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19. El declive del comunismo y la hegemonia de Estados Unidos La caida de los regimenes comunistas fue seguida por cambios de primera importancia en los Estados de la Europa oriental: en especial, por la disolucién de la Unién Soviética y la disgregacién de la Repiiblica Federal de Yugoslavia tras los enfrentamientos bélicos entre las distintas repiblicas que formaban la federacién, Mientras las democracias populares y los Estados surgidos de la divisién de la URSS iniciaban su transicién hacia el pluralismo politico y la economia de mercado, el antiguo bloque socialista quedé reducido a Cuba, la China continental y algunos Estados del Sudeste Asiatico. Los cambios tuvicron consecuencias inmediatas a nivel mundial: del equilibrio entre las dos grandes potencias se pas6 a una situacién de hegemonja de Estados Unidos, que se ha mantenido hasta hoy. A comienzos de la década de 1990 esa situacién fue definida por Francis Fukuyama como el «fin de la historia», tras la desaparicién de los conflictos gra- cias al triunfo definitivo del liberalismo y el sistema capitalista. El intenso desarrollo eco- némico de los paises del Pacifico asidtico pudo presentarse en aquel momento como Ia prueba del éxito de la economia capitalista, en contraste con el deterioro de la situacién de Africa y con los escasos avances econémicos y politicos en América Latina. Pero el opti- mismo que reflejaba esta tesis tuvo corta duracién: pocos afios después, otra expresién de similar éxito se referia a los nuevos conflictos derivados del «choque de civilizaciones». Al comenzar el nuevo siglo, la destruccién de las Torres Gemelas de Nueva York en septiem- bre de 2001 acabé, al menos temporalmente, con el optimismo. 1. La hegemonia de Estados Unidos De acuerdo con otra de las expresiones acufiadas en la década de 1990, y popularizada en este caso por el historiador Eric Hobsbawm, el hundimiento de los regimenes comunistas 450 puso fin al «corto siglo xx», que habia comenzado precisamente con la revolucién soviéti- ca y que se caracteriz6 por la pugna entre dos ideologias —el liberalismo y el comunis- mo-—, entre dos sistemas econémicos —el capitalismo y la economia planificada— ¢ in- cluso entre dos grandes potencias, Estados Unidos y la Unidn Soviética. Pese a esa pugna, en las décadas centrales del siglo xx, muchos analistas habian previsto una convergencia entre los dos mundos enfrentados. Se consideraban pruebas de ese acer- camiento tanto los timidos procesos de liberalizacién econémica y politica en algunos pai- ses del bloque socialista como el reconocimiento de los derechos sociales y la creciente in- tervencién estatal en la economia que se estaban produciendo al mismo tiempo en los paises occidentales. Ahora bien, en lugar de una confluencia lo que finalmente se produjo fue el triunfo de uno de los dos polos, el polo liberal y capitalista, al tiempo que desapare- cia la amenaza de una revolucién comunista en el mundo occidental. A ese triunfo se refi- rié Francis Fukuyama al hablar del «fin de la historia» como consecuencia del estableci- miento de la democracia liberal como forma tinica y definitiva de gobierno en todo el mundo y de la previsible desaparicién de los enfrentamientos que habian caracterizado a un mundo dividido hasta entonces en dos bloques enfrentados. Pero esa profecia no se cumplid. Por cl contrario, cn los iltimos afios han subsistido ¢ incluso se han agudizado las diferencias politicas, religiosas o culturales, dando lugar a conflictos de creciente intensidad tanto en Europa como en los continentes afticano y asid- tico. Las tesis de Samuel Huntington sobre el «choque de civilizaciones» representaron el primer reflejo teérico de esta nucva situacién. En el mundo posterior a la guerra fria, afir- mé Huntington, los conflictos mAs intensos entre los Estados y los pueblos no tendrian que ver con las diferencias econémicas, sino con la pertenencia a civilizaciones diferentes; y en especial, con las diferencias entre la civilizacién islamica y la occidental. Se acepte o no esta tesis, 1o que nadie discute es otro rasgo del periodo posterior a la de- saparicién de la URSS: el establecimiento de una clara hegemonia de Estados Unidos en un mundo que ha dejado de ser bipolar. A finales del siglo xx, el predominio de Estados Uni- dos se expresaba en todas las dimensiones del poder, tanto militar como econémico 0 cul- tural. En el terreno militar, era el unico Estado con armas nucleares y fuerzas convenciona- les capaces de actuar en todo el mundo; y en el afio 2000, sus presupuestos militares superaban a los de los siguientes ocho Estados juntos. En cuanto al poder econémico, UU, generaba el 27 por 100 de la produccién mundial, con un valor a precios de merca- do que equivalia al de la produccién de los tres paises siguientes (Japén, Alemania y Fran- cia), La sede de 59 de las 100 mayores empresas del mundo estaba situada en Estados Uni- dos, mientras en Europa se encontraba la de 31, y en Japén, la de 7; y de las 500 mayores empresas, 219 estaban instaladas en EE.UU,, frente a 158 cn Europa y 77 en Japén. En re- lacién con el poder cultural (al que un experto, Joseph S. Nye, ha definido como el poder «blando»), EE.UU. era cl primer exportador de cine y televisién del mundo, atraia al mayor némero de estudiantes de otros paises y en el aiio 2000 contaba con mas de medio millén de expertos extranjeros en sus instituciones educativas. Las dimensiones de la hegemonia de Estados Unidos se harén mas visibles a través de una comparacién con los otros grandes Estados. Durante décadas, el principal competidor fue la Unién Soviética: era el pais mas extenso del mundo, el segundo desde el punto de vista econémico y el tercero en cuanto a poblacién; contaba con el mayor nimero de perso- nas dedicadas a investigacién y desarrollo, con un ejército mas numeroso que el norteame- 451 ricano y con suficientes misiles y cabezas nucleares para destruir a Estados Unidos. Ahora bien, tras la disolucién de la URSS el nuevo Estado ruso habia perdido toda posibilidad de competir. De hecho, a finales del siglo xx, la economia de Estados Unidos era veintisiete veces mayor que la de Rusia; sus gastos militares, mas de nueve veces superiores, y sus gastos en investigacién y desarrollo, unas sesenta veces mayores. ‘A comienzos del siglo xxi, la economia americana duplicaba la de China, en ese mo- mento el pais mas poblado del mundo; y aunque la India contaba con una poblacién cuatro veces superior a la de EE.UU., su Producto Interior Bruto era sdlo un 20 por 100 del de este pais. En cuanto a Japon —la segunda economia en importancia del mundo, con el ma- yor niimero de usuarios de Internet después de Estados Unidos y el ejército mas moderno de Asia—, su produccién ascendia al 15 por 100 de la produccién mundial (frente al 27 por 100 de Estados Unidos). Sélo la economia de la Unién Europea en su conjunto re- sultaba comparable a la estadounidense; pero la diversidad nacional y la falta de suficiente cohesién politica impedia a la Unién Europea actuar como un bloque frente a aquel pais. Ahora bien, la superioridad econémica y militar americana no impedia que en otros te- rrenos la situacién de Norteamérica no fuera tan favorable. La desigualdad en los ingresos crecié durante las dos ultimas décadas del siglo xx, mientras la pobreza alcanzaba en 1993 al 15 por 100 de la poblacién. A finales del siglo xx, Estados Unidos estaba peor situado que otros paises occidentales como Canada, Francia, Alemania o Gran Bretafia— en cuanto a mortalidad y pobreza infantil, esperanza media de vida, cobertura de seguros mé- dicos y gastos en sanidad, ¢ incluso en mimero de homicidios y encarcelamientos. Es ver- dad que la década de 1990, bajo la presidencia de Bill Clinton, fue un periodo de fuerte crecimiento econémico, cuyas repercusiones se hicieron notar en algunos de esos indicado- res; pero con el triunfo de los republicanos en 2000 y la Ilegada a la presidencia de George W. Bush comenzé una nueva etapa, caracterizada por el endeudamiento del Estado como consecuencia de los recortes en los impuestos y del creciente intervencionismo militar en el mundo. 2. La Unién Europea A comienzos de la década de 1990, tras la consolidacién del Mercado Comin, los dirigen- tes de los Estados europeos consideraron conveniente recuperar el impulso inicial y presen- tar a los ciudadanos un nuevo objetivo politico. El Tratado de Maastricht (1992) reactive el proyecto fundacional sustituyendo 1a pluralidad de pactos comunitarios por una Unién Europea (UE), cuyas primeras realizaciones fueron la introduccién de la ciudadania comin, la cooperacién policial y judicial entre los Estados miembros y la sustitucién de las monedas nacionales por una curopea (cl curo, que empezé a circular cl 1 de enero de 2002). Pero la «politica exterior y de seguridad comin» (PESC) quedé al margen como una accién intergubernamental. El Tratado reconocia el poder constituyente de los jefes de gobierno que, junto con el presidente de la Comisién, tomaron el nombre de Consejo Europeo. La somera descripcién de las competencias del Consejo («dard a la Unién los impulsos necesarios y definira sus orientaciones politicas generales») no recogia todas las atribuciones del mismo. El poder constituyente del Consejo Europeo se distinguia de poderes anteriores por su cardcter per- 452 manente e ilimitado: de hecho, no se trataba de un momento fundacional que diera paso a un régimen constitucional plenamente definido, sino que los jefes de gobierno actuaban como constituyentes cada vez que tomaban decisiones relativas a las Comunidades, prime- ro, y ala Union, después. Aunque la decisién ultima correspondia a los Parlamentos nacio- nales, de hecho la conexién existente entre los Parlamentos de los distintos paises y los res- pectivos jefes de gobierno garantizaba la aprobacién de las decisiones adoptadas por estos liltimos. Al lado del Consejo, la Comisién Europea, concebida como la fuente de las iniciati- vas para la construccién de Europa, estaba formada por un presidente, propuesto por los gobiernos y aceptado por el Parlamento Europeo, y por veinte comisarios, seleccionados de acuerdo con el presidente. La composicién y las funciones de la Comisién recordaban las de un gobierno constitucional en la medida en que los comisarios, como los minis- tros, eran responsables de areas determinadas y actuaban «bajo la orientacién politica del presidente»; pero la autonom(a funcional habia sustituido a la solidaridad propia de un gabinete. El Parlamento Europeo, por su parte, fue concebido como una representacién nacional, la representacién «de los pucblos de los Estados reunidos en la Comunidad». Compuesto por 625 miembros elegidos por suftagio universal directo en colegios nacionales, aunque no sc haya Ilegado a un acuerdo para la aprobacién de una misma ley electoral en todos los paises, sus diputados se reunian en grupos parlamentarios supranacionales en funcién de sus ideas politicas; pero esta ambigiiedad no ha producido los efectos previsibles debido a Jas limitadas competencias de la asamblea. El Tribunal de Justicia, por fin, era una juris- diccién contenciosa que obligaba en iltima instancia a los Estados a los que denunciaba la Comisién u otro Estado por el incumplimiento de sus obligaciones, ademas de ejercer el control de legalidad sobre los actos de las instituciones de la Unién y asumir otras compe- tencias dentro del ambito comunitario. ‘A pesar de no ser un Estado, la Unién Europea basaba su legitimidad en la ciudadania europea, descrita en el Tratado de Maastricht. Todos los nacionales de un Estado miembro pasaron a ser ademas ciudadanos europeos y a disfrutar como tales de las garantias consti- tucionales y la proteccién del Defensor del Pueblo (art. 195, TCE). Y si residian en un Es- tado distinto al de su nacionalidad, podian participar como electores y elegibles en las elec- ciones municipales y en las elecciones europeas. La Ultima de las Declaraciones de Derechos aprobada por la Unién, la Carta de los de- rechos fundamentales de la Unién Europea (2000) traté de compatibilizar dos tradiciones culturales. Por un lado, recogia la tradicién liberal de los valores individuales, a los que se afiadicron dos nuevos: el derecho a la dignidad, con cl fin de condenar la esclavitud y la tortura, y el derecho a la solidaridad, que determinaba lineas de accién en materias de tra- bajo, seguridad social y medio ambiente. Por otro lado, incorporaba la tradicién de los va- lores nacionales, cuya conservacién se asumja al hablar de «la diversidad de culturas y tra- diciones de los pucblos de Europa», de «la identidad nacional de los Estados» y de «la organizacién de sus poderes publicos». La realidad de los derechos, en todo caso, no se en- contraba en las Declaraciones, sino en las garantias constitucionales; y en lo que se refiere a los derechos sociales, dependia de los medios econémicos necesarios para que fueran efec- tivos. Por ello, la realizacién de esos derechos correspondia a los Estados miembro, en tan- to que la Unién se reservaba el control politico y judicial de los mismos. 