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  TEMA 7.- LAS LENGUAS DE ESPAÑA. FORMACIÓN Y EVOLUCIÓN.

SUS VARIEDADES DIALECTALES.

1.- Formación y evolución del español.

             De las lenguas prerromanas sólo tenemos noticias grecolatinas e inscripciones
para su estudio. La distribución de tales lenguas se establece con el ibero en la zona
levantina, el ligur en el nordeste; el turdetano en la Baja Andalucía y sur de la actual
Portugal; el fenicio en las costas del sur y una serie de pueblos célticos en el cuadrante
centro y oeste peninsular; y el vasco, que estudiaremos por separado, en parte de la zona
norte. La continua superposición de gentes y lenguas hace que éstas tengan múltiples
coincidencias. Su influencia queda hoy bajo una serie de sustratos. En lo fonológico se
presentan una serie de influjos que propiciarán fenómenos propios del castellano: por
ejemplo, el vasco no pronunciaba la f- inicial latina, y emitía indistintamente b y v como
/b/, las oclusivas sonoras /b/, /d/ y /g/ podían decirse como fricativas en posición
intervocálica, mientras que las sordas intervocálicas tienden a sonorizar; además cuenta
con cinco vocales con tres grados de abertura. En lo morfológico, el celta tenía la
terminación -os para nominativo plural y sufijos como -osco, -ona, -iego,... mientras que
nos han quedado varias palabras prerromanas, algunas de las cueles ya pasaron en su día
al latín hispánico: cerevisia > cerveza, lancea > lanza, carrus > carro, ibaiko > baika >
vega,...

            Con la llegada de los romanos hubo un tiempo de bilingüismo que culminó en la
romanización cultural de la península, absoluto ya en nuestra era: en el siglo I
Vespasiano concede el derecho general de ciudadanía y la cristianización, con la unión
espiritual, latinizaría de modo completo. La romanización estuvo a cargo de legionarios
y personal administrativo que trajeron sus sintopías y sincronías a la Península Ibérica,
dándose ya un latín vulgar con regionalismos: en un extremo, la Bética era la más
purista, mientras que la Tarraconense se consideraba la más innovadora, por influencia
de la Romania Central. Es común a todas las variedades una serie de fenómenos claves
en el latín vulgar y posterior formación de las lenguas romances: por ejemplo, empieza
a aparecer a ante O.D. de persona, sonorizan las sordas intervocálicas, predominan las
construcciones analíticas sobre las sintéticas en comparativos y superlativos y, sobre
todo, cae el sistema de declinaciones por varios factores: se prefiere el uso de
preposiciones al de casos, quedando solo el acusativo, que pierde la -m final, y se opta
por el acento, dejándose de lado la cantidad vocálica. Al mismo tiempo se introducen
numerosos helenismos: desde el distributivo cada, de /káta/, hasta léxico relacionado
con la realidad material cotidiana: origanum > orégano, amphora > ánfora,..., y con el
ámbito cultural: schola > escuela, scaena >escena,...; igualmente se produce una
enorme renovación nominal: casa por domus, sobrinus por nepos,...

            Entre los siglos V y IX, ambos inclusive se da lo que conocemos como época
visigoda. Se da un protorromance que oscila entre un latín barbarizado y un ya romance
visigótico: se iguala b y v como /b/ en amplias zonas, e y o breves diptongan, mientras
que en la zona tarraconense monoptongan /ei/ > /e/ y /au/ > /o/ ( aurum > oro) y se
reducen grupos como /mb/: plumbum > plomo. Con ellos empiezan a aparecer las
primeras palatalizaciones por yod: apiculam > *abella; vetum > vetulum > *viello;...
Los germanismos y goticismos pasaron ya al latín vulgar: orgoli > orgullo; guisa por
mente; werra > guerra; spaiha > espía; helm > yelmo; cofea > cofia; y un buen número
de antropónimos: All Wars > Álvaro; Gails Wers > Elvira,... y refuerza el sufijo
patronímico de origen celta en -z y en -ici, que tendrá la misma evolución: Ramirici >
Ramírez.

            Por su parte, entre los siglos VIII y XI, la presencia árabe goza una gran
influencia en lo que al léxico se refiere, hasta el punto de que los arabismos sean hoy la
segunda fuente léxica del español, después del latín. Su influjo no sólo llega al ámbito
de la cotidianidad - zanahoria, alfarero, azotea, aceite, jubón,... - sino al científico y
administrativo - jarabe, algoritmo, alcalde, arancel,... -, incluso transmitieron palabras
del sánscrito - ajedrez - y del persa - jazmín -. Su presencia se nota en los topónimos
compuestos por el artículo al - cuyo valor de actualizador se pierde en romance -,
medina - ciudad - y guada - río -, llegando a híbridos con el romance - Guadalupe -. La
adaptación de la fonética árabe al romance hispánico se produjo eliminando o
sustituyendo sonidos o grupos extraños para él, como el sonido gutural al´rde > alarde,
o la monoptongación de /ai/ en /e/ y /au/ en /o/: aldeia > aldea. Morfológicamente se
impusieron el sufijo en -í para gentilicios y adjetivos relacionantes - alfonsí, ceutí,...-; el
patronímico ibn-, que pasa a ben- - Benavides - o el valor causativo de a- ante verbo -
aminorar -. En lo sintáctico se extiende al romance culto el predominio de conjunciones
copulativas o el orden de verbo + sujeto + complementos. La pérdida definitiva de la
hegemonía militar, que se inicia en el XII, provoca la decadencia del influjo árabe en las
lenguas romances, que desaparece en el XIV ante el empuje del latín y las lenguas
romances.

