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Comedia Palatina
Comedia Palatina
Agradezco a Gonzalo Pontón, Daniel Fernández Rodríguez y Enrique Pena González su ayuda
para la documentación de este artículo, a los anónimos revisores de Hispanic Review sus ines-
timables sugerencias, y a Mayte Green-Mercado cuanto me enseñó sobre “Mediterranean
Studies”.
a umentando hasta hacerla formar parte del “canon” de piezas teatrales del
Siglo de Oro más representadas y leídas, a lo que también ha contribuido la
celebrada versión cinematográfica de Pilar Miró (1996). Los estudios y edi-
ciones críticas sobre ella son cada vez más numerosos,1 y en trabajos recien-
tes que abordan el conjunto de la producción del Fénix se la califica de obra
maestra (Sánchez Jiménez 210), a la altura de otras creaciones lopescas como
Fuenteovejuna o El caballero de Olmedo. Aunque se ha ahondado en muchos
elementos dramatúrgicos, estilísticos e incluso psicológicos, este trabajo su-
giere que todavía quedan cuestiones por dilucidar en uno de los aspectos
más estudiados: su adscripción al género comedia palatina.
Para algunos autores El perro del hortelano es además la comedia palatina
“paradigmática”, especialmente desde el artículo de Frida Weber de Kurlat
con el elocuente título “El perro del hortelano, comedia palatina” (1975).
Desde entonces la crítica especializada ha desarrollado y afinado esta catego-
ría; Miguel Zugasti señala que ahora se la considera dentro del subgrupo de
las comedias “de secretario”, puesto que “la comedia palatina es una especie
genérica muy amplia que integra otras subespecies menores” (69).2 Asi-
mismo, también se habla de una amplia división entre las comedias palatinas
serias y las cómicas: nuestra obra pertenecería al segundo grupo (88).
Para ajustarse a la morfología palatina, una comedia del Siglo de Oro ten-
dría que reunir una serie de condiciones que Weber de Kurlat enumeró. Zu-
gasti ha ampliado estas condiciones a través de sus propias reflexiones junto
a las de otros autores (70−77), y Eva Rodríguez García las específica para las
comedias palatinas de Lope (121−31). Voy a resumir y agrupar estos rasgos
palatinos. En el primer grupo incluyo características como el ambiente cor-
tesano, la ocultación de identidad, los conflictos por amor y celos, el enredo
argumental y el contar entre sus protagonistas con personajes nobles o de
desigual condición social. Efectivamente, todo ello está presente de forma
clara en El perro del hortelano. En un segundo grupo quiero referirme a los
rasgos que Zugasti enumera en primer término, pues son los más específica-
mente palatinos y aquellos que voy a discutir en este trabajo: las comedias
1. Acerca del interés de la crítica por la obra, ver comentarios de Paola Laskaris en su edición
(que voy a utilizar aquí), así como abundante bibliografía en https://a rtelope.uv.es/.
2. Zugasti aborda el origen del género palatino y la evolución de la crítica en su análisis. La com-
pilación en la que aparece su artículo incluye otros valiosos estudios sobre la comedia palatina
acompañados de bibliografía actualizada. Sobre el género palatino recomiendo también los ar-
tículos de Joan Oleza y Fausta Antonucci que se encuentran en la bibliografía de este artículo.
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palatinas están vinculadas a la corriente idealista, ilusionista o lúdica, donde
se crea un “clima de fantasía cortesana” y “alejan lo que ocurre del hic et nunc
del autor y su público”.3 Así, en una comedia palatina el contexto histórico y
el geográfico, distantes y adecuadamente sublimados, tan solo sirven de de-
corado fantástico a la trama sin influirla en absoluto; en este sentido, en al-
gunas obras sería irrelevante cambiar la acción de Hungría a Polonia, o del
siglo XIV al XVI (por ejemplo). Como indican Joan Oleza y Fausta Anto-
nucci, las comedias palatinas se sitúan en un “escenario de irrealidad”
(opuesto al de verosimilitud) “cuyas coordenadas de espacio y de tiempo se
tratan como radicalmente imaginarias” (706). En las comedias palatinas el
dramaturgo se limitaría a evocar lugares y épocas exóticos para regalar la
imaginación del espectador y embellecer el argumento, de forma tal que ade-
más gozaría de la libertad necesaria para representar sin riesgo alguno accio-
nes cuestionables protagonizadas por reyes o nobles.
