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GABRIEL ZAID MUERTE Y RESURRECCION DE LA CULTURA CATOLICA ACIA 1970, LLEGO a México un obispo ho- landés interesado en la cultura mexicana. Buscé 2 Gaspar Elizondo, entonces anima. dor de la mejor librerta catélica (“Biblia, Ar- Comat tea atdcas Interna lonales (963-1972), revista El Despertador ‘Americano (1810-181) del catolidsmo de vanguard, visto desde Parts. Gaspar me pidié que nos viéramos, y yo acepté pl- cado por la ctlsicad: Un obispo intereado ea ca- ura? Qué serta eso? — Mire usted, —me dijo, para explicarse: El Concl- lo esté muy bien, la reforma linirgica también, ya no se digan las; sociales, Pero son renova- cultura catélica. {Podemos esperar algo de México? ‘No pude darle fa menor es} En México, fuera de los vestigios de mejores de ba cultura po- ular, se acabé la cultura ‘Se qued6 al margen, en uno de los sigios mds notables de la cultura mexica- na: el siglo xx. ¢Cémo pudo ser? Todavia me lo pre- unto, en este ensayo demasiado amplio, hipotético, provisional. 1. Culturas superadas ‘Cultura (en un sentido antropolégico), cultura (en un sentido etnogrifico), cultura popular, cultura tradicio- nal, cultura oficial, cultura de autor (si se me permite 1 expresiéa), cultura comercial, son distingos inaplt- cables a Jas sociedades prehistéricas y a muchas otras. Son distingos que surgen de la cultura modema frente a ls demés y frente a su propia evolucion, asumida co- ‘mo progreso: como destino culminante de toda la es- ecle humana La culnara modema ¢s un momento del cristianismo: nniel primero, ni el ditimo. Un momento en el cual re- ‘nace la pasi6n por fo nuevo, la conciencla de ruptura, li esperanza escatoligica, de los primeros cristlanos. ‘Tiene sus rafces en tomo al milenio, en la revolucion comercial de la Edad Media (siglos X al XIV), en el gran ‘isma entre las iglesias de orfente y occidente (1054) y, [Por supuesio, en el milenarismo, sobre todo el trasmu- tado en, : las doctrinas proféticas de Joaquin de Flore (1130- 1201). El Renacimiento, la Reforma, la Revolucién, acentian la condencla moderna como ‘unoconclencia univer: l hombre evo, enancipe do, cada vez mds auténomo, que observa, juzga, ‘mina y redime al resto de la humanidad, quedada atrds. El judaismo queda atrés, superado por el cristianis- ‘mo. El cristianismo oriental queda atrés, superado por el occidental. El cristianismo medieval queda atrds, su perado por e! humanismo renacentista. El catolicismo ‘queda atrés, superado pot el protestantismo. La religion queda atrés, superada por el sabet dei hombre moder- no: ilustrado, revolucionario, marxista, nietzcheano, freudiano. El hombre queda atrés, superado por el su- perhombre. ‘Mads alld del bien y del mal, en la aurora del super- hombre liberado y liberador de la especie humana, la Cultura moderna daba por superado cristiano de su origen, y se a enterrarlo. Pero, en el ocaso del segundo milenio (mds que de los doses), ya no es- tftan claro quién va aenterrat a quién: sila ‘mo- demna al cristianismo o el cristianismo a la cultura ¢Quién debe comprender a quién? La vieja aspiracion franciscana (no buscar el consuelo-de ser comprendi- do, sino tratar de comprender) implica abnegaci6n y ‘hasta mansedumbre, pero también autonomia, superio- fidad. La suscribiréa el su bre de Nietzche. Tam- ign San Pabl spiritual lo juzga todo, y a Gl nadie puede juzgario" (1 Cor. 2.15). Desde un punto de vista pecoligico 0 sociologico, ‘no ¢ facil sostener tanta arrogancia, fracaso tras 80, durante mucho tiempo. Sin embargo, después de (que Jesis hizo el ridiculo final, e! movimiento cristia- ‘fo ruvo una capacidad asombrosa de sentirse superior, de asumirse como la vanguardia de una nueva ¢ra, de autocrearse, sostenerse, extenderse, a pesar de la indl- ferencia, el fracaso y la persecucién, durante varios si- sos. En dlscuno, que lo juxgaba tod, sn someterne