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AMAZONAS HOMÉRICAS
troyanos y este «cambio de frente» originaría no po- mejanza (casi diríamos «igualdad»), y éste es el sen-
cos quebraderos de cabeza a los comentaristas anti- tido que le da Alfonso Reyes, «mujeres viriles», «hom-
guos e incluso a los modernos. brunas», etc. Pero también puede indicar hostilidad,
Aquí también las amazonas aparecen como cosa sa- «mujeres que combaten contra los hombres», «mujeres
bida. Príamo, que es un veterano, no tiene por qué ex- enemigas de los hombres». Por eso, y con todo el res-
plicarle a Helena, que evidentemente es joven, de qué peto debido a la inmensa memoria del mejicano, yo
guerra ni de qué amazonas se trata; era, por lo visto, preferiría traducir: «rivales de los hombres», conser-
un hecho sobradamente conocido. Y tampoco el poeta vando, así, el doble sentido de comparabilidad y hos-
se cree obligado a dar ninguna aclaración, supone que tilidad.
los oyentes de la recitación o los posibles lectores (si es Vamos ahora al contexto que es de lo más intere-
que Homero pensó alguna vez en lectores) entendían sante.
perfectamente de qué se trataba. Nos quedamos con Recordemos que está Belerofonte contando su pro-
el hecho de la alusión a algo perfectamente conocido y pia historia y en ella nos va relatando las diversas
con que Homero suponía que, bastantes años antes de pruebas a que se vio sometido; por ejemplo, la lucha
la guerra de Troya, existían amazonas, si bien muy al con la quimera, etc. Se ha comparado muchas veces
Nordeste, bastante lejos de la ciudad y posiblemente esto cejn los trabajos de Hércules o con las hazañas de
como invasoras recientes. El texto griego traducido Teseo, los cuales también tuvieron que pelear con ama-
literalmente diría: zonas. Dice, con buena sombra, un comentarista mo-
«Cuando llegaron las amazonas rivales de los hombres.» derno que la lucha contra amazonas formaba parte del
La tumba de Mirina, en cambio, está en las inmedia- «trabajo obligatorio» de todo héroe griego. Nos segui-
ciones mismas de Troya, lo que supondría que para Ho- mos encontrando, por tanto, en un mundo de cosas sa-
mero (o para sus fuentes), en el entretiempo de la ju- bidas; de figuras familiares, tanto para el poeta como
ventud de Príamo a su madurez, una amazona suelta, para sus personajes. Belerofonte no se cree obligado a
no sabemos bien cómo, había podido llegar allí y ser explicarle a su interlocutor quiénes eran esas señoras,
enterrada. ni Homerp a añadir más aclaración que el adjetivo que
Vamos con el tercer pasaje. hemos traducido como «rivales de los hombres» (y que
Estamos en el canto 6." en el verso 186, que en la ha empleado también en la otra única mención de ama-
traducción de Alfonso Reyes forma los 185-6 de la zonas), un poco, lo que los viejos comentaristas llama-
página 133: rían «epíteto de naturaleza». Pero hay algo que señala,
a mi parecer, una modesta pero importante variación.
Venció en tercer lugar ál ejército indómito Las amazonas del canto 3." se nos presentan como ple-
de amazonas guerreras, a los hombres iguales. namente históricas. Príamo está contando su hoja de
Hay aquí muchas cosas interesantes; una, el adje- servicios militar, puramente militar, en la que no apa-
recen monstruos ni figuras míticas por ninguna parte.
tivo sobre el que tenemos que volver según habíamos Príamo es un soldado y no un héroe venciendo prue-
anunciado; otra, el contexto, y, dentro de éste, una bas; Príamo habría combatido a pie o en carro contra
alusión geográfica. mujeres guerreras y contra hombres, no en un caballo
Tanto en el verso 189 del canto 3." como en el 186 alado contra monstruos; Príamo servía a las razones
del canto 6." se aplica a las amazonas el adjetivo «an- políticas de su patria, aliada con los frigios, y no esta-
tianeiras» (avuávstpou). Ya los comentaristas antiguos ba cumpliendo ningún destino «más que humano». Hay
oscilaban entre dos sentidos para este adjetivo; y así un cierto desplazamiento, de lo historie^ a la mítico,
lo hacen constar también los mejores y más científicos entre uno y otro pasaje.
y modernos diccionarios y léxicos. En efecto, a poco
griego que se sepa, es evidente que la partícula «anti» Pero también hay cierto desplazamiento geográfico.
puede querer decir dos cosas o «comparabilidad», se- Recordemos que la mención geográfica de Príamo se
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refiere al río Sangario y a los frigios; basta mirar Esto es lo que hay en Homero, en el auténtico, por-
cualquier mapa para darse cuenta que se trata de gen- que del final —apócrifo e interesantísimo— hablare-
tes situadas al nordeste de Troya, cerca del mar Ne- mos al tratar de Artino, ya que lo más verosímil es que
gro y del Cáucaso. Mientras en los versos del relato proceda de éste. Pero no carece de interés decir algo
de Belerofonte se nos habla (dos versos antes) de un sobre lo que no hay y ahora veremos por qué.
pueblo llamado «Los Solimos» a los que vuelve a aludir- En toda la posterior literatura griega sobre amazo-
se diecinueve versos después. Y, antes, se ha mencionado nas (y en sus, a menudo magníficas, representaciones
la bien conocida región llamada Licia. Esto nos despla- en el arte) se dan como motivos tópicos y tradiciona-
za hacia el este, e incluso hacia el sureste de Troya, les e incluso —a través de la hipotética Amazonia— se
y, como veremos luego, la mención de los solimos es vinculan indirectamente con Homero rasgos importan-
sumamente importante; mucho más de lo que podría tes que aquí faltan por completo. Y nos limitamos a
pensarse a simple vista. Porque, al alejarnos del mun- decir rasgos importantes en las amazonas en su rela-
do póntico y caucásico, de los tracio-frigios, de los es- ción con la guerra troyana y con los personajes en ella
citas y cimerios y acercarnos más a Siria y a Líbano, presentes, como Príamo y Belerofonte; porque, de re-
nos permitirá ponerlo en relación con el ámbito etió- lación de las amazonas con Heracles, Teseo o los argo-
pico. Cuando hablemos de Artino, veremos la enorme nautas, ya ni hablar. Estos rasgos que nos parecen in-
importancia de esto, incluso para fijar la cronología teresantes son, fundamentalmente, los siguientes:
de estas alusiones. 1." El cambio de alianza. Es claro que, de las tres
Parece haber, por tanto, en Homero tres direcciones posibles clases de amazonas en que piensa Homero, la
en su pensamiento acerca de las amazonas (que quizá primera pudo, quizá, tener una relación amistosa con
él mismo no diferencia bien, y, después de todo, no te- Troya, pero puramente individual en otro tiempo, y la
nía por qué diferenciarlo; él era un poeta y no un tercera no tiene la menor relación con Troya; pero, en
historiador, aunque su poesía contenga, como vemos cambio, la segunda es evidentemente enemiga, quizá no
más cada día, muchísimo material históricamente apro- de un modo directo —la lucha se libra a mucha distan-
vechable). Estas tres versiones son: cia de Troya—, pero sí indirecto, en cuanto troyanos y
a) La implícita en la mención de la tumba de Mi- frigios son aliados entre sí y contra las amazonas. En
rina. Parece referirse a una amazona suelta —no se cambio, desde Artino (y, probablemente como tradición
habla para nada de un pueblo de amazonas—, más de- difusa, desde antes) parece cosa sabida que eran alia-
portista que guerrera —recuérdese el adjetivo— y en- das de los troyanos, y así lo conservará sin excepción
terrada, no sabemos bien por qué, muy cerca de Tro- toda la tradición posterior. Recuérdense, por ejemplo,
ya, sin la menor indicación cronológica. las formidables páginas que nuestro Alfonso el Sabio
b) Unas amazonas colectivas, guerreras, «rivales dedica al tema o el bellísimo drama romántico de Kleist
de los hombres», habitando al nordeste de Anatolia y sobre Pentesilea.
luchando, en un plano puramente histórico y militar 2.° La carencia de nombres propios en los dos gru-
sin la menor transfiguración mítica, a distancia de unos pos colectivos de amazonas; sobre todo, la carencia del
treinta o cuarenta años de la guerra de Troya, como nombre mismo de Pentesilea. Esta carencia es particu-
enemigas de esta ciudad y de sus aliados frigios. larmente grave, ya que la figura de esta heroica dama
c) Otras amazonas, también colectivas, guerreras y (una de las más interesantes de la literatura y el arte
«rivales de los hombres», pero más próximas en el de todos los tiempos) nos parece inseparable de este
tiempo (Belerofonte es indudablemente joven cuando pueblo de mujeres guerreras.