Sin embargo, aquí sugiero que el análisis de algunos episodios de El perro
del hortelano, así como de su verosímil contexto mediterráneo, pueden ayu-
dar a matizar y completar el género palatino de la obra. Con ello quiero
aportar claves para entender cómo Lope, en un período de madurez creativa,
no solo reorienta y actualiza hábilmente el material literario de su fuente
original, sino que también demuestra una vez más que la mezcla e hibrida-
ción de géneros está en la base de su Comedia Nueva, con independencia del
género que estudiemos. De esta forma examino una tendencia en el Lope de
los últimos años detectada por Oleza, según la cual fue introduciendo en las
comedias palatinas referencias a acontecimientos y realidades históricas cer-
canas al espectador, ausentes por completo en su primera época (“El Lope”
607). Esta tendencia habría ya empezado durante los años de composición de
El perro del hortelano, obra a la que Oleza reconoce “su adaptación a un
cierto orden de verosimilitud” que él focaliza en su descripción de costum-
bres domésticas y urbanas (605).4 Asimismo Antonucci advierte el carácter
genérico fronterizo de El perro del hortelano, y señala que Teodoro es un hé-
roe palatino sui generis, “más urbano y moderno que otros congéneres suyos
de la comedia palatina” (271).
5. Alberto Gutiérrez Gil ha estudiado Hungría como “espacio mítico” y predilecto del género
palatino.
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das palatinas” (56). Efectivamente, no podemos olvidar que el Nápoles virrei-
nal era el centro neurálgico de las posesiones españolas en Italia y la ciudad
más grande y poblada del Imperio español (Guarino, “Nápoles y Tirso” 124).
De hecho, gran parte de las operaciones políticas, navales y bélicas de la co-
rona española en el Mediterráneo se concebía en esa ciudad. Este es el aspecto
que me gustaría enfatizar de Nápoles: su ubicación en el centro del otrora
mare nostrum del Imperio romano, que durante el siglo XVI había sido el
campo de batalla entre el Imperio turco y el de los Austrias. Daniel Hershen-
zon nos recuerda que a principios del siglo XVII “Spain continued to be a Me-
diterranean empire even a fter it expelled its moriscos and turned much of its
political attention to the Atlantic world” (The Captive Sea 191).6 Gran parte de
los veteranos de los tercios españoles había hecho su período de instrucción en
Nápoles antes de viajar a Flandes o batirse en el mar, para después quizá regre-
sar a Madrid y disfrutar de las comedias en el patio de los mosqueteros. Incluso
puede que los soldados visitasen Nápoles repetidas veces, como cuenta por
ejemplo el capitán Alonso de Contreras en su Vida de este capitán.
Estos y otros factores, tales como la influencia de fuentes literarias italia-
nas, explican la fructífera relación entre los autores de la Comedia Nueva y
Nápoles, que han estudiado Manuel Flores y Blanca Santos, y también Au-
gusto Guarino. Aunque no hay constancia de que Lope viajase a Nápoles, sí
conocía perfectamente la vida en el Mediterráneo, pues tras su destierro de
Madrid había vivido en el importante puerto de Valencia entre 1588 y 1590
(Sánchez Jiménez 91−94). Como señalan Flores y Santos (104), Lope escribió
26 comedias ambientadas en Nápoles (10 de ellas palatinas), por lo que solo
Madrid y Toledo la aventajan como escenario. Este mundo mediterráneo na-
politano, sugerido a través de metáforas desde el comienzo de El perro del
hortelano, irrumpe con fuerza al cierre, como si el dejar ver dónde se hallan
realmente sus protagonistas fuera la única posibilidad de zanjar el irresolu-
ble conflicto que impide el final feliz. Precisamente porque los personajes se
encuentran en Nápoles a comienzos del siglo XVII, y no en cualquier otro
lugar, la trama podrá resolverse.
Sylvanus Morley y Courtney Bruerton señalaron los años 1613–1615 como
período posible de composición de El perro del hortelano; Laskaris (55) recuerda
6. En la importancia del Mediterráneo para España en esta época todavía no habían hecho mella
los evidentes signos de debilitamiento de su pujanza política y económica, ni que el centro de
gravedad de Europa se estuviera desplazando hacia el norte. Ello se ve en estudios clásicos
(Braudel) o más recientes (Tabak).
