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ingina pre deca public, noel dco del aber, seproccl sacenage otras en mane: apna por ngle hee 2 se lero, quires, meine, opi, e pata ¢ de pn peso pre el er atic Moma, Dereos excuse ‘© EDTTOWAL ANDIIS BELLO, ‘Av Read Lyn 6, snags de Chile ‘wn edoalaneshil om ‘win edotlaniebelocl Regt de Propiedad nec] Inseipcca N119.297, ao 201 ‘Sintago Che ‘Se trmin de impeinetaprineraelisn de 00 enplarer en elmes de mayo de 5001 |NRISORES Fredo Grin Adios Li. IMPRESO EN CHIE /PRTED IN CHL ISN 9561817044 ALICIA MOREL EL FABRICANTE DE RISAS EDITORIAL ANDRES BELLO Barcelona * Buenos Aires « México DLR, « Santiago de Chile + LOS TIRITONES DE BLU Bla, Bli y Blu pertenecian a la gran tribu de la Gente Pe- quena que vive bajo hierbas y matorrales en los bosques htimedos. Son invisibles a los ojos humanos; cuando cam- pesinos 0 nifos invaden los Tugares secretos en que habitan, toman la forma de hongos o liquenes de esos que bordan los troncos de los Arboles. Una mafana, al caer la primera hoja en el gran Bosque, un escalofifo recorrié a espalda de Blu So me digas que ya se acerca el otofio —tirits. Su compariera, la dulce y habladora Bla, rotestd: —No me digas que vas a quejarte por cada hoja que cae. —iay! Cada hoja me da un pellizco en la espalda. —Qué manera de exagerar! Piensa en, los brillos del verano, sus rayos pinchan gotas de rocio y saltan colores, Bla habl6 largo rato contando los plz ceres del verano: —Uno, el columpio del viento; dos, los bafios en las pozas de agua; tres, las fruti- Ilas silvestres, cuatro Blu sonrié tres veces y fue como des- pedirse del sol. —Ay, no sigas, es demasiado perder el cuatro durante el largo invierno. Al ver la cara nublada de su esposo, Bla salié a dar un paseo. —Visitaré a Bli —anuncié abriendo la puerta de la casa calabaza en que vivian Se alejé bajo las hierbas con pequefos “pasos de ganso”, es decir, balancedndose de lado a lado y poniendo las manos so- bre su cabeza, Cada vez que Blu empeza- ba a quejarse, Bla salia a pasear dando spasos de gansito” para echar a un lado penas y preocupaciones. Hasta los res frios mejoraban con esta manera de cami- nar, De repente algo cruz6 por delante de ella en el sendero: una sombra répida que giro en seguida y agit6 alas detras suyo, ‘ocultindose. Bla se dio vuelta con rapi- dez y sorprendi6 a Piti, el tordo de las cien melodias. ———— _jBajeat Por qué te escondest Ta, eal Porque no quiero decir adiés replied el pajaro haciendo vibrar sus plu- mas negras. ia, eat zAcaso te vas de vise? TE do se acaban los frutos del ve- rano, me voy al norte a picar algarrobas" ¥ tamarugos*. are favor, antes de irte, anda a can tarle a Blu, que se pone triste cuando se nuncia el invierno. Pero no le digs adios, dile: jea, ea, hasta otro diat TY por qué no emigra, como yor INS voy detras del sol? gs buena idea, pero tampoco Te Bus: ta viajar. Ba, te regalaré la mitad de mi Ma cecha de maiz si durante wha semana cong cantar junto ami casa calabaza 2 Be mucho tiempo; si Blu se acostun: bra a mis cantos, después me echara de + tan palabras que, 210 laspo de ea MADE, sefalan con safe aparenen defldas en ot lose I * incluye Cina cltinas peiinas. menos y se pondré mas triste. NOME Ru tan las despedidas. He Srienes raz6n, a mi tampoco: VOY Con. de el anciano Bli, a ver si me da Un Teme. dio para Blu. ee — Ea, ea! —gritaron al mismo tery y ese fue su adios, Bl tordo ‘dej6 Un Tac YS melodias tras él. Bla ya no sigui6 on do pasos de ganso, pordue fa mésicy gif vio sus preocupaciones. EI mago Bli vivia al otro extrema d. bosque, en una pequefa cabana cs a jas secas. Era muy anciano; usaba Un go i fro puntiagudo y, al caminat, se eee la blanquisima barba con sus babuchas puntudas. Bla oy6 sus risas desde |eigg A acercarse, vio que Bli echaba ion distinto colorido en pequefios Frascog ie Cristal: rosadas, de primavera; TOs, aD verano; amarillas, de otono, ¥ aZuleg. de invierno. alls Por cierto, sonaban de manera My ¢ ferente: use Tin-tin-tin, las rosadas jo-fo-fo, as rojas, cra-cri-cra, las amarillas; y tiri-tiri-tiri, las tiriritonas azules. lud6 Bla, riendo al con- tagiarse con las risas que embotellaba Bli , ea! —contesté el anciano Bli en- tre carcajadas, y explico—: Estoy en plena tarea, fabricando mis conservas. —Ya lo veo y lo oigo. Las risas son tus mermeladas —grit6 Bla sin parar de reir. —iA qué se debe tu visita? —Busco un remedio para Blu. Le ha vuelto su pena de otofio. —Malo, malo. ;Qué remedio te di el afto pasado? —le llevé un frasco azul con risas in- vernales. Le hizo bien durante un tiempo, pero este afto la enfermedad le volvié con més fuerza, Le duele cada hoja que cae. —Mmm... Tendremos que probar con un frasco rosado, entonces. Veremos si las isas primaverales lo sanan de una vez. —iNo seria bueno mezclar todas las risas en un solo frasco? —Podria ser peligroso, hasta podria mo- rirse de risa con un remedio tan fuerte. —Ti eres el que sabe. Haz la mezcla que creas conveniente, porque cada ano Blu esta peor. Bli se puso a pensar, riendo bajito, mientras mezclaba sonrisas de primavera con carcajadas otofales. De pronto se quedé en silencio, lo que significaba que habia descubierto algo diferente: una risa que atin no habia embotellado. Mir6 a su alrededor como buscando el material de una nueva alegria y murmuré algo asi como “espero que atin estemos a tiem- po”. En seguida, dejando frascos y vasi- jas, echo a correr hacia lo mds espeso del bosque. Todo sucedié tan répido, que Bla se qued6 con la boca abierta. Pasé mucho rato; Bla cerré poco a poco la boca... S6lo se escuchaban las burbujas de los frascos que Bli atin no habja tapa- do. Cansada, Bla se sent6 en un piso de tres patas junto a la pequefia cabana de hojas secas, y se durmi6. En el suefio vio a Bli rodeado de miles de mariposas que dejaban caer sobre la cabeza y el traje del anciano, una nube del brillo dorado, de sus alas. Empezaba a oscurecer cuando Bla des perté al sentir unas risas como cosquillas en los oidos. Delante de ella, Bli alzaba un frasco lleno de chispas dorada —Descubri la gran solucién: jel suenio de las mariposas! —Yo también tuve ese suefio mientras te esperaba —exclam6 Bla, brincando. —Quiere decir que estamos conecta- dos —ri6 Bli—. Le dards a Blu una cucha- radita en la mafana y otra en la noche, asi se convertira en crisilida y no despertar hasta la primavera. —1Qué quieres decir? Mi sueno no Ile- gaba a tanto. —Quiero decir que con este filtro de alas de mariposa, Blu se convertiré en ma- riposa. —Pero... {No quiero que se convierta en mariposa! Blu me gusta tal como es, con sus ojos redondos, su nariz puntuda y su boca grande. —No veo otra manera de que tu mari- do vuelva a ser alegre. Hay personas que no resisten los dias oscuros, y una de esas es Blu. Creo que la solucién para él es dormir todo el invierno, como hacen las mariposas, y despertar en primavera con- vertido en una alegre y hermosa criatura. —Pero no para mi —alegé Bla muy molesta, alejindose por donde habia ve- nido. Esta vez iba golpeando el suelo con sus pequenos zuecos de madera de nuez Bli se encogié de hombros y guard6 el brillante frasco en su alacena quién le servirin estas risas? (A sapos y arafas! —teflexion6. Se divirtié imaginando las anchas bocas de Jos sapos y los ocho ojos de las arafas; entonces, para no desvelarse, se comié un trozo de nuez, bebi6 un poco de néctar azucarado y se acosté en seguida en su crujidora cama de hojas de maiz. Bla lleg6 de noche a su casa calabaza y encontré a Blu debajo de la cama, tiri- tando. —iQué te pas tono preocupado. —iMe traes algtin remedio, Bla? —No. Bli invent6 un remedio absurdo: conyertirte en mariposa para que duermas todo el invierno en forma de crisdlida. —No me importa convertirme en ma- riposa, con tal de no tener esta pena tiri- tona. —iNo te das cuenta de que te quiero como eres? Mira, estoy segura de que Bli te va a preparar una medicina adecuada, como buen amigo nuestro que es. —Asi lo espero. Mientras estabas au- sente, se asomé por la puerta una enorme sombra que casi me devoré con sus ojos vacios. ahora? —pregunt6 con —Uy, debe haber sido Piti, el tordo, que venia a cantarte su mas bella melodia, la que entona en primavera. —Lo siento, sdlo escuché un espantoso crujido como de mil hojas secas pisadas por un gigante. —No pones atencidn a lo bello y agra dable, Todo se vuelve terrible para ti. Ea, ea, vamos a dormir; estoy cansada y la noche es un gran consuelo para los que estan afligidos. ‘Apenas pusieron las cabezas en sus al- mohadas de musgo, se durmieron hasta el otro dia. En su pequenia cabana de hojas se- cas Bli dormia también, arrullado por las burbujas de las risas embotelladas y por el crujir de hojas de su cama. Nin- guna preocupacién arrugaba su suefo. Despert6 sobresaltado, con el primer rayo de sol que cay6 precisamente so- bre su cabeza, Qué pasa? —exclamé al abrir los ojos y encontrarse ciego con la fuerte luz que lo alumbraba Pero como la luz es silenciosa, contest6 corriéndose sobre la almohada como un abanico dorado. Al verla, Bli se golped la frente con ambas manos dando un grito de felicidad: —iYa tengo el remedio para Blu! De un salto atrap6 el abanico luminoso y lo meti6 en un frasco, el mas pequefo, que atin tenia vacio. Imposible imaginar mo brillé el interior de la cabafia y se calent6 el aire igual que con una estufa. Dando alegres saltos, Bli corrié por el sen- dero del bosque hacia la casa calabaza de Blu y Bla, Llevaba el frasco en sus manos ¥ a su paso se iluminaban los rincones donde atin reinaba la oscuridad: sapos y cucarachas abrian ojos sobresaltados. No tard6 en perseguirlo una nube de mosqui- tos, mariposas y otros insectos aficionados a la luz. Una fiesta de aleteos y zumbidos llegé junto con él a la casa calabaza donde todavia dormfan Blu y Bla. Golpeé con impaciencia. Bla se sent6 en la cama y Blu se meti6 hasta el fondo del capullo en que dormia, Qué pasa? ¢Quién llama tan tempra- no? —grité ella, tratando de ponerse su capa roja con puntos blancos. —iFa, ea, soy yo! ;Puedo entrar? —gri- (6 Bli a su vez, empujando la puerta sin esperar contestacion. Bla chill de sorpresa al ver que su casa calabaza se iluminaba entera, Blu se asomé un poco y al ver tanto brillo, Janz6 una risa nerviosa. Pronto los tres reian sin parar, bai- lando en torno al pequefto frasco de luz. —Ya no sentiris penas negras, porque en tu casa calabaza habra siempre verano —ri6 Bli. —Gracias, gracias, amigo —gritaron Blu y Bla, sin dejar de bailar. Bli regres6 a su cabafa de hojas s con el coraz6n repleto de felicidad, por que no hay alegria mas grande que la de ayudar a un amigo. cas Sin embargo, pronto surgié un incon- veniente: ahora Blu no se atrevia a salir de su casa. Afuera estaban siempre las som- bras invernales, los