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Ahora bien, si lee este libro verá que también hay cientos de trabajos
publicados en prestigiosas revistas médicas que exponen las imágenes de escaneo
de muchas personas que, a pesar de haber perdido la mitad o más de su cerebro,
llevan una vida perfectamente normal y conservan un grado de inteligencia
ordinario e incluso superior a la media.
Quien lea este libro debe saber que, si como resultado del escáner de su
cerebro se descubre que ha perdido el 10% o el 20% de su masa cerebral, no debe
preocuparse en absoluto. Y es que leyendo este libro aprenderá que esa pérdida
neuronal, no tiene nada que ver con sus síntomas de deterioro cognitivo y que
independiente de la gravedad de su Alzheimer, no solo podrá detener su
progresiva demencia, sino que, además, podrá recuperar la mayor parte de la
inteligencia perdida.
En la parte 1 se explica que no hace falta tener un cerebro intacto para llevar
una vida normal y que no hay ninguna relación entre las placas beta-amiloides que
le detectó su médico al hacerle un escáner y el Alzheimer. Está ampliamente
demostrado que muchas personas que tienen sus neuronas totalmente invadidas
por las susodichas placas conservan su inteligencia intacta. Y no lo decimos los
autores del libro, lo dicen los médicos y científicos en artículos que encontrarán en
la bibliografía. Usted mismo los podrá consultar. No inventamos nada.
Es muy fácil y en esencia hay que hacer cinco cosas: 1. Evitar ciertos
alimentos que destruyen sus neuronas e im
5. Mantener una vida social activa, cultivar a los amigos y familiares, abrir el
círculo de relaciones. Si es necesario, intentar un voluntariado, participar en un
movimiento cívico o partido político. Es primordial sentirse un importante
engranaje de la vida social de su entorno. Es muy sano sentirse imprescindible
para que todo funcione adecuadamente. Se trata del mejor antídoto contra el estrés
que bloquea la generación de nuevas neuronas.
Johnny Hallyday, Jacques Abel, Jules Revaud y Pierre Jean Maurice Billon
Según las estadísticas más recientes, España es el tercer país del mundo con
mayor prevalencia de Alzheimer, afectando al 6,3% de los españoles mayores de 60
años, solo superado por Francia o Italia. Respecto a su mortandad hay que
remitirse a las cifras del 2013 que señalan 16.305 fallecimientos debido a
demencias, de las cuales 12.775 se consideraron Alzheimer, en su gran mayoría
mujeres. Es decir que los fallecidos por esa causa representaron el 3,3% del total.
Sin embargo, las estadísticas también señalan que ese medio millón de
españoles que sufren esta degradante dolencia alcanzarán el millón antes del 2020.
Pero lo peor no son las cifras, sino la cruel realidad de que la medicina oficial
no puede ofrecer nada para ese millón de dementes, no solo la esperanza de una
cura, sino ni siquiera la posibilidad de detener su progresiva degradación mental.
Si le han dicho que tiene Alzheimer, le habrán dicho que se trata de una
enfermedad incurable que progresa de forma irreversible sin ninguna posibilidad
de control. Si le han advertido que, si hoy está mal, mañana estará peor, debe saber
que no hay ninguna razón para tales negras expectativas.
MITO ERRÓNEO N0 1
Cualquier daño cerebral que implique pérdida de neuronas disminuye el
poder cognitivo. O sea, si sus neuronas cerebrales se están muriendo, está usted
condenado a volverse idiota: ERRÓNEO. Hay miles de casos de personas que han
perdido la mitad o más de su masa cerebral y a pesar de ello gozan de una
inteligencia normal y están totalmente sanas.
MITO ERRÓNEO N0 2
¿Entonces por qué hay tantas personas que se vuelven dementes y por qué
esta pérdida del raciocinio suele incrementarse con la edad?
INTRODUCCIÓN
ALZHEIMER: ¿ENFERMEDAD REAL O CREENCIA?
Hay un antiguo rito practicado todavía hoy en día por los hechiceros de las
tribus aborígenes australianas que se denomina “apuntar con el hueso”. En esta
práctica, el todopoderoso chamán apunta a la víctima con un hueso humano,
condenándola a muerte, y ésta fallece a los pocos días. La creencia se basa en que el
espíritu humano que habita en el hueso es conminado por el chamán a penetrar en
el cuerpo del condenado y expulsar su alma. El cuerpo de la víctima será habitado
a partir de entonces por el alma de un muerto. Es imposible sobrevivir.
Pero nos olvidamos de nuestra tía que ayer murió de cáncer de colon…,
aunque un mes antes acudió a Lourdes con la esperanza de una cura definitiva. Y
claro, no era la única. Allí acuden seis millones de peregrinos al año, aunque no
son solo enfermos, ya que también se contabilizan turistas y curiosos.
En pleno barrio del Bronx en Nueva York todos los días varios centenares de
creyentes hacen cola para llenar una botella con el agua sagrada y curativa de la
iglesia de Santa Lucía (St. Lucy’s Church). Todo empezó en 1932 cuando el
entonces párroco Pascuale Lombardo visitó el santuario de Lourdes, e hizo una
promesa a la Virgen. A la vuelta de su peregrinación se puso manos a la obra y en
1939 inauguró una réplica de Santa Lucía arrodillada ante la copia fiel de la
Inmaculada Concepción en la gruta de Lourdes. El agua que corre delante de la
gruta imitando a la fuente de Lourdes es la misma agua potable del municipio,
pero esto no impide que los centenares de creyentes la con-sideren milagrosa.
Desde entonces corren muchas historias, rumores y fantasías sobre gente que
acudió allí a rezar y beber el agua o simplemente mojarse unas heridas que nunca
cerraban o dolorosas articula-ciones que impedían todo movimiento y se resistían
a la parafernalia médica. ¿Milagros? Oficialmente nadie lo asegura, pero la gente
sigue acudiendo. Al principio fueron los inmigrantes irlandeses o italianos, que
llevaban la impronta de la fe católica en sus genes, pero hoy son sus hijos y nietos,
junto con mexicanos, dominicanos y jamaicanos. Ha-blan distinto, pero sus
corazones contienen las mismas esperanzas.
Pero no solo los católicos creen en los milagros, ya que hay varias iglesias o
doctrinas en los Estados Unidos que mantienen firmemente que la curación por
“imposición de manos” es un hecho indiscutible. Los fieles de la Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días o mormones, ayudan a la fuerza de la
fe dándole mucha importancia al ayuno. Pero el grupo más numeroso es el
pentecostalismo que se enorgullece de sus sanadores espirituales que en los “actos
de curación” son jaleados por los fieles con cánticos y oraciones. La enfermedad
del cuerpo es reflejo de la enfermedad del alma: expulsa todos tus pecados,
purifica tu alma y te sanarás. Así de simple.
Pero volvamos al hueso del chamán. Hace unos años los Dres. H.A. Manion
y G. Manion (1980) de la Universidad de Natal en Durban, Sudáfrica denunciaban
en un artículo publicado en el Medical Journal of Australia con el título Bone-
pointing: a modern entity (Apuntar con el hueso, una moderna actitud) la actitud
“chamánica” de ciertos médicos que condenan tempranamente a muerte a sus
pacientes.
“El resultado de las pruebas cognitivas a las que ha sido sometida revelan
que usted se encuentra en un estadio preliminar de Alzheimer que,
desgraciadamente, tiene el pronóstico de progresar con mucha rapidez y, frente a
lo cual, poco o nada podemos hacer”.
La tabla 1 que sigue está basada en los datos del PubMed, un motor de
búsqueda de libre acceso a la base de datos que recopila toda la investigación
médica mundial ofrecida por la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados
Unidos, se puede observar que hasta el año 1970 se publicaban poco más de una
docena de trabajos anuales sobre la enfermedad y que incluso en 1980, a pesar de
registrarse algo más de un centenar de artículos, los trabajos de investigación sobre
el Alzheimer eran claramente inferiores a los de Parkinson o sobre isquemia, que
son otras dos enfermedades que se disparan a partir de los 65 años.
TABLA 1
Publicaciones científicas referidas a enfermedades y citadas en el PubMed
1950 6 58 70 2
1960 14 104 176 5
1970 13 528 784 82
1980 111 296 1.582 121
1985 617 534 2.512 179
1990 1.384 1.016 4.212 206
2000 3.311 2.021 6.743 437
2010 6.133 4.200 9.142 1.871
2015 8.602 5.886 11.242 3.720
2016 9.000 6.155 10.339 3.902
2017 13.500 9.750 17.100 5.200
Según los datos del informe 2 009 Alzheimer’s Disease Facts and Figures —
publicado en Alzheimer’s & Dementia, revista de la Alzheimer’s Association—,
entre 2000 y 2006 las muertes por Alzheimer en Estados Unidos aumentaron un
47% mientras las debidas a patologías del corazón, cáncer de mama, cáncer de
próstata y accidentes cerebrovasculares combinados disminuyeron un 11%. Otro
elemento a considerar es que no fue hasta 1974 que se creó el Instituto Nacional del
Envejecimiento como parte de los Institutos Nacionales de Salud y en 1976 se
declaró que el Alzheimer es la causa de demencia más usual. Finalmente, en 1980
se funda la Alzheimer’s Association con el objetivo de potenciar y coordinar los
esfuerzos institucionales y privados dedicados a la investigación de esa
enfermedad. Por otro lado, no se identificó el carácter de las placas beta-amiloides
hasta 1984. Todo esto confirma lo ya destacado anteriormente: el Alzheimer era
una enfermedad de escasa incidencia en Occidente hasta el final de la década de
1970-1980.
Si usted tiene la “desgracia” de haber heredado una copia de más del gen
APOE4 (apolipoproteína E4) está condenado al Alzheimer, es decir tiene tres veces
más probabilidades de contraer Alzheimer que su vecina del 5 0 que carece de este
gen. Pero hay un hueso más poderoso todavía: que usted tenga ¡dos copias del
maldito gen! En ese caso se encuentra en el grupo de personas que tienen un 60%
de probabilidades de desarrollar Alzheimer a los 85 años.
