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Presentación
Prólogo Sr. Arzobispo de Toledo
CAPÍTULO 1
EL MISTERIO NUPCIAL DE LA PERSONA:
IDENTIDAD Y DIFERENCIA
1. El ser humano, creado a imagen de Dios
2. Ser persona humana
3. «Varón y mujer, los creó»: institución divina del matrimonio
4. La sexualidad forma parte esencial de la identidad personal
CAPÍTULO 2
VOCACIÓN AL AMOR
1. El amor en general
2. El amor interpersonal o los «dos objetos» del amor
3. El amor conyugal
4. Propiedades naturales del amor conyugal
CAPÍTULO 3
LAS CUATRO ESTACIONES DEL AMOR
1. La primavera del amor
2. Llegó el invierno
3. El verano, con sus frutos
4. El otoño, su mejor estación
CAPÍTULO 4
EL DIÁLOGO CONYUGAL
1. ¿Qué es dialogar?
2. ¿Para qué sirve el diálogo?
3. ¿Cómo se favorece el diálogo?
4. ¿De qué podremos dialogar en casa?
El «deber de sentarse». Diez consejos para el diálogo
matrimonial
CAPÍTULO 5
LA SEXUALIDAD, AL SERVICIO DEL AMOR
1. Genitalidad y sexualidad
2. Significado de la sexualidad: al servicio del amor
3. Dimensión personal de la sexualidad humana
4. Dimensión unitiva y procreadora de la sexualidad humana
5. Sentido del pudor: promoción del amor
CAPÍTULO 6
VIRTUD DE LA CASTIDAD, LA ANTESALA DEL
AMOR
1. Las virtudes
2. La virtud de la castidad
3. Herida del pecado
4. La redención del cuerpo
CAPÍTULO 7
EL PLAN DE DIOS SOBRE EL MATRIMONIO
1. ¿Dios tiene un plan?
2. «Vio Dios que era muy bueno» (Gén 1,31)
3. El enemigo del matrimonio
4. El Redentor del matrimonio
CAPÍTULO 8
EL MATRIMONIO ES UN SACRAMENTO
1. ¿Qué son los sacramentos?
2. ¿Qué aporta Cristo al Matrimonio?
3. El Matrimonio entre los bautizados es un sacramento
4. Las gracias del sacramento del Matrimonio
CAPÍTULO 9
SEGUIMIENTO E IMITACIÓN DE CRISTO
1. La primera llamada a la santidad
2. Segunda llamada: la vocación específica
3. Seguimiento e imitación de Cristo
4. La vocación a la santidad es vocación al amor
5. El Matrimonio es participación del amor de Cristo a su Iglesia
6. Vinculación a movimientos apostólicos de carácter familiar
CAPÍTULO 10
PATERNIDAD RESPONSABLE: ÉTICA DE LA
DECISIÓN
1. Paternidad responsable en el Concilio Vaticano II (1966)
2. «Ética de la decisión» procreadora (GS 50)
3. «Ética de la ejecución» o de los medios a emplear (GS 51)
CAPÍTULO 11
PATERNIDAD RESPONSABLE: ÉTICA DE LA
EJECUCIÓN
1. Paternidad responsable en la encíclica «Humanae vitae», de
Pablo VI (1968)
2. Una única norma moral en doble formulación
3. Argumento de inseparabilidad moral
4. Diversidad esencial entre abstinencia periódica y métodos
artificiales
CAPÍTULO 12
LA ESPIRITUALIDAD CONYUGAL Y FAMILIAR
1. Espiritualidad: la vida nueva en el Espíritu
2. Vivir la caridad conyugal
3. Espiritualidad conyugal, para cumplir los fines del matrimonio
4. Espiritualidad familiar de comunión
5. Medios espirituales
CAPÍTULO 13
HACED DE VUESTRA FAMILIA UNA IGLESIA
DOMÉSTICA
1. Iglesia doméstica
2. El «ministerio conyugal»: contenido, campos y modalidad
3. Los esposos, profetas, sacerdotes y reyes de la Iglesia
doméstica
CAPÍTULO 14
FAMILIA EVANGELIZADORA Y TRANSMISORA
DE LA FE
1. La «nueva evangelización» pasa por la familia
2. Familia evangelizada y evangelizadora: profetas, sacerdotes
y reyes
3. Ayudas y mediaciones
CAPÍTULO 15
LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS
1. El don de los hijos
2. Educar a los hijos
3. Educación personalizada
4. Educar con autoridad
5. Educar en austeridad
6. Educar con coherencia
CAPÍTULO 16
LA CELEBRACIÓN DEL MATRIMONIO
CRISTIANO
1. El expediente matrimonial
2. Algunos consejos prácticos
3. La celebración del sacramento del Matrimonio
4. El rito litúrgico del matrimonio
CAPÍTULO 17
FAMILIA, DEFENSORA DE LA VIDA
1. Familia, santuario de la vida
2. El «evangelio de la familia» y «el evangelio de la vida»
3. La vida física de la persona humana es sagrada e inviolable
4. El servicio a la vida en los esposos: procreación y educación
de los hijos
5. Técnicas de reproducción artificial
CAPÍTULO 18
LA VIDA EN SUS FUENTES: LOS MÉTODOS
NATURALES
1. Qué son los métodos naturales
2. Eficacia técnica y licitud moral
3. Ventajas y beneficios de los métodos naturales
4. Base científica y diversidad de métodos naturales
CAPÍTULO 19
LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD
1. Modelos falsos de familia
2. La familia, ¡qué gran invento divino!
3. La familia, «cuna de cada persona» y «célula vital» de la
sociedad
4. La familia, protagonista de la vida social
Presentación
EL MISTERIO NUPCIAL DE LA
PERSONA: IDENTIDAD Y
DIFERENCIA
PARA LA ORACIÓN
VOCACIÓN AL AMOR
1. El amor en general
No es fácil definir qué es el amor. En su origen, el amor es una
transformación profunda que el amante experimenta ante la
atracción del amado; este es el primer momento de la afección
humana (1º). Desde niños hemos recibido el amor de nuestros
padres, fuimos amados y, como «amor saca amor» (santa Teresa de
Jesús), nosotros aprendimos de ellos a amar, y dimos una respuesta
de amor que es «entregarse» (2º). Son los dos momentos
constitutivos de todo amor: afección amorosa —eros— y respuesta
de entrega —ágape—. ¡Ser amados y amar, esta es la cuestión!