            Desde el siglo X a mediados del XIII se da lo que conocemos como periodo
arcaico del español. En el panorama peninsular, hasta el siglo XI se dan una serie de
peculiaridades: de un lado tenemos el rusticus sermo, o latín arromanzado: tiene restos
de declinación, partículas y vocablos cultos, pero presenta un gran número de
soluciones propias de latín vulgar y de los incipientes dialectos romances. De otro lado,
los romances ya se usan con plena conciencia, como lo atestiguan los fragmentos en
navarroaragonés de las glosas silenses y emilianenses, de finales del X y principios del
XI. Sin embargo no existía ningún tipo de fijación normativa, dándose continuos
dobletes, ultracorrecciones,...

            En la península encontramos encontramos a finales de este periodo seis grandes


zonas: el mozárabe está aislado en Al Ándalus y evoluciona lentamente, presentado
numerosos arcaísmos, y progresivamente irá siendo absorbido desde Toledo. En el oeste
se reparte el territorio el gallego y el asturleonés, éste, en la zona asturiana y norte y
oeste de la actual Castilla León; el castellano será el dialecto triunfante, abriendo una
franja cónica desde Santander, que se va ensanchando a medida que avanza la
conquista, tomando zonas del aragonés y del leonés; aquél se fusiona con el navarro en
el siglo XI, ofreciendo soluciones intermedias entre el castellano y el catalán, que tenía
un fuerte influjo provenzal. Salvo el castellano, estos dialectos presentan una serie de
rasgos comunes: por ejemplo, mantienen f- inicial latina, el grupo ct pasa a it - lectem >
leite -, l- inicial palataliza  - lupus > llobu - y hacen el plural femenino en -es, no en -as:
cases por casas; en el occidente y el sur no monoptongan ai y ei (Pampaneira,
topónimo granadino, es mozarabismo). Por el contrario, el reino castellano fue desde
siempre muy independiente: la romanización de los cántabros fue tardía y no
conservadora, de modo que fue una modalidad que irradiaba soluciones innovadoras:
por vasquismo, aspiraba f- inicial latina; redujo grupos como mb y ei o au; opta por el
artículo masculino el;... . En torno a 1150 la Cronica Adefonsi Imperatoris  llama al
castellano nostra lingua. Castilla impuso su lengua como propia de la poesía épica
desde fines del XII. La lírica, por el contrario se escribía en gallego y, en zonas
catalanas, en provenzal. Con todo, es el castellano la modalidad triunfante a costa del
detrimento del aragonés y el leonés.

            Por otra parte, en la primera mitad del siglo XI Sancho el Mayor rompe con el
aislamiento con Europa e introdujo la reforma cluniacense, que prefería la universalidad
de la Romania frente a los particularismos regionales: de este modo, cae la escritura
visigótica frente a la carolingia, que sustituye la grafía k por la c  para el fonema /c/ y la
ch para /c/. En cuanto a los finales de palabra, son problemáticos: en el siglo XII aún
existen resto de -e tras r, s, l, n, d y z. Inmediatamente, el influjo ultrapirenaico
propagará la apócope extrema desde finales del XI hasta 1270, cuando son ya raros los
casos de -e tras z y d. La apócope hizo que /v/>/f/ nuve > nuf; /z/ > /s/ omenaje >
omenax; mientras que /d/ vacila entre /t/ y /z/ poridad > poridat, lid > liz. Los
pronombres enclíticos se fueron apocopando tras las formas no personales, otros
pronombres y algunos sustantivos. El mismo fenómeno sufrirán los nombres propios
ante apellidos patronímicos -Martino Antolínez > Martín Antolínez- , los finales en
consonantes dobles -franc- y todo > tot y tanto > tant. Además de la consabida
importancia del Camino de Santiago, no tenemos que olvidar la abundancia de enlaces
reales, la inmigración procedente de Francia y la intercomunicación literaria entre
trovadores y juglares en la adopción de soluciones foráneas.