Pero bueno, quizás le consuele saber que no está solo, ya que un tercio de la
población de los países desarrollados tiene una copia del maldito gen.
Claro que la teoría del gen ApoE4 no explica cómo puede ser que hace solo
50 años casi nadie sufría de Alzheimer a los 85 años, en tanto que hoy es una
enfermedad endémica.
Y eso a pesar de que cada vez son más numerosos los científicos que
mantienen que las placas beta-amiloides ¡PROTEGEN a las neuronas y evitan su
destrucción!
Las hermanas que participaron en el estudio tenían edades entre los 75 y los
103 años (edad media de 83 años al comienzo del mismo) y el 85% de ellas
dedicadas de por vida a la enseñanza de niños de Primaria y Secundaria, docencia
que solían ejercer hasta los 80 años. Pero, además, todas tenían una activa vida
social y cultural muy programada y normativa, con cierto grado de actividad física
constante. Cabe destacar que su longevidad media era notablemente superior a la
media de las mujeres estadounidenses.
Pero vayamos a los resultados. Para empezar, hay que destacar que, durante
el período del estudio, fallecieron unas 200 monjas, la mayoría de ellas a edades
avanzadas y todas ellas por distintas causas no vinculadas a alteraciones cerebrales
ni nerviosas, como infartos de miocardio o fallo renal, y mantuvieron sus
actividades habituales hasta prácticamente el lecho de muerte.
Pero hay otros 200 ejemplos de monjas mayores de 85 años que durante la
mayor parte de su vida ejercieron la docencia, mantuvieron unos parámetros
cognitivos casi perfectos hasta su muerte y, sin embargo, las autopsias cerebrales
de muchas de ellas mostraron los daños característicos de distintos grados de
Alzheimer. Un reducido número de otras monjas, en cambio, sí manifestaron el
deterioro mental típico del Alzheimer en sus últimas pruebas cognitivas, deterioro
cerebral que confirmaron las autopsias.
O sea que el 44% de las autopsias con cerebros típicos de Alzheimer (placas
beta-amloides y fibrillas) eran cognitivamente normales o bien tenían un leve
deterioro cognitivo.
¡Con una edad media de fallecimientos a los 87 años! O sea que las 123
personas con leve deterioro cognitivo tendrán Alzheimer a los 110 o 120 años.
Y, por supuesto, ni una palabra para explicar lo que pasa con las 166
personas con inteligencia normal.
El negocio del Alzheimer
¿Y qué dice la ciencia oficial ante esta evidencia de un fra - caso total del
Gran Dogma del Alzheimer? Silencio absoluto. No interesa.
¿La conclusión?
Es increíble las cosas que se inventan para justificar una teoría contra toda
evidencia. El Dr. T.J. Esparza (2013), profesor de Neurología de la Washington
University School of Medicine y sus colegas, destacan que hay un grupo de
personas con capacidad cognitiva normal y, sin embargo, tienen un tejido cerebral
plagado de placas de beta-amiloides, típico de los estadios más avanzados de
Alzheimer. Pues bien, para explicar esta realidad, inadmisible para la teoría de la
acumulación de placas de beta-amiloides como origen de la enfermedad de
Alzheimer, se recurre a las más aventuradas hipótesis como los oligómeros de
beta-amiloides que se encuentran disueltos en el líquido cefalorraquídeo. ¡Claro,
como están disueltos en el líquido no pueden ser apreciados en los escaneos y se
pierden en las autopsias!
Sin comentarios.
EDADES 30 a 39 40 a 49 50 a 59 60 a 69 70 a 79 80 a 89 N 0 personas 14 16 19
28 31 30 Densidad amiloides 1,11 1,13 1,15 1,17 1,20 1,25 MMSE 29,6 29,4 29,7 29,3
29,0 29,0
Todos ellos se han sometido a escaneo con tomografía PET resultando que
los más jóvenes tienen una media de densidad de placas de beta-amiloides de 1,11
(¡sí, hay personas sanas que ya tienen placas de beta-amiloides a los 30 años de
edad!) y los mayores llegando a un máximo de 1,25. Obviamente la densidad de
placas beta-amiloides aumenta con la edad.
Sin embargo, la tabla refleja las medias, pero al analizar los datos
individuales, se encuentra que hay individuos que en el grupo de 70 a 79 años
alcanzan una densidad de 1,7 (muy alta) y otros a la misma edad muestran solo
una densidad de placas de 1,15, en tanto que, dentro del grupo de 80 a 89 años,
unos llegan a 1,72 y otros están casi debajo de 1,10 (es decir, incluso por debajo de
la media de los del grupo de 30/39 años).
Pero este no es el dato más importante. Analizando con detalle los gráficos que
presentan en su artículo de la revista Neurology del 2012 se colige que, si bien hay
un aumento en la densidad de placas beta-amiloides con la edad en las personas
sanas, el aumento prácticamente no afecta a su capacidad cognitiva, ya que, como
hemos visto, la diferencia entre los más jóvenes y los más ancianos es de solo 0,6
puntos en la escala MMSE de 30 puntos (un 2%). Dicho de otra manera, mientras la
densidad de placas beta-amiloides aumenta un 13% desde los 30 a los 90 años, la
capacidad cognitiva solo “cae” un 2%. Y esto a pesar de que en el grupo de las 30
personas en el rango de edad 80 a 89 años hay algunos que alcanzan las cifras más
altas de densidad de placa beta-amiloides (1,72).
¡Los datos le están gritando a los investigadores que todos tenemos placas
de beta-amiloides en el cerebro a cualquier edad y que eso no afecta para nada a
nuestra capacidad cognitiva! Pero no lo ven. El dogma es más fuerte.
Hace varios años, en el estudio realizado en Finlandia por el equipo del Dr.
T. Polvikoski (2001) de la Universidad de Helsinki y publicado en la revista
Neurology de ese año, se puede ver claramente el caso de muchas personas de más
de 85 años de edad que, a pesar de tener cerebros anatómicamente típicos de
Alzheimer, es decir, con las neuronas repletas de placas de beta-amiloides, tienen
una inteligencia normal y perfecta capacidad cognitiva. Se trata de un amplio
estudio en el que se siguieron clínicamente y durante varios años a un grupo de
532 personas mayores de 85 años. A la muerte de 408 de ellos, a edades variables
entre 85 y 95 años, se les realizó una autopsia y los cerebros fueron analizados para
evaluar la densidad de placas beta-amiloides y fibrillas. Pues bien, solo el 60% (118
de 198) de las personas diagnosticadas como dementes (enfermos de Alzheimer)
por las pruebas psíquicas de evaluación neurológica mostraban en su autopsia un
cerebro afectado por una alta densidad de placas beta-amiloides y fibrillas,
mientras que 62 de las 210 (30%) personas consideradas no dementes o normales sí
mostraban en la autopsia un cerebro con sus neuronas invadidas por las típicas
proteínas patogénicas del Alzheimer. O sea, una vez más se demuestra que hay
gente con cerebros anatómicamente típicos de Alzheimer, con sus neuronas
invadidas por proteínas patógenas que, sin embargo, son cognitivamente
normales, en tanto que hay personas dementes (Alzheimer) que tienen una
bajísima densidad de proteínas beta-amiloides en sus cerebros.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que el Dr. S.J. Soscia (2010) y sus
colegas del Massachusetts General Hospital, realizaron varios ensayos in vitro
demostrando que las placas amiloides inhiben el crecimiento de microorganismos
patógenos como Staphylococcus aureus o Candida albicans, o sea, ejercen una función
defensiva inmunitaria de las neuronas. Posteriormente, D.K.V. Kumar (2016)
demostró que, al menos en ratones, las placas de beta-amiloides fagocitan los
patógenos impidiendo su acción sobre las neuronas, confirmando su actividad
inmunitaria.
Pero hay mucho más. Tampoco parece haber ninguna relación entre el
Alzheimer y la pérdida de neuronas, algo que explicaremos en el próximo capítulo.
Allí veremos muchos casos documentados de gente que desarrolla una vida
normal a pesar de que prácticamente carece de cerebro.
PARTE 2
Tu vois, je n’ai pas oublié la chanson que tu me chantais. (“Ya ves, no me olvidé
de la canción que me cantabas”.) Las hojas muertas. Joseph Kosma.
Adaptación del poema de Jacques Prévert PERSONAS QUE VIVEN
PRÁCTICAMENTE SIN CEREBRO Y SIN PROBLEMAS MENTALES
El paciente francés
Pues bien, en el número 9583 de julio del 2007, The Lancet publicó un
artículo con el título Brain of a white-collar worker (El cerebro de un funcionario) cuyos
autores eran los médicos Lionel Feuillet, Henry Dufour y Jean Pelletier, de la
Facultad de Medicina de la Universidad del Mediterráneo y del Hôpital de la
Timone de Marsella.
Con este escandaloso título: Is your Brain Really Necessary? (¿Es su cerebro
realmente necesario?) el periodista científico Ro-ger Lewin (1980) publicó un
artículo en la revista Science. En ese artículo hace referencia a las experiencias del
Dr. John Lorber (1915-1996), un profesor de pediatría en la Universidad de
Sheffield, poniendo especial énfasis en el caso de un estudiante de matemáticas de
esa misma universidad con un coeficiente intelectual de 126 (alto coeficiente, el de
130 es de “genio”) y vida social normal que presentaba en las imágenes MRI
(resonancia magnética) un cerebro muy reducido, limitado a una capa de escasos
milímetros de espesor, adosada a la bóveda craneana y que, como en el caso del
paciente francés ya descrito, resultaba de una temprana hidrocefalia. Pero el caso
es que el Dr. J. Lorber, un especialista en espina bífida, una enfermedad o anomalía
casi siempre asociada a casos de hidrocefalia, insiste en que este fenómeno de un
cerebro muy reducido, casi ausente, no es excepcional y tampoco es excepcional
que estas personas “descerebradas” lleven una vida normal e incluso tengan un
alto coeficiente intelectual.
