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Simón Narciso de Jesús Carreño Rodríguez, más conocido como Simón Rodríguez fue

un gran pedagogo, escritor y pensador latinoamericano. Nació el 28 de octubre de


1769 en Caracas- Venezuela y murió en Amotape- Perú el 28 de febrero de 1854. Sus
ideas avanzadas y revolucionarias para su época en materia de educación le
costaron varios inconvenientes, como su destierro de Venezuela hacia Jamaica,
siendo profesor en la Escuela de Lectura y Escritura para niños, donde tuvo la
oportunidad de tener entre sus alumnos al que fuera el Libertador de América,
Simón Bolívar, con el que se encontraría muchos años después en Europa forjando,
una gran amistad.

Don Simón Rodríguez, no solo fue el maestro del Libertador, fue su guía y consejero,
influenciando su vida al punto que Bolívar en una carta le expresó “Usted formó mi
corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he
seguido por el sendero que usted me señaló.

El Maestro Simón Rodríguez fue un educador apasionado, reformador, creativo,


perseverante, amante de la libertad y la justicia, convencido de la necesidad de “la
conquista de América por medio de las ideas”, de “educar para la libertad” y de
“formar ciudadanos por medio del saber”. Su ideario quedo plasmado en obras como
Sociedades Americanas, Luces y virtudes sociales y el Libertador del Mediodía de
América.

En honor al inmenso legado del “Maestro Genial” como lo denominaba Andrés Bello,
el Parlamento Andino decide llamar a su Centro de Documentación “Simón
Rodríguez” y abrir sus puertas a todos los ciudadanos andinos, con el fin de proveer
para nuestra región un espacio de conocimiento, dialogo e información de lo que
nos une: nuestra historia, nuestra cultura, nuestra educación; esta patria andina
grande por sus hombres y mujeres, y luminosa por sus ideas.
Este filósofo hispanoamericano del siglo XIX centra sus reflexiones y todo su trabajo
en la búsqueda de una praxis transformadora de la realidad social. Pues bien,
defendemos que Samuel Robinson, como también se le conoce, eligió el discurso y
saber filosófico como la gran maestra y a la educación como la actividad práctica por
excelencia para el avance en la transformación social hispanoamericana, gracias al
cultivo de estas disciplinas, a la puesta en práctica de sus principios, la política no
será una cuestión ajena a los seres humanos y sí un ámbito de plena realización de
la vida. Sin una educación social, sin los principios de la filosofía social, el empeño
republicano de los hispanoamericanos fracasará en la ardua tarea de dominar el
complejo y problemático estadio de las relaciones entre los seres humanos.

Al estudiar sus escritos se evidencia que la constelación de problemas que aborda es


tratada con originalidad, con autonomía de raciocinio y con muy poco apego
doctrinal u ortodoxia. Él apuesta a la originalidad, no por desprecio al saber
constituido, sino porque el estado de las sociedades americanas del siglo XIX exigen
el ensayo, la búsqueda de nuevas formas de organización política y social. El defiende
una visión inteligente de la situación sociopolítica hispanoamericana, por ello la
imitación servil de modelos educativos de otras sociedades es un lastre. Rodríguez
se ocupa de pensar con rigurosidad filosófica la situación de la América Hispana y en
consecuencia propone un modelo de educación que apuntale la libertad de los
pueblos de Nuestra América.

Simón Rodríguez, precursor y animador de la inquietud bolivariana, es por


antonomasia el Maestro del Libertador; antes de que éste independizara a América,
Rodríguez (su “Maestro Universal”) hace su tarea: independiza a Bolívar, lo divorcia
de la realidad tradicional y lo acerca a la verdad futura; le ayuda a conseguir la
perspectiva propia de un creador, a intuir su faena y a calcular las fuerzas de sus
auxiliares y sus enemigos. Simón Rodríguez llama a Bolívar a ser terriblemente
cuerdo entre aquellos mediocres que se autoestiman depositarios del buen juicio y
de la sensatez, y a los ojos de los cuales la Independencia tenía que ser una locura
singular.

La enseñanza de Rodríguez se cumple en la adolescencia y en los umbrales mismos


de su edad adulta; superados algunos rices de la infancia entre maestro y discípulo,
roces que nunca más recordará El Libertador, la compenetración entre ambos es
intensa y duradera. Por el carácter independiente y rebelde de Rodríguez se
comprende que cale tan hondo en el espíritu del joven.

La casualidad pone en manos de Simón Rodríguez, pedagogo per sé y fanático de


Juan Jacobo Rousseau, a un niño sano, rico, de alcurnia, inteligente, sin familia, sin
padres siquiera a quienes rendir estrecha cuenta de aquella infancia. En suma,
encuentra el Emilio ideal. Y Simón Rodríguez inicia la educación que aconseja
Rousseau en su Emilio. Bolívar es el primer hombre moderno, quizás el único, que
haya sido educado para hombre libre. Rodríguez le hizo cerrar los libros de texto y le
abrió el gran libro de la naturaleza. Le enseña antes que nada a ser fuerte de alma y
de cuerpo; y a convivir con la naturaleza, sin ser víctima de ella. Le enseña a dar
grandes caminatas, a cabalgar días enteros, a nadar, a saltar. Le transmite oralmente
cuanto el discípulo puede asimilar. Y le obliga a leer a los grandes autores clásicos
como Plutarco y a los modernos como Rousseau. A eso se limita.

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