You are on page 1of 70
NEDITACIONES METAPISICAS ® CABTA A LOS DECANOS Y DOCTORES DE TA SAGRADA FACULTAD DE TEOLOGIA DE PARIS Muy seSorrs mios : La razon que me mueve a presentaros esta obra es tan justa, que cuando conozcais mi designio, la toma- réis bajq vuestra yaliosisima proteecién. Para hacerla recomendable, voy é deciros brevemente cual ha sido cl propésito que he tenido presente al escribirla. Siempre he cre:do que Jas cuestiones relativas & Dios y al alma, son de las que exigen una demostra- cién mas bion filoséfica que teolégica. A nosotros, los ficles 4 la Iglesia, nos basta ereer por la Fe que existe un Dios y que el alma no mucre con el cuerpo, porque es inmortal; pero os imposible, que los infieles Heguen 4 persuadirse de la verdad de () Las Meditaciones, fueron eseritas por Descartes en latin y publicadas por primera vez el afio 1641. Seis despucs, apareci6 una traducoién francesa, hecha por el duque de Luynes y revisada y corregida por Descartes. 54 OBRAS DE DESCARTES una religion v de las virtudes que contiene, si por razon natural no se Jes convence. Viendo todos los dias, que en esta vida son mejor retribuidos los vicios que las virtudes, nadie preforiria Jo justo 4 lo util, sino fuera por el temor de Dios y por la esperanza de otra vida. uzguese, pues, de Ja impor- tancia de estas dos cuestionoes. Es de una certeza absoluta, Ja necesidad de creer que hay un Dios, porque asi nos lo ensefian las Sagradas Escrituras, vy no es menos evidente, la necesidad de creer que esas Sagradas Escrituras proceden de Dios; y, sin embargo, no podemos sostener esas dos propo- siciones, en nuestras controyersias con los infieles, sin que nos digan que incurrimos en la falta denominada por los lagicos, ¢ireulo vicioso. Vosotros, teélogos esclarecidos, habéis asegurado, que la existencia de Dios, puede probarse por Ja razon ¥ que de las Sagradas Escrituras se infiere que el cono- cimiento de la existencia de Dios es mas claro que el que poseemos de muchas cnsas creadas, y es tan facil que ¢] que earece de él, es culpable. Esto se deduce de jas palabras de la Sabiduria, capitulo xe :« su igno- rancia no es perdonable; porque si su inteligeneia ha penctrado en el conoeimiento de las cosas del mundo, ¢ come es posible que no haya reconocido al Soberano, creador de todas? « En cl capitulo del libro de los Ro- manos se afirma que ese deseonocimiento os « inexcu- sable » y que «lo que de Dios es conocido se manifiesta en ellos », Io cual parece indicarnos que todo lo que de Dios sv puede saber, se conoce por razones sacadas de nosotros mismos y de Ja sencilla consideracion de la na- luraleza de nuestro espiritu. Par todo ello, he pensado que no falto 4 mis deberes de filésofo,si muestro como ¥ por qué camino, sin salir de nosotros mismos, podemos conocer 4 Dios, con mas facilidad y certeza que 4 las demas cosas del rnundo. Por lo que respecta al alma, hay muchos que creen en la dificultad de conocer con certeza su naturaleza y algunos se han atrevido 4 decir que las razones huma- nas nos persuaden de que muere con el cuerpo, 4 pesar de que lo fe afirme todo lo contrario. El econcilio de Letran, celebrado bajo el papado de MEDITACIONES METAFISICAS 55 Leodén X, en la sesién 8, condena 4 Jos que tales cosas sostienen y ordena 4 los filésofos cristianos que con- testen 4 sus argumentos y empleen la fuerza de su ingenio en la defensa de la verdad. Eso es lo que yo hago en la obra que someto 4 vuestra consideraci6n. Muchos impios no quieren ercer en la existencia de Dios y en la distincién que hacemos del alma in- mortal y del cuerpo perecedero, fundandose en que nadie ha demostrado atin esas dos cosas. Yo opino, por el contrario, que la mayor parte de las razones que han aportado los sabios 4 la filosofia, relativas 4 Dios y