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Investigación y Enseñanza

La ciencia comprende dos funciones: investigación y enseñanza.

Investigación: El objeto de la investigación científica es prácticamente de extensión


indefinida y nunca puede ser agotada por la mente humana. En este campo existe más
libertad de la que jamás haya sido pretendida. Comparado con su campo, el progreso de la
ciencia es aparentemente pequeño, tanto así, que el mayor progreso parece consistir en el
conocimiento de lo poco que sabemos. Esta fue la conclusión a la que llegó Sócrates,
Newton, Humboldt y muchos otros. Los instrumentos mismos enseñan esta lección:
mientras más profundo desciende el microscopio dentro de los secretos de la naturaleza y
mientras mayor la potencia telescópica surca los cielos, más vasto parece el océano de
verdades no descubiertas. Esto debe tenerse en mente, cuando el progreso de la ciencia es
tan fuertemente proclamado. Nunca ha habido un progreso general de todas las ciencias;
siempre fue progreso en algunas ramas, con frecuencia a costa de otras. En nuestros días las
ciencias naturales, médicas e históricas avanzan rápidamente en comparación con el
pasado; al mismo tiempo las ciencias filosóficas caen tan rápidamente desde las primeras
eras. La ciencia de la ley debe su fundación al mundo antiguo. Algunas de las ciencias
teológicas alcanzaron su altura en la primera parte de la Edad Media, otros hacia los inicios
del siglo diecisiete.

Enseñanza: Por enseñanza se entiende aquí toda difusión de conocimiento, de palabra o


escrito, en la escuela o museos, en público o privado. El progreso y la libertad necesarias
para ello son deseados tanto en la enseñanza como en la investigación. Existe libertad
doctrinal, libertad pedagógica y libertad profesional. La libertad doctrinal se refiere a la
doctrina misma que enseña; la libertad pedagógica, la manera en la cual se difunde la
ciencia entre los estudiantes el público en general; libertad profesional, las personas que
llevan a cabo la enseñanza. La ciencia reclama libertad de enseñanza en todos estos
aspectos.

Limitaciones

Debe verse si existen limitaciones para investigar y enseñar y cuáles son estas limitaciones.
Todas las cosas en este mundo pueden ser consideradas desde un triple punto de vista:
desde la lógica, la física y la ética. Aplicados a la ciencia, descubrimos limitaciones en
todas estas tres.
Lógica: Lógicamente la ciencia es limitada por la verdad, la cual pertenece a su esencia
misma. El conocimiento de las cosas no puede tenerse a partir de sus causas, a menos que
el conocimiento sea verdadero. El falso conocimiento no puede derivarse de la causa de las
cosas; tiene su origen en algún origen falso. Si la ciencia alguna vez ha tenido que elegir
entre la verdad y la libertad (un caso no del todo imaginario), debe en toda circunstancia
decidirse por la verdad, bajo pena de auto-aniquilación. En tanto el caso sea teórico, no
existe diferencia de opinión. Sin embargo en la práctica, es casi imposible reconciliar
sentimientos en conflicto. Cuando, en 1901, una silla vacante en la Universidad de
Estrasburgo iba a ser ocupado por un historiador católico, Mommsen publicó una protesta,
en la cual declaraba: “Un sentido de degradación está penetrando en los círculos
universitarios alemanes". En esa ocasión acuñó el término "voraussetzungslos", y clamaba
que la investigación científica debía ser "sin presuposiciones". El mismo clamor fue de
Harnack (1908) cuando exigía "libertad sin fronteras para la investigación y el
conocimiento". La demanda fue formulada en forma un poco más precisa por el congreso
de los académicos en Jena (1908.) Su reclamo para la ciencia fue "libertad desde todo punto
de vista ajeno a los métodos científicos".

En ésta última fórmula el reclamo tiene un significado legítimo, a saber, que los puntos de
vista no científicos no deben influir en los resultados de la ciencia. Sin embargo, en el
significado de Mommsem y Harnack el reclamo es ilógico en dos sentidos. Primero, no
puede haber "ciencia sin presuposiciones". Todo científico debe aceptar ciertas verdades
dictadas por el sentido común, entre otras, la verdad de su propia existencia y de un mundo
fuera de él; después, debe aceptar que él puede reconocer el mundo externo a través de los
sentidos, que un poder de razonamiento se le da a él para entender las impresiones
recibidas, y una voluntad libre de restricción física. Como filósofo, reflexiona sobre estas
verdades y las explica con métodos científicos, pero nunca las comprobará todas sin
involucrarse a sí mismo en círculos viciosos. Cualquiera que sea la ciencia que elija, debe
construir sobre presuposiciones naturales o filosóficas sobre las cuales descansa su vida
como hombre. El hecho es que toda ciencia positiva pide prestado de la filosofía un número
de principios establecidos.