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las reticencias de Eugène Kohler (xlv) a dar esa datación por sentada, pero
también establece estos años como los más probables. En aquellas primeras
décadas del XVII los ecos de las grandes colisiones entre España y Turquía
del siglo anterior como Prévesa o Los Gelves sonaban con menos fuerza; sin
embargo, el Mediterráneo no se había transformado en un lugar apacible.
Como indica Hershenzon, aunque la piratería en el Mediterráneo siempre
había sido endémica, se incrementó a principios del siglo XVII coincidiendo
con el fin de las grandes confrontaciones navales (The Captive Sea 3). De esta
forma, cuando las flotas imperiales desaparecieron del mar los corsarios lle-
naron rápidamente el vacío y el número de cautivos aumentó (183). Así pues,
con el cambio de siglo y al perder fuelle los ecos de las grandes victorias y
derrotas militares, las obras literarias ubicadas en el Mediterráneo pudieron
prestar atención a realidades tristemente cotidianas, a menudo de mayor im-
portancia para la vida del pueblo llano. De esta forma, la conclusión de El
perro del hortelano nos ofrece un claro atisbo tanto del incesante comercio
intermediterráneo, que incluía a cautivos por el corso, como de los ubicuos
mercaderes que lo llevaban a cabo.
La trama que conduce a ese desenlace es sencilla: Diana, noble señora en
Nápoles, averigua que su criado y secretario Teodoro está en tratos amorosos
con otra criada de la casa, Marcela. Diana descubre con sus inesperados celos
que ella misma está enamorada del secretario, al que comienza a provocar
con una serie de juegos literarios. Sin embargo, la imposibilidad social de
consumar su amor por él hace que Diana se retire en cuanto ve que ha vencido
la voluntad de Teodoro, algo que la asimila al proverbial perro del hortelano,
pues ni “come” ni deja comer. La pasión reprimida que ambos se profesan
está a punto de culminar en tragedia hacia el final de la obra. Entonces Tris-
tán, el criado de Teodoro y gracioso de la comedia, urde una ingeniosa solu-
ción: disfrazarse de mercader greco-armenio y engañar a la víctima adecuada
con una historia de viajes y cautiverios para transformar a su amo en noble.
En las líneas que siguen propondré una explicación acerca de por qué Lope
elige que el gracioso de la obra encarne precisamente a ese personaje, cuente
tal historia y zanje así la trama.
El protagonismo del gracioso Tristán tiene la misma explicación que la
evolución hacia una mayor verosimilitud en las comedias palatinas. Lope es-
cribe El perro del hortelano durante o justo al final de la segunda etapa de su
producción, que la crítica coincide en considerar como de evolución con res-
pecto a sus inicios y de madurez creativa. Por ejemplo, Joan Oleza (“Estudio
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preliminar” ix) fecha esta etapa que él denomina del Arte Nuevo entre los
años 1599–1613 y enfatiza ese “movimiento interior” de su teatro, particular-
mente significativo en nuestra pieza palatina, “que supone una profunda
transformación del género” (xxii). Sánchez Jiménez engloba esta segunda
etapa de plenitud entre los años 1599–1621 y recuerda que una de sus caracte-
rísticas esenciales es el desarrollo que Lope imprimió entonces al personaje
del gracioso, tan querido por el público, uno de cuyos ejemplos más signifi-
cativos es Tristán, pues por él “se produce el desenlace positivo de la obra, el
tópico final en bodas” (210). Desde el clásico artículo de José Arjona (1939) los
especialistas han centrado su atención en el origen, características y evolución
de este personaje.7 En un trabajo más reciente sobre la figura del gracioso, Je-
sús Gómez incide en el desarrollo que representa Tristán (25), y señala cómo
este “actúa no solo como consejero del amo, con el que colabora para superar
los obstáculos que impiden o que dificultan el feliz desenlace amoroso, sino
que puede asumir un papel todavía más decisivo en la trama, ante la com-
pleta pasividad de su amo” (111); es entonces cuando Tristán adopta la perso-
nalidad de un mercader, aunque diferente de los de otras comedias lopescas.