Queridos novios, cuando surgió entre vosotros el flechazo,
también experimentasteis estos dos momentos constitutivos del
amor, que podemos describir, a su vez, con cinco estadios (santo
Tomás de Aquino). En primer lugar, el amado entró en vosotros a
través de vuestros sentidos externos e internos, y experimentasteis
una profunda transformación: la vida ya no era igual, todo parecía
de color de rosa; sentisteis después una profunda afinidad de
sentidos amorosos entre los dos; luego tuvisteis el deseo de poseer
y de estar junto al amado. Estos tres primeros estadios rapidísimos
constituyen el fenómeno de la afección amorosa (eros); fue algo que
sucedió en vosotros, previo a toda decisión libre por vuestra parte
(1º).
En un segundo momento —respuesta a la afección— (2º)
(ágape), ayudados de la razón iluminada por la fe, deliberasteis y
discernisteis en vuestro interior, si os convenía o no dar una
respuesta positiva o negativa ante la solicitud del amado.
Libremente disteis un primer paso —cuarto estadio— al tender
interiormente vuestra voluntad hacia la posesión del amado; y,
finalmente, cuando dijisteis sí quiero —al menos de forma inicial al
convertiros en novios—, experimentasteis el gozo o felicidad —
mucho más grande que cualquier placer—, al poseer y estar junto al
amado1.
3. El amor conyugal
El amor conyugal constituye, a su vez, una subespecie dentro del
amor de amistad. Posee tres características: se centra y procura el
bien del amado (1ª). Al comprobar cuánto me ama mi novio o mi
esposa, recibo amor y por eso me lanzo a procurar su bien: él hace
mucho por mí; yo hago lo mismo por él. En segundo lugar, es
recíproco (2ª), como un partido de tenis, aunque en diferente
proporción de respuesta; por lo menos hemos de devolver alguna
pelota; en caso contrario, el amor de amistad se enfría, se constipa
y enferma. Finalmente, es transformante (3ª); dos ladrones son
cómplices en el mal, no son verdaderos amigos; dos amigos de
verdad, al compartir el bien, se van convirtiendo progresivamente en
mejores.
En segundo lugar, el amor específicamente conyugal consiste en
un amor de dilección o de predilección, porque conlleva, en su
respuesta, la elección concreta de la persona amada, abarcando la
totalidad de lo que ella es: alma, corazón y cuerpo,
inseparablemente unidos. Así: de entre los millones de varones y
mujeres, le elijo a ti, que eres singularmente irrepetible, y me
entrego a ti, con lo que eres y con lo que puedes llegar a crecer o
decrecer en el futuro. Los esposos y novios, ciertamente sois los
grandes aventureros del siglo XXI, porque habéis puesto la
esperanza en Cristo de que el amor no os va a faltar, ni en la salud,
ni en la enfermedad.
No ha de extrañarnos, pues, que los Padres del Concilio
Vaticano mostraran su contento porque en el texto definitivo del
mismo (GS 49) se hacía radicar el amor conyugal en un hábito de la
voluntad racional del sujeto, pero sin descuidar que ella está
afeccionada por sentimientos de amor, mediante los cuales los
esposos se «polarizan» recíprocamente el uno hacia el otro, de
forma exclusiva y excluyente, como si se tratara de dos imanes con
polos opuestos. Lo indivisible del corazón — no solo lo íntimo—
únicamente puede ser entregado a una persona.
En tercer lugar, hemos de pensar que somos muy afortunados al
saber que hay alguien (mis padres, mi novio o novia, mi esposo o
esposa) que me ama así. Si experimento el amor, es fácil
trascenderlo y comprobar que detrás hay Alguien que me ama: Dios
es amor. El amor no consiste en que nosotros amemos a Dios, sino
en que Él nos ha amado primero, cuando todavía éramos
pecadores, y nos ha hecho amigos suyos, con capacidad para
corresponder a dicho amor entre iguales —la caridad teologal— (I
Jn 4,10). Mediante el sacramento cristiano, el amor conyugal,
plenamente humano, que ha surgido en el noviazgo y va a seguir
creciendo durante el matrimonio, participa de la caridad conyugal de
Cristo por su Esposa, la Iglesia (Ef 5,21-32; GS 48 b), dando a los
esposos un corazón nuevo. El agua de las bodas de Caná ha sido
transformado milagrosamente en el vino mejor de la caridad
matrimonial (Jn 2,1-11).
PARA LA ORACIÓN
(Benedicto XVI)
2. Llegó el invierno
Los primeros siete años, para casados y consagrados resultan
vitales; depende del estilo de matrimonio o de consagrados que nos
marquemos durante esta estación, lo será para toda nuestra vida.
Algo análogo sucede tras el primer año de noviazgo entre vosotros,
queridos novios. Es la etapa más crítica y variable del matrimonio;
se cae de la idealización del cónyuge a la realidad; pueden surgir las
primeras desilusiones y agresividades; se piensa que el amor no
debería costar tanto. Armonizar dos personas y casar dos familias
no es tarea de un solo año. Es grave error no discutir y sufrirlo en
silencio; hay que aprender a dialogar: comunicar sentimientos
profundos —positivos y negativos— para que crezca el amor
matrimonial.