Así que ahí quedan las premisas generales. Ellas mismas demostrarán lo ilógico del
reclamo de "ciencia sin presuposiciones". Pero esto no es todo. Cada ciencia tiene sus
propias presuposiciones o axiomas, distintas de sus propias conclusiones, al igual que todo
edificio tiene sus cimientos, distintos de sus muros y techo. No sólo eso, sino que las varias
ramas de cualquier ciencia especial tienen sus propias presuposiciones. La geometría de
Euclides está basada en tres tipos de presuposiciones. Él las llama definiciones, postulados
y nociones comunes. Éstos últimos fueron llamados axiomas por Proclus. Para mostrar la
diferencia entre las hipótesis y el resultado no se puede elegir mejor ejemplo que el quinto
postulado del primer libro de Euclides. El postulado dice: "Cuando dos líneas rectas
interceptan con una tercera de tal manera que hacen los ángulos interiores adyacentes en un
lado menos que dos ángulos rectos, las dos líneas, indefinidamente prolongadas,
interceptarán en los lados de esos ángulos menores." Por un error de Proclus (quinto siglo)
el postulado fue cambiado en una proposición. Se hicieron innumerables intentos para
probar la supuesta proposición, hasta que se reconoció el error, apenas hace un siglo. El
quinto postulado, o axioma de paralelos, como es frecuentemente llamado, probó ser una
verdadera hipótesis, distinta de todas las otras presuposiciones. Se ha construido geometría
no-euclidiana por un simple cambio del quinto postulado. Todo esto prueba que no existe
geometría sin presuposiciones. Y en forma similar, no existe álgebra sin presuposiciones.
La ley parte de la existencia de las familias y de su tendencia natural a asociarse para el
bienestar común. La medicina toma el cuerpo humano como organismo viviente, sujeto a
desviarse, y la existencia de remedios, antes de construir su ciencia. La historia supone que
es testimonio humano es, bajo ciertas condiciones, una fuente confiable de conocimiento,
antes de iniciar sus investigaciones. Del mismo modo, las ciencias lingüísticas, dan por
hecho que los idiomas humanos no están construidos en forma arbitraria, sino que
evolucionaron en forma lógica a partir de una variedad de circunstancias. La teología toma
de la filosofía un número de verdades, tales como la existencia de Dios, la posibilidad de
los milagros, y otros. De hecho, una ciencia toma prestadas sus presuposiciones de los
resultados de otras ciencias, una división de labor necesaria por las limitaciones de todo lo
humano. Por ello, el reclamo de "ciencia sin presuposiciones" es doblemente ilógico, a
menos que presuposición signifique una hipótesis que puede ser probada falsa o ajena a la
ciencia particular en cuestión. La libertad de la ciencia por lo tanto, tiene sus limitaciones
desde el punto de vista de la lógica.

