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Postmodernidad - Preguntas Debates y Perspectivas
Postmodernidad - Preguntas Debates y Perspectivas
POSTMODERNIDAD
Preguntas, debates y perspectivas
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POSTMODERNIDAD
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Preguntas, debates y perspectivas
POSTMODERNIDAD
Preguntas, debates y perspectivas
Ediciones
Abya-Yala
1998
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POSTMODERNIDAD
POSTMODERNIDAD
Autores varios
1a Edición
1998 Ediciones Abya-Yala
Av. 12 de Octubre 14-30 y
Wilson Casilla 17-12-719
Télf: 562-633/506-217/506-251
Fax: (593 2) 506255
E-mail: editorial@abyayala.org
http://www.abyayala.org
Quito, Ecuador
Autoedición: Abya-Yala Editing
Quito, Ecuador
ISBN: 9978-04-358-6
Impresión: Digital DocuTech
Quito-Ecuador
1998
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Preguntas, debates y perspectivas
ÍNDICE
El fin de la alteridad.........................................................................................125
Antonio Gutiérrez
¿Secularización o ilusión?................................................................................131
Grupo Symploké
Alberto Luque
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POSTMODERNIDAD
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Preguntas, debates y perspectivas
LOS REFERENTES DE UNA
ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
POSMODERNA
L
a corriente que denominamos antropología posmoderna tiene, tanto
en su surgimiento como en su posterior y peculiar desarrollo, refe-
rentes no estrictamente antropológicos. Analizaremos a continua-
ción los más significativos, si bien ha de tenerse en cuenta que las influen-
cias caracterizadoras de la posmodernidad son muy variadas y no se
loca- lizan exclusivamente entre determinados sistemas de pensamiento
–aun- que ésta será la única dimensión que abordemos– sino también, y
de ma- nera muy especial, en las diferentes actividades artísticas: danza,
teatro, pintura, cine...
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posibilitan como por la falta de medios para una posterior función
propositiva.
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2. La posmodernidad antropológica
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mencionados pero claramente insuficiente; proponemos los siguientes ele-
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4. Bibliografía
DERRIDA, Jacques,
1971 De la gramatología, Siglo XXI, Buenos Aires.
DIAMOND, Stanley,
1987 In search of the primitive. A critique of civilization, Transaction Books, New Jer-
sey.
DIAMOND, Stanley y Belasco, Bernard,
1982 “De la cultura primitiva a la cultura moderna”, Anagrama, Barcelona.
FOUCAULT, Michel,
1984 Las palabras y las cosas, Planeta-Agostini, Barcelona.
GEERTZ, Clifford,
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GEERTZ, Clifford,
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GEERTZ, Clifford,
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MUGA, Jesús,
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1991 El surgimiento de la antropología posmoderna, Gedisa, Barcelona.
Varios autores; Clifford, James y Marcus, George (eds.),
1991 Retóricas de la antropología, Júcar Universidad, Madrid.
VATTIMO, Gianni,
1995 El fin de la modernidad, Gedisa, Barcelona.
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Preguntas, debates y perspectivas
Introducción
Q
uisiera comenzar esta exposición compartiendo con ustedes
una pregunta que me he planteado hace un tiempo, dando
clases de Epistemología: ¿Por qué surge el pensamiento
científico en Euro-
pa en los siglos XVI y XVII, y no en otra cultura?
Los invito a realizar una primera aproximación para ver como sur-
ge esa racionalidad científica que se ha hipertrofiado y que ha
subvaluado la racionalidad moral. Estaremos de acuerdo en que un
cambio tan pro- fundo no puede producirse de un modo muy brusco, que
es necesaria una transformación de siglos para llegar a esa inversión en
la relación natura- leza-hombre.
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hombre frente POSTMODERNID
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1. El individuo
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de su cuerpo, pero esta experiencia esta organizada de un modo
distinto a la
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impavidez ante los sucesos futuros... Pon en práctica las cosas que te reco-
miendo continuamente y medítalas, estimulándolas como elementos de la
vida feliz. Los estoicos dicen que se debe atender a uno mismo:
“Retírate en ti y allí permanece”. No olvidemos la importancia del retiro en
el medio rural, como un ocio activo para estar consigo mismo y la
naturaleza. Pli- nio aconseja a un amigo que se aparte algunos minutos
al día, o varias se- manas y meses para retirarse dentro de sí. El ocio activo:
estudiar, leer, pre- pararse sobre los reveses de la fortuna o para la muerte.
La filosofía era una meditación y una preparación para la muerte
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Marco Aurelio a Frontón. La carta describe la vida cotidiana . Todos los de-
talles del cuidado de sí, todas las cosas sin importancia que ha hecho. La
importancia del retiro rural en esta carta se debe a que la naturaleza –
co- mo ya dije– ayuda a ponerse en contacto consigo mismo. En las últimas
lí- neas hay una alusión al examen de conciencia al final del día. Aurelio se
va a la cama y mira en su cuaderno lo que tenía intención de hacer y de
qué modo coincide con lo que ha hecho. La carta es la transcripción de ese
es- tado de conciencia. Enfatiza lo que se ha hecho, no lo que se ha
pensado. Esta es la diferencia entre las costumbres durante el período
helenístico e imperial y las del monacato tardío. Pero prefigura la
confesión cristiana.
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l) Imaginar lo peor
2) No en un futuro sino ahora,
3) Convencerse de que no son verdaderas desgracias, son algo que de-
bemos aceptar.
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pensamientos
se relacionan con las reglas (senequista).
3) El cambista.
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que robó pan. La diferencia entre los buenos y los malos pensamientos
es que los malos no pueden ser expresados sin dificultad, porque el mal
está escondido y no dicho. Al final el monje se prosterna y se confiesa, sólo
en- tonces el demonio sale de él. Esta confesión y esta obediencia
configuran la renuncia al propio deseo de cada uno y a su propio yo.
4. Intermedio
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pre- sente. Para ello tomaré a un pensador europeo, pero con amplio
conoci-
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Bibliografía
DUMONT, Louis,
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FOUCAULT, Michel,
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TOURAINE, Alain,
1994 Crítica de la Modernidad, FCE, Buenos Aires.
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Preguntas, debates y perspectivas
A
firma Freud que el hombre ha sido herido en su narcisismo en
tres ocasiones. Primero en la revolución copernicana que
desplazó la tierra del hombre de su lugar central para ponerla
como un plane-
ta que gira alrededor del sol; segundo, Darwin mostró que el ser
humano no tiene un origen divino como todo el mundo lo creía desde
tiempos in- memoriales, y que el origen humano sigue los mismos
mecanismos gené- ticos de las demás especies vivientes. Finalmente, el
propio Freud va a de- mostrar que el sujeto en que domina lo consciente
y racional no existe, y que el centro de nuestra conducta es el
inconsciente.
