You are on page 1of 3

Los valores y el adoctrinamiento.

Laura Calvo Sanz.

Podemos empezar definiendo los valores como una serie de principios morales o virtudes que llevan
a las personas a actuar de una determinada manera según su propio juicio. Estos valores tienen
características como la durabilidad; ya que unos son más permanentes que otros en la vida de cada
persona, la flexibilidad; pues las experiencias personales influyen a la hora de aplicar estos, la
jerarquía; que en cierto modo también es flexible, ya que cada persona puede situar un valor por
encima del resto, o dentro de la misma sociedad puede darse una mayor importancia a un valor o a
una serie de valores, y la satisfacción, que cada persona obtiene como consecuencia de haber
aplicado sus propios valores en su día a día.

Todos estamos de acuerdo si hablamos de la existencia de valores positivos y comunes en todas las
sociedades, como pueden ser la amabilidad, la paciencia, la tolerancia, la generosidad, la gratitud, el
perdón, la lealtad, la sinceridad, el respeto o incluso la humildad. Pero al mismo tiempo que
encontramos estos valores, podemos encontrar una especie de dualidad o polaridad, diciendo así
que cada valor tiene su propio contrario o antivalor, como la rudeza, la impaciencia, la intolerancia,
el egoísmo, la ingratitud, el rencor, la deslealtad u oportunismo, el despotismo o desconsideración y
el egocentrismo. Pero hemos de estar de acuerdo en que al igual que encontramos presentes en el
día a día los valores, también podemos encontrar estos antivalores, formando ambas clases una
especie de red en la que se mueve cada persona con su propia conciencia, y en la que se asienta una
sociedad determinada.

También podemos clasificar los valores en diversos tipos. En primer lugar tenemos los valores
naturales, o valores humanos, presentes en todas las sociedades y ámbitos. Dentro de estos también
encontraríamos los valores personales y los valores familiares, que se transmiten de generación en
generación. Después, encontramos los valores sociales, o socioculturales, que facilitan la
convivencia. Seguidos de estos, encontraríamos los valores morales, que conforman un código ético
y provocan en sí mismos un determinado comportamiento en aquellos que los practican cuando
deben enfrentarse a diversas situaciones. Dentro de estos podríamos hablar también de los valores
religiosos o espirituales, y de los valores materiales, su contrario, que se relacionan directamente
con las necesidades básicas. Por último podríamos hablar de valores estéticos, que hacen referencia
a la percepción y a la búsqueda de la belleza, siendo los más subjetivos.

Como bien hemos aprendido, la educación no tiene únicamente la misión de aportar conocimientos
teóricos y prácticos, también debe dar a los alumnos la oportunidad de aprender una serie de
valores, que puedan gestionar con ayuda de su propio criterio, para así contribuir al desarrollo
integral de estos, abarcando también las dimensiones moral y social.

La educación de valores, propiamente dicha, surge de los principios pedagógicos que trajo consigo la
Escuela Nueva, apareciendo las primeras a finales del siglo XIX en Inglaterra. La Escuela Nueva
defendía que dentro la institución debía haber ciertas libertades que permitiesen a los educandos
desarrollar su propia ética y su propio código moral, considerándose activa, pero no represora,
fomentando así la autonomía y el pensamiento crítico.

La educación de valores en sí misma es un proceso que dura toda una vida, pero la parte más
importante, y en la que se es más receptivo, siempre es la infancia. Por eso debe comenzar en esta, y
acompañar a los educandos durante su maduración y crecimiento, pero de una forma crítica, que al
mismo tiempo cree una ética propia.

Por tanto, la labor del educador (formal en este caso), resumida a grandes rasgos es enseñar una
serie de conocimientos adecuados al ámbito escolar en el que se encuentra, al mismo tiempo que
trata de ayudar a los educandos a formarse como personas. Pero este educador debería tratar estas
dimensiones de forma neutral, sin dejar translucir una ideología propia a ojos de sus educandos y al
mismo tiempo, debe tener sus propios valores asentados y actuar de una forma coherente, ya que
no debemos olvidar la importancia del aprendizaje social o por imitación. Debe cumplir así un
compromiso deontológico o código ético, limitándose a tratar y difundir los valores establecidos por
el consenso de la comunidad educativa a la que pertenezca.

Pero, ¿Qué ocurre cuando el educador transmite estos valores usando su propio filtro, o cuándo
este consenso se efectúa con el fin de transmitir estos valores para lograr un determinado
propósito? ¿Qué puede ocurrir si estos se distorsionan en la influenciable mente de un niño? ¿Qué
sucede cuando se fuerza este aprendizaje sin permitir la creación del propio criterio?

Podemos definir adoctrinamiento como la educación de valores, principios y creencias forzada para
condicionar al educando a actuar de una forma determinada, sin dejar que este use su capacidad de
raciocinio para establecer por sí mismo lo que está bien y lo que está mal. Este adoctrinamiento
pretende obtener un fin, en la mayoría de los casos.

Una vez definido el concepto, todos tenemos en mente diversos ejemplos, de distintas índoles.

Podemos hablar, en primer lugar, del adoctrinamiento en el ámbito escolar, aclarando que la culpa
de este también la tienen los libros de texto, como soporte físico de estas ideas. Aunque
obviamente, estos son aprobados por una comunidad educativa, y no por un solo docente que
decide usarlos. Pongamos algunos ejemplos para verlo con más claridad.