Nacen los primeros hijos, que os introducirán irremisiblemente
en el mundo, rompiendo la campana de cristal primaveral. La
aparición del primer hijo siembra en la mujer un fuerte instinto de
protección maternal que puede ocasionar celos en el marido o
incluso puede dar lugar a ciertos miedos en que su marido no sepa
apoyarla en el momento delicado de la maternidad. Los hijos han
cambiado la vida del matrimonio, pues centran la dedicación de
ambos esposos, de sus conversaciones, de su vida, de su relación.
Las relaciones sexuales están marcadas por la posible llegada de
nuevos hijos, con sus temores y esperanzas.
El invierno constituye la estación en donde el amor echa raíces
profundas —como los olivos— en medio del frío; época en donde
los cantos rodados de los arroyos impetuosos recién nacidos van
limándose entre sí las aristas de una vida conyugal y familiar. Los
esposos han tenido que evolucionar hacia un amor maduro, de
entrega, formando el «nosotros».
La tentación que vencer en el invierno del amor es la del
consagrado o el matrimonio «YA-YO», ya vengo yo como un nuevo
redentor del mundo. Tras una pequeña experiencia durante estos
siete años os sentiréis más fuertes y ya no llevaréis la «L» de
novatos. Tampoco soñéis con volver a la primavera, con tu cónyuge
o, lo que es peor, con otra persona; la primavera es muy bonita,
pero hasta cierto punto ciega y transitoria; en cuestión de tiempo
volverás a estar de nuevo en situación de invierno.
En estos momentos duros hemos de recordar las palabras del
apóstol: «Reaviva la gracia que se os dio mediante la imposición
mutua de vuestras alianzas matrimoniales». Juan Pablo II, en su
obra teatral titulada El taller del orfebre, cuenta que Ana, separada
de su marido, vuelve al orfebre (símbolo de Dios Padre), donde
había comprado la alianza de boda y le pide que la pese para ver
cuánto metal precioso contenía, con la intención de venderla:
«El orfebre miró la alianza, la sopesó un rato en su mano y me miró a los ojos.
Después, descifró la fecha escrita en ella y dijo: esta alianza no tiene peso… Su
marido debe de estar vivo… en tal caso ninguna de las dos alianzas tiene peso
por sí sola. Pesan solo las dos juntas. Mi balanza de orfebre tiene esta
particularidad, no pesa el metal en sí, sino al ser humano completo y su
destino».
❖ Santa María vivió con perfección las cuatro estaciones del amor
en la multiplicidad de vocaciones (mujer, niña, virgen
consagrada, novia y esposa de san José, madre virginal de
Jesús, viuda). A ella encomendamos nuestro noviazgo, el de
nuestros compañeros de equipo y a los matrimonios del
Movimiento Familiar Cristiano. Rezamos juntos:
Madre del amor hermoso.
Virgen de la Pureza, de la Misericordia y de la Ternura.
Señora del amor limpio y casto.
Bendice a nuestros niños, a nuestros jóvenes, a los solteros o casados.
EL DIÁLOGO CONYUGAL
1. ¿Qué es dialogar?
Dialogar es hablar con cierta profundidad para no decir lo primero
que se nos ocurra y también para comprender lo que nos
comunican.
Para dialogar necesitamos ser sinceros, ya que estamos
buscando la verdad sobre un asunto o la solución de un conflicto.
Es de suponer que hay que escuchar al otro: por tanto, los dos
no se ponen a hablar al tiempo, ni coge la palabra todo el rato el
mismo.
Especial cuidado se debe tener con el respeto al otro: conviene
no ser cortante, evitar el burlarme, despreciarlo, ofenderlo o tratar de
imponerle mi opinión.
Y algo muy apropiado es estar con actitud de apertura, porque
la verdad o lo mejor se le puede ocurrir a cualquiera de los dos.
PARA LA ORACIÓN
❖ Hagamos una oración comunitaria, terminando con la siguiente
oración, atribuida a san Francisco de Asís, y con el
Padrenuestro:
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, que yo lleve el Amor.
Donde haya ofensa, que yo lleve el Perdón.
Donde haya discordia, que yo lleve la Unión.
Donde haya duda, que yo lleve la Fe.
Donde haya error, que yo lleva la Verdad.
Donde haya desesperación, que yo lleve la Esperanza.
Donde haya tristeza, que yo lleve la Alegría.
Donde haya tinieblas, que yo lleve la Luz.
Oh Maestro,
concédeme que yo no busque ser consolado,
sino consolar.
Ser comprendido, sino comprender.
Ser amado, sino amar.
1. Genitalidad y sexualidad
Reducir la sexualidad a mera genitalidad es algo muy frecuente. El
concepto de «lo sexual» va unido al goce o disfrute, a la mera
excitación, sin llegar a vincularse con relaciones personales, con
una comunicación íntima e interpersonal; sino que se reduce a una
búsqueda inmediata de satisfacción corporal, instintiva o incluso
afectiva, que muchas veces tiene como consecuencia, la desilusión,
el cansancio, el hastío y la decepción. El amado se va convirtiendo
en alguien cada vez más extraño y desconocido.
Las relaciones sexuales no son fruto de una necesidad
fisiológica o afectiva de la persona, sino la inclinación de toda la
persona, que desea expresar, a través del cuerpo, una experiencia
común de búsqueda de felicidad, de unión amorosa única. Así, cada
encuentro sexual en los esposos ha de ser preparado a lo largo de
todo el día, haciendo más expresiva e intensa la realidad del amor.
PARA LA ORACIÓN
❖ Oremos juntos:
¡Y hay que ver, Señor, lo bello que es un cuerpo humano!