tigumo, proctamaba un nueva orig del many 4p, un hecho ‘comparable a la creaciéa prime- 12: Dios habla venido al mundo para redimio. Y esta fc prosperaba, en medio del mit completo ninguneo, apenas aliviado por crueles persecuciones. Desde otros discursos, Po tabi pasado hada predicacion de un joven carpintero, que acabé mal, como tantos ‘Vudta 156 9 Noviembee de 1989 GABRIEL ZAID_ alborotadores; la formacién de una secta, ignorada 0 apenas mencionada por Ticito, Suetonio, Josefo. cqltitz este la hitors Loshechos cntates de un 0 inexistentes en otro. Joana 7, abundan fas sectasninguneadas 0 repr midas que apenas existen para los demds, pero que en ‘su propio seno se proclaman como un nuevo comien- 20 del mundo, que para todo tenen explicacion y jul clo, que todo lo comprenden y que no esperan ser comprendidas desde afuera: s6lo desde adentro. Pero no ¢8 facil sostenerse ante la indiferencia y el fracaso, ante el desénimo, las herejias y los cismas. Algunos, que rechazan la argumentaciOn de otro discurso, de pron- to dan el salto y lo adoptan en bloque. Su rechazo, su adhesin, aunque razonados, no dependen realmente de los: Si de estar dentro aera, Des del curso A juagpy me explico el dacuro B que dado aris. Desde ef , juzgo y me explico el discurso A, occas ari, ‘Sucede en los discursos re- ligiosos, artisticos, literarios, filoséficos, politicos. 3. Thempo igual, tlempo jerérquico Si estos saltos son frecuentes, si el movimiento de un discurso a otro resulta circular, como sucede en estos tempos de modas y vanguardias recalentadas, de pos- vanguardias 0 posmodernidad, ya no es tan fécil ver la conversién como 9. En a vieja tradicién mo- derma no era ast: A, atrés por B, dejado atrés por C, implicaban progreso. Para la cultura moderna, que rechaza las jerarquias, los tiempos no son iguales: el hoy es mds que el ayer. Toda secta moderna repite la primera raptura del cris- tianismo: la inau de tiempos nuevos y mejo- res, que enticrran el pasado, 0 ni se ocupan. “Que los muertos entierren a sus muertos", dice Cristo. "Un ca- ver” se lama un horrible manifiesto del surrealismo contra un escritor dejado atrés (Anatole France). La tra- dicién moderna es una tradiciéa de la rup- tua, como la bautiz6 Octavio Paz, al sefialar el fin de las vanguardias. Las vanguardias en el tiempo son como las castas en 1 espacio: jerarquizaciones. Para la cultura moderna, (que rechaza las castas, hay una excepci6n: las castas temporales. No es que yo tenga privileglos de los cua- les excluya.a los demds, sino que llegué primero a don- de todos llegardn. Todos somos iguales, aunque unos ms iguales que otros: los hombres nuevos, que vamos, adelante, formamos la casta superior, frente a la casta (no intocable, sino menesterosa de redencién) queda- da atrés. Hasta hay carreras de ratas, para ver quién lle- §2 antes o més lejos. Pero son carreras igualicarias (Buesto que todos pueden concursar) y hasta redento- as (puesto 108 para servir mejor a los que, con tesén, Fes, fblmas dejando atrés). Louis Dumont establece una oposici6n entre el bo- ‘mo blerarcbicbus de las culturas tradicionales y el bomo equalis de la cultura moderna. Se trata de una ‘posiciGn en el espacio, que me permito proyectar en Homo bierarchicbus = Tempus equalis Homo equalis = Tempus bierarcbichus Las culturas tradicionales viven en un tiempo igual. Lacultura moderna, en tiempos cada vez mejores. Las cculturas tradicionales conservan su diversidad (varfan en el espacio mds que en el tiempo). La cultura moder- ‘na va cambiando de uniformidad (vara en el tiempo mds que en el espacio). Todos los meslanismos jerarquizan el tiempo, pero gn dos poloe opuesto: el presente meneseroso y el futuro glorioso, que ¢s un futuro absoluto, sin grados intermedios. Entre la miseria y la gloria, no hay avan- ces al cielo, de progreso creciente. El mito del progre- 80 aparece cuando Joaquin de Fiore