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Die ineiey bit RAG Tindecn: iia Pn Ada Reservar edo ls derechos Deseverdo al dps en ela 270 kl igo Penal, odin er casino om pena ‘deka pini de bead ens ssprodzcan nape ator plain, «ato 0 en pare nc terri, sino con fiada en gue tipo de soporte Tio oii Specs of Cid Tar Cit Gorey Publica originlnente por Ednbutgh Univesity Pres Lie 201 © David Harvey 2001 © Bios Akal S.A, 2007 paralegal Secor Fone, 1 28160 Tes Canon Madi - Espada Te: 918 0651 996 ax: 918044 028 realm ISBN-10 #446.20645 ISBN15 978-64460-2064 6 eps legal M.4852007 peso en Coe, S.A Mie (Mah Espacios del capital Hacia una geografia critica David Harvey -akal- Prefacio Nadie que aspire a cambiar nuestra forma de interpretar el mundo y de penser acerca de él puede hacerlo bajo cireunstancias de su propia eleccién. Todos han de aprovechar la materia prima intelectual dea que disponen. Cada uno debe también incentar combat los presupuestos, los prejuicis y las predilecciones politicas que cen cualquier momento restringen el pensamicnto de modos qiic en el mejor de los ‘casos se pueden considera tulerancia represiva y en cl peor, meramente represivos. Los ensayos incluidos aqui, escitos a lo largo de aproximedamente treinta aiios,re- cogen mis intentos de cambiar las maneras de pensar en la disciplina de la geogra fia (hasta hace muy poco mi hogar institucional dentro de una divisién especializa dda del conocimiento caracteristica del sector académico y cada vez menos funciona), en éreas afines (tales como los estudios urbanos) y entre Ia gente en ge neal. También reflejan el cambio de las circunstancias de produecién de con rmientos dentro del munda de habla inglesa en esos aos inicio de la Guerra Fria y los ataques que sofrié la libertad de pensamiento a manos del mecarthysmo durante la déeada de 1950, fomentadose instigados por las inquietantes revelaciones sobre los excesos del estalinismo en la Unién Sovitiea, hi- cieron que durante la década de 1950 y comienzos de lace 1960 resultara muy diff cil tratar los escritos de Marx como verdadera materia prima para modelar nuewos conocimientos y modos de accién politica. De hecho, como tan claramente muestra el caso de Owen Lattimore (véase el capitulo 5), en Estados Unidos era peligroso manifestar cualquier opinién disidente (sin importar que se basara o no en el mar xismo) que no encajase con exactitud en el molde exigido por la politica exterior es- tadounidense. Esta politica estaba dominada por la doctrina de contencién de la in- fluencia soviéiica y por la anexi6n o la supresi6n directa de todos los movimientos 5 politicos que prefirieran la senda socialista a la capitalista para mejorar econémica mente. Pero a mediados de la década de 1960 muchos tenian claro que los sistemas de conocimiento prevalecientes fracasaban estrepitosamente a la hora de entender Jos mumerosos impulsos revohucionarios y las luchas por le descolonizacién (a me nnudo inspirados por el pensamiento marxista) que se producian en buena parte de ‘Africa, América Latina y Asia. A medida que evolucionaba la Guerra de Vietnam, se fue extendiendo Ia idea de que Estados Unidos no defendia la libertad y la indepen: dencia, ino que trabajaba para establecer un nuevo imperialismo que respaldara el sistema capitalista estadounidense, que tan vulnerable habia resultado durante los catastrficos acontecimientos de las décadas de 1930 y 1940, Los levantamientos ur. bbanos y as luchas por los derechos civles en Estados Unidos (los asesinatos de Mal: colm X, Martin Lather King y el ataque frontal contra los Panteras Negras que cul rmin6 con el asesinato de Estado de Fred Hampton en Chicago) también exigian seria reevaluaciones del pensamiento y de la prictica politica, Parecia importante abordar a Marx por dos razones interesantes: la primera, en tender por qué una doctrina tan denigrada y despreciada en los circulos oficiales del ‘mundo anglosajén podia suscitar una atraccién tan extensa en quienes luchaban act vamente por la emancipacisn en cualquier oto lngar; Ia segunda, para ver sila lectu- ra de Marx podia ayudar a fundamentar una teora critica de la sociedad que abarca +2 interpretara los confictos sociales que culminaron en el intenso drama politico (cercano a la revolucion cultural y politica) de los anos dlgidos de 1967-197. Mi propio trabajo sobre estos temas forms parte del esfuerzo general por entender estas cucstiones que se verifies a principios de la década de 1970. Fue til, por su puesto, descubrir que en cirtos émbitos todavia billaban con fuerza los rescoldos de Ja erudicién marsst (la obra de Paul Baran y Paul Sweezy brillaba en Estados Unidos y la de Maurice Dobb, E. P. Thompson y Raymond Williams en Reino Unido) y que en Europa se mantenian firmes diversas corrientes de pensamiento marxista. Al prin cipio habia que prestar atencién a la reeuperacin de estos logros y al mismo tiempo desarollar a partir de los textos clisicos de Marx conocimientos nuevos, adaptados a los tiempos. Pronto los escrtos de Marx se estudiaron ampliamente y se aceptaron en general, pero posteriormente se consideraron cada vez-ms un dogma represivo, o algo snacrénico y reaccionato: era importante demostrar, por lo tanto, que sus ideas tenian vida cuando se adaptaban y ampliaban para abordar circunstancias nuevas EI Angulo especifico de mi trabajo fue, sin embargo, un tanto inusual, porque era casi tan infrecuente que quienes trabajaban en la tradicién marxista prestaran atencién a las cuestiones geogrificas (o urbanisticas, excepto en cuanto fendmenos histéricos) como que los gesgrafos consideraran la tcoria marxiana un posible fundamento para su pensamiento. En itimo extremo, la tradicién radical de la geografia (que nunca fue muy fuerte) se basaba en los anarquistas, especialmente los de finales del silo xx, 6 cuando anarquistas ge6grafos como Peter Kropotkin y Elisée Reclus eran pensado res y activistas destacados. Hay muchos elementos valiosos en esa tradicién. Fue, por ejemplo, mucho mas sensible las cuestiones medioambiencales y la organi zacién urbana (si bien de manera critica) de lo que en general habia sido cl marxis ro. Pero la influencia de tales pensadores estaba estrictamente i transformé, mediante la influencia de planeadores urbanisticos como Patrick Ged des, en un comunitarismo enmarcado en una oposicién leve y aceptable a lo que Le wis Mumford, por eiemplo, consideraba la trayectoria dstépica del cambio tecno- 1égico bajo el capitaismo. Parte del movimiento de la geogralia radical a finales de la década de 1960 se dedic6 a revitalizar la tradicién anarquista, mientras que los ge6grafos con fuerte simpatia por, digamos, los movimientos de liberacién nacional y los movimientos revolucionarios antiimperilistas escribian de un modo mis di- rectamente materialista histérico y basado en la experiencia y evitaban las abstrac- ciones. Los gedgrafos de este tipo (se me ocurren Lattimore y Keith Buchanan) fue- ron marginados, y a menudo tratados como paris, en su discipline. Los ne6gratos radicals intentaron, no obstante, mantener esta tradicién (haciendo frente a una fe +02 oposicin), pero también, como en la revista geogrifica radical Antipode (fun dlada en 1968) apuntalarla apelando a los textos de Marx y Engels, Lenin, Luxem- burg, Lakacs y autores similares. Los primeros articulos, recogidos en la Parte Segunda de esta recopilacién, to dos ellos publieados en Ancipade, formaron pante de eve esluctay wleutivo. No xe habia escrito mucho sobre la geografia dela acurmulacién de capital, la produecién de espacio y el desarrollo geogrifico desigual desde una perspectiva marxista, Aun- que Marx prometié dedicar un volumen de El capital a la formacién del Estado y al mercado mundial, no complets su proyecto. Por consiguiente me dispuse a efectuar una