Christoph Strosezky ha editado recientemente una compilación, El poder
de la economia, sobre la imagen de los mercaderes y el comercio en el Siglo de
Oro; en él Oleza destaca tanto el origen de estos en la obra de los novellieri
italianos como su abundancia en la del Fénix: treinta según la base de datos
Artelope. Oleza también apunta a “el borrado del entorno social burgués” de
los mercaderes que aparecen en las obras de Lope inspiradas por novellieri de
estirpe boccacciana, pues en estas, los acaudalados italianos se suelen conver-
tir en españoles de clase media urbana (“Lope y los mercaderes” 297). El perro
del hortelano está inspirado en una novella de Boccaccio que no incluye nin-
gún mercader (como veremos); sin embargo, Lope decide introducir uno que
no pertenece ni al modelo de acaudalado italiano ni al español de clase me-
dia urbana, por lo que el proceso dramatúrgico que sigue es particularmente
original. Mi análisis de esta creación sigue la indicación de Oleza según la
cual “falta por estudiar la vida económica, sus fundamentos, sus actividades,
sus agentes y sus conflictos, tal como fue representada por la Comedia
Nueva”, y quiere secundar su observación de que Lope “sí fue capaz de captar
ciertos aspectos” de esta vida económica, “tales como el ambiente de algunos
7. Recomiendo el volumen editado por Luciano García Lorenzo con diferentes estudios sobre el
gracioso.
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Como vemos, hacia el final de la obra los caballeros de Malta y los moros de
Biserta irrumpen en el espacio palatino trayendo los ecos del corso y la presa
de cautivos, que eran a un tiempo la plaga y el puntal del tráfico económico
mediterráneo. En este comercio tenía particular importancia el papel de “in-
termediarios” que los mercaderes armenios y griegos podían desempeñar, de
ahí la elección del disfraz de Tristán.
Tanto armenios como griegos eran poblaciones “especializadas” que palia-
ban su falta de patria propia con la presencia en muchas otras, de manera que
podían extender sus redes comerciales incluso entre países enemigos. Gracias
al extraordinario desarrollo de los estudios mediterráneos durante los últimos
años, resulta más fácil entender figuras como las del “intermediario”, conocido
en estos estudios como go-between o cultural broker. En El perro del hortelano
el intermediario no lo será solo entre otros agentes de comercio, o los cautivos
y sus redentores, sino que terciará entre las diferentes clases sociales, cuyos
conflictos son característicos de la comedia palatina. Tales intermediarios eran
particularmente activos en puertos como Nápoles.
Nápoles ejemplifica una de las zonas de contacto del Mediterráneo, enten-
didas por Mary Louise Pratt (4) como “social spaces where disparate cultures
meet, clash, and grapple with each other, often in highly asymmetrical relations
of domination and subordination”; un lugar así, donde amos, criados, corsarios,
esclavos y gentes de todo el mundo mediterráneo podían converger, generaba
situaciones que a menudo precisaban la necesidad de intermediarios. Las zonas
de contacto demandan específicos procesos de mediación, así como agentes
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adecuados para que el intercambio económico y cultural sea posible. Natha-
lie Rothman (68) demuestra a través de los archivos de la época que en la
actividad de los cultural brokers, el mercado y la casa particu lar estaban
entremezclados. Por eso Tristán, debidamente caracterizado como uno de es-
tos agentes, acudirá a la casa del conde Ludovico con su “mercancía” para
hacer la transacción adecuada.
Como explica Sanjay Subrahmanyam (430), los intermediarios siempre
han existido y son necesarios por ser “the third party in a transaction where
the two other parties (the principals of the transaction, if one w
ill, and who
may be individual or larger entities) are themselves incapable of completing
it in the absence of mediation”, y este es precisamente el caso que nos ocupa;
por una parte, Teodoro y Diana son incapaces de consumar su amor, y por
otra, el conde Ludovico necesita un heredero para su fortuna y título. Deter-
minadas minorías étnicas o culturales estaban particularmente cualificadas
para ejercer de intermediarios, ya que participaban de extensas redes inte-
rregionales y ostentaban habilidades profesionales y lingüísticas que les per-
mitían articular, negociar, consolidar, disputar y transformar estructuras de
poder en esas “zonas de contacto” (Rothman 73). En el caso de El perro del
hortelano, el cultural broker será el encargado de algo más difícil que el trá-
fico intercultural como es la ruptura de una “jerarquía social que condenaba
al individuo a un estatismo permanente” (García Santo-Tomás 237). Lope de
Vega aleja a los protagonistas del Madrid de los Austrias, donde tal ruptura
hubiera sido imposible, y los lleva a una “zona de contacto” donde un inter-
mediario podrá ejercer su función. Según Isaac Rubio la obra retrata “una
clase social que, aunque todavía manifiesta una visión aristocrática de la
existencia, vive ya según los impulsos materiales de lo que será la sociedad
burguesa” (95), por ello nada mejor que un mercader para desbaratar los códi-
gos estamentales y convertir a un humilde secretario en noble. En su identidad
de go-between, Tristán, como gracioso de la obra, cumpliría también la función
principal de esta figura del teatro del Siglo de Oro que sería, según Gómez,
“integrar el mundo de los valores plebeyos en la mentalidad nobiliaria” (91).