453 Las funciones y los servicios que la Comunidad aportaba a los ciudadanos estaban in- cluidos en los Tratados de Roma (1957) y Maastricht (1992). La ciudadanfa comin asegu- raba la libertad de circulacién y de asentamiento en todos los Estados miembros, a la vez que la libertad econémica permitia el libre movimiento de capitales y de mercancias y la creacién de empresas en cualquiera de ellos. Por su parte, la aceptacién de una disciplina financiera comin condujo a la introduccién de la moneda tinica y a la delegacién por los bancos centrales de los Estados de algunas de sus competencias més significativas en ma- nos del Banco Central Europeo. Las instituciones de la Unién Europea han ejercido su poder de acuerdo con dos princi- pios fundamentales: el principio de subsidiariedad y el de proporcionalidad. La subsidia- riedad contemplaba la intervencién comunitaria «en la medida en que los objetivos de la accién pretendida no puedan ser alcanzados de manera suficiente por los Estados miem- bros» 0 «puedan lograrse mejor [...] a nivel comunitarion. En ning’in caso a accién de la Comunidad podia exceder los objetivos del Tratado, que actuaba a estos efectos como una Constitucién. La proporcionalidad establecia, por su parte, la relacién entre el fin y los medios: «Ninguna accién de la Comunidad excederd de lo necesario para aleanzar los obje- tivos del presente Tratado» (art. 5, TCE). El protocolo para su aplicacién contenia la si- guiente prescripcién: «La Comunidad debera legislar Gnicamente en la medida de lo nece- sario». De estos principios procedia un tercero, que explicaba la ausencia de un auténtico Ejecutivo europeo, sustituido por la administracién de los Estados miembros que son los ejecutores de las decisiones comunitarias. En relacién con estos principios, la descripeién de los procedimientos puede resultar mis clarificadora que la enumeracién de las competencias de las instituciones. El docu- mento fundamental era, y seguir siendo hasta que se apruebe o rechace finalmente el pro- yecto de Constitucién redactado en 2003, el Tratado de la Unién: un «tratado marco» en la medida en que definia las instituciones comunitarias, fijaba sus objetivos —Ia libre circula~ cién de personas, mercancias y capitales— y marcaba una linea comin tanto en la politica econémica (libre competencia entre las empresas y limitacién de las ayudas estatales, re~ nuncia al proteccionismo, aproximacién de las legislaciones nacionales) como en la politi- ca social (en cuestiones de trabajo, seguridad social o educacién) y en otras materias. Las normas emanadas de las instituciones europeas estaban limitadas por el contenido del Tra- tado y se distinguian por el grado de su eficacia: los reglamentos tienen caracter general, se aplican directamente en cada Estado y son obligatorios en todos sus elementos, mientras gue las directivas obligan a los Estados «en cuanto al resultado» y dejan en sus manos «la eleccién de la forma y los medios» (art. 249, TCE). El proceso legislativo requcria la colaboracién de las tres instituciones politicas —Con- sejo Europeo, Comisién y Parlamento—, aunque los procedimientos no fueran iguales en todos los casos. La Comisién, como los gobiernos nacionales, sometia al Consejo sus pro- puestas o recogia las iniciativas del Parlamento (art. 192, TCE). El debate se produeia en el Consejo, con participacién de la Comisién o del Parlamento. Las decisiones del Consejo, cuando requerian una mayoria cualificada, se tomaban por el voto ponderado de los minis- tros, de acuerdo con la poblacién y el peso econémico de cada Estado; una ponderacién gue reflejaba el interés de los principales Estados de la Unién por disponer de una minoria de bloqueo, una vez que la regla de la unanimidad dejé paso a la mayorfa cualificada. Con estos sistemas, la codecisién parlamentaria tenia un ambito limitado de aplicacién, tanto 454 por razén de la materia como del procedimiento, que no permitia al Parlamento tomar deci- siones en contra de la opinién del Consejo. El poder ejecutivo se ejercia en dos tiempos y por distintos actores, Como la Unién Eu- ropea no contaba, ni cuenta, con una administracién propia, a diferencia de los Estados fe- derales, eran los gobiernos los responsables de aplicar los reglamentos y directivas: en el primer caso, de acuerdo con Ia norma, y en el segundo, con entera libertad en cuanto a los medios. La Comisién, por su parte, vigilaba el cumplimiento de los principios y objetivos de los tratados y reglamentos, y en especial la aplicacion de las directivas, en la medida en gue éstas dejaban a los Estados la responsabilidad de fijar las acciones mAs convenientes para el logro del fin previsto. La Comision actuaba ex post por medio de advertencias a los Estados que no cumplian con las decisiones comunitarias y, en caso necesario, a través de denuncias ante el Tribunal de Justicia Europeo. Durante su medio siglo de vida, el proceso de construccién europea ha soportado sin grandes quiebras las dificultades planteadas por paises como Gran Bretafia 0 Dinamarca, utilizando la suspensién parcial o temporal de las obligaciones de los Estados miembros La razén de esta pervivencia se encuentra en los intereses de los Estados mas que en una conciencia 0 sentimiento europeista. Los Estados mas avanzados se han beneficiado de las diferencias de productividad que favorecian a sus economias, mientras que los demés dis- frutaban de compensaciones materiales por su pertenencia a la Unién. De hecho, el Tratado de la Unién incluyé entre sus objetivos la cohesion econdmica y social, y para lograrla se planted «reducir las diferencias entre los niveles de desarrollo de las diversas regiones» (art. 158) mediante la dotacién de Fondos estructurales para mejorar la situacién econémi- ca de las poblaciones con menores rentas. El mas importante de esos Fondos era el Fondo Europeo de Orientacién y Garantia Agricola, destinado a mantener los precios de los pro- ductos agricolas a través de la retirada del mercado y el almacenamiento de los productos excedentarios, El Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER), por su parte, se ha destinado a las regiones menos desarrolladas y a la reconversién de las regiones industria- les en declive. Por fin, el Fondo de Cohesién perseguia como objetivos la proteccién del medio ambiente y la mejora de las infraestructuras de transporte, Para la obtencién de las ayudas, el procedimiento era semejante al empleado en el terreno legislativo: la Comisién proponia, el Parlamento dictaminaba, los Comités aportaban sus observaciones y el Conse- jo Europeo tomaba la tiltima decisién. Ya en el siglo xxi, la ampliacién de la Unién Europea a 25 miembros, culminada el 1 de mayo de 2004, fue la ocasién para plantear una revisién del funcionamiento politico de la Unién, Pero esa revisién, como veremos en el capitulo 22, est resultando mas compleja y dificil de lo que inicialmente pensaron sus promotores. 3. Las transiciones en los Estados «socialistas» Con los acontecimientos de 1989-1991, que acabaron con el poder comunista, en las demo- cracias populares y en las reptiblicas de la desaparecida Union Soviética comenzaba una di- ficil transicién; o mejor un conjunto de transiciones, mas complejas que las vividas en otros paises que han pasado por procesos semejantes. Mientras en diversos Estados europeos —como Portugal, Grecia o Espaiia— y sudamericanos los cambios de las décadas de 1970 455 y 1980 se limitaron a la sustitucién de los regimenes autoritarios por otros de caracter de- mocratico, en los Estados del bloque socialista la transicion tuvo al menos tres dimensio- nes, En el terreno politico, era necesario construir una democracia pluralista en lugar de los regimenes de partido tinico imperantes hasta entonces. En el econémico, habia que pasar de una economia centralizada, dirigida por el Estado y en gran medida nacionalizada, a una economia de mercado, basada en la propiedad privada y la libertad econémica. Por fin, en la organizacién estatal y nacional, las nuevas republicas surgidas de la disolucién de la URSS tenian que convertirse en Estados independientes, al tiempo que estallaban conflic- tos entre los diferentes grupos étnicos o nacionales integrados en algunos de esos nuevos Estados (véase Mapa 27). Se podria hablar incluso de una transicién ideol6gica y cultural, con el abandono de las anteriores concepciones oficiales (el marxismo-leninismo, el obre- rismo o el internacionalismo), sustituidas por el pluralismo ideolégico, la recuperacion de las tradiciones nacionales y una influencia creciente de la cultura occidental. Los Estados socialistas tuvieron que realizar de forma simulténea y en un tiempo muy corto todos estos cambios. En 1990 y 1991, las primeras elecciones libres y las declaracio- nes de independencia de las reptiblicas de la extinta Unién Soviética se produjeron en me- dio de una crisis econémica generalizada que obligaba a la adopcién de medidas inmedia- tas. En general, el cambio econémico se concret en cuatro tipos de medidas: la liberalizacién de los precios, hasta entonces fijados por el Gobierno; la supresién de las ayudas del Estado a las empresas; la privatizacién de las empresas nacionalizadas, y la apertura de la economia al comercio y a la inversién extranjeras. En algunos paises, las re- formas en los dos primeros campos se aplicaron de forma rapida y global: tal fue el caso del «plan de choque» aprobado en Polonia en 1991, y en menor grado de las medidas adop- tadas en Rusia por el ministro Gaidar en enero de 1992, o en Checoslovaquia tras la llegada al gobierno de Vaclav Klaus ese mismo afio. En cambio, otros Estados aplicaron de forma mis lenta y parcial esas reformas, con el fin de que la liberalizacién de los precios, introdu- cida poco a poco, no tuviera consecuencias dramaticas sobre la poblacién. Asi ocurrié en Hungria, y también en la Federacién Rusa tras el fracaso de las medidas de choque de Gai- dar y la llegada al gobierno de Chernomyrdin y los llamados «industrialists». En cuanto a las privatizaciones, hubo también dos modelos: mientras en Estados como la Repiiblica Checa o las repiblicas balticas se entregaron participaciones del capital de las empresas a los trabajadores 0 al conjunto de los ciudadanos (aunque muchas de esas parti- cipaciones