            Pero, sin duda, la primera gran fijación de una lengua romance en la península la
lleva a cabo Alfonso X, hasta el punto de fijar un sistema, el alfonsí, que perdura desde
mediados del XIII al siglo XIV inclusive. Dignificó el español frente al latín: lo
convirtió en lengua de cultura y cancillería como castellano drecho. Para ello tomó
como modelo el castellano de Burgos con concesiones a las modalidades de León y
Toledo. En el siglo XIV el español toma la mayoría de las soluciones lingüísticas que lo
van a definir normativamente en los siglos venideros. La obra de fijación de las grafías
de Alfonso X va a perdurar hasta el siglo XVI: x marca la prepalatal, fricativa, sorda,
mientras que g+e,i, i- y j, la sonora; c+e,i y ç son grafías para la dental, africada, sorda y
z para su correlato sonoro; la apicoalveolar, africada se pronunciaba como sorda si no
esta estaba en posición intervocálica. La b era grafema de /b/; u y v se podían
pronunciar como un alófono fricativo de /b/, o bien como labiodental, fricativo, sonoro,
especialmente en el sur - Toledo, Extremadura, Murcia y Andalucía-, donde hubo
distinción hasta finales del XVI. Las grafías ll, ñ y rr se consolidan el XIV para marcar
los fonemas /l/, /n/ y /r/, respectivamente. Y se fue especializando como consonante si
era elemento de diptongo. La f- inicial latina se aspira como /h/, aunque en lo escrito
permanezca hasta 1520; la h- inicial latina no se escribía porque no se pronunciaba.

            Alfonso X, por el carácter propagador de cultura de su reinado introdujo


enormes mejoras sintácticas, cuidando la expresión de conceptos a través de las
subordinadas, generando nuevos nexos y locuciones conjuntivas; en el apartado léxico
aparecen y se revigorizan numerosos tecnicismos y cultismos, fruto de su labor creadora
y traductora.
            En el siglo XV aparece lo que conocemos como español prehumanista. Se
introduce literariamente a través de Dante, Petrarca y Bocaccio. El influjo italianizante
trecentista compite ya con la influencia caballeresca y cortesana de Francia.Algunos
hechos políticos y culturales coadyuvan a estos cambios: Alfonso V de Aragón
conquista Nápoles en 1443, Enrique de Villena traduce La Eneida, y Juan de Mena su
Omero romançado (La Ilíada): la Antigüedad ya no es tanto ejemplo moral como
modelo de perfección ideal: tales usos se reflejan en los rasgos lingüísticos de este
tiempo.

            Las grafías alfonsíes se mantienen, aunque persisten una serie de inseguridades
en lo escrito que reflejan cambios en la lengua oral: aún alternan -t y -d finales y f- y h-
iniciales. Todavía existen dobletes que parecían superados, especialmente en grupos
consonánticos internos: dubda / duda; omne / hombre,... Del mismo modo, conviven
formas cultas con patrimoniales: planto / llanto; flama / llama,...

            Es la sintaxis la que muestra un mayor influjo latinizante: el gerundio y la


oración de relativo se sustituyen por el participio de presente: Fortuna triunphante es
temerosa.; se traslada la oración de infinitivo con sujeto en acusativo latina: Homerum
caecus esse dicitur > Se dice Homero ser ciego; y, tanto en este periodo como en el
preclásico, se trastoca fuertemente el orden habitual del español: el verbo se sitúa
normalmente al final de la oración por influjo latino; y el hipérbaton puede separar el
sustantivo de su adjetivo, mientras que éste se refuerza en su posición antepuesta como
epíteto literario.

            En lo léxico se introducen numerosos latinismos, aunque poco fiables: inorar,


cirimonia, perfeción,...; galicismos: dama, paje, galán, corcel,...; e italianismos: galera,
corsario, bonanza, piloto,...

            En el periodo llamado preclásico (1474 - 1525), las letras se introducen


definitivamente en las cortes, se renuevan las universidades, se traen docentes italianos
y humanistas en general. Elio Antonio de Nebrija, en su Gramática (1492)  refuerza y
sistematiza el español con un tratamiento impropio en lenguas romances, promueve la
naturalidad selecta renacentista y reprueba los latinismos ajenos al español.

            Se resuelven muchas de las dudas de la etapa anterior: la -t final cae a favor de -
d, la conjunción e cae por y, non desaparece en favor de no y se generaliza h- inicial por
f- definitivamente en 1520. Del mismo modo Cualquier resto de verbos acabados en -
ades, -edes e -ides, pasan a -áis, -éis, e -ís, respectivamente.

            Con todo, a pesar de la unificación lingüística llevada a cabo bajo el reinado de
los Reyes Católicos, de las necesarias para la imprenta, y de las llevadas a cabo por Elio
Antonio de Nebrija y otros, existen numerosas diversidades entre zonas: Castilla,
Aragón y León no aspiran la  h  ni confunde /b/ y /v/, mientras que sí lo hacen las
zonas meridionales. Pero la mayor diferencia estriba en el reajuste de sibilantes, que
producirá el mayor reajuste en el sistema alfonsí: Castilla, Aragón y León ensordecen
todas las sibilantes, con la consiguiente confusión de grafías: / s / y / z / > / s /:  X, G, I,
J, prepalatales, fricativas; / s / y / z / > / s /: C+e,i; Ç, Z, dentales, africadas; y / s / y / z /
> / s /: S, en todas sus posiciones, geminada o no, son apicoalveolares y africadas. Por
su parte, Andalucía Occidental hace interdentales y fricativas las antiguas dentales
africadas (/ s / y / z / : C+e,i; Ç, Z) y se confunden con las apicoalveolares (/ s / y / z / :
S-, -SS-, consonante + S y -S-, y, por tanto, también sus grafías) estos cambios se irán
extendiendo a Andalucía Oriental y, con los descubrimientos, a Canarias y América.

