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Gustavo Stiglitz-Retorno A La Juntura
Gustavo Stiglitz-Retorno A La Juntura
Retorno a la juntura
“Ante el loco, ante el delirante, no olvides que eres, o que fuiste, analizante, y
que también tú hablabas de lo que no existe”. Así cerraba Miller su
texto Ironía[i] en 1993.
En ese texto propuso oponer a la clínica diferencial entre neurosis y psicosis,
una “clínica universal del delirio”.
Delirante y analizante, ambos hablan de lo que no existe. En eso no hay
diferencia. Pero no tienen la misma relación con lalengua.
Miller había entendido al Lacan que en 1979 dijo que “todo el mundo está loco,
es decir, delirante”[ii]. ¿Podemos suponer que Lacan se apoyó en Freud para
pronunciar semejante enormidad? ¿En qué punto de la teoría freudiana?
En el Freud que consideraba que todo era sueño, pero sobre todo en el Freud
que discutió contra sí mismo, sobre la diferencia entre neurosis y psicosis.
Primeramente, en su texto Neurosis y psicosis[iii] (1923) diferenció por un lado
a las neurosis, en las que el yo obediente a la realidad reprimía y así se separaba
de una parte del Ello y por otro lado a las psicosis, en las que la dependencia
del Ello las separaba de un trozo de realidad. Por lo tanto, la pérdida de la
realidad era un fenómeno psicótico y no tenía lugar en la neurosis.
Al año siguiente, en cambio, en La pérdida de la realidad en la neurosis y la
psicosis[iv], Freud reconoce que esto no condice con la observación de que en la
neurosis la relación del sujeto con la realidad también está perturbada y que la
neurosis misma es una huída de la realidad.
Y es muy interesante ver cómo ya desde este momento, sin que esté enunciado
como tal, es la psicosis la que permite leer a la neurosis y no al revés.
“La contradicción subsiste – dice Freud, la contradicción entre los dos textos con
un año de diferencia – solamente mientras nos limitamos a considerar la
situación inicial de la neurosis, en la cual el yo lleva a cabo la represión de una
tendencia instintiva obedeciendo a los dictados de la realidad. Pero esto no es
todavía la neurosis misma. Esta consiste más bien en los procesos que aportan
una compensación a la parte perjudicada del Ello…” es decir, que en la neurosis
también hay pérdida de la realidad a partir de algo que no cesa de no
inscribirse en lo simbólico.
El padecimiento es causado por las ficciones que el sujeto se inventó para tratar
lo real. Cuando llegan al psicoanalista es porque hay que tratar al tratamiento
que se inventó, porque lo hace padecer de más.
Se trata entonces de reducir las ficciones auto terapéuticas hasta agotar lo más
posible el sentido – nunca del todo – recortar el síntoma y llegar, más allá, al
uso lógico del mismo, lo que llamamos el sinthome al final del análisis.
En las psicosis, lo que cambia no es solo la estofa de lo que sustituye al vacío en
lo simbólico sino que, correlativamente, es el lugar del psicoanalista lo que
cambia.
Este deja de hacer uso del semblante que más convenga para conmover la
defensa, para pasar a ser el punto fijo, el que dice una especie “por acá sí,
por acá no…”, que le permita al sujeto sostenerse en el mundo con su
invento, delirante, y volverlo lo más eficaz posible ante los embates de lo
real.
“En consecuencia – dice Freud – tanto la neurosis como la psicosis son
expresión de la rebeldía del Ello contra el mundo exterior (entendamos aquí, el
efecto del empuje pulsional y del eco de este empuje en el cuerpo) o, si se
quiere de su incapacidad para adaptarse a la realidad (necesidad),
diferenciándose mucho más entre sí en la primera reacción inicial – la pérdida
de realidad – que en la tentativa de reparación a ella consecutiva.[v]”
En ambas entonces se trata de la “creación de una nueva realidad”[vi].
Fantasmática en la neurosis, delirante en la psicosis.
Pero si tenemos en cuenta que ambas son producciones de sentido ante un
goce insensato, ambas son delirantes.
Lacan tardó algo más que Freud en dar la vuelta en relación a esta cuestión,
pero la llevó mucho más lejos.
Entre el “No se vuelve loco quien quiere”, escrito en las paredes de la guardia en
Sainte Anne y el “todo el mundo está loco, es decir, delira”, pasaron unos años.
Además de que no se oponen, la consecuencia del pasaje de una afirmación a la
otra es radical.
Entonces, si bien encontramos el fundamento freudiano de “todo el mundo es
loco”, eso nos pone frente a Freud, en tanto para él el arquetipo del analizante
era el neurótico.
Para nosotros en cambio, el arquetipo es el todos locos y allí tendremos que
diferenciar el “todo el mundo es loco, es decir, delira”, por el hecho de ser seres
hablantes, lo que determina una radical inadecuación entre lo real y lo mental,
diferenciarlo digo, de la locura de cada uno, es decir el invento por el que se
realizó el nudo, lo que se transmite en el pase, y por otro lado, la singularidad
de un sujeto psicótico.
En Ironía, Miller nos dice que el esquizofrénico es el único sujeto que no se
defiende de lo real por medio de lo simbólico, porque para él el significante es
real.
Recuerdo un paciente psicótico en una institución que cuando se le dijo ante
sus certezas inquebrantables, que convenía dejar alguna puerta abierta,
tratando de abrir alguna dialéctica, se puso de pie y fue a abrir las puertas del
consultorio, demostrando el valor real del significante.
Fue una ironía. La ironía esquizofrénica que va contra el Otro, que muestra que
el Otro no existe. A diferencia del humor que no va sin el Otro.
Sería un error tomar eso como un witz. No va dirigido a ningún Otro, sino que
denuncia su estatuto de semblante.
En eso, en la dependencia del semblante para tratar lo real, hay sutil frontera
entre neurosis y psicosis.