transforma el milenarismo en cultura moderna: ba realizaciGn gradual del cielo en la tierra. Los primeros cristianos discutian sobre el fin de los tiempos. Puesto que el Mesias ya habia liegado, muer- to y resucitado, 1o que segufa era el fin del mundo co- rnocido hasta entonces y la resurreccién de un mundo ‘nuevo. Muchos lo esperaban de un momento a otro. ‘Algunos abandonaban sus tareas, ante el inminente fi nal, Hasta que se impuso el criterio de que la nueva era 1ya habla comenzado (con la resurreceién de Cristo), ‘fa culminar en cualquier momento, pero no se Sabla cudndo. Mientras tanto, orar y trabajar. Esta jerarquia del subordinado al futuro no era moderna. Tanto el hoy como el ayer (des Cristo) eran iguales: tiempos de esperanza en el futuro absoluto. Se esperaba una culminacién apocaliptica, no ‘gradual, De igual manera, la transformaciGn de los co- Fazones no era un camino de perfeccién ascendente, sino conversiOn repentina y Elcristianismo era ‘un movimiento de conversos que habfan dejado atrés el hombre viejo, se revestian del nuevo y actuaban co- ‘mo la vanguardia del tempo venidero, en un mundo corrupto ¥ decadente, destinado a perecer. Enel siglo, cuando el cristanismo deja de sr una secta pereeguida para converte en religion oficial, se praca pr ‘de qué hacer con las conversio- tes meramante oficiales. Los radicales querian la con- versién radical de una sociedad, de unas autoridades, ya declaradamente cristianas. La solucién estuvo en Cconstituir sociedades perfectas pero aparte: monasterios autorizados al margen de la cristiana normal, para vivir radicalmente el jo. Los monasterios Jerarquizaban el espacio; frente sla sociedad cristiana imperfecta, con todas sus miserias, habia de per- fecci6n, insulas ut6picas, que eran ya la Ciudad de Dios, anticipaci6n del futuro absoluto.. Siglos después, Joaquin de Fiore, un abad cistercien- ‘¢, proyecta esa division del espacio en ¢l tiempo: la sociedad entera llegard a ser un monasterio; la perfec ci6n serd cosa de todos, . Los perfectos, ‘en vez de apartarse del mundo, volverdn 2! mundo, para dirigitlo hacia la perfecciGn. El monje quedard atrds, su- perado por el fraile, el misionero, el caballero andan- fe, el laico. Terminan unos tiempos, vienen otros. La historia sagrada se divide en los tempos del Padre (hasta Vocia 136 10 Noviembre de 1989 MUERTE Y RESURRECCION DE LA CULTURA CATOLICA Iaencamaci6n de Cristo), tiempos del Hijo (hasta el si- glo xu) y tiempos del Espiritu Santo (por venir). Las innovaciones agricolas, comerciales y financie- as; a importancia que adquirieron las cludades frente al campo; la impresiOn de que el milenio marcaba el fin de una era, y quiz el fin del mundo; el radicalismo ‘cristiano, avivado por e! milenarismo; hicieron de Joa quis un profers escuchdo, una especie de Marx del Siglo xu. Todavia en el xtx, influye en las doctrinas ro- manticas, socialistas y positivistas. Puede set visto co- ‘mo el profeta de la cultura modema, como e! creador del mito de la perfecccion gradual y universal ‘A su vez, la conclencia posmoderna (en formaci6n) puede ser vista a la luz del joa y el segundo tmilenio. ace dl age a valgus Zo so de los horrores 0 el simple aburrimiento en que dege- ‘neraron. De ver que la ruptura se volvié tradicién, muy aprovechable para trepar a la fama, el dinero 0 ¢l po- det, De ver que los cambios no necesariamente estén sertados en progresos sucesivos: A, B, C, como una ley inexorable, Que pueden darse en otro orden, repetir como la moda, convivir simulténeamente y no ser un progreso. Todos los progresos en el ser een anitataee Sopa dades siempre disponibies de un repertorlo ecléctico, ‘sf como las culturas tradicionales forman un vasto re- pertorio geogrdfico, las vanguardias pasadas y fururas Pueden ser vistas como un repertorio histérico de po- sibilidades actualizables en cualquier momento. La conciencia posmodema convierte