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Proudhon por moralizar, por ponerse a escribir que la propiedad es un
robo. Esto, dice
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Marx, es justamento lo que no hay que hacer. Lo que si hay que hacer es
ver la forma cómo funciona la sociedad capitalista tal que nos permita
concluir qué es una sociedad de explotación y cómo transformarla. Con
moralizar no hago nada. Tengo que entender la lógica de lo real a que
lle- va a la opresión, la explotación y la vida miserable del trabajador.
Marx creía en una sociedad justa, libertaria, fraternal y humana. Pero no
se po- ne a hacer un canto idílico a la justicia y la fraternidad. Muestra,
en cam- bio, un mundo desgarrado en contradicciones de clase donde es
necesario escudriñar el secreto de esas contradicciones.
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En definitiva, Derrida nos está diciendo que todas esas muertes tan
anunciadas y nunca consumadas constituyen un tono apocalíptico, pero
que éste ya ha llegado a su fin. Esto no nos reenvía a la metafísica del
hu- manismo. Estoy de acuerdo con Derrida en que ya es hora de poner
fin a este tono apocalíptico. La tarea de la filosofía tiene que ser más
afirmativa, más en la línea de lo que Spinoza denomina la potencia de
obrar, que en la destrucción de lo que no debe ser destruido.
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DIONISIOS, ¿moderno o postmoderno?
I. Introducción
H
ace algunos meses, Octavio Paz externó su desacuerdo sobre el tér-
mino “postmodernidad”. Los medievales, añadió, no se sentían me-
dievales. Luego, nosotros no podemos sabernos “postmodernos”.
Pero Paz olvidó el dicho Kafkiano: la estructura de una casa sólo puede
verse cuando amenaza ruina. ¿Y no somos capaces ahora de hablar de la
estructura de la modernidad? También olvidó Paz que los renacentistas,
los ilustrados y los marxistas sí se sabían padres, que no hijos, de su
tiem- po. ¿Acaso nosotros no podemos ser padres de un nuevo tiempo?
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Dionisios pide al hombre que rompa con todas las barreras, que
acabe con la verdad de Apolo. Así la postmodernidad reivindica la
magia, lo diferente, lo irracional. Dionisios desprecia lo objetivo, lo
absoluto y lo lógico.
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condena- do a dar vueltas, hablando con sus fantasmas. Su mal es una
continua in-
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VII.Manifestaciones de la
postmodernidad como
decadencia
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ETICA, POSTMODERNIDAD
Y GLOBALIZACIÓN*
Erwin Silva
1. ¿Qué es la postmodernidad?
C
ada filósofo que se ha ocupado del polémico tema de la postmo-
dernidad nos revela una posición o bien traza los rasgos caracterís-
ticos que tiene esta época hasta el extremo de concebirla como un
estado de ánimo crepuscular, como una melancolía. Asimismo, el término
“postmodernidad” ha tenido avatares acordes con el maestro pensador
que se afana en darle un significado.
* Este documento fue creado por La UCA de Managua, Nicaragua. 03/19/96 10:39 AM.
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dice: “El fin de la historia está inscrito en sus comienzos -la historia, el
hombre presa del tiempo, llevando los estigmas que definen, a la vez, al
tiempo y al hombre... Así como los teólogos hablan, y con justa razón,
de nuestra época como de una época post-cristiana, así se hablará un
día de las ventajas y desventajas de vivir en plena post-historia...El
tiempo histó- rico es un tiempo tan tenso que es difícil no ver cómo
podría no estallar”5.
Por otra parte David Harvey provee una tabla de diferencias entre la
modernidad y la postmodernidad, basándose en el esquema de Ihab
Has- san que es necesario observar a fin de comprender la flexibilidad
de estos términos que se adversan o se complementan. Por ejemplo, en
tanto el modernismo es romántico, el posmodernismo es dadaísta,
mientras uno es jerárquico el otro es anárquico y si el primero predomina
la metáfora en el segundo domina la metonimia y de esta forma
sucesivamente se estable- ce que en la modernidad prevalece lo genital y lo
fálico, la posmodernidad se diferencia por el polimorfismo y la
androginia.
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2. Rasgos de la postmodernidad
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- El retorno de lo sagrado.
Crisis de la ética
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¿Por una ética universalista? ¿O debemos pensar aún si podemos renunciar
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Aunque estamos claros que los problemas no son generados por to-
dos, los problemas son de todos. Por ello, se necesita una ética
planetaria que resuelva incluso la problemática que plantea el mercado
mundial.
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es el Capi- tal15.
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Pero, aparte de lo que afirma Küng acerca del doble rostro de las re-
ligiones, que hay religiones para la guerra y religiones para la paz y esto ha-
ce imposible la paz mundial, debo también comentar las tesis justas de
Raimon Panikkar.
Sin desarme cultural no hay paz. Los elementos de la paz son: Ar-
monía, Libertad, Justicia17. Y, aunque todos estos valores dichos son difíci-
les de alcanzar son la mejor combinación para rebasar las escalas de
valo- res verticales y horizontales. Sin paz no hay libertad. Sin una paz
que sur- ge de la justicia tampoco se puede hablar de paz.
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7 de Diciembre de 1996.
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REFERENCIAS
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3. Op. Cit. pág. 12.
4. Op. Cit. pág. 13.
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11. –– pág.33.I.Fr.1
12. VATTIMO, G.
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13. Serrano Caldera, Alejandro.
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14. BAUDRILLARD, Jean.
1988 “Los éxtasis de la comunicación”. En: la postmodernidad, Barcelona, Kairós, ,
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15. TAMAYO, Juan José.
1994 Presente y futuro de la Teología de la Liberación, Madrid, San Pablo, . págs. 121-
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16. KÜNG, Hans.
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17. PANIKKAR, Raimon.
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18. Mc GREGOR, Felipe.
1996 Cultura de Paz. Su historia y sus mecanismos psicológicos y culturales. Ponencia
en el primer Congreso Latinoamericano de “Relaciones Internacionales e In-
vestigaciones para la Paz. Guatemala, 22-25 de Agosto. págs. 9-16.
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Preguntas, debates y perspectivas
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1. Introducción
L
as nuevas narrativas que han surgido en torno a las tecnologías
inte- ractivas digitales, pueden ser clasificadas en apocalípticas, utilitarias y
utópicas. Los apocalípticos plantean la fragmentación del sujeto, su
soledad frente a la máquina y el control sobre la vida a través de bases
de datos. Los utilitarios creen que es posible aprovechar las tecnologías
en la medida que lo consideremos interesante. Y finalmente, la mayoría
utópica
–encabezada por Bill Gates y Nicholas Negroponte– plantea con
exacerba- do optimismo que entramos a una época de grandes y felices
cambios pro- ducto de la “aldea global” que genera la tecnología digital.
