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TU MOCHILA EMOCIONAL
Recupérate del trauma
Ana Criado
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización por escrito de los titulares del copyright, la
reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecánico o electrónico
—incluidas las fotocopias y la difusión a través de Internet— y la distribución de ejemplares de este
libro mediante alquiler o préstamos públicos.
Para mi niña interna; para mis pacientes y todas las personas que me enseñaron, a
través del amor y el dolor, los aprendizajes que plasmo en este libro.
Índice
Introducción
PRIMERA PARTE
Detecta tu trauma invisible para vaciar tu mochila emocional
El trauma complejo que se torna invisible
Recupera tu poder a través de la conciencia
SEGUNDA PARTE
Entiende tu mente, tu ser mental
TERCERA PARTE
Entiende tus emociones, tu ser emocional
CUARTA PARTE
Entiende tu cuerpo, tu ser somático
QUINTA PARTE
Crea un estilo de vida consciente
No corras,
ve despacio,
que el lugar a donde tienes que llegar
es a ti mismo.
J. R. JIMÉNEZ
Primera parte
Detecta tu trauma invisible para
a la mente neutral
Conoce cómo funciona la mente en tu cerebro
Los seres humanos poseemos una mente con la que vivimos hasta el final
de nuestros días, pero no muchas personas se toman el tiempo de entender
cómo ésta funciona en su propio cerebro. Comprender lo que pasa en tu
interior —es decir, los mecanismos mentales y neuropsicológicos que se
ponen en marcha— y aprender a ser consciente de tus pensamientos tiene
un impacto muy positivo en tu bienestar integral. El cerebro aloja la mente
y es el órgano más poderoso de nuestro cuerpo; es el director de la orquesta
de los procesos y sistemas corporales. Tiene el control sobre nosotros y nos
domina sin darnos cuenta. Así pues, crear una relación consciente con tu
mente significa que recuperes el control y que dejes de ser el esclavo del
piloto automático al que te ha sometido.
¿Te has preguntado, cuando conduces, qué movimientos haces con los
pies o con las manos? O, cuando comes, ¿piensas en cómo tus dientes
mastican? No lo creo. Estos procesos están tan automatizados en la mayoría
de las personas que podemos llevarlos a cabo sin necesidad de pensar en
ellos conscientemente —lo cual tiene una función biológica de
supervivencia—. Pero este mecanismo también se activa en situaciones
menos obvias como las de tipo relacional, ya sea en tu manera de vincularte
con otras personas o el prototipo de persona que eliges para unirte
sentimentalmente. La mente desarrolla patrones, los cuales se ponen en
acción como un piloto automático. Crees que controlas la situación, pero
son tus patrones subconscientes los que te dirigen sin que lo notes. Un
patrón de pensamiento desencadena las emociones, reacciones y actitudes
que adquieres ante la vida, incluido tu estado de ánimo.
En este capítulo conocerás los mecanismos que la mente utiliza, lo cual te
permitirá ser consciente de los autosabotajes que surgen en ciertas
circunstancias y podrás empezar a modificarlos para sanarte. ¡Saber es
poder y la consciencia es sanación!
1. Neuroplasticidad
Los seres humanos vemos el mundo externo a través de nosotros mismos,
en cuya percepción el cerebro es el filtro de la realidad que cada uno
experimenta. Sin embargo, una misma realidad puede ser interpretada de
formas muy diferentes. Por ejemplo, cuando surge una discusión con tu
pareja o con algún familiar, puede haber dos puntos de vista distintos, o
incluso opuestos, de un mismo suceso, y eso te impide estar de acuerdo,
pues cada uno obtiene su versión de la historia conforme a su filtro de la
realidad. Este filtro es desarrollado a fuego lento a través de las
experiencias vividas, el ambiente y la cultura a la que has estado expuesto,
influido también por la genética, de manera que puede ser beneficioso o
perjudicial según las vivencias acumuladas. Si este filtro es nocivo y
negativo, serás su víctima, porque, si estás identificado con él, cabe la
posible consecuencia de no ser capaz de poder distinguir entre la realidad o
la ficción. Así pues, el camino de la sanación personal consiste en aprender
a reconocer este filtro para disociarte de él y no vivir sometido.
Entender cómo funciona tu mente es el primer paso para poder liberarte
de los puntos ciegos del filtro de tu propia realidad. No puedes cambiar
nada si no eres consciente de lo que está pasando internamente ni de lo que
provoca esa realidad: los problemas no se arreglan en la superficie, hay que
llegar a la raíz de ellos para poder sanarlos y transformarlos. Por lo tanto,
saber qué pasa en el interior de tu cerebro puede ayudarte a comprender
cognitivamente por qué tienes automatizados ciertos pensamientos
negativos o ciertas conductas de autosabotaje, pero, sobre todo, puede
ayudarte a encontrar soluciones.
El cerebro es el órgano que dirige el funcionamiento del cuerpo y cada
microsegundo recibe cantidades masivas de información. Es el órgano
humano más complejo y, aunque a hoy por hoy todavía se desconoce
mucho de él, por lo menos sí sabemos que la mente funciona con unos
mecanismos que se han desarrollado para la supervivencia de la especie
humana. Existen dos conceptos fundamentales sobre el funcionamiento del
cerebro que pueden ayudarte a entender que lo que te ocurre no es aleatorio
ni por casualidad: los patrones neuronales y la premisa de ahorro
energético. Conocer estas dos realidades del cerebro implicará un antes y un
después a la hora de relacionarte con él.
Canales neuronales
Nuestro cerebro transmite información a través de las conexiones sinápticas
que se dan entre las neuronas. Un cerebro humano adulto tiene alrededor de
cien mil millones de neuronas, definidas como células nerviosas encargadas
de recibir y enviar mensajes entre el cerebro y el resto del cuerpo. Las
neuronas se comunican entre sí mediante señales eléctricas y químicas con
la ayuda de los neurotransmisores —como la serotonina, el GABA
(gamma-aminobutyric acid) o la dopamina—, formando redes nerviosas o
canales neuronales. Cada vez que se crea una nueva sinapsis neuronal,
también se crea un nuevo canal neuronal. Es a través de estos canales
neuronales que el cerebro organiza la información, por lo tanto, cada vez
que se recibe un estímulo, ya sea externo o interno, se recorrerá un canal
neuronal de acuerdo con este estímulo.
Imagínate que tienes un vecino con un pitbull —una de las razas caninas
más agresivas—. La primera vez que te lo cruzas vas con cuidado, pero,
cuando notas que el perro no es peligroso y que es muy amigable contigo, te
relajas ante su presencia. Entonces, tu cerebro ha hecho una asociación:
cada vez que veas al pitbull, automáticamente pensarás que es amigable y te
sentirás relajado, sin tener que repetir todo ese proceso asociativo. Podría
decirse que se crean atajos cerebrales para que la información se transmita
más rápido, lo cual nos ayuda a superar la sobreestimulación a la que
vivimos expuestos, ya que nos volveríamos locos si tuviéramos que
procesar nuevamente todos los estímulos sensoriales que recibimos en cada
momento. En definitiva, el cerebro filtra y descarta el noventa y nueve por
ciento de los estímulos, y se queda sólo con los que más le son familiares,
lo que le permite mantener sus reservas de energía para poder dedicarlos a
otras funciones y que podamos seguir vivos.
Cuando naces, tu cerebro se encuentra en un estado inmaduro, sin
demasiadas conexiones neuronales ni asociaciones. Para que te hagas una
idea: digamos que la estructura cerebral está casi en blanco, con muy pocas
conexiones sinápticas. Desde que eres bebé, a partir de tus primeras
experiencias vitales, vas creando maneras de relacionarte con el mundo, lo
que genera asociaciones neuronales y, a su vez, canales neuronales, por
donde circula la información en tu cerebro, así que, cada vez que aprendes
algo nuevo se crea un nuevo canal neuronal. A medida que creces, tu
cerebro se va poblando de canales neuronales, unos más dominantes y
gruesos que otros, los cuales son los más transitados y favoritos de tu
cerebro, ya que son los que más usa. El momento cúspide donde existen
más canales neuronales es sobre los seis y los siete años de vida, como
consecuencia de todo el aprendizaje que se integra en estas edades, para su
posterior descendimiento, quedándose los canales neuronales con los que
más te identificas.
Figura 1.1. Desarrollo de los canales neuronales desde el nacimiento hasta la adolescencia. Fuente: Iglesias, J. et al. (2005).
Dinámica de la poda en redes neuronales estimulantes a gran escala simuladas.
Ahorro energético
Un segundo criterio para entender tu mente reside en el hecho de que, por
simple supervivencia, el cerebro actúa bajo el mandato del ahorro
energético, en otras palabras: intenta invertir la menor energía posible en
cada proceso que lleva a cabo. Ésta es la razón por la cual pones en marcha
automatismos que se manifiestan de modo subconsciente, como caminar o
comer. El cerebro siempre intentará trabajar lo menos posible al reducir al
máximo la inversión energética de cada proceso biológico, porque tiene
muchos otros de los que ocuparse.
El cerebro constituye el dos por ciento de nuestro peso corporal, pero
requiere alrededor del veinte por ciento del oxígeno y de las calorías que
consumes —por eso, lo que comes también importa, pero esto lo
consideraremos más adelante—. Es el órgano que más necesita y, por lo
tanto, consume energía, ya que controla los inputs a los sistemas internos.
Entre las facultades más importantes, se encuentran la de dirigir el sistema
nervioso central y regular los aspectos fisiológicos del cuerpo responsables
de los procesos voluntarios e involuntarios, como la respiración, los latidos
del corazón, los movimientos peristálticos o el sueño.
Por lo tanto, el cerebro, al estar tan ocupado, intenta minimizar su trabajo
para lograr un funcionamiento óptimo en todas sus tareas, así que aprendes
a vivir en piloto automático desde el estado subconsciente de tu mente
como mecanismo de supervivencia. En muchas ocasiones, este piloto
automático es positivo para la supervivencia con funciones tan básicas
como masticar, por ejemplo; pero te complica la vida cuando lo que has
aprendido te perjudica o te sabotea, ya que no experimentas las situaciones
en la vida desde el presente, sino desde la acumulación de aprendizajes
pasados.
Esto quiere decir que, en el esfuerzo del cerebro por optimizar las
funciones en tu organismo, tu mente puede engañarte, ya que te conduce
por los mismos canales neuronales una y otra vez. Este atajo te impone vivir
continuamente en el día de la marmota, dado que esas asociaciones
neuronales se expresan en tus pensamientos diarios, y la mayoría de ellos
son muy parecidos, o incluso iguales. Ahora bien, si elevas tu consciencia,
notarás que la mayoría de esos pensamientos que te surgen al día suelen
girar en torno a un asunto o a una historia que te has creído de ti mismo, con
la que te has identificado de manera subconsciente. Entonces, si tus
historias o creencias subconscientes son de naturaleza limitante, te sabotean
en tu vida cotidiana, ya que denota que filtras la realidad de esa manera,
proyectando y viviendo una realidad más negativa de la propia realidad en
sí misma.
Así pues, para sanarte a ti mismo, es primordial identificar ese piloto
automático que te sabotea, para lo cual es clave poder reconocer esas
creencias, historias y pensamientos que lo fundamentan, porque, aunque en
tu entorno existan oportunidades y hechos que demuestren lo contrario, tu
mente no es capaz de verlos, pues el cerebro funciona así cuando está en
modalidad de piloto automático: descarta lo nuevo y elige lo familiar y
conocido. La misión para sanarte a ti mismo empieza con la labor de elevar
tu conciencia para descubrir ese piloto automático, desenredar cada una de
las creencias perjudiciales y, finalmente, poder borrarlas o sustituirlas por
otras más positivas.
Plasticidad cerebral
Hemos visto hasta ahora que tu cerebro crea asociaciones a través de
canales neuronales y que tu mente subconsciente siempre intenta ahorrar
energía dirigiéndote por los canales más familiares y transitados. De esta
manera, vives en un estado de piloto automático, sin capacidad de
reaccionar en el presente, debido a patrones que limitan tu realidad:
percibes el exterior desde ese filtro interno que has ido formando a lo largo
de los años. Entonces, ¿cómo se modifica ese piloto automático y se acaba
con el autosabotaje? La respuesta está en la neuroplasticidad.
La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro de modificar su
estructura y adaptarse al cambio a través de tus acciones y hábitos. En él se
incluyen los pensamientos, los patrones de gestión emocional e incluso lo
que comes o si ejercitas tu cuerpo. Esto quiere decir que tu cerebro cambia
internamente su estructura fisiológica si tú mismo cambias desde fuera a
través de un cambio de acción, o sea, tienes la capacidad de influir en tu
estructura cerebral. Se ha demostrado científicamente que el cerebro es
flexible y adaptable; siendo así, tienes la capacidad de alterar tus patrones
neuronales mediante tu propia conducta.
La plasticidad cerebral se evidencia a través del entrenamiento cognitivo,
el cual puede remodelar el cerebro al influir en su estructura física y
funcional a partir de la generación de nuevas conexiones neuronales para
tratar trastornos psicológicos. El entrenamiento cognitivo-conductual que
planteo en este libro está constituido de tres ejes clave para lograr el éxito, a
saber: 1) elevación de la conciencia para detectar las historias o creencias
subconscientes que configuran el piloto automático; 2) creación de nuevos
hábitos que se encarguen de transformar el piloto automático saboteador
mediante acción constante, resiliencia y compromiso; y 3) integración de un
estilo de vida más consciente fuera de la matrix —el condicionamiento
perjudicial preestablecido por la sociedad que no beneficia a los ciudadanos
—. Estos dos últimos ejes se desarrollarán en detalle en el capítulo sobre los
hábitos.
2. Elevación de la consciencia
Digamos que el cerebro opta por almacenar la información que le llega en
cajas y les pone etiquetas. Con tanta información y estímulos que recibe al
día, ésta es la manera en la que el cerebro sobrevive: crea un control en la
manera en la que organiza la información. Imagina tu mente como un
ordenador al cual le han instalado un programa externo —esto serían todos
los aprendizajes influenciados por terceros que has adquirido a lo largo de
tu vida y que has integrado como propios—. Con este programa, filtras la
realidad y vives en función de patrones subconscientes, por lo que
reaccionas a los eventos del ahora en relación con lo aprendido en
situaciones pasadas: estás viviendo tu vida con un guion que otros te han
dado y tú te lo has aprendido tan bien que crees que es propio. El noventa
por ciento del tiempo del día operas desde el modo subconsciente de tu
mente.
Entonces, para la mente es más sencillo permanecer en modo
subconsciente, es decir, vivir en piloto automático, y archivar experiencias
previsibles, incluso si éstas te hacen sentir incómodo y van en tu contra.
Estás fastidiado, sientes que hay fricción, pero lo sigues repitiendo una y
otra vez. El proceso a veces es como un bucle que, al retroalimentarse, llega
a generar la sensación de que ciertas áreas en tu vida son caóticas, por lo
que te sientes sin ningún control sobre ellas. Las mismas situaciones se
repiten en tu vida una y otra vez, y quizás te hacen sentir mal contigo
mismo.
Es difícil salir de ese estado si no ocurre una elevación de la conciencia y
un entendimiento más profundo de lo que genera esas incomodidades y
fricciones. Cuando consigues reaccionar al momento presente, tu mente
funciona en su modalidad más consciente; este estado es en el que estás más
despierto, pues puedes observar la realidad con más claridad, para que
puedas decidir por ti mismo el guion que quieres seguir para tu vida. El reto
consiste en conectarte con tu mente consciente mediante la actitud de estar
en el presente.
1. Proceso de pensamiento
El cerebro humano genera un promedio de sesenta mil pensamientos al día,
unos más intensos que otros. Si se analizan en detalle, la mayoría de los
pensamientos diarios suelen referirse a las mismas temáticas, las cuales, al
ser recurrentes, configuran e identifican tu yo: el apego a la historia que te
has contado sobre ti mismo. No son pensamientos que pertenezcan al
presente, sino a tu acumulado histórico de vida, y hablan de tu adicción
mental-emocional. Estos pensmientos recurrentes sirven para que tires del
hilo y explores lo que se halla en tu subconsciente para traerlo a un plano
consciente.
Tú eres el creador
Si siempre estás inmerso en los mismos problemas, con las mismas
dinámicas nocivas en tus relaciones y sintiendo que tu realidad gira como
una rueda de hámster en la que todo se repite cíclicamente, tienes que darte
cuenta de que el factor común a esas situaciones eres tú mismo. Para ello, el
descubrimiento de la neuroplasticidad te permitirá lograr una actitud activa,
ya que el piloto automático del que has sido esclavo hasta ahora te ha
obligado a vivir desde una posición sumisa. Aunque te parezca surrealista,
tú mismo has ido creando una estructura neuronal desde el nivel
subconsciente de tu mente cada vez que actuaste como zombi.
Sin embargo, del mismo modo que has aprendido, tú mismo puedes
desaprender lo que te hace mal. Muchas personas suelen creer que carecen
de influencia sobre sus pensamientos, pero ésta es una creencia errada.
Dado que eres un ser humano, tus pensamientos no dejan de producirse
nunca, pero sí puedes disminuir su ruido. Una vez que aprendes a no
identificarte con ciertos pensamientos, y por tanto creas distancia de ellos,
les quitas el poder que tienen sobre ti. Sin embargo, si te quedas
enganchado a un determinado pensamiento que te lastima —por ejemplo,
«Nadie me quiere», «La gente me rechaza»—, terminas alimentando y
estimulando los canales neuronales asociados a ese pensamiento por tu
cerebro y lo proyectas en tu realidad.
Los pensamientos a los que dedicas más tiempo son aquellos que tendrás
más presentes durante tu vida, de manera que la realidad que
experimentarás se verá reflejada en esa creencia. Pero esta manifestación no
se presenta en un sentido espiritual o místico, sino como un hecho concreto
real, pues tu mente va a seleccionar los canales neuronales que están
previamente trazados y, por tanto, más trillados y recorridos, porque le
resulta la acción más fácil a realizar. No olvides que interactúas con el
mundo exterior primero que todo a través de tu mente, así que tú mismo
haces que ese patrón de pensamiento esté más presente en tu vida, hasta que
el respectivo canal neuronal tenga tanto peso que la realidad entera va a ser
filtrada por ahí: tú creas tu propia realidad. Según el ejemplo anterior, si el
pensamiento constante es que nadie te quiere, siempre encontrarás motivos
por los que las personas te rechazan y no advertirás las oportunidades en las
que ellas sí te aprecian.
Tal vez te preguntarás: «Si tengo la sensación de que estos pensamientos
me controlan, ¿cómo voy a ser yo quien los provoque?», porque ha sido un
proceso en el que te has programado paulatinamente, expandiendo más y
más ese patrón de pensamiento concreto hasta que ocupa la mayoría de tus
pensamientos. Es posible que inicialmente se haya determinado un
pensamiento asociado a una experiencia que te marcó —conocido como
trauma, lo cual genera una huella emocional— o incluso algo tan simple
como un pensamiento que te haya producido miedo y haya surgido una
reacción distintiva a los restantes sesenta mil pensamientos que tienes al
día.
2. Diario activo
El primer paso —y por tanto más importante— para un proceso de sanación
personal es ser consciente de tu piloto automático, el cual se manifiesta en
forma de pensamientos, reacciones emocionales y sensaciones corporales.
Dada la desconexión aprendida entre tu cuerpo y tu mente, la mayoría de
los pensamientos y de los procesos internos que ocurren en ti se presentan
de manera subconsciente, así que tu misión consiste en prestar atención para
comenzar a identificarlos y, con el tiempo, dirigirlos a la parte consciente,
que es donde se transforman y se sanan.
¿Alguna vez te has sentido mal en tu estado de ánimo, pero no sabías
exactamente qué te ocurría o cuál era el motivo concreto de esa sensación?
Normalmente, los desequilibrios emocionales son como pequeñas grietas
que hay que integrar para llegar a lo que te ocurre internamente. De este
modo, la herramienta del diario activo se conforma como una gran ayuda
para elevar los niveles de conciencia interna e identificar en la oscuridad del
subconsciente tus patrones mentales para dar luz a las heridas emocionales
al trasladarlas al plano consciente, y así, finalmente, concentrarte en
sanarlas. Es necesario que indagues en esa historia que te cuentas sobre ti
mismo para ir desenmascarando el piloto automático con el análisis de tus
pensamientos.
El diario activo es una herramienta práctica cotidiana que consiste en
registrar los pensamientos, las emociones y las sensaciones corporales que
son desencadenadas por un estímulo o situación determinada. Cuando lleves
a cabo este registro durante un tiempo —al menos por dos semanas—,
comenzarás a distinguir en tu interior la manera en la que piensas, en torno
a qué temas giran tus preocupaciones, cómo es tu diálogo interno, cuáles
son tus emociones más habituales y adictivas, y por último, tus respuestas
físicas en forma de somatizaciones en tu cuerpo.
Con el tiempo, irás adquiriendo suficiente información para reconocer tus
patrones subconscientes repetitivos y analizarlos para poder llegar a la raíz
de tu historia de significado y a tus heridas emocionales. Es el punto de
partida para tomar conciencia y emprender el viaje de sanación hacia tu
interior y de transformación en tu exterior.
