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Tema 2. Platón
Tema 2. Platón
Platón (427-348 a. C.) fue desde su juventud un hombre de vocación política. Dos
veces intentó participar activamente en ella; pero la condena de Sócrates (“el más justo
de los hombres de su tiempo”) por parte del gobierno de la democracia paralizó
definitivamente el deseo platónico de incorporarse a la política de Atenas. A partir de
ahí, Platón llega a la consideración de que todos los regímenes políticos existentes son
irracionales, y que por eso, hay que crear una legislación basada en la “visión perfecta y
total de lo que es justo”. Para este fin (enseñar lo que es justo) fundó una asociación
para el estudio de la filosofía (la Academia, en cuyo dintel figuraba la siguiente
declaración pitagórica: “No entre quien no sepa geometría”) pues solo la filosofía
puede llevarnos al conocimiento de lo que es justo.
La doctrina filosófica que Platón hereda de Sócrates (con quien estudió durante dos
lustros) es la doctrina del intelectualismo moral, que lleva a Platón a considerar que el
conocimiento es indispensable para llevar a cabo una buena política: quien conoce el
Bien (el filósofo) es quien debe asumir la dirección de los hombres. Sócrates había
buscado definiciones universales de Justicia, Bondad, etc., Platón va a convertir esas
definiciones en Ideas, que para él serán la realidad auténtica.
En el tema veremos:
1. La doctrina de los dos mundos, en la que Platón expone su concepción de la realidad
(punto 2 del tema).
2. La teoría platónica del conocimiento, en la que expone el modo en que la razón
humana alcanza o conoce la verdad o realidad (punto 3 del tema).
3. Y veremos el orden político propuesto por Platón y la fundamentación de ese orden
(punto 5 del tema). El punto 4 es una explicación de mito de la caverna.
Platón vivió en Atenas durante los años comprendidos entre 427 y 347 a.C.
(siglos V- IV a.C.), es decir, en la época clásica del mundo griego.
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El siglo V a.C. se caracterizó por el predominio de la ciudad de Atenas tanto
en el terreno político como en el cultural. El siglo comenzó con el enfrentamiento
entre los griegos y los persas en las Guerras Médicas y la victoria de los primeros,
victoria que le daría a Atenas la hegemonía política y militar sobre las demás ciudades
griegas (era la cabeza de la Liga de Delos).
En la época de Pericles (que gobernó entre 462 y 429 a. C.), Atenas consolidó
la democracia como sistema político y se convirtió también en el centro cultural del
mundo griego. En este siglo representaron sus obras los autores trágicos como Sófocles
(autor de obras como Edipo rey o Antígona), Eurípides (autor, entre otras obras, de
Medea) o Esquilo, y también autores de comedias como Aristófanes. Se levantó y
embelleció la Acrópolis, en la que destaca el Partenón, decorado por Fidias, que
realizó también una bella estatua de Atenea (diosa protectora de la ciudad). La escultura
está también representada en Praxíteles y Policleto, que diseñaron el canon del ser
humano. Y, por último, Heródoto o Tucídides fundan el saber histórico como seña de
identidad colectiva del pueblo griego. Este es el ambiente cultural en el que se educó
Platón, quien a los veinte años de edad, y con el fin de prepararse para la actividad
política, comenzó sus contactos con Sócrates, convirtiéndose en uno de sus seguidores
más entusiastas.
Pero el predominio de Atenas fue breve. Pues en la guerra del Peloponeso (que
dura cerca de treinta años, entre 431 y 404 a. C.) la ciudad se enfrentaría a Esparta y
fue derrotada por ella. Con la derrota se implantó la dictadura de los Treinta
Tiranos, impuesta por Esparta. A la dictadura sucedió una democracia, pero
corrupta, que juzgó y condenó a Sócrates a muerte en el año 399 a. C. Este hecho
marcó profundamente a Platón, que desistió de participar activamente en política y
perdió toda simpatía por el régimen democrático. A partir de ahora empezará a
preocuparse por cuestiones más teóricas.