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xión teórica. Como que costaría mucho sacrificio pensar en nuevas pro-
puestas para el nuevo escenario que ha surgido desde mediados de los no-
venta.
2. El cuerpo
“Neither nature nor the body exist anymore, in the Enlightenment sense,
both are irredeemably polluted, philosophically speaking, in an age of human
babies with baboon hearts an genetically altered mice with human genes...”
Dery.
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poner las fronteras entre blanco y negro, hombre y mujer, adulto y niño.
Las/los super modelos son objeto de deseo y de imitación.
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ideas y bienes de la globalización, lo que incide en la lectura de sus cuer-
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“Soy alto, blanco, simpático. Pero me gustaría tener ojos verdes y ser
más alto. Lo que me gusta más de mi cuerpo es mi cara y mis brazos.
Porque soy simpático y veo que la gente se “da cuenta” de eso y te tratan
mejor. Lo que menos me gusta es mi nariz, me gustaría que sea más
respingada” (Va- rón, 17 años).
“Soy flaca, ojos pardos claros, blanca y cabello crespo castaño. Estoy un po-
co gorda... Me gustan mis manos –mis uñas– y mis ojos. Mis uñas
porque son largas, duras y las cuido mucho y eso hace que mis manos se
vean de- licadas, mis ojos porque cambian de tonalidad, a veces se ponen
verdes y a veces marrones. Quisiera regresar a mi peso normal... No me
gusta mi na- riz porque la puntita es como una bolita” (Mujer, 18 años).
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4. Epílogo
Cómo afectan todas estas nuevas narrativas las vidas de los jóvenes
de sectores medios en el Perú y en Latinoamérica es algo que debemos se-
guir investigando. Cómo afectan estas narrativas nuestra lectura de la
ca- tegoría género es algo que nos debería llevar a intensos debates y a
la rea- lización de estudios empíricos.
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BIBLIOGRAFIA
1. BALSAMO, Anne.
1997 Tecnologies of the Gendered Body; Reading Cyborg Women. Duke Universitu
Press.
2. CALLIRGOS, J.C.
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15. TURNER, T.
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16. WOLF, Naomi.
1991 The Beauty Myth: how Images of Beauty Are Used against Women. New
York, William Morrow.
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ANEXO
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Preguntas, debates y perspectivas
PARTICIPACION Y
CRISIS DE
REPRESENTACION
Ricardo Diviani
E
l intento de construir un diagnóstico sobre algunas
manifestaciones distintivas con respecto a la visión contemporánea de
lo público y lo privado, independientemente de las valoraciones en
relación a los modelos clásicos y modernos, nos remite a la necesidad de
una mirada his-
tórica de las transformaciones de sentidos de estos dos conceptos.
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similares. ¿Por qué el asesino, por poner otro
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III
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consultas. Ultimo lugar de la implosión en donde se
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IV
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NOTAS
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Preguntas, debates y perspectivas
EDUCACION Y COMUNICACIÓN
L
a moderna tecnología de las comunicaciones se ofrece al mundo
con la promesa de que la expresión de la diversidad cultural esta ahora
garantizada. Pero en la realidad la evidencia indica que la tecnología
controlada desde el centro se ha vuelto un instrumento cuya intención
fundamental es la destrucción de la diversidad cultural y su reemplazo
por
una única cultura global.
sólo la usaron mal, sino que la convirtieron en un producto letal por em-
plearla en condiciones antihigiénicas. No se tomó en cuanta la falta de
agua potable en el país, y además el discurso publicitario-científico “olvi-
dó” que la leche materna posee anticuerpos irreemplazables para la salud
del recién nacido. Como consecuencia, la mortalidad infantil se elevó con-
siderablemente. Este es un ejemplo claro de que productos y servicios pu-
blicitados por estas empresas no son adaptados para cubrir necesidades lo-
cales. Por el contrario a partir del discurso publicitario las necesidades
se adaptan a los productos.
1. NUEVAS TECNOLOGIAS
del “ser digital”, Nicholas Negroponte
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flexibilización, permite una variedad más amplia de opciones para el
con-
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control. Las for-
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2. LA VISION CULTURALISTA
“consumidores y ciudadanos”, Néstor García Canclini
“...Ser ciudadano no tiene que ver sólo con los derechos reconocidos
por los aparatos estatales a quiénes nacieron en un territorio, sino también
con las prácticas sociales y culturales que dan sentido de pertenencia y ha-
cen sentir diferentes a quienes poseen una misma lengua, semejantes for-
mas de organizarse y satisfacer sus necesidades”.
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3. ARTICULACIÓN COMUNICACIÓN/EDUCACIÓN
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5. CONSIDERACIÓN FINAL
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su fun- ción de “consumidores”.
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Preguntas, debates y perspectivas
LA CONTRACULTURA DE LOS HACKERS
Antulio Sánchez
1. Introducción
C
uando escuchamos la palabra contracultura nuestra memoria vue-
la inmediatamente hacia el pasado, a los años sesenta, cuando
se dio a conocer en la costa Oeste de Estados Unidos, en San
Francis-
co concretamente, un conjunto de manifestaciones entre las cuales desta-
caron: cambio radical en la vestimenta, transformación de la estética
mu- sical, variación sustancial de las prácticas sexuales, cuestionamiento
e in- credulidad sobre la idea de progreso, retorno a los aspectos místicos y
má- gicos, una opción por el modo de vida preindustrial, el surgimiento
de al- ternativas educativas y rechazo a la educación oficial, ubicación de la
esfe- ra política como factor prioritario del movimiento individual y
colectivo...
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amor por la naturaleza, a personas POSTMODERNID
de cabellos largos, a chavos vestidos de
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nismos que confluyen en redes como Shake para tomar una decisión
acu- den a la consulta por red de sus afiliados y toman en tiempo real
las deci- siones. Grupos de neopukns gays, filatelistas cibernéticos,
ciberfeministas o electropolíticos, establecen prácticas donde la arenga y el
discurso se des- plazan por el ciberespacio para tener respuestas y
emprender acciones17. Desde lo local, pasando por lo continental hasta
llegar lo global, los ciber- nautas pueden dejar sus huellas y sus puntos
de vista.