¿Qué es el ego?
Tu ego es lo que te distancia de tu verdadera naturaleza, de tu esencia.
Cuando naciste, eras libre y puro. Empezaste a vivir, a acumular
experiencias, y comenzaste a crear ideas del mundo, las cuales
constituyeron tu filtro de la realidad. Al desempeñar una función biológica,
ese condicionamiento aprendido te permitió sobrevivir en tus edades
tempranas a tu entorno, cuando estabas construyendo tu personalidad. Entre
tanto, ibas construyendo capas alrededor de tu ser original para ser aceptado
y amado por los demás. De este modo, cuando eras bebé, la fuerza que te
movía era el amor: aprendiste, en función de las personas más cercanas a ti,
lo necesario para ser amado y cuidado, para recibir amor incondicional.
Este mecanismo de condicionamiento es totalmente subconsciente.
De acuerdo con tu contexto y con las influencias emocionales que
recibiste cuando eras un niño, se construyó la relación entre dos entidades:
tu ego y tu ser. Tu personalidad se moldeó conforme a esta relación.
Imagínate dos escenarios diferentes en los que un bebé llora y la manera en
la que actúan sus criadores. En el primer caso, la madre o el padre lo
atiende inmediatamente. El bebé aprende que si llora recibe amor; aprende a
sentirse a salvo al exponer sus necesidades, porque son validadas por el
entorno, entonces, se sentirá cómodo siendo él mismo. En el segundo caso,
nadie lo atiende. El bebé aprende que si llora no recibe amor; si expresa sus
necesidades, éstas no serán atendidas, no serán validadas, entonces
empezará a moldear su personalidad con base en las necesidades del
entorno, no de las propias.
De estos dos casos, es más probable que el bebé del primero tenga un ego
más saludable que el del segundo. El ego del primer caso no se distanciará
de su esencia y tendrá más posibilidades de desarrollar seguridad en sí
mismo, de sentirse válido y suficiente, por el simple hecho de ser en
auténtica esencia, mientras que el del segundo caso aprenderá desde
pequeño a negarse a sí mismo. La historia que crearán sobre sí mismos estas
dos personas serán muy diferentes.
Obviamente, el anterior es sólo un ejemplo aislado, pues hay tantas
influencias e interacciones a lo largo de la vida que la construcción del ego
es un proceso complejo. Además, cabe considerar que la construcción del
ego en sus inicios depende no sólo de las experiencias del individuo, sino
también de cómo éstas son interpretadas por él. En la mente de un niño de,
por ejemplo, cinco años, que no sabe si sus padres no lo atienden porque
tienen depresión o porque están trabajando muchas horas fuera de casa para
sacar la familia adelante, él sólo sentirá ausencia y abandono, dado que los
niños viven en el momento presente y con un grado de conciencia en el que
no suelen cuestionarse más allá: simplemente, sienten en el momento y lo
integran a su subconsciente.
¿Te suena escuchar? «Estudia una carrera con futuro y con salida
laboral»; «Cásate antes de los treinta»; «Sé una buena chica»; «Eres muy
mayor para empezar de cero»; «Aguanta en esa relación» (aunque no te
haga feliz). Creces bombardeado por todas las expectativas que tienen de ti,
empezando por tus padres y pasando por el colegio, las normas de la
sociedad o los cánones de belleza. El condicionamiento aprendido que te
aleja de quien realmente eres es la causa de la fricción que sientes en tu
vida. Aprendiste a no ser tú, a negarte lo que querías, y normalizar eso en el
tiempo genera una contradicción interna, porque no eres fiel a tus propias
necesidades. En parte, estas consecuencias son la fuente de tus problemas,
de tu inestabilidad, de tu desequilibrio.
Ahora bien: si estás identificado con tu ego, es posible que te sientas
perdido, que no sepas quién eres, pero la buena noticia es que sólo estás
desconectado, no roto. El trabajo de sanación personal consiste en
recordarte quién eres, en conectarte con tu autenticidad y acercarte a tu
esencia original, la cual habita en ti, aunque no seas consciente de ello. Eres
un ser condicionado, por tanto, tu ego es tu condicionamiento, lo cual te
aleja de tu pureza primaria y te acerca al miedo. Es aquella contradicción,
expresada como una lucha interna, en una especie de voz en off que te
boicotea.
En conclusión, tu ego ha sido construido para adaptarse al entorno como
mecanismo de supervivencia en forma de pensamientos, personalidad y
actitudes. Te distancia de tu ser más auténtico, que es esa página en blanco
—pura esencia— con la que viniste al mundo antes de adaptarte a lo que los
demás esperaban de ti. Tu ego es necesario e imprescindible; no es malo en
sí, porque cumple su función de supervivencia y protección, pero, cuando te
controla y te identificas con él, puede generar muchos problemas en tu
salud mental. La relación con tu ego es la raíz de tu sufrimiento: de manera
que, aprender a desidentificarte de él es clave para llevarte lo mejor posible
con tu ego. Para conseguir una relación saludable con tu ego, es imperativo
que aprendas a conocer la composición de ese condicionamiento
subconsciente aprendido y desenmascararlo, con el fin de reconocerlo
cuando aparezca y no ser arrastrado por él.
Es cuestión de práctica, paciencia y resiliencia: cada persona tiene su
propio ritmo. Como seres humanos, biológicamente estamos programados
para tener un ego y este no desaparecerá del todo de nuestra vida. El desafío
está en la consciencia que adquieras sobre cómo se manifiesta en ti, para
que seas tú quien empiece a controlarlo y, por consiguiente, limitar su
influencia en tu vida y en tus decisiones.
tú no eres pensamiento
Percepción psicológica
¿Qué ves en las siguientes imágenes?
En la primera imagen, unos ven a una mujer joven y otros, a una mujer
mayor. En la segunda imagen, unos ven un jarrón y otros, dos caras
contrapuestas. Sin embargo, no hay una opción mejor que la otra, pues
ambas serían correctas y existen en el plano real, pero quizás tu mente no
esté preparada y por eso no te permite verlo: que no lo veas no significa que
no exista.
Ahora, ¿qué ves en la siguiente imagen?
La mayoría de adultos ve una pareja desnuda abrazándose, pero, si le
preguntamos a los niños, la respuesta es sorprendente: delfines —hay nueve
en la imagen—. La mente de los niños aún no ha sido sexualizada, pues
todavía no existe un condicionamiento asociado a la sexualidad, por lo
tanto, ellos ven la única realidad que conocen hasta el momento: delfines.
La realidad solo es una, pero cada persona tiene su propio filtro, y cada
uno posee un condicionamiento único e individual. Sólo cuentas con tu
propia percepción y punto de vista, que no es más que tu realidad filtrada.
La realidad sin ese filtro es diferente: un objeto puede estar ahí, pero es tu
conciencia de ese objeto lo que le otorga existencia. Sin conciencia, sin
atención en el objeto, éste no existe para ti, aunque esté en ese plano. Cada
ser experimenta el mundo a través de sí mismo, de su conciencia y de su
presencia en la realidad. Dado que el mapa no es el territorio, tu filtro puede
tener sesgos y no ver la realidad completa. Vives el mundo como eres, no
como es.
¿Qué te sugiere la siguiente imagen?
El mensaje que tienes que llevarte de las imágenes arriba expuestas es que
existen tantas percepciones como personas en el planeta. Nadie tiene la
posesión de la verdad absoluta. Aunque ésta te parezca muy real y la veas
muy clara en un momento dado, deja siempre un umbral a la duda.
Mantente flexible y abierto a cambiar de perspectiva, ya que a veces tu
proceso de pensamiento falla, cuya consecuencia es que percibes la realidad
de forma irreal, alteración conocida en psicología como distorsión
cognitiva, definida por el psicoterapeuta estadounidense Albert Ellis.
Existen diversas maneras en las que estas percepciones distorsionadas se
manifiestan, entre las que se destacan las siguientes:
Ejercicio
Sistema de creencias
Para poder desaprender lo que te limita y aprender lo que te potencia, es
indispensable identificar lo que te está saboteando. Como hemos
mencionado, tu ego se construye en tus edades tempranas y se programa en
la parte subconsciente de tu mente, lo cual genera un piloto automático
desde el que experimentas la vida. Entonces, si quieres desenmascarar tu
ego, debes llegar al origen de las historias que te has contado, no sólo sobre
ti mismo, sino también sobre el mundo externo, y así identificar tu sistema
de creencias para desaprender lo que te limita.
El diálogo interno
No olvides que el citado compañero de piso que vive en tu cabeza tiene voz.
Quizás nunca has puesto atención y te has percatado de su tono, de la
ternura o agresividad con la que te habla. Definir estas características es
importante para poderlo identificar cuando se presente. ¿Cómo es su
personalidad? Si ese ente viviera fuera de tu cabeza, ¿serías su amigo?, ¿te
caería bien? O, en cambio, ¿huirías de él porque es nocivo? Tal vez te envíe
mensajes como «insignificante», «fracasado», «feo», «tonto», «inútil»; o tal
vez sus mensajes se asocien con la compasión y el amor incondicional hacia
tu propio ser: a tu belleza tanto interior como exterior, a tu perfección
imperfecta, a tu amabilidad, a tu buena personalidad, a tu divertida actitud.
Pregúntate con cuál de estas dos personalidades identificas más tu voz del
ego.
El poder de la palabra es incuestionable, pues ella tiene la capacidad de
hacerte sentir bien o mal en cuestión de segundos. Imagínate que a alguien
que quieres, o incluso a un desconocido, le dices que es un perdedor, un
inútil, un marginado. ¿Tratarías a alguien así? Seguramente no, lo más
probable es que lo trates con respeto. Entonces, ¿por qué te hablarías a ti
mismo de esa forma?
Las expresiones que comprende tu diálogo interno son una
representación de tu sistema de creencias. Si analizas con detenimiento,
notarás que la forma en que te hablas es una copia de la forma en que te
hablaban cuando eras niño: aprendiste a hablarte así porque la
comunicación es uno de los factores generacionales que se traspasan de
padres a hijos cuando se vive en piloto automático. En otras palabras: tu
diálogo interno ha sido construido en tus edades tempranas, de modo que
conectarte con esos años y reconocer el lenguaje que tu entorno utilizaba
contigo te permitirá familiarizarte con las creencias subconscientes.
Por ejemplo: si creciste en un ambiente autoritario basado en el miedo y
estricto contigo, es posible que tu diálogo interno vaya a estar determinado
por ello, por tanto, tu lenguaje interno tendrá un estilo crítico y juicioso. Por
el contrario, si creciste en un entorno definido por un lenguaje compasivo,
desde el amor incondicional, probablemente tu comunicación interna sea
más saludable, equilibrada, más libre de autosabotaje. El poder de la palabra
es considerablemente categórico en tu estabilidad emocional y, para
transformarlo, es imperativo primero conocerlo y luego ubicarte como el
observador consciente de esa voz interna con el propósito de analizar cómo
te habla. En síntesis: observa cómo te hablas a ti mismo; pregúntate si lo
haces desde la compasión o desde la crítica; indaga cómo en tus edades
tempranas te hablaba tu entorno.
5. Autosabotaje
El autosabotaje es la batalla interna que se desata cuando vas en tu propia
contra, o sea: tú mismo pones los obstáculos más difíciles y te conviertes en
tu peor enemigo. El problema es que los patrones de autosabotaje están tan
programados en tu subconsciente que no reparas en cómo los normalizas,
hasta que ya es demasiado tarde. Por eso, es importante conocerte en lo
profundo de tu ser para detectar esos patrones de lejos y ser consciente de
sus maniobras de escapismo para poder adelantarte a ellas.
A veces, cuando consideras que tu vida va por buen camino, en el fondo
te da miedo, y entonces empiezas a crear obstáculos, porque crees que no
mereces la buena fortuna, de manera que comienzas a dudar y a convertir la
situación en un caos, lo cual te puede hacer perder ese momento en el que te
estabas sintiendo bien. Entonces te preguntas: «¿Por qué he hecho eso? ¡Si
no es lo que quiero!» Por ejemplo: te invitan a un evento que te apetece,
pero cancelas la cita en el último momento, porque, de repente, sientes
ansiedad en tu estómago. Supones que te da vergüenza porque no conoces a
nadie en ese evento, y eso te hace sentir incómodo, inseguro, de modo que
evitas la situación, pero, en realidad, es exactamente lo que quieres: conocer
gente nueva.
Al final, el autosabotaje es una actitud que juega en contra de lo que
quieres; es dejarte guiar por la voz de tu ego hasta que él te venza. En la
situación anterior, el desenlace debería ser ir al evento —incluso si sientes
miedo o se refleja en sensaciones de ansiedad en tu cuerpo— y exponerte a
ese miedo paulatinamente. Te darás cuenta de que la mayoría de ocasiones
exageraste en tu reacción, pues normalmente el miedo es mucho mayor en
tu cabeza que en su versión real. No obstante, de eso sólo te das cuenta
cuando lo afrontas.
El autosabotaje también se suele expresar con el síndrome del impostor,
que consiste en no sentirte digno de merecimiento. Es un juego macabro de
tu ego para hacerte sentir mal contigo mismo, aunque demuestres tus
cualidades, obtengas tus logros y haya hechos que prueban lo contrario. Tú
aún te sigues sintiendo como un fraude, lo cual conlleva que pierdas
oportunidades de éxito, pero prefieres evitarlas para no sentir más esas
emociones incómodas. Hazlo con miedo, pero hazlo, enfrentarte a él: es la
única manera de superarlo. De nuevo, considera la siguiente pregunta:
¿Sabotearías de esta manera a alguien que quieres? La respuesta obvia sería
«no». Entonces, ¿por qué te haces esto a ti mismo?
Desde una visión neuropsicológica, existe un trauma a nivel cognitivo,
este trauma se relaciona con todos los caminos neuronales que tienes
grabados en tu cerebro que no te benefician, que fueron generados
posiblemente por un estado de estrés postraumático o derivados del trauma
emocional complejo vivido durante un tiempo sostenido. Sin embargo, son
los canales que más utilizas diariamente. La batalla del trauma en los
canales neuronales tiene lugar en el subconsciente y se expresa con la voz
del ego, aquel roommate que nunca te abandona. Esos pensamientos
recurrentes suelen ser negativos y se originan en situaciones traumáticas
experimentadas en los primeros años de vida o de la adolescencia en forma
de creencias limitantes instaladas por el entorno durante estos años. Se
convierte en autosaboteo porque revives esos surcos neuronales y los
caminos se fortalecen, se vuelven más familiares y cómodos, porque son
bien conocidos por ti, aunque vayan en tu contra.
Esos patrones que construimos desde pequeños nos vuelven adictos
emocionales. Nos identificamos con ellos, dado que los vivimos con mayor
intensidad en nuestras edades tempranas; son los que más conocemos, pues
hemos crecido con ellos y, por tanto, nos brindan mayor comodidad.
Aunque parezca contradictorio, podrías estar pensando: «¿Cómo voy a
autosabotearme de esa manera?» Pero la pregunta debe ser la siguiente:
«¿Sé quién soy sin mi ego y sin sus sensaciones asociadas como la ansiedad
o mis altibajos emocionales?».
El problema es que buscamos nuevas experiencias en nuestra vida para
revivir esa emoción, con lo que ese camino neuronal cada vez se vuelve
más transitado, lo cual se termina manifestando en nuestra realidad, pero lo
que ha pasado es que lo has creado subconscientemente. Esta es la
explicación a la afirmación que ya habrás escuchado: creas tu propia
realidad. Por ejemplo: cuando de pequeño has tenido experiencias de
rechazo y tu zona de confort se convierte en no esperar nada de nadie,
entonces tu conducta de escapismo consistió en alejarte de las personas
antes de que pudieran fallarte. Esto te hace sentir solo de adulto así como lo
experimentaste cuando eras un niño: es esa sensación de soledad a la que
eres adicto subconscientemente, así que creas subconscientemente
situaciones para sentirte así.
El cerebro es plástico, tiene la habilidad de reorganizarse y cambiar a
través de nuevas conexiones sinápticas hacia nuevos estímulos. Esto
significa que puede aprender nuevas asociaciones que te potencien y crear
nuevos patrones sanos a través de su repetición, lo que implica, esfuerzo,
constancia, compromiso, compasión y amor por ti mismo. Para enseñarte a
ti mismo a sentir de una manera saludable, primero debes desaprender lo
que es desadaptativo para ti, tanto a nivel emocional como cognitivo: debes
borrar lo que te limita y sustituirlo por patrones que te beneficien. Por
ejemplo, si te criticas a ti mismo continuamente en tu diálogo interno, la
espiral de negatividad se volverá cada vez mayor y también con más
frecuencia. Sin embargo, si te retas de manera conscientemente activa a
cambiar la naturaleza de estos pensamientos perjudiciales por otros más
amables, estos nuevos pensamientos se volverán más fuertes y cada vez será
más fácil conectar con la emoción potenciadora que te brindan, lo que
permitirá que tu cerebro sea capaz de salir de la espiral que le lleva a
estados depresivos o ansiosos. No es un conjuro mágico, ¡es ciencia! Estos
nuevos patrones que construyas deben liberarte de tus heridas emocionales,
de tus experiencias pasadas, con el fin de poder crear una nueva realidad en
la que no estés condicionado por tu subconsciente autosaboteador. No dejes
que tu ego y tus experiencias traumáticas te ganen la batalla. Tú no eres eso,
tú eres la conciencia que está por encima.
2. El papel de la atención
en el entrenamiento mental
Ejercicio
Mindfulness
El mindfulness es una práctica que consiste en prestarle atención al
momento presente intencionadamente, para darse cuenta de lo que ocurre en
el pensamiento, las emociones y el cuerpo a modo de sensaciones; una
práctica de la consciencia plena en la que decides volver al momento
presente constantemente. El mindfulness es un término del inglés que se
compone de dos palabras: mind, que significa ‘mente’ y fulness, ‘plenitud’.
Esta técnica no es nueva, pues tiene más de dos mil quinientos años de
antigüedad. Fue desarrollada por Siddhartha Gautama, también conocido
como Buda. Sin embargo, el mindfulness, aunque ha sido occidentalizado al
adaptarse a las necesidades de hoy en día, si se practica de manera
autónoma no se vincula con ninguna religión, ya que es un entrenamiento
de la mente para estar más presente.
Uno de los primeros científicos en integrar esta práctica a la civilización
occidental fue el profesor Jon Kabat Zinn en 1979, con su experimento de
ocho semanas en la Universidad de Massachusetts para tratar a pacientes
que no habían mejorado con las terapias convencionales, cuyas
sintomatologías abarcaban desde depresión, ansiedad, fobias, adicciones,
dolencias psicosomáticas y trastornos de personalidad. El experimento fue
un éxito, pues produjo beneficios palpables en los pacientes a corto y a
largo plazo. Desde ese momento, a esta técnica se conoce como reducción
del estrés basada en la atención plena (MBSR, por sus siglas en inglés)
convertida a día de hoy en una de las bases del mindfulness terapéutico en el
ámbito clínico.
A nivel fisiológico, se descubrió que esta terapia aumenta, el grosor del
área prefrontal que está relacionada con la metacognición y el
procesamiento de la información; además, influye en la ínsula cerebral que
está implicada en la gestión emocional y la empatía. Con la práctica
prolongada de la atención plena y la autoobservación, puedes ampliar el
espacio entre el pensamiento y la reacción que tienes hacia él, es decir, tu
respuesta emocional. De este modo, puedes desaprender viejos patrones de
asociación neuronal para crear una nueva respuesta desde un momento
presente, pero no fruto de tus experiencias pasadas acumuladas. El
mindfulness no sólo permite obtener mayor conciencia en términos
cognitivos, sino que también te ayuda a gestionar las emociones desde una
perspectiva más serena y equilibrada, no tan automática, en la que las ves
venir y puedes ser más proactivo para gestionarlas más exitosamente.
Aunque calmar la mente del mono —es decir: el fenómeno en el que vas de
un pensamiento a otro— puede llegar a ser un desafío, en realidad se trata
de desarrollar, por decisión propia, el autocuidado para obtener mayor
bienestar mental, emocional y corporal: entrenar tu mente es una inversión
en ti y en tu salud. Tu mente puede ser un lugar muy tóxico o absolutamente
saludable, pero se trata del contenido que siembras en ella, o si la utilizas
para escapar de la realidad al vivir en las nubes. Entonces, es tu
responsabilidad volver al presente, porque es el único lugar en el que se
puede crear la realidad. Si vives en tu cabeza, te pierdes la vida.
Los beneficios de esta práctica son muy amplios: puedes reducir el estrés
y la ansiedad; obtener claridad mental al poder observar tus pensamientos y
así ser capaz de reparar en tus patrones y creencias; calmar tus emociones,
pues te hace estar más presente y elevar tus niveles de serotonina. La
práctica del mindfulness crea un escudo emocional y una distancia entre el
pensamiento y la respuesta emocional, pues es la herramienta más efectiva
para la elevación de conciencia. Una vez que logras llegar a los estados de
serenidad interna durante la práctica, la sensación de calma se integra a tu
sistema interno y se extrapola a la cotidianidad: descubres que de pronto ya
no reaccionas como solías actuar, por ejemplo, ya no te desesperas cuando
te encuentras tráfico por las mañanas o no gritas en una discusión, pues has
cambiado.
