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Sexualidad a través del

desarrollo
Gema Ortiz Mtz.
Psicóloga, educadora sexual, terapeuta sexual y terapeuta gestalt.
Asociación Mexicana para la Salud Sexual, A. C.

Determinación y diferenciación del sexo prenatal

Niños y niñas deben tener el mismo valor dentro de cada una de las
familias. Sin embargo, es frecuente que el desconocimiento de los factores
que entran en juego en la definición biológica del sexo puede conducir a
malos entendidos e inclusive a culpabilizar a uno de los miembros de la
pareja por el nacimiento de una criatura de uno u otro sexo, por
infortunados condicionamientos culturales que aún persisten.

El primer paso en la construcción de la sexualidad se fundamenta en la


vida prenatal, precisamente en el proceso por medio del cual se determina
y diferencia el sexo. Por lo tanto, abordaremos una breve revisión del
mismo, partiendo de entender por sexo “al conjunto de las características
biológicas que definen como hembras y machos al espectro de los seres
humanos” (Organización Panamericana de la Salud, Organización Mundial
de la Salud, Asociación Mundial de Sexología, 2000).

Proceso de diferenciación y determinación del sexo prenatal

Este proceso incluye diversos niveles:

Sexo cromosómico

Su inicio es la fecundación, donde se unen el óvulo y el espermatozoide.


En los humanos, los óvulos y los espermatozoides, a diferencia de las otras
células del cuerpo, contienen 22 cromosomas cada uno y un cromosoma
sexual, que puede ser X o Y en el caso del espermatozoide y sólo X en el
del gameto femenino (el óvulo). De esta manera, al unirse un óvulo y un
espermatozoide existe la posibilidad de producir un individuo que tendrá
44 cromosomas somáticos y para el caso de crearse la potencialidad de ser
mujer dos cromosomas iguales X, o bien dos cromosomas sexuales
desiguales X e Y de ser generado un individuo que será potencialmente un
varón. Esta unión se realiza al azar y por lo tanto existen las mismas
posibilidades de que ocurra de uno u otro modo, lo que no está bajo el
control de ninguno de los miembros de una pareja. No obstante, este
período sólo es el inicio del proceso, pues no es la presencia de
cromosomas, sino su contenido genético, lo que asegura la dirección de la
diferenciación sexual.

Sexo gonadal

Hacia la séptima semana de gestación los cromosomas sexuales


estimularán a la gónada primitiva. En el caso de los varones un gen,
ubicado en el cromosoma Y, hará que la gónada se diferencie como
masculina y se convierta en testículo. En la mujer, la ausencia del
cromosoma Y permitirá que la gónada se diferencie naturalmente como
femenina y se desarrolle el ovario. La tendencia natural del embrión es la
diferenciación femenina. Debe hacerse notar que antes de las ocho
semanas de gestación, en que se inicia este proceso de diferenciación, los
embriones genéticamente masculinos y femeninos son indistinguibles.

Sexo hormonal

En el varón el testículo del feto sintetiza y libera dos hormonas, la


antimülleriana y la testosterona. Esta última influye sobre algunas
características en el sistema nervioso central que intervendrán en la
secreción hormonal, no cíclica para el varón. En el caso de la mujer no
existe influencia androgénica (provocada por la testosterona) de igual
importancia y la producción hormonal será cíclica.

Sexo genital interno

Para el varón la hormona antimülleriana inhibe el desarrollo de los


conductos de Müller, y la testosterona favorece el desarrollo de los
conductos de Wolf que darán origen al epidídimo, el conducto deferente,
la vesícula seminal y el conducto de la eyaculación. Para la mujer, al no
haber un factor que inhiba los conductos de Müller, éstos se desarrollan y
dan origen a las trompas de Falopio, el útero y el tercio superior de la
vagina, y al no existir un factor que desarrolle los conductos de Wolf,
éstos involucionan.

Sexo genital externo

Los genitales externos se derivan de órganos que inicialmente son


similares para ambos sexos. Para el varón, hacia la octava semana la
testosterona es sintetizada y da origen al falo (pene). Las prominencias
genitales se fusionan y originan la uretra peneana y el escroto. Para la
mujer, el tubérculo genital origina el clítoris. Las prominencias genitales
permanecen separadas y originan labios mayores y menores. En la semana
catorce el feto ya puede ser identificado por sus estructuras internas.
Hacia la semana 20, el proceso de diferenciación y determinación del sexo
prácticamente ha sido completado.