            Ya en los Siglos de Oro, este proceso de reajuste avanzará hasta culminar en
1650, determinando el estado actual de sibilantes en español: en la zona norte la
prepalatal sorda se confunde con la alveolar por proximidad articulatoria y pasa a
mediopalatal y, luego a velar /x/ para g+e,i, x y j, este hecho pasará al sur; la dental se
hace interdental por influjo meridional, quedando /O/ para c+e,i y z; mientras que la
apicoalveolar, también por influjo del sur, se hace fricativa, quedando s para /s/. Por su
parte, llega al sur el ensordecimiento del norte, de modo que si c+e,i, z, s y z se
pronunciaban como /O/ se daba el zezeo, pero si se emitía como apicoalveolar se
producía el çeçeo; luego cayó la apicoalveolar quedando sólo /O/ y dándose el actual
ceceo, pero también cabía la posibilidad de producirse un alófono dental [ s ], que
originaría el actual seseo.

            Durante los Siglos de Oro se producen casi todas las reformas que conforman el
español actual, que reflejaremos en varios casos ilustrativos: los masculinos de personas
en -a pasan tratarse con determinante masculino: el profeta, hecho que se extenderá al
de cosas en el XVIII, al igual que quedan como hoy los sustantivos en -u, -e, -n,...: la
pirámide; predomina el complemento agente precedido de por y desbancando a de,...

            Por lo demás, en el siglo XVI predomina un criterio renacentista de naturalidad


sintáctica, que se quiebra de modo claro en el Barroco. En cuanto al léxico, por lo
procesos de conquista europeos y americanos se incremente de manera notable el caudal
léxico de nuestro idioma, apareciendo italianismos: escopeta, capricho,...; galicismos:
chapeo, sumiller,...; lusitanismos: menino, echar de menos,...; germanismos:bigote,
brindis,...; flamenquismos: Finanzas, escaparate,... e indigenismos de América:
chocolate, patata,...

            En el siglo XVIII, con la fundación, en 1713, de la R.A.E. Se producen una serie
de retoques en la correspondencia de fonemas y grafías: en 1726, el Diccionario de
Autoridades fija la caída de ss sustituida por s,  y de ç en favor de c+e, i y z+ a, o, u; u
queda para vocal y v, para consonante. Para la duda de b o v se determinó que si el
étimo era con b o p quedaría b, y si u o v, v, en caso de duda prevalecería b. Entre
mediados de siglo y principios del XIX se determina que ph, th y ch (para el fonema /k/)
desaparezcan en favor de f, t y c, respectivamente. Se elimina y si tiene valor vocálico -
sýmbolo -; qu se limita ante e e i - así cae quatro por cuatro - y x, para los grupos /ks/
y /gs/, pero no para /x/, reservado para g+e, i, y j.

            Por influencia de la Ilustración y el Romanticismo se introducen muchos


términos de ciencias, política y economía: terrorismo, intervencionismo, tolerancia,
moral , escéptico, ciudadano, libertad,... así como otros de la vida cotidiana: croqueta,
satén, buró, galante, parlamento,... e incluso algunos galicismos sintácticos como el de
sustantivo + a + infinitivo: táctica a seguir.

            En el siglo XX, al margen de que en 1911 la preposición a dejara de llevar tilde,
se ha venido tendiendo a la corrección de acentuaciones hiáticas - en la Ortografía de
1999, guión llevará tilde si se percibe hiato - y a la reducción de grupos extraños -
obscuro por oscuro-.
2.- Formación y evolución del catalán. Sus variedades dialectales.

            El catalán es el resultado de la evolución del latín en el nordeste peninsular. Su


foco originario es la llamada Cataluña Vieja - de los Pirineos al mar, por las cuencas del
Ter, el Llobregat y el Fluvia -. En un tiempo se la consideró como un dialecto provenzal
traído del Rosellón. Pero con la reconstrucción de la situación lingüística de la
Península Ibérica en el siglo X se ha demostrado la continuidad lingüística desde
Cataluña y Aragón hasta León, Galicia y Portugal. En esta continuidad, la preeminencia
del español, partiendo del ángulo septentrional de España, lanzó una cuña hacia el sur y,
de esta manera, se separaron aparentemente Oriente de Occidente. El catalán es pues
una lengua iberorrománica que históricamente ha mantenido estrechos contacto con la
antigua Galia, especialmente con el ámbito provenzal y gascón, constituyendode este
modo una lengua puente entre la iberorromania y la galorromania.

