criados. Llegó el que había recibido los cinco talentos
y, presentándole otros cinco, le dijo: “Señor, tú me entregaste
cinco talentos; mira, he logrado duplicarlos”. El amo le
contestó: “Está muy bien. Has sido un administrador honrado
y fiel. Y como has sido fiel en lo poco, yo te pondré al frente de
mucho más. Entra y participa en mi propia alegría”. Llegó
después el que había recibido dos talentos, y dijo: “Señor, tú
me entregaste dos talentos; mira, he logrado duplicarlos”. El
amo le dijo: “Está muy bien. Has sido un administrador
honrado y fiel. Y como has sido fiel en lo poco, yo te pondré al
frente de mucho más. Entra y participa en mi propia
alegría”. Por último, llegó el que solamente había recibido un
talento, y dijo: “Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que
pretendes cosechar donde no sembraste y recoger donde no
esparciste. Tuve miedo y escondí tu dinero bajo tierra. Aquí lo
tienes”. El amo le contestó: “Administrador malo y holgazán:
si sabías que yo cosecho donde no he sembrado y recojo
donde no he esparcido, ¿por qué no llevaste mi dinero al
banco? Así, a mi regreso, yo habría recibido el capital más los
intereses. ¡Quitadle, pues, la parte que le confié y
entregádsela al que tiene diez partes! Porque a todo el que
tiene, aún se le dará más, y tendrá de sobra; pero al que no
tiene, hasta lo que tenga se le quitará. Y a este criado inútil
arrojadlo fuera, a la oscuridad. Allí llorará y le rechinarán los
dientes”. (Mateo 25: 14-30)

Es posible que haya muchas más pero personalmente veo tres


grandes lecciones para los seguidores de Jesús en esta parábola:
Dios da a cada uno según su capacidad, El Señor espera un buen uso
de los recursos encomendados y, finalmente, a mayor fidelidad más
recursos. Comencemos con la primera de ellas.

46
El principio bíblico de la mayordomía es simple pero poderoso. Nada
de lo que somos y tenemos nos pertenece a nosotros sino al Señor.
Es propiedad suya por creación y por redención y nosotros lo
recibimos en calidad de administradores. Estamos, pues, haciendo
uso de unos recursos -incluyendo nuestra vida- que no nos
pertenecen y sobre los cuales tendremos, más tarde o más
temprano, que rendir cuentas. Es en este cuadro marco que hemos
de entender el concepto de que todos y cada uno de nosotros hemos
recibido "de acuerdo con nuestra capacidad" y, por tanto, se nos
exigirá en relación a lo que hemos recibido para ser administrado.
Sabemos que uno de los atributos del Señor es su justicia. Esto nos
da la seguridad que a ninguno de nosotros se nos va a pedir más allá
de nuestra capacidad. Pero tampoco por debajo de la misma. Se
espera que cada uno de nosotros esté a la altura de lo que se nos ha
encomendado para ser administrado.

Para mí eso produce mucha paz con relación a las expectativas que
se tienen sobre mí. También lo veo como un antídoto contra la
envidia. Aquel que ha recibido más es sin duda porque tiene mayor
capacidad para administrar, pero también se tienen expectativas más
altas sobre él, se espera que genere más rendimiento y beneficio. Por
tanto, la cuestión no es si me hubiera gustado recibir más o menos,
sino qué hago con aquello que me ha sido encomendado, como lo
administro de manera que crezca, se multiplique y de fruto.

Un último comentario al respecto de lo encomendado ¿Con qué


finalidad nos ha sido dado? Una mala interpretación de la enseñanza
bíblica acerca de la mayordomía consiste en reducirla a la práctica del
diezmo. Doy el diez por ciento de mis ganancias y vivo sin tener que
rendir cuentas a nadie con el noventa por ciento restante. Todo lo
encomendado- incluyendo nuestra vida- lo ha sido para que podamos
usarlo para la construcción del Reino y bendición de la humanidad. El
Señor continúa amando a un mundo roto y su providencia -dando
dones a los hombres- sigue proveyendo para hacernos la vida mejor
y más fácil. Dones artísticos, científicos, tecnológicos, creativos que
hacen que intentemos mejorar la vida en nuestro planeta.

Eres un administrador de aquello que te ha sido encomendado según


tu capacidad. Se espera de ti que lo uses de manera sabia para
honrar a Dios y bendecir a la humanidad.

Haz un inventario, lo más extenso posible, de todo aquello que


te ha sido encomendado por el Señor.

47
EL CAPITAL Y LO INTERESES II

Dios tiene expectativas de cada uno de nosotros. Las mismas tienen


relación con los dones encomendados y éstos con nuestra capacidad.
Dios espera diferentes cosas de cada uno de nosotros y los demás
nunca deben ser un referente de comparación, ni para justificar lo
mucho ni lo poco que eventualmente hagamos o dejemos de hacer.
Dios, como indicaba en la anterior reflexión, espera de cada uno de
nosotros que los talentos y dones otorgados los usemos para la
construcción de su Reino y beneficio de la humanidad.

Eso me hace pensar en lo importante que es tener un buen


conocimiento de uno mismo, saber cómo somos y qué contribución
podemos hacer. Identificar nuestros talentos naturales y dones
espirituales y esforzarnos por entender de qué modo pueden
contribuir a esos dos grandes propósitos antes mencionados. El
pasaje tiene un tono de clara advertencia. Nos anima a ser diligentes
y no olvidar que llegará un momento en que tendremos que explicar
en qué medida hemos cumplido las expectativas que el Señor había
depositado en nosotros. El punto no es la cantidad de talentos
recibidos sino el uso dado a los otorgados. El problema del
administrador que recibió tan sólo uno no fue la cantidad sino la
negligencia en el uso de lo encomendado. A este respecto, William
Barclay en su comentario a esta parábola afirma: "Dios no quiere
tanto gente extraordinaria haciendo cosas extraordinarias, como
desea gente ordinaria que hace cosas ordinarias extraordinariamente
bien".

Nuestro trabajo de cada día, sea en una fábrica, una oficina, una
tienda, un hospital, una entidad financiera, una iglesia, un hogar,
una obra en construcción, es nuestro talento puesto al servicio de
Dios y la humanidad. Hagámoslo pues extraordinariamente bien.

¿Qué tipo de administrador eres? ¿Cómo refleja tu trabajo


cotidiano el principio bíblico de la mayordomía? ¿Qué
excelencia refleja lo que haces?

48
EL CAPITAL Y LOS INTERESES III

Jesús afirma en esta parábola que aquel que tiene todavía recibirá
más; contrariamente, el que tiene poco, hasta ese poco le será
quitado. Es una frase paradójica, como tantas otras que encontramos
en la Biblia en general y las enseñanzas del Maestro en particular. La
paradoja es un hecho o dicho que parece contrario a la lógica. Jesús
enseña que hay más felicidad en dar que en recibir, que para vivir
hay que morir, que el mayor es el menor y así una tras otra. Las
paradojas de Jesús desafían la lógica, la forma de pensar y los
valores de la sociedad en la que nos ha tocado vivir y, precisamente
por eso, a sus seguidores nos coloca en una disyuntiva, seguir la
lógica del Reino de Dios o, por el contrario, la de nuestro mundo. El
Espíritu nos invita a seguir al Maestro, la razón, con demasiada
frecuencia, nos indica que no parece tener mucho sentido.

En el Reino cuanta más fidelidad muestras más capacidad recibes de


parte del Señor, más bendecido es tu servicio y más oportunidades
nuevas se generan para ser bendecido y bendecir a otros. Cuantas
más usas tus dones y talentos más se desarrollan los mismos y,
consecuentemente más logros obtienes y más impacto produces en
las vidas de otros. De alguna manera el uso continuado de aquello
que el Señor te ha confiado genera en ti una capacidad para crear
nuevas oportunidades y detectar la ya existentes. Es como la
musculatura, su uso continuado lo desarrolla más y más. Pero lo
contrario también es cierto, cuanto menos se usa un determinado
músculo más se va atrofiando y perdiendo su elasticidad y capacidad
de trabajo. Aquel que no usa los dones y talentos otorgados por el
Señor verá que cada vez tiene menos capacidad y cada vez detecta y
aprovecha menos las muchas oportunidades que Dios le da. Su
impacto en la vida de otros es nulo y su crecimiento espiritual cero.

Son dos espirales contrapuestas, una es la espiral del crecimiento, la


madurez y el impacto constante y creciente. La otra, la de
estancamiento personal, en el seguimiento de Jesús y en el impacto
en un mundo roto. La brecha entre ambas no para de crecer con el
paso del tiempo.

¿Cuál de las dos espirales describe mejor tu vida?

