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La represión emocional

Autora: Emily Arcely Benítez


En una aldea de la Paz, conocida como Potrerillos, vivía la familia Reyes – Suazo. Don
Chito, quien era el padre de familia, era muy conocido en la aldea por ser un ganadero
de buena posición económica, él junto con su esposa Carlota tenían 3 hijas y 3 hijos.
Don chito era un señor imponente, mandón y de carácter fuerte, él decía que en su hogar
las mujeres y los hombres tenían tareas que realizar. Que las mujeres debían atender a
los hombres y hacer todas las labores domésticas, que para eso eran ellas, y que los
hombres para trabajar a fuera y proveer todo lo necesario en el hogar.
Sus hijos e hijas crecieron con esto, mientras las mujeres eran sumisas, obedientes, y
atendían a los hombres, los hombres trabajaban en el campo esperando llegar a casa y
ser atendidos por sus hermanas, esta era la rutina diaria en casa.
Ricardo, el hijo menor de la familia, se sentía muy agradecido con su padre por poder
asistir a una escuela, ya que él miraba que ninguna de sus hermanas mujeres tenían esta
oportunidad, porque según su padre, las mujeres no estaban capacitadas para el estudio,
sino para casarse, atender a sus maridos y ser madres.
A él esto le llenaba de impotencia, ver la situación en su hogar, aunque él también no se
libraba de los comentarios machistas de su padre. A Ricardo se le prohibía jugar con
niñas, y mucho menos juegos como de la mamá y el papá, saltar la cuerda, llorar porque
eso solo lo hacían las mujercitas y toda actividad que según su padre era para mujeres.
Él sabía muy bien que, si hacía algo de esto, su padre lo castigaría cruelmente.
Un día por la tarde Ricardo salió a jugar con sus amigos, mientras su papá no estaba
porque a él no le gustaba que su hijo jugara con niñas.
Ricardo estaba jugando a saltar la cuerda, él se tropezó con la misma cuerda y cayó
golpeándose con una piedra, haciéndose una herida en su pierna. Él empezó a llorar por
el fuerte dolor que sentía, su padre que venía llegando, vio a su hijo desde lejos tirado
en el suelo, llorando, acercándose enojado, llego donde él estaba, lo levanto de la
camisa y gritándole enfrente de sus demás amigos, humillándolo enfrente de todos, se lo
llevo a su casa. Al llegar le dijo que ya le había advertido que no anduviera jugando
con niñas y mucho menos jueguitos de niñas y que ya le había advertido las
consecuencias, que no le gustaba que anduviera llorando porque los verdaderos hombres
no lloran, que eso solo lo hacían los maricones. A Ricardo su padre lo castigo
fuertemente dejando heridas en su cuerpo, debido a lo fuerte que fueron los golpes y
también le quedo totalmente prohibido jugar con niñas.
Ricardo fue creciendo con esto y recordaba al pie de la letra las palabras de su padre.
Los hombres no lloran, solo lo hacen las mujercitas.
Los hombres no juegan cosas de niñas.
Y nunca hacen cosas de mujeres.
Era tanta la presión que sentía en su hogar, con su padre, diciéndole que debía
comportarse como un verdadero hombre. Ricardo cada vez más se volvía tímido y un
joven asocial porque no sabía cómo actuar y por miedo a lo que su padre tuviera que
decir o hacer.
Él desde tiempo atrás tenía pensando irse de su hogar porque no soportaba más a su
padre, al cumplir 18 años, con los pocos ahorros que tenía y el estudio que le había
ayudado, logro salir de su hogar y conseguir trabajo en una empresa de
telecomunicaciones, pero de un tiempo para acá tenía problemas en su entorno, desde
problemas de autoestima, ataques de ansiedad, migrañas, su presión arterial elevada, se
sentía reprimido y en su trabajo no estaba funcionando correctamente.
Sus compañeros de trabajo lo aconsejaban que visitara el médico que había en la
empresa, pero Ricardo recordaba las palabras de su padre “los verdaderos hombres no
van al médico, eso es para las mujeres quejumbrosas”.
