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5 TEXTOS DE LOS MATERIALES

AUDIOVISUALES

5.1 Literatura y música


5.2 Literatura y cine
5.3 Ruta literaria

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TEXTOS DE LOS MATERIALES AUDIOVISUALES

Relación de la literatura con otras artes. Rutas literarias

Literatura y música Literatura y cine Ruta literaria

UD 1 literatura Grandes novelas en la historia del El Lazarillo de Tormes


cine

UD 2 literatura Sentimientos universales en el teatro.


Shakespeare y Verdi: Otelo

5.1 Literatura y música

Sentimientos universales en el teatro. Shakespeare y Verdi: Otelo

Una de las artes que ha transmitido los sentimientos humanos universales de forma más intensa y vívida es el teatro,
y en particular la tragedia, un género teatral en el que la desgracia y el sufrimiento juegan un papel fundamental.

En el siglo IV a. C., el gran filósofo griego Aristóteles estableció las reglas de la tragedia en su obra llamada Poética.
Según Aristóteles, si la obra de teatro está bien escrita, ejerce un profundo efecto sobre los espectadores, hacién-
dolos compartir y participar de las emociones presentadas sobre el escenario. Entonces tiene lugar la catarsis, la
liberación de las pasiones perjudiciales de los espectadores, que salen del teatro purificados y transformados, más
capaces de lidiar con su vida cotidiana.

Esa catarsis era lo que lograban los dramaturgos griegos con sus tragedias, como la que estás viendo en estos
momentos, una representación de la tragedia Agamenón, de Esquilo, tal y como se interpretaba en la antigua
Grecia. No sería hasta dos mil años después, en la Inglaterra del siglo XVI, que surgiría otro dramaturgo de tanta
envergadura. Nos referimos a William Shakespeare, contemporáneo de Cervantes y uno de los mayores escritores
de todos los tiempos. Sus personajes, incluso los secundarios, tienen una enorme profundidad psicológica, y en
sus obras aparecen todos los sentimientos humanos.

Los compositores de ópera se han inspirado en numerosas ocasiones en las obras de William Shakespeare. El más
influido por ellas, hasta el punto de componer tres óperas basadas en las mismas, fue uno de los compositores de
ópera más populares de la historia: el italiano Giuseppe Verdi. La mayoría de las óperas de Verdi, como Rigoletto,
La traviata o Aida, no han dejado de representarse con éxito desde su estreno. Podríamos decir que, junto con
Mozart y Wagner, es el compositor de ópera con mayor sensibilidad por el teatro.

Ellos dieron una importancia fundamental al libreto, término italiano que significa ‘librito’. De hecho, la ópera se crea
cuando el compositor de ópera pone música al libreto, que contiene todas las palabras y acotaciones escénicas
necesarias para la representación de la obra teatral.

Con ayuda de su amigo y colaborador, el libretista Francesco Maria Piave, Verdi adaptó obras teatrales de grandes
dramaturgos, como Victor Hugo, Friedrich Schiller o Lord Byron, aunque para adaptar los libretos de sus dos últi-
mas óperas, basadas en obras de Shakespeare, trabajó codo con codo con el poeta y también compositor Arrigo
Boito.

Ya hemos hablado de Aristóteles y sus reglas de la tragedia. Aristóteles define la tragedia como una obra seria
en la que una gran persona sufre un revés de la fortuna, causada por una debilidad o un error. Eso es lo que les
sucederá a los dos personajes de los que hablaremos, protagonistas ambos de obras de Shakespeare a las que
Verdi puso música.

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Relación de la literatura con otras artes

Verdi consideraba a Shakespeare el maestro del corazón humano, y la primera obra del inglés que adaptó fue la
tragedia de Macbeth, cuya música has estado escuchando hasta el momento. Macbeth, general del rey Duncan
de Escocia, regresa con su amigo Banquo de una campaña victoriosa contra noruegos e irlandeses. Encuentran
a tres brujas, y estas profetizan a Banquo que su linaje será de reyes y a Macbeth que él mismo será rey. Poco
después, el rey Duncan pasa la noche en el castillo de Macbeth, y la esposa de este trama un plan para asesinarlo
y conseguir el trono para su marido.

Macbeth pone reparos pero, finalmente, su esposa logra convencerlo. En la escena que estás viendo, Macbeth
acaba de matar al rey, pero se altera tanto que su mujer toma las riendas de la situación y pone las dagas man-
chadas de sangre junto a los sirvientes del rey con el objetivo de culparles del crimen. Los hijos del rey huyen y
Macbeth se hace con el trono.