            En efecto, este idioma tiene rasgos que comparte con el provenzal y que lo
separan del español: por ejemplo, no diptonga e ni o tónicas: portam > porta, pedem >
pe; las misma vocales, en posición final y átonas, caen partem > part; no aspiran f-
inicial latina: formicam > formiga; y los grupos cl y ly palatalizan en /l/: paleam > palla
(cat.), palha (prov.). Pero igualmente el catalán tiene puntos de concomitancia con el
español, por ejemplo  en la palatalización de nn: annum > año (esp.), any (cat.), an
(prov.); o en la monoptongación de au: causam > cosa (esp. y cat.), causa (prov.).

            Si realizamos un breve bosquejo histórico, veremos que los copistas latinos del
X intercalan algunas palabras en catalán y que ya aparecen comentarios enteros en ese
idioma en el XI. De la segunda mitad del XII datan los textos más antiguos completos:
una traducción del Forum Judicum y las Homilies d´Organya, colección de homilías.
En ese mismo siglo caen los primitivos artículos derivados ipse e ipsa, es y sa, en favor
de el y la. Por lo demás, la literatura catalana depende mucho de la langue d´oc
provenzal, especialmente en la lírica, aunque desarrolla muestras propias en obras de
Raimón Llull o Arnau de Vilanova. En el siglo XV, con la unión de la Corona de
Aragón a la de Castilla el catalán queda reducido al ámbito coloquial, quedando como
lengua de prestigio el castellano, hecho que se acentúa en el XVIII, cuando, por
imperativo legal, se pretende convertir a los catalanes en hispanohablantes. Este influjo
sociolingüístico ha quedado reflejado en el hecho de que la primera persona del singular
del presente de indicativo haya adoptado la desinencia o - porto por port - o en la caída
del pronombre de cortesía voste en favor de usted , así como en múltiples préstamos
léxicos. En el XIX, con el movimiento romántico, se despierta una fuerte reacción
contra el superestrato castellano conocido como Renaixença, con obras como
Gramática i aplogia de la llengua catalana, de Pau Ballot. Se establece una discusión
en torno a la normativa catalana entre popularistas y cultistas. Ya en el siglo XX se crea
el Institut d´Estudis Catalans, con excelentes trabajos filológicos de Pompeu Fabra y
Milá i Fontanals. La Segunda República aprueba el Estatuto de Autonomía, que tiene al
español y al catalán como lenguas cooficiales. Tras la guerra civil se deroga el estatuto y
se prohíbe cualquier manifestación pública en catalán, aunque desde 1950 se fuera
publicando semiclandestinamente en tal idioma. Hoy es lengua cooficial con el español.

Según Badía Margarit, existen dos grandes zonas dialectales, la oriental y la occidental.
El oriental presenta, a su vez cuatro subgrupos: el central: Barcelona, Gerona y este de
Tarragona; el Balear, con los dialectos mallorquín,  menorquín e ibicenco; el rosellonés,
que ocupa la parte catalanoparlante de Francia y norte de Gerona; y el alguerés, hablado
en la ciudad de Alguer, en Cerdeña. Por su parte, los dialectos occidentales se dos
grupos: el occidental, propiamente dicho -andorrano, pallarés, ribagorzano y tortosiano
-; y valenciano, en las provincias de castellón, valencia y Alicante. Los rasgos
diferenciales que separan a estos dialectos son básicamente dos: la evolución de la e,
abierta en catalán oriental; y el hecho de que en oriente la a y la e se confundan en una
vocal neutra.

            Hoy se percibe una cierta desunión normativa entre Baleares, Valencia y
Cataluña: cada una de ellas camina hacia una normativa propia basada más en las
diferencias que en las concomitancias que remiten sus dialectos al tronco común del
catalán.

3.- Formación y evolución del gallego. Sus variedades dialectales.

            El gallego, lengua del dominio iberorrománico, es el resultado de la evolución


del latín vulgar en el noroeste peninsular. La romanización de la Gallaecia fue tardía, a
finales del siglo I a. c., antes de la romanización, ligures y celtas actuaron como sustrato
del latín, que fue traído por los soldados de la Bética. Tal modalidad meridional era muy
conservadora, lo que explica que futuro dialecto romance galaico-portugués también lo
fuera. Alfonso VI convierte Galicia en condado: las tierras al norte del río Miño se las
entrega a su hija Umeca, mientras que las del sur pasan a a manos de su otra hija,
Teresa. Esta frontera será la que ulteriormente divida Portugal de Galicia. Estas
comunidades empiezan a diferenciarse de modo definitivo en el siglo XV, pero
anteriormente existe una modalidad común que se extendía por Galicia, zonas
conquistadas de Portugal, oeste de Asturias y noroeste de León. Este gallego-portugués
se diferenciaba de los dialectos peninsulares en cuatro puntos: caída de l intervocálica y
de l inicial en los artículos - o, os, a , as -, pérdida de n intervocálica con nasalización de
la vocal precedente: lunam > lúa; palatalización de los grupos iniciales pl-, cl- y fl- en la
palatal, africada, sorda /c/: flammam > chama, clavem > chave; y al uso de desinencias
personales en los infinitivos: Eu quero que tu fazeres alguma coisa. La lengua, bastante
unificada, cobrará prestigio como lengua de cultura, hasta el punto de ser el idioma
lírico peninsular por excelencia hasta el siglo XV. Además comparte con otros dialectos
peninsulares medievales el mantenimiento de f- inicial latina - faminem > fame-, el paso
del grupo ct a it: lectem > leite, y de ly y cl a ll: oculum > oclum > ollo,  o el uso del
artículo ante posesivo: o meu neniño.