habla) y, sin embargo, más transfiguradas en dirección 3." El nombre de amazonas se emplea como colec-
mítica, asociadas con caballos alados, con quimeras, etc. tivo y en plural sin ninguna duda, como lo demuestra
Por lo demás, desplegadas geográficamente en direc- la concordancia de verbos y adjetivos. En cambio, más
ción Este y Sureste. tarde se vacilará y en algún caso, así en el final apócrifo
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CARLOS ALONSO DEL REAL
de la litada debido probablemente a Artino, se emplea- varios señores de la Universidad de Madrid (cuando
rá'como singular y propio. pienso que tuve que aprender griego con un francés,
4." La imprecisión geográfica (que la misma ambi- me enorgullece ver tanto progreso). Estos señores di-
valencia entre unas amazonas al Norte las del grupo 6) cen, y sin duda con razón, que Homero vivió en el
y otras al Sur las del grupo c) hace inevitable) y que siglo VIII antes de nuestra era. El texto de Tzetzés
creemos va a ser muy fértil para el desarrollo de la relaciona este «florecimiento» de Hesiodo con el inexis-
poesía posterior. tente concurso literario (ya había tales cosas en la
5." Y éste nos parece ser el más interesante. Las Edad del Hierro) entre Homero y Hesiodo. Ni yo ni
amazonas no tienen nada que ver con la guerra de nadie cree que hubiese tal concurso literario, pero la
Troya. Para el auténtico Homero, las amazonas han Olimpiada XI cae hacia 736 antes de nuestra era, jus-
existido antes y fuera del horizonte de la guerra tro- tamente en la época en que, según nuestros magníficos
yana. No mucho antes, puesto que dos personajes vi- comentaristas —de acuerdo en esto con los ingleses—
vientes han combatido con ellas, Príamo y Belerofonte, debió de estar Homero en plena actividad. Pongamos
ni muy lejos, siempre dentro de la península anatólica, que hay aquí algún vago recuerdo de algo así como lo
pero, en todo caso, antes y fuera. Esto es lo importante. que fue la entusiasta aceptación, por el público ate-
niense, de la lectura pública de la obra de Herodoto
hacia el 450. Si, en efecto, la arqueología, el estudio
II de lenguaje y lo demás nos sitúa la creación de los
poemas homéricos, por lo menos de la litada, hacia
ARTINO ía segunda mitad del siglo VIII antes de nuestra era,
un Homero floreciente hacia el 736 es perfectamente
verosímil. Si Artino nació en la Olimpiada IX —esto
En realidad, todos las alusiones a amazonas en re- es, ocho años antes de la plenitud de Homero— tendría
lación con la guerra troyana (luego hablaremos de los treinta y dos años menos que Homero (exactamente la
temas de Teseo, Heracles y otras cosas) tienen como
último punto de referencia la obra de Artino. ¿Quién misma distancia que me separa a mí de mi inolvidable
era éste? maestro Ortega). Esto es, una distancia normal entre
maestro y discípulo. Se dirá que- esto es una combi-
Sentiría mucho dar la impresión de ser algo así como natoria de fechas un poco arbitraria, pero puede re-
un ultrarreaccionario, pero cada vez pienso más que las forzarse con otros dos órdenes de datos; el uno, lo
confusas tradiciones antiguas nos han conservado una confieso, muy problemático e hipotético; el otro, en
gran dosis de verdad. Y, en el caso de Artino, me pa- cambio, bastante seguro y son éstos:
rece que mucha verdad. Vamos a decir algo concreto:
La curiosa enciclopedia bizantina que, durante mu- a) Cuatrocientos años de la Olimpiada IX para
cho tiempo, se ha atribuido a un tal Suidas y que, atrás, nos llevan hacia 1144. Por elástico que sea el
más bien, hoy es costumbre llamar la Suda, nos dice sentido que demos a la expresión «lo de Troya», es
que Artino nació hacia la novena olimpiada, unos cua- demasiado poca distancia. Pero habría que preguntarse
trocientos años después de terminar la guerra de Tro- cómo se había llegado a calcular estos cuatrocientos
ya y, por otra parte, mi remoto antepasado Tzetzés años. A cualquiera medianamente informado de las más
dice que Artino era «discípulo de Homero», y, por una antiguas formas de historiografía (o, por lo menos, de
vez, es'te mismo cuentista parece tener razón por lo cronística, etc.), le resulta evidente que se entrecruza-
que ahora veremos. En efecto, el mismo Tzetzés dice ron durante mucho tiempo (muchísimo, creo que el gran
más tarde que Hesiodo floreció hacia la Olimpiada XI. Bloch ha demostrado que hasta la época de las Cruza-
Vamos a tratar de atar estas moscas por el rabo. das inclusive varios sistemas de cronología basados en la
Como todo el mundo sabe, el mejor comentario mo- tan profunda unidad de conexión histórica que llamamos
derno a Homero es el publicado no hace mucho por «generación»; pero dando a ésta, dimensiones muy dis-
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tintas, en general de treinta a cuarenta años. Becuér- ' Martín de Kiquer, refiriéndose a un hecho bastante
dese que el mismo Herodoto daba tres generaciones parecido en el fondo a éste, «el hecho consolida el mito».
para un siglo, esto es, generaciones de treinta y tres Para el auténtico Homero, que en esta época estaría
años y cuatro meses, mientras en la Biblia en general ya muerto, los etíopes habían sido algo muy remoto,
se entiende por generación cuarenta años. Aun sin caer más leyenda que geografía o historia; de ahí la con-
en las exageraciones de Gordon y otros, parece seguro fusa localización que, con tanta inteligencia, ha inves-
que, entre el mundo de la tradición homérica y el de tigado Eickstedt; pero Artino tendría noticias de ellos
la tradición bíblica, hay muchas conexiones. Si supo- y esto le haría pensar en el interés poético y humano
nemos una tradición antigua con generaciones de cua- de hacerlos intervenir en la guerra troyana. Los soli-
renta años y otra posterior con generaciones de un ter- mos (un pueblo, no sabemos si real o legendario que
cio de siglo, los comentaristas helenísticos y bizantinos ya el propio Homero —en el pasaje de Belerofonte—
habrían podido embrollar ambos sistemas y doce ge- asociaba con las amazonas) estaban cerca de la fron-
neraciones herodotianas (cuatrocientos años) equival- tera entre Anatolia y el Líbano. La tentación era muy
drían a doce generaciones, digamos bíblicas, esto es, fuerte. No es que Artino aproximase a las amazonas
cuatrocientos ochenta años. Ahora bien, si ustedes par- a^ los etíopes (como más tarde se hablaría de unas ama-
ten de la Olimpiada IX y dan marcha atrás no cuatro- zonas líbicas), sino que, por el trámite de los solimos,
cientos sino cuatrocientos ochenta años, se dan de bru- acercaría a los etíopes —retroyección de los históricos
ces con la guerra de Troya. etíopes de su tiempo— a las amazonas. Todo esto no
No querría que nadie se tomase muy en serio esta se debe tomar demasiado al pie de la letra. Pero, en
combinatoria, sería caer en las más absurdas especu- conjunto, para indicar horizontes históricos de una ma-
laciones de una historia precientífica. Pero de todos nera muy general, no creemos que sea despreciable ni
modos, me parece que la verosimilitud es excesiva para mucho menos.
ser «pura coincidencia». Pero como antes dije, aún ¿A qué viene todo esto? Viene a lo siguiente: un
hay más.
señor llamado Artino, de cuya existencia no parece ha-
P) Ya el viejo Rzach indicó hace muchos años (y ber motivo válido para dudar, que vivió una generación
nada menos que Bethe parecía estar de acuerdo) que después que Homero y tuvo noticia de la presencia de
los etíopes que maneja Artino en su poema pueden te- etíopes poderosos y armados cerca de la frontera sureste
ner algo que ver con las campañas de la XXV dinas- de Anatolia (esto es, del país de los solimos, que una
tía egipcia, en el área de lo que hoy llamaríamos Israel tradición recogida por Homero asocia con las amazo-
y Líbano. Esta dinastía, como todo el mundo sabe, nas), escribió un poema llamado la Etiópida, cuya pri-
existió desde 721 hasta 668, pero tuvo su mayor acti- mera parte en realidad debía llamarse la Amazonia;
vidad en esa zona desde 701 en adelante. Muchos ju- lo que, según muchos y muy buenos comentaristas, in-
díos pensaban que este Egipto, dirigido por una dinas- dica que había escrito dos poemas distintos, y que luego
tía etíope, podría ayudarles contra los asirios. De ahí él (u otros redactores posteriores) lo había refundido
los terribles versículos de Isaías: en uno solo.
Egipto es hombre y no Dios; En sí y por sí, Artino no establece la menor relación
sus caballos son carne y no espíritu. entre etíopes y amazonas; solamente hace intervenir
a aquéllos después de éstas. Recordemos, por ejemplo,
Un señor nacido hacia el 744 se encontraría en plena el muy curioso texto de una inscripción griega, la lla-
actividad hacia el 701, cuando estos etíopes aparecie- mada «Tabula iliaca», que nos cuenta así el argumento
ron con toda su fuerza en el área siria. ¿ Qué de par- del poema:
ticular tiene que los magnificase, los acercase, los hi- «Pentesilea, amazona, llega. Aquilea mata a Pente-
ciese intervenir en la guerra de Troya? Como dice silea. Memnón mata a Antíloco. Aquilea mata a
nuestro gran amigo y profundo conocedor de la épica Memnón...»
SO CARLOS ALONSO DEL REAL REALWAD I" LEYENDA DE LAS AMAZONAS SI
Es decir, una pura sucesión de hechos sin la menor* do así la antigua experiencia de Príamo— capitanea-
relación entre unos y otros. das por una figura individual bien caracterizada lla-
Que el lector griego antiguo (y los comentaristas mada Pentesilea; la cual murió en combate con Aquiles
posteriores hasta la época bizantina inclusive) asocia- y que todo esto se situaba después de la muerte de
ba directamente el tema de las amazonas a la guerra Héctor; esto es, después del final auténtico de la Ilíada.
de Troya (y sólo indirectamente el de los etíopes) nos Aquí hay muchos problemas y sería cuento de nunca
lo recuerda otro no menos curioso texto, el que en una acabar, vamos a aludir de momento (y a reserva de lo
de las antiguas anotaciones de la litada se nos da como que se dirá específicamente de la figura de Pentesilea)
final posible de este gran poema. En efecto, se nos in- sólo a lo siguiente:
dica que los últimos versos de la Moda dirían más o 1." Fondo histórico de la cuestión.
menos lo siguiente: No obstante nuestro entusiasmo por las amazonas y
nuestra creencia de que, en el fondo de todo esto, hay
... Hegd Amazona algo de verdad, creemos que, en el caso concreto de la
hija de Ares, animoso matador de hombres.