Antes de practicar mindfulness, es necesario adoptar disposiciones
durante la práctica, a saber:
1. Desempeña un papel de observador sobre tu voz interna: deja fluir
los pensamientos sin juzgarlos, pues ellos vienen y van; intenta no
engancharte a ellos, ya que su naturaleza es impermanente, o sea:
tienen un principio y un fin.
2. Dirige la atención al momento presente: sé consciente de dónde te
encuentras y, si tu cabeza vuela, fuérzate a volver al presente.
3. Conéctate con tus sentidos, no sólo observes tu pensamiento, sino
también tus emociones y las sensaciones de tu cuerpo.
4. Acepta, no luches proactivamente ni te resistas a los pensamientos
o las tensiones corporales que aparezcan, posiblemente si te rindes
a la experiencia y los dejas pasar sin juzgar, se irán de tu cabeza.
Recuerda: lo que resistes persiste.
5. Suelta el control: no tengas actitud de un juez, por lo que deja el
pensamiento dicotómico a un lado. Adopta una actitud neutral sin
emitir veredictos, sin interpretar todo lo que se pasa por la cabeza
o los hechos que ocurren, sin poner etiquetas y querer controlar la
situación interna o externa: déjate llevar por la experiencia en
sentido de sentir pero no pensar.
6. Ten paciencia y confía en el proceso. Date tiempo, sé compasivo
contigo y no olvides que la práctica es lo que hace al maestro.
Hay dos tipos de prácticas principales: formales e informales. La técnica de
mindfulness, por excelencia, es la meditación, práctica llamada formal con
la cual nos sentamos en una postura apropiada y meditamos entre veinte y
cuarenta minutos. En cuanto a las técnicas informales, son prácticas
centradas en promover la conexión con tus sentidos para que accedas a tu
mundo interno. Este estilo de prácticas puede ser fácilmente integrado en tu
día a día de manera sencilla, y puede aportarte un estilo de vida más
consciente y presente. Se conocen más de cien técnicas informales, pero
sólo compartiré a continuación las que considero que más han impactado la
vida de mis pacientes. Están divididas en prácticas que implican
movimiento y las que son estáticas.
Práctica informal: mindfulness en movimiento
Paseos mindfulness
Es otra experiencia que, vivida desde la conexión con los sentidos, te puede
cambiar las sensaciones completamente. Recuerdo cuando lo hice por
primera vez: no podía creer lo desconectada que estaba de mi cuerpo. Me di
cuenta de hasta dónde llegaba mi piloto automático de mi incapacidad de
disfrutar de las pequeñas cosas que regala la vida, como puede ser una
simple ducha. ¡Es que el spa lo tienes en tu propio baño sólo con
desconectar el pensamiento por un rato y estar presente en la experiencia!
Te propongo un ejercicio para que te pongas en contacto con tu cuerpo y
descubras el poder de tus sentidos, mientras pones atención aguda en tus
sensaciones corporales. La próxima ducha que te des, hazla de manera
consciente, no es nada raro. Te lo explico mediante los siguientes pasos:
1. Admira tu cuerpo: tu cuerpo es bello, recuerda que es tu templo.
Mientras te desnudas frente al espejo, contempla y acepta tu cuerpo
tal y como es. Intenta quererlo sin críticas.
2. Deja ir tus pensamientos. Una vez que entres en la ducha y regules la
temperatura, intenta no pensar. Por ejemplo: intenta dejar fuera de la
ducha todos las tareas pendientes que te envía tu jefe, la discusión
que has tenido con tu pareja o tus complejos corporales.
3. Céntrate en las sensaciones: poner el foco de tu atención en las
sensaciones es el punto clave; siente cómo el agua cae sobre tu
cuerpo; concéntrate en la temperatura del agua; conéctate con el
sonido de la ducha; cierra los ojos para percibir mejor las sensaciones
corporales; siente cada parte de tu cuerpo en contacto con el agua;
disfruta los olores de tu gel de ducha, el contacto de tu mano cuando
te enjabonas; nota cómo tu piel se vuelve más limpia y suave, cómo
las toxinas de tu cuerpo van cayendo. Si te vienen pensamientos,
déjalos pasar, no te aferres a ellos, y amablemente vuelve a enfocarte
en las sensaciones corporales.
4. Trátate con cuidados: Al salir de la ducha, intenta seguir con tu
concentración en las sensaciones. Seca con suavidad tu cuerpo con la
toalla; hidrátate con alguna crema o aceite corporal; siente la textura
suave de tu piel; y agradece ese momento. Para terminar, medita
sobre la experiencia y pregúntate esto: «¿Cómo me he sentido?»;
«¿Qué sensaciones me han sorprendido más?». Pero, sobre todo,
proponte hacer este ejercicio más a menudo: si te duchas una vez al
día, ¿por qué no hacerlo disfrutando de tus sentidos? Te sugiero que
lo integres como hábito de bienestar.
Actividades cotidianas mindfulness
Suelo incluir esta técnica como un ejercicio regular para mis pacientes en
las sesiones y en la terapia, dado que los beneficios son muy palpables y
relativamente rápidos. Esta táctica consiste en hacer autochequeos de tu
estado cada una o dos horas, a través de programar un sistema de alarma en
tú móvil. Cada vez que suene la alarma, en menos de veinte segundos tienes
que conectar con tu estado interno y chequear tu estado corporal, mental y
emocional, por ejemplo, mental: ¿qué estoy pensando en este justo
momento?; emocional: ¿qué siento?, ¿estoy aburrido, tenso, enfadado?;
corporal: ¿mi espalda está dolorida por mi postura?, ¿estoy apretando las
mandíbulas?, ¿mi estómago está vacío y ruge? Registra los comentarios
más destacados y al final del día tendrás mucha información de tu estado
interno e imagina si esta técnica la haces más extendida en el tiempo. La
alarma aparecerá de manera espontánea, sin estar preparado, y te forzará a
poner atención en ti para que te obligues a contigo mismo.
Relajaciones y visualizaciones guiadas
3. Desregulación emocional
Como se ha comentado anteriormente, el ciclo orgánico y natural de la
emoción es de entrada y salida. Si una emoción no se procesa siguiendo esta
ruta, el ciclo orgánico emocional se quedará abierto: la emoción entra, pero
no sale. Entonces, esa emoción se torna disfuncional, porque no es liberada
del sistema interno. Es a partir de esta dinámica que uso la expresión
trauma emocional para aquella emoción que se ha quedado anclada, que no
ha podido cerrar el ciclo y que produce una alteración en la homeostasis
fisiológica, ya que no ha sido liberada fuera del organismo, sino que aún
permanece latente y viva.
Cuando esto ocurre, bloqueas el funcionamiento natural y biológico de tu
cuerpo, ya que, al ir contra natura, no dejas que la emoción cumpla la
función para la que está diseñada. Por lo tanto, si la emoción no es regulada
adecuadamente en la medida en que va surgiendo, no puede ser liberada y
se va acumulando en ti. Cuando una emoción no es procesada, se vuelve
disfuncional, ya que, en vez de aportar al mantenimiento de la homeostasis
y del equilibrio interno emocional y corporal —o sea: su función original—,
se convierte en un problema generador de conflictos emocionales y
psicosomáticos, y es bajo esta condición que las emociones toman el control
de ti.
A medida que estas emociones se van acumulando, se van tornando más
poderosas y se expanden a lo largo de tu interior hasta que te someten. Si
las emociones se apoderan de ti y pierdes el dominio sobre ti mismo,
probablemente reaccionas de manera impulsiva y actúas para arrepentirte
posteriormente. Recuerda que tú eres el ser superior que experimenta la
emoción, que la posee y la gestiona. Tú no eres la emoción, aunque seas
poseído temporalmente por ella cuando no eres conscientes de la misma.
Cuando estás desconectado de las emociones, bloqueas el ciclo orgánico
y natural de tu cuerpo. Por eso, vivir vinculado a tu sistema emocional es
crucial para mantener una sana salud mental y física, lo cual es
esencialmente supervivencia. Identificar una emoción determinada alimenta
la capacidad de que actúes en consecuencia. Pero, si no sabes qué es lo que
estás sintiendo, será difícil que reacciones con sentido y coherencia. Si no
sabes qué es lo que se está moviendo internamente, tu manera de afrontar la
emoción no irá alineada con la solución para liberarla.
Primero, debes reconocer la emoción original, luego, actuar con
coherencia para liberarla. ¿Qué pasa cuando no te permites experimentar
una emoción o la rechazas? Cada vez que bloqueas el proceso de desarrollo
de una emoción estás aumentando su umbral. Como en una mochila, vas
amontonando emociones mal gestionadas, resistencias o sentimientos
nocivos, que en algún momento harán que la mochila reviente si no aligeras
el contenido. Entonces, no te sorprendas cuando esa fricción reprimida se
despierte y estalle emocionalmente. No hay emociones buenas o malas —
todas son necesarias—, sino emociones consideradas como negativas
socialmente. Por ejemplo: la envidia puede hablarte de que necesitas
cambiar algo en ti con lo que no estás cómodo o feliz, sin embargo,
acumular y hacer una mala gestión emocional de ella tiene consecuencias
negativas en tu equilibrio interno, en tu estado de ánimo y en tu cuerpo. La
emoción original es la que te permite sanar y liberar ese sentimiento,
sufrimiento o tensión, pero, si no sueltas ese sentimiento tóxico, se
acumulará en ti y el nivel de sensibilidad aumentará: cada vez será más fácil
que reacciones desde esa emoción enquistada. Ten presente que las
emociones siempre salen de alguna manera, pues todas tienen un sentido y
una finalidad. Veamos cómo se aplicaría esto con el caso de un paciente.
Una paciente, llamémosla Rocío, sostuvo una relación casual con una
persona durante un par de meses: hablaban y se veían dos veces por
semana. Rocío sintió que su pareja empezó a distanciarse de ella, pues
notaba que su trato era más frío que antes, hasta que un día no le devolvió
un mensaje: desapareció totalmente. Él le había aplicado un ghosting
absoluto, de modo que se preguntó a sí misma: «¿Por qué siempre me pasa
lo mismo?». Rocío sentía cierto nerviosismo en el estómago, como un
nudo; su respiración se quebraba y presentaba ansiedad generalizada en
todo su cuerpo.
Seguidamente, Rocío decidió hacer uso de una aplicación de citas en
línea y compulsivamente buscaba lograr un match con nuevas personas, de
manera que quedó con una de ellas, salió de fiesta, se emborrachó y terminó
intimando esa noche. Rocío pone una sonrisa de todo va bien, pero por
dentro se siente rota, lo que le provoca bajones repentinos en su estado de
ánimo que, realmente, no son proporcionales a la situación que
experimenta. Esta persona no actúa en virtud de lo que está sintiendo, así
que estos síntomas quedarán latentes y la ansiedad se expandirá porque no
ha gestionado el rechazo, sino que lo ha intentado cubrir con otra persona:
estas acciones son de evitación de la emoción, más no de afrontamiento.
En este caso, la emoción original de la paciente es la tristeza derivada del
rechazo, pero las reacciones que ejecutó no estaban alineadas con la
necesidad de liberar la tristeza, sino con la aparente solución de cubrirla, de
bloquearla. Esto resultaría en un aumento de la intensidad de las emociones,
lo cual se relacionará con la nueva pareja, lo que posiblemente la lleve a
una situación similar a la anterior, porque el vínculo ha sido establecido
desde la ansiedad que le provoca sentirse rechazada y no desde la conexión
o el amor genuino. Habría entonces que preguntarse si estas situaciones se
repiten en su vida; si este tipo de comportamientos son comunes al tipo de
persona con la que se suele relacionar; si el modus operandi de huir del
rechazo implica que trate a sus parejas bajo el dominio de la ansiedad y que
esta conducta las empuje a alejarse de ella. El anterior es sólo un ejemplo,
porque cada caso es único. Pero ¿tú qué harías en esa situación?
Este tipo de reacciones indican que probablemente tengas una herida
emocional sin resolver que esté relacionada con el rechazo o el abandono.
Pero lo importante es poder llegar a la raíz del asunto y no poner simples
parches que sólo ralentizan la solución y aumentan la sintomatología de la
emoción no liberada. Este efecto suele derivar en una disfunción emocional
que repites cíclicamente sin ser consciente de ella, aunque esté limitando tu
vida y desequilibrando tu estado emocional cada vez con más intensidad.
4. Evitación emocional
Intenta evocar alguna situación reciente en la que te hayas sentido
deprimido o con ansiedad, y dedícale unos minutos para contestar la
siguiente pregunta: ¿Cómo actuaste? ¿Eres de los que ponen la lista de
Spotify de canciones tristes, para cortarse las venas, durante días? ¿Te vas
corriendo al gimnasio y te pasas horas allí para no pensar ni sentir para huir
de la emoción? De tal manera, es imprescindible que interpretes tu manera
de afrontar las emociones. Tan destructivo es que te quedes apegado a la
emoción como que huyas de ella y quieras salir de ahí súbitamente. Esta
huida puede presentarse en forma de conductas de evitación que te hacen
sentir bien momentáneamente, y están asociadas a la comida, las drogas, el
alcohol, el shopping, el tabaco, el ejercicio excesivo, la ocupación excesiva
en planes de agenda, el workaholism, las conductas sexuales compulsivas o
los famosos maratones de Netflix.
Cuando procedes con conductas de evitación, no estás afrontando los
acontecimientos de tu sistema emocional interno. Por lo tanto, si no eres
coherente contigo mismo, estás actuando de manera desadaptativa frente al
mecanismo de aviso emocional para el que estás programado, lo cual
resultará en que la emoción original no se libere y se acumule en ti. Por eso
las vías de escape no son una medida adecuada para las emociones, sino
apenas un parche que funciona a medio plazo y posterga el afrontamiento,
lo cual aumenta el umbral emocional y dificulta la liberación: la herida
crece, se vuelve resiliente y más fuerte.
Si la emoción no ha sido liberada en el momento correspondiente, se
mantendrá latente, pero buscará una salida desesperada, ya que el sentido
biológico de la emoción es de entrada y salida. La esencia original de la
emoción es temporal, de advertencia y comunicación entre tu mente y tu
cuerpo. Pero, cuando ella no fluye en el instante mismo en que la sientes,
buscará opciones más bruscas, inapropiadas o incoherentes para salir de tu
sistema, como cuando reaccionas de una manera impulsiva o fuera de
control en la que no te reconoces a ti mismo. Entonces, esta emoción
enquistada operará como una pulsión para liberar la fricción emocional
interna retenida, lo cual se transforma en energía acumulada en el cuerpo,
puesto que no ha seguido el ciclo natural entrada-salida: está atascada en tu
cuerpo, pero tiene que escapar por algún lado.
Ejercicio
Analiza cuáles son las emociones más predominantes en tu
cotidianidad durante un periodo de dos semanas. Luego, registra
cuáles son los patrones emocionales que se repiten, por ejemplo,
sentirte bajo de ánimo un día a la semana, sentirte enfadado y
discutir cada cuatro días, sentir miedo o sentir ansiedad con un
ritmo de días alternados.
Identificaciones cognitivo-emocionales:
Manipulador. Esta máscara trata de manejar los hilos para que otras
personas hagan lo que él quiere y su motor de acción es el control.
Además, actúa en su propio beneficio, aunque para ello se deba disfrazar
del individuo que busca el bien común. Cree conocer perfectamente lo
que es mejor para él y para el mundo que lo rodea, de manera que a
menudo resulta involucrado en relaciones de poder. Hace uso de la
estrategia de control generalmente mediante la instauración del miedo
en los demás, consciente o subconscientemente, siguiendo una actitud
de lobo con piel de cordero. Este tipo de máscara puede manifestar
conductas narcisistas encubiertas y pasivo-agresivas, tales como el
chantaje emocional, el enfado como ataque, el egoísmo, la amenaza o la
inducción de sentimientos de culpa hacia los otros. Se establecen sobre
un pedestal desde el cual observan a sus semejantes como transacciones,
como objetos creados para su satisfacción personal, porque así calman
su ansiedad de control.
En el esquema mental de este rol subsiste una pulsión de posesión
sobre el otro, razón por la cual les cuesta aceptar decisiones ajenas, pues
en el fondo tienen desconfianza, no sólo de sí mismos, sino también de
quienes lo rodean y, en general, de la vida: tienen miedo de lo
desconocido, de enfrentar la incertidumbre. Este falso control les
permite sentirse más seguros, porque creen que mantienen las
situaciones bajo su dominio. Pero luchar contra el flujo impredecible de
la vida es imposible, por lo que terminan embaucados en un ciclo de
ansiedad de control sobre su entorno. Las emociones y sentimientos más
frecuentes en este perfil son la rabia, la ansiedad, la desconfianza, la
frialdad y el hermetismo.
Estas máscaras del ego tienen incontables matices, lo que hace imposible
poder describirlos a todos. Menciono a continuación de manera breve
algunos otros roles para tu propio análisis.
Gracioso. Utiliza el humor para evitar mirar hacia adentro y huye de las
emociones más incómodas y aparentemente negativas hasta bloquearlas.
Solitario. Está muy dañado por sus relaciones con los demás. Ha
aprendido a no necesitar de nadie ni tener expectativas sobre nada, pero,
sin duda, su motor a la acción y mayor vacío es justamente la necesidad
de conexión con los demás. Llega a ser incapaz de exponerse y abrir su
corazón, porque puede que alguna vez ya lo hizo y resultó herido. Tiene
miedo a sentir, intimar y comprometerse para no sentir que defrauda al
otro o que es defraudado por él, por lo que esa anticipación negativista
hace que prefiera mantenerse al margen de vincularse en relaciones.
Olvidadizo. Al permanecer desconcentrado, evita tener contacto con una
realidad que no le gusta, e incluso le afecta a nivel emocional. Las
pérdidas de memoria están relacionadas con un mecanismo de defensa
de disociación de la mente, de manera que desconectar y vivir en las
nubes de sus pensamientos es mucho más satisfactorio que mirar a la
realidad que no aprueba; sin embargo, se pierden la vida.
Ocupado. Se proponen muchos planes, así que siempre tienen algo que
hacer. Su mayor enemigo son ellos mismos. Le da pánico estar a solas
consigo mismo y no deja espacio para entrar en contacto con su ser
interno y real. Tienen baja autoestima y poco amor propio.
2. Detonantes emocionales
Un detonante emocional es cualquier pensamiento, sensación, situación
externa, palabra o comportamiento ajeno que altera tu estado emocional
interno, induciéndote automáticamente —activación subconsciente— a
experimentar emociones intensas, como miedo, enfado, tristeza, rabia o
vergüenza. Este efecto activa tu sistema límbico y te pone en actitudes
reactivas, impulsivas, defensivas o de bloqueo, lo cual provoca una
respuesta de huida pelea, entumecimiento o apego. Esto te genera un
cambio brusco en tu equilibrio emocional interno, por lo que tu estado de
ánimo se alterará súbita y radicalmente, lo cual se manifesta en tu cuerpo
para que lo identifiques como una emoción intensa que rompe tu estado
neutral interno. De manera más simple: los detonantes emocionales son los
estímulos que te hacen estallar emocionalmente de improviso.
Los detonantes emocionales —también conocidos como triggers— son
activaciones de emociones intensas causadas por traumas del pasado que, al
no haberse curado a tiempo, se abren repentinamente y, como resultado, se
manifiestan las emociones enquistadas que se han asociado a ese trauma.
Sin embargo, los detonantes emocionales pueden servir como accesos para
llegar a la emoción original y enquistada que necesita ser sanada, liberada;
son las llaves que abren la puerta al interior. Esto quiere decir que, cuando
experimentas un detonante emocional, no estás respondiendo a una
situación concreta, sino que estás reaccionando a partir del trauma
emocional que permanece latente desde el pasado. Por lo que hay que
diferenciar entre responder y reaccionar. Respondes de acuerdo con una
emoción nueva que se ha generado en el momento en el que se experimenta
una circunstancia. Reaccionas de acuerdo con la emoción anclada desde un
evento pasado que produjo un trauma emocional no cerrado, de modo que
la emoción sigue latente en tu sistema. Lo importante es no actuar desde la
activación del detonante emocional.
Cada vez que se presenta un estímulo o te ocurre una situación que
asocias —generalmente de manera subconsciente— con el trauma, vuelves
a tocar la emoción original, acción que la fortalece y aumenta su activación,
haciéndola más intensa. Este nivel de intensidad es un indicador de lo
arraigada que la emoción está en tu sistema. Algunos ejemplos de
detonantes emocionales son los siguientes:
Te pones a la defensiva cuando crees que alguien te está dando
instrucciones si te dice lo que tienes que hacer, incluso llegas a
interpretar sugerencias como mandatos, aunque no fuera la
intención ni el tono comunicativo de la otra persona, estos sucesos
actuales detonan esa reacción porque puede que te hayas sentido
controlado en el pasado.
Pierdes la paciencia cuando piensas que alguien no te deja hablar o
no te escucha, lo cual puede haber detonado un suceso en el que
hayas sido ignorado, callado o rechazado cuando eras pequeño.
Te bloqueas repentinamente cuando llega tu turno en una reunión,
pues quizás desde que eras niño has sido formado con muchas
exigencias, lo cual te hacía sentir que nunca eras lo
suficientemente bueno.