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inclinada a crear nuevas relaciones en el ámbito abierto de la fraternidad
y construir nuevos
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Notas
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7. En realidad los hacker son más un producto de los sesenta que de los setenta:
aunque en un primer momento fue un fenómeno ligado a los garages y la
realización de la computadoras personales, después derivó en una combate contra los
monopolios, los bancos, las universidades y otras instituciones que a través de la
información ejercen un control, impidiendo la libre circulación de la información.
Sobre el origen de los hackers pueden consultarse: Theodore Roszak. El culto a la
información, Grijalbo, Bar- celona, 1988; Antulio Sánchez, “Ciberpunk:...” op cit;
También Cfr. Viejo topo, Barce- lona, mayo de 1994. La literatura underground ha
documentado una serie de casos de magnos hackers que se han encargado de entrar a
redes de organismos policíacos, tras- nacionales y todo tipo de instituciones que
poseen grandes bancos de información. Por ejemplo, están los casos de Kevin
Mitnick (adolescente de la región californiana que entró a la redes del ejército para
hurgar, por el puro placer de saber qué contenían estos enlatados de chips); Robert
Morris (se introdujo a diversos bancos de datos que contenían información
secreta); Stanley Mark Rifkin (asesor que laboraba en el Pacif National Bank, a través
de un complejo proceso logró trasladar dinero de manera elec- trónica: separó
pequeñas cantidades de grandes cuentas, transfiriendo un poco más de 10 millones de
dólares a una cuenta bancaria en Suiza. Fue aprendido tiempo después gracias a que él
mismo hizo pública su hazaña, pero había pasado desapercibido e in- cluso se
traslado a Suiza a sacar el dinero y comprar diamantes. Cfr. Decoder, Termi- nal,
Tom Forester. Sociedad de alta tecnología, Siglo XXI, Madrid, 1992. Por cierto, si
algo define a los hacker, es su actitud de mofarse, de burlarse de los grandes trasnacio-
nales, de los banqueros y de todos aquellos que sufren sus consecuencias. Incluso pue-
de decirse que un buen hacker no sólo debe reunir en su persona el hurto profilácti-
co, sino ser capaz de tener buenas dosis de humor negro. Esta soberbia y ese afán
de notoriedad de los hackers, termina en ocasiones haciendo cosas extraordinarias y
dan- do pistas para su captura, para publicitarse.
8. El correo electrónico, particularmente la red de redes más grande del mundo, Inter-
net, cuenta en estos momentos con más de 30 millones de usuarios, y
constantemen- te crece a un ritmo mensual que oscila entre el 15 y el 25 por
ciento; en Internet se ha soltado una auténtica batalla electrónica. Hace poco surgió el
Frente de Liberación In- ternet, con el fin de llamar la atención del uso de las subredes
que cobran por acceder a sus cuentas; han dejado en diversos buzones sus arengas y
sus mensajes de combate, su consigna, hablar de dar libre paso a quienes deseen
obtener información; han acce- dido a empresas como General Electric y otras más
que cobran acusándolos de “cer- dos capitalistas”. Time, 12 de diciembre de 1994. No
obstante, esto que moralinamen- te reporta Time es de lo más leve que se ha
conocido de los hackers: en otros ámbitos han ocasionado ataques devastadores
haciendo añicos a los soportes lógicos y “hur- tando” la información que la depositan
en otras cuentas para uso gratuito. En necesa- rio indicar que los hackers, son unos
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civilizados en sus combates, debido a que la in-
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enfermedades incurables y espe- rar ahí el avance de la ciencia que les permitirá
restablecerles la salud. Lo más patético
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POSTMODERNIDAD
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Preguntas, debates y perspectivas
¿POSTMODERNIDAD,
PERÍODO
POSTINDUSTRIAL,
POSTFORDISMO?
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a etapa que atravesamos ha sido calificada de distintas maneras. Más
allá de las denominaciones, en esta “era del vacío” asistimos al de-
rrumbe de viejas utopías. Una de ellas imaginaba que el avance
tec-
nológico propiciaría un “mundo feliz” donde los hombres -libres del tra-
bajo arduo y alienante- dispondrían de mayor tiempo para dedicarse al
ocio o a las actividades creativas. Sin embargo, si bien las máquinas
están reemplazando a los hombres en el trabajo, la consecuencia no es un
mejo- ramiento de la calidad de vida. Por una cruel ironía el tiempo libre
se lla- ma, en muchos casos, desempleo.
¿Estamos asistiendo al fin de los tiempos de la fábrica y con ella al
mundo de pleno empleo?
¿Cuál es el rol de las nuevas tecnologías en esta reestructuración
económica y social?
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Máquinas Energéticas Máquinas Informáticas
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Concentración Descentralización
Producción Ventas-Servicios
Trabajo Sindicalizado Flexibilidad Laboral
Las empresas han logrado una posición de mayor fuerza, que se ma-
nifiesta en nuevos contratos laborales cuyo origen es la necesidad de flexi-
bilización. Esta forma precaria de empleo gana terreno en Argentina, don-
de el 15 por ciento de los trabajadores lo hace en forma de contratos
tem- porales y el 80 por ciento de los nuevos empleos se realiza bajo
alguna de las modalidades de lo que en España llaman CONTRATOS
BASURA.
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EL FIN DE LA ALTERIDAD
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a ciencia y el mercado uniformalizan los modos de goce, la tecnolo-
gía acorta las distancias y modifica la representación del tiempo in-
troduciendo la inmediatez, la ubicuidad y la instantaneidad, los me-
dios y la informática borran fronteras y atenúan los colores locales, el
co- mercio mundial integra los países. Pero a esta universalización no
respon- den hoy la unidad y la buena convivencia sino los nacionalismos
y las sec- tas, los movimientos separatistas y los intentos de recobrar la
diferencia. Las ideologías políticas que eran causa de odios y conflictos,
dieron paso no a los ideales compartidos y a las aspiraciones comunes
sino a la indife- rencia. Derrumbadas las ideologías, el resultado de la
universalización pro- ducida por la ciencia y el mercado no fue, como se
esperaba, la tolerancia y la convivencia en paz sino la aparición de un
odio sin objeto y de un re- chazo primordial hacia el otro, una necesidad
de rescatar los espacios pro- pios y oponerse a la indiferencia general. Los
grandes conflictos políticos, las luchas de clase, dieron paso a la guerra
entre vecinos y el odio deriva- do de los desacuerdos ideológicos cedió
su lugar a la antipatía y la repul- sión hacia el primero que se cruce en la
calle. Se levantan las fronteras en- tre los países y por otro lado se erigen
vallas y cercos entre los individuos. A la globalización le sigue una
especie de localismo individual. A la aper- tura económica le sucede un
encierro de los sujetos en sí mismos. En el ca- mino de la búsqueda de la
revalorización individual lo que se obtiene no es la emancipación y la
elección de un destino personal sino la pérdida fundamental de la
alteridad. Los sujetos ya no se soportan los unos a los otros y en vía de
preservar las distancias y proteger los espacios íntimos se desemboca en un
ensimismamiento. “Cada uno transita por su órbita, en-
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perfectos en su hambre, perfectos
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de ella, la que nos preserva de lo real
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Notas
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Preguntas, debates y perspectivas
¿SECULARIZACIÓN O ILUSIÓN?