Nivel postnatal: asignación social

Al nacer se otorga al o la menor la categoría social de “niño” o niña”,


principalmente por la apariencia de sus genitales externos.

Perspectivas del desarrollo sexual


Distintas aproximaciones al desarrollo proporcionan orientaciones útiles
para la comprensión del ser humano. Sin embargo, es necesario recordar
que aunque el desarrollo sexual avanza a través de distintas etapas a
manera de secuencias (de lo simple a lo complejo, de lo general a lo
específico), existen amplios rangos en el desarrollo normal con extensa
variación individual. Asimismo, la naturaleza, la crianza y la experiencia
individual actúan de manera especial en cada persona para influir en la
construcción única de su sexualidad y su personalidad.

De esta manera, es difícil desentrañar la contribución específica de cada


dimensión de la sexualidad (biológica, psicológica, social, cultural, legal,
antropológica, religiosa, espiritual) y su forma de interactuar en cada
momento de la vida del individuo. En algunas personas y para ciertos
eventos críticos de la vida la influencia de la herencia será mayor, mientras
que en otros los factores ambientales, su forma de aparición y
desenvolvimiento, serán determinantes para la construcción de la
sexualidad. Por ello, la siguiente propuesta de desarrollo sexual, basada en
diversos autores, debe ser considerada como tal y no como una afirmación
inflexible e invariable de eventos.

La teoría sistémica de la sexualidad humana de Rubio (1994), resulta ser


una propuesta interesante relativa a la construcción de la sexualidad. A
continuación se presenta un resumen de la misma:

Construcción de la sexualidad conforme al modelo sistémico de la


sexualidad humana.

a) Nacemos con la potencialidad, biológicamente determinada, para vivir


experiencias relacionadas con ser hombre o mujer, reproducirnos,
vincularnos afectivamente a los otros y sentir placer erótico.

b) Las experiencias vividas facilitan el que ese potencial biológico


interactúe con el medio (la familia, la escuela, la religión, la sociedad) y
genere en cada individuo significados y afectos, de simples a complejos, en
todas las dimensiones de la sexualidad (biopsicosociales).

c) Estos significados y afectos van construyendo los elementos de la


sexualidad: el género, los vínculos, el erotismo y la reproductividad.

d) Cada uno de estos elementos es complejo y tiene una expresión


específica y a la vez, al relacionarse entre sí, funcionan como un sistema.

e) Después de la adolescencia, los significados y los afectos de los


elementos de la sexualidad se integran mentalmente, construyendo un
significado más completo sobre la sexualidad, la cual tiene un nivel
personal y otro grupal. El proceso de vivir experiencias que modifican los
significados continúa el resto de la vida, aunque con menos influencia que
en la infancia y la adolescencia.

El inicio de la sexualidad

Las bases para el complejo proceso de la formación de la identidad sexual


de un individuo no se inician con el nacimiento, sino que comienzan con la
vida prenatal. En el crítico momento del nacimiento, aquellos que
participan o concurren al evento, como pueden ser los familiares, los
médicos, las enfermeras y en los casos más tradicionales las parteras y
otros asistentes, asignarán al recién nacido la categoría de “hombre” o
“mujer” de acuerdo con la presencia y/o apariencia de los genitales
externos. Este evento define lo que comúnmente se denomina como
asignación de sexo y que mejor podría ser llamado asignación genérica, y
confiere una enorme responsabilidad a los profesionales de la salud por la
trascendencia que tiene para la vida futura del nuevo individuo.

Partiremos entonces de este importante evento de la asignación de sexo


para proporcionar un panorama general de la sexualidad en cada etapa de
desarrollo.
Desarrollo de la sexualidad en la infancia y la niñez

El reconocimiento de la sexualidad infantil es un logro reciente en nuestra


cultura y “se lo considera uno de los más grandes descubrimientos de la
ciencia psicológica” (Dallarac, 1998).

El género en la infancia y la niñez

John Money y Anke Erhardt (1972) han contribuido notablemente al


estudio del desarrollo de la identidad y los papeles de género. En su clásico
esquema se observa que a partir de la diferenciación genital y por ende del
sexo de asignación, se abren dos vertientes: por una parte la interacción
social (denominada “conducta de los otros”) y por la otra, la configuración
mental interna (imagen corporal). Estos dos elementos actúan
sinérgicamente para crear la base de la identidad de género.