Sientes mucha ansiedad, desconfías y se te pasa por la cabeza la
idea del peor escenario posible cuando tu pareja no te contesta
inmediatamente, pues fuiste abandonado o traicionado en
relaciones pasadas.
No estás sintiendo eso por el hecho presente, sino porque no gestionaste la
emoción original o no se cerró el ciclo emocional del trauma en el instante
en que ocurrió en la situación pasada desencadenante. Esto es como una
mochila emocional en la que acumulas emociones mal gestionadas,
bloqueadas o evitadas. Cada una de estas emociones que no han sido
gestionadas provoca que su umbral aumente, que cada vez te vuelvas más
sensible a estas situaciones y que tu radar interno les preste más atención, lo
cual implica que las rastree con mayor ímpetu, de modo que se tornan más
presentes en tu cotidianidad.
Ahora que has aprendido qué son los detonantes emocionales, te
propongo que realices un reencuadre de lo que significan las emociones y
las consideres como mensajes que te brindan información sobre tu
subconsciente y a los detonantes emocionales, como las señales de estos
mensajes. Las emociones son el mecanismo con el que puedes explorar el
origen de tu sufrimiento, tus fricciones, tus incomodidades, tus
desequilibrios y tus problemas. Son las llaves que te dan la libertad, pero no
basta con abrir la puerta y ser consciente de la causa de tu sufrimiento;
también debes ser lo suficientemente valiente para sentir y abrazar la herida
emocional hasta que sane, hasta que ya no duela. Pero si no sacas a la luz la
raíz de tu sufrimiento, el trauma quedará latente: no asomará a la superficie
hasta que te responsabilices de ello. Eres presa de tus heridas, ya que sólo se
pueden sanar desde ellas mismas. Como afirmó el sabio espiritual Rumi:
«La herida es por donde entra la luz».
El cambio de perspectiva según la cual tu misión consiste en detectar
tales señales —detonantes emocionales— te pone en una actitud activa y, en
efecto, te da más poder. La emoción entendida como una señal indicativa es
crucial para poder sanarte. Te preguntarás cómo, desde mi posición de
psicóloga, hago esto. Bien, a mis pacientes les aconsejo que se lo tomen
como un juego, cuyas reglas son simples: vive —no simplemente sobrevive
— exponiéndote a la vida con conciencia; observa tus reacciones internas y
externas a lo que experimentas en tu día a día. La vida te trae las situaciones
que necesitarás para tu evolución y tus reacciones hablan de lo que es
importante para ti, de tu historia de vida, de tus creencias subconscientes, de
tus traumas no cerrados, de tus heridas emocionales, en definitiva: de tu ser
interno herido, del cual estás distanciado. Imagínate qué pasaría si esa
misma situación la experimentara otra persona, ¿reaccionaría y sentiría
igual que tú? Seguramente no, lo que es detonante para ti no lo será para la
otra persona, porque tiene otra perspectiva, otro significado de sus
acontecimientos de acuerdo con su historia de vida.
La próxima vez que te ocurra algo que detone emocionalmente y altere tu
estado interno, en vez de caer directamente en la emoción, da un paso atrás
y plantéate los siguientes interrogantes: «¿Qué es lo que estoy sintiendo,
qué emoción es?». «¿Por qué me estoy sintiendo de esta manera?». «¿Cuál
ha sido el detonante que me ha hecho sentir así?», «¿ha sido un
pensamiento, una palabra o el comportamiento de otra persona?». «¿Desde
dónde estoy sintiendo eso?», «¿desde el pasado?», «¿desde una historia que
he creado o revivido en mi cabeza?». «¿Es necesario en este momento que
me sienta así?». «¿Es un símbolo para sentir mi adicción emocional?».
Un ejemplo de una paciente: María. Es viernes por la noche. María se
engalana para salir y llega a un bar concurrido. Ninguno de sus amigos ha
llegado aún. Está ahí parada y de repente advierte que dos personas están
cuchicheando mientras la miran. Entonces, empieza a usar su móvil para
disimular, porque se siente fuera de lugar, inadecuada y ridícula. Es como
si, de repente, se sintiera juzgada. En ese momento, pasa por su cabeza todo
tipo de pensamientos negativos: «Seguro que piensan que soy patética». Su
estado emocional cambia radicalmente y su cuerpo empieza a tener signos
de nerviosismo, sus manos sudan, su corazón se acelera. Pero la verdad es
que ella no sabía de qué estaban hablando esas personas; la causa real de la
reacción de María es que ella sufrió bullying y episodios de rechazo en su
adolescencia. No obstante, después María se da cuenta de que las dos
personas estaban mirando a alguien que estaba detrás de ella que más tarde
saludaron, de modo que reconoce que tiene un problema, porque la emoción
ligada al rechazo que había sentido era demasiado intensa, demasiado real.
De acuerdo con el anterior ejemplo, la manera de afrontar la situación de
detonante emocional para elevar la conciencia de lo que pasa en tu mundo
interno sería:
3. Somos espejos
A medida que empieces a asumir responsabilidad sobre tus emociones, irás
descubriendo que los demás son espejos que te reflejan lo que necesita ser
sanado en ti. Desde mi punto de vista, a nivel emocional, es mucho más
sencillo ser un monje que vive en un monasterio y no interactúa con nadie
que ser una persona que se expone a la vida y se relaciona con otras
personas, porque es aquí cuando estamos más expuestos a que salten
nuestros detonantes emocionales. El grado de sanación personal no sólo se
manifiesta cuando estás calmado y practicando meditación por tu cuenta,
sino que es mayor reto mantener ese estado de calma cuando te relacionas
con otras personas. El juego está perfectamente diseñado, porque los demás
pueden mostrarte el camino por medio de conflictos, desacuerdos y
sensaciones de asco, enfado, vergüenza, envidia o celos. ¡El auténtico
monje zen es el que mantiene el estado de calma interna en un entorno
social!
Es el momento en el que dejas de proyectar tus heridas y de culpar al otro
por lo mal que te sientes; es cuando tu conciencia se eleva y puedes
empezar a cambiar tus sentimientos internos. A través de lo que la otra
persona detona en ti, te has forzado a mirar dentro de ti y ocuparte de la
herida emocional que estaba limitando tu existencia, aunque no te hubieras
dado cuenta hasta que la persona te la reflejara: la herida ya estaba ahí
desde antes que la otra persona llegara.
Responsabilizarte de tus propias emociones debería ir seguido del paso
siguiente de transcender esa experiencia y liberar los rencores asociados a
esa persona, porque por esa persona se abrió ese melón, y te tocó ocuparte
de tu herida emocional previa no resuelta. No es fácil, pero ¿alguna vez has
mirado atrás y has dado gracias por una experiencia que te causó dolor y
emociones intensas en ese momento, pero que realmente te preparó para
una mejora en tu vida, por ejemplo: una infidelidad de pareja? El dolor de
este hecho hizo que te dieras cuenta del perfil de las personas con las que te
vinculabas en tus relaciones, de tu tipo de apego relacional disfuncional, lo
que te llevo a sanar tus heridas emocionales y evolucionar, te preparó para
tu siguiente relación, donde encontraste a alguien con una personalidad más
leal, mucho más alineada a tu esencia y a tus valores porque aprendiste lo
que no querías en una pareja pudiendo descartar a tiempo el tipo de persona
que no te convenía emocionalmente. El reto consiste en que puedas ver y
sentir esto en el momento que te sucede la situación detonante con la otra
persona, para que disminuyas la intensidad de los niveles emocionales y así
los liberes lo más rápido posible de tu sistema interno.
La teoría del espejo del psicoanalista francés Jacques Lacan establece
que lo que te desagrada del otro es lo que no te gusta de ti mismo, pues es el
reflejo de tu personalidad. Yo añadiría que no sólo es lo que te desagrada
del otro, sino también todo —ya sea de naturaleza agradable o desagradable
— lo que el otro despierta en ti a través de su interacción contigo o de la
idea que has construido de esa persona. En otras palabras: utilizas a las
personas como símbolos para proyectar tu tensión interna no resuelta. Si
algo para ti fuera neutral, no le pondrías atención ni lo relacionarías
contigo; no tendrías ninguna tensión acumulada por liberar. Por eso, el
problema no radica realmente en ellos, sino en ti mismo, pues, como
estimaba Kant: «Vemos las cosas no como son, sino como somos nosotros».
Algunos ejemplos de espejos de tu fricción interna serían los siguientes:
si te molesta que una persona sea presumida, es porque quizás no te estás
cuidando demasiado o no te estás ocupando de sanar tus complejos e
inseguridades; si no soportas a alguien mandón, es porque quizás refleja tu
incapacidad de poner límites, pues dejas que se aprovechen de ti, pero el
enfado no es contra esa persona, sino contigo mismo, porque tú no estás
sacando la cara por ti; si te irrita la típica persona que le gusta llamar la
atención, quizás es porque tú estás cohibido o no te atreves a expresar tu
verdad al mundo.
La teoría del espejo es aplicable a cualquier tipo de relación: familiar,
laboral, amistosa o romántica, e incluso a las interacciones mínimas y
espontáneas. Esta teoría no sólo ilustra sobre las emociones más
desfavorables del espectro, sino también sobre lo bueno que ves en los
demás. Por ejemplo: admirar a alguien te indica que existen ciertas
cualidades que te gustaría cultivar en ti, ya que, si resuenan contigo es que
están dentro tuyo, pero quizás han sido reprimidas o bloqueadas. Lo cierto
es que, si no tuvieras esas posibles cualidades en tu ser, para ti esa persona
sería neutral y no la admirarías.
Cuando filtras la realidad y vives alineado con la filosofía de la teoría del
espejo, el juicio se reduce, lo cual minimiza tu fricción emocional. Dejas de
proyectar y asumes la responsabilidad de tu sanación personal, de tu
evolución y del rumbo de tu vida. Para el ser humano es más fácil ver la
paja en el ojo ajeno que en el suyo, porque está programado para
reaccionar, pero la conciencia te da la capacidad de responder. Al final, los
demás son guías que te muestran el camino hacia dentro, igual que tú lo
eres para los demás: nos necesitamos unos a otros para sanar y evolucionar.
Tu ser emocional: el niño interior
Tu ser emocional subconsciente es controlado por tu niño interior, el cual se
constituye como la extensión de tu ego a nivel emocional. Los patrones, las
adicciones emocionales y las identidades cognitivo-emocionales son
gobernados por tu niño interior, de acuerdo con su personalidad, creencias,
heridas emocionales e historia de vida. Él está al mando como tu ser
emocional subconsciente. Como se ha explicado anteriormente en la
sección sobre el ego, nada más nacer, tu motor para relacionarte con el
mundo se va construyendo para recibir amor incondicional. En la niñez, tu
motivación principal y última, lo que nos arranca para la acción, es el amor,
es decir, la aceptación incondicional, el cariño o cuidados de tus padres o
cuidadores.
En función de las relaciones de apego tempranas que experimentas en
estas edades, vas creando tus propias ideas del mundo, de la vida y de ti
mismo. Esta construcción de ideas del mundo es tu filtro de la realidad, del
cual depende el niño interior que te indica cómo aprendes a relacionarte
contigo mismo y con los demás. Durante tu infancia absorbes información
como esponja, sin cuestionarte la naturaleza ética de esa información:
simplemente la aprendes y la integras sin importar si es correcto o
incorrecto, pero lo importante es que con ese comportamiento crees que
recibes atención, cuidados y afecto, en definitiva: amor. Te adaptas al
entorno y a las personas más cercanas para ser amado, para recibir amor
incondicional como mecanismo de supervivencia.
El ejemplo del bebé que llora y que es o no atendido por sus cuidadores,
a grandes rasgos, marcaría dos escenarios diferentes que conducen a dos
realidades diferentes: dos construcciones del ego distintas, pertenecientes a
dos personalidades diferentes. El bebé que es atendido —cuando esta
conducta es reiterada en su normalidad— integrará subconscientemente que
sus necesidades son válidas, que él es digno de amor; pero el bebé que no es
atendido integrará que sus necesidades no son válidas, de modo que se
distanciará de sus necesidades por satisfacer a los cuidadores, o se
mimetizará con las necesidades del entorno al olvidarse de las propias.
Subconscientemente, este bebé construirá la creencia según la cual no
merece ser amado por ser quien es.
Ejercicio
Antes de empezar el reconocimiento de tu niño interior, podrías
buscar fotos tuyas de cuando eras niño —desde el nacimiento hasta
los siete años aproximadamente— y dejarlas durante todo el proceso
en un lugar visible: de fondo de pantalla en el móvil o en el
ordenador, en tu escritorio o en tu mesita de noche.
Tener a tu niño interior presente cada día te ayudará a conectarte con él y
ser más consciente de tu ser emocional. Para ello, debes transferirlo a tu
plano físico y estimular el contacto con tus primeros años para que las
memorias transiten de la mente subconsciente a la mente consciente.
Durante el proceso del descubrimiento del niño interior, se trabaja con
recuerdos del pasado, pero, aunque no es exclusivamente necesario, sí es
más práctico, ya que el origen del sufrimiento también se puede trabajar
mediante situaciones detonantes actuales, porque ellas se relacionan con la
herida emocional que sigue abierta de una experiencia traumática pasada.
Es común que tus recuerdos de la infancia estén casi olvidados o
bloqueados en algún lugar de tu mente subconsciente. De esta manera,
siempre que se empieza con el ejercicio del niño interior, algunos recuerdos
vuelven al consciente y vas teniendo paulatinamente acceso a ellos. Por
ejemplo: con la exposición a la foto de la niñez el sistema reticular cerebral
se activa, la atención empieza a enfocarse y el trabajo de introspección
aumenta las posibilidades de ir entrando en contacto con tus memorias
olvidadas. Por eso, la intención de apertura y acogida al proceso es muy
importante para poder sanar: mientras más apertura a la conciencia, tanto
mejor es la sanación en tu sistema.
Ejercicio
Durante diez a quince días, focaliza tu atención en cómo aparecen
los detonantes emocionales en el transcurso de los días. Describe las
situaciones y los momentos en los que surgen y observa el
pensamiento-emoción-sensación-conducta que desencadenan. ¿Has
sido influenciado por este detonante en todos estos niveles? Indica
cuáles aparecen más en tu cotidianidad, para lo cual puedes utilizar
el registro del diario activo, cuya primera columna corresponde a la
situación detonante. Ve puntuando cuáles de ellas aparecen más a
menudo en tu día a día.
En el ejemplo anterior, el detonante para que se active la creencia
subconsciente «hay algo malo en mí» y se desencadene toda su historia de
significado puede ser una mirada juiciosa de un desconocido, un silencio
incómodo después de algún comentario tuyo, entrar a una clase y notar que
todos están en grupos, sin contar contigo, o que llegue tu turno para hablar
en una reunión. La emoción que se te activa posiblemente es la vergüenza,
tu sensación en el cuerpo es de hipervigilancia, lo que provoca que tu
respiración hiperventile, tu corazón se acelere y tu sistema nervioso
aumente su actividad, de manera que tu estómago se retuerce. Entonces,
como mecanismo consciente o subconsciente de huida de la situación,
decides ir al baño repentinamente para escapar.
La huida no es una acción de afrontamiento, es una reacción de evitación
de tus emociones, pero no de respuesta directa hacia ellas. Así que, en vez
de ir al baño para escapar de la situación, la respuesta adaptativa sería
identificar el significado que le das a la historia que te cuentas, es decir:
«Ellos ven algo malo en mí, por eso me hacen el vacío», y cambiar ese
significado de manera consciente, así: «Ellos no tienen ningún motivo para
pensar mal de mí, no voy a dejar que mi niño interior herido vea
discriminación donde no la hay por sus traumas del pasado. Estoy a salvo,
sé que ese miedo no es real, así que no tengo por qué huir de algo que no
existe». Luego, das una respuesta más funcional a la situación: tus
emociones se vuelven más neutrales y tu reacción de alarma en el sistema
nervioso pierde intensidad. Veamos este proceso con otro ejemplo.
Ejercicios
Primer ejercicio. Entabla una conversación con tu niño interior y
pregúntale sobre los detonantes emocionales que has registrado en el
diario activo durante las últimas dos semanas. Te dejo algunas
preguntas para que te sirvan de guía durante el diálogo con tu niño
interno, —pero no olvides que lo más importante es dejarte llevar por
tu intuición cuando hables con él—: ¿por qué estás asustado?, ¿qué es
lo que realmente te ocurre?, ¿por qué has reaccionado de esa
manera?, ¿de qué intentas protegerte?, ¿tienes esta reacción a
menudo?, ¿en qué momentos reaccionas así y en qué tipo de
situaciones?, ¿tal vez esta reacción se te quedó marcada por algo que
viviste?
Las creencias que antes has detectado seguramente serán muy parecidas
entre sí, ya que suelen converger en un mismo punto, es decir: se basan en
la misma herida emocional que forma tu trauma complejo emocional.
Posiblemente se relacionan con la herida más latente en ti, pues construyen
la raíz de tus creencias limitantes, desde donde actúas y vives tu vida. Si te
fijas de cerca, te darás cuenta de que lo extrapolas a todos los ámbitos y
desde ahí, creas tu filtro mediante el cual percibes e interpretas, sientes y
reaccionas con la realidad: tus reacciones emocionales representan tus
heridas no resueltas.
Como ya se explicó, cuando tienes una herida emocional que no has
curado y vives una experiencia similar, actúas de modo reactivo. Esto
quiere decir que no estás respondiendo a la situación o a un estímulo, sino
que estás reaccionando a ello. No te estás sintiendo así por un hecho en
concreto del presente, sino porque no cerraste el ciclo del trauma emocional
en el momento en que ocurrió. Cada experiencia fuerte de tipo emocional
crea una herida, cuyo origen es la historia de tus edades tempranas.
Entonces, ser consciente de la herida y desvelar la programación
subconsciente emocional te permitirá vivir libre de tus propias experiencias.
Ésta es la raíz de tu sufrimiento, de forma que, para sanarte, debes
responsabilizarte de él; desprenderte de ese sentimiento, de esa tensión
acumulada, hará que tu mochila emocional sea más ligera.
Desde la perspectiva psicoterapéutica se han definido cinco heridas
emocionales que son desarrolladas en la infancia, las cuales son
determinantes para el equilibrio emocional en la edad adulta: abandono,
rechazo, humillación, traición e injusticia. Desde mi experiencia, considero
que hay solo dos heridas básicas: herida de abandono y herida de rechazo;
y de esta última surgen la humillación, la traición y la injusticia, que son
expresiones del rechazo hacia ti que te alejan de tu autenticidad, porque
aprendes a negarte a ti mismo. Aun así, cada individuo es un ser único y
complejo, lleno de matices, por eso te animo a que estas heridas sean sólo
una guía y definas por ti mismo la herida original que mejor describa tu
historia de vida. Te describo a continuación algunos rasgos de estas heridas
según mi práctica, para que puedas orientar tu trabajo introspectivo de
identificación2.
Herida de abandono
Suele presentarse cuando alguno de los cuidadores o progenitores ha estado
ausente, bien por abandono voluntario o involuntario, como el
fallecimiento. El abandono puede ser físico, pero también emocional,
cuando el progenitor se encuentra emocionalmente no disponible, aunque
esté presente en el núcleo familiar. Este progenitor es una figura pasiva, ya
que no ofrece el soporte y la atención que el niño necesita para sentirse
amado y desarrollarse emocionalmente de una manera sana. Por ejemplo:
puede desarrollar adicciones, presentar algún trastorno psicológico o
trabajar todo el día fuera del hogar. Los niños que crecen con esta herida,
por lo general, sienten que no han sido vistos ni escuchados, o de alguna
manera han sido ignorados, lo que se traduce en la edad adulta en
desequilibrios para crear intimidad con los demás. Incluso, pueden llegar a
sentirse muy incómodos con la proximidad. Estos adultos con este tipo de
niño interior herido huyen de conectar de manera profunda con otros —por
el miedo anticipatorio subconsciente de ser abandonados, lo que les provoca
aislamiento y encerrarse en sí mismos— o todo lo contrario, se apegan de
manera extrema a personas por el miedo a perderlos, mostrándose muy
dependientes de sus parejas, amigos, familia. El problema subyacente de
ambos extremos es el miedo al abandono y la conexión que se crea no es
desde la naturalidad de la intimidad que surge genuinamente entre personas,
sino desde el miedo y la ansiedad de la herida.
Los adultos con este tipo de herida emocional no suelen gestionar
adecuadamente la soledad, tienen pánico a la idea de abandono, temor a
perder la pareja o al desamor, lo que los puede hacer muy dependientes de
los demás o por el miedo que les provoca la incertidumbre de confiar en
otras personas, deciden consciente o subconscientemente actuar de manera
contraria, distanciándose prematuramente de los demás. Les abate un
sentimiento profundo de sentirse solos, lo que hace que lo proyecten en sus
relaciones de manera anticipatoria con el efecto colateral de que alejan a los
demás, y de esta manera vuelven a revivir la historia programada en su
sistema de sentirse solos. Tienden a permanecer en estado de
hipervigilancia y ansiedad en su sistema nervioso, dado que se encuentran
en búsqueda subconsciente de señales que indiquen abandono. Las
creencias habituales de este perfil son las siguientes: «Estoy solo en el
mundo», «Siempre me dejan tirado», «Mi destino es quedarme solo», «El
amor duele», «Mis relaciones no duran» o «Nadie me quiere». La
inestabilidad emocional que experimenta se expresan como tristeza, miedo,
soledad, melancolía y síntomas de ansiedad.