épica artiniana (esto es, en la suposición de amazonas
Y suele pensarse que estos versos serían el comienzo combatiendo en la guerra troyana), no hay él menor
de la Etiópida, lo que, si no seguro, es, por lo menos, fondo de verdad. En otro capítulo de esta misma obra
verosímil. —el que se ocupa de la geografía, cronología y genea-
Ahora bien, es evidente qué esos versos finales no logía de las amazonas— explicamos el porqué de esta
hablan para nada de etíopes. Como hay la tradición negación, aparentemente excesiva y contradictoria con
que atribuye al propio Homero una Amazonia, lo más nuestro tono general afirmativo sobre el valor histó-
probable es que Artino hiciese una Amazonia, que lue- rico de estas antiguas leyendas. No hay, por tanto,
que volver aquí sobre ella. Pero si, históricamente, no
go —por el vago trámite geográfico de la relación en- existió tal intervención amazónica en la guerra troya-
tre los solimos por una parte con las amazonas y por na, ahora hay que preguntarse: ¿de dónde diablos se
otra con los etíopes (se entiende, con los etíopes trans- sacó Artino esta historieta?
figurados a partir de la efectiva presencia de la dinas-
tía XXV)— se fundieron en un solo poema. Esta fusión 2.° Las fuentes de Artino.
tenía la ventaja de asociarse con las hazañas de Aqui- Como es sabido, la doctrina hoy predominante es que
les, después de la muerte de Héctor, y con el tema Homero utilizó tradiciones anteriores —ésta es la pe-
general de los pueblos «bárbaros» que acuden en soco- queña parte de razón que tenían los partidarios de
rro de Troya. Incluso puede ser muy posterior al pro- las teorías de fragmentos y de complementos—, pero,
pio Artino ya qué la dinastía etiópida siguió siendo como era hombre de grandísimo talento —y ésta es
importante y amenazadora en la zona libanesa hasta la gran parte de razón que tienen los unitarios—, se-
mucho después de la fecha posible de la muerte de leccionó el material y, por tanto, utilizó tradiciones
Artino. Lo cual, aunque aparentemente complique las anteriores (pero no todas, sino sólo aquellas que, por
razón de su voluntad de creación poética, le interesa-
cuestiones, más bien las aclara. ban). Esto quiere decir que otras muchas tradiciones
Creemos haber eliminado de momento el problema prehoméricas quedaron en reserva o en disponibili-
de la relación Amazonia Etiópida. Vamos a hablar sólo, dad, para ser movilizadas por otros poetas. Hoy mismo
ahora, de la Amazonia que es lo que nos interesa. se trata de investigar cosas parecidas en el resto de
Damos por supuesto, para entendernos, que existió las obras atribuidas a Homero (por ejemplo, los Him-
Artino, que escribió una Amazonia que él consideraba nos) o a Hesiodo.
más o menos prolongación de la Ilíada (y si no él, los Esto quiere decir que había una gran masa de tra-
comentaristas posteriores) y que, en ella, las amazonas diciones épicas, muy antiguas, remontando, a través
aparecían como aliadas de los troyanos —contradicien- de todos los siglos oscuros de la llamada «Edad Media
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REALIDAD Y LEYENDA DE LAS AMAZONAS 33
griega» (con perdón de nuestro queridos amigos ma-
drileños, pensamos que «bien llamada» Edad Media), mo las amazonas habían sido enemigas de los troyanos,
hasta la mismísima época creto-micénica. Que estas en el poema de Artino aparecen como aliadas. Los co-
sagas o leyendas —o incluso lo que había en ellas de mentaristas antiguos se armaban con esto un lío muy
transfiguración mítica, de popularización folklórica o grande. De las explicaciones que daban, una parte eran
de pura elaboración literaria— hayan sido combinadas de orden individual (y casi diríamos biográfico) de la
con datos más recientes, de la experiencia inmediata hermosa figura de Pentesilea; cuando tratemos de ésta,
del poeta o de los poetas, parece cierto. En el mismo volveremos sobre ello. Otra parte era, más bien, de
Homero, la mención de las «flechas escíticas», del hie- orden etnográfico o sociológico, se entendía —y no se
rro o de las carreras de caballos, el evidente no enten- entendía mal del todo— que en una nación de «mujeres
dimiento de algunos términos antiguos que emplea, guerreras», para poderse casar tenían que haber com-
nos lo atestiguan claramente. batido antes y que la guerra más próxima, en aquel
Pues bien, partiendo de ese mismo tesoro de recuer- momento, siendo la de Troya, tuvieron que acudir a
dos y elaboraciones, otros poetas de menor genio que ella. Tal es, por ejemplo, la explicación que da Helá-
Homero, pero en su misma línea, pudieron construir nico. Sólo que esta explicación no explica por qué tu-
epopeyas menores, una de las cuales —la tradición pa- vieron que ir del lado troyano y no pudieron ir del
rece insistir en que una de las más antiguas— sería lado griego. Habría, quizá, un concepto general de que
la Etiópida y, aunque algo menos, la propia Amazonia el *mundo no griego, «bárbaro» (así los mismos etíopes
de Artino. No se trataría de que Artino copiase a o los frigios), se alineó de un lado y el mundo «griego»
Homero. ¿ Cómo iba a copiarle si en Homero no apa- de otro. Esta explicación no la creemos anterior a las
recen apenas amazonas y no aparecen, en absoluto, etío- guerras de los persas, e incluso pensamos que deriva
pes combatiendo en la guerra de Troya? Se trata de de éstas. Aunque de manera indirecta, algo así podría-
que ambos han manejado una enorme masa de noticias mos inferir de una lectura atenta de los dos más gran-
anteriores, poemas hoy perdidos, genealogías, etc. Ho- des historiadores griegos, Herodoto y Tucídides. Con
mero —con más talento y antes— abre el camino (y, razón hacía notar, hace cosa de un cuarto de siglo, un
prácticamente en cuanto a obra poética valiosa, lo cie- buen comentarista alemán que no es fácil decidir si
rra si es que pensamos que la Odisea es del mismo estas tradiciones derivan del mismo Artino (en general,
autor) y Artino, después y con menos talento, será de la época de la redacción de los poemas cíclicos) o no.
uno entre muchos en continuarlo. Creemos que, dado En conjunto, creemos poder afirmar que el más an-
el nivel actual del estudio de los temas homéricos, esta tiguo tratamiento formalmente épico, según la técnica
solución es la más aceptable. homérica, del tema de la intervención de las amazonas
Las fuentes de Artino consistirían, por tanto, en en la guerra troyana, deriva de Artino; que su núcleo
tradiciones, poéticas o no, pre y para-homéricas y acaso esencial era la personalidad de Pentesilea y su muerte
en experiencias de su propia época; así la presencia en combate con Aquiles, que se desarrollaba entre la
armada de los etíopes en el Asia anterior o, para el muerte de Héctor y la llegada de la fuerza expedicio-
tema propiamente amazónico, noticias más o menos naria etíope mandada por Memnón; que este segundo
confusas relacionadas con los traciofrigios, los cime- hecho tiene un cierto fondo histórico (como retroyec-
rios o incluso —si pensamos en la cronología de las ción de las campañas de la dinastía XXV) y que aquél,
más antiguas navegaciones griegas por el mar N e g r o - en cambio, no tiene ningún fondo histórico. Y, final-
de la zona ponto-escítica, sarmática y hasta, quizá, cau- mente, que Artino utilizó material anterior e incluso
cásica. muy anterior a él, que podemos considerar pre, extra
3." El cambio de alianza. o para-homérico.
No sabemos qué explicación daba Artino a este cu-
rioso hecho. Queremos decir a que, mientras para Pría-
NÚM. 1896.-3
81f CARLOS ALONSO DEL REAL REALIDAD Y LEYENDA DE LAS AMAZONAS 35
IV
Todo esto resulta extremadamente difícil, oscuro y
confuso. Pero, en todo caso, nos queda de ello un resi-
duo aprovechable. Un núcleo pequeñísimo de datos
históricos, * reales, objetivos, más bien pertenecientes
a la esfera de lo que hoy llamaríamos etnografía.
Existió este núcleo que, fundamentalmente, se refiere
a los contactos de los griegos en Tracia o en Asia CAPITULO III
Menor, o incluso en toda la costa del mar Negro y
hasta muy tierra adentro a partir de éste, con pobla- HERODOTO
ciones ginecocráticas —en algún caso, de'ginecocracia
heroica a la que nosotros reservaríamos el nombre de
«amazonas» en sentido estricto—, matriarcales o matri- En dos lugares habla Herodoto de mujeres guerre-
lineales, incluso muy pacíficas, etc. La combinación de ras. Sólo en uno de ellos aplica el nombre «amazonas»
esto con la reconversión de datos religiosos anteriores y describe extensamente el carácter, costumbres y ori-
o la interpretación de restos litúrgicos o sociológicos o gen de éstas. En el otro, apenas hace más que una
la retroyección de acontecimientos históricos más tar- alusión breve. Como es, a través de esta elaboración
díos y el libre juego creador de la fantasía poética o herodotiana como ha pasado a los posteriores, en úl-
la enérgica voluntad explicativa propia de los griegos, timo término hasta nosotros, el tema y, precisamente
deformarían, transfigurarían, complicarían estos re- partiendo de ese trozo extenso, será de él del que nos
cuerdos hasta el extremo de hacerlos prácticamente ocuparemos con mayor interés. Resulta claro que así el
irreconocibles. argumento, que puede ser puramente literario, adqui-
rió un valor histórico y geográfico.
Luego diremos algo, poco porque no hay mucho que
decir, sobre una referencia a mujeres guerreras en
Libia.
I
Primero, ¡ay! lo que perderá en mi traducción, la
sabrosisima narrativa de Cómo se formó el pueblo gue-
rrero ginecocrático de los saurómatas:
«Esto se cuenta de los saurómatas. Después de lu-
char griegos contra amazonas (los escitas llaman a las
amazonas «oyorpata», lo que significa «matavarones»,
pues llaman «oyor» al varón y «pata» es matar) se
llevaron cuantas amazonas pudieron capturar vivas.