Desde el fondo de los siglos, Tú, artista incomparable,
proyectabas el modelo, pensando que un día Tú
desposarías este cuerpo humano al desposar nuestra naturaleza.
Mimosamente lo moldearon tus manos poderosas y le
infundiste el alma en la materia inerte.
Desde entonces, Señor, Tú nos pediste que respetáramos
la carne, pues toda ella es portadora de espíritu,
y gracias a este cuerpo generoso podemos hoy
nosotros enlazar nuestras almas a las de nuestros prójimos.
VIRTUD DE LA CASTIDAD, LA
ANTESALA DEL AMOR
1. Las virtudes
Lo más original del ser humano no es solo que él pertenezca a dos
mundos tan dispares como son el material, por su cuerpo, y el
mundo espiritual, por su alma, sino que pertenezca a ambos
mundos a la vez y de forma esencial e inseparable, mediante una
unidad sustancial: el ser humano es «uno en cuerpo y alma» (GS
14). El hombre ha de estar predispuesto a realizar el bien y buscar
su felicidad mediante una pluralidad de dinamismos —que contienen
a su vez diversas facultades para actuar— a través de los cuales él,
y solo él, es responsable de sus actos. Son fundamentalmente tres:
unos dinamismos corpóreos (pulsiones); otros espirituales (razón y
voluntad); y otros que ocupan la zona intermedia o psíquica (el
«corazón»), puente de unión entre los anteriores (las pasiones).
Pero esta multiplicidad de dinamismos para actuar en el hombre
no forman un montón de piedras sin orden ni concierto. La persona
y su amor es un edificio muy bien estructurado; tiene unos cimientos
(las pulsiones); unas paredes con sus columnas (las pasiones); y un
techo (la razón y voluntad). No se puede prescindir de ninguno de
ellos; pero tampoco se pueden situar las columnas o los cimientos
por encima del techo porque la casa se hundiría; además cada parte
del edificio está proporcionada en sus dimensiones al conjunto
global que le supera; cada parte solo tiene sentido en tanto en
cuanto se deja integrar dentro de un todo, tal y como sucede por
ejemplo con cada miembro o cada órgano del cuerpo humano. Así
pues, Dios ha creado al hombre con una estructura múltiple en su
constitución y en sus dinamismos operativos, pero llamados a ser
integrados por él en unidad, respetando el orden jerárquico inscrito
por Dios en su constitución. Esta labor, denominada de
«integración», es la que realiza el sujeto a través de cada una de las
virtudes; ellas son «estrategias del amor» que nos predisponen
poderosamente hacia el bien —sin anular jamás nuestra libertad—,
de tal forma que, al hacer el acto correspondiente —con la
perfección que pertenece a dicha virtud—, el sujeto se va
apropiando de su excelencia en la transformación de su
personalidad moral —una segunda naturaleza—; de ahí que
Aristóteles llegara a afirmar que «las virtudes hacen bueno al que
las hace y lo que hace».
Siete son las virtudes principales en el cristiano, como si se
tratara de siete galaxias en expansión dentro de su universo interior;
cuatro son virtudes naturales o cardinales: prudencia, justicia,
fortaleza y templanza; tres son sobrenaturales: fe, esperanza y
caridad. Todas estas galaxias están integradas armónicamente
gracias a la caridad teologal —tanto en su modalidad conyugal
como consagrada—, forma y madre de todas las demás virtudes; es
«forma» porque impera y ordena a todas las virtudes, unificándolas;
es «madre» porque las engendra sin suplantar a sus hijas. La virtud
de la castidad forma parte de la «galaxia» templanza, en relación
con la moderación del placer y de los bienes vinculados con la
sexualidad humana. Las virtudes son verdaderamente las que
educan al ser humano.
2. La virtud de la castidad
Esta pequeña estrella de la galaxia templanza no constituye el amor,
pero sí su antesala, que lo hace posible; ella es la integración para
el amor. Conlleva dos tareas complementarias: «autodominio» de sí
—«libertad de»— (a); que capacita para la «autodonación»
—«libertad para»— en lo que consiste el amor (b).
a) El «autodominio» de la persona sobre sus dinamismos
(singularmente sobre sus pasiones y pulsiones sexuales), exige
ciertamente ascesis, esfuerzo, sacrificio —como el buen deportista o
la buena bailarina—; pero, lejos de perjudicar la personalidad moral
del sujeto, lo capacita para la madurez del amor interpersonal (HV
21). Cuando un avión tiene que despegar, ha de realizar un gran
esfuerzo en poco espacio y tiempo; pero cuando gana altura se
anima al comprobar que es libre para volar. El dominio de sí
constituye una predisposición habitual de las pulsiones y pasiones
en la persona para que ellas no solo no estorben, sino que ayuden
al sujeto a realizar el acto casto, en toda situación y circunstancias,
por difíciles que estas sean.
El ser humano no solo debe realizar el bien a través de sus
dinamismos espirituales que especifican su forma de actuación, sino
que requiere también una predisposición habitual del resto de sus
facultades como energías positivas que acudan en su socorro para
realizar el acto bueno con la perfección de la virtud correspondiente;
se trata de una predisposición permanente en el sujeto y no solo
ocasionalmente —porque haya sonado la flauta por casualidad—.
Por consiguiente, el «dominio de sí» es condición necesaria —la
abstinencia o resistencia a pasiones y pulsiones tan vehementes—,
pero no suficiente, para adquirir dicha virtud. Nadie que no sea
«dueño de sí» puede enriquecer al amado con la «entrega de sí
mismo», en lo que consiste el amor, sino que permanece en una
adolescencia inmadura, esclavo ciego de sus pasiones y pulsiones,
que le incapacita para el amor interpersonal; por eso quien no posea
esta virtud no vale ni para casado, ni para consagrado, ni para nada,
pues se convierte en adolescente perpetuo.
b) El «autodominio» nos capacita para la «autodonación» del
amor. Las virtudes tienen una incidencia inmediata en la capacidad
del hombre para discernir y querer lo que es bueno y conveniente en
cada situación concreta. El conocimiento moral es un conocimiento
por afinidad connatural, por experiencia o por inclinación, pues en la
medida en que se vive se comprende. El autodominio virtuoso
capacita al sujeto para discernir el bien integral de la persona —
propio y del amado— y no se deja engañar por una mirada parcial.