49
DOS HIJOS, DOS ACTITUDES

¿Qué os parece? Una vez, un hombre que tenía dos hijos le


dijo a uno de ellos: “Hijo, hoy tienes que ir a trabajar a la
viña”. 29 El hijo contestó: “No quiero ir”. Pero más tarde
cambió de idea y fue. 30 Lo mismo le dijo el padre al otro hijo,
que le contestó: “Sí, padre, iré”. Pero no fue. 31 Decidme, ¿cuál
de los dos cumplió el mandato de su padre? Ellos
respondieron:— El primero. Y Jesús añadió: — Pues os aseguro
que los recaudadores de impuestos y las prostitutas van a
entrar en el reino de Dios antes que vosotros. (Mateo 21:28-
31)

Como tantas parábolas esta tiene una aplicación inmediata para los
oyentes originales y otra más universal para todos nosotros. En
cuanto a la primera, sus primitivos oyentes fueron los jefes de los
sacerdotes y los ancianos que cuestionaron a Jesús por haber
expulsado a los mercaderes del templo. El Maestro no les responde
sus preguntas, sin embargo, los confronta con esta parábola. La
interpretación es evidente y cae por sí misma. Los sacerdotes,
escribas y ancianos se llenaban la boca con el nombre de Dios, su
voluntad y su ley; ahora bien, cuando el Señor vino en forma humana
no respondieron a su llamado. Contrariamente, aquellos que según la
casta religiosa de Israel eran despreciables y estaban fuera del círculo
de la bendición de Dios, recaudadores de impuestos y prostitutas
entre otros, respondieron gozosamente a su llamado inclusivo.

Personalmente me ha hecho pensar y me ha desafiado enormemente


lo que podría ser una aplicación más universal de la misma. Me
genera muchas dudas y preguntas la realidad de que muchos que nos
denominamos seguidores del Maestro vivimos de tal manera que
nuestro estilo de vida invalida nuestro discurso. No cabe duda que
tenemos un lenguaje religioso, ciertas prácticas y costumbres y que
nos gozamos en considerarnos superiores moralmente a la media de
la población. Sin embargo, nuestras escandalosas omisiones en
comprometernos y tratar de paliar las necesidades de un mundo
roto, desautorizan nuestras vidas a los ojos de Dios y del mundo.
Somos muy parecidos al segundo hijo de la parábola. Afirmamos,
pero luego no hacemos.

En contraste tenemos a tantas y tantas personas en este mundo que


no conocen a Dios, no tienen una relación personal con Él e incluso
abiertamente lo rechazan (No en pocos casos debido a la
incoherencia de aquellos que nos llamamos sus seguidores) y, sin
embargo, tanto si no nos gusta, no lo admitamos, nos resulte

50
chocante e incluso vergonzante viven abierta y fuertemente
comprometidos con un mundo roto y sus necesidades de todo tipo.
Honestamente, no sé a ti que sentimientos y pensamientos te genera
esa realidad, pero a mí me lleva a verme confrontado con las
palabras que el mismo Jesús pronunció: "¿Cuál de los dos cumplió el
mandato de su padre?".

¿Cuál de los dos hijos representa mejor tu situación?

51
RESULTA PEOR AL FINAL QUE AL PRINCIPIO

Cuando un espíritu sale de una persona y anda errante por


lugares desiertos en busca de descanso, y no lo
encuentra, 44 se dice a sí mismo: “Regresaré a mi casa, de
donde salí”. Si, al llegar, la encuentra desocupada, barrida y
arreglada,45 va, reúne a otros siete espíritus peores que él y
todos juntos se meten a vivir allí, de manera que la situación
de esa persona resulta peor al final que al principio. Así le
sucederá a esta gente perversa. (Mateo 12:43-45)

Nuevamente la parábola tiene dos aplicaciones, la inmediata y la


universal. La primera de ellas tiene que ver con el rechazo que su
generación hizo de Jesús. No cabe duda que la situación posterior de
Israel vino a ser peor que la primitiva. La negativa a aceptar al
Mesías dejó al pueblo sumido en una crisis espiritual aún más
profunda y lo alejó históricamente de poder disfrutar la intervención
de Dios y participar en su Reino. ¿Pero que hay acerca de la
aplicación más universal?

Era la creencia en Israel que las casas abandonadas eran una


invitación para los malos espíritus a vivir y adueñarse de ellas. Los
judíos procuraban no acercarse demasiado a las viviendas que
estaban desocupadas y pocos habrían aceptado irse a vivir a una
casa que hubiera estado una larga temporada sin haber estado
habitada; era una apuesta bastante segura por irse a vivir a un lugar
habitado por malos espíritus. El principio que veo implícito es que el
vacío siempre tiene que llenarse y si no se hace con las cosas
adecuadas es una invitación a que lo hagan aquellas que son
inadecuadas y potencialmente dañinas.

En términos prácticos veo que, si Dios, su Palabra, su carácter, sus


prioridades, sus valores, su forma de entender y ver el mundo no
llenan nuestro corazón y nuestra vida, otras cosas ajenas a Él
comenzarán a implantarse, a echar raíces y a crecer, ocupando más y
más lugar hasta que llegue un momento en que no haya espacio
posible para Dios, su Reino y su misión. Cierro los ojos y puedo
pensar en multitud de amigos y compañeros míos que comenzaron el
camino del seguimiento del Maestro, sin embargo, en un momento
determinado dejaron de llenarse de Dios y, naturalmente, otras cosas
comenzaron a ocupar el lugar que a Él le correspondía arrinconándolo
y llevándolo al margen o, en algunos casos, a la total expulsión de la
vida que se saturó de otras prioridades. En este sentido es posible
afirmar que su situación resulta peor al final que al principio.

52
Yo diría que la creación tiene horror al vacío y cuando uno se
presenta debe ser automáticamente llenado.

¿Qué llena tu vida?

53
CÁLCULOS PREVIOS

Iba mucha gente acompañando a Jesús. Y él, dirigiéndose a


ellos, les dijo: — Si uno quiere venir conmigo y no está
dispuesto a dejar padre, madre, mujer, hijos, hermanos y
hermanas, e incluso a perder su propia vida, no podrá ser
discípulo mío. Como tampoco podrá serlo el que no esté
dispuesto a cargar con su propia cruz para seguirme. Si alguno
de vosotros quiere construir una torre, ¿no se sentará primero
a calcular los gastos y comprobar si tiene bastantes recursos
para terminarla? No sea que, una vez echados los cimientos,
no pueda terminarla, y quede en ridículo ante todos los que, al
verlo, dirán: “Ese individuo se puso a construir, pero no pudo
terminar”. O bien: si un rey va a la guerra contra otro rey, ¿no
se sentará primero a calcular si con diez mil soldados puede
hacer frente a su enemigo, que avanza contra él con veinte
mil? Y si ve que no puede, cuando el otro rey esté aún lejos, le
enviará una delegación para proponerle la paz. Del mismo
modo, aquel de vosotros que no renuncie a todos sus bienes,
no puede ser discípulo mío. (Lucas 14:25-33)

La reciente crisis económica dejó el paisaje español lleno de obras


inacabadas como las que muestra la fotografía. Empresarios que no
supieron o no pudieron hacer bien sus números y,
consecuentemente, no pudieron terminar aquello que comenzaron.
Esas obras son verdaderos monumentos a la imprevisión, a la falta
de reflexión acerca de los costes implicados. Testimonios que llenan
los pueblos y las ciudades españolas. Testigos mudos de un
entusiasmo inicial que se demostró insostenible a lo largo del tiempo.
Si algo caracterizó siempre a Jesús fue su brutal honestidad. En
términos de mercadeo podríamos afirmar que hizo todo lo posible por
desanimar a las personas para que lo siguieran. Nunca prometió lo
que no podía dar, tampoco edulcoró las implicaciones de seguirlo
mostrándonos un camino de color rosa. Su invitación por medio de
estas dos parábolas fue a tomar una decisión en favor suyo basada
en la reflexión cuidada y serena de los puntos a favor y en contra, del
precio que es necesario afrontar. Todos nosotros podemos mirar
hacia atrás en nuestra experiencia y ver decisiones que fueron
tomadas al albur, motivados por el entusiasmo, los buenos deseos,

54
un flujo de adrenalina y, que, sin embargo, el tiempo mostró que
eran insostenibles, poco realistas y nada previsoras de los potenciales
inconvenientes que podrían presentarse a lo largo del camino.
El camino del seguimiento de Jesús está también lleno de proyectos
de discipulado fracasados. Personas que a mitad del camino
consideraron que era demasiado duro, complicado y retador y,
consecuentemente, prefirieron pararse y plantarse antes que seguir.
Fallaron los recursos emocionales, intelectuales y espirituales para
seguir adelante. No había la suficiente preparación para dicho viaje ni
una clara comprensión de las dificultades que esperaban en el
itinerario. No veo desprecio en los ojos de Jesús; tan sólo la tristeza
por tanto dolor y sufrimiento que podrían haberse evitado
simplemente con su consejo de calcular el precio que había que pagar
antes de comenzar.
Por extensión las dos parábolas de este texto son una invitación para
antes de comenzar cualquier proyecto en la vida hacer una valoración
reflexiva de nuestra capacidad, no para ponerlo en marcha, sino para
completarlo. Veo que en la Biblia lo que verdaderamente cuenta no
son los buenos principios, más bien los buenos finales.

¿En qué situaciones de tu vida son aplicables los principios de


estas dos parábolas?