Herida de rechazo
Se produce por el rechazo de alguno de los progenitores/cuidadores o por
haber vivido algún tipo de exclusión, por ejemplo, entre hermanos, o por
experiencias de bullying en la familia o en el colegio. Los niños que han
crecido con esta herida se sienten castigados por ser quienes son, lo que se
expresa en la edad adulta en desequilibrios en su sentimiento de
autenticidad y de autoestima, y en la tendencia a tener crisis existenciales,
porque no saben quiénes son, ya que su sentido del yo ha sido dañado.
Aprendieron a anular su propia naturaleza y a negarse a sí mismos, a ir en
contra de su autenticidad como supervivencia para recibir el amor y la
atención de los progenitores. Al igual que la herida de abandono, también
pueden sentirse incómodos con la intimidad, con tendencia a quedarse en un
nivel superficial en sus conexiones por miedo a que si los demás descubren
quiénes son, realmente los rechacen, porque no se sienten dignos de amor y
proyectan esa falta de aceptación de sí mismos en los demás. Los adultos
con esta herida tienen que entender que ese rechazo empieza en ellos
mismos: son ellos los que se rechazan a sí mismos —porque es la conducta
que aprendieron cuando eran niños—.
Es común que los adultos que presentan este tipo de herida tienden a
compensar el rechazo con actitudes de perfección, de modo que las
personas no tengan motivos para rechazarlos. Es como un escudo de
protección con el cual pretenden controlar la respuesta de los demás, pero, a
la vez, se vuelven más inseguros, pues no suelen alcanzar las altas
expectativas que se marcan, ya que suelen vivir con el fuero interno fuera
de ellos, por y para los demás, aunque no sean conscientes de ello. Tienen
un sentimiento profundo de que no encajan o de que son inadecuados,
huyen de sí mismos porque intentan ser lo que creen que los demás esperan
de ellos, lo cual les puede llegar a causar ansiedad social, pues se sienten
juzgados, a pesar de que, en realidad, son sus propias expectativas lo que les
perturba.
La falta de autenticidad, la dificultad para expresar su verdad —no la
conocen porque aprendieron a desconectarse de ella— o la obstinación por
encajar en los esquemas de los demás los mantiene reactivos y con ansiedad
constante. No puede vivir como el protagonista de su propia vida, sino
como un actor secundario. En el fondo, no se sienten válidos ni
merecedores de amor por el simple hecho de ser ellos mismos; se sienten
escasos, dado el sentimiento de falta de merecimiento.
Su diálogo interno es negativo, su ego, muy crítico, y son severos
consigo mismos. Por lo general, no se sienten dignos de afecto; tienden a
aislarse para prevenir su proyección de rechazo y suelen sufrir de crisis de
ansiedad en situaciones concretas; suelen mostrarse inseguros y tímidos.
Las creencias habituales de este perfil son las siguientes: «No encajo»;
«Soy un outsider»; «No soy suficiente»; «Soy un desastre»; «El amor no es
para mí»; «Hay algo malo en mí»; «No merezco nada bueno». La
inestabilidad emocional que experimenta se expresan como frustración,
rabia, amargura, tristeza y síntomas de ansiedad.
La herida de rechazo se experimenta en el niño como una desaprobación
hacia su propia identidad, y no apreciación de su valor intrínseco por ser
quien es. Esencialmente la humillación, la traición y la injusticia son
diferentes formas de expresión de esa aversión que crea rechazo hacia el
niño.
Herida de humillación
Surge como base de la herida de rechazo y se manifiesta en personas que
han sido tratadas como seres inferiores, han sido deshumanizados y
considerados propiedad de los progenitores/cuidadores incluso al utilizar la
opresión o la posición de poder privilegiada. Han sido expuestos a la crítica,
a la comparación y a la vergüenza, por ejemplo: cuando son descalificados
delante de otros adultos u otros niños; exponen sus problemas frente a los
demás; los tratan sin respeto sólo por el hecho de ser un niño y les otorgan
una valía inferior, siendo conscientes de que no pueden defenderse a sí
mismos, porque son pequeños y vulnerables. El niño se siente atrapado,
sentimiento que le acompañará durante su vida adulta. Pueden también
haber sido víctimas de bullying por sus progenitores, familiares o
compañeros en el colegio como proyección de las ansiedades de quienes los
intimidan.
Los adultos con esta herida sienten a menudo el síndrome del impostor,
que es la incapacidad de reconocer sus logros o capacidades, por lo que se
consideran un fraude o mentirosos, por ejemplo: son el jefe de un equipo y
han trabajado duro para conseguir el puesto, los han elegido porque están
capacitados y, sin embargo, sienten que no están preparados para
desempeñar exitosamente esa posición. O puede ocurrir que se manifieste el
otro extremo, si han sufrido bullying en la infancia, caben posibilidades de
que puedan convertirse en el opresor o bully en el colegio, en la edad
adolescente, o en el trabajo, en las edades adultas. Entonces, son ahora
quienes humillan a los demás, lo cual causa un mecanismo de defensa en el
que han aprendido a ser tiranos como escudo protector y a desquitarse de
toda esa represión e ira que han guardado. Las creencias habituales de este
perfil son los siguientes: «Soy invisible»; «No soy respetado»; «Me
ignoran»; «Soy peor que ellos»; «No valgo»; «Estoy atrapado»; «Soy un
fraude». La inestabilidad emocional que experimenta se expresa como ira,
asco, frustración y vergüenza.
Herida de traición
También surge de esta herida básica de rechazo. Se presenta en individuos
cuyos progenitores/cuidadores les han incumplido promesas o los han
engañado de niños; también cuando les han guardado secretos de familia
como tabú, los han manipulado o no les han brindado soporte en los
momentos que más lo necesitaban. Por ejemplo: los
progenitores/cuidadores nunca asistieron a las audiciones del colegio o les
realizaron promesas que nunca llegaron sólo para manipularlos.
Los adultos con esta herida presentan muchos problemas para confiar en
los demás y sienten que en algún momento los traicionarán, por eso
desarrollan un mecanismo de supervivencia-control al chequear las
personas y buscar evidencias, por ejemplo: hacen preguntas para corroborar
que la historia que le cuentan los demás es coherente. Son como un detector
de mentiras andante, pues siempre encuentran algún punto flaco en el
discurso del otro para no confiar en ellos y así sentirse defraudados, ya que
se suelen tomarse la falsedad de otros de modo personal. La estrategia
subconsciente para calmar su intranquilidad es que suelen querer controlar a
las personas y las situaciones, tienen tendencia a ser herméticos y a veces
carecen de humor, porque son muy literales, se toman todo muy en serio y
tienden a ver las cosas como blancas o negras.
La falta de control les genera mucha ansiedad. Suelen ser impacientes y
proceder de manera inquisitorial en sus veredictos sobre los demás, dado
que estiman que su verdad es la única. Las creencias habituales de este
perfil son las siguientes: «No me fio»; «Ellos ocultan algo»; «Todo el
mundo es infiel»; «La gente es mala»; «No se puede confiar en nadie»; «Si
te abres a alguien, te dará una puñalada trapera»; «El amor es un cuento».
La inestabilidad emocional que experimenta se expresa como ira, asco,
rigidez, frustración y síntomas de ansiedad.
Herida de injusticia
Es una tercera herida con base en el rechazo, el adulto que experimenta esta
herida emocional, posiblemente de niño no solía tener derechos ni
capacidad para opinar o expresar sus gustos, pues crece con un gran
sentimiento de impotencia y limitación. Por ejemplo, tal vez exhibe
capacidades innatas para el dibujo, y de hecho es lo que le gusta. Sin
embargo, es obligado a asistir a clases o prácticas que no le generan ningún
interés, pero los progenitores/cuidadores suponen que es lo mejor para el
niño. También puede ser víctima de algún tipo de abuso o ser penalizado
aleatoriamente sin motivo aparente. Suele generarse en un entorno de
crianza muy autoritario, crítico y severo, cuyo foco de atención recae más
en las actitudes negativas que en las positivas del niño, por ejemplo: si ha
sacado notable en un examen, en vez de felicitarlo o reforzarlo
positivamente, lo tildan de mediocre, ya que «en esta casa no se acepta un
mínimo de sobresaliente».
Los adultos con este tipo de herida presentan muy baja autoestima, dadas
las exigencias excesivas sobre ellos, aunque, en calidad de niños,
entendieron que era normal cumplir con las altas expectativas: en el
ejemplo anterior, algo así como «si no tienes todo sobresaliente, eres un
inútil». Los adultos tienen que entender que fueron objeto de las
proyecciones y frustraciones de sus propios progenitores/cuidadores y que
esos estándares no eran normales, sanos ni posibles. Pueden sentirse
victimizados, de manera tal que gastan mucha energía en demostrar que son
válidos para los demás, pues para ellos «la vida implica un esfuerzo
constante».
Pueden tener problemas para tomar decisiones, porque son demasiado
rígidos mentalmente, aunque se desconectan de sus propias emociones. Son
severos con otros y consigo mismos, pero también pueden desarrollar el
mecanismo de defensa subconsciente de rebeldía: un mecanismo para
evadir la frustración acumulada al desempeñar el papel que sus padres o el
entorno cercano querían de ellos. Las creencias habituales de este perfil son
los siguientes: «Soy un mediocre»; «La vida no es justa»; «No soy lo que se
esperaba de mí»; «Siempre defraudo a la gente»; «Tengo que dar más de
mí»; «Tengo que esforzarme más»; «Relajarse es malo». La inestabilidad
emocional que experimenta se expresa como rabia contenida, ansia,
impotencia, inseguridad y vergüenza de sí mismo.
Ejercicios
Te recomiendo llevar a cabo los ejercicios que describo a continuación, en
el caso de que quieras ser más consciente de tus heridas emocionales.
Primer ejercicio. Reflexiona sobre la herida emocional con la que te
sientes más identificado e indaga dentro de ti sobre cuál es la
historia que rige tu vida; a la que vuelves una y otra vez; cuál es la
conclusión de esta; cuál es la situación en la que vives cíclicamente
y cuál es el patrón que se repite en ellas ¿A qué conclusión llegas?
Por ejemplo: si en tus relaciones de pareja nunca te llegas a
comprometer con nadie, tal vez la herida más presente en tu vida
sea el abandono. Lo importante es que lo identifiques, le pongas un
nombre y seas consciente de ello.
Segundo ejercicio. Haz un listado de diez cosas que te irritan, que
literalmente te exasperan, que no puedes soportar. Situaciones
simples como no tolerar a alguien que se cuele en la cola del
supermercado, alguien que suela exagerar sus experiencias, alguien
que es demasiado vanidoso o alguien que debate tu opinión ¿Qué
cosas pequeñas eres incapaz de tolerar y te hacen perder la
compostura? ¿Consideras esas situaciones que no toleras como
reflejo de alguna de tus heridas emocionales?
Tercer ejercicio. Cuenta las veces que la emoción de vergüenza te
sabotea en el transcurso de una semana: ¿qué has hecho de diferente
a lo que realmente querías o has evitado por culpa de la vergüenza?
4. Identificación del tipo de familia
Cuando eres pequeño, sueles creer que tú eres la causa de todo lo que pasa
en el mundo que te rodea. Así mismo, de niño te sientes como una
extensión de tus padres, eres parte de ellos, y también del sistema. Cuando
creces y descubres que eres un ser individual, que la identificación con el
sistema familiar es parte del problema en el que te encuentras, entonces es
común que trates con todas tus fuerzas de evitar ser como tus padres, pero
esta resistencia te persigue. Proyectas a tus padres en las relaciones con los
demás: con parejas, compañeros de trabajo o amistades que,
paradójicamente, a través de su interacción contigo son quienes te hacen
conscientes de las heridas que siguen abiertas para así buscar la posibilidad
de poder sanarlas.
Durante mi práctica profesional, es común encontrarme con pacientes
que al principio de la terapia piensan que su infancia fue normal, porque no
tienen un punto de referencia de lo que es sano o suelen estar disociados de
esa época y evitan darles paso a muchos recuerdos. Normalmente, esta
costumbre es un mecanismo de defensa, porque es muy difícil reconocer
que tus padres fueron perjudiciales de alguna manera y las experiencias que
viviste en tu entorno familiar son la causa de tus desequilibrios psicológicos
actuales: es cruel, doloroso y puede herir sensibilidades. Por eso es
importante reconocer los comportamientos insanos y desadaptativos en el
núcleo familiar.
Ejercicios
Identifícate en los modelos disfuncionales familiares anteriores y
trabaja en sus proyecciones internas mediante lo siguiente:
Primer ejercicio. Elabora una descripción de tu propia familia.
Analízala desde fuera y ponle un nombre a esta historia como si fuera
el título de una película. Describe los roles de cada uno de los
personajes que formaban el núcleo familiar: padres o cuidadores y
hermanos. Luego, describe tu propio rol de personaje en la familia.
Segundo ejercicio. Reflexiona y responde las siguientes preguntas:
¿Te identificas con algún patrón de familia disfuncional?, ¿con cuál
de ellos?, ¿es más de uno? ¿Qué situaciones y comportamientos de
tus progenitores te parecen perjudiciales? ¿Qué situaciones de las
que viviste no te parecen normales y no debería vivir un niño de esa
edad? ¿Cuál de tus progenitores tuvo más impacto en ti?, ¿cuál era
su rol? ¿Cuál de tus progenitores te generó más emociones
negativas? ¿A cuál de tus progenitores intentas no parecerte bajo
ninguna circunstancia? ¿Cuáles son los rasgos de ellos que quieres
evitar en ti? ¿Qué puedes hacer por ti ahora que hubieras necesitado
de tus padres? ¿Qué tipo de comportamientos necesitaba ese niño y
qué tipo de palabras y conversaciones? ¿Cuál es la dinámica familiar
en la que te hubiera gustado crecer? ¿Qué te hace detonar
emocionalmente cuando piensas en ellos o estás con ellos?
Apego seguro
El apego seguro es el apego sano hacia el que se debe aspirar si quieres
disfrutar de una relación saludable contigo mismo y con tu pareja, cuyo
resultado será presentar bajos niveles de ansiedad y de evitación.
Experimentar un apego seguro significa que cada miembro de la pareja se
siente satisfecho de ser él mismo, se comunica con autenticidad y sin
incomodidad, pues sabe que la relación es estable más allá de los
problemas; acepta al otro como es, incluso sus debilidades y limitaciones.
Dado que sabe que la perfección es una utopía, no trata de encajar lo
imposible, ni proyecta sus inseguridades y frustraciones en el otro: las
asume por sí mismo.
Quienes gozan de un apego seguro manifiestan todo el espectro de
emociones, tanto desagradables como agradables, y aceptan tanto la
naturaleza como la volatilidad del ser humano. Esto no quiere decir que no
haya discusiones entre la pareja, sino que aprenden a afrontarlas y a
solucionarlas; se comunican asertivamente para resolver las dificultades en
vez de renunciar a la relación a la primera señal de problemas. Comprenden
a la perfección su propia naturaleza y la de sus emociones, de forma tal que
pueden diferenciar las experiencias negativas de sí mismos o de su pareja,
por ejemplo: si sienten ansiedad generada por algún desacuerdo, entienden
que sólo es una emoción pasajera, son conscientes de que no son ellos ni
tampoco su pareja, por lo que no la responsabilizan por ello, es sólo una
sensación temporal.
Se sienten cómodos con la intimidad y en su autonomía, pues consideran
la relación como un espacio en el que están a salvo, la aprecian y la valoran
como importante en sus vidas. Se encuentran disponibles y dispuestos a
involucrarse, con muestras de contacto afectivo y físico. Establecen
comunicación incluso si las circunstancias son adversas, sin olvidar la
colaboración, la comprensión, la aceptación recíproca, el sentimiento de
pertenencia, la honestidad, la compasión y la confianza con la pareja como
bases de una relación con apego seguro.
Los padres de la persona con un apego seguro —si no se ha conseguido
este estado de apego sano a través de terapia o proceso de introspección—
posiblemente estuvieron disponibles para el niño, cuyas necesidades
durante la misma infancia fueron cubiertas de manera asertiva y afectuosa,
ya que se desarrolló en un ambiente emocionalmente equilibrado. Le
brindaron soporte para desarrollarse como individuo, expresarse libremente
y ser él mismo, sin intentar cambiarlo o proyectar las propias frustraciones
en él, porque los progenitores no buscaban satisfacer sus propias
necesidades a través del niño. El niño se siente seguro en su cuerpo, se
encuentra en calma, se considera válido para expresar su autenticidad y se
siente merecedor de amor, además de saber diferenciar la toxicidad de una
relación o un compañero inconveniente para él.
Apego inseguro
Hay tres tipos de apego inseguro que son diferentes expresiones de un niño
interior herido e inestable emocionalmente y que han sido desarrollados con
base en sus experiencias tempranas de relación con sus progenitores: apego
ansioso-preocupado, apego evitativo-elusivo y apego evitativo-temeroso,
también conocido como apego desorganizado4.
Ejercicio
proceso de reparentalización
Este proceso no tiene un lapso de tiempo determinado: puede llevar meses,
incluso años, y depende del grado de conciencia del que cada uno parte.
Cuando es guiado mediante terapia, el proceso puede ser más expansivo,
porque el terapeuta actúa con visión de águila, como si fuera la voz de la
conciencia del paciente, y lo acompaña por el camino. El terapeuta no sana
a nadie, sólo guía. Es la persona quien tiene que sanarse a sí misma y hacer
el trabajo que requiere el proceso de reparentalización. Sólo tú puedes sanar
a tu niño interior en la medida en que aprendes a amarte a ti mismo y a
responsabilizarte de cubrir tus propias necesidades, para lo cual te
recomiendo seguir estos pasos: aceptación de tu ego, perdón hacia tus
cuidadores, creación de un diálogo interno potenciador, acciones por apego
relacional, alineamiento para crear conscientemente tu futuro yo, acción
diaria de amor propio. Veamos ahora cada uno de estos pasos.
Aceptación de tu ego
Una vez que tienes tu mapa del ego, debes aceptarlo completamente.
Acepta su personalidad, sus maneras de expresión y sus estrategias de
supervivencia. Trata de ser compasivo con él, entiende por qué es así, de
dónde viene y cuál ha sido su historia de vida. Recuerda que tu ego se
construyó esencialmente con la intención de hacerte sobrevivir y de
protegerte. Esta parte de aceptación conlleva admitir tu pasado sin
idealizarlo o evitarlo, aceptarlo tal cual fue sin emitir ningún juicio.
Reconocer esas partes del ego a las que has estado identificado te ayuda
intrínsecamente a poder liberarlo y cambiar su narrativa. Cuando aceptas,
hay un cambio de actitud; la resistencia que emana de la lucha contra él se
transforma en una actitud de cooperación, observación y diálogo. Esa
sensación de lucha se convierte en rendición y total aceptación, ya que no se
puede cambiar nada si no se admite primero.
De esta manera, tú te posicionas en un lugar más elevado de conciencia
en donde el ego ya no te controla, ya que la parte de ti que acepta tu ego es
tu ser superior consciente, que sabe que él es el todo. Por lo tanto, la
identificación de que tu ego y tú son la misma entidad se desvanece, pero
esto no quiere decir que el ego desaparezca completamente, ya que el ego
nunca llegará a desprenderse de ti por su funcion biologica primaria de
supervivencia —aunque esta sea obsoleta—, por eso, es importante que
reencuadres tu relación con él para que no te limite en tu vida. Hay una
muerte de tu viejo yo, donde tu ego se reposiciona perdiendo poder, siendo
tu ser consciente quien lleva el control a partir de ahora. En este punto del
proceso, tienes a tu ego totalmente rastreado y en tu campo de visión: lo
conoces, sabes por dónde va a atacar, ya que lo ves venir y sabes qué decirle
para que reduzca sus niveles de actividad e intensidad.
Ejercicio
Escribirle una carta a tu ego, con actitud de aceptación y compasión,
para desprenderte de la identificación subconsciente con él. Tres
puntos clave a trabajar en esta carta son los siguientes: 1) sé
consciente de su personalidad; 2) reposiciona tu ego para que suelte
el control sobre ti; 3) llega a acuerdos con él para que no te limite a
partir de ahora. El siguiente ejemplo de carta es de una persona que
sufre de apego ansioso-preocupado, muy identificada con la
máscara de complaciente y con la herida de rechazo, que creció en
un modelo de familia tradicional y autoritario.