Jectura comprensiva de todos sus textos para ver qué podria haber dicho sobre «estos temas si hubiera vivido para completar su argimento, Hay dos formas de efec- tuar dicha lectura. Una es tratar a Marx como el «pensador magistral» cuyas afit- maciones llevan a todo trance el imprimatur de la verdad absoluta. La segunda, que prefiero, es tratar sus declaraciones como sugerencias tentativas ideas aproxima das que hay que consolidar en un tipo de argumento teérico més congruente que respete el espititu diléctico y no las sutilezas verbales de sus estudios, notas y car- tas en gran medida inéditos. Inerpretandolo de este segundo modo, descubsi en Marx una base fértl para toda una gama de estudios posteriores (algunos de los cuales aparecen en este volumen) y para libros como The Limits to Capital (1982), The Condition of Posimodernity (1989) y Espacios de esperar (2000). sunscrita 0 se “D, Harvey, Las inter del capitalioma ‘lator arse, México DB, FCE, 1990; La condi dela posmadernidad, Buenos Aires, Amotrort, 1996; Epacos de esperana, Madi, lal, 2005, Peco el aprendizaje del método de Mar abrié también todo tipo de sendas para el trabajo intelectual y el comentario politico en cuestiones tan diversas como la na turaleza politicamente debatida de los conocimientos geogrificos, las cuestiones medioambientales, las evoluciones econémicas y politica, y la relacién yeneral en trecl conocimiento geogrifico y la teoria social y politica, Surgié todo un ambito de trabajo que ayud6 a entender el uso que el poder politico hace de los conocimien tos geognificas (independientemente de cémo se definan). Esto indicaba ademés la necesidad imperiosa de definir una geografia critica (y una teoria urbana critica) ca- paz de «deconstruir> (por usar la jerga actual) de qué modo ciertos conocimientos, aparentemente «neutrales», o «naturales» o incluso «obvios», podian consttuir de hecho un instrumento para conservar el poder politico. Los artiulos incluidos en Ja Primera Parte tratan de esta cuestin, Hay suficientes pruebas parcales reunidas en este volumen como para establecer una conextin més que meramente verosimil, aunque hasta el momento no se ha dado una presentacién sistemitica y satistacto- ria de la idea. Considero estos articulos como estudlios preparatorios de un proyec 10 mis amplio, merecedor de una consideracién mas profunda, sobre la influencia de los conocimientos geogrificas en la perpetuacién de las estructuras politicas y econémicas de poder, yen la transformacién mediante las luchas del orden polit- «0 y econémico. Durante los treinta afios que llevo escribiendo sobre estos temas he tenido la buen suerte de culiboras Cou iniliples estudiowus y activists que han avtiesgado mucho pata desarrollar puntos de vista alternativos a las habituales evasiones tec nocriticas ~cercanas @ la apologia del capitaismo- que dominan la geografiay las ciencias sociales mas en gencral. Tengo una deuda inmensa con todos estas perso nas, sencillamente demasiado numerosas para mencionarls (espero que ellassepan ‘quiénes son). Pero la muerte prematura de alguien que durante mucho tiempo fue un camarada, Jim Blaut, me eva a dedicar este ibro a su memoria. Uno de sus i- ‘bros de reciente publicacin, Fight Eurocentric Historians, es un valiente ejemplo del tipo de obra critica saludable que tengo en mente, Deseo fervientemente que la ‘nueva generacién aproveche los rescoldos que brillan potentemente en Ia obra de Jim asi como, espero, en la mia, para encender un fuego de geografa critica que mantenga su llama hasta construir una sociedad mas justa, equitativa, ecol6gica- mente sana y abierta que la que hemos experimentado hasta ahora. David Harvey Nueva York, abril de 2001 Fuentes El capitulo 10 se presenté primero en el congreso sobre ciudades modelo de Sin- gapur en abril de 1999 y fue publicado por la Autoridad para la Remodelaci6n Ur. bana de Singapur en forma de actas, Model Cities: Urban Best Practices in 2000; la versién revisada, publicada aquf, se present6 en el congreso «El hombre y la ci dad hacia un desazrollo més humano y sostenible», organizado en Népoles en sep tiembre de 2000, El capitulo 1 se present6 primeramente en el congreso «Ciencias Sociales en el Milenio» patrocinado por la Universiclad Baptista de Hong Kong en junio de 2000; a versiin revisada, publicada aqut,se presents en el vigésimo nove- ‘no Congreso Geogrifico Internacional de Seiil en agosto de 2000. El capitulo 18 se prepar6 para el congreso sobre lo global ylo local organizado en la Tate Modern de Londres en febrero de 2001 Las fuentes de los demas capitulos son las siguientes: Capitulo 1: Entrevista publicada en New Left Review 6 (julio-agosto de 2000), Capitulo 2: Transactions ofthe Institute of British Geographers, 1974. Capitulo 3: Economic Geography, 1974, Capitulo 4: Comparative Urban Research, 1978. Capitulo 5: Antipode, 1983. Capitulo 6: The Professional Geographer, 1984. Capitulo 6: New Perspectives Quarterly, 1992. Capitulo 8: The Baltimore Book: New Views on Urban History, 1992. Capitulo 9: Social Text, 195. Capitulo 12: Antipode, 1975. Capitulo 13: Antipode, 19 Capitulo 14; Antipode, 1981 Capitulo 15: Social Relations and Spatial Structures, editado por Derek Gregory y John Urry, 1985, Capitulo 16: Geografiska Annaler, 1989, Capftulo 17: Socialist Register, 1998. Las referencias se han incluido en la bibliografia. Por lo demés, los articulos reimpresos aparecen sin cambios en todos los aspectos sustanciales. PROLOGO 1 La reinvencién de la geografia Una entrevista con los editores de New Left Review Después de la guerra, el campo tipico de investigacion marsista ba sido la historia, ‘Tu trayectoria fue mds original. ¢Cémo te convertiste en gedgrafo? Existe una respuesta trivial, aunque en realidad profunda, a esta pregunta. De niio, a menudo deseé escaparme de casa, pero siempre qué lo intentaba me resul: taba muy ineémada, asi que regresaba, Entonces decidt escapstme con la imagina- cin, gracias a ellaal menos el mundo resultaba un lugar muy abierto; como tenia tuna coleccién filatélica que mostraba todos esos paises con un monarca britinico «stampado en sus sellos, me parecia que todos ellos nos pertenecian a nosotros, a ‘Mi padre trabajaba de capataz.en un astillero en Chatham, un lugar con una ta dicién naval muy fuerte. Vivlamos en Gillingham. Una vez al ao durante la guerra nos llevaban a tomar el tél astllero, en un destructor; Ia aventura de alta mar y del imperio me caus6 una fuerte impresi6n. Mi primera ambicn fue unieme a la ma rina, De modo que incluso en los tencbrosos dias de 1946-1947, inmediatamente después de la guerra, existia todavia un imaginario que rodeaba todo este mundo imperial. Leer acerca del mismo, dibujarloen los mapas, se conviti6 en una pasin durante mi infancia, Mas tarde, durante mi adolescencia, recorsi en bicieleta todo clnorte de Kent, aprendiendo bastante acerca dela geologia, la agriculturay el pai saje de nuestro entorno local, Disfruté en gran medida de esta forma de conoci: ‘miento, De manera que siempre me he sentido atraido por la geografia. Enel cole sio también me sentfa poderosamente atraido por la literatura, Cuando ingresé en ‘Cambridge -lo cual en aquellos tiempos ain era poco habitual para un muchacho * Publicado por primera vez en Naw Left Review 4 (jlio-agosto de 2000. B We de mi extracci6n-, elegi geografiaen lugar de literatura en parte debido a que cuve tun profesor que se habia formado sli que me acla6 que si uno estudiaba inglés en sa universidad no se dedicaba tanto « leer literatura como a estudiar a FR, Leavis. CConsideré que podia ler literatura por mi cuenta y que no necestaba que Leavis me alijera cémo hacerlo, Asi que prefer seuir la senda de le geografia,a pesar de que, desde luego, nunca dejé de interesarme por la historia yl iterarra En