A Macbeth le inquieta lo que las brujas habían profetizado a Banquo y le invita a un banquete real. Al enterarse de
que Banquo y su hijo pensaban escapar esa misma noche, los hace asesinar, pero el hijo consigue escapar. En el
banquete, el fantasma de Banquo aparece sentado en el lugar destinado a Macbeth. Él es el único que puede ver
el espectro y, para sorpresa de todos los asistentes, monta en cólera ante una silla que todos ven vacía.

La esposa de Macbeth, atormentada por la culpa, enloquece y se quita la vida. Macbeth, desesperado, vuelve a
consultar a las brujas, y al malinterpretar sus profecías provocará su caída final, en una batalla contra el hijo mayor
del antiguo rey Duncan, el legítimo heredero al trono de Escocia.

Veamos ahora una escena de la segunda ópera que Verdi compuso sobre una tragedia de Shakespeare: Otelo.
Varios años después del éxito de Aida, Verdi se embarcó en la composición de su penúltima ópera. El protagonista
es Otelo, un general moro de la armada veneciana, y el antagonista es Yago, su alférez. Yago le guarda rencor por
haber preferido a Casio para el puesto de teniente, y se vale de una intrincada red de mentiras e intrigas para ha-
cer dudar a Otelo de la infidelidad de su esposa Desdémona con el joven Casio. Los celos poseen cada vez más
a Otelo, hasta el punto, que terminará matando a su esposa Desdémona. Entonces se entera de la inocencia de
esta y, arrepentido, se quita la vida.

Verdi tenía 77 años cuando empezó a componer la que sería su última ópera: Falstaff. Falstaff es una ópera cómica
sobre uno de los personajes más carismáticos de Shakespeare. No solo es una obra maestra, sino una de las más
divertidas y humanas del repertorio.

Las obras de teatro de Shakespeare se representan cada día en todo el mundo y han inspirado multitud de obras
de arte de todos los géneros. De hecho, es probable que ningún artista haya influido más en la cultura universal.
Por si eso fuera poco, quizá nadie como él haya iluminado tanto el alma humana, expandiendo nuestra visión y
mostrándonos cosas sobre nosotros mismos que, sin sus obras, tal vez nunca hubiésemos llegado a conocer.

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TEXTOS DE LOS MATERIALES AUDIOVISUALES

5.2 Literatura y cine

Grandes novelas en la historia del cine

Desde el comienzo del séptimo arte, se han buscado buenas historias para llevar a la gran pantalla. Lógicamente,
una de las principales fuentes de esas historias es la literatura. Por eso, muchas de las grandes novelas de la his-
toria tienen su correspondiente versión cinematográfica.

Hay versiones fieles al original y con gran éxito de crítica y público, como El Señor de los Anillos o Harry Potter.
Estas películas consiguen reflejar la ambientación que transmite el libro y destacan por la correcta adaptación de
la historia y la recreación de los personajes. Sin embargo, existen grandes novelas que no siempre se han ver-
sionado con éxito. Por ejemplo, una obra como Don Quijote de la Mancha ha resultado extremadamente difícil de
llevar al cine, porque es una obra muy extensa, con numerosas historias entrelazadas y porque sus personajes son
extraordinariamente complejos.

Sí es cierto que de la primera parte de Don Quijote de la Mancha se filmó una magnífica versión española en 1991,
dirigida por Manuel Gutiérrez Aragón y protagonizada por Fernando Rey como don Quijote y Alfredo Landa como
Sancho Panza. Se escogió como guionista al Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela. El francés Alejandro
Dumas fue un mago del arte de la narración. Sus obras han sido adaptadas a la gran pantalla en numerosas oca
ejemplo, la historia de Los tres mosqueteros.

Sin embargo, cine y literatura son dos artes distintos, que trabajan con herramientas diferentes, aunque están ínti-
mamente relacionados. La literatura influye en el cine, pero también el cine influye en la literatura. Es lo que sucede
con una famosa novela de Graham Greene, El tercer hombre, considerada por muchos críticos la novela mejor
adaptada al cine en la historia de la cinematografía británica. De hecho, la novela fue creada por Greene con la
intención de elaborar el guion de la película.

Al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, se han realizado innumerables adaptaciones de novelas al cine, refle-
jando la idiosincrasia del lugar y los hechos históricos más destacados de aquellas tierras. Una película destacada
es la famosa Lo que el viento se llevó, basada en una novela de Margaret Mitchell y estrenada en 1939. Se trata
de una de las mejores películas de todos los tiempos, y demuestra cómo, de la colaboración entre la literatura y el
cine, surgen obras artísticas que se transforman en clásicos conocidos mundialmente.

