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Para hablar sobre la historia de la profesión de Trabajo Social en Puerto Rico,

es necesario investigar acerca de la situación de la isla para el momento en que


aparecieron los primeros trabajadores sociales en nuestro país. Esto sucedió en los
últimos años de la década del 1920, cuando la Sra. Dorothy Bourne seleccionó 30
mujeres puertorriqueñas para que hicieran el tan necesario trabajo social,
especialmente en áreas rurales de nuestro país. Debemos señalar que estas mujeres
no poseían el título de Trabajadora Social, pero sí contaban con lo más importante,
es decir, el entusiasmo, amor y dedicación por la gente de su patria.

En La gran depresión del 1929 y Puerto Rico, un artículo escrito en 2009, por
Mario R. Cancel, se nos explica que para el año 1925, reinaba en la isla un clima de
inseguridad económica y social muy grande. El estatus político de la isla no era
seguro, lo que hacía peor la realidad de los puertorriqueños. Los precios se
mantenían altos para garantizar un buen margen de ganancia a los vendedores,
pero los salarios de los trabajadores se mantenían iguales, por lo que se le
dificultaba a la clase desfavorecida, la compra de alimentos y otros productos de
primera necesidad. Esta situación imperó por varias décadas, específicamente
desde que Estados Unidos comenzó a tener injerencia en la isla.

“Los efectos de la crisis de 1929 sobre Puerto Rico fueron devastadores. Los
primeros 30 años de presencia estadounidense en Puerto Rico no habían sido
esplendorosos. Hacia 1929 el país vivía un momento de pobreza mayor incluso que
en tiempos de España. La expansión del capital agrario estadounidense en el país
había causado una significativa voracidad por la tierra aumentando su precio y
convirtiéndola en un bien inaccesible para numerosos puertorriqueños. Para una
sociedad tradicional como la nuestra, que idealizaba la pequeña propiedad como
panacea de todos los males sociales, la falta de acceso a la misma representaba el
mal mayor. La idea de que bajo el dominio de estados Unidos el país era “más
pobre” que bajo España, se aceptaba como una verdad incuestionable en
numerosos núcleos.”

La situación se empeoró debido a que varios huracanes catastróficos pasaron


por el área dejando a la isla sumida en una gran inestabilidad. De acuerdo al Sr.
Cancel, aunque algunas industrias que operaban en ese tiempo, pudieron
mantenerse a flote, no fue así con la industria agropecuaria, que fue afectada
directamente por estos fenómenos.

“A pesar de que la industria de la aguja y la producción de azúcares


demostraron una gran capacidad de recuperación en aquel momento, la
producción de tabaco, café y frutos menores se vio más afectaba por aquel
fenómeno económico. Hacia el año 1933, las cifras oficiales de desempleo
ascendían al 65% y muy pocos obreros puertorriqueños podían cubrir sus
necesidades inmediatas con los salarios bajos que recibían. El trabajo estacional, es
decir, el mito del “tiempo muerto”, tan bien recogido por el escritor Manuel
Méndez Ballester en su obra homónima, y por Luis Muñoz Marín en su discurso
histórico, y la multiplicación de las jornadas parciales, no permitían al productor
directo salir de su estado de miseria.”

Es en este escenario que comienza la obra de las primeras trabajadoras


sociales de Puerto Rico: un clima económico y social totalmente inestable, de
pobreza, y sin ninguna probabilidad de mejorar, y por otro lado, la confianza que
habían puesto los puertorriqueños en las promesas americanas, se había
desvanecido. Había mucho trabajo que realizar pero muy pocos recursos a los que
echar mano. Fue una situación demasiado retadora a la que debieron enfrentarse
estas espectaculares mujeres.

La Dra. Nilsa M. Burgos Ortiz hizo una muy buena investigación acerca del
origen de la profesión de trabajo social en la isla. La Dra. Burgos consiguió el
testimonio de varias de estas profesionales que estaban vivas al momento de la
investigación. Toda la información que logró conseguir, la plasmó en su libro
Pioneras de la profesión de Trabajo Social en Puerto Rico.

De aquí se desprende que las primeras trabajadoras sociales en Puerto Rico


fueron unas treinta, mujeres todas, y que a pesar de que tenían estudios
universitarios, no era precisamente en trabajo social. La mayoría volvieron a la
universidad a tomar algunos cursos de ciencias sociales, para así prepararse mejor
para enfrentar los retos que conllevaba aquella profesión en la que estaban
incursionando. Cabe señalar que muchas de ellas viajaron a los Estados Unidos a
estudiar en diferentes universidades. Además, estas mujeres, la mayoría de ellas
maestras de profesión, se prepararon para poder conocer mejor y más de cerca los
problemas económicos, sociales y de salud que más afectaban las comunidades
pobres y cómo ayudar a aliviar esas necesidades. Escribe la Dra. Burgos:

“Los propósitos principales para la primera sesión de verano fueron: ofrecer a


las estudiantes (las trabajadoras sociales) una idea general de los principios y
técnicas de trabajo social; estudiar

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