Después del nacimiento los estímulos del medio empiezan a influir


notoriamente en la construcción del género. En un estudio realizado por
Richard Green, en el que se visten a varios recién nacidos con telas rosas y
azules (típicamente femenino y masculino respectivamente en nuestra
cultura) sin decir a los adultos de qué sexo son, los adultos hablan con
mayor dulzura e incluso perciben como más “bonitas” a los bebés que
creen niñas, a diferencia de aquellos que creen niños.

Otros ejemplos son la utilización de pronombres diferentes, declinaciones


específicas o bien formas idiomáticas para referirse a y acerca de el o la
recién llegado/a. Estos son de mayor trascendencia en vista de que
contribuirán a la formación del binomio lenguaje-pensamiento. También se
le dará a la niña o al niño un nombre, ya que lo que no tiene nombre no
existe. Y es práctica casi universal el que se empleen nombres específicos
para hombres y mujeres.(Corona,1994).
En etapas muy tempranas del desarrollo los y las menores no distinguen su
independencia de la de otras personas, no existen límites claros entre el
“yo” y el “no yo”. Alrededor de los 4 meses de edad se presenta la
“angustia de separación”, que nos habla de que los menores están dando
pasos en el transcurso de la diferenciación. El desarrollo psicomotriz, las
fuentes de estimulación sensorial externa y en especial el contacto
afectivo con la madre, el padre y los eventuales cuidadores ayudan al
menor a concebirse como una persona con vida independiente.
Posteriormente, se comparará o identificará con otras personas por
elementos muy básicos. Es esta la etapa en que los menores identifican a
“papás” “mamás” o “niños” de acuerdo a generalizaciones.

Hacia los dieciocho meses suele conformarse según Money (1972) el


“núcleo de la identidad de género”, basado en aspectos superficiales y
convencionales como la ropa. Es decir, los menores pueden expresar ser
“niño” o niña”. Cerca de los dos años, según Freud se desarrollan los inicios
de la masculinidad y feminidad representados en pasividad y actividad.
Hacia los cuatro años de edad se logra un concepto de permanencia de
género, esto significa que difícilmente después de los cuatro años un
menor se confundirá sobre si es niño o niña.

No siempre el o la menor convive con ambos progenitores ya que existen


muchos tipos de familias, sin embargo, en cada una de ellas o en el medio
circundante suele haber modelos masculinos y femeninos que los niños y
las niñas pueden observar e imitar. De manera que las expresiones de esta
pertenencia serán más claras, los menores buscarán hacer actividades,
utilizar juguetes y formas de expresarse de acuerdo a lo esperado por la
sociedad, principalmente por la influencia de los padres. A esta forma de
expresión del género se la denomina “rol o papel de género”. Pero el
proceso no está totalmente terminado cuando el niño y la niña se han
identificado con un rol de género. Existen otros elementos de gran
importancia que están relacionados con la valoración que la cultura otorga
a los roles, y que influyen en una preferencia de rol sexual, es decir, la
percepción de cuál rol es el más valorado por la cultura.

La percepción del niño y la niña referente a cuál es el papel -generalmente


el masculino- más valorado por la cultura, se aprende. Se adquiere más
tempranamente entre más rígida es la cultura en tipificar lo que es
femenino y lo que es masculino. Esto es ejemplificado por la preferencia
por juguetes y juegos. Hacia la edad de tres años niños y niñas ya tienen
una marcada inclinación por ciertos juguetes y actividades tipificadas, pero
posteriormente ocurre un cambio interesante: los varones siguen
mostrando preferencia por su rol y sus actividades, en cambio las mujeres
muestran una mayor variedad en sus preferencias de juguetes y
actividades. En estudios realizados en diversas culturas. (Goldman y
Goldman, 1982) en niños y niñas, ante la pregunta ¿si pudieras haber
elegido, qué te gustaría ser: hombre o mujer? la mayoría eligió como era de
suponerse, su propio sexo; sin embargo, un porcentaje de mujeres, para
cada rango de edad, eligió el otro sexo, cosa que prácticamente no ocurrió
entre los varones. Esto es una manifestación de la mayor valoración que se
otorga al rol masculino en casi todas las culturas.