Lo primero que hay que destacar es que, en términos generales, está claro
que no hay relación entre el coeficiente intelectual y la masa cerebral y analizando
los casos en detalle se encuentra que:
• Tres de los hidrocéfalos con menos del 30% de masa cerebral tienen
coeficientes intelectuales IQ de 74, 76 y 87 (IQ 100 es considerado como
“inteligencia normal”).
• Cinco de ellos tienen entre el 30% y el 50% de masa cerebral y, a pesar de ello,
son los que registran valores más altos de IQ, con 112, 92 y 89. Sin embargo, uno de
ellos solo tiene un IQ de 72 y el otro el IQ más bajo: 50.
• Por último, los dos que tienen más del 50% de masa cerebral son
discordantes en IQ: uno tiene 91 y el otro está cerca del mínimo con 58.
El artículo del Dr. M. Dennis (1987) y sus colaboradores del Hospital for Sick
Children de Toronto, Canadá, publicado en el Journal of Clinical and Experimental
Neuropsychology de ese año también nos aporta algún dato de interés. Los
expertos estudiaron el desarrollo del lenguaje en 75 niños hidrocéfalos (mejorados
con shunt) de entre 5 y 21 años de edad y lo compararon con su equivalente en 50
niños normales (control). Las aptitudes medidas fueron: encontrar palabras
(similar al juego del scrabble), fluidez y velocidad, memoria inmediata de frases,
comprensión gramatical e inducción lingüística. Las pruebas se realizaron
agrupándolos en cinco grupos de edad aproximada de 6, 8, 10, 12 y 14 años. No se
observaron mayores diferencias entre ambos grupos, aunque en las medias de
todas las pruebas siempre obtuvieron mejores puntuaciones los controles
(normales) que los hidrocéfalos, especialmente en la velocidad de respuesta. En
ambos grupos se observó la mejora progresiva en el manejo del lenguaje con la
edad, si bien hubo un leve retraso en la progresión de los hidrocéfalos respecto a
los normales. Lo que sí está claro es que, si bien con una ligera pérdida, el manejo
del lenguaje de los hidrocéfalos está muy próximo a los valores obtenidos por los
niños y adolescentes normales.
Otro caso similar es el de una niña alemana que también nació con solo
medio cerebro, a pesar de lo cual ha completado sus estudios y lleva una vida
aparentemente normal. Lo que más sorprende al doctor Lars Muckli (2018) del
Max Planck Institute de Alemania que estudia su caso es que a diferencia de otras
personas que han perdido la mitad de su campo visual por una hemiparesia o por
cirugía, la niña alemana tiene un campo visual completo que percibe por un solo
ojo.
Pero hay más casos, por ejemplo, el del prolífico escritor norteamericano
Sherman Alexie, nacido en la reserva india de Spokane en el estado de
Washington, en el noroeste de los Estados Unidos y del que lamentablemente no se
dispone de datos respecto a su coeficiente intelectual ni al del tamaño de masa
cerebral. Pero en cambio sí se sabe que, a pesar de su hidrocefália, Alexie es un
famoso escritor indoamericano que ha escrito hasta hoy una veintena de libros,
básicamente novelas y libros de poesía, muchos de ellos traducidos a varios
idiomas.
Para cerrar estos casos de pérdida de una parte importante de masa cerebral,
mencionaremos el caso de una china admitida como paciente en el Chinese PLA
General Hospital of Jinan Military Area Command en la ciudad de Shandong.
Como dicen los médicos, la paciente cursaba náuseas y mareos y su historia clínica
revelaba que no aprendió a caminar hasta los siete años y solo empezó a hablar con
claridad a los seis años. Sometida a una tomografía de inmediato se descubrió ¡que
no tenía cerebelo!
Pero hay un caso todavía más reciente, se trata del Dr. Dan Vaughn, un
neurocientífico que trabaja en el Baylor College of Medicine de la Universidad de
Stanford en diversos temas de neuroplasticidad cerebral. En su laboratorio se
dedica muy especialmente a los temas de la multifunción adaptativa de las áreas
cerebrales específicas (por ejemplo, la transformación de la corteza visual en los
ciegos en área de refuerzo de la corteza sensorial del tacto). Pues bien, según
declaró en una reciente conferencia en el canal TED de videos, al realizarse un
escáner de su propio cráneo, descubrió que su cerebelo ¡era un 30% menor de lo
normal!
Resulta difícil comprender como una persona que sufre ataques de epilepsia
puede optar por una intervención quirúrgica cuyo resultado mínimo será perder la
mitad de su campo visual y tener notables dificultades para el movimiento y
locomoción del lado contrario al hemisferio cerebral ausente, o sea, una especie de
hemiplegia de por vida. Claro que hay personas que deciden extirparse un
estómago sano o unas mamas sanas, solo como medida preventiva de un futuro
desarrollo hipotético de cáncer.
El tema del tamaño o peso del cerebro hizo furor durante el siglo XIX,
fundamentalmente por quienes querían demostrar la superioridad de la raza
blanca, pero pronto se descubrió que tanto negros como mongoles y esquimales
podían tener cerebros comparables a los anglosajones. El carpetazo final fue el
cerebro del esquimal Kishu que el ex-plorador R.E. Peary trajo de Groenlandia en
1896 y que tras su autopsia pesó 1503 gramos, claramente por encima de la media
de 1250 gramos del “hombre blanco”, por lo que la supuesta superioridad
encefálica quedó definitivamente sepultada. A pesar de ello, varios científicos vol-
vieron al ataque en la primera mitad del siglo XX, esta vez no por motivos raciales
sino simplemente intentando demostrar que las personas más inteligentes tenían
cerebros más grandes. En su extenso artículo titulado The evolution of the brain, the
human nature of cortical circuits and intellectual creativity (La evolución del cerebro, la
naturaleza humana de los circuitos de la corteza y la creatividad intelectual), publicado en
la revista Frontiers in Neuroanatomy por Dr. Javier DeFelipe (2011), del Instituto
Cajal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid, nos ofrece
una copia de la tabla de un centenar de volúme-nes cerebrales obtenidos por
autopsia y publicada por E.A. Spitzka en 1907. Destaquemos que los cerebros más
grandes que figuran en esa tabla tienen valores que se aproximan a los dos kilos,
siendo el mayor de todos el correspondiente al poeta inglés Lord Byron (1788-1824)
que pesaba 2.238 gramos o el del dramaturgo ruso Turgenev (1818-1883) que
murió a los 65 años de edad con un cerebro que pesaba 2.012 gra-mos. En el otro
extremo de la tabla encontramos al de Anatole France (1844-1924), premio Nobel
de Literatura en 1911 con un cerebro de solo 1.013 gramos o el del frenólogo
alemán F.J. Gall que murió a los 70 años y cuyo cerebro apenas pesaba 1.198
gramos. Pero curiosamente este último está muy cerca de los 1.230 gramos del
cerebro de Albert Einstein, al que algunos consideran como el mayor genio del
siglo XX. Parece, por lo tanto, bastante claro que no hay relación entre el grado de
“genialidad” y el tamaño del encéfalo. Detodas formas,el artículo de DeFelipe
aporta un dato interesante; se trata del caso de Daniel Lyon, descrito por el Dr. B.G.
Wilder (1911) en un artículo de la revista Journal of Nervous and Mental Disease.
Se trata de un trabajador de la Estación Central de Ferrocarril de Nueva York que
desarrolló su actividad laboral e inteligencia normal durante 20 años hasta su
muerte a los 46 años de una bronquitis en 1907. Al practicarse la autopsia se
encontró que su cerebro pesaba solamente 680 gramos, la mitad del peso normal.
Conclusión
Y no tiene solución.
On a vu souvent rejaillir le feu d’un ancien volcan qu’on croyait trop vieux
(“Muchas veces hemos visto resurgir el fuego de un antiguo volcán que se creía muy
viejo”.)
Ne me quite pas (No me dejes), Jacques Brel
Las neuronas del cerebro se regeneran (algo que se negó durante casi un
siglo) y además hay formas de estimular esa regeneración. Es más, es posible
prevenir el deterioro neuronal, ya que todo indica que la principal causa de su
destrucción está en los glucocorticoides que provoca el estrés crónico y las
neurotoxinas generadas por una dieta equivocada. Lo singular es que ha sido
constatado ya por centenares de investigadores de muy diferentes países a lo largo
de los últimos años, si bien los prebostes del sistema sanitario se resisten a
admitirlo porque siguen postulando que las patologías neurodegenerativas
cerebrales, y en general todas las que involucran al sistema nervioso central, se
deben en su mayor parte al envejecimiento o a factores genéticos. Y es que les
resulta difícil admitir que se trata de un dogma de fe que asumieron hace décadas
cuando hoy, sencillamente, no se sostiene. Especialmente porque hay quienes han
constatado que el cerebro puede ¡autorregenerarse!
Pues bien, uno de los ámbitos en los que tal falacia está más extendida es el
de las patologías cerebrales, que por ello califican de “neurodegenerativas” y
aseguran ser “incurables” obviando el hecho de que en el cerebro, incluido el de
los adultos, hay numerosas células madre neuronales, especialmente en el
hipocampo, que periódicamente y merced a determinadas hormonas,
neurotransmisores y factores de crecimiento dan lugar a nuevas neuronas.
4. Huir del estrés del medio urbano y adaptarse a las presiones ambientales. Se trata
de contactar con la naturaleza y comprender la verdadera dimensión del ser.
5. Evitar los psicotrópicos: tanto las drogas “recreativas” que alteran la conciencia,
los analgésicos, somníferos y ansiolíticos hasta los llamados reguladores del humor
y los antidepresivos pasando por todo fármaco de síntesis.