Un día sufrió un desmayo en la empresa de tanta presión que sentía, el médico que lo
atendía, le hizo unas preguntas, recetándole así unos medicamentos y que era importante
que asistiera a un psicológico para que su salud mental y física no se viera más
deteriorada.
Él, con miedo, temor y sintiéndose como un cobarde por ir al psicólogo, finalmente fue.
Lo atendió una psicóloga con quien se mostró renuente a hablar sobre su situación.
Luego de varias citas con ella, y sentirse confiado, pudo finalmente contar sus
experiencias en casa con su padre, en como este había influido en el joven que era
ahora, tímido, retraído, miedoso y desconfiado a hablar sobre sus sentimientos.
Hoy en día Ricardo aún visita a su psicóloga, pero siente un cambio positivo en su vida.
Y aunque el proceso es lento y doloroso, también se siente orgulloso de sí mismo y
recuerda que sus sentimientos como hombre son totalmente válidos, y que está en todo
derecho a expresarse libremente, sin que nadie lo reprima.
La relación Padre hijo
Autora: Emily Arcely Benítez
Ana llevaba años de relación con Eduardo, con quién tuvo un único hijo llamado Saúl,
Eduardo era un hombre antipático, altivo e insensible, se jactaba de ser el hombre, ya
que era quién proveía a la casa, y el hombre provenía de una familia de dinero, por lo
cual en casa lo económico no era un problema. Sin embargo, Ana y Saúl sufrían
maltrato físico, psicológico por largo tiempo.
Saúl por largo tiempo admiro a su padre y lo vio cómo como su ejemplo, pero al ver el
maltrato de su padre, las incontables infidelidades hacia su madre y que su padre lo
ignoraba y que cuando le hablaba era para regañarlo y humillarlo,
Con el tiempo todo cambio aquel Saúl que veía su padre como un ejemplo, ahora lo
miraba como su peor enemigo, Saúl cuando discutía con su padre le decía que lo odiaba
y que prefiriera que estuviera muerto y en su mente planeaba mil formas de matarlo, su
mente se llenaba de rencor, furia y resentimiento hacia su madre por soportar todos los
maltratos que permitía hacia ellos.
Un día, como cualquier otro, Eduardo llego de un día cansado del trabajo, y como
siempre tendía a discutir con Ana, empezaron una pelea fuerte, primero con gritos,
insultos, hasta que Eduardo agarro un cuchillo y amenazo con este a Ana. Saúl, quien
estaba en su cuarto, escuchó los gritos asustados de su madre y al ver la situación se
enfrentó con su padre. Él y su padre empezaron a forcejear hasta que Saúl le entierro el
cuchillo a su padre Eduardo, dejándolo tirado en el suelo y huyendo asustado.
Ana asustada sin poder controlar la situación, grito pidiendo ayuda. Los vecinos al
escuchar los gritos y el relajo en la casa de Ana y Eduardo llegaron al lugar. Al ver la
escena trataron de auxiliar a Eduardo, quien estaba ensangrentado, le dieron primeros
auxilios y llamaron a la ambulancia y a la policía. Mientras Eduardo debatía por su vida
en el hospital, A Saúl lo habían encontrado y ahora esperaba en la cárcel su sentencia.
A los días después, según informes del hospital, Eduardo murió por la profundidad de la
herida, y órganos comprometidos, La noticia llego a Ana, como también que su hijo
debía pagar por la muerte de su padre.
A Saúl lo condenaron a muchos años de prisión, Ana visitaba a su hijo, quien se negaba
a verla, pero cuando Saúl permitía las vistas de su madre era para decirle que, si ella
hubiera pensado primero en él y en ella, y hubiera puesto un alto a la situación esto no
hubiera pasado.
Ana regresó a su casa llorando y pensando en las palabras de su hijo, y se echaba la
culpa por haber permitido años de maltrato, que llevaron a esta situación, su hijo
condenado por largo tiempo en la cárcel por haberla defendido de su esposo.
