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El derecho administrativo
Capítulo 1
Definición del derecho administrativo
2. Del modo más sintético posible, el derecho administrativo puede concebirse
como el derecho propio de la administración del Estado.
A pesar de su apariencia, tal definición está lejos de ser sencilla. El derecho
administrativo es una disciplina compleja, sobre todo por su incidencia política
(en otros términos, porque la política no se deja aprehender fácilmente por el
derecho). En términos conceptuales, tal definición se construye a partir del objeto
de la disciplina, esto es, la administración del Estado, que tampoco es una noción
sencilla (párrafo 1). El ámbito de aplicación del derecho administrativo depende
precisamente de esa última noción (párrafo 2). Por último, la definición del dere-
cho administrativo debe tener en cuenta también algunos de sus rasgos diferen-
ciales frente a otras disciplinas jurídicas (párrafo 3).
A partir del aspecto residual de las tareas del ejecutivo, una importante línea
del pensamiento jurídico pretende que la función administrativa sólo puede des-
cribirse en términos negativos, como aquello que no es legislación ni jurisdicción
(asumiendo que estas dos nociones son más fácilmente identificables). Este cri-
terio es en cierto modo consistente con una perspectiva orgánica: administrar es
aquello que hace la administración orgánicamente considerada. Por eso, tiene la
ventaja de captar la totalidad de actividades que despliega en la práctica la admi-
nistración. Pero, en cuanto es puramente negativo, el criterio importa renunciar a
formular una definición sustantiva de la administración.
En contraste, una definición positiva de la administración asume como propio
de ella la gestión de los asuntos públicos mediante actos concretos de ejecución
de la ley, ya sean jurídicos o puramente materiales. Esta idea marca una diferencia
importante entre la función administrativa y la función legislativa, pues mientras
esta última supone idealmente plantear reglas generales y abstractas, la primera
las concretiza en función de las circunstancias de cada caso. Con respecto a la
jurisdicción, que también supone ejecución concreta de la ley, la administración se
distingue por otras razones. Ciertamente el funcionamiento de una oficina admi-
nistrativa no guarda mucho parecido con el de un tribunal. Por lo común, éste só-
lo actúa cuando las partes requieren su intervención, mientras la administración
desempeña sus tareas de oficio; pero ese modo de actuar da cuenta del papel de la
administración como agente activo de transformación de la sociedad. Ocurre que
la administración tiene cometidos más o menos inmediatos de interés público, lo
que muestra que persigue fines utilitarios; en este punto se distancia de la justicia,
que ejecuta la ley (o, al menos, eso se espera) con prescindencia de las consecuen-
cias que pueda traer. En suma, la administración ejecuta concretamente la ley en
vistas a alcanzar el interés general.
formal del derecho: leyes y sentencias), la administración actúa en terreno tanto con
medios jurídicos como materiales. El concepto funcional de administración no está en
el mismo plano que el de legislación o jurisdicción. Por eso, es natural que surjan estas
situaciones aparentemente inconsistentes en que, para que la administración cumpla
sus tareas concretas, debe recurrir a técnicas semejantes a legislar y juzgar.
Por cierto, el régimen constitucional puede prever límites que precavan tensiones
institucionales. En principio, la ley puede confiar a la administración cualquier tipo
de tareas, salvo que transgreda esos límites. La distribución de competencias entre
el legislador y la administración está dominada por el concepto de reserva de ley: en
principio, la administración no puede adoptar reglamentos que fijen reglas prima-
rias en materias de ley, aunque sí puede adoptar normas secundarias o de desarrollo
en esas materias; este esquema relativamente sencillo se ha visto complejizado por
el reconocimiento de una potestad reglamentaria autónoma (en que el constituyente
confía al ejecutivo precisamente la iniciativa para establecer normas primarias, sin
mediar ley previa). Entre los tribunales y la administración los límites son menos se-
guros, porque no es fácilmente identificable algo parecido a una reserva de jurisdic-
ción, a pesar de que la Constitución impide al ejecutivo “ejercer funciones judicia-
les” (art. 76). Si tales funciones se ejercen mediante procesos destinados a concluir
en sentencias susceptibles de adquirir fuerza y autoridad de cosa juzgada, el riesgo
de superposición de funciones es relativamente débil, porque la administración ac-
túa de otro modo (con procedimientos y actos de distinto valor). Sin embargo, en el
último tiempo la jurisprudencia constitucional ha mostrado algunas inconsistencias
en este ámbito, con el propósito de censurar ciertas iniciativas de ley que fortalecían
algunas potestades administrativas (el mejor –o peor– ejemplo, TC, 18 de enero de
2018, Reforma al Servicio Nacional del Consumidor, Rol 4012-2017).