La primera mitad del siglo IV a.C. (en la que Platón escribe su obra) es una
época de crisis económica y política para Atenas. No es extraño que Platón se
pregunte cómo deben ser los ciudadanos justos y cuáles serán la sociedad y el
régimen político que garanticen la justicia. Y esto ocurre en una tradición filosófica
creada por la Sofística y por la labor de Sócrates.
3) En tercer lugar, Platón es, ante todo, heredero de Sócrates. La influencia del
maestro es tan importante que es difícil distinguir el pensamiento de uno y el del otro.
Las definiciones universales que Sócrates había buscado Platón las va a convertir en
Ideas, realidades supremas y objeto del único conocimiento verdadero (la dialéctica). Y
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por otro lado, Platón hereda la preocupación de Sócrates por la virtud y el
intelectualismo moral (la idea de que para realizar el bien hay que conocerlo) y, por
ello, va a considerar que el conocimiento de la Idea del Bien es indispensable si
queremos que los individuos sean moralmente virtuosos y que la sociedad esté bien
organizada (que gobiernen los que conocen la Justicia y el Bien, los filósofos).
Casi todos los escritos de Platón son diálogos, y el personaje central de la mayoría de
ellos es Sócrates, que aparece hablando con los sofistas y con otros personajes de su
tiempo. Se puede hablar de cuatro etapas en la obra platónica:
1) Período socrático, caracterizado por la influencia del maestro (Apología de
Sócrates, Protágoras,...).
2) Período de transición, en el que empieza a elaborar sus propias teorías (Gorgias,
Menón,...).
3) Período de madurez, en el que aparecen todos los temas de la filosofía platónica (El
banquete, Fedón, República o Fedro).
4) Obras de vejez, como Timeo, Parménides o Las Leyes, en las que somete a crítica o
reformula planteamientos de épocas anteriores.
Lo que Platón propone es que al margen de las cosas concretas que vemos, sentimos o
pensamos, existen la Justicia, la Bondad o la Belleza como realidades inmutables,
absolutas y eternas. Es decir, además de las cosas, existen las Ideas, como Formas,
como realidades independientes. Esta es la doctrina platónica de las Ideas que establece
la existencia de dos mundos:
1. El mundo de la Ideas, o Mundo Inteligible, que no es producto de nuestra
mente, sino que es la realidad auténtica, no sujeta a cambio y eterna, como el
ser de Parménides. En el Mundo de las Ideas hay Ideas.
2. El mundo sensible o mundo de la sombras, que es una mera copia del Mundo
de las Ideas, copia que ha sido realizada por el Demiurgo a partir de la materia
eterna y teniendo a las Ideas como modelos.
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puede sobrepasar el mundo que nos muestran los sentidos (mundo no auténtico) y
conocer la realidad auténtica.
La contraposición entre los dos mundos y las dos maneras de conocerlos (razón y
sentidos) es admirablemente descrita en el conocido mito de la caverna, en el libro VII
de República (texto): los seres humanos somos como prisioneros encadenados en una
caverna, mito del que hablaremos después.
Platón parece entender las Ideas como formas únicas de algo múltiple. La Idea es el
modelo arquetípico de una clase de objetos; por ej.: idea de árbol, Idea de Belleza…
Cada Idea es una realidad absoluta, única, eterna e inmutable.
En el mundo de la Ideas (único mundo real, del que nuestro mundo es una copia) no
todas las Ideas tienen el mismo valor: hay una jerarquía entre ellas, de modo que unas
están subordinadas a otras (como se verá en el texto). En la escala más baja nos
encontramos con las ideas o arquetipos de las cosas sensibles (idea de árbol, idea de
libro, idea de hombre, etc.), que constituyen el verdadero ser de las cosas sensibles.
Pero, por encima de esas ideas están las Realidades Supremas, las Ideas con
mayúsculas, que son cuatro: el Bien, la Belleza, la Justicia y la Verdad. En la
República la Idea de Bien aparece como la suprema, aquella en la que se sostienen
todas las demás. El Bien es el ser por excelencia. Platón compara (en el texto) el Bien
con el Sol: del mismo modo que el Sol nos hace ver los objetos sensibles, con el Bien
todo se hace inteligible, comprensible.