¿Pero cómo Ana hubiera cambiado la situación?, si en casa también su madre vivió la
misma situación de machismo y le enseñaron que ella como mujer era débil y que si
decidía un día separarse de su esposo, sería rechazada por todos y no cumpliría su
función como esposa.
Paternidad ausente no es paternidad
Autora: Emily Arcely Benítez
Un pequeño Leonardo de 10 años jugaba en el suelo de la cocina, mientras escuchaba los
sonidos de su madre Elsa preparando la cena, pues pronto llegaría su padre y si esta no estaba
lista se molestaría fuertemente con su madre.

El tenía pocos recuerdos buenos con su padre, la mayoría de las veces lo recuerda
enojado y gritándole, diciéndole que era un estorbo en su vida. Aunque Óscar, su padre
trabajaba día y noche, realmente era muy poco lo que aportaba en el hogar, aun así, él se
jactaba de ser el responsable como padre y decir que les daba todo lo necesario, por lo
tanto, Leonardo, y su madre debían obedecerle en todo lo que su padre quisiese. Él
temía la llegada de su padre, pues la mayoría de las veces llegaba borracho, gritando y
con insultos.
A las 9:00 PM su padre Óscar venía entrando a la casa, Leonardo lo vio con temor, pues
venía oliendo a alcohol, lo saludo respetuosamente, aunque su padre ni le prestó
atención como era de costumbre, este era la rutina diaria en casa, su padre llegaba tarde,
su madre le servía la cena, luego si estaba de buen humor se iba a acostar tranquilo y en
el peor de los casos discutía con su mamá durante horas.
La mayor parte de la responsabilidad recaía en Elsa, su madre era quién lo preparaba
para la escuela, lo ayudaba en las tareas, y responsabilidades de la escuela, ella era
quién lo llevaba a los entrenamientos de futbol, actividades como cortarle el pelo y
comprarle ropa. La ausencia de su padre era totalmente notable.
El tiempo fue pasando y Leonardo fue creciendo y la relación de él con su padre era
totalmente nula, sé mostraba cada vez más rebelde, y desobediente, él preferiría que su
papá pasará la mayor parte del tiempo fuera de casa. Leonardo sentía tanto la ausencia
de su padre, que se refugiaba en bares bebiendo alcohol, en una de sus salidas conoció a
un hombre que era dueño del bar, estuvo un buen rato platicando con él y se sintió en
confianza con él, cada vez pasaba más tiempo en el bar con aquel hombre, que también
le regalaba bebidas sin importar que él era menor de edad.
Un día aquel hombre apodado como “El Cardo” le pidió un favor a Leonardo, que si
podía entregarle un paquete en una zona que era conocida por ser peligrosa. Leonardo
quiso negarse a hacer tal favor, pero como este hombre lo había apoyado en sus
momentos más difíciles y remplazaba quién era su ausente figura paterna, acepto ir,
aunque iba con miedo cuando iba llegando a su destino, un grupo de policías lo
interceptaron y sin dejarle opción a hablar, Leonardo fue acusado por posesión de
drogas y por ser menor de edad debía ir a un reformatorio.
Su padre al darse cuenta en los pasos que andaba su hijo sintió un dolor en su corazón,
pues cayó en cuenta lo mal padre que había sido y que era su culpa que su hijo estaba en
este lugar, Oscar visitaba su hijo regularmente, mientras compartía tiempo con él,
prometiéndole que cuando saliera debían ir a terapia.
Leonardo, después de años que cumplió su tiempo en el reformatorio, logro salir
totalmente cambiado, se arrepentía de lo que había hecho, su padre lo ayudo a superar
este mal momento, Óscar le pidió perdón a su hijo y que totalmente estaban a tiempo de
recuperar su relación sin ambos ponían de su parte, por lo tanto, como familia
decidieron tomar terapias y sanar las heridas como secuelas que había dejado la
paternidad ausente de Oscar.

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