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Relación de la literatura con otras artes

5.3 Ruta literaria

El Lazarillo de Tormes

La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades es la primera de nuestras novelas picarescas.
Recoge en forma de autobiografía las andanzas de un muchacho al que la pobreza obliga a ponerse al servicio
de distintos amos y a aguzar el ingenio para no morirse de hambre. Como veremos inmediatamente, las peripecias
que vive Lázaro marcan un itinerario, no solo geográfico, sino moral, en el que el mozo confiado y sencillo que es
al principio acaba convirtiéndose en un truhán desilusionado y astuto, cuyo único objetivo es subsistir.

Al comienzo del libro, Lázaro nos habla de sus orígenes: «Pues sepa Vuestra Merced, ante todas cosas, que a mí
llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González y de Antonia Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi
nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre». Al llegar a Tejares, cuna de Lázaro,
solo las ruinas de un viejo molino recuerdan hoy al pícaro, cuyo padre, molinero, se vio en prisión por robar parte
del grano que le encargaban moler. Cuando el padre muere, la madre se traslada a Salamanca y empieza a vivir
en las Tenerías, un barrio pobre de casitas minúsculas colgadas sobre el Tormes, sirviendo primero en la casa del
Comendador de la Magdalena y más tarde en el mesón de la Solana, que se encontraba curiosamente en el mismo
solar donde actualmente se levanta el Ayuntamiento, en la misma Plaza Mayor.

La situación de la madre de Lázaro es desesperada, no puede ocuparse de su hijo y decide entregárselo a un


mendigo ciego de paso por el mesón, para que le sirva de guía. Lázaro y su nuevo amo salen de Salamanca por el
puente romano que se tiende sobre el Tormes y en cuyo extremo, hoy en día, existe un monumento que recuerda
las tribulaciones del muchacho. El relato dice que: «llegando a la puente, está a la entrada della un animal de pie-
dra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandóme que llegase cerca del animal, y allí puesto, me dijo: “Lázaro
llega el oído a este toro y oirás gran ruido dentro dél.” Yo simplemente llegué, creyendo ser ansí; y como sintió que
tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro, que más
de tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome: “Necio, aprende; que el mozo del ciego un punto ha de saber
más que el diablo”».

Lázaro ha recibido una dura lección que le hace despertar de su inocencia. Ahora está solo y le conviene espabilar
cuanto antes. Mendigando, Lázaro y el ciego pasan por Almorox. «Acaeció que llegando a un lugar que llaman
Almorox al tiempo que cogían las uvas, un vendimiador le dio un racimo dellas en limosna.» Es el primer pueblo de
Toledo que pisan. Rodeado de hermosos pinares, conserva una hermosa iglesia parroquial de estilo plateresco,
la de San Cristóbal, una Plaza Mayor porticada y la picota del siglo XVI, columna de piedra donde se exponían las
cabezas de los ajusticiados, o los reos. El ciego comparte el racimo con Lázaro: «Partillo hemos desta manera;
tú picarás una vez y yo otra». Pese al pacto, el ciego comienza a tomar las uvas de dos en dos y, Lázaro, que no
quiere quedarse atrás, de tres en tres, pero el muchacho es descubierto: «“¿Sabes en qué veo que las comiste tres
a tres? En que comía yo dos a dos y callabas”, a lo cual yo no respondí».

El pueblo de Escalona es el escenario de las últimas burlas de Lázaro con el ciego. «Estábamos en Escalona, villa
del duque della, en un mesón, y diome un pedazo de longaniza que le asase.» Hoy, como entonces, Escalona está
guardada por un hermoso castillo que domina el Alberche y por las murallas que aún la rodean casi por completo.
Es evidente que Lázaro intenta engañar al ciego comiéndose la longaniza y dándole a cambio un insípido nabo,
pero no logra superar la astucia de su amo que también en esta ocasión lo descubre. «Visto esto y las malas burlas
que el ciego burlaba de mí, determiné en todo dejalle.» Al día siguiente, al final de la jornada, la lluvia los sorprende
y acuden a refugiarse en los soportales de la plaza. Para volver a su posada, deben pasar un arroyo que, con las
lluvias, viene crecido. Lázaro propone saltarlo por donde traiga menos agua y el ciego acepta. Es la ocasión para
que el muchacho se vengue de todo lo que ha sufrido con él, sobre todo, del golpe casi mortal que le propinó con
un jarro de vino. «Saquéle de bajo de los portales, y llevélo derecho de un pilar o poste de piedra que en la plaza
estaba, sobre el cual y otros cargaban saledizos de aquellas casas […] y díjele: “Salta”. […] Aún apenas lo había
acabado de decir, cuando se abalanza el pobre ciego como cabrón, y de toda su fuerza arremete, tomando un
paso atrás de la corrida para hacer mayor salto, y da con la cabeza en el poste, que sonó tan recio como si diera
con una gran calabaza, y cayó luego para atrás, medio muerto y hendida la cabeza.»

