NOMBRES Y APELLIDOS; Daniela Nedavia Mancilla Mujica
CI.; 10661174 TJ. FECHA; 14 – 10 - 2022
El dolor es inevitable, el sufrimiento opcional
El neurólogo, psiquiatra y psicoanalista francés, Boris CyrulnikLa nos indica la definición de
resiliencia es sencilla; en esencia significa la capacidad de iniciar un nuevo proceso de desarrollo después de un trauma. Lo complicado es descubrir qué condiciones la permiten. Porque tanto la seguridad que sentimos durante nuestra infancia como los vínculos que desarrollamos más adelante y la cultura pueden incidir en ese proceso.Pero lo fundamental, enfatiza, se da en los primeros años. Porque para que una persona pueda adquirir los factores que le permiten ser mayormente resiliente, es necesario que se le haya transmitido seguridad en su primera etapa del desarrollo. Y para eso, es necesario que su madre, o cuidadora principal, también haya sentido seguridad y protección, porque en definitiva es ella quien la transfiere. Es necesario también, según explica, contar con un entorno seguro y estructurado por el cuidador principal y alguien más, sea este el padre, la abuela o la profesora. Si el niño se ha sentido protegido y ha adquirido la capacidad de sentir placer, el colegio y todos los desafíos posteriores se podrán superar. Si ha estado, por lo contrario, vulnerabilizado –es decir, que creció en un ambiente de precariedad social en el que fue expuesto a violencias o negligencias emocionales– y su entorno no le aportó seguridad, no se sentirá seguro en sus etapas posteriores. Y eso, por consecuencia, puede tentar en contra de su proceso de superación frente a situaciones adversas.Y es que las características que definen a las personas que tienen mayor predisposición hacia la resiliencia tienen que ver, y dependen en gran medida, del contexto en el que fueron construyendo su personalidad. “Si alguien ha recibido improntas biológicas que lo fortalecieron desde el nacimiento o incluso antes, esa persona se desarrollará, y si le ocurre una desgracia, sabrá enfrentarse a ella. Ahí hablamos de resistencia. Pero si alguien que está traumatizado y que ha crecido con adversidades logra iniciar un nuevo proceso de desarrollo después de enfrentarse a una desgracia, ahí hablamos de resiliencia. Porque la resiliencia, en definitiva, depende un poco de la persona y mucho de su entorno” No se conoce con certeza, según el especialista, cuáles son los neurotransmisores o circuitos neurológicos relacionados a la resiliencia, pero sí se sabe que hay un componente biológico. Entonces las personas que sean más resilientes van a tener por un lado una mayor predisposición genética, pero por otro lado va incidir en su capacidad de resiliencia todo lo previamente mencionado. “Hay hábitos que pueden ayudar a ejercitar la resiliencia: dormir bien, la cantidad de horas necesarias; alimentarse bien y la cantidad adecuada; hacer ejercicio; y contar con ciertas rutinas que estructuren para evitar crear más escenarios de incertidumbre, especialmente en el contexto que vivimos actualmente” Y hay que hacer frente a las adversidades reales: hay que trabajar, hay que estresarse por un examen... Eso son problemas reales. Pero hay que estar preparado para afrontar esas adversidades.Pero si hemos sido abandonados, tenemos miedo de todo. Y si hemos estado demasiado protegidos, también lo tenemos,porque no tenemos confianza propia. Necesitamos inventar una cultura que sea como el mar,con su flujo y su reflujo, como el día y la noche, como los latidos del corazón, una cultura con ritmos.