            A partir de esta centuria, las diferencias entre el castellano y el portugués van
aumentando hasta llegar a las diferencias actuales: al margen de las diferencias léxicas,
el gallego tiene siete vocales, frente a nueve del portugués: éste diferencia /b/ y /v/, a
diferencia del gallego; la interdental, fricativa, sorda /O/ existe en gallego como
préstamo del español, pero no en portugués, donde ç y c+e, i se pronuncian como
apicoalveolar /s/ . Para la representación de /l/ y /n/ el gallego optó por la solución
castellana, ll y ñ, mientras que el portugués prefirió la provenzal lh y nh.

            Como ocurrió en Cataluña, con los Reyes Católicos se prohíbe el uso público del
gallego, iniciándose una decadencia que perdurará hasta el siglo XIX. En esta centuria,
con los nacionalismos románticos se produce un movimiento de revitalización de la
cultura gallega, el Rexurdimento, en el que participan desde Rosalía de Castro a Lamas
Carbajal o Curros Enríquez. No obstante, el resurgimiento pretendido no va a dar los
frutos deseados ante la falta de conciencia sociolingüística de los gallegoparlantes, con
un porcentaje muy alto de analfabetismo: siguió vigente la idea de un gallego propio de
los ámbitos rurales y pesqueros y de un castellano como lengua de cultura escrita y de
las administraciones. A pesar de todo, los intentos nacidos con el Rexurdimento no
cesan en el siglo XX: en 1906 se crea la Real Academia Gallega y en 1916, las
Irmandades da fala. Durante la Segunda República se inició una efervescencia truncada
por la victoria del bando franquista. En 1978, la Constitución la reconoce como lengua
española y, en 1980, el Estatuto de Autonomía de Galicia la sitúa como lengua cooficial
junto al español.

            Hoy el gallego lo hablan tres millones de personas en Galicia, Asturias hasta
Navia, en León hasta Ponferrada y en Zamora hasta Padornelo y se han registrado
medio millón más, emigrantes en el extranjero, que aún cultivan y fomentan su idioma.
Zamora Vicente propone dos zonas dialectales: la occidental, que ocupa Pontevedra y
sur de La Coruña se caracteriza por convertir los sufijos latinos -anu y -ana en -án y -á,
respectivamente: germanus > irmán, irmá; el plural de los vocablos acabados en -n es -
ns: pantalons; existen zonas de seseo, como en portugués, que no aceptaron la
interdental española /O/ y, por último, se da la geada, o paso de la velar, oclusiva,
sonora /g/ a fricativa, sorda /x/: gato > /xáto/. En el gallego oriental - Lugo, Orense y las
zonas de Asturias, Zamora y León - no existe la geada ni el seseo ni los finales en -ns,
mientras que el sufijo -anus pasa a -ao: germanum > irmao. Hoy el peso del español es
muy fuerte en las zonas urbanas, donde aún convive en situación de desigualdad con el
gallego. Con todo, se está produciendo una renovación sociolingüística en todos los
ámbitos: informativos, docentes, literarios o administrativos que auguran vitalidad a esta
lengua.

4.- Formación y evolución del vasco. Sus variedades dialectales.

            Los vascos son un pueblo prerromano cuya lengua a pervivido hasta hoy sin
grandes modificaciones. El origen del vasco, tanto del pueblo como de su lengua, está
aún por esclarecer. Hoy se barajan dos opciones: un origen beréber y otro nórdico y
caucásico - finougrio y uraloaltaico, respectivamente- por las concomitancias que
presentan tales idiomas con el euskera, que tendrían una localización común antes del
neolítico. Su extensión primigenia se expande un poco más que en la actualidad: País
Vasco, zona pirenaica hasta Huesca, País Vasco francés, sur de Álava, Navarra,
noroeste de La Rioja y este de Burgos. Su presencia como adstrato se deja notar ya en
topónimos en -én, -éno y -ena y en compuestos  de apellidos y topónimos con berri -
nuevo -, herri - pueblo - o gorri - rojo-. Incluso ostentaba algunas concomitancias con el
español - o bien influyó en él, según algunos filólogos -: aspiraba f- inicial latina (de
hecho en La Rioja desapareció ya en el siglo XI), tenía cinco vocales con tres grados de
abertura, podía fricatizar las oclusivas sonoras /b/, /d/ y /g/, sonorizar las sordas
intervocálicas y conocía la vibrante múltiple. Además, el grupo ct latino podía pasar a la
palatal, africada, sorda /c/, según atestiguan inscripciones galas.