Son como unas «gafas para la mirada personalista» que nos
facilitan el conocer y el querer libremente el bien del amado en toda
situación, haciendo posible el amor de amistad o benevolencia:
querer el bien del amado, querer su bien integral, su bien moral, en
definitiva.
Es la segunda tarea de la virtud de la castidad. Cada uno de
nuestros dinamismos tienden directamente en su origen a dar
respuesta inmediata ante el objeto conocido que llama su atención;
esta es la gran tentación de pretender una respuesta para la
satisfacción inmediata del placer a nivel parcial del cuerpo, del
corazón o solo del alma; la virtud de la castidad realiza esta
segunda labor de integración: hace que cada parte del edificio de
nuestros dinamismos estén predispuestos de forma permanente a
ser introducidos con docilidad dentro de un nuevo orden que les
supera, sin prescindir ni reprimir ninguno de ellos. De esta manera el
sujeto es ayudado de forma habitual por todas sus facultades para
que no haya interferencias, sino, al contrario, para que el sujeto
pueda discernir por connaturalidad, con prontitud y facilidad cuál es
el verdadero bien del amado en toda situación.
Esto mismo lo entendemos mejor de forma negativa: la lujuria
produce paulatinamente una especie de ceguera de espíritu que
dificulta el discernimiento de lo que es bueno y conveniente para el
amado y para el amante mismo; le ocurre como al león, que siempre
mira a la bella gacela bajo la categoría de presa. Por todo ello, esta
segunda tarea de la virtud de la castidad constituye el preámbulo del
amor, porque solo cuando el amante capta la preciosidad irrepetible
con que venera la dignidad personal del amado y la suya propia,
puede verdaderamente comenzar el amor interpersonal, al querer el
bien del amado.
La custodia de Toledo no puede confundirse —por su belleza—
con el sacramento del Cuerpo y de la Sangre del Señor, el «Amor de
los amores»; pero sí contiene y envuelve a la Eucaristía, el «Señor
de la custodia». La virtud de la castidad no se confunde con el amor,
pero sí es su antesala imprescindible, su pasillo o el preámbulo que
lo hace posible; ella nos capacita para amar de verdad. Además, la
custodia de Toledo tiene «alma», un armazón de madera del siglo
XVI que amortigua el traqueteo del trayecto en su procesión; el alma
de la castidad lo constituye otra estrella nueva, la virtud de la
pureza, de la cual forma parte; son las gafas contra la miopía
antipersonalista del león.
1. ¿Qué dificultades y qué alegrías nos supone vivir la virtud de la castidad como
«custodia del amor» para nuestro noviazgo? La Iglesia no se opone al placer,
pero reconoce que su búsqueda inmediata puede traicionarnos: ¿busco el gozo
del bien del amado, cueste lo que cueste, o por el contrario me dejo vencer
parcialmente de la satisfacción parcial e inmediata del placer?
2. ¿A qué medios espirituales recurro para vivir la virtud de la castidad y de la
pureza? (mortificación de los sentidos internos y externos; devoción a la Virgen
—cuya mirada nos «castifica»—; la Penitencia, en cuanto virtud y en cuanto
sacramento). Con nuestras obras y palabras, ¿presentamos esta virtud,
sembradora de belleza, con atractivo hacia los demás novios?
3. Junto a los pecados de lujuria (6º precepto), la Iglesia también ha hablado del
pecado de impureza (9º precepto) —deseos y miradas impuras—, pues
afectividad y genitalidad están encaminadas entre sí. Las expresiones de cariño
afectivo en el noviazgo no son malas en sí mismas, pero pueden serlo por falta
de rectitud en mi intención o por las circunstancias en que estoy o en que está el
amado. Cuando veo estos dos peligros próximos, ¿somos capaces de quedarnos
de menos en nuestras expresiones afectivas —aun cuando momentáneamente
nos sintamos mal—, al comprender más tarde que él o ella verdaderamente me
ama y que yo lo amo?
PARA LA ORACIÓN
❖ Oremos juntos:
Madre Nuestra,
queremos que presidas nuestro amor;
que defiendas, conserves y aumentes nuestra ilusión.
Quita de nuestro camino cualquier obstáculo
que haga nacer la sombra o las dudas entre los dos.
Apártanos del egoísmo que paraliza el verdadero amor.
Líbranos de la ligereza que pone en peligro la Gracia de
nuestras almas.
Haz que, abriéndonos nuestras almas,
merezcamos la maravilla de encontrar a Dios el uno en el otro.
Haz que nuestro trabajo sea ayuda y estímulo para lograrlos
plenamente.
Conserva la salud de nuestros cuerpos.
Ayúdanos a resolver nuestras necesidades materiales.
Y haz que el sueño de un hogar nuevo y de unos hijos nacidos
de nuestro amor y del cuerpo, sean realidad y camino que
nos lleve rectamente a tu Corazón. Amén.
7
1. A la luz de Gén 1-2, ¿os hacéis cargo de los dos fines del matrimonio?
2. ¿Percibís el pecado como el verdadero mal que corroe el matrimonio?
3. ¿Habéis descubierto la novedad impresionante que Cristo aporta para vuestro
matrimonio?