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TEXTOS DE LOS MATERIALES AUDIOVISUALES

Lázaro tomó «la puerta de la villa en los pies de un trote» y esa misma noche llegó a Torrijos, pueblo que no le
pareció seguro, por lo que lo abandona casi inmediatamente. Los temores del muchacho son fundados, ya que en
el siglo XVI, Torrijos era el centro comercial de toda la comarca y existía el peligro cierto de dar con algún testigo de
la fechoría que había protagonizado en Escalona.

«Fuime a un lugar que llaman Maqueda, adonde me toparon mis pecados con un clérigo. […] Escapé del trueno
y caí en el relámpago.» El clérigo de Maqueda, villa con un poderoso castillo que domina los campos y las lejanas
montañas de la sierra de Gredos, resulta ser la avaricia misma; de él escapa medio muerto de hambre y también
descalabrado.

«De esta manera me fue forzado sacar fuerzas de flaqueza, y poco a poco, con ayuda de las buenas gentes, di
conmigo en esta insigne ciudad de Toledo.» Lázaro entraría en ella a través de la puerta Bisagra, para subir luego
hasta la del Sol, un espléndido ejemplo de la arquitectura militar del siglo XIV, y atravesando la de los Alarcones,
llegaría a la plaza de Zodocover, donde desecha inmediatamente la idea de mendigar, viendo la procesión de por-
dioseros azotados que discurre por ella. La calle de los Alfileritos era sede de la piadosa «ronda de pan y huevo»,
a cuya caridad se acogería seguramente tras los penosos sucesos de Maqueda. No tarda en encontrar un nuevo
amo, un escudero, prototipo de hidalgo de la época, hundido en la miseria, pero orgulloso de su clase y dispuesto
a morir de hambre antes que trabajar. La desnuda casa del hidalgo debió de estar en la calle de la Bajada del
Barco. «Era de mañana cuando este mi tercero amo topé; y llevóme tras de sí gran parte de la ciudad. Pasábamos
por las plazas do se vendía pan y otras provisiones, […] más muy a tendido paso pasaba por estas cosas. Desta
manera anduvimos hasta que dio las once. Entonces se entró a misa en la iglesia mayor, y yo tras él.» El templo
no es otro que la catedral. Por sus alrededores deberá buscarse la vida Lázaro, en la antigua calle de la Tripería,
donde consigue una uña de vaca y unas tripas cocidas que come con un trozo de pan duro, o las vías de Tornerías,
Chapinería, Horno de los bizcochos o Cordonerías, calles que alojaban a los gremios que aún hoy les dan nombre.

Perseguido por sus acreedores, huye el hidalgo y Lázaro entra a servir a un clérigo del convento de la Merced,
hombre de costumbres licenciosas, del que se aparta casi inmediatamente; luego a un buldero que engañaba a
los fieles en la venta de las bulas; después a un capellán de la catedral y finalmente a un alguacil, hasta que se
convierte en aguador. Es probable que en ese momento viviese en la calle de Azacanes, la calle de los aguadores.
«Fueme tan bien el oficio, que al cabo de cuatro años que lo usé […] ahorré para me vestir muy honradamente de
la ropa vieja.» Ya con hábito de hombre de bien consigue ser nombrado pregonero de Toledo y casar con la criada,
y amante, del arcipreste de la iglesia de San Salvador. Después de tantas calamidades como ha pasado, Lázaro
no parece sufrir por su honra ni preocuparse por la clamorosa infidelidad de su mujer. «Así quedamos todos tres
bien conformes. […] Si me quieren meter mal con mi mujer, que es la cosa del mundo que yo más quiero y la amo
más que a mí, […] yo juraré sobre la hostia consagrada que es tan buena mujer como vive dentro de las puertas
de Toledo. Esto fue el mesmo año que nuestro victorioso Emperador en esta insigne ciudad de Toledo entró, y tuvo
en ella cortes, […] en este tiempo estaba en mi prosperidad y en la cumbre de toda buena fortuna. De lo que de
aquí adelante me sucediere, avisaré a Vuestra Merced.»

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