Y ellas, en alta mar, atacaron a los hombres y los
mataron a todos. Pero, como eran inexpertas en la
navegación, se dejaron arrastrar por los vientos y las
olas y llegaron a Cremno, en la Mayótide, en el país de
los escitas libres, y cabalgando la primera yeguada
REALWAD y LEYENDA DE LAS AMAZONAS
se, CARLOS ALONSO DEL REAL
que encontraron, se dedicaron a arrasar la Escitia. cemos, sólo ejecutan obras femeniles, se están en sus
Creyendo los escitas que se trataba de hombres, com- carros y no salen nunca a cazar. Pero id a ver a vues-
batieron con ellas; pero, por los cadáveres tomados en tros padres, tomad vuestra parte de herencia, volved
la batalla, vieron que eran mujeres. Reunidos en con- con nosotras y viviremos separados de ellos."
sejo, decidieron no matar ninguna más, sino enviar »Obedecieron los jóvenes y cuando volvieron con las
junto a ellas a los más jóvenes, en número, a lo que amazonas, éstas les dijeron:
calcularon, igual al suyo. Los mandaron acajnpar cerca »"Nos aterroriza vivir en tales condiciones, priván-
de ellas y hacer cuanto las viesen hacer y si los ata- doos de vuestros padres y dañando vuestra tierra. Mar-
caban, no combatir sino retirarse y en cuanto los de- chemos de aquí y habitemos más allá del río."
jasen de perseguir, volver a acampar cerca, pues de- »Los jóvenes accedieron y pasando el río Tañáis mar-
seaban tener hijos de ellas. charon tres jornadas hacia el Este y otras tres desde
^Hicieron los jóvenes lo que les mandaron y las ama- el Mayotis hacia el Norte y llegaron al lugar donde ac-
zonas, cuando vieron que no las venían a hacer daño, tualmente habitan... y las mujeres saurómatas van a
los dejaron tranquilos y ambos campamentos estaban cazar a caballo con sus maridos o solas y marchan a la
cada vez más cerca. Ni los jóvenes ni las amazonas guerra vistiendo igual que ellos.»
tenían otro cosa que armas y caballos y se sustentaban, «Los saurómatas hablan la misma lengua que los
ellas y ellos, cazando y robando ganado. escitas, pero con algunos solecismos procedentes de
»Después de mediodía, acostumbraban las amazonas que las amazonas no lo aprendieron bien. En cuanto al
a andar sueltas o por parejas fuera del campamento matrimonio se regula así: ninguna se casa si el hombre
para ciertas necesidades. Visto esto por los escitas, las no ha dado muerte antes a un enemigo en la guerra.
siguieron y a una que se había apartado más y andaba Y algunas mueren solteronas por no poderse cumplir
sola, se le acercó uno y ella no le rechazó sino que le esta condición.»
permitió gozarla y no pudiendo hablar con él, pues Hasta aquí Herodoto (lib. IV, caps. CX y CXVII).
ninguno de los dos entendía la lengua del otro, le invitó He usado el texto de la edición Didot (págs. 214 y si-
por señas a que viniese al día siguiente al mismo lugar guientes), confrontándolo con la más moderna edición
con algún compañero, indicándole que también ven- de Legrand (Belles Lettres) y con la traducción latina
drían dos de ellas. El joven regresó a su campamento de aquélla y francesa de ésta.
y trajo consigo a otro y halló que la amazona lo espe-
raba con otra compañera y cuando vinieron los demás
jóvenes, también acudieron las restantes amazonas. II
Después pusieron los campamentos juntos y cada uno
tomó por mujer a aquella con quien primero se había ¿Qué hay aquí que decir? Porque es claro que el
unido. Y ¡os hombres no pudieron aprender el len- texto es muy divertido. Pero aun apartando esto, y ya
guaje de las mujeres, pero sí las mujeres el de los es apartar, puede ser comentado desde muchos puntos
hombres y cuando consiguieron entenderse, los hom- de vista: geográfico, etnográfico, histórico, puramente
bres hablaron así a las amazonas: literario, etc. Vamos a nuestras amazonas.
»" Tenemos familia y propiedades. No sigamos vivien- Por de pronto vemos funcionar con gran claridad el
do aquí, volvamos con nuestra gente y no tendremos sistema, lo que en la Introducción llamamos «el meca-
otras mujeres sino vosotras." nismo». En efecto, esto es así:
»Y ellas replicaron: A Herodoto le cuentan que existe una nación más
»"No podemos vivir como vuestras mujeres ni son o menos emparentada con los escitas independientes o
sus costumbres las nuestras. Nosotras cabalgamos y, nómadas, al nordeste del país, más allá del Tañáis y
disparamos con arco y no sabemos los mujeriles oficios. del Mayotis (hoy diríamos el Don y el mar de Azof),
Ellas, en cambio, no hacen nada de lo que nosotras ha- cuyas mujeres cazan a caballo y combaten con arco y
68 CARLOS ALONSO DEL REAL
BEALWAD Y LEYENDA DE LAS AMAZONAS 69
para las cuales el hacer oficios mujeriles y el vivir en
los carros es algo ajeno y quizá levemente ridículo. En bres y mujeres y ni siquiera es totalmente matriarcal
este pueblo existe la institución de la necesidad de o ginecocrática sino más bien de derechos iguales. In-
matar a alguien para casarse y, se dice, que, en el cluso la iniciativa del matrimonio corresponde al varón.
orden del lenguaje, hubo en la época inicial dos idiomas Al hablar de esas madres es cuando alguien, segu-
distintos, de los cuales las mujeres aprendieron el de ramente los colonos griegos o los mestizos grecoeseitas,
los hombres, pero no al revés, y existe actualmente un se creen obligados a establecer esa relación con lo
solo lenguaje (al menos público) que es el de los hom- homérico. Podría ocurrir muy bien que, en la tradición
bres, pero modificado por el de las mujeres. Éstas vis- escita, las mujeres guerreras, las oyorpata, fuesen, en
ten como los hombres. No se nos dice nada en cambio efecto, las madres de los saurómatas que no tuviesen
de otras cosas que luego aparecerán mucho en los re- nada que ver con las amazonas de la guerra troyana
latos sobre amazonas, por ejemplo, el matrimonio de y similares. Como hace notar muy bien un agudo co-
visita o la criazón separada de hijas e hijos. mentarista francés, Legrand, allí se habla de luchas,
de griegos y amazonas con cierta voluntaria impreci-
Esto es una pura descripción, una etnografía en sión. Parece que ninguna de las tradiciones sobre el
sentido estricto. Pero lo que aquí tiene más interés
es lo que se nos cuenta del origen y ahí vemos funcio- argumento (quiero decir tradiciones griegas, Heracles,
nar el mecanismo. Teseo, etc.) había nada parecido a eso. No hay nin-
gún recuerdo de ese transporte de prisioneras por vía
Esta etnogonía se compone de dos partes: una serie marítima ni de esa rebelión a bordo ni de esa huida
de relatos locales que no tienen, por sí mismos, nin- a Escitia.
guna relación con el relato homérico y una tentativa
de conectarlas con éste. A partir del momento en que Por lo demás, hay también dificultades geográficas.
cabalgaron la primera yeguada, nos hallamos con un Salvo que las amazonas en cuestión fuesen capturadas
lenguaje de estilo muy popular, un tanto irónico con en las antiguas sedes del Sangario, no se ve cómo,
notaciones anecdóticas muy pintorescas y con discursos navegando por el Egeo, puede una nave arrastrada por
muy familiares y nada solemnes. Costumbres provis- el viento y las olas llegar al mar de Azof. Y no está
tas de una graciosa libertad y una curiosa sumisión de más recordar que la mayor masa de materia poé-
parcial de los hombres a las mujeres, sumisión, por lo tica, tanto épica como dramática e incluso folklórica,
demás, amistosa y nacida evidentemente del amor y sitúan esas luchas mucho más al Oeste, desde Troya
de la convivencia. Todo lo cual, aparte del fondo his- hasta Atenas. Sin duda, los colonos y los grecoeseitas
tórico que tenga o no tenga, puede haberse formado (y, mucho más, el mismo Herodoto) sabían de sobra
para explicar las costumbres de aquella gente. Costum- esto y, como no había manera de encajar lo uno en lo
bres que a los propios escitas, y mucho más a los grie- otro, lo dejan en una imprecisión voluntaria. Hablan
gos, les debían resultar algo sorprendentes. vagamente de griegos, sin decir cuáles, de alta mar,
Estos relatos se han formado a partir dé una pura sin indicar qué mar, o de una guerra sin la menor
verosimilitud, así los solecismos y los discursos fami- precisión geográfica ni cronológica, por ejemplo, sin la
liares, o quizá manejando recuerdos procedentes no sa- menor alusión a Troya.
bemos bien de quién ni de dónde. Hasta ahí no vemos Había un dato cierto: que los saurómatas y sus mu-
nada específicamente griego. La única etimología que jeres tenían un tipo de vida que sorprendía a los
se nos da es escita y, por lo demás, puramente fan- grecoeseitas. Había una tradición, probablemente an-
tástico. No sólo falta aquí toda alusión a la traducción terior y exterior a los griegos, sobre la nación gue-
homérica, sino que ni siquiera se habla de amazonas rrera de las oyorpata y se hacía surgir a los actuales
como algo hoy realmente existente, sino como las an- saurómatas del cruce de éstas con antiguos escitas.
tepasadas femeninas, digamos las madres, de la nación Entonces vienen los griegos con su necesidad de ex-
de los saurómatas. Y esta nación se compone de hom- plicarse todo, con su empezar a filosofar por asombrar-
se, con su gusto por la simetría mental y con su propia
60 CARLOS ALONSO DEL REAL REALIDAD Y LEYENDA DE LAS AMAZONAS Gl
tradición de mujeres guerreras: las amazonas. Y en- Herodoto y es más que probable que ya antes que él
tonces inventan que aquellas madres guerreras, son, sin estuviese funcionando entre sus informantes, los colo-
más, sus propias amazonas transportadas, sin saber nos griegos y mestizos grecoescitas de los países que
bien cómo, a Escitía. Y tienen que construir una his- hoy llamaríamos Crimea y Ucrania.