Cambridge, la geografia era una disciplina importante y bien asentadla, lo que ime permitié adquirie un conocimiento bisico de la disciplina tal y como se desa rollaba en Gran Brea en aquel impo. Cosinué ali mis exuion de doctor do, sobre la gcogralia istérica de Kent en el siglo x1x, centtindome en el cultivo del lépulo, De hecho, mi primera publieacién, sobre cl tema de la elaboracidn de la cetveza, aparecié en la propia revista de Whitbread, la empresa cervecers; siendo cestudiante graduado gané diez libras gracias @ un texto publicado junto a un ar ticulo de John Arlott Tu primer libro, Explanation in Geography, publicado en 1969, constituye una aportacin ata disciplina lena de confianza y de un aleance ambicoso. Sin embargo, al parecer proviene de un entorno positivista muy especifco,ése trata de un horizon- sede referencia exclusioumente anglosajin, carente de cualquier legado proveniente de las radicionesalternatoas em geografiainflayentes en Trancia 0 Alemania? En Explanation in Geography trataba de buscar una respuesta a Jo que conside raba un problema centeal de la disciplina. Tradicionalmente, el conocimiento geo: srifico habia estado extremadamente fragmentado, orientado a enfatizar en gran medida lo que se denominaba «exeepeionalismo», De acuerdo con la doctrina es- tablecida, el conocimiento adquirido mediante la investigacién geogrifica es dife rente de cualquier otto tipo de conocimiento. No es posible establecer generaliza- ciones o sistematizarlo, No existen leyes geogrificas; no existen principios penerales alos que se pueda apelar lo Ginico que se puede hacer es salir ahi afuera y estudiar, ppongamos pot caso, la zona seca de Sri Lanka, y pasarse toda la vida tratando de comprenderla. Queria hacer frente a esta concepcién de la geografiainsistiendo en la necesidad de comprender el conocimiento geografico de un modo algo més sis. temitico. En aquel momento me parecia evidente que habia que recurss a la tradi- isn filoséfica de positivismo que, en la déeada de 1960, continuaba incorporando como parte desi un poderoso sentimiento acerca dela unidad de la ciencia, prove- niente de Camap. Este es el motivo por el que me tomé a Hempel y a Popper tan cn serio; pensé que debia existir agin modo de usar su filosofin de laciencia para contribuir ala construccién de un conocimiento geogrfico ms unitario, Se trata 4 ba de un momento en el que, en el seno de la disciplina, existia un fuerte movi miento que apostaba por la introduccién de téenicas estadisticas y nuevos métodos cuantitativos en la investigacién. Se podria decir que mi proyecto consistia en desa- rrollar la vertiente filoséfica de esta revolucién cuantitativa Qué puedes decirnos acerca del papel externo que jugs la discipline a medida que se iban produciendo estos cambios? Hitoricamente, la geografia parece haber ocupado sina posicin mas prominente dentro de la cultura intelectual general en Francia o en Alemania, donde ba estado mas vinculada con cuestionespiblcas centrale, que en Gran Bretaia. La linea deta geografia de Vidal de la Blache, que desemaboca en la escuela de os Annales, se dedica inequivocamente «la problemética de la unidad nacional; Von Thien, en Alemania, ala industrializacién; Haushofer, alas estrategias geopoliticas de la expansin insperialista, perspectca que encuentra una version edwardiana en ‘Mackinder aungue de un modo més marginal. (Donde cabra stuar la geografia brit nica de posguerra? Ena década de 1960 estaba mucho mis conectada con la plaificacién, la regional y la urbana que en cualquier otto lugar. En aquel momento existia una cierta vergien 2a sobre toda la historia del imperio,y un desacuerdo con respecto a la idea de que la sreograia no podia o debia jugar un papel global, cuanto menos conformar estrategas ‘copolitcas. El resultado se tradujo en un enfoyue fvcttenente praguitice, en un ine tento de reconstruir el conocimiento geogrifico como instrumento de la planificacién administrativa en Gran Bretaia, En este sentido, la disciplina se hizo bastante funcio- nalista, Para que te hagas una idea sobre esta tendencia te diré que en mi opinin ape- nas existen campos en la investigacin en los que Ia palabra «urbano» pueda ser con- siderada como el centro de la discipina, La historia usbana es, en lo esencial, una forma mas bien marginal; la economia urbana es a8{ mismo un campo marginal; y lo mismo sucede con la politica urbana. Mientras Ia geografia urbana era realmente el centro de mucho de lo que estaba sucediendo en la disciplina. Asi mismo, en la ver: tient fsca, la gestién medioambiental se ocupa ce mangja recursos locales de diver: 308 mods especifcos. Asi, pues, en mi opinién, la presencia publica, bastante fuerte, de la geografia en Gran Bretaia opers en estas tres reas espectficas; no se proyect6 hacia fuera mediante una formulacién intelectual grandiosa como la que se podiaen- contrat en Braudel o en la tradicién francesa. Es preciso recordar también que para ‘muchos de nosotros, que tenfamos cirtas ambiciones politicas en relacién con la dis ciplina, planificacién racional no era un concepto negativo en la década de 1960, Era «l petiodo de la retrica de Harold Wilson sobre el «toque migico dela tecnologia», tun momento en el que la ficacia de la planificacién regional y urbana iba a suponet tuna palanca para la mejora social del conjunto de la poblacin, 15 ‘Aun ax, um rasgo sorprendente de tw obra Explanation in Geography es la aie sencia en ella de toda nota pottia, Se lee como un tratado puramentecientifco, ct rente de cualquier mencin que se refera a preocupaciones de este tipo. Uno jams adivinara a parts de esta obra que su autor babria de convertrseen un radical com encido, ‘Bien, mi otientacin politica en aquel momento se situabe cerca del progresismo fabiano, motivo por el que me sentia seducido por la ideas dela planificacin, la cfi- caciay la racionalidad, Leia @ economistas como Oskar Lange, que pensaban en esta linea. De modo que en mi mente no exista ningén conflicto real entre la aproxima cin cientifca racional alas cuestiones geogsficas y una aplicacn efcuz de a plani- ficacién a ls cuestiones politica. Sin embango, estaba tan absorbido en la redaccién del libro que no advert todo lo que estaba colapsando a mi alrededor. Entregué mi opus magnurs alos editores en mayo de 1968, pata inmediatamente después sentirme intensamente avergonzado por el cambio general de la temperatura politica. A esas a: turas, me sentia profundamente desilusionado con el socialsmo de Harold Wilson. Justo en ese momento consegui un trabajo en Estados Unidos, legué a Baltimore un aio después de que gran parte de la ciudad hubiera ardido a raiz del asesinato de Martin Luther King. En Estados Unidos, el movimiento en contra de la guerra y el movimiento pot los derechos cies estaban en su punto dlgids yal me encontraba 40, tras hber escrito agucl vino ueutial que de uno u otro modo no parceia encaer Me di cuenta de que tenfa que repensar un montén de cosas que habia dado por su puestas durante la década de 1960. Qué te lev a Estados Unidos? [En aquel tiempo las universdades estadounidenses estaban expandiendo sus de- ppartamentos de geografia, La formacién en esta disciplina era més sida en Gran Bre- tafia que en Estados Unides de modo que se produjo una cierta aflucncia de pe6gra fos britinicos para cubrir nuevas plazas, Yo habia ensefiado en Estados Unidos como profesor invitado en varias ocasiones, y cuando me ofrecieron un trabajo en Johns Hopkins pensé que se trataba de una oportunidad atractiva. El departamento de esta Universidad era interdisciplinar y combinaba geografi e ingenierta del medio am- biente. La idea consistia en juntar a un grupo de personas provenientes de las cien- cias sociales y de las ciencias naturales con el fin de abordar cuestiones medioam- bientales