crujidos de las hojas, el Ilanto de Ia Iluvia. A los pocos dias, Bla not6 que algo le pasaba a Blu, a pesar del aire tibio, dentro de la casa calabaza y del frasco que daba chorros de sol. —2Qué te sucede? —preguntd con in- quietud. —2Qué haré para salir contigo a pasear por el gran Bosque? Afuera estan siempre las sombras y el llanto de la Iluvia —gimio, Bla se qued6 un buen rato muda, hasta que le empez6 a funcionar de nuevo la cabeza, Lanz6 un largo joooh! y luego un jaaah! —Para salir, levaremos el frasco entre los dos, asi alumbraremos los caminos y todo seré igual que en verano —ri6 Bla, feliz con su ocurrencia No se dio cuenta de que ella misma se habja iluminado para dar luz al coraz6n temeroso de su amado Blu El comienzo fue dificil; a Blu le costé mucho decidirse a salir, temiendo que el frasco se apagara; pero Bla habl6 tanto y su cara brillé de tal manera, que una tarde salieron los dos, aprovechando que no Ilo- via, Por cierto, acarreaban el frasco en un pequefio carret6n y ambos se turnaban arras- trindolo. Brillé el sendero y lo que habia alrededor; los rincones mas oscuros mostra- ron su inocente secreto: plantas, hongos, sapos, caracoles, arafias que tejfan tranqui- las, en fin, la vida oculta del gran Bosque Blu se dio cuenta de que las sombras no eran sino la espalda de la luz: en ella habitaban otros seres diferentes que nece- sitaban las sombras y la lluvia para vivir, y eran amistosos igual que ellos. Se transfor- maron en los amigos de la oscuridad y llegé un dia en que Blu pudo salir sin acarrear el frasco luminoso, incluso sin la compaiiia de Bla, Entonces celebraron una fiesta en la casa calabaza a la que asistieron persona- jes de la sombra y de la luz; por cierto, habia lugares adecuados para todos, lo mis- mo que vatiados manjares. Entre los invita- dos, se paseaba Bli, pisindose la barba y regalando a cada uno la risa que mejor le venia. 2 EL SOCIO DE BLI Bli, del pueblo de la Gente Pequefia, hacia tres semanas que no salfa de su cabana de hojas secas. Sus frascos repletos de risas gorgoreaban en la alacena, pero él no los ofa. Una gran preocupacién llenaba de rui- do su cabeza —Nadie viene a buscar risas, Paso el invierno, ha llegado la primavera y las ma- riposas, molestas porque usé el polvo de oro de sus alas para hacer reir a sapos y arafias, no han venido ni siquiera a buscar sonrisas, Tampoco Blu necesita alegria des- de que san6 de su tristeza invernal. Con el buen tiempo nadie parece necesitar risas No puedo fabricar otras porque ya no ten- go dénde poner frascos. Bli lanz6 un suspiro de aburrimiento, como los de un artista que pierde la inspi- racion y continu6 recostado en su colchén. de hojas de choclo, Una sombra saltarina atraves6 frente a su ventana, pero Bli no se movi6, pensando que era un pajaro. A la quinta vez que la vio pasar, Bli levanté la cabeza y grité: —Quién anda por ah? Silencio. Bli se recost6 de nuevo. Pero entonces un ruido de pies que zapateaban al lado afuera lo hizo levantarse y mirar. Alcanz6 a divisar una delgada sombra que se oculté detrés de una hoja. —Ya te vi, sal de atras de la hoja. Ia delgada sombra se convirtié en un muchacho flaco, también del pueblo de la Gente Pequefia. Una sonrisa alegre y timi da, y una reverencia conquistaron a Bli de inmediato. —Bien educado y alegre; esa es una buena presentacion, Qué aire te trajo por aqui? —EI Duende del Roble, ese que laman Cara de Palo, me dijo que usted podfa darme trabajo... —iQué trabajo puedo darte ahora, si yo mismo no tengo nada que hacer? Nadie se interesa por mis risas —Yo vendia pifiones y avellanas ca- lientes y. —Jaja, jiji rid Bli—, zqué tienen que ver piftones y avellanas con mis risas? —EI Duende del Roble, que todo lo sabe, me dijo que yo podia salir a vender ris porque los pifiones y avellanas calientes s6lo se venden con tiempo frio. Tengo un buque pequefio con ruedas y puedo ofre- cer frascos en el Club de los Gatos Viejos. Bli no paraba de reir oyendo lo que proponja el muchacho. Por fin dijo: —Antes de negociar, por lo menos dime cémo te Hamas. —Me llamo Arien porque soy pariente del aire. —Muy bien, venderemos risas en el Club de los Gatos Viejos, que estén en el puro pellejo; también a la bruja Tina, que se encarga de ctiar a los pequefios elfos que abandonan las hadas en el bosque. —Pero no sé d6nde vive esa sefiora. —Muy facil. Su diteccion es la siguien- te: raiz de la patagua’, junto al arroyo del bosque. —iNo es peligrosa esa sefiora? —Cualquier negocio encierra peligros. @Hacemos un trato entonces? —Si, claro, sefior Bli, pero no respon- do si dofia Tina rompe un frasco 0 no quiere pagar. —Mmm, a propésito de pago, a esa sefiora s6lo le cobraré uno de los peque- Atos elfos —ri6 Bi, —,Como? ¢Acaso ella paga con los el- fos que cuida? —Oh, no, me lo prestard por unas no- ches, cuando me sienta solo. Eso si, yo mismo iré a elegirlo, porque hay elfos que no son buena compaiiia. Asi qued6 convenido. Arien partié a la carrera con varias botellas bajo el brazo, abriendo senderos entre el pasto crecido. —Veo que el muchacho es agil y buen vendedor, porque me convencié rapido —gorgotes Bli yolviendo a su colchén cru- jiente. Su 4nimo habia cambiado, asi que ape- nas se recost6, se levant6 de un salto; una idea nueva le hacia cosquillas en la cabeza. —Fabricaré risas dulces y encantadoras para los elfos abandonados; si alguno tie- ne mal caracter, una sonrisa de primavera hara que mejore. Las tribus de la Pequefta Gente se Ile- vaban bien con el Reino de las Hadas, En tiempos antiguos se habfan producido te- mribles guerras entre ellos y quedaban cier- tos resquemores; algunas hadas, las de los espinos, solian andar por el bosque con un bolso bien provisto de espinas, pero solo era la vieja costumbre de ir armadas como si fueran rosas. Mientras Bli se entretenia inventando, ‘Arien atravesé medio bosque para buscar su buque con ruedas y poner ahi los fras- cos. Pensaba dirigirse primero al Club de los Gatos Viejos, y conocer de paso el lugar donde vivia la bruja. Pero no conta ba con las sorpresas del camino. Parti contento, como todo el que consigue un buen trabajo; empujando su carrito, se me- tid por un sendero y sin saber cémo se encontr6 al poco rato caminando junto al arroyo del bosque. Al pasar cerca de un roble, vio que su tronco estaba cubierto Por unos pequefios hongos color naranja. —iQué delicia! [Los dihuefies* son mi alimento preferido! —grit6, Se acercé al arbol de un salto, pero no aleanz6 a tocar los hongos: una bandada de choroyes* cay6 del cielo, colgindose de las ramas con su acostumbrado bullicio. —jA un lado, a un lado! —chillaban, picoteando los hongos. Arien pudo sacar sdlo uno y cuando iba a echarselo a la boca, un grupo de furiosos choroyes se lanz6 sobre él; los esquiv6 de un salto, pero los pajaros caye- ron sobre su carrito y lo dieron vuelta. Lo malo fue que uno de los frascos se rom- pid, echando al aire unas locas y largas tisas destinadas a los Gatos Viejos. Arien se tap6 rapidamente nariz y boca; pero los loros aspiraron todo el contenido del fras- co y las bocanadas de felicidad los obliga- ron a clevarse sobre el bosque, lanzando interminables y extrafas carcajadas, Al ver partir a ese grupo, el resto de la bandada Io sigui6, porque los choroyes se distin- guen por la hermandad: si uno cae herido por el cazador, todos acuden a socorrerlo y sucede Io mismo si uno de ellos se ele- va, alejindose. Arien enderez6 su carro y se apresuré a recoger los vidrios del frasco roto para no provocar un incendio en el bosque. Como los dihuefes seguian ten- tandolo, se llené los bolsillos con una bue- na provisi6n. Continué su camino en busca del Club de los Gatos Viejos, alejindose del arroyo por una angosta huella donde el carrito se entedaba entre matorrales y raices. Lleg6 por fin a una cabafia abandonada: jera el famoso Club! No tenia puertas ni ventanas, sélo agujeros y clavos, y el techo estaba cayéndose hacia un lado; pero a los gatos ancianos les servia de refugio nocturno y de proteccién por si llovia. —iVendo risas, buenas risas! jRisas_y sonrisas que alegran los corazones can dos! —grité Arien varias veces con entu- siasmo, Ya perdia la esperanza de hacer nego- cio, cuando por un hueco se asomé un gato negro algo pelado, con una oreja rota, que lo miré con desconfianza. Antes de empezar a conversar, se sent6 sobre su cola y se lami6 los costados con indi- ferencia Sin impacientarse, Arien tomo la bote- lla mas pequefa y la agité para que el cliente oyera los gli-gli que sonaban den- tro. Sabia que los gatos son los animales més curiosos y que no tardaria en desper- tar el interés del que tenia al frente. Asi fue. Con lentitud, sacudiendo cada pata como si temiera ensuciarse, el felino se acerc6 a la botella, rozdndola apenas con los bigotes. —Son risas frescas de ratén de campo —explicé Arien—. Al beberlas, se siente el buen gusto de tu plato favorito. —2De dénde las traes? —maull6 por fin el desconfiado animal. —De la fabrica del sefior Bli, el ancia- no que tiene las mejores risas embotella- das del bosque. —Ah, si, conozco las magias del seftor Bli. Pero no me gustan las comidas envasa- das; prefiero un verdadero rat6n; hace tiem- po que no cazo ninguno —grufié el gato. —No se te ocurre que abriendo este frasco con risas de rat6n, al oirlas, alguno se engafie y caiga en tu hocico sin mayor trabajo? —xCrees que eso es posible? —Lo creo y lo aseguro —salté Arien—, este es el mismo sistema que usan los hu- manos para cazar patos y aves de cual- quier clase Al ruido de la conversaci6n aparecie- ron otros gatos, atraidos por la novedad de que alguien pasara junto a la cabana, Uno de ellos, que parecia un jefe venido a me- nos, pero jefe al fin, se adelant6 lanzando un maullido militar: —Cuil es el precio y la garantfa? —HI precio es que ustedes se hagan clientes del sefior Bli, para que él pueda seguir inventando risas cada vez mas efec- tivas. Y la garantia, es la antigtiedad y se- riedad del anciano Bli Los gatos se reunieron en un aparte y decidieron probar antes de comprome- terse. —Muy bien, les dejaré esta botella de muestra y pasaré la pr6xima semana para ver si les result6 la cacerfa Hacia rato que Arien tenia una pregun- ta atravesada: —Podrian decirme dénde esta la raiz de Ia patagua en que vive la bruja Tina? —dijo con un suspiro de alivio. —jNo sabemos, no sabemos! —maulla- ron todos a la vez, huyendo como si les hubiera nombrado al perro. —Pero equé les pasa? No habia nadie para contestarle. Arien se devolvid con su carrito por el aspero sendero. —;Qué pasari con esa bruja, que los gatos se asustaron de ese modo? —se pre- gunt6 al tomar su camino. Desde un Arbol le contest6 Piti, el tor- do, que entonaba sus canciones del atar- decer: —fsta no es buena hora para