pasarian finalmente a manos de grandes compajiias especuladoras), en Hungria se vendieron en subasta a los inversores interesados en ellas. Hubo también formulas mix- tas, como en la Federacién Rusa o Polonia, donde los cambios politicos produjeron fre- cuentes alteraciones de las normas sobre la privatizacion. En todo caso, a mediados de la década de 1990 en la mayoria de los antiguos paises socialistas el sector privado represen- taba ya mas del 50 por 100 de la actividad econémica. Los resultados de este conjunto de medidas fueron, al menos inicialmente, muy negativos para la mayoria de la poblacién. La produccién descendié en todos los paises afectados, aunque las caidas fueron mayores en las repiblicas ex soviéticas integradas en la Confe- deracién de Estados Independientes (CEI), y la recuperacién fue més rapida en Polonia, Hungria o la Republica Checa. La inflacién alcanz6 porcentajes espectaculares: de un indi- ce 100 en 1991 se pasé en 1996 a 306 en la Republica Checa, a 3.396 en Polonia y a 304,000 en Rusia. El desempleo, provocado por el cierre de empresas no competitivas pero 456 también por los acontecimientos politicos, se extendié sobre todo en los Estados que vivian conflictos bélicos (como Bosnia-Herzegovina, donde en 1996 los parados cran mas de la mitad de la poblacién activa), aunque no dejé de afectar a los demés paises. Las diferencias sociales se incrementaron notablemente, gracias a la aparicién de una nueva clase de empresarios, en muchos casos procedentes de la anterior capa dirigente (la nomenklatura), que se beneficiaron de las nuevas medidas econémicas. En Rusia, de acuer- do con una estimacién, el 10 por 100 de la poblacidn con ingresos mas clevados disfrutaba en 1980 del 19 por 100 de la riqueza; en 1994, el porcentaje habia pasado al 42 por 100. A cambio, los salarios de la mayoria de la poblacién suftieron una notable pérdida en su po- der adquisitivo, las pensiones y los gastos sanitarios se redujeron considerablemente y el porcentaje de quienes vivian por debajo del nivel de subsistencia no dejé de aumentar. No fueron menores los problemas politicos de la transicién. En este terreno conviene di- ferenciar lo ocurrido en los territorios de la Confederacién de Estados Independientes, por un lado, y en las repiblicas balticas y las «democracias populares», por otro. En términos generales, en aquéllos los cambios no han sido tan radicales como en éstas, ni el avance de la democracia ha resultado tan relevante. En las repiblicas asidticas de la CEI (Kazajistan, Kirguizistan, Tayikistan, Turkmenistén, Uzbekistan), antiguos dirigentes comunistas se mantuvieron en el poder tras la independen- cia y establecicron regimenes de partido tinico, o al menos de partido dominante, presiden- cialistas y autoritarios. También en las republicas eslavas —como Bielorrusia, Ucrania o la misma Federacién Rusa— el fuerte poder atribuido a los presidentes, apoyados ademés por sectores de la antigua nomenklatura comunista, se convirtié en un obstaculo para el triunfo pleno de la democracia. En cambio, en las repuiblicas caucdsicas (Azerbaiyan, Armenia, Georgia) el poder quedé en manos de movimientos nacionalistas que tuvieron que enfren- tarse a conflictos bélicos, o al menos a fuertes tensiones con las minorias étnicas radicadas en estos Estados. Ya en el siglo xxi, mientras en casi todas las reptblicas asidticas perma- necian en el poder quienes lo ocuparon en los momentos iniciales de la transicién, en tres Estados de la zona se produjeron revueltas populares que acabaron con las autoridades an- teriores. Primero fue la revolucién de las rosas, en Georgia, que acabé con el poder de She- vardnadze; después tuvo lugar la revolucién naranja (noviembre-diciembre de 2004), que levé a la presidencia de Ucrania a Victor Yushenko, frente al candidato de la continuidad apoyado por Putin, y que habia ganado unas elecciones amafiadas; por fin, ya en junio de 2005, una revuelta popular en protesta por el fraude en las elecciones legislativas obligé al presidente de Kirguizistin, Askar Akayev, a abandonar su cargo y el pais. La evolucién fue muy distinta en las repiiblicas bilticas y las democracias populares eu- ropeas. Dejando de lado los casos de la Reptiblica Democratica Alemana, que perdié su condicién de Estado al integrarse en la Alemania unificada, y el mas dramatico de Yugos- lavia, al que nos referiremos mas adelante, en los demas Estados de la Europa central y oriental los cambios politicos han sido mayores que en los territorios de la antigua URSS, aunque no hayan alcanzado la misma intensidad en todos los paises. Las reptblicas balticas (Estonia, Letonia y Lituania), donde ya existian movimientos de oposicién en la época de la perestroika, realizaron con rapidez sus reformas politicas y eco- némicas, una vez. alcanzada la independencia en 1991, y establecieron democracias esta~ bles, en las que ha funcionado la alternancia politica, con claro predominio de las corrien- tes nacionalistas. Pero en ellas sigue pendiente el problema de las minorfas étnicas: en 457 especial, de las minorfas de origen ruso, que abarcan a porcentajes relevantes de la pobla- cién y a las que atin no se han concedido los derechos de ciudadania. En los Estados de los Balcanes orientales (Bulgaria, Rumania), en los que en cambio no hubo oposicién previa al poder comunista y la transicién quedé en manos de sectores de la antigua nomenklatura, el predominio de los partidos herederos de los antiguos comunistas se mantuvo hasta los afios 1996-1997, cuando fueron sustituidos por fuerzas definidas como «democraticas». Mientras tanto, en Albania el partido ex comunista, que habia perdi- do el poder en 1992, lo recuperé en las elecciones de 1997. Las transiciones han sido més completas y profundas, aunque también mas complejas, en las antiguas democracias populares de la Europa central: Polonia, Checoslovaquia (que en 1993 se dividié pacificamente en dos Estados: la Republica Checa y Eslovaquia) y Hun- gria, Eran los paises mAs industrializados, con un mayor grado de cultura democratica fruto de su tradicién histérica, y donde se produjeron los movimientos de oposicién de mayor en- vergadura antes de la caida del poder comunista. De esos movimientos surgieron las orga- nizaciones que ganaron las primeras elecciones libres (Solidaridad en Polonia, Foro Civi- co-Piblico contra la Violencia en Checoslovaquia, Foro de Demécratas Hingaros en Hungria) y que Ilevaron a cabo las reformas econémicas y politicas iniciales. Pero la diver- sidad ideolégica y las querellas internas de tales movimientos provocaron su fragmentacién y la pérdida del poder, asi como el avance de los antiguos partidos comunistas, reconverti- dos ahora en socialistas 0 socialdemécratas tanto en el nombre (Socialdemocracia de la Re- piblica de Polonia, Partido Socialista en Hungria, Socialdemécratas cn la Repiblica Che- ca) como en la ideologia, al aceptar la democracia pluralista y la economia de mercado. La vuelta de los comunistas al poder en algunos paises donde habia sido especialmente intensa la oposicién contra ellos (en Lituania, en 1992; en Polonia, en 1993; en Hungrfa, en 1994), sdlo puede explicarse por una acumulacién de razones. Hubo, en primer lugar, razo- nes econémicas y sociales: en especial, el creciente malestar ante las reformas y la pérdida de nivel de vida de amplias capas de la poblacién, como los pensionistas, los desempleados y los trabajadores del sector estatal de la economia. Pero también hay que tomar en consi- deracién razones politicas y organizativas: los partidos ex comunistas eran los mejor es- tructurados y contaban con lideres con mayor experiencia politica, frente a la divisién y los enfrentamientos de sus rivales. Incluso se pueden mencionar razones ideolégicas, en la me- dida en que habia disminuido la fractura anterior entre comunistas y anticomunistas mien- tras se hacia més visible la diferencia entre, por un lado, los sectores liberal-conservadores, muy vinculados a veces con las organizaciones eclesiasticas y, por otro, los socialdemécra- tas laicos. De todas formas, el triunfo de los ex comunistas fue momentineo —de hecho, en los paises mencionados perdicron las siguientes clecciones— y no trajo consigo grandes cambios en el proceso de reformas, aunque si supuso el comienzo de una nueva alternancia en cl poder. El éxito, al menos relativo, de las transiciones en la mayoria de las antiguas democracias populares tiene su contrapeso en los problemas de la Federacién Rusa. Dominada por la fi- gura de Boris Yeltsin, presidente de la Repiblica Rusa desde la desaparicién de la URSS, las reformas econémicas radicales y su control presidencialista del poder desembocaron en enfrentamientos con el Parlamento, que concluyeron con la disolucién de éste y la ocupa- cién de su sede por las tropas en el otofio de 1993. La nueva Constitucién aprobada por re- feréndum en diciembre de ese mismo afio ratified la preeminencia del presidente sobre el 458 Gobierno y el Parlamento. Pero los intentos de contar con una mayoria parlamentaria clara, que Ilevaron a la creacién de partidos presidenciales y a la presentacién de candidaturas de este signo en las elecciones de 1993 y 1995, fueron un fracaso frente a los buenos resulta~ dos electorales de nacionalistas y comunistas. Las dificultades econémicas —la produccién global cayé un 40 por 100 entre 1991 y 1994, y la inversién, un 70 por 100, mientras la deuda exterior ascendfa en la iltima de esas fechas a 120.000 millones de délares—, a las que no pudieron hacer frente ni las primeras medidas ultraliberales ni las posteriores mas moderadas, condujeron finalmente a una agu- da crisis financiera en 1997, y a una pérdida espectacular de valor del rublo, En ese mo- mento, la crisis era también politica, a lo que habian contribuido otros ingredientes: en es- pecial, los continuados conflictos entre cl presidente y la Duma (la Cémara baja del Parlamento); los cambios sucesivos de gobiernos; las acusaciones de corrupeién lanzadas contra el entorno presidencial; la mala salud de Yeltsin y su incapacidad para encontrar al- guna salida a la situacién; e incluso los problemas territoriales, en especial en la repiblica caucdsica de Chechenia, habitada por musulmanes y tradicionalmente reacia al poder ruso, tanto en la época de los zares como en el periodo soviético o postsoviético. Chechenia, que desde 1957 habia gozado de autonomia dentro de la Repiblica Rusa, se declaré independiente en 1991. Después de tres afios de bloqueo econémico, a fines de 1994 fue ocupada por las tropas rusas; pero tras dos afios de guerra sin que se produjera un resultado definitivo, en agosto de 1996 se firmé un alto el fuego y se llegé a una solucién transitoria, que inclufa la retirada de las tropas rusas y el desarme de las milicias cheche- nas, En 1999 resurgié el conflicto tras la aparicién de un movimiento guerrillero que pre- tendia convertir el territorio en una replica islamica, y cuyas acciones trajeron como res- puesta una nueva intervencién del ejército ruso y la suspensién del acuerdo anterior, A pesar de la sustitucién de Yeltsin por Putin como presidente de la Federacién Rusa (2000), el conflicto de Chechenia atin contimia vivo, Frente a la ocupacién del territorio, en el nuevo siglo aumentaron las acciones terroristas, las mas graves de las cuales, al menos hasta el presente, han sido el secuestro en Moscit a fines de 2002 de los asistentes a una funcién teatral, que acabé con la muerte de cincuenta terroristas y de un centenar de rehe- nes, y el secuestro dos afios después de un millar de personas en una escuela de Besldn, en Osetia del Norte, que acabé con mis de trescientas victimas. La reaccién rusa ha culmina- do en el asesinato por tropas especiales del lider independentista Aslan Masjadov, que ha- bia sido elegido presidente de Chechenia en 1997. 