con una perspectiva multiisciplnat. Yo fui uno delos primeros en participar cenel nuevo programa. Aprendi bastante acerca de cémo piensar los ingenieros, acer- ‘cade los procesos politicos, acerea de los problemas econdmicos: no me senti cons- trefiido por la dsciplina geogrifica 16 ¢Cuil era el ambiente politico? Hopkins es un campus extremadamente conservador, que cuenta, no obstante, ‘con una larg historia de acogida de ciertas figuras disidentes. Por ejemplo, alguien ‘que me interesé bastante cuando llegué fue Owen Lattimore -su libro Inner Fron: tiers of Asia es excelente-, que habia estado en Hopkins muchos aiios antes de que fuera vicima del mecarthysmo, Empleé un montén de tiempo hablando con gente {que estaba alli acerca de lo que le sucedié y fui « visitarle personalmente. Final mente, intenté que Wittfogel, que habfa sido su acusador, explicara por qué habia atacado a Lattimore con tanta violencia, Asi, pues, siempre me sent fascinado por Ia historia politica de la universidad, asi como por la della ciudad. Se trataba de un campus pequcio que siempre habia sido muy conservador. Sin embargo, por ese motivo, incluso un reducido niimero de radicales decididos podia resultar bastante ‘eficaz; a principios de la década de 1970 existia un movimiento en contra de la gue- rma, asi como un activismo en favor de los derechos civiles muy importante en tor no a la universidad. Desde el principio me intrig6 la propia ciudad de Baltimore De hecho, era un lugar increible para desarrollar un trabsjo empitico. Répidamen- te me impliqué en estudios sobre diseriminacién en proyectos de vivienda, y desde entonces la ciudad ha formado un telén de fondo sobre el que se ha desarrollado sean parte de mi pensamiento. Cuil es el perfil de Baltimore como ciudad estadounidense? En muchos sentidos es una ciudad emblemitica de los procesos que han dado forma a las ciudades bajo el capitalismo estadounidense, proporciona una muestra de laboratorio del urbanismo contemporineo. Sin embargo, evidentemente, tiene ademas un caricter propio. Pocas ciudades norteamericanas cuentan con una €s- tuuctura de poder tan simple como Ia de Baltimore. Después de 1900, buena parte de la gran industria se desplazé fuera de la ciudad, dejando el control en manos de una elite rica euya fortuna se basaba en los bienes inmucbles y la banca. Baltimore ro es actualmente sede de grandes empresas, y con frecuencia se alude ala ciudad ‘como la mayor plantacién en el sur, dado que en buena medida esté gobernada del ‘mismo modo que una plantacién, mediante unas cuantas instituciones financieras de gran importancia, En realidad, en lo que respecta la estructura social, Laci dad es mitad nortefia mitad surefia. Dos tercios de la poblacin es afroamericana, aunque el nivel de militancia negra no se acerea en modo alguno al que pueda en ‘contrarse en Filadelfia, Nueva York 0 Chicago. Las relaciones raciles responden :nds a un patrén surefio, Puede que los alcaldes sean afroamericanos, pero ello no impide que dependan en gran medida de la conexin financiera y que estén rodea- 7 dos por barrios blancos que no quieren tener nada que ver con Ta ciudad. Cultural ‘mente, es uno de los grandes eentros del mal gusto estadounidense, Las peliculas de John Waters son clisicos en Baltimore, no cabe imaginarselas en ninggin otto hu- za, Arquitecténicamente, sea lo que sea lo que la ciudad trate de hacer, se torna en algo un tanto inadecuado, como le sucede al arquiteeto que construye una casa cal- culando mal los éngulos, yafios mas tarde la gente comenta, «acaso no se trata de tuna estructura muy interesante?» Uno acaba por sentir mucho afecto hacia ella. En cierta ocasin pensé que debia escribir un libro ttulado Baltineore: la ciudad de las peculiaridades. Tu segundo libro, Social Justice and the City, publicado en 1973, estédividido en tres apartados: Formulaciones liberales, Formulaciones marxistas y Sintess. ¢Los ex cribiste como una secuencia premeditada desde el comienzo con el fin de refleiar tu propia evolucion o surgieron de este modo, sobre la marcha? Se trata de una secuencia més fortuita que planeada, Cuando comencé el libro, avin me denominaba a mi mismo como socialista fabiano, aunque se trataba de una tiqueta que no tenia mucho sentido en el contexto de Estados Unidos, ya que na- dic habria entendido su significado y se me hubiera eatalogado de liberal con car- iné, De modo que organicé mi investigacién siguiendo estos panimetros y descubtt jgue no eran operatives. Asi que me accrapiéa la teoria marxista con al fin de com probar si proporcionabe mejores resultados. El cambio de un enfoque a otro no fue premeditado, me tropecé con él No obstante, en 1971, poco tiempo después de que Hegaras a Baltimore, formabas parte de un grupo de lectura que estudiaba El capital de Marx; una experiencia que describise recientemente como un momento decisivo en tu carrera. ¢Eras el principal animador de este grapo? No, Ia iniciativa partié de estudiantes graduados que querian leer El capital Dick Walker era uno de ells y, en el grupo, yo era el profesor que ayud6 a organi zarlo, En cualquier caso, se trataba de un periodo en el que todavia no exista de masiada literatura marxista en inglés. Disponiamos de Dobb, Sweezy y Baran, pero poco mis. Mis tarde, tradujsteis textos del francés y del aleman, y se eres la Pen 4guin Mare Library. La publicacién de los Grundrisse en esa serie constituyé un paso adelante en nuestro desarrollo, El geupo de leetura fue una experiencia maravillo sa, aunque yo no me hallaba en una posicién privilegiada para ensefar a nadie. Era ‘mos un grupo de cicgos guiando a otros ciegos, lo cual hizo que la experiencia fue- 1a mucho més gratifieante 18, En las conclusiones de Social Justice and the City, explicas tu encuentro con la obra sobre urbanismo de Henri Lefebure después de que escribierasel resto del libro, 1 pasas a hacer unas observaciones sorprendentes sobre la uismma, ¢Qué conocimniento tenias por aquel entonces del pensamiento francés sobre el espacio? Volviendo la vis- ta hacia ards, podria decirse que existian dos lineasdiferenciadas de pensamtiento den tro del marxismo francés que babrian sido relevantes para ti: 1a geografiabistrica de Yoes Lacoste y sus colegas de Herodote yl tcoria urbana contemporénea de Lefebore, ‘que emergiéa parte de la fascinacin del survealismo con la ciudad como paisaje de lo inesperado’en ta vida cotidiana En realidad existia otra linea en Francia, institucionalmente més importante que cualquiera de las anteriores, conectada con el Partido Comunista, cuyo represen- tante mis eélebre era Pierre Georges. Este grupo era muy poderoso en el sistema ‘niversitario, tenia mucho control sobre las plazas docentes. El tipo de geografia «que practicaban no era en absoluto abiertamente politico: se centraba fundamen- talmente en la base terrestre sobre la que se crigen las sociedades humanas y sus transformaciones a partir de la movilizacién de las fuerzas productivas sobre el sue- lo. A Lefebvre no se le consideraba gedgralo. Georges era un punto de referencia central dentro de la diseiplina ‘Ta respuesta alas ileas de Lefebure entona una nota bastante distintve, que suelee 4 aparecer en tu trabajo posterior. Por un lado, te entusiasmas con el radicalismo de Le- ‘febore con tna valoracion generosa de la carga utpca critica de su obra; por oto, sea las la necesidad de un realismo que sirva de equilbrio. Esta respuesta a dos bandas se convierte en una suerte de modelo en tu trabajo; estoy pensando en el modo en el gue, en The Condition of Postmodemnity,simulténcamentey de una forma imaginativa to ‘mas la nocién de wacuruacin flexible y la limita empiricamente, 0 en tu reaccion contra ls ecologistasapoculipticos en tu obra mais reciente: una combinacion poco babi- ‘tal de compromiso