Físico: Desde el punto de vista físico la ciencia requiere medios materiales. Los edificios,
los talentos y las bibliotecas son necesarios para todas las ramas de la ciencia, tanto en la
investigación como en la enseñanza. Las ciencias médicas y naturales requieren medios
extraordinarios, tales como laboratorios, museos e instrumentos. Los requerimientos
materiales siempre han impuesto limitaciones en la investigación y enseñanza científica.
Por otro lado, las peticiones de libertad de parte dela ciencia han sido generosamente
contestadas. Entre los siglos doce y catorce se fundaron aproximadamente cuarenta
universidades en Europa, en parte por iniciativa privada, en parte por príncipes o papas, en
la mayoría de los casos por los esfuerzos combinados de ambos junto con los miembros de
la universidad. Entre las universidades auto-originadas puede mencionarse Bolonia, París,
Oxford y Cambridge. Con la ayuda de príncipes, se erigieron universidades en Palencia,
Nápoles, Salamanca, Sevilla y Sena. De las universidades fundadas por papas
mencionamos sólo Roma, Pisa, Ferrara, Toulouse, Valladolid, Heidelberg, Colonia y
Erfurt. La mayoría de las universidades antiguas, como Coimbra, Florencia, Praga, Viena,
Cracovia, Alcalá, Upsala, Lovania, Leipzig, Rostock, Tübingen y muchas otras, deben su
origen a los esfuerzos sumados de príncipes y papas. Las fundaciones consistieron
principalmente de cartas que otorgaban derechos civiles y autorizaban grados científicos, en
la mayoría de los casos también contribuciones y dones materiales. Los papas aplicaron
beneficios eclesiásticos a muchas de las cátedras sin otra obligación que la de enseñar
ciencia. Naturalmente, los fundadores retenían una cierta autoridad e influencia sobre las
escuelas. En general, las antiguas universidades gozaron en todas partes de la misma
libertad que tienen en Inglaterra hoy en día. Después de la Reforma los gobiernos de
Europa continental hicieron las universidades de sus propios territorios, instituciones del
Estado, pagando a los profesores como empleados del gobierno, en ocasiones prescribiendo
libros de texto, métodos de enseñanza y aún doctrinas. Aunque en el siglo diecinueve, los
gobiernos fueron obligados a relajar su supervisión, aún mantienen el monopolio del
establecimiento de universidades y de la designación de profesores. Su influencia sobre el
progreso de la ciencia es inequívoca; qué tanto esto puede beneficiar a la ciencia, no
necesita decidirse aquí. Con la creciente influencia del Estado, el de la Iglesia ha
disminuido, en la mayoría de las universidades, hasta la total extinción. En las pocas
universidades europeas en las cuales aún se permite la existencia de la facultad de teología
Católica, la supervisión de la Iglesia sobre su propia ciencia se ha reducido a un mero veto.
La necesidad de eximir a los profesores del voto contra la herejía Modernista es una
ilustración del caso. Gracias a la libertad de enseñanza en los Estados Unidos de América,
existen además de las universidades públicas de los diferentes estados, un número de
instituciones fundadas por la iniciativa privada. Debido a la fuerte ayuda que reciben las
tendencias anticristianas y ateas a través de la influencia de las universidades, las iniciativas
privadas de escuelas que defienden la verdad de la Revelación no son muy recomendables.

Ético: Las limitaciones de la ciencia desde el punto de vista ético son en dos sentidos. La
acción directa de la ciencia sobre la ética se entiende con facilidad; la reacción de la ética
sobre la ciencia es igual de cierta. Y tanto la acción como la reacción crean limitaciones
para la ciencia. La actividad del hombre es guiada por dos facultades espirituales, el
entendimiento y la voluntad. Del entendimiento deriva la luz, de la voluntad deriva la
firmeza. Naturalmente el entendimiento precede a la voluntad y por ello la influencia de la
ciencia sobre la ética. Esta influencia viene a ser un factor importante en el bienestar de la
raza humana por razón de que no está confinado al científico en sus propias
investigaciones, sino que alcanza a las masas a través de las varias formas de enseñanza de
palabra y por escrito. Si uno debe juzgar rectamente en este asunto, deben tenerse en cuenta
dos principios generales. Primero, para el hombre la ética es más importante que la ciencia.
Aquellos que creen en la revelación, saben que los Mandamientos son el criterio por el cual
serán juzgados los hombres (Mateo, xxv, 35-46); y aquellos que ven sólo tan lejos como la
luz de razón natural les permite, saben a partir de la historia que la felicidad de los pueblos
y naciones consiste más bien en la rectitud moral que en el progreso científico. La
conclusión es que de haber conflicto entre la ciencia y la ética, debe prevalecer la ética.
Ahora bien, no puede haber tal conflicto excepto en dos casos: cuando la investigación
científica lleva al error, y cuando la enseñanza de la ciencia, aún si verdadera, se aplica
contra máximas educativas sólidas. Para ver que estas excepciones no son imaginarias, uno
sólo necesita dar un vistazo a los puntos de contacto entre la ciencia y la fe, bajo el punto
A. Todos ellos indican conflictos reales. La enseñanza no pedagógica es tristemente
ilustrada por el reciente movimiento en Alemania hacia la instrucción prematura y aún
pública acerca de las relaciones sexuales, lo que provocó una reacción de parte de las
autoridades civiles.