Resumen: según Daniel Bell existe una «contradicción» entre la austera ra-
cionalidad económica del capitalismo y la irracionalidad de la cultura ar-
tística y la ética hedonista que este régimen ha generado. La idea de tal
«contradicción» se deshace cuando se comprueba que el presunto proceso
de desencanto del mundo, la «jaula de hierro» weberiana, no es sino un
episodio institucional y marginal. Se habla hoy de rebrote de la religión,
pero el escepticismo científico nunca logró realmente alcanzar el rango
de visión hegemónica del mundo. Las quejas contra la
«deshumanización» que conlleva esa ficticia secularización, y las llamadas a
una vuelta al «sen- timiento oceánico» de Rolland, a la «verdadera religión»
o «religión del es- píritu» (Gablik, Arnheim, Vattimo, Trías...), parten, por
tanto, de un ma- lentendido.
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odo aquel que ha vivido largo tiempo dentro de una determinada
cul- tura y se ha planteado repetidamente el problema de cuáles fueron los
orígenes y la trayectoria evolutiva de la misma, acaba por ceder tam-
bién alguna vez a la tentación de orientar su mirada en sentido opuesto
y preguntarse cuáles serán los destinos futuros de tal cultura y por qué
ava- tares habrá aún de pasar. No tardamos, sin embargo, en advertir que
ya el valor inicial de tal investigación queda considerablemente
disminuido por la acción de varios factores. Ante todo, son muy pocas
las personas capa- ces de una visión total de la actividad humana en sus
múltiples modalida- des. La inmensa mayoría de los hombres se ha visto
obligada a limitarse a escasos sectores o incluso a uno solo. Y cuanto
menos sabemos del pasado y del presente, tanto más inseguro habrá de
ser nuestro juicio sobre el por- venir. Pero, además, precisamente en la
formación de este juicio intervie- nen, en un grado muy difícil de
precisar, las esperanzas subjetivas indivi- duales, las cuales dependen, a
su vez, de factores puramente personales, es- to es, de la experiencia de
cada uno y de su actitud más o menos optimis- ta ante la vida,
determinada por el temperamento, el éxito o el fracaso. Por último, ha de
tenerse también en cuenta el hecho singular de que los hom- bres viven,
en general, el presente con una cierta ingenuidad; esto es, sin poder
llegar a valorar exactamente sus contenidos. Para ello tienen que
considerarlo a distancia, lo cual supone que el presente ha de haberse con-
vertido en pretérito para que podamos hallar en él puntos de apoyo en que
basar un juicio sobre el porvenir.
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contemporáneas, que con casi 1.200
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que ya conocemos y el
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con casi todo; también se avendría sin fric-
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las facultades de economía es la de que todo cuanto han aprendido a
cal-
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mo Ernest Gellner18 consideran que hay que distinguir entre ambos con-
ceptos, y sobre todo coinciden en contemplar las necesidades como
algo racionalmente limitado, en tanto que los deseos permanecerían
esencial- mente incircunscriptos. Bell es particularmente consciente de
las implica- ciones de una confusión de ambos conceptos. Asegura que
el mal de la economía capitalista no está en el hecho de que sea una
economía de mer- cado, sino en que es burguesa (i.e., individualista y
hedonista) y en que, por tanto, «los fines de la producción no son
comunes, sino individuales;
...[y] los motivos para la adquisición de bienes no son las necesidades,
si- no los deseos»19. El individualismo no es, según Bell, una característica
ne- cesaria de la economía de mercado, ya que economistas socialistas
como Enrico Barone y Oskar Lange mantenían la posibilidad y necesidad
de una economía de mercado en un orden socialista. Y en cuanto a la
motivación puramente desiderativa de la adquisición de mercancías, es lo
que una «fi- losofía» nueva del espíritu cívico vendría a corregir. Por lo
que atañe al problema de la confusión entre necesidades y deseos, la
postura de Bell es realista: «Los hombres “nos dice” redefinen
constantemente las necesida- des, de modo que los anteriores deseos se
convierten en necesidades.» 20 Pero al oponer a la entronización de los
deseos una postura racionalista basada en la contemplación de
necesidades fundamentalmente sociales, no individuales, estos
pensadores no sólo se mueven en el terreno liberal, si- no que dan la
espalda al problema de la fuerza arrolladora de los hechos:
¿acaso es posible imprimir un cambio de rumbo a la cultura hedonista
del capitalismo parasitario y la economía consumista con sólo declarar que
no es muy «racional»? Si bien el móvil económico son los deseos
individua- les, y no las necesidades reales “colectivas o individuales”, es
poco plausible que el deseo de una filosofía cívica y racional se realice de
la misma mane- ra. Y aun parece arriesgado esperar algo de una posible
demostración teó- rica de su necesidad. Otros destacados economistas,
como Schumacher y Galbraith han dado poderosas razones para apoyar
políticamente lo públi- co, aun en detrimento de la «competitividad»21.
Es notorio en estos eco- nomistas su profundo sentido de la justicia
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social, pero ninguno de ellos ha sobrepasado el estadio idealista que se
funda en las falsas expectativas
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Schumpeter hacía un análisis muy realista y muy racional. Es una
parado-
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trabajo, pero
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filosóficamente optimista y
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nuestro siglo han expresado de la forma
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más emotiva, lúcida y a la vez penetrantemente ingenua esa ilusión del hu-
manismo racionalista: Sigmund Freud y Erwin Panofsky. Lo han expresa-
do en muchos lugares, pero sobre todo, Freud, en El triunfo de una ilusión
y en El malestar de la cultura, y Panofsky en su memorable artículo «La his-
toria del arte en cuanto disciplina humanística». Es notorio que el aire pro-
meteico que alienta a estos y otros muchos intelectuales constituye una
ilusión tan ingenua como las ingenuidades y ficciones que ellos mismos
descubren sagazmente en los dogmatismos que combaten. Su ingenuidad
es esa que irónicamente anotó Lippmann: la de «creer en la filosofía», o en
la ciencia, o en la literatura, o en la razón, o en el cine, o en la cultura...
