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REGIMEN DEL EMPLEO PUBLICO

FALLOS CSJ.

 Fallo Ramos:

Votos Dres. Lorenzetti, Petracchi, Higton de Nolasco y Argibay (opinió n comú n).

Dres. Fayt, Maqueda, y Zaffaroni (que propician idéntica solució n al caso) aunque con apoyo en
fundamentos en el Sistema Interamericano de DDHH que no invocan los primeros.

Este criterio uniforme de la CSJN establece que la pretensió n de la APN de extinguir una relació n de
empleo construida a partir de la mú ltiple renovació n de contratos de plazos pequeñ os y destinados
a la realizació n de tareas ordinarias constituye un ejemplo típico de conducta contraria a la buena
fé.

Esa conducta es ilegítima pues supone la utilizació n de… «figuras jurídicas autorizadas legalmente
para casos excepcionales, con una evidente desviación de poder…» «… con el objeto de encubrir una
designación permanente bajo la apariencia de un contrato por tiempo determinado» «…Esa conducta
ilegítima no transforma la relación contractual en un empleo con carácter permanente…» «… pero
hacen hacer la responsabilidad del Estado que debe gobernarse por las reglas del derecho público,
para lo cual corresponde acudir al precepto incluido en el Art. 11 LM 25.164…».

 Fallo Sánchez:

Si se lee con atenció n conduce a la ratificació n del criterio superador al que arribó la CSJN en el caso
Ramos.

Las razones por las cuales el Tribunal no hace lugar a la demanda de Sá nchez contra la AGN,
estriban justamente en la imposibilidad de predicar la regla enunciada en el caso antes mencionado
con relació n a este otro, por no haberse demostrado que las tareas encomendadas a Sá nchez no
hubieran sido especiales ni incorrecta la utilizació n de figuras jurídicas autorizadas para casos
excepcionales.
Se puede discutir si es lícito que sea el actor el que deba correr con la carga de probar el cará cter
ordinario de sus tareas, siendo la APN quien invocó su excepcionalidad para justificar la
contratació n y el apartamiento a los principios generales, en especial cuando se reparan en los
criterios de la cargas diná micas de la prueba y de la presunció n hominis que se desprende de las
reiteradas renovaciones y el extenso plazo de contratació n.

Puede pretenderse que las características del Decreto 4381/73 no difieren tan sustancialmente de
aquellas que disciplinan los contratos de la Ley 11.672 ya que la existencia de estudios, proyectos,
y/o programas especiales es asimilable a los proyectos de investigació n científica y desarrollo
tecnoló gico a los que alude el primer reglamento mencionado.

Pero lo que no puede ponerse en crisis es que la Corte ha ratificado la senda correcta iniciada en
Ramos: esto es, que la ruptura intempestiva de una relació n de trabajo escondida tras sucesivas
renovaciones de servicios temporales, para la realizació n de tareas ordinarias de la APN, violenta el
deber de buena fe y constituye un acto ilícito que genera la obligació n estatal de responder
conforme a las normas de derecho pú blico.

En este caso la actora no ha logrado acreditar que la AGN haya usado figuras jurídicas autorizadas
legalmente para casos excepcionales con la desviació n de poder consistente en encubrir una
designació n permanente bajo un contrato por tiempo determinado.

Los tres magistrados que votaron en minoría en el caso Sanchez (Fayt, Maqueda y Zaffaroni)
reclamaron la aplicació n del criterio aplicado en Ramos, derivada de la estricta consideració n de las
reglas onus probando.

CONCLONCLUSIONES.

En estos dos fallos se consagra la doctrina de que la violació n al deber impuesto al principio de
buena fe no solo se configura por conductas activas como la de rescisió n expresa de los contratos de
locació n de servicios, sino también mediante conductas omisivas que vulneran el deber de obrar de
manera contraria, generando la responsabilidad del Estado.

Se consolida en estos fallos el principio «pro-hominem» de los agentes pú blicos


En fallos 330:1989 la Corte viene sosteniendo: El decidido impulso hacia la progresividad en la
plena efectividad de los DDHH, propio de los tratados internacionales en la materia, sumado al
principio pro-homine, connatural con estos documentos, determinan que el intérprete debe escoger
dentro de lo que la norma posibilita el resultado que proteja en mayor medida la persona humana.
Y esta pauta se impone aú n con mayor intensidad cuando su aplicació n no entrañ e colisió n alguna
con el derecho así interpretado, con otros valores, principios, atribuciones o derechos
constitucionales.