Eso es en cuanto a la acción directa de la ciencia sobre la ética. El caso no debe ser
reversible, en otras palabras, la ética no debe influir sobre la ciencia, excepto en la
estimulación de la investigación y la enseñanza. Sin embargo, no sólo los individuos sino
facultades enteras de científicos han sido sujetos a esa debilidad humana expresada en el
adagio: Stat pro rations voluntas. Como lo expresó Cícero: "El hombre juzga mucho más
frecuentemente influenciado por odio o amor o codicia... o alguna agitación mental, que por
la verdad, o un mandamiento, o la ley" (De oratore, II, xlii.) Si Cícero está en lo cierto,
entonces la libertad del conocimiento, tan altamente valorada y tan fuertemente exigida, es
pervertida por el hombre en un doble sentido. Primero, llevan la libertad de la voluntad a
juicio. El amor, odio, deseos, son pasiones o actos de la voluntad, mientras que los juicios
se forman por el entendimiento, una facultad enteramente falta de libre elección. Segundo,
privan al entendimiento de la necesaria indiferencia y equilibrio, y lo obligan a inclinarse a
un lado, ya sea el lado de la verdad o el de la falsedad. Si los hombres de ciencia, quienes
exigen libertad, pertenecen a la clase descrito por Cícero, entonces su idea de libertad está
totalmente confundida y pervertida. Puede contestarse que la declaración de Cícero se
aplicaba a asuntos de la vida diaria, más que a las búsquedas de la ciencia. Esto es
perfectamente cierto en cuanto a la ciencia, y probablemente es cierto en cuando al objeto
formal de toda ciencia. Aún cuando consideramos los primeros postulados que las ciencias
toman de la filosofía, nos acercamos mucho a la vida diaria. Los hombres de ciencia
escuchan acerca de Cristo y saben de la carta magna de Su reino, proclamada en la montaña
(Lucas, vi.) Hace observaciones agudas sobre la vida diaria. Podría descartarse, si Cristo
mismo no hubiese reclamado poder supremo en el cielo y sobre la tierra, y si no hubiese
profetizado Su segunda venida, para juzgar a vivos y muertos.

Aquí es donde entra el amor y el odio de Cícero. Es bastante seguro decir: no existe lugar
en el mundo civilizado donde Cristo no sea amado y odiado. Aquellos que están dispuestos
a tomar el camino angosto y escarpado hacia Su reino aceptan los testimonios a Su misión
Divina aceptan los testimonios de Su Divina misión con imparcialidad; otros que prefieren
una forma de vida más fácil y amplia intentan persuadirse a sí mismos que los reclamos de
Cristo son infundados. Pues, además de aquellos que ya sea rechazan Sus reclamos a través
de prejuicios heredados o adquiridos, o los tratan con indiferencia, un gran número de
hombres intentan fortalecer su posición anticristiana por medio de formas científicas.
Sabiendo que la Divinidad de Cristo puede ser probada por los milagros a los cuales apeló
como testimonios de Su Padre, formulan el axioma: "Los milagros son imposibles". Sin
embargo, viendo la inconsistencia de la fórmula en tanto hay un Creador del mundo, están
obligados al siguiente postulado: "No existe el Creador". Viendo de nuevo que la existencia
del Creador puede ser probada por la existencia del mundo, y convincentemente a través de
un número de argumentos, requieren de nuevos axiomas. Primero tratan el origen de la
materia como algo demasiado remoto para determinar su causa, y argumentan que: "La
materia es eterna". Por una razón similar el origen de la vida se explica por el postulado
arbitrario de "generación espontánea". Entonces debe disponerse de la sabiduría y el orden
desplegados en los cielos estrellados y en la flora y fauna de la tierra. Decir en palabras
simples "Todo el orden en el mundo es casual" sería ofensivo para el sentido común. El
axioma entonces es investido en lenguaje más científico, es decir: "Desde la eternidad el
mundo ha pasado a través de un número infinito de formas, y sólo los más aptos
sobrevivieron".

La subestructura de la ciencia anticristiana tiene aún un punto débil: el alma humana no