4. La desintegracién de Yugoslavia Después de la Segunda Guerra Mundial, la recién creada Republica Federal de Yugoslavia ofrecia la apariencia de un poder plural, encarnado en las seis repiiblicas integrantes de la federacién: Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Serbia, Montenegro y Macedonia. Pero la existencia de un partido tnico, la Liga de los Comunistas, bajo el liderazgo de Tito, garantizaba la unidad politica, aunque no pudiese evitar del todo los conflictos entre las ad- ministraciones territoriales. De todas formas, la diversidad religiosa, étnica, lingiistica o econémica entre las poblaciones del Estado yugoslavo hacia muy dificil mantener esa uni- dad, sobre todo tras la muerte de Tito en 1980. Mientras Croacia y Eslovenia, las reptiblicas 459 mas présperas, contaban con una poblacién mayoritariamente catélica, en Serbia la religién predominante era la ortodoxa griega, y en Bosnia-Herzegovina los musulmanes representa- ban la minoria mas importante, aunque también habia grupos numerosos de poblacién ser- bia y croata. Las dificultades afectaban incluso al interior de Serbia, en especial a la zona de Kosovo donde la mayoria de la poblacién era de origen albanés (vase Mapa 28). A pesar de esas diferencias, Yugoslavia se mantuvo unida hasta la caida del comunismo. Ahora bien, ya en la década de 1980 las repuiblicas adquirieron cada vez ms poder y las, divisiones nacionalistas y religiosas se hicieron més visibles, hasta estallar en el momento de la crisis de las democracias populares. En 1990, las primeras elecciones libres tras el fi- nal del régimen de partido tmico permitieron a los comunistas mantener el poder en Serbia, bajo la direccién de Milosevic, y en Montenegro. En cambio, en Eslovenia y Croacia ven- cieron los ex comunistas convertidos al nacionalismo populista. En julio de 1990, la Asamblea de Eslovenia aprobé una «Declaracién de soberania», que sometié un afio después a un plebiscito, en el que consiguié el apoyo del 8 por 100 de los votantes. A instancias de la Unién Europea, la Declaracién incluia un plazo intermedio de tres meses para negociar con el gobierno central. Y aunque éste envié tropas a la frontera, al cabo de un mes y después de unos combates limitados, la presién exterior obligé a la re- tirada del ejército yugoslavo. A pesar de la mayor diversidad de su poblacién, Croacia siguié los pasos de Eslovenia: en mayo de 1991 un referéndum aprobé la independencia. Pero los serbios que vivian bajo cl poder croata reaccionaron proclamando la Republica de Krajina. Durante ese afio los en- frentamientos militares entre ambos bandos no condujeron a ninguna solucién, por lo que a comienzos de 1992 las tropas de la ONU pusieron fin al conflicto. Tres afios mas tarde, aprovechando la guerra en Bosnia-Herzegovina, el ejército croata ocupé la parte occidental de Eslavonia en mayo de 1995; y en agosto, un ataque convergente de sus tropas les permi- tid ocupar en sesenta horas el territorio serbio de la Republica de Krajina, expulsando a 180.000 serbios que vivian alli y que se refugiaron en Serbia. De todas formas, antes de gue acabase el afio se Ilegé a un acuerdo con Serbia que puso la Eslavonia oriental bajo la administracién de la ONU. Los enfrentamientos mas intensos se produjeron en Bosnia-Herzegovina. Alli la pobla- cién estaba dividida en tres grupos étnicos: los musulmanes representaban, de acuerdo con el censo de 1991, el 43,7 por 100 del total, mientras los serbios suponian el 31,4 por 100, y los croatas, el 17,3 por 100. Como los tres grupos estaban repartidos por todo el territo- rio, se buscé una solucién politica para evitar un reparto étnico del espacio que habria de- sembocado en un auténtico mosaico, La Asamblea de Bosnia-Herzegovina aprobé en 1991 un memorandum para la soberania, mientras los diputados serbio-bosnios ofrecian una mayor autonomia dentro de Yugoslavia. La convocatoria de un referéndum, que los serbio- bosnios boicotearon, provocé la ruptura de la unién politica y Ia formacién de dos repi- blicas, una de ellas serbia; pero esta divisién no fue reconocida por la Unién Europea ni por la ONU. La intervencién de las milicias yugoslavas, ordenada por Milosevic, les permitié ocupar e190 por 100 del territorio bosnio y sitiar Sarajevo, la capital de Bosnia, cuya poblacién fue bombardeada sistematicamente. La llamada «limpieza étnica» recurrié a la violacién de las mujeres, a las ejecuciones masivas y a la confiscacién de propiedades de civiles con el fin de extender el terror y empujar a la poblacién musulmana fuera del territorio, En res- 460 puesta, en 1993 la ONU envié mis de siete mil hombres con el fin de crear y proteger seis «éreas de seguridad» para dar acogida a los musulmanes. Un afio después, en marzo de 1994, croatas y musulmanes suscribieron en Washington el pacto que creaba la Federacién Croata-Musulmana en los respectivos cantones y apoyaba la formacién de un gobierno dual con competencias limitadas y la eleccién de una asamblea bicameral. A fines de 1995, el presidente estadounidense Bill Clinton consiguié reunir en Dayton a los presidentes de las tres repiiblicas (Bosnia-Herzegovina, Croacia y Serbia) y llegar por fin a un acuerdo. Bosnia-Herzegovina se dividia en dos partes de dimensiones prictica- mente iguales: el 51 por 100 del territorio para la Federacién croata-musulmana, y el 49 por 100 para la Repiblica Srpska, serbio-bosnia. La nueva Constitucién de la Repiblica de Bosnia-Herzegovina establecia una presidencia trina, con un representante por cada gru- po étnico, y una Asamblea bicameral. La Camara de Representantes estaria formada en sus dos tercios por representantes de la federacién croata-musulmana y en el tercio restante por los de la repiblica serbio-bosnia, mientras que la Camara de los Pueblos estaba compuesta por cinco miembros de cada uno de los cantones. En los cinco afios de guerra, de 1991 a 1995, se calcula que mas de 150.000 personas fueron asesinadas, tres millones se convirticron cn refugiados y entre veinte mil y cuarenta mil mujeres fueron violadas. En respuesta, el Tribunal Internacional de La Haya, creado para juzgar los crimenes de guerra, acusé al presidente serbio-bosnio Karadzic y al jefe mi- litar Mladic de genocidio y crimenes contra la humanidad. En otra de las repuiblicas de la antigua Yugoslavia, Macedonia, la independencia recogi- da en la Constitucién de 1991 se vio dificultada por el aislamiento y las sanciones interna- cionales, derivadas de la negativa de Grecia a reconocer el derecho de la nueva repiblica a ese nombre. Por fin, en el mismo afio de 1995 un acuerdo propiciado por Naciones Unidas permitié a Macedonia regularizar su situa- cién. De esta forma, Yugoslavia quedaba TsLovnaua | 5 reducida a partir de esa fecha a las dos re- publicas de Serbia y Montenegro. Incluso dentro de Serbia hubo graves en- frentamientos en la provincia de Kosovo, la region mas pobre y con mayor densidad de poblacién, habitada mayoritariamente por albaneses. Ya en los afios sesenta los nacio- nalistas albaneses habian intentado que Ko- sersta | sovo fuera una Repiiblica con los mismos derechos que las demas componentes de la Federacién yugoslava; y aunque no lo logra- ron, al menos consiguieron el reconoci- miento de su autonomia dentro de la Repi- blica de Serbia. Pero en 1989 Milosevic anulé la autonomia provincial, con el argu- mento de que la minoria serbia de Kosovo era victima de medidas discriminatorias. Frente a esa anulacion, un referéndum cele- Figura 19.1 Los Acuerdos de Dayton, 1995 brado en 1991 en Kosovo se pronuncié a MUNGRIA FE Fees contosmosinane EE Reena erin 461 favor de la independencia; un afio después, Ibrahim Rugova era elegido presidente, aunque el gobierno serbio no reconocié la validez de esas elecciones. Tras los Acuerdos de Dayton (1995), que no contemplaban el problema de Kosovo, y frente a los métodos pacificos del presidente Rugova, en 1996 un Ejército de Liberacién de Kosovo (ELK) comenzé los ataques terroristas contra la policia serbia, Las duras represa- lias del ejército serbio desembocaron en una insurreccién generalizada de los albano-koso- vares. El fracaso de los intentos de mediacién de Naciones Unidas, rechazados por Milose- vic, provocé la actuacién de la OTAN, a cuyos bombardeos sobre el territorio serbio, desde marzo de 1999, respondieron las fuerzas de este pais con una campaiia de depuracién étni- ca que causé la huida de casi un millén de albano-kosovares. Finalmente, en junio Milosevic tuvo que aceptar un plan de paz que inclufa la retirada de sus tropas y el establecimiento de una fuerza internacional de pacificacién en la zona, al tiempo que el Ejército de Liberacién de Kosovo acordaba su desmilitarizacién. El tiltimo paso en la crisis yugostava fue la caida de Milosevic, tras una oleada de ma- nifestaciones en Belgrado de las corrientes de oposicién serbia, que condujeron a su derrota en las elecciones presidenciales del otofio de 2000 ante el candidato nacionalista moderado Vojislav Kostunica. Acusado de crimenes contra la humanidad, Milosevic fue entregado por el nuevo gobierno al Tribunal de La Haya, donde se sigue un proceso con- tra él. 5. Desarrollo y crisis en el Pacifico asiatico Aunque los cambios que tuvieron lugar en los Estados asidticos de la zona del Pacifico no fueron tan répidos y Iamativos como los ocurridos en los paises del Este europeo, su importancia fue igualmente decisiva para la economia y la politica mundiales de fines del siglo xx. De hecho, en esta zona se produjo en el periodo mencionado el mayor creci- miento econémico y la mas intensa modernizacién tecnolégica del mundo. Mientras la tasa de crecimiento anual del PNB mundial entre 1965 y 1996 era del 3,1 por 100, en esas mismas fechas la tasa anual media Ileg6 en China ai 8,5 por 100, en Hong Kong al 7,5 por 100, en Corea del Sur al 8,9 por 100, en Singapur al 8 por 100, en Tailandia al 7,3 por 100, en Indonesia al 6,7 por 100, en Malaisia al 6,8 por 100, en Japén al 4,8 por 100 y en Filipinas al 3,5 por 100. A lo largo de esas cuatro décadas, la regin se convirtié en la zona de mayor produccién de bienes manufacturados y en uno de los dos centros de punta, junto con Estados Unidos, en la innovacién y el desarrollo de las tecnologias de la informacién. Bien es verdad que poco después el crecimiento se vio interrumpido como consecuencia de la crisis de 1997-1998, que provocé el colapso de algunas de esas econo- mias y una profunda recesién de otras. El caso mas conocido en Occidente es el de Japén, donde desde mediados del siglo xx cl crecimiento estuvo impulsado por una burocracia estatal que estimuld la modernizacién tecnolégica y la competitividad de las grandes empresas. Gracias a ello, los mercados de Europa y Estados Unidos se vieron inundados por bienes japoneses de alta tecnologia, en especial coches, televisores o aparatos musicales. Al éxito contribuyé también el modelo japonés de organizacién del trabajo, basado en el empleo estable indefinido y la estrecha vinculacién de los trabajadores a las empresas, lo que ha permitido a éstas gozar de mejo- 462 res relaciones laborales que las demas economias de mercado del mundo. En el terreno po- litico, la estabilidad necesaria para el desarrollo econémico estuvo garantizada por la pervi- vencia en el poder del Partido Liberal Democratico, una coalicién de clientelas y grupos de intereses creada tras la ocupacién del pais por Estados Unidos con el fin de hacer frente a las amenazas de la izquierda comunista 0 socialista. Tras las décadas de crecimiento, en los afios noventa tanto la economia como la politi ca japonesa