Ni la dignidad del hombre ni la buena fe del Estado, ni la prevenció n de la corrupció n aceptaban


mantener la modalidad de empleo utilizada en Ramos sin una indemnizació n ante la extinció n
arbitraria.

Tampoco podría justificarse la utilizació n de esta modalidad de contratació n por el ahorro derivado
de no aportar a los sistemas previsionales o de no pagar los aportes de obra social o de reemplazar
el reemplazo de personal.

Privar a quienes contratan con la Administració n hasta de la estabilidad impropia típica de la


relació n de trabajo privad constituye una rémora de viejos postulados que no se concilia ya con las
bases esenciales de nuestro derecho.

Tampoco la extinció n arbitraria de la relació n no se puede justificar ni ocultar bajo la aplicació n de


la doctrina de los actos propios que se exigía a la gente que ponía en juego la supervivencia propia y
de su familia, mientras que el Estado no la mantenía para sí.

Los fallos mencionados han establecido una nueva doctrina en materia de empleo pú blico
«contratado», segú n la cual la renovació n reiterada de contratos temporales para la realizació n de
tareas ordinarias para la Administració n no muta la condició n de esos trabajadores, que no
adquieren la estabilidad propia del empleo pú blico permanente pero que obliga a indemnizar en
caso de interrupció n intempestiva de la relació n jurídica con base en la ilegalidad derivada de la
utilizació n de figuras jurídicas con finalidad distinta a las de su creació n, y en resumen de la
violació n del deber de buena fe.

 Caso Schnaiderman:
Se accionó a efectos de la declaració n de nulidad e inconstitucionalidad de la Res. 1/00 de la ex
Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nació n que canceló una designació n por concurso en el
nivel A de SINAPA para el cargo de asesor técnico en inmobiliario registral y catastral.

Subsidiariamente se planteó la nulidad e inconstitucionalidad del Art. 25 del CCT para la APN
(homologado por Decreto 66/99). En virtud de este durante el período de prueba la designació n del
agente podía cancelarse intempestivamente.

La resolució n cuestionada, se había limitado a dar cuenta que el actor no se encontraba alcanzado
por el derecho a la estabilidad y que dicha medida se dictaba en uso de las facultades conferidas por
el artículo citado.

La Corte Suprema manifestó que, si bien la cancelació n de una designació n en planta permanente
durante el transcurso del período de prueba es una facultad discrecional, ello no exime a la
Administració n del respeto a los recaudos formales previstos por el decreto-ley 19.549/72, en
cuanto a los requisitos exigidos para la validez de los actos administrativos.

Tampoco estaría habilitada la APN para justificar una decisió n irrazonable, arbitraria o
discriminatoria, resultando esto aplicable incluso a cuestiones relativas a la extinció n de vínculos
del personal contratado.

El tribunal ha establecido, así, que «… el control judicial de los actos denominados discrecionales debe
encuadrarse, por un lado, en los elementos reglados de la decisión, esencialmente, la competencia, la
forma, la causa y la finalidad del acto, y por otro, en el examen de su razonabilidad”.

Se consideró que la correlació n del Art. 17 inc. A de la ley 25.1564 con la facultad que el art. 25 del
CCT confería a la autoridad administrativa para cancelar la designació n durante el período de
prueba habría tenido por objeto brindar a la Administració n la posibilidad de que evalú e la
idoneidad de la gente.

No se habría podido revocar un nombramiento – menos aú n de un agente designado por concurso –


sin expresar razones justificativas para ello.

La resolució n impugnada había omitido formular fundamentos que la tornaran razonable. Por
tratarse de un acto desprovisto del elemento causa, requisito esencial para su validez, como
asimismo del elemento motivació n, dicha omisió n tornaba el acto ilegítimo, constituyendo tales
vicios causales de su nulidad (art. 7 y 14 de la Ley 19.549).

No podría dispensarse tal falencia invocá ndose el ejercicio de potestades discrecionales,


imponiendo estas – incluso una observancia má s estricta de la debida motivació n.

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