PARA LA ORACIÓN
EL MATRIMONIO ES UN
SACRAMENTO
PARA LA ORACIÓN
Señor Jesús, tú comenzaste tu vida pública asistiendo a una boda y dando a los
nuevos esposos un vino mejor que el que ellos habían preparado. Así
anunciaste el misterio de tu presencia en el matrimonio cristiano. Danos tú la fe
necesaria para descubrir la maravilla del matrimonio que celebra la Iglesia y que
tu Padre celestial ratifica. Concédenos valorar como Tú valoras el matrimonio de
dos cristianos, unidos por una sola esperanza, un solo deseo, una solo esfuerzo
común, el mismo amor y servicio. Da a los matrimonios cristianos, y a nosotros
entre ellos, el vivir siempre en la unidad que tú quieres para nosotros como
camino de felicidad y testimonio de tu amor: los dos hijos de un mismo Padre y
servidores de un mismo Señor, a los que nada los separe, ni en el espíritu, ni en
la carne. Amén.
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SEGUIMIENTO E IMITACIÓN DE
CRISTO
PARA LA ORACIÓN
❖ Lectura de la Palabra de Dios, silencio y meditación:
«Mientras iban de camino, le dijo uno: —Te seguiré adonde vayas. Jesús le
respondió: —Las zorras tienen madriguera y los pájaros nido, pero el Hijo del
Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza. A otro le dijo: —Sígueme. Él
respondió: —Déjame primero ir a enterrar a mi padre. Le contestó: —Deja que
los muertos entierren a tus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios. Otro le
dijo: —Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia. Jesús
le contestó: —El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el
Reino de Dios» (Lc 9,57).
❖ Oremos juntos:
Tarde te amé Belleza infinita.
tarde te amé, tarde te amé,
Belleza siempre antigua y siempre nueva.
PARA LA ORACIÓN
❖ Hagamos una oración comunitaria; terminemos con la siguiente
plegaria y, finalmente, con el Padrenuestro:
En mi corazón, Señor, se ha encendido el amor
por una criatura que tú conoces y amas.
Te doy gracias por este don que me llena de alegría profunda,
me hace semejante a Ti, que eres amor,
y me hace comprender el valor de la vida que me has dado.
Haz que no malgaste esta riqueza que tú has puesto en mi
corazón:
enséñame que el amor es don y que no puede mezclarse con
ningún egoísmo;
que el amor es puro y que no puede quedar en ninguna bajeza;
que el amor es fecundo y desde hoy debe producir un nuevo
modo de vivir en los dos.
Te pido, Señor, por quien me espera y piensa en mí;
por quien camina a mi lado;
haznos dignos el uno del otro;
que seamos ayuda y modelo.
Ayúdanos en nuestra preparación al matrimonio,
a vivir su grandeza, a sentirnos responsables,
para que te conozcamos a ti, camino, verdad y vida,
y vivamos con la ayuda de tu gracia el plan de Dios para
nuestro matrimonio. Amén.
11
PARA LA ORACIÓN
LA ESPIRITUALIDAD CONYUGAL Y
FAMILIAR
5. Medios espirituales
La espiritualidad cristiana se nutre de la oración, de los
sacramentos, del amor a Dios y a los hermanos; viviéndolo desde el
interior, como un don recibido en el corazón, y dentro de la Iglesia,
nuestra Gran familia. Entre los diversos medios para vivir la
espiritualidad conyugal y familiar, destacamos:
1. Lectura, meditación y comentario de la Sagrada Escritura
que nos aportará luz y calor. En especial, en los evangelios
encontraremos el proyecto de vida que Cristo nos propone.
Realizada en familia, aumenta la formación y la
comunicación entre esposos y con los hijos.
2. Participación frecuente en la Eucaristía. Matrimonio y
Eucaristía son dos sacramentos que caminan juntos; en los
dos está incluido a la vez el ser amado y el amar a los otros
(DCE, 14). «He aquí que estoy a la puerta y llamo, si alguien
me escucha —1ª condición—, y me abre —2ª condición, y
siempre se abre libremente desde dentro—, entraré y
cenaremos juntos —yo contigo y tú conmigo—» (Ap 3,20).
En realidad, la Eucaristía constituye por antonomasia el
sacramento del amor; el matrimonio también lo es, pero en
segundo lugar. La participación en la celebración
eucarística, sacramento de la unidad, hace crecer la
comunión conyugal; transforma a la familia entera en
escuela de comunión.
3. Acercarse con frecuencia al sacramento de la
Reconciliación, el perdón transfigurado y transfigurador del
amor conyugal y de la vida familiar.
4. Oración frecuente. Orar es contemplar a Dios, quien
diariamente nos ama tanto, alabarlo, darle gracias por los
bienes recibidos y pedirle perdón y ayuda para superar
nuestras dificultades. «Nunca se debe hablar de Dios si
antes no se ha hablado con Él»; nuestra vida ha de ser una
permanente conversación con Jesucristo, con Dios Padre y
con el Espíritu Santo.
PARA LA ORACIÓN
❖ Oremos juntos:
¡Oh, Jesús!,
ayúdame a esparcir tu fragancia
por dondequiera que vaya.
¡Oh, Jesús!,
inunda mi alma de tu Espíritu,
de tu Espíritu y vida.
Penétrame y aduéñate tan por completo de mí,
que toda mi vida
sea una irradiación de la tuya, mi Señor.
(Cardenal J. H. Newman)
13
1. Iglesia doméstica
La familia cristiana se denomina con toda razón «Iglesia
doméstica», «Iglesia en miniatura» o «pequeña Iglesia» (FC 49; LG
11). Se trata de una afirmación de índole teológica —eclesiológica
en concreto— y no solo de una constatación meramente
sociológica, en cuanto que la parroquia no es reductible a la mera
suma de sus familias. Los vínculos entre Iglesia y familia cristiana
están radicados en el ser nuevo de la familia que aporta el
sacramento del Matrimonio. La familia cristiana constituye, pues, la
Iglesia particular más pequeña; si queremos, la más básica e
imperfecta, incluso la más vulnerable, pero la primera expresión
histórica de la misma, la más fundamental y más cercana a todos.
