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Ensayo Final SP
Ensayo Final SP
Ensayo final
El presente texto tiene la intención de dar cuenta del relacionamiento, las tensiones y el
dialogo existente entre estas dos acepciones en particular, a saber, la política y la moral. En
este orden de ideas, el texto tiene el objetivo de formular una serie de preguntas que guíen
el discernimiento de las discusiones generadas en el marco de la problemática, así como
ofrecer la visión particular del autor.
La concepción de la política del mundo griego posicionaba a esta última como la disciplina
que encaminaba al ser humano hacia el bien común. Lo político se encontraba pues
estrechamente ligado a la idea del bien y no era posible en aquel entonces establecer
tajantemente una escisión entre la experiencia de vida en la Polis griega y un derrotero de
vida encaminado a la virtud; por lo menos desde la óptica de quienes eran considerados
como sujetos políticos. Vemos entonces como desde aquí se pone de manifiesto la
tendencia de la antigüedad en occidente hacia la caracterización y la vivencia de la praxis
política en el marco de un esquema bajo el que se asientan determinados valores.
Así pues, nos es posible entrever la manera en la que en el mundo clásico no había división
palpable entre la representación de la dimensión de la legalidad y la de lo virtuoso. Con
esto en mente, dispongámonos a analizar la postura de uno de los pensadores en términos
de política más representativos de la antigüedad; de este mundo clásico occidental. El
posicionamiento ofrecido pues desde Aristóteles, se plantea igualmente bajo una línea
subsiguiente a lo anteriormente planteado sobre la ley y el bien. Su doctrina tiene mucho
que ver con la relación entre la vida buena y el estatus participativo del animal político
dentro de estos grandes grupos humanos que al día de hoy hemos optado por denominar
sociedades. La política expresa entonces la posibilidad humana de enunciarse en sociedad y
más allá de eso, de disponer y adecuar el espíritu hacia lo mejor a través de la virtud de la
prudencia (phronesis).
Aunado a esto, el relacionamiento cada vez mas estrecho de la figura del estado con la
iglesia, fue el escenario propicio para la fundamentación de un código moral ampliamente
mas arraigado. Los valores cristianos pasaron a ser el derrotero univoco y fundacional de
occidente durante esta época. El orden de lo natural encarnado por el estado, se encontraba
subordinado al orden de lo sobrenatural simbolizado por esa ciudad divina; el ideal del
orden y estructura de todo lo terreno. La ciudad de Dios significo la representación del
estatus moral ante el entramado político presentado por la edad media, cuestiones como la
idea de pueblo y la noción de justicia permeada por la concepción divina fueron la
manifestación del sustrato judeocristiano de tal estatus moral.
Al mismo tiempo, dentro de toda esta dinámica opera un elemento a analizar y es el de los
extremos a los que puede propender la misma acción humana en el campo de la defensa de
sus propios ideales, tradiciones o preceptos en el sentido moral. Sin importar si estos se
corresponden con un universal de bien, o si obedecen al desarrollo particular de la tradición
o la costumbre, incluso si desarrollan a partir del sentido critico o del desencantamiento del
proceder político de turno; lo cierto es que la humanidad ha llegado a vivenciar una serie de
hechos que pueden llegar a dar cuenta de lo problemática que puede resultar la
participación moral dentro del proceder político.
Son de considerar los casos que se han evidenciado desde los enfrentamientos y las guerras
a gran escala. Países enteros con sistemas políticos abanderados por la defensa de nociones
como la libertad o la igualdad, e inscritos en sistemas de creencias establecidos desde la
figura del amor, la familia o la cooperación, disponen todo su poderío en la imposición y la
dominación sobre otro. ¿Qué tan suficiente es la moral en este sentido? la presencia y la
latencia de aspectos como la violencia y especialmente de los hechos presentados hacia el
principio del pasado siglo; hechos que encarnan un potencial destructivo nunca antes visto,
y que ponen en consideración ya no la pregunta sobre si la moral resulta conveniente en la
comprensión de la esfera política, sino que tan útil sería de considerarla como tal. La
discusión ha transcendido a la esfera del relacionamiento entre estas dos acepciones y nos
ha puesto a figurarnos por las implicaciones verdaderas que esto tendría para el desarrollo
subsiguiente de nuestras sociedades.
Bajo el desarrollo argumentativo de Arendt, asumir esta postura de desencanto no nos lleva
a otro camino sino a la consideración del milagro como nuestra única vía. Lo que hemos de
comprender es que el milagro no implica arrojarnos al devenir de la divinidad o a la
plegaria consciente sobre lo que desearíamos fuese diferente; la concepción del milagro se
ve representada más allá de la determinación religiosa, como la valoración de la acción
humana y del carácter inscrito dentro de la imprevisibilidad de los resultados de las
mismas.
La moral es una de las ficciones humanas que más influencia ha tenido sobre la sociedad a
lo largo de la historia. No podemos tener una experiencia palpable sobre lo que es la
justicia, la libertad, la igualdad o la solidaridad, ni ninguna de las demás determinaciones
casi infinitas que participan de esta noción de la moral. Sin embargo, figurárnosla, pensar
en ella y construir relatos sobre la misma es algo que nos afecta considerablemente y nos
hace pensar en los efectos que día a día tiene para nuestras vidas y para nuestra forma de
relacionarnos con otros.
Corredera, S. S. (2003). Los conflictos entre ética, moral y política: criterios para su
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Quiroz, m. J. R. (2018). Moral y ética desde las perspectivas filosóficas de Hannah Arendt
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