proviene de la eternidad y sus facultades espirituales no apuntan a un creador espiritual. La
fabricación de axiomas, una vez iniciada, tiene que concluir en: "El alma humana no es
esencialmente diferente del principio vital del animal". Esta conclusión se recomienda a sí
misma como especialmente fuerte contra lo que teme la voluntad: el animal no es inmortal,
y por ello tampoco lo es el alma humana; consecuentemente cualquier juicio que pueda
venir después, no tendrá efecto. El fin de la fabricación es amargo. El hombre es un
orangután altamente desarrollado. Existe aún un obstáculo en las Sagradas Escrituras,
antiguas y nuevas. El Antiguo Testamento narra la creación del hombre, su caída, la
promesa de un Redentor; contiene profecías de un Mesías que parecen cumplirse en Cristo
y en Su Iglesia. El Nuevo Testamento prueba el cumplimiento de las promesas y presenta
un Ser sobrehumano, que ofreció Su vida para la expiación del pecado y declara Su
Divinidad por Su propia Resurrección; le da la constitución y primera historia de Su Iglesia,
y promete su existencia hasta la consumación del mundo. A la luz de la ciencia anticristiana
no se puede permitir esto. Unos cuantos postulados más o menos no dañarían a la ciencia
en este punto. La literatura hebrea es puesta a la par de aquella de Persia o China, la historia
del paraíso es relegada al reino de las leyendas, la autenticidad de los libros es rechazada, se
señalan las contradicciones en el contenido, y el sentido obvio es distorsionado. Los
axiomas utilizados para aniquilar las Sagradas Escrituras tienen la ventaja de la
plausibilidad sobre aquellos utilizados contra el Creador. Están cubiertos de una masa de
erudición tomada de las ciencias lingüísticas e históricas.

Pero todavía no hemos visto todo. El mayor obstáculo a la ciencia anticristiana es la Iglesia,
quien arguye origen Divino, autoridad para enseñar la verdad infalible, mantiene la
inspiración de la Escritura, y confía en su propia existencia hasta el fin del mundo. Con
ella, la ciencia no puede jugar como con la filosofía o la literatura. Ella es una institución
viviente blandiendo su espectro sobre toda la población del mundo. Tiene todas las armas
de la ciencia a su disposición, y miembros devotos a ella, en corazón y alma. Para otorgarle
los mismos derechos en terrenos científicos sería desastroso para la "ciencia sin
presuposiciones". La mera creación de nuevos axiomas no parece ser eficiente contra una
organización viviente. Los axiomas tendrían que ser proclamados fuertemente, y
mantenidos vivos, y finalmente puestos en vigor por una oposición organizada, en algunos
casos aún con poder gubernamental. Los libros, periódicos y salas de conferencias anuncian
un solo texto, entonado en todas las notas, el gran axioma: que la Iglesia es esencialmente
no científica, pues descansa sobre presuposiciones inciertas, y que sus científicos nunca
pueden ser verdaderos hombres de ciencia. El reclamo de degradación de Mommsen sobre
la designación de un historiador católico en Estrasburgo (1901) tuvo fuerte eco en la
mayoría de las universidades alemanas. Y sin embargo, era cuestión de sólo una quinta
parte de católicos entre setenta y dos profesores; y esto en una universidad en Alsacia-
Lorena, un territorio casi enteramente católico. Prevalecen proporciones similares en la
mayoría de las universidades. Todos los axiomas de ciencia anticristiana mencionados
anteriormente son totalmente arbitrarios y falsos. Ninguno de ellos puede ser respaldado
por razones sólidas; por el contrario, se ha demostrado que cada uno de ellos es falso. Con
ello la ciencia anticristiana se ha rodeado a sí misma de un número de intereses limítrofes
determinadas sobre bases científicas, y así ha limitado su propia libertad para progresar; la
"ciencia sin presuposiciones" se enreda en sus propios axiomas, por ninguna otra razón que
su aversión hacia Cristo. Por otro lado, el científico que acepta la enseñanza de Cristo no
necesita basarse en un solo postulado arbitrario. Si es filósofo, inicia a partir de las
premisas dictadas por la razón. Reconoce en el mundo que le rodea la revelación natural de
un Creador, y por deducciones lógicas concluye de la contingencia de las cosas creadas al
Ser No-creado. El mismo razonamiento le hace comprender la espiritualidad e inmortalidad
del alma. De la suma de ambos resultados concluye más allá en las obligaciones morales y
la existencia de una ley natural. Así preparado, puede comenzar cualquier investigación
científica sin necesidad de levantar límites de interés con el fin de justificar sus prejuicios.
Si desea ir más allá y poner su fe sobre una base científica, puede tomar los libros, llamados
Sagradas Escrituras, como punto de partida, aplicar crítica metódica a su autenticidad, y
encontrarlos tan confiables como cualquier otro registro histórico. Su contenido, profecías y
milagros le convencen de la Divinidad de Cristo, y del testimonio de Cristo acepta toda la
Revelación sobrenatural. Ha construido la ciencia de su fe sin otra cosa que premisas
científicas. Por ello la ciencia del cristiano es la única que da libertad en la investigación y
el progreso; sus fronteras no son otras que el empalizado de la verdad. Por el contrario, la
ciencia anticristiana es esclava de su propia ética preconcebida.

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