Otro elemento importante en la construcción del género es la adopción


cada vez más definida de uno de los roles de género, proceso en el cual la
“identificación” juega un papel importante. Los menores aprenderán y
desearán “ser como” sus modelos de identificación. Éstos suelen ser
personas significativas tanto por ser amadas, respetadas, temidas,
admiradas u odiadas. En este sentido, además de los padres tanto las
amistades como los medios de comunicación, los grupos religiosos y otras
influencias pueden ser los modelos a seguir. En esta etapa se adoptan
papeles que corresponden al modelo de identificación (padre, madre, tíos,
educadoras). Por este mecanismo de identificación y diferenciación de los
otros es común ver a menores intentando orinar como lo hace el sexo
diferente al suyo, corroborando con preguntas si puede o no utilizar cierta
vestimenta o eligiendo personajes de televisión y decir por ejemplo “yo
soy ella”.

El proceso de adopción del rol sexual o de género durará desde las etapas
preescolares hasta la pubertad para cambiar de forma y modelos a seguir.
El núcleo de la identidad de género, la pertenencia de género, los roles de
género, la identificación y la adopción de un rol de género son
aprendizajes que se integran paulatinamente para construir significados
del ser niña o niño; este significado se integrará también al cuerpo que se
posee.

La imagen corporal es resultado de todos estos elementos depositados en


un cuerpo. La autoimagen (una representación mental del cuerpo y de la
imagen externa) se construye en sus inicios por los tocamientos y
estímulos sensoriales, las oportunidades que tiene el o la menor de
explorar y observar su cuerpo, el de los muñecos, el de otros menores e
incluso de adultos, distinguiendo las diferencias y similitudes. En nuestra
cultura el aprendizaje sobre el cuerpo suele excluir a los genitales, siendo
una parte negada del cuerpo. Es posible que al profesional de la salud le
resulte difícil incluir preguntas sobre los genitales en la exploración general
de los consultantes o en la educación a los mismos. No obstante, es
importante indagar al respecto.

Puede ocurrir que un menor presente anormalidades, infecciones o


diversos conflictos relacionados con el área genital que no sean
explorados hasta la adolescencia o edad adulta.

El rechazo, el evitar hablar o la negación de los genitales en los niños tiene


como consecuencia que el niño o la niña crezca con una imagen
incompleta (Freud), No se puede cuidar, amar y respetar algo que no se
conoce o que se niega, pues no existe. Si bien es común que los menores
expresen ocasionalmente querer ser del sexo diferente al suyo, por
percibir diferencias de trato hacia sus amigos y hermanos, o que
ocasionalmente cualquier menor utilice y juegue con prendas del sexo
diferente al suyo, no es frecuente que un menor exprese constantemente
el deseo de ser del otro sexo, insista en quitarse partes de su cuerpo para
parecer del otro sexo o esperar a que sucedan cambios que sólo ocurren
en el sexo diferente al suyo. En estos casos, es recomendable evaluar con
un especialista al menor.

El erotismo en la infancia y la niñez

“El niño aparece capacitado para la vida erótica (…) Aun en la más
temprana infancia, el estímulo de distintos lugares de la epidermis (zonas
erógenas), la acción de ciertos instintos biológicos y la excitación
concomitante a muchos estados afectivos engendran cierta magnitud de
placer, innegablemente sexual (…) esto es conocido con el nombre de
autoerotismo” (Freud).

La respuesta sexual humana (el deseo, la excitación, el orgasmo) “se refiere


a una serie de procesos fisiológicos que tienen como objetivo principal
responder a ciertos estímulos con la potencialidad de desencadenar un
orgasmo” (Rubio y Revuelta, 1994). Los estímulos que pueden
desencadenar una respuesta erótica pueden ser reflexogénicos:
principalmente por la estimulación táctil en la zona genital y alrededores, o
psicogénicos: los percibidos por los órganos de los sentidos.

El desarrollo del erotismo en los menores no es la excepción a esta


comprensión de la respuesta sexual. Los bebés aprenden a diferenciar
sensaciones por medio de los estímulos recibidos, lo que a la vez los hace
sentirse queridos y dignos de ser tocados. Al mismo tiempo, el tocar el
cuerpo ayuda a construir una imagen positiva del mismo. Cuanto más
avanzan los menores en su desarrollo psicomotriz, pueden también
estimular por sus propios medios zonas del cuerpo que aprenden a
identificar como placenteras. Se ha encontrado en diversos estudios cómo

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