55
PERDIDOS Y HALLADOS

Todos los recaudadores de impuestos y gente de mala


reputación solían reunirse para escuchar a Jesús. Al verlo, los
fariseos y los maestros de la ley murmuraban: — Este anda
con gente de mala reputación y hasta come con ella.
Jesús entonces les contó esta parábola: — ¿Quién de vosotros,
si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja en el
campo las otras noventa y nueve y va en busca de la que se le
había perdido? Cuando la encuentra, se la pone sobre los
hombros lleno de alegría y, al llegar a casa, reúne a sus
amigos y vecinos y les dice: “¡Alegraos conmigo, porque ya
encontré la oveja que se me había perdido!”. Pues yo os digo
que, igualmente, hay más alegría en el cielo por un pecador
que se convierta que por noventa y nueve justos que no
necesiten convertirse. (Lucas 15:1-7)

Lucas 15 es, sin ningún tipo de dudas, uno de los más bellos
capítulos de la Biblia. En el se encuentran tres parábolas, la oveja, la
moneda y el hijo que son especialmente importantes porque nos
hablan acerca del carácter de nuestro Dios y la actitud que tiene
hacia las personas que no le conocen. Las tres parábolas, como lo
indican los versículos que preceden a la primera, nacen como
consecuencia de los comentarios negativos que los fariseos y los
maestros de la ley hicieron ante el tipo de relaciones que frecuentaba
y cultivaba Jesús. Estos dos colectivos se consideraban a sí mismos
personas de alta condición moral, superiores a la media y,
naturalmente, muy por encima de los recaudadores de impuestos y
otras personas de mala reputación. Estos dos últimos resumían todo
lo que ellos no querían ser y rechazaban. Las estrictas costumbres
que los religiosos practicaban les impedían cualquier tipo de trato con
aquellas personas a las que despreciaban profundamente. La actitud
de Jesús les resultaba altamente escandalosa. El Maestro, no
solamente se relacionaba con ellos, sino que frecuentaba sus casas y
participaba de la mesa con ellos. Sentarse a la mesa era mucho más
que alimentarse juntos. Era un símbolo inequívoco de camaradería,
compañerismo y comunión. Que Jesús se relacionara con ellos estaba
mal, que intimara era un total escándalo.

56
Los fariseos, escribas y maestros de la ley no tenían el más mínimo
atisbo de compasión hacia los pecadores. Esa virtud no formaba parte
de su vocabulario y estaban convencidos que Dios, justo hasta lo
excelso, no podía tampoco tener ese tipo de actitudes hacia los
impuros. En su comprensión del mundo los paganos estaban
destinados a ser destruidos por Dios y eso era algo que ellos mismos
esperaban y ansiaban poder ver. En contraste con la afirmación
hecha por Jesús de que hay alegría en el cielo por un pecador que se
convierte, ellos consideraban que la alegría se producía cada vez que
uno era aniquilado ¡Tal era la visión y comprensión que tenían del
Señor y su carácter!

Al meditar sobre esta parábola me pregunto cuáles serían los


equivalentes contemporáneos de los recaudadores de impuestos y
otras personas de mala reputación. ¿Nos escandalizaríamos de ver a
Jesús relacionándose e incluso intimando con miembros de los
colectivos LGBT? ¿Cuál sería su actitud hacia ellos? ¿Dónde
deberíamos posicionarnos nosotros con respecto al colectivo antes
mencionado, y otros muchos, que producen en nosotros un profundo
rechazo e incluso desprecio?

¿Qué nos enseña Jesús acerca de cuál debería ser nuestra


actitud hacia los colectivos moralmente reprobables?

57
PERDIDOS Y HALLADOS, LA OVEJA
Vale la pena recordar nuevamente que el centro de estas parábolas
es Dios y su actitud hacia las personas que no le conocen y no tienen
la oportunidad de una relación personal y significativa con Él. Por
tanto, creo que la reflexión y las enseñanzas deben girar alrededor de
ese vértice. Hay tres cosas que poderosamente me llaman la
atención. Primero, el valor que Dios da a un único individuo.
Honestamente, 99 no es un mal número. El rastreo de la oveja
perdida era una tarea ardua y peligrosa. No es aventurado afirmar
que el pastor se jugaba la vida en los múltiples accidentes
geográficos de las tierras de Palestina y las alimañas que poblaban la
zona, especialmente durante las noches. Hasta cierto punto su
búsqueda de la oveja perdida podía suponer un peligro para el resto
del rebaño, que aunque puesto a buen recaudo como afirma el texto,
podía sufrir la ausencia del pastor.

Segundo, el Dios que toma la iniciativa. Es un principio espiritual que


nunca hemos de perder de vista. Jesús afirmó ante los fariseos que
"mi Padre siempre trabaja y por eso yo trabajo". El Señor ni ha
cesado, ni cesa, ni cesará en continuar tomando la iniciativa de
acercarse y acercar al pecador hacia Él. Estoy convencido que utiliza
las circunstancias, experiencias, personas y situaciones de la vida
para trabajar en el corazón de aquellos que necesitan de Él. Todo ello
en unión con el Espíritu Santo, el único que puede convencer a una
persona de la necesidad de Dios. A menudo tengo la tendencia a
creer que el hecho de que las personas se acerquen al Padre depende
mí y mi diligencia. Sin obviar mi responsabilidad al respecto me
produce un gran descanso saber que es totalmente al contrario, Dios
es el gran iniciador.

Tercero, el Dios que se goza. El gozo es un sentimiento mucho más


profundo que la alegría. Esta última es pasajera, circunstancial, fruto
de estímulos externos. El gozo es permanente, un estado de íntima
satisfacción por el logro de algo altamente deseado y preciado. Me
produce una profunda emoción el pensar en un Dios al que los
millones de seguidores que ya tiene, todos aquellos que viven
intentando hacer su voluntad, no le privan del gozo y la profunda
satisfacción de ver que alguien más a vuelto a casa para tener una
relación personal con Él.

Piensa en estas tres características de Dios: el valor de uno, la


iniciativa y el gozo ¿Cuán presentes están en tu relación hacia
aquellos que no conocen al Señor?

58
PERDIDOS Y HALLADOS, LA MONEDA

O también, ¿qué mujer, si tiene diez monedas y se le pierde


una de ellas, no enciende una lámpara y barre la casa y la
busca afanosamente hasta que la encuentre? 9 Y cuando la
encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: “¡Alegraos
conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había
perdido!”.10 Pues yo os digo que, igualmente, se alegran los
ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta. (Lucas
15: 8-10)

Los estudiosos de la Palabra nos indican que existen dos posibles


interpretaciones al significado de la moneda perdida. La primera
podría referirse a una dracma, moneda griega de plata y que
equivalía al valor de lo que ganaban un jornalero por un día de
trabajo. Perder semejante cantidad de dinero podía significar un
auténtico desastre financiero para la familia; eso explicaría el afán
por tratar de recuperarla. La segunda podía referirse a una de las
monedas que engarzadas las unas con las otras formaban una
especie de collar o diadema que poseían todas las mujeres casadas.
Desde muy temprana edad iban ahorrando el dinero suficiente para
poderse confeccionar dicha humilde joya que sería en aquella época
lo más parecido a nuestros anillos de alianza o compromiso. Esto
también nos ayudaría a entender el afán por buscarla, poniendo toda
la casa patas arriba y el gozo y alegría compartido con sus amigas.
Todas ellas podían entender el valor sentimental que aquella moneda
perdida y encontraba tenía para la mujer y, consecuentemente,
podían compartir con ella el gozo de haberla encontrado.

Esta parábola es muy similar a la de la oveja perdida y, sin embargo,


tiene un matiz que la hace singular y le añade una perspectiva de la
que carece la otra. Alguien debió de ser responsable de la pérdida de
la moneda. Estas no tienen vida propia y, a diferencia de las ovejas,
no tienen autonomía para perderse yendo por lugares y caminos que
no debieran. Fue mal guardada, poco mantenida y como
consecuencia una de las monedas se desprendió del resto. Lo cierto
es que no lo podemos saber con certeza, pero alguien debió ser
responsable del extravío. Personalmente me hace pensar en todos
aquellos que se han alejado de la fe como consecuencia de nuestras
negligencias. Tal vez fue pecado claro y manifiesto en nuestras vidas
que provocó decepción en aquellos que estaban tratando de seguir a
Jesús. Pudo ser una cuestión de negligencia en entender y poder
ministrar sus necesidades que pasaron inadvertidas para nosotros.
Tal vez no supimos interpretar los signos de petición de ayuda que
nos emitieron. También es posible que una vez que desaparecieron

59
ya no hiciéramos nada por recuperarlos, por mantener el contacto,
por continuar en contacto con ellos y dejar siempre una puerta
abierta.

Una vez más esta parábola nos habla y enseña de un Dios que toma
la iniciativa, al que las nueve monedas que todavía restaban no le
parecían suficientes porque la joya, por humilde que pudiera ser,
estaba incompleta. Un Dios que en imitación suya nos invita a ir tras
aquellos que por una razón u otra están perdidos.

¿Quién hay en tu entorno que cae dentro de esta categoría?


¿Qué puedes hacer por ellos?