al alma, son, bien entendidas, otras tantas demostracio- nes de su existencia; y que es casi imposible inventar nuevas demostraciones, Nada seria tan util para la filosofia, como la labor del que sc dedicara 4 elegir las mejores, disponiéndolas de un modo tan claro y exacto, que todo el mundo pudiera apreciar que se trataba de demostraciunes en absolute irrefutables. Varias personas, acreedoras 4 mi reconocimiento mas afectuoso — sabiendo que yo he cultivade cierto método para resolver toda clase de dificultades en las ciencias, método que no es nuevo, como no es nueva la verdad, y que me ha servido felizmente en diversas ocasiones — me instaron 4 que acometiera tamaia empresa; y yo pensé que estaba en el deber de hacer una tentativa, ya que se trataba de un asunto de tanta trascendencia. He hecho todo lo que de mi ha dependido para en- cerrar en este tratado lo que he podido descubrir por medio de la aplicacién det método que empleo en mis indagaciones cientificas. No he intentado reunir las diversas razones que po- drian alegarse para probar la existencia de Dies, por- que esto sdlo huhiera sido necesario en cl caso de que ninguna de csas razones fucre cterta. Me he ocupado exclusivamente de las primeras y principales, de tal manera que Ine atrevo 4 sostener que son demostra- ciones muy evidentes y muy ciertas. Y diré, ademas, que dudo mucho de que la inteligencia humana pueda inventar otras de tanta fuerza como ellas. La importancia del asunto y la gloria de Dios, 4 la 56 OBRAS DE DESCARTES que todo se refiere, me obligan 4 hablar aqui de mi con més libertad de la que acostumbro. No obstante, por mucha que sea Ja certeza y evi- dencia que yo eneuentre en mis razoncs, no puedo convencerme de que todos sean capaces de entenderlas. Explicaré la causa. En Ja geometria hay verdadcs que nos han sido legadas por Arquimedes, Apolonio, Pap- peio ¥ otros gedmetras cminentes y que sen acepta- das como inuy ciertas v evidentes, porque no contic- nen nada que, considerado separadamente, sea dificil de conocer y las cosas que siguen guardan una exaeta relacion y enlace con las precedenivs; y, sin embargo, porque son un poco extensas y exigen una inteligencia viva, son comprendidas por muy pocas personas. Aunque estime las razones que utilizo en este tra- bajo, como mas evidentes vy mas ciertas que las de los geOdmetras, Lema que muchos no las comprendan sufi- cientemente, porque son un poco extensas y sv hallan. en una relacion de absoluta dependencia 6 porque recluuan para ser apreciadas en su justo valor, un espiritu completamente libre de prejuicios y que pueda prescindir facilmente del comercio de los sentidos. A decir verdad, se encuentran mas espiritus apios para Ja geomctria que para la metafisica. Entre las especulaciones goométricas v las metafi- sicas, existe una difereneia muy digna de observarse. En Jas primeras, todos saben que nada se admiteeomo no se denuestre de un modo que no deje lugar 4 dudas; y los que no se hallan muy versados en ellas, pecan més jor aprobar demostraciones falsas, queriendo ha- cer creer que las entienden, que por refutar las ver- daderas. No suecde Jo mismo en el campo de Ja filo- sofia; todos creen que todo es problematico, pocos son Jos que se entregan 4 la investigacién de fa verdad, y muchos, aspirando 4 tener fama de inteligentes, combaten arrogantemente hasta las verdades que pa- Tecen mas seguras, Por mucha fuerza que tengan mis razones, basta que sean de caracter filosdfico, para que no produzcan gran efecto en los espiritus, 4 no ser que vosotros las toméis bajo vuestra proteceién Todos os estiman como merce , ¥ merecéis mucho; MEDITACIONES METAFISICAS 57 el nombre de la Sorbona, es de una autoridad tan grande que no sélo se refiere 4 cucstiones de fe, en las cuales después