En suma, en el régimen institucional chileno el criterio de las funciones estata-
les no parece ser una guía muy útil para deslindar el campo del derecho adminis-
trativo. La separación de poderes se cristaliza en forma aproximativa, radicando
en órganos separados del ejecutivo ciertas funciones generales, con una serie de
funciones conexas (la legislación y la jurisdicción, con sus actividades complemen-
tarias, en el parlamento y los tribunales agrupados en el Poder Judicial). Respecto
de la administración, la idea de función tampoco identifica de modo inequívoco
lo que ésta hace, lo que posiblemente se explica por el carácter residual que desde
un inicio han tenido los cometidos que se le han confiado.
Capítulo 2
Contenido del derecho administrativo
17. ¿Puede describirse en pocas páginas el contenido sustantivo del derecho
administrativo?
La cuestión es pretenciosa y cualquier respuesta, probablemente muy incom-
pleta. Además, el contenido del derecho administrativo depende en buena parte
de criterios de justicia material provenientes de otras disciplinas (como los que
rigen en los ámbitos de acción que la administración opera). En un estadio tan
inicial de la enseñanza del derecho administrativo, sólo pueden apuntarse algunas
orientaciones muy generales, agrupadas en torno a tres polos. El derecho admi-
nistrativo propende a la satisfacción de necesidades públicas, lo cual corresponde
a un objetivo de servicio público (párrafo 1); para tal efecto, afianza la autoridad
de los órganos administrativos (párrafo 2); por último, en consideración a la im-
portancia del ciudadano, institucionaliza medios de control del poder (párrafo 3).
PÁRRAFO 1. LA ADMINISTRACIÓN
Y LA IDEA DE SERVICIO PÚBLICO
18. El Estado moderno tiene por finalidad la satisfacción de necesidades colec-
tivas. Esta idea, con raíz en la noción premoderna de bien común, se canaliza en
derecho moderno en el concepto de interés general, que es definido por el Pueblo
42 José Miguel Valdivia
soberano. De aquí que la administración del Estado no persiga fines propios, sino
necesariamente fines ajenos, de la ciudadanía. La administración está, en conse-
cuencia, al servicio de la ciudadanía.
Aunque los antecedentes de esta concepción son antiguos (tan antiguos como
la política o el Estado), recibió su más amplio desarrollo dogmático-jurídico en
la doctrina francesa del servicio público. En esa escuela (cuyo origen se atribuye
a Léon Duguit), el Estado en su conjunto llegó ser entendido como una red de
servicios públicos, vale decir, de instituciones orientadas hacia la satisfacción de
las necesidades públicas. El predominio que por largo tiempo tuvo la teoría del
servicio público logró dar una justificación al menos retórica a las singularidades
del régimen jurídico del poder.
Es inequívoco que los objetivos institucionales de los órganos administrativos
están concebidos para servir las necesidades del pueblo. Ahora bien, aunque pue-
de haber algo contingente en estas misiones (porque son fruto de opciones políti-
cas de la comunidad, que pueden evolucionar), el derecho administrativo genera
órganos y modos de acción que son estructuralmente funcionales a estas misiones.
cipios de solidaridad, que son expresivos de las finalidades de bienestar social que
animan a las técnicas del derecho administrativo.
Capítulo 3
Rol político del derecho administrativo
31. En gran medida, la complejidad del derecho administrativo proviene del
papel político que cumple. Su carácter político proviene, desde luego, de su voca-
ción para regir al poder público (párrafo 1) y se muestra en la superioridad del
Estado en sus relaciones con los ciudadanos (párrafo 2). En fin, también contri-
buye a subrayar este rasgo político su pertenencia al derecho público (párrafo 3).
nistración. Estos límites son, al menos, de dos órdenes: los derechos de las personas y
el principio de legalidad. Históricamente, el principio de legalidad permitía explicar
las limitaciones de la administración, en cuanto a las posibilidades de acción (las
potestades públicas son siempre de origen legislativo), en cuanto a los controles o a
las responsabilidades. En algún grado, la superioridad de las potestades tiene como
correlato una superioridad de los límites impuestos a la administración; un autor
afirmaba en tal sentido que los criterios especiales del derecho administrativo se tra-
ducían tanto en una ampliación como en una reducción de los derechos de los ciu-
dadanos (Jean Rivero). Ahora bien, la consideración de los derechos de las personas
tiene por sí sola cada vez mayor fuerza en cuanto límite a la acción administrativa.