60
PERDIDOS Y HALLADOS, EL HIJO

Y les contó también:


— Había una vez un padre que tenía dos hijos. El menor de
ellos le dijo: “Padre, dame la parte de la herencia que me
corresponde”. El padre repartió entonces sus bienes entre los
dos hijos. Pocos días después, el hijo menor reunió cuanto
tenía y se marchó a un país lejano, donde lo despilfarró todo
de mala manera. Cuando ya lo había malgastado todo,
sobrevino un terrible período de hambre en aquella región, y
él empezó también a padecer necesidad. Entonces fue a pedir
trabajo a uno de los habitantes de aquel país, el cual lo envió
a sus tierras, a cuidar cerdos. Él habría querido llenar su
estómago con las algarrobas que comían los cerdos, pero
nadie le daba nada. Entonces recapacitó y se dijo: “¡Cuántos
jornaleros de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo
estoy aquí muriéndome de hambre! Volveré a mi padre y le
diré: Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no
merezco que me llames hijo; trátame como a uno de tus
jornaleros”. Inmediatamente se puso en camino para volver a
casa de su padre. Aún estaba lejos, cuando su padre lo vio y,
profundamente conmovido, salió corriendo a su encuentro, lo
estrechó entre sus brazos y lo besó. El hijo empezó a decir:
“Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco que
me llames hijo”. Pero el padre ordenó a sus criados: “¡Rápido!
Traed las mejores ropas y vestidlo, ponedle un anillo en el
dedo y calzado en los pies. Luego sacad el ternero cebado,
matadlo y hagamos fiesta celebrando un banquete. Porque
este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; se había
perdido y lo hemos encontrado”. Y comenzaron a hacer
fiesta. En esto, el hijo mayor, que estaba en el campo, regresó
a casa. Al acercarse, oyó la música y los cánticos. Y llamando
a uno de los criados, le preguntó qué significaba todo
aquello. El criado le contestó: “Es que tu padre ha hecho
matar el becerro cebado, porque tu hermano ha vuelto sano y
salvo”. El hermano mayor se irritó al oír esto y se negó a
entrar en casa. Su padre, entonces, salió para rogarle que
entrara. Pero el hijo le contestó: “Desde hace muchos años
vengo trabajando para ti, sin desobedecerte en nada, y tú

61
jamás me has dado ni siquiera un cabrito para hacer fiesta con
mis amigos. Y ahora resulta que llega este hijo tuyo, que se ha
gastado tus bienes con prostitutas, y mandas matar en su
honor el becerro cebado”. El padre le dijo: “Hijo, tú siempre
has estado conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero ahora
tenemos que hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano
estaba muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y lo
hemos encontrado”. (Lucas 15:11-32)

En mi modesta opinión esta parábola es una auténtica obra maestra


en muchos sentidos. Está tan llena de contenido y significado que se
hace preciso más de un estudio para poderle sacar todo el contenido,
las riquezas y las enseñanzas que contiene. Me ha parecido que la
mejor manera de abordarlo es tomando cada uno de los tres
personajes involucrados en la historia: el hijo que marchó, el padre y,
finalmente, el hijo que permaneció en la casa.
El hijo que marchó representa a la perfección el viaje espiritual que
muchísimas personas llevan a cabo. Un viaje con diferentes etapas
que vale la pena considerar y tener en cuenta. La primera de las
mismas es el abandono de la casa del padre. Ciertamente hubo un
día en que marchó físicamente, sin embargo, aquel muchacho ya
hacía tiempo que había dejado la casa emocionalmente hablando.
Todo abandono físico va siempre precedido por un abandono
emocional. Aquel muchacho debía de haber estado fantaseando
acerca de cómo debería de ser la vida en libertad, sin las ataduras
que percibía tener en el hogar paterno. Sin duda había visualizado
una y otra vez el marchar y vivir una vida diferente. No importaba
para nada todo aquello que podía tener en su casa; comparado con
aquello que soñaba y a lo que aspiraba carecía de valor, sentido y
significado.
La segunda de las etapas es vivir y experimentar la vida al margen
de Dios. No cabe la menor duda que aquel muchacho con dinero en el
bolsillo tuvo acceso a todo tipo de productos y experiencias y gozó de
todo aquello que la vida fuera de los controles y supervisión paterna
podía ofrecer. Sin duda, hay ventajas viviendo al margen de Dios.
Una vida sin control, centrada en uno mismo, sin compromisos hacia
el Señor o hacia el prójimo, sin tener la responsabilidad de vivir como
un agente de restauración da sus dividendos, especialmente cuando

62
la vida sonríe y el viento va de popa. Nunca he creído esa leyenda
urbana que afirma que todo aquel que vive al margen de Dios es un
desgraciado y su vida carece totalmente de sentido y significado. Hay
muchas personas que, sin tener al Señor en sus vidas, aún más,
rechazándolo abiertamente, viven felices y dichosas y sus vidas les
resultan plenamente satisfactorias.
La tercera etapa consiste en experimentar las consecuencias de vivir
al margen de Dios. Hay leyes bíblicas que no pueden ser
transgredidas sin pagar el precio por ello. La ley de Moisés ya
afirmaba que nuestro pecado más tarde o más temprano nos
alcanzaría. Pablo indicaba que Dios no podía ser burlado y que todo
aquello que el hombre siembra eso mismo recogerá. Aquel muchacho
experimentó las consecuencias del tipo de conducta que libremente
había escogido. Los recursos se acabaron, los amigos se esfumaron y
tuvo que enfrentarse con su propia realidad y emplearse, nada más
ni nada menos que cuidando puercos ¡Pocas cosas pueden ser más
degradantes para un judío!
Recapacitar o volver en sí es la cuarta de las etapas. Es un momento
de lucidez en la que uno es consciente de su realidad y condición,
puede sincerarse consigo mismo y abandonar todo tipo de
justificaciones y racionalizaciones. Las cosas no andan bien y hace
falta mucho más valor para reconocer la realidad que para sublimarla
o ignorarla. Sin embargo, lamentablemente, no todo el mundo llega a
este punto. Muchas personas, por muchas razones, no son capaces
de tener una percepción realista de la situación en la que están
viviendo. El orgullo, la proyección de la culpa de su estado sobre
otros, la racionalización y otros procesos mentales pueden hacer que
una persona nunca quiera o pueda reconocer su situación espiritual.
Este paso es el previo y necesario para poder tomar la decisión de
volver a la casa del padre. Sin embargo, es un paso que no todos dan
y aquí acaba su viaje espiritual.
Finalmente, está el regreso al hogar. Hace falta reunir mucho valor
intelectual, emocional y espiritual para tomar esa decisión. He
conocido a muchas personas que, como indicaba anteriormente,
nunca lo han podido hacer. Personas que con tristeza afirman que les
gustaría tener la fe que uno tiene, que debe ser maravilloso poder
vivir con Dios pero que, lamentablemente, ellos no pueden. Otros,
por el contrario, lo hacen. Tienen una percepción muy clara de su

63
realidad y saben que ya no hay nada que perder, sólo se puede
mejorar, ninguna situación por dura que pueda parecer, será peor
que la que están experimentando y viviendo en esos momentos.
Regresan a la casa y están abiertos a esperar cualquier cosa de ese
regreso.

En ese viaje espiritual ¿En qué etapa te encuentras? ¿Cuál


debería ser tu próximo paso?

64
PERDIDOS Y HALLADOS, EL HIJO II

Al comenzar este comentario vale la pena recordar que Dios


representa al padre de la parábola y su actitud hacia el ser humano
en necesidad. La figura paterna es fascinante cuando se estudia.
Aquel padre fue gravemente ofendido por su hijo menor. Pedirle en
vida la herencia equivalía a decirle: "ojalá estuvieras muerto, así yo
podría disfrutar de tus bienes y vivir mi propia vida". A pesar de lo
ofensivo de aquellas palabras el padre decidió respetar su deseo y le
dio la herencia que, como sabemos por la historia, malgastó viviendo
de una forma disipada y desordenada.

Pero, como todos sabemos, finalmente aquel hijo decidió volver al


hogar. El mismo era plenamente consciente que no podía aspirar a
recuperar el lugar que había ocupado. Sabía que a lo máximo que
podía obtener era ser acogido como un trabajador, un jornalero; eso
al menos le garantizaba un mínimo de dignidad, techo y comida. La
historia cuenta que ya de regreso el padre corrió a su encuentro y lo
abrazo. Vale la pena tener en cuenta ciertos detalles culturales. La
ley de Moisés afirmaba que si un hijo era contumaz y rebelde lo que
merecía era la muerte. la historia de aquel hijo era, sin duda,
conocida por todos los lugareños. Siguiendo la enseñanza de la ley
mosaica, cualquier persona podría haberle quitado la vida al hijo...
salvo que el padre le abrazara. Por eso en la parábola el padre corre
para abrazar a su hijo y de esa manera preservarle la vida, evitar que
alguien pudiera dañarlo tal y como la ley permitía. Pero hay otro
detalle que vale la pena tener en cuenta. Correr era algo totalmente
indigno para una persona de cierta posición. Sin embargo, a aquel
padre no le importó perder su dignidad delante de sus vecinos y
conocidos con tal de poder preservar la vida de un hijo que,
legalmente, no lo merecía.