de los concilios son Jas vuestras las opiniones més respctadas, smo que se extiende 4 la humana filosofia, en la que tanto renombre habéis adquirido por vuestro saber, prudencia 6 integridad, en los juicios que forrnuldis. Por tedo ello, no vacilo en suplicaros, primcramente, que corrijais mi obra (conociendo mi falta de seguridad y mi ignorancia no me atrevo 4 creer que no contenga. errores); después, que afiadéis las cosas que faltan, acabéis las imperfectas y déis una explicacién mas amplia de la que lo necesite 6 por lo menos me indiquéis cuales son Jas m4s necesitadas de esta ampliacién; y cuando las razones por las que prucbo la existencia de Dios y la diferencia que hay entre el alma y el cuerpo, eguen al punto de claridad y evidencia 4 que pueden y necesitan llegar para ser considcradas como demostraciones exactisimas, si vosotros os dignais autorizarlas con vuestra aprobacién, rindiende asi un publico testimonio de su verdad y certeza, no dudo de que, 4 pesar de todos los errores y falsas opinio- nes referentes 4 osas dos cuestiones importantisimas — ja duda abandonara ol espiritu de los hombres. La verdad hard que los doctos y personas de talento, se adhicran al juicio de vuestra innegable autoridad; que los ateos, que por Io general son mas arrogantes que cultos y reflexives, precindan de su mania con- tradictoria 6 temerosos de aparecer como ignorantes, al ver como aceptan por demostracion los hombres de talento aquellas verdades, tal vez se sientan inclina- dos 4 defenderlas : y, finalmente, todos se rendiran 4 la vista de tantos testimonios y nadie se atreveraé & dudar do la existencia de Dios y de la distincién real y verdadera entre el alma humana y el cuerpo. Vosotros que véis los desérdencs que acarrea la duda podréis juzgar de los efectos que la fe, en dos cuestio- nes tan importantes, habria de producir en el mundo cristiano. Pero no debo recomendar mas la causa de Dios y de la religion 4 los que han sido siempre sus mas firmes columnas. PREFACIO En el diseurso que escribi y publiqué en 1637, tra- tando del método que debe servir de guia 4 la razon, y_que hemos de emplear para la indagacidn de la verdad cientifica, algo dije acerca de las magnas cuestiones relativas 4 la existencia de Dios y al alma humana; pero sélo de pasada me ocupé de ellas y con la inten- cién de conocer el juicio que sobre mis opiniones for- maban los que las leyeron. Siempre he creido que esas dos cuestiones tienen una importancia, en el campo de la ciencia como en el de ja vida, que bien se puede calificar de extraordinaria y por eso, me ha parecido conveniente hablar de ellas mas de wna vez. El camino que sigo para explicarlas, esté tan poco trillado y tan alejado de la ruta ordinaria, que he pen- sado que no es itil darlo 4 conocer en francés y en un libro al alcance de todo et mundo porque los cspiritus débiles creerian que les estaba permitido e] marchar por la senda trazada por mi. En el Discurso del Método rogué 4 cuantos me leye- ran, que me comunicaran las cosas que 4 su juicio fue- ran dignas de censura; y entre las objeciones que he recibido slo hay dos que sean verdaderamente nota- bles y las dos se refieren 4 las cuestiones de la existen- cia de Dios y la distincién entre el alma y el cuerpo. En pocas palabras, quiero contestar aqui 4 esas dos obje- ciones, antes de entrar en la explicacién detallada de las cuestiones, objeto de este trabajo. 