Los cristianos hemos aprendido a través de una familia cristiana lo
que es la Iglesia y, por medio de la familia, hemos sido incorporados
a ella. Jesucristo sale al encuentro de los esposos cristianos en el
sacramento (GS 48 b), se hace Camino y acompañante vuestro
como los dos de Emaús (Lc 24,13-35). Cleofás y el otro son símbolo
de los esposos cristianos que, caminando de dos en dos, su vida
compartida es mezcla de consolaciones y desolaciones;
apoyándose juntos y recíprocamente, sabréis superar con
esperanza las decepciones y dificultades de la vida familiar, al sentir
de cerca la presencia del Resucitado en vuestros pasos. También en
vosotros arderá vuestro corazón cuando la Palabra os interprete
vuestra historia familiar y lo reconozcáis en la «fracción del pan»,
sentado a vuestra mesa, en vuestra casa. Pero, no basta con
edificar bien vuestra Iglesia doméstica, sino que —incluso para ello
— es imprescindible acudir a la Comunidad de referencia, la Gran
Iglesia, presidida por los apóstoles y sus sucesores.
San Pablo afirma que también los casados tienen su carisma
eclesial propio en medio del Pueblo de Dios (I Cor 7,7). Los esposos
tienen una vocación, un estado de santidad específico y un «lugar»
eclesial. Llamados ambos por Cristo como Amigo personal y común,
mediante el misterio del amor que Dios ha hecho brotar entre
vosotros, queridos novios, estáis descubriendo que Él os invita a
participar en un Amor más grande, ampliación de vuestro horizonte
inicial. Los dos, varón y mujer, en cuanto matrimonio, en cuanto
«conyugados» por el sacramento del Matrimonio —uncidos por el
mismo yugo de gracia para trabajar en una misma dirección—,
participáis en la edificación de la Iglesia, una, santa, católica y
apostólica, fundamentalmente en vosotros mismos —en cuanto
esposos— y en vuestros hijos —como padres—. Los esposos tienen
uno y hasta numéricamente el mismo carisma, en común, expresión
de una comunidad inicial y básica —de dos en dos, en cuanto
matrimonio—, destinada a ampliarse con hijos para el cielo.
Además, los esposos han de traspasar los muros de su hogar, para
aportar desde su visión matrimonial y familiar, propia del carisma
común recibido, su participación imprescindible en la misión de la
Gran Iglesia y en la edificación de la sociedad civil, transformando
evangélicamente las realidades temporales.
Existe una prioridad de la Iglesia católica para configurar a su
imagen cada una de las expresiones locales de la Iglesia particular.
Por eso cada familia cristiana es engendrada y modelada según la
«Gran Iglesia». Pero también cada Iglesia particular aporta su
riqueza específica a la unidad católica. Unidad no equivale a
uniformidad empobrecedora. La aportación específica de la familia
cristiana es recordar a todo el Pueblo de Dios y a toda la Humanidad
que ha de constituir la gran Familia de los hijos de Dios.
1. Un buen objetivo: «hacer de cada familia una Iglesia doméstica», edificada sobre
roca. ¿Nos estamos preparando durante el noviazgo para ser Iglesia doméstica
en medio del mundo y singularmente dentro de nuestro hogar en cuanto esposos
y padres cristianos? ¿Estamos aprendiendo durante el noviazgo su modalidad
esencialmente comunitaria: «escuela de comunión» mediante el amor?
2. ¿Estamos convencidos de que el «ministerio conyugal» constituye verdadera y
propiamente un ministerio eclesial confiado a nosotros por Cristo y por la Iglesia?
¿Estamos ya edificando la comunidad de personas en nosotros, queridos novios,
mediante el amor y en el servicio a la vida?
PARA LA ORACIÓN
FAMILIA EVANGELIZADORA Y
TRANSMISORA DE LA FE
5. Educar en austeridad
En el tipo de sociedad en la que educamos es muy importante
valorar una virtud tan importante como la austeridad. Tenemos
muchas cosas, demasiadas, desde pequeños estamos inmersos en
un consumismo exagerado; tener, comprar, derrochar son actitudes
normales en nuestras familias; esto, independientemente de la falta
de justicia y de caridad que comporta, es totalmente negativo para la
educación de nuestros hijos. Hemos de esforzarnos por educar de
forma austera; les prepararíamos de una forma excelente para el
futuro. Un niño que ha deseado «cosas» —juguetes, ropa, viajes,
etc.— y que le ha costado esfuerzo conseguirlas, es una persona
que valora lo que tiene, lo cuida y disfruta. Al contrario, ¡cuántos
jóvenes —y menos jóvenes— se sienten cansados, aburridos,
porque nada les satisface!; lo han tenido todo, lo han conseguido sin
esfuerzo y no les llena nada; han matado en ellos la capacidad de
ilusionarse por las cosas. Pensamos que educarles en austeridad es
la mejor herencia que podemos dejar a nuestros hijos.
Juan Pablo II, en la exhortación «Familiaris consortio», reconoce
las dificultades con las que se encuentran los esposos para educar
a los hijos en los valores esenciales de la vida humana y pide
confianza y valentía para adoptar un estilo de vida sencillo y austero
en el que se valore la justicia y el respeto a los demás, considerando
el ejemplo de los padres como la pedagogía más eficaz.
PARA LA ORACIÓN
1. El expediente matrimonial
Ahora comprenderemos que lo verdaderamente importante es estar
preparado para «casarse como Dios manda». Pero también es
necesario saber «el papeleo» que hace falta. Por eso vamos a
hablar de ello.