Se sabe que el Homo erectus que emergió hace 200.000 años dio un salto
evolutivo cuántico cuando adquirió la capacidad de ponerse de pie y caminar
erguido, hecho que entre otras cosas le facilitó su desplazamiento hacia distintos
entornos naturales de muy diversos climas. Siendo eso, según Lledo, lo que activó
tres de los mecanismos antes citados que potencian el desarrollo de nuevas
neuronas: caminar, ejercicio físico moderado por excelencia, aprender, ya que al
estar en novedosos entornos geográficos debió adaptarse a otras fuentes de
alimentación y a nuevos métodos para protegerse de las agresiones, tanto
climáticas como biológicas, y socializar, al encontrarse con otras tribus y culturas.
Es más, caminar erguido limitó en la mujer las dimensiones de su canal de parto
haciendo que al nacer el volumen craneal de su bebé fuera mínimo postergándose
así el desarrollo completo de su cerebro, algo que al final sería muy positivo. Y es
que, a diferencia de los simios y otros animales que nacen con el cerebro
desarrollado, el 75% del nuestro termina desarrollándose 15 años después de nacer
estando ya en contacto con el mundo externo. Y es esa riqueza de vivencias,
experiencias y aprendizajes lo que potenció, y potencia hoy, un mayor desarrollo
neuronal.
Cabe añadir que la parte más maleable del cerebro, donde más influyen los
factores externos, es el córtex. El cerebro basal interno o reptiliano es menos
influenciable a los estímulos epigenéticos. Por eso entre los vertebrados, y muy
especialmente entre los mamíferos, no hay individuos iguales: la impronta
epigenética suele imponerse a la genética. En cambio, en los invertebrados, en
especial entre los insectos, todo está definido por los genes y los individuos son
prácticamente clones de los demás (aunque haya ciertas variables epigenéticas
notables como acaece entre las abejas con las “reinas madre”).
A todo lo cual hay que sumar el hecho de que en Europa hay unos cinco
millones de personas con lesiones en la médula espinal y que si bien no se trata de
una disfunción cerebral estricta, el problema está vinculado al encéfalo por afectar
a la transmisión y recepción de las fibras nerviosas motoras.
Ningún cerebro es igual a otro. Pero incluso con un grado más alto de
complejidad. Las huellas digitales se conforman en la etapa fetal y no varían hasta
la muerte, el cerebro, en cambio, va evolucionando y variando a lo largo de nuestra
vida, acomodándose con el transcurso de los años a los continuos impactos físicos
y emocionales que vayan sucediéndose y regenerándose a medida que el resto del
nuestro complejo orgánico lo requiera. Así, por ejemplo, si una persona pierde la
vista, el cerebro ejecutará una nueva programación sobre las antiguas áreas
visuales para potenciar en su lugar nuevas neuronas sensibles a otros sentidos
como el tacto o el oído. Como ya hemos visto, algunos ciegos reprograman áreas
específicas cerebrales dedicadas a la vista, adquiriendo nuevas capacidades
auditivas o táctiles.
Así mismo, hemos visto casos de personas que han recuperado sus
funciones cognitivas y motoras después de perder gran parte de su masa neuronal;
sepamos que hay miles de casos de personas que recuperan gran parte de su
normalidad después de una operación quirúrgica que les ha privado de hasta la
mitad de su cerebro.
Resumiendo, la doctora Gould demostró en sus ensayos con monos titis que
bajo una prolongada situación de estrés éstos dejan de producir nuevas neuronas,
tanto en el hipocampo como en el bulbo olfatorio.
Los médicos han estado más de medio siglo afirmando que los
antidepresivos tipo Prozac funcionan porque reequilibran el déficit de serotonina
en las uniones sinápticas, pero hace unos años, los psiquiatras de la Escuela de
Medicina de la Universidad de Yale, se hicieron dos preguntas:
• ¿Por qué el efecto del Prozac no es inmediato, dado que a veces hace falta
tomar el fármaco durante uno o dos meses para notar sus efectos?
Por otro lado, es interesante destacar que el gen BDNF no solo se expresa en
las neuronas, ya que esta proteína es segregada por las células de la retina, los
intestinos, los riñones, las glándulas salivares y la próstata, aunque por ahora se
desconoce qué papel juega este factor neurotrófico en esos órganos, a me-nos que
actúe simplemente como una hormona de crecimiento.
La nariz es, junto con la boca, el órgano más expuesto al exterior y rara vez
controlamos racionalmente su funcionalidad aun cuando el aire que inhalamos,
cargado de microorganismos, toxinas y todo tipo de moléculas volátiles, entra
automáticamente por las fosas nasales a lo largo de toda nuestra existencia y de ahí
que la vida media de las neuronas del bulbo olfatorio sea de apenas unas semanas.
Es decir, se requiere una constante formación de nuevas neuronas para no perder
su capacidad funcional y el olfato. Pues bien, ensayos murinos realizados por el
equipo del ya citado J. M. Lledo permitieron observar que al recibir un estímulo
olfativo la zona subventral del cerebro de los ratones se activa y las células-madre
producen en ella unas 30.000 neuronas diariasque migran hacia el bulbo olfatorio
donde se ramifican formando nuevas neuronas olfativas. Es más, pudieron
demostrar que bajo estímulos, ya sean sensoriales u olfativos, los cerebros de los
roedores duplican la tasa de producción de nuevas neuronas. Y descubrieron algo
aún más llamativo: el mecanismo de renovación celular del epitelio nasal y del
bulbo olfatorio es el mismo y las células madre que se ocupan de ello no están en la
nariz sino en la región subventricular del cerebro. Es ahí donde mediante un
estímulo olfativo se dividen para formar neuroblastomas, protocélulas
semidiferenciadas que luego migran durante varios días hasta alcanzar el bulbo
olfatorio, asentándose en él y adquiriendo sus características neuronales.
Y ya que hablamos del bulbo olfatorio es oportuno recordar aquí los ensayos
clínicos realizados con éxito en España por la Dra. Almudena Ramón Cueto (2008)
para restaurar la funcionalidad de la médula espinal utilizando células de la glia
envolvente del bulbo olfatorio para regenerar y volver a unir los axones
seccionados de la médula espinal.
Otro trabajo destacable fue en realizado por el grupo del Dr. A. Moussaieff
(2012) en el University Center of Samaria en Israel, quienes también demostraron
mediante ensayos murinos que cuando los ratones huelen incienso (Boswellia
serrata) no solo disminuyen los corticoesteroides causantes del estrés, sino que,
además, aumenta la secreción del factor BDNF en sus neuronas cerebrales.
Respecto a los gatos es bien sabido que los felinos no pueden sobrevivir sin
un significativo aporte del aminoácido taurina en la dieta. La taurina (una sulfona
puesta de moda en los últimos años por ser la molécula esencial de las bebidas
energéticas tipo “RedBull”) es erró-eamente considerada como un aminoácido,
cuando es bien sabido que tanto por su estructura como por el hecho de no formar
parte de las proteínas no debería ser incluida en el grupo de los aminoácidos. La
cuestión es que la taurina se encuentra en todos los tejidos animales en tanto que
está prácticamente ausente en los vegetales (con la excepción de algunas algas) y
de hecho todos los animales son capaces de sintetizar taurina a partir de
aminoácidos (especialmente metionina y cisteína), salvo los felinos… y entre ellos
los gatos.
Es fundamental que esto quede bien claro: además de los 100.000 millones
de neuronas que habitan nuestro cerebro encontramos el doble o más de células de
la glia (identificadas por contramos el doble o más de células de la glia
(identificadas por 1945). ¿Y cuáles son y qué funciones cumplen?
“Sabes muy bien que no es nada fácil olvidarte. No, no puedo olvidarte”.
Memorias de un idiota, de Claudio Alcaraz
Esto implica que cuando un órgano falla, hay que llevarlo al taller y
repararlo. El médico es un mecánico que repara los órganos dañados e intenta
volverlos a la funcionalidad. Este concepto se ha llevado a tal extremo que hoy en
día son escasos los médicos “generales”, médicos de familia o médicos de cabecera.
Sin embargo, cabe preguntarse cuál es el motivo de que vacas, perros, gatos
y águilas no lleven gafas, en cambio los humanos sí.
Otro fue el caso del beri-beri originado por la falta de tiamina o vitamina B1
o la escasez de yodo en la dieta que provocaba bocio y cretinismo entre los
habitantes de los hermosos valles alpinos que hoy admiran los turistas. Pero si bien
esas dramáticas enfermedades carenciales que asolaban al mundo hasta hace un
siglo ya casi han desaparecido, hoy subyacen en el origen profundo de muchas
enfermedades que se distinguen con la denominación de metabólicas o
degenerativas. Para comprenderlo mejor veamos un ejemplo: si bien la mayor
parte de la población mundial ingiere suficiente vitamina C como para evitar el
escorbuto, la cantidad de esta vitamina en la dieta occidental sigue siendo muy
baja en comparación con las necesidades de nuestro organismo y no en vano
somos uno de los pocos animales que no pueden sintetizar esta vitamina vital de
forma endógena. Pues bien, muchos médicos y científicos consideran que la escasa
vitamina C en la dieta habitual provoca, con el transcurso de los años, desde
enfermedades cardiovasculares hasta cáncer.
Es evidente, por lo tanto, que habría que analizar cuáles son las carencias en
nuestra dieta que podrían explicar cómo, con el transcurso de los años (y ya desde
la más tierna juventud en caso de otras enfermedades neurodegenerativas como el
autismo, la epilepsia o la depresión), las neuronas cerebrales van perdiendo bien
su funcionalidad o bien su capacidad regenerativa.