60 OBRAS DE DESCARTES La primera de las observaciones que se me han diri- gido, consiste en afirmar que del hecho de que el espi- ritu al volver sobre si, se conozca como una cosa que piensa, no se deduce que su naturaleza 6 esencia esté constituida solamente por el pensar; de tal modo, que la palabra solamente cxcluye todo lo demas que puede pertenecer 4 la naturaleza de] alma. A esa objecién contesto, que la exclusion no se reflere al orden de la verdad 6 realidad de Jas cosas (en aquel momento no trataba de ese orden) sino al orden de mi pensamiento, porque entonces yo no eonocia nada de lo pertencciente 4 miesencia ; sélo sabia que yo era una cosa que piensa 6 Io que es lo mismo, que tiene en sila facultad de pensar. La segunda de las observaciones, afirma que aunque tengamos la idea de una cosa més perfecta que nos- otros no por eso vamos destablecercomo cierto que esa idea sea mas perfecta que nosotros ¥ que exista lo que la idea representa, Avsto contesto, que en la palabra idea hay algo que se presta al cquivoco. Si consideramos la idea como una operacién del entendimiento, no podemos decir que sea mas perfecta que nosotros; y si la tomamos en un sentido objetivo. atendiendo 4 la cosa represen- tada por la operacién del entendimiento, esa cosa, sin suponer que exista fuera del entendimiento puede, no obstante, ser mas perfecta que nosotros, por razén de su esencia. En este tratado demostraré, con la debi- da ampltitud, que si tenemus idea de una cosa més prefecta que nosotros, podemos afirmar con toda legi- timidad que esa cosa existe verdaderamente. He leido dos escritos muy extensos sobre esta mate- ria, en los que se combaten no mis argumentos, sino mis conclusiones, con razonamientos sacados de lu- gares comunes, ulilizados por los ateos para defender su descreimiento. No quiero contestar 4 esos escritos por dos razones. Es la primera, que esa clase de razo- namientos, ninguna impresién hard en el espiritu de los que comprenden bien las razones en que se fundan mis ideas. Es la segunda, que los juicios de muchos son tan débiles y tan poco razonables, que se dejan con- vencer por las primeras opiniones que han recibido por PREFACIO 61 falsas que sean y por muy alejadas que estén de lo verosimil, y rechazan una sdlida y verdadera refu- tacién de sus opiniones, por no dejar de creer en lo que siempre creyeron, Adcmés, no quiero exponer aqui dotalladamente los arguinentos que esos atcos emplean para impugnar mis doctrinas. Sélo diré que sus alegacioncs al combatir la existen- cia de Dios dependen de la falsa suposicion que atri- buye 4 Dios afecciones humanas 6 de creer en nuesLros espiritus tanta prudencia y tanto poder como el que se necesita para comprender lo que Dios debe y puede hacer. Ninguna dificultad presentan 4 nuestras creen- cjas estos argumentos, si recordamos que dehemos considerar las cosas como finitas y limitadas y 4 Dios como ser infinito é incomprensible. Después de conocer los juicios que sobre sai libro se han formado— y que heexpuesto v refutado breve- mente en este pequeno prefacio —- decidi tratar otra vez mas de Dios y del alrma humana, para cstablecer los fundamentos de la filosofia sin esperar ningun elo- gio del vulgo ni aspirar 4 que mi libro sca leido por muchos. Aconsejaré su lectura solamente 4 los que quicran meditar seriamente, puedan prescindir de la comunicacién de los sentidos y estén libres de toda clase de prejuicios, El nimero de lectores sera muy escaso. Los que no se cnidan del orden y enlace de las razo- nes y se divierten comentando humoristicamente Jo que leon, no sacardn gran fruto de la lectura de este tratado; si en varios lugares del libro hallan algo 4 pro- posito para gu critica de seguro que nada contendra osta que sea digno de contestacién. No prometo dejar satisfechos 4 les que sc tomen la molestia de conocer lo que pienso, ni soy tan vanidoso para presumir que puedo prever las dificultades que al entendimiento se presenten durante la lecbura de mi obra. En primer término, expondré en estas Meditaciones los mismos pensamientos que me han persuadido de que he Ilegado 4 un conocimiento cierto y evidente de la verdad, para