En principio, la concreción de los derechos depende de la misma legalidad, pero su
reconocimiento en el plano constitucional o internacional ha conducido a amplificar
su protección, a veces en contra de los propios textos legales que los regulan y, por
extensión, a reducir los medios de acción de la administración.
La superioridad de la administración es frecuentemente criticada por un sec-
tor de la doctrina, que fustiga los “privilegios” con que cuenta. Tal es el caso de
los cuestionamientos de A. V. Dicey contra el derecho administrativo continental
(identificado con el Régime Administratif del derecho francés) y la valorización
que hacía del derecho inglés del siglo XIX, caracterizado por el imperio de la Rule
of Law. Según Dicey, en derecho inglés la administración se sitúa en pie de igual-
dad frente a los privados, porque carece de prerrogativas ajenas a los particulares,
está sujeta al derecho común, el que es aplicado por los tribunales ordinarios; en
contraste, en el Régime Administratif la administración tiene prerrogativas exor-
bitantes, se rige por un derecho especial (el derecho administrativo) y los litigios
que se agiten en su contra son de competencia de los tribunales administrativos.
Las críticas de Dicey han sido controvertidas por el desarrollo ulterior del de-
recho inglés; más allá de eso, parece ingenuo pretender que el desequilibrio entre
el Estado y el ciudadano se desvanezca por la sola circunstancia de que éste pueda
llevarlo a juicio. En muchos regímenes que no conocen mecanismos especiales de
solución de controversias en derecho administrativo, las soluciones de fondo im-
plican reconocer el necesario predominio de los medios de acción de la autoridad
administrativa.
Capítulo 4
Complejidad del derecho administrativo
38. A los factores de complejidad que se han mencionado más atrás se suma
una dificultad formal en la identificación de las fuentes del derecho administrativo
(párrafo 2). Esa dificultad se debe, muy probablemente también, a factores cultu-
rales que inciden en la consistencia misma del derecho administrativo (párrafo 1).
Capítulo 5
Estructura del derecho administrativo
42. El derecho administrativo tiene una estructura compleja, derivada primero
de la multiplicidad de facetas que engloban la organización y el funcionamiento
de los organismos administrativos y, después, de la inmensa variedad de estos
organismos.
Por razones convencionales de la enseñanza científica, se acostumbra a separar
un derecho administrativo general de variados derechos administrativos especia-
les, que recubren respectivamente una parte general de la disciplina, construida
desde la teoría (párrafo 1) y varias partes especiales que conciernen a ámbitos
sectoriales particulares, dotadas de principios y reglas específicos (párrafo 2).
(e) Bienes
48. Si la administración es concebida como un complejo organizacional ten-
diente al cumplimiento de determinadas misiones, los medios materiales con que
cuenta son también relevantes. En este plano habría que mencionar los recursos
pecuniarios y los demás bienes.
La primera categoría de cuestiones se analiza en el marco del derecho financie-
ro, que es de gran importancia práctica para los organismos administrativos. Con
todo, por su elevado tecnicismo no será objeto de análisis en este trabajo.
El segundo grupo de materias corresponde a la cuestión de los bienes públicos. El
concepto fundamental de este ámbito de la disciplina es el del dominio público, cuya
teoría se ha construido por oposición a la del dominio privado (que también tiene
cabida en el funcionamiento ordinario de la administración). Básicamente, el régimen
del dominio público es un régimen particular de bienes, porque sobre ellos la propie-
dad no se concibe como un derecho de aprovechamiento exclusivo (al modo de la
propiedad privada), sino como un sistema de protección del patrimonio público, que
debe conservarse (y por eso es inalienable) para su mejor aprovechamiento colectivo.
La matriz teórica del derecho público de bienes debería formar parte del de-
recho administrativo general. Sin embargo, en razón de la inclusión de algunos
preceptos claves de la materia en el Código Civil, en la práctica es un campo
abandonado por esta disciplina y entregado al derecho civil. En cambio, suele ser
objeto de análisis particular desde algunas disciplinas de derecho administrativo
especial –de gran importancia profesional en el derecho chileno– tales como el
derecho de minas o el de aguas.
dades que merezcan atención de la doctrina para apreciar sus principios rectores,
distintos de los que imperan en otras áreas. Por cierto, en todas esas áreas rige
también el derecho administrativo general, pero este sufre excepciones más o me-
nos significativas según el tipo específico de intereses que se trata de atender y
que se manifiestan en técnicas de acción específica. Esas excepciones se explican
comúnmente desde el derecho administrativo general, en razón de sus fines gene-
rales que pueden –por razones políticas, de eficiencia en la gestión o de otra ín-
dole– no ser adaptados para todo tipo de casos. Sin embargo (como ha puesto en
evidencia Schmidt-Aßman, uno de los autores más influyentes de la actualidad),
los llamados “ámbitos de referencia” del derecho administrativo especial tienen la
virtud de revelar problemas, reglas o instituciones que tienen espacio en el marco
de la teoría general.