Pero las sorpresas que nos brinda este padre continúan. El texto nos
dice que no hizo caso del discurso de arrepentimiento que el hijo
había elaborado. Al contrario, ordenó que se le calzara y se le pusiera
un anillo y, además, que se prepara fiesta para celebrar el regreso.
Todo está lleno de significado. El anillo era símbolo de pertenencia a
la familia. Sólo los esclavos iban descalzos. Esas dos órdenes, anillo y
zapatos, representan una total redención para ese hijo. La fiesta sirve
para expresar la alegría de un hijo que había estado perdido y ahora
ha sido hallado.

La historia es linda, sin duda, pero tal vez observada desde nuestra
perspectiva de dos mil años hace que perdamos de vista el increíble
precio que tuvo que pagar aquel padre para recuperar a su hijo. Los
conocedores de la cultura bíblica nos dicen que un padre en los

65
tiempos de Jesús nunca habría actuado de aquella forma. A los ojos
de sus vecinos había perdido su autoridad y dignidad al perdonar a su
hijo, había actuado contra el sentido común y la justicia. Sin duda su
manera de proceder habría sido motivo de comentario en toda la
región y, podemos garantizar, que aquellos comentarios no habrían
sido para nada positivos. No olvidemos que incluso su propio hijo
censuró su proceder.

Pero así es Dios. Jesús usó esta parábola para mostrar a un Dios que
sorprendía a aquellos que escuchaban el relato, un Dios que no
actuaba conforme lo que la lógica y el sentido común dictaban. Un
Dios lleno de gracia.

Si estamos llamados a imitar a nuestro Padre ¿De qué forma


ha de afectar a tu vida cotidiana saber que Dios es así?

66
PERDIDOS Y HALLADOS, EL HIJO III
El tercer personaje en liza en esta parábola es el hermano mayor. A
menudo tenemos la tendencia a pensar que fue el menor de ellos
quien estaba perdido, sin embargo, desde el punto de vista espiritual
el mayor de ambos no estaba en una situación mejor; así lo
demuestra su reacción ante la situación. Hay varios aspectos que vale
la pena destacar.

Primero, su incapacidad de sentir misericordia por su hermano


perdido. Sus sentimientos son totalmente contrarios a los de su
padre. Mira las cosas desde el lado de la ley, le parece tener toda la
razón del mundo para estar ofendido y enfadado y, lo cierto es que la
tiene, el trato que está recibiendo su hermano es injusto. Pero la
gracia no entiende de justicia o injusticia sino de necesidades. Y
aquel hermano perdido, si ha de ser recuperado y redimido lo que
necesita no es la ley -incapaz de redimir a nadie- sino la gracia
transformadora, escandalosa e injusta.

Segundo, su juicio hacia la actitud de su padre. El hermano, no sólo


es incapaz de sentir misericordia y alegrarse por el regreso del
perdido, sino que juzga la conducta de su padre y la considera injusta
e indigna. Su sentido de la justicia es más alto que el de su propio
padre -el principal ofendido en esta historia, no lo olvidemos- y
aunque éste pueda perdonar, él no piensa hacerlo. El hijo afea el
proceder de su padre y esto nos hace pensar en cómo la dignidad y
buen nombre del padre se debió de ver afectado también entre sus
vecinos. Perdonar al hijo le estaba costando un alto precio en
términos de incomprensión y juicio por parte de su entorno.

Finalmente, su negativa a entrar en la fiesta y participar del gozo del


regreso de su hermano. Todo parece indicar que las palabras y el
intento de persuasión por parte del padre fueron en vano. El hijo
mayor ni quería ni podía participar de algo que atentaba contra su
alto sentido de la justicia. No se rebajaría a participar en algo que le
parecía totalmente fuera de lugar.

Muchas veces he sentido miedo de convertirme en un hermano


mayor. Soy consciente de ser un pródigo que ha sido redimido,
acogido y aceptado en la familia no debido a lo que era, sino a pesar
de lo que era. He sido restaurado en la condición de hijo en contra de
aquello que la justicia exigía. Pero me doy cuenta que una vez que
llevo tiempo en la casa del padre es fácil olvidar de dónde vengo y
desarrollar el síndrome del hermano mayor. Es fácil comenzar a
juzgar a otros como indignos, a medirlos desde la vara de la ley y no
de la gracia. Es fácil olvidar cómo yo fui tratado y comenzar a exigirle
a Dios que trate a los demás de una forma diferente a como me trató

67
a mí. Es fácil, en definitiva, considerar que nuestros niveles son más
altos y más exigentes que los del mismo Dios.

¿Qué síntomas del síndrome del hermano mayor puedes


detectar en tu vida? ¿Qué puedes y debes hacer al respecto?

68
PERDIDOS Y HALLADOS, EL HIJO IV
Esta es la última reflexión sobre esta parábola. Tres personajes: el
padre, el hermano menor y el mayor. Pensaba que de una manera u
otra todos nosotros podemos representar en un momento u otro de
nuestras vidas esos tres papeles. Todos hemos sido o tal vez estamos
siendo pródigos en este momento de nuestro proyecto vital. Puede
ser que aún no hemos abandonado físicamente la casa del padre,
seguimos practicando los rituales de la fe, sin embargo, nuestro
corazón hace tiempo que se alejó y nuestros valores, preocupaciones,
prioridades y agenda ya no es la del Padre. Por diferentes y variadas
razones no acabamos de encontrar sentido y plenitud en el tipo de
vida que estamos desarrollando y el exterior se nos presenta como
algo idílico. Vemos a las personas que viven "su propia vida" y se
despierta en nosotros una cierta tensión de querer vivir así. Debe
haber más vida más allá de las paredes de la casa del Padre. Con
Dios siempre hay la posibilidad de marchar, probar y volver. En
ocasiones es necesario experimentar para poder valorar lo que
tenemos.

Todos podemos ser padres y ofrecer esa acogida incondicional y llena


de gracia. Todos podemos tratar de forma injusta a aquellos que
necesitan experimentar esa gracia escandalosa que no tiene en
cuenta para nada lo que las personas son y merecen, sino lo que
pueden ser y necesitan. Todos los seguidores de Jesús, en imitación
del Padre, podemos reflejar hacia un mundo roto y necesitado la
misma actitud que Dios tiene hacia una humanidad caída. Es más,
tenemos el compromiso y la responsabilidad ineludible de hacerlo, de
ser fieles al carácter de nuestro Padre que no le importa humillarse y
perder su dignidad delante de todo el universo por amor a sus hijos
pródigos. Dios reproduce a través tuyo y mío el proceso de acogida
que narra la parábola.

Pero todos podemos correr el riesgo de convertirnos en hermanos


mayores. Olvidando cuál era nuestra condición y desarrollando una
actitud de legalismo hacia aquellos que están en una condición de
perdición y pecado. Es fácil negar a otros la gracia, la compasión y la
misericordia que nosotros mismos hemos recibido. Es fácil desarrollar
niveles de moralidad incluso superiores a los del mismo Dios y
considerar inaceptable lo que Él está dispuesto a aceptar.

Pienso también que estos papeles son dinámicos e intercambiables.


Podemos pasar por todos ellos en diferentes etapas de nuestra vida.
Pero también podemos movernos de uno a otro en función de las
personas con las que nos relacionamos. Podemos ser padres para
unos y hermanos mayores para otros. Nuestra naturaleza humana es
increíblemente compleja y, consecuentemente, nuestro juego con

69
uno u otro papel también. Se trataría de ser conscientes de ello y
teniendo esa conciencia esforzarnos por ser imitadores de nuestro
Padre.

Piensa en tu propia vida personal ¿Cómo se reflejan en la


misma esos tres personajes de la parábola? ¿Pródigo de
mente y corazón? ¿Hacia quién estás actuando como el padre?
¿Hacia quién estás actuando como hermano mayor?

70
SENSATOS Y NECIOS
Todo aquel que escucha mis palabras y obra en consecuencia,
puede compararse a una persona sensata que construyó su
casa sobre un cimiento de roca viva. Vinieron las lluvias, se
desbordaron los ríos y los vientos soplaron violentamente
contra la casa; pero no cayó, porque estaba construida sobre
un cimiento de roca viva. En cambio, todo aquel que escucha
mis palabras, pero no obra en consecuencia, puede
compararse a una persona necia que construyó su casa sobre
un terreno arenoso. Vinieron las lluvias, se desbordaron los
ríos y los vientos soplaron violentamente contra la casa que se
hundió terminando en ruina total. (Mateo 7: 24-27)

El mismo fenómeno que se da en Palestina y Jesús describe en esta


parábola sucede todavía a día de hoy en muchas regiones de mi país,
España. Tierra de lluvias estacionales que se descargan con increíble
fuerza durante el final del verano y el otoño provocando grandes
inundaciones. Ramblas, arroyos, torrentes y ríos que están
prácticamente secos durante buena parte del año se convierten en
corrientes de aguas impetuosas que se llevan por delante todo
aquello que encuentran a su paso. Provocando con demasiada
frecuencia muerte y destrucción. Por eso es tan importante escoger
bien el lugar donde uno decide construir su vivienda. Aquello que a
simple vista parece ser un lugar apacible puede convertirse en una
trampa mortal cuando llegan las tormentas y los aluviones.
Cualquiera de los oyentes de Jesús podía entender lo que estaba
diciendo y podía hacer el salto mental para ver la aplicación espiritual
del discurso.