apasionado y sensater imperturbable. ‘Una de las Iecciones que aprendi escribiendo Sceal Justice ond the City ha cont- ‘nuado siendo importante para mi, Le mejor manera de expresarlaes mediante una frase que Marx emple6 al hablar del modo en el que podemos friccionar distintos blogues conceptuales entre si para provocar un fuego intelectual. La innovacién tes Fica con demasiada frecuencia emerge de la colisién entre lineas de fuerza diferen tes, En una frieein de este tipo, uno no debe nunca abandonar el propio punto de partida; las ideas Gnicamente prenderin fuego si los elementos originales no son completamente absorbidos por los nuevos. Las formulacionesliberales de Social Jus- tice ond the City no desaparecen totalmente, en modo alguno; petmanecen como 19 parte del programa futuro, Cuando leo a Marx, soy consciente de que estoy ante una criti dela economia politica. Marx nunca sugiere que Smith o Ricardo hablaran sin sentido, él se muestra profundamente respetuoso con lo que estos autores tenian que decir, Sin embargo, también confronta sus conceptos con otros, provenientes de He gel o Fourier, de acuerdo con un proceso transformados, Este ha sido un principio de mi propio trabajo: puede que Lefebvre haya tenido algunas ideas brillantes, y los regulacionistas han desarrollado algunas nociones muy interesantes que metecen respeto por derecho propio; no abstante, uno no debe renunciar a todo lo que cons- tituye su acervo; se trata de friccionar los bloques entre sy preguntarse: gemerger de esto algo que consttuya una nueva forma de conocer? ¢Cual fue la recepeién de Social Justice dentro de la disciplina? La primera parte de la década de 1970 fue un periodo en el que se produjo un giro intelectual generali- zado bacia la izquierda;élogr el libro wna recepci6n benévola? En Estados Unidos ya existia un movimiento radical en el seno de Ia geografia re rido en tomo a la revista Antipode, producida en la Clark University en Woreester, “Massachusetts, una de las principales universidades en el drea de la geografia de todo cl pais, Sus fundadores eran decididamente antimperialistas, yse dedicaron a analizar Ia historia del entretejimiento entre la geografia y el colonialismo occidental. La revis 1 promovié intervenciones potentes en reunions nacionales en Estadoe Unidos, asf ‘como la formacién de un grupo denominado Gedgrafos Socialists. En Gran Bretaia, Doreen Massey y otras autores encabezaron un tipo de movimiento similar. Ast que, como ya he dicho a princpios dela década de 1970 existia un tipo de movimiento ge- neralizado entre los jvenes geégrafos que exploraba esta dimensién especifica, Social Justice and the City fue uno de los textos que recogié este momento, convirtiéndose en ‘un punto de referencia a medida que fue pasando cl tiempo. También se ley fuera de la disciplina, especialmente por parte de socidlogos urbanos y algunos estudiosos en ciencias politica. Por supuesto, ls economistas radicales también estaban interesados en las cuestiones urbanas, que se habsan convertdo en asuntos politicos centales en Estados Unidos. El escenatio era, pues, bastante favorable ala recepcin del libro, The Limits to Capital aparecié nueve arios més tarde, en 1982, Se rata de umn tra- bajo fundamental de teoria econémice, wn salto arombroso con respecto a tus obras an- teriores. ¢Cul es la historia de esta mutacin? Contaba con ciertaformacién en economia neoclisicay teria de la planificacion que habia adguirido en Cambridge. Para cualquier geégrafo, la teoria de la local cién de Von Thiinen era, desde el principio, un punto importante de referencia, Des- 20 de luego, al escribir Explanation in Geography me introduje en los debates positvis tas del razonamiento matemsitico, asi que cuando me enfrenté a los trabajos de eco nomistas marxistas como Morishima o Desai, no tuve dificultades para entender de lo que hablaban. E] trabajo de Morishima y, naturalmente, la Theory of Capitalist De telopment de Sweezy me resultaron de gran ayuda. Sin embargo, para ser honesto, mientras escribia The Limits ro Capital me quedlé la mayor parte del tiempo con los textos del propio Marx. De lo que me di cuenta tras esribir Social Justice ond the ity es de que no habia entendido a Mars, y que necesitaba ser franco al respecto, algo que traté de hacer sin demasiada ayuda exterior. Mi objetivo era llegar a un pun to en el que la teoria pudiera ayudarme a comprender las cuestiones urbanas, y no podia hacerlo sin abordar las euestiones del capital io, sobre las que nadie habia es- crito demasiado hasta el momento. Se planteaba el problema del capital financiero, fundamental, como sabia por Baltimore, en los mercados de viviendas. Si me hubie- radtenido en a primera parte del libro habia producido un andlisis de la teotia de ‘Marx muy similar a otros que estaban surgiendo en aquel periodo. La diltima parte, cn la que analicé la temporalidad de la formacin del capital fj y el modo en el que se relaciona con los flujos monetarios y el capital financiero, y las dimensiones espa- ciales de estos aspectos, hizo que el libro resultara poco habitual, Fue una tarea dura Casi me vuelvo loco escribiendo The Limits to Capital; lo pasé muy mal tratando de acabarlo, ademas de intentando que resultara legible; en esta taiea empleé la mejor parte de una década, El libro sires dle base de todo lo que he estado haciendo det de entonces, Es mi texto favorito, sin embargo, irSnicamente, probablemente sea el ‘menos leido, Qué acogida tayo en aguel momento? La NLR ciertamente no le prest6 ninguna atencién, pero zqué me dices de otros secores de la iaguierda? Realmente no puedo acordarme de nadie que se autodenominara economista marxistay se tomara el libro en serio. Siempre me ha extrafiado ese espiritu corpo- rativo, tan ajeno al proceder del propio Marx. Evidentemente, exstian algunas ra- zones circunstanciales que explicaban esta reaccién de indiferencia, La controver- sia sobre el concepto de valor en Sraffa y Marx atin estaba teniendo lugar, lo cual creo que disuadi6 a mucha gente a la hora de intentar tomar en consideracién las teorfas de Marx sobre el desarrollo capitalista. Se disponia de otras versiones -la de Jim O'Connor o la de John Weeks- sobre la teoria de la crisis. Podria considerarse la dlkima parte del libro como una prediecién de las guerras intraimpecrialistas, lo cual era facil de rechazar. El tinico debate real en torno al libro se produjo cuando Michael Lebowitz lo atacé en las paginas de la Monthly Review, o le contesté al sin tiempo después, En general, el libro no parecia que fuera a ninguna part. 2 Bien, estabas en buena compaita. En definitiva, El capital de Mare babia recibido an pocas respuestas que él mismo acabo escrbiendo una reseiia empleando un prew- dénimo, En retrspectiv, lo que resulta chocante es que tu teoria sobre la eriss anticpa l trabajo posterior de dos marxistas, que tampoco procedian de las filas de los econo- ‘missas: Robert Brenner, de la bistoria, y Giovanni Arrighi, de la sociologi. En ambos casos, el espacio se converte en una categoria explictios central de un modo que mo cabe encontrar en ningiin otro lugar en la tradicién marsista con anteriordad a tl bro, El registro que ellos emplean es més enpirco el rastreo de las economias nacio- nnales de posquerra en ef caso de Brenner; los ciloslargos de la expansién global en el de Arrighi- pero el marco, y muchas de las concusiones claves son bésicamente sina ‘ares. Tw andliss proporciona el modelo en estado puro de este tipo de explicaciones, ta ‘andlsistriparito de los modos en los que el capital aplaza o resuelve sus tendencias a (a eriss la solucin estructural, la solucion espacial y la solucién temporal~se exponen com uma claridad sin precedentes. En ese sentido y mirando hacia atrés, se podria decir que fue profético. Sin