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LibroHayek PM6
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DISCURSO INAUGURAL DE UNA CONFERENCIA EN MONT PÉLÈRIN
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aquellos que en diferentes partes del mundo se esfuerzan por los mis-
mos ideales, de conocerse, de aprovechar sus respectivas experien-
cias, e incluso de animarse mutuamente. Tengo la esperanza de que,
al final de estos diez días, estarán ustedes de acuerdo en que la con-
ferencia habría merecido de sobra la pena aunque sólo se hubiera
conseguido lo dicho. Pero espero más bien que este experimento de
colaboración tendrá tanto éxito, que desearemos su continuidad, de
una forma u otra.
Aunque el número total de personas que comparten nuestras ideas
generales es relativamente pequeño, es obvio que hay entre ellas mu-
chos más intelectuales activamente interesados en los problemas que
he subrayado que los pocos que están presentes aquí. Yo mismo po-
dría haber confeccionado una lista el doble o el triple de larga, y con
las sugerencias que ya he recibido, no me cabe duda de que entre to-
dos podríamos preparar sin dificultad una lista de varios centenares
de hombres y mujeres de distintos países que comparten nuestras
creencias generales y están dispuestos a trabajar por ellas. Espero que
preparemos dicha relación eligiendo cuidadosamente los nombres y
estableciendo algún medio para que se mantengan continuamente en
contacto. Pongo encima de la mesa una primera versión de la lista, y
les ruego que añadan tantos nombres como les parezca, que indiquen
mediante sus firmas cuáles de los que ya están desean apoyar, o qui-
zá también que me digan en privado si alguna de las personas que
aparecen en la lista les parece que no es adecuada como miembro de
una organización permanente. Creo que no deberíamos incluir en la
lista ningún nombre a menos que cuente con el apoyo de dos o tres
miembros de nuestro actual grupo, y sería conveniente designar, más
avanzada la conferencia, un pequeño comité para preparar la relación
final. Doy por sentado que todos los que fueron invitados en princi-
pio a esta conferencia, pero que no pudieron asistir, serán incluidos
de oficio en la lista.
Es claro que existen muchas formas en las que pueden llevarse a
cabo estos contactos regulares. Cuando en una de mis circulares em-
pleé la expresión algo grandilocuente de una «Academia Internacio-
nal de Filosofía Política», quería significar con el término «academia»
un aspecto que creo esencial para que una tal organización permanente
pueda cumplir sus objetivos: debe mantenerse como sociedad cerra-
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da, no abierta a todos sin excepción, sino únicamente a los que com-
partan con nosotros algunas convicciones básicas comunes. Sólo se
podrá conservar este carácter si se accede a la condición de miembro
únicamente por elección, y si somos tan selectivos para admitir a al-
guien en nuestro círculo como las más importantes y doctas academias.
No quería decir que debamos llamarnos «academia». A ustedes les
corresponderá, si deciden crear una asociación, elegir un nombre para
ella. A mí me gustaba la idea de llamarla Asociación Acton-Tocque-
ville, y alguien ha sugerido que podría ser apropiado incluir a Jakov
Burckhardt como tercer nombre. Pero ésta es una cuestión que no te-
nemos por qué considerar por el momento.
Aparte del punto importante de que, en mi opinión, cualquier or-
ganización permanente que creemos debe ser una sociedad de acceso
limitado, no tengo criterio formado acerca de su organización. Hay
muchos argumentos a favor de darle, al menos al principio, una es-
tructura lo más somera posible, no más que una sociedad de corres-
pondencia en la que la lista de miembros no sirva sino para que éstos
se mantengan en contacto entre sí. Si fuera posible, aunque me temo
que no lo sea, que cada miembro proporcionara a cada uno de los otros
una reproducción o una copia mimeográfica de sus escritos más im-
portantes, esto sería en muchos aspectos una de las cosas más útiles
que podríamos hacer. Por una parte, se evitaría el riesgo, como suce-
dería con una revista especializada, de tratar sólo con los ya conven-
cidos, y también lograríamos de este modo mantenernos informados
de las actividades, paralelas o complementarias, de los demás. Pero
es necesario conciliar estos dos deseos, es decir, que el esfuerzo de los
miembros de nuestro grupo lleguen a una gran variedad de audien-
cias y que no se limiten a los ya convencidos, y que al mismo tiempo
los miembros de nuestro grupo estén completamente informados de
las aportaciones de los otros. Por ello tendremos al menos que consi-
derar la posibilidad de publicar, más pronto o más tarde, una revista.
Puede muy bien suceder que durante algún tiempo todo lo que
podamos conseguir sea una organización tan vaga e informal como
la que he apuntado, ya que otra cosa requeriría unos recursos finan-
cieros mayores que los que podremos reunir entre nosotros. Si hubie-
ra más fondos disponibles, podríamos considerar todas las posibili-
dades. Pero, con todo lo deseable que pudiera ser el disponer de más
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