torieta sobre este transporte. La pretendida etimología
escítica de «oyorpata» como «matavarones», recuerdos
de indudables rebeliones y motines a bordo que habían III
ocurrido, anécdotas reales de naves a la deriva y de
doma de caballos salvajes, se combinan para dar esta Esto nos lleva a hablar de varias cosas.
explicación, y la falta de todo encaje concreto con los En primer lugar. ¿Quiénes eran los informantes de
datos de espacio, tiempo, nombres propios de héroes, Herodoto y hasta qué punto se podía fiar y se fió
etcétera, en la tradición homérica obliga a mantener de ellos?
esa voluntaria nebulosidad. En segundo lugar. ¿Qué había de verdad en cuanto
Aquí viene bien una pequeña digresión acerca del a la ginecocracia o casi ginecocracia guerrera de los
nombre. Alguien cuya autoridad en lenguas indoeuro- saurómatas? ¿Qué tiene que ver todo esto con otros
peas es indiscutible, Benveniste, no cree ni poco ni hechos que por allí cerca se nos cuentan después? (He-
mucho ni que la palabra «oyorpata» sea espita ni que chos confirmados por la arqueología.)
quiera decir «matavarones». La palabra es iránica y En tercer lugar. ¿Qué puede haber de verdad en esa
quiere decir algo así como «jefe de muchos», proba- pintoresca etnografía?, y, por tanto, ¿qué relación pue-
blemente «jefe de tribu bárbara», y aparece en algunos de haber entre las «oyorpata» y el fondo histórico del
textos religiosos zoroástricos para designar pueblos arquetipo homérico?
primitivos y hostiles. He aquí unas cuantas preguntas de algún interés,
Nos hallamos, pues, ante un nombre que en escita, pero no todas igualmente fáciles de contestar.
lengua con no improbable conexión iránica, querría de- En cuanto a lo primero, largos trabajos de muchas
cir algo así como «bárbaros», «salvajes». Que los pro- generaciones de filólogos nos permiten contestar con
pios escitas con el tiempo, y acaso con alguna ayuda bastante claridad. Las informaciones de Herodoto pro-
griega, lo hayan reinterpretado en este otro sentido, ceden fundamentalmente de tres grupos de fuentes.
es muy verosímil, dado que la tradición se refería a Escritos anteriores a él, los llamados «logógrafos».
mujeres guerreras y que todavía en su tiempo exis- Como es sabido, una gran parte del trabajo de Herodoto
tían tales mujeres, aunque no sueltas, sino formando consiste en polemizar con esta gente. En el texto trans-
parte del pueblo saurómata. De no ser así, no se ex- crito no se ve nada de tal polémica; o bien, en este
plica cómo los griegos podrían haberse sacado esa eti- caso, nuestro autor no había manipulado tales escritos,
mología. o bien, aunque no se adhiere con entusiasmo a ellos,
La consolidación de un error de lenguaje, unida a tampoco los rechaza. Hay, luego, los datos que el pro-
la necesidad irresistible que todo hombre tiene, y los pio escritor recogió en sus viajes. No hay duda que
griegos más, de explicarse las cosas, naturalmente in- anduvo por aquellas tierras, por lo menos hasta Olbia,
terpretándolas en función de su propia cultura, condujo más o menos la actual Odesa, y no se excluye alguna
a esa historieta de la rebelión a bordo que permite excursión hacia el interior navegando por los grandes
enlazar las «oyorpata», sean éstas quienes sean, con la ríos de Ucrania. Pero aquí se trata, sin duda, de noti-
tradición, ya tan prestigiosa entonces, de las amazonas cias indirectas. Es evidente que él no ha entrado en el
griegas. país de los saurómatas y que habla de lo que le cuentan.
Por tanto, queda excluida la tercera fuente o grupo de
El mecanismo es siempre éste: hechos de observa- fuentes, la observación personal. Y como no sabemos
ción más o menos deformados y forzosa conexión con hasta qué punto utiliza a los logógrafos, aquí la fuente
un arquetipo preexistente. Esto lo vemos funcionar en
es CARLOS ALONSO DEL REAL REALIDAD Y LEYENDA DE LAS AMAZONAS 63
básica es lo que le contaron los colonos griegos de la total, ni de que vivan sin hombres, ni siquiera de ma-
costa y los indígenas o mestizos relacionados con éstos. trimonio de visita o de criazón separada, la cosa re-
Esta gente vivía del lado de acá del río, y recuér- sulta, en suma, incluso inmoderadamente moderada.
dese que las amazonas les dijeron a sus maridos: «Ha- Y el hecho de que sea el varón quien tome la iniciativa
bitemos más allá del río.» Y vivían más acá del Mayo- en el matrimonio y, en todo caso, que sea él quien deba
tis, en la zona de colonias griegas al oeste de Quersoneso matar a otro en combate para casarse, no sólo es ex-
y, a lo sumo, en su inmediata retrotierra. Estas perso- tremadamente verosímil (más tarde lo exagerarán: la
nas podían, a su vez, ser de tres clases: escitas puros, mujer es la que, debe matar a otro para casarse, pero
pero entonces habría la dificultad del idioma; greco- esto ya es puro cuento), sino que constituye la pince-
escitas, cuya intervención no parece indispensable y, lada discordante que a cualquier aficionado a la etno-
sobre todo, los propios colonos griegos. Casi seguro que grafía le da un sabor de realidad. Porque constitu-
toda la información de Herodoto viene de estos señores. ciones rigurosamente geométricas, sin contradicción,
Y esto nos lleva a la cuestión de hasta qué punto se no han existido nunca y cierta desarmonía es el sello
podría fiar uno de ellos. A primera vista, uno tiende de la verdad.
a desconfiar, se piensa en los marselleses tan dados a
contar y escuchar cuentos. Pero después de todo, si lo Por consiguiente, en conjunto, la etnografía es alta-
que ellos contasen resultase, por otras razones, vero- mente verosímil. Nuestra antigua desconfianza en el
símil, habría que enterrar esta desconfianza. cuentismo, de estilo marsellés, que podríamos achacar
a las gentes de Olbia, queda suprimida. .Aprobado, pues,
Hay que insistir aquí en la necesidad de distinguir en etnografía.
dos aspectos, la etnografía y la etnogonía. Es decir, si Aprobado también, naturalmente, al que suponga que
en tiempo de Herodoto y en esa región pudieron existir esos hechos tienen que ver con las cosas parecidas
pueblos con los caracteres y costumbres que él atri- que más tarde se nos cuentan de esas regiones y otras
buía a los saurómatas y, segundo, si estos pueblos próximas. Como veremos a su debido tiempo, hubo un
pueden haberse originado de la pintoresca manera que desplazamiento hacia el Sur que resulta muy verosímil
él nos lo cuenta. y que ayuda a entender muchas cosas. Hubo también
En cuanto a lo primero, no tengo nada que oponer. alguna acentuación de rasgos, así en el matrimonio de
Pueblos combatientes de derechos iguales, donde las visita, que aunque no dejan de presentar algunas difi-
mujeres cazan y montan a caballo y van a la guerra cultades, también se explican bastante. Quedamos, pues,
y visten igual que los hombres, es algo nada raro y no en que hubo tales saurómatas con sus rasgos más o
se ve por qué allí no iba a haberlo. Es más, testimonios menos amazónicos que tienen que ver con hechos de
posteriores de carácter nada mítico, apoyados por da- los que por allí cerca, bastante más al Sur, tenemos
tos arqueológicos, nos lo confirman. Una investigadora noticias en épocas posteriores.
de lengua inglesa, la señora Támara Talbot Eice, que Volvamos a la etnogonía.
ha estudiado muy bien todo lo referente a escitas y Que tal como nos la cuentan es puro cuento, evidente.
sármatas, no duda de la existencia de tales pueblos. La Los griegos, y no sólo los de Marsella, eran muy da-
reacción de sustrato en el idioma (lo que Herodoto dos a esto. De la mismísima Atlántida del mismísimo
llama solecismos), y la remota conexión iránica del Platón, se ha podido decir, justamente, que era «puro
nombre «oyorpata», por mal traducido que esté, la alu- cuento». La cuestión no está en si esta graciosa his-
sión a un lenguaje secreto de las mujeres no entendido torieta con su feliz final de película del Oeste puede
por los hombres, la necesidad de matar a alguien en haber sucedido alguna vez. Confío en que, a pesar de
combate para casarse, todo eso es etnográficamente cierta falta de crítica que hoy se considera de buen
muy verosímil y particularmente en esa región. Y como, gusto, no habrá nadie que lo crea. Como Raglán dedica
por otra parte, no se ve a qué vendría el inventar- su hipercrítico libro El Héroe a sus hijitas «que se
lo y no se nos habla en absoluto de una ginecocracia divierten con los cuentos de hadas sin creer en ellos»,
61, CARLOS ALONSO DEL REAL REALIDAD Y LEYENDA DE LAS AMAZONAS (¡5
parece evidente que aquí el abuelo Herodoto también Hay aquí bastantes problemas, sobre todo geográfi-
nos cuenta su historieta sin creerla él mismo y sin pe- cos, que de momento no interesan. Sólo una orientación
dirnos que la creamos. Pero el problema es otro. general. Estamos en África del Norte. Los zaueces pa-
Por debajo de esa graciosa narración, ¿hay o puede recen formar parte de los libios o tener mucho que ver
haber algún recuerdo histórico por deformado que sea ? con ellos, se sitúan en la proximidad de los maxios,
Porque, si bien resulta que la Atlántida era puro cuen- entre Cirene y Cartago y cerca de la costa. Nos encon-
to, no es tan seguro que lo sea la Ilíada. En ella hay tramos en un horizonte geográfico, racial, cultural y
mucho cuento, lo que llama Carpenter «saga, ficción y lingüístico muy alejado de los saurómatas.