Después de la Primera Guerra Mundial, Alemania se sumió en una profunda crisis económica, que a
su vez afectó al ámbito social y político. El archiconocido Adolf Hitler aprovechó esto para hacerse
con el apoyo de las masas. Pero un pueblo que piensa por sí mismo, es terriblemente peligroso, y
puede rebelarse ante unas ideas que contradigan sus valores. Ahí es donde entra el
adoctrinamiento, y su valor, y obligatoriamente hemos de hablar de la figura de Joseph Goebbels, a
quien se otorgó el puesto de ministro de ilustración del pueblo y propaganda. El filólogo comenzó a
fomentar este adoctrinamiento provocando una quema masiva de libros en abril de 1933,
seleccionando todos aquellos que hubiesen sido escritos por judíos, o que contuviesen contenido
que se considerase comunista. Esto fue llevado a cabo mayormente por estudiantes, previamente
aleccionados. Se expusieron valores de índole bélica, sumergidos en tintes nacionalistas (todos
hemos escuchado hablar de la “raza aria”). Goebbels puso en marcha doce principios que limitaban
la libertad de prensa, al mismo tiempo que censuró y modificó los libros de texto con el fin de incluir,
con la ayuda de Bertrand Rush, encargado de la reforma educativa, asignaturas como Teoría Racial.
Además en las clases se premiaba la excelencia de la condición física del alumnado, incluyendo
disciplinas como el tiro, el boxeo y las artes marciales. Estos niños fueron usados como armas
durante la II Guerra Mundial, siendo soldados perfectamente aleccionados, ya que al crecer con
estos valores inculcados, nunca fueron capaces de cuestionarlos.

También en España encontramos un claro ejemplo de adoctrinamiento político en el ámbito escolar,


durante la época franquista. Se puede decir que los pilares básicos de la educación franquista eran el
patriotismo y la Iglesia, sin olvidarnos del desprecio hacia la República. Destaca la figura de Pedro
Sainz Rodríguez, quien se encargó mayormente de hacer los cambios necesarios en los libros de
texto para llevar a cabo este adoctrinamiento, comenzando en abril de 1938, diseñando los
programas y la metodología que sería aplicada en las escuelas de primaria, y reeditando los libros de
texto. En agosto del mismo año, se produjo una “retirada” de libros, excluyendo todos aquellos que
considerasen que contenían ideas contrarias al régimen, o tuviesen un carácter antirreligioso.
Además, podemos añadir a esto la diferencia de la educación entre hombres y mujeres,
considerando que establecieron también una estructura claramente patriarcal, ya que la función de
la mujer en la España franquista se limitaba a ser madre y ama de casa, y para esto debía asistir a
unas clases en las que se enseñaban, entre otras cosas, cocina y costura.

Siguiendo esta línea podemos hablar de adoctrinamiento en el ámbito religioso. Todos somos
conscientes de que a los tres años de edad, cuando los niños comienzan a ir al colegio, tienen una
optativa, religión católica. Esto implica que al menos durante una hora a la semana, estos niños se
separen del resto. No sería extraño si la alternativa a esta asignatura fuese otra con contenido, pero
en su lugar, los niños pasan esa hora en el patio, o en su defecto, haciendo algún tipo de taller sin
valor como tal. Esto produce una discriminación en un país definido como aconfesional, que permite
la libertad de culto, ya que da privilegios a la religión católica, manteniéndola dentro del programa.
Si es cierto que no produce un daño, sigue inculcando a los niños ciertos valores, al mismo tiempo
que se les atemoriza con la idea de pecado. A los 9-10 años, tras dos o tres de previa catequesis
suele darse el sacramento de la comunión, y se sugiere que al año siguiente empiecen a prepararse
para la confirmación. ¿Por qué no esperar a que sus mentes se formen y puedan decidir por sí
mismos si van a seguir o no ese camino, siendo miembros de esa comunidad?

También en la literatura encontramos referencias a este adoctrinamiento. Por ejemplo, en la novela


1984, de George Owell, encontramos un mundo distópico en el que gobierna un único partido, que
ha creado también una nueva lengua, con la que no solo censura, si no que limita el pensamiento, ya
que si no existen los conceptos, no existen los valores que se corresponden a estos, obteniendo así
una obediencia ciega por parte de una población deshumanizada y alienada. Cito así, textualmente:

«Al ciudadano de Oceania no le está permitido saber nada de los principios de las otras dos filosofías,
pero le enseñan a aborrecerlas como bárbaras atrocidades sobre la moralidad y el sentido común.»

O'Brien: «¿Cuántos dedos ves aquí, Winston?»

Winston: «Cuatro.»

O'Brien: «¿Y si el Partido te dijese que son cinco?»

Solo con una frase y un fragmento podemos ver esta referencia, donde gracias al adoctrinamiento se
ha creado una sociedad desposeída de valores, que presenta una obediencia ciega.

Por eso, es igual de necesaria esta educación de valores como la educación que podemos llamar
académica, pero siempre desde un punto de vista neutro que permita el desarrollo de la opinión
propia, para que los valores se constituyan en las mentes de los educandos con naturalidad, sin
forzar unas acciones que no les corresponden, solo porque se les hayan inculcado una serie de ideas
desde la más tierna infancia.

Concluimos así, planteando una pregunta. ¿Es verdaderamente el adoctrinamiento una incorrecta
aplicación de la educación de valores, o por el contrario, es simplemente una manipulación que
fuerza el aprendizaje de valores impidiendo la creación de un criterio propio?

You might also like