ver si de ese modo logro persuadir 4 los demas. Después de esta exposicién contestaré 4 las obje- & 62 OBRAS DE DESCARTES ciones que me han sido hechas por personas de talento y cultura que han leido mi obra antes de imprimirse. Tantas han sido las objeciones y de tan diverso ca- racter que mucho dudo de la novedad de las que pue- dan hacérseme en lo sucesivo, porque han sido trata- dos ya todos los aspectos que ofrecia la materia. todos los que lean estas Meditaciones, vivamente suplico que no formen juicio alguno sobre ellas, hasta después de haber leido todas las objeciones y las con- testaciones que las he dado para ratificar mi doctrina. COMPENDIO DE LAS SEIS MEDITACIONES SIGUIENTES En la primera expongo las razones que tenemos para dudar de todas las cosas en general y especialmente de las materiales, mientras las ciencias se hallen en el mismo estado en que hoy se encuentran ¥ sean los mismos sus fundamentos. La utilidad de una duda inicial tan amplia es muy grande, por- que nos despoja de toda clase de prejuicios y nos prepara un ca- mino muy facil para libertar a nuestro espiritu de la influencia que solire é] ejercen los sentidos. De ese modo, una vez conocidas las Cosas como verdaderas, es imposible que vuelva 4 surgir la dda. En la segunda, el espfritu que usando de su libertad, supone que no existen las cosas que le olrecen la mas pequefia duda, reco- noee que es absolutamente imposible que 4! no exista; Jo cual eg de extraordinaria utilidad, porque por ese camino s¢ llega 4 distin- guir con facilidad lo que portenece al espiritu, es decir, 4 la natura- teza intolectual, de lo que pertenece al cuerpe. Algunos esperar4n que al llegar A este punto exponga razones que prueben la inmortalidad de] alma. A estos, creo de mi deber adver- titles que nada he escrito en este tratado que no pudiera demes- trar de la manera més exacta del mundo; y como sigo un orden semejante al empleado por los gedmetras, antes de establecer una conclusion demuestro primeramente todo lo que la fundamenta. Para probar Ja inmortalidad del alma hay que conocer antes otras verdades sin las cuales no se puede llegar 4 esa demostraciin. Si queremos tener un concepto preciso de la inmortalidad del alma, lo primero que necesitamos es formar de ésta una idea clara, completamente distinta de la concapcién que del cuerpo hayamos formado. Esto ya lo hemos hecho en Jas dos primeras meditaciones. Ademas, nocesitamos saber que todas Jas cosas que clara y distin- tamente concebimos, son verdaderas al modo que hen sido concee bidas. Esto no puede probarse antes de Ja cuarta Meditacién. Hay que tener también, un concepto claro y distinto de la naturaleza corporal. concepto gue en parte se forma en la segunda Meditacién y en parte en la quinta y sexta. Y, finalmente, debe concluirse que 64 OBRAS DE DESCARTES cuando se concibe clara y dislintamente la diversidad de dos subse tancias, como concebimos Ja del espiritu y cuerpo, es que son en realidad distintas, A esta conclusion liegamos en la sexta Medita- cién y la vemos confirmada por el hecho de que si imaginamos divisibles todos los cueepos, sin excepcin, el ospiritu, el alma del hombre no podemos concebirla mas que como indivisilile: poderos imaginar la mitad de enalquies cuerpo. por pequeiio que sea, ¥ nos es imposible figurarnos 1a mitad del alma. -Qué prueba esta imposibilidad? Prucba que no sdlo son diversas la nitluraleza del espiritu y del cuerpo, sino que en cierto modo son opueslas. De esta materia no trato en las Meditaciones anteriores, porque Jo dicho en ellas, basta para deimostrar que de la corrupeién del cuerpo uo se sigue Ia del alma y porque las premisas para eoncluir la inmortalidad del alina, dependen de Ja explicacién de [a fisieat primeramente, para seber que gencralmente