Los sectores más significativos del derecho administrativo especial son, actual-
mente, el derecho del medio ambiente y el derecho urbanístico. El llamado dere-
cho regulatorio, a su vez, en verdad abarca un heterogéneo campo de materias
relacionadas con la regulación y supervisión estatal sobre actividades privadas de
interés público o de gran impacto social. Por último, podría mencionarse también
al derecho tributario, aunque éste ha alcanzado independencia disciplinaria, en
razón de la singularidad de su objeto central: la obligación tributaria. Sería inge-
nuo pretender enumerar exhaustivamente todos los campos del derecho adminis-
trativo especial, pues cada ámbito sectorial en que la administración está llamada
a intervenir tiene sus criterios propios, que en mayor o menor medida se apartan
de las reglas generales del derecho administrativo general.
BIBLIOGRAFÍA REFERENCIAL
50. La literatura sobre el derecho administrativo general es relativamente
abundante en el derecho comparado. En el derecho chileno, es objeto de una
preocupación creciente por parte de la doctrina, aunque todavía no alcance el
desarrollo que encuentra en otras coordenadas. Las orientaciones que siguen son
meramente referenciales y no aspiran a agotar la cuestión.
Los textos derecho chileno que mayor importancia tienen hoy para la ense-
ñanza del derecho administrativo son los libros de Jorge Bermúdez, Derecho ad-
ministrativo general (Santiago, Legal Publishing, 3ª ed., 2014) y de Luis Cordero,
Lecciones de derecho administrativo (Santiago, Legal Publishing, 2015). Rolan-
do Pantoja coordinó un Tratado de derecho administrativo (Santiago, Legal Pu-
blishing, 2010) y también un Tratado jurisprudencial de derecho administrativo
(Santiago, Legal Publishing, 2013), ambos en varios tomos monográficos, escritos
por distintos autores. En el pasado inmediatamente reciente, representativo de
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la doctrina en boga entre los años 1980 y 2000, debe mencionarse el trabajo de
Eduardo Soto Kloss, Derecho administrativo. Bases generales (Santiago, Jurídica,
1996, 2 vols.); posteriormente, múltiples artículos de este autor fueron compila-
dos en Derecho administrativo. Temas fundamentales (Santiago, Legal Publishing,
2009). Para el derecho administrativo más antiguo, las obras más representativas
del derecho chileno son las de Enrique Silva Cimma tituladas Derecho adminis-
trativo chileno y comparado (Santiago, Jurídica, 1954-1961, 2 vols. y Santiago,
Jurídica, 1992-1996, 6 vols.) y de Patricio Aylwin, Derecho administrativo (San-
tiago, Universitaria, 1958-1962, 3 vols.). Podría irse más atrás, pero los libros
más antiguos tienen muy poco más que un valor histórico. En general, todos estos
trabajos contienen reflexiones sobre el derecho administrativo como disciplina.
A ellos deben agregarse los escritos de R. Pantoja sobre el concepto; entre otros,
El derecho administrativo. Concepto, características, sistematización, prospección
(Santiago, Jurídica, 2007).