fa sucesién en contempladas como espectéculo), devahia el progreso, Javier fa vision profética de Joaquln de Ploce: cam ‘ee del tempo al espacio. La ruptura del joaqui- .nismo habia efectuado la operaciGn contrarla: cambiar ‘el efe del espacio al tempo. Para la conclencia posmodema, los tempos modet- ‘nos desembocan en un tiempo igual. Lo cual parece una restauracién de los tempos iguales. Pero no se trata de la igualdad A (premoderna), sino de la igualdad B (pos- moderna): una continuacién paraddjica de la temporal. Dejar fa atrds es como To alt mo de lo whtimo de la vanguardia: la ruptura final que ‘s¢ queda en el viaje. Superar el progresismo es negar- Jo, pero también continuarlo. Romper con la tradici6 ‘de fa ruptura es romper y no romper. La conciencla pos- ‘moderna iguala los discursos de las vanguardias con los discursos tradicionalles, como si la vanguardias fueran etnias de una cultura (la cultura del progreso) también tradicional. Pero no se identifica plenamente ni con ‘unos discursos ni con otros. Lo juzga todo, idesde donde? 4, 1a cultura cat6lica, excomulgadora excomulgada Parece ser que no se ha escrito una historia de la litera tura catdlica. Pero, viéndolo bien, serta lz historia «de qué? Hasta hace relativamente poco, toda la literatura ‘oceldental era catblica. Desde la Iglesia, podian verse ‘como diferentes, como ajenas, como asimilables y hasta ‘como precristianas las iteraruras dejadas atrés: bfbtica, ‘griega, latina. Luego aparecieron lteraturas vistas co- ‘mo enemigas: isldmica, protestante. Pero San Agustin era San Agustin, no un gran escritor catdlico. Lo mis- ‘mo puede decirse de Calderén y de Sor Juana. La figu- 1a del eseritor visto como catGlico ¢s recientisima: del siglo 20x. “Mientras la cultura catGilica fue la cultura dominante, no se justificaba seftalar a los cat6licos, sino 2 los gen- tiles, paganos, inficles, apdstatas, cismdticos, herejes, libertines, excomulgados. La cultura cat6lica no era ca- t6lica: era, simple y sencillamente, la cultura. Cuando deja de setlo, ta situacion se invierte. El esctitot sefia- ladamente catblico (Claudel, Chesterton, Papini) ¢s un heterodoxo que se gana el derecho de admisin en el discurso dominante: un creyente de creenclas que he- mos dejado atrés, que insiste en hablar con nosotros que lo hace tan blen que, aunque quisiéramos, no lo podemos ignorar. Tiene que dominar el discurso mo- demo, sin dejar de ser catdlico; ser bilingie, biculru- ral, casi un antropélogo, capaz de situarse en ambos discursos, desde adentro y desde afuera. ‘No han faltado creyentes que piensen que esto no es posible o deseable, por razones morales. En un sen- tido ampilo, es como volvense un deseatado, Ea un sentido estrecho, es pasar por: prohibi La literatura modema es muy thse experimental: si quieres ser un buen catdlico, no puedes ser un buen fovelista. Si el joven catélico James Joyce se hublera quedado en la provincia a ‘conocer ef mundo por un solo hemisferio" (como dijo Lépez Velarde}, no hubiera escrito Ulises, Significativamente, estos malos angumen- tos se dan también entre los protestantes y los comu- rnlstas: 0. son. pr del catolicismo ‘sino de la estrechez de juicio literario y moral. La literatura pia- dosa (cat6lica, protestante o comunista) ¢s, en primer lugar, literatura estrecha y luego lo dems, ‘Desde los primers cristianos, hubo los que prefirle- ron quedarse en Jerusalén, guatdar el sfbado, la circun- cisién, la comida kosber. Y hubo los misioneros, encabezados por San Pablo, que se fueron por ¢l an- cho mundo a predicar, sin exigir ba previa conversion al judafsmo; buscando, por el contrario, elementos en la cultura de los conversos que pudieran un ‘significado converso. Muchos catélicos re viven la experiencia paulina: la del escritor converso. Son primero hostiles, indiferentes o ajenos al catoll- cismo; luego se convierten, y acaban