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Biodiversidad colombiana:#mal protegida y poco estudiada

A pesar de que el país es uno de los más ricos en fauna y flora, sus numerosos problemas ambientales,
la falta de inversión y de compromiso político hacen que ese patrimonio peligre. No se han realizado
las investigaciones suficientes sobre algunas especies para plantear estrategias de conservación bien
sustentadas.

Colombia ha sido llamado un país ‘megadiverso’ por organismos internacionales como el Fondo
Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), pero también es uno de los que tienen un
mayor número de especies amenazadas.
En 2017, el informe de biodiversidad del Instituto Humboldt había estipulado que en Colombia había
alrededor de 313 especies de vertebrados en peligro, 74 de invertebrados (un total de 387 animales) y
798 de plantas. En suma, casi 1.200 especies vulnerables. Además, el estudio de 2017 ‘Colombia Viva’,
conducido por la WWF, calculaba que casi el 50% de los ecosistemas del país se encuentran en riesgo.
Según el informe más reciente de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza
(UICN), que analiza los datos vigentes hasta el 2018, Colombia se encuentra en el top cinco de los
países con mayor número de especies amenazadas, aunque este ranking ‘solo’ registra 540 especies.

Las más amenazadas


Según la WWF y el Instituto Humboldt, algunas de las especies animales más amenazadas en
Colombia son:

Tortugas carey
Población aproximada: desconocida, 25 es el número máximo de individuos avistados al mismo
tiempo.
Hábitats: costas caribe y pacífica, particularmente en Santa Marta y Chocó.
Amenazas: contaminación oceánica, comercio del carey, saqueo de nidos, pesca accidental.

Tití cabeciblanco
Población aproximada: 7.000 individuos (censo del 2013).
Hábitats: zonas aledañas a los ríos Atrato y Magdalena, en la costa caribe y noreste de Antioquia.
Amenazas: deforestación, comercio ilegal.

Oso de anteojos
Población aproximada: 8.000 individuos.
Hábitats: bosques andinos a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar.
Amenazas: expansión de la frontera agrícola.

Bagre rayado / Pintadillo


Población aproximada: desconocida, se calcula que se redujo en un 76% entre 1977 y 1986.
Hábitats: cuenca del Magdalena y del Cauca.
Amenazas: sobrepesca.

Cóndor de los andes


Población aproximada: 60 individuos.
Hábitats: ecosistemas montañosos a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar.
Amenazas: cacería, comercio de plumas.

Algunas de las especies de plantas más amenazadas son:


Abarco
Población aproximada: reducida en un 80% para el 2007.
Hábitats: norte del Chocó, valle del Río Sinú, el Catatumbo.
Amenazas: sobreexplotación, expansión de la frontera agrícola.

Caoba
Población aproximada: reducida en un 80% para el 2007.
Hábitats: bosques de las costas caribe y pacífica (Bolívar, Chocó, Magdalena, La Guajira, Santander,
Sucre).
Amenazas: sobreexplotación.

Palo de rosa
Población aproximada: desconocida, pero se sabe que solo crece en tres localidades.
Hábitats: selva amazónica.
Amenazas: sobreexplotación por parte de la industria cosmética y maderera.

Guayacán negro
Población aproximada: reducida en un 80% para el 2007.
Hábitats: áreas costeras de Atlántico, La Guajira, Magdalena y Sucre.
Amenazas: sobreexplotación, deforestación.

Almanegra
Población aproximada: 25 individuos.
Hábitats: Alto de Ventanas, Antioquia.
Amenazas: expansión de la frontera agrícola.

Criterios
El esfuerzo por documentar y estudiar la pérdida de la biodiversidad colombiana comenzó a principios
de siglo. Entre el 2002 y el 2015 han sido publicados más de 10 libros rojos por el Instituto Humboldt,
los cuales documentan la totalidad de las especies amenazadas conocidas. Estos libros están apoyados
en los criterios de la UICN, que desde 1965 ha realizado ‘listas rojas’ sobre las especies del planeta.
La lista roja maneja diferentes categorías, llamadas ‘taxones’, para describir el estado de conservación
de una especie, que van desde ‘Extinta’ a ‘Preocupación menor’, incluyendo también ‘Datos
insuficientes’ y ‘No evaluado’.
Sus criterios son el número de ejemplares vivos, la cantidad de individuos maduros y con la capacidad
de reproducirse, la tasa de reducción de la población y la distribución geográfica. Cuando se habla de
especies ‘amenazadas’, se habla de los taxones ‘En Peligro Crítico’, ‘En Peligro’ y ‘Vulnerable’ y se
trata de especies con una población baja, la cual crece poco o disminuye, y que están limitadas a áreas
geográficas reducidas, tanto en número como en extensión.

¿Qué hace falta?


Según Adriana Bermúdez Tobón, bióloga maestra en biología marina y doctora en recursos naturales, el
principal problema que afronta Colombia en términos de la protección de su biodiversidad es la
debilidad del aparato legal que protege al medioambiente en el país y la falta de interés en hacerlo
funcionar.
Es sabido que la contaminación, el cambio climático la deforestación, la sobreexplotación de recursos y
la urbanización desmedida son algunos de los principales problemas ambientales que el mundo afronta,
pero no hay muchos gobiernos que se comprometan realmente a solucionarlos. “El problema ambiental
en Colombia está identificado hace mucho tiempo, desde que sacaron los primeros libros rojos, lo que
hace falta es voluntad política”, afirma Bermúdez.
Para ella, muchos funcionarios no saben medir el impacto ni de los daños ambientales ni de la
protección de los ecosistemas porque ven el asunto en términos puramente económicos. La
investigación y la protección son procesos complejos y largos que devuelven su inversión en un plazo,
como mínimo, de 5 o 6 años.
Entre tanto, casos como los problemas ambientales que ha generado Hidroituango, donde ocurrió una
disminución importante en las poblaciones de peces de las que dependían casi el 80% del comercio
local, “no se solucionan con darle un salario mínimo a los pescadores”, porque a la larga vivir en el
área afectada por la represa se va a volver insostenible, lo que trae aún más problemas económicos.
Si bien el inventario de especies amenazadas que existe es comprensivo, hay muchas que no han sido
estudiadas a fondo todavía y de las que no se conoce realmente el tamaño de su población, qué áreas
habitan y qué condiciones requieren para ser conservadas. “Sí sabemos que, por ejemplo, el roble está
amenazado por la explotación a la que es sometido, pero desconocemos la magnitud del impacto y qué
más podríamos hacer para protegerlo”, explica la bióloga.
La pérdida de la biodiversidad “no es un fenómeno nacional, sino mundial, del desarrollo
industrializado desmedido a través de la explotación de recursos no renovables”, afirma Bermúdez. Lo
ideal sería, entonces, que el gobierno colombiano y los mandatarios por venir dedicaran más recursos
para la investigación medioambiental y reforzaran las leyes y los mecanismos que ya existen para su
protección, pues “un país que no invierte en investigación y en la conservación de su ecología es un
país que no puede conocer su potencial”.

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