todas las substancias, todas las cosas que no purden existir sin ser creadas por Dios, son Por naturaleza incorruptibles y no es posible dejen de ser, si Nios no las reduce 4 la nada; ¥ luego, para ebservar como e] cuerpe, en general, es una substancia y por eso no perece ¥ como cl cuespo humane, en particular, tiene cierta coafiguracién y¥ aceidentes en sus inienibros por los que se distingue de Lodos los demiy cuerpos de ia tierra. Malm carece de los accidentes del cuerpo. es una subs- tancia pura. Podra concebir uncs cosas, y sentir y querer otras, ero en nindio de estas variaciones ef alma no cambia, es siempre ja misma. El cuerpo humano, por el cortrarie, experinien la modi« ficaciones, cambia, se Lransforma y, por consixuiente, puede pere- cer. Lil espiritu 6 el alma del hombre, ne puede perecer, porque es inmorlal por su propia naturaleza. En la tercera Meditacion, explico extensameate ¢] argumento principal de que me sirvo jiare probar la existencia de Dios. No he querido servirme de comparaciones sacadas de las cosas corporales, 4 fin de alejar en To posible, el espiritu de tos jectores, del uso ¥ comunieaciin de los sentidos. A esto sr debe, sin duda, él que haya obsenridades como la siguiente : parqné la idea de un Ser sohera- ramente perfects, idea que existe en noxotres, cantiene tanta realidad objeliva, es decir, participa por cepreseatacion de tantos grados de perfeceiba que hacen ereor que procede de unu causa soberanamente perfecta : Eas obseuridades seran disipadas en las contestacion 4 las obje- ciones que se me han divigzido, En csa conteslacion, he aclarado la duda relaliva d la causa soberanamente perlecta, Yalitadome de esta comparacién : un obrero concibe la idea de una maquina arti- ficial y muy ingeniosa; el artificio olijetivo de esa idea, debe tener alguna causa que es 6 la ciencia del obrero 4 la de otro de quien haya recibidy la idea, Del mismo mode es imposible que la idea de Dios, impresa en nosotros, no tenga A Dios por causa. En la ecuarta, pruebo que todas las cosas que concebimes muy claramente y muy distinlamente, son verdaderas; explico en qué consiste la naturaleza de Ja falsedad 6 error, cosa que debemos saber, 1unto para confirmar las verdades precedenles como para mejor enlender las que siguen. [le de hacer notar que no trato del pecado, que es, al lin y al cabo, un error, el que s¢ comete practi- cando el mal 6 alejandose del camino del bien. Me ocupo, anica- mente del error relativo al discernimiento dc lo verdadero y de lo COMPE? DIO DE LAS MEDITACIONES 65 falso y por eso no hablo de las cosas que pertenecen 4 la fe y 4 la moral, S6lo las que guardan alguna relacién con las verdades espe- culalivas y las que pueden ser conocidas por la laz natural de la razén, constituyen el objeto de mi estudio. En Ja quinta Meditacion, expilico, en términas ponerales, la natu- raleza de las cosas corporales; demuestro la existencia de Dios con un nuevo razonamiento en el que vl pronte se encontrard alguna obscuridad, ‘qe sera disipada en Jas respuestas 4 las criticas que ha merecido mi ubra; ¥ haré ver como es cierto que hasta la exac- titud de las demostraciones geometricas, depende del conocimiento de Dios. En la sexta, distingo la aceion del entendimiento de la de la imaginacién y describo los caracteres de una y otra; demuestro que el alma del hombre es realmente distinta del cuerpo, aunque estén tan estrecha ¢ intimamente unidos que compongan una misma cosa; cxponso. & fin de evitarlos, todos los errores que proceden de los sentidos, y, finalmente, aporto las razones con las que pode- mos concluir la existencia de las cosas materiales. No juzgo esas razones de utilidad muy grande, porque prieban lo que no hace falta probar. Que existe un munda, que los hombres tienen cuerpo