relato popular», pero no es sólo eso. Salvo que uno sea También aquí Herodoto habla de cosas no vistas por
un hipercrítico furioso, aquel mundo y aquella ciudad él, sino que le han contado; probablemente se las han
y aquella guerra y aquellas armas, y hasta algunas de contado los colonos griegos de Cirene o los mestizos
aquellas personas, parece seguro que existieron. Podría grecolibios de por allá. Es curioso hacer constar que
ocurrir que esta etnogonía fuese «puro cuento», pero la distancia desde Cirene al posible país de los zaueces
tuviese dentro algún núcleo de verdad. Sí, pero ¿cuál? es de cosa de un millar de kilómetros, equivaliendo,
He aquí algo que no es éste el momento de intentar más o menos, a la que hay de Olbia a los saurómatas.
contestar, porque se relaciona con lo que puede haber Las fuentes de información son, por tanto, del mismo
de verdad en los arquetipos. Pero, anticipando las con- grado de credibilidad que en Olbia. Y como, hasta mu-
clusiones, diremos algo: cho más tarde, sabemos que existieron mujeres gue-
No hay nada de verdad en la historia de transporte rreras en África Menor (aún el Islam tuvo que luchar
de prisioneros, ni en la rebelión a bordo, ni en el viaje con ellas) y la existencia de carros de guerra, ahí y
a la deriva, pero que, en los antiguos pueblos que sir- en esa época, es archisegura, la noticia parece total-
vieron de modelo a la poesía homérica, hay alguna re- mente verosímil y podemos, sin más, darla por buena.
lación, incluso algún parentesco, con algunos de los Pero si esto es lo que hay, vale la pena de decir algo
componentes de los saurómatas, parece evidente. Lo sobre lo que no hay en este texto. Quiero decir lo si-
que pasa es que eso que hay es muy complicado, son guiente :
hechos de lenguaje, rasgos de estructura social o de Los griegos de Olbia y sus informantes indígenas
cultura material, creencias religiosas. Mil cosas, en o mestizos contaban la divertida historieta del origen
suma, bastante más complicadas que un motín de pri- de los saurómatas y trataban de articular esa realidad
sioneros o que un idilio entre cazadores y ladrones con sus propios arquetipos. Herodoto encontró esto tan
de ganado. de su agrado que lo transmitió, mejorándolo aun con
simpatiquísimo estilo. ¿De qué se trataba en el fondo?
IV De una nación bárbara cuyas mujeres iban a la guerra.
Pues bien, los cirenaicos se encuentran ante lo mismo,
Ahora un pequeño excurso africano. a la misma distancia, por los mismos trámites infor-
Aquí el texto es muy breve, casi telegráfico, y no mativos; sin embargo, no cuentan ninguna historieta
emplea la palabra «amazonas». Pero podemos ver en él ni lo relacionan con sus amazonas. La tentación era
una de las chispas que van a alumbrar después un aquí particularmente fuerte, porque en tiempos ante-
curioso fuego de artificio, resplandeciente en la época riores hubo, en la propia ciudad de Cirene, ginecócra-
helenístico-romana, la relación entre amazonas escíti- tas guerreras griegas, como Feretime y Erixo, de las
cas, homéricas y líricas. que habla Herodoto en otros lugares de este mismo
El texto está en el libro IV, capítulo CXCIII, y libro (por ejemplo, en el cap. 203). Y, sin embargo,
dice así: nada de esto les mueve a forjar leyendas explicativas
«Zaueces... las mujeres de éstos conducen los carros ni les recuerda a sus propias sagas y mitos sobre ama-
a la guerra.» zonas. ¿Por qué?
NÍJM. 1896.-5
66 CARLOS ALONSO DEL REAL
Naturalmente, aquí puede uno echarse a nadar por
el mar de las hipótesis, pero lo más sencillo es pensar
que ni a Herodoto ni a sus informantes, les había inte-
resado nada ese detalle de las mujeres guiando carros.
Y, para nosotros, tiene más interés aún darnos cuenta
de que el mecanismo —esto es el aplicar el arquetipo
homérico a toda ginecocracia o matriarcado— aún no
había empezado a funcionar con el carácter obligatorio
y con la aplastante monotonía con que había de fun-
cionar más tarde. Ni al propio Herodoto, con toda su
universal curiosidad, se le ocurría buscar conexiones CAPITULO IV
entre estas mujeres conductoras de carro en Libia y
las guerreras a caballo de Escitia. DIODORO
tolerable) sirva, quizá, para transmitir, junto a enor- tancia de sus hazañas, cuya acción afecta a todas las
mes tonterías, algunas noticias valiosas. Menos mal. naciones hasta el Tañáis.
He usado la edición Didot. Las traducciones son mías, 3) La religiosidad: «rinden cultos magníficos a
si bien teniendo en cuenta la traducción latina de dicha Ares y a Artemis Taurópolos».
edición. 4) La asociación guerra-caza: «se ejercitan en la
De lo que sobrevive de la masa confusa de su Biblio- caza mayor y para la guerra».
teca Histórica, he extractado aquello que se refiere más 5) Fundan templos con el botín: «magníficos san-
directamente al tema. tuarios a las citadas divinidades»,
6) La3 asocia con los temas míticos y folklóricos
I griegos con Heracles, con Hipólita, con la guerra de
Troya.
Se ocupa de esto fundamentalmente en el libro II, 7) La noción de que quedaron extinguidas y se llegó
capítulos XLV-XLVI (vol. I, págs. 114-116). Vuelve a a creer que eran mera fábula: «Pentesilea fue la úl-
ocuparse en el libro III, capítulos LII-LV (vol. I, pá- tima de las amazonas y el resto del pueblo se fue debi-
ginas 164-168). Hay algunas alusiones en otros lugares, litando del todo y por eso, en cuanto a los tiempos
por ejemplo, en el libro IV, capítulo XXVIII (vol. I,, modernos, se piensa que son fábulas todas las antiguas
página 208). • historias de amazonas.»
Trataremos primero del conjunto de textos que se Ahora vamos con las amazonas líbicas.
refieren a las amazonas homéricas y herodotianas y f) «Muchos se equivocan con la convicción de que
después los referentes a las africanas y a su posible no hubo amazonas sino las que habitaban en el Ter-
relación con las anteriores. modonte y en el Ponto, pero la verdad es otra» (lib. III,
a) «No sólo en Escitia dominaron las amazonas capítulo LIII, vol. I, pág. 164).
sino también en toda la tierra circundante» (lib. II, g) «Esta nación de amazonas líbicas en el tiempo
capítulo XLIV, vol. I, pág. 114). antecedió mucho a las otras, extinguiéndose antes de
b) «Después de la derrota de los escitas por los la guerra troyana, y no es raro que las posteriores
saurómatas, sobrevino la anarquía y las mujeres rei- hayan usurpado la gloria de las anteriores, por el ca-
naron en Escitia» (lib. II, cap. XLIV, vol. I, pág. 114). rácter más reciente de nuestra información» (lib. III,
c) «La reina de los escitas derrotó a la fuerza ex- capítulo LII, vol. I, págs. 164-165).
pedicionaria persa y crucificó a Ciro y la nación de h) «Sucede que no es éste el único pueblo de mu-
las amazonas se portó con tal valor que no sólo conquis- jeres guerreras y admirables por su valor que hay en
tó toda la tierra en torno sino que dominó gran parte Libia, pues existe también la nación de las gorgonas»
de Europa y Asia» (lib. IV, cap. XLIV, vol. I, pági- (libro III, cap. LII, vol. I, pág. 165).
na 114). i) Sigue una larga descripción que extractaremos
d) «Pero parece fabuloso lo que de las amazonas como hicimos con la anterior:
se cuenta» (lib. IV, cap. XLIV, vol. I, pág. 114). 1) «Las mujeres se ocupan en las cosas de la gue-
e) Un texto muy largo que ocupa todos los capí- rra y los hombres, como entre nosotros las mujeres,
tulos XLV y XLVI (vol. I, págs. 115-116). Su traduc- de las de la casa» (ibíd.).
ción integral sería insoportable y haremos mención de 2) «Cuando nacen los niños, se los dan a los hom-
algunos rasgos que nos parecen particularmente inte- bres para que los críen con leche y otros alimentos
resantes : apropiados» (ibíd.).
1) Un dato geográfico originario, la ciudad de Te- 3) «A ellas les queman los senos, pues piensan que
miscira, en la desembocadura del Termodonte. son grave impedimento para la guerra, por eso los
2) Él anonimato de la primera reina y la impor- griegos las llaman amazonas.»
4) «Se cuenta que habitaron una isla al Oeste en
70 CARLOS ALONSO DEL REAL
REALIDAD Y LEYENDA DE LAS AMAZONAS 71
el lago Tritón, cerca del Atlas, una isla llena de árbo-
les frutales y abundantes rebaños de cabras y ovejas. las regiones costeras, terminó su campaña en el Caico.
Los indígenas no usaban trigo porque su utilidad no Fundó muchas ciudades y ocupó algunas islas, prin-
había sido aún descubierta. Las amazonas se apode- cipalmente Lesbos, volviendo después a tierra firme»
raron de todas las ciudades de la isla excepto de Mena» (libro III, cap. LV, vol. I, págs. 167-168).