Como estamos viendo, hasta los títulos nobiliarios pueden ser objeto del trá-
fico mercantil. En su fingida identidad Tristán sumará dos de esas minorías,
la armenia y la griega; voy a comenzar examinando la primera de ellas.
La llegada de Tristán disfrazado de mercader es anunciada de la siguiente
manera: “Aquí a vuestra señoría / busca un rico mercader” (2753−54). Pero la
acotación revela algo más interesante: “Sale Tristán vestido de armenio, con
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un turbante, graciosamente, y Furio, con otro”. Por lo tanto, no basta con que-
rer ser intermediario, sino que se debe además parecerlo. La importancia del
traje y el vestido en esta pieza ha sido destacada por muchos autores, tanto
como signo de rango social como por su valor simbólico.8 Duncan Wheeler
hace sobre esta obra una pertinente observación: “clothing is able to disguise,
conceal and deceive because it functions as a medium through which human
interaction can occur” (268). Por lo tanto, las cualidades engañosas del ves-
tido son aptas para interactuar con los demás y así incrementar la capacidad
negociadora del cultural broker; además “clothing serves a dual purpose: it
acts as a dramatic catalyst and intimates the masquerade endemic to social
relations” (268). Suma a estas funciones que podía ser utilizado de manera
sinecdótica para evocar el mar, como indica Kaufmant (148); así sucede con
el traje de mercader y navegante armenio. Ahora bien, ¿cómo era este traje?
Dejando aparte obras contextualizadas en la Antigüedad, una búsqueda
de personajes que se vistan de armenio en el teatro del Siglo de Oro me ha
ofrecido, por ahora, una nómina no muy amplia pero sí sorprendente. En
primer lugar, tenemos La pérdida honrosa y los caballeros de San Juan (ca.
1615), del mismo Lope, aunque Morley y Bruerton se la atribuyen con reser-
vas (531). En esta obra, la mora conversa María Adalifa se disfraza de armenia
durante el sitio de Malta de 1522, pero ni texto ni acotaciones dan más deta-
lles. En el auto sacramental La nave del mercader de Calderón de la Barca,
representado en el Corpus de 1674, aparece esta acotación: “Ábrese la nube y
vese en ella el Mercader vestido de armenio” (101). Como explica Ignacio
Arellano en su edición, el mercader que da título al auto es una personifica-
ción de Jesucristo a partir de varias referencias bíblicas (20). Lo relevante es
que cuando Calderón quiso representar alegóricamente a Cristo como mer-
cader hizo que se vistiera de armenio, pues probablemente este era el merca-
der por antonomasia. Otra figura no menos célebre, pero sí radicalmente
opuesta, se viste de armenio en La conversión de la Magdalena, obra que se
conserva en dos manuscritos a nombre de Fernando de Zárate (probable-
mente un seudónimo de Antonio Enríquez Gómez). Como explica Elisa Do-
mínguez de Paz (54−56) el manuscrito de La conversión de la Magdalena de
1699 (BNE, Ms. 16.955) fue sometido tanto a censura civil como eclesiástica;
esta tuvo diversas objeciones teológicas, lo que explica las tachaduras y en-
miendas en el texto. Así sucede cuando una acotación indica que “sale el
9. A pesar de que los trajes armenios ofrecían muchas variantes regionales, una búsqueda me ha
confirmado que, efectivamente, entre los mercaderes predominaba el negro. Así aparecen en
una obra del tiempo de Lope: Habiti antichi et moderni di tutto il mondo de Cesare Vecellio
(1521–1601), el famoso grabador y pintor, primo de Tiziano. Este libro conoció varias ediciones y
ampliaciones; una de 1598 nos presenta un grabado del “Armeno Mercante” o “Mercator Arme-
nus”, y va acompañado de la siguiente explicación en latín: “Laneis vestibus ut plurimum nigris
utuntur” (usan trajes de lana, sobre todo de color negro), que se completa en italiano: “Vanno
ordinariamente vestiti di panno nero, et d’altro colore, come azurro et pavonazo” (f. 449r).