“...hay que comparar la región revelada por medio de la vista (el mundo sensible) con
la vivienda prisión, y la luz del fuego que hay en ella, con el poder del sol (...) En el
mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es la Idea del Bien, pero una
vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en
todas las cosas.”
Entre el Mundo Inteligible y el mundo sensible hay un abismo. Pero hemos visto que
también hay entre ellos cierta relación, porque el mundo sensible es copia del Mundo de
las Ideas. Además, existe un ser que media entre ambos mundos, el ser racional
(humano), capaz de conocer las Ideas.
¿Cómo puede el ser humano llegar a conocer las Ideas? La respuesta a esta pregunta
nos exige tener presente la concepción platónica del ser humano.
Platón concibe al hombre como un ser dual, compuesto de alma y cuerpo, y presenta al
cuerpo como la prisión material del alma, de la cual la última desea librarse. La vida
que llevemos en este mundo influirá en el destino posterior de nuestra alma. Esta idea
platónica (heredada del pitagorismo) tendrá una gran influencia en toda la antropología
occidental.
Platón distingue tres tipos de alma (o tres partes): el alma racional, el alma irascible
y el alma concupiscible, responsables de la razón, las pasiones nobles y los apetitos,
respectivamente. Pues bien, el alma racional ha sido creada directamente por el
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Demiurgo, pero ha descendido a la tierra (en un caballo alado) y se ha unido
accidentalmente a un cuerpo. El alma racional ha quedado prisionera del cuerpo y
desea ser liberada. Por ello, el ser humano tiene una tendencia hacia el mundo real
(mundo Inteligible) ; esta tendencia la llamó Platón Eros ( es el amor platónico,
esfuerzo de las cosas por asemejarse a las Ideas sin conseguirlo nunca totalmente).
De esta concepción del ser humano derivan tanto la teoría platónica del conocimiento
como la doctrina de la inmortalidad del alma. Veámoslas.
¿Podemos conocer realmente nuestro mundo sensible? Según Platón tal cosa es
imposible: del mundo sensible solo podemos tener opinión (doxa) y esta opinión puede
ser verdadera (coincidente con la verdad) o falsa (no coincidente con la verdad).
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Como vemos, del mundo sensible tenemos opinión (doxa), y podemos distinguir dos
grados:
a) La creencia (pistis), que se refiere a los objetos del mundo sensible (animales,
plantas, casas, mesas, etc.
Del mismo modo, se aprecia que del mundo Inteligible tenemos Ciencia o Inteligencia
(episteme). Pero también aquí tenemos grados:
4. EL MITO DE LA CAVERNA
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como solo han visto sombras durante toda su vida, creen que se trata de la única
realidad. Si un día uno de ellos es desatado y obligado a mirar hacia la luz del fuego,
tendría que hacer un esfuerzo para habituarse a esa luz, y si se le obliga a salir de la
caverna y mirar las cosas de fuera y después directamente al Sol, quedaría
deslumbrado. Pero al cabo de un tiempo comprendería que el Sol es el responsable de
todas las cosas que se ven. Si volviera a la cueva, reconocería en las sombras a los
modelos de los que aquellas son copias imperfectas.
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Posteriormente, iluminado por el Sol (que representa a la Idea del Bien) verá las
realidades mismas, es decir, las Ideas, ese conocimiento es la sabiduría o
dialéctica.
El conocimiento de la caverna es doxa u opinión, conocimiento sensible. Los
reflejos en la pared pueden representar a las imágenes de las cosas, y el
conocimiento de esas imágenes es la conjetura o imaginación (eikasia). Delante
del fuego están las figurillas que proyectan las sombras en la pared. El
conocimiento de esas figurillas sería la otra forma de conocimiento sensible, la
creencia (pistis). El fuego representa el poder del sol, es lo que ilumina el
mundo sensible.
La máxima realidad en el mito y en la obra de Platón es la Idea del Bien (que Platón
compara con el Sol) que es también la causa de todo el conocimiento que tenemos del
Mundo Inteligible. El Bien reina en el Mundo de las Ideas y debe ser también la meta
que se proponga el hombre y a la que deba tender la ciudad. Ese va a ser el sentido de
la filosofía política de Platón (apartado 5).