Hola, ego:
Después de muchos años, ha llegado el momento de cambiar las cosas. Ahora soy
consciente de todo lo que has estado haciendo durante este tiempo, condicionándome
a sentirme insegura. Creía que eras tú, pero eso era solo ego, una adicción al rol que
tenía tan interiorizada por medio de distintas máscaras que no me dejaba pensar ni
sentir con claridad. Ya no voy a dejar que distorsiones más mi realidad. Ese rol de santa
que he estado desempeñando en mi vida me ha hecho creer que lo mejor es ser
complaciente con los demás y jamás contradecir a nadie; que tengo que perder ante los
demás para que me quieran. ¿Y sabes una cosa? Por no disgustar a la gente, por temor
a perderla, casi me pierdo a mí misma, y eso sí que no me lo podría perdonar. No sé en
qué momento decidí que ser una buena chica gustaría más; que con ser super
complaciente, esconder y anular a mi yo verdadera podría ser más feliz y llegaría más
lejos. Estaba tan equivocada. ¡Cuánto me ha costado entenderlo, interiorizarlo y
aceptarlo!
Sé que apareciste primero para que pudiera sobrevivir, porque el miedo se apoderó
de mí. Para mi niña interior, la vida llegó a ser una amenaza, pero, en vez de
protegerme, me estabas aislando, anulando y matando mi esencia poco a poco. Vivía
actuando con un papel que no estaba alineado con quien soy auténticamente. Quiero
separar nuestros caminos, dejarte ir para crecer como persona, expresarme tal y como
soy, sin temor a disgustar a nadie o pensar en todos antes que en mi propio bienestar.
No me siento culpable de nada y me perdono por haberte dejado ganar todo este
tiempo. Por eso, estoy preparada para tomar el control y dejar de identificarme contigo.
Ego, no voy a dejar que me hieras más, no vas a mantener a las personas en mi vida a
base de que yo pierda, de dejar que abusen de mí.
Sé que estarás en mí hasta el último de mis días, pero a partir de hoy, ya no
permitiré que tomes el control. Ahora reconozco tu voz y no voy a seguirte ciegamente.
No quiero estar en guerra contigo, ¡quiero sentir paz y que nos llevemos bien!. Desde
este momento, voy a consultar siempre con mi autenticidad, y actuar alineada con el
amor, no con el miedo. Ahora voy a escucharme, quererme y cuidar de mí: abrazar a mi
niña interior, curar mis heridas emocionales y deshacerme de todas mis máscaras,
porque necesito volver a ser yo. Me comprometo a poner límites y ser la primera
persona de mi vida.
Hasta siempre, máscara de buena chica.
Recomiendo que, una vez elaborada la carta a tu ego, la leas repetidas
veces, incluso cada día, hasta que la tengas totalmente integrada y hayas
reconocido esta parte saboteadora limitante dentro de ti, ya que es fácil
volver a ponerse en modo subconsciente de la mente-emoción y dejar que el
ego y el niño interior tomen el control de nuevo en tu narrativa diaria. Esta
carta sirve como un recordatorio a ti mismo para que te mantengas
consciente de las maniobras y patrones de tu ego, de manera que no se te
olviden los pactos acordados para mantener una convivencia sana con él.
Ejercicio
Primer ejercicio. Escribe una carta conectando desde la ira y el rencor que
sientes, en la cual intentes expulsar todo en lo que consideras que tus
progenitores te dañaron: tanto referido a su personalidad como a los
momentos que viviste con ellos en los que te decepcionaron o te hirieron.
Esta carta no tiene filtro, por lo que, cuanto más dolor saques, tanto más
liberador será. Es importante que no te juzgues a ti mismo al escribirla y
que seas lo más honesto posible contigo.
Ansioso-preocupado
No forzar relaciones: desarrollar paciencia en sus conexiones ya que tienden a apresurarlas, idealizan
personas y no las ven por quienes son, sino por quienes ellos quieren o necesitan que sean. Poner
atención a si se enamoran de verdad o es su necesidad de no sentirse solos.
Crear su independencia: reducir las expectativas que tienen en el otro y responsabilizarse de ellos
mismos. Ser conscientes de su tendencia a la máscara de víctima y de su postura de espera a que los
demás resuelvan sus propios problemas.
Aprender a confiar: trabajar su miedo anticipatorio de abandono para no controlar o manipular
(consciente o subconscientemente) sus relaciones.
Trabajar en su autenticidad: conectarse con su propia intuición para saber quiénes son sin definirse a
través de los demás. Identificar lo que quieren, lo que disfrutan, lo que les gusta. Y aprender a expresar
su verdad y su opinión sin miedo a que el otro les abandone.
Convertirse en quien buscan afuera: dejar de compararse con los demás y ponerlos en un pedestal.
Frenar esa actitud sumisa y enfocar su energía en potenciar sus cualidades y cultivar las competencias
en sí mismos en vez de buscarlas externamente.
Priorizarse: poner sus propias necesidades antes de las necesidades del otro; aprender a poner límites
y dejar de adaptarse a lo que los demás prefieren. Para ello, tienen que aprender a pasar tiempo a
solas y dedicar tiempo a sí mismos, buscar hobbies y superar el miedo de hacer cosas solos.
Evitativo-elusivo
Misión
vulnerables.
Algunas acciones para sanar el desequilibrio en el apego
Aprender gestión emocional: las personas con este apego no sienten todo el espectro de emociones y
tienen que reaprender con conectarse con ellas. Adentrarse en su mundo interno y dejar de reprimir
emociones dolorosas, enfrentarse a la tristeza o el enfado.
Exponerse al miedo al permanecer en la situación que les genera estrés: el mecanismo de
afrontamiento de sus emociones es la huida, por eso nunca llegan a entrar en contacto con ellas, pues
las embotellan y las bloquean en su sistema. Aprender a no identificarse con las sensaciones
corporales incómodas generadas por la aproximación de la pareja a través de técnicas somáticas.
Practicar la vulnerabilidad: esforzarse por crear intimidad en sus relaciones y no quedarse en la parte
superficial; invertir tiempo real en profundizar en la conexión con la otra persona en vez de querer más a
la persona desde la distancia.
Crear comunidad: buscar ambientes donde se sientan seguros y cómodos, y les facilitará abrirse sobre
sus sentimientos sin sentirse juzgados; participar en actividades con más personas como terapias de
grupo, en el que las personas compartan, para aprender a crear vínculos sanos de interdependencia.
Aprender a ser más afectivos en sus relaciones: a través de entrenamiento somático y emocional para
frenar la amenaza y el miedo que supone la aproximación.
Enfocarse en lo positivo y no tanto en lo negativo: trabajar en aceptar su propia imperfección y aprender
a amar esas partes de sí mismo; y hacer esto también con los demás, por cada imperfección que
detecta encontrar tres cualidades positivas.
Evitativo-temeroso
La historia de este apego es una mezcla de los dos apegos anteriores, por un
lado tiene el miedo al abandono y por otro lado tiene miedo a la intimidad:
«Aléjate de mí; espera, vuelve». Viven con una sensación de un pie fuera y
otro dentro con problemas para tomar decisiones y sentirse seguros.
Sanar Dependencia emocional
Mecanismo de
El caos que le genera el juego de dependencia-independencia.
supervivencia
Aprender a gestionar las turbulencias emocionales para que no autosaboteen las
Misión
relaciones y ni a sí mismos.
Algunas acciones para sanar el desequilibrio en el apego
Crear equilibrio emocional: el mundo emocional de la persona con este apego es el más complejo, pues
sufre dada su contradicción en sus pensamientos y sentimientos. Integrar técnicas de regulación
somática y de mindfulness les ayuda a disminuir su ansiedad para sentirse presentes y relajados en su
propio cuerpo-mente para ser capaces de gestionar exitosamente sus episodios de inestabilidad
emocional.
Dejar de utilizar el conflicto, el caos o el enfado para regular las emociones: establecer un filtro para
proteger a la pareja o personas de su círculo, y crear ese límite consigo mismo con el que reconoce
cuando viene un episodio de crisis para ser capaz de no culpar al otro de su propia turbulencia
emocional interna.
Aprender a confiar y disminuir la necesidad de control de las situaciones y de la persona con la que
tienen la relación, ya sea con la pareja o con un amigo: este tipo de persona tiende a crear distancia y
caos al autosabotearse, porque su radar sólo rastrea lo amenazante de una situación, de otra persona o
de sí mismos.
Trabajar la anticipación de ser rechazados: sienten miedo a que, si los demás los conocen y ven
quiénes realmente son, los rechazarán. Las personas con este apego suelen utilizar una máscara de
pasotas, pero suelen sufrir mucho en su interior. Por eso, prefieren rechazar de antemano sin tener que
exponerse y huir así de la intimidad. Tienen que trabajar los niveles de tolerancia y exposición al amor
para aceptar ser amado.
Tomar decisiones: suelen estar entre dos aguas, por lo que es difícil saber para la pareja qué es lo que
realmente está pasando. Lo que dicen suena convincente, pero la energía proyecta algo diferente a sus
palabras.
Aprender a comunicar a través de la vulnerabilidad: sustituir su impulso de desaparecer y huir por
practicar una comunicación asertiva de sus emociones. Y cuando se sienta el impulso de
distanciamiento, parar y reflexionar sobre si realmente el motivo por el que se quiere salir corriendo es
real o es provocado por miedos internos.
Alineamiento para crear conscientemente tu futuro
yo
Hasta ahora, el proceso ha estado enfocado en desaprender tus creencias
limitantes autosaboteadoras y sanar tus heridas emocionales. Pero ha
llegado el momento de expandirte y mirar hacia adelante para empezar a
construir tu futura versión de ti. Ya estás listo para aprender nuevos
patrones que te favorezcan, integrar nuevas maneras de afrontamiento que
te conviertan en tu mayor potencial y empezar a actuar alineado con la
dirección de la mejor versión de ti mismo. La mejor versión de ti no es
convertirte en un superhéroe o superheroína, sino una versión de ti libre de
condicionamiento, reiniciada emocionalmente, sana, sin autosabotajes y con
un nivel de conciencia más elevado que te permita adueñarte de tu destino.
Lo que tú quieres ser habla de lo que está dentro de ti, de lo que resuena
con tu esencia original. Es lo que queda si quitas el condicionamiento
aprendido y el miedo. El alineamiento no es más que un proceso de vuelta a
ti por el que vas desprendiéndote de las capas de condicionamiento que te
separan de quien eres originalmente. Pregúntate qué harías si no tuvieras
miedo, quién serías si no vivieras desde el miedo.
Date cuenta de que la única diferencia entre tu yo de hoy y tu yo del
futuro es la acción sostenida enfocada en desaprender lo que te limita y
aprender nuevos patrones más alineados con la versión de ti que quieres ser:
pensar, sentir y actuar como esa persona lo haría. Por eso, esta parte del
proceso consiste en dirigir la acción como si ya fueras la persona en la que
te quieres convertir. Es momento de responsabilizarte de ti mismo y hacer
crecer estas cualidades en ti desde la compasión, la resiliencia, la
consistencia, la ternura y el amor incondicional hacia ti. Este alineamiento
lo lograrás mediante un diario que consta de tres partes: rasgos, patrón y
afirmación. Mi recomendación es que este sistema se repita diariamente
durante al menos ocho semanas.
Cambia el patrón
En esta fase, reescribirás conscientemente y elegirás una manera diferente
de reaccionar hasta superar los automatismos habituales de tu ego y de tu
niño interior herido. Se trata de que te fuerces a ti mismo a responder de una
manera más consciente y alineada con la versión de ti en la que te quieres
convertir. Ya no respondes subconscientemente desde el detonante
emocional; ahora es momento de establecer un espacio de conciencia para
ponerte en los zapatos de tu futura versión, para lo cual debes pensar, sentir
y actuar como una persona que tiene integradas en su personalidad esas
cinco cualidades seleccionadas previamente.
No respondas como piensas y sientes desde tu ego o desde tu niño
interior herido actual, dado que este ejercicio te lleva a elevar tu nivel de
conciencia y a enfocarte en una nueva perspectiva alineada con la
personalidad de tu futura versión: aprópiate de esas cualidades definidas
previamente e identifícate con ellas como si ya fueras la versión de tu futuro
yo. Plantéate cómo una persona con esos rasgos pensaría, sentiría y
actuaría. Esos rasgos son tu faro hacia el que te diriges. Tú creas y
construyes tu versión futura desde el ahora a través de un cambio de
perspectiva en la acción y la rutina diaria.
Diariamente responde y escribe en tu cuaderno estos pasos:
1. Identifica el patrón limitante a cambiar. Elige un patrón
autosaboteador diferente por día que hayas identificado —puede
venir del registro de pensamiento diario— y que quieras cambiar
en ti, algo que hayas sentido durante el día que te haya
autosaboteado o que te haya hecho sentir emociones incómodas.
Te recomiendo elaborar al menos un patrón por día, pero cuantos
más registres, tanto mejor.
2. ¿Qué pensaría tu futura versión sobre esto? Fuérzate a cambiar
conscientemente tu tipo de pensamiento hacia uno más positivo,
que esté alineado con lo que esa persona del yo futuro pensaría.
Imagínate que la seguridad en ti mismo es una de las cualidades de
tu futuro yo, entonces, imagínate cómo una persona, con confianza
en sí misma, pensaría sobre la situación o sobre el patrón limitante
de autosaboteo.
3. ¿Qué sentiría tu futura versión sobre esto? Lo mismo ocurre en el
aspecto emocional: ¿qué emociones y sensaciones corporales
tendría tu yo futuro —esa versión de ti con esas cinco cualidades
ya integradas en su sistema— en esa situación concreta?
4. ¿Cómo reaccionaría tu futura versión a esto? Describe qué haría tu
yo futuro —esa versión de ti con esas cinco cualidades ya
integradas en su sistema— en esa situación específica, cómo
actuaría y qué reacción tendría.
5. ¿Qué te impide ahora actuar así? Define qué es lo que te
obstaculiza para llevar a cabo el cambio ahora y no actuar como lo
haría tu versión potenciada de tu futuro yo.
HACER ALGO QUE TE HAGA FELIZ, que te conecte con la alegría: desde dar
un paseo, montar en bicicleta, ver una película mientras comes
palomitas; cualquier cosa con la que sonrías es válida.
REALIZAR ALGUNA ACTIVIDAD CREATIVA que te haga desconectar de tu
mente, como pintar, elaborar un collage o escribir.
ÉCHATE HOY EL PERFUME o ponte la ropa interior que guardas para una
ocasión especial.
Ríndete: deja que la emoción penetre, para que pueda atravesarte y así salir de ti.
Entónate con la emoción y realiza una práctica activa como, hits, yoga,
bailar, salir a correr o ejercicios de kundalini.
Entónate con la emoción con una relajación guiada específica para esa
emoción.
Cuarta parte
Entiende tu cuerpo, tu ser somático
Crear una relación de escucha con tu cuerpo. Vive más allá del nivel
cognitivo y conéctate con el cuerpo más allá de lo mental; aprende a
interpretar su lenguaje y sus susurros que se expresan mediante
síntomas. Tu cuerpo quiere ser escuchado; tu cuerpo tiene un mensaje
que, si es ignorado, se somatiza y genera estrés que se siente como
ansiedad.
El nervio vago
El nervio vago es el nervio craneal número diez que tiene su origen en el
tronco encefálico y va hasta el plexo mientérico, que se encuentran en el
tracto digestivo. A nivel fisiológico, el nervio vago desciende desde la
cabeza y pasa por el cuello, donde se separa en dos ramas que viajan por
diferentes órganos del cuerpo humano: oído, faringe, laringe, esófago, plexo
cardíaco, plexo pulmonar, diafragma, estómago, hígado, riñones e
intestinos. Este nervio recibe información sensorial de todas las áreas por
las que pasa y las envía al cerebro para que éste las procese, a la vez que
transmite información del cerebro hacia los órganos mencionados. Algunas
de las funciones en las que el nervio vago está implicado son las siguientes:
Respiración consciente
La respiración consciente es la técnica por excelencia que puede lograr que
tu cuerpo se sienta presente y a salvo de nuevo. Todas las personas
respiramos de manera automática y sin esfuerzo; pero muchas lo hacemos
de una manera disfuncional, cuya media de inhalaciones suele ser de doce a
catorce veces por minuto, cuando lo ideal es inhalar alrededor de seis a
ocho veces por minuto. Esto quiere decir que, cuando respiramos entre doce
y catorce veces por minuto, nuestro patrón de respiración es rápido, corto y
superficial, por lo que la inhalación-exhalación no llega al abdomen, lo que
involucra que la respiración no sea diafragmática y se quede en el tórax.
Este patrón de respiración induce a estados de ansiedad y estrés cuando éste
es tu modus operandi de respiración base, porque el ritmo es acelerado y
conduce a la asfixia del sistema, por lo que activa la modalidad simpática de
tu sistema nervioso.
Aprender a respirar de manera diafragmática es clave para vivir relajado
y que tu cuerpo funcione de manera óptima, porque este tipo de respiración
estimula el nervio vago para regular los estados internos parasimpáticos de
relajación y calma. La respiración diafragmática no es más que una
respiración profunda en la que llevas el aire hasta el abdomen: cuando los
pulmones se llenan de aire, el diafragma presiona hacia abajo y el volumen
del abdomen aumenta; cuando los pulmones se vacían de aire, el diafragma
sube y el volumen del abdomen disminuye.
Esta manera de respirar es gratis, sencilla y tiene un tremendo impacto en
regular los estados de ansiedad: nada funciona mejor que respirar de manera
profunda, presente y consciente. En la inhalación aumentas tus niveles de
energía y te sientes más activo; mientras que en la exhalación le das un
respiro a tu cuerpo para que se relaje por unos segundos y baje el ritmo de
actividad. Digamos que el equilibrio entre inhalación y exhalación, entre la
acción y el reposo en la respiración, es como una metáfora entre el yin y el
yang: necesitas ambos para un bienestar en la vida, cuyo balance es la
clave.
Si nunca has reflexionado en tu patrón de respiración, te invito a que
empieces a tomar más conciencia sobre la velocidad en la que tomas aire, el
ritmo de inhalación-exhalación, localices hasta dónde llega el recorrido del
aire en tu cuerpo y te percates de la vía por la que tomas aire, es decir: si
respiras por la boca o por la nariz. Observa cómo cambia el ritmo en tu
respiración cuando te dan un susto o estás nervioso por algo en concreto,
seguramente tu respiración sea corta, acelerada y se quede en el pecho.
Este patrón de respiración es típico de estados de pánico y es
representativo del sistema nervioso simpático que te pone en modo reactivo
de lucha o huida. Lo desadaptativo ocurre cuando este patrón momentáneo
de respiración se vuelve habitual como sintomatización al trauma —tu
cuerpo está atrapado en la modalidad simpática del sistema nervioso— y,
entonces, mantienes este tipo de respiración por un largo período de tiempo,
incluso años. Tu cuerpo y tus órganos se agotan, tu mente no funciona con
claridad y tu sistema interno se inquieta, lo que se traslada a ese
nerviosismo que sientes y, sin advertirlo, vives en ansiedad y estrés. Puede
ser que este patrón de respiración desadaptativo te haya acompañado
durante mucho tiempo y que aprendieras a respirar así, porque de pequeño
tal vez no te sentiste a salvo o experimentaste algunas situaciones
traumáticas que influyeron en tu manera de respirar y alteraron tu patrón de
respiración hacia uno de condición de supervivencia hipervigilante.
La respuesta simpática (lucha o huida) activa y acelera los órganos por
encima del diafragma; la respuesta parasimpática (relajación) activa el
sistema debajo del diafragma. Por eso, cuando estás en peligro, la
respiración que te ayuda a sobrellevar la situación es corta y acelerada, por
lo que se queda en el área del pecho; cuando necesitas estar concentrado y
relajado, lo adecuado es respirar profundamente desde el abdomen para
mantener el estado de foco. Por ejemplo: cuando una persona tiene síntomas
de intestino irritable, es probable que su diafragma no esté funcionando de
la manera más funcional en la modalidad parasimpática, que es la que
ayuda a mantener la homeostasis interna, sino que actúa en modalidad
defensiva simpática. Y esta condición de intestino irritable es una
característica habitual en personas con ansiedad, ya que localizan todas
estas sensaciones incómodas o de angustia en la zona del abdomen. Cuando
el movimiento de la respiración no llega a las zonas bajas del abdomen,
tendrá un impacto en tu digestión y la manera en la que procesas los
nutrientes, que será más irregular y pesada, por lo que un patrón de
respiración simpático continuado puede inducir otros trastornos más graves
en el cuerpo.
Las técnicas de respiración no sólo ayudan a ajustar el sistema nervioso,
sino que también oxigenan las células del cuerpo, alteran la química de la
sangre e impactan en el sistema endocrino y en el sistema inmune, o sea:
alcalinizan el cuerpo. Si practicas las técnicas adecuadas, puedes alterar tu
ritmo de respiración para eliminar mayor cantidad de dióxido de carbono —
la molécula que expulsas cuando exhalas—, por lo que puedes alterar tu pH
hacia uno más alto o alcalino, lo cual permite disminuir el ácido de la
sangre.
Cuando alteras la química de la sangre y oxigenas el cuerpo, tu cerebro se
siente más fresco, tienes más claridad mental y tu proceso de pensamiento
se vuelve más fluido, por lo que respirar afecta la manera en que piensas. Si
esto no fuera suficientemente importante, la manera como respiras también
impactaría en tu capacidad de sentir, ya que tu ritmo de respiración influye
en la variabilidad de la frecuencia cardiaca. Esto no es un efecto romántico:
cuando tu frecuencia cardiaca se acelera, tu cuerpo se hace reactivo, por lo
que vive en miedo; pero cuando tu ritmo cardíaco es pausado, tu capacidad
de sentirte más seguro aumenta, por lo tanto, sientes más bienestar en ti
mismo. Esto permite que estés en una frecuencia más positiva y vivas desde
el amor, pues te sientes a salvo dentro de ti mismo y en tu entorno, para de
este modo poder crear conexiones más profundas y puras con los demás: sin
miedo, sin juicio, sin amenaza.