(página 166). k) «Mopso, Tracio, desterrado por su rey Licurgo,
5) «Invadieron muchas regiones de la tierra, pri- entró en la tierra de las amazonas con sus huestes,
mero la de los atlantes» (ibíd.). mandadas por Sipilo. Éstos vencieron en la batalla y
6) «Se dice que reinando Mirina formó un ejército Mirina murió y la mayoría de ellas. Finalmente lo que
de 30.000 de a pie y 2.000 de a caballo y cuidaban restaba de las amazonas regresó a Libia» (lib. III, ca-
particularmente en sus campañas la instrucción de la pítulo LV, vol. I, pág. 168).
caballería» (ibíd.). i) «Logrado el auxilio de los escitas, las amazonas,
7) «Sus armas defensivas son escudos de pieles de pasando el Bosforo Cimerio, marcharon a través de
grandes serpientes —pues en Libia las hay enormes— Tracia. Luego, cruzando gran parte de Europa, llega-
y las ofensivas, espadas, lanzas y arcos» (ibíd.). ron hasta el Ática, las tropas de Teseo las vencieron.
8) . Cuenta una campaña contra los atlantes un pac- Allí cayó Antíope heroicamente. Las que sobrevivieron
to y la fundación de una ciudad que toma el nombre de volvieron a Escitia» (lib. IV, cap. XXVIII, vol. I, pá-
Mirina (ibíd.). gina 208).
9) «Atacaron la tierra de las gorgonas, fueron más Hasta aquí Diodoro.
fuertes que ellas, matando muchas y apresando más Pido perdón a las lectoras o lectores por este plúm-
de 3.000. Intentó Mirina incendiar las selvas para ex- beo relato, tan distinto de la gracia de Herodoto, tan
terminar aquella gente, pero no lográndolo se volvió a heterogéneo e indigesto. Pero no había más remedio.
su tierra» (pág. 167). Y, para descargo de mi conciencia, juro por los huesos
10) «De noche, descuidadas de vigilar las amazo- de Hipólita, de Pentesilea y de Mirina que me he
nas por la misma felicidad de la victoria, las gorgonas aburrido lo indecible al traducirlo.
prisioneras se apoderaron de las espadas de las vence-
doras y mataron a muchas, finalmente, cercadas por
muchedumbres, cayeron todas después de luchar va- II
lientemente» (ibíd.).
11) «Mirina incineró en tres piras a sus compañe- Pues bien, o, mejor dicho, pues mal. Después de tan-
ras muertas y después mandó sepultar las cenizas en tas disculpas y juramentos aún tengo que traducir otro
tres grandes sepulcros que hasta hoy se llaman túmulos texto de Diodoro. ¿Por qué? Sencillamente porque es
de amazonas» (ibíd.). el texto clave, el único en que intenta formular algo
así como una doctrina general del amazonismo y, sobre
12) «En cuanto a la destrucción final por Heracles, todo, porque su lectura aclara de golpe los anteriores
alcanzó tanto a las gorgonas como a las amazonas»
(ibídem). y fue el eslabón que enlazó las noticias más antiguas
con las especulaciones más tardías. O, al menos, el
j) «Cuentan de Mirina que conquistó la mayoría eslabón que nosotros conservamos entre tantos que se
de Libia y, llegada a Egipto, se hizo amiga de Horus, han perdido.
hijo de Isis, que reinaba entonces allí. Marchando con-
tra los árabes mató muchos de ellos. Sometida Siria, El texto dice así:
llegaron a ella los cilicios con tributos y prometieron «Junto al río Termodonte, habitó un pueblo gineeo-
hacer lo que ella les mandase. Venció también al pue- crático, en el que las mujeres participaban en la guerra
blo del Tauro, distinguido por sus bríos, y, atrave- igual que los hombres. Se dice que entre ellas una,
sando la Frigia mayor bajó hasta el mar y, dominadas eminente por su fuerza y valor, poseía la potestad re-
gia y se titulaba hija de Ares. Delegaban en los hom-
72 CARLOS ALONSO DEL BE AL REALIDAD Y LEYENDA DE LAS AMAZONAS
bres el arte textil y los oficios domésticos y estable- está narrado con muy poca gracia. Y como tampoco
cieron leyes para que las mujeres marchasen a la gue- las discusiones sobre si hay una o varias naciones de
rra. A los hombres, en cuanto nacían, los debilitaban amazonas presentan el menor interés, podríamos pen-
brazos y piernas, inutilizándolos así para combatir. sar que todo esto no vale nada. La única noticia cu-
A las niñas, les amputaban el seno derecho para que riosa de la muerte de Ciro crucificado por las amazonas
no entorpeciese en la batalla y por esta razón les con- no es, evidentemente, más que un bordado de muy mal
vino el nombre de amazonas» (lib. II, cap. XLV, vo- gusto sobre el tema de Tomiris, tema con un proba-
lumen I, pág. 115). ble fondo histórico y que Herodoto cuenta muy bien
Es claro como el agua destilada que eí bueno de (Herodoto, lib. I, caps. CCIV-CCV). Evidentemente, no
Diodoro maneja documentos diversos y contradictorios. se trata de un caso de amazonismo sino de una mujer
A veces podemos saber cuáles son sus fuentes, porque guerrera dirigiendo un pueblo, de derechos iguales o
él mismo las indica, pero otras veces no. Cuando los re- incluso plenamente «normal» (en el sentido griego de
dactores de la Enciclopedia de Pauly-Wissowa consi- un pueblo donde combaten los hombres y no las muje-
deraban y siguen considerando esto oscuro, no hay res). Entra o en el tipo de los saurómatas o en el tipo
más que decir. Veamos las cosas en su perspectiva. del caudillaje femenino sobre sociedades masculinas,
Quiero decir en la única que se nos presenta a nosotros. como, por ejemplo, Juana de Arco.
Como una gran compilación, como un gigantesco cajón Y visto todo esto, ¿no sería mejor tirar al cubo de
de sastre. la basura al pobre Diodoro? Pues, a pesar de todo, no.
De esta especie de teoría general del amazonismo, Y ahora explicaré por qué.
no podemos hacer responsable al autor, pero es evidente
que fue la que eligió entre las muchas que tenía a
mano. Nos lo demuestra el hecho de que la aplicó tam- III
bién a ¡as amazonas líbicas y que aunque ¡a de un caso
de anarquía la menciona, sin preocuparse de la con- Dos cosas me impiden hacerlo: una, las noticias que
tradicción, respecto a las escíticas, lo hace como de da sobre la religión de las amazonas; otra, la extensión
pasada y sin darle importancia. En cuanto a la etimo- con que trata el tema líbico. No pretendo que esto sea
logía de las muchas posibles, elige e incluso sólo co- una originalidad personal. Probablemente Diodoro no
noce una, la de «sin pecho». La curiosa exageración tenía originalidad personal ninguna. Pero hemos per-
de la ginecocracia, debía gustarle mucho, aunque es dido tantos textos, y recoge aquí noticias tan curiosas,
evidentemente absurda y por decirlo así mecánica, por- que vale la pena fijarse en ello.
que la repite varias veces. Para Diodoro el amazonismo Las divinidades preferidas son Artemis Taurópolo
es el producto del orgullo de una persona, una gran gi- y Ares. Ares es un dios guerrero, en sí poco impor-
necócrata victoriosa, y no se reduce a que las mujeres tante en el mundo propiamente griego, y muy vincula-
combatan igual que los hombres, ni siquiera a que do al área cultural tracia. Que Artemis sea una diosa
manden más que los hombres, sino a que manden en venerada por amazonas, nada más verosímil. O mejor,
absoluto, a que debiliten a los hombres y los convier- que los griegos hayan interpretado como Artemis al-
tan en zánganos o en amas de cría y ellas hagan la guna divinidad bárbara, cuyo nombre se nos escapa,
guerra, la política y la religión. Es curioso que, en pero que tuviese afinidades con aquélla. Nada menos
cambio, no aparezca por parte alguna ni el matrimonio que un hombre de la talla intelectual de Kérény con-
de visita ni la criazón separada de hijas e hijos. sidera esto como un dato seguro. Mucho más seguro
Como, además, todo esto va unido a la inverosímil cuando pensamos en la asociación entre la caza y la
geografía africana, a las gorgonas, al ataque a Atenas, guerra. Hay, sobre todo, la curiosa denominación Tau-
etcétera, parece que hay muy poco aprovechable his- rópolo. Esto pone a Artemis en relación con el toro
tóricamente, y además lo que haya de mito o de cuento y el toro es muy antiguo amigo de la mujer. Korne-
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CARLOS ALONSO DEL REAL
n turada o transculturada más o menos directamente des-
mann venía a decirnos con otras palabras y nuestro de Egipto y de la que los zaueces de Herodoto serían un
llorado Álvarez de Miranda a su vez repetía, que «la resto. A éstas es a las que Diodoro llama propiamente
mujer y el toro, el hombre y el caballo, esto es en Euro- amazonas y que bajo el mando de Mirina exterminaron
pa». Y hoy sabemos, después de las investigaciones de a las gorgonas. Las cuales, a su vez, serían un pueblo
Leroi-Gourhan, que esta asociación viene ya desde el mucho más primitivo y menos receptivo de irradiacio-
paleolítico superior. Por otra parte, Artemis Tauró- nes de la civilización egipcia, también más o menos gi-
polo tenía particular popularidad en la costa del mar necocráticas, matriarcales o de derechos iguales. Algo
Negro y en general en Asia Menor. He aquí, pues, da- así como las que vio Carvajal en el río que hoy lleva
tos muy interesantes que creemos históricamente se- el nombre de Amazonas, como distintas de las que en-
guros, a reserva de las traducciones griegas de otros contró uno de los capitanes de Cortés en Ciguatlán.
nombres en otras lenguas. No digo que esto haya sido así. Pero imposible no
En cuanto a lo africano, es evidente que existe ahí me parece y, por deformado que esté, quizá aquí exista
un terrible barullo de contradicciones y cosas absur- un fragmento de información valiosa.
das, y aún hemos ahorrado al lector algunas de las Como se ve, una vez más, es verdad aquello de que
más gruesas, pero hay algunos detalles que merecen no hay libro malo que no tenga algo bueno.
reflexionar o por lo menos no ser pasados por alto.