Más allá del significado literal del mito, que acabamos de ver, podemos preguntarnos:
¿qué significado tiene el mito de la caverna hoy para nosotros? Puede interpretarse
de distintas maneras, esta que propongo es solo una de ellas. El mito viene a decirnos
que vivimos rodeados de prejuicios, que aunque el mundo es lo que vemos, la
verdadera realidad está en otra parte. Nos dejamos llevar por apariencias, por lo que
nos dicen otros. ¿Qué otros? Los personajes que dentro de la caverna hablan y portan
las figurillas. Esos personajes son los que nos dirigen; los que nos enseñan; los que, con
conciencia o sin ella, nos engañan. Esos personajes atizan el fuego que nos permite ver,
y al hacerlo impiden que se descubra la realidad auténtica.
Los encadenados somos todos los seres humanos, atados a un momento del mundo y de
la historia, solo vemos lo que nos dejan ver y lo que nos enseñan. Y eso que vemos se
convierte en el prejuicio que nos impide ver la realidad. El verdadero conocimiento
sería la liberación de esos prejuicios, y a ese verdadero conocimiento (la Filosofía para
Platón) solo llegamos por medio del uso de la razón.
El orden político en Platón va a resultar del orden en los individuos. Veremos, por eso,
en qué consiste la justicia en los individuos.
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Platón habla en la República de tres partes del alma (o de tres almas distintas):
En el Fedro se reconoce esta estructura tripartita del alma a través del mito que compara
al alma con un carro alado compuesto por el auriga (razón) y dos caballos, blanco uno
(ánimo) y negro e indócil otro (el apetito). Cada una de las partes del alma debe tener
una función específica: a la razón le corresponde el gobierno del alma toda y su virtud
propia es la prudencia (virtud intelectual); al ánimo, puesto al servicio de la razón, le
corresponde la valentía o fortaleza (opinión correcta sobre las cosas a temer); al
apetito le corresponde ponerse al servicio de la razón y del ánimo, su virtud es la
moderación (virtud que tendrán también las otras dos almas). El ánimo y el apetito son
inseparables del cuerpo, y por eso, mortales como él.
Los individuos serán justos cuando cada alma realice bien su función y la razón
gobierne al individuo
En la República Platón propone una ciudad ideal Esta ciudad estará integrada por tres
grupos sociales, cada uno de los cuales se dedicará a una actividad, y los tres juntos
proveen a los miembros de la polis de cuanto necesitan para satisfacer todas sus
necesidades.
1. Los productores o artesanos. Este grupo está constituido por los individuos que
atienden a las necesidades más elementales de la vida humana: alimento, vivienda,
vestido, etc., y que tienen más desarrollada el alma concupiscible. Los oficios que
integran este grupo (campesinos, artesanos y comerciantes) son los que componen la
base económica. Se trata de la clase económicamente productiva.
2. Los militares o guardianes (auxiliares). Aunque con el grupo anterior era suficiente
para constituir una sociedad austera y elemental, el desarrollo de la ciudad hace que
surja un nuevo grupo social; el dedicado específicamente al mantenimiento de la
convivencia social, la ampliación del territorio, y la defensa del territorio frente a las
agresiones exteriores y los desórdenes interiores.
Los miembros de este ejército profesional tendrán que ser escogidos de entre los
ciudadanos que posean cualidades para desempeñar su función: fuerza, rapidez,
valentía, amor a la verdad, etc., (tienen más desarrollada el alma irascible) y serán
educados y entrenados para cumplir con sus labores. De los mejores entre los
guardianes saldrán los gobernantes.
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alma racional) extraídos del anterior, y a los que se les asignan específicamente las
tareas de gobierno. El ingreso en el grupo de los gobernantes exige las dotes y la
educación adecuadas.
Con la existencia de estos tres grupos quedan resueltas las actividades que son precisas
para mantener a la ciudad: la economía, la defensa y el gobierno. A partir de aquí,
Platón va a hablar de las virtudes que debe poseer cada una de las tres clases vistas:
-La prudencia es una virtud intelectual que pertenece al ámbito del saber o episteme,
y que tiene por objeto el bien general de la ciudad. Por tanto, esta virtud será poseída
por los guardianes perfectos o gobernantes, y la ciudad entera será prudente cuando lo
sean sus gobernantes.