acercarse a la raiz de la patagua; vuelve otro dia. —Cual es la mejor hora? _No 1o sé, no lo sé, pero ésta no es —entoné el tordo, volando a otra rama. No me queda mas que regresar don- de el sefior Bli. Por lo menos, creo que los gatos serin buenos clientes. Por el camino de vuelta, dej6 otra mues tra en la tela rota de una Arana que vivia en la pobreza, —,Qué es esto? —chill6 la patuda al encontrar una botellita de cristal colgando de un hilo, en vez de una buena presa Pronto lo supo: al sorber el contenido de la muestra, la estremecieron sabrosos zum- pidos de moscardones que la emborracha ron de felicidad. EI anciano Bli qued6 conforme con el trabajo de Arien. —Es un buen comienzo. Confirmo el comtrato de trabajo y espero que dure mu- ‘chos afios —sonrié el fabricante de risas Esa noche ambos comieron una exqui- sita cena de dihuefies. Se durmieron tem- prano, para comenzar al otro dia, a buena hora, la basqueda de la raiz de la patagua I EL VENDEDOR DE SONRISAS DE AZUCAR Las ocurrencias del amanecer son las me- jores —exclam6 Bli, saltando de su cru jiente cama. No muy contento con el grito, Arien despert6 con la cara arrugada de suefo, pero se acomod6 casi en seguida, con su buen humor de siempre. —iQué ocurrencia? —pregunté cuando pudo sacar la voz. -Irés de nuevo donde el Duende del Roble, porque seguramente conoce el lu- gar donde esta la raiz de la patagua. A Arien no le gust6 la ocurrencia no sdlo por tener que visitar al cefudo Car: de Palo, sino porque después de Ia visita al Club de los Gatos Viejos sentia atin mas desconfianza de ir a casa de Tina —Creo que lo pasaremos mal donde la bruja, seftor Bi, Ya le conté que al nom- brarla, los Gatos Viejos se asustaron tanto que se escondieron. Hay que ver para creer, hijo. Esos gatos timoratos no son de fiar. Anda don- de el Duende del Roble y llévale de regalo una botella de risas de azticar. (Es tan se- rote, que por eso lo Haman Cara de Palo! No es bueno para su anciano corazon. ‘Arien hizo caso a pesar de sus pocas: ganas; para él era imposible desatender las stiplicas de Bli, Cargo su buque de frascos y partis hacia lo profundo del bosque don- de vivia el Duende del Roble. Con su voz de flautin entonaba Cambio, cambio risas ipor lo que quieran dar, risas olorosas ‘para todo mal! No faltaron clientes curiosos: un Sapo cambio risas fruncidas por un guijarro y una Mariposa eligié sonrisas olor a miel a cambio de un miligramo de finas escamas de sus alas. ‘Al acercarse al tronco hueco donde vivia el Duende del Roble, Arien encon- tr6 pequefios atados de lefa y canastos tejidos Ienos de avellanas y raices dul- ces —EI Duende no pierde tiempo; ya se esti preparando para la escasez invernal —murmuré el vendedor de risas. Al poco rato se encontré frente al an- ciano, ocupado en tejer un nuevo traje y alpargatas con tallos de entedaderas. —Buenos dias, seftor del Roble. Gra- cias a su consejo tengo trabajo —salud6 amablemente Arien. —Mmm, buenos dias —Mi respetado socio, el sefior Bli, le manda una muestra de risas de azticar. —Mm, gracias. —Seria usted tan amable, que me dij ra donde se encuentra la raiz de la pata- gua?.. —M. —F] sefior Bli quiere cambiar sus risas por un pequeiio elfo... {Disparate! —Pero sefior del Roble, el sefor Bli esta dispuesto a. Ser apaleado! —grit6 el Duende con sbita furia tirando el tejido al suelo. —Disctilpeme por molestarlo. Aqui esta la sonrisa que le manda... —M. El seftor del Roble tom6 la botella de manos de Arien y se la bebi6 de un sorbo. Fue extrafo el rapido cambio de su expre- si6n, como si se hubiera sacado la mascara de palo y apareciera el rostro de un vieje- cito sonriente y amable. Fl seftor Bli quiere saber donde vive ‘Tina? Bien, ella vive a cuarenta pasos de aqui, Parece que él ignora las molestias que esa sefiora me causa con su cria de elf aconsejo no acercarse a ella, Buenas tardes. EI Duende dio por terminada la au- diencia y tomé de nuevo el tejido que habia tirado al suelo. Arien se alej6 rapida- mente, antes de que al senor del Roble se Ie pasara el efecto de la sonrisa de azticar. Regres6 donde Bli todavia mas preocupa- do que antes, Cuando conté a su socio la conversacion y el consejo del Duende, Bli se eché a reir a carcajadas. —Bueno, ya sabemos donde vive Tina; has cumplido tu misién, querido mucha- cho, No tengas miedo, iremos bien prepa- rados. Mostré a Arien una hilera de preciosas botellas de todos colores. —Trabajé desde que te fuiste y creo que mafiana, con la primera luz del dia, iremos a visitar a dofia Tina. Se ha hecho un poco tarde y la oscuridad se presta para trampas y engafios. Esa noche Arien sod todo Io que les ocurriria al di 4 LOS PEQUENOS ELFOS De nada le sirvieron los suefios a Arien, porque apenas abri6 los ojos, se le olvida- ton. Le qued6 una vaga incomodidad, un presentimiento de algo peligroso. Echaron al barco botellitas de todos colores y, lue- go de tomar desayuno, partieron hacia el lugar que les habia indicado el Duende del Roble —A cuarenta pasos y a orillas del arro- yo que pasa por el centro del bosque... Vamos bien encaminados —comenté Bli alegremente, ‘A medida que se acercaban al lugar don- de vivia Tina, Arien encontraba mayor dif cultad para empujar el barco; raices, piedras, malezas se enredaban en las ruedas y habia que detenerse para retirar los obstaculos. —Parece que alguien no quiere que sigamos adelante, sefior Bli —gimi6 el mu- chacho, tratando de tirar una larga rama llena de espinas que se enroscaba en las ruedas delanteras. —Paciencia, hijo, mucha paciencia —al- canz6 a decir Bli antes de caer de boca al tropezar con una piedra. Llegé un momento en que el barco no pudo avanzar mis. —No te preocupes, Arien, seguiremos sin el barco. Lo importante es legar a la raiz de la patagua. Cubrieron el carro con hojas para que a nadie le diera un ataque de risa sin re- medio si se tentaba a probar el contenido de las botellas, y continuaron su camino. Empezaron a encontrar toda clase de cosas entre las hierba: —Sefor Bli, mire, qué silla tan pequeita! Pero le falta una pata —exclamé Arien, le- vantando del suelo una miniatura en la que ninguno de ellos podia sentarse, a pesar de pertenecer a la tribu de la Pequefia Gente. —Mm, esto me da qué pensar sobre el tamafo que tendrin los elfos —murmur6 Bl. Unas risas agudas sonaron entre la ho- jarasca y una especie de ligero viento hizo volar alrededor de ellos una nube de pol- vo y ramillas. Arien, bastante asustado, se aproximé a Bli —Vaya, qué buen recibimiento —ri6 Bli dando palmadas con un entusiasmo incom- prensible para Arien, Més all4, encontraron otras prendas igualmente diminutas: zuecos, pantalones ¥ gortos de todos colores que colgaban de las hierbas como si alguien se hubiera entretenido disparandolas en todas direc- ciones. De pronto aparecié una pequefi mujer vestida de morado, dando fuertes chillidos: iii, ui, jit —iQué te pasa, Tina? —exclamé Bli, corriendo hacia la pequefisima bruja. —£n mal dia has venido, viejo amigo —contest6 Tina sin detenerse — Cuando es un buen dfa? —aleanz6 a preguntar Bli antes de que ella desapare- ciera en el bosque de hierbas. —No lo sé, tal vez maftanaaa... Uii —Volveremos mafiana, entonces. Bli se dio vuelta para irse y tropez6 con Arien que se habia puesto muy cerca, a sus espaldas, —,Qué te pasa, que estas temblando? —No me gusta este paraje, sefior Bli; estd lleno de maldades que pinchan —mur- mur6 al ofdo de su jefe. —Es verdad, ya lo conversaremos. Bli tom6 a su ayudante del brazo y se alejaron en busca del lugar donde habian dejado el buque con las risas. Dieron mu- chas yueltas sin encontrar el pequefo ca- 170, pero Bli no perdié su buen humor. Lo escondimos tan bien, que por eso no podemos encontrarlo —dijo entre risas algo nerviosas—; no te preocupes, Arien, lo hallaremos; recuerdo muy bien el lugar donde lo dejamos tapado con hojas. El afligido socio daba grandes suspiros y se metia en los lugares mas emboscados pensando que alli estaria su carro, Pas6 Ia tarde en una busqueda inttil. Preocupado, Bli ri6 menos viendo que pronto seria de noche y ellos seguian metidos en un labe- rinto de ramas y hojas del que no encon- traban la salida, A medida que oscurecia, empezaron a brillar a su alrededor peque- fas luces que giraban como polillas locas. —Algo me pincha la espalda y los bra- 208 —se quejé Arien. —Son los elfos nocturnos —contest6 Bli sin darle importancia. —Pero... ademas me pellizcan la nariz ¥ me tiran el pelo —gimio el pobre ayu- dante sin saber dénde esconderse para li- brarse del tormento —Tenemos que encontrar répido un bosquecito de maquis*; los elfos se enre- darén entre sus hojas, chupando las flores que les encantan, —A mi me gustan los frutos negros —alcanz6 a decir Arien y cay6 al suelo como si le hubieran hecho una zancadilla. Al mismo tiempo cay6 Bli y esto fue demasiado para su dignidad. Del bolsillo de su chaqueta sac6é una pequefa botella que llevaba para casos de gran peligro y la abri6 agitindola a su alrededor. —Tépate la nariz! —alcanz6 a gritarle a su socio, Un olor picante lend el aire casi de inmediato y se oyeron sin parar toses y estornudos. También la nube del polvillo alcanz6 a Arien, que no tuyo tiempo de taparse la nariz. Bli tomé del brazo al su- frido ayudante y, con instinto seguro, lo sac6é de la nube de pimienta y lo guid hasta una especie de claro. —No temas, no es veneno. Mafana bus- caremos el barco, ahora nos vamos a casa a descansar —anunci6, Arien estornud6 todavia un rato. Llega~ ton a la cabafa cerca de medianoche y luego de darse una buena ducha de rocio del que guardaba Bli para beber y bafiar- se cuando lo invitaban a fiestas, ambos cayeron en sus camas y se durmieron al instante. Ni suefos tuvieron, aliviados de pinchazos y porrazos por las purisimas go- tas que Bli solia recoger al alba en la copa de las flores, eo] SONRISAS DE NIDOS Si Blu y Bla no hubieran ido a visitar a Bli, ni él ni Arien habrian despertado hasta pasado el mediodia, Les costé abrir los oj08, pero los repeticlos golpes en la puer- ta de la cabaiia y los saludos de “Ea, cal” terminaron por sacarlos de su profundo suefo. Arien abrié la puerta sin preguntar quién Iamaba. Blu y Bla no conocian al muchacho y se asustaron al ver el desor- den de su traje y su largo pelo. —Acaso no vive aqui el sefor Bli? —pregunt6 Blu con preocupacion. —Si, si vive —contest6 Arien tartamu- deando. —Por favor, digale que Blu y Bla quie- ren saludarlo. Hace tiempo que no nos vemos y... —dijo la pequena mujer. asan cosas que nos preocupan —termino Blu. —EI sefior Bli esta un poco dormido todavia, pero... En eso se asomo Bli y al ver a sus amigos, despert6 del todo y su cara se Ilené de alegria, como siempre. —iEa, ea! Pasen, amigos queridos. Les presento a mi socio y ayudante, Arien, Es- tuvimos muy ocupados