y otras Cosas semejantes, por nadie han sido puestas en duda. Rn este sentido su importancia es bien poca; pero desde cierto punto de vista la tienen y realmente extraordinaria, porque esas razones que prucban 1a existencia de las cosas materiales no son tan firmes ni tan evidentes como las que conducen al conocimiento de Dios y del alma; lo cual nos dice con toda cluridad que estas razones son las més ciertus y evidentes que puede comprender el espfritu humano. Eso es lo que me he propuesto probar en las seis Medita- clones. En este extracto he omitido muchas cuesliones de ue me ocupo en mi tralado. Claro es que ninguna tiene gran importancia, puesto que sélo hablo de ellas incidentalmente. MEDITACIONES SOBRE LA FILOSOFIA PRIMERA QUE PRUEBAN CLARAMENTE LA EXISTENCIA DE DIOS ¥ LA DISTINGION ENTRE EL ALMA Y EL CUERPO DEL HOMBRE MEDITACION PRIMERA DE LAS COSAS QUE PODEMOS PONER EN DUDA Hace algun tiernpo que vengo observando quo desde mis primeros afios he recibido por verdaderas muchas opiniones falsas que no pucden servir de fundamento sino 4 lo dudoso é incierto, porque sobre el error no puede levantarse el edificio de la verdad. Con los prin- eipios que me habian ensefiado nada util podia cono- cer, porque de principios falscs no se deducen conse- cuencias ciertas, y decidi deshacerme de todos los cono- cimientos adquirides hasta entonces y comenzar de nuevo la labor, a fin de establecer en las ciencias algo firme y seguro. Dificil era la empresa é impropia de un joven desprovisto de experiencia; por eso esperé Negar 4 la edad madura, la més 4 propésito para Ile- 68 OBRAS DE DESCARTES var 4 la practica ideas que tanta firmeza y constancia exigen; y creeria faltar 4 un deber si no pusicra ma- nos 4 la obra. Pienso que estoy en las rnejores condi- ciones para ello. He libertado mi espiritu de toda clase de prevc upaciones; las pasiones no han dejado en misu huella profunda v funesta; me he procurado un seguro repose en esta apacible soledad. Puedo, pues, dedi- carme 4 destruir mis antiguas opiniones, para que la verdad ocupe el puesto que merece. Creo que no sera necesaria una demostracion de la falscdad de_csas opiniones porque seria cosa de no acabar nunca. Debo rechazar, no solo lo que aparece manifiestamente erréneo, sino también todo lo que me ofrezea la mas pequefia duda. No tengo precisién de examinar una por una todas mis antiguas opiniones para ver si deben ser rechazadas; ya he dicho antes que asi no acabariamos nunca. La ruina de jos cimientos causa el derrumbamiento del edificio, Examinemos, pues, los principios en que se apoyaban sis antiguas ideas. ‘Todo lo que hasta ahora he tenido por verdadero y cierto ha Hegado 4 mi por los sentidos; algunas veces he experimentado que los sentidos engaian, y como del que nos engaha una vez no debemos fiarnos, yo no debo fiarme de los sentidos. Pero si estos nos inducen 4 error en algunas cosas en Jas poco sensibles y muy lejanas, por ejemplo — hay muchas que por los sentidos conocemos y de las cuales no es razonable dudar : que yo estoy aqui, sen- tado al lado del fuego, con un papel entre las manos, vestido de negro, es cosa indudable para mi. g¢omo uedo negar que estas manos y este cuerpo son inios? Para negarlo tendma que ser un insensato 6 un per- turbado, como esos que aseguran conlinuamente que son emperadores y van vestidos de andrajos, 6 erecn que pouseen trajes de oro y purpura y van desnudos 6 se imaginan ser un cantaro 6 que su cuerpo es de cristal. Esos son locos y yo seria tan extravagante como ellos si siguiera su ejemplo, Sin embargo, no he de olvidar que soy hombre y, por consiguiente, gue tengo la costumbre de dormir y de representarme en sucrios las cosas reales y otras tan inverosimiles y descabelladas como las que se les

You might also like