            Las primeras noticias las tenemos en algunas palabras sueltas aparecidas en las
Glosas Emilianenses, del siglo X y en una guía de peregrinos compostelanos del XIII.
No obstante, el vasco no empezó a ser bien conocido hasta la aparición de unos poemas
de Dechepare en 1545, y del Nuevo Testamento vasco de Leizarraga, de 1571. La
unidad que produce la lengua es tal que Euskalherría significa pueblo que habla vasco,
a pesar de que la falta de una norma durante siglos ha hecho que esta lengua presente
una enorme fragmentación para tratarse de un territorio tan reducido. De hecho, en el
País Vasco se da un hecho paradójico: aunque hay un fuerte sentimiento del idioma
como vinculación a la nacionalidad vasca, persiste la diglosia en las ciudades y en las
localidades industriales. Además, la presencia de inmigrantes y generaciones nacidas de
éstos hace que el aprendizaje del vasco sea difícil por sus enormes diferencias con el
español.

            En favor de la creación de una norma unitaria el artículo 6º del Estatuto del
País Vasco instituye la Real Academia de la Lengua Vasca -Euskaltzaindia- como
institución consultiva oficial en lo referente al euskera. En Navarra, la Ley orgánica de
amejoramiento del Régimen Foral de Navarra, tiene en su artículo 9º al castellano
como lengua oficial, aunque compartirá cooficialidad con el euskera en sus zonas
vascoparlantes.

            Este idioma presenta un problema de base: una gran fragmentación dialectal en
un territorio tan pequeño. De ahí que el lingüista Koldo Michelena consiguiera que se
postulara como norma el euskara-batua, que tiene como base el navarro-guipuzcoano
con elementos del labortano. El esuskara-batua toma como modelo las autoridades de la
literatura labortana de los siglos XVI y XVII, frente al purismo del XIX. De ahí que en
las primeras etapas del sistema educativo se siga un modelo mixto, como el catalán, en
las ikastolas, mientras que su implantación es difícil en niveles superiores. Por otro lado
su presencia en los ámbitos socioculturales es satisfactoria, aunque lastra el haber
carecido de una sólida tradición escrita. Casi no existen medios de comunicación
íntegramente en vasco: Deia, Ara, o Euskal Telebista.

5.- El asturleonés.

            También llamado leonés, hoy se da en zonas del este de Galicia, Asturias, oeste
de Cantabria y León y en partes de Zamora, Salamanca y Cáceres. En algunas zonas se
mezcla con el gallego, como en zonas de Galicia, León y Zamora. En aldeas de Zamora,
Salamanca y Cáceres se habla, incluso, junto al portugués. Hoy se divide en tres grandes
zonas: el occidental presenta una fuerte influencia gallega y mantiene los diptongos ei y
ou; por el contrario, el oriental tiene mayor peso del castellano, por eso pierde f- inicial
latina; el central es donde se da en estado más puro, a pesar de que no cuente con una
gran cohesión, salvo en el bable, o leonés hablado en Asturias.

            Algunos de los rasgos son los que siguen: diptongación de e y o breves latinas
ante yod -viengo -; conservación de f- inicial latina - farina -, no se reducen los
diptongos ie, ei y ou - queiso, cousa, castiello -; palatalización de l- inicial - lucem >
lluz -; paso de pl-, cl- y fl- a palatal, africada, sorda - clavem, plorare y flammam pasan ,
respectivamente, a chave, chorar y chama -; o el paso de illum a artículo como lo: lo
llobu por el lobo.

6.- El aragonés.

            El antiguo dialecto románico medieval pervive hoy en los valles pirenaicos de
Ansó, Hecho, Biescas, Sobrarbe y Ribagorza. Este arrinconamiento se debió al fuerte
influjo del castellano que acabó en el XV con el relativo florecimiento que mantuvo,
incluso como lengua literaria, desde el siglo XI. Presenta hoy una serie de
peculiaridades que lo distinguen del castellano, pero lo asemejan al leonés, como el
mantenimiento de f- inicial latina, la diptongación de e y o breves ante yod - foliam >
fuella -, o el paso de illum a artículo lo u o. Sin embargo, otros rasgos le son bien
propios: g- y j- iniciales palatalizan: choven por joven o chente por gente; no sonorizan
las sordas intervocálicas: napo, lacuna,...; hombre y cosa predominan con valor de
pronombres en detrimento de nadie y nada.

            No hay que confundir el aragonés con el español hablado en Aragón, o baturro.
Éste presenta algunas características propias, como el paso de esdrújulas a llanas:
médico > medico; abundante metátesis - pedricar por predicar - o la abundancia del
diminutivo estilístico ico: mañico.

7.- Variedades dialectales del español actual.

            7.1.- Variedades septentrionales: navarro y riojano.

