You are on page 1of 2

D. QUIEN MENOSPRECIA ESTE FUNDAMENTO DEL PACTO, NO PUEDE ENTENDER LOS SALMOS.

¿Por qué el fraile que encontramos en el tren practicaba la “religiosidad” incluso en un medio de transporte
público? ¿Por qué vestía ropas religiosas y lucía una tonsura religiosa? ¿Por qué tantos antes que él marcharon a un
convento para liberarse de este mundo? ¿Por qué no sólo paganos como el rey Moab (2 R. 3: 27), sino incluso
israelitas ofrecían niños a su ídolo? 2 R 23: 10. ¿Qué movió al rey Acaz a hacer lo que leemos: “Quemó también
incienso en el valle de los hijos de Hínom, e hizo pasar a sus hijos por fuego”? 2 Cr. 28: 3. ¿Cómo llegó este padre
a quemar a sus hijos príncipes del linaje de David? Porque todos estos fanáticos religiosos israelitas y cristianos
menospreciaban el fundamento del Pacto, en que nuestro Padre celestial les había colocado. Acaz despreció el
Pacto de Horeb como el fundamento en que Dios tan gustosamente había querido dejar vivir a Israel. Los cristianos
caprichosamente piadosos desprecian el Nuevo Pacto Del que Jesús ha sido hecho Fiador, y al que Dios ha puesto
como fundamento bajo nuestras vidas de cristianos. Aquí se encuentra el pecado radical de toda piedad caprichosa
dentro del pueblo de Dios: con mucha religiosidad fingir no conocer la base del Pacto puesta por Dios. Por eso el
apóstol Pablo a esta “piedad” la calificó de “culto voluntario”, Col.2:23. Gentes caprichosamente piadosas no
conocen o, al menos, no reconocen el Pacto de Dios con su pueblo. Con lo cual menoscaban nada menos que el
fundamento em que descansa toda la vida del pueblo de Dios. Dios hizo um Pacto con su pueblo. Con Israel el
Pacto de Horeb, y com la Cristiandad el Nuevo Pacto, del que habla la Santa Cena, Lc. 22:20. Dios ha sellado ese
Pacto con circuncisión y bautismo. Él es el Verdadero, que nos ha hecho infinitas promesas, pero también nos ha
puesto bajo las cláusulas de maldición a La infidelidad. Esa es la base de todo, y con ese fundamento no cuenta
realmente la piedad de invención propia. Personas arbitrariamente religiosas hacen como si de nuevo tengan que
hacerse pueblo de Dios, y con ello fingen no conocer la promesa de Dios, a saber, que él, desde hace mucho
tiempo, ya era su Dios, ¡sí, el Dios de su padre y abuelos, y que será el Dios de sus hijos! La piedad de invención
propia siempre presenta esto de manera que la relación con Dios aún deba ser establecida totalmente. Por
consiguiente, niega la acción histórica del Espíritu de Dios. Pues, Él, desde hace siglos y con la espada de su
Palabra, separó a nuestros antepasados de las garras del paganismo, y les coloco en el Reino del Hijo de Dios.
Tales cristianos no toman en serio lo que Pedro escribió en 1 Pe. 2:9-10. Consciente o inconscientemente, viven de
la falsa idea de que ellos tienen que contentar al Dios Altísimo constantemente con prestaciones o experiencias
piadosas. ¿Puedes encontrar en esto diferencia con los sacerdotes de Baal en el Carmelo, quienes intentaban
enternecer a su “Señor” hiriéndose a sí mismos con cuchillos, “hasta chorrear la sangre sobre ellos”, 1 R. 18:28?
¿O con Acab, quien quemó a sus propios hijos? ¡Concedido! ¡Claro que hay diferencia si uno quema a sus propios
hijos, o si aquel se hace monje, o si uno se entretiene en una lectura intimista! Pero no es una diferencia de
principios. Todo pertenece a lo que Pablo llama: “culto voluntario”. Por mucho que éste pueda diferenciarse en la
ejecución práctica, sigue siendo un “camino” autoinventado para salvación, fuera del fundamento del Pacto de
Dios. No es outra cosa que poner tu confianza en algo del hombre -tu propia religiosidad-, en lugar de en las
promesas de Dios. Esto es paganismo en la herencia cristiana. Aquí vemos al hombre soberano manos a la obra, el
cual intentará poner en orden las cosas con Dios ofreciéndole los sacrificios religiosos más enormes. Quemar vivo
a su hijo significa, en este modo de pensar pagano, indudablemente la obra cumbre. Más que el fruto de sus
entrañas, no puede dar un hombre; ya lo dijo Miqueas, Mi. 6:6-8. ¡Que injuriosa desconfianza hacia nuestro buen
Dios! ¡Justo dentro de su propio pueblo! A estas gentes no les dan paz ni el Pacto de gracia de Dios ni las firmes
promesas de Dios, sino su sentimiento: -”A pesar de todo, yo puedo tenerme a mí mismo por un hombre religioso.
Ni mucho menos soy indiferente; luego puedo realmente abrigar esperanza”. ¿Comprendes, pues, el patrón de su
razonamiento? No lo que Dios piensa de ellos, según Sus promesas, sino lo que ellos piensan de sí mismos, es lo
que forma el fundamento de su confianza. En este clima caprichosamente religioso, la “vivencia” ocupa un gran
lugar. Mas bien, - “eso no me dice nada”, dicen tales piadosos. Su salvación y paz interior dependen de um
constante, consciente y activo “creer-en-Jesús”. ¿Y si los sentimientos religiosos parecen estar realmente muertos
de vez en cuando? ¿Cómo puede entonces el pobre buscador de paz suscitar estos sentimientos? Entre otras