ahora tiltimo y ano- che corrimos algunas aventuras no muy simpaticas Bli conté lo que les habfa pasado al querer visitar a la bruja Tina y c6mo ha- bian perdido el carro donde ilevaban las botellas de risa, —so puede ser muy grave —exclama- ron Bla y Blu. —Puede ser, pero no sera. Un poco de risa repartida en el bosque hari mucho bien —los tranquiliz6 Bli —Siempre que le toque a cada uno la risa adecuada —interrumpi6 Arien con pre- ocupacién, —Tomemos un buen desayuno para co- brar énimo —propuso Bli. —Me parece bien, porque tenemos algo que contarte —dijo Blu. Se sentaron a la mesa y Arien fue a buscar en la despensa un sabroso pan de avellanas y un tarro con miel, Mientras co- mian, Blu hizo un breve telato de lo que les habia sucedido: —Hace dos dias que ningtin pajaro can- ta cerca de nuestra casa calabaza, Hemos llamado al amigo Piti, el tordo de las cien melodias, pero no aparece por ningtin lado. Cuando se oscurece, sélo se oye la nota del Btiho de medianoche. —También desaparecié la Mariposa ‘Azul que me visitaba todas las maftanas —agregé Bla—; temo que le haya pasado algo. —Muy raro, muy raro —opiné Bli— habra que investigarlo, ‘Apenas terminaron de comer, los cua- tro salieron en busca del buque de Arien y las risas de Bli, A la luz de la mafiana, los senderos se despejaron y hasta las piedras y raices desaparecieron del camino. Recién €ntonces notaron que también habia des- aparecido la habitual bulla de pajaros y colmenas silvestres que forman parte de la miisica del bosque. —Este silencio es preocupante; tene- mos que averiguar a qué se debe —dijo Bli. Encontraron el carro debajo de un mon- ton de ramas y, por cierto, faltaban algu- nas botellas: las que contenfan risas de ratn y de moscardones —Los gatos y las arafias andw aqui —adivin6 Bli —Quiere decir que ya son clientes nues- tros —ri6 Arien recogiendo y ordenando los frascos que habfan caido al suelo. —iQué bonitos frascos azules! —excla- m6 Bla ayudando también a ordenar. —Contienen risas de aires suaves y flo- ieron por res... Bli no alcanzé a decir mas, porque de los troncos cercanos brotaron unos ancia- nos altos, de barbas verdes. Algunos llora- ban, otros tenfan una expresin desganada © de dolor. El més viejo, que no era el mas triste, murmuré con voz profunda: —Soy el espiritu del Coihue’, el Arbol més antiguo de este bosque; con tantos afos que tengo, me duelen las raices, pero no me canso de cantar y sonreir. —No sabia que los rboles sonrefan —comenté Bla. —Yo tampoco —dijo Blu. Ambos se pusieron a imaginar como serfa una sonrisa de ramas y hojas. Pero el buen espiritu del Coihue explics: —Nuestra sonrisa son los nidos de los pajaros, las telas de las arafias que se refu- gian en las arrugas de los troncos, los hon- gos que crecen a nuestros pies, también los miles de seres que dependen de nues- tros frutos y flores. Bli se oscureci6 por primera vez. —lo mis dificil es fabricar sonrisas de nidos. Creo que mi ciencia no alcanza para tanto. Pero gqué ha pasado, espiritu del Coihue, que ya no tienes sonrisas? —No sé, estimado Bli; desde hace va- trios dias, ni zorzales ni tordos comen ya mis frutos, ni los picaflores hacen sus nidos entre mis ramas bajas. Tampoco vienen a habitar en mi tronco arafias ni mariposas, Otros ancianos de los arboles unieron su reclamo al del Coihue: —Nos duele la soledad de nuestras ramas y tal vez tenemos alguna grave enfermedad —murmuraron dejando caer hojas. —Eso no lo creo, ustedes se ven salu dables. Tendremos que aclarar este miste- tio —dijo Bli, recuperando de a poco su luz natural. Regresaron a la cabafa con el buque intacto. Bla y Blu cambiaron una bolsa de pifiones que traian, por un frasco de risas de flores y prometieron estar atentos a cual- quier cosa extrafa que pudiera explicar lo que sucedia a los Arboles. BIBLIOTECA COLEGIO MARIANO DE SCHOENSTATT Bli decidi6 consultar a Tri, un extra~ fio personaje mitad brujo y mitad elfo, como lo indicaba su nombre: “tri”, por los tirito- nes que trasmitia su parte de brujo, y “li” por la frivolidad que caracterizaba su parte de hada, Era un caso tinico cuya historia comenz6 cuando su madre, el hada Lilén, después de haber dormido gran parte del inviemo bebiendo la savia del avellano don- de tenia su palacio, despert6 al llegar la primavera. Entonces se dio cuenta de que pronto iba a tener un bebé elfo, que es la manera como florecen las hadas. Decidié dar un paseo y contemplar los brotes de los arboles para que el elfo naciera hermo- so y sin malicia. Sin querer se acere6 de- masiado al pantano donde Trumao, el tinico brujo del bosque, no mas grande que un ratn, tenia su palacio de barro. Lilén iba cantando entre las ramas; al oirla, Trumao sali6 furioso y lanz6 al hada una maldicién que cay6 directo en el corazén del bebé elfo, Tri-li nacié sin alas y con el coraz6n mezclado de buenas y malas intenciones: Precisamente por esto Bli decidié hablar con él. —Saldré a buscar a Trili —comunics a Arien—, Hay que pronunciar su nombre en secreto y nunca se sabe dénde est: si debajo de una piedra o volando sobre un murciélago. Prefiero que no me acompa- fies, estimado socio, puede haber pincha- zos como el otro dia. Encirgate de las siguientes tareas; recoge rocio antes de que salga el sol; apenas quedan unas gotas con las duchas que nos dimos. Cuida la casa, cambia las hojas de las camas y si alguien quiere alguna risa, ya sabes cual conviene recetar. Fueron tantas las tareas que enumer6 Bli, que Arien no alcanz6 a preguntar cudin- to tiempo estaria lejos. Su jefe se perdid répidamente entre las matas, llevando s6lo el misterioso mapa de los seres del bos- que, algo de polvo picante como defensa por si cruzaba un campo de elfos y un frasco de sonrisa azucarada. Como le gus- taba pensar en voz alta, decidié hacerlo en a lengua secreta de la Gente Pequefta, por si habia espfas en el camino, Entonces mur- muré en tono de oracién: —Gundru Foel Tri-li, emu soe an bune. (Fantistico Elfo Trieli, quiero que hoy seas bueno.) Una risa tembl6 entre las hierbas y se alej6 rapido hacia el rio cercano. Bli se detuvo a escuchar y sonri. —/Tri-l anso bun nime! (iri-li esta de buen animo,) Bli camin6 con nuevas energias, antes: de que Trili cambiara el humor, porque el caricter de un elfo con influencia de brujo varia mas que el clima en la alta montafa Pero no habia que alegrarse demasiado, pues buen animo de brujo significa estar con ganas de hacer bromas pesadas al mas cercano. in Tri-li soe bun nime, su lofo per runin brumo. (Si Trili esté de buen 4nimo, se hallaré cerca del arroyo del bosque.) Asi fue: Trisli se estaba baftando en las pozas que suelen formarse entre las pie- dras a orillas del arroyo. —Buenos dias, Tri-li —salud6 Bli més sonriente que nunca —Si, si, buenos —chill6 el otro zam- bulléndose y apareciendo més lejos—; jqué venfas murmurando allé en el bos- que? —jOh, era tuya la risa que of entre las hojas! Venfa pensando en que eres un elfo maravilloso. —Algo te preocupa, lo veo en tu natiz —gtit6 Tri-li, nadando hacia la orilla "Si, vengo a consultarte, porque ti co- noces todo lo que sucede en el reino de las hadas y en el de los brujos —contest6 Bli sobandose sin querer la natiz. —Bien; saldré del agua para escucharte —ijo el otro lanzando una ola que empa- poa Bhi Al llegar a la orilla, apareci6 Tri-li con su graciosa cara de elfo y su cuerpo de brujo cubierto de pelos —Disculpa, no pude dejar de hacerte una broma, —Mm... —contest6 Bli secéndose la cara con la barba Ambos se sentaron sobre unas piedras, lo que significaba abrir la consulta Cudl es la preocupacién? —pregun- 16 Trili amablemente. —Se trata de los arboles —alcanz6 a decir Bli —Ya lo sé, no tienen sonrisas de nidos ni bulla de pajaros. Lo siento, no puedo ayudarte —grit6 Tri-li mirando a Bli con 9 Enojo, —Pero gpor qué no? —Bli casi perdid todas sus sonrisas, aun las de buena edu- caci6n. —Porque me aburrié lo que laman el canto de las aves. Desde el amanecer es- tn piando, graznando, gorjeando y me des- piertan con su charlataneria, A mediodfa es tanta la bulla que no puedo dormir la siesta. Me vuelven loco! Tri-li se transformé en un remolino de viento que levanté una desagradable nube de tierra y hojas, y desapareci6. Bli iba a ‘empezar a enojarse por primera vez en su vida, lo que le impediria fabricar sonrisas, cuando cay6 del cielo una gran sombra: Piti, el tordo de las cien melodias, se detu- Vo, como un gigante, delante de la peque- fla figura del anciano. Lo menos que esperaba Bli era que Piti tuviera algin pro- blema, pero asi ocurria. —iEa, ea! jMenos mal que te encontré, amigo Bli! Td sabes que a los tordos nos gusta vivir en familias grandes, en grupos de quince aves, todas parientes y nos en- cantan ciertas frutas silvestres que crecen a orillas del arroyo del bosque; pero ya no podemos acercamos a este lugar, a no ser de a uno. iY quién impide que se acerque la bandada? —pregunt6 Bli. —Los pequenos elfos; ellos no nos de- jan acercarnos al arroyo ni al bosquecillo de maquis. Nos disparan toda clase de co- sas, hasta sus ropas y 2uecos. Tampoco quieren vernos anidar en los coihues y menos en los robles. Alegan que somos muy bulliciosos. —Sospecho quién es el que armé todo el asunto entre ustedes, los arboles y los elfos: ese personaje se fue furioso como un remolino infernal, gritando que no le gustaba el canto de las aves. —Una sospecha es apenas la sombra de una rama. Anda, Bli, averigua si por ese lado encuentras al que no nos deja entrar al bosque. —tré y cambi mejor. —Ea, ea, buena suerte —canto Piti tra- gindose una piedrecilla brillante Bli tomé el camino hacia el roble don- de habitaba el Duende Cara de Palo. En- tonces not6 un olor a pantano que iba llenando el bosque f, qué olor! Con ceremos las dificultades que se pre: —suspir6 el anciano, tocando el bolsillo donde traia el frasco de sonrisa azucarada, Sabia que para vencer las dificultades iba a necesitar a todos sus amigos: Bla, Blu, Arien, tal vez un par de arafias andra- josas, y a Piti y sus bandadas. También a Tina, que habia criado a Tri-li cuando su é una sonrisa pot otra madre, la hermosa hada Lilén, lo lanz6 desde lo alto del avellano para que apren- diera a volar. Bli se dirigié hacia el viejo roble con el mapa del bosque a mano; con mucha precaucién evit6 el terreno de los elfos y cambié varias veces de rumbo por si lo seguian, hasta que Ileg6 sano y salvo a su destino, —iEa, ea! {Hay alguien en casa? —pre- gunt6 al ver que la entrada al arbol estaba tapiada con ramas. Nadie contest6. El silencio del bosque sin pajaros se hizo tan hondo, que a Bli se le hel6 un poco la sonrisa, Dio una vuelta en torno al tronco del roble pero no hall6 los atados de leita y hojas, ni huella del duende, y sf unos gusanos y moscas del pantano, lo que lo asust6 