La respiración diafragmática activa el nervio vago y el cerebro lo
interpreta como una necesidad de calmarse, por eso, si quieres sanarte a ti
mismo, es imprescindible que incluyas una rutina de respiración consciente
a diario: puedes empezar con diez minutos y notarás la diferencia en tu
estado de ansiedad, en tu respuesta reactiva emocional-somática y en tu
estado anímico. Existen muchas técnicas para incorporar una rutina que
puedes practicar por tu cuenta y otras más clínicas y somáticas que tienen
que ser guiadas por un terapeuta en una sesión que pueden tomar horas.
Puedes encontrar metodologías más ancestrales provenientes del yoga,
como los pranayamas, la respiración circular —utilizada a menudo por
cantantes u oradores—, la respiración holotrópica; y técnicas más
terapéuticas, como la respiración conectada consciente —más conocida
como breathwork o rebirth—. Es recomendable efectuar la técnica de
conectada consciente bajo la guía de un experto, la cual puede ser
combinada con terapia, cuya intención de la práctica de respiración —que
toma alrededor de cincuenta minutos— se enfoca en sanar algo específico
para cerrar el ciclo de un trauma latente determinado en la sesión. Durante
la sesión se te induce a un estado subconsciente de la mente donde puedes
revivir la experiencia traumática, llegar al límite del dolor o experimentar
una catarsis. Con la guía del terapeuta, también puedes enfrentar y
transmutar esas sensaciones incómodas y las emociones pesadas asociadas
al trauma mientras las revives y sientes intensamente en la sesión. De esta
forma eres guiado para liberar el estrés postraumático dentro de la práctica,
lo que te hace sentir profundamente a salvo, de esta manera integras la
experiencia en tu memoria somática, ahora ya sabes cómo es sentirse
seguro, para poder volver conscientemente a esta sensación.
Traer la experiencia a la sesión de respiración conectada consciente,
revivirla y sentirla completamente desde un espacio seguro te permite crear
nuevas maneras de afrontamiento y, por ende, nuevas conexiones
neuronales y respuestas emocionales y corporales. Este tipo de práctica,
combinada con una buena guía terapéutica, puede ayudar a liberar un
trauma de manera somática y emocional: llegas a niveles subconscientes
para poder desbloquearlos, limpiar esas huellas traumáticas y dejarlos ir de
tu sistema interno para disminuir su intensidad tras las sesiones.
Es recomendable integrar técnicas de respiración en la rutina. Al final, es
la manera de enseñarte a ti mismo a lograr un patrón de respiración de
referencia que te ayude a relajarte y a equilibrar tu sistema interno, no sólo
para mantener este estado sereno en tu día a día, sino también en el caso de
un ataque de ansiedad, pues ya tienes integrada la técnica de respiración a la
que acudir. A continuación, te comparto dos ejercicios que pueden ser
fácilmente incorporados para la práctica diaria —es importante que la
práctica diaria se mantenga durante al menos ocho semanas, aunque lo ideal
es que fuera un hábito diario sostenido, como cepillarse los dientes—.
Respiración 4-7-9
Exposición al frío
Tener una rutina de baños en agua a bajas temperaturas ayuda a regular la
respuesta reactiva simpática del sistema nervioso. Técnicas de contraste
entre piscinas de aguas calientes y frías, u otras metodologías como el
método de Wim Hof, prueban que después de una exposición paulatina y
regular al frío tu respuesta del sistema nervioso autónomo de lucha y huida
disminuye; tu mente se despeja, tu cuerpo se renueva con sensaciones de
frescura y tu sistema inmunológico mejora. Puedes empezar en tu propio
baño con agua fría al terminar la ducha por unos instantes, mientras vas
incrementando los minutos de exposición y vas bajando los grados de
temperatura. Si te encuentras en una región que esté en invierno o en un
país frío, puedes salir a la calle sin abrigo o salir al balcón durante unos
minutos a esas bajas temperaturas.
Cantar
Cuando cantas regulas el nervio vago, ya que estimulas dos áreas
principales que atraviesa: la boca y la garganta. Cuando las personas cantan,
se sienten más presentes, lo que les hace alejarse de sus pensamientos, y
para la mente se hace fácil alcanzar el estado de flow, que a su vez favorece
el estado de calma interna pues en ese momento se está estimulando
consciente o inconscientemente el nervio vago: hacen vibrar la garganta y la
respiración se vuelve diafragmática. De este modo, te recomiendo emplear
técnicas de canto, como el kirtan (canto de mantras) o el sonido om
(vibración sagrada del universo según el yoga); también puedes apuntarte
en un coro o tararear en la ducha o el coche: ¡es cosa tuya!
Más allá de la parte devocional de este tipo de yoga, los ejercicios que se
practican con el kundalini yoga son extremadamente de ayuda para regular
el sistema nervioso. Es un tipo de yoga energético que se enfoca en la
médula espinal y partes del cuerpo por donde pasa el nervio vago, desde la
zona del sacro hasta la coronilla de la cabeza, lo que favorece los
desbloqueos que engloban toda esta área de actividad. Los ejercicios físicos
de este tipo de yoga (llamados kriyas) se basan en la respiración consciente
y en movimientos rápidos, a lo que se suman prácticas de canto de mantras
y de meditación, lo cual lo convierte en un ejercicio muy completo para la
regulación del nervio vago. Si se practica de manera rutinaria, altera tu nivel
de conciencia y tiene un efecto relativamente rápido en educar al sistema
nervioso autónomo para mantenerse en un punto de actividad equilibrado y
estable. Es recomendable, por tanto, practicarlo en las primeras horas del
día e inicialmente bajo supervisión, ya que su impacto puede ser intenso si
no se hace correctamente. Este tipo de yoga es muy utilizado para la
rehabilitación de personas con adicciones en terapias alternativas, acelera el
reseteo de la sensación somática en el cuerpo y libera tensión residual
emocional transformándola a unos niveles de energía más equilibrados y
agradables.
Reír
¿Te has preguntado por qué reír nos hace sentir bien instantaneamente?
Bien, reír también es muy sano desde el punto de vista del nervio vago, ya
que al reírte se estimula la boca, las cuerdas vocales y la garganta,
estructuras corporales implicadas en el recorrido de este nervio. Por tonto
que parezca, ponte vídeos, monólogos o películas que te hagan reír a
carcajadas.
1. Tu cuerpo es tu templo
Tu cuerpo también existe de la piel para dentro. Va más allá de lo que ves
en el espejo: es todo lo que habita en tu interior en forma de células,
microorganismos, tejidos, órganos, músculos o huesos. Es curioso que la
tendencia social te inculca a cuidar el cuerpo externamente: lucir un
cuerpazo y encajar en los cánones establecidos, cuando puede que con estas
influencias lo estés tratando mal sin pensar en las consecuencias reales
internas. Es mucho más importante cómo lo cuidas internamente, y cuando
tu intención nace desde ahí, se refleja físicamente en el exterior.
La mente, las emociones y el cuerpo están interconectados e interactúan
entre sí, es decir: lo que te dices a ti mismo, el tipo de tus pensamientos, la
reactividad de tus emociones o tu grado de adicción al autosaboteo. ¡Todo
esto tiene una reacción en tu cuerpo! A su vez, cómo te alimentas y te
mueves, la calidad de tu descanso y las horas de sueño tienen un efecto en
la claridad de tus pensamientos y tu estabilidad emocional. ¡Es el auténtico
efecto mariposa! Es un ciclo cerrado proporcional en el que tu cuerpo
absorbe lo que le das, por lo que no puede reflejar algo de lo que no te estás
nutriendo. Si lo tratas desde la conciencia del amor hacia él, tu cuerpo
refleja salud; en cambio, si lo haces desde la inconsciencia, tu cuerpo refleja
desequilibrio.
Tu cuerpo es un templo, un lugar sagrado, es la estructura que te sostiene
y que te permite tener la experiencia de la vida, así que lo justo es cuidarlo
de igual manera por todo lo que él hace por ti y tratarlo con devoción tanto
dentro como fuera. De esta forma, debes realizar un reencuadre y cambiar
de enfoque en el que tu cuerpo pase de una posición de sumisión a una de
empoderamiento. Tu cuerpo no es tu esclavo explotado que permite todos
tus excesos y asume sin queja alguna la caña que le das, sino que es la
extensión de ti mismo en un plano físico que te permite ser: tú habitas ese
cuerpo, no al revés.
De igual manera que cuando entras en un templo budista y necesitas
descalzarte para no ensuciar el suelo sagrado, deberías honrar tu propio
cuerpo y darle la importancia que merece: ama el lugar sagrado que habitas.
Es recomendable bridarle lo mejor desde la conciencia, saber elegir lo que
es bueno para él y defenderlo de algunos intereses cuestionables de la
industria alimenticia y farmacéutica que impactan en el trauma colectivo al
adiestrarnos en normalizar hábitos que supuestamente son saludables para
nosotros, aunque la realidad es que desequilibran el sistema interno, como
en el caso de la destrucción de la microbiota, por poner un ejemplo. La
relación que tengas con tu cuerpo importa; tus decisiones no son
independientes de los efectos que causan en él, ya que cada una de tus
células es impactada por las elecciones que tomas. Cuando te
responsabilizas, te ocupas, te cuidas y te nutres desde la conciencia, tu
mente, tu emoción y tu cuerpo te lo agradecerán. ¡Se trata de invertir en ti!
Por eso, el amor propio no es algo mundano y superficial. El amor propio
verdadero requiere de esfuerzo y compromiso, pues se demuestra a través
de la acción y el cambio de hábitos. Te propongo que vigiles cómo te
relacionas con tu cuerpo y detectes con qué intención haces lo que haces,
por ejemplo, en el caso de tu alimentación: ¿Desde dónde te alimentas? ¿Es
desde la ansiedad de tener un cuerpo de culturista o delgado? ¿Honras a tu
cuerpo y lo nutres con los alimentos más beneficiosos y saludables para él?
Entonces, si tu dieta parte de la ansiedad de tener un determinado tipo de
cuerpo, tu intención base es el rechazo a tu cuerpo. Por eso, a veces los
trastornos alimentarios tienen su origen en un trauma complejo que se
expresa a través de esta sintomatología. En cambio, si lo nutres a partir de la
alimentación consciente y el bienestar —interno y externo— que esta causa
en tu sistema, tu intención es de amor hacia tu cuerpo. Observa tus rutinas y
pregúntate lo siguiente: ¿Desde dónde tratas a tu cuerpo, desde el amor o el
rechazo hacia él? ¿Cómo crees que influyen tus hábitos en tu salud mental?
¿Benefician el bienestar de tu cuerpo? ¿Mantienes costumbres aun sabiendo
que son malas para tu cuerpo?
Lo sorprendente es que el poder de la intención de honrar tu cuerpo desde
dentro hacia fuera se refleja externamente de manera intrínseca. Si tratas
bien a tu cuerpo internamente, los efectos serán visibles y se manifestarán
de manera física. El estado de bienestar de tu cuerpo es un espejo de tus
rutinas diarias, por lo que, si quieres sanarte a ti mismo, es recomendable
construir una relación saludable entre tu mente y tu cuerpo con hábitos
conscientes basados en el amor incondicional, la gratitud, la compasión y el
respeto hacia cada célula de tu cuerpo. El amor propio implica un hacer
consistente que nunca acaba, un estilo de vida basado en hábitos saludables,
conscientes y constantes que te beneficien. ¡Demuestra el amor a tu cuerpo
desde la acción!
2. Relación intestino-cerebro
El área del estómago está conectada con nuestra psicología. Es habitual
sentir lo que conocemos como intuición, ya que se ubica en esta área del
cuerpo. Por ejemplo: tomas una decisión y notas en tu estómago
movimiento incómodo. En el fondo, sientes como algo en tu interior te dice
que va a salir mal y es que quizás esa dirección que has decidido va en
contra de tus propios valores. O cuando sufres una decepción con alguna
persona que te importa, sientes un desgarro físico en tu cavidad del
estómago. Tu intestino es muy sensible a tus emociones, incluso antes de
que las puedas racionalizar; así mismo, tu estado psicológico es afectado
por lo que pasa internamente en tus intestinos. Por ejemplo: si te sientes con
malestar e hinchazón en tu vientre, tu estado de ánimo será más irritante y
por lo tanto tu comportamiento será más apático que cuando te sientes bien
físicamente. Probablemente, tu microbiota no esté balanceada, lo que afecta
negativamente a neurotransmisores tan importantes como la serotonina.
Los intestinos son considerados como tu segundo cerebro. Existe un eje
físico de conexión entre el intestino y el cerebro a través del nervio vago: la
intuición es la comunicación entre ellos a través de tu nervio vago cuando
éste te hace sentir si algo es seguro o no. La comunicación, desde una
perspectiva química, se pone en marcha mediante neurotransmisores y
hormonas, de modo que tu sistema nervioso recibe toda la información para
actuar convenientemente. Los mensajes químicos pueden verse afectados
por el estado de la microbiota intestinal, a saber: las bacterias, los virus y
los hongos que habitan en esta área del cuerpo. Estos casi treinta y nueve
mil millones de microorganismos conviven en tu organismo de manera
simbiótica y pueden ser de naturaleza inofensiva, beneficiosa o dañina para
tu sistema interno, afectando el funcionamiento del eje de comunicación a
través de tu nervio vago, por lo que si esta microbiota es dañina, la
información llega sesgada a tu cerebro y también al resto de órganos por los
que transita el nervio vago. Tienen un impacto directo en tu sistema
inmunitario, metabólico y hormonal, lo que directamente altera tu salud
psicológica. La buena noticia es que puedes regular esta microbiota en
forma de hábitos y desde una dieta adecuada.
Este eje es bidireccional: cuando el cuerpo se mantiene estancado
respondiendo al estrés —modo simpático del sistema nervioso— la
microbiota se ve afectada, lo cual impacta en tus niveles de serotonina,
GABA y cortisol, neuroquímicos que son imprescindibles en una correcta
regulación de tu estado de ánimo. Existe una fuerte correlación entre los
problemas de salud mental y los síntomas gastrointestinales, como la
inflamación, el reflujo, la acidez, el estreñimiento, la diarrea o el dolor. Lo
que quiere decir que, cuando sufres de ansiedad y depresión u otro tipo de
desequilibrios psicológicos, debes afrontar el tratamiento no sólo desde una
perspectiva cognitiva y emocional, sino también con microbiótica, con
hábitos saludables y nutrición alimentaria.
La máxima: somos lo que comemos, nunca ha tenido tanto apoyo
científico como hoy en día. Según los alimentos con que te nutras, las
bacterias perjudiciales crecerán y se extenderán con la posibilidad de
provocar enfermedades más severas y desequilibrios en tu bienestar mental;
sin embargo, tú podrás ayudar a balancear la microbiota en tu cuerpo y
equilibrar tu salud psicológica. Por eso, es importante que cambies la
mentalidad de tu relación con la comida, de modo que la manera en la que
te alimentes sea desde el amor propio hacia tu cuerpo. Cada vez que comes
algo que alimenta la expansión de esta microbiota perjudicial, no te estás
amando a ti mismo. Tu condicionamiento aprendido y tu adicción a este
tipo de hábitos alimenticios influenciados por la sociedad es el que le está
haciendo esto a tu cuerpo, por lo que el camino de vuelta al equilibro
saludable lo encontrarás a través del desaprendizaje y la desintoxicación de
estos hábitos nocivos.
Es duro aceptar que has sido inducido a necesitar estos alimentos que no
son buenos para ti, como el azúcar, una sustancia tan adictiva —existen
estudios que demuestran que el daño que provoca en el cerebro es parecido
al de la molécula de la cocaína— y perjudicial para la salud que te destruye
lentamente por dentro. Sin embargo, si vas a un supermercado es difícil no
encontrarla en la composición de cualquier alimento o bebida procesada.
¡Es como si no pudieras huir del azúcar, porque está en todos lados! Y
debido a esto has desarrollado adicción encubierta a ella. Tu subconsciente
piensa que comer bollería industrial no es tan malo porque no está
prohibido socialmente, y en los anuncios la gente aparece felizmente
saludable comiéndolos, pero lo cierto es que es corrosivo para tu sistema
interno, aunque esté comúnmente aceptado.
A mis pacientes les pido que se imaginen esta microbiota dañina como un
gremlin dentro de ellos. Cuando comes algo nutritivo para tu organismo,
este ser maligno se reduce; pero, cuando optas por la comida de bajo nivel
nutritivo, más procesada o alta en azúcar e hidratos de carbono, este gremlin
se vuelve más grande y se apodera de ti tanto a corto plazo —pues afecta tu
estado de ánimo, reactividad emocional y claridad mental— como a largo
plazo —pues te induce a caer en estados depresivos, ansiedad u otras
enfermedades más severas—. Este gremlin, cuanto más grande, tanto mayor
poder tiene en ti y en tus decisiones, pues tiene el potencial de llegar a
controlar tu comportamiento y estado anímico al hacer que te vuelvas su
esclavo psicológico cuando su adicción no es cubierta y no le facilitas su
dosis ya que funciona como una adicción.
Para parar este ciclo autodestructivo, lo primero que debes lograr es ser
consciente del impacto de la alimentación en tu microbiota a nivel de tus
estados mental y físico. Si revisas tus hábitos alimentarios y detectas que tu
alimentación te está afectando psicológicamente, no hay más salida que
cambiar de hábitos por unos más saludables. Por supuesto, toma tiempo
desintoxicarse y, como cualquier adicción, hay que pasar una fase de
síndrome de abstinencia en la que aparecerán alteraciones físicas y
psíquicas incómodas, que las interpretarás como resistencias que intentarán
sabotearte porque estás alterando el statu quo perjudicial al que estaba
acostumbrado. Pero tendrás que transitarlas hasta que vuelvas al estado de
homeostasis neutral saludable de tu sistema.
Esta fase de mono prueba el efecto perjudicial de esos hábitos previos, ya
que indica que existía un desequilibrio interno y que tu sistema necesita un
tiempo para reajustarse al estado de equilibrio. Desaprender tu adicción por
la comida con impacto perjudicial a nivel psicológico no se resuelve de
repente, por lo que el cambio de mentalidad para tener éxito se logra
mediante una relación de amor propio con tu cuerpo, que se traslada al
elevar tu conciencia sobre el impacto que tiene en ti lo que ingieres y sus
consecuentes efectos nocivos. Esto te lleva a interiorizar hábitos más
saludables que traten tu cuerpo como un templo —esa estructura que te
mantiene vivo— y beneficien tu salud psicológica afectando tu bienestar
integral.
Ahora que ya eres más consciente del impacto de la microbiota intestinal
en tu salud psicológica, reflexiona por medio de las siguientes preguntas:
Fase 2. Sueño ligero. Esta fase abarca casi un cincuenta por ciento del
total del sueño. Donde aparecen los complejos K, ondas agudas que
actúan como un mecanismo de inhibición que impide que te despiertes.
El estado de onda cerebral es theta y la actividad fisiológica disminuye,
sobre todo el ritmo cardíaco y respiratorio, aunque pasas por algunos
períodos de mucha intensidad cerebral.
Fase 4. Sueño REM (rapid eye movements). Abarca un veinte por ciento
del tiempo total del sueño. El estado de onda cerebral oscila entre theta,
alpha y beta. La actividad cerebral es muy alta, la presión arterial y el
ritmo cardíaco aumentan, el tono muscular se bloquea y se presentan
movimientos oculares. Es la fase en la que tienes sueños narrativos y
también pesadillas. En la fase REM, tu cerebro transforma en memoria
lo que has vivido en el día y consolida lo experimentado en tu mente
subconsciente: es una manera en la que integras información evolutiva.
Esta fase es clave para la consolidación de recuerdos y el aprendizaje,
curiosamente es la fase más larga durante el sueño cuando eres niño.
Hay que tener en cuenta que el sueño es cíclico. Esto quiere decir que pasas
por estas fases más de una vez durante una jornada de sueño. Cada uno de
estos ciclos dura aproximadamente unos noventa minutos. En edad adulta,
de las ocho horas recomendadas para dormir, pasas alrededor de cinco o
seis ciclos; en los niños, suele oscilar entre ocho y diez ciclos. Lo
importante es no despertarse antes de terminar el ciclo completo de cuatro
fases. Si sólo llegas al sueño ligero y te mantienes ahí, o te despiertas en
reiteradas ocasiones durante la noche, tu cerebro y tu cuerpo no pueden
hacer su trabajo de reseteo del sistema correctamente. Eres una máquina
perfectamente diseñada, de modo que tu sueño tiene una estructura
biológica y funcional. ¿Te ha pasado alguna vez que has dormido muchas
horas, pero te levantas con la sensación de cansancio? Probablemente, esto
es lo que ha pasado: tu sueño ha sido interrumpido sin completarse —por
ejemplo: cuando suena la alarma—, por lo que es bueno habituarte a
conseguir levantarte sin que te haga falta el despertador e intentar seguir un
mismo horario para ir a dormir.