He parado de escribir mi reflexión, me he ido a correr. Mientras corría


he estado pensando sobre las implicaciones de esta parábola y ahora
vuelvo a escribir. He pensado que la vida es un auténtico absurdo si
Jesús no es Dios hecho ser humano. He pensado que este mundo es
un lugar sin sentido a menos que espere el Reino de Dios y éste sea
una realidad y no una mera ficción. Porque cuando miro a mi
alrededor lo único que me sugiere la realidad es una profunda y triste
desesperanza. La maldad, la corrupción económica y política, la
pobreza, la violencia ejercida sobre las personas por múltiples e
incomprensibles razones, el terrorismo, la injusticia, la manipulación
por parte de los poderes económicos, políticos y sociales ¿Cómo es
posible vivir en un mundo así? ¿Cómo puede uno levantarse cada
mañana y afrontar la vida si no hay esperanza? Y esa esperanza
¿Dónde está basada? Si no es posible cimentarla en Jesús porque, o
bien no existió, o si lo hizo fue tan solo un hombre, entonces no hay

71
suelo lo suficientemente sólido para sustentar ningún proyecta vital,
todo es arena, todo es una mera y simple quimera.

Personalmente no puedo vivir sin cimientos, sin un ancla que me fije


y me permita vivir en medio de las tormentas de la vida. Sin Jesús y
su mensaje del Reino veo la vida y el mundo como un total y
absoluto absurdo. Un sin sentido que abre una espiral de
escepticismo y desesperanza. Sin Jesús todo pierde sentido, el bien y
el mal, lo correcto y lo correcta, la humanidad y la inhumanidad, todo
es lo mismo, todo resulta indiferente, todo resulta insoportable. Sólo
Jesús, al menos para mí, ofrece un sustento sólido para poder
construir esperanza para mi vida, para el presente y el futuro.
Entiendo que existen personas que pueden vivir sin un cimiento
sólido para su proyecto vital ¡Yo no puedo!

¿Sobre qué cimiento está edificado tu proyecto vital? ¿Qué


capacidad de resistencia tiene a los embates de la vida?

72
SIÉNTATE EN EL ÚLTIMO LUGAR

Al ver Jesús que los invitados escogían para sí los puestos de


honor en la mesa, les dijo a modo de ejemplo: Cuando alguien
te invite a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar de
honor, no sea que entre los invitados haya otro más
importante que tú y, cuando llegue el que os invitó a ambos, te
diga: “Tienes que dejarle el sitio a este”, y entonces tengas
que ir avergonzado a sentarte en el último lugar. Al contrario,
cuanto te inviten, siéntate en el último lugar; así, al llegar el
que te invitó, te dirá: “Amigo, sube hasta este lugar de más
categoría”. Entonces aumentará tu prestigio delante de los
otros invitados. Porque a todo el que se ensalce a sí mismo,
Dios lo humillará; pero al que se humille a sí mismo, Dios lo
ensalzará. (Lucas 14:7-11)

La idea central de esta parábola es la humildad. El Diccionario de la


Real Academia la define del siguiente modo:
"Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y
debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento". Siempre
he pensado que es imposible ser humilde sin tener una gran fortaleza
interior. Hace falta tener una gran seguridad personal y autoestima
para poder ser humilde, sabiendo que la dignidad y el valor propio no
nos viene conferido por lo que otros piensen o dejen de pensar de
nosotros, por como nos cataloguen o nos perciban. Nuestra dignidad
procede del Señor y de sabernos valorados, apreciados, aceptados y
acogidos por Él, no en base a ningún tipo de merecimiento, logro o
cualquier otra cosa, sino a pesar de nuestra absoluta y total carencia
de todo eso. Mi dignidad procede de Dios, de que así Él me considera
y, nuevamente, esto al margen de cualquier cosa que yo pueda
aportar para ser recipiente de su dignidad.
Lo que me hace digno no es lo que he hecho y conseguido en la vida;
es Dios quien me hace digno y, consecuentemente, todo logro
humano no me añade la más mínima dignidad, más bien expresa la
que Jesús ya me ha otorgado. Los logros humanos puedo verlos y
trabajarlos como expresiones de mi amor hacia el Señor, como
ofrendas que le doy y presento como muestra de mi amor y
agradecimiento por el estatus de hijo que me ha concedido. Esos
logros no son currículum que me permite ganar puntos ante Dios.

73
Son el privilegio de poder utilizar los dones y talentos que me ha
concedido para darle reconocimiento a Él y ser un agente de
restauración y reconciliación en un mundo roto. Cuando pienso en
mis logros personales, que no son pocos, los considero, como diría el
apóstol Pablo escribiendo a los filipenses, como basura en
comparación con el privilegio de tener una relación personal con el
Dios que ha creado y sustenta el universo. No que no los considere
buenos o importantes. No, no se trata de eso. Se trata de que no
añaden nada a la dignidad que el Señor me ha dado por medio de
Jesús.
La parábola también habla acerca de cómo yo me considero a mí
mismo y cómo soy considerado por el entorno que me rodea. Es
mejor, como enseña Jesús en el relato, ubicarse en el último lugar -
sabiendo que eso no afecta para nada nuestra dignidad porque esta
viene del Señor-, que colocarse en el lugar de preferencia y luego
correr el riesgo que la percepción que otros tienen de nosotros
mismos sea inferior a la que nosotros creíamos. Para muchas
personas un suceso como el descrito por el Maestro en la parábola
sería devastador. No son pocos aquellos que basan su dignidad en el
concepto que otros tienen de ellos. No reconocen dignidad en sí
mismos, precisan que otros en su entorno se la otorguen debido a
sus logros o estatus.

¿Qué nivel de dignidad estás experimentando? ¿De dónde


procede tu dignidad, quién te la otorga?

74
SOMOS SIERVOS
Si alguno de vosotros, tiene un criado que está arando la
tierra o cuidando el ganado, ¿acaso le dice cuando regresa del
campo: “Ven acá, siéntate ahora mismo a cenar”? ¿No le dirá,
más bien: “Prepárame la cena y encárgate de servirme
mientras como y bebo, y después podrás comer tú”? Y
tampoco tiene por qué darle las gracias al criado por haber
hecho lo que se le había ordenado. Pues así, también
vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que Dios os ha
mandado, decid: “Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que
debíamos hacer”. (Lucas 17:7-10)

Somos siervos. Eso afirma Jesús y no deberíamos olvidarlo. Nuestra


tendencia habitual es a pensar en términos opuestos y excluyentes,
es decir, o esto o lo otro. Lo hemos heredado de la forma griega de
pensar. Veamos algunos ejemplos: Si el hombre es libre no puede
estar al mismo tiempo predestinado y viceversa. Si Jesús es hombre
no puede ser Dios al mismo tiempo. La forma hebrea de pensar es
inclusiva, es decir, esto y lo otro. Jesús mismo lo remarcó cuando
afirmó: "esto es necesario hacer sin dejar de hacer lo otro". La forma
hebrea de pensar es, por decirlo de alguna manera, poliédrica.
Considera que la realidad tiene diferentes caras y las mismas no son
excluyentes ni contrarias entre sí, sino más bien complementarias.
Desde esta forma de acercarse a la realidad podríamos afirmar que el
ser humano es 100% libre y, al mismo tiempo, está 100%
predestinado. Si trato de acercarme a esa realidad con una
mentalidad griega se produce en mí un cortocircuito. La misma, a
diferencia de la hebrea, no está diseñado para pensar en términos
inclusivos.

Todo esto para afirmar que si bien es cierto que somos hijos de Dios
y coherederos con Cristo no debemos olvidar que también somos
siervos y Él es el Señor de nuestras vidas. Entiendo que sea
complicado, pero necesitamos aprender a vivir con esa visión
poliédrica de nuestra relación personal con el Señor. Somos ambas
cosas y una no puede excluir la otra. Cada una de esas facetas
demanda de mí un tipo de relación que es complementaria con la
otra. Construiré una versión equivocada de mí mismo y de Dios si me
centro exclusivamente en mi faceta de hijo o en faceta de siervo.
Tengo que aprender a vivir con ambas y entender lo que cada uno de
ellas demanda de mí. La parábola del padre que ama y perdona se
centró en el aspecto filial de mi identidad. La que Jesús narró en este
texto se centra en mi rol como siervo del Señor del universo.

