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Ayudémonos A Crecer
Ayudémonos A Crecer
La iglesia, entre otras cosas, debe ser una escuela. Es el lugar donde
aprendemos algunas de las lecciones más importantes de la vida cristiana y,
normalmente, allí crecemos en el conocimiento de Dios y de su camino.
Creo que todos estamos de acuerdo hasta este punto. Dios nos ha llamado a
crecer y extendernos hacia la madurez en Cristo. Pero donde puede haber
diferencias entre nosotros es en cómo hemos de llevar a cabo esa instrucción
básica y esencial que todo creyente necesita.
Sin duda, la manera más común de enseñar es por medio del sermón. Ya sea
en los cultos de la iglesia, la Escuela Dominical o las reuniones hogareñas,
normalmente les predicamos a los creyentes.
Sin embargo, con gran respeto hacia mis colegas, sugiero que es un error. Yo
diría (y no sólo yo) que nuestra tarea no es enseñar a los hermanos, sino
ayudarles a aprender. Piénselo. Hay un mundo de diferencia entre los dos
conceptos.
Además, la gran ventaja del diálogo para la persona responsable del grupo es
que sabe muy pronto hasta qué punto cada integrante comprende el pasaje o
tema que se está estudiando. Esto da la posibilidad de corregir conceptos, y
agregar explicaciones en la marcha del encuentro.
Tercero, la meta debe ser estimular a los miembros del grupo a investigar, a
pensar en su fe. La mayoría de los creyentes tiene una fe de «segunda mano».
Es decir, han escuchado la verdad de Dios de parte de otras personas, pero
ellos mismos no saben tomar su Biblia y demostrar por qué creen lo que creen.
El discípulo maduro no solamente ha aprendido a alimentarse con la Palabra de
Dios, sino que tiene su fe basada en un conocimiento propio del libro y no de lo
que haya escuchado. Ya no depende siempre de otros.
Dos de las preguntas que más utilizo durante la discusión grupal son: «¿Me
puedes explicar eso?» y «¿Por qué?». La tendencia de muchos creyentes es
responder a preguntas con «palabras evangélicas» que han aprendido de
memoria, pero que realmente no saben manejar. Entonces exijo explicaciones,
aun de las cosas más obvias. Si usted quiere comprobar lo que afirmo, pida
alguna vez a un grupo su definición de la palabra «gloria».
Sin embargo, hay una variedad de ayudas disponibles. Por ejemplo, el libro El
estudio bíblico creativo de Ada Lum (Ediciones Certeza) es una excelente
explicación de la metodología del trabajo en grupos.
Cuando toco este tema siempre pienso en una iglesia de una ciudad vecina. Es
una iglesia de unos 150 miembros, y el año pasado mantenía más de 20 grupos
caseros interactivos, algunos de evangelización y otros de enseñanza, que
involucraban a más de 100 personas. Es una iglesia que crece sobre
fundamentos sólidos.