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ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN
A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santa Catalina Labouré, ruega por nosotros.
Santa Bernadita Soubirous, ruega por nosotros.
San Maximiliano María Kolbe , rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
***
¡Querido hermano, si te ha gustado esta novena, compártelo
con tus familiares y amigos.
***
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
DÍA 1. SANTA CATALINA LABOURÉ Y LOS HECHOS
SOBRENATURALES QUE PRECEDEN A LAS
APARICIONES DE LA VIRGEN.
Catalina, a quien la Virgen entregará la medalla milagrosa,
nació el 2 de mayo de 1806, en la región francesa de Borgoña.
El 22 de enero de 1830, con 23 años, comenzó su vida religiosa
como Hija de la Caridad, congregación fundada por san
Vicente de Paul y santa Luisa de Marillac. El 21 de abril,
comienza su noviciado en la casa de la Congregación en París,
situada en la Rue du Bac.
En los meses que preceden a las apariciones, Catalina fue
favorecida con gracias extraordinarias. Con motivo del traslado
de las reliquias de San Vicente, a la nueva iglesia de los Padres
Paules muy cerca del noviciado, Catalina vio el corazón del
Santo. Primero, como de color blanco, significando la unión
que debía existir entre las congregaciones fundadas por San
Vicente. Luego el corazón tomó un aspecto rojizo, significando
el fervor y la propagación que habían de tener dichas
congregaciones. Finalmente se oscureció, significando la
tristeza por el sufrimiento que ella padecería. Oyó interiormente
una voz: "El corazón de San Vicente está profundamente
afligido por los males que van a venir sobre Francia". La
misma voz añadió un poco más tarde: "El corazón de San
Vicente está más consolado por haber obtenido de Dios, a
través de la intercesión de la Santísima Virgen María, el que
ninguna de las dos congregaciones perezca en medio de estas
desgracias, sino que Dios hará uso de ellas para reanimar la fe."
Santa Catalina tendrá la gracia de ver a Nuestro Señor en la
Eucaristía. Ella misma lo dice: «Vi a Nuestro Señor en el
Santísimo Sacramento, durante todo el tiempo de mi seminario,
excepto todas las veces en que dudé. » El 6 de junio de 1830,
fiesta de la Santísima Trinidad, se le apareció Cristo como Rey
crucificado, despojado de todos sus atributos.
DÍA 2. PRIMERA APARICIÓN DE LA VIRGEN.
El 18 de julio de 1830, en vísperas de la fiesta de San Vicente,
Catalina acude a este santo para que se cumpla su gran deseo
de ver a la Santísima Virgen. A las once y media de la noche,
oye que la llaman por su nombre. Al pie de su cama, un niño
misterioso la invita a levantarse: «La Virgen María te espera».
Catalina se viste y sigue al niño cuyos destellos iluminan todo
a su paso.
Llegan a la capilla, Catalina se detiene cerca de la sede del
sacerdote situada en el presbiterio. «He aquí a la Santísima
Virgen» -dice su pequeño guía. Duda en creerlo, pero el niño
repite en voz más alta: «He aquí a la Santísima Virgen. »
Catalina corre a arrodillarse ante María. “Entonces, de un
salto, me puse de hinojos, en las gradas del altar, apoyadas las
manos en las rodillas de la Virgen Santísima. Allí, pasó un
momento, el más feliz de mi vida. Sería imposible decir lo que
experimenté. La Virgen me dijo cómo debía portarme con mi
confesor y varias otras cosas.”
Las palabras de la Virgen son consoladoras: “Dios quiere
confiarte una misión; te costará trabajo, pero lo vencerás
pensando que lo haces para la gloria de Dios. Tú conocerás qué
bueno es Dios. Tendrás que sufrir hasta que los digas a tu
director. No te faltarán contradicciones; más te asistirá la
gracia; no temas. Háblale a tu director con confianza y
sencillez; ten confianza, no temas. Verás ciertas cosas; díselas.