atin més. —iSe habra cambiado de casa mi ami- g0 0 andara visitando a sus parientes que trabajan en las minas de oro? —se pregun- t6 Bli francamente alarmado. Contaba con la ayuda de Cara de Palo. Volvié a llamar acercandose a la entrada por si su amigo estuviera dormido. Ya per- dia la esperanza, cuando salt6 a sus pies una pequefa rana de Darwin". nt —Por favor, no grite. Mi amo, el sefor del Roble, esti enfermo —dijo con su voz aflautada. —Perdén, jqué le sucede a mi buen amigo? —Creo que esti envenenado. Ayer en- contré en el bosque una botella que zumba- ba como si tuviera moscas y se tomé todo el contenido, diciendo que, sin duda, su amigo Bli se la habia dejado de regalo. Desde ese momento no ha dejado de zumbar, bi Oh, jqué desgracia, qué error!, se tomo una de las botellas que justamente ayer per- dimos en el bosque, no lejos de aqui. Por suerte, como soy el fabricante, puedo sanar- lo rapido. Pregtintale si puedo pasar. —s que perdi6 el habla, s6lo zumba y zumba como abejorro. —Entonces entraré a ayudarlo. Conoz- co el antidoto —explicd con lenguaje de doctor. No bien levant6 la cortina de ramas, Bli sinti6 como si estuviera dentro de una colmena: los zumbidos estremecian la honda cavidad del 4rbol. Muy afligido corrié hasta el fondo donde el Duende tenfa su dormitorio, El seftor del Roble, tendido en la cama, temblaba de pies a cabeza; agotado de tanto zumbar, apenas abria los ojos. Bli, que nunca lloraba por- que era creador de risas, solloz6 al ver el grave estado de su querido amigo. Sin poder contener su pena, derramé gran- des lagrimones sobre la frente del seor del Roble y varios mas sobre su pecho. De inmediato éste dej6 de zumbar y se sent6 en la cama como si recién hubiera despertado y jsin cara de palo! Bli se sec6 los ojos y volvid a sonreir como siempre —Amigo, de buena te has salvado. No bebas de botellas perdidas en el bosque, es muy peligroso. Por suerte llegué a tiem- po para salvarte —dijo terminando de se- carse la cara con la barba. —No sabia que podias llorar, s6lo que fabricabas risas, —Es que la risa nace del llanto y el llanto de la risa, asi como el dia nace de la noche y la noche... —...del dfa, ya se sabe. ¢C6mo fue que viniste a visitarme? —Bueno, sefor del Roble, necesito unir tu poder al mio porque. Aqui Bli se acercé a la enorme oreja del Duende y susurré: —Pasa algo realmente grave. Td y yo tenemos que hacer un encantamiento muy dificil. Se trata de Trili, el elfo que tiene sombra de brujo en su coraz6n, (Esta trans- formando el bosque en pantano! Al Duende se le puso cara de palo en seguida, Alcanz6 a exclamar dos veces jno!, antes de que Bli pusiera en su mano la botella de sonrisas azucaradas. La bebié de un sorbo como era de esperar y al sentirse leno de otro animo acepté de inmediato colaborar con el doctor Bli, Entre susurro y cuchicheo, ambos tejieron un buen plan para salvar el bosque y transformar a ‘Trili en un elfo sin sombra de brujerias. —la mejor hora sera la del mediodia —dijo Bli —Muy bien, al mediodia —contest6 el Duende. El lugar elegido se sabra en un préxi- mo capitulo, es decir, antes de mediodia. 6 LAS SENDAS PERDIDAS DEL BOSQUE Cuando Bli salié del viejo roble, estaba cayendo la tarde. Se apresur6 por los sen- deros, porque tenia mucho que hacer. Se dirigié de inmediato a su cabana, donde Arien atin no terminaba las tareas que le habia encargado. —Deja de arreglar las hojas de las ca- mas, muchacho, y ven a ayudarme con estas botell Bii levant6 la alfombra de hierbas, abrié la tapa de una trampa, bajé por una esca- lerilla y entreg6 al sorprendido Arien va- rias botellas cubiertas de polvo. —Las guardo en el subterrineo porque contienen filtros peligrosos; por favor, no debes hablar con nadie, ni siquiera con mis mejores amigos, sobre este escondite. Sélo ti lo sabes, porque eres mi socio —advirtié, cerrando la trampa y ocultén- dola en seguida con a alfombra. Arien limpi6 las botellas y, al pasar, ley6 los letreros: runin, brumo, ronqui, collalla, murin, cunun. “(Qué nombres tan raros!”, pens para si, Bli se puso unos anteojos azules y tom6 el taz6n donde preparaba sus mezclas de risas, y un gotario. —Este filtro requiere buen pulso y una medida exacta. Por favor, Arien, termina tus tareas y no te acerques mientras traba- jo —ordend. “Ese no es un trato de socio”, pensd Arien con raz6n, obedeciendo de mala gana, Mientras esponjaba las hojas de las camas, no dej6 de lanzar miradas curiosas hacia la mesa donde se afanaba el anc no, Oy6 que Bli nombraba los frascos a medida que los tomaba: —Cuatro gotas de brumo, tres de colla~ Hla, una de ronqui, siete de murin, cinco de runin, una de cunun... Tres veces sie- te da yeintiuno, Mezclar bien... Con una gota bastard; dos gotas no le harin dao, pero tres, seria una catéstrofe. Arien no aguanté la curiosidad —1Qué significan los nombres de los frascos? —pregunt. —Acércate, alguien puede estar escu- chando. Arien puso la oreja puntiaguda junto a la boca de Bli: —Brumo significa aire del bosque; co- Halla, veneno de hormiga; ronqui, sonri- de araha; murin, danza de mariposas; runin, agua del rio y cunun, jacci6n! Nunca toques estos frascos ni bebas de ellos, porque tu memoria quedarfa en blanco, igual que la de un ser recién concebido, Fabriqué un filtro Gnico, en que sdlo se borrar lo oscuro, mientras, lo claro brillara potente; pero esta mez- cla, escucha bien, sdlo sirve para una persona determinada. A las demas, pue- de desequilibrarlas. Ahora, a guardar los frascos, Volvieron a abrir la trampa y Arien guar- d6 los frascos con gran cuidado, Cuando Ja alfombra estuvo de nuevo en su sitio, Bli lanz6 un estornudo de alivio. —Ya esta, Pondré el filtro en la botella mds pequena. Al Ilenarse, la botella tom6 un color gris como de niebla liviana, esa que per- mite distinguir cosas a siete metros de dis- tancia, Bli la alz6 a contraluz: —Un filtro cientificamente calculado —coment6 con satisfacci6n, guardandolo en Ia alacena bajo siete Ilaves. Antes de salir advirtié a su socio: —tse filtro es el mas peligroso que he fabricado en toda mi vida. Vendré a bus- carlo en el momento preciso. Custédialo muy bien. —;Puedo ir contigo? —pregunt6 Arien, —No, por ahora no. Pero mientras. tanto anda donde Blu y Bla y encargales que avisen a Piti y sus bandadas que todos nos juntaremos majiana, a medio- dia en punto, en el lugar donde nace el arroyo. Ni un segundo antes ni un minu- to después. Sin discutir, Arien partié corriendo a dar el recado antes de que oscureciera. Entonces Bli sao de un arc6n una malla tejida con fibras de maqui y se la metié al bolsillo. —Creo que la necesitaré para conver- sar con Tina. Antes de salir consulté el mapa de las sendas perdidas del bosque; asi nadie se- guiria sus pasos. Guard6 el extremo de su barba en un bolsillo de su gabén para no enredarse en ella y partié con paso ligero. Las sendas perdidas son las mas secretas y bellas, y por suerte no habia llegado hasta alli la invasion del pantano, Setas luminosas cuajadas de rocio guian al caminante y alum- bran a los extrafos habitantes de ese mun- do: algunos no tienen ojos, sino largas y sensibles antenas; otros, en cambio, abren grandes ojos para suplir la ausencia de of dos, Bli avanz6 en profundo silencio, incli- nando levemente la cabeza ante los insectos de brillo metélico que lo observaban, espe- cie de contrasefta en que se comprometian a no revelar la presencia del forastero. Camin6 largo rato. Bli caleulé que seria medianoche cuando el sendero empez6 a oscurecerse; se apagaron las setas, desaparecieron las gotas de rocio y los raros insectos. El anciano comprendi6 que Ilegaba al fin de la ruta; se puso entonces la malla de fibras de maqui y salié a la superficie del bosque, justo frente a la casa donde vivia Ja bruja Tina. Con su capa protectora era imposible que lo reconocieran; nadie lo molest6, ni elfos ni araias, como si fuera invisible. Junto a la puerta dormitaba el cururo* que cuidaba la casa y servia de transporte a Tina. Bli golpeo suavemente la puerta y la hoja gird en silencio, como si su duefa supiera que Bli iba en mision secreta. Aden- tro brillaba un brasero donde hervia una tetera cantarina, La bruja reposaba en una mecedora y no despert6 hasta que Bli le tocé el brazo. —iOh! (Me dormi esperdndote! BIBLIOTECA {COLEGIO MARIANO OE ScHOENSTAT, — Como sabias que vendria che? —No lo sabfa, en verdad, pero tenia urgencia de hablar contigo por el asunto de los Arboles. : —Serd sobre lo mismo a que vengo yo? —No lo sé, Prometes guardar el secreto? —Estoy atorado de secretos; pero si, guardaré otro mas —Los arboles estin decaidos, no can- tan los pajaros y si el bosque se seca, no quiero mudarme al pantano, aunque ahi vive mi hermano Trumao. Tampoco podré ctiar a los pequefios elfos... —Di mejor maleriar, porque el causante te desastre es uno de ellos —dijo Bli. —Estés equivocado, el causante es un brujo, por eso el asunto es secreto. —Supongo que puedes decirme su nombre. Tina se acere6 a la puntiaguda oreja de Bl —Creo que se trata de mi hermano Trumao, que vive echando ventoleras de tierra. Bli movié la cabeza en sefial de duda. —No es Trumao, aunque no andas le- jos, quetida Tina, El que ha hecho todas estas maldades es tu ahijado, a quien tu hermano manché de rabia el corazén cuan- do Lil6n se paseaba cerca del pantano. —iTtieli? jNo puede ser, es un buen muchacho! —exclamé la bruja, —Shshsh... No hables tan fuerte. Tt lo ctiaste a toda mafa, Tina; comprendo que de lo defiendas, pero tengo el testimonio de Piti, el tordo, y del duende Cara de Palo: ambos saben que Tri-li odia el canto de los pajaros, el vuelo de las mariposas y las telas de arafa. El pantano invade el bos- que con sus criaturas viscosas, y si esta situacién continia, no te quedara sino vi- vir con tu hermano Trumao. Tina se eché el delantal a la cara en seal de pena. —Yo recibi a Tri-li en mis brazos cuan- do Lilén lo lanz6 al aire desde el avellano. Desde entonces, ‘Trumao no volvié a salir del pantano, de pura rabia. Qué podemos hacer? Supongo que a Tri-li no le daran un castigo muy terrible, como aprisionarlo en un tronco hueco igual que al famoso Mago Merlin, o transformarlo en gusano. —No, nada de eso. Acéreate, para que conozcas nuestro plan. Tina oy6 con cara asustada lo que Bli le dijo al odo. —Espero que sea lo mejor para mi que- rido ahijado —susurr, —Asi seré —afirmé el anciano— no olvides que Ia cita es al mediodia Salié en seguida y se interné de nuevo en las sendas perdidas, porque faltaba lo més dificil del plan, Eligis un camino ilu- minado por luciémagas; una de ellas lo reconoci6 y se instal sobre su gorro, alum- brando el oscuro tinel a la manera de los mineros. Ciervos volantes* abrian y cerra- ban sus temibles mandibulas, confundien- do al anciano con un rival. El los