sufrieron una fuerte crisis. En 1993, el Partido Liberal Democratico perdié por primera vez las elecciones, lo que dio lugar a unos afios de inestabilidad politica como resultado de la debilidad del resto de partidos. En el terreno econémico, el volu- men abrumador de créditos impagados que acumulaban los bancos japoneses (en 1998 ascendia a unos 80 billones de yenes, un 12 por 100 del Producto Interior Bruto del pais) acabé repercutiendo sobre el conjunto del sistema econémico. Algunos bancos fueron nacionalizados, mientras otros sufrieron una profunda reestructuracién; al tiempo, se re- dujeron drasticamente los créditos, lo que provocé una contraccién general de la activi- dad econdmica, y con ella el aumento del desempleo y la reduccién de la estabilidad en el trabajo. Los Hamados «tigres del Pacifico» Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Taiwan se beneficiaron también de un rapido crecimiento, que en las décadas de 1960 a 1990 al- canzé las tasas més elevadas del mundo, como ya hemos visto. Al igual que en Japén, en estos cuatro casos fue decisiva la intervencién del Estado, Se trataba de Estados desarrollis- tas, gobernados por partidos nacionalistas (como el Kuomintang en Taiwan) o por militares del mismo caracter (como los que apoyaron el golpe militar de Park en Corea), que conta- ban con el crecimiento econémico como la garantia de supervivencia de las estructuras po- liticas surgidas de las divisiones posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Con el apoyo de Estados Unidos y Gran Bretafia en los afios de la guerra fria, esos Estados impulsaron la construccién de infraestructuras, obtuvieron créditos ¢ inversiones de capital extranjero, mantuvieron la paz social gracias a una mezcla de medidas de represién y de integracion, y fomentaron la existencia de una mano de obra educada y de bajo coste. Con todo ello consiguieron aumentos sustanciales de la produccién destinada a la exportacin, en espe- cial en sectores como la microelectronica o las industrias informaticas, y también mejoras notables en las condiciones de vida de la poblacién. La crisis de finales del siglo xx afecto de forma muy distinta a esos paises. Mientras la economia de Corea del Sur se colaps6 y Hong Kong sufrié su primera recesién tras tres décadas de crecimiento ininterrumpido, Singapur s6lo sufrié un descenso moderado de su crecimiento y Taiwan siguié creciendo casi al mismo ritmo de los afios anteriores. Aun tratandose de un Estado socialista, el crecimiento de China en la década de 1990 no se qued6 atrds en relacién con el resto de paises de la zona. Las inversiones de capital ex- tranjero, occidental o japonés —que a comienzos del siglo xx1 superaban los 50.000 millo- nes de délares— y la instalacion de empresas multinacionales en territorio chino, unidas a los programas de gasto publico en infraestructuras y en vivienda hicieron posibles tasas de crecimiento del PIB superiores al 7 por 100 anual. Aunque también fueron la fuente de nuevos problemas: en especial, los surgidos del éxodo masivo del campo a la ciudad tras la privatizacién de la agricultura —una privatizacién que afecté a 300 millones de campesi- nos—, 0 las diferencias crecientes entre las regiones pobres del interior y las ricas provin- cias costeras participantes en el mercado internacional. 463 Ya en el siglo Xxi, el reconocimiento de la propiedad privada en la Constitucién, acorda- do por la Asamblea Nacional Popular en 2003, y la venta de mas de cuarenta empresas es- tatales, anunciada en junio de 2005, representan los ultimos, al menos hasta el presente, cambios en la economia china; una economia cuyo crecimiento se sitéa en torno al 9 por 100 anual, pero que todavia no se ha visto acompaiiado por transformaciones similares en el terreno de la politica. 6. El fundamentalismo: Iran, Argelia, Afganistan Como vimos en el capitulo 18, el éxito de la revolucién irani provocé en los afios ochenta el desarrollo de partidos islamicos y movimientos fundamentalistas en otros paises del mundo musulmén, Pero fue en la década de 1990, al tiempo que en el propio Iran las actitu- des religiosas radicales tropezaban con las primeras resistencias, cuando los conflictos de- rivados del auge del fundamentalismo alcanzaron su mayor gravedad en Estados como Ar- gelia o Afganistan. Tras la muerte de Jomeini en 1989, en Iran el poder quedé repartido entre el nuevo Guia Supremo de la Revolucién, Ali Jamenei, y el jefe del Estado Hachemi Rafsanyani. Pero cl reparto favorecia claramente al primero: de hecho, los poderes esenciales del Estado —el Ejército y los Guardianes de la Revolucién, la policia y la justicia, la radio y la televisién— estaban en sus manos, mientras que al presidente de la Republica, a pesar de su cleccién por sufragio universal, sélo le quedaba la gestidn de los asuntos corrientes. Por su parte, el Parlamento estaba sometido al Consejo de la Revolucién, un instrumento del Guia Supre- mo con capacidad para vetar las leyes, ¢ incluso para impedir la presentacién a las elecciones de candidatos a los que el Consejo consideraba poco fieles a los principios revolucionarios. Pese a este reparto desigual que dificultaba todo cambio, Rafsanyani impuls6 una acti- tud mas pragmitica de liberalizacién econémica y acercamiento a los paises arabes mode- rados, ¢ incluso a Occidente; actitud de la que dio prueba la neutralidad irani en los mo- mentos de la guerra del Golfo (1990-1991). La busqueda de colaboracién con los paises occidentales para hacer frente a las dificultades econémicas del pais continué con el nuevo presidente, el reformista Mohamed Jatami, elegido en 1997 y reelegido en 2001. Pero el poder religioso se ocupé muy pronto de evitar las reformas politicas y de acallar a los disi- dentes. Frente a ese poder, ya en 1999 se produjo una revuelta estudiantil masiva, como re- accién al cierre de un diario reformista, que fue duramente reprimida por la policia y los Guardianes de la Revolucién. En el nuevo siglo han tenido lugar otras protestas universitarias, como las manifestacio- nes de junio de 2003, violentamente reprimidas de nuevo por las mismas fuerzas. Continud asi el bloqueo de las medidas de apertura; incluso el sector clerical mas rigido reforzé su control politico, como demostré la exclusién por el Consejo de Ja Revolucién de un gran nimero de candidatos reformistas de las listas para las clecciones generales de 2004. En suma, las esperanzas reformistas depositadas en Jatami no fueron acompafiadas por un au- téntico proceso de cambio politico. Al final de su mandato, en 2005, la democratizacién del régimen seguia tan lejana como en el momento inicial del mismo. En Argelia, el auge de los sectores islamistas y la oposicién del ejército a sus activida- des dicron origen en la década de 1990 a una auténtica guerra civil. Una guerra cuyas rai- 464 ces no eran sélo religiosas, sino que tenian que ver con el fracaso del poder argelino para hacer frente a los problemas del pais. A partir de la independencia, y sobre todo tras el gol- pe militar de Bumedian que en 1965 expulsé del poder al lider independentista Ben Bella, Argelia se convirtié en un Estado socialista de partido tinico (el Frente de Liberacién Na- cional) y economia planificada. Pero los intentos de industrializacién, basados en el de- sarrollo de la industria de bienes de equipo al modo soviético, no tuvieron éxito; y la prin- cipal fuente de ingresos, la exportacién de hidrocarburos, no result6 suficiente para hacer frente a las necesidades de una poblacién en rapido crecimiento, sobre todo cuando los pre- cios de esos productos cayeron en el mercado internacional. En respuesta, en 1988 se pro- dujeron huelgas y protestas estudiantiles, a las que pronto se sumaron desocupados y mar- ginados en Argel y en otras ciudades, hasta desembocar en disturbios violentos con mas de 500 muertos. Para calmar el malestar, el presidente Benyedid promovié una nueva Constitucién, apro- bada en febrero de 1989. Se abandonaba en ella la definicién de Argelia como Estado so- cialista y se autorizaba la creacién de asociaciones politicas, poniendo asi fin al régimen de partido tinico. En las elecciones municipales de 1990, una fuerza politica de tono funda- mentalista, el Frente Islamico de Salvacién (FIS), que aproveché el nuevo marco de liber- tad asociativa, consiguié una victoria aplastante. Afio y medio después, el FIS gané tam- bién la primera vuelta de las elecciones legislativas, situandose al borde de la mayoria absoluta, que parecia tener asegurada en la segunda vuelta (s6lo le faltaban 28 escafios, de los 198 aun pendientes de decidir). Pero el 12 de enero de 1992, cuatro dias antes de que tuviera lugar esa nueva votacién, el Ejército se aduefid del poder, suspendié las elecciones, obligé a dimitir al presidente Benyedid, declaré ilegal al FIS y comenzé la persecucién de sus miembros. Ese mismo afio empezaron los atentados terroristas, una de cuyas primeras victimas fue el presidente del Alto Comité del Estado creado por los militares, Mohamed Budiaf. En 1995, los atentados selectivos fueron sustituidos por auténticas masacres, que a fines de 1996 y en 1997 alcanzarian su maxima gravedad, con incendios de pueblos y liquida- cién de todos sus habitantes. Al protagonismo inicial del brazo armado del FIS, el Ejército Islémico de Salvacién (AIS), le sucedié la intervencién de un grupo terrorista atin mas radical, escindido de aquél, el Grupo Islémico Armado (GIA). En conjunto, se calcula que la violencia terrorista se cobré mas de 100.000 victimas entre 1992 y 1999. El fracaso de las medidas represivas (se acusé incluso al ejército de complicidad, o al menos de pasividad ante algunos actos de violencia masiva) obligé al presidente Zerual y al propio ejército a negociar con el FIS y su brazo armado una salida politica, a cambio del abandono de las acciones terroristas. Pero sdlo tras la eleccién en 1999 de Buteflika como presidente, se adoptaron algunas medidas que permitieron amortiguar el conflicto: en espe- cial, la supresién del estado de excepcién, vigente desde el golpe militar, y una Ley de Concordia Civil, destinada a favorecer la reinsercién de los combatientes del Ejército Isla- ‘mico de Salvacién. Aprobada en referéndum por una abrumadora mayoria de la poblacién, esa ley representaba la tinica esperanza de pacificacién del pais después de siete afios de guerra civil. El éxito de esta politica se vio ratificado con la reeleccion de Buteflika, en abril de 2004 y por abrumadora mayoria, como presidente de Argelia. Afganistan fue el otro Estado que vivié en la tiltima década del siglo xx un largo con- flicto bélico como consecuencia de las acciones de los grupos fundamentalistas. En los 465 afios ochenta, la lucha contra un enemigo comin, el régimen comunista apoyado por el ejército sovittico, habia actuado como un factor unificador de las fuerzas afganas enfrenta- das a él. Pero las diferencias étnicas y religiosas estallaron una vez conseguida la retirada de las tropas rusas y la caida del gobierno comunista. Las fuerzas islamistas fueron incapa- ces de establecer un régimen estable; en su lugar, se produjo una nueva guerra entre los dis- tintos grupos de combatientes, cuyo momento culminante fue la lucha por la capital, Ka- bul, entre los muyahidines de etnia pasthin, la mayoritaria en el pais, y los tayikos, radicados en el noreste. Tras mas de tres afios de enfrentamientos, una nueva fuerza, los fa- libdn, se adueiié del sur del pais, ocupé Kabul y comenzé la conquista del norte, donde las tropas de la Alianza del Norte, formadas por tayikos y otras minorias étnicas, quedaron practicamente arrinconadas. En 1998, los taliban controlaban el 85 por 100 de Afganistan. Los talibén eran