10. Véase un resumen de la cuestión en Laskaris (61−62).
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para exesclavos españoles (The Captive Sea 87). Sin embargo, y de acuerdo
con la fabulación de Tristán, como Teodoro estaba avergonzado por haber
servido de esclavo, una vez en Nápoles no se atrevía a ponerse en contacto
con su padre, lo que justifica la “ayuda” de un intermediario.
Algunos críticos como Irving Rothberg (90−94) han visto en esta narra-
ción de Tristán una parodia de la novela bizantina y sus convenciones: el rapto,
los piratas, la cautividad, los continuos viajes a lugares exóticos, la anagnórisis
final, etc. La fecha de composición de El perro del hortelano estaría precisa-
mente entre las dos más importantes novelas bizantinas españolas: El pere-
grino en su patria, del mismo Lope (1604), y Los trabajos de Persiles y Sigismunda
(1617), de Cervantes. Sin embargo, yo quisiera sugerir la posibilidad de que
fueran igualmente otras manifestaciones del género bizantino en un sentido
amplio, tales como las comedias y los relatos, las que inspiraron a Lope en
este pasaje. Las comedias bizantinas son una de las últimas aportaciones a la
teoría de géneros del teatro aurisecular y han sido diferenciadas por Julián
González-Barrera, quien ve en algunas obras del teatro barroco, especial-
mente de Lope, una huella evidente de la novela griega.11 Daniel Fernández
Rodríguez también ha desarrollado estudios sobre comedias bizantinas en
varios trabajos recientes. El autor no solo fija la taxonomía y amplía el corpus
de comedias bizantinas, sino que además reconoce la influencia del contexto
mediterráneo de corso y cautiverio a la hora de entender su popularidad (En-
tre corsarios 20).
Así pues, considero que el relato de Tristán en nuestra obra acusa esa se-
mejanza de familia en el sentido “wittgensteiniano”, de la que habla Fernán-
dez Rodríguez (Entre corsarios 23), que engloba diferentes manifestaciones
de una tradición o género bizantino tales como novelas, novelas cortas, co-
medias o relatos intercalados, pues todas reflejan la ansiedad de un momento
histórico en el que la amenaza corsaria era muy real. Como afirma Fernán-
dez Rodríguez: “si los corsarios de Argel, Túnez o Bizerta campaban a sus
anchas por el Mediterráneo y las costas españolas, resulta del todo natural
que surcaran asimismo las páginas de los libros y los escenarios de los corra-
les”, pues el público estaba naturalmente interesado en ello (Entre corsarios
132−33). Por otra parte, comedias bizantinas como La doncella Teodor, El
Grao de Valencia y Jorge Toledano presentan verosímiles descripciones de
raptos corsarios en las costas de Valencia, un fenómeno que Fernández
11. Así lo defiende, por ejemplo, en dos trabajos que incluyo en la bibliografía.
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Rodríguez da por seguro que Lope conoció de primera mano durante su es-
tancia en esta ciudad (Entre corsarios 133−36). Así sucede también con la re-
presentación de abordajes en el mar en obras como El Argel fingido “que
formaban parte de la vida cotidiana del Mediterráneo” o de episodios como
cuando Arbolán en Los esclavos libres conduce a su cautiva “hasta Bizerta, a
imagen y semejanza de los corsarios turcos y berberiscos que asolaban las
costas españolas” (Fernández Rodríguez, “Lope de Vega” 154−55). En defini-
tiva, las comedias bizantinas mezclan lo real de la vida en el Mediterráneo y
lo literario heredado de la tradición, algo que yo también defiendo para el fi-
nal de El perro del hortelano.12 Quisiera destacar cómo, en la Dedicatoria de
Jorge Toledano, Lope se muestra muy cauto al dirigirse a Juan Pablo Bonet y
espera que la obra “por ser de cosas de África, donde V.m. sirvió a su majes-
tad con tanto cuidado y peligro no será fuera de su gusto”, e indica que “parte
es historia y de lo verisímil lo que constituye al poeta”. Es decir, Lope reco-
noce que los hechos que describe en una comedia bizantina tienen una base
histórica a la que él debe aportar verosimilitud, pues su dedicatario, al igual
que parte del público y de los lectores, sabía muy bien lo que sucedía al otro
lado del Mediterráneo. La compatibilidad entre lo verídico y lo bizantino
para Lope se puede apreciar también en La Santa Liga, una obra histórica y
además absolutamente mediterránea pues, tal y como apunté en mi edición,
la intriga secundaria protagonizada por Constancia constituye una manifes-
tación más del género bizantino (Udaondo Alegre 694−99).