em- bargo, lo que yo esperaba producir era un texto que pudiera ser fundacional, y me sorprendi6 que no fuera interpretado con ese esprit, y ue, en cambio, se quedara ahi, mas bien sin fuerza. Desde luego, contaba con cierto seguimiento entre los ged- agrafos radicals, y quizd entre unos cuantos sociéloges, pero nadie lo us6 realmente del modo en el que a mime hubicea gustado que lo hicieran. Asi qu, por ejemplo, hoy podria retomar este andlisis de la crisis y confrontatlo, pongamos por caso, con la teorfa de los sistemas-mundo; de hecho, eso es probablemente lo que tataré de ha cer en un curso al aio que viene. El obsticulo més profundo que impidib que se aceptara antes lo que ti estabas ha ciendo se debe ala difcultad que ban tenido siempre los marsistas para enfrentarse ala geoarafa en la medida en que se trataba de un campo de contingencia natura, de cam- ‘bias y acontecimientos arbitrariosen la cortez seresire, con su diferentes consecuencias para la vida material Los enunciedos fundamentals del materalismo bistrco tienen sina estructura deductoa independiente de cualquier loalzacién espacial, invariable ‘mente ausenteen ellos. Lo curiasoes que tu teora de la crisis, que expusiste en The Li- mits to Capital, respeta, en certo sentido, esta tradicién, procede siuiendo una etructie 1a deductoa perfectamente clara. Sin embargo, incorpora el espacio « la estructura como sun elemento que no se puede eliminar dela misma. Esto result ser realmente novedoso. Las categortasgeogrificarenteindiferenciadas de El Capital se ponen a trabajar en el tere- ‘no bist6rico-natural, que evidentemente sigue siendo representado de un modo abstracto ara austarse alas demandas de uns argumentacién deductiva. Dicha combinacin fue calcada com el fn de desbacerse de las expectatvas convencionales. 2 En um principio, mi propia intencién era hacer que algunas investigaciones hist ricas sobre urbanizacién rebotaran contra The Limits o Capita, pero esto se convir ti6 en un proyecto excesivo, y finalmente lo que hice fue distribuit este material en los dos volimenes de ensayos que aparecieron en 1985: Conciousness and the Urban Ex- perience y The Urbanization of Capital. Algunos de los materiales que se incluyen en ellos son anteriores a The Limits to Capital. En 1976-1977, ewando atin me estaba de- batiendo con este tiltimo, pasé un afio en Paris con el propésito de aprender de los debates marxistasfranceses, pero no result6 como yo queria, Para ser sincero, los in telectuales franceses me parecieron un tanto arrogantes, bastante incapaces de rela cionarse con alguien proveniente de Norteamérica; me alegré bastante cuando, un par de aiios después, Edward P, Thompson lanz6 su famoso ataque contra Althusser. Por ‘tro lado, Castells ~que no formaba parte del circo de los grandes nombres fue muy cilido y me prest6 una gran ayuda, al igual que otres sociélogos urbanos, de modo que no perdi el tiempo. Lo que sucedié, por el contratio, fue que me fui sintiendo cada vez mas intrigado por Paris como ciudad. Me resultaba mucho més divertido ex: ploratla que pelearme con los esquemas de la reproduccién; a partir de esta fascina- cién surgieron los escitos sobre Sacré-Coeur y la Comuna, publicados en 1978. Tras esto dirgi mi atenci6n hacia el Pasis del Segundo Impetio, un asunto maravillaso que se convirtié en el tema del ensayo mis largo de estos dos voliimenes. Lo que me int: resaba cra lo siguiente: chasta qué punto podria aplicarse a situaciones coneretas el tipo de aparauy tctivu expucsio en The Limits to Capital? ‘Una diferencia notable presente en el ensayo sobre el Segundo Ingperio ~que podrta aber sido publicado como un libro breve-es la repentina aparicion de mumerosas fuen tes literarias, inexistentes en tus obras anteriores, pero que abora se despliegan en cas ‘ada por toda la obra: Balzac, Dickens, Flaubert, Hardy, Zola, James. cHabias repr tendo antes una parte de tio se trataba, en cierto sentido, de wn nuevo borizonte? Nunca he dejado de leet estas obras, sin embargo, nunca pensé en emplearlas en smi trabajo. Una vez que empecé a hacerlo, todo comenz6 a fui. Esto tuvo algo que ver con mi posicién dentro del mundo académico: por aquel entonces me encon ‘aba suficientemente seguro; no me sentia compelido a permnanecer dentro de nin- ‘guno de los circuitos existentes; de todos modos, nunca lo habia hecho, No obs- tante, me sent realmente liberado evadiéndome de ellos, por no hablar del placer, tras el duro trabajo que representé The Limits to Capital, que me proporcionaban Jos propios textos. arece como si este cambio también bubiera preparado el terreno para el estilo pa- norimico que adopias en The Condition of Postmodemity. Ad parecer, mediados de B a a década de 1980, a medida que despegaba el debate en torno a la posmodernidad, tus antenas comenzaron a agiterse un tanto. ¢Qué es lo que desencaden6 la idea de esc bir un libro de grarsaleance sobre el tema? Mi primes impulso fue de impaciencia, De repent, se estaba produciendo todo ese debate sobre la posmodemnidad como una categoria para comprender el mundo, para desplazaro sumergir al capitalismo. De modo que pensé: he eserito The 10 Capital, he llevado a cabo toda esta investigacin sobre Paris en el Segundo Im- perio, sé bastantes cosas sobre los origenes del movimiento modesno, y muchas so- bre urbanism, campo que despunta con fuerza en esta nueva exhortacion; asi que {por qué no sentarme y producir mi propia perspectiva sobre el asunto? Bl resulta A fue uno de los libros mas féciles que haya escrito nunea, Tardé un alo en escr bitlo, fluyé sin problemas 0 ansiedades. Evidentemente, una vez embarcado en él, mni respuesta se torné ms meditada, No sentia ningin deseo de negat la validez de Certa idea de posmodemnidad, Por el contrari, pensaba que la nocién apuntaba ha- ‘cia muchas transformaciones a las que debiamos prestar la méxima atencion. Por ‘otro lado, no tenfa por qué someterme al euento y la exageracién que por aquel en tonces rodeaban a este debate. EL libro reine tus inquietudes interlisciplinares de un modo notable; partes ~de odo totalmente ligivo— de lo urbano en su sentido mas estrct, com una discusion x dre la reciente evolucién de Baltimore, de la que se desprenden dos argumentos funda ‘mentales en contra de las celebraciones acritias de la posmodernidad como una «supe racion» de las imperfecciones del movimiento arquitecténico moderno, La argumentacion comiin en aguel momento tna mela de Jacobs Jencks procedia del siguiente modo: ‘l movimiento moderno ba arrinado nuestrasciudades com su crencia inbureana en la planifcacién racionaly el implacable monoltismo de su diseio formal; ef posmoderni. ‘mo, por el contraria, respeta los valores de la espontaneidad y el caos urbano, y suscita tina diversidad de estlosanquitecténics liseradora. i desplazas ambos arguments se alando que no fue la devocién bacia los principios de la planificacion lo que produjio tantos resultados terbles sno la subordinacién de los planificadores «los impperativos del mercado, que ba cantinuado produciendo la zonificacion de las ciudades con tanta r- tider bajo condiciones posmodernas como lo biieran bajo las modernas; mientras, la mayor diversdad de estilosformales a sido tanto una funcién de las irnovacionestec- rnologicas, que ban permitido el uso de nuevos materiales formas, como de cualquier emancipacién estétca Si, pensé que era importante mostrar los nuevos tipas de monotonia en serie {que podia acarrear el supuesto florecimiento de la fantasia arquitect6nica,y a in- 4 senuidad de buena parte de ls efectos escénicos posmodernos el simulaco de Bemunidad que a menudo se afanan en construir: No obstante, también queria jer claro que para comprender por qué estos estilos han tenido un arrigo tan pederono, se necesita presta atencion alos cambios que