El empleo de escudos de piel de grandes reptiles,
aplicado a un país africano, puede, después de todo,
tener algún valor etnográfico. Y la curiosa idea de que
las amazonas han llegado, sin saber desde dónde, a un
país de recolección de frutos silvestres y de pastoreo,
ciertamente hace pensar.
La diferencia entre amazonas y gorgonas podría, des-
pués de todo, tener algo dentro. Quiero decir que aun-
que muy confundido, oscuro, desfigurado y mal inter-
pretado, podría subyacer ahí algún dato sobre pueblos
matriarcales o ginecocráticos en niveles culturales dis-
tintos. Por ejemplo, no obstante la fantástica geografía
y la absurda falta de toda alusión al empleo de carros
de guerra (falta que, a lo mejor, se debe a lo fragmen-
tario de nuestros textos), no obstante, repito, tanto ab-
surdo parece que el autor señala una diferencia entre
unas amazonas amigas de Horus, hijo de Isis, que rei-
naba en Egipto, y unas gorgonas que habitaban en sel-
vas y cuyo exterminio da la impresión de primitivos
acorralados (pensar en Numancia, en Monte Medulio o
en Los Gálatas). Puede haber algo cierto debajo de
eso. Pienso, como pura hipótesis muy aventurada, en
que a Diodoro hubiesen llegado algunas noticias con-
fusas y que él confundió más todavía, acerca de la si-
guiente posibilidad que no me atrevo en absoluto a ex-
cluir; que hubiesen coexistido en algún momento en el
África Blanca dos sociedades guerreras ginecocráticas,
matriarcales, o al menos de derechos iguales; una, acul-
REALIDAD Y LEYENDA DE LAS AMAZONAS 77
rresponde a la realidad sociológica que expresa y cuya Plinio o Plutarco, vuelven a embarullar las cosas, pero
misma antigüedad explica que se ha ido oscureciendo en estos coetáneos de Pompeyo y César, naturales de
y obligando a inventar explicaciones complicadas. Y nos la tierra o de muy cerca y oficiales de estado mayor o
lo cuenta un escritor del país, honrado y bien informa- de asuntos indígenas, la precisión es muy grande hasta
do. Parece difícil encontrar otra explicación mejor y, el extremo de que puede seguirse con un mapa. Hay
desde luego, ésta es preferible a las muy absurdas que que tener en cuenta, además, que lo que relatan es ve-
resultan de empeñarse en explicarlo desde el griego rosímil etnográficamente y, si bien la propaganda de
mismo. Aquí no tenemos que cortar ni quemar el pe- Pompeyo exageró al hablar de una invasión de serpien-
cho a nadie, ni que atar espigas con cinturones ni tes, no vemos que exagerase nada al tratar de socieda-
cosa parecida. des guerreras, de derechos iguales, en que también
combatían las mujeres o, incluso, de sociedades gine-
«¿Qué más quieras, carretero?» cocráticas o, por lo menos, matriarcales.
Hace unos cincuenta años un filólogo de estricta ob-
servancia, al comentar estos relatos, los da como resul-
IV tado de la fantasía o de la propaganda e interpreta la
información de que había llegado al país de las ama-
Y ahora marchemos al Cáucaso. zonas como una exageración, algo así como que hubie-
Cualquiera que haya estudiado un poco de geografía sen llegado al fin del mundo. Sin embargo, al referirse
antigua, sabe que la expedición de Pompeyo, el año —65, al matrimonio de visita y otras instituciones semejan-
llegó muy adentro, quizá hasta cerca de Tifus, y que tes, no las rechaza del todo, reconoce que las mujeres
los sorprendentes éxitos militares del romano se de- debían mandar allí bastante y comenta: «qué usos e
bieron en gran parte a su servicio de información, uno instituciones había detrás de esta absurda descripción,
de cuyos oficiales era, precisamente, Teófanes, el autor es cosa que ignoramos». Hoy no lo ignoramos. Y ade-
del texto que antes hemos citado y que se encuentra en más, ahí está la arqueología.
el vol. III, págs. 315-3. Se trata de alguien que sabe En efecto, el eje de marcha de la campaña de Pom-
de lo que habla. peyo es el río Ciro, hoy Kur, el río que pasa por Tiflis.
En cuanto a Metrodoro (vol. III, págs. 204-4) había Y ya que estamos en vena poética y antes hemos
prestado servicio bajo las órdenes de Mitrídates y Tri- contrahecho más o menos a Lorca y citado a Alberti,
granes, esto es, de los príncipes indígenas a los que ahora voy a citar a Jorge Manrique:
acabaría derrotando Pompeyo. Pertenece a la genera- Dejemos a los troyanos,
ción anterior a Teófanes. En cuanto a Hipsícrates, ci- que sus males no los vimos
tado en el mismo texto que Metrodoro, sirvió por la ni sus glorias.
misma región con el estado mayor de César. Todos ellos, Dejemos a los romanos,
por razón de tiempo de espacio y de profesión, conocían aunque oímos y leímos
sus historias.
perfectamente el país y sus costumbres. Vengamos a lo de ayer.
Hay algo todavía más curioso y sobre ello volveré
en el capítulo de implicaciones geográficas. Suele de- Sí, dejemos a los romanos de Pompeyo o si queremos
cirse que estos pueblos fabulosos se sitúan cada vez ser más pedantes, ya que en nuestro tiempo aprobamos
más lejos, conforme se va conociendo mejor la geogra- el latín de bachillerato, vamos a citar unos versillos
fía real. Pero aquí es al revés. Cuando el Cáucaso era de latín medieval:
un país desconocido nadie situaba allí las amazonas y Sed paganorum qui iuuabunt acta
en una época en la que se conocen en el país, y por per- dum iam uillescunt uetustate multa?
sonas que lo conocen, es cuando se las sitúa allí. Los
escritores posteriores que han perdido contacto, como Como diría el autor de nuestra Gesta Roderici.
Sff CARLOS ALONSO DEL REAL
REALWAD Y LEYENDA DE LAS AMAZONAS 87
Y lo de ayer son las excavaciones de Nikoradze y su
interpretación por Támara Talbot Rice. Éstos también mos unos ciento cincuenta años de validez para la tradi-
saben de lo que hablan. ción oral, partiendo de Metrodoro llegaríamos al —270,
Leo en Támara Talbot Rice: y, de los otros dos, hacia el —250. Si la sepultura en-
«En relación con las amazonas es de considerar de contrada por Nikoradze es de mediados del siglo III,
interés el hallazgo casual de una sepultura en Zemo- coincide perfectamente. A una distancia alcanzable por
Avchala, cerca de Tiflis, que pertenecía a una mujer tradición oral, había pues amazonas en el país. ¿Y por
guerrera. Esta mujer había sido enterrada en posición qué no iba a haberlas por allí cerca hasta mucho des-
encogida y sus armas estaban a su lado. No se han pués ? Y por allí cerca, donde el mito no las había pues-
encontrado en Rusia sepulturas de carácter escítico to nunca. Sabe a verdad.
comparables a ésta y Nikoradze tiene ciertamente ra-
zón al atribuirla al siglo —III; aunque no lo atribuye a
ninguna tribu determinada, es más que probable que
esta extraña tumba sea la de una amazona sarmática. Todo nos indica que en los siglos que van del final
Puede muy bien haber muerto combatiendo contra los de la guerra del Peloponeso hasta el comienzo del Alto
escitas» {The Scythians, Nueva York, 1957, págs. 48-49). Imperio Romano o incluso hasta el tiempo de los An-
He aquí, pues, dos siglos antes de la campaña de toninos, las amazonas (en el campo de la ciencia, no en
Pompeyo, hasta dónde llegaban las amazonas. Como el de la literatura y el arte) han funcionado como dos
Teófanes las pone más al Oeste, puesto que la sepul- cosas: como etnografía en las zonas marginales, como
tura encontrada está en Georgia y el río Marmadalis el extremo suroeste de la tierra conocida en Libia o
está en Armenia, y Metrodoro más al Norte, en la otra en el extremo nordeste en el Cáucaso, y como arqueolo-
vertiente del CáUcaso, esto indica una cierta difusión gía, las del viejo núcleo homérico o herodótico. Las
de fenómenos matriarcales o ginecocráticos o, por lo primeras, porque existían, y las segundas, porque ha-
menos, de sociedades guerreras de derechos iguales, en bían existido. Que todo esto se deformase más o menos
una zona bastante extensa y perfectamente coherente. es una cosa, pero que lo había habido, o incluso lo ha-
Por razones históricas generales un desplazamiento en bía, es otra.
dirección sur desde la antigua sede señalada por Hero- Estos viejos folios de la colección Didot, estas ins-
doto y su convergencia con una zona de repliegue, de cripciones que acaso alcanzó a poder leer Arriano, esa
las mucho más occidentales amazonas homéricas, es sepultura que encontró Nikoradze estarían cubiertas
sumamente verosímil. No es ningún espejismo, no es de polvo, pero debajo había habido vida. Como diría
ninguna propaganda de Pompeyo para dar importancia un gran poeta nuestro:
a su expedición. No es ningún El Dorado.
polvo serán, mas polvo enamorado.
Según la venerable tradición griega, hemos puesto el
florecer de cada escritor hacia sus cuarenta años. Pero
es evidente que Metrodoro pudo circular con Tigranes
y Mitrídates algunos años después y, entre esto y la
campaña de Pompeyo en que actuó Teófanes, hubo
tiempo para pocos desplazamientos y para menos aún
entre ésta y la de César en que intervino Hipsícrates.
Pero no es menos cierto que desde su infancia, por va-
rias vías, pudieron recoger tradiciones populares que
nos llevan mucho más atrás. Si suponemos estas tradi-
ciones recogidas en la infancia o en la extremada ju-
ventud y, según la gran autoridad de Van Gennep, da-