apartaba con alguna palabra tranquilizadora. Al dar una vuelta, divis6, allé al fondo, una suave luz azul que parpadeaba haciendo sefas. Bli no tard6 en distinguir una delicada fi- gura que le hacfa reverencias y que decia con voz musical: —Respetable anciano, soy Brilo, el elfo mensajero de Lilén. Ella te espera en el mas afoso de los avellanos. Sigueme, por favor. Bli siguié confiadamente al luminoso elfo, no sin antes agradecer a la luci el haberle prestado su luz maga 7 EL DUENDE DEL ROBLE VISITA A TRUMAO Mientras Bli se dirigia al avellano donde lo esperaba Lilén, el Duende se encaminé a los pantanos, al palacio de barro donde vivia Trumao. Cara de Palo habia anunci do su visita al brujo por medio de un go- rién mensajero. Sin duda, era otra de las partes dificiles del plan urdido con Bli. —Espero encontrar a Trumao de buen humor, En todo caso, le traigo de regalo un frasco de buena voluntad mezclado con jugo de mandrigora que me dio el amigo Bli —suspiré el Duende, pensando que para el brujo se necesitaba mucho més que un frasco. Meterse al pantano, aunque fuera por una buena causa, no le gustaba para nada al ordenado Cara de Palo; pero él era el Unico que tenia algo de poder sobre Tru- mao. Se habia puesto unas botas de hojas que le llegaban casi a la cintura, para tratar de no ensuciarse. Al centro del pantano, sobre una especie de islote, se elevaba el palacio de barro cubierto por musgos que disminuian su desagradable aspecto. Con un suspiro, el Duende dio el primer paso dentro del pantano y se hundié hasta el cuello. “jUA!", buf, tratando de que no le entrara barro a la boca, Con profunda re- pulsién avanz6 hacia el islote, pero no pudo evitar que varias veces el barro le mojara hasta la nariz, Cuando lleg6 a la puerta del palacio se limpié como pudo, sacudiéndo- se y saltando, Sacé una botellita de risa azucarada, pero ni asi pudo disimular su disgusto; crey6 sonreir, pero s6lo hacia una mueca de asco. Salieron a recibirlo dos monigotes de barro que lo saludaron lan- zandole a la cara unas tortas de lodo ref nado. Con voces enronquecidas dijeron: —Nuestro amo, el gran Trumao, te da la bienvenida Cara de Palo casi se devolvié ahi mis- mo, pero aguant6 y siguid a los monigotes hasta la sala donde lo esperaba Trumao sentado sobre un hongo venenoso, —Te saludo, Duende del Roble —re- buzné el brujo alzando el pie izquierdo. —Te correspondo —gruié el Duende estirando la mano izquierda y haciendo el signo diabélico —iQué malo, qué malo! —ri6 Trumao, lo que significaba jqué bueno!—. ;Traigan las bebidas! —orden en seguida, sin ofte- cer asiento a la visita. Los monigotes se presentaron con dos grandes vasos llenos de un liquido hirviente. —Bebe este delicioso licor de ontigas con jugo de cuncuna’ —ofrecié dando otra patada en el suelo, salpicando lodo a su alrededor. —Gracias —tartamudes el Duende to- mando el vaso y bebiendo con los ojos cerrados. A su vez, alargé a Trumao la botellita de buena voluntad que le habia dado Bli. —iQué brebaje es éste? —rebuzn6 el brujo. —Finisimo filtro de mandragora —ca- traspe el Duende, sintiendo que la gar- ganta le ardia después de tragar el licor de ortigas. —iOh! Es algo muy raro de encontrar —tebuzn6 el brujo complacido, y se lo bebis de un trago. Durante unos instantes Trumao per- manecié inmévil, con expresién de feli- cidad; pero en seguida cayd al suelo, brincando igual que un saltamontes y re- volviendo los ojos como ruedecillas in- fernales. El Duende se escondié detrés del hon- go-trono del brujo hasta que Trumao cay6 dormido. Cinco minutos después abri6 ojos normales y una especie de sonrisa curvé su boca; pero no sabia usar palabras de buena voluntad, y balbuceaba como recién nacido: “gu, gu, gu”. Entonces Cara de Palo resolvi6 actuar: —Tri-li, el elfo que tiene una mancha de brujo en el coraz6n, est4 haciendo mu- cho dafio en el bosque; los Arboles pue- den secarse, porque no permite que los pajaros aniden en las ramas, ni se crien en los troncos araftas y mariposas. La cau- sa es la mancha que té le pusiste en el coraz6n. Los habitantes del gran Bosque pensamos que se le debe quitar ese brote oscuro. Sin embargo, necesitamos que es- tés de acuerdo, porque s6lo ti tienes el poder de cortarlo Al terminar su discurso, el Duende del Roble tenfa mas cara de palo que nunca Trumao apreté los labios, pero un poco de buena voluntad se los abrié y dijo breve- mente: —Si el hada Lilén viene a mi palacio y me promete que nunca més cantara cerca de mi pantano, acepto —dijo, cayendo en profundo suefio. El Duende no demoré ni un segundo en salir del palacio barroso, atravesar el pantano y correr a baftarse al riachuelo del bosque. Bebié grandes sorbos y en segui- da, mientras vestfa su nuevo traje de tallos de enredaderas, llam6 a la rana de Darwin para que avisara de inmediato a Bli el buen resultado de su mision, —El anciano Bli debe estar saliendo de las Sendas Perdidas del bosque o tal vez esté Ilegando al palacio del hada Lil6n iAleénzalo antes de que se encuentre con el hada! Ta rana tenia dibujados todos los cami- nos del bosque en su pequenio cerebro verde, incluso las Sendas Perdidas y hacia estas tltimas dirigié sus giles saltos, BisLoTe, 00 WEE eam 8 CONVERSACION EN EL AVELLANO Guiado por Brilo, el elfo enviado por Ion, Bli said de las Sendas Perdidas justo al pie del avellano, En eso, lleg6 la rana de Darwin, tan apresurada, que cayd de boca sobre el anciano mago, terminando ambos entre la hojarasca. —Espera, tengo un recado de mi amo, el Duende del Roble —grité atorandose. — Oh, es muy importante! —Dice que si “ella” va al palacio barro- s0 a decirle que acepta no cantar cerca del pantano, “él” cambiara el corazon de Trili —silb6 al ofdo de Bii _ —Cara de Palo lo ha hecho muy bien dile que no se olvide de la cita al medio. dia. Gracias... Pero la rana ya habia partido, Brilo hizo unas sefias luminosas para apresurar a Bli y ambos ascendieron por una escalerilla tallada en el tronco del avellano, hasta lle- gar al palacio de Lilén, que se abria entre las hojas mas tupidas como una gran flor azul. Bli estir6 sus ropas y se sacudié la barba para presentarse mas ordenado ante la mas refinada de las hadas del bosque. Entr6 en puntillas detras del elfo, haciendo venias por si acaso, porque a las hadas les gusta aparecer de repente. Mientras trataba de pensar en cémo convencer a Lil6n para que fuera al desagradable palacio donde habitaba ‘Trumao, unas risas empezaron a seguirlo. Tanted el bolsillo en que Ievaba un pequefo frasco azul de sonrisas amis- tosas mezcladas con buena voluntad, muy necesario en momentos de fitmar un trata- do de paz. Las risas que celebraban s paso se hicieron mas agudas —las hadas suelen ser casi siempre muy risuehas—, lo que aprovech6 Bli para recoger los gracio- sos ecos en un caracol que habia tenido la precaucién de Ilevar. Estaba pensando en la conveniencia de regalar risas de hada a las personas sin imaginacidn, cuando se abri6 frente a él una especie de pétalo y aparecié el sal6n del hada. El sal6n se vefa pequefo y grande al mismo tiempo, tal era la proporcién de murallas y techos de diferentes dimen- siones, Cualquier visitante hubiera creido que estaba en un palacio de espejos, dis puestos de tal manera que el todo se reflejaba en cada parte: era imposible de- terminar dénde empezaba o acababa el entorno Lil6n se encontraba de pie en el centro de un millén de pétalos de variados mati- ces azules. Bli hizo una profunda reveren- cia y el hada inclin6 varias veces la cabeza. En torno a ella las paredes sedosas crujfan levemente, como si estuviera rodeada de seres invisibles. Lilén indicé al anciano mago un asiento que se mecia suavemente como flor; ella se sent6 en otro que se alz6 del suelo. Una delicada mano surgié entre los cortinajes y ofreci6 a Bli una copa que se reflej6 en rededor, de manera que no se sabia cudl era la verdadera. Lilon hablo por primera vez: —Si tomas la verdadera copa, tienes un punto a tu favor. : “Empezaron los tipicos acertijos”, pen- 86 Bli, Pero cuando apareci6 la mano, él se habia fijado muy bien en que la copa verdadera tenia un punto brillante que re- flejaba la cara del hada. —s ésta —dijo con seguridad, toman- do la delicada copa lena de la deliciosa bebida que da la felicidad. Lilén sonri6, para no dejar ver su mo- lestia por haber perdido. Bli, a su vez, le alarg6 el burbujeante frasco azul. —Dos puntos a tu favor si las burbujas alegran tu coraz6n —fue el acertijo del anciano mago. — Amistad y conformidad traerén la paz —canté el hada anotdndose los dos pun- tos que borraron en seguida su desagrado Después de beber los filtros, ambos em- pezaron la negociaci6n, con la sonrisa en la cara y el coraz6n bien dispuesto. —Qué aire te ha traido hasta el avella- no? —pregunt6 ella. —Un aire de preocupacién. Tu hijo Tri- li no se encuentra bien; la raiz de brujo que tiene en el coraz6n lo hace odiar los cantos de los pajaros, el vuelo de las mariposas y la presencia de las araias; no permite que estos seres habiten en el bosque y... —Los drboles estdn sufriendo, he senti- do en el aire el hedor a pantano; seres viscosos amenazan secar hasta mi avellano mégico —admitié Lilin—; pero no creo que Tri-li sea el causante. —Si no me crees a mi, vuela hasta el arroyo, donde Piti, el tordo de las cien me- lodias, es el mejor testigo de lo que sucede. —Oh, no dudo de tu palabra. Sin em- bargo, siempre es posible equivocarse al juzgar a los demas. —Es verdad, pero en este caso tengo también el apoyo de los espiritus de los Arboles, y del propio Tri-li, con quien me encontré a orillas del arroyo: se puso fu- tioso cuando le hablé del problema, grité que no soportaba la bulla de los pajaros y se transform6 en un remolino infernal ;Cudnto lo siento! —exclamo el hada con sinceridad—. Pero qué puedo hacer en este caso? No tengo poder sobre su raiz de brujo. —Claro que lo tienes —afirmé Bli, con su mejor sonrisa, porque la parte peligrosa de la conversaci6n habia llegado. —,C6mo lo sabes? —El Duende del Roble fue al panta- no.. —iAh, visit a Trumao! Qué mentira dijo ese malvado? —Dijo que aceptaba sacar la raiz oscu- ta del coraz6n de Tri-li, si tt misma ibas a su palacio a prometerle que no volverias a cantar cerca del pantano, —iQué ocurrencia més tonta! :Yo, ir al espantoso lugar que él llama su palacio? Pei deria todas mis virtudes de hada. Ya perdi algunas cuando me tocé con su mirada de brujo el dia en que sin querer me acerqué al Pantano; del susto que tuve, nacié Trili con una mancha en su corazén. $i, lo lancé del avellano creyendo que tenfa alas, como los demas elfos, pero por su pesadez de brujo se azoté en el suelo, No lo hice con mala intencién —se disculp6 graciosamente. Bli tuvo entonces la mejor idea de su vida —Te propongo que te encuentres con