Recibirás inspiraciones en la oración. Los tiempos son muy
calamitosos. Han de llover desgracias sobre Francia. El trono
será derribado. El mundo entero se verá afligido por
calamidades de todas clases -al decir esto la Virgen estaba muy
triste-. Venid a los pies de este altar, donde se prodigarán
gracias a todos los que las pidan con fervor; a todos, grandes y
pequeños, ricos y pobres. Deseo derramar gracias sobre tu
comunidad; lo deseo ardientemente. “
DÍA 3. REVELACIÓN DE LA MEDALLA.
El 27 de noviembre de 1830, a las 5 y media de la tarde, estando
las novicias en oración, la Virgen Santísima se le aparece de nuevo
a Catalina. Primero ve como dos cuadros: la Virgen está de pie
sobre el globo terráqueo, aplastando con sus pies una serpiente. La
Virgen lleva en sus manos un pequeño globo dorado rematado por
una cruz que levanta hacia el cielo. “Esta bola representa al mundo
entero, a Francia y a cada persona en particular.”
En el segundo cuadro, la Virgen tiene sus manos abiertas, en sus
dedos unos anillos de piedras preciosas de los que salen unos rayos
de un brillo bellísimo. Al mismo tiempo, Catalina oye una voz que
dice: “Estos rayos son el símbolo de las gracias que María consigue
para los hombres.”
Después en torno a la aparición, Catalina ve como se inscribe en
semicírculo una invocación, escrita en letras de oro: «Oh María, sin
pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos».
Se oye entonces una voz: «Haz acuñar una medalla según este
modelo. Las personas que la lleven con confianza recibirán grandes
gracias».
Después, Catalina ve el reverso de la medalla: arriba, una cruz
sobre la letra inicial de María, abajo, dos corazones, uno coronado
de espinas, otro atravesado por una espada.
En el mes de diciembre de 1830, estando en oración, Catalina ve
la representación de la medalla por detrás del Sagrario y oye esta
voz: «Estos rayos son el símbolo de las gracias que la Virgen
Santísima consigue para las personas que le piden. Ya no me verás
más ». Es el final de las apariciones. Catalina comunica las
peticiones de la Virgen María a su confesor, el Padre Aladel. Este
las acoge muy mal y le prohíbe pensar en ello. El 30 de enero de
1831, se acaba su formación y Catalina es destinada a un hospicio
al este de París, en un barrio de miserias, donde atenderá a los
pobres a lo largo de 46 años. Su secreto lo guardará toda la vida
para ella.
DÍA 4. LA MEDALLA, ANUNCIO DEL DOGMA DE LA
INMACULADA CONCEPCIÓN.
Las apariciones de la Virgen junto con la jaculatoria enseñada
por el cielo “Oh María, sin pecado concebida” viene a ser un
anuncio divino del dogma de la Inmaculada Concepción que será
proclamado solemnemente por su S.S. Pío IX, el 8 de diciembre
de 1854: “Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de
la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo,
con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra:
Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que
sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de
toda mancha de culpa original desde el primer instante de su
concepción, por singular privilegio y gracia de Dios
Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador
del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe
ser firme y constantemente creída por todos los fieles.”
Cuatro años más tarde, en 1858, las apariciones de la Virgen en
Lourdes vendrán a confirmar a toda la Iglesia el privilegio de la
Inmaculada Concepción de la Madre de Dios, que España y
todos los pueblos hermanos de América creyeron firmemente y
defendieron con juramento en honor de Nuestra Señora.
Este privilegio de la Inmaculada Concepción no aleja a la
Virgen de nosotros, pobres pecadores. Todo lo contrario, nos
llena de esperanza y confianza. En la Virgen como en los santos -
decía Benedicto XVI- es evidente esto: “Quien va hacia Dios, no
se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a
ellos. En nadie lo vemos mejor que en María. A su bondad
materna, así como a su pureza y belleza virginal, se dirigen los
hombres de todos los tiempos y de todas las partes del mundo en
sus necesidades y esperanzas, en sus alegrías y sufrimientos, en su
soledad y en su convivencia. Y siempre experimentan el don de
su bondad; experimentan el amor inagotable que derrama desde
lo más profundo de su corazón.”
DÍA 5. LA MEDALLA LLAMADA “MILAGROSA”.