Como es bien sabido, TODAS las células que forman nuestros tejidos y
órganos se renuevan constantemente, desde los glóbulos rojos de la sangre, que se
renuevan totalmente cada cuatro meses, a los huesos que tardan unos 10 años para
totalizar su ciclo de renovación. Hay otros complejos celulares que se renuevan con
inusitada rapidez como el epitelio intestinal cada cinco días o la piel cada 15 días.
El hígado tarda aproximadamente un año, algo sorprendente si se tiene en cuenta
la enorme complejidad de este órgano y su función desintoxicante. Ahora bien, por
una misteriosa razón siempre se consideró que las células cerebrales no se
renovaban, algo excepcional puesto que sí se consideraban renovables las neuronas
del sistema nervioso periférico.
Hoy en día, sin embargo, son contados los neurocientíficos que ponen en
duda la existencia de una renovación celular constante de las células cerebrales y
así lo explicamos ampliamente en el capítulo anterior sobre regeneración cerebral.
Por lo tanto, parece importante contar no solo con neuronas que se
encuentren en perfecto estado de funcionalidad, es decir que reciban un aporte
sostenido de energía y nutrientes (vitaminas, grasas esenciales, etc.), sino, además,
de nuevas neuronas que reemplacen a las senescentes, tal como ocurre en el resto
del organismo.
En este mismo sentido, son muchos los científicos que sos - tienen que la
constante renovación neuronal es la única forma de explicar cómo una persona de
90 años puede mantener la misma inteligencia y nivel cognitivo que una persona
de 20 años. La misma que explica como el ciclista francés de 105 años Robert
Marchant puede mantener el ritmo físico de alguien con 40/50 años: una edad
orgánica o biológica muy inferior a la del calendario. Este centenario ciclista lleva
ya unos tres años de control por la Dra. Veronique Billat (2017) y sus colegas de la
Université d’Evry Val de Essonne en Francia, quienes han evaluado que su
performance física y las constantes vitales superan incluso la media de los varones
de 50 años de edad.
Hemos visto casos de personas que han recuperado sus funciones cognitivas
y motoras después de perder gran parte de su masa cerebral, llevando una vida
normal, en algunos casos con leves deterioros cognitivos y en otros con
excepcionales niveles de inteligencia.
Tenemos bien claro que no son las famosas “placas beta-amilodes” porque,
como ya se ha explicado anteriormente, no toda la gente con cerebros
anatómicamente típicos de Alzheimer, es decir, con las famosas placas y fibrillas
ocupando el interior de gran parte de las neuronas cerebrales, son dementes,
mientras que, por lo contrario, hay personas con cerebros anatómicamente sanos
que manifiestan un acentuado deterioro cognitivo.
Y aquí no paran los símiles con la glucosa y la insulina. El cerebro tiene una
hormona especial: el colesterol. Se ha encontrado que este lípido antioxidante
cumple un papel similar al de la insulina en las células corporales, es decir, el
colesterol es la llave de entrada de las grasas y cuerpos cetónicos al interior de las
neuronas. Por algo el cerebro concentra el 25% del colesterol total de nuestro
organismo (el 20% del cerebro es colesterol).
Hay cientos de libros y miles de artículos, tanto científicos como divulgativos, que
denuncian de forma reiterada e insistente los desastrosos efectos sobre la salud
provocados por la actual dieta característica de los países industrializados
modernos.
1. Los alimentos que entran por nuestra boca no son los que necesitan
nuestras células. Comemos más que nunca, ingerimos más calorías de las
necesarias… pero nuestras células se mueren por falta de nutrientes.
3. Es evidente que esta dieta poco natural, aparte de ser deficitaria en varios
nutrientes esenciales, aporta a nuestro organismo una serie de moléculas tóxicas
que ni nuestro metabolismo humano ni el de nuestro microbioma son capaces de
procesar. Es decir, que ingerimos una panoplia de toxinas que el cuerpo es incapaz
de eliminar o transformar, por lo que indefectiblemente se irán acumulando en
distintas células, tejidos y órganos poniendo en riesgo su funcionalidad y dando
origen a lo que solemos denominar con el termino de “enfermedades”.
En la revista The Lancet apareció hace pocos años un artículo del equipo del
Dr. K.Y. Chan (2013) de la Universidad de Melbourne donde se hace un estudio
comparativo de la evolución del Alzheimer en China entre 1990 y 2010. Se trata de
un metaanálisis que recopiló varios centenares de informes médicos estadísticos
que, en resumen, concluyó que en China se pasó de 3,68 millones de casos de
Alzheimer en 1990 a 9,19 millones en 2010, lo que sospechosamente parece
relacionarse con la progresiva adopción de pautas alimentarias características de la
dieta occidental en las últimas décadas y en relación a la rápida industrialización e
incremento del nivel de vida en China.
Por su parte, W.B. Grant (2014) del Sunlight Nutrition and Health Research
Center de San Francisco no duda en señalar a los cambios en la dieta cada vez más
occidentalizada de los japoneses modernos como el factor principal del reciente
incremento del Alzheimer en Japón.
Desde la epilepsia hasta la ataxia muscular, son muchas las que se estudian
en relación a las posibles reacciones autoinmunes resultantes de la toxicidad del
gluten. Posteriormente un equipo de la Mayo Clinic College of Medicine en EE.
UU. dirigido por el Dr. W.T. Hu (2006) evaluó los niveles cognitivos de 13
pacientes celiacos con una edad media de 64 años y con pérdida moderada de
nivel cognitivo (28 sobre los 38 puntos del test). Al cabo de dos años de supresión
de gluten en la dieta, tres de ellos mejoraron significativamente su grado de
demencia. Hay otro estudio que confirma los anteriores, se trata del trabajo
presentado a la revista Alimentary Pharmacology & Therapeutics por un grupo de
la Monash University en Australia encabezado por el Dr. I.T. Lichtwark (2014).
Este ensayo clínico incluyó a 11 pacientes de 30 años de edad media que fueron
sometidos a evaluaciones cognitivas junto con gastroscopias y determinación de
anticuerpos de transglutaminasa (indicador de celiaquismo). Los pacientes se
sometieron a una dieta sin gluten durante un año, observándose una marcada
reducción de las transglutaminasas junto con notables mejoras en las pruebas
cognitivas. Los autores concluyen que, en este caso, someterse a una dieta sin
gluten no solo mejora la afección celíaca a la mucosa intestinal, sino que, además,
mejoran los niveles cognitivos.
Dos años después, un estudio realizado por el equipo de R.N. Bryan (2014)
de la Universidad de Pensilvania determinó que los enfermos de diabetes 2
pierden mayor cantidad de materia gris cerebral que las personas sanas, lo que
explica su mayor riesgo de contraer Alzheimer y a edades más tempranas.
En realidad, hemos cargado las tintas sobre el papel nefasto del azúcar, pero
hay que subrayar que éste no es el único agente que favorece el Alzheimer y otras
enfermedades neurodegenerativas, ya que junto con la sacarosa deben incluirse las
harinas cereales y los productos refinados en general. En el caso de las harinas de
trigo y otros cereales, además de su peligroso contenido en gluten, sobre lo que ya
se ha hecho referencia, hay que destacar que el exceso de glucosa en sangre que
provoca su ingesta, da origen, además, a una reacción con algunos aminoácidos
produciendo un conjunto de nuevas moléculas tóxicas que se denominan AGE o
productos de glicación avanzada.
Según el metaanálisis publicado por F. Sofi (2011) y sus co - legas del Centro
Santa Maria agli Ulivi en Italia, la actividad física disminuye el riesgo de
desarrollar Alzheimer. Se hizo un seguimiento de 33.816 personas durante varios
años, de las cuales 3.210 mostraron un empeoramiento cognitivo, si bien en el caso
del 38%, que desarrollaban actividad física intensa o moderada, el deterioro fue
leve. Los autores concluyen que la actividad física protege el desarrollo del
Alzheimer en personas no-dementes, aunque la actividad física no sea demasiado
intensa.
Por otro lado, los recientes ensayos murinos realizados por el equipo de
R.M. Miller (2018) de la Brigham Young University en Utah encontraron que el
ejercicio físico mitigaba los daños causados por el estrés sobre el hipocampo
(exceso de corticoides) al tiempo que estimulaba la secreción del factor
neurotrófico BDNF.
Un ensayo clínico similar fue completado por el Dr. M.M. Mielke (2005) y su
equipo de la Johns Hopkins University sobre un grupo de 392 personas nacidas
entre 1901 y 1902 a partir de sus 70 años de edad, con especial atención a sus
niveles cognitivos y de lípidos hasta su muerte. Una vez analizados los datos, los
autores llegan a la conclusión de que los altos niveles de colesterol sérico se asocian
con los mejores niveles cognitivos del grupo. Así lo resumen explícitamente en el
título de su trabajo presentado a la revista Neurology: High total cholesterol levels in
late life associated with a reduced risk of dementia (Los altos niveles de colesterol total en la
vejez se asocian con una reducción del riesgo de demencia).
A pesar de ello, la medicina oficial no solo se niega a reco - nocer los efectos
nefastos de las estatinas que disminuyen artifi-cialmente el colesterol total en
sangre, sino que, por lo contrario, ¡sostienen que las estatinas disuelven las placas
de beta-amiloides en las neuronas cerebrales!
Sin embargo, hay trabajos científicos que siembran algunas dudas. Así
puede leerse en un artículo publicado en Neurology por la Dra. Mary Sano (2011) y
sus colaboradores del Mount Sinai School of Medicine de Nueva York, quienes
realizaron un ensayo aleatorizado sobre 406 personas con un diagnóstico cognitivo
de Alzheimer leve a moderado que tomaron estatinas o placebo durante 18 meses
sin que se alterasen en absoluto los resultados de sus pruebas cognitivas, a pesar
de un significativo descenso del colesterol total entre los que tomaron estatinas.