maneras, cantando algo. Con esto recobró más de un introspectivo algo de su tranquilidad de conciencia y el
“sentimiento” de que, “a pesar de todo, no era indiferente”, pues semejante estrofa le “hizo” algo, y, en
consecuencia, “no se encontraba desesperado”. Es extraño que la piedad de propia invención, cuando quiso
“despertar” sus sentimientos, casi siempre echó mano más ávidamente del libro de canciones que del himnario de
salmos. La “religiosidad de experiencia” puede haber sido achacada especialmente a lo que ahora, globalmente,
llamaremos “los cánticos”, -con perdón de los buenos entre ellos-, lo cual no excluye que dicha religiosidad haya
causado un gran daño a la comprensión de los salmos a lo largo del tiempo. ¿Cómo podía ser de otra manera?
¿Cómo alguien que niega el Pacto de Dios, puede comprender los himnos del Pacto? Esto no obstante, esta
religiosidad ha reclamado ilegítimamente para sí misma también los salmos, los ha arrancado de su marco y así los
ha cambiado en su contrario. Por lo cual, generaciones enteras han sido enajenadas del lenguaje de los salmos. El
cielo se puso azul de las chispas de los cortocircuitos que ahora se produjeron. Daremos algunos ejemplos. ¿Dónde
estaba indefectible el centro candente de la religiosidad caprichosa en la Cristiandad, tanto entre los
romanocatólicos como entre los protestantes? En la salvación de la llamada alma inmortal. En torno a este producto
de La fantasía giraba todo; en torno a su renuncia del mundo, como el fraile en el tren... Sin embargo, los salmistas,
en la palabra “alma”, tenían presente a todo israelita, tal cual andaba al sol en Palestina. La piedad de invención
propia, sin embargo, acuñó esta palabra sin pestañear para ese lugarcito especial y religioso en una persona, donde
“lo” propio de todo lo religioso debía ser “vivido”. ¿Crepitaba allí un terrible cortocircuito, o no? Los justos, de
quienes se habla tan excelentemente en los Salmos, fueron tomados como totalmente equivocados por personas
“especiales” que ya habían vivido “algo” en su “alma”. Mientras que las personas normales eran quienes en su vida
diaria se atenían al Pacto de Dios. Los impíos, por el contrario, fueron equiparados abusivamente con ateos, y así
no fueron buscados en medio del pueblo de Dios, sino fuera de él. De nuevo, un deslumbrante malentendido. Pero
contarse a sí mismo con los justos, eso fue inmediatamente calificado como fariseo. Por lo demás, la palabra
“justo” fue hecha propiedad pública de pocos. Por no hablar de la justicia de los justos (su obediencia a los
mandamientos de Dios), pues de ésta ya se entendió muy poco. Y mucho menos el apelar a esa justicia cerca de
Dios y ante los hombres, como los salmistas se atrevían a hacer. La experiencia de bendición y maldición en el
Pacto de Dios a través de toda una serie de familias y generaciones, como la historia bíblica habla de ellas, fue
cambiando por vivencia del “alma” individual. Las poderosas y espirituales palabras de los salmos sobre bendición
o maldición concretas del Pacto de Horeb claramente visibles en una buena cosecha o en una artesa vacía, fueron
cambiadas, en este clima caprichosamente religioso, en dulces cánticos o tonadillas irreales sobre lo que una
“conciencia” religiosa, o “alma” piadosa ya no puede experimentar. Cuando se estaba ciego como la piedad de la
propia invención para con los hechos salvíficos de Dios en la historia de su pueblo, se aderezaban palabras de
salmos acerca del pueblo de Dios en su propio marco individualista. O cuando los salmos hablaban sobre la
realidad visible de nuestra tierra, ésta era espiritualizada: Los mares embravecidos en los que braman auténticos
huracanes eran convertidos en los “mares de la vida” de los piadosos, en los que también puede Haber gran
tormenta. Los montes fueron espiritualizados de poderosos colosos de rocas en montes de dificultades que el
piadoso puede encontrar en su camino. Sin embargo, la “religiosidad-de-experiencia” también conoce géneros más
ligeros: los “devotos” de “nuestro dulce Señor” y de un “Jesús manso”. Estas personas tienen dificultades com los
salmos vindicativos. Estos fueron orillados como “viejotestamentarios” y, consiguientemente, como “duros” y
“desamorados”. Estos fueron citados por “Jesús”, pero éste debe haber sido otra persona que el Jesús de los
Evangelios, pues éste podía decir cosas “duras”, Mt. 11: 20-24. Así la religiosidad, fuera de la Palabra y del Pacto,
ha privado realmente de sus salmos al pueblo de Dios; aunque aún se permanezca cantando estrofas de salmos.
Pues el Pacto de Dios fue abandonado, y la religiosidad caprichosa que llegó en su lugar, torció todas las reglas o
principios de los salmos. Pues todos estos se apoyan ahora en el fundamento del Pacto de Dios con su pueblo. La
ignorancia o desprecio del Pacto mata el entender los Salmos; pero el reconocimiento del mismo te pone en la
mano la clave de su conocimiento.

You might also like