            El navarro y el riojano presentan algunas características que los asocian al


antiguo leonés y aun al gallego: así, mantienen el grupo mb latino - palomba -,
conservan la f- inicial - facer -, palatalizan la l- en posición también inicial: lupus >
llobo, diptonga ante yod - hodiem > huey - y mantienen artículo ante adjetivo posesivo
antepuesto. Sin embargo, también posee rasgos que lo diferencian de otras modalidades:
conservan la l en posición implosiva: salicem > salce, que no llega a sauce - y se
pronuncia la vibrante múltiple como fricativa y ensordecida. El riojano se considera,
más que un dialecto, un conjunto de hablas de tránsito entre el navarro, el aragonés y el
español norteño.

            7.2.- El extremeño.

            Hay dos zonas claramente diferenciadas, debido a que el extremeño, como el
navarro, se considera un grupo de hablas de tránsito entre el leonés y el andaluz:
mientras que Cáceres es más dada al acogimiento de soluciones leonesas y de
arcaísmos, Badajoz toma rasgos más propios del ámbito meridional andaluz. Una
muestra de arcaísmos en cacereño sería la pronunciación sonora de s intervocálica y de z
medial, o el mantenimiento del fonema labiodental, fricativo, sonoro /v/. Igualmente
presenta leonesismos, como el cierre de e y o finales en i y u, el mantenimiento del
grupo mb latino o la preferencia por el sufijo diminutivo en -ino. Por el contrario, en
Badajoz se produce, como en el Mediodía español, la aspiración en [ h ] de /x/ y de h
procedente de f- inicial latina, se confunden las líquidas implosivas -cardo por caldo - y
hasta existen casos de yeísmo y de alternancia de seseo y de ceceo.

            7.3.- El murciano.

            Es también un conjunto de hablas de tránsito entre el catalán y el valenciano, el


aragonés, el castellano y el andaluz. De hecho, es propio del murciano, por
aragonesismo y catalanismo, la palatalización de l- inicial o el mantenimiento de grupos
iniciales con l latinos: clavem, no pasa a llave, sino a clau.  Por el contrario, tiene como
meridionalismos la aspiración y pérdida de s implosiva, la confusión de líquidas o el
seseo y el yeísmo propio de Cartagena. Se debe a mozarabismo la ausencia de
diptongación - novo - o la conservación de sordas intervocálicas latinas, como en
acachar por agachar.

            7.4.- Variedades meridionales: el andaluz y el canario.


            Por las razones diacrónicas producidas entre los siglos XV y XVII, a la que
aludimos arriba, andaluz y canario comparten una serie de rasgos que los agrupa junto
al español americano como la gran zona meridional de nuestra lengua. No hay que
olvidar que nuestro idioma se llevó a las islas entre 1478 y 1483, mayoritariamente por
colonos andaluces. De este modo aspiran la h procedente de f- inicial latina, s en
posición implosiva y /x/ de las grafías j y ge y gi -[ hénte ] - y es muy común el seseo
(pero no el ceceo en Canarias, aunque sí en Andalucía, como veremos). De un modo
más generalizado en Andalucía que en Canarias se da el trueque de líquidas implosivas -
[ árma ] por alma -, la aspiración ante nasal -[káhnne ] por carne -,  o el yeísmo, que en
Canarias es mediopalatal.

            Por el contrario, es propio canario el alófono de la palatal, africada, sorda como
sonora fricativa - como en chico, pronunciado casi como *llico - , el trueque del
pronombre enclítico nos por los - vámolos por vámonos - o los usos de haber por tener,
o de ser por haber, tal vez por arcaísmo debido al aislamiento insular, de este modo
encontramos ejemplos como ¡Que hayan suerte! o Soy nacido en La Gomera. Los
guanchismos - de la lengua guanche, anterior a la conquista - quedan sólo como sustrato
en el caudal léxico: gofio - dulce típico - o chenique - piedra - son ejemplos de ello.

            El andaluz, igualmente, presenta rasgos ausentes en Canarias. En la zona oriental


la s implosiva es aspirada y en posición final llega a caer, en ambos casos provoca la
abertura y alargamiento de la vocal precedente un grado: por ejemplo ¿Qué haces?
como [ké xázÆ]; mientras que en la parte occidental suele producirse una aspiración
con reduplicación de la consonante siguiente: las casas [lahk kásah]. Igualmente se
pueden recoger, en la misma zona, casos muy abundantes de sonorización de la sibilante
en posición intervocálica, como en el ejemplo anterior. Es también común la sustitución
de ustedes por vosotros, pero combinado con el paradigma de éste: ¿Ustedes os venís?
por ¿ustedes se vienen?. El ceceo ocupa, el sur de Huelva, Cádiz, sur y centro de Sevilla
y Málaga y costas de Granada y Almería hasta Berja, el resto de Andalucía es seseante,
salvo la zona norte de Córdoba, Jaén, Granada y la mayor parte de Almería, que
distinguen la sibilante de la interdental, sorda.

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