Trumao en un lugar en que ni él ni ti puedan ejercer sus virtudes —,Qué lugar tan raro es ése? EI hueco del roble donde vive el duende Cara de Palo. Ahi, el tnico poder que existe es el del propio duende. —Y estar de acuerdo Cara de Palo? —Sin duda que si. En el bosque todos estamos preocupados por esta desagrada- ble situacién. —Supongo que sera una reunién se- creta, no quiero que se sepa que he esta- do cerca del brujo. —Absolutamente secreta —asegur6 Bli, —zA qué hora se efectuard? —Al amanecer, antes de que brille el primer rayo de sol. Habiendo llegado a un acuerdo, ambos hicieron profundas venias de despedida Bi baj6 por la escalerilla del avellano alum- brado por el elfo Brilo. Rapido, porque la noche iba pasando, corrié a comunicarle al sofioliento Cara de Palo que la reunién de Trumao y Lilén se realizarfa en el roble. —Oh, tendré que ponerme a ordenar, no siempre tengo visitas tan importantes y peligrosas —dijo el duende con un poco de afliccion, —Amigo, aqui tienes una botellita de buen 4nimo que te aliviard de toda preocupacién Todavia me falta comunicar a Trumao que la cita es justo antes del amanecer. Enviaré el recado con el Buho de medianoche, a quien he sanado de sus pesadillas diurnas, Al anciano le cost6 encontrar al Buho, Porque a esas horas, las mas oscuras de la noche, solia cazar cerca del pantano, pre- cisamente, Lo encontré devorando su cena, una rata sin destino. —Uh, uh, apenas termine de comer iré a dar tu tecado al brujo —prometio. Bli corrié en seguida hacia su cabafa con el tiempo justo para darse una breve ducha de rocio. Arien desperté al sentir a su socio y le comunics que Blu, Bla, el tordo Piti y gran ntimero de insectos esta- ban de acuerdo en reunirse a mediodia en el lugar donde nacia el arroyo. Todo estaba preparado, Bli visti6 su traje ms oscuro para no llamar la atencién, bebié un dedal de rocio con miel y se sintid con fuerzas para asistir a la reunion secreta en el hueco del roble. Antes de partir, recomend6 a Arien el mayor silen- cio sobre sus andanzas —Volveré solamente para recoger la bo- tellita con el filtro. Entonces partiré contigo al encuentro del mediodia. “Vigila y calla” es la consigna —Asi sera —dijo Arien, cerrando la puerta de la cabana con doble seguro. » LA REUNION EN EL ROBLE Cara de Palo no habia terminado de orde- har su casa, cuando lleg6 el brujo Trumao, aferrado a las plumas del Buho de media, noche, al que habia obligado a llevarlo hasta la reuni6n del roble. Estaba de mal humor, como era de esperarse, y sus pies llenaron de barro el lugar donde se detu- Yo. El Duende no dijo nada, por pruden. ia, pero dos cucarachas que solian hacer la limpieza se apresuraron a barter discre. tamente el suelo, —Veo que Lil6n atin no ha legado —tugi6 mas que hablo ‘Trumao, —Todavia es temprano y... —alcanz6 a decir Cara de Palo, cuando, lanzando luces, entr6 Brilo, el elfo mensajero de Lilén, —Mi sefora esta por llegar —anuncio Un rumor de alas y sonido de flautas precedi6 al hada, que se acercaba en una nube rosada, con sus hadas de compaiiia. Un olor a flores recién abiertas Ilen6 la habitaci6n, Al sentir el perfume, el brujo puso cara de asco y lanz6 un fuerte estor- nudo que empujé a las recién llegadas con- tra la pared. Por suerte en ese mismo instante entr6 Bli, que repartié sin demora tisas y sonrisas a los asistentes. El Duende offecié un fresco desayuno de rocio con gotas de buena voluntad en tazas de bello- tas, Mientras bebian, Bli hizo de inmediato las dos preguntas que decidian la opera- cin de Tri, Primero se dirigié a Trumao: —En presencia del hada Lilén y sus damas, siendo testigo de este acuerdo el Duende Cara de Palo, zaceptas, poderoso brujo Trumao, que a Trisi se le arranque del coraz6n la raiz oscura de tu enojo? —Si, acepto, siempre que Lilon cumpla su parte, —Y ti, poderosa Lilén zests de acuer- do en no volver a cantar cerca del panta- no, para lograr que Tri-li se convierta en un elfo de buen coraz6n, como ti lo de- seabas? —Si —contest6 ella brevemente, ansio- sa de alejarse del brujo. : ara de Palo present6 entonces dos pe- quefias hojas de coihue donde Trumao y Lil6n echaron su aliento, que era su mane- ra de firmar. La reunién terminé de inme- diato y mientras Trumao vol6 al pantano montado en el Btiho de medianoche, Lil6n se dirigié con su corte de hadas a dar un agradable paseo para olvidar para siempre al brujo y a Tri, Nadie debe extrafarse de los sentimien- tos de las hadas hacia sus hijos, porque ellas son igual que flores: dejan caer sus frutos y semillas, y el viento y la Iluvia se encargan de lo demas. Tampoco los elfos vuelven a recordar a las que fueron sus madres por casualidad, por un rayo de sol que cay6 sobre ellas, 0 porque sofiaron todo el invierno con Ia llegada de las flo- res. Hadas y elfos son eso, chispas que prillan en lo sombrio del bosque. En el roble quedaron Cara de Palo y Bli, felices con el resultado de la reunion Ia rana de Darwin, que se habfa escondi- do por temor a los poderosos visitantes, aparecié en ese momento para celebrar también el buen resultado —Querido Duende, guarda estas hojas en tu arcén secreto por si el brujo se arre- piente de su buena accién —recomend6 Bli antes de despedirse—, jNo olvides nues- tra cita del mediodia! —Alli_estaré puntualmente —contesté Cara de Palo dejandose caer en la cama para dormir un rato. Bli emprendié el camino a su cabana leno de contento, sin sospechar el nuevo tropiezo que encontraria en el bosque. 10 CONFUSION Y CLARIDAD Al salir del roble, Bli advirtid que el bos- due se deterioraba con una rapide incref. ble. Las ramas cafan lacias, el hedor se hacia insoportable y hasta las heladas cule. bras y las ratas hufan de alli, A poco andar, Bli se detuvo, mirando a su alrededor. Seno fuera malo jurar, lo haria, Estoy seguro de que por aqui estaba el senders hacia la cabaia. Bli busc6 por un lado y otro el camino conocido, pero fue en vano; en vez de ir hacia la cabana, se encontré cerca del Club de los Gatos Viejos, —iQué raro! Parece que alguien hubie- ta dado vuelta el bosque. Al decir esto una luz se hizo en su cabeza: {Tri-li, claro, él habia confundido las seftales! Habfa sospechado algo, segu- ramente, y quiso despistar con el poder que tienen los elfos de perder y confundir ala gente. ‘Pero a mi no me confundiraé —mur- muré Bli. Una de las maneras conocidas de des- hacer un enredo creado por los elfos, consiste en ponerse los zapatos al revés Asi lo hizo Bli y mientras se cambiaba las babuchas puntudas de un pie al otro, crey6 escuchar una risa entre las hojas No tuvo dudas de que Trili habia girado los senderos; pero no fue suficiente cam- biarse las babuchas: los caminos giraron de nuevo hacia otro lado. Lo peor habria sido molestarse, asi que Bli se puso a reir con sus més alegres carcajadas mien- tras se ponia el calzado al derecho. En- tonces hizo algo muy sencillo: cerré los ojos y avanzé hacia la direccién en que sabia estaba su cabafia. La ilusin creada por Tri-li desaparecié y Bli no tard6 en llegar a casa —aAtien, tenemos que actuar rapido; TH sospecha que estamos tramando algo —fue lo primero que dijo. —Creo que pas6 por aqui, porque al- guien estuvo golpeando la puerta un buen rato, pero no le abri —contest6 Arien, offe- ciendo a Bli un vaso de agua endulzada con miel para que repusiera sus fuerzas El anciano mago agradecié al socio su preocupacién y luego de beber abri6 la alacena con siete vueltas de llave, sacé la botellita con el filtro y la guardé en uno de sus bolsillos secretos. —Vamos, Arien —urgid abriendo la puerta Ambos partieron a buen paso, Caminar no les impedia pensar; cuando iban por la mitad del sendero hacia el arroyo, Arien pregunt6 en voz baja: —,Qué gusto tiene ese filtro? Bli se detuvo en seco, con cara de es- panto. —jOlvidé ponerle buen gusto! Tengo que regresar a la cabana donde guardo las BisuIoTECA COLEGIO RUN SEAT esencias. Adelantate, muchacho, trataré de estar a la hora que fijamos. Bli se devolvi6 a la carrera, pisindose la barba y tropezando de puro nervioso, mien- tras Arien continuaba su camino hacia el arroyo. Apenas lleg6 a la cabaia abrié la alacena y mir6 la cantidad de frascos —unos llenos de risas, otros, de esencias de hierbas y raices—, sin saber cual elegir. —A ver, a ver, squé sabor preferira Trili? De rosas no, su raiz de brujo rechaza lo perfumado; tampoco de frutillas* silvestres... Mm, tal vez un poco de natre*, cuya amar- gura complace a los seres oscutos y refres- ca la fiebre... Si, una gota de natre es lo perfecto. Agrego al filtro la gota que faltaba y parti a la carrera a través del bosque. Le esperaba otra sorpresa: en un recodo se encontr6 con el propio Tri-li, que parecia esperarlo en medio del sendero. —Por qué corres tanto, Bli? ;Tienes al- giin plan secreto? Te veo trajinar mucho ahora tltimo, 2Qué contestar? El cerebro de Bli se paralizo por varios instantes. Mientras re- cobraba la tranquilidad para pensar, alla, junto al arroyo del bosque, iban reunién- dose todos los asistentes a la cita magica del mediodia El tordo Piti bebia, entonando trinos banales, aunque su coraz6n de pajaro es- taba lleno de expectacién por lo que iba a ocurrir. Se moria de ganas de meterse bajo. la piedra donde se ocultaban Bla y Blu y preguntarles si sabian en qué consistia el plan de Bli Los espiritus de los arboles no cesaban de suspirar como de costumbre: se trataba de no llamar la atencion, Tina tejfa sentada en una rama, aparen- temente tranquila, aunque su coraz6n tem- blaba de miedo por su querido Tri-k. El Duende del Roble acechaba entre las hojas por si fuera necesario reforzar el efecto del filtro, Junto a él, la rana de Darwin habia abierto un agujero en el sue- Jo para esconderse si algo salfa mal. Araias y mariposas se ocultaban en- tre las hierbas, esperando el momento de tegtesar al bosque. Todo estaba pre- parado. ¢Por qué Bli no Ilegaba atin, si hasta Arien se habia instalado entre unas raices, con algunas botellas de risas con- soladoras bajo el brazo? Nadie sabia lo que podia pasar. Entretanto, alla en el bosque, Bli abria y certaba la boca frente a Tri-li; por fin, al cabo de unos momentos, su cerebro vol- vi6 a funcionar: no queria mentir al elfo, pero tampoco le podia revelar el plan, asi que se puso el dedo en la boca en sefal de silencio y sélo di —Pronto lo sabris. Ven conmigo al arroyo. La curiosidad era una de las debilida- des de Tri-li y siguié a Bli haciendo toda clase de preguntas, lo que puso mas ner- vioso al mago. —No hagas preguntas, no puedo con- tarte lo que sucedera dentro de un rato, se echaria a perder un importante secreto. No te separes de mf porque tt serés el prime- To en conocer algo maravilloso. ‘Trieli no quiso averiguar mas y se fue pegado a Bli hasta que llegaron al arroyo. Al ver a Tina, el