-La valentía es una virtud que no es auténtico saber, pero es opinión correcta sobre las
cosas a las que hay que temer. Esta virtud será poseída por los auxiliares, ya que de su
valentía dependerá la valentía de la ciudad.
-La moderación es una forma de autocontrol o armonía (acuerdo que se establece
respecto a la parte que debe gobernar). La moderación no es una virtud exclusiva y
propia de una clase social, sino que se extiende a todas ellas como consenso sobre la
manera de gobernar la ciudad.
Según lo visto, ¿En qué consiste la justicia de la ciudad o de los estados? La justicia
vendría a ser el cumplimiento por cada grupo social de la función que le
corresponde: que el gobernante gobierne con prudencia, que el guerrero defienda
la ciudad con valentía, y que los productores desarrollen ordenadamente la
actividad económica. Justicia es que cada cual haga lo suyo.
En la filosofía de Platón, aunque en todos los individuos se dan las tres partes del alma,
siempre una de ellas predomina sobre las demás, y es la parte predominante la que
define el carácter, las actitudes y las inclinaciones de cada uno. En función de ese
carácter o actitudes, cada individuo se va a incorporar al grupo social más conveniente.
El proceso educativo se va a desarrollar en dos fases: la primera fase tiene como fin el
preparar a los guerreros o auxiliares; la segunda fase educativa se inicia al llegar a la
edad adulta y durará hasta la madurez, va orientada a la preparación de los
gobernantes. Serán seleccionados para ser educados a este nivel superior los que han
superado la etapa anterior y, además, hayan sobresalido tanto por su amor a la ciudad
como por su capacidad intelectual y por su perseverancia en el estudio. En el segundo
nivel educativo se trata de preparar para la verdadera sabiduría, que es para Platón la
filosofía, la cual tiene por objeto las ideas universales y necesarias. Por tanto, el
verdadero político debe llegar al verdadero conocimiento (filosofía).
La filosofía es denominada por Platón Dialéctica o Sabiduría y, por ser bastante
complicada y totalmente alejada de los sentidos, exige un entrenamiento intelectual: por
eso, quien llegue a estudiar dialéctica ha de haber sido entrenado en las matemáticas. El
filósofo gobernante ha de conocer el Bien, y a este fin se orienta su educación. Ese
conocimiento no es solo teórico, es práctico, pues al conocer el orden del y la finalidad
de cada cosa, el sabio es el que está capacitado para plasmar ese orden en la sociedad,
ordenando la ciudad y el alma humana. Por ello, el filósofo es el representante de la
plenitud de la razón, y el único que puede producir una sociedad perfecta. Una vez que
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tal sociedad esté constituida, al filósofo rey (para Platón la monarquía es el régimen
político más justo) corresponde vigilar para que su espíritu y sus instituciones se
mantengan.
Para que se mantengan las instituciones propone Patón otras dos medidas: la abolición
de la propiedad privada y la de la familia en los grupos de auxiliares y gobernantes.
Con ambas medidas se pretende que esas dos clases no se corrompan por el ansia de
acumular riquezas, y de este modo, realicen mejor las funciones sociales que les son
propias. Para Platón, la felicidad no está en el placer, ya que la naturaleza humana es
esencialmente racional, y, por eso, considera que vivir bien es vivir justamente, lo que
no significa otra cosa que realizar las virtudes que nos son propias.
Hemos visto que la Idea del Bien representa el grado más alto de realidad y la fuente
de todo conocimiento que tenemos de lo inteligible. Pero, además de ser causa de toda
la realidad y de todo conocimiento; el Bien es realizable, y debe encontrar su
realización en este mundo. Del mismo modo que el Bien reina en el Mundo de las
Ideas, debe ser la meta que se proponga el hombre, y a la cual debe tender la ciudad, y
ése es el sentido de la ética (política). Vemos así la perfecta correlación entre lo
metafísico, lo gnoseológico y lo ético en la filosofía de Platón.
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