subyacen en la economa res ate me condujo al drea que de modo emblemético ha teorizado la Escuela dela Regulacign en Francia gQué ha cambiado en el sistema de relaciones entre aptly trabajo y entre capital y capital, desde la recesGn de principios dele dé saga de 1970? Por ejemplo, chasta qué punto podriamos hablar ahora de un nue ‘wo tégimen de eacumulaciGnflesible>, besado en mercados laboralestemporales? “Ea éta a base material de las alveracioneseneltejdo urbano que se producian cayuestro alrededot? Mi impresin es que los regulacionistas estaban bastante en loclerto al centratscen los cambios del contrat salaraly las reorganizaciones del proceso labora, se poda seguir su planteamiento durante un buen trecho eon Fespecto a esta cuestién, no asi cuando sostienen que la nocién misma de capice Tiewe dealgtn modo se ha trnsformad en lo esencial, Lo que esaban sugiriendo es que un régimen hist6rico~elfordismo- habia dado paso a otro la acumule én flexible. que habia reemplazado de modo efectivo al primero. Sin embargo, “mpiricamente no existen evidencas de semejante cambio general a eacumuls- bn flexible» puede predominat local o temporalmente aqut alld, pero no po ee ox hablar de una transformacinsistémica. El fordismo persiste de un modo palpable cn amplias eas de Ia industria aunque evidentemente tampoco bs Per precido etitico, En Baltimore, donde la Bethichem Steel solia emplear + 50.00 trabajadores, en Ia actualidad produce la misma cantidad de acero con me- ‘ros de 5.000, de modo que la estructura de empleo en el propio sector fordista ya ross la misma. Elaleance de este tipo de reducciéa de plantillay la extensi6n de Joc contatos temporales en el sector no fordista han generado algunas de las con Tejomes sociales de la flues y la inseguridad de ls identidades que ilustran de . El prototipo del Estado corpora vyo empez6 a disefiarlo Bismarck. La Italia de Mussolini (especialmente en los pri ‘eros afios) desarrollé el modelo, si bien los espantosos exeesos de la Alemania de Hitler tienden a ocultarnos el verdadero significado de la forma fascista. Hoy nos sentamos tranquilamente a observar a Espafia, Uruguay, Grecia, Brasil, Guatemala, Chile... y en Reino Unido aceptamos un ereciente intervencionismo estat en nom bre de la estabilided econémica (lord Keynes) y dela justicia distributiva (lord Be- veridge). Deberia quedamos claro que el capitalismo occidental esta experimen- tando una especie de transformacién radical. Cada uno de los paises capitalistas avanzados se ha movido a tientas hacia alguna version de Estado corporativo (Mi liband, 1969). La manifestacién exacta de dicho Estado en un pais concreto de- pende del marco constitucional del que disponga, de sus tradiciones politicas, la ideologia dominante y las oportunidades de crecimiento econdmico y desarrollo eCémo podemos caracterizas la forma general del Estado corporativo en cuan: to modo de organizacisn sociopolitica? Parece una estructura relativamente firme y jerérquicamente ordenada de insttuciones interrelacionadas -politicas, adminis trativas,judiciales, financieras, militares y demas~ que transmite informacién de ‘manera descendente y da a los individuos y 2 los grupos situados en niveles jeri uicos inferiores «instrucciones» sobre qué compértamientos son adecuados para la supervivencia de la sociedad en conjunto. El lema de dicho funcionamiento es cl «interés nacional». El Estado corporativo esté dominado por la ética de la y la «eficacia» (dos conceptos considerados intercambiables). Dado que ni la eficacia nila racionalidad se pueden definirsin un objetivo, el interés nacional la supervivencia del Estado corporativo- se convierte en el epropésito» de facto, Den- tro del Estado corporativo emerge una clase gobernante que, en los paises capita- listas avanzados, sale casi exclusivamente de las filas de los intereses industriales y financieros. En los paises comunistas, muchos de los cuales han asumido la forma del Estado corporativo, la elite gobernante se obtiene del partido En Reino Unido, buena parte de Ia infraestructura del Estado corporativo la es- tablecié el Partido Laborista en nombre de la justcia distributiva, Pero pronto que- 6 claro que «el bien social» no podia alcanzarse sino se inchufa en «el interés na- 4B cionaby. Ha hecho falta el conservadurismo burocritic y tecnol6gico de Edvard Heath para demostrarcusinto hemos avanzado desde 1945 y con queé facilidad la es tructura creada en nombre de la justiciadistributiva se puede convertir en instru mento de la guerta de clases. Hay, por supuesto, resistencia. El capitalismo de libre ‘mercado promovide por Enoch Powell coincide en los profundos recelos que pro- vvoca tanto en la izquierda como en la derecha, ya que las leyes, la educacién, la in vestigacidn y ls servicios sociales quedaron subordinados las necesidades del Es tado corporativo, Hasta el Financial Times (14 de enero de 1974) sostiene que: ‘Ahora estamos s6lo a una década del Estado moderno, con sus capacidades tecnol6 sicasy buroeritias, que puede establecery sostener un control orwelliano sobre la vida de los ciudadanos. Si queremos evita los sistemas totlitaros, tan escalftiantemente desritos en Un mundo feliz de Huxley y en 1984 de Orwell, sera necesario desplegar cada vez mis a jutisprudencia establecca por los tribunals para proteger los derechos individuals, as sentenciasjudiciles,en las que se centraba la preocupacién del Financial T: ses, favoreceron a la Administracién piblica en contra de los derechos individuals. De manera consecuente com esta tendencia a una forma de organizacién social y politica de Estado corporativo, a educacién se considera cada vez més una para in versiGn en mano de obra. El interés por la salud individual, el bienestarcocial y la cordura se han excluido claramente de nuestros eéleulos. Nos hemos visto oblisa- dos, en consecuencia, a comercializar al licenciado en geografia como una mercan- cia, Para fancionar, el Estado corporativo necesita una burvctacia técnicamente diestra. La mercancia que ahora producimos esté en parte adaptada alas necesida des de este mercado, adems del mercado de profesores. También tenfamos que ta- rantizar los mecanismos adecuados para el control de calidad sobre la produccién de esta mercancia; de ab el aumento de las exigencias profesionales de la discipli- nna, La investigacién tiene igualmente que convertirse en una mercancia. Las priori dades y las necesidades nacionales (nuevamente el generalizado interés nacional) condicionan el mercado, y nos vemos progresivamente empujados a vender invest sgacién a un cliente que tiene una necesidad especifica; y el cliente es, cada vez mis, Ia propia administracién pablica 2Y cusiles son estas anecesidades y prioridades nacionales»? Dentro de la preo cupacién general por la supervivencia en s{ del Estado corporativo, podemos dis tinguir la necesidad de disefar y aplicar una variedad de téenicas de manipulacién, control y absorcién, tales como: (1) preservar y tealzar el crecimiento econsmico, la tasa de acumulacin de capital y la posicién competitiva del Estado en los merca- ddos mundiales; (2) poder manejar las criss ciclicas de la economia; y (3) poder con 44 tener y desactivarel descontento. Los ge6grafos han intentado responder a estas ne cesidades contribuyendo, en la investigacién y en la educacién, al descubrimiento y ala difusién de dichas téenicas en la esfera de la gestin urbana, regional y medio ambiental, La estructura hermética del Estado corporativo durante la década de 1960 nos presiona cada vez més en estas direcciones. Ahora en Reino Unido estamos mu cho mas subordinados al Estado que nunca antes. En resumen, hemos sido absor bidos. Pero pricticamente no se han producido signos de resistencia por nuestra parte. De hecho, parece que estuviéramos ansiosos de