75
No puedo ni debo olvidar que Dios no está en deuda conmigo ¡En
absoluto! Para los oyentes de Jesús la parábola, como tantas otras,
debió de resultar escandalosa. El judaísmo basaba la relación con el
Señor en las obras. Era como una especie de cuenta de "debe y
haber". Al ir acumulando buenas obras, de una manera consciente o
inconsciente, la persona consideraba que ganaba méritos ante Dios y
éste, de alguna manera, estaba obligado con ella ¿No hay cierta
semejanza con la teología de la prosperidad tan en boga en muchas
de nuestras iglesias? Dios, por medio de Jesús, nos ha dado todo y lo
mejor y, consecuentemente, espera de nosotros lo mismos, todo y lo
mejor. Cuando nos involucramos activamente en la construcción del
Reino de Dios y en vivir como agentes de restauración en un mundo
roto, no estamos haciéndole un favor al Señor ni deberíamos esperar
ninguna recompensa excepcional por ello. Simplemente estamos
cumpliendo con aquello que es nuestro deber. Estamos pagando
nuestra deuda de amor.

¿Cómo combinas en tu vida estas dos facetas de tu relación


con Dios? ¿Qué evidencias hay de tu rol como hijo? ¿Y de tu
rol como siervo? ¿Cómo puede verse perjudicada tu vida si
omites una u otra?

76
A QUIEN POCO SE LE PERDONA

Un fariseo invitó a Jesús a comer. Fue, pues, Jesús a casa del


fariseo y se sentó a la mesa. Vivía en aquella ciudad una
mujer de mala reputación que, al enterarse de que Jesús
estaba en casa del fariseo, tomó un frasco de alabastro lleno
de perfume y fue a ponerse detrás de Jesús, junto a sus pies.
La mujer rompió a llorar y con sus lágrimas bañaba los pies de
Jesús y los secaba con sus propios cabellos; los besaba
también y finalmente derramó sobre ellos el perfume. Al verlo,
el fariseo que había invitado a Jesús se dijo para sí mismo: “Si
este fuera profeta, sabría quién es y qué reputación tan mala
tiene la mujer que está tocándolo”. Entonces Jesús se dirigió
a él y le dijo:
— Simón, quiero decirte una cosa. Simón le contestó: — Dime,
Maestro.
Jesús siguió: — Había una vez un acreedor que tenía dos
deudores, uno de los cuales le debía diez veces más que el
otro. Como ninguno de los dos podía pagarle, los perdonó a
ambos. ¿Cuál de ellos te parece que amará más a su acreedor?
Simón contestó: — Supongo que aquel a quien perdonó una
deuda mayor.
Jesús le dijo: — Tienes razón.
Y volviéndose a la mujer, dijo a Simón: — Mira esta mujer.
Cuando llegué a tu casa, no me ofreciste agua para los pies;
en cambio, ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha
secado con sus cabellos. Tampoco me diste el beso de
bienvenida; en cambio ella, desde que llegué, no ha cesado de
besarme los pies. Tampoco vertiste aceite sobre mi cabeza;
pero ella ha derramado perfume sobre mis pies. Por eso te
digo que, si demuestra tanto amor, es porque le han sido
perdonados sus muchos pecados. A quien poco se le perdona,
poco amor manifiesta.
Luego dijo a la mujer: — Tus pecados quedan perdonados.
Los demás invitados comenzaron, entonces, a preguntarse a sí
mismos: “¿Quién es este, que hasta perdona pecados?”. Pero
Jesús dijo a la mujer: — Tu fe te ha salvado. Vete en paz.
(Lucas 7:36-50)

77
En este relato hay dos actuaciones de Jesús que rompen todos los
esquemas de los fariseos. En primer lugar, permite que una mujer se
acerque y tenga contacto físico con Él; contacto que Jesús no rechaza
a pesar de que era notoria la mala reputación de aquella mujer. La
segunda, afirmar que los pecados de la misma eran perdonados, algo
que, obviamente, sólo Dios puede hacer. El Maestro utiliza esta
situación para narrar una parábola cuya idea central es el amor que
nace de aquel que se siente perdonado.
Pienso que hay dos clases de culpa. Una es enfermiza y patológica y
hace que una determinada persona se sienta mal de forma
permanente, incapaz de encontrar paz con Dios, con ella misma o con
los demás. En algunos casos esa culpa, dado su carácter disfuncional,
puede generarse por causas que, bien pensado, no merecen el dolor
y el sufrimiento que la persona experimenta. Pero existe otra culpa
que es buena y necesaria para poder ser una persona moralmente
saludable. Es una culpa que nos hace ser conscientes de nuestra
situación, de nuestras actuaciones u omisiones, de nuestras
motivaciones y actitudes y, al permitirnos ser conscientes de las
mismas, puede generar en nosotros arrepentimiento y cambio.
Lamentablemente vivimos en una sociedad que se esfuerza por
anestesiar ese sentido saludable de culpa, que lo corta en sus
primeras manifestaciones y, en consecuencia, impide que nuestra
brújula moral pueda orientarnos. Aprendemos a ignorar esas señales
de alarma y, finalmente, estas desaparecen y dejan de avisarnos
acerca de nuestra situación.
En esta situación vemos dos personas que estaban igualmente
perdidas, la mujer y Simón. Sin embargo, la primera de ellas era muy
consciente de su situación. De algún modo que desconocemos el
mensaje de Jesús -el amigo de pecadores y gente de mala reputación
como ella- le había impactado y, por las palabras que el mismo
Maestro dijo, la había salvado proveyendo el perdón de los pecados.
Por el contrario, Simón estaba seguro y satisfecho de su propia
condición moral. Nada en su conciencia le reprochaba y como buen
fariseo -los separados- era plenamente consciente de su superioridad
sobre el resto de la población y, especialmente, sobre esa mujer de
mala reputación.

78
Es bueno, importante y necesario no olvidar que somos una cuadrilla
de miserables. Es saludable no dejar de considerar todo lo que Jesús
nos ha perdonado y continúa perdonando. No para fustigarnos de
forma constante por nuestro pecado -eso sería disfuncional-; pero si
para, en primer lugar, mantenernos agradecidos y reconocidos al
Maestro por todo el amor mostrado hacia nosotros; en segundo lugar,
para que al olvidar nuestra propia miseria caigamos en la tentación
de despreciar a otros por su realidad miserable. Cuanto más
conscientes seamos de nuestra miseria más valoraremos el amor que
Dios nos ha ofrecido en Cristo.

Simón o la mujer de mala reputación ¿Cuál de las dos refleja


mejor tu realidad?

79
DIRÁ QUE EL VINO VIEJO ES MEJOR

Entonces dijeron a Jesús:


— Los discípulos de Juan ayunan a menudo y se dedican a la
oración, y lo mismo hacen los de los fariseos. ¡En cambio, los
tuyos comen y beben! Jesús les contestó:
— ¿Haríais vosotros ayunar a los invitados a una boda
mientras el novio está con ellos? Ya llegará el momento en
que les faltará el novio; entonces ayunarán. Además les puso
este ejemplo:
— Nadie corta un trozo de tela a un vestido nuevo para
remendar uno viejo. De hacerlo así, se estropearía el nuevo y
al viejo no le quedaría bien la pieza del nuevo. Tampoco echa
nadie vino nuevo en odres viejos, pues el vino nuevo rompe
los odres, de modo que el vino se derrama y los odres se
pierden. El vino nuevo hay que echarlo en odres nuevos 39 Y
nadie que haya bebido vino añejo querrá beber después vino
nuevo, porque dirá que el añejo es mejor. (Lucas 5: 32-39)

El contexto de esta parábola es una discusión con los fariseos. Jesús


rompía los moldes tradicionales, no se ajustaba a los patrones de
comportamiento considerados ortodoxos, no seguía las prácticas que
un buen religioso debía observar y cultivaba relaciones sospechosas e
indeseables. Todo aquello era superior a lo que los ortodoxos de la
época podían soportar. Pero vale la pena que veamos la situación
desde otra perspectiva. Jesús es Dios hecho ser humano. Viene para
enseñarnos una nueva forma de vivir y de relacionarnos con el Padre;
una forma alternativa a la tradicional y bien consolidada. Los fariseos
son personas con honestos sentimientos religiosos que discuten con
el mismísimo Dios acerca de la forma en que debe vivirse y
practicarse la fe. Pretenden darles lecciones acerca de espiritualidad a
Dios mismo en la persona de Jesús. Es como si nosotros (lo cual pasa
muy a menudo, todo sea dicho de paso) tratáramos de argumentar
con Dios cómo debe ser nuestra alabanza, nuestra predicación,
nuestra pastoral, nuestra forma de entender la vida cristiana, etc.,
etc. Hay una sola y única manera de entender la fe cristiana
y, naturalmente, es la de cada uno de nosotros.
La inmensa mayoría de los seres humanos tenemos una resistencia
natural al cambio. Nos gusta la estabilidad. Lo conocido y predecible

