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Texto Jaar
Texto Jaar
Prácticas de piedad
(Sobre El silencio de Nduwayezu de Alfredo Jaar) *
“No, nada que decir de esas fotos en las que veo batas blancas, camillas, cuerpos
extendidos en el suelo, trozos de cristal, etcétera. ¡Ah, si por lo menos hubiese
una mirada, la mirada de un sujeto, si alguien en la foto me mirase”
Ver sin mirar y, lo que es peor, sin mirar a los demás, se cuenta entre los
fenómenos más inquietantes de nuestro tiempo. En los transportes públicos, las
salas de espera, los ascensores u otros lugares de intercambio social, los
contactos visuales intensos están prácticamente prohibidos o apenas permitidos
bajo esa forma neutra, nerviosa, furtiva o puramente orientadora que David Le
Breton llama “desatención cortés” y que describe como una “mirada
desritualizada” (1). (De ella no conozco una alegoría mejor que Film, la única
película de Samuel Becket, protagonizada por un sujeto que emprende una loca
carrera evitando en todo momento mirar y ser mirado; su contraparte, en tanto,
podría ser aquella perfomance de Vito Acconci en la que el artista mira una por
una a las 60 personas que ocupan la sala). Es un signo tal vez del angustioso
temor que experimentan los hombres de hoy de ser tocados por lo desconocido o
ser arrancados de su introversión por la intimidad relacional que toda mirada
genuina entraña; consecuencia, en el fondo, de una conducta adaptativa
aberrante, que en un contexto vital en el que proliferan las impresiones o los
shocks potencialmente desestabilizantes, quisiera garantizar a toda costa un
equilibrio en la economía psíquica de los individuos, aunque sea al precio de un
incremento alarmante de lo que vamos a llamar, con Simmel, la indolencia.
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informativo en que esa mirada aparece deja en nosotros una huella palpable: crea
aptitudes de atención, desautomatiza nuestra percepción y, en el mejor de los
casos - que es el que espera - nos obliga a traducirla en una respuesta activa. De
aquí que el arte de Jaar posea, además de una fuerza ética y estética, una
marcada fuerza política. Crear en el espectador un “compromiso de piedad”, esto
es, de atención, pero también de com-pasión (en el sentido empatía responsable),
susceptible de generar una respuesta activa también en las afueras del museo, y
todo ello en un contexto visual en el que sólo se propicia la mirada objetivadora y
la indolencia: tal vez sea esta la única tarea verdaderamente política del arte de
nuestros días.
Volcada como nunca antes hacia los aspectos más traumáticos de lo real,
dicha política visual sobre todo exige del arte, so pena de volverse “despiadado”,
no consentir, como dice Virilio , a la “presentación ostensible” y “conformista” del
horror (piénsese en la exposición Sensation realizada en Nueva York a comienzos
de los 90) en reemplazo de su “demostración” estética. Y es que no basta con
registrar la hostilidad del mundo, es preciso también enjuiciarla, hacer saber,
“hacer ver” que la piedad, antes que una devoción por aquello que nos sobrepasa,
es una virtud, una virtud de la justicia.
BRUNO CUNEO
NOTAS
* Este artículo fue publicado originalmente en Jaar / SCL, catálogo editado por Adriana Valdés con
ocasión de la primera muestra antológica de Alfredo Jaar en Chile, organizada por la Fundación
Telefónica el año 2006. La presente versión se publicó en francés en la revista Socio-
Anthropologie, nº 34 (2016), Publications De La Sorbonne, traducido por Marc Berdet.
1
David Le Breton, Les passions ordinaires,. Paris, Armand Colin / Masson,1998.
2
Cf. Ernst Jünger, Sobre el dolor, Barcelona, Tusquets, 1981, pág. 71 y ss. Jünger, quien hace
notar en este ensayo de 1934 que el estreno de la fotografía ante la experiencia del dolor se llevó a
cabo durante la Primera Guerra Mundial, define este dispositivo como “la disciplina del ojo cruel”,
fórmula particularmente elocuente en relación a lo que diré más adelante, y por contraste, sobre lo
que podríamos denominar “la disciplina del ojo piadoso” de Alfredo Jaar.
3
Cf. Susan Sontag, Ante el dolor de los demás, Buenos Aires, Alfaguara, 2003.
10
4. Véase Paul Virilio, “Un arte despiadado”, en El procedimiento silencio, Buenos Aires, Paidós,
2001, pp. 43-83.
5
Cf. Debra Bricker Balken, “Alfredo Jaar: Lament of the images”, en Alfredo Jaar: Lament of the
images, exh. cat. Cambridge, Massachussets, List Visual Arts Center, MIT, 1999.
6
Alfredo Jaar, en Ruben Gallo, “Representation of Violence, Violence of Representation”, Trans, nº
3 / 4 (1997), pág. 59.
7
Sobre la noción de “descalce” en la obra de Jaar, véase Adriana Valdés, “Alfredo Jaar: imágenes
entre culturas”, en Composición de lugar. Santiago de Chile: Universitaria, 1995, pp. 94-95.
8
Mientras que spectare, raíz latina de “espectador”, remite a un acto visual pasivo, el de un sujeto
que frente a un espectáculo, galería de arte o teatro, “mira a” sin resultar modificado, observare,
raíz de “observador”, remite en cambio a una mirada que conforma a la vez la acción del sujeto
que la ejercita. “Mirar a”, en este caso, es también “consentir a” reglas o códigos impuestos o auto-
impuestos. Cf. Jonathan Crary, Techniques of the observer, Massachussets, MIT Press, 1990.