No obstante, pocos hablan tan claro como Stephanie Seneff (2010) sobre las
consecuencias negativas para el desarrollo neuronal de una dieta pobre en
colesterol y grasas en general y muy especialmente si además se ingieren excesivos
carbohidratos refinados. Según el equipo de investigadores del Massachusetts
Institute of Technology y otras universidades que ella coordina, el daño oxidativo
provocado por los AGES (productos de glicación avanzada) a las neuronas
cerebrales y sus mitocondrias se magnifica cuando estas neuronas carecen de
colesterol.
Pero nadie denunció con mayor seriedad el efecto pernicioso de las estatinas
que el Dr. Duane Graveline (1931-2016), uno de los médicos del Programa Apolo
de la NASA que vivió en sus propias carnes los devastadores efectos del Lipitor,
una de las marcas comerciales de estatinas. Su lamentable experiencia, que por
suerte se solucionó con la interrupción de la medicación, le empujó a profundizar
sobre el tema, llevándole a escribir en el año 2006 su primer libro Lipitor, Thief of
Memory (Lipitor, el ladrón de la memoria) que llegó a ser un best seller. A éste le
siguieron tres más: Statin Drugs Side Effects and the Misguided War on Cholesterol (Los
daños colaterales de las estatinas y la equivocada guerra contra el colesterol) del 2008
donde relata el desarrollo de una destructiva amnesia como consecuencia de esta
medicación prescrita contra su alta colesterolemia. Los siguientes fueron The statin
damage crisis (2014) y su libro póstumo del 2017: The dark side of statins (El lado
oscuro de las estatinas).
Otro es el publicado por el Dr. Malcom Kendrick en el 2008 con el titulo The
Great Cholesterol Con (El gran engaño del colesterol) donde no solo expone la nula
efectividad de las estatinas frente a las cardiopatías, sino en sus devastadores
efectos destructivos sobre el cerebro.
Este gen que se expresa en las neuronas cerebrales y los riñones de todos los
mamíferos se lo ha denominado así por su implicación con la longevidad (su
nombre deriva de Cloto, una de las tres parcas hilan-deras que controlaban el
destino de los hombres en la mitología grie-ga). La presencia de la proteína cloto
sintetizada por este gen (KL-VF) disminuye con la edad, algo que se ha asociado a
varias enfermedades degenerativas. En estudios murinos se ha encontrado que
cuando este gen está sobreexpresado los ratones viven hasta un 31% más y por lo
contrario los animales deficientes en cloto envejecen más rápido y su-fren de
aterosclerosis.
Pero no paran aquí las sorpresas, ya que en un posterior artículo del mismo
equipo, esta vez encabezado por J. Leon (2017) se encontró que inyectando un
fragmento de la proteína cloto en los vasos sanguíneos periféricos de los ratones,
estos incrementan su inteligencia de forma inmediata, antes que la proteína
atraviese la barrera hematoencefálica; es decir, antes que la proteína cloto llegue
al cerebro. ¿Estamos ante una nueva evidencia de que la inteligencia reside en
otras partes del organismo, además de en el cerebro? Y de hecho el grupo de R.D.
Semba (2014) del Johns Hopkins University School of Medicine encontró menores
concentraciones de esta proteína en el líquido ce-rebroencefálico de los enfermos
de Alzheimer en comparación con los adultos sanos.
Esto fue confirmado por los ensayos murinos realizados por los Dres. A.
Wu, Z. Ying y F. Gomez-Pinilla (2004) de la Universidad de California en Los
Ángeles, quienes lo dejan bien claro en su artículo de la revista Journal of
Neurotrauma de ese año. Se trata del caso de lesiones cerebrales provocadas por
traumas físicos que generan distintos daños emocionales y cognitivos sobre ratones
y que son de menor efecto en los animales que mantenían una dieta rica en DHA
que en los de control. Además, no solo mostraban mejor rendimiento cognitivo,
sino que se comprobó el incremento tanto del factor BDNF como de antioxidantes
como la SOD (superóxido-dismutasa) en sus encéfalos. Esto mismo fue
corroborado en un ensayo clínico realizado por el equipo del Dr. M. Hadjighassem
(2015) de la Teheran University of Medical Sciences (Irán) en su trabajo publicado
en la revista Nutrition Journal con el título Oral consumption of alfa-linolenic acid
increases serum BDNF levels in healthy adult humanns (La ingesta de ácidos
alfalinolénicos incrementa los niveles séricos de BDNF en humanos adultos sanos). Se
trata de un sencillo ensayo clínico voluntario realizados sobre 15 hombres y 15
mujeres sanas que tomaron 500 miligramos diarios de omega 3 durante una
semana. Al término de la prueba se comprobó el aumento significativo en sangre
del BDNF, ligeramente superior en las mujeres.
La dieta cetogénica
A pesar de todos estos factores negativos y con solo un 20% de la cetosis que
podría generar una dieta cetogénica normal ¡se lograron mejoras medibles en los
niveles cognitivos de los afectados con Alzheimer! Y eso que posiblemente
siguieron tomando gaseosas y pizzas, ya que no se limitó su dieta en absoluto.
Está claro que desde un punto de vista evolutivo es normal que el hambre (o
el ayuno) provoque la estimulación de las capacidades cognitivas, algo que en el
hombre primitivo y en los animales es fundamental para agudizar al máximo la
capacidad sensorial ayudando a localizar y obtener nuevas fuentes de alimentos
para sobrevivir.
Esto no difiere mucho del título del libro más reciente pu - blicado por el
doctor David Perlmutter (2017) Alimenta tu cerebro: el poder de la flora intestinal para
curar y proteger tu cerebro de por vida. Se trata de una obra que sostiene en esencia
que una flora intestinal sana no solo protege al cerebro, sino que mediante la
corrección de la disbiosis y la recuperación de un microbioma intestinal sano
puede lograrse una notable mejoría e incluso la cura de problemas que hoy la
medicina no es capaz de resolver ni química ni quirúrgicamente.
Mención especial merece el trabajo del Dr. W.J. Lukiw (2016), también de la
Louisiana State University que, en un número de la revista Frontiers in
Microbiology, señala otro aspecto de la relación entre un microbioma
desequilibrado y sus efectos proinflamatorios. Destaca la extraordinaria capacidad
de ciertos Bacteroidetes abundantes en el colon, y en especial Bacteroides fragilis, de
segregar neurotoxinas proinflamatorias que con el usual incremento de la
permeabilidad intestinal, como resultado de la propia vejez y de diversas
patologías (incluido el uso desmedido de antibióticos y antiinflamatorios), pueden
filtrarse fuera del colon provocando una inflamación sistémica que muchos
relacionan con la etiología del Alzheimer.
Unos años después, los investigadores rusos A.V. Oleskin y B.A. Shenderov
(2016), de la prestigiosa Lomonosov Moscow State University, publicarían en
Microbial Ecology in Health & Disease un paradigmático artículo titulado Efectos
neuromoduladores y dianas de los ácidos grasos de cadena corta y de los gasotransmisores
producidos por la microbiota simbionte humana, según el cual, el intercambio de
información en el ser humano, y en los mamíferos en general, se basa en la
producción microbiana de pequeñas moléculas (como aminoácidos y ácidos grasos
volátiles) que bien trasladan información a las células vecinas del epitelio intestinal
(actúan como mensajeros paracrinos), bien llevan mensajes a tejidos lejanos (actúan
como mensajeros endocrinos). Solo que, y he aquí lo revolucionario, mientras las
células endocrinas y las neuronas humanas producen un limitado número de
neurotransmisores y hormonas, el microbioma puede producir centenares de
sustancias activas (muchas aún desconocidas) capaces de alcanzar objetivos
nerviosos, endocrinos, inmunológicos y metabólicos y actuar como reguladores
epigenéticos del genoma humano.
Es más, aseveran que casi todas las bacterias intestinales pueden degradar
tanto los polisacáridos como las proteínas procedentes de los alimentos y
transformarlas en ácidos grasos de cadena corta y sustancias gaseosas simples:
hidrógeno, metano, sulfhídrico, monóxido de carbono, óxido nítrico y amoniaco.
Ga-ses todos ellos con distintas funciones fisiológicas entre los que destaca uno: el
óxido nítrico, ya que potencia los sistemas inmunitario y cardiovascular, además
de ejercer como neuromediador facilitando las actividades cognitivas. Cabe añadir
que el óxido nítrico lo produce el microbioma tanto a partir de los nitratos y
nitritos de los alimentos como metabolizando un abundante aminoácido no
esencial: la L-arginina.
• Bifidobacterim infantis. Cabe agregar que otro equipo del mismo centro,
pero dirigido por el doctor L. Desbonnet (2010), descubrió en ensayos murinos que
la administración de esta bacteria es eficaz para tratar la depresión, tal como lo
describen en un artículo de la revista Neuroscience.
Lo que el Dr. D.P. Burkitt ignoraba era que el valor tera - péutico de la fibra
no está relacionado por su condición de ser fibra; es decir, por ser un tipo de
carbohidrato no asimilable o metabolizable por las enzimas de nuestro organismo,
sino por un hecho mucho más importante y con mayores consecuencias
terapéuticas: su relación con el microbioma intestinal.
• Disminuye la ateroesclerosis.
El butirato es una de las sustancias que en biología molecular y genética se
conocen como HDAC, las siglas que en inglés representan las sustancias
inhibidoras de las histonas desacetilasas. Las histonas regulan la expresión de
ciertos genes, permitiendo la adaptación de las células a las variaciones
ambientales del medio en que se encuentran inmersas, sin que ello afecte al
genoma. La modulación de la acetilación o desacetilación por los factores
ambientales, tales como la dieta, puede mantener la salud y evitar o combatir
determinadas enfermedades. En la revista Clinical Epigenetics del 2012, los Dres.