Ya en su nuevo destino del hospicio, Santa Catalina recibe
una voz que le insiste: “Hay que hacer que se acuñe la
medalla.” Catalina vuelve a decírselo a su confesor, el Padre
Aladel. Será con ocasión de una terrible epidemia de cólera en
París, en febrero de 1832, con más 20.000 muertos, cuando las
Hijas de la Caridad empiecen a distribuir las 2.000 primeras
medallas.
Son numerosas las curaciones, lo mismo que las protecciones
y conversiones. El pueblo comienza a llamar a la medalla de la
Inmaculada: “medalla Milagrosa”.
En el otoño de 1834 ya hay más de 500.000 medallas, y en
1835 más de un millón en todo el mundo. En 1839, se ha
propagado la medalla hasta alcanzar la cantidad de más de diez
millones por todo el mundo. A la muerte de sor Catalina, en
1876, más de mil millones de medallas de la Virgen Inmaculada
están esparcidas por todo el mundo.
San Maximiliano María Kolbe, será un gran propagador de
esta medalla. El mismo dirá: "En distintas ocasiones la
Santísima Virgen María ha ayudado a sus hijos y ha ofrecido
diferentes maneras de alcanzar más fácilmente la salvación y la
liberación de los demás del yugo de Satanás. Ahora, en la era
de la Inmaculada Concepción, la Santísima Virgen ha
entregado a la humanidad la Medalla Milagrosa, la cual, por
medio de innumerables curaciones y sobre todo de conversiones
milagrosas, confirma su procedencia celestial. Al manifestarla,
la Inmaculada misma prometió muchísimas gracias a todos
aquellos que la llevaran; y ya que tanto la conversión como la
santificación son gracias divinas, la Medalla Milagrosa es el
mejor medio para alcanzar nuestro fin.”
DÍA 6. MEDALLA LUMINOSA
Consideremos como se manifiesta la Virgen en la medalla
milagrosa:
La invocación «Oh María sin pecado concebida, rogad por
nosotros que recurrimos a vos» nos revela la identidad de la Virgen
que es Inmaculada desde el primer instante de su Concepción. De
este privilegio y por ser Madre de Dios, emana su inmenso poder
de intercesión sobre los que la invocan. Por ello, decía san
Bernardo en su oración: “jamás se ha oído decir que ninguno de los
que han acudido a tu protección, implorando tu asistencia y
reclamando tu socorro, haya sido desamparado.” Por eso, la Virgen
María invita a todos a acudir a ella en cualquier necesidad.
La Virgen aparece sobre el globo terráqueo. Sus pies aplastan la
cabeza de la serpiente infernal. Este globo representa a la tierra, el
mundo.
En la lucha contra Satanás y el mal, no estamos solos. La Virgen
Santísima es aquella que aplasta y vence a Satanás. “A diferencia
de Adán y Eva, -enseña Benedicto XVI- María obedece a la
voluntad del Señor, con todo su ser pronuncia su "sí" y se pone
plenamente a disposición del designio divino.” Ella vence por su
obediencia y por ello “cada vez que experimentamos nuestra
fragilidad y la sugestión del mal, podemos dirigirnos a ella, y
nuestro corazón recibe luz y consuelo. Incluso en las pruebas de la
vida, en las tempestades que hacen vacilar la fe y la esperanza,
pensemos que somos sus hijos y que las raíces de nuestra existencia
se hunden en la gracia infinita de Dios.”
La Virgen se manifiesta a Santa Catalina Labouré con sus manos
abiertas y sus dedos adornados con anillos que llevan piedras
preciosas de las que salen rayos que caen esparciéndose por toda la
tierra. El resplandor de estos rayos, lo mismo que la hermosura y la
luminosidad de la aparición descritas por Catalina, requieren,
justifican y alientan nuestra confianza en la fidelidad de María,
Virgen fiel, para con su Criador y para con sus hijos, simbolizada
en los anillos; en la eficacia de su intervención, simbolizada en los
rayos de gracia que se dirigen hacia la tierra y en la victoria final –
simbolizada en la luz- que nos hace creer firmemente lo que San
Buenaventura exclama: “¡Señora, vuestros devotos, no verán la
muerte eterna!”; y lo que san Alfonso María sentencia: “Jamás se
ha visto que una alma humilde y amante de María, se condene.”