Además, un “relato bizantino” como el que hace Tristán inserto en una
comedia más larga de otro género no es algo nuevo, pues en opinión de Fer-
nández Rodríguez, tales relatos son una fuente fundamental para la génesis
de las comedias bizantinas. Los dramaturgos italianos habían recurrido pre-
viamente a estos relatos que “suelen circunscribirse al ámbito del pasado de
alguno de los protagonistas, con la finalidad de resolver el juego de equívo-
cos y facilitar la sorprendente anagnórisis final” (“Las comedias” 234); para
eso exactamente sirve el relato de Tristán. Según sus investigaciones, estos
relatos inspiraron a dramaturgos españoles de la generación previa a Lope,
quien aprovechó sus aportaciones, las de los italianos, la tradición bizantina
y otras muchas fuentes (incluyendo relaciones verídicas) para concebir su
modelo de comedia bizantina. Mi opinión es que para concluir El perro del
12. Y en lo que Fernández Rodríguez, que gentilmente ha respondido a mis consultas, está de
acuerdo.
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Contaré lo que vi desde que llegué cautivo a Túnez . . . en estos diez meses
vinieron a Bicerta los siguientes: tres galeotas y seis fragatas que andaban
con la que yo fui cautivo llevaron doscientas almas de la playa romana y
golfo de Nápoles . . . Pocos días antes, viniendo Bocazán por chauz o em-
bajador del Gran Turco a llamar a Mamí Bajá para la armada que salió de
Constantinopla, encontró un bajel de Malta de ciento veinte cristianos y le
rindió con dos galeotas que traía . . . y todo el día siguiente hicieron escala
entre ella y Nápoles con atrevida seguridad como si estuvieran entre
Túnez y Bicerta. (54–57)
13. Sobre la importancia de la anagnórisis en Lope, consultar el libro de Ismael López Martín, así
como el apartado sobre anagnórisis bizantina en Fernández Rodríguez (Entre corsarios 172−74).
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amorosos de Diana (32); aunque ella sabe la verdad, se casa igualmente con
Teodoro. Yo considero la nobleza de Teodoro una mercancía hábilmente
gestionada por Tristán, pues como tal tiene uno de los elementos más im-
portantes para los brokers de ayer y de hoy: la información privilegiada o el
“secreto”, que a menudo infla especulativamente el verdadero valor de las
cosas. Teodoro confiesa a la condesa que todo es una urdimbre de Tristán; no
obstante, ella revela tener su propio concepto de nobleza, muy distante del
basado en el nacimiento:
Obras citadas
Antonucci, Fausta. “Teodoro y César Borgia: una clave para la interpretación de El perro
del hortelano.” Actas del VI Congreso de la Asociación Internacional Siglo de Oro,
14. Que vimos antes y es explicada por Laskaris (57). La boga que demuestran los estudios sobre
La hibridación genérica en el teatro de Lope de Vega se puede comprobar en que Anuario Lope de
Vega XXVIII le dedicará un volumen coordinado por Marcella Trambaioli el próximo año, tal
como se puede ver en la página web de la revista.
15. Esta distinción está bien explicada por Oleza y Antonucci (723).
66 i h i s pa n i c r e v i e w : winter 2021
Burgos-La Rioja (15–19 julio 2002), editado por M. L. Lobato y F. Domínguez Matito,
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Arjona, José. “La introducción del gracioso en el teatro de Lope de Vega.” Hispanic
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Aslanian, Sebouh. From the Indian Ocean to the Mediterranean: The Global Trade
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———. “ ‘The Salt in a Merchant’s Letter’: The Culture of Julfan Correspondence in the
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