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Meny, Ives y Thoening, Jean-Claude. “Evaluación”. Contenido en “Las políticas públicas”. Ariel.

España,
Barcelona. 1985 [pp. 194-216]
Se tiene como objetivo como la evaluación es un gesto diario. Consiste en identificar y medir los efectos propios
de una acción. Pero, como veremos, este reflejo plantea temibles problemas de fondo. En efecto, existe la
tentación de ir más allá de la simple descripción de los acontecimientos, para explicar por qué ha pasado lo que ha
pasado, para saber si la intervención pública ha fracasado o ha tenido éxito, si el problema ha sido erradicado y
resuelto, en definitiva, si se han alcanzado los objetivos.
Se aborda Los enfoques; Una ambición de rigor; Un programa de trabajo diferenciado; La evaluación en la
práctica; Ayuda a la decisión, control de gestión, evaluación; El aparato instrumental; Las condiciones de
ejercicio; La terminación de las políticas públicas.
Una evaluación es un juicio hecho sobre un dato con referencia a un valor. A su manera, todos los ciudadanos
emiten juicios sobre lo que hace el gobierno de un Estado o el ayuntamiento. En realidad, para la consideración
de hechos concretos no basta cambiar el prejuicio favorable o desfavorable que el ciudadano o el usuario tiene de
la autoridad pública. En base a su opinión, moldea una percepción selectiva de los hechos. El elector
resueltamente partidario de la izquierda encontrará todas las virtudes en un gobierno de izquierdas, y no
considerará más que las acciones y los rasgos favorables. El de derechas, al contrario, filtrará los actos de
gobierno y retendrá únicamente los que se acomoden a su antipatía congénita. El análisis científico, en cambio,
trata de acrecentar la consideración de hechos concretos en detrimento de la influencia de los prejuicios. Si la
evaluación implica juicio, éste debe resultar de observaciones concretas basadas en normas o valores lo más
objetivos posible. Ése es el proyecto perseguido por la sociología y ciencia política con respecto a las políticas
públicas. Evaluar una política pública es apreciar los efectos atribuibles a una intervención gubernamental en un
campo específico de la vida social y del entorno físico. La evaluación es, por tanto, un camino, un modo de
razonamiento asumido por el analista: la apreciación sistemática, sobre la base de métodos científicos, de la
eficacia y de los efectos reales, previstos o no, buscados o no, de las políticas públicas.
La función de la evaluación, realizada por los ciudadanos o por los analistas, constituye el centro del debate
político en una sociedad. Actúa como un revelador de los procesos de acción, de las iniciativas y de las
estructuras de poder. En materia de políticas sociales, son, paradójicamente, las miradas ajenas a las ciencias
políticas strictu sensu las que han atribuido valor a la importancia que puede revestir el análisis sociológico y
político: es el caso, en particular, de las ciencias llamadas de la gestión y de los expertos en materia de ayuda a la
decisión.
Las políticas públicas tienen un fin; se terminan. Y, sin embargo, hay que confesar que las ciencias sociales saben
poco de esta fase del trabajo gubernamental. En lo esencial, hasta ahora han reducido el fin de una política
pública al último momento de una cronología, comprobando la detención de una actividad o de un programa, sin
profundizar en las condiciones y en el contexto de esa finalización. El final de una política pública no es un hecho
normal o natural, casi biológico, una especie de anécdota sin interés. Al contrario, se trata de un fenómeno
político significativo.
A propósito de la inclusión en la agenda, hemos visto que cuando en la sociedad un problema precede a una
iniciativa gubernamental y la provoca, ocurre también que esta iniciativa sea tomada sin que preexista un
problema sentido como tal. Una política no termina porque el problema se extinga, al menos en el 99 % de los
casos. Cesa o no, independientemente del estado del problema cuyo aspecto debía modificar y de los efectos cuyo
contenido induce. Para el analista, ninguna política, o casi ninguna, se extingue porque la oferta pública ha
satisfecho la demanda social. La rupturas pertenecen a la esencia de la política, que es el enfrentamiento entre
valores e intereses. Porque sólo el sistema político indica al analista lo que es y lo que no es significativo como
alteración de la acción pública.
La evaluación de las políticas públicas no tiene mucho que ver con el control administrativo realizado por los
cuerpos de inspección general o el Tribunal de Cuentas. En este caso, el control recae sobre la regularidad de los
actos emprendidos por un servicio público y no sobre su eficacia y los efectos de su acción. En el primer caso, se
trata de verificar si los recursos se han utilizado correctamente y conforme a las normas públicas (contables, de
contratación de mercados, de remuneración del personal). El control administrativo se refiere al funcionamiento
interno de los servicios públicos y no a los aspectos externos o a los efectos de la acción pública sobre la
sociedad.

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