elfo corrié hacia ella: —Seré el primero en conocer algo ma- ravilloso —grit6 con sonrisa radiante. —iQué bueno, hijito! —contest6 ella, sintiendo que su coraz6n se estrujaba de pena. —Cillate, tordo! —chill6 ‘Tri-li al ofr cantar a Piti, El tordo desaparecié en un segundo. Fue la seftal que todos esperaban: Bli saco €l filtro de su bolsillo secreto y exclamé: —He traido el filtro de las maravillas, para que se borte y desaparezca lo que nos disgusta y brille lo mejor de nuestro coraz6n. —Prometiste que yo seria el primero —arité Tri-li poniéndose de un salto junto aBli —Acuérdate de dejar un poco a los demas —advirti6 Bli. —Todo para mi —chill6 Tri-li bebiendo el frasco de un sorbo. Una mueca malvada llen6 la cara del elfo, para luego ir cambiando hasta trans- formarse en una sonrisa tranquila y brillan- te; pero lo més inesperado fue que los pelos que cubrian su cuerpo cayeron al suelo como un manto oscuro. En seguida, sus dientes, que eran afilados, se redon- dearon y le crecié un par de alas transpa- rentes en los oméplatos, que es donde las tienen las hadas y los elfos. Todos lanza- ron un ;OOOH! que dio la vuelta al bos- que. Tina corié hacia ‘Trili y un elfo completamente cambiado cay6 dormido en sus brazos murmurando: —iQué filtro tan maravillosoool. . ‘Tridi durmio varios dias mientras la zona oscura se borraba de su cerebro y su cora- z6n. Tina lo llev6é a su casa como habia hecho cuando cayé del avellano. Los peque- flos elfos se portaron como nunca antes; ayudaron a la pequefia bruja en todo, aun- que no dejaron de hacer algunos des6rde- nes, como dar vuelta un frasco de miel sobre el fuego de la cocina y perseguir a los gatos viejos con una lluvia de piedras. Cuando Tri- Ii desperts, su primera pregunta fu: —Por qué no cantan los pajaros en el bosque? —Porque tienen miedo de los peque- fos elfos —contest6 Tina. —Eso no puede ser, yo mismo iré a lamarlos para que llenen con sus trinos el aire y con sus nidos las ramas de los arboles. Como ahora tenia alas revolote sem- brando alegria por todo el bosque. La bru- ja Tina se admiré del cambio que habia experimentado su protegido en tan poco tiempo. —iVengan!, vamos a lamar a los paja- tos! —grit6 TriHli a los pequefos elfos. Acudieron igual que una nube de mos- quitos y siguieron a su jefe sin extraharse de que ahora las Grdenes fueran todo lo contrario de las que habia dado antes. Fl hedor a pantano desapareci6, los res viscosos regresaron al limite que siem- pre tuvieron, es decir, el pantano volvié a ocupar su lugar acostumbrado. Los espititus de los érboles suspiraron con alivio, alzando sus ramas y agitando- las de felicidad. En el bosque nuevamente se escuch6 el misterioso zumbido de la vida. Bla y Blu invitaron a su casa calabaza a Bli y a su socio Atien; al Duende del Ro- ble; a Tina y a Piti, el tordo de las cien melodias; y, por cierto, a Tri-li para cele- brar su transformaci6n. Con el tiempo has- ta el nombre del elfo cambi6: todos lo llamaron Tili, porque ya no habia divisio- nes en su alegre corazén. EI brujo Trumao se encerré en su casti- Ilo del pantano; desde entonces us6 ante- ojos oscuros para no ver el brillo de las hadas y se puso tapones de barro en los oidos para no escucharlas Y en el afoso avellano, Lilon ha agre- gado una nueva sala a su palacio azul, atin mas misteriosa que la de los espejos. En las noches suele volar por el bosque se- guida por un séquito de elfos y luciémna- gas, derramando luz y mtisica. A veces Tili la acompaia; pero ambos han olvidado por completo que son madre e hijo, lo que no es de extranar, porque hadas y elfos no tienen coraz6n humano, sino vegetal, y sus hijos © hijas son como las semillas que vuelan por el aire, sin lazos sentimentales con quien les dio origen. Sin embargo, entre Lilén y Tili hay un especial impulso de simpatia. Bli y Arien tienen més éxito que nunca con su venta de risas y sonrisas de todos los colores. Han aftadido la creacion de risas de hadas, que guardan en conchas de caracol en vez de botellas. Blu no deja de recargar cada ano el frasco donde guarda el magico rayo de sol, aunque ya no sufre de tristezas inver- nales ni de miedos; Bla tiene charlas un poco lateras con la Mariposa Azul y con sus vecinos, los seres del dia y la noche, lo que significa que la vida ha vuelto a la normalidad. Lo tiltimo que se ha sabido del matrimonio y de su casa calabaza, es que adoptaron un pequefo elfo algo in- quieto, pero nunca tanto, que ilumina sus dias y noches mejor que el frasco de sol. Fl Duende del Roble ha puesto un ta- ler de ropa hecha y zuecos de madera para vestir a los desordenados elfos Y hasta el Club de los Gatos Viejos ha adquirido un mejor aspecto después de que Arien arregl6 el techo con unos cuan- tos clavos. Dicen que las €pocas felices no tienen historia, por eso ésta termina aqui, espe- rando que alguna turbulencia yuelva a es: tremecer los ramajes del gran Bosque para contar nuevas aventuras de las tribus de la Pequefta Gente, GLOSARIO algarroha: fruto del algarrobo, érbol siempre verde, choroy: loro. ciervo volante: insecto colesptero. coibue: nombre araucano de un Arbol de Chile y Argentina, que crece muy alto. Sus ramas son horizontales. ‘cuncuna: nombre que se da en Chile a la oruga. cururo: ratén campestre de color negro. dibuene; nombre que se da en Chile a algunos hongos que crecen en los drboles del sur. Jfrutilla; fruta chilena, pequena muy dulce, natre: arbusto chileno, cuyas hojas son muy amar- gas. atagua: Srbol chileno, muy frondoso, que pro- duce flores blancas en forma ce campanitas. rana de Darwin: pequeho batracio del sur de Chile, que cambia de color —verde, amarillo, café 0 gris—, segin el lugar donde vive, Es istinto a todos los otros batracios del mundo porque después de que la hembra pone los huevos, el macho los ingiere y los mantiene durante casi tres semanas dentro de él y al fin expulsa las crias por la boca. tamarugo: Arbol chileno, parecido al algarrobo, que crece en el desierto nortino. NOTA SOBRE LA AUTORA Como “una mujer que tiene algo de hada”, defi- ni6 a Alicia Morel el poeta Braulio Arenas. Y ella misma, en cierto modo, se reconoce inmersa en ese mundo donde reinan las hadas, los duendes, los elfos... “El elemento maravilloso y fantéstico —declaraba en una entrevista— es algo inherente a mi forma de pensar. No es que evada la realidad, penetro en ella por esta via, En mis cuentos para nifios, realidad y fantasia se mezclan; porque la realidad suele ser fantastica y lo maravilloso resulta real.” En otra oportunidad, reafirmando esta misma idea, sefial6: *Lo maravilloso nos hace entrar de manera mas profunda e indolora en la realidad, que siempre nos sobrepasa con su complejidad infinita” Alicia Morel nacié en 1921 y fue la mayor de sus hermanos. Desde pequefta le contaron cuen- tos y mas tarde se fascin6 con los textos e ilustra- ciones de E1 tesoro de la juventud. Asi comenz6 a desarrollar la imaginaci6n, y no es dificil adivinar la influencia de sus lecturas en su labor de escri- tora. ‘Cuando cumplié los dieciséis aftos, su padre le hizo un regalo que nunca hubiera imaginado: mand6 a imprimir doscientos ejemplares con sus primeros intentos literarios, en un pequefio libro de poemas que se llam6 En el campo y la ciu- dad. ¥ en 1940 public Juanilla, Juanillo y ta abuela, una novela infantil cuya accién transcu- rre en el Caj6n del Maipo, Los cuentos de la hormiguita Cantora y el duende Melodia nacieron en Radio Chilena, en 1954, como libretos para radioteatro y en 1956 fueron editados como libro. A partir de 1968 y durante cuatro aftos, vivié en la ciudad de Valdivia, cuya maravillosa natura- leza inspir6 y sigue inspirando muchos de sus relatos. Por lo demas esto no era nuevo en la personalidad y la obra de Alicia Morel. “Creo que es el personaje mas importante —destacd en una entrevista, refiriéndose a la naturaleza—, al tiem- Po que agregaba; Desde nifia me identifiqué con Ja naturaleza, con los Arboles, los bosques, los animales que me salian al paso...” De esta época data El increible mundo de Hanca, obra que obtuvo un premio de la Asocia- cién de Amigos del Libro. Ademas, por aquellos afos conocié algunas leyendas mapuches, que mas tarde se convirtieron en los Guentos arauca- nos, La gente de la tierra, por los que recibié una distincién de la Municipalidad de Santiago. Ambos libros —EI fneretble mundo de Llanca y Cuentos araucanos. La gente de la tierra— apa- recieron incluidos en la Lista de Honor de IBBY (Organizaci6n Internacional para el Libro Juvenil) También en los alrededores de Valdivia reco- gid de una fuente oral una serie de relatos autén- ticos que reunié en un libro bajo el titulo Cuentos de ta lluvia A fines de los afios 70, Marcela Paz invit6 a Alicia Morel a escribir en conjunto Perico trepa por Chile, un notable proyecto ideado por la crea dora de Papelucho, Y entre muchas otras obras, tanto para adul- tos como para nifios, el teatro infantil y los tite res, han sido otra faceta de esta autora, y para ellos creé La flauia encantada, publicada por Editorial Andrés Bello, y Hagamos titeres. Para la autora son también de gran importan- cia las leyendas y mitos de América: “Son nues- tros auténticos y originales cuentos de hadas”. Por eso también ha recopilado las mas diversas leyendas, algunas de las cuales aparecieron en Cuentos 9 leyendas iberoamericanos y otras inte- graron el volumen Leyendas bajo la Cruz del Sur editada bajo el sello Andrés Bello en 1996. Siguiendo la inspiraci6n de los relatos fantis- ticos que la acompafaron en su nifiez, de todas las leyendas que ha ido conociendo a través de su vida y de todo lo maravilloso que sucede en la vida real, Alicia Morel ha seguido escribiendo: 1a era del suenio, El viaje de los duendes al otro Jado det mundo, y ahora, la encantadora historia de El fabricante de risas. SUGERENCIAS PARA UNA LECTURA CREATIVA |. RECORDEMOS LA HISTORIA Y SUS PERSONAJES: 1. eQué te parecié Ia historia del fabricante de ri- 88? {Qué fue lo que mas te gusto de ella? 2. De los personajes que aparecen en ella, ga cual prefieres? gPor qué? 3. Aqui tienes cuatro de los personajes de la histo- ria, Debajo de cada uno de ellos aparecen palabras que pueden caracterizarlos, Eligé la que en tu opinion le viene mas a cada personaie. a)Bli b)Arien 0) Tri) Lil6n -flojo ‘trabajador -burlén —_-misteriosa -ingenioso triste -cambiante -graciosa -pensativo -chistoso -veloz ~cariiosa 4, Y td, go6mo eres? Piensa en algunas caracteris- ticas de tu forma de ser, y prueba a describirte or escrito, como si estuvieras empezando tu dia- Tio de vida. 5. Une los personajes de la primera columna con sus hogares, que estén en la segunda’ -Lilén -Palacio en el pantano -Blay Blu ~Cabafa de hojas secas

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