estudiantes de teologia, de etnia pasthin y religion sunni (la rama ma- yoritaria del islam, opuesta a los chiies), organizados y movilizados por un antiguo comba- tiente contra las tropas soviéticas, el mullah Omar, en las escuelas islamicas instaladas en la region paquistani de Peshawar. Desde el poder, los taliban establecieron un régimen islami- co radical: acabaron con la presencia publica de las mujeres, a las que se excluyé de los lu- gares de trabajo y se obligé a utilizar la burka (un vestido que cubria todo el cuerpo, inclui- da la cabeza y la cara, con una wnica abertura para ver y respirar); implantaron la ley islamica, la sharia, y con ella los castigos corporales; impusieron la obligacién estricta de los cinco rezos diarios, y prohibieron y destruyeron las estatuas. Todas estas medidas pro- vocaron la enemistad de otros paises islamicos, asi como el rechazo de la comunidad inter- nacional y el aislamiento del régimen taliban; aunque slo tras los atentados del 11 de sep- tiembre de 2001 se produjo la intervencién militar que acabaria con su poder. . Guerra y paz en Africa y Oriente Préximo A lo largo de la década de 1990, los conflictos bélicos no tuvieron lugar tinicamente en Yu goslavia, en la antigua URSS 0 en Oriente Medio. Segiin algunas estimaciones, sélo en los afios 1990-1995 unos setenta Estados de Asia, Aftica y América se vieron implicados en 93 guerras, con mas de cinco millones y medio de victimas. Aunque a veces se trataba de conflictos entre Estados por reclamaciones territoriales 0 por la delimitacién de las fronte~ ras, la mayoria fueron guerras civiles, resultado del enfrentamiento entre distintas etnias o de las aspiraciones independentistas de algunas regiones que no aceptaban la configuracién estatal procedente de la época colonial, y que la descolonizacién habia dejado intocada. Muchas de esas guerras han tenido una larga duracién, superior a diez y a veces a veinte afios, salpicada de negociaciones, treguas, interrupciones temporales de los combates ¢ in- cluso acuerdos de paz, més tarde incumplidos. A diferencia de los conflictos tradicionales, donde la mortandad afectaba sobre todo a los militares, en las luchas de la década de 1990 la mayoria de las victimas eran civiles; sobre todo si a los muertos y heridos se afiaden los expulsados de los territorios en los que vivian y quienes huyeron de sus casas por miedo a las represalias de las tropas. En Africa, donde estos conflictos aleanzaron la maxima extensién ¢ intensidad, los dos mis relevantes se produjeron en Sudan y Ruanda. La guerra de Sudan ha sido definida como la més larga de las ocurridas en el continente: después de una primera fase entre 466 1955 y 1972, reaparecié en 1983 y atin seguia en el siglo XxI. Sus raices se encuentran en la diversidad religiosa y cultural de ese Estado, el mas grande de Africa: frente a una mayo- ria de musulmanes (en torno al 70 por 100 del total de la poblacién), que habitaban sobre todo en el norte y el centro del pais, los animistas (un 25 por 100 del total) y los cristianos (un 5 por 100) eran, en cambio, mayoritarios en la zona sur. El enfrentamiento se agudiz6 tras la implantacién de la sharia en todo el territorio y el apoyo ofrecido a los islamistas ra- dicales por el presidente sudanés Hassan el Bashir; frente a ellos, el Ejército de Liberacion del Sur de Sudén lleg6 a controlar la mayor parte del territorio meridional. En 2002 comen- zaron las negociaciones entre los dos bandos con el fin de acabar con una guerra que habia causado hasta entonces mas de dos millones de muertos y cuatro millones de refugiados; pero dos afios después atin no se ha Ilegado a un acuerdo. En esa ultima fecha, ademas, co- menz6 una matanza de musulmanes negros de la zona occidental de Darfur por las milicias janjawid, formadas por musulmanes arabes al parecer reclutados y armados por el gobierno de Jartum y cuyo objetivo era expulsar a la poblacién negra de sus tierras. En agosto de 2004, cuando el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas reclamé el desarme inmediato de las milicias, se calculaba que habian muerto mas de 50.000 personas, y no menos de un millén vagaban por el pais o se encontraban en campos de refugiados tras haber tenido que aban- donar sus casas y sus tierras. En Ruanda, cl otro foco de conflicto, existia una division tradicional entre los futsis, mi- noritarios pero dominantes por disponer del monopolio de los rebaiios, y los hutus, dedica- dos a la agricultura y que representaban la mayoria de la poblacién, aunque estaban someti- dos al poder de aquéllos. Con la independencia se produjeron los primeros asesinatos masivos de tutsis y la huida de muchos de los supervivientes a los Estados més proximos, como Burundi o Uganda. En 1990, un ejército formado por refugiados tutsis, el Frente Pa tridtico de Ruanda, entré en el pais por la frontera ugandesa; y fue necesaria la interven- cién de tropas francesas, solicitada por el presidente hutu Habyarimana, para evitar que se aduefiaran de todo el territorio. Tres afios después se llegé a un compromiso entre las dos castas, que les permitiria compartir el poder. Pero en 1994 grupos paramilitares hutus contrarios a ese acuerdo Ilevaron a cabo un auténtico genocidio de sus rivales tutsis, de los que unos 800.000 fueron asesinados a lo largo de tres meses. Sélo la conquista del poder por el Frente Patriético de Ruanda acabé con la masacre, lo que a su vez trajo consigo la huida hacia el Zaire de mas de un millén de hutus. Detenidos y condenados mas de 120.000 hutus tras su vuelta al pais, el Gobierno ha decidido finalmente indultar en mayo de 2003 a unos 40.000 que reconocieron su culpa, con el fin de acabar con los enfrentamientos internos y restablecer la convivencia entre las dos castas. No fueron éstos los unicos conflictos ocurridos en el continente africano. En el cuerno de Africa hubo ademas una guerra entre Etiopia y Eritrea, que acabé en 1991 con la indepen- dencia de Eritrea, y guerras civiles en Uganda y Somalia. Y en el Africa occidental se pro- dujeron enfrentamientos militares en Sierra Leona y Liberia, el tiltimo de los cuales condujo a la caida en agosto de 2003 del presidente liberiano Charles Taylor, al que se acus6 de cri- menes de guerra por su participacién en las luchas de los afios anteriores. Como contraparti- da, en la Republica Sudafricana desaparecié finalmente el apartheid impuesto durante cinco décadas sobre la poblacién negra, y se celebraron en 1994 las primeras elecciones democra- ticas en la historia del pais, que dieron el triunfo al Congreso Nacional Africano y convirtie- ron a su lider, Nelson Mandela, en el primer presidente negro de la Republica. 467 Muchos de estos enfrentamientos han pasado casi inadvertidos para la opinién piiblica occidental, mas preocupada por la evolucién del conflicto palestino. Las esperanzas de una solucién pacifica del mismo, despertadas por la Conferencia de Paz de Madrid (1991), se vieron confirmadas poco después por los Acuerdos de Oslo de 1993, ratificados en Washington por Arafat y el primer ministro laborista israeli Isaac Rabin, Se creaba en ellos una Autoridad Palestina interina para el gobierno de Cisjordania y Gaza durante un periodo de cinco afios, a lo largo de los cuales ambas partes se pondrian de acuerdo sobre las prin- cipales cuestiones en litigio, como el estatuto de Jerusalén, la situacién de los refugiados palestinos o las fronteras definitivas entre los dos Estados. Dos aiios después, los Acuerdos de Oslo II definieron con mayor precisién el régimen de autonomia de Cisjordania. El territorio cisjordano se dividié en tres partes: en la prime- ra, compuesta por las ocho principales ciudades, la Autoridad Nacional Palestina se haria cargo del orden piblico y los negocios civiles; en la segunda, formada por 450 pueblos y campos de refugiados, el control estarfa compartido entre israelies, que se reservaban la au- toridad necesaria para proteger la seguridad de sus ciudadanos, y palestinos; mientras que la tercera, que incluia las 140 colonias judias y los cuarteles israelies y suponia el 70 por 100 del territorio, quedaba bajo el pleno control de Israel. Los Acuerdos prevefan también la celebracién de elecciones para el Consejo de la Autonomia Palestina y el presi- dente de la Autoridad ejecutiva, y fijaban de nuevo la fecha de 1999 para la conclusién de las negociaciones sobre los problemas ain pendientes. Pero el proceso de paz tropezé pronto con dificultades. En Israel, cl primer ministro Ra- bin fue victima de un atentado, y las siguientes elecciones dieron el triunfo al Likud, cuyo lider Netanyahu manifest6 enseguida su resistencia a cumplir lo pactado. En los territorios palestinos, la victoria de Arafat y su partido, Al-Fatah, en las elecciones no impidié que se manifestara la oposicién [= de algunas organizaciones —tanto islamicas, en especial _ |[Ez tio mixin Hamés, como laicas, entre ellas el Frente Popular de Li- _ |[E1 sets genase beracién de Palestina— ante los escasos resultados de la sven negociacién. Pese a ello, después de la victoria de los la- boristas en las elecciones israelitas del aio 2000 se rea- nudaron las negociaciones en Camp David. Pero esta a nueva ronda acabé con un claro fracaso: no se Ilegs aun B\ at — acuerdo sobre el estatuto de Jerusalén, y en particular so- bre los lugares sagrados para ambas religiones (el Muro | a, de las Lamentaciones, la Explanada de las Mezquitas), ni rorrro se resolvié el problema de los refugiados palestinos, cuyo derecho de retorno, defendido por Arafat, fue rechazado SA por Isracl. v La visita del militar y politico del Likud Ariel Sharon, \ ‘Saubt responsable de las matanzas en los campamentos de refu- oN giados palestinos de Sabra y Chatila en 1982, a la Expla- N nada de las Mezquitas el 28 de septiembre de 2000 acabé Ye con todas las esperanzas en una solucién pacifica de 125 figura 192 Los Acuerdos de Camp diferencias. Considerada una provocacién por los musul- David sobre la autonomia de Palestina, manes, la respuesta fue una segunda Intifada y, frente a 1993 468 ella la invasién de territorios palestinos por el ejército y la policia israeli. Instalado en el poder tras ganar las clecciones de 2001, Sharon traté de acorralar a Arafat, que quedé re- cluido en sus oficinas de Ramala, al tiempo que los grupos palestinos radicales iniciaban una oleada de atentados suicidas en centros urbanos y zonas comerciales de Israel. En 2003, una nueva intervencién de la comunidad internacional, que propuso un plan de paz apoyado por Estados Unidos, Rusia, la Unién Europea, Rusia y Naciones Unidas (la llamada «Hoja de Ruta») y aceptado inicialmente tanto por el gobierno israeli como por el nuevo gobierno palestino de Abu Mazen, hizo renacer las esperanzas en una solucién paci- fica del conflicto. De hecho, se consiguié que los contendientes, incluidas las organizacio- nes palestinas radicales, admitieran una tregua de tres meses, destinada a restablecer la con- fianza entre las partes. Pero en el mes de agosto de ese mismo afio, tras una nueva espiral de atentados suicidas y represalias del ejército israeli, tanto Hamds como la Yihad Islémica rompieron la tregua. La construccién de un muro de separacién entre arabes y palestinos, promovido por Sharon a pesar de la oposicién de Naciones Unidas; los asesinatos de lide- res palestinos radicales por las tropas israelies, el més grave de los cuales afectd en 2004 al jeque Ahmed Yassin, fundador de Hamas; y las respuestas de los grupos terroristas palesti- nos, en muchas ocasiones en forma de atentados indiscriminados, ponian de manifiesto las dificultades para alcanzar una paz duradera. Ahora bien, tras el fallecimiento de Yasir Arafat, en un hospital de Paris en