80
nos produce seguridad y cualquier cosa que atente contra ello genera
en nosotros una resistencia. Después ya nos encargaremos de
espiritualizar y justificar esa resistencia. Ya proveeremos con una
buena justificación bíblica y encontraremos una buena batería de
versículos de la Palabra que den fundamento y razón a nuestra
resistencia al cambio. Es fácil y cómodo criticar y despreciar a los
fariseos por su incapacidad de entender los nuevos movimientos de
Dios en la historia. Sin embargo, nos cuesta vernos a nosotros
mismos reaccionando como ellos y oponiéndonos en muchas
ocasiones a los cambios y transformaciones que el Señor quiere llevar
a cabo para que su Reino avance y la gente le conozca. Esto se ha
repetido una y otra vez en la historia.
La medicina no se práctica hoy en día como se practicaba hace tan
sólo 100 años. Son muchos los avances que se han producido porque
personas han cuestionado y estatus quo y se han abierto a nuevas
posibilidades. En ninguno de los campos del conocimiento humano
nos estancamos y paramos ¡Al contrario! estamos en constante
diálogo con la realidad y del mismo surgen nuevas opciones y
paradigmas. Pero la iglesia es una excepción. Cultivamos nuestro
espíritu fariseo y nos resistimos al cambio. Cuando algo no encaja en
nuestro paradigma lo rechazamos y, naturalmente, justificamos
bíblicamente ese rechazo. Nuestra flexibilidad intelectual y espiritual
puede ser nula o mínima. Para mí el problema radica en que tal vez
nos estamos enfrentando al Espíritu Santo y su deseo de traer
cambio y renovación a su iglesia. Esta idea puede parecernos
descabellada, pero, si lo pensamos bien, es totalmente plausible.
Nada garantiza que no nos pase a nosotros lo mismo que les pasó a
los fariseos que, enfrentados con el mismo Dios, se pusieron a darle
lecciones de espiritualidad.

¿Cuál es tu nivel de flexibilidad espiritual? ¿Cómo reaccionas


ante el cambio?

81
NADIE SABE NADA

En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del


cielo ni el Hijo. Solamente el Padre lo sabe. Por tanto,
procurad estar despiertos, porque no sabéis cuándo llegará el
momento. Es como alguien que, al ausentarse de su casa,
confía a sus criados la administración de ella; a cada uno lo
hace responsable de su propia obligación, y al portero le
encarga que vigile bien. Estad, pues, vigilantes también
vosotros, porque no sabéis cuándo va a llegar el señor de la
casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o de
madrugada. ¡Que no os encuentre dormidos, aunque venga de
improviso! Y esto que os digo a vosotros, se lo digo a todos:
¡Estad vigilantes! (Marcos 13:32-27)

A lo largo de los años de mi seguimiento de Jesús siempre me ha


llamado la atención lo que llamo "teología ficción". Se trata de todo
tipo de especulaciones alrededor de los últimos tiempos y la segunda
venida de Jesús. Ambas cosas son bíblicas y todo buen creyente ha
de tenerlas incorporadas en su credo, pero, con toda probabilidad ahí
acaba todo lo que podemos decir con justicia y propiedad; el resto
sería mera especulación que encuentro demasiado osado elevarlo al
nivel o rango de doctrina. Dos frases de Jesús en este pasaje me
parece que deberían ser las que llamaran y centraran nuestra
atención: "nadie sabe nada" y "¡Estad vigilantes!".

Jesús afirmó desconocer el calendario de Dios al respecto. También


indicó que los propios ángeles lo desconocen. Tampoco pareció que
eso le importara excesivamente ni fuera un motivo de ansiedad.
Entiendo que si Jesús dejó eso en las manos del Padre y continuó con
su labor y se centró en ella, ésta sería una buena actitud a imitar y
seguir. El Señor sabe y Él siempre cumple sus planes y propósitos
para la humanidad. Especular si falta mucho o poco, si los signos son
estos o son otros, si hemos de asociar eventos históricos con pasajes
bíblicos me parece bien como entretenimiento, pero no nos debe
quitar el sueño ni producir ningún tipo de ansiedad como no lo hizo
con Jesús. No hay nada que podamos hacer al respecto, simplemente
esperar.

Pero si podemos trabajar en nuestra actitud con respecto a la espera


del retorno del Señor. Jesús afirma que estemos vigilantes y por eso
utiliza esta parábola. La implicación lógica y natural es que, dado que
no tenemos ni idea del regreso del Maestro, hemos de vivir como si
pudiera hacerlo en cualquier momento, y si se diera estuviéramos

82
total y absolutamente tranquilos porque nos encontraría ocupados en
los negocios del Padre. Todos los seguidores de Jesús tenemos el
llamado a ser agentes de restauración en un mundo roto y
constructores del Reino. Si vivimos día tras día ejerciendo nuestro rol
en los entornos donde Dios nos ha colocado, no debemos tener
ninguna inquietud por la venida del Señor porque cuando se dé, si es
que se da en nuestro tiempo de vida, se nos encontrará como buenos
siervos centrados en aquello que se espera de nosotros. Creo, con
toda humildad, que si todo el tiempo que dedicamos a la especulación
escatológica lo invirtiéramos en construir el Reino, otro gallo nos
cantaría.

De modo práctico en tu vida ¿Qué significaría tener una


actitud vigilante? ¿Cuán incorporado tienes esto en tu
realidad?

83
SORPRESA
Portaos como el criado fiel e inteligente a quien su amo pone
al frente de la servidumbre para que les tenga la comida
dispuesta a su hora. ¡Feliz aquel criado a quien su amo, al
llegar, encuentre cumpliendo con su deber! Os aseguro que le
confiará el cuidado de toda su hacienda. Pero si otro mal
criado piensa en su interior: “Mi señor se retrasa” y comienza
a maltratar a sus compañeros y se junta a comer y beber con
borrachos, un día, cuando menos lo espere, llegará de
improviso su señor. Entonces lo castigará severamente
dándole un lugar entre los hipócritas. Allí llorará y le
rechinarán los dientes. (Mateo 24:45-51)

Esta parábola, como la anterior, pone énfasis en la necesidad e


importancia de una actitud vigilante ante la venida del Señor. Se
contraponen dos actitudes muy diferentes, la fidelidad y la
negligencia en el servicio. La diferencia entre el primero y el segundo
de los criados radica en que éste último pensó que había suficiente
tiempo, no existía ningún tipo de urgencia y, consecuentemente,
podía relajarse en sus funciones y flaqueó su fidelidad. Pienso que
está es una actitud muy humana. Pensar que tenemos suficiente
tiempo nos hace bajar la guardia y relajarnos en muchas situaciones
de la vida. Postergamos lo inevitable y después viene la angustia y la
ansiedad de las fechas límites y las cosas se han de hacer, en muchos
casos, deprisa, corriendo y no siempre bien.

El seguimiento de Jesús no es una excepción a la regla antes


mencionada. Imaginemos por un momento que supiéramos con
certeza que Jesús viene dentro de seis meses. Estoy convencido de
que haríamos un esfuerzo frenético por introducir cambios en
nuestras vidas. Revisaríamos nuestras prioridades, agendas y
relaciones. Someteríamos a escrutinio nuestras actitudes,
motivaciones y valores. Evaluaríamos en qué medida estamos siendo
responsables con nuestra labor de ser agentes de restauración y
constructores del Reino de Dios. El problema es que como no
tenemos esa certeza con respecto a la fecha es fácil relajarse en las
responsabilidades. Entramos en un proceso de degradación que
puede llegar a convertirse en irreversible. Hay una anécdota acerca
de cómo puede hervirse una rana. Si lanzas una rana en un
recipiente con agua hirviendo el animal, al contacto con el líquido,
salta y se libra. El procedimiento es el opuesto. Se sumerge al
batracio en un recipiente con agua fría y éste se pone en la lumbre a
fuego lento. El agua se va calentando de forma gradual y no produce
una reacción de rechazo en la rana. Inevitablemente ésta muere
hervida. Cuando tiene conciencia de su situación es demasiado tarde

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y carece de la capacidad de reacción. La comparación con el
seguimiento de Jesús es fácil de establecer.

Esta es la razón por la cual hay tantas advertencias en las Escrituras


a la actitud alerta y vigilante. El peligro es real, puede afectar a
cualquiera de nosotros. Por eso, el apóstol Pablo afirma que "aquel
que se sienta seguro ande con cuidado que no caiga". Se me ocurren
dos antídotos contra ese peligro. El primero es vivir cada día como si
éste fuera el día del regreso del Señor. Cuando uno es consciente que
toda la vida sucede en la presencia de Dios y uno está siendo fiel en
la tarea de la restauración y construcción del Reino, uno vive en paz
y seguridad. Jesús puede regresar, me encontrará al pie del cañón en
servicio activo. Un servicio, no olvidemos, que se lleva siempre a
cabo en nuestra cotidianidad, nuestros hogares, nuestros trabajos,
nuestras relaciones, etc. El segundo, consiste en introducir en
nuestro ritmo de vida periodos de reflexión para analizar el estado de
nuestro servicio, evaluarnos a nosotros mismos y ver si estamos
teniendo una actitud alerta y vigilante o, por el contrario, nos
estamos relajando y entrando en ese proceso lento pero continuo de
degradación. El salmo 139 en sus versículos finales nos invita a esa
reflexión diaria para asegurarnos que no zozobramos y, si estamos
escorando, volver al rumbo adecuado, a la actitud alerta y vigilante.

¿Hasta qué punto la actitud de bajar la guardia y relajarse


está afectando tu vida? ¿Qué puedes y debes hacer al
respecto?

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