Lo que necesitaréis
Para casarse hay que hacer un expediente matrimonial mediante
el cual se constate vuestro estado de libertad y capacidad para
contraer matrimonio, declarando vuestras intenciones. Si el novio y
la novia pertenecen a una misma parroquia, solo se hace un
expediente. Cuando son de distinta parroquia pero dentro de una
misma diócesis, cada uno hará su expediente en la suya, que
después se unirán en la parroquia donde os caséis. Si celebráis el
Matrimonio en otra diócesis, entonces, lo llevareis a la Notaría del
Obispado para dar traslado del expediente a la diócesis de la
parroquia donde os caséis (Atestado de Libertad). El examen de los
contrayentes y de los testigos siempre se hace por separado y bajo
juramento, corroborado con su firma. Los papeles que cada
contrayente debe entregar son estos:
a) La partida de Bautismo. Si te casas en la parroquia donde
fuiste bautizado, el mismo párroco la hará. Si no es así,
debes pedirla en la parroquia donde te bautizaron. Debes
tener en cuenta dos cosas: la validez de las partidas de
Bautismo es de seis meses. Y, en caso, de estar bautizado
en una parroquia de diócesis distinta, deberá estar legalizada
por la Notaría de dicho obispado.
b) La Partida de Nacimiento (Libro de Familia de vuestros
padres, solo vuestra hoja).
c) El certificado de haber realizado el cursillo
prematrimonial (o equivalente).
d) Además tenéis que presentar dos testigos, mayores de
edad, que no sean familiares vuestros y que lleven el DNI. Si
sois de distinta parroquia, cada uno los presentará en la
suya. Así de fácil y así de sencillo.
Al juzgado no tenéis que ir para nada con anterioridad a la
celebración litúrgica del sacramento del Matrimonio. Según los
acuerdos de la Iglesia con el Estado español, el Matrimonio católico
tiene por sí mismo validez civil. De ahí la obligación del párroco y,
por tanto, también vuestra de entregar la copia correspondiente al
Juzgado Civil en días siguientes.
2. Algunos consejos prácticos
a) Quedad de acuerdo con el sacerdote celebrante sobre el modo
de realizar la ceremonia. Algunas normas prácticas son distintas
en cada lugar.
b) La decoración es cuestión de los contrayentes.
c) No olvidéis que, quien pone los medios (luz, personal, local,
calefacción) es la parroquia. Sed generosos con vuestro
donativo.
d) Los fotógrafos, que lo hagan con discreción, evitando, por
ejemplo, fotos en la consagración o en la homilía, el subirse a
los bancos, cruzarse por delante del altar…
e) Los niños que llevan los anillos y las arras, que no sean
excesivamente pequeños (anillos por los suelos).
f) Puntualidad por respeto a vuestro sacramento y por los que han
llegado para acompañaros. Invitación a los amigos para que
participen en la celebración litúrgica de vuestra boda; no solo en
el banquete.
g) Elegid bien las lecturas; preocuparos en realizar algunas
peticiones especiales y referentes a la Iglesia, a los novios, la
familia, los amigos y los pobres.
PARA LA ORACIÓN
Oh Dios, que unes la mujer al varón y otorgas a esta unión, establecida desde el
principio, la única bendición que no fue abolida ni por la pena del pecado
original, ni por el castigo del diluvio.
Mira con bondad a estos hijos tuyos que unidos en Matrimonio, piden ser
fortalecidos con tu bendición. Envía sobre ellos la gracia del Espíritu Santo, para
que tu amor derramado en sus corazones, los haga permanecer fieles en la
alianza conyugal. Abunde en tu hija N. el don del amor y de la paz, e imite los
ejemplos de las santas mujeres, cuyas alabanzas proclama la Escritura. Confíe
en ella el corazón de N., su esposo, teniéndola por copartícipe y coheredera de
una misma gracia y una misma vida, la respete y ame siempre como Cristo ama
a su Iglesia.
1. A la luz de la relación intrínseca entre familia y vida, ¿por qué «el futuro de la
humanidad se fragua en la familia»?
2. ¿Por qué la procreación humana debe tener lugar exclusivamente dentro del
matrimonio? ¿Qué diferencia hay entre procreación (seres humanos) y
reproducción (animales)? ¿Cuáles son los principales ámbitos que la familia
realiza en servicio a la vida —natural y sobrenatural—: procreación y educación
de los hijos, enfermos, ancianos y cada persona en el hogar?
3. El respeto a la vida desde su momento de origen, durante cualquier situación por
precaria o débil que sea, y hasta su momento final, constituye el primer derecho
humano. ¿Qué valoración moral tenemos sobre el respeto absoluto a la dignidad
personal del embrión humano, la eutanasia, la fecundación in vitro, las células
madre, la clonación, así como de otras técnicas de reproducción artificial que
hemos enumerado? ¿Quién nos podría ayudar en conocer y con qué medios lo
que la Iglesia afirma al respecto?
PARA LA ORACIÓN
❖ Oremos juntos:
Oh María,
aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a ti confiamos la causa de la vida:
mira, Madre, el número inmenso
de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas
de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia
o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu Hijo
sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo
el evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo
como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud
durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo
con solícita constancia, para construir,
junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD
1. ¿Qué ha supuesto mi familia para mí? ¿Es algo más que una pensión? ¿Qué
aporto yo a mi familia?
2. ¿Cómo me gustaría que fuese nuestra familia del futuro (próximo)?
3. Dada la prioridad social de la familia y la necesidad de una participación asociada
en la vida pública, ¿qué tipo de asociaciones familiares a nivel local podríamos
fomentar o en cuáles participar?
PARA LA ORACIÓN