siendo, simulté- neamente, modernizadores de! discurso catdlico y mi- sloneros del catolicismo entre las tribus del discurso modemo. Por lo mismo, provocan entusiasmos, con- fusiones, suspicacias y hasta condenaciones de ambas partes. Los misioneros tienen que ser biculturales, volverse ‘en clerta forma descastados, exponerse a experiencias, desconocidas y aun prohibidas. Tienen raz6n 10s cas- tucistas: hay algo poco casto hasta en el simple hecho de aprender otra lengua, de hablarla con desenvoltu- ra, Para entender a otros, para ser entendido, hay que ponerse en su lugar: lugar prohibido o peligioso para Woeka 156 11 Noviembre de 1909 GABRIEL ZAID_ ‘mantener mi identidad. Ver desde afuera las propias ccreencias, verlas con ojos descrefdos, como las ven los ‘otros y como vemos las creencias de los otros, puede conducir a quedarse en el aire: a no creer ni en unas ni en otras. cA donde vas? Quédate en casa. Te arries- gaa perder tu preciosa identidad. (O, en la nueva ver- si6n de esta cursileria casticista: No trates de convertir 2 nadie, destruyes su preciosa identidad). Hay dudas semejantes sobre los antrop6logos. {Se puede realmente entrar y salir de ls culturas? O te con- viertes en un discipulo mistificado de las ensefianzas de don Juan, como Carlos Castaneda; 0 mistficas la se- xxualidad samoana para liberarte de tus represiones, co- ‘mo Margaret Mead; o le sirves de hecho a la penetracion, imperialista; o arruinas el “material”: tu contacto des- vvirhia la otredad de los otros, los occidentaliza. Lo otro ¢ inasequible: o te conviertes falsamente en otro, 0 supones falsamente al otro, 0 lo destruyes 0, cuando ccrees llegar 2 comprenderio, ya no es otro sino un re- Mejo de ti “Tanto la otredad de los otros como la nostredad de nosotros tienen algo de inasequible, pero no algo ab- soluto, que impida toda posible comprensién. Toda ‘cultura tiene una zona apatrida, universal, que nos per- mite vernos como si fuéramos otros (:desde dénde?, desde el salto), y comprender asf también a las dems, Es una zona equfvoca. Asumida como propia, pue- do creer (y hasta hacer creer) que lo universal es algo particularmente mio, que fa zona apdtrida est en mi patria (mi culeura, mi religiOn, mi tribu, mi profesién, mi partido). Que la universalidad no es de quienes la trabajan en su propia zona apdtrida, sino de quienes se convierten a mi particularidad. No ¢s que yo alcance Ja conciencia de mf en esa zona, asumiendo y rebasan- do mi identidad ,,sino que e! pensamiento universal es griego (0 alem4n). Un bérbaro no puede comprendemos, no puede siquiera comprenderse a si mismo, no puede filosofar, mientras no piense en grie- 0 (0 aieman). Un gentil no puede converse en crs. tiano sin someterse a la circuncisiOn. Un burgués no puede comprender la revolucién sin convertirse en re- ‘volucionario; \do, naturalmente, por someterse a mi comandancia. Un profano no puede comprender €l psicoandlsis, sin someterse a mi terapia. La cultura ‘universal es el imperio de mi particular identidad, reli- g16n, sexo, especialidad. Intemnacionalismo es que los ‘otros se sometan 2 mi nacionalismo. Todo discurso que se presenta asi puede suscitar con- versiones, rechazos, indiferencia, Para lo cual, narural- mente, cuenta la situacién: si se predica con las armas en la mano, con dinero, con resultados convincentes; sis rectbido en un momento de afimacién o insegu- ‘dad; si encaja o no en las expectativas del otro curso; si hay ms o menos inictatva y liderazgo en un discurso que en otro; si un discurso 0 el otro correspon- den mejor a las necesidades objetivas o subjetivas; etc. ‘Los mistoneros, los conquistadotes, pueden verse a sf mismos y hasta ser recibidos como libertadores. Tam- bién set vistos con resentimiento. Un pobre dia- blo de la Espafta actual puede creerse superior a los mexicanos porque desciende de conquistadores, Per- déneme —le ditfa José Fuentes Mares (/ntravagario), el descendiente de los conquistadores soy yo: usted desciende de los no conquistadores, de los que se que- daron en su casa. Un pobre diablo del México actual no piensa como Fuentes Mares. En vez de reirse de la falsa conciencia del “conquistador™, adopta una falsa onciencia de “victima”, que le hace el juego. A la pe- quetiez que se exalta en’la arrogancia, opone una pe quetiez que se hunde en ¢l resentimiento. No han faltado en la cultura catélica quienes se hun- dan en el resentimiento, frente a la marcha del progre- so. Pequeiiez paradéjica: ide donde sali6 el progreso sino de la cultura catélica? Pero hay quienes se ponen, no en el salto de la autocomprensin (que parece estar ence aire), sino en tales 0 cuales particularismos supe- fables (que parecen la roca firme de la propia identi- dad); no en la zona profundamente “‘catdlica” (univer- sal, apétrida) sino en la zona de la “identidad catdlica”, ‘como si fuera inamovible. Entre kos primeros cristianos, la identidad catdlica in- clufa la circuncisiGn, pero excluta el latin. Qué se iba, a hacer con los conversos que lo hablaban? Luego, di ante muchos siglos, la identidad catdlica parecfa inse- ble del latin. ¢Qué se iba a hacer con los que no hablaban? Que lo aprendan, dijeron muchos, como antes se habia dicho: circuncidarlos. Como les dijo Ter- tullano, a los que buscaban conectar el evangelio con cl pensamiento griego: {Qué tiene que ver Atenas con Jerusalén, ni la Academia de Plat6n con la iglesia de Cris- to? Como les dijo Unamuno, a los espatioles preocu- [pados por su atraso frente a los paises industrializa ‘Que inventen ellos. Como se dijo tantas veces de la bi- Dlia entre los cat6licos: Que la estudien los protestantes. Cuando estén en el poder, los celosos de 1a ident dad tratan de imponer sus particularismos universal- mente. En la derrota, se repliegan al casticismo. Ante una victoria que diluya Su identidad, prefieren, Ja derrota: acabar expulsados de su propio discurso ori- ginal. Lo mismo puede suceder con los contrarios: aca- Bar dentro o fuera del discurso reconocido como eatolico. La disputa por la identidad es también la disputa por los ancesttos, por los apellidos, por la secuencia genea- \gica. Tanto los triunfadores como los derrotados pue- den alegar que ellos son los verdaderos cristianos; que os otros no son catdlicos (universales) sino meramen- te romanos, papistas; que los otras no son cristianos (seguidores de Cristo), sino meramente luteranos (se- guidores de Lutero). También puede suceder que los ‘motes (romano, futerano) se lleguen a asumir por los atacados, como propios de su identidad, y hasta con orgullo. Esto lleva a problemas demarcativos. «De qué estamos hablando, al hablar de cultura catdlica? Lo que hoy se llama luteranismo, puede ser visto co- mo una de tantas sectas protestantes 0 como la Iglesia desde los tiempos de Cristo, de la cual se desprendis la iglesia griega, luego la romana y luego otras iglesias. Lo que hoy se llama catolicismo, puede set visto como la Iglesia central, que se fue depurando con la salida ‘Vues 156-12 Noviembre de 1909 MUERTE Y RESURRECCION DE LA CULTURA CATOLICA de las otras, 0 como la secta de irredentos que no se reformaron (asf como los judios pueden ser vistos co- ‘mo precristianos irredentos, que no aceptaron al Me- sas). Lo que hoy se lama cultura moderna, es la cultura ‘occidental? ces la cultura europea? zes la cultura cris- tiana? El Renacimiento, la Reforma, la Revolucién, zson las tres nefastas erres que acabaron con la cultura cat6- lica 0 son convulsiones del catolicismo en el camino de volverse universal? La cultura moderna es un momento del cristianismo. Nace del discurso catdlico, universalista, profetizado por Joaquin de Fiore, cuando recupera el milenarismo, ‘con una soluciGn distinta a la de San Agustin: ya no el

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