...Como recomendación, te sugiero que lleves un diario de sueños. Toma
un cuaderno de notas o diario en tu mesita de noche y anota tus sueños en el
momento en el que despiertes, si los recuerdas. A veces, tu mente cognitiva,
característica en los estados de vigilia, bloquea ciertas emociones, pero tu
mente subconsciente, que es la que aparece cuando duermes, no tiene ese
filtro. Estos sueños que tienes mientras duermes pueden ser ventanas de
acceso hacia tu mente subconsciente, que puede desvelar símbolos a los que
tu mente cognitiva no presta atención o que están bloqueados durante la
vigilia. Por lo tanto, apuntarlos puede darte alguna pista.
Pero no te obsesiones con esto, porque el lenguaje del subconsciente en
el sueño no es el mismo que el cognitivo en la vigilia y, por lo tanto, no se
puede interpretar desde ese lenguaje cognitivo. No te aconsejo que busques
significados de sueños en Google, porque esos significados no se pueden
encontrar fuera de ti: todas las respuestas que buscas están en tu interior,
registradas por tu mente subconsciente a base de tu historia de vida, pues es
ésta quien se los atribuye. Esto no es magia, es una habilidad de tu mente,
por lo que si quieres indagar más en el tema puedes analizarlos con un
terapeuta experto en este tópico. Pero, simplemente, mantener un diario
personal de registro de sueños por tu cuenta durante cierto tiempo te
sorprenderá por las revelaciones que puedes descubrir en estas notas sobre
tu estado psicológico y los orígenes de tus desequilibrios.
Abrazar árboles nunca tuvo tanto sentido como hasta ahora. Soy culpable de
haber abrazado algún árbol y algunos de mis pacientes también. Reconozco
que no es para todo el mundo —hace quince años no me imaginaba
haciendo esto tampoco—, ya que depende mucho de tu relación con la
naturaleza y de tu grado de conciencia.
La científica Suzanne Simard, junto con su equipo de la Universidad de
Columbia Británica en Canadá, descubrió que los árboles se comunican
entre sí a través de un sistema de raíces y micelios de hongos por los que
envían señales bioquímicas y eléctricas, lo cual es comparable con las redes
neuronales en el cerebro y con la sinapsis de las neuronas humanas.
Además, se apoyan entre ellos, ya que se transmiten nutrientes cuando
detectan que uno de los árboles de la comunidad está débil. Los árboles más
viejos, que acumulan millones de años de sabiduría en sus cortezas, son los
que más ayudan a los más jóvenes. Se demuestra que son seres vivos que
respiran, sienten y se protegen entre sí, y lo más importante: tienen
conciencia.
Son más parecidos a ti de lo que creías, por eso la conexión que se crea
cuando te adentras en un bosque es una sensación singular entre seres vivos
que va más allá del lenguaje del intelecto, por lo que no puede llegar a ser
explicado con palabras en su total grandeza. Se tiene que experimentar, se
tiene que vivir para ser totalmente entendido, ya que la relación que se pone
en acción es kinestésica, somática y sensitiva. Lánzate a abrazar un árbol
sin juzgarte a ti mismo y siente tus sensaciones corporales: si consigues
desidentificarte de tu mente inquisidora, surgirá una compenetración, un
entendimiento mutuo, que es otro tipo de lenguaje más allá del cognitivo,
pura conciencia somática reparadora que se sintoniza entre seres vivos.
Alrededor del setenta por ciento de la superficie del planeta es agua. Como
ser humano, estás compuesto aproximadamente de un setenta por ciento de
agua en el total de tu cuerpo. Algunos datos: el porcentaje de agua en tu
cerebro es de un setenta por ciento; en la sangre, de un ochenta por ciento y
en los pulmones, de un noventa por ciento: ¡eres agua y el agua es tú!
Piensa en lo siguiente: el agua entra en ti. Después, la sueltas por
diferentes vías, como la sudoración o la orina, pero esta agua vuelve a la
tierra, al mar, a los ríos, por lo que otro ser humano, en algún momento,
usará el agua que un día formó parte de ti. El agua es un elemento
compartido que nos une a todos; y el mar es la fuente del planeta. Tal vez
ésta es la razón por la que el mar tiene efectos sanadores y apaciguadores
increíblemente positivos para la salud mental y bienestar emocional sólo
con contemplarlo. Esa sensación de infinito que identificas y observas en el
océano es un reflejo de tu verdadera naturaleza, por lo que de nuevo te ves
reflejado en ella, como en el caso de los bosques.
Existen fenómenos naturales espectaculares, como cuando las corrientes
marinas se ven afectadas por la luna y sus fases. Por ejemplo: cuando hay
luna llena, las mareas son más grandes. Se les conoce como mareas vivas
—el Sol, la Tierra y la Luna se alinean—. Ya que no eres un ser
independiente de tu entorno y estás formado de un setenta por ciento de
agua en tu cuerpo, los cambios lunares tienen cierto impacto en ti. No es
algo místico, es un tema científico: es biología.
Estimula la alegría
Ve a tu agenda y mira todas esas responsabilidades que tienes apuntadas,
¿cuántas de ellas incluyen algo que te haga feliz? Si raramente le dedicas
espacio a lo que te hace sentir contento, entonces se complica que puedas
sentirte alegre si nunca tienes tiempo para ello. Lo que más te puede hacer
feliz es practicar lo que te hace sentir bien, simple, pero a veces se te olvida.
Reservar un lugar en tu agenda para estas actividades es invertir en ti, no es
procrastinar, ya que después de realizar esas actividades te sentirás
energizado, de mejor humor y con las pilas cargadas, debido a la serotonina
que segregas durante el proceso. Vuelve a conectarte con tus hobbies, donde
el objetivo sea el disfrute sin expectativas en el resultado o con actividades
que surgen directamente del entusiasmo de tu niño interior y que quizás
dejaste aparcadas, pregúntate: ¿Qué harías si fueras un niño y nadie te
estuviera viendo?
Quinta parte
Crea un estilo de vida consciente
Ejercicio
Ejercicio
Hábitos conscientes
Seguro que te suena eso de que cuando llega el nuevo año te planteas un
listado de cosas que quieres cambiar en tu vida; te marcas muchos objetivos
para empezar de un día para el otro, literalmente del 31 de diciembre al 1 de
enero: perder kilos, comer sano, ir al gimnasio para moldear un buen
cuerpo, dejar de fumar, aprender inglés o leer un libro al mes. Según un
estudio realizado por la Universidad de Scranton, EE. UU., para el día 12 de
enero la gran mayoría de los mortales ya ha desistido de sus propósitos; y
sólo un ocho por ciento de las personas que se proponen objetivos para el
año nuevo realmente los llevan a cabo.
Para que se cumplan estos nuevos hábitos, tienen que formar parte de un
todo superior, un propósito con sentido que esté alineado con lo que ha sido
identificado en el proceso de sanación y que te acerque a la versión de ti
que quieres ser: esto sería, entonces, un hábito consciente. Si de verdad
quieres cambiar tu estilo de vida, es más potente cuando dicho hábito forma
parte de un sistema consciente subyacente, saber el porqué y el para qué
quieres ese hábito nuevo, ya que, si sólo se plantea desde una conciencia
superficial, sin entender la raíz de la razón de tal hábito, la tendencia natural
es que no dure en el tiempo, porque no hay una motivación intrínseca
mayor que él mismo.
Como les propongo a mis pacientes, los hábitos conscientes tienen que
formar parte de una rutina que se enfoque en sanarte a ti mismo y
transformar tu estilo de vida de manera paulatina. Considera que, entre tres
y seis meses, puedes integrar esta rutina sólida formada por un sistema de
hábitos individuales que se retroalimentan entre sí, que forman parte de un
sistema con propósito y aportan a tu nueva identificación del ser. Con esto,
podrás estar en un espacio totalmente diferente en tu vida a nivel integral
que te permitirá seguir creando y adquiriendo nuevos hábitos y más
retadores, que estén más próximos a la nueva versión de ti, que va
evolucionando según vas creciendo y acercándote a ella. Como proceso
dinámico y constante, es un entrenamiento en un estilo de vida vivo, en el
que tus hábitos previamente establecidos también pueden ir cambiando, ya
que los cambios que necesitas cuando empiezas el proceso serán diferentes
a tu futura versión de ti seis meses, uno año o tres años después. Lo
importante es entrenarte en la acción y en un estilo de vida activo,
consciente y alineado con tus propósitos, mientras te mantienes flexible
porque puede que descubras algo nuevo por el camino que te influya a
plantearte otros objetivos distintos que antes no eran prioritarios. La clave
del crecimiento es ponerse en marcha, en acción. Así, el camino se irá
abriendo a tu paso, como cuando conduces de noche y las luces de tu coche
te van permitiendo ver el camino poco a poco. Sabes hacia dónde vas, cuál
es tu propósito, pero desconoces el camino que te llevará hasta allí.
Irremediablemente lo irás desvelando a cada paso que das hacia esa
dirección, siempre y cuando te pongas en acción.
Para que la implantación de los nuevos hábitos sea exitosa, hay que
considerar lo siguiente:
Misión de lo que quieres, define cuál es la razón de ser más profunda del
propósito de esos nuevos hábitos; tener una visión clara de tu versión
futura en la que quieres convertirte y visualizarla para que te mantenga
motivado.
Alinearte con quien eres, de modo que los hábitos estén en consonancia
contigo y con tus valores previamente definidos, que sean conscientes y
consecuentes con lo identificado en el proceso de sanación mente-
emoción-cuerpo y coherentes con tus estándares, por lo que es
importante que no sean contradictorios.
Actuar desde el amor y no desde el miedo, que tu intención de
conseguirlos provenga de la coherencia con tu autenticidad en cuanto a
lo que eres y quieres, no desde el miedo ni la necesidad de lo exigido
por el entorno.
2. Cómo combatir las resistencias de la mente
Cuando sales de tu zona de confort, emocionalmente o físicamente, siempre
hay fricción y, por lo tanto, dolor y resistencia. Como hemos visto
anteriormente, el cerebro siempre intenta llevarte por lo conocido y para él
es un sobreesfuerzo pensar, reaccionar y actuar diferente a lo habitual, por
eso es inevitable que te surjan resistencias. Recuerda: eres tú quien tiene un
cerebro, y no éste el que te tiene a ti, así que estar preparado es clave. Para
estar listo para la integración óptima de nuevos hábitos es recomendable
que, por un parte, crees espacio disponible en tu vida para ellos y, por otra,
te desintoxiques de tus niveles altos de dopamina en tu sistema interno, con
lo cual estarás listo para empezar a ejecutar tus nuevos hábitos de manera
más fácil y exitosa.
A nivel cognitivo. Rompe el hábito de ser tú. Este hábito que consolida
tu identidad no es más que la suma de los hábitos que tienes en tu vida.
Entonces, toma la decisión consciente de dejar atrás los hábitos que no
te ayudan. Los hábitos, como hemos explicado anteriormente, son
canales neuronales programados en tu cerebro que te hacen actuar
subconscientemente hacia una dirección que repite ciertas conductas:
eres adicto a quien eres y tu cerebro lo necesita, porque está enganchado
y apegado a ello. Sugerencias a seguir: 1) Enumera tus hábitos actuales
y agrúpalos entre los que te aportan y los que te restan energía; 2) Anota
todas las consecuencias negativas en tu vida de los malos hábitos
identificados y pon la intención de decirle adiós a cada uno de ellos,
pues ya no los necesitas: ¡suficiente es suficiente! 3) Sustituye estos
hábitos perjudiciales identificados por unos que te potencien, y refleja el
compromiso contigo de empezar con los nuevos hábitos potenciadores.
Detox dopaminérgico
Vives en sociedad y estás expuesto a estos estímulos masivos, de modo que
es muy difícil evitarlos totalmente —a no ser que vivieras en un monte
alejado de todo—. Sin embargo, puedes reeducarte en tu relación con esos
estímulos y ser consciente al tomar distancia de los que te perjudican y
utilizar los que te benefician. Cuando el circuito dopaminérgico está
defectuoso, recibes muchos estímulos que generan grandes cantidades de
dopamina y obtienes recompensa rápida, incluso instantánea. Entonces, te
has acostumbrado a vivir con ese alto nivel de tolerancia y, por lo tanto, no
te interesan las actividades que producen baja dopamina, que son la esencia
de la felicidad: disfrutar de las cosas sencillas.
Cuando vives desde estos niveles de tolerancia tu sistema está atrofiado
con una superexcitación, lo que fisiológicamente no te permite centrarte ni
tener claridad ni calma en tu estado mental-emocional-corporal. Así pues,
llega un punto en el que nada te satisface, porque no tienes ningún tipo de
motivación, ya que tu nivel de tolerancia a la dopamina está pasado de
rosca. Entonces, necesitas desengancharte de ella y para poder llevar un
proceso de sanación exitoso debes reducir primero ese nivel de tolerancia a
través de una desintoxicación para limpiar tu sistema, lo que te permite
desengancharte de la adicción a la dopamina y volver a un estado más
neutral, saludable, homeostático, óptimo para poder estar presente sin
perder el foco. Esto te da la capacidad de ver las cosas con más objetividad
y sentirte en equilibro somáticamente, que se experimenta como sensación
de serenidad en todo tu sistema integral. Para resetear los niveles del
sistema hasta que consigas unos niveles neutros, debes dejar un espacio
temporal para ser capaz de conectarte con la serotonina de nuevo y, desde
ese lugar, tener las fuerzas de empezar el proceso de sanación y la
implementación de nuevos hábitos.
Este proceso de desenganche se consigue con un ayuno de dopamina
previo al proceso para ayudarte a reequilibrar el mecanismo de dependencia
del cerebro, para que se reduzcan tus conductas compulsivas y tengas
mayor control sobre el sistema de recompensa dopaminérgico. Así, podrás
utilizar este sistema de dopamina a tu favor y tu grado de tolerancia tendrá
un estado más neutral, dado que te permitirá ser capaz de disfrutar de las
pequeñas cosas de nuevo, y así tener la energía necesaria para empezar el
nuevo sistema de hábitos.
El ayuno de dopamina consiste en que le des a tu mente un descanso
previo de entre tres y siete días antes de empezar el proceso de
implementación de hábitos. Tu misión consiste en aburrirte tanto que las
cosas simples te vuelvan a entusiasmar de nuevo, lo cual conseguirás si eres
capaz de controlarte y renunciar a la gratificación inmediata que generan tus
actividades dopaminérgicas favoritas. Es un proceso para que te reconectes
con las cosas simples de la vida: sé que puede no ser fácil, tómatelo como
un retiro o imagínate que estás en una isla desierta donde no tienes ningún
acceso a ellas.
Elimina o limita el tiempo de las siguientes actividades:
Cualquier red social; televisión, Netflix, videojuegos.
Pantallas de ordenador, ipads o celulares, lo que implica que
tampoco uses Internet. Si lo necesitas por fuerza mayor, desinstala
o bloquea las aplicaciones que puedan tentarte. Intenta mantener tu
móvil en modo avión o desactivar las notificaciones en la medida
de lo posible.
Comida basura, azúcar, café o bebidas energizantes.
Alcohol, drogas, tabaco o cualquier sustancia con potencial
adicción.
Shopping impulsivo.
Deportes de alto índice dopaminérgico, como el crossfit, el boxeo
o actividades extremas.
Sexo o masturbación.
Intenta eliminar las anteriores actividades, pero si no te es posible, al menos
redúcelas al máximo. Durante estos tres a siete días, ve a la cama temprano,
limita tu tiempo en redes sociales, sobre todo antes de dormir, alrededor de
una hora y media antes para que no afecte tu estado de sueño. Come sano y
sencillo. Practica deporte suave; pasea, lee, escribe, trata de estar más
tiempo contigo mismo y no tanto en socializar. Si llevas a cabo el ayuno de
dopamina correctamente, sentirás menos impulsividad, nerviosismo y
ansiedad hasta notar mejoras en tu equilibrio interno —mental, emocional y
fisiológico—, así como mayor entusiasmo por la vida y mejor estado de
satisfacción. Recuperarás la capacidad de disfrutar de las cosas cotidianas
que pasas por alto: saborear tu desayuno plenamente sin distraerte al
fotografiarlo para Instagram; estar más presente en la conversación con
alguien conectando genuinamente sin chequear tus notificaciones cada tres
minutos; sumergirte en la apasionante lectura de tu libro sin la inercia de
distraerte.
Sólo en el transcurso de una semana ya estarás en un estado óptimo de
apertura y reseteo para empezar con el proceso de sanación personal.
Cuando hayas llegado a este punto, reflexiona sobre que actividades, de las
que has prescindido durante este período, ya no echas de menos. Mi
recomendación es que, si te has dado cuenta de que no necesitas ciertas
actividades, no vuelvas a ellas; si has conseguido desengancharte, entonces
no vuelvas atrás. Habitúate a practicar el ayuno de dopamina de vez en
cuando a modo reseteo de tu sistema interno, por ejemplo, una vez al mes
durante unos días, de modo tal que lo puedas adaptar a tus necesidades e
incorporarlo a tu estilo de vida.
Antes de dormir
Crea un ambiente relajado con música, incienso, infusión calmante o un baño relajante,
para conectar con tu modalidad parasimpática de tu cuerpo a través de tus sentidos
corporales.
Una hora y media antes de dormir, deja el móvil en modo avión, y despídete de las
pantallas hasta el siguiente día.
Elabora un listado de diez hechos del día por los que te sientes agradecido y que te hayan
hecho sentir bien.
Practica la relajación muscular progresiva de Jacob durante 20 minutos.
Diariamente
Lleva un diario emocional: diario activo, tu futuro yo, entre otros.
Repite la afirmación siguiendo el ejercicio de tu futuro yo.
Realiza algún tipo de movimiento, por ejemplo, ejercicio físico, paseo de los sentidos.
Sigue una dieta que favorezca tu salud psicológica, y elimina estimulantes como la cafeína
o el alcohol.
Aplica mindfulness a tus actividades ordinarias: comer o ducharte de manera consciente a
través de tus sentidos.
Semanalmente
Dos horas de autointrospección personal siguiendo las pautas de este libro o una sesión de
terapia guiada a la semana.
Realiza dos horas de actividad creativa para cultivar el estado de flow y presencia.
Agenda una cita contigo mismo basada en autocuidados.
Recomendable una actividad terapéutica en grupo.
Realiza mínimo 150 minutos de ejercicio aeróbico.
4. Habitúate a llevar un diario emocional
Llevar un diario emocional es escribir sobre los pensamientos que se te
pasan por la cabeza, sin enjuiciarlos. Esta práctica es una de las mejores
maneras de procesar tus emociones y sentimientos, por eso recomiendo que
se convierta en un hábito diario. Cuando te enredas en tus pensamientos, la
historia que creas en tu cabeza es cada vez más compleja, más turbia, más
grande, más dolorosa. Tu mente divaga y la historia se extiende, pero el
problema es que te apegas a esas historias, y lo peor es que te identificas
con las emociones que generan, como el miedo, la preocupación y el caos.
Normalmente, es mucho más terrible en tu cabeza que en la realidad,
porque la mayoría de las veces las situaciones no ocurren como te las
imaginas. Preocuparse no cambia el desenlace, pues es totalmente
prescindible, y escribir sobre ello te ayuda a agilizar la gestión de estas
emociones y sentimientos. Llevar un diario emocional te ayuda a bajar a la
tierra, a convertir esa maraña mental que te quita la energía en algo
explícito, para lo cual le puedes atribuir palabras y traerlo al plano físico, a
la organización en tu cabeza: es el proceso en sí el que sana y te da claridad
mental y calma emocional.
Una vez has puesto fuera de ti lo que te perturba, te causaba fricción o
incomodidad, tu mente tiende a relajarse, como si ya no intentaras retener la
información, lo que facilita el proceso de dejar ir. También puedes escribir
sobre tus pensamientos para crear un gap de conciencia y establecer un una
distancia cognitiva en la historia narrativa que te cuentas en tu cabeza, de
modo que no te identifiques con tus pensamientos y no reacciones desde tus
detonantes emocionales: ayuda a crear distancia con tu reacción emocional
más instintiva para que puedas dar una respuesta emocional más adaptativa.
Así, te das cuenta de tu estado de ánimo y puedes rastrear el motivo de tus
sensaciones y obtener una perspectiva más clara para procesar tu trauma o
la situación de turbulencia emocional por la que estás atravesando. Incluso
puedes volver a releer tus apuntes una vez que ha pasado la tormenta
emocional y puedes tener descubrimientos o te pueden hacer ver puntos de
vista de los que no te percataste cuando estabas bajo la influencia de esa
bruma emocional.
Un experimento del neuropsicólogo Matthew Lieberman en la
universidad de UCLA mostró, mediante un escaneo cerebral de un grupo de
voluntarios, cómo la actividad de sus amígdalas se reducía luego de escribir
sobre sus sentimientos. La amígdala es responsable de controlar la
intensidad de tus emociones y la estructura cerebral que da la alarma a la
activación del sistema nervioso simpático y provoca la respuesta de estrés
del organismo. Así pues, llevar un diario emocional demuestra que se
pueden reducir los niveles de ansiedad y estrés.