participar en dicho proceso. Giertamente hemos dedicado poco tiempo a preocuparnos por las posibles conse Las razones por las que no nos hemos preocupado son complejas. En primer fu ‘sar, la absorcién del académico por la estructura del Estado corporativo propor- cion6 ciertos canales através de los cuales el académico podia acercarse al iocus del poder en la sociedad. Si el gedgrafo podria, en tanto que académico, ejercer © no verdadero poder, carece de importancia; a ilusi6n bast6 para obtener la aquiescen- cia de esa parte de nosotros que responde a la ambicién personal jactanciosa, Mas crucial, sin embargo, es el poder mediador del imperialismo disciplinari. Los ges- ‘grafos debian demostrar que la geografia tenia verdaderamente algo que apostar a Ia satisfaccién de las necesidades y de las prioridades nacionales. Buena parte del debate sobre la naturaleza de la peografia que se produjo en la éeada de 1960 tra 16, de hecho, de cémo cumplir mejor ete compromizo técito, Se trataba de una ‘cuestiOn de supervivencia, porque las universidades no estaban en absoluto con- vencidas de la necesidad de invertir en geografia, Teniamos que competir con otras disciplinas y en el proceso nos vimos obligados, si quesiamos sobrevivir como co: lectividad, a abrir un nicho, a establecer un «territorio» especificamente nuestro. Y era por supuesto tarea de la profesién (y del Instituto de Gedgrafos Britani- cos en particular) establecer tal nicho, Se produjeron muchos enfrentamientos y al- ‘gunas discusiones interminables sobre cual deberia ser la especializacidn. Para de- ‘mostrar que la geografia era una disciplina académica que ocupaba un cierto territorio dentro del conocimiento aeadémico, teniamos que hacer ver que sabia ‘mos qué era la geografia y presentar un frente unido sobre el tema. Las consecuen . La obligacién moral de los geégrafos Para cambiar ef mundo, tenemos primero que entenderlo, Para cambiar el mun- do, tenemos que crear nuevas pricticas humanas con respecto a las realidades que 1nos rodean. ¢Adénde nos lleva esto? Vivimos en un Estado corporativo que esti fi- jando su organizacién. Opera en nombre del interés nacional. Pero si aceptamos «que el tnico significado que se puede asignar a la vida y a existencia de un indivi duo es el que deriva de este interés nacional, nos falta poco para asumir Ia ideolo- gia del fascismo. El Estado corporativo es protofascsta. Quiz esto explica por qué 48. los gobiernos «lemoeriticos» son tan amigos de regimenes abiertamente represivos - autoritari, y por qué el general Pinocher fue tan bien reeibido. ‘Marx adopté cl punto de vista de que para la humanidad habia dos posibles es tados futuros: el comunismo o la barbarie. Necesitamos aclarar urgentemente qué ‘queremos decir con estos términos. Con el primero no hacemos referencia cierta mente a lo que ocurre en Rusia, Polonia 0 ineluso Cuba y China, Por el segundo no hacemos referencia a la vuelta al Neolitico. Creo que en un futuro (tal vez:no muy Iejano) habré que optar entre un estado incorporado» que rellejc las necesidades creativas de personas que luchan por controlar las condiciones sociales de su pro pia existencia de una forma esencialmente humana (que es lo que Marx queria de cir con la expresién adictadura del proletariado») y un Estado corporativo que dé inserucciones desde arriba en interés del captalismo financiero (las naciones capi talistas avanzadas) o de Ia buroeracia del partido (Rusia y Europa Oriental). El Es tado corporativo parece ser la forma transitoria hacia la barbarie del 1984 orwellia no, y el Estado incorporado la forma transitoria hacia el comunismo. El Estado corporativo esté ascendiendo y su sustitucién por el Estado incorporado exige una organizacién bastante masiva, con control de los trabajadores y control de la co- ‘munidad, s6lo dos pequeiios pasos en una senda larga y tortuosa Es, por supuesto, tarea del pensamiento critco y reflexivo entender nuestra con- dicién y revelar qué potencialidad de futuro inminente hay ei el presente. Como ssedgrofos, podemos realizar ciertas contribuciones imitadas; en cuanto académicos e intelectuales que abarcamos sintéticamente una amplia gama de cuestiones,cene- mos mucho mas que aportar. Vivimos en un Estado corporativo, necesitamos tra bajo y tenemos que conformarnos en cierta medida, meramente para sobrevivic. Pero somos inteligentes y podemos vivir de nuestro ingenio; podemos intentar sub vertir desde el interior los valores del Estado corporativo. De hecho, las universi dades proporcionan una base de resistencia bastante fuerte; la tradicién esencial- mente retr6grada del estudio ereativo libre enfrenta al académico contra el Estado corporativo en igual medida que la tradicién progresista que busca medlos para cevadirel poder de dicho Estado, Para empezar, nos topamos con la tradicin de ra cismo, ethocentrismo y paternalismo condescendiente ~un residuo de la era impe- tial que hay que expurgar de nuestros libros de texto. Estélatarea de elaborar una bibliografia verdaderamente humanista que eche abajo los dualismos artficiles (casi esquizofrénicos) entre hecho y valor, sujeto y objeto, hombre y naturaleza, iencia e intereses humanos. La obligacién moral del gedgrafo, en tanto que tal ge arafo, es afrontar directamente la tensién entre a tradicién humanista y las neces dads acuciantes del Estado corporativo, aumentar nuestra conciencia de la con- tradiccién y con ello aprender a explocar la contradiccién existente en la propia estructura del Estado corporativo. 49 La obligacién moral del geégrafo se convierte en nevesidad social cuando se compara con un fondo ms amplio. Después de todo, ninguno de nosotros puede considerarse a si mismo meramente gedgrafo, estudioso 0 incluso briténico. Somos seres htmanos que luchamos, como todos los dems seres humanos, por controlar ¥ mejorar las condiciones sociales de nuestra propia existencia. Las lucha efectua- das desde una perspectiva provinciana -sin importar sel provincianismo emana del territorio (la comunidad, la nacién) o de la dvisién paratécnica del trabajo en la so ciedad- son contraproducentes y estin condenadas desde el principio, Sélo las Iu chas que superan el provincianismo inherente a la geografia de nuestra sicuacién y ala situacion de la geografiaallergan posibilidades de éxito. 3 La poblacién, los recursos y la ideologia de la ciencia* Seria verdaderamente conveniente que una cuestién tan controvertida como la relacién entre la poblacin y los recursos pudiera analzarse de manera ética y neu- tral, En afos recients, las investigaciones cientificas sobre esta relacién se han mul- tiplicado enormemente en niimero y complejidad, Pero la plétora de investigacio- nes cientificas no ba reducido la controversia; por el contraro, la ha aumentado. Podemos aventurar tres explicaciones posibles para esta situacin: 1, la ciencia no es éticamente neutral; 2. los métodos usados para considerar el problema poblacién-recursos presen: tan graves defectos; 0 3, algunas personas son irracionales y no comprenden y aceptan los resultados cientificamente establecidos. “Todas estas explicaciones pueden resultar ciertas, pero no podemos petmitirnos preferir ninguna de ellas sin una sustancial reserva, La sltima explicacién exigiia, por ejemplo, un cuidadoso anilisis del eoncepto de racionalidad antes de poder sos- tenetla (Godelier, 1972). La segunda explicacin exigiria una cuidadosa investiga- cién de las eapacidades y limitaciones de toda una batera de téenicas, herramien- tas ymétodscientifces, junto con una cuidadoseevaluacién de los datos disponibles, antes de poder considerarla correcta o incorrecta. En este articulo, sin embargo, me ‘entraré en la primera explicacién e intentaré demostrar que la falta de neutralidad

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