R.B. Canani, Margherita Di Costanzo y Ludovica Leone (2012) de la Universidad
de Nápoles, presentaron un interesante trabajo de síntesis con el título explícito de
The epigenetic effects of butyrate: potential therapeutic implications for clinical practice
(Los efectos epigenéticos del butirato: implicaciones clínicas y terapéuticas potenciales). Los
autores destacan que TODOS los mecanismos terapéuticos del butirato, tal como
analizaremos a continuación, se basan en el carácter de inhibidor de la HDAC del
butirato, teniendo en cuenta que en todos los casos el butirato modifica la
expresión de determinados genes, que son los relacionados con el desarrollo de la
enfermedad, tanto inhibiendo algunos de los que se encuentran sobreexpresados
como potenciando otros que están inactivos.
El Dr. R.J. Ferrante (2003) y sus compañeros del Bedford Veterans Affairs
Medical Center en EE. UU. publicaron un trabajo con el título: Histone deacetylase
inhibition by sodium butyrate chemotherapy ameliorates the neurodegenerative phenotype
in Huntiington’s disease mice (La quimioterapia por inhibición de la histona desacetilasa
por el butirato sódico mejora el fenotipo de ratones con enfermedad de Huntigton) en la
revista Journal of Neuroscience de ese año. Los autores señalan que ensayos
murinos realizados con butirato de sodio sobre ratones transgénicos con la
enfermedad de Huntington mejoraron en sus respuestas motoras y retrasaron el
progreso de las secuelas típicas de la enfermedad.
En el mismo sentido los ensayos murinos realizados por el equipo del Dr. G.
Gardian (2005) de la Cornell University de Nueva York, también con ratones con la
enfermedad de Huntington, mostraron sensibles mejorías e incrementaron su vida
media al ingerir fenilbutirato (una variante farmacológica del butirato que también
actúa como inhibidora de la HDAC). Según informan en su artículo del Journal of
Biological Chemistry, estos ensayos demuestran el efecto epigenético del fármaco
sobre la transcripción de las proteínas del gen Hlt, lo que anuncia una
prometedora terapia para la enfermedad de Huntington.
En el Journal of Neuroscience del año 2007 el grupo del Dr. C.G. Vecsey
(2007) de la Universidad de Pennsylvania, presentó un estudio que pone en
evidencia los mecanismos moleculares por los cuales las sustancias inhibidoras de
la HDAC (como el butirato), mejoran la memoria y la plasticidad sináptica a nivel
del hipocampo. Se trata de un proceso epigenético que, sin alterar los genes
neuronales, incrementan la expresión de genes específicos relacionados con la
memoria.
Conclusión
De todas formas, los contenidos en fibra de las tablas pue - den utilizarse
como valores indicativos muy aproximados y en ese sentido debemos destacar que
las legumbres como frijoles, garbanzos, guisantes y lentejas tienen una media de
un 10% de fibra fermentable, un contenido notablemente más alto que las frutas
que no suelen superar el 4%, destacando las manzanas (con piel), siendo los higos
una excepción con hasta un 8% de fibra. Por otro lado, las hojas de verduras y
legumbres no suelen superar el 7%, a excepción de las espinacas que pueden
contener hasta 11%. Respecto al salvado de cereales, se suelen indicar contenidos
del orden de 15% de fibra total pero, sin embargo, gran parte de ésta son celulosas
y hemicelulosas solo fermentables parcialmente por las bacterias colónicas, por lo
que no son mejores que las ya consideradas.
Una última reflexión, coma fruta entera y descarte los zu - mos industriales:
una naranja contiene aproximadamente un 3% de fibra fermentable contra solo un
0,2% contenido en su zumo recién exprimido. Los zumos embotellados contienen
mucho menos, además de su excesivo azúcar y conservantes.
Los butiratos son sales del ácido butírico, un ácido graso de ca - dena corta,
también denominados ácidos grasos volátiles, que son relativamente abundantes
en la mantequilla y de allí su nombre, de butyrum, mantequilla en latín.
Aprovechamos para señalar que hay quesos ricos en grasa que pueden contener
hasta un 1% de butirato.
Teniendo en cuenta lo analizado hasta aquí, ¿cuáles son los pasos prácticos
que debe iniciar una persona afectada por el Alzheimer?
PARTE 5
Pero bajo el sonido de las loas y los cánticos, detrás de los mensajes
optimistas de un futuro mejor, bajo los cimientos de los nuevos y pulcros
hospitales y los exuberantemente dotados centros de investigación, empezaron a
aparecer pequeñas grietas que con el paso de los años fueron creciendo y
ensanchándose y hoy día ya comprometen la estabilidad de toda la estructura
sanitaria montada hace más de medio siglo.
Ya hacia finales del siglo XX, los doctores W.E. Hauser y J.S. Remington
(1982) de la Stanford University School of Medicine alertaban sobre el efecto
perverso de los antibióticos sobre la respuesta inmune en un editorial publicado en
el American Journal of Medicines con el título Effect of Antibiotics on the Im-mune
Response (El efecto de los antibióticos sobre la respuesta inmune). En este artículo se
expone un resumen actualizado de las numerosas evidencias acumuladas hasta
entonces sobre la negativa influencia de los tratamientos prologados con
antibióticos sobre los distintos mecanismos de la respuesta inmune, desde la
movilidad y efectividad de los linfocitos hasta la disminución de la capacidad de
fagocitosis. Destacando en sus conclusiones que: ...de los resultados de los estudios
descritos parece obvio que, bajo ciertas condiciones, los elementos humorales y celulares de
la respuesta inmune puede verse afectada de forma adversa por el empleo de algunos
antibióticos usuales en concentraciones terapéuticas.
Uno de los temas más importantes de los muchos que se encuentran en vías
de investigación es el de la relación entre determinadas especies de bacterias y
varias enfermedades que afectan a la conducta, la inteligencia y la memoria tales
como el autismo, el Alzheimer (en sus diversos grados, desde el trastorno
cognitivo leve hasta la demencia), la depresión, la ansiedad y el trastorno bipolar o
trastorno obsesivo compulsivo. Como es bien conocido, la solución farmacológica
paliativa, que no curativa, para estas enfermedades se basa en la administración de
diversas moléculas que afectan a la síntesis o eliminación de distintos
neurotransmisores a nivel sináptico cuya eficacia es bastante reducida y que
incluso suelen generar efectos secundarios más perniciosos que los males que
intentan paliar.
Veamos el caso del autismo. Hasta mediados del siglo XX el autismo fue
algo prácticamente desconocido para la medicina y, de hecho, el término autista no
fue acuñado hasta 1938 por el médico austríaco Hans Asperger, lo que fue
corroborado por la descripción de once casos que el Dr. L. Kanner publicó en 1943.
Pero a partir de 1980 los casos de autismo empezaron a aumentar notablemente
registrándose entonces un niño autista de cada 10.000 niños nacidos, cifra que en
los Estados Unidos de 1990 ya se había disparado a uno de cada 1.000 (ver tabla 1).
En nuestros días se contabilizan en ese país un autista por cada 175 nacimientos
(algunos expertos hablan incluso de uno cada 100 nacimientos en los Estados
Unidos), con medias similares de uno cada 150 en el Reino Unido o de uno cada
141 en Suecia.
Dos años antes, y en esa misma revista, el equipo del Dr. L. Desbonnet
(2015) del University College Cork, en Irlanda, había comprobado que
administrando antibióticos a ratones jóvenes no solo se alteraba su microbiota
intestinal, sino que además esta alteración producía una significativa reducción
del factor neurotrófico BDNF en sus cerebros. Según informan en su artículo,
también se observó una reducción de la expresión de oxitocina y vasopresina,
hormonas fundamentales para el desarrollo de la conducta social. Sus
observaciones les llevan a concluir que, a pesar de estar dotados de un microbioma
sano en la infancia, un posterior tratamiento con antibióticos produce una
disminución en número y biodiversidad de la flora intestinal suficiente como para
alterar las conductas en etapas jóvenes y contribuir a la patogénesis de deterioro
cognitivo.
Hay que tener en cuenta que cada una de nuestras células contiene miles
de mitocondrias, llegando a las 10.000 en cada neurona cerebral y 17.000 en el caso
de los cardiomiositos (células del miocardio).
Conclusión
5. Por último, señalar que de forma sistémica los antibióticos pueden dañar
las mitocondrias de todas las células del organismo, con consecuencias sobre la
salud humana todavía desconocidas.
Si bien por ahora hay pocos estudios que confirmen el efec - to de los
antibióticos sobre la demencia, son obvios sus efectos sobre el sistema neurológico
y sus relaciones con muchas enfermedades mentales y pautas conductuales. Por lo
que sería recomendable restringir su administración con especial celo en el caso de
personas mayores que muestren los primeros síntomas de deterioro cognitivo, con
una especial precaución si se recetan fluoroquinolonas.
Hay varios estudios que indican que el empleo prolongado de IBP provoca
déficit de vitamina B12, lo que está asociado a su vez con el deterioro cognitivo.
El Dr. W. Gomm (2016) y sus colegas del Centro Alemán para Enfermedades
Neurodegenerativas realizaron una síntesis evaluativa de toda la información
clínica de pacientes tanto internos como ambulatorios entre 2004 y 2011
comparando diagnósticos por Alzheimer y prescripciones de IBP.
Otros
Ahora vamos a analizar una serie de sustancias naturales que si bien no son
fundamentales para conservar la salud del sistema nervioso, si lo son para aquellas
personas que están sufriendo algún grado de deterioro cognitivo.
Té verde
El equipo del Dr. G.M. Pasinetti (2015) y sus colaborado - res del Icahn
School of Medicine at Mount Sinai en Nueva York realizaron un extenso estudio
sobre los efectos del resveratrol y otros polifenoles presentes en las uvas y el vino
llegando a la conclusión de que su consumo es beneficioso tanto en estadios
preventivos como en el tratamiento del Alzheimer.
Cúrcuma
Se trata de una seta medicinal muy específica para com - batir las
enfermedades neurodegenerativas ya que contiene las hericinonas A, B, C, D y E
que inducen la producción de la hormona Factor de Crecimiento Neuronal (NGF).