En el derecho francés la disciplina del derecho administrativo es de una am-
plitud muy considerable. Actualmente, entre los textos más representativos del
estado del derecho positivo están el manual de Yves Gaudemet, Droit administra-
tif (París, LGDJ, 21ª ed., 2015) y el texto más reciente de Bertrand Seiller, Droit
administratif (París, Flammarion, 6ª ed., 2016, 2 vols.). Bajo la coordinación de
Pascale Gonod, Fabrice Melleray y Philippe Yolka un Traité de droit adminis-
tratif (París, Dalloz, 2011, 2 vols.) revisa los distintos capítulos generales de la
disciplina, a manos de distintos autores contemporáneos. Por último, el texto
del recientemente desaparecido René Chapus, Droit administratif général (París,
Montchrestien, 15ª ed., 2001, 2 vols.) sigue siendo una obra de gran importancia,
con amplias referencias jurisprudenciales. También deben mencionarse los tex-
tos de Georges Vedel y Pierre Delvolvé, Droit administratif (París, PUF, 12ª ed.,
1991, 2 vols.), el tratado de Yves Gaudemet, Traité de droit administratif (París,
LGDJ, 16ª ed., 2001, 5 vols.), que es la continuación actualizada del clásico tra-
tado de André de Laubadère (originariamente de 1953), el de Jean Rivero y Jean
Waline, Droit administratif (París, Dalloz, 21ª ed., 2006), y de Guy Braibant y
Bernard Stirn, Le droit administratif français (París, Presses de Sciences Po-Dalloz,
7ª ed., 2005). Algo más atrás, y tal vez desactualizados, los importantes trabajos
de Marcel Waline, Manuel élémentaire de droit administratif, más tarde Traité
élémentaire de droit administratif y finalmente sólo Droit administratif que cono-
ció múltiples ediciones de 1936 a 1970 y de Francis-Paul Bénoit, Le droit admi-
nistratif français (París, Dalloz, 1968), traducido al castellano como El derecho
administrativo francés (Madrid, Instituto de Estudios Administrativos, 1977). Las
obras clásicas del derecho administrativo francés de principios de siglo XX no
dan cuenta del desarrollo actual del derecho, pero por su talante reflexivo no han
perdido toda pertinencia; entre ellos cabe mencionar las de Maurice Hauriou,
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Précis de droit administratif et de droit public (París, Sirey, 12ª ed., 1933, reimpre-
so por Dalloz en 2002), cuya primera edición data de 1892, Léon Duguit, Traité
de droit constitutionnel (París, Boccard, 3ª ed., 1927-28, 5 vols.) y, en menor me-
dida, Gaston Jèze, Les principes généraux du droit administratif (París, Giard, 3ª
ed., 1925, 3 vols., reimpreso por Dalloz en parcialidades a partir de 2004). Una
bella presentación sinóptica del derecho administrativo francés se encuentra en
Prosper Weil, Le droit administratif (París, PUF, 1964, con múltiples reediciones),
traducido al castellano como Derecho administrativo (Madrid, Taurus, 1966, y
posteriormente, Madrid, Civitas, 2ª ed., 1986).
El Derecho español suministra valiosas fuentes de información para el derecho
chileno. El texto que mayor influencia parece haber tenido en la formación de
juristas hispanos contemporáneos (y, por repercusión, chilenos) es el de Eduardo
García de Enterría y Tomás-Ramón Fernández, Curso de derecho administrativo
(Cizur Menor, Civitas, 18ª y 15ª eds., 2017, 2 vols.). Otros textos actuales de
importancia significativa son los de Luciano Parejo, Lecciones de derecho admi-
nistrativo (Valencia, Tirant lo Blanch, 8ª ed., 2016) y de Juan Alfonso Santama-
ría, Principios de derecho administrativo general (Madrid, Iustel, 4ª ed., 2016).
También pueden consultarse los de Fernando Garrido Falla, Tratado de derecho
administrativo (Madrid, Tecnos, 14ª, 12ª y 2ª eds., 2005, 3 vols.) y de Ramón
Parada, Derecho administrativo (Madrid, Ediciones Académicas, 26ª, 23ª y 16ª
eds., 2017, 3 vols.).
En razón de las barreras lingüísticas, el derecho administrativo alemán no pa-
rece haber tenido impacto inmediato en el derecho chileno. Con todo, ha tenido
influencia significativa en el derecho español y, desde ahí, en otros ordenamientos.
Un texto interesante, traducido al español, es el de Hartmut Maurer, Derecho
administrativo alemán (México, Universidad Nacional Autónoma de México,
2012). Entre los textos clásicos que aún conservan valor teórico, deben mencio-
narse los de Ernst Forsthoff, Tratado de derecho administrativo (Madrid, Instituto
de Estudios Políticos, 1958), de Adolf Merkl, Teoría general del derecho admi-
nistrativo (Granada, Comares, 2004) y de Otto Mayer, Derecho administrativo
alemán (Buenos Aires, Depalma, 1982, 4 vols.). El muy importante trabajo de
Eberhard Schmidt-Aßman, La teoría general del derecho administrativo como
sistema. Objeto y fundamentos de la construcción sistemática (Madrid-Barcelo-
na, Instituto Nacional de Administración Pública-Marcial Pons, 2003) entrega un
análisis epistemológico acerca del derecho administrativo como disciplina cientí-
fica y práctica, que está en el origen del denominado movimiento de “reforma del
derecho administrativo”.
Entre las fuentes doctrinales de derecho italiano, debe tomarse en cuenta el
texto de Sabino Cassesse, Istituzioni di diritto amministrativo (Milán, Giuffrè,
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