noviembre de 2004 victima de una misteriosa enfermedad, el clima politico volvié a cambiar. En fe- brero de 2005, el nuevo presidente de la Autoridad Palestina, Abu Mazen, y el primer mi- nistro israeli, Ariel Sharon, anunciaron el final de la Intifada y de las operaciones militares de Israel contra los asentamientos palestinos. Tras cuatro afios de enfrentamientos, se calcula que las victimas ascienden a 4,600: de ellas, unos 3.500 serian palestinos, y en torno aun millar, israelies. La intervencién de Estados Unidos y las presiones de la Unién Eu- ropea parecen haber desempefiado un papel decisivo en el cambio de actitud que abre de nuevo las esperanzas de paz en la zona. 19. El declive del comunismo y la hegemonia de Estados Unidos 469 DOCUMENTOS El fin de la historia EI siglo xx ha visto al mundo desarrollado sometido a un paroxismo de violencia ideol6gica, en el cual el liberalismo luchaba contra los vestigios del absolutismo, luego del bolchevismo y del fascismo, y al final contra los del marxis- ‘mo puesto al dia, que amenazaba con conducir al Apocalipsis total de la guerra nuclear. Pero el siglo que empez6 lle- no de confianza en el triunfo total de la democracia liberal occidental parece haber descrito un circulo y haber Ilega- do casi de nuevo al punto de partida: no un «fin de la ideologian o a una convergencia entre capitalismo y socialismo, como se predijo anteriormente, sino a una inquebrantable victoria del liberalismo econémico y politico, El triunfo de Occidente, de la idea occidental, queda patente ante todo en el agotamiento total de alternativas sistematicas viables al liberalismo occidental. En la década pasada se han producido cambios inequivocos en el clima intelectual de los dos principales paises comunistas del mundo, y en ambos se han iniciado movimientos reformistas de cierta importancia. Pero este fenémeno va més alld de la alta politica, y también pudo verse en la inevitable expansién de cultura consumista occidental en contextos tan diversos como las ferias rurales 0 los te- levisores en color omnipresentes en la China actual, los restaurantes cooperativa y las tiendas de confeccién abiertas el afio pasado en Moscii, el Beethoven en el hilo musical de los grandes almacenes japoneses y la misi- ca rock que se escucha tanto en Praga como en Rangin y Teheran. Es posible que lo que estamos presenciando no sea simplemente el final de la guerra frfa 0 el ocaso de un de- terminado periodo de la historia de la posguerra, sino el final de la historia en si; es decir, el wiltimo paso de la evolucién ideologica de la humanidad y de la universalizacién de la democracia liberal occidental, como forma final de gobierno humano. Esto no quiere decir que no vayan a producitse mas acontecimientos que lenarén las paginas de los restimenes anuales sobre relaciones internacionales del Foreign Affairs, pues la victoria del libera- lismo se produjo inicialmente en el campo de las ideas o del conocimiento y, sin embargo, sigue siendo incom- pleta en el Ambito del mundo material. Pero hay poderosas razones para creer que seri el ideal el que gobernaré el mundo material a largo plazo. Francis Fukuyama: «El fin de la historia?», 1989 2. El choque de civilizaciones {A finales de los afios ochenta, el mundo comunista se desplomé y el sistema internacional de la guerra fia pasé a ser historia. En el mundo de Ia posguerra fra, as distinciones ms importantes entre los pueblos no son ideol6- gicas, politicas ni econémicas; son culturales. Personas y naciones estin intentando responder a la pregunta mas bbasica que los seres humanos pueden afrontar: ;quiénes somos? Y la estin respondiendo en la forma tradicional cen que los seres humanos la han contestado, haciendo referencia a las cosas mds importantes para ellos. La gente se define desde el punto de vista de la genealogia, la religién, la lengua, la historia, los valores, costumbres e ins- tituciones. Se identifican con grupos culturales: tribus, grupos étnicos, comunidades religiosas, naciones y, en el nivel mas alto, civilizaciones. La gente usa la politica no s6lo para promover sus intereses, sino también para de- finir su identidad. Sabemos quiénes somos s6lo cuando sabemos quiénes no somos, y con frecuencia s6lo cuan- do sabemos contra quiénes estamos. [..] En este nuevo mundo, los conflicts més generalizados, importantes y peligrosos no serdn los que se produzcan entre clases sociales, ricos y pobres u otros grupos definidos por criterios econémicos, sino los que afecten a pueblos pertenecientes a diferentes entidades culturales, Dentro de las civilizaciones tendrin lugar guerras tribales y conflictos étnicos. Sin embargo, la violencia entre Estados y grupos procedentes de civil nes diferentes puede aumentar e intensificarse cuando otros Estados y grupos pertenecientes a esas mismas civi- lizaciones acudan en apoyo de sus «paises afines. [..] Occiddente es y seguira siendo en los afios venideros la civilizacién mas poderosa. Sin embargo, su poder esti declinando con respecto al de otras civilizaciones, Mientras Occidente intenta afirmar sus valores y defender sus intereses, las sociedades no occidentales han de elegir. Unas intentan emular a Occidente y unirse a él 0 «subirse a su carro». Otras sociedades, confucianas e istimicas, intentan expandir su propio poder econémico y militar para 470 Siglo xx resistir a Occidente y «hacer de contrapeso» frente a él. Asi, un eje fundamental del mundo de la posguerra fria es la interacci6n del poder y la cultura occidentales con el poder y la cultura de las civilizaciones no occidentales. En resumen, el mundo de la posguerra fria es un mundo con siete u ocho grandes civilizaciones. Las coinci- dencias y diferencias culturales configuran los intereses, antagonismos y asociaciones de los Estados. Los pats ‘mis importantes del mundo proceden en su gran mayoria de civilizaciones diferentes. Los conflictos locales con mayores probabilidades de convertirse en guerras mas amplias son los existentes entre grupos y Estados proce- dentes de civilizaciones diferentes. Los modelos predominantes de desarrollo politico y econémico difieren de una civilizacin a otra. Las cuestiones clave de la agenda internacional conllevan diferencias entre civilizacio- nes. El poder se esta desplazando, de Occidente, predominante durante largo tiempo, a las civilizaciones no occi- dentales. La politica global se ha vuelto multipolar y multicivilizacional. Samuel P. Huntington: El choque de civilizaciones y la reconfiguracién del orden mundial, 1996 3, La hegemonia americana. Recursos de poder en torno al afio 2000 Estados Japon Alemania. Francia = Gran Rusia. China. Indi Unidos Bretaia Bisicos Terttorio (miles ken?) 9269 378 357 sa 2517075, 9.897 3.288 oblacién (millones, 1999) 276 137 3 9 © 61262 Lod ‘Tasa de alfabetizacién 7 99 9 99 99 98 815 2 Militzares Cabezas nucleares (1999) 12.070 ° ° 450 192 22.500 40 85-90 Presupuesto (miles de millo- res de délares, 1999) 2888 AIL 247 29,5 346 31 126 10,7 Dotacién de personal 1.371.500 236.300 322.800 317300 212.400 1.004.100 2.480.000 1.173.000 Econémicos PIB en miles de millones de \lares, en paridad corregi dda por el poder adquisitivo (1999) 9255 2950 1.864 1373 1.290 6204800 1.805 PIB per edpita, en paridad co- rregida por el poder adqui sitivo (1999) 33.900 23400 22.700 23.300 21.800 4200 3.800 1.800 Valor afadido en industria, en miles de millones de déla- res (1996) 134401417 556 290 214 — 309 6 Exportaciones de alta tecno- Jogia, en miles de millones de délares (1997) 67 420 12 ° 96 87 183 32 Numero de ordenadores per- sonales por cada mil habi antes STS 2869 297 ag 302,5 374 122 33 -ueNTE: Joseph 8. Nye Jt: La paradoja del poder norteamericano. Madi, Tauras, 2004 19. El declive del comunismo y la hegemonia de Estados Unidos 471 4, La Unién Europea Art. 1, Por el presente Tratado las Altas partes contratantes constituyen entre s{ una Unién Europea, en lo sucesi- vo denominada «Uniény, El Presente Tratado constituye una nueva etapa en el proceso creador de una unién cada vez més estrecha en- tre los pueblos de Europa, en la cual las decisiones seran tomadas de la forma més abierta y proxima a los ciuda- danos que sea posible, La Unién tiene su fundamento en las Comunidades Europeas completadas con las politicas y formas de coo- peracién establecidas por el presente Tratado, Tendré como misién organizar de modo coherente y solidario I: relaciones entre los Estados miembros y entre sus pueblos. Art, 2. La Unién tendra los siguientes objetivos: Promover el desarrollo econémico y social y un alto nivel de empleo y conseguir un desarrollo equilibra~ do y sostenible, principalmente mediante la creacién de un espacio sin fronteras interiores, el fortalecimiento de la cohesién econémica y social y el establecimiento de una unién econémica y monetaria que implicara, en su momento, una moneda tinica, conforme a las disposiciones del presente Tratado, — Afirmar su identidad en el ambito internacional, en particular mediante la realizacién de una politica exte- rior y de seguridad comiin que incluya la definicién progresiva de una politica de defensa comin. [...] — Reforzar la proteccién de los derechos ¢ intereses de los nacionales de sus Estados miembros, mediante la creacién de una ciudadania de la Unién. —Mantener y desarrollar la Unién como un espacio de libertad, seguridad y justicia, en el que esté garanti- zada la libre circulacién de personas conjuntamente con medidas adecuadas respecto al control de las fronteras exteriores, el asilo, la inmigracién y la prevencién y la lucha contra la delincuencia, Mantener integramente el acervo comunitario y desarrollarlo con el fin de examinar la medida en que las politicas y formas de cooperacién establecidas en el presente Tratado deben ser revisadas, para asegurar la efic: cia de los mecanismos e instituciones comunitarios. Los objetivos de la Unidn se aleanzarin conforme a las disposiciones del presente Tratado, en las condicio- nes y segin los ritmos previstos y en el respeto del principio de subsidiariedad (...] Tratado de la Unién Europea, 1992 Los pueblos de Europa, al crear entre si una unién cada vez mas estrecha, han decidido compartir un porvenir pacifico basado en valores comunes. Consciente de su patrimonio espiritual y moral, la Unién esta fundada sobre los valores indivisibles y univer- sales de la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la solidaridad, y se basa en los principios de la democracia y del Estado de Derecho. Al instituir la ciudadania de la Unién y crear un espacio de libertad, seguridad y justi- cia, sitda a la persona en el centro de su actuacién. La Unién contribuye a la preservacidn y al fomento de estos valores comunes dentro del respeto de la dive sidad de culturas y tradiciones de los pueblos de Europa, asi como de la identidad nacional de los Estados miem- bros y de la organizacién de sus poderes piblicos en el plano nacional, regional y local; trata de fomentar un de- sarrollo equilibrado y sostenible y garantiza la libre circulacién de personas, bienes, servicios y capitales, asi como la libertad de establecimiento, Para ello es necesario, dotindolos de mayor presencia en una Carta, reforzar la proteccién de los derechos fundamentales a tenor de la evolucién de la sociedad, del progreso social y de los avances cientificos y tecnol6- gicos. La presente Carta reafirma, respetando las competencias y misiones de la Comunidad y de la Unién, asi como el principio de subsidiariedad, los derechos reconocidos especialmente por las tradiciones constituciona- les y las obligaciones internacionales comunes de los Estados miembros, el Tratado de la Unién Europea y los Tratados comunitarios, el Convenio Europeo para la Proteccién de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales, las Cartas Sociales adoptadas por la Comunidad y por el Consejo de Europa, asi como por la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas y del Tribunal Europeo de Derechos Hu- ‘manos, 472 Siglo x como de la co- El disfrute de tales derechos origina responsabilidades y deber ‘munidad humana y de las futuras generaciones. tanto respecto de los deméi Preambulo de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unién Europea, 2000 Las transiciones en los Estados socialistas Principales indices socioeconémicos de Rusia, de 1991 a mayo de 1995 191 1992 1993 194 05-1995 Producto Interior Bruto mensual, bi- Hones de rublos 13 18,1 162,3 6300 496.0 Crecimiento del PIB en compara cin con el periodo correspon diente del ao anterior (°%) 129 18,5 120 15,0 50 Inversiones, % del PIB 39,1 258 210 18,6 Produceién industrial, 12,1991=100 100 194 672 56,3 568 Comercio interior al por menor 1989= 100 104,5 1 4 84 na Ingresos monetarios de la poblacién en precios constantes, 12.1991 = 100 1000 416 49,7 523 aur Coste de la cesta de 19 productos alimenticios principales como porcentaje de los ingresos mone tarios mM 417 354 289 38,2 Poblacién con el ingreso menor all nivel vital minimo, % de la po- blaciéa total 4 335 315 290 ‘UWNTE: Fnansovie vest (Las Novels de Finanzas), 29 dejo y 4 de julio de 1995; recog en José Gitany Slobodan Pajovie (ds) BI Mediterrineo @ finales de sigio 2. Oviedo, Universidad, 1998. 6. El fundamentatismo islamico Después de unos cuantos siglos de atraso espiritual y cultural, los pueblos islmicos se sienten hoy, ante el um- bral de una nueva época, de nuevo lenos de esperanza. Los medios de comunicacién occidentales califican fre- cuentemente a aquellos que encabezan esta renovacién espiritual, que se est produciendo en el mundo entero, de fundamentalistas islimicos y los condenan como extremistas religiosos. Se les atribuyen muchas cosas nega- tivas y un gran ntimero de maldades, por ejemplo que pretenden hacer girar la rueda de la historia en sentido conirario. Estaria bien que pudiésemos sustituir estas afirmaciones erréneas por ideas mas apropiadas. Nadie negard que toda renovacisn religiosa interior auténtica debe, para serlo, descubrir de nuevo sus propias raices histéricas. De ahi que para nosotros los musulmanes sea muy importante volver a nuestras fuentes espiri- tuales, es decir al sagrado Qur'an, al ejemplo profético del Hazrat Mahoma (que la paz de Dios lo acompafie a él 19. El declive del comunismo y la hegemonia de Estados Unidos 473 y asus herederos), al consenso histirico al que llegaron sabios reconocidos y a los valores fundamentales éticos de nuestra cultura, que ahora ya cuenta casi con mil quinientos afios de antigiiedad, 2] sagrado Qur’an es para nosotros los musulmanes la iltima de las revelaciones, la palabra de Dios que se dirige a todos nosotros. Sus ensefianzas y sus mandamientos siguen siendo vinculantes para nosotros en cual- quier parte del mundo. Como musulmanes verdaderos, nos sentimos obligados a afirmarlos sin ningiin tipo de reservas y a intentar ponerlos en prictica en la medida de nuestras posibilidades. El sagrado Qur'an nos ensefia en el verso 31 de la sura nimero 33: «En verdad, el enviado de Dios oftece hermoso ejemplo a todo aquel que ponga su esperanza en Dios y en el juicio final y que dirija su mente con fre- cuencia a Dios». Desde siempre los musulmanes han visto en el profeta Mahoma el mayor de los ideales humanos. En cual- quier situacién vital han intentado seguir siempre su ejemplo, La interpretacién que sabios reconocidos y competentes hacen del Qur'an y de la Sunna del Profeta descansa en la razén y la experiencia que da la fe. Se han esforzado siempre en conservar a través de los siglos la sustan- cia intemporal de la religidn islimica para introducir, segin las circunstancias cambiantes, las transformaciones que fueran necesarias Entendido asi, seria erréneo afirmar que aquellos que dan impulso a la renovacién islimica pretenden hacer girar la rueda de la historia en sentido contrario. Lo tinico que pretenden es llevar a la prictica los ideales del is lamismo, que estén orientados hacia el futuro. Texto del tedlogo iskimico Medi Radzvi, citado en Klaus Kientzler: El fundamentalismo religioso, Madrid, Alianza Editorial, 2000 7. La masacre de tutsis Habia mucha organizacién detrés de todo. El gobiemo anterior empez6 a movilizarnos en 1992 con reuniones, sesiones de entrenamiento de jévenes como yo para ensefiamos a matar cuando legara el momento. Nos llama- ban la Interhamwe [«los que golpean juntos»]. Pero lo mas importante fue que sembraron el miedo y el odio en nuestros corazones [...] desde que éramos nifios nos habian dicho en la radio, incluso en la escuela, que los tutsis querian expulsamos de nuestras tierras, que deseaban todo el pais para ellos. Nos dijeron que los tutsis no eran verdaderos ruandeses, que procedian originalmente de Etiopia y que nosotros, los hutus, éramos los auténticos, el pueblo superior. [..] Nos dijeron que nos estaban atacando, Que las cucarachas del FPR [Frente Patriético de Ruanda] iban a ‘matamos, y que tenfamos que luchar y responder o morir. Que debiamos acabar con todos, hasta el ttimo tutsi, porque eran demonios y, si no los eliminabamos, siempre existirfa la amenaza. [..] [EI 10 de abril] nos dijeron que habia Ilegado la hora. El enemigo estaba atacando. Nos recordaron que todos los tutsis eran nuestros enemigos, que todos eran cucarachas, incluidos nuestros vecinos; el mismo mensaje que habiamos oido los meses anteriores, cada vez con mis frecuencia, en la radio del gobierno, En la reunién éramos 400, todos jévenes y fuertes, De la reunién nos fuimos a nuestras casas, cogimos nuestras pangas, nos reagrupa- mos y salimos a cortar gente. [En la iglesia de Nyamata] eso empez6 el 14 de abril. Se habian unido a nosotros unos soldados. Gente de to- dos los alrededores habia llegado corriendo al pueblo y se habia encerrado en la iglesia. Estaba al mando el jefe de Ja academia militar. Llegé con tres autobuses Ilenos de soldados. Dispararon balas y lanzaron granadas contra el interior de la iglesia, de forma que algunas personas tuvieron que salir. Nuestros hombres les esperaban y les iban ‘matando con las pangas. Por la noche, cuando se acabaron las balas, los soldados volvian a sus cuarteles. Nosotros nos ibamos a dormir porque estébamos muy cansados. Al dia siguiente volviamos a seguir con nuestro trabajo. Usabamos pangas y manos de mortero, afiladas y con clavos en ellas, para hacer el trabajo con més eficacia. [..] He oido decir que algunas personas salieron con vida de la iglesia. jImposible! No pudo sobrevivir nadie. Acabamos por completo, Estébamos todos cubiertos de sangre. Sangre por todas partes. Todos estaban muertos, De los cuerpos que quedaron fuera de la iglesia se hizo cargo el ejército, que trajo una excavadora para taparlos Los que no podiamos cubrir, los enterramos en hoyos que cavamos detris de la iglesia. El eército vigilé el tem- plo durante muchos més dias, asi que cualquiera que hubiera podido sobrevivir en el interior no habria podido salir. No, no hubo sobrevivientes. Completamos el trabajo, Nos consideramos vencedores. En la radio hubo cele- braciones. Dijeron que estibamos derrotando a las cucarachas. (...] 414 Siglo x Nos confundieron, Nos hicieron sentir que lo que hacfamos era por el bien del pais. Nuestro deber patristico, Habia que hacerlo y tenfan que vernos haciéndolo, todos los dias, desde las seis de la mafiana hasta las ocho de la tarde, Declaraciones de un hutu condenado por participar en el genocidio de 1994, ¢ indultado en 2003 tras pedir perdén por sus crimenes. in, «Africa, Trilogia de Nyamata/2, Leopold, el asesino», El Pais, 18 de agosto de 2003 Recogidas en John 8. El conflicto palestino El Gobierno de Israel y el grupo palestino [...] que representa al pueblo palestino estan de acuerdo en que ha Ile- gado la hora de poner fin a decenios de enfrentamiento y conflicto; de reconocer mutuamente los derechos legiti- ‘mos y politicos de las partes; de trabajar con toda su fuerza a favor de la coexistencia pacifica, el honor y la se- guridad mutuos; de Hegar a un acuerdo de paz. global, justo y duradero y de aleanzar la reconciliacién histérica en el marco del proceso politico acordado. En consecuencia, las dos partes estin de acuerdo en estos principios: Art, 1. El objetivo de las negociaciones. E1 objetivo de las negociaciones israeli-palestinas, en el marco ac- tual del proceso de paz en Oriente Proximo, es, entre otros, el establecimiento de una autoridad interina palestina de autonomia, el Consejo elegido por los palestinos de Cisjordania y de la franja de Gaza, por un periodo transi- torio no superior a cinco afios y que conduzca a un arreglo permanente basado en las Resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Declaracién de Principios entre Israel y la Organizacion para la Liberacién de Palestina, Washington, 1993 LECTURAS COMPLEMENTARIAS El articulo de Francis Fukuyama: «;El fin de la historia?», publicado inicialmente en 1989, fue traducido al cas- tellano al afio siguiente (Claves de razin préctica, n. 1, abril 1990), y ampliado en un libro de titulo similar (EI fin de la historia y el titimo hombre, Barcelona, Plancta, 1992). También Samuel P, Huntington expuso inicial- ‘mente su postura en un articulo publicado en 1993 (traducido al castellano: El choque de civilizaciones, Madrid, ‘Tecnos, 2003), y la amplié en un libro: EI choque de civilizaciones y la reconfiguracién del orden mundial (Bar- celona, Paidés, 2001). Sobre Ia hegemonia de Estados Unidos, puede verse el libro de Joseph 8. Nye Jr. La pa- radoja del poder americano (Madrid, Taurus, 2003). Un estudio reciente sobre la Unién Europea, que incluye los tratados y otros documentos fundamentales, ha sido dirigido por Miguel Martinez Cuadrado: Estructura poli- tica de la Unién Europea. El Tratado de Niza y sus efectos en los fundamentos constitucionales de la Unién (Madrid, Universidad Complutense, 2001). Anterior, pero todavia itil, es el andlisis de Joseph H. H. Weiler: £1 ropa, fin de siglo (Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1995). Los cambios en las democracias popula- res han sido estudiados por Carmen Gonzalez y Carlos Taibo, en La transicién politica en Europa del Este (Ma- drid, Centro de Estudios Constitucionales, 1996); un examen posterior y mas completo, que abarca también a la antigua URSS y las repiiblicas balticas, en Carlos Taibo: Las transiciones en la Europa central y oriental. ;Co- pias de papel carbén? (Madrid, Los Libros de la Catarata, 1998). El mismo autor ha publicado una «guia intro- ductorian sobre El conflicto de Chechenia (Madrid, Los Libros de la Catarata, 2000). La divisién del Estado yu- goslavo y la evolucién posterior de los distintos territorios pueden seguirse en José Girén y Slobodan Pajovie (eds.): Los nuevos Estados de la antigua Yugoslavia (Oviedo, Universidad, 1999), Son igualmente de interés los reportajes sobre la evolucién de estos Estados, recogidos en Timothy Garton Ash: Historia del presente. Ens. ‘yos, retratos y crénicas de la Europa de los 90 (Barcelona, Tusquets, 1999). Sobre la evolucién de los Estados ‘del Pacifico, puede verse Fin de Milenio, volumen 3 de la obra de Manuel Castells: La era de la informacién (Madrid, Alianza Editorial, 2001), Hay informacién sobre las guerras en Africa en Ryszard Kapuscinski: Ebano. (Barcelona, Anagrama, 2000). La evolucién reciente del mundo islsmico se encuentra descrita en Antoni Segu- ra: Més allé del Islam. Politica y conflictos actuales en el mundo musulmén (ya citado en el capitulo 18).

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