Distintos ensayos han demostrado la acción de las hericinonas como estimuladoras
de la renovación tanto de las neuronas del sistema nervioso periférico como de la
capa de mielina protectora. Otros estudios clínicos en relación a esta acción de la
seta indican su utilidad en muchas patologías nerviosas, desde su acción
adaptógena contra el estrés y el insomnio hasta el desarrollo del Alzheimer y del
Parkinson. La hormona NGF juega un importante papel en las neuropatías
periféricas y en especial las relacionadas con la diabetes. El equipo del Dr. C.W.
Phan (2015) comprobó mediante ensayos in vitro los efectos potenciadores de la
síntesis de NGF de los extractos de melena de león. Ya anteriormente el Dr. K. Mon
(2009) había publicado en Phytotherapy Research los resultados de un ensayo
clínico aleatorizado sobre 30 pacientes de 65 años de edad media con problemas
cognitivos que mejoraron sensiblemente después de 22 días de incluir en su dieta
un gramo al día de melena de león deshidratada.
Hierbas medicinales
Ginseng(Panax ginseng, Panax quinquefolius y Eleutherococcus senticosus)
Si bien las infusiones o extractos de estas raíces son muy conocidas por sus
propiedades adaptógenas o antiestrés, hay que destacar que también tienen
notables efectos sobre el sistema nervioso central y especialmente contra los
procesos neurodegenerativos.
El primero es el ensayo clínico realizado por el Dr. J.H. Heo (2011) y sus
colaboradores del Seul Medical Center en Corea con pacientes de Alzheimer, a los
que suministraron extractos de ginseng durante 12 y 24 semanas con dosis de 4,5 a
9 gramos al día junto con varias evaluaciones cognitivas periódicas. A las 24
semanas todos mostraban notable mejoras cognitivas, mejora que se mantuvo sin
el menor cambio durante 48 y 96 semanas después de terminado el tratamiento.
Rhodiola
Vitaminas y minerales
Vitaminas del grupo B
Por otro lado, es innegable que las vitaminas del grupo B son vitales para el
mantenimiento de la salud humana y en especial las funciones básicas del sistema
nervioso. Esto significa que cualquier déficit crónico de algunas de estas vitaminas
puede generar problemas tanto de forma directa en las funciones neuronales como
indirectas en relación al riego sanguíneo cerebral.
Ya hace años E.H. Reynolds (2002) del King’s College, de Londres, presentó
en la revista British Medical Journal una puesta al día que resumía las evidencias
clínicas y experimentales de que el déficit dietético del complejo de vitaminas B y
en especial las carencias de ácido fólico y B12 jugaban un papel fundamental en el
desarrollo del Alzheimer, tanto por su importancia en el mantenimiento de un
riego sanguíneo eficiente como por su papel en la generación del factor
neurotrófico BDNF.
Litio
Pero curiosamente fue en ese mismo año cuando el Dr. J.F.J. Cade (1949)
observó los efectos sedantes de las sales de litio, primero en roedores y luego en
antiguos soldados con estrés postraumático en Australia. En realidad, sus diez
exitosas pruebas clínicas en el hospital de veteranos de Melbourne confirmaban el
empleo de las sales de litio utilizadas 100 años antes para tratar todo tipo de
problemas neurológicos. Años después, y gracias al esfuerzo de muchos
investigadores, la FDA aprobó finalmente en 1974 su uso para el tratamiento de
varias psicomanías y en especial para el tratamiento del trastorno bipolar o
maníaco compulsivo.
Y fue en esos años cuando se descubrió que el litio tiene la capacidad de
potenciar la multiplicación de las células madre hematopoyéticas (generadoras de
sangre) en la médula ósea a lo que siguió el posterior hallazgo de que esta acción
también se ejerce en todos los tejidos que albergan células madre y en particular en
el sistema nervioso.
Llegamos así a los trabajos del Dr. W. Young (2009) y sus colegas de la State
University of New Jersey quienes comprobaron el papel del litio en la regeneración
neuronal. Sus estudios murinos permitieron observar cómo el litio estimula la
proliferación de las células madre neuronales junto con el aumento de la secreción
del varias neurotrofinas y en especial los factores de crecimiento neuronal NGF y
BDNF. Pero no fueron los únicos ya que, por su lado, un grupo de investigadores
de la Universidad de Tûbingen en Alemania encabezados por el Dr. T. Leyhe
(2009) confirmaron, mediante un ensayo aleatorizado, que los pacientes con
Alzheimer temprano mejoran su déficit cognitivo al ser tratados con sales de litio,
un proceso asociado al incremento sérico del factor neurotrófico BDNF.
Quienes deseen más información sobre los efectos terapéuticos de las sales
de litio sobre el Alzheimer y otras enfermedades del sistema nervioso pueden
consultar el libro del Dr. James M. Greenblatt (2016) cuyo sugestivo título es
Nutritional Lithium: A Cinderella Story: The Untold Tales of a Mineral That Transforms
Lives and Heals the Brain (Litio nutricional: Un cuento de Cenicienta. Lo nun-ca contado
acerca del mineral que transforma vidas y cura el cerebro).
Complementos especiales
Ante todo, hay que tener en cuenta que sustancias ya consideradas al hablar
de alimentos, tales como la EGCG del té verde, la quercitina o el resveratrol,
pueden tomarse como complementos bajo la forma de extractos con efectiva
actividad antioxidante, antiinflamatoria y estimuladora de la secreción de BDNF,
lo que producirá un bloqueo en el progreso del deterioro cognitivo o incluso una
reversión del mismo producida por el efecto de la neurogénesis.
Pero hay además otras sustancias presentes, tanto en otros alimentos como
en determinadas plantas, cuyos efectos neuroregeneradores han sido demostrados
mediante distintos ensayos murinos y clínicos y que no podemos ignorar.
Coenzima Q10
Fosfatidilserina
Experimentos en optogenética
Pues bien, resulta que después de complicados estudios con ratones con
Alzheimer (2016), las neurocientíficas Hannah Iaccarino y Annabelle Singer del
Massachusetts Institute of Technology demostraron que los animalillos mostraban
una notable mejoría cognitiva si eran sometidos a luces estroboscópicas con una
frecuencia de 40 hercios (40 ciclos por segundo). En posteriores ensayos
comprobaron que a esa frecuencia se produce una notable activación de las células
de la microglia con funciones inmunes. Según los autores del estudio, estas células
activadas se encargan de eliminar las placas beta-amiloides de los ratones con
Alzheimer, lo que se acompaña de un aumento de sus niveles cognitivos.
Musicoterapia
And since then, I forgot your name (“Y desde entonces, olvidé tu nombre”.)
Forgot your name, Bird3
Como hemos visto en la parte 1 y parte 2, hay personas con una reducida
masa cerebral que conservan una inteligencia normal e intacta y también hemos
analizado muchos casos de personas con cerebros cuyas neuronas están invadidas
con densas placas de beta-amiloides y neurofibrillas que son perfectamente
normales y que incluso han demostrado altos coeficientes intelectuales en las
pruebas cognitivas.
• Adoptar una dieta que excluya todos los alimentos de origen industrial,
limitándose a comer solo cosas naturales: “de la naturaleza a la mesa”. Siga la dieta
de su abuela o bisabuela y reduzca en lo posible el azúcar y los cereales. Sospeche
de todo lo que viene en cajas multicolores, empaquetado, congelado o conservado.
Huya de los precocinados y de la comida basura. Recuerde que en casa de su
abuela se comían carnes y pescados (preferentemente azules ricos en omega 3) y
mariscos frescos, legumbres, hortalizas y muchas frutas (especialmente uvas y
moras ricas en resveratrol) y ensaladas (con verduras ricas en antocianinas y
quercitina). No utilice otro aceite que el de oliva virgen extra o el de coco (los
demás son peligrosos refinados). Ten-ga en cuenta que su microbioma necesita la
ingesta diaria de abundante fibra.
H. Mantenga una vida sexual o sentimental activa. Aunque por ahora solo se
ha demostrado en ratones, el equipo del doctor B. Leuner (2010) de la Universidad
de Princeton encontró que la actividad sexual diaria no solo disminuye el estrés,
reduciendo las conductas ansiosas, sino que además promueve la neurogénesis en
ratones adultos.
Pero algo mucho más sorprendente ha sido descubierto por M.D. Spritzer
(2016) y su grupo del Middlebury College en Ver-mont (EE. UU.) trabajando con
ratones adultos. Se observó que la neurogénesis se incrementaba de forma más
efectiva si las relaciones sexuales eran entre parejas de animales “familiares”; es
decir, que llevaban conviviendo y emparejándose cierto tiempo, en comparación
con los emparejamientos con hembras “desconocidas” o “no familiares” donde la
neurogénesis era menor.
El mismo equipo del doctor Leuner (2012) ya citado, publicó otro trabajo con
el título: Oxytocin stimulates adult neurogenesis even under conditions of stress and
elevated glucocorticoids (La oxitocina estimula la neurogénesis adulta, incluso bajo
situaciones de estrés con elevada presencia de glucocorticoides) demostrando que la
oxitocina estimula la neurogénesis en ratones maduros. Ahora bien, es
perfectamente sabido que las relaciones sociales, el sexo y en general todas las
emociones relacionadas con el amor y la empatía entre seres humanos (y la
mayoría de los mamíferos) estimula la secreción de la hormona oxitocina por parte
de numerosas células especializadas de distintos órganos y tejidos y, en especial,
en las neuronas y células gliales del sistema nervioso, lo que provoca a su vez la
secreción del factor BDNF potenciador de la neurogénesis.
Todo esto constata de alguna forma lo ya subrayado en capítulos anteriores
sobre la importancia de mantener óptimas relaciones afectivas con el entorno
familiar y social, no solo como un importante factor de atenuación del estrés que
bloquea la neurogénesis sino, además, como agente directo en la estimulación de la
secreción de los factores neurotróficos como el BDNF.
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