Exactamente, la ingenuidad no consiste en creer en la necesidad y
poten- cia humanizadora y enriquecedora de la filosofía, sino en creer que
la filo- sofía, o la literatura, etcétera... pueden ayudar a cambiar el
mundo, como pensó Rimbaud.
¿Qué ha sido, por otro lado, del pujante espíritu científico y la tec-
nología? ¿No constituyen un bastión del racionalismo que sí contradice
la pujanza vanguardista? A esta pregunta debe responderse «sí y no».
Los componentes racionales del pensamiento científico en todas sus
ramas,
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se ha recrudecido esa tendencia.
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Además, como dice Pierre Thuillier, mientras que «Newton había ido de la
alquimia a la ciencia», en la actualidad «el camino es el inverso...» 31 Ya he
mencionado también el famoso Coloquio de Córdoba organizado en
1979 por France-Culture bajo el lema «Science et conscience», en el que
partici- paron importantes científicos mundialmente conocidos que
hablaron del alma de los electrones y asuntos por el estilo.
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terreno de los via-
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sus agujeros en la capa de
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constantemente hasta la actualidad. En su apología A Propos of Lady
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los electrones y los cuantos no retroceden ante las imágenes más atrevidas
y las especulaciones más desenfrenadas.43
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la de convertir en dinero contante y sonante los
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chorros informes de pintura) pesa hoy sobre nuestra cultura como una
jaula de hierro que aprisiona toda posibilidad de desarrollo inteligente
de la fantasía.
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miedo al lupus que es el hombre, proyec-
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Notas
1 Daniel Bell inició sus preocupaciones sobre el tema en un libro anterior, del cual Las
contradicciones... puede considerarse una continuación y que lleva por título
precisa- mente El advenimiento de la sociedad postindustrial (The coming of post-
industrial so- ciety: A venture in social forecasting, Nueva York, Basic Books, 1973; ed.
esp.: Madrid, Alianza, 1991). Como señalé en una nota anterior (v. el apartado de
«Método, nocio- nes, términos», p. 86, n. 107), ya en 1959 Charles Wright Mills
tenía en cuenta, en La imaginación sociológica, no sólo la problemática sociológica
de la posmodernidad, si- no el mismo término «posmoderno», aunque él prefería
hablar de «Cuarta época». Aunque fue Toynbee quien mayor impulso dio al uso de
la expresión «edad posmo- derna» “que él utilizaba ya en los años 40, en los últimos
volúmenes de su monumen- tal Estudio de la historia”, está claro que este historiador
no se refería a la misma cosa que Bell, sino a ciertos aspectos cambiantes de la
cultura de finales del siglo XIX que distan aún mucho del vanguardismo.
2 Charles Harrison y Paul Wood (eds.), Art in Theory, 1900- 1990: An Anthology of
Changing Ideas, Oxford (Inglaterra)-Cambridge (Massachusetts), Blackwell Publis-
hers Ltd., 1993, cap. VIII, «Ideas of the Postmodern», pp. 993 y ss.
3 Umberto Eco, «Cultura de masas y niveles de cultura», en Apocalípticos e
integrados ante la cultura de masas, Barcelona, Lumen, 1973, pp. 41 y ss., passim.
4 Jürgen Habermas, «La modernidad, un proyecto inacabado», en Forsten Hall et al.,
La postmodernidad, Barcelona, Kairós, 1985, pp. 23 y s. (también: «La modernidad
incon- clusa», en El Viejo Topo, núm. 62, noviembre de 1981, pp. 46 y s.).
5 Edward Lucie-Smith, El arte hoy: Del expresionismo al arte abstracto, Madrid, Cátedra,
1983, p. 486.
6 Aunque hace «una distinción “arbitraria, sin duda” entre predicción y pronóstico»
(Daniel Bell, Las contradicciones culturales del capitalismo, Madrid, Alianza, 1977, p.
195).
7 Daniel Bell, op. cit., p.170. En la página 188 nos ofrece una profecía «sencilla»: «Cuan-
do se “carga” al orden político con una cantidad cada vez mayor de problemas políti-
cos, cuando la vivienda, la salud, la educación, etc., se convierten en temas
políticos, las tensiones se combinan. La sencilla predicción que hice por primera vez en
el infor- me de la comisión sobre el Año 2000 (1967) fue que en los próximos años
habrá cada vez más conflictos grupales en la sociedad.» En efecto, estamos asistiendo a
la intensi- ficación de los conflictos colectivos, pero, al mismo tiempo, vemos cómo el
contenido de tales conflictos es cada vez menos ideológico, menos político “en un
sentido clási- co”, y más administrativo o de orden irracional (nacionalismos, etc.),
lo cual debilita el éxito de la predicción de Bell, que habla de problemas de
vivienda, salud y educa- ción.
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8 Ibíd., p. 183. «Todo examen significativo de una sociedad debe tratar de identificar los
elementos más profundos y persistentes, que son las fuerzas que dan forma a la socie-
dad. Estas se dan en tres ámbitos: los valores,... la cultura,... y la estructura social...»
9 Ibíd., pp. 196 y ss.
10 Ibíd., p. 201. En este punto recuerda poderosamente aquel entusiasmo de Francis Ba-
con al que ya me referí en el primer capítulo.
11 Ibíd.
12 Ibíd., p. 220 y ss.
13 Presintiendo el reproche de idealismo, Daniel Bell se adelanta a justificarse:
«Walter Lippmann “nos dice” ha observado sarcásticamente que existen quienes
dirían... que la ilusión característica de los seres sensibles es creer en la filosofía. Pero el
valor de la filosofía es que formula una norma racional, da coherencia a las aplicaciones
para que las acciones no sean arbitrarias o caprichosas, y establece una justificación
normativa que satisface el sentido de justicia de los hombres. Sólo sobre esta base son
posibles al- gunos principios consensuales de la vida política; sin ellos, sólo existe el
poder descar- nado. La gente obedece al poder, pero respeta y acepta
voluntariamente el derecho» (op. cit., p. 237). Sentimos que esa justificación es sólo
una torpe disculpa, más que una defensa coherente de sus principios. Incluso en su
preclaro lenguaje, Daniel Bell nos recuerda a Renan. Lamento que, al no poder
creer en esas cándidas ilusiones, se me pueda llamar cínico; sigo a Maquiavelo en la
certeza de que, en la práctica, la política está reñida con la ética, y ésta es una
circunstancia de la que sólo la realidad tiene la culpa, no yo. Embellecer la realidad
con la filosofía es una actitud que carece de cinis- mo, pero no por ello más deseable,
ni razonable.
14 Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Barcelona, Orbis, 1985, p.
258.
15 Ibíd., p. 259.
16 Ernest Gellner, «La jaula de goma: desencanto con el desencanto», en Cultura,
identi- dad y política: El nacionalismo y los nuevos cambios sociales, Barcelona, Gedisa,
1989, pp. 164-177.
17 Los reclamos publicitarios de la réplica europea (Euro Disney Resort) rezan: «El sue-
ño ya es realidad». Por supuesto, pero nos da la impresión de que afuera también.
18 Ernest Gellner, op. cit., p. 115.
19 Daniel Bell, op. cit., p.
212. 20 Ibíd., p. 239.
21 Véanse, por ejemplo: Ernst Friedrich Schumacher, Lo pequeño es hermoso, Barcelona,
Herman Blume, 1978, y John Kenneth Galbraith, La Cultura de la Satisfacción: Los
im- puestos, ¿para qué? ¿Quiénes son los beneficiarios? Barcelona, Ariel, 1992.
22 «La tesis que he de esforzarme por fundamentar es la de que las realizaciones
presen- tes y futuras del sistema capitalista son de tal naturaleza que rechazan la idea
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de su de-
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rrumbamiento bajo el peso de la quiebra económica, pero que el mismo éxito del
ca- pitalismo mina las instituciones sociales que lo protegen y crea, «inevitablemente»,
las condiciones en que no le será posible vivir y que señalan claramente al
socialismo co- mo su heredero legítimo. Por consiguiente, mi conclusión final no
difiere, por mucho que pueda diferir mi argumentación, de aquella a que llegan la
mayoría de los escrito- res socialistas y, en particular, todos los marxistas. Pero para
aceptarla no es necesario ser socialista. La prognosis no implica nada acerca de la
deseabilidad del curso de los acontecimientos que se predicen. Si un médico predice
que su paciente morirá en bre- ve ello no quiere decir que lo desee. Se puede odiar al
socialismo o, por lo menos, mi- rarlo con una fría crítica, y, no obstante, prever su
advenimiento. Muchos conservado- res lo han previsto y lo prevén.
«Tampoco se necesita aceptar esta conclusión para calificarse de socialista. Se
puede querer el socialismo y creer ardientemente en su superioridad económica,
cultural y ética, y, no obstante, creer al mismo tiempo que la sociedad capitalista no
alberga nin- guna tendencia hacia su autodestrucción. Hay, efectivamente, socialistas
que creen que el orden capitalista recupera la fuerza y se estabiliza a medida que
transcurre el tiem- po, por lo que es quimérico esperar su derrumbamiento.»
(Joseph Alois Schumpeter, Capitalismo, socialismo y democracia, Barcelona, Orbis,
1983, t. I, pp. 95 y s.).
23 Ibíd., p. 150.
24 Ibíd., p. 151. Y más adelante (p. 156) Bell asegura que «hay tres fundamentos para to-
da investigación: la naturaleza, la historia y la religión.» Hay también un abuso de
dia- léctica... y de una especie de lógica ternaria.
25 Es importante advertir el uso exactamente psiquiátrico, y no sociológico, que Daniel
Bell hace del término alienación: cuando habla de la «alienación de la juventud» se es-
tá realmente refiriendo a un enloquecimiento visible en la conducta de los jóvenes, de-
rivado de una saga interminable de experiencias frustratorias (guerra de Vietnam,
in- quietud competitiva, etc.), con unas claras manifestaciones sociales (delincuencia,
dis- turbios racistas, radicalismo político, desenfreno sexual...).
26 A propósito, es muy interesante el análisis que Frank D. McConnell hizo del cine co-
mo expresión artística de la tensión entre lo primitivo y lo urbano “y como expresión,
por añadidura, genuinamente romántica de tal tensión”, en su libro El cine y la imagi-
nación romántica (Barcelona, Gustavo Gili, 1977). En comparación con el libro de Bell,
que es de la misma época, podemos percibir en McConnell una similar inquietud
por la amenaza de lo «irracional», si bien McConnell participa en la confianza más o
me- nos plácida en que el maremágnum cultural es bueno. Es curioso, por ejemplo,
notar que una de las palabras más frecuentes de este libro de McConnell es la
palabra «peli- groso», referida a tal o cual característica psicocultural de la producción
cinematográ- fica o literaria, pero que, sin embargo, su discurso no expresa ni queja
ni temor de la vanguardia, como el de Bell. Ello es natural, por el hecho de que el
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cine es esencial-
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blanco de la ciencia va predominando en el tejido. Podemos comparar el estado del
pensamiento moderno, con sus metas diver-
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gentes y sus tendencias en conflicto, a una tela cuadriculada y maculada, tejida de es-
te modo con hilos de diversos colores pero cambiando gradualmente de matiz confor-
me va desenvolviéndose. ¿Se seguirá en el futuro cercano aquel gran movimiento que
durante siglos ha estado alterando lentamente el carácter del pensamiento, o
sobre- vendrá una reacción que pueda detener el progreso y aun deshacer mucho de lo
ya lo- grado? Siguiendo con nuestra imagen, ¿de qué color será el tejido que las Parcas
están hilando en el telar incansable del tiempo? ¿Blanco o rojo? No podemos
saberlo. Una luz débil y vacilante ilumina a lo lejos el principio del tejido. Nubes y
tinieblas ocultan la otra extremidad.» (James George Frazer, La rama dorada,
México, F.C.E., 1951, pp. 798 y s.) Es innegable la racionalización evolucionista que, en
esta obra de Frazer, alen- taba un sentimiento antipapista. Pese a todos los
reproches y errores, es para mí una obra hermosa y verdadera; yo también debo
conciliar mis contradicciones: un indele- ble ateísmo, un catolicismo temperamental
y un ramalazo contenido de anticlerical.
29 Pierre Thuillier, «¿Volverá la mecánica cuántica a reencantar el mundo?», en
Mundo Científico, Barcelona, núm. 98, enero de 1990, pp. 88-94.
30 Cf. el interesante artículo de Pierre Thuillier, «Isaac Newton: Un alquimista distinto de
los demás», en Mundo Científico, Barcelona, núm. 95, octubre de 1989, pp. 944-957. Y
quizá la célebre polémica romántica sobre si el prisma acababa o no con la poesía
del arcoiris (cf. Meyer Howard Abrams, El espejo y la lámpara: Teoría romántica y
tradi- ción crítica, Barcelona, Barral, 1975, pp. 535-551) no esté tan alejada de las
preocupa- ciones del propio Newton por preservar lo celestial de la amenaza del
escepticismo materialista.
31 Pierre Thuillier, «¿Volverá la mecánica cuántica a reencantar el mundo?», loc. cit., p. 98.
32 La indecorosa cacofonía que ese nombre produce en los oídos españoles ha sido a
ve- ces esquivada mediante una transposición de las vocales; así, por ejemplo, el
traductor Juan G. de Luaces pone «Lupata» en lugar de «Laputa», lo cual es un
acierto lingüísti- co y no meramente una prueba de pudor mojigato, pues es obvio
que Swift no habría adoptado una reunión fonética que a los ingleses les resultase
desagradablemente evo- cadora.
33 Alfred North Whitehead, An Introduction to Mathematics, Nueva York-Londres, H.
Holt and Company/Thornton Butterworth Ltd., 1911, p. 3.
34 Cf. Marjorie Hope Nicolson y Nora M. Mohler, «Swift’s flying island in the voyage to
Laputa», en Annals of Science, Londres, t. II, núm. 4, octubre de 1937, pp. 405-430.
Aunque en su Seudociencia e ideología Mario Bunge puso la Academia de Lagado
co- mo ejemplo literario de un quehacer disparatado y pseudocientífico, es un
hecho in- negable que la ciencia oficial de la época de Swift se parecía en parte a los
disparates de Lagado “pero también la ciencia oficial actual. Refiriéndose al caso de
Swift, y si- guiendo a Nicolson y Mohler, el célebre matemático James R. Newman
ha resumido así este hecho innegable: «Las Transactions eran una mezcla notable de
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insensateces e
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primero en tener esa idea fue Helmholtz, en una de sus Conferencias científicas popu-
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lares, como justamente recuerda Arnheim (cf. Rudolf Arnheim, El pensamiento visual,
Barcelona, Paidós, 1986, p. 303). Posteriormente, Sir Arthur Stanley Eddington
volvió a la fantasía de un mundo bidimensional para ilustrar la relación que según la
teoría de la relatividad existe entre la gravedad y la curvatura del espacio (Space,
time and gravitation: An outline of the general relativity theory, Cambridge, Ingleterra,
Cambrid- ge University Press, 1920).
36 Roger Penrose, «Newton, teoría cuántica y realidad», en Stephen W. Hawking y Roger
Penrose, Cuestiones cuánticas y cosmológicas, Madrid, Alianza, 1993, pp. 235-278.
37 Ibíd., p. 275.
38 Ibíd., p. 245.
39 Ibíd., p. 236.
40 David Herber Lawrence, A propos of Lady Chatterley’s lover, being an essay extended
from «My skirmish with Jolly Roger», Nueva York, Haskell House, 1973 (reimpresión
de la ed. original: Londres, Mandrake Press, 1930).
41 Meyer Howard Abrams, op. cit., pp. 542 y 551.
42 Roger Penrose, por ejemplo, confiesa adherir el realismo platónico, que en el
terreno matemático suele tener, aunque no siempre, implicaciones idealistas (cf. La
nueva mente del emperador, Madrid, Mondadori, 1991, pp. 153 y ss.). Es cierto que la
mayo- ría de los matemáticos se apartan del constructivismo porque implica unas
restriccio- nes demasiado onerosas, o en otras palabras, porque el constructivismo
elimina la ma- yor parte y la más valiosa de las contribuciones de la matemática
moderna, pero ello no significa que la mayoría de los matemáticos desprecien el
sentido materialista de lo real que anima al constructivismo. Una buena crítica del
platonismo matemático es la que realizó el antropólogo Leslie A. White en su artículo
«El lugar de la realidad ma- temática: una referencia antropológica» (recopilado en
James R. Newman, op. cit.,
t. VI, pp. 282-298). White explicó brillantemente que la realidad matemática «existe»
fuera del individuo, pero no fuera de la cultura; así se explica que sea cierta la existen-
cia de las ideas matemáticas fuera de la conciencia, como creen los platonistas, puesto
que tales cosas se aprenden o, a lo que parece, se «descubren»; pero esa existencia fue-
ra de la conciencia individual es una existencia en la cultura a que pertenece el
indivi- duo en cuestión, y por tanto la idea matemática en sí es una «invención» de
dicha cul- tura. Sin embargo, White destaca esa útil distinción a expensas de confundir o
no dis- criminar otros elementos ontológicos; por ejemplo, pone al materialista
Hertz entre quienes sostienen el platonismo, y al parecer no comprende que la
existencia objetiva de las ideas matemáticas es para Hertz un reflejo, isomórfico, de
los objetos y propie- dades del mundo real. La filosofía matemática de James R.
Newman tiene tendencias idealistas, como sostenía el malogrado matemático e
ingeniero de caminos español Emilio Garbayo Martínez (Control ideológico de la
invención matemática, ed. por el au- tor, que fue profesor en la E.T.S. de Ingenieros de
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Caminos de Barcelona, 1978, pp. 237
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Information Processing, Cambridge (Massachusetts), MIT Press, 1968; Steven Rose,
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The Conscious Brain, Nueva York, Vintage Books, 1976; Dean Wooldridge, Mechanical
Man: The Physical Basis of Intelligent Life, Nueva York, McGraw-Hill, 1968. Y, cómo
ol- vidarlo, el citado libro de Douglas R. Hofstadter, Gödel, Escher, Bach: Un Eterno y
Grá- cil Bucle.
46 Carta a Shelley, del 10 de agosto de 1820. Se encuentra traducida al francés y comen-
tada por Julien Green en su Journal (París, Plon, 1969, 2 vol., 29 de marzo de 1930).
47 Suzi Gablik, ¿Ha muerto el arte moderno? Madrid, Hermann Blume, 1987.
48 Explicaré una anécdota reciente. En una conferencia sobre «Tragedia y Razón» que
el profesor Sergio Givone dio en Barcelona en octubre de 1996, al abrirse un turno
de preguntas para el público, una muchacha manifiestamente desinformada y que
había comprendido poco del concepto de «desencanto» intervino para sugerir que
si la téc- nica y la ciencia nos condenan al desencanto quizá «deberíamos (?) volver» a
las cosas espirituales y buscar la felicidad lejos del materialismo. Su tono tenía un
indisimula- ble aire religioso. El profesor Givone comprendió que debía explicar no
tanto los pro- blemas a que el desencanto nos enfrenta intelectualmente como el
concepto mismo de desencanto, y habló entonces de la dignidad del pensamiento
científico, explicó que el desencanto es «honestidad intelectual» y nada más. Lo
realmente significativo de esta anécdota es que aquella muchacha representaba la
ideología dominante de nuestra época, paradójicamente expresada como una
queja, pero como una queja sesgada, inocua y encubridora. Aquella muchacha
representaba el cegamiento, inconsciente o deliberado, de la cultura: se cree que es el
racionalismo y el «maquinismo